guerra civil

Un tanque destruido en Alepo, Siria, en 2012. Imagen: Scott Bobb / Voice of America (captura de vídeo)

No hace falta ser un cínico para poner en tela de juicio el éxito del alto el fuego alcanzado en Siria hace poco más de una semana. Según informó este sábado la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización con sede en Londres, en los siete días pasados desde que entró en vigor la tregua pactada por Estados Unidos y Rusia, al menos 135 personas han muerto en zonas del país cubiertas por el cese de las hostilidades. Todos los grupos involucrados en el rompecabezas del conflicto sirio han sido acusados, en mayor o menor medida, de violar el acuerdo.

Y, sin embargo, sería injusto negar que la situación ha mejorado algo y que, si bien no es muy posible hablar aún de esperanza, sí parece sentirse un cierto respiro. En muchas áreas del país han cesado los bombardeos y la gente ha podido salir a la calle con un poco menos de miedo; el número de muertos y heridos en combates ha descendido significativamente, y la ayuda humanitaria, que sigue necesitándose de forma desesperada en las zonas sitiadas, ha podido empezar a abrirse paso, aunque sea con cuentagotas.

La tregua ha hecho posible, incluso, que se hayan vuelto a convocar tímidas manifestaciones contra el régimen de Bashar al Asad, algunas de ellas en provincias tan significativas como Daraa, al sur del país, uno de los epicentros de las protestas que en 2011 supusieron el inicio de la revolución que acabó convirtiéndose en guerra civil tras la brutal represión gubernamental, la implicación de potencias extranjeras y la entrada de los grupos yihadistas extremistas.

A continuación, un balance de esta primera semana de tregua, y un repaso a las posiciones de los diferentes grupos y países implicados en un conflicto que cumplirá cinco años el próximo mes de abril, y que se salda ya con más de 270.000 muertos (79.000 de ellos, civiles), 4,5 millones de refugiados, 8 millones de desplazados internos y 15 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria constante.

I. EL ACUERDO

Una tregua para empezar a negociar

El alto el fuego, temporal y parcial, que entró en vigor en Siria el pasado 27 de febrero fue acordado como un primer paso hacia las negociaciones de paz auspiciadas por la ONU, unas conversaciones que, tras sucesivos aplazamientos e interrupciones, habían quedado pospuestas. También supone una condición necesaria para el cumplimiento de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad, que promueve un arreglo político a la guerra en Siria, el cese de las hostilidades y la mejora de la situación humanitaria.

La tregua fue pactada en Munich, Alemania, por Estados Unidos y Rusia. Estados Unidos encabeza, junto con Arabia Saudí, el bloque que apoya a los grupos rebeldes, un grupo en el que también se encuentra Turquía y que, en cualquier caso, dista mucho de ser un frente unido con intereses comunes. Rusia, por su parte, es, junto con Irán, el principal aliado del presidente sirio, Bashar al Asad.

El acuerdo estableció que la tregua se aplicase, durante dos semanas, a todas las partes implicadas en el conflicto que se hubiesen comprometido a aceptar sus términos. Quedaron excluidos grupos yihadistas como Estado Islámico (EI) o el Frente Al Nusra (facción de Al Qaeda), a los que se sigue combatiendo. Además, Rusia y EE UU acordaron intercambiar información y establecer una línea directa de comunicaciones.

Los puntos débiles

La parte más esperanzadora de la tregua fue su aceptación tanto por el Gobierno sirio como por  la principal agrupación de la oposición, la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN). La menos, el hecho de que uno de los puntos claves del pacto, el que exige la delimitación del territorio bajo control de EI, del Frente Al Nusra y del resto de grupos catalogados como terroristas por la ONU, sea una tarea realmente difícil. De hecho, la exclusión de la tregua de estos grupos habría reducido considerablemente, según muchos analistas, su eficacia real.

Por otro lado, tampoco ayudó a generar optimismo la ambigüedad con la que se sumaron al pacto algunos de los principales actores en el conflicto, Turquía y Arabia Saudí, en el bando anti Asad, e Irán, en el bando pro Asad. Turquía, por ejemplo, insistió en que las milicias kurdas, aliadas de EE UU, se incluyesen entre los «grupos terroristas» excluidos de la tregua y, por tanto, atacables.

Numerosos expertos mantienen que, al final, la tregua solo habrá servido para introducir algo de ayuda humanitaria y aliviar la situación extrema de muchas poblaciones, pero poco más. El propio secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha hablado más de «pausa» que de «alto el fuego».

Intereses estratégicos

Si bien son muchos, incluyendo la ONU, los que piensan que el alto el fuego es en sí una buena noticia, aunque solo fuese por la reducción de la violencia y la posibilidad de que entre ayuda humanitaria durante algunos días, otros han visto en el acuerdo un simple movimiento estratégico.

Así, la tregua podría dar al Ejército sirio, muy diezmado y dependiente del apoyo de grupos como Hizbulá y otras milicias chiíes, tiempo suficiente para reponerse y completar el cerco a la ciudad de Alepo, lo que supondría un paso muy importante de cara a una victoria final del régimen. Actualmente, el Ejército sirio, ayudado por los bombardeos rusos (en teoría, contra los islamistas, pero en la práctica, también contra los rebeldes), está logrando avanzar, pero tiene problemas para consolidar territorio.

En el bando rebelde, completamente agotado, también necesitan tiempo, aunque aquí los medios prorrusos hablan más de facilitar un escenario en el que, tal y como han anunciado, Arabia Saudí y otros países del Golfo (Emiratos, Kuwait) acaben enviando tropas a Siria, no solo para combatir a Estado Islámico, sino también para luchar contra Damasco. La situación se vuelve aún más paradójica si se tiene en cuenta que, hasta la fecha, tanto Arabia Saudí como otros de sus aliados en el Golfo, e incluso Turquía, han estado alimentando, directa o indirectamente, a las milicias extremistas.

II. EL BALANCE

Menos violencia

Según afirmó el pasado jueves el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, el cese de hostilidades en el país «se ha reducido de forma considerable» y, «en general», el alto el fuego se mantiene. Especialmente durante las primeras horas tras la entrada en vigor de la tregua, las operaciones militares se redujeron drásticamente, los aviones rusos se quedaron en tierra, y tampoco despegaron los temidos helicópteros gubernamentales que han venido castigando a las poblaciones rebeldes durante los últimos meses, bombas de barril incluidas.

Los combates, sin embargo, no se han detenido por completo. Como admitió el propio De Mistura, aún se sigue luchando en varios lugares, como Hama, Homs, Latakia o Damasco, si bien, en palabras del enviado de la ONU, estos «incidentes» han podido «contenerse»: «La situación podría resumirse como frágil, y el éxito no está garantizado, pero el progreso es visible para todos y especialmente para los sirios», sostuvo.

De momento, todas las partes implicadas en el conflicto han sido acusadas de violar el acuerdo. El Gobierno ruso denunció el jueves al menos 66 violaciones de la tregua por parte de las fuerzas opositoras, y la oposición, por su parte, ha denunciado más de 170 rupturas por parte del Ejército gubernamental, todas ellas en zonas controladas por los rebeldes, y no en áreas yihadistas (excluidas del acuerdo). También ha habido denuncias de más bombardeos rusos en los últimos días, de nuevo no solo contra blancos yihadistas, sino también en áreas rebeldes muy alejadas de las zonas dominadas por Estado Islámico o el Frente Al Nusra.

El resultado, según los datos proporcionados por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, es que al menos 135 personas han muerto en zonas de Siria cubiertas por el alto el fuego, una cifra que incluye a 45 combatientes de la facciones rebeldes e islamistas y a 32 civiles (entre ellos siete menores de 18 años y siete mujeres), así como a 25 miembros de las fuerzas leales al régimen sirio y 33 integrantes de las milicias Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, el Frente al Nusra, y de otros grupos armados islamistas.

La mayoría de esas personas perdieron la vida en bombardeos aéreos y enfrentamientos entre el 27 de febrero y el 4 de marzo pasados en zonas donde se supone que rige el alto el fuego: en la provincia costera de Latakia, en Guta Occidental y Oriental, ubicadas en la periferia de Damasco, y en la provincia norteña de Alepo. También murieron en el sur de las provincias centrales de Homs y Hama, al oeste de la septentrional de Idleb y en la meridional de Deraa.

Fuera de las zonas afectadas por el acuerdo (en la provincia oriental de Al Raqa, cuya capital homónima es el principal feudo de Estado Islámico en Siria, en algunas zonas de Alepo, y en otras de la periferia de Damasco, de Hama y Homs), la cifra de fallecidos es de 552.

Este viernes, la ONG informó de 12 muertos en Siria el jueves. Es el menor número de víctimas mortales en un día registrado en los últimos 13 meses. Como indicó el director de este grupo, Rami Abdurrahman, por ahora, las violaciones del alto el fuego están siendo como «olas que sacuden la barca sin llegar a volcarla».

Más ayuda humanitaria

«Es posible que menos sirios estén muriendo por las bombas, pero aún se siguen muriendo de hambre», dijo hace unos días Henrietta McMicking, representante de The Syria Campaign, un grupo cercano a la oposición. Y es cierto que uno de los principales objetivos del alto el fuego, permitir el acceso libre de la ayuda humanitaria a la población, especialmente a la que reside en las zonas sitiadas, cuya situación es desesperada, no ha podido cumplirse hasta ahora.

