Turquía, los árboles y el bosque

7/6/2013 | Miguel Máiquez
Manifestantes en Estambul este jueves. Foto: Mstyslav Chernov / Wikimedia Commons

«Por menos de quince árboles se han perdido tres vidas». «Hay que poner fin de inmediato a manifestaciones que han derivado en vandalismo». «Los así llamados periodistas, artistas y políticos están provocando las protestas». «Piden la retirada de la policía, pero éste no es un lugar donde puedes hacer de todo». «La policía está cumpliendo con su deber contra quienes atacan. Es un baluarte contra los terroristas, los anarquistas y los vándalos».


Foto: Manifestantes portando una gran bandera de Turquía recorren las calles de Estambul, en el tercer día de protestas contra el Gobierno de Erdoğan (Tolga Bozoglu / EPA)


Son algunas de las frases pronunciadas este jueves ante miles de sus seguidores por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, nada más regresar a Estambul tras su gira oficial por el Magreb. Antes, desde Túnez, Erdoğan había dejado claro que el proyecto de reurbanización de la plaza Taksim, la medida que inició las primeras protestas hace ya diez días, seguirá adelante. «Quienes se preocupan por el medio ambiente deben saber que [algunos participantes en las manifestaciones] están condenados por terrorismo», dijo.

Erdoğan no se entera (o más bien no quiere darse por enterado) de lo que está pasando. Su reacción, como era previsible, es la típica del poder en estos casos: tomar la parte por el todo. Minimizar lo general, el fondo, y centrarse en lo que, a estas alturas, es ya, o bien casi anecdótico (los árboles), o bien no representativo (la violencia). Extender a todos los descontentos la imagen negativa que provocan algunos de ellos. Desvirtuar el lenguaje, ignorar la palabra «ciudadano», utilizar la palabra «anarquista» como sinónimo de «violento», hacer un uso frívolo e irresponsable de la palabra «terrorista». Reconducir el debate para acabar anulándolo. Identificar la disensión con el caos, el movimiento con el descontrol, la autoridad con la verdad, el sistema propio con el único posible.

Miles de personas se han vuelto a concentrar este jueves en la plaza Taksim de Estambul, el epicentro de la mayor oleada de protestas en Turquía en una década, y a la que desde el pasado sábado no accede la policía. Los manifestantes han levantado en la plaza grandes barricadas con piedras, coches destrozados y verjas para evitar la entrada de furgones policiales. Han organizado también un sistema de recogida de basuras, una biblioteca popular, un ambulatorio y un servicio gratuito de reparto de comida y bebida. Equipos de voluntarios recogen la basura y ayudan a mantener la limpieza del parque.

Manifestantes se pasan piedras para construir una barricada e impedir el paso de la policía a la plaza Taksim, en Estambul. Foto: Stoyan Nenov / Reuters

Desgraciadamente, hay violencia, sí. Policial (la primera) y también de determinados grupos de manifestantes. Ya han muerto tres personas (dos jóvenes que participaban en las protestas y un policía), y hay miles de heridos. Y aunque el centro de Estambul se mantuvo tranquilo este jueves, con un ambiente principalmente festivo, se registraron choques en Sultangazi, un barrio muy humilde en la periferia europea de la ciudad, donde la policía dispersó con un blindado, cañones de agua a presión y gas lacrimógeno a un centenar de manifestantes que intentaron levantar una barricada para cortar el tráfico de una avenida.

Pero pretender reducir a «violencia» este estallido ciudadano es demasiado tosco, demasiado simple y demasiado ciego, cuando no directamente malintencionado.


Foto: Manifestantes en Ankara tratan de protegerse de un cañón de agua disparado por la policía (Umit Bektas / Reuters)


Con razón o sin ella (de eso se trata, de debatir, de poner los problemas y las posibles alternativas sobre la mesa), lo que están reflejando muchos de los ciudadanos que han salido a la calle no es tan solo su rechazo al «autoritarismo» de Erdoğan, por muy arrogante que, en efecto, sea su política. Y no se trata tampoco, únicamente, de la fractura endémica turca entre laicismo e islamismo, aunque eso también exista.

Buena parte de las protestas  tienen su origen en la deriva neoliberal que ha adoptado el Gobierno turco, en la privatización de espacios públicos y comunes, en una desigualdad social que, pese a la buena marcha general de la economía turca, ha aumentado considerablemente en los últimos años (Olga Rodríguez recuerda que en 2011, siendo Turquía la economía que más rápidamente crecía de Europa, el 20% más rico gozaba de aproximadamente la mitad de la riqueza del país, mientras que el 20% más pobre solo tenía el 6%); un cóctel explosivo al que han prendido mecha, tras el arranque en el parque Gezi, la violencia de la policía, el efecto contagio en las redes sociales y, especialmente, la torpe y nada conciliadora reacción del Gobierno, incluyendo, además, sintomáticos casos de censura.


