Los Hermanos Musulmanes en Egipto, ¿acorralados?

24/9/2013 | Miguel Máiquez
Manifestación a favor de Mohamed Mursi organizada por los Hermanos Musulmanes en El Cairo, en diciembre de 2012. Foto: Yuli Weeks / Voice of America / Wikimedia Commons

Un tribunal egipcio ordenó este lunes la prohibición de todas las actividades de los Hermanos Musulmanes en el país y la confiscación de sus bienes. No es una ilegalización formal del influyente movimiento islámico, registrado oficialmente como organización no gubernamental el pasado mes de marzo, pero, a efectos prácticos, viene a ser lo mismo. La corte ha actuado a petición de la formación izquierdista Tagammu, que había solicitado la prohibición de la agrupación, la confiscación de los bienes de sus dirigentes y la congelación de sus fondos en el país.

La decisión judicial supone estrechar más aún el cerco al movimiento que respaldó al gobierno del presidente Mohamed Mursi hasta que fue derrocado por los militares el pasado 3 de julio. Y, aunque no ha sido directamente promovido por las autoridades golpistas que gobiernan ahora el país, ni mencione específicamente al brazo político de la Hermandad (el Partido Libertad y Justicia), parece claro que el veredicto es un paso encaminado a despejar el terreno para unas eventuales elecciones en las que no podría haberse descartado una nueva victoria islamista.

Los Hermanos Musulmanes, que tienen ya a la práctica totalidad de su cúpula dirigente en la cárcel (incluido su principal líder, Mohamed Badie), vuelven así a la clandestinidad en la que pasaron cerca de seis décadas, desde que fueron ilegalizados en los años cincuenta hasta la revolución que derrocó el régimen de Mubarak en 2011.

Y al veredicto de este lunes se suma otra amenaza inminente, después de que la Autoridad de Comisarios Estatales, el órgano de asesoramiento legal del Gobierno, haya recomendado la disolución de la Hermandad por su presunta relación con milicias armadas.

En cualquier caso, no está claro aún hasta donde llegará el celo de las autoridades a la hora de aplicar el fallo emitido este lunes. Como explica desde El Cairo Ricard González en El País, «durante las últimas semanas, habían aflorado disensiones dentro del ejecutivo respecto a la conveniencia de ilegalizar la cofradía. El propio primer ministro, Hazem Beblawi, había apostado por esta medida inicialmente, pero luego se echó atrás, alimentando los rumores sobre unas hipotéticas negociaciones secretas entre el Ejército y la Hermandad».

«Por otro lado –continúa González–, tampoco está clara cuál será la efectividad real de la decisión, pues los Hermanos Musulmanes han pasado la mayor parte de su historia en la clandestinidad, y conocen perfectamente los entresijos legales para poder continuar operando en las sombras a través de numerosas organizaciones caritativas y escuelas afiliadas indirectamente al movimiento».

Además, el fallo contra la organización es recurrible y, como ya se ha señalado, atañe, en principio, a la ong de la Hermandad, y no a su rama política, el Partido Libertad y Justicia. En este sentido, Michael Collins Dunn, editor del Middle East Journal, señala en su blog:

Los secularistas egipcios que piensen que la decisión del tribunal  […] supondrá el final definitivo de la organización tienen muchas posibilidades de equivocarse. Incluso dejando a un lado la historia de la Hermandad como un organismo subterráneo fuertemente organizado y capaz de haber sobrevivido en las sombras durante décadas, hay que tener en cuenta que la decisión de hoy será apelada. […]

Tampoco está claro en el veredicto si la frase «cualquier organización derivada» incluye o no al Partido Libertad y Justicia, el ala política de la Hermandad. Si se acaba prohibiendo al PLJ presentarse a las elecciones parlamentarias, la Hermandad no tendrá ningún motivo para tratar de encontrar un ‘modus vivendi’ con los militares que respaldan al Gobierno.

De momento, la Hermandad ya ha dicho, según informa AFP, que la prohibición de sus actividades por parte de la justicia es «una decisión política manchada de corrupción», y han prometido seguir «presentes en el terreno».

Los Hermanos Musulmanes, un movimiento fundado hace 85 años, son una organización políticamente reformista y moralmente ultraconservadora. Entre sus objetivos declarados se encuentra el establecimiento por medios pacíficos de un estado civil islámico en Egipto. Su influencia, tanto política como social, es muy grande, no solo en Egipto, sino también en otros lugares de Oriente Medio, como Jordania o los territorios palestinos. En Gaza, Hamás, el movimiento islámico que gobierna la franja, se nutre de sus mismos principios ideológicos.