En este sentido, Jan Egeland, uno de los miembros del equipo humanitario del enviado especial de la ONU, ha denunciado, por ejemplo, que el movimiento de los camiones cargados de ayuda sigue estando muy restringido por los oficiales del régimen, que continúan poniendo numerosas trabas e incluso requisando parte de los convoys.

No obstante, y a pesar de los problemas, la tregua ha permitido que, aunque de forma insuficiente e irregular, miles de civiles hayan empezado a recibir una parte de esta ayuda. Según informó la Media Luna Roja, diez camiones cargados de material humanitario (mantas, productos de limpieza, jabón, toallitas higiénicas y pañales) llegaron el lunes a Muadamiyat al Sham, una localidad sitiada por el ejército al suroeste de Damasco. Fue la primera entrega de ayuda humanitaria desde el iniciodel alto el fuego, y la ONU anunció que en los próximos cinco días pretendía entregar ayuda a 154.000 personas que viven en zonas bajo asedio (Naciones Unidas calcula que más de 480.000 sirios residen en zonas sitiadas por el ejército regular, rebeldes o extremistas de Estado Islámico o Al Qaeda). El incremento de la ayuda entregada ha sido confirmado por Washington.

Irán y Turquía

En el plano político también ha habido algunos avances, aunque escasos. Este mismo domingo, el presidente iraní, Hasan Rohani, manifestó que tanto su país como Turquía apoyan el alto el fuego y están a favor de «preservar la integridad territorial siria». Las declaraciones del mandatario iraní se produjeron tras una reunión con el primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, quien se encontraba de visita en Irán.

Teniendo en cuenta que Turquía apoya a los rebeldes que combaten a Asad, y que Irán es uno de los principales aliados del presidente sirio, las palabras de Rohani bien podrían quedarse en nada, pero también es posible interpretarlas como una nueva señal de que el tono entre ambos países está cambiando. No en vano, el levantamiento, tras el acuerdo nuclear, de la mayoría de las sanciones económicas que pesaban sobre Irán ha abierto nuevas vías de comercio entre las dos naciones. Según Davutoglu, Turquía e Irán esperan aumentar su acuerdo comercial hasta los 30.000 millones de dólares, el triple de la cantidad actual.

Antes de su llegada a Teherán, Davutoglu reconoció que la cooperación entre ambos es necesaria para poner fin al derramamiento de sangre en Siria. En vísperas del inicio del alto el fuego, Turquía aún insistía en que la tregua no era vinculante para Ankara

Los refugiados

La idea de que el alto el fuego pueda detener el incesante flujo de refugiados desde Siria hacia los países vecinos y Europa solo se sostendría en el caso de que la tregua durase no semanas, sino, al menos, varios meses.

Durante los últimos días ha habido informaciones según las cuales miles de personas que habían escapado en febrero de la ofensiva gubernamental y rusa contra Alepo, y que permanecían atrapadas cerca de la frontera turca (más de 45.000), estarían empezando a regresar a esta ciudad, pero las organizaciones humanitarias de la zona aún hablan de miles de refugiados esperando, durmiendo en refugios improvisados, en sus coches, o incluso a cielo abierto.

El mantenimiento del alto el fuego es indispensable no solo para frenar el éxodo de refugiados hacia el exterior, sino también para permitir el retorno a sus hogares de los cerca de 8 millones de desplazados internos que existen actualmente en el país, y que han convertido a Siria en la nación con más desplazados internos del mundo.

III. LAS PERSPECTIVAS

Nuevas negociaciones

Lo que pueda ocurrir al término de estas dos semanas pactadas de alto el fuego sigue siendo una incógnita, especialmente si continúan las violaciones de la tregua, algo que ambas partes pueden poner como excusa para dar por muerto el acuerdo. En este sentido, el principal problema es la ausencia de observadores neutrales y creíbles sobre el terreno, lo que hace muy difícil poner sobre la mesa un balance objetivo desde el que continuar negociando.

En cualquier caso, el enviado especial de la ONU ya ha confirmado que se ha establecido la fecha del próximo 9 de marzo como el día para iniciar un nuevo diálogo, definido, como lo fue el primer y fallido intento de enero, como «encuentro de proximidad». Es decir, que las partes no se encontrarán directamente alrededor de una misma mesa, sino que ambas estarán en Ginebra, y De Mistura, el enviado especial de la OU para Siria, se reunirá de forma separada con cada una de ellas.

A la ronda de enero acudieron la delegación del Gobierno sirio y la formada en el seno de la Comisión Suprema para las Negociaciones. Sin embargo, ambas delegaciones entraron rápidamente en una dinámica de acusaciones mutuas. La oposición exigió al régimen de Damasco que antes de entrar en conversaciones sustantivas levantase el cerco militar sobre distintas áreas pobladas controladas por la oposición, y también el cese de bombardeos sirios y rusos sobre zonas civiles. Ni el cerco ni los bombardeos se detuvieron y, de hecho, los ataques se intensificaron, por lo que las negociaciones fracasaron y De Mistura suspendió el proceso.

Rusia y EE UU

Lo que parece más o menos claro es que la consecución del alto el fuego, por precario que sea, ha demostrado que los combatientes en Siria presentan un importante nivel de dependencia de sus apoyos internacionales, y que la colaboración entre Washington y Moscú sigue siendo esencial si se quiere albergar alguna esperanza para la resolución del conflicto.

Si, a pesar de sus diferencias (incluida, especialmente, la exigencia estadounidense de que Asad deje el poder, algo que Rusia sigue rechazando), Rusia y EE UU son capaces de consolidar una política común, a los actores sobre el terreno les irá resultando cada vez más difícil no sumarse, al tiempo que los apoyos de otros países (Arabia Saudí, Turquía, Irán) pueden empezar a mermar o, al menos, a deslegitimarse.

Por último, otro efecto de una tregua real y mantenida, al margen de que se consiga avanzar o no en las negociaciones de paz a largo plazo, puede ser conseguir al fin una mayor concentración en la lucha contra el que, al menos en teoría, es el enemigo común de todas las partes: Estado Islámico.


Publicado originalmente en 20minutos

Siria, aliviada por un precario alto el fuego, violado por todos, mejor que nada

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Miembros de las Unidades de Protección Popular kurdas combaten a militantes yihadistas del Frente Al-Nusra en Ras al-Ayn, al norte de Siria, en octubre de 2013. Foto: Younes Mohammad / Tasnim News Agency / Wikimedia Commons

«La paz perpetua no es un concepto vacío, sino una idea práctica que, mediante soluciones graduales, se va acercando poco a poco hacia su realización final». La frase, del filósofo alemán Immanuel Kant, encabeza, más como un deseo que como una realidad, la sección que la página web Global Security dedica a registrar las guerras activas en el mundo. Se trata de un control que realizan de manera exhaustiva numerosos sitios en Internet (Wars in the World, ConflictMap, Global Conflict Tracker, Armed Conflict Database…). Ninguno de ellos tiene problemas por escasez de contenido.

A pesar de que actualmente no existe ninguna guerra activa declarada de forma oficial entre Estados diferentes, al menos 13 países sufren ahora mismo conflictos armados. Otros muchos padecen desde hace años e incluso décadas situaciones de grave violencia (la causada por el narcotráfico en México, por ejemplo, con decenas de miles de muertos), o realidades bélicas no resueltas aún y calificadas, según el momento, como conflictos de «alta» o «baja» intensidad (la guerra en Colombia, ahora en un frágil proceso de paz).

No obstante, el número de muertos en el mundo como consecuencia directa de las guerras tiende a ser cada vez menor, si nos remontamos lo suficientemente atrás y, especialmente, desde el final de la Guerra Fría. Entre 1950 y 2007 la media fue de 148.000 muertos al año en combates (sin contar las víctimas civiles); entre 2008 y 2012 esta cifra bajó a 28.000. Aún así, en 2013, y según datos del International Institute for Strategic Studies, los conflictos armados causaron en todo el planeta un total de 112.900 muertes (civiles incluidos), alrededor de 3.600 más que el año anterior. Los fallecidos por conflictos armados suponen alrededor del 10% del total de muertes violentas, una categoría que incluye homicidios y suicidios.

Ucrania y Gaza, seguidas de cerca por Irak, están acaparando en las últimas semanas la atención informativa, pero la guerra sigue siendo el día a día de millones de personas en otras partes del mundo cuyo olvido por parte de los medios de comunicación es poco menos que permanente. Son las guerras (Nigeria, República Centroafricana, Congo, Sudán del Sur…) a las que solo nos asomamos en ocasiones extremas, o cuando afectan a ciudadanos o intereses occidentales. Y eso sin contar otras situaciones de violencia estructural y continua que ejercen tantos Estados contra sus ciudadanos, y que no son consideradas técnicamente como «guerras».

