En el vibrante paisaje de dificultades de Medio Oriente, tratar la libertad de expresión de los asirios exige examinar la actual marginación política que soportan en su tierra de origen, que abarca Irak y algunas zonas de Turquía y Siria…. Leer
En el vibrante paisaje de dificultades de Medio Oriente, tratar la libertad de expresión de los asirios exige examinar la actual marginación política que soportan en su tierra de origen, que abarca Irak y algunas zonas de Turquía y Siria. Su historia es el reflejo de la lucha de las comunidades minoritarias en una región marcada por la inestabilidad política.
Cuando se celebra el año nuevo asirio, que llega a un notable año 6773, la celebración alcanza a Irak, Siria y otros países. No obstante, bajo la superficie, una profunda tristeza perturba a las minorías asirias que se quedaron en su patria ancestral, de Duhok y Erbil a Nínive y Bagdad en Irak.
A lo largo de los últimos veinte años, la opresión, los conflictos étnicos y sectarios, y los disturbios políticos han reducido drásticamente la comunidad asiria de Medio Oriente. Muchos han huido a Europa, Estados Unidos y Australia, lo que pone en peligro la lengua asiria, que tiene 3000 años de historia en su lugar de origen. La población asiria de Irak ha sufrido un notable descenso, ha caído de entre 800 000 a 1,4 millones de personas en la década de 1990 a menos de 142 000 actualmente, como informa la Fundación Shalma, organización dedicada a documentar las poblaciones del pueblo asirio caldeo sirio de Irak.
Este descenso puede atribuirse al cambiante panorama político de la región, sobre todo después de que Estados Unidos invadió Irak, invasión que arrojó una larga sombra sobre el pueblo iraquí hasta ahora. Los sucesivos gobiernos del país no han protegido a las comunidades asirias de grupos terroristas como el Estado Islámico (Dáesh) y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Este último ha intentado agresivamente hacerse con el control de tierras ancestrales asirias en Nínive, incluso usando a los asirios como escudos humanos durante confrontaciones en la frontera turco-iraquí. Estas tácticas coercitivas pretenden intimidar a los asirios para que se vayan.
Estos problemas han reestructurado la forma de vida de los asirios, han afectado a sus derechos humanos y sobre todo, a su libertad para expresar su identidad, cultura y lengua.
En la diversidad de Medio Oriente, los asirios emergen como una minoría indígena distintiva con identidades étnica, religiosa y lingüística únicas. Pueden rastrear su ascendencia hasta la antigua civilización asiria que floreció en Mesopotamia, el actual Irak. Aunque son predominantemente cristianos, en la comunidad asiria también hay pequeñas minorías musulmanas y yazidíes que se identifican con su herencia asiria.
Los asirios sufren marginación desde la caída de su imperio en 609 AC.
A principios del siglo XX, junto con otros grupos étnicos de la región, los asirios sufrieron bajo el Gobierno otomano, con sus políticas de «turquización» que pretendían imponer una identidad única. En esta época hubo genocidios turcos contra asirios, armenios, yazidíes y otros, que forzaron a los asirios a huir y a ocultar su identidad cultural, religiosa y lingüística por temor a perder la vida.
Tras la Primera Guerra Mundial y la caída del Imperio Otomano, continuó la opresión a los asirios mientras emergía el reino de Irak bajo mandato británico. Los asirios pretendían convertirse en una entidad independiente a cambio de su servicio en el Ejército, pero Reino Unido no mantuvo sus promesas, lo que condujo a hostilidad y opresión del recién formado Gobierno iraquí.
En 1933, el Ejército iraquí atacó brutalmente más de 60 poblados asirios en la infame masacre de Simele, que causó más de 3000 muertes. Esta masacre supuso una auténtica amenaza para la presencia asiria en la región, y provocó otro éxodo masivo.
En una entrevista con Global Voices, Saad Salloum, especialista en minorías iraquíes y profesor asistente de Relaciones Internacionales en la Universidad Mustansiriyah de Bagdad, señaló que la masacre de Simele intensificó la desconfianza entre asirios y sus vecinos kurdos y árabes, sobre todo porque la opresión nunca cesó:
En 1933, la masacre de Simele, dirigida por el general Bakr Sedqi, reflejó el terrible legado de la masacre de 1915 contra las minorías. En 2015, el grupo terrorista Dáesh continuó con este siniestro patrón de desgaste gradual.
Historias de masacres pasaron de boca en boca de una generación a la siguiente, ya que los asirios carecían de libertad de expresión para documentarlas. En la segunda mitad del siglo XX, tras su migración masiva a países occidentales, obtuvieron una mayor libertad de expresión para contar públicamente estas historias a través de sus descendientes.
A principios de la década de 1970, el gobierno iraquí del partido Ba’ath intentó mejorar la situación de los asirios con la aprobación de una ley que reconocía sus derechos culturales y lingüísticos. Adad Youssef, jefe de la Red de Alianzas de Minorías Iraquíes (Red AMI), señaló en una conversación con Global Voices que, aunque la ley fue un paso adelante, se quedó corta. Reconocía a los asirios como hablantes de asirio, pero no como un grupo étnico, y tampoco concedía reconocimiento oficial a la lengua, aunque su apoyo ayudó a preservarlo durante un tiempo:
El reconocimiento de los derechos de los hablantes de asirio estuvo lejos de ser real, puesto que el partido Ba’ath categorizó a todo el mundo como árabe excepto a kurdos y turcos. Aún así, este reconocimiento permitió la enseñanza del asirio en las escuelas oficiales de las zonas con mayoría asiria durante muchos años, hasta que cesó.
A finales de la década de 1970, Sadam Huseín desencadenó una campaña de opresión contra sus críticos, incluidas minorías como kurdos, turcos, asirios, etc. Sofocó la expresión de su identidad y sus lenguas indígenas con puño de hierro contra los medios y la libertad de expresión.
Bajo el mandato de Sadam Huseín se desplegó una dinámica inusual para algunos grupos minoritarios, como señaló la activista asiria Juliana Khamo. Fue un contrato social en el que Huseín ofreció algo de calidad de vida a cambio de que las minorías se abstuvieran de ejercer su libertad de expresión. Para los asirios, esto significaba que preservaban su identidad religiosa y su lengua pero se mantenían al margen de la sociedad.
Pero este delicado equilibrio se rompió con la ocupación estadounidense de Irak, que no solo desmanteló el régimen de Huseín , sino que también preparó el terreno para el resurgimiento de milicias y grupos terroristas, concretamente Dáesh.
