«La pesadilla en Gaza es más que una crisis humanitaria. Es una crisis de humanidad […] Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños». Así se expresó este lunes el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en una… Leer
«La pesadilla en Gaza es más que una crisis humanitaria. Es una crisis de humanidad […] Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños». Así se expresó este lunes el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en una intervención durante la que volvió a exigir un alto en fuego a «todas las partes».
El número de muertos por ataques israelíes a Gaza desde el pasado 7 de octubre supera ya los 10.000, según informó este mismo lunes el Ministerio de Salud de Gaza. De ellos, 4.104 son niños.
Tanto el Gobierno gazatí como la ONU y otras organizaciones de ayuda han denunciado ataques sobre objetivos civiles, entre ellos escuelas y hospitales.
Además, las autoridades palestinas han elevado a 155 los palestinos muertos en Cisjordania y Jerusalén Este por disparos de las fuerzas israelíes y ataques por parte de colonos desde el 7 de octubre, fecha en la que Hamás llevó a cabo los ataques en territorio israelí que dejaron cerca de 1.400 muertos y más de 240 secuestrados.
La organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras alertó este lunes de que la situación en la Franja es ya «una catástrofe humanitaria que no tiene precedentes en la región» y denunció «una falta sistemática de respeto al Derecho Internacional Humanitario».
Esta es la transcripción íntegra, traducida al castellano, del mensaje de Guterres de este lunes:
La pesadilla en Gaza es más que una crisis humanitaria.
Es una crisis de humanidad.
La intensificación del conflicto está sacudiendo al mundo, sacudiendo la región y, lo que es más trágico, destruyendo tantas vidas inocentes.
Las operaciones terrestres de las Fuerzas de Defensa de Israel y los continuos bombardeos están afectando a civiles, hospitales, campos de refugiados, mezquitas, iglesias e instalaciones de la ONU, incluidos refugios.
Nadie está seguro.
Al mismo tiempo, Hamás y otros militantes utilizan a civiles como escudos humanos y continúan lanzando cohetes indiscriminadamente hacia Israel.
Reitero mi condena total de los abominables actos de terrorismo perpetrados por Hamás el 7 de octubre y repito mi llamamiento a la liberación inmediata, incondicional y segura de los rehenes retenidos en Gaza.
Nada puede justificar la tortura, el asesinato, los heridos y el secuestro deliberados de civiles.
La protección de los civiles debe ser primordial.
Estoy profundamente preocupado por las claras violaciones del derecho internacional humanitario que estamos presenciando.
Permítanme ser claro: ninguna parte en un conflicto armado está por encima del derecho internacional humanitario.
Damas y caballeros de la prensa, Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños.
Según informes, cada día mueren o resultan heridos cientos de niñas y niños.
Según informes, en un periodo de cuatro semanas han muerto más periodistas que en cualquier conflicto en al menos tres décadas.
Han sido asesinados más trabajadores humanitarios de Naciones Unidas que en cualquier periodo comparable en la historia de nuestra organización.
Saludo a todos aquellos que continúan su labor de salvar vidas a pesar de los abrumadores desafíos y riesgos.
La catástrofe que se está desarrollando hace que la necesidad de un alto el fuego humanitario sea más urgente cada hora que pasa.
Las partes en el conflicto –y, de hecho, la comunidad internacional– se enfrentan a una responsabilidad inmediata y fundamental: detener el sufrimiento colectivo inhumano y ampliar dramáticamente la ayuda humanitaria a Gaza.
Hoy, las Naciones Unidas y nuestros socios están lanzando un llamamiento humanitario por valor de 1.200 millones de dólares para ayudar a 2,7 millones de personas: es decir, toda la población de la Franja de Gaza y medio millón de palestinos en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental.
Parte de la ayuda vital está llegando a Gaza desde Egipto a través del cruce de Rafah.
Pero el goteo de asistencia no cubre el océano de necesidades.
Y seamos claros: el cruce de Rafah por sí solo no tiene capacidad para procesar camiones de ayuda a la escala requerida.
Poco más de 400 camiones han cruzado a Gaza en las últimas dos semanas, en comparación con los 500 que llegaban al día antes del conflicto. Y lo más importante es que esto no incluye el combustible.
Sin combustible, los recién nacidos en incubadoras y los pacientes con soporte vital morirán.
El agua no se puede bombear ni purificar.
Las aguas residuales sin tratar pronto podrían comenzar a fluir a las calles, propagando aún más las enfermedades.
Los camiones cargados con ayuda crítica quedarán varados.
El camino a seguir es claro: un alto el fuego humanitario. Ahora.
Que todas las partes respeten todas sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario. Ahora.
Esto significa la liberación incondicional de los rehenes en Gaza. Ahora.
La protección de civiles, hospitales, instalaciones de la ONU, refugios y escuelas. Ahora.
