Una selección de fotografías tomadas en Oriente Medio esta semana. Pincha en los enlaces de las localizaciones para ver las imágenes.
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Gaza, Palestina, 20/3/2014: Un hombre y su hija, en un campo lleno de flores de la planta de la mostaza. Foto: Mohammed Abed / AFP
Teherán, Irán, 18/3/2014: Linternas y fuego durante la celebración del último miércoles del calendario solar persa, en el parque Pardisan de la capital iraní. La fiesta de Noruz, el Año Nuevo, es una de las más importantes en Irán. Comienza el primer día de primavera, en el momento exacto del equinocio. Foto: Vahid Salemi / AP
Diyarbakir, Turquía, 21/3/2014: Decenas de miles de kurdos se reunieron este viernes para celebrar el Noruz (año nuevo, llegada de la primavera), en un acto en el que se leyó un mensaje del encarcelado líder del PKK kurdo Abdula Ocalan. En el comunicado, Ocalan pide al Gobierno turco que establezca un marco para la celebración de conversaciones de paz, y recuerda que ha pasado ya un año desde que ordenó un alto el fuego a sus combatientes. Foto: Umit Bektas / Reuters
Dahuk, Irak, 20/3/2014: Kurdos iraquíes despliegan entre antorchas una bandera gigante de la región autonóma del Kurdistán, en Irak, durante las celebraciones de Noruz. Foto: Azad Lashkari / Reuters
Nueva York, EE UU, 20/3/2014: Un centenar de personas se concentraron el jueves en Times Square como parte de un flashmob en solidaridad con la población siria atrapada en mitad de la guerra. El acto tuvo lugar bajo una pantalla gigante en la que se proyectó la ya famosa fotografía, distribuida hace unas semanas por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, y en la que puede verse a miles de refugiados sirios esperando la distribución de alimentos y ayuda humanitaria en Yarmuk. Fotos: John Makely / NBC, UNRWA-AP.
Alepo, Siria (aviso: esta imagen puede herir la sensibilidad), 18/3/2014 : Los cuerpos de dos niños sirios, entre las ruinas de un edificio residencial bombardeado, según informó la oposición, por un helicóptero de las fuerzas gubernamentales. Foto: Khaled Khatib / AFP
Morek, Siria, 21/3/2014: Un tanque del ejército gubernamental sirio, alcanzado por un proyectil durante combates con las fuerzas de la oposición en la provincia de Hama. Foto: Badi Kklif / Reuters
Homs, Siria, 21/3/2014: Columnas de humo en la aldea situada bajo la fortaleza medieval del Crac des Chevaliers (Crac de los Caballeros), tomada por las tropas gubernamentales sirias esta semana. Foto: Khaled al-Hariri / Reuters
Altos del Golán, 19/3/2014: Soldados israelíes miran hacia Siria. Los Altos del Golán, pertenecientes a Siria, fueron ocupados por Israel durante la Guerra de los Seis Días (1967) y, de nuevo, en la Guerra de Yom Kipur (1973). En 1981, Israel los incorporó unilateralmente a su territorio. Foto: Ronen Zvulun / Reuters
Halabja, Irak, 16/3/2014: Una mujer kurdo-iraquí visita el cementerio donde están enterradas las víctimas del ataque químico ordenado por Sadam Husein hace ahora 26 años. Unos 5.000 kurdos de la ciudad de Halabja murieron en 1988, cuando el régimen de Sadam Husein usó gas nervioso contra la población. Se calcula que cerca de 182.000 civiles murieron entre 1986 y 1989 durante operaciones militares contra las zonas rurales del Kurdistán iraquí. Foto: Safin Hamed / AFP
Deir Al Asal, Cisjordania (Palestina), 19/3/2014: Funeral de Yussef Sami Shawamreh, un chico palestino de 15 años muerto por disparos de soldados israelíes. Foto: Hazem Bader / AFP