Como recuerda la agencia Efe, durante el régimen de Mubarak, la Hermandad fue considerada un grupo ilegal pero semitolerado, e incluso llegaron a conseguir 88 escaños en el Parlamento (presentándose como independientes) en las elecciones de 2005. En noviembre de 2010 se presentaron a las legislativas, pero ninguno de sus candidatos logró imponerse en las urnas y boicotearon la segunda vuelta, acusando al Gobierno de fraude.

Durante la revolución de febrero de 2011, la cofradía apoyó las protestas, aunque desde un discreto segundo plano. Tras la caída de Mubarak, una junta militar encabezó el poder de forma interina, y fue entonces cuando los Hermanos crearon su propia formación política, el Partido Libertad y Justicia (PLJ), con la que lograron tres cuartas partes de los escaños de la Cámara Baja en los comicios legislativos de noviembre 2011 y enero de 2012. El líder de este nuevo partido, Mohamed Mursi, triunfó en las primeras elecciones presidenciales democráticas tras la caída de Mubarak, y se convirtió en el primer jefe de Estado civil del país desde 1952.

Durante el año que los Hermanos gobernaron, sin embargo, sus opositores los acusaron de querer monopolizar el poder y de despreciar el consenso necesario en toda época de transición. La redacción de la nueva Constitución, cuyo contenido fue ampliamente denunciado por organizaciones de defensa de los derechos humanos, fue muy polémica, y aunque finalmente se aprobó en referéndum, la Carta Magna fue boicoteada por las fuerzas no islamistas, que acusaron a la Hermandad y a los salafistas de acaparar su elaboración.

La situación dio un un vuelco el pasado 3 de julio, cuando el Ejército depuso a Mursi durante una oleada de protestas ciudadanas en las que se pedía su dimisión. Tras el golpe militar, los seguidores de la Hermandad levantaron en El Cairo acampadas de protesta, que fueron desmanteladas en una brutal operación policial que causó más de 600 muertos. Desde entonces, los principales miembros de la Hermandad han sido detenidos por las autoridades y se han abierto procesos judiciales contra ellos. El Gobierno colocado por los militares ha tratado de justificar esta represión como parte de su lucha contra el «terrorismo».

Motasem Dalloul escribe en Middle East Monitor:

Considerando su historia, a lo largo de la cual a los Hermanos Musulmanes no se les ha permitido trabajar con libertad, y teniendo en cuenta su fácil acceso a medios de comunicación de masas (a pesar del apagón informativo impuesto por el Gobierno egipcio), puedo predecir que la prohibición acordada hoy tan solo va a servir para aumentar la simpatía popular hacia la Hermandad, que logrará sobrevivir a esta nueva odisea. ¿Cómo? Sencillamente, de la misma manera en que ha sobrevivido siempre que ha sido prohibida. Y cuando llegue la próxima oportunidad democrática. volverán a hacerlo mejor que sus oponentes.

La ilegalización, aunque sea aún ‘de facto’, de los Hermanos Musulmanes es una mala noticia, y no solo por lo que pueda tener de antidemocrática (un argumento que no convence a los detractores de la cofradía, para quienes el movimiento encarna, precisamente, lo contrario de la democracia), sino, también, porque buena parte del tirón popular de la Hermandad se debe no solo a motivos exclusivamente religiosos, sino al hecho de que nunca han llegado a quemarse en el poder.

Los Hermanos no han tenido que enfrentarse (un año en el Gobierno no es bastante) al desgaste que supone la dura realidad democrática de tener que ceder, negociar, renunciar, equivocarse y rectificar; a la dura realidad de una economía en estado de coma; al efecto electoral que sus políticas sectarias y cercanas al fundamentalismo podría haber tenido entre los moderados que les apoyan .

Es fácil ser «el partido ideal» cuando no se puede gobernar; es muy difícil seguir siéndolo tras una legislatura completa en el poder. A la vista de la más que deficiente gestión que estaban llevando a cabo, los Hermanos Musulmanes iban camino de eso, de la desmitificación social. Los militares lo han impedido.


Más información y fuentes:
» Egipto prohíbe las «actividades» de los Hermanos musulmanes y decomisa sus bienes (AFP)
» Un tribunal egipcio disuelve los Hermanos Musulmanes (El País)
» Los Hermanos Musulmanes egipcios denuncian que su prohibición es una decisión «política» (AFP)
» Los Hermanos Musulmanes egipcios, un grupo acostumbrado a la clandestinidad (Efe)
» Banning the Brotherhood, Again (Middle East Institute, Editor’s Blog)
» New ban of Muslim Brotherhood is hardly a game-changer (Motasem Dalloul, en Middle East Monitor)


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