Dáesh puso a las minorías asirias —entre otras— en su punto de mira, y cometió atrocidades tremendas en su contra. Destruyó iglesias, monasterios y tesoros culturales asirios de valor incalculable, como la antigua ciudad de Nimrud, importantísimo yacimiento arqueológico de la región.
Se coaccionó a los asirios para que se convirtieran al islam, les incautaron sus propiedades y se les sometió a estrictas restricciones religiosas y lingüísticas. Las mujeres y niñas asirias sufrieron repetidas violencias sexuales y matrimonios forzados. Este reino del terror creó un clima de miedo, autocensura y silencio.
Antes de que emergiera Dáesh, hubo significativos avances en cuanto a la libertad de expresión de los asirios en Irak. En 2005, la Constitución iraquí reconoció la lengua asiria como lengua minoritaria, lo que dio nuevas oportunidades para la expresión lingüística. El activista Adad Youssef dice:
Con la adopción oficial de la lengua asiria en zonas de mayoría asiria, ha florecido la educación asiria. Más de 260 escuelas de Irak ofrecen ahora el asirio, y el Departamento de Lenguas de la Universidad de Bagdad ha establecido el departamento de Lengua Asiria.
Además, se han fundado asociaciones, clubs y partidos que publican materiales tanto en asirio como en árabe sobre muchos temas, como religión, cultura, política y educación.
El reconocimiento constitucional de los derechos lingüísticos asirios y el progreso tecnológico alimentó el optimismo sobre el futuro asirio. La era digital ha equipado a los asirios con poderosas herramientas para expresarse en su propia lengua, y ha revitalizado su lengua materna. Las redes sociales, foros en línea y sitios web en lengua asiria se han convertido en nudos de comunicación, intercambio de contenidos y celebración cultural.
El periodista asirio irakí Khalpeel, detenido por tropas kurdas en 2019, señaló en una conversación con Global Voices que la lengua asiria consiguió el apoyo de los sistemas operativos iOS y Android. Un grupo de jóvenes asirios trabaja diligentemente en integrar la lengua asiria en Google Translate. Khlapeel dijo:
La tecnología ha sido un tremendo activo para los asirios, ha desempeñado un papel esencial al revitalizar nuestra herencia cultural. Nos ha dado los medios para usar nuestra lengua en el mundo digital. Hoy, asirios de todo el mundo pueden comunicarse en su propia lengua.
Pese al significativo progreso, la libertad de expresión sigue teniendo un futuro sombrío en Irak, sobre todo para los asirios, enredados en un amplio contexto de miedo, amenazas, violencia y persecución. En 2022, el Índice Mundial de Libertad de Prensa (WPFI) situó a Irán en el puesto 172 sobre un total de 180 países.
En las últimas décadas, los asirios iraquíes han sido obligados a trasladarse a zonas controladas por los kurdos, bajo penas de severas multas. Pese a las garantías constitucionales de libertad religiosa y lingüística, la opresión que sufren actualmente, la discriminación religiosa y las restricciones de movimientos les han dejado pocas opciones, aparte de la de emigrar.
Saman Dawood es un periodista iraquí especializado en derechos humanos y derechos de las minorías en Oriente Medio, especialmente yazidíes y asirios.
Publicado originalmente en árabe en Global Voices bajo licencia Creative Commons, el 26/9/2023
Traducido del inglés por Mariam A., Honey Hashem, Lourdes Sada
Este artículo forma parte de una serie en Global Voices que examina la libertad de expresión y el acceso a la información en espacios cívicos en seis comunidades lingüísticas de la región Oriente Medio y Norte de África.
En el vibrante paisaje de dificultades de Medio Oriente, tratar la libertad de expresión de los asirios exige examinar la actual marginación política que soportan en su tierra de origen, que abarca Irak y algunas zonas de Turquía y Siria…. Leer
Lanzado en el año 2004 por el tunecino SC (del inglés sound catcher, o sound cutter) MoCha, en colaboración con el palestino SC Yosh, el colectivo Checkpoint 303 es un proyecto de música electrónica y de vanguardia que ha albergado desde entonces una serie de trabajos bastante inclasificables en cuanto al estilo, pero con el denominador común de reflejar el rastro sonoro de la opresión que sufren a diario grandes sectores de la población en Oriente Medio en general, y en Palestina en particular.
Como explica el propio colectivo en su página web, Checkpoint 303 (nombre que hace referencia a uno de los puestos de control israelíes que restringen y controlan el paso en Belén, en la Cisjordania ocupada) nació con el objetivo de «cortar, rastrear, fragmentar y reconstruir el paisaje sonoro de la vida cotidiana en Oriente Medio y en todo el mundo árabe, para crear un nuevo reportaje sonoro sobre la injusticia, una oda a la resistencia frente a la opresión».
Checkpoint 303, añaden, «se inspira en los sonidos que marcan el ritmo de la vida cotidiana de millones de personas en Oriente Medio. El sonido chirriante de las balas, ecos de injusticias, alboroto, protestas y revueltas, desesperación y tristeza. Y aún así, en medio de todo eso, sonidos tranquilizadores. De esperanza, de normalidad. Actos triviales. La vida, como en todas partes. Esto no es un videojuego. La violencia no es una imagen en movimiento en la televisión. Es la pesadilla diaria de millones».
El grupo trabaja sin ánimo de lucro para mantener su independencia, e incluye a artistas tanto de dentro como de fuera de Palestina, algunos de los cuales han actuado como teloneros de la banda británica Massive Attack.
Aunque el colectivo no ha producido ningún nuevo proyecto recientemente –el último álbum es de 2018–, sus cinco trabajos publicados hasta la fecha siguen disponibles, tanto a través de su página web como en YouTube y en las distintas plataformas de streaming.
El trabajo de Checkpoint 303 que probablemente obtuvo más relevancia internacional y repercusión en los medios es The Iqrit Files (los archivos de Iqrit), de 2015, un álbum cuyo punto de partida son, como escribió Sarah Irving en The Electronic Intifada, «canciones palestinas, poesía, historia y paisajes que se combinan con los sonidos mucho más juveniles del drum and bass, el minimal techno y la electrónica ambiental».
Los palestinos de Iqrit, una localidad situada en el norte de Galilea, en la frontera con Líbano, fueron expulsados por soldados israelíes en 1948 con la promesa de que podrían regresar al cabo de unas semanas. Nunca se les permitió volver y la mayoría de los edificios fueron demolidos en 1951. Solo permanecen la iglesia y el cementerio.
El núcleo de este álbum son grabaciones de canciones populares palestinas de la zona, cantadas por Wardeh Sbeit (nacida en la propia Iqrit) y Jawaher Shofani (de una localidad próxima), y acompañadas de poemas escritos e interpretados por Jihad Sbeit.