Ankara, Turquía, 21/3/2014: El Gobierno turco de Recep Tayyip Erdoğan ordenó esta semana el bloqueo de la red social Twitter en la Internet turca, una decisión precedida de tres sentencias judiciales y de una decisión de la Fiscalía, así como de las amenazas del propio primer ministro, quien había advertido su intención de «erradicar» Twitter, «diga lo que diga la comunidad internacional». Muchos usuarios, no obstante, encontraron pronto modos de burlar el bloqueo, y las caricaturas, los memes y los mensajes alusivos a la censura han sido omnipresentes durante estos días. En la imagen, miembros del Sindicato Joven Turco, durante una manifestación de protesta. Foto: Burhan Ozbilici / AP
Estambul, Turquía, 23/3/2014: Seguidores del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, durante una manifestación celebrada este domingo. Erdoğan se dirigió a la multitud y dijo que quienes le acusan de corrupción serán «machacados por su propia inmoralidad». Foto: Murad Sezer / Reuters
Ciudad de Gaza, Gaza (Palestina), 23/3/2014: Dos niños observan el desfile organizado con motivo del décimo aniversario del asesinato por Israel del líder espiritual de Hamas, el jeque Ahmed Yassin. Al acto acudieron decenas de miles de personas. Foto: Suhaib Salem / Reuters
Jerusalén, 21/3/2014: Un niño palestino reza en presencia de varios soldados israelíes durante la oración del viernes en el barrio de Ras al Amud, en Jerusalén Este. La Policía israelí ha impuesto un límite de edad a los palestinos hombres que quieran entrar los viernes en la Ciudad Vieja. Solo podrán hacerlo los mayores de 40 años. Foto: Ammar Awad / Reuters
Jerusalén, 17/3/2014: Judíos ultraortodoxos bailan en un seminario rabínico, durante las celebraciones de la fiesta de Purim. Foto: Sebastian Scheiner / AP
Jerusalén, 21/3/2014: Algunos de los cerca de 20.000 corredores que participaron este viernes en el IV Maratón Internacional de Jerusalén, a su paso por la Ciudad Vieja. Foto: Ronen Zvulun / Reuters
Guiza, Egipto, 17/3/2014: Un arqueólogo trabaja en la restauración de una momia del Antiguo Egipto, en el laboratorio del Gran Museo Egipcio. Foto: Reuters
Dubai, Emiratos Árabes Unidos, 19/3/2014: La obra In The Moonlight (a la luz de la luna), del escultor Adam Henein, en la exposición de arte contemporáneo Art Dubai, celebrada esta semana. Foto: Rowan El Shimi / Al Ahram
El Cairo, Egipto, 23/3/2014: Las aguas del Nilo presentaban esta semana un inusual color amarillo, como consecuencia de la gran presencia de limo acumulado durante la crecida del río. Foto: Bassam Al-Zoghby / Al Ahram
El pasado 21 de marzo, Abdulá Ocalan, el líder y fundador del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), instó a los militantes de esta organización a poner fin a las hostilidades y a retirarse «más allá de las fronteras» de Turquía «para que callen las armas y hablen las ideas». Ocalan, que cumple cadena perpetua en la isla de Imrali, en el mar de Mármara, desde 1999, reclamó que turcos y kurdos «permanezcan unidos» como lo han estado «en el pasado».
La carta de Ocalan, difundida en turco y en kurdo, ha sido interpretada como histórica, por lo que supone de esperanza para acabar con un conflicto que dura ya más de 30 años y que ha dejado unos 40.000 muertos, muchos de ellos civiles: «Hemos sacrificado nuestra juventud. Hemos pagado un alto precio, pero no ha sido en vano. La lucha permitió a los kurdos recuperar su identidad. Pero la sangre que mana del pecho de los jóvenes es la misma sean estos kurdos o turcos. Estamos ante una nueva era. En lugar de armas, tenemos ideas», escribió el líder kurdo. Dos días después, la guerrilla del PKK anunció un alto el fuego.