Estos son los principales conflictos armados activos en este momento:

Conflictos en el mundo

ASIA

Gaza

» El conflicto. La crisis actual es el desenlace de una tensión que fue en aumento desde que el 30 de junio se confirmó que habían sido asesinados tres jóvenes israelíes secuestrados semanas antes en Cisjordania, y cuya búsqueda dejó a su vez seis palestinos muertos, 118 heridos y 471 detenidos. Sin pruebas concluyentes, el Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu acusó del secuestro a Hamás, que negó estar implicada. La situación se agravó cuando dos días después ultranacionalistas judíos se vengaron quemando vivo a un joven palestino en Jerusalén. El hostigamiento de Israel a la estructura de Hamás durante la búsqueda de los estudiantes israelíes acabó traduciéndose en el lanzamiento de cohetes desde Gaza contra territorio israelí, lo que llevó al Gobierno de Netanyahu a desencadenar una nueva ofensiva contra la franja, iniciada el pasado día 7. De fondo, el fracaso de las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes, que Israel dio por concluidas tras el pacto de reconciliación alcanzado por Hamás (gobernante en Gaza y considerada un grupo terrorista por Israel y muchos países occidentales) y Al Fatah (gobernante en Cisjordania y a cargo de la Autoridad Nacional Palestina). Israel, respaldado por EE UU, justifica el ataque en su «derecho a defenderse». Hamás, en su resistencia ante la ocupación y la agresión israelíes.

» Qué está pasado ahora. Después de diez días de intensos bombardeos sobre Gaza y de centenares de cohetes lanzados desde la franja contra Israel (la mayoría sin alcanzar sus blancos o interceptados por el sistema de defensa aérea israelí), Israel inició el jueves una ofensiva terrestre, con el objetivo de destruir los arsenales de cohetes de los milicianos palestinos y los túneles a través de los cuáles realizan éstos incursiones en Israel. Antes, fracasó un intento de alto el fuego propuesto por Egipto. Hamás pone como condiciones el fin del bloqueo (económico y humano) israelí a la franja y la liberación de presos detenidos en cárceles israelíes. Este domingo, Israel accedió a respetar una tregua humanitaria de dos horas al día, tal como había solicitado Hamás, aunque solo en un barrio que ha sido bombardeado por tierra y aire repetidamente, provocando el éxodo de miles de personas, que no saben ya dónde refugiarse.

» Las víctimas. En los 13 días transcurridos desde que se inició la llamada operación Margen Protector han muerto, según cifras oficiales de las autoridades de Gaza, más de 400 palestinos (96 de ellos solo este domingo, la jornada más sangrienta desde el principio de la ofensiva). La mayoría son civiles, y muchos de ellos, niños. Además, desde que comenzó la invasión terrestre, el número de desplazados internos en la franja se ha duplicado, superando ya los 50.000 y desbordando las previsiones de la ONU. En el lado israelí murieron este domingo 13 soldados. Hasta ahora habían fallecido cinco militares y dos civiles israelíes.

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Bombas israelíes sobre Gaza, el 7 de julio. Foto: Said Khatib / AFP / Getty Images

Irak

» El conflicto. A mediados de junio, los yihadistas extremistas suníes del EIIL (Estado Islámico de Irak y el Levante, ISIS, por sus siglas en inglés) se hicieron con el control de Mosul, la tercera ciudad más grande de Irak y la más importante de su zona norte, y, en una espectacular ofensiva, empezaron a avanzar hacia Bagdad y los santuarios chiíes de Kerbala y Nayaf, ante la desbandada del ejército regular iraquí. El avance del EIIL, un grupo escindido de Al Qaeda y cuyos métodos son más brutales aún que los de esta organización, provocó la huida de cientos de miles de personas, principalmente hacia el Kurdistán iraquí. La ofensiva se producía después de que los yihadistas se hubieran hecho con buena parte del nordeste de Siria, y con el objetivo de establecer un estado islámico entre los dos países. La violencia sectaria entre suníes y chiíes ha sido una constante en Irak desde la invasión liderada por EE UU que derrocó a Sadam Husein en 2003. El punto máximo se alcanzó durante la guerra civil de 2006-2007, y la tensión volvió a recrudecerse en 2013 debido al resentimiento de la población suní con la mayoría chií (actualmente en el gobierno liderado por Nuri al Maliki), a la que los suníes acusan de practicar una discriminación sistemática. La guerra en Siria también está afectando. Los lazos entre los suníes de Irak y los de Siria son fuertes, y las tribus suníes iraquíes preciben la «opresión chií» como algo general, proveniente tanto del Gobierno iraquí como de la minoría alauí siria (el alauismo, confesión a la que pertenece el presidente sirio, Bashar al Asad, es una rama del islam que comparte prácticas con el chiísmo).

» Qué esta pasando ahora. A finales de junio, y coincidiendo con el inicio del Ramadán, el mes sagrado musulmán, el EIIL, rebautizado como «Estado Islámico», anunció la instauración de un «califato» en el territorio que controla, y por encima de las actuales fronteras. Unos días después, el líder del grupo y autoproclamado «califa», el hasta entonces esquivo Abu Bakr al Bagdadi, realizó su primera aparición pública. Desde entonces, los extremistas han ido imponiendo su interpretación radical de la ley islámica, especialmente en Mosul. Este viernes dieron un ultimátum a los cada vez menos cristianos que quedan en la ciudad, amenazándoles de muerte si no se convierten o pagan un impuesto especial. Miles de cristianos han huido ya hacia la vecina región del Kurdistán iraquí. Y en el resto de Irak, la violencia continúa: este sábado estallaron varios coches bomba en Bagdad, causando la muerte de al menos 26 personas.

» Las víctimas. Desde la invasión de Irak liderada por EE UU en 2003 han muerto en Irak por causas violentas unas 193.000 personas, incluyendo combatientes y civiles. En 2012 hubo casi 4.600 muertos, en 2013 la cifra se disparó hasta los 9.500, y en lo que llevamos de 2014 van ya más de 7.800. El alto comisario de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, informó de que 600.000 iraquíes han sido desplazados a causa de la ofensiva de los militantes suníes. Se suman a otro medio millón de desplazados este año, cuando el grupo yihadista se hizo con el control de varias ciudades en el oeste del país.

Insurgentes suníes encabezados por el grupo Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), en Tikrit, Irak, el pasado junio

Siria

» El conflicto. La guerra civil en Siria, que ha entrado ya en su cuarto año, tiene su origen en las protestas contra el régimen del presidente Bashar al Asad que, con el trasfondo de la llamada ‘Primavera árabe’, se iniciaron en marzo de 2011. El Gobierno reprimió con dureza a los manifestantes y lo que había empezado como una protesta pacífica se acabó convirtiendo en una rebelión armada. Los grupos de la oposición, que se han ido formando a lo largo del conflicto, abarcan desde rebeldes de ideología más moderada hasta militantes islámicos extremistas, e incluyen, principalmente, al Ejército Libre Sirio y al Frente Islámico, respectivamente. Operan, también, muchos grupos fuera de control, y en la parte este del país se han ido haciendo fuertes los yihadistas del denominado ahora Estado Islámico. Hasta el momento, y más allá de autorizar la destrucción de armas químicas en Siria, la comunidad internacional no ha intervenido directamente. El régimen de Asad cuenta con el apoyo de Rusia e Irán, mientras que EE UU, Turquía, Arabia Saudí y Catar transfieren armas a los rebeldes. En general, los países occidentales respaldan a la oposición moderada siria.

» Qué está pasando ahora. El 7 de mayo, la ciudad de Homs, uno de los bastiones rebeldes, fue entregada a las tropas gubernamentales bajo una tregua, tras cerca de tres años de brutal asedio gubernamental. El 3 de junio se celebraron elecciones presidenciales en las regiones controladas por el Gobierno. Asad ganó los comicios con el 88,7% de los votos, entre denuncias de fraude y de «farsa» por parte de la oposición. El 14 de junio, las fuerzas gubernamentales se hicieron con el control del pueblo fronterizo de Kasab, recapturando así todos los territorios perdidos previamente en la ofensiva rebelde de Latakia. Por su parte, los rebeldes capturaron Tall al-Gomo, cerca de Nawa, en la Gobernación de Daraa, y volvieron a entrar en la región de Qalamun. Durante su ofensiva en Irak, los yihadistas del EIIL se apoderaron de armas pesadas y equipo del ejercito iraquí, que han empezado a trasladar a Siria. Actualmente, el Gobierno sirio controla entre el 30% y el 40% del territorio del país, y al 60% de la población.

» Las víctimas. La guerra civil en Siria ha dejado hasta el momento más de 150.000 muertos, de los cuales 51.212 son víctimas civiles. El número de refugiados supera ya los tres millones. Ciudades enteras están completamente devastadas y el daño causado al patrimonio histórico y cultural es inmenso. El 40% de la población vive en una situación de crisis. Se han usado armas químicas en repetidas ocasiones, y ambos bandos han sido acusados desde diversas organizaciones y gobiernos de cometer crímenes de guerra y graves violaciones de los derechos humanos. Se trata del conflicto más brutal de los surgidos a raíz de la ‘Primavera árabe’, y de una de las peores guerras del siglo XXI.