Foto: Masiva manifestación en Estambul en el tercer día de protestas contra Erdoğan (Tolga Bozoglu / EPA)


Una de las características más interesantes de los manifestantes concentrados en el parque Gezi es su diversidad, aunque todos compartan su oposición al gobierno de Erdoğan. Así lo refleja en su crónica de este jueves Juan Luis Sánchez, que está cubriendo las protestas de Estambul para eldiario.es:

Laicos, marxistas, anarquistas, musulmanes comunistas, kurdos, feministas, kemalistas, alevíes. Treintañeros con jersey anudado en el pecho, jóvenes a la norma europea, adolescentes con el pelo al cero, maridos con cicatrices, señoras con varices. Perlas, pañuelos, chaqueta y camisa, escotes, boinas, melenas, gomina. Camisetas de fútbol. Y un parque para unirlos a todos.

«Aquí hay gente escuchando y respetando cosas que hace un mes habrían sido motivo de bronca», dice Mehmet Cem echando un vistazo por la plaza Taksim, que da entrada al parque Gezi. «Tengo amigos que en una semana ya ha cambiado su opinión por ejemplo de los kurdos», asegura. «Nunca habían oído nada de ellos si no era en los medios de comunicación… Ahora que los han escuchado en el parque, se fían más de los kurdos que de los medios», ironiza este licenciado en sociología que confiesa que duerme poco, pendiente siempre en las redes sociales de la revuelta en diferentes partes de Turquía. […]

Hablando con Emine el significado político de Gezi Parki adquiere otro matiz: no se trata de que el parque sea un símbolo porque ha sido la excusa para que la gente dijera «basta ya», es que el parque es lo que ha permitido algo impensable para muchos turcos: la unión y convivencia de grupos sociales totalmente diferentes en un espacio común. «La mayoría de las capas sociales que están protestando no son las capas sociales que usan parques vecinales; pero es el parque lo que permite que esas capas se relacionen por fin».

Las etiquetas son fáciles de poner, pero también pueden ser muy reduccionistas. Establecer paralelismos con las revoluciones ocurridas en otros países de Oriente Medio es tentador (por la proximidad geográfica, por las consecuencias regionales, por la ignorancia de constreñir las naciones de mayoría musulmana en una única realidad). Pero lo que está ocurriendo ahora en Turquía, algo que, de momento, es esencialmente urbano, tiene más que ver con las explosiones de protesta ciudadana en Occidente que con la llamada «primavera árabe», no solo porque Turquía no sea una dictadura, y por más que existan notables diferencias con movimientos como, por ejemplo, el 15-M español.

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Biblioteca popular con libros donados, instalada en el parque Gezi junto a la plaza Taksim de Estambul. Foto: Aris Messinis / AFP / Getty Images

En relación a estas diferencias, Ángel Calleja explica en 20minutos.es que «entre los manifestantes turcos, además de una enorme variedad de clases sociales, tendencias ideológicas y grupos étnicos, también hay militantes y miembros de los partidos de la oposición, mientras que en España, los dirigentes del PSOE e IU que intentaron acercarse al kilómetro 0 de Madrid no lo consiguieron». Por otra parte, añade, «en esta ocasión el enemigo señalado no es el sistema, entendido como la democracia imperfecta que denunció la Acampada Sol, sino el partido del Gobierno».

Hay más semejanzas, no obstante, entre Taksim y Sol que entre Taksim y Tahrir.

En cualquier caso, los análisis de estos días, tanto los que ven en las protestas un levantamiento contra el autoritarismo y el islamismo, como los que las consideran una lucha contra el neoliberalismo y el sistema, revelan que no es fácil simplificar lo que está pasando, y que tal vez sea, al final, una mezcla de todos esos factores.

La realidad siempre es compleja, pero lo importante es que los árboles, aunque sean «menos de quince», no impidan ver el bosque.


Más información y fuentes:
» Erdoğan exige que las protestas antigubernamentales cesen de inmediato (Efe)
» Turquía: Por algo más que un parque y una litrona (Olga Rodríguez, en eldiario.es)
» Un parque para unirlos a todos (Juan Luis Sánchez, en eldiario.es)
» La privatización de los comunes que encendió la Primavera Turca (Bernardo Gutiérrez, en eldiario.es)
» ‘Çapulcu’: los indignados turcos que reivindican sus libertades (Ángel Calleja, en 20minutos.es)
» El partido en el poder mantiene su apoyo en los feudos islamistas (José Miguel Calatayud, en El País)
» As Turkey’s economy booms, deep inequality persists (Reuters)
» Blog en directo sobre las protestas en Turquía (Al Jazeera)

Periodistas españoles informando en Twitter desde Estambul:
@JoseMCalatayud
@llmhurtado
@juanlusanchez
@mikelayestaran

Leer también: El estallido contra Erdoğan: un poco de análisis

Más fotos de las protestas: Hürriyet, showdiscontent, 20minutos.es, El País, Demotix, NBC, Time