El comunicado es, en cualquier caso, la consecuencia lógica de un proceso iniciado hace ya algún tiempo. En los últimos años, Ocalan y su grupo han moderado sus posiciones, y su principal reclamación se basa ahora, más que en la independencia, en una mayor autonomía para la región kurda del sudeste turco. De hecho, el Gobierno turco reveló el pasado mes de diciembre que llevaba meses conversando con Ocalan para buscar una solución al conflicto con el PKK, una organización armada fundada en 1974 como movimiento de liberación nacional, considerada actualmente como «terrorista» por Turquía, la UE y EE UU, y que se define como comunista-socialista, nacionalista y separatista.
A falta de saber cuándo y en qué condiciones los guerrilleros del PKK iniciarían su retirada, el Gobierno y el Parlamento de Ankara discuten ahora cómo avanzar en el proceso de paz. Los cuatro partidos presentes en la Asamblea ya han enviado sus borradores a la comisión encargada de la redacción de una nueva Constitución. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, el partido islamista moderado gobernante) y el Partido para la Paz y la Democracia (BDP, la principal fuerza política prokurda) quieren limitar la actual definición nacionalista turca del Estado y abren la puerta al uso cooficial del kurdo, a lo que se oponen los dos grandes partidos de la oposición.
El proceso de paz abierto, como cualquier iniciativa de diálogo encaminada a acabar con un conflicto armado, supone un paso fundamental, pero presenta, asimismo, muchas dificultades e interrogantes. El más inmediato es, sin duda, el problema de las armas.
En un segundo comunicado, dado a conocer el pasado día 4 por un diario turco, aunque desmentido después por el principal partido político kurdo, Ocalan habría pedido los combatientes del PKK que se retiren de territorio turco «sin armas». En este sentido, los líderes del PKK en las montañas del norte de Irak han pedido a las autoridades turcas garantías legales de que el ejército no atacará a los guerrilleros antes de que crucen la frontera, pero el Gobierno de Recep Tayyip Erdoğan ha rechazado estas condiciones. Durante una retirada anterior, en 1999, murieron cientos de guerrilleros como consecuencia de los enfrentamientos entre milicianos del PKK y las fuerzas de seguridad.
«No podemos dejar las armas y entonces retirarnos, eso es imposible. Dejar las armas es lo último sobre lo que tenemos que discutir ahora que estamos iniciando este proceso», asegura el comandante y jefe militar de la guerrilla del PKK Murat Karayilan, en una entrevista a El País. «Erdoğan quiere discutir el desarme al inicio del proceso, pero eso es como poner el carro delante del caballo», añade.
Otros obstáculos, no menos importantes, los expone el analista turco Ali Gokpinar en un artículo publicado hace unos días en openDemocracy. Según Gokpinar, la clave, como suele suceder en estas situaciones, es el perdón:
[Ocalan] ha instado a kurdos y turcos a que se perdonen los unos a los otros, pero no está claro que semejante camino pueda recorrrese de un modo fluido. El Gobierno turco ha rechazado firmemente la idea de conceder una amnistía a los exguerrilleros, o incluso de comenzar un proceso legal para ello. Este es el punto más débil de las actuales negociaciones de paz, porque, aunque todo el mundo habla de desmovilización y reintegración, parece que todos los actores principales están evitando discutir sobre un auténtico proceso de reconciliación y perdón. ¿Cómo nos vamos a perdonar los unos a los otros si no encaramos las heridas abiertas? ¿Cómo van a perdonar las madres kurdas y turcas a las fuerzas turcas y kurdas que han asesinado a sus seres queridos?
El propio Karayilan también hace referencia al problema:
Querríamos que se establezca una comisión para la verdad y la reconciliación, porque nosotros también hemos matado a soldados turcos. A través de esta comisión, ambas partes, mutuamente, se pueden perdonar.