Más alimentos, más agua, más medicinas y, por supuesto, combustible, entrando a Gaza de forma segura, rápida y en la escala necesaria. Ahora.
Acceso sin restricciones para entregar suministros a todas las personas necesitadas en Gaza. Ahora.
Y el fin del uso de civiles como escudos humanos. Ahora.
Ninguno de estos llamamientos debe estar condicionado a los demás.
Y para todo esto, necesitamos más financiación… Ahora.
Además, sigo profundamente preocupado por el aumento de la violencia y la expansión del conflicto. La Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Oriental, se encuentra en un punto de ebullición.
Tampoco olvidemos la importancia de abordar los riesgos de que el conflicto se extienda a toda la región.
Ya estamos presenciando una espiral de escalada desde Líbano y Siria hasta Irak y Yemen.
Esa escalada debe detenerse.
Deben prevalecer la calma y los esfuerzos diplomáticos.
Deben cesar la retórica de odio y las acciones provocadoras.
Estoy profundamente preocupado por el aumento del antisemitismo y la intolerancia antimusulmana.
Las comunidades judías y musulmanas en muchas partes del mundo están en alerta máxima, temiendo por su seguridad personal.
Las emociones están en un punto álgido. Las tensiones están aumentando.
Las imágenes del sufrimiento son desgarradoras.
Pero debemos encontrar una manera de aferrarnos a nuestra humanidad común.
Pienso en los civiles de Gaza –la gran mayoría mujeres y niños– aterrorizados por los implacables bombardeos.
Me uno a la familia de las Naciones Unidas en el duelo por 89 de nuestros colegas de la UNRWA que han sido asesinados en Gaza, muchos de ellos junto con miembros de sus familias.
Entre ellos se incluyen profesores, directores de escuelas, médicos, ingenieros, guardias, personal de apoyo y una joven llamada Mai.
Mai no dejó que su distrofia muscular o su silla de ruedas limitaran sus sueños. Fue una estudiante destacada, se convirtió en desarrolladora de software y dedicó sus habilidades a trabajar en tecnología de la información para la UNRWA.
Su ejemplo me inspira de una forma muy profunda. Únanse a su ejemplo.
Pienso en todos los torturados y asesinados en Israel hace casi un mes y en los rehenes, secuestrados de sus hogares, sus familias y sus amigos mientras simplemente vivían sus vidas.
Hace diez días me reuní con algunos de los familiares de esos rehenes.
Escuché sus historias, sentí su angustia y su compasión me conmovió profundamente.
Nunca dejaré de trabajar por su liberación inmediata. Esto es esencial en sí mismo y central para resolver muchos otros desafíos.
Una madre compartió conmigo conmovedoramente su desolación por su hijo secuestrado, Hersh.
También habló fuera del Consejo de Seguridad y, sobre el tema de enfrentar el odio, dijo:
«Cuando sólo te indignas cuando matan a los bebés de un bando, entonces tu brújula moral se rompe y tu humanidad se rompe».
Incluso en su absoluta desesperación, ella se presentó ante el mundo y nos recordó:
«En una competición de dolor nunca hay un ganador».
Debemos actuar ahora para encontrar una salida a este brutal, terrible y agonizante callejón sin salida de destrucción.
Para ayudar a acabar con el dolor y el sufrimiento.
Para ayudar a sanar a los quebrantados.
Y para ayudar a allanar el camino hacia la paz, hacia una solución de dos Estados en la que israelíes y palestinos vivan en paz y seguridad.
Gracias.
«La pesadilla en Gaza es más que una crisis humanitaria. Es una crisis de humanidad […] Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños». Así se expresó este lunes el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en una… Leer
El asedio de Israel a la Franja de Gaza –tras un devastador ataque de Hamás contra Israel– ha causado alarma en Egipto. Egipto comparte una frontera de 12 km de largo con Gaza y controla el principal punto de salida –el paso fronterizo de Rafah– para los aproximadamente 2 millones de personas que viven allí.
Moina Spooner, de The Conversation Africa, pidió a Lorenzo Navone, que lleva casi 10 años realizando diversas investigaciones sobre la frontera entre Gaza y Egipto, que compartiera sus impresiones sobre la importancia de la frontera.
La región oriental de Egipto, el Sinaí, limita con Israel y Gaza. Esto le ha otorgado históricamente un importante papel en el conflicto palestino-israelí, ya que controla uno de los dos principales pasos fronterizos para civiles. El paso de Rafah es la única frontera de Gaza que no está administrada directamente por Israel.
El paso es vital para la supervivencia de los gazatíes. Desde 2007, Israel ha impuesto un bloqueo (por tierra, mar y aire) sobre la Franja de Gaza. Esto se produjo tras la retirada de los israelíes de la Franja de Gaza en 2005 y después de que Hamás ganara las elecciones de 2006.