Miembros del Ejército Libre Sirio limpian sus armas en Alepo, en octubre de 2012. Foto: Scott Bobb / Voice of America

Yemen

» El conflicto. En Yemen se superponen actualmente cuatro conflictos: el que enfrenta al Gobierno con la guerrilla huthi en el norte del país; las revueltas en la región de Adén, motivadas por el escaso desarrollo del antiguo Yemen del Sur; las protestas cívicas de la ‘Primavera árabe’ (que, tras la firma de un acuerdo, forzaron la salida del presidente Alí Abdullah Saleh, después de 33 años en el poder), y la presencia de los grupos armados yihadistas asociados a Al Qaeda. Uno de estos grupos, Ansar al Sharía tomó a mediados de 2011 el control de una parte del sur del país, y llegó a declarar la instauración de un emirato islámico en la provincia petrolera de Shabua. Restablecida la estabilidad gubernamental en el país tras la crisis provocada por la salida de Saleh, desde febrero de 2012 el nuevo gobierno redobló su ofensiva contra las bases de Al Qaeda, causando centenares de muertos en el sur, a la vez que se produjo un incremento en la actividad terrorista de este grupo. Yemen es, después de Pakistán, el país donde EE UU realiza más ataques con drones (aparatos aéreos teledirigidos, no tripulados).

» Qué está pasando ahora. Esta semana se han recrudecido los enfrentamientos entre rebeldes chiíes y miembros de tribus islamistas del norte del país. Los rebeldes huthi, pertenecientes a una secta chií, han estado combatiendo contra rivales suníes islamistas de una de las tribus más grandes de Yemen (respaldada por una unidad local del ejército), en la provincia de Jouf.

» Las víctimas. Durante los 10 meses de 2011 que duraron las protestas contra Saleh hubo al menos 746 muertos en enfrentamientos entre leales al presidente y fuerzas de seguridad y los opositores. Por otra parte, en las ciudades bajo control de Al Qaeda se ha impuesto un interpretación estricta de la ley islámica, con detenciones arbitrarias y ejecuciones, lo que ha provocado grandes desplazamientos de población civil. Cientos de personas han muerto en atentados terroristas: los más graves: el 21 de mayo de 2012 en la capital, Saná (83 muertos), el 4 de agosto en Abyan (33 muertos), y el 5 de diciembre de 2013 de nuevo en Saná (68 muertos). Los combates en el norte, entre tanto, han dejado más de un centenar de muertos solo en este mes de julio.

Afganistán

» El conflicto. El final del régimen comunista impuesto por la invasión soviética de los años ochenta dejó un país en guerra civil entre las diferentes facciones de muyahidines. Al amparo de Pakistán, surgió entonces el movimiento fundamentalista islámico talibán, que acabó haciéndose con el poder. La negativa talibán a entregar a Osama Bin Laden tras los atentados del 11-S motivó una intervención internacional liderada por EE UU que depuso al régimen integrista. En 2004 Hamid Karzai fue elegido presidente, con el reto de extender el poder del Gobierno más allá de la capital, Kabul, con la ayuda de una fuerza internacional integrada por 48 países. La espiral de violencia, sin embargo, no cesó. El deterioro de la seguridad fue el argumento que esgrimió a finales de 2009 el presidente estadounidense, Barack Obama, para relanzar la implicación internacional en el conflicto afgano. Obama estableció también 2011 como el año del inicio de la retirada de tropas, que antes de 2014 deberían haber completado el repliegue. La progresiva retirada del contingente internacional se vio acompañada de una escalada de violencia del movimiento talibán. El alto nivel de corrupción y la lucha contra el narcotráfico son los otros dos grandes desafíos en un país donde los factores étnicos y de alianzas juegan asimismo un papel fundamental.

» Qué está pasando ahora. El pasado 5 de abril se celebraron elecciones presidenciales, resultando ganador Abdullah Abdullah (exministro de Asuntos Exteriores). Sin embargo, fue necesaria una segunda vuelta frente a Ashraf Ghani, celebrada en junio y cuyos resultados están aún por determinar. En mayo, los talibanes lanzaron una nueva ofensiva contra las fuerzas internacionales, incluyendo un atentado contra el ministerio de Justicia de Jalalabad. El 15 de julio un atentado con coche bomba causó 89 muertos y 80 heridos en el distrito de Orgun.

» Las víctimas. Hasta el pasado 17 de julio, y desde la invasión de 2001, se han registrado 3.460 muertes militares de la coalición en Afganistán. Más de 23.500 soldados de la coalición internacional han resultado heridos. Respecto a la población civil, varias fuentes cifran en aproximadamente 20.000 los muertos por acciones de violencia entre los años 2001 y 2013.Y en cuanto a las fuerzas de seguridad afganas, se han contabilizado 13.729 muertos y otros 16.511 heridos entre finales de 2001 y principios de 2014, incluyendo tanto a miembros del ejercito como de la policía.

Una patrulla del ejército afgano en la provincia de Khost, Afganistán, en marzo de 2010. Foto: US Army

Pakistán

» El conflicto. Aparte de la disputa que mantiene por el estado de Cachemira, que actualmente pertenece a la India pero que los paquistaníes reclaman como propio, Pakistán sufre desde hace cerca de una década un conflicto en el noroeste del país, que enfrenta al ejército gubernamental con grupos armados religiosos, movimientos locales y elementos de la delincuencia organizada, apoyados por grupos terroristas y contingentes de muyahidines. El conflicto estalló cuando las tensiones provocadas por la búsqueda de miembros de Al Qaeda por parte del ejército paquistaní derivaron en enfrentamientos con combatientes de la región de Waziristán. Mientras, los lazos con EE UU se debilitaron por una serie de incidentes en 2011, entre los que destaca la muerte de Bin Laden en una operación de comandos de EE UU en el norte del país. Pese a ello, el difícil aliado de Washington en la llamada «guerra contra el terrorismo», un aliado cuyo aparato de seguridad está acusado de seguir ofreciendo apoyo encubierto a facciones talibanes, juega un papel clave en el proceso de paz en Afganistán.

» Qué está pasando ahora. El ejército intenta desde 2005 eliminar a los guerrilleros de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA, en inglés), en el noroeste de Pakistán, pero ahora concentra la ofensiva en Waziristán del Norte, donde los grupos insurgentes operan libremente desde que huyeron del fronterizo Afganistán tras la ocupación de EE UU en 2001. El 15 de junio comenzó una nueva campaña militar, motivada en parte por un atentado contra el aeropuerto internacional de Karachi, que mató a 18 personas. Por otra parte, el goteo de muertes causadas por drones de Estados Unidos sigue siendo constante, con cientos de blancos alcanzados desde 2004. Este mismo sábado, misiles lanzados desde un drone estadounidense causaron la muerte de ocho militantes talibanes en la frontera con Afganistán.

» Las víctimas. El conflicto en el noroeste de Pakistan ha causado más de dos millones de desplazados internos, la mayoría de los cuales padecían ya situaciones de extrema pobreza. Al menos 500.000 personas han tenido que abandonar sus hogares en la región de Waziristán del Norte, desde que el ejército inició una ofensiva actual contra de grupos rebeldes. Y en cuanto a los muertos en el conflicto, las cifras incluyen unos 5.000 soldados y 28.000 combatientes entre 2003 y 2014, así como más de 20.000 civiles. Además, cientos de personas (entre 200 y más de 800, según las fuentes) han muerto por ataques de drones estadounidenses.

EUROPA

Ucrania

» El conflicto. Ucrania, el país más poderoso, después de Rusia, surgido de la desintegración de la Unión Soviética, fue escenario desde noviembre del año pasado de protestas ciudadanas por el rechazo de las autoridades a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea. Tras ser depuesto el presidente Víktor Yanukóvich por la presión popular, y después de tomar el mando un gobierno provisional, tropas rusas entraron en la provincia de Crimea, asegurando defender los intereses de los rusos que residen allí. El 11 de marzo, Crimea y la ciudad de Sebastopol declararon unilateralmente su independencia de Ucrania y proclamaron la República de Crimea, reconocida solo por Rusia, que promulgó la anexión del territorio. La tensión fue en aumento a partir del pasado mes de abril, con la ocupación por parte de grupos prorrusos de sedes de la administración regional de ciudades del este de Ucrania –incluidas Donetsk, Jarkov y Lugansk–, con la intención (siguiendo el ejemplo crimeo) de anexionarse a Rusia.

» Qué está pasando ahora. Tras el periodo de relativa calma que siguió a la retirada de los insurgentes del norte de Donetsk, el conflicto se ha reavivado desde principios de julio. El día 14 ocurrieron intensos combates en los alrededores de Rozkishnie (Lugansk), el 16 las tropas ucranianas se replegaron a sus posiciones y el día 17 las milicias de la región de Donetsk tomaron la localidad fronteriza de Marinivka. Ese mismo día se estrelló un avión comercial de Malaysia Airlines, con 295 pasajeros a bordo, en la localidad de Grabovo, en la región de Donetsk, una zona que se disputan las tropas gubernamentales y los rebeldes. Según han confirmado los servicios de Inteligencia de EE UU, el avión fue derribado por un misil. Las autoridades ucranianas culparon a las milicias prorrusas, y las autoridades de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk culparon a Ucrania. El Servicio de Seguridad de Ucrania difundió este domingo en Internet la grabación de una supuesta conversación telefónica entre dos jefes de las milicias prorrusas que, de ser cierta, incriminaría a los separatistas y también a Moscú en la ocultación de pruebas del derribo. El suceso ha reactivado un conflicto que parecía estancado en un punto de no retorno.