Por otra parte, Ocalan pone las bases simbólicas para una aproximación entre kurdos y turcos en la coexistencia de varios grupos étnicos y religiosos en Mesopotamia, enfatizando los elementos comunes de todos ellos como pueblos hermanos en torno a las culturas del Cercano Oriente asentadas entre el Tigris y el Éufrates. Pero sus planteamientos están llenos de referencias islámicas, lo que no deja de ser paradójico, considerando el origen declaradamente laico y marxista del pensamiento de Ocalan. «Es cierto que muchos kurdos son devotos del islam, y que apoyarían la idea de construir los nuevos cimientos sobre la base del islam, pero la cuestión es cómo podrán asumir esta idea los muchos kurdos laicos o el propio PKK», indica Gokpinar.
Otros problemas tienen más que ver con la situación interna que viven ambas partes. Como escribe Pelin Turgut en Time:
Ocalan cuenta con que sigan sus pasos unos mandos del PKK con los que no tiene contacto desde hace una década. Y en Ankara, Erdoğan está obligado a lidiar con los elementos más duros de una oposición que, tanto desde la derecha como desde la izquierda, le acusan de estar asfaltando el camino para una mayor autonomía kurda, a costa del Estado turco.
Turgut destaca asimismo el elemento externo, en la cambiante situación actual de la región:
Hay también un sentimiento de urgencia que no está ligado tan solo a la dinámica interna de la política turca. El mapa de Oriente Medio está cambiando rápidamente, y los kurdos de Turquía están siendo impulsados por un Kurdistán iraquí rico en petróleo y cada vez más confiado. En Siria, los kurdos están emergiendo también como un nuevo actor autónomo. Se suele afirmar que los kurdos constituyen el mayor pueblo del mundo sin un Estado propio, pero los líderes kurdos, incluido Ocalan, aseguran cada vez más que ya no están tan interesados en un único Estado kurdo, sino en una especie de confederación que se extendería a través de varias fronteras nacionales.
En un estudio de 2011 citado por El País, la Asociación Internacional Kurda, una organización formada por kurdos residentes en EE UU, situaba en 37 millones el total de la población kurda en el mundo. La gran mayoría viven repartidos entre Turquía (cerca de la mitad, lo que supone en torno al 20% de la población de este país), Siria, Irak, Irán y, en menor medida, Armenia. En Europa hay una importante diáspora, principalmente en Alemania (unos 700.000) y en Francia (150.000).
Más información y fuentes:
» El líder del grupo armado PKK, Abdullah Ocalan, pide dejar las armas (Efe)
» Demystifying Ocalan’s letter (openDemocracy)
» New Day for the Kurds: Will Ocalan’s Declaration Bring Peace With Turkey? (Time)
» Peace Comes to Turkey (The New Yorker)
» «Es imposible que dejemos las armas antes de retirarnos de Turquía» (El País)
» Un siglo de enfrentamientos entre Turquía y su población kurda (El País)
» Turquía se contrae (III) (Hemisferio Cero)
» PKK should leave unarmed, says Turkish president (Hürriyet)
» Kurdish rebel chief urges unarmed pullout – Turkish paper (Reuters)
Leer también:
» ¿Y la primavera kurda?
El pasado 21 de marzo, Abdulá Ocalan, el líder y fundador del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), instó a los militantes de esta organización a poner fin a las hostilidades y a retirarse «más allá de las fronteras» de Turquía… Leer
El asesinato en París de tres activistas vinculadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha causado una gran conmoción en la numerosa comunidad kurda de Francia y ha disparado las sospechas de que se trate de un acto relacionado con el reciente diálogo entre representantes kurdos y el Gobierno turco. Las tres asesinadas son Sakine Cansiz, miembro fundador del PKK; Didan Dogan, representante en Francia del Congreso Nacional del Kurdistán y trabajadora del Centro de Información del Kurdistán de París, donde se perpetró el crimen; y Leyla Soylemez, presentada como una joven activista.
Según informa la agencia Efe, sus cadáveres fueron encontrados esta madrugada, con disparos en la cabeza, en el interior del edificio de la calle Lafayette que alberga el mencionado organismo, formalmente de carácter cultural, aunque directamente relacionado con el PKK. La policía sospecha que los asesinatos, cometidos con armas automáticas, pudieron producirse el miércoles por la tarde, cuando se sabe que las tres debían encontrarse en las oficinas. No se han encontrado signos de que las puertas fueran forzadas.