En su reseña, Sarah Irving destaca que el álbum recoge no solo las obras de continuidad cultural y de resistencia de estos artistas, sino también «los actos realizados por los habitantes de Iqrit para mantener una propiedad simbólica, y hasta cierto punto real, de su pueblo»: «Los iqritis siguen enterrados en el cementerio del lugar y el álbum incluye grabaciones de alguien barriendo el suelo de la iglesia con una escoba. Los jóvenes, descendientes de los expulsados en 1948, han intentado recuperar las tierras de la aldea a pesar de haber sido expulsados por las fuerzas israelíes. Las muestras de Checkpoint 303 incluyen el sonido de su generador en marcha y a Walaa Sbait, un activista cuya familia procede de Iqrit, haciendo freestyle mientras camina por el pueblo».
Junto a sonidos grabados en los alrededores esta despoblada localidad, el álbum entrelaza fragmentos que apelan también, de un modo más genérico, a la cuestión palestina, desde Eleanor Roosevelt leyendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos hasta Albert Einstein elogiando las tácticas no violentas de Gandhi, pasando por un taxista que se queja de las condiciones en la Cisjordania ocupada y critica tanto a los israelíes como a Mahmud Abás, o por grabaciones de figuras como Nelson Mandela o Bob Marley.
«Esta música –escribe Irving– funciona en varios niveles. Se puede escuchar de fondo, dejando que los recuerdos y mensajes se filtren en el subconsciente (la mayoría de los temas son paisajes sonoros breves y evocadores, y solo uno supera los cinco minutos de duración) […], o se pueden poner los pies en alto durante una hora y escuchar todo el álbum, siguiendo su conmovedora narrativa en cada detalle. La sensación de añoranza y melancolía en las canciones de pérdida de Sbeit y Shofani es poderosa y, a pesar de algún que otro tema más contundente, el tono general es bastante meditativo».
Voice of Resistance (voces de resistencia), el último álbum publicado por Checkpoint 303 hasta ahora, supone una experiencia diferente y especialmente íntima, ya que se trata, también, del último trabajo en el que participó la popular cantante, compositora y arreglista palestina Rim Banna, quien falleció por un cáncer a los 51 años el 24 de marzo de 2018, apenas un mes antes de la publicación del disco.
Según explica el propio colectivo en su web, la idea del álbum surgió en mayo de 2015, justo después de que los médicos indicasen a Rim que sus cuerdas vocales estaban parcialmente paralizadas y que ya no podría seguir cantando. Rim se reunió entonces en Oslo con su productor noruego, Erik Hillestad, y con SC MoCha, y juntos idearon «un experimento sonoro sin precedentes»: Checkpoint 303 remezclaría los datos de los historiales médicos de Rim (imágenes PET de tomografías y rayos X) y los convertiría en sonidos con los que la cantante recitaría (y siempre que fuera posible cantaría) sus propios poemas, describiendo su resistencia y su lucha. El pianista de jazz Bugge Wesseltoft, que había colaborado con Rim en su último álbum, también se integró en el proyecto.
«Con increíble determinación, y a pesar de su enfermedad y de la parálisis de sus cuerdas vocales, Rim trabajó sin descanso en su nuevo álbum y consiguió terminar todas las grabaciones en enero de 2018», señalan. «Rim –añaden– dijo que quería que este álbum fuera poderoso y desafiante, y no triste ni melancólico. Musicalmente, quería algo radicalmente nuevo, un acto creativo de resistencia frente a la injusticia y la ocupación en todas sus formas. Es una poderosa declaración que celebra su lucha y la del pueblo palestino contra todos los enemigos y males, siempre con un signo de victoria y una sonrisa de esperanza».
Más información y fuentes:
» Página web oficial de Ckeckpoint 303
» A new way of hearing Palestine (The Electronic Intifada)
» Checkpoint 303 en Soundcloud
» Checkpoint 303 en Wikipedia
» SC MoCha en The Khatt Foundation
Lanzado en el año 2004 por el tunecino SC (del inglés sound catcher, o sound cutter) MoCha, en colaboración con el palestino SC Yosh, el colectivo Checkpoint 303 es un proyecto de música electrónica y de vanguardia que ha albergado… Leer
La desaparición del Imperio otomano, paralela en muchos aspectos a la del Imperio austrohúngaro, produjo una larga serie de consecuencias políticas, sociales, económicas, culturales e incluso religiosas para una amplia franja de territorios europeos y asiáticos.
En una perspectiva combinada, destacan tres hechos fundamentales:
En primer lugar, la desaparición de una entidad política multiétnica y diversa, basada en autonomías culturales, en favor de la consolidación definitiva de Estados nación de vocación y titularidad monoétnicas.
En segundo lugar, el reparto desconsiderado de amplios territorios de Oriente Medio bajo la forma de Mandatos de la Sociedad de Naciones, germen de futuros permanentes conflictos en la zona. Los mandatos suponían que territorios o colonias que antiguamente pertenecían al Imperio alemán y al otomano pasaban a ser administrados por las potencias ganadoras de la Primera Guerra Mundial.
En tercer lugar, la redefinición drástica del pueblo turco en torno a un proyecto de occidentalización y secularización radical que en la práctica nunca pudo completarse del todo.
En noviembre de 1922 se ponía fin definitivamente a una entidad política que había ocupado la historia de Europa, Asia y África durante más de 600 años. La decadencia política del Imperio otomano fue un proceso largo, pero el golpe definitivo fue el de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), en la que se sumó al bando de los imperios centrales, a la postre derrotados.
Incluso tras el fin de la guerra, continuaron los conflictos bélicos con países vecinos como Grecia o entre etnias del propio Imperio. El resultado final fue la aparición de un gobierno alternativo exclusivamente turco designado para establecer la nueva República de Turquía.
Con todas sus imperfecciones, el Imperio otomano tenía una vocación plural y nunca pretendió la asimilación cultural o religiosa de sus poblaciones. Los turcos otomanos, conscientes de su inferioridad numérica, no aspiraron a diseñar un único modelo público para todos los súbditos.
Como consecuencia de una tradición islámica que abre el camino a la convivencia de diferentes religiones, la idea de entidad política unificada o la lealtad esperada al sultán no se traducían en un modo de vida único. En el Imperio podían convivir poblaciones de religión cristiana, musulmana o judía. También etnias de origen túrquico, latino, eslavo, caucásico, iranio, griego o magiar, sin que ello implicara un cuestionamiento del proyecto común.