» Las víctimas. Según el Ministerio de Sanidad de Ucrania, a fecha del 11 de junio, 225 personas habían muerto desde el inicio de la contraofensiva gubernamental. Entre 15.000 y 20.000 refugiados llegaron a Sviatohirsk provenientes de Sloviansk tras la intensificación del bombardeo en la ciudad por parte de las Fuerzas Armadas de Ucrania a finales de mayo. Según fuentes rusas, 70.000 refugiados han cruzado la frontera hacia Rusia desde el inicio de los combates. La ONU publicó en mayo un informe en el que observaba un «deterioro alarmante» de los derechos humanos en el territorio controlado por insurgentes, con casos de asesinatos selectivos, tortura y secuestros. Rusia condenó el informe, afirmando que ignoraba los abusos cometidos por el gobierno ucraniano.

Uniformados no identificados patrullan en el Aeropuerto Internacional de Simferópol, en Crimea, el pasado 28 de febrero. Foto: Elizabeth Arrott / VOA / Voice of America

ÁFRICA

República Centroafricana

» El conflicto. La República Centroafricana vive una gravísima crisis desde finales de 2012, cuando cuatro facciones rebeldes musulmanas agrupadas en la formación Séléka se levantaron en armas al considerar que el entonces presidente François Bozizé no había respetado los acuerdos de paz de 2007. Estos acuerdos preveían la integración de combatientes rebeldes en el Ejército centroafricano, la liberación de prisioneros políticos y el pago a los milicianos sublevados que optaran por el desarme. Los países de la región enviaron entonces una fuerza multinacional para defender la capital, Bangui, del avance de los insurgentess, que llegaron a estar a sólo 160 kilómetros de la ciudad. Las negociaciones entre el Gobierno y los líderes de Séléka llevadas a cabo en enero de 2013 finalizaron con la firma de un nuevo acuerdo de paz, pero los rebeldes perpetraron un golpe de Estado en marzo de ese año que depuso a Bozizé y situó al frente del país al líder de Séléka, Michel Djotodia. Djotodia solo se mantuvo en el cargo hasta enero de 2014, fecha en que presentó su dimisión ante la oleada de violencia desatada en el país, que provocó centenares de muertos. Los milicianos de Séléka atacaron sobre todo barrios y aldeas de mayoría cristiana; los grupos de autodefensa, enclaves musulmanes. No obstante, la violencia interconfesional es un fenómeno reciente en el país, donde los diferentes grupos religiosos habían convivido hasta ahora en relativa armonía, a pesar de las históricas quejas de la minoría musulmana del norte, que se ha sentido abandonada por los sucesivos gobiernos cristianos. Ambos grupos están utilizando el discurso religioso con fines políticos, pero resulta difícil obviar los intereses económicos y la corrupción generados en la lucha por el control del tráfico de diamantes y de madera.

» Qué está pasando ahora. El pasado mes de febrero, el secretario general de la ONU pidió al Consejo de Seguridad el despliegue de 3.000 soldados internacionales para reforzar a los 6.000 militares de la Unión Africana y 2.000 franceses que se encuentran ya en el país con el fin de mantener la paz y proteger a los civiles. En junio, medio centenar de personas murieron en la ciudad de Bambari durante un nuevo rebrote de violencia, y en agresiones coordinadas por grupos armados como las milicias cristianas anti-Balaka o los exrebeldes musulmanes Séléka.

» Las víctimas. A finales de 2013, las organizaciones humanitarias sobre el terreno y testigos, que responsabilizaban principalmente a los exrebeldes, denunciaban ejecuciones extrajudiciales, torturas, ataques indiscriminados a civiles, agresiones sexuales a mujeres y niñas, pueblos arrasados, infraestructuras destruidas, viviendas y cosechas incendiadas, hospitales saturados, escuelas saqueadas… La falta de seguridad, además, hacía que ni Naciones Unidas ni las agencias internacionales pudiesen acceder a los lugares más remotos en los que se precisaba ayuda. Aproximadamente un 70% de los niños en edad escolar no podían acudir a clase. Muchos desplazados (hay cerca de un millón en total) han buscado refugio en el campo, en la selva o en misiones religiosas, donde, según ha alertado el Comité Internacional de la Cruz Roja, las condiciones son muy precarias, sin acceso a agua potable o a comida, y sin las necesarias medidas de higiene, por lo que se teme la propagación de enfermedades como la malaria.

Refugiados de los combates en la República Centroafricana observan la llegada al aeropuerto de Bangui de soldados ruandeses, integrantes de las tropas internacionales de pacificación destacadas en el país, el pasado enero. Foto: Ryan Crane / US Air Force

Sudán del Sur

» El conflicto. En julio de 2011, poco después de proclamarse la independencia de Sudán del Sur, el líder del Movimiento Popular de Liberación de Sudán, ala política del Ejército Popular de Liberación de Sudán, Salva Kiir, juró como primer presidente de la nueva república. El primer año de independencia estuvo protagonizado de nuevo por los conflictos fronterizos con el gobierno de Sudán, y también por las luchas tribales en el interior del país. Además, en enero de 2012 el conflicto petrolífero entre ambos países provocó que Sudán del Sur parase la producción de petróleo al no alcanzar un acuerdo sobre la tarifa de tránsito del crudo a través de su vecino del norte, de momento la única vía de exportación con la que cuenta. En diciembre de 2013 el régimen de Kiir frustró un intento de golpe de Estado, tras enfrentamientos con militares disidentes que en cuatro días provocaron más de 500 muertos, principalmente en la capital y el estado de Jonglei. Desde entonces se han sucedido los combates, causando miles de fallecidos y situando al país al borde de la guerra civil.

» Qué está pasando ahora. Pese a que a principios de mayo el presidente Kiir y el líder de los rebeldes, Riek Machar, firmaron un acuerdo para el cese de las hostilidades, la situación de violencia continúa. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas advirtió este miércoles de que está dispuesto a considerar «medidas adecuadas» contra las partes en conflicto, en caso de que no pongan fin a la violencia y negocien un Gobierno de transición. Tanto la ONU como la UE ya han impuesto sanciones a los líderes militares de ambos bandos. El Consejo de Seguridad se ha mostrado «alarmado» por informaciones según las cuales las dos partes están reclutando milicianos y haciéndose con armas, lo que viola los acuerdos de paz.

» Las víctimas. Se calcula que en 2011 alrededor de 1.000 personas murieron en los enfrentamientos entre las comunidades Murle y Lou Nuer. En cuanto al conflicto fronterizo con Jartum, el número de desplazados asciende ya a 150.000, según cifras de ACNUR de junio de 2012. Los campos de refugiados sursudaneses, que carecen de recursos para alimentar y trasladar a los desplazados lejos de las zonas fronterizas de conflicto, están saturados. Según datos facilitados por Oxfam, desde que se iniciaron los combates entre las tropas gubernamentales y las fuerzas rebeldes el pasado año, más de un millón de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y se encuentran desplazadas dentro del país, y más de 350.000 han huido a países vecinos. Muchas han tenido que atravesar el río Nilo para llegar hasta Uganda, dejando atrás todas sus posesiones y poniendo en peligro sus vidas.A mediados del pasado mes de mayo se confirmó un brote de cólera que hizo saltar las alarmas ante una posible emergencia sanitaria, que se sumaría a la creciente y dramática crisis alimentaria. Tan sólo el 15% de la población tiene acceso a letrinas sanitarias seguras e higiénicas, y el 30% no tiene acceso a agua limpia.

Civiles refugiados en un recinto de la misión de la ONU en Sudán del Sur (UNMISS), a las afueras de Yuba. Foto: Julio Brathwaite / UN
Civiles refugiados en un recinto de la misión de la ONU en Sudán del Sur (UNMISS), a las afueras de Yuba. Foto: Julio Brathwaite / ONU

Mali

» El conflicto. La inestabilidad de Mali, un país con estratégicos yacimientos de uranio, se hizo cada vez más patente a partir de 2007, cuando Amadou Tounami Touré revalidó su liderazgo en las elecciones presidenciales. Al tiempo que grupos rebeldes hostigaban a la población y se producían secuestros, e incluso asesinatos, de occidentales, el Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA), una escisión de la antigua guerrilla tuareg, se levantó en armas para reivindicar la autodeterminación del norte del país. Las autoridades de Bamako acusaban al MNLA de estar apoyado por Al Qaeda en Magreb Islámico (AQMI), por el grupo islamista radical Ansar al Din, por excombatientes de las fuerzas del difunto coronel libio Muamar al Gadafi y por traficantes. De hecho, el estallido de la revolución tuareg, de la que, en parte, se ‘apropiaron’ los islamistas, se produjo al abrigo de la guerra en Libia, y de las armas y mercenarios que salieron de este país. En marzo de 2012, decenas de militares se sublevaron, y el amotinamiento acabó convirtiéndose en un golpe de Estado. El 1 de abril, el presidente dimitió, como parte del acuerdo alcanzado con la Junta militar para volver al orden constitucional, pero en enero de 2013 la crisis se agravó ante el avance de los grupos radicales islámicos, lo que provocó la intervención militar de Francia. En junio de 2013 el Gobierno y los rebeldes firmaron un primer alto el fuego, y en agosto Ibrahim Bubakar Keita ganó las elecciones presidenciales. Los enfrentamientos y los atentados, sin embargo, continúan.