El diario británico The Guardian publica en su edición online un perfil bastante completo de Sakine Cansiz, quien, además de participar en la fundación del PKK en 1978, era asimismo una de las principales organizadoras de los movimientos femeninos en el seno de esta formación.
Originaria de Tunceli (parte oriental de Turquía), Cansiz fue encarcelada, junto con otros muchos miembros del PKK, tras el golpe militar de 1980. La activista fue recluida durante varios años en la prisión de Diyarbakir, donde al menos 34 reclusos murieron por torturas entre 1981 y 1989. Allí lideró un movimiento de protesta entre los presos kurdos que, según señala un activista kurdo citado por The Guardian, «la convirtió en una leyenda dentro del PKK». Tras su liberación, Cansiz participó en uno de los campos de entrenamiento del PKK y se unió a la lucha armada contra el Gobierno turco desde el norte de Irak, bajo las órdenes de Osman Ocalan, hermano del líder del partido, Abdulá Ocalan.
Embed from Getty ImagesSakine Cansiz y el líder del PKK, Abdullah Ocalan, en 1995. Foto: Iha / AFP / Getty Images
Desde esta posición, continúa el diario, Cansiz comenzó a organizar el movimiento femenino en el partido. Según cuenta Aliza Marcus en su libro Blood and Belief, en 1993 las mujeres constituían aproximadamente un tercio del total de combatientes del PKK. «[Cansiz] era la activista kurda más importante. Siempre decía lo que pensaba, especialmente cuando se trataba de problemas que afectaban a las mujeres», indica al Guardian un periodista de la agencia pro kurda de noticias DIHA.
En 1992, Cansiz fue enviada a Europa por Murat Karayilan, el entonces líder del brazo armado del PKK. Tras pasar un tiempo en Alemania se trasladó finalmente a Francia, donde continuó trabajando para la organización. En el interrogatorio al que fue sometido tras su encarcelamiento en 1999, Abdulá Ocalan dijo: «El movimiento de las mujeres nació para liberarlas del feudalismo de los hombres y para crear un tipo fuerte de mujer. Quería que discutiésemos animadamente sobre ello, y, en este aspecto, recuerdo el nombre de Sakine Polat [alias de Cansiz]. Tanto en su mente como en sus emociones, es una mujer fiel al partido».
Más información y fuentes:
» Sakine Cansiz: ‘a legend among PKK members’ (The Guardian)
» Halladas tres activistas kurdas muertas por disparos en la cabeza en París (El País)
» Turquía: El asesinato de tres activistas kurdas busca frenar el proceso de paz (El Mundo)
» Turquía y la guerrilla kurda intentan por tercera vez negociar un alto el fuego (RTVE)
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Hace poco más de un mes, muchos de los pueblos que habitan Oriente Medio y el Asia central celebraron la festividad anual de Noruz, una tradición que hunde sus raíces en el zoroastrismo y que, durante más de 3.000 años, ha marcado puntualmente el principio de la primavera con ritos asociados al fuego, a la tierra, a la abundancia y al renacimiento de la vida. Es el año nuevo persa y, como tal, la fiesta se vive con especial intensidad en Irán. Pero no sólo allí. Para los kurdos, Noruz es el recuerdo de una victoria.
Cuando, en los tiempos del mito, el legendario héroe Kave Ahangar logró acabar por fin con el poder diabólico del tirano Zahak, la llegada de la primavera y la esperanza de un futuro mejor quedaron asociadas para siempre en el imaginario colectivo del pueblo kurdo. Fue, literalmente, el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Y si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir…
La cuestión es cuándo.