En realidad, el Imperio otomano constituye uno de los mejores ejemplos históricos de utilización de la autonomía como instrumento fundamental de la gestión de la diversidad. Diferentes grupos de población, básicamente alineados conforme a sus creencias religiosas (cristianos ortodoxos, cristianos armenios y judíos, fundamentalmente), componían los llamados millet. Estos fueron antecedentes de las autonomías personales o culturales existentes en varios países de la Europa central u oriental, o de Oriente medio.
Mediante los millet, los diferentes grupos religiosos disponían de autonomía en la gestión de sus propias normas y disputas, con tribunales propios. En última instancia, estos dependían de sus propios líderes religiosos, residentes, como el sultán, en la propia capital del Imperio. El número de millet, además, se amplió en los últimos siglos del Imperio.
Lógicamente, el sistema pluralista del Imperio otomano no siempre funcionó a la perfección ni pudo evitar conflictos entre comunidades. Tampoco se fundamentaba en una igualdad estricta, puesto que hasta las reformas del siglo XIX la comunidad musulmana gozaba de cierta primacía incluso en el plano jurídico.
También resulta inevitable hacer referencia a un lamentable episodio que se produjo en los estadios finales del Imperio y en una situación bélica. Hablamos del genocidio armenio, una evacuación forzosa y letal de gran parte de la población armenia de Anatolia oriental bajo la acusación de colaborar con el enemigo ruso.
Si comparamos el modelo otomano y su desarrollo con las políticas seguidas en la mayor parte de los países de mayoría cristiana y, por supuesto, con las de los Estados nación que los sustituyeron, podemos afirmar que la desaparición de los imperios plurinacionales fue un duro golpe para la diversidad histórica de una buena parte de Europa y Asia.
La segunda gran consecuencia de la desaparición del Imperio fue la orfandad política en la que se dejó a una amplia zona del occidente de Asia, fundamentalmente poblada por el pueblo árabe.
Reino Unido y Francia se repartieron de forma secreta el control de dichos territorios y la legitimación de tal reparto se produjo mediante el sistema de Mandatos de la Sociedad de Naciones. Este sistema asignaba un territorio al gobierno de una potencia occidental con la excusa de garantizar el desarrollo de sus poblaciones bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones. En realidad se trató de una nueva manera de adquirir colonias por parte de dichas potencias a costa de los países derrotados en la guerra.
El nuevo reparto territorial fue muy desafortunado. De entrada, privó de soberanía a los pueblos que poblaban dichos espacios. Además, estableció unas fronteras ilógicas que generaron gran resentimiento en el pueblo árabe al dividirlo arbitrariamente. Con ese sistema tampoco se satisfacían las aspiraciones de las comunidades judías que buscaban disponer de un hogar nacional propio en Tierra Santa.
Además, el reparto de fronteras obvió absolutamente la suerte de otros pueblos, como los kurdos, cuya existencia quedaba condenada a ser permanentemente minoritaria en diferentes Estados, con la consiguiente represión y su exclusión de la comunidad internacional.
Por último, la desaparición del Imperio marcó la necesidad del pueblo turco, titular teórico de aquél, de redefinirse nacional, territorial y políticamente. El proceso se realizó en condiciones bélicas y de conflictos constantes por todos los puntos cardinales, y bajo la idea de crear un Estado nuevo al estilo occidental.
Los fundadores del nuevo Estado turco, liderados por el militar Mustafá Kemal (posteriormente conocido como Atatürk o «padre de los turcos»), implantaron sin piedad un proyecto radical basado en un laicismo estricto, y un nacionalismo mayoritario. Esto pronto supuso la exclusión y represión de la diversidad presente en el país, para desconsuelo de kurdos, caucásicos, griegos, armenios, árabes y otras minorías.
En definitiva, la desaparición del Imperio otomano no puede entenderse como una buena noticia. Los cien años transcurridos desde entonces han servido fundamentalmente para que los Estados sucesores reafirmen su uniformidad a costa de la diversidad y para que las minorías sufran represión y asimilación.
La convivencia en la diversidad, la riqueza cultural y la autonomía de grupos, vividos durante siglos en Salónica, Adrianópolis, Esmirna, Damasco o la propia Estambul, son hoy poco más que un recuerdo de la Historia. Una historia no europea ni occidental, de la que sigue siendo necesario y urgente extraer lecciones.
Eduardo Ruiz Vieytez es profesor de la Universidad de Deusto, en la que ha ejercido como Director del Instituto de Derechos Humanos, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, y Vicerrector de Estrategia Universitaria. En el pasado ejerció como asesor jurídico del Ararteko (Defensor del Pueblo del País Vasco) y fue presidente de una ONG de apoyo a inmigrantes extranjeros. Ha sido Vocal del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes, del Comité Científico del Observatorio del Pluralismo Religioso, del Instituto Internacional de Sociología Jurídica (Oñati) y de los patronatos de las Fundaciones Ceimigra (Valencia) y Gernika Gogoratuz (Gernika). Ha realizado estancias de investigación y docencia en diversas universidades extranjeras y ha participado como experto independiente en misiones del Consejo de Europa sobre derechos de las minorías en países como Serbia, Ucrania, Moldavia, Armenia o la Federación Rusa. Sus publicaciones principales tratan sobre minorías nacionales en Europa, derechos humanos y diversidad cultural, lingüística o religiosa.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 4/12/2022
La desaparición del Imperio otomano, paralela en muchos aspectos a la del Imperio austrohúngaro, produjo una larga serie de consecuencias políticas, sociales, económicas, culturales e incluso religiosas para una amplia franja de territorios europeos y asiáticos. En una perspectiva combinada,… Leer
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti.
Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado), los shabtis comienzan a aparecer en las tumbas de la clase pudiente desde finales del Reino medio (hacia 1700 a.e.c.) y se generalizan a partir del Segundo periodo intermedio (1650-1550 a.e.c.). Con el tiempo, llegará a haber un shabti para cada día del año o incluso más: en la tumba de Tutankamón aparecieron 414. Cuando son muchos, suelen guardarse en cajas de madera.
Su color verdeazulado y forma de momia hacen que se parezcan a Osiris, el dios de los muertos, el rey difunto que ha triunfado sobre la muerte y cuyo hijo, Horus, hereda el trono sobre la tierra de los vivos.
La primera referencia escrita que tenemos a estas figurillas apunta hacia otro lado. Se trata de la fórmula 472 de los Textos de los Ataúdes, que se conserva en dos ataúdes procedentes de Dayr el-Barsha, la necrópolis de la antigua Jemenu (Hermópolis), centro fundamental de creación de nuevos textos mortuorios durante el Reino Medio (2050-1650 a.e.c.). El título de la fórmula explica el objetivo de los shabtis, pero no su identidad: «Fórmula para hacer que los shabtis hagan el trabajo de su señor en la necrópolis».