Aunque el paso de Rafah es la única frontera de Gaza que no está administrada directamente por Israel, Egipto ha apoyado de facto el bloqueo porque la frontera de Rafah está estrechamente controlada y solo se abre de forma impredecible y ocasional.
Gaza depende totalmente de la ayuda humanitaria internacional, del trabajo de los pocos palestinos autorizados a trabajar en Israel y de los túneles excavados bajo la frontera entre Egipto y la Franja de Gaza. Tanto para Egipto como para Israel, los túneles constituyen una amenaza ya que pueden utilizarse eventualmente para el contrabando de armas y la infiltración de terroristas.
El bloqueo de la Franja de Gaza ha tenido un impacto dramático en las vidas de más de dos millones de palestinos que viven en Gaza. Carecen de acceso a derechos fundamentales como la alimentación, la educación, el empleo y la sanidad.
Desde hace casi 20 años, la Franja de Gaza es una prisión al aire libre. Por tanto, el paso fronterizo de Rafah tiene una enorme importancia para los palestinos, ya que es uno de los pocos puntos de acceso para la circulación de personas, mercancías y ayuda humanitaria hacia y desde Gaza. Les permite mantener conexiones vitales con el mundo exterior y acceder a recursos esenciales. Su funcionamiento desempeña un papel fundamental para aliviar las dificultades a las que se enfrentan los gazatíes.
El estallido de la guerra actual entre Israel y Hamás, junto con otras facciones de la resistencia palestina, pone de relieve tres cuestiones clave:
En primer lugar, aunque el paso fronterizo de Rafah es la única salida de la Franja de Gaza, ha estado cerrado más tiempo del que ha estado abierto durante casi 20 años. Hay que tener en cuenta que un paso fronterizo debería funcionar 24 horas al día, 7 días a la semana.
Las aperturas eran esporádicas y las condiciones para obtener una autorización de tránsito poco claras. Tampoco está claro quién gobierna el paso fronterizo y quién decide sus aperturas.
En los últimos años, los habitantes de Gaza han dependido del funcionamiento del paso fronterizo de Rafah y de los túneles. Esto es aún más cierto hoy en día: representa un auténtico salvavidas para los residentes de Gaza.
En segundo lugar, una apertura humanitaria del paso significaría probablemente la llegada de miles de palestinos desplazados a Egipto. Egipto no estará dispuesto a acogerlos porque teme que se queden de forma permanente.
Por último, la cuestión de no aceptar fácilmente a los refugiados palestinos pone de manifiesto la ambigua postura de Egipto hacia ellos. Entre los países árabes fronterizos con Israel y los Territorios Palestinos Ocupados, Egipto es el único que no ha permitido el establecimiento de campos de refugiados palestinos en su territorio, a diferencia de Siria, que acoge a más de 500 000 refugiados; Jordania, que acoge a 2 millones, y Líbano, que acoge a más de 200 000.
Por un lado, en su retórica, Egipto se opone a la deportación de los palestinos de Gaza y les apoya en su lucha por obtener un Estado soberano.
Por otro lado, Egipto es actualmente un país superpoblado con una economía frágil y no quiere que una nueva masa de personas pobres entre en su territorio. Desde 1948, se calcula (aunque no se sabe con certeza) que hay unos 80 000 palestinos viviendo en Egipto. La mayoría de ellos no tienen derechos ciudadanos y viven fuera de cualquier marco de protección legal y humanitaria.
Ahora mismo, la situación es muy volátil, pero creo que Egipto no está gestionando nada en absoluto. De hecho, más bien parece un espectador pasivo de los acontecimientos en curso.
Si descartamos una improbable intervención militar egipcia para detener el asalto israelí a Gaza (que podría desembocar en una guerra regional de mayor envergadura), Egipto solo tiene dos opciones.
En primer lugar, utilizar todas las vías diplomáticas a su alcance para negociar un alto el fuego. Esto supondrá un inmenso desafío, ya que Israel percibe la Franja de Gaza y todos sus habitantes (incluidos menores, mujeres y ancianos) como una amenaza existencial, lo que significa que no tiene intención de suspender la guerra ni de escuchar a nadie.
En segundo lugar, proporcionar ayuda humanitaria a los desplazados internos de la Franja de Gaza a través de corredores seguros. Israel cortó el suministro de electricidad, gas, internet y agua de Gaza antes de su asalto. Así pues, Gaza sufre actualmente un apagón total y una hambruna.
En estos momentos, el principal riesgo, que Egipto debe tener en cuenta al tomar esta decisión, es la inmensa pérdida de vidas a la que se enfrentan los gazatíes.