No existe un censo oficial, pero se calcula que los kurdos son actualmente entre 40 y 50 millones. Están repartidos entre Turquía (más de 20 millones), Irán (unos 13 millones), Irak (8 millones), Siria (algo menos de 2 millones) y Armenia (unos 100.000). Muchos viven también en la diáspora, sobre todo en Alemania, Suecia y el Reino Unido. Todos comparten una lengua y una cultura comunes, y la mayoría son musulmanes (suníes, principalmente), pero existe también una minoría de cristianos e incluso algunos judíos. Se les considera el mayor pueblo del mundo sin un Estado propio, y no es muy probable que esta situación vaya a cambiar, al menos a corto plazo.
Y es que los vientos de cambio que están barriendo la región del planeta en la que habitan están soplando en muchas direcciones, pero el Kurdistán, un país que tendría, si existiera, un tamaño semejante al de Irak, no parece ser, para variar, una de ellas.
De momento, lo único que han conseguido los kurdos al abrigo de las revoluciones actuales es obtener la ciudadanía en Siria, donde sufrían todos los problemas de estar sometidos a un Estado y ninguna de sus supuestas ventajas. Se trata de una ‘concesión’ que está enmarcada, en cualquier caso, dentro de las medidas con las que el dictador Bashar al Asad ha intentado, en vano, aplacar las protestas contra su régimen.
¿Llegaremos a ver una revuelta popular kurda semejante a las que están protagonizando muchos de los pueblos árabes? No parece probable.
En primer lugar, una hipotética revuelta kurda tendría, en principio, otras demandas. No se trataría de pedir más democracia, sino, en teoría, de exigir la independencia. Y eso puede ser mucho más complicado, entre otras cosas, porque lo que reclaman ya muchos kurdos, como los de Siria o los de Irak, no es la independencia en sí, sino mayores niveles de autonomía, menos corrupción, mejores condiciones económicas, igualdad de derechos con el resto de los ciudadanos o un respeto básico a su cultura.
En segundo lugar, no serían protestas dirigidas contra un solo régimen, sino contra cuatro, cada uno con su propia realidad, sus propios problemas y su propia política.
Cuando los antiguos poderes coloniales, Francia y el Reino Unido, se repartieron la región al término de la I Guerra Mundial sentaron las bases para la creación de estados nacionales que atendían exclusivamente a sus intereses económicos y geoestratégicos, y a base de tiralíneas. Con el tiempo, la situación acarreó todo tipo de problemas, incluyendo la división del pueblo árabe, la mezcla de diferentes identidades y comunidades en naciones artificiales, la ascensión al poder de gobernantes corruptos, tiranos, títeres o simplemente inoperantes, y, por supuesto, la pesadilla originada por la creación en Palestina del Estado de Israel.
Pero, probablemente, y al margen del problema palestino, quienes se llevaron la peor parte en el reparto de la tarta fueron los kurdos. Su territorio, el Kurdistán, quedó fragmentado entre nuevos países, y los kurdos se convirtieron, contra su voluntad, en turcos, iraquíes, sirios o iraníes, después de una efímera independencia que fue aplastada en 1921, con la ayuda de los británicos. En cada uno de estos países fueron obligados a «integrarse» y se les prohibió el desarrollo de su lengua, de sus costumbres y de su cultura.
En Turquía, la nación kurda no existe oficialmente. Los kurdos son considerados por el gobierno un pueblo de origen turco, y su idioma, una mezcla deformada del persa, el árabe y el turco. Hasta hace sólo unos años, los únicos maestros que podían enseñar en las escuelas kurdas eran docentes turcos enviados por el Estado desde la otra punta del país.
A pesar de que la situación ha mejorado algo en los últimos años, sobre todo debido al deseo de Turquía de ingresar en la Unión Europea, la represión sigue siendo importante. Es posible que hayan pasado los tiempos más duros del terrorismo independentista kurdo del PKK y la represalia brutal del ejército turco (una guerra que dejó 37.000 muertos desde finales de los años ochenta), pero la situación está aún lejos de una mínima normalidad.
Hace sólo unos días, la decisión de la Comisión Electoral Suprema de Turquía de impedir a importantes candidatos independientes kurdos presentarse a las elecciones de junio provocó violentas protestas en el Kurdistán turco, con el resultado de un muerto y varios heridos. En Estambul, decenas de personas llegaron a acampar en una céntrica plaza de la localidad, en un intento de emular las manifestaciones de la plaza Tahrir de El Cairo. La Comisión Electoral dio finalmente marcha atrás y acordó permitir la participación de los candidatos kurdos.