A continuación, se indica que el oficiante (normalmente, el primogénito del difunto) habla a los dioses:
¡Miradlo bien, nobles, dioses, espíritus y muertos que estáis en el cielo y en la tierra! Ha recuperado su poder, se ha hecho con sus tronos y ha gobernado los rebaños (humanos) creados para este N (= el difunto) siguiendo la orden de los dioses.
Después, se dirige a cada shabti:
Si este N es reclutado para reparar canales, nivelar explanadas, patrullar las orillas o cultivar nuevos campos para el rey reinante, ‘¡Aquí estoy yo en su lugar!’ –le dirás a todo mensajero noble que venga contra este N–.
Por último, a todos los shabtis:
¡Tomad pues vuestros picos, azadas, azuelas y capazos, como hace todo el mundo para su señor! ¡Oh, shabtis! ¡Ayudad a este N! Si este N es reclutado para su servicio y le es penoso como le ocurre a todo el mundo, «¡Aquí estamos!» –diréis–. Si este N es reclutado para vigilar a un trabajador en el cultivo de nuevos campos, repoblar las orillas o transportar arena remando desde el oeste al este del río y viceversa, «¡Aquí estamos!» –le diréis respecto a ello–.
La fórmula acaba con unas instrucciones en el colofón: «Recitar sobre un dibujo del señor vivo hecho en tamarisco y azufaifo, colocado en la capilla del noble espíritu (es decir, el difunto)».
Lo primero que sorprende es que el texto es algo anterior a la aparición de los shabtis. Como es un texto antiguo es normal que use el término shabti, el más antiguo, que significa «trozo de madera», y no ushebti, que significa «el que responde», y que aparecerá mil años más tarde (dinastía XXI).
También es llamativo que el texto presente a los shabtis respondiendo ante las órdenes de reclutamiento por parte de los emisarios reales.
Por último, el texto parece ser un encantamiento que se recitaba sobre un dibujo del difunto, para que los shabtis reaccionasen cuando llegase su momento, tal como nos indica el colofón. Esto implica que los shabtis tenían que estar ya en esa época (dinastía XII) en alguna parte de la tumba. Pero no los encontramos hasta el final de esa dinastía.
La referencia a la pieza de madera cuadra bien con los primeros shabtis, que son palos de madera poco tallados, sin inscripción o con ella.
A veces colocados en sus propios ataúdes, se ha interpretado que eran sustitutos de los trabajadores del señor de la tumba, un recuerdo de aquellos que pudieron tener que enterrarse junto al rey al comienzo de la historia egipcia (dinastía I).
Sin embargo, el hecho de que estos palitos de madera den paso a las figuras mumiformes de fayenza verdeazulada y similares podría hacer pensar que los shabtis son, propiamente, los elementos del ajuar funerario que tienen la función de sustituir al difunto en los trabajos reales. Cumplirían un papel parecido a las sandalias, por ejemplo, un artículo frecuente en los enterramientos que sirven al difunto para caminar por el otro mundo y que deben activarse mágicamente.
Los shabtis se transforman en trasuntos del difunto, sus avatares. Son figuras que imitan al difunto, identificado con Osiris, con la forma de este y el nombre de aquel, como indica la forma de tratamiento del difunto omnipresente en los Textos de los Ataúdes: «Este osiris N» (siendo N el nombre del difunto en cuestión y «Osiris», una forma de tratamiento, como si dijéramos «señor difunto»).
Da la impresión de que, por medio de la repetición (un shabti para cada día) y de la imitación (todos los shabtis son como el difunto), se pretendía engañar a esos emisarios reales para que pensaran que el propio difunto estaba cumpliendo con sus obligaciones para con el rey.
Al igual que en vida, quien tenía sus propios trabajadores estaba exento de sus obligaciones, y también podía construirse una tumba con, entre otras cosas, numerosos shabtis.
Carlos Gracia Zamacona, doctor en Egiptología por la École Pratique des Hautes Études (París), es investigador en la Universidad de Alcalá (Madrid), donde también enseña egipcio medio y hierático. Dirige el proyecto Earlier Ancient Egyptian Mortuary Texts Variability del programa Atracción de Talento de la Comunidad de Madrid.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/8/2022
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti. Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado),… Leer
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en 3D, el artista gráfico chipriota Panagiotis Constantinou está logrando ‘devolver a la vida’ a decenas de personajes históricos, y mostrarlos tal y como podrían ser realmente si nos los cruzásemos por la calle hoy en día. El resultado puede ser más o menos científico, pero resulta, ciertamente, espectacular.
Sus creaciones, compartidas en forma de vídeos en su canal de YouTube, donde tiene unos 50.000 seguidores, incluyen grandes figuras de la historia, hombres y mujeres, en una larga lista que abarca desde el Antiguo Egipto hasta los más importantes científicos del Renacimiento, pasando por emperadores romanos, filósofos griegos, monarcas españoles, ingleses y polacos, zares rusos, conquistadores… Hay también espacio para un enfoque menos eurocéntrico, con algunos rostros de la India, Filipinas o de nativos norteamericanos, e incluso para personajes anónimos.
Según publicó el diario griego Proto Thema, Constantinou, «tras reconstruir muchos de los rostros famosos del pasado, se dio cuenta de que no eran tan diferentes a los de alguien que podría encontrar caminando por la Atenas o la Roma actuales».
El artista asegura que la recepción de su trabajo ha sido «abrumadoramente positiva», pero reconoce que ha recibido también «comentarios negativos de extremistas en ambos lados del espectro político». En la información de su canal de YouTube deja claro que se trata de «un lugar para personas de mente abierta y con visión de futuro que aman la historia». «Por favor, nada de racismo, fanatismo religioso o nacionalismo», añade.
A continuación, algunos de los trabajos que Constantinou dedica al Antiguo Egipto y a otras civilizaciones de Oriente Medio, realizados, según explica, «en un esfuerzo por separar los mitos y los conceptos erróneos de la realidad».
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en… Leer
Un equipo de arqueólogos jordanos y franceses ha hallado un santuario de aproximadamente 9.000 años de antigüedad en un yacimiento neolítico situado cerca de las montañas de Jafr, en el desierto oriental de Jordania, a unos 200 kilómetros al sureste de la capital, Ammán.
Según informó el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Jordania, el complejo ritual fue descubierto cerca de estructuras conocidas como «cometas del desierto», grandes trampas que se cree eran utilizadas para la caza, concretamente de gacelas salvajes destinadas probablemente al sacrificio.