» Qué está pasando ahora. Tras el nuevo alto el fuego alcanzado en mayo, este miércoles comenzaron en Argelia las conversaciones de paz entre el Gobierno y los rebeldes tuareg. En vísperas de la negociación, ambos bandos intercambiaron prisioneros. Un total de 45 soldados malienses fueron recibidos por el primer ministro Moussa Mara en el aeropuerto de Bamako, y dos autobuses llegaron al aeropuerto desde el centro de la ciudad con 41 tuaregs que habían estado detenidos en la capital.

» Las víctimas. Más de un millar de soldados y combatientes han muerto en los diferentes conflictos entre Gobierno, tropas extranjeras, grupos tuareg y grupos islamistas. En mayo de 2012, Amnistía Internacional publicó un informe en el que aseguraba que Mali estaba sufriendo la peor situación desde 1960 en lo que respecta a los derechos humanos, a la vez que denunciaba los abusos cometidos por los fundamentalistas islámicos en las zonas que controlaban, y la utilización de niños soldado. Human Rights Watch denunció asimismo violaciones de los derechos humanos y asesinatos de civiles por parte del ejército gubernamental. Y en abril del año pasado, Médicos sin Fronteras informó de que unos 70.000 refugiados malienses continuaban en condiciones precarias en el desierto de Mauritania, con escasas esperanzas de regresar a su país de origen por las tensiones étnicas en el norte de Mali. Por otra parte, grupos islamistas dañaron o destruyeron importantes monumentos históricos durante el conflicto, especialmente en Timbuktu.

Soldados del Ejército de Mali en Gao, en 2013. Foto: Voice of America / Wikimedia Commons

Somalia

» El conflicto. Somalia vive sin un Gobierno estable central desde que en 1991 fue derrocado el dictador Mohamed Barre (el Ejecutivo actual tiene carácter transitorio), y en medio de luchas entre los clanes, liderados por los «señores de la guerra» que se han disputado el control de las regiones desde entonces. Aunque a comienzos de los noventa el país fue escenario de una guerra civil, con el tiempo los distintos dominios se consolidaron, si bien los enfrentamientos entre clanes por disputas territoriales continuaron. En 2006 se creó una alianza entre varios «señores de la guerra», con el fin de contrarrestar el creciente poder de las «cortes islámicas». Los «señores de la guerra» acusaban a las «cortes islámicas» de estar apoyadas por Al Qaeda. Los combates entre ambas partes se saldaron, en menos de tres meses, con más de 350 muertos. Frente al apoyo militar que Etiopía dio al presidente Yusuf Ahmed, Eritrea envió armas a las «cortes islámicas». Los combates entre milicianos islamistas y fuerzas gubernamentales y etíopes no cesaron, a pesar de los diversos anuncios de alto el fuego y de las efímeras treguas, y causaron miles de muertos. La violencia alcanzó en 2009 a tres ministros, que murieron junto a otras 12 personas en un atentado en Mogadiscio.

» Qué está pasando ahora. En 2004 diferentes facciones llegaron a un acuerdo para conformar un Gobierno de transición y unificar el país, y en 2012 se aprobó una nueva Constitución provisional. Pero, a pesar de los avances políticos logrados en los últimos años, Somalia sigue inmersa en el conflicto armado. El Palacio Presidencial de Mogadiscio, sede del Gobierno transitorio, sufrió a principios de julio un fuerte ataque (8 muertos), el segundo en este año, que fue reivindicado por la milicia islamista Al Shabab. Este grupo, que anunció en febrero de 2012 su unión formal a Al Qaeda, lucha para instaurar un estado islámico de tipo wahabí en Somalia, y comete asimismo numerosos actos terroristas en Kenia.

» Las víctimas. Desde 1991, el conflicto somalí ha causado más de 400.000 muertos (3.150 en 2013). En 2012, la Agencia para los Refugiados de la ONU informó de que más de un millón de somalíes habían huido ya hacia los países vecinos, y de que la mayoría citaban la inseguridad y la escasez alimentaria como principales motivos de su huida. Además, más de 1,3 millones de somalíes se encontraban desplazados internamente en el país. En total, un tercio de la población de Somalia, estimada en 7,5 millones de personas, se encuentra desplazada forzosamente.

Un soldado camina por una prisión para mujeres de la milicia islamista Al Shabab en la localidad somalí de Bula Burde, tras ser liberada por tropas de la Misión de la Unión Africana en Somalia, el pasado mes de marzo. Foto: Ilyas A. Abukar / AMISON

República Democrática del Congo

» El conflicto. La permanencia en las provincias fronterizas congoleñas de las milicias hutus de Ruanda, huidas de su país tras perpetrar el genocidio de los tutsis en 1994, ha constituido el principal factor de desestabilización en la historia más reciente de la República Democrática del Congo (RDC). La presencia de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR, hutus) motivó que Ruanda (gobernada desde entonces por tutsis) invadiera dos veces la RDC, en 1996 y 1998, desencadenando sendas guerras. Por su parte, la minoría tutsi congoleña alega vivir bajo la amenaza de un nuevo genocidio de la mano de las milicias hutus ruandesas. Para defenderlos, el general disidente congolés Laurent Nkunda, de etnia tutsi, se hizo con una fuerza de 3.000 hombres, supuestamente apoyados por Ruanda, y, a finales de 2007, se plantó a las puertas de Goma. Solo la intervención de la Misión de la ONU les impidió tomar la ciudad (Naciones Unidas tiene casi 17.000 cascos azules en la RDC, su mayor despliegue en el mundo). Apenas seis años después del fin de una cruel guerra civil en la que habían muerto más de cinco millones de personas, el país volvía a estar sacudido por la violencia. Aunque el Gobierno firmó en enero de 2008 un acuerdo de cese de las hostilidades, los enfrentamientos entre el Ejército y las milicias de Nkunda se reanudaron en octubre de ese año. Nkunda, acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad, fue finalmente arrestado en Ruanda en enero de 2009. La parte oriental de la RDC es una zona muy rica en diamantes, oro y otros recursos naturales, como el coltán, que han sido, al mismo tiempo, parte importante en el origen de la guerra y fuente de financiación para los combatientes.

» Qué está pasando ahora. El fin de décadas de conflicto armado en el este de la República Democrática del Congo parece estar más cerca, después de los logros políticos y militares conseguidos en 2013, incluyendo el aumento de la cooperación regional y la disolución del grupo militar rebelde Movimiento 23 de Marzo, que opera fundamentalmente en la provincia de Kivu del Norte.

» Las víctimas. Más de 2,7 millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares en el país, muchas de ellas de varios sitios en pocos meses, y más de 398.000 viven en 31 campos de desplazados y dependen exclusivamente de la ayuda humanitaria. Según explica la ONG Oxfam, las comunidades de Kivu del Norte y Sur aún se enfrentan a asesinatos, violaciones, secuestros, torturas y extorsiones económicas a manos de muchos grupos armados que todavía controlan gran parte de la región. Las fuerzas de seguridad del Gobierno también han llevado a cabo abusos contra la población civil. Las familias viven destrozadas por la continua tensión de vivir bajo la violencia y la explotación, con niños que no pueden asistir a la escuela, una escasez de alimentos generalizada y la consiguiente desnutrición, una atención sanitaria inadecuada y la falta de instalaciones de agua potable y saneamiento.

Miembros de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO) distribuyen agua potable entre la población de Rumangabo, a 50 kilómetros de Goma, en Kivu del Norte, tras reconquistar la localidad, hasta entonces en manos de las fuerzas rebeldes M23. Foto: MONUSCO / Wikimedia Commons

Nigeria

» El conflicto. Desde octubre de 2010 Nigeria es escenario de una serie de brutales atentados, en su mayoría perpetrados por el grupo radical islamista Boko Haram. Boko Haram, cuyo nombre significa «La educación no islámica es pecado», es una secta que lucha por imponer la ley islámica en Nigeria, país de mayoría musulmana en el norte y cristiana en el sur. La secta inició su campaña violenta en 2009 cuando su fundador, Mohamed Yusuf, murió en un intento de fuga mientras se encontraba bajo custodia policial. Boko Haram fue el grupo responsable del atentado del 26 de agosto de 2011 contra la sede de la ONU en Abuya ( 24 muertos), y del perpetrado el 25 diciembre de ese mismo año, cuando murieron al menos 44 personas en cinco ataques contra templos cristianos en los que se celebraban los servicios religiosos de Navidad. Los últimos incidentes protagonizados por el grupo datan del pasado 15 de abril, cuando cerca de 200 niñas fueron secuestradas en una escuela-residencia en Chibok, al noroeste, horas después de que en Abuya, murieran otras 75 personas por un atentado con bomba en una estación de autobuses. Un total de 44 de las escolares secuestradas lograron escapar, y el 5 de mayo el líder del grupo, Abubakar Shekau, reivindicó en un vídeo la autoría del secuestro. Por otra parte, Nigeria sufre asimismo el llamado Conflicto del Delta del Niger, que surgió por las tensiones entre las empresas petróleras internacionales y los pueblos locales en la década de los noventa, especialmente con los pueblos ogoni y ijaw. La competencia por la riqueza petrolera ha alimentado la violencia entre los innumerables grupos étnicos, lo que ha llevado a la militarización completa del área, a la formación de milicias tribales y al aumento de efectivos de las fuerzas armadas y la policía nigerianas.