En Irak, la suerte de los kurdos ha sido especialmente trágica. El régimen de Sadam Husein los puso en el punto de mira y, con el fin de evitar cualquier reivindicación que implicara una segregación del norte del país, rico en petróleo y donde vive la mayoría de la población kurda, no dudó en masacrarlos (armas químicas incluidas). Las excusas: terrorismo, colaboracionismo con Turquía o con Irán… Miles de personas, muchas de ellas civiles, y una gran cantidad de niños, fueron asesinados. Unos 5.000 kurdos de la ciudad de Halabja murieron en 1988, cuando el régimen de Sadam Husein usó gas nervioso contra la población. Se calcula que cerca de 182.000 civiles murieron entre 1986 y 1989 durante operaciones militares contra las zonas rurales del Kurdistán iraquí.
No es de extrañar, por tanto, que varias facciones kurdas se levantaran contra el régimen de Sadam tras la primera Guerra de Golfo, o que los representantes políticos de los kurdos iraquíes apoyasen, en su mayoría, la invasión de Irak que lideró posteriormente EE UU, en 2003. Una vez derrocado Sadam Husein los kurdos lograron un alto grado de autonomía, y uno de sus principales dirigentes, Yalal Talabani, es hoy el presidente de Irak.
Actualmente, el Kurdistán iraquí es una de las regiones más estables y seguras del país. Mantiene sus propias relaciones exteriores, y es sede de consulados y oficinas de representación de varios países, como Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Suecia, Holanda o Rusia. En general, los kurdos de Irak se decantan por pertenecer a una nación federal y democrática más que por la independencia, algo, por otra parte, difícilmente conseguible estando a la sombra de Turquía.
La situación, sin embargo, no es tan idílica como pueda parecer. Las tasas de desempleo son muy altas y los graves niveles de corrupción preocupan especialmente a la población, hasta el punto de haber salido también a la calle para exigir reformas, transparencia y democracia. En una de estas protestas, el pasado 17 de febrero, murieron nueve personas al abrir fuego la policía contra grupos de manifestantes que se dirigían hacia las oficinas de los dos principales partidos kurdos iraquíes. Pero el descontento es, de momento, más socioeconómico que nacionalista.
¿Y en Siria? En 1962, antes incluso de la llegada al poder de Hafez al Asad, el padre del actual presidente, el gobierno, dominado ya por el partido Baaz, quitó la ciudadanía y los derechos civiles a más de 100.000 kurdos de la provincia de Al-Jasaka, en el noreste del país, durante una época de fuerte tensión con Turquía e Irak. La medida afectó también a sus descendientes, y ha estado vigente durante casi medio siglo, hasta que fue derogada el pasado 7 de abril por el presidente Bashar al Asad. La razón puede haber sido tanto el temor a que las protestas kurdas avivasen más aún la rebelión popular contra el régimen, como un intento de sembrar división y discordia entre las numerosas facciones y minorías que conforman Siria. Además, medio centenar de prisioneros kurdos fueron liberados.
Hasta ahora, por tanto, los kurdos de Siria (aproximadamente, el 12% de la población, prácticamente todos ellos musulmanes suníes) han luchado más por la dignidad que por la independencia. En las protestas, y a diferencia de actos similares organizados por partidos kurdos turcos o, en el pasado, iraquíes, los manifestantes no reivindicaban ni autonomía, ni Estado federal, ni segregación, sino poder disfrutar de los mismos derechos que tienen las demás comunidades sirias.
Lo que ocurra a partir de ahora es una incógnita, y depende de si el régimen logrará sobrevivir o no, y cómo, a la revolución en todo el país.