Estas trampas consisten en dos o más paredes largas de piedra que convergen hacia un recinto donde quedaban atrapados los animales, y se encuentran dispersas por los desiertos del Oriente Medio.
«Se trata de un yacimiento único, especialmente por su estado de conversación», afirmó el arqueólogo jordano Wael Abu-Azziza, codirector del proyecto, en declaraciones recogidas por la agencia AP. «Tiene 9.000 años y todo estaba casi intacto», añadió.
Dentro del santuario fueron halladas dos piedras verticales talladas con figuras antropomórficas. Una de ellas incluye una representación en miniatura de una «cometa del desierto» que, según el Ministerio de Turismo jordano, constituiría «el plano arquitectónico de trampas de piedra más antiguo del mundo».
«El descubrimiento comprende el modelo arquitectónico más antiguo del mundo y el plano más antiguo de trampas de piedra, que datan de en torno al año 7000 a. C., en el periodo del Neolítico», explicó el ministro de Turismo y Antigüedades de Jordania, Nayef al Fayez.
Los arqueólogos hallaron asimismo varios fósiles marinos, figuras de animales, herramientas de piedra y otros artefactos relacionados con la práctica de rituales religiosos.
Según señalaron los investigadores en un comunicado, el santuario descubierto «arroja una luz completamente nueva sobre el simbolismo, la expresión artística y la cultura espiritual de estas poblaciones neolíticas hasta ahora desconocidas».
La proximidad del santuario a las trampas sugiere que los habitantes eran cazadores especializados y que las trampas eran «el centro de su vida cultural, económica y hasta simbólica en esta zona marginal», indica el comunicado, recogido por AP.
El equipo incluía arqueólogos de la Universidad Al Hussein Bin Talal de Jordania y del Instituto Francés de Oriente Próximo. El santuario fue excavado durante la última temporada de trabajos, en 2021.
Más información y fuentes:
» Archaeologists find 9,000-year-old shrine in Jordan desert (AP)
» Descubren en Jordania “el plano arquitectónico más antiguo del mundo”, de hace 9.000 años (EFE / 20Minutos)
» La caza de las cometas del desierto (Público)
» Strange Desert Kites are how ancient man trapped his kill (Green Prophet)
» Desert kites in Jordan and Saudi Arabia: Structure, statistics and function, a Google Earth study (Quaternary International)
» Desert kite (Wikipedia)
Un equipo de arqueólogos jordanos y franceses ha hallado un santuario de aproximadamente 9.000 años de antigüedad en un yacimiento neolítico situado cerca de las montañas de Jafr, en el desierto oriental de Jordania, a unos 200 kilómetros al sureste… Leer
Los habitantes de las antiguas ciudades-estado de Oriente Medio disfrutaban de una vibrante vida social y económica centrada en las instituciones de los palacios y los templos, con el apoyo de las comunidades agrícolas y pastoriles de los alrededores. Las personas, los bienes y las ideas fluían entre estas ciudades generando una esfera cultural en la que se conservaban fuertes identidades y costumbres locales.
Una de esas costumbres, surgida en el área de Siria, fue la figura del acróbata profesional, o huppû, adscrito a la corte real.
La primera mención conocida del huppû se encuentra en documentos administrativos de la antigua ciudad de Ebla (Tell Mardikh), en Siria, que datan de en torno al año 2320 a. C. Los detalles de la profesión se pueden reconstruir a partir de fragmentos de información en un archivo real (1771-1764 a. C.) de unas 20.000 tablillas conservadas en la vecina ciudad de Mari (Tell Hariri), en el río Éufrates.
Los registros contables y las cartas personales revelan grupos de huppû que actuaban varias veces al mes en eventos especiales para celebrar el regreso del rey a la ciudad, la llegada de visitantes importantes y festivales religiosos. El programa del festival de la diosa Ishtar incluía huppû, luchadores y sacerdotes de lamentaciones que cantaban en el antiguo idioma sumerio acompañados de tambores.
Estos espectáculos eran tan admirados que el elenco y el equipo acompañaban al rey para entretenerlo y actuar en reinos extranjeros.
Solo han perdurado dos términos de los que se utilizaban para describir las actuaciones del huppû, y ambos evocan un festín visual de movimiento y gran energía.
El primero, mēlulu, significaba «jugar», «actuar» o «luchar».
El segundo, nabalkutu, se aplicaba a toda una gama de acciones audaces y dinámicas: «quitar un obstáculo», «rebelarse contra la autoridad», «ponerse patas arriba», «cambiar de bando», «caer» (como un pájaro en vuelo) y «rodar» (aplicado también a una ola o un terremoto).
Podemos imaginar grupos de huppû exhibiendo una combinación coreografiada de proezas acrobáticas y danzas, armonizando la fuerza física y el control con la expresión corporal para ganarse a la audiencia.
El oficio era, al parecer, una actividad exclusivamente masculina. No hay registros de formas femeninas del sustantivo huppû, ni ningún huppû documentado con un nombre femenino.
El acceso a una educación formal en la escritura y las artes en la antigua Siria, como en otras partes de Oriente Próximo, estaba determinado principalmente por el estatus familiar: la mayoría de los niños seguían los pasos de sus padres.
Existían conservatorios especializados para músicos y cantantes prometedores, masculinos y femeninos, y, al igual que sucede con los atletas modernos, los jóvenes aprendices masculinos de huppû eran enviados a academias dedicadas al aprendizaje y el dominio del oficio, a través de años de ejercicios repetitivos y extenuantes.
La correspondencia entre la élite alfabetizada que se conserva parece indicar que la separación entre conservatorios artísticos y academias deportivas reflejaba a su vez una división entre mente y cuerpo en los valores culturales.
La tensión existente entre las escuelas aparece en una carta escrita por el agobiado líder de la compañía real de huppû, Piradi, al rey Zimri-Lim, fechada alrededor del año 1763 a. C.
Apelando primero al buen juicio del rey («mi señor sabe cuándo miento y cuándo no»), Piradi continúa lamentando la subestimada dificultad de su arte (un agravio confirmado hasta cierto punto por la disparidad salarial entre músicos y acróbatas en las cuentas reales) y el desprecio que sufre por parte de los músicos.
Como escribe, de hecho, un músico: «Si rompo mi juramento, ¡pueden perseguirme y convertirme en un huppû!».
Los miembros de la compañía vivían fuera del palacio y probablemente tenían familias, aunque no siempre felices: a juzgar por la declaración de Piradi, una mujer acababa de salir de su casa y robarle sus posesiones.
