Irak: «A nadie le importan ya las víctimas»

2/10/2012 | Miguel Máiquez

Horrorizados por Siria, olvidamos Irak. E Irak, donde todo iba a ir sobre ruedas una vez que cayera Sadam, sigue siendo una carnicería casi diaria. No es una forma de hablar, es literal. Según datos divulgados este lunes por el gobierno iraquí, el número de muertos por ataques violentos y atentados (casi todos por bombas) en el mes de septiembre llegó a 365 (182 civiles, 95 soldados y 88 policías). La cifra es el doble de la registrada en agosto, y convierte al pasado septiembre en el mes más sangriento en dos años. Y eso sin contar los 683 heridos, muchos de ellos graves, o marcados de por vida.

El día más terrible fue el 9 de septiembre, cuando más de 100 personas murieron en ataques con bombas y con armas de fuego. Este mismo domingo, 35 personas perdieron la vida y más de 90 resultaron heridas en una cadena de atentados y ataques armados en distintos puntos del país, principalmente en Bagdad.

La mayoría de las víctimas son chiíes, y los principales ataques coordinados han sido reivindicados por la rama iraquí de Al Qaeda, una organización suní. El derrocamiento de Sadam Husein dio paso en Irak a una escalada en los enfrentamientos religiosos, que se han exacerbado desde la retirada de las tropas estadounidenses, el pasado mes de diciembre. La rama iraquí de Al Qaeda, conocida como Estado Islámico de Irak, dijo en junio que estaba planificando «un resurgimiento» tras haberse debilitado por el ataque sostenido de las tropas estadounidenses y de otros grupos militantes suníes en el año 2007.

Primero Sadam, luego Bush, ahora Al Qaeda. Es como habitar un país sobre el que hubiese caído una maldición, un país que, encima, parece importarnos cada vez menos, como si de verdad hubiese sido una «misión cumplida».

Encuentro una gran crónica del fallecido Anthony Shadid, publicada en marzo de 2009 en The Washington Post. Un extracto, traducido:

El martes a mediodía hubo una explosión. Siguieron disparos y murieron 33 personas. Pedazos de sus cuerpos se mezclaban con agua estancada, con la basura, con desechos mojados de alimentos. El martes por la tarde hubo el Atlal.

La palabra árabe significa restos, ruinas, lo que queda de algo que se deja atrás. El Atlal del ataque del martes, uno de los dos que la semana pasada mataron a decenas de personas en la capital y sus alrededores, fueron los cartuchos brillantes de bala que, según los sobrevivientes, habían disparado los soldados contra ellos en el caos y la confusión que siguieron a la explosión.

El Atlal fue también un niño huérfano que estaba vendiendo bolsas de plástico por unos pocos centavos. Fue el vendedor de verduras que vio cómo su hija de 18 meses era arrancada de sus manos mientras él caía sobre el asfalto. Fueron las personas que esperaban de pie en la morgue donde se encontraban los restos de sus familiares, junto con los de la persona que los mató.

[…] En 2003, cuando Estados Unidos comenzó su ocupación, atentados con la mitad de las víctimas de este martes sugerían que Estados Unidos no iba a tener éxito. Hoy, cuando Estados Unidos y sus aliados iraquíes parecen estar ganando, el ataque ni siquiera ha aparecido en la primera página del periódico del gobierno.

«A nadie le importan ya las víctimas», dice Mohamed Awad, uno de los familiares que espera cerca de la Morgue, bajo un sol que parece haber borrado los colores de Abu Ghraib.


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