El caso de Irán, por último, es más complejo. En un principio, los kurdos iraníes (unos 4 millones, ubicados principalmente en las provincias noroccidentales de Kurdistán, Kermanshah e Ilam) apoyaron la revolución islámica de 1979 contra el sha, pero su oposición a la república teocrática chií les enfrentó al nuevo régimen. Jomeini les declaró una guerra santa y aplastó la revuelta sin contemplaciones. Con la llegada del relativo aperturismo de Jatami, en 1997, lograron algunos avances en el reconocimiento de su identidad cultural, pero cuando las protestas por el juicio en Turquía al líder kurdo Abdullah Öcalan se extendieron también a Irán, comenzaron a producirse choques sangrientos con la policía.
En 2004, miembros del PKK turco crearon el PJAK, una milicia en las montañas de la frontera entre Irak e Irán que, a partir de 2006, llevó a cabo varios atentados con bomba y fue a su vez bombardeada regularmente por el ejército iraní. Según diversas informaciones, el PJAK recibía apoyo de EE UU, lo que resultaba especialmente polémico, dado que Washington (y también la UE) considera al PKK un grupo terrorista.
En noviembre de 2008, poco después de la victoria electoral de Barack Obama, el PJAK anunció que ponía fin a la lucha armada contra Irán y que pasaba a enfrentarse directamente contra Turquía. No obstante, en abril de 2009 tuvo lugar un ataque a una comisaría iraní en el que murieron 18 policías y 8 guerrilleros. Irán contraatacó una semana después bombardeando una aldea kurda iraquí.
Más allá de las diferentes realidades de los kurdos en sus respectivos países, o del hecho de que las revueltas actuales en Oriente Medio esten más centradas en reclamar libertad, pan y democracia que en aspiraciones independentistas, uno de los principales impedimentos para que surja una ‘primavera’ kurda se encuentra, probablemente, en los propios kurdos y en la gran división que existe entre los distintos grupos políticos que les representan.
En Irak, sobre todo, la enemistad entre el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) domina la actividad política. Ambos partidos tienen sus propias zonas de influencia (el norte, con capital en Erbil, del PDK; el sur, con capital en Suleimania, del UPK), y la tensión alrededor de Kirkuk sigue manifestándose en ocasionales combates.
Pero al final, como suele ocurrir con tantos otros conflictos en la región, el problema definitivo es el petróleo.
El subsuelo de lo que sería el Kurdistán, un territorio de 500.000 Km² que abarca desde los montes Tauro de la Anatolia oriental, en Turquía, hasta los montes Zagros del oeste iraní y el norte de Irak, tiene una de las mayores reservas acuíferas y petrolíferas de todo Oriente Medio. Prácticamente todo el crudo extraído por Turquía y Siria, y un tercio del que se extrae de Irak, proviene de pozos perforados en territorio kurdo.
Hace más de 30 siglos que los kurdos viven allí, y, aunque han gozado de periodos de cierta autonomía en el pasado (durante el Imperio Persa, al principio del Imperio Otomano), nunca han tenido un Estado real. Es cierto que las rebeliones se han sucedido desde el siglo XIX, pero el feudalismo tribal que caracterizaba la sociedad kurda y la falta de un liderazgo común impidieron durante décadas la creación de una conciencia nacional, y contribuyeron a que los numerosos levantamientos kurdos producidos en los últimos 200 años fueran sofocados.
A pesar de todo, y por más que pese a muchos, la nación kurda sigue existiendo. Existe en su cultura, en su música, en su idioma y en su literatura; en unas tradiciones que, a pesar de la islamización que siguió a la dominación árabe, siguen conservando fuertes vínculos con la religión mazdeísta de sus orígenes, tan vinculada a la naturaleza. Y existe, también, en los recuerdos de los miles de exiliados dispersos por medio mundo, en las aspiraciones de libertad que aún se mantienen vivas, en un pasado común de continuas represiones y persecuciones, y en la esperanza de un futuro mejor que, si no ahora, tal vez llegue algún día tras un nuevo Noruz, en una nueva primavera.
Fuente principal de la cronología: Wikipedia
Más información: Mediterráneo Sur: El conflicto kurdo
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