El empleo era ocasional. Los pagos se cobraban después de las representaciones, probablemente varias veces al mes, en forma de siclos de plata.
Una lista que se ha conservado de los desembolsos del palacio para un viaje a una ciudad vecina apunta a una vida razonable: un huppû ordinario cobró un siclo; el segundo al mando, dos; el principal, cinco.
(Para ponerlo en perspectiva, con un siclo de plata podían comprarse 300 kilos de cebada).
El huppû principal tenía un papel especialmente privilegiado. Piradi disfrutaba de acceso directo al oído del rey, y conseguía lujosos obsequios, como prendas de «primera calidad», armas de plata y vino.
En una profesión tan competitiva, no obstante, el puesto de jefe de compañía era muy estresante.
Los huppû de la ciudad de Mari vivían con la amenaza siempre presente de la competencia externa, especialmente de sus rivales de la famosa escuela huppû de la cercana Halep (la actual Alepo), y de la posible falta de trabajo o los despidos que pudiera suponer la llegada de un nuevo gobernante dispuesto a recortar los fondos para las artes.
La profesión de huppû se mantuvo bajo el mismo nombre, y probablemente de la misma forma, durante más de mil años.
Así lo refleja por un contrato legal firmado en el año 628 a. C. por un entrenador huppû privado llamado Nanā-uzelli, a unos 450 kilómetros de Mari, en Borsippa, cerca de Babilonia, en el actual Irak. Por el precio de dos siclos de plata, entrenaría al hijo de un hombre por un periodo de dos años y cinco meses.
Otra prueba de la gran expansión que tuvo el oficio de huppû a través de Oriente Medio, desde su tierra natal en Siria, es una escena de un banquete real grabada dentro de un cuenco de bronce elamita del suroeste de Irán, de alrededor del año 600 a. C.
El cuenco, una de las representaciones más antiguas de su tipo, muestra un conjunto de músicos que actúan junto a una compañía de acróbatas que se inclinan hacia atrás, se balancean sobre unos zancos y caminan con las manos.
La próxima vez que veas gimnasia, o acróbatas en el circo, piensa en cómo los seres humanos han estado llevando sus cuerpos al límite desde hace miles de años.
Javier Alvarez-Mon es profesor de Arqueología y Arte de Próximo Oriente en la Universidad de Macquarie (Sídney, Australia).
Yasmina Wicks es investigadora de postdoctorado en la Universidad de Macquarie.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 10/10/2021
Traducción del original en inglés: The world’s first professional acrobats were flipping through the Middle East 4,000 years ago
Los habitantes de las antiguas ciudades-estado de Oriente Medio disfrutaban de una vibrante vida social y económica centrada en las instituciones de los palacios y los templos, con el apoyo de las comunidades agrícolas y pastoriles de los alrededores. Las… Leer
Un cementerio romano de 2.000 años de antigüedad con al menos 20 tumbas decoradas ha sido descubierto en el norte de la Franja de Gaza, cerca de la ciudad de Beit Lahia, durante unas obras para la construcción de viviendas. «Hemos hecho varios descubrimientos arqueológicos en el pasado, pero este es el más importante en los últimos diez años», afirmó el director general del Ministerio de Turismo y Antigüedades de Gaza, Jamal Abu Rida, en declaraciones recogidas por Reuters.
El cementerio tiene una superficie de unos 50 metros cuadrados, y se cree que puede contener hasta 80 tumbas romanas. De momento solo se han abierto dos, y en una de ellas había restos óseos y algunas vasijas de barro. El yacimiento está siendo supervisado por un equipo de expertos franceses.
La forma de las tumbas y el hecho de que estén decoradas hace pensar que probablemente pertenecieron a “personas de alto rango” en el Imperio romano durante el siglo I, según explicó Abu Rida. A diferencia de las tumbas musulmanas de periodos posteriores que miran de norte a sur, las tumbas romanas se encuentran orientadas de este a oeste, añadió.
Las obras del área residencial durante las cuales fue descubierto el cementerio forman parte de un proyecto de reconstrucción financiado por Egipto, dentro del paquete de ayuda por valor de 500 millones de dólares prometido por El Cairo tras el conflicto entre Gaza e Israel de mayo de 2021.
Gaza es una de las zonas históricamente más transitadas en el Mediterráneo oriental, como paso esencial en la ruta comercial entre Egipto y el Levante. Su importante patrimonio arqueológico (filisteos, califatos islámicos, Imperio otomano, ocupación británica…) está amenazado por la grave crisis económica que sufre la Franja, fruto principalmente del bloqueo impuesto por Israel desde que la organización islamista Hamás llegó al poder en 2006, así como por la falta de interés de unas autoridades acusadas a menudo de corrupción, y por los saqueos llevados a cabo en un contexto de pobreza y falta de recursos.
Más información y fuentes:
» Builders find 2,000-year-old Roman cemetery in Gaza (Nidal Al-Mughrabi, Reuters)
» La difícil supervivencia del patrimonio de Gaza (Chom Sánchez, La Vanguardia)
Embed from Getty Images Un cementerio romano de 2.000 años de antigüedad con al menos 20 tumbas decoradas ha sido descubierto en el norte de la Franja de Gaza, cerca de la ciudad de Beit Lahia, durante unas obras para… Leer
El hundimiento de los regímenes políticos en el Próximo y Medio Oriente, tras la Guerra de Irak (2001–2003) y la Guerra de Siria después del fracaso de la primavera árabe en 2011, propició el surgimiento de movimientos políticos fuertemente ideologizados con una concepción religiosa radical como Estado Islámico (EI) o Daesh.
En los territorios que permanecieron bajo su control se llevaron a cabo una serie de acciones presentadas como la aplicación estricta de los principios islámicos, pero que, de hecho, suponían ataques contra la concepción occidental de la sociedad, como la destrucción de la biblioteca de Mosul y el saqueo de museos y yacimientos arqueológicos como Nimrud, Hatra, Dur Sharrukin (Khorsabad), incluyendo el palacio de Senaquerib, y especialmente el conjunto arqueológico de la ciudad de Palmira, considerada Patrimonio de la Humanidad (World Heritage Site) por la UNESCO desde 1980, donde fueron destruidos los templos de Bel y Baalshamin, el León de A–lat, el Arco monumental, la Torre de Elahbel y diversas secciones del castillo.
No se trata únicamente de una reafirmación ideológica, sino de la transmisión de un mensaje al mundo occidental que entiende los monumentos histórico-arqueológicos como elementos esenciales de un pasado cultural e ideológico común de la Humanidad. Esta moderna iconoclastia constituye un acto político y propagandístico, que llegó incluso a la decapitación pública del conservador del centro arqueológico, Khaled al–Asaad, acusado de apostasía e idolatría.