Lorenzo Navone es doctor en sociología (Universidad de Génova, Italia) y ejerce actualmente como profesor en la LinCS-Universidad de Estrasburgo/CNRS (Francia) e investigador asociado en el Institut Convergences Migrations. Sus intereses de investigación abarcan el funcionamiento de la triple frontera entre Egipto, Israel y la Franja de Gaza, las migraciones internacionales y la proliferación de muros fronterizos en todo el mundo.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 16/10/2023
Traducción del original en inglés: Egypt’s Rafah crossing is a lifeline to Palestinians living in Gaza – but opening it is still unresolved
El asedio de Israel a la Franja de Gaza –tras un devastador ataque de Hamás contra Israel– ha causado alarma en Egipto. Egipto comparte una frontera de 12 km de largo con Gaza y controla el principal punto de salida… Leer
Justo antes del ataque de Hamás, Benjamin Netanyahu y Mohammed bin Salman habían hablado de avances en un «acuerdo de paz histórico» entre Israel y Arabia Saudí. ¿Está muerto ahora ese hipotético acuerdo?
No necesariamente. Los Acuerdos de Abraham, firmados en septiembre de 2020 bajo la dirección de Estados Unidos, cambiaron la dinámica de lo que era posible en Oriente Próximo. Aunque Egipto y Jordania ya habían establecido relaciones diplomáticas con Israel (en 1979 y 1994, respectivamente), los acuerdos indicaban que se estaba produciendo una «normalización» más amplia de las relaciones entre Israel y los Estados árabes y, en virtud de ello, que Arabia Saudí, que nunca ha reconocido a Israel como Estado, también normalizaría sus relaciones en algún momento.
Amigos saudíes con los que había hablado preveían una reactivación de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, impulsada por Arabia Saudí. Conseguir que Israel se lo creyera habría sido la victoria que Mohammed bin Salman (MBS), príncipe heredero y primer ministro saudí, necesitaba para que se produjera la normalización. Sobra decir que tras el impactante ataque de Hamás contra civiles israelíes, no habrá ningún tipo de iniciativa de paz por ahora.
Arabia Saudí no ha condenado públicamente los atentados, pero ha hecho llamamientos a la distensión y se ha sumado al creciente coro de voces internacionales que expresan su preocupación por lo que pueda ocurrir. En cambio, Emiratos Árabes Unidos (EAU) ha criticado a Hamás por el asesinato de civiles israelíes. Israel, en cualquier caso, sabe que se trata de un juego diplomático. A largo plazo, el cambiante panorama político y económico de Oriente Medio sigue apuntando a un deseo de establecer relaciones con Israel, y de realinear la política regional de tal forma que Israel, Arabia Saudí y otros Estados del Golfo estén, en líneas generales, en el mismo lado de la historia.
El principal motor del ataque a Israel por parte de Hamás, la autoridad gobernante elegida en Gaza desde 2007, es el bloqueo terrestre, marítimo y aéreo de este territorio palestino, que dura ya 16 años. En Gaza viven más de dos millones de personas en una superficie equivalente a un cuarto del tamaño de Londres, con acceso limitado a electricidad y agua.
Pero el momento del ataque tiene sin duda un significado más amplio. Se produjo durante el 50 aniversario de la guerra de 1973, cuando los ejércitos egipcio y sirio invadieron Israel, lo que me parece simbólicamente importante. Y el telón de fondo del movimiento de Arabia Saudí para normalizar las relaciones con Israel también es significativo, porque Hamás ‒y potencialmente otros en la región‒ verán como una ventaja si el conflicto sirve para interrumpir esa dinámica.
Hay una respuesta cínica a esto, y es que el líder saudí buscaba utilizar la retórica para cultivar cierto apoyo y tranquilizar a aquellas personas (en Arabia Saudí y en otros lugares) que están preocupadas por el proceso de normalización. Para ser claros, ese es el mayor premio para MBS, no la articulación o realización de un Estado palestino.
En el contexto de Israel-Palestina y de la «solución de los dos Estados», la paz es un espejismo, una ilusión sostenida por personas que buscan consolidar sus posiciones de influencia en Israel, Palestina y más allá. Si nos fijamos en los hechos sobre el terreno, no hay una solución de dos Estados en proceso; Palestina ni siquiera está reconocida como Estado por un gran número de países. Se ha descrito como un balón de fútbol al que dan patadas las élites políticas que tratan de utilizarlo en su propio beneficio, siendo el pueblo palestino el que sufre desde hace décadas.
Si nos fijamos en los Acuerdos de Abraham, el giro positivo para los palestinos era que podría haber margen para que los Estados que se comprometieran con Israel le presionaran, para intentar forzar algún tipo de resolución. Pero llevamos más de tres años con estos acuerdos y no ha ocurrido nada.
MBS quiere situar a Arabia Saudí como fuerza motriz de los asuntos regionales y asegurarse de que tiene el poder económico para llevar a cabo su «Visión 2030», la transformación del reino para que deje de depender del petróleo. Pero para ello, tiene que abordar los problemas de seguridad regional. Ha empezado a hacerlo con Irán y lleva años haciéndolo tácitamente con Israel.