» Qué está pasando ahora. La semana pasada, al menos 45 personas murieron en un ataque de Boko Haram a la población de Damboa, en el norte de Nigeria. Los terroristas asediaron la población durante la noche, disparando contra sus habitantes y lanzando explosivos a sus viviendas. Según testigos citados por Efe, las calles quedaron «sembradas de cadáveres».

» Las víctimas. El pasado mes de marzo, un informe de Amnistía Internacional denunciaba que el incremento de los ataques de Boko Haram, así como las represalias incontroladas de las fuerzas de seguridad, habían provocado la muerte de al menos 1.500 personas al noreste Nigeria (más de la mitad, civiles) en los tres primeros meses del año. Según diversas fuentes, el grupo islamista ha matado ya a más de 3.000 personas desde que inició su campaña violenta. En el Conflicto del Delta del Níger han muerto desde 2004 entre 4.000 y 5.000 personas.

Mujeres secuestradas por Boko Haram, en una imagen de un vídeo difundido por el grupo extremista
Mujeres secuestradas por Boko Haram, en una imagen de un vídeo difundido por el grupo extremista

Con documentación de 20minutos.es, Efe, Reuters, Wikipedia, Oxfam, International Institute for Strategic Studies, Iraq Body Count, The New York Times, El Mundo, El País, RTVE, BBC, entre otras fuentes.

Publicado originalmente en 20minutos

Gaza, Siria, Irak, Ucrania, Sudán del Sur… 13 conflictos que empañan el mundo ahora mismo

«La paz perpetua no es un concepto vacío, sino una idea práctica que, mediante soluciones graduales, se va acercando poco a poco hacia su realización final». La frase, del filósofo alemán Immanuel Kant, encabeza, más como un deseo que como una realidad, la sección que la página web Global Security dedica a registrar las guerras activas en el mundo. Se trata de un control que realizan de manera exhaustiva numerosos sitios en […]

Rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS), en Alepo, en octubre de 2012. Imagen: Scott Bobb / Voice of America / Wikimedia Commons (captura de vídeo)

Después de 20 meses de combates y bombardeos, más de 35.000 muertos, unos 400.000 refugiados (700.000 para fin de año), en torno a dos millones y medio de desplazados, incontables vidas destrozadas, daños incalculables en ciudades e infraestructuras y más de un año de duras sanciones económicas internacionales, la guerra civil en Siria parece estar alcanzando al fin un desenlace, y el régimen de Bashar Al Asad podría tener sus días contados. El problema es saber cuántos días son esos, o si, lo más probable, serán más bien semanas o incluso varios meses.

Los últimos acontecimientos sobre el terreno hacen pensar que, efectivamente, la balanza está empezando a desequilibrarse. Los rebeldes han conseguido avances importantes y han derribado, por primera vez, aviones del Gobierno. También han capturado bases militares y han logrado interrumpir algunas vías de suministro del régimen. Por otra parte, los heterogéneos grupos de la oposición han conseguido llegar a un acuerdo y elegir un líder común provisional.

Pero lo más significativo puede ser el aumento de la presión internacional. Nadie habla aún de una intervención militar directa, pero el tono, animado por la debilidad en que parece encontrarse el gobierno de Damasco, empieza a ser distinto. La OTAN ha anunciado el despliegue de misiles Patriot en suelo turco para la defensa de la frontera con Siria, y ha destacado un gran número de efectivos en la zona (en principio, para defender a Turquía de un posible ataque, pero el caso es que ahí están); las advertencias de EE UU y otros países occidentales se han hecho más duras ante la posibilidad de que Asad pueda estar planteándose utilizar armas químicas y, lo verdaderamente importante, Rusia ha empezado a aflojar su apoyo al régimen sirio. Básicamente, y al margen de otros respaldos más morales que reales, a Asad solo le queda Irán.

Estas son las claves que podrían estar marcando el principio del fin de la guerra en Siria, y los problemas que vendrán el día después.

Avances rebeldes

En el apartado militar, las unidades de rebeldes sirios operan según tres estrategias fundamentales: Cortar las rutas de suministro del régimen, capturar bases militares y apoderarse del mayor número de armas posible. En las tres están teniendo éxito, aunque de momento no de una manera que pueda considerarse totalmente definitiva. Lo que sí parece claro es que los rebeldes han empezado a dar muestras de una mayor organización y efectividad, algo de lo que no habían sido capaces hasta ahora. De hecho, no han cedido terreno desde el mes de septiembre, a pesar de que la respuesta militar del régimen no ha dejado de incrementarse.

Gracias a esta presión, los rebeldes han podido hacerse con el control de grandes regiones del norte del país (donde ya solo pueden ser atacados por aire), y sumar armas más pesadas a las que reciben ya desde Arabia Saudí y Catar a través de la frontera turca. Hace algo más de una semana consiguieron derribar un caza y un helicóptero del ejército usando misiles tierra-aire.

La captura de armas es fundamental para los insurgentes, ya que las potencias occidentales y los países de la zona han rechazado hasta ahora armarlos directamente, debido a dos razones: la falta de unión entre los opositores y el creciente número de militantes fundamentalistas islámicos (‘yihadistas’ y salafistas) entre las filas rebeldes. No obstante, esta política podría estar cambiando ya, al menos de forma extraoficial. El diario francés Le Figaro, por ejemplo, ha revelado que asesores militares franceses se reunieron con insurgentes sirios en las últimas semanas, para identificar a posibles receptores de suministros de armas. Los agentes franceses conversaron directamente con miembros del Ejército Libre Sirio «en una zona entre el Líbano y Damasco», según el diario. Agentes británicos y estadounidenses también estarían en conversaciones con líderes rebeldes.

Objetivos importantes

Las fuerzas opositoras que siguen luchando por controlar Alepo (la segunda ciudad más grandes de Siria) culminaron el pasado 18 de noviembre un asedio de casi dos meses al conquistar el emplazamiento del Regimiento 46º, una de las unidades importantes dentro de las fuerzas del Gobierno destacadas en torno a la ciudad. Según indicó a la BBC Elias Hanna, un analista militar en la Universidad Americana de Beirut, esta victoria fue un «punto de inflexión táctico que puede dar lugar a un cambio estratégico». Dos días más tarde, los rebeldes reforzaron su control de la provincia Deir Az Zur (situada al este del país y rica en petróleo) tras capturar un batallón de artillería, después de otro asedio de tres semanas.

Milicias de la oposición siria han tomado ya numerosas posiciones en torno a las localidades de Idlib, Deir Az Zur y la propia Alepo. Con estos objetivos rodeados, o a punto de ser capturados, la siguiente ciudad en caer podría ser la importante localidad de Hama, en el oeste del país. En sus avances, los rebeldes han conseguido conquistar un aeropuerto militar y dos campos de petróleo, mientras siguen atacando asimismo bases militares cercanas a Damasco.

La lucha en Damasco

Los combates que se libran en torno a la capital y, en concreto, en la autovía que une la ciudad con el aeropuerto, han empezado a afectar al tráfico aéreo. El pasado 29 de noviembre hubo interrupciones de vuelos, y, como indica Jordi Pérez Colomé en eldiario.es, si la situación se empieza a repetir, la llegada de la crucial ayuda iraní al régimen puede verse comprometida.

En Damasco, el éxito de los rebeldes reside en que, pese a que no han logrado avanzar significativamente aún, tampoco han podido ser rechazados todavía por las fuerzas del régimen, e incluso han conseguido atentar contra infraestructuras militares (y también en zonas civiles) en la ciudad. James Miller explica en EAWorldView que la lucha es muy complicada para el Gobierno, porque, además de los ataques militares que recibe desde los alrededores de la ciudad, muchos rebeldes y enemigos del régimen están infiltrados en barrios y distritos del interior de la capital y sus suburbios.

También es importante la cuestion de la lealtad de los soldados sirios al régimen, ya que las deserciones, a medida que los rebeldes vayan logrando nuevas victorias, pueden convertirse en un elemento desequilibrador clave. Según explica Stephen Starr, autor del libro Revuelta en Siria: testigos del levantamiento, el creciente uso de artillería al inicio de la guerra y de bombardeos aéreos ahora es una señal clara de que el Ejército no confía en sus propios soldados, y de que tienen que recurrir al uso indiscriminado de la fuerza para derrotar a los rebeldes.

Armas químicas y amenazas

De forma paralela al desgaste causado por los éxitos militares rebeldes, y en parte como consecuencia de ello, el régimen sirio ha visto cómo la presión de las potencias occidentales se ha incrementado notablemente en los últimos días. Las últimas informaciones suministradas por los servicios de inteligencia estadounidenses, en el sentido de que el ejército sirio podría estar ultimando los preparativos para la utilización de armas químicas en la guerra, han hecho saltar las alarmas. Tanto Washington como Londres han advertido a Asad de que no tolerarán el uso de este tipo de armamento, y han amenazado, aunque sin llegar a concretar, con tomar medidas. El uso de armas químicas requeriría una respuesta lo más rápida posible, por lo que se supone que estas «medidas» no se refieren a un incremento de las sanciones económicas, o a pasar armas a los rebeles, sino a medidas militares más directas que probablemente incluirían bombardeos aéreos y las largamente demandadas por la oposición zonas de exclusión aérea.