Las destrucciones realizadas por Estado islámico desde 2004 no constituyen una excepción, al sumarse, entre otros, al saqueo de los museos egipcios durante las revueltas políticas entre 2011 y 2013, o la voladura por los talibanes de los budas de Bamiyan, también patrimonio de la UNESCO, en 2001.
El trasfondo ideológico para dichas destrucciones no es únicamente la defensa del monoteísmo, sino una versión moderna de la Damnatio memoriae (condena y eliminación de la memoria) romana, un intento de borrar la existencia de una determinada estructura social y cultural en un territorio como sistema para negar el derecho a la existencia representado por los elementos icónicos de su pasado.
Destruir el pasado significa negar el presente y, especialmente, el futuro. Infamar los vestigios del pasado es también una herramienta político–social destinada a reafirmar la posesión de un territorio mediante la desaparición de los elementos tangibles de su historia. Es una forma de desarraigo.
La iconoclastia incluye, no obstante, problemáticas diferentes. En otros casos, la destrucción de los símbolos del pasado puede simbolizar una revisión de la propia historia, entendiendo que los cambios sociales contemporáneos deben aplicarse también a la construcción del discurso narrativo del pasado. Es el caso de las estatuas confederadas en Estados Unidos.
Las destrucciones de yacimientos arqueológicos por parte de Estado Islámico tienen también un claro componente de beneficio económico. El saqueo de los museos de Irak durante la invasión de 2003 propició la entrada en el circuito semiclandestino de antigüedades de un gran número de materiales arqueológicos, en parte perdidos definitivamente dentro de las redes ilegales del mercado negro de obras de arte.
Ese saqueo fue seguido por el intento de forzar una modificación de la legislación iraquí para permitir la exportación legal del patrimonio histórico–arqueológico. Con la justificación de preservar una herencia cultural común, se actualizaron las prácticas coloniales que supusieron la exportación del patrimonio arqueológico de Mesopotamia, el Próximo Oriente y Egipto entre finales del siglo XVIII y el siglo XX. Estas son las principales colecciones de los museos europeos y estadounidenses.
Estos materiales, junto a los procedentes de los territorios subsaharianos, asiáticos y oceánicos, se encuentran en muchos casos en litigio de devolución tras las reclamaciones de los países de procedencia. Los pleitos sólo en una pequeña parte culminan con el retorno de los mismos. Esto hace perdurar la fractura y el despojo del patrimonio en aplicación de principios neocoloniales derivados de una errónea, pero arraigada, idea de superioridad cultural.
El tráfico de antigüedades ha constituido durante años una de las principales fuentes de financiación de Daesh. Exporta el producto de sus expolios a través de las permeables fronteras de Turquía, Jordania y el Líbano con la complicidad activa y pasiva de las redes de tráfico de obras de arte y las autoridades políticas, responsables de la comercialización y del cierre de las fronteras.
Se trata de un tráfico que ha comportado un volumen tan elevado de exportaciones ilegales, realizado casi sin enmascaramiento, que forzó la resolución 2199 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 15 de marzo de 2015 por la que se declaraba ilegal el comercio de obras de arte histórico–arqueológicas procedentes de Irak y Siria.
Este intento por combatir el tráfico ilícito no tiene muchas posibilidades de servir, al depender fundamentalmente de la voluntad de dos grupos de gobiernos: aquellos que deben impedir el tránsito de los materiales procedentes del saqueo de museos y yacimientos por su territorio, y los que albergan puertos francos de depósito y «enfriamiento» de los materiales antes de que, una vez «blanqueados», pueden incorporarse al mercado clandestino del arte y, lo que es peor, en muchas ocasiones al comercio legal.
En concreto, la resolución de Naciones Unidas incluía: la condena a la destrucción de enclaves del patrimonio cultural de Irak y Siria, con especial mención a los edificios de carácter religioso; la prohibición de llevar a cabo cualquier tipo de tráfico de antigüedades con organizaciones como ISIL, ANF y Al Qaeda; la reafirmación de la ilegalidad del tráfico de obras de arte procedentes de Irak; y la declaración como ilegal del tráfico de obras de arte procedentes de Siria.
En todo caso, las iniciativas de la ONU y la UNESCO se han demostrado ineficaces debido a la propia extensión de la idea de lo que es y significa el patrimonio histórico–arqueológico en muchos países, cuyos dirigentes llegan a considerar dicha destrucción como un problema menor dentro de las tensiones políticas, sociales y económicas que les afectan, mucho más profundas y acuciantes que la conservación de las obras de arte.
Posiblemente, entra en juego también una decisión calculada de minimizar la expansión de Estado Islámico dentro de una política de contención de daños que pasa por la colaboración encubierta. Como en cualquier transacción económica, existe la venta como resultado de una creciente demanda, pero no se actúa con la suficiente firmeza frente a las redes de tráfico ni tampoco ante los intermediarios en las transacciones ni los receptores de los materiales, dado que, con excepción de las piezas mejor conocidas y catalogadas, el mercado de materiales arqueológicos y de obras de arte se nutre del desconocimiento de la procedencia y del blanqueo a que son sometidos los objetos expoliados.
La problemática indicada no dispone de una solución a corto plazo pese a que haga ya más de dos décadas de su inicio. Cabe recordar que todavía en la actualidad, y después de tres cuartos de siglo del final de la Segunda Guerra Mundial, las consecuencias del saqueo de los tesoros artísticos europeos por la Alemania nazi continúan sin resolverse. Eso pese a la ingente labor realizada, incluyendo, en el caso de Francia, la creación y difusión de fondos documentales destinados a la identificación de los propietarios legítimos de obras que forman parte de las colecciones nacionales francesas y, en su caso, proceder a su devolución.
Si el citado es un caso difícil pero asumible dado que muchas de las piezas estaban catalogadas antes de 1939, en el caso de los bienes procedentes del saqueo contemporáneo de yacimientos arqueológicos realizados sin ningún tipo de registro técnico, el problema puede llegar a ser irresoluble.
Glòria Munilla Cabrillana es profesora agregada de Estudios de Artes y Humanidades y directora del Máster Interuniversitario del Mediterráneo Antiguo en la Universitat Oberta de Catalunya.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 14/7/2021
El hundimiento de los regímenes políticos en el Próximo y Medio Oriente, tras la Guerra de Irak (2001–2003) y la Guerra de Siria después del fracaso de la primavera árabe en 2011, propició el surgimiento de movimientos políticos fuertemente ideologizados… Leer
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.