Hay un diálogo a puerta cerrada, mucha colaboración por debajo de la mesa, pero recientemente se ha hecho más abierto. Y no es muy popular entre algunos saudíes y otras opiniones públicas árabes, que siguen considerando importante la causa palestina. Así pues, existe una disyuntiva entre los dirigentes de élite de la región, que consideran a Israel «un miembro más» de este club de Estados, y su pueblo, que ve la ocupación de los territorios palestinos como un elemento clave de la cartera árabe.
Reconocimiento. Arabia Saudí es el último gran actor árabe que no reconoce a Israel, aparte de Catar, que no reconocerá a Israel debido a su política y a su largo historial de apoyo a miembros de Hamás y de organizaciones políticas islamistas que se oponen a Israel. Y Arabia Saudí tiene un enorme valor simbólico: es el líder del mundo musulmán sunní y el lugar donde se encuentran las dos mezquitas sagradas de La Meca y Medina.
La normalización de las relaciones entre Arabia Saudí e Israel pondría fin formalmente a las guerras árabe-israelíes que dominaron el siglo XX en Oriente Próximo. Se pondría así de manifiesto que la nueva línea divisoria (una línea geopolítica que, en realidad, se ha ido perfilando a lo largo de los últimos 20 años) es la que separa a los Estados árabes, más Israel, de Irán, aunque se han hecho esfuerzos por intentar reintegrar también a Irán en la región, que culminaron en un acuerdo de normalización con Arabia Saudí a principios de este año, liderado por China.
El ataque llevado a cabo contra Israel fue una operación militar enormemente sofisticada y con múltiples frentes, más allá de cualquier cosa que hayamos visto antes por parte de Hamás. Eso sugiere algún tipo de participación estratégica de «otros», pero no se han presentado pruebas de que Irán estuviera implicado.
A menudo se considera a Irán como un actor irracional que trata de desestabilizar las cosas, pero eso equivale a malinterpretar la naturaleza de la República Islámica y sus objetivos de política exterior. En primer lugar, sus dirigentes son pragmáticos: quieren que la república sobreviva. Desde su creación en 1979, se ha enfrentado a un gran número de amenazas a su supervivencia, y ahora mismo tiene una muy seria internamente. Así que, aunque se pueda argumentar que un acto del tipo «concentración en torno a la bandera» podría desviar la atención de este malestar interno, creo que es tanto lo que está en juego que no querría arriesgarse a entrar abiertamente en conflicto con Israel en estos momentos.
Irán simplemente no tiene los recursos financieros. Necesita la normalización de las relaciones con Estados como Arabia Saudí y, por extensión, Estados Unidos, para disponer de una inyección de efectivo que le permita reactivar su industria del petróleo y el gas, que se encuentra en un estado de deterioro. Necesita un enorme estímulo económico para volver a ponerse en pie.
Sin embargo, existe una dimensión ideológica en la República Islámica que no debemos ignorar. Se ha posicionado en contra del Estado de Israel durante décadas, y esto está ligado a su propia esencia. En este sentido, Irán está a la vanguardia de lo que denomina el «eje de la resistencia», una vaga alianza de Irán, Hizbulá, Hamás y, anteriormente, Siria.
Los EAU tienen inversiones económicas en Cisjordania, al igual que Catar. Los EAU han adoptado una postura similar a la de Arabia Saudí sobre el ataque, calificándolo de «escalada seria y grave». Hay algo de competencia entre ellos en términos de ejercer influencia en Cisjordania, pero en líneas generales van por el mismo camino, dado que EAU participó en los Acuerdos de Abraham y Arabia Saudí ha estado hablando de normalización.
La historia nos ha demostrado que, a veces, ha habido una voluntad de hacer caso omiso de las cuestiones controvertidas en la región. Por ejemplo, cuando la embajada estadounidense se trasladó de Tel Aviv a Jerusalén, la mayoría de los Estados permanecieron callados, a pesar de que se trataba de un cambio enormemente simbólico. Pero, por supuesto, el ataque a Israel se sitúa en un nivel de sensibilidad política totalmente distinto.
Catar está intentando desempeñar un papel mediador en el posible intercambio de prisioneros. El país tiene un historial cada vez más amplio de iniciativas diplomáticas, ya que intervino en Líbano a mediados de la década de 2000 y ha participado en el diálogo entre Estados Unidos y los talibanes. Pero a pesar de esta dimensión diplomática de la política exterior catarí, no ha demostrado que sea capaz de ejercer mucha influencia sobre Israel.
El pueblo palestino está cada vez más aislado: atrapado en los contornos de las maquinaciones geopolíticas, abandonado por quienes deberían apoyarlo. Aunque los países mantienen cierto diálogo con grupos palestinos como Fatah en Cisjordania, estos grupos son tan débiles y tienen tan poca legitimidad que realmente no importa lo que digan. Con estas enormes disparidades de poder, la inclinación de los israelíes por conseguir la paz es limitada ‒menos aún desde el atentado de Hamás‒ y la capacidad de los palestinos para lograr la paz es limitada.