La CIA sostiene que Siria cuenta «desde hace años» con un programa de armas químicas, y que dispone de un arsenal que puede ser utilizado en aviones de combate, misiles balísticos y cohetes de artillería. La agencia de espionaje estadounidense también sospecha que Siria ha intentado desarrollar agentes nerviosos más tóxicos y persistentes, como el gas VX, y que posee gas mostaza y gas sarín. Además, un informe independiente, que cita a agencias de inteligencia árabes y occidentales, calcula que Siria posee unas mil toneladas de armas químicas, almacenadas en medio centenar de pueblos y ciudades.

Siria no ha firmado la Convención sobre Armas Químicas ni ha ratificado la Convención sobre Armas Biológicas y Tóxicas, y el régimen no ha negado que posee este tipo de armas, aunque insiste en que «en el caso de tenerlas, jamás las utilizaría» contra su propia población. Damasco acusa a las potencias occidentales de inventar la amenaza de las armas químicas como excusa para una eventual intervención militar, de un modo que no es difícil relacionar con aquellas inexistentes armas de destrucción masiva que invocaban EE UU y sus aliados como justificación para la invasión de Irak.

«Lo que genera preocupación en torno a las noticias publicadas por los medios es nuestro temor a que algunos de los países que respaldan al terrorismo y a los terroristas [en referencia a los rebeldes] puedan entregarles armas químicas y afirmar que fue el Gobierno sirio el que usó este armamento», indicó este domingo el Ministerio de Exteriores sirio en una carta enviada a Naciones Unidas.

Rusia empieza a ceder

La clave del final del régimen de Bashar al Asad estará, probablemente, en Rusia. Hasta ahora, tanto Moscú como Pekín han impedido con su veto condenas firmes a Siria por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, haciendo imposible que se llegue a plantear una intervención militar como la llevada a cabo en Libia. Ni EE UU ni la UE han mostrado mucho interés en una acción semejante (que sería ejecutada por la OTAN), argumentando que, con Irán, Líbano e Israel a tiro de piedra, el riesgo de desestabilización y de guerra a gran escala en la zona es mucho mayor que el que existía en Libia, donde, por otra parte, había también más intereses económicos (gas y petróleo) en juego. Pero, en cualquier caso, el rechazo ruso (más explícito y determinante que el chino, en este caso) ha impedido que la opción se haya llegado ni siquiera tener en cuenta, y, lo más importante, Asad ha sentido que no estaba aislado ante la comunidad internacional.

Ahora, sin embargo, Rusia parece haber entendido que el final de Asad puede estar cerca, y necesita situarse en una mejor posición de cara al día después, cuando sus lazos históricos y económicos con Damasco (una relación que se remonta a los tiempos de la Unión Soviética, y que incluye un importante comercio de armas y el uso por parte de Moscú de la base naval siria de Tartus) podrían volverse en su contra. Por otra parte, la especial sensibilidad de la población rusa ante políticas que siguen «los dictados de Occidente» y su «doble moral» es ahora menos importante para el Kremlin, una vez pasadas ya las elecciones de marzo.

Pero, al margen de estas consideraciones de lectura más política, también es cierto que Moscú, que ha apostado desde el principio por una salida negociada a la crisis, esté empezando a asumir que eso no será posible, y que el régimen de Asad está cada vez más debilitado. El jueves, Vladimir Vasilyev, aliado del presidente Vladimir Putin en el Parlamento ruso, indicó que «seguimos pensando que el actual gobierno ruso debería llevar a cabo sus funciones, pero el tiempo está demostrando que esa tarea está más allá de sus fuerzas».

Así, la diplomacia ha empezado a funcionar ya de un modo más activo. El pasado lunes Putin se reunió en Estambul con el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, un paso importante, ya que ambos países han encabezado las dos posiciones opuestas sobre el conflicto (Turquía, partidaria de una intervención más directa; Rusia, partidaria de no intervenir). Y el jueves el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, mantuvo un encuentro en Dublín con la seceretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, y con el enviado internacional en Siria, Lakhdar Brahimi.

A pesar de todo, las espadas entre Rusia y EE UU siguen en alto, al menos de cara a la galería. Las negociaciones no van a ser fáciles ni rápidas. Tras la reunión de Dublín, Clinton dijo que «no creo que nadie piense que exista algún progreso importante», y Lavrov se mostró igual de escéptico: «No haría pronósticos optimistas. Queda por ver qué saldrá de esto», declaró. Los rusos, además, se han desmarcado también de las acusaciones sobre las armas químicas.

¿Y después?

Según sugería hace unos días The New York Times, la discusión se centra ahora no tanto en cómo acabar con Asad, sino en qué hacer una vez que el presidente sirio haya caído. En este sentido, a EE UU le preocupa su falta de influencia en los grupos rebeldes, y cada vez más voces están reclamando a Washington que, al igual que han hecho la Unión Europea (encabezada por Francia) y varios países del Golfo, reconozca plenamente a la coalición de oposición siria.

El problema es a quién reconocer y a quién apoyar. Como explica en su blog el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, EE UU se encuentra ante el mismo difícil dilema al que ya tuvo que enfrentarse en Irak: «Los grupos del exilio están formados por gente desconocida en Siria, sin contar con los aprovechados que quieren hacer negocio (siempre hay mucho dinero disponible). Los grupos del interior del país, incluidas las milicias, responden más a lealtades locales, no cuentan con una organización nacional que les represente y coordine, y tienen una presencia importante de grupos suníes e islamistas a los que se supone hostiles a los intereses de EE UU y Europa».

La tentación es optar por la la recientemente formada Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición de Siria, la alianza opositora creada el mes pasado en Catar bajo los auspicios de las potencias árabes y occidentales y, según afirma Joshua Landis, profesor de estudios de Oriente Medio en la Universidad de Oklahoma y experto en Siria, «relativamente proamericana, no demasiado antiisraelí y no demasiado islamista».

Sáenz de Ugarte, sin embargo, recuerda que «quienes llevan la iniciativa sobre el terreno son grupos armados, unos integrados por ciudadanos que han abandonado sus profesiones para coger las armas y otros auspiciados por grupos radicales que no tienen la menor intención de seguir las pautas que desearían los lectores de la prensa occidental. Libertad para ellos significa elegir su propio destino, y eso puede no pasar necesariamente por respetar los derechos de las minorías o de la mujer».

Mando unificado

Mientras tanto, los rebeldes (o por lo menos los que están organizados) también empiezan ya a prepararse para la caída del régimen. Este sábado, un total de 263 figuras destacadas de la oposición, civiles y militares, la mayoría de tendencia islamista, eligieron en Turquía al general de brigada Selim Idris, un antiguo oficial del Ejército sirio que desertó, como jefe del nuevo mando unificado de la rebelión armada. Idris liderará un mando conjunto de 30 miembros.

Según informó la agencia Reuters, la nueva dirección del comando centralizado de la insurgencia incluye a numerosos dirigentes vinculados a los Hermanos Musulmanes, y también a grupos salafistas, partidarios de una interpretación estricta y tradicional de la ley islámica. En cambio, margina a otros oficiales de alto rango que han desertado de las filas del Ejército para unirse a la rebelión. En concreto, se calcula que dos tercios de los mandos pertenecen a los Hermanos Musulmanes y sus aliados, un reflejo del peso cada vez mayor que tienen las milicias islamistas en los combates.

Está por ver, sin embargo, el alcance real de este acuerdo alcanzado en Turquía, ya que muchas de las unidades y milicias que están luchando en el interior del país, islamistas radicales incluidos, están fuera del control de los grupos que conforman el Ejército Libre Sirio, o simplemente no lo reconocen.

El destino de Bashar al Asad

Pocos son los analistas que se atreven a vaticinar un final rápido del régimen de Bashar al Asad, pero también son pocos los que ponen en duda que esto ocurrirá tarde o temprano, agotadas ya las posibilidades de una salida negociada con la oposición. Y ante ese escenario, al presidente sirio le quedarán dos opciones: Exiliarse o, como él mismo ha insistido en sus pocas apariciones públicas durante la crisis, «morir en Siria».

Con respecto a la posibilidad del exilio, los rumores han comenzado ya, una prueba más de que la situación no es la que era hace tan solo unos meses. Según informó esta semana el diario israelí Haaretz, Asad estaría estudiando pedir asilo político en algún país de América Latina para él y su familia, en el caso de que fuera obligado a abandonar Damasco. Las fuentes citadas por el periódico indicaban que la diplomacia siria habría inicado «contactos» con Cuba, Venezuela y Ecuador.

Según el diario,  el viceministro sirio de Exteriores, Faisal al Miqdad, mantuvo encuentros en estos tres países latinoamericanos y llevó consigo cartas personales clasificadas de Asad a los respectivos presidentes. El Ministerio de Exteriores venezolano confirmó al diario El Universal que Al Miqdad entregó una carta para el presidente del país, Hugo Chávez, que éste recibió antes de viajar a Cuba el miércoles pasado para recibir tratamiento médico.


Publicado originalmente en 20minutos

Siria, en el posible principio de un complicado final

Después de 20 meses de combates y bombardeos, más de 35.000 muertos, unos 400.000 refugiados (700.000 para fin de año), en torno a dos millones y medio de desplazados, incontables vidas destrozadas, daños incalculables en ciudades e infraestructuras y más de un año de duras sanciones económicas internacionales, la guerra civil en Siria parece estar alcanzando al fin un desenlace, y el régimen de Bashar Al Asad podría tener sus días contados. […]