Tras el ataque, Israel ha ordenado a los gazatíes que huyan de su ciudad, pero dado que existe un bloqueo y que hay que tener permiso de los israelíes para salir a través de los puestos de control controlados por Israel, no tienen adónde ir. Gaza es, de hecho, la mayor prisión al aire libre del mundo, con infraestructuras devastadas por 16 años de bloqueo. Los continuos ataques aéreos israelíes están destruyendo aún más sus hospitales, escuelas, tiendas y hogares.
Hamás como entidad política no es especialmente popular, porque no ha sido capaz de alcanzar sus objetivos. Pero como grupo militante ha cultivado la legitimidad en ciertos sectores. Sin embargo, el acto moralmente repugnante de matar a civiles será, en mi opinión, un grave error estratégico para la organización. La respuesta de Israel al atentado de Hamás se está presentando ampliamente como parte de la «guerra global contra el terror», situando a Hamás junto a grupos como Al Qaeda y Daesh, mientras el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, trata de cultivar el apoyo mundial a sus acciones.
Mientras tanto, la Autoridad Palestina (AP), que es la amplia organización que regula la vida en Cisjordania y Gaza, es impotente, incapaz de ejercer influencia alguna en Israel o en la escena mundial. Existe una frustración real entre la población palestina con la AP, que no sale a condenar a Hamás porque eso significaría condenar la resistencia contra una ocupación que ha causado tanta devastación en los años posteriores a la guerra de 1967.
Los ataques han envalentonado a las voces extremistas de todos los bandos, desde los militantes de Hamás en Gaza hasta las comunidades de colonos de derechas en Israel. Los efectos de que las voces extremistas ganen protagonismo, y de la consiguiente violencia, serán devastadores.
Simon Mabon es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Lancaster (Reino Unido)
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 11/10/2023
Traducción del original en inglés: Israel-Gaza conflict: how could it change the Middle East’s political landscape? Expert Q&A
Justo antes del ataque de Hamás, Benjamin Netanyahu y Mohammed bin Salman habían hablado de avances en un «acuerdo de paz histórico» entre Israel y Arabia Saudí. ¿Está muerto ahora ese hipotético acuerdo? No necesariamente. Los Acuerdos de Abraham, firmados… Leer
Gaza se quedó a mediodía de este miércoles sin energía eléctrica debido a la falta de combustible, como consecuencia del bloqueo total impuesto por Israel tras el ataque sin precedentes llevado a cabo por Hamás en territorio israelí el pasado sábado. En la Franja son ya al menos 1.100 los muertos y más de 5.300 los heridos, según las autoridades palestinas; en Israel, el número total de muertos por los ataques de Hamás asciende a 1.200, y el de heridos, a más de 3.000.
El ejército israelí ha desplegado 300.000 soldados en la frontera con Gaza, en lo que se interpreta como la preparación para una incursión terrestre, mientras continúa bombardeando incesantemente el enclave palestino, con unos 200 objetivos alcanzados solo en la madrugada de este miércoles.
La situación en Gaza es cada vez más dramática. «La comida se está acabando», advirtió este miércoles el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU: «Se van a agotar muy pronto los suministros de alimento y necesidades básicas si no se garantiza el reparto de la ayuda humanitaria a la población», indicó el organismo.
En Israel, cuyo territorio sigue siendo alcanzado por cohetes palestinos que logran esquivar el sistema de defensa, este miércoles se conocieron más detalles de otra brutal masacre de decenas de personas perpetrada por los milicianos de Hamás, esta vez en el kibutz Kfar Aza, cerca de Gazael.
La matanza en ese kibutz, una de las comunidades agrícolas israelíes situadas a lo largo de la frontera con Gaza, se habría producido el sábado por la nañana, durante las incursiones de Hamás, pero los combates continuaron hasta este martes, cuando se empezaron a recuperar cadáveres.
Distintos medios y usuarios de redes sociales se hicieron eco de la supuesta información de una periodista israelí sobre el hallazgo de 40 bebés decapitados por Hamás en el kibutz, pero, tras viralizarse la afirmación, y según ha verificado la agencia Efe, el Ejército israelí corroboró que no tienen confirmación de tales hechos y la periodista reveló que se basó únicamente en el relato de algunos soldados.
Con respecto a los rehenes secuestrados por Hamás (entre 100 y 150 personas), el portavoz del Ministerio de Exteriores de Israel, Lior Haiat, aseguró este miércoles que «no es el momento de negociar. Todavía estamos en guerra. Estamos contando nuestros cuerpos. Seguimos luchando contra los terroristas en nuestro territorio». El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, pidió la «liberación inmediata» de todos los rehenes israelíes retenidos por Hamás en Gaza e hizo un nuevo llamamiento a las partes para evitar «una mayor escalada» del conflicto.
Mientras, el aumento de incidentes en la frontera con Líbano amenaza con abrir un nuevo frente para el ejército israelí, que ha reforzado la vigilancia en el norte ante el riesgo de una ofensiva de Hizbulá. Este miércoles, Israel ordenó a sus ciudadanos de las zonas del norte refugiarse hasta nuevo aviso ante la sospecha de una infiltración del espacio aéreo desde Líbano. Las sirenas se activaron en la zona de los altos del Golán, en el norte de Israel y fronteriza con Líbano y Siria, y pusieron en alertas a zonas de Israel como Safed o Tiberías.
En el apartado político, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, logró cerrar este miércoles con el dirigente opositor Benny Gantz un Gobierno de unidad nacional, del que, sin embargo, se ha negado a formar parte el líder de la oposición, el ex primer ministro liberal Yair Lapid, mientras la coalición incluya a los partidos de la extrema derecha. Dos exjefes de las Fuerzas Armadas pertenecientes a partidos de la oposición sí se han sumado al Gabinete de guerra.
El presidente de EE UU, Joe Biden, insistió este martes en su apoyo incondicional a Israel y a las acciones emprendidas por el Gobierno israelí: «Estamos al lado de Israel ante unos ataques que recuerdan a los peores momentos de Estado Islámico», dijo, añadiendo que Washington se asegurará de que Israel tiene todo lo necesario para defenderse» y mantendrá su apoyo «el tiempo que haga falta».
También el martes, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, pidió redoblar la ayuda a la Franja de Gaza, que Israel no bloquee la entrada de alimentos y agua, y que abra corredores humanitarios y permita la salida de civiles del enclave.
El Alto Representante de la UE para Politica Exterior dijo que «Israel tiene derecho a defenderse, pero tiene que ejercer ese derecho de acuerdo al derecho humanitario internacional, y algunas decisiones van en contra del derecho internacional». Borrell no dudó en tachar de «ataque bárbaro» las acciones de Hamas, pero insistió en que toda defensa que ejerza Israel tiene que seguir el derecho humanitario y señaló que «en algunos casos no sucede así».
Con información de Efe, Europa Press, Reuters, AP, El País, RTVE y BBC, entre otros medios.
Gaza se quedó a mediodía de este miércoles sin energía eléctrica debido a la falta de combustible, como consecuencia del bloqueo total impuesto por Israel tras el ataque sin precedentes llevado a cabo por Hamás en territorio israelí el pasado… Leer
El número de muertos en Israel desde el masivo ataque sorpresa de Hamás perpetrado el sábado contra varias comunidades del sur del país superaba ya a última hora de este lunes los 900, según fuentes oficiales israelíes. En Gaza, las autoridades informaron por su parte de más de 680 fallecidos como consecuencia de los bombardeos israelíes de represalia. Hay, además, miles de heridos en ambas partes.
Israel entró el sábado oficialmente en guerra con Hamás, después de que las milicias del movimiento islamista palestino llevaran a cabo un ataque sin precedentes, el mayor desde que asumieran en 2006 el control de la Franja de Gaza. En una primera oleada, las milicias lanzaron más de 2.000 cohetes contra el sur de Israel y grandes núcleos urbanos como Jerusalén y Tel Aviv, acompañados de una incursión de cientos de sus efectivos en las localidades fronterizas, con el resultado de cientos de personas asesinadas (civiles y soldados), más de 2.000 heridos y decenas de secuestrados (unos150 rehenes en total). Los milicianos entraron en territorio israelí tras sobrepasar sin problemas las barreras en la frontera de Gaza, utilizando excavadoras, vehículos 4×4 y hasta parapentes.
En respuesta, Israel, que no había declarado el estado de guerra desde la Guerra de Yom Kippur, en 1973, no solo ha bombardeado intensamente Gaza (más de un centenar de los muertos palestinos por las bombas israelíes desde el sábado son menores); también ha aislado totalmente la Franja, cortando el suministro de agua, alimentos, electricidad y combustible. El «cerco completo» ordenado por el ministro de Defensa israelí, el exgeneral Yoav Gallant, se suma al bloqueo terrestre y marítimo impuesto por Israel a Gaza en 2007, después de que Hamás se hiciese con el poder en la Franja. En Gaza, un territorio de apenas 360 km² declarado «inhabitable» por Naciones Unidas, malviven atrapadas más de dos millones de personas.
«Ciudadanos de Israel, estamos en guerra. Esto no es una operación ni una escalada, sino una guerra», manifestó el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en su primera declaración tras el comienzo de la operación de Hamás. «Nuestro país está en guerra y la vamos a ganar», dijo. «Nuestro enemigo pagará un precio que no ha conocido jamás», añadió.
Las Brigadas al Qassam, brazo armado de Hamás, advirtieron este lunes de que ejecutarán a un rehén israelí por cada bombardeo llevado a cabo por Israel sin previo aviso contra infraestructuras civiles en Gaza. El portavoz de las Brigadas, Abu Obeida, precisó que matarán a un rehén cada vez que el Ejército israelí lleve a cabo bombardeos indiscriminados contra la población, sin avisar previamente a los civiles del derrumbe de un edificio.
Imágenes y vídeos de la ofensiva lanzada por Hamás el sábado muestran a militantes enmascarados y fuertemente armados, vestidos de negro, montados en camionetas, abriendo fuego en Sderot y otras localidades, y matando tanto a soldados como a civiles israelíes. Otros vídeos muestran a israelíes hechos prisioneros. Una de las mayores matanzas se produjo el mismo sábado por la mañana en un festival de música al aire libre cerca de Re’im, donde más de 200 personas fueron asesinadas. Los testigos relataron que militantes en motocicletas abrieron fuego contra los participantes en el evento, la mayoría jóvenes y muchos de ellos extranjeros, que ya se estaban dispersando debido a los disparos de cohetes. También hubo infiltraciones brutales en Nir Oz, Be’eri y Netiv HaAsara, con tomas de rehenes y viviendas incendiadas, así como en varios kibutz, com decenas de muertos.
Un portavoz militar israelí declaró que los militantes de Gaza habían entrado en Israel por al menos siete lugares e invadido cuatro pequeñas comunidades rurales israelíes, la ciudad fronteriza de Sderot y dos bases militares, tanto desde tierra como desde el mar. Los medios de comunicación israelíes informaron de que siete comunidades habían llegado a quedar bajo control de Hamás, entre ellas Nahal Oz, Kfar Aza, Magen, Be’eri y Sufa, todas ellas recuperadas ya por el ejército israelí. Desde el sábado, las milicias de Hamás han lanzado más de 4.000 cohetes contra el territorio de Israel.
Como consecuencia de los ataques israelíes de represalia, más de 120.000 personas se han visto desplazadas en Gaza desde el estallido de la guerra, según Naciones Unidas. En concreto, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) indicó que 123.538 palestinos se han visto desplazados en la Franja, con datos correspondientes a las 21.00 horas del domingo. La Oficina confirmó asimismo que los bombardeos israelíes han alcanzado casas y edificios de apartamentos en Gaza.
«Es solo el principio. Hemos eliminado a cientos de terroristas y no nos detendremos ahí», dijo este lunes Netanyahu en un discurso a la nación, en el que pidió a la oposición unirse «sin condiciones» a un Gobierno unitario de emergencia, como en 1967, durante la Guerra de los Seis Días.
El ataque de Hamás, que parece haber cogido desprevenido a Israel, se produce tras varios meses en los que ha aumentado la violencia entre soldados y colonos israelíes y palestinos en Cisjordania. Se trata, de hecho, del año más violeto en cerca de dos décadas. Colonos armados han atacado pueblos palestinos; militantes de Cisjordania han atacado a soldados y colonos, y se han producido repetidas incursiones de las fuerzas armadas israelíes en ciudades palestinas. Uno de los momentos de máxima tensión se produjo la semana pasada, cuando un grupo de judíos rezó en el interior del recinto de la mezquita de Al Aqsa, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, en lo que fue visto como una clara provocación. No en vano, Hamás ha llamado a su ofensiva Operación Diluvio de Al Aqsa.
A todo ello, y al margen del contexto general de violencia estructural fruto de la ocupación israelí, y del estancamiento de cualquier camino de solución al conflicto, se suma la actual situación iternacional: Israel y Arabia Saudí han estado negociando para un posible reconocimiento de Israel por parte de Riad, algo que supondría un cambio fundamental en el balance de fuerzas en la región, y que Hamás había marcado como una línea roja absoluta. El acuerdo afectaría también, y sobre todo, a Irán, rival de Arabia Saudí y la otra gran protencia en la zona. En ese sentido, responsables de Hamás habrían confirmado este fin de semana que Teherán aprobó al ataque de las milicias palestinas. El domingo, Abu Obeida, el portavoz de las Brigadas al Qassam, agradeció a la República Islámica el haberles «proporcionado dinero, armas, misiles y artillería antitanque» para llevar a cabo la operación. Irán, sin embargo, ha negado cualquier implicación en el ataque, pero también ha dejado claro que lo apoya.
Estados Unidos, la Unión Europea y otros países occidentales han condenado de manera inequívoca el ataque de Hamás, organización considerada terrorista tanto por Washington como por la Unión, y han subrayado el «derecho de Israel a defenderse».
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reconoció por su parte este lunes las «legítimas preocupaciones de seguridad» de Israel, pero se declaró «profundamente angustiado» por el anuncio de las autoridades israelíes de un «asedio total» a la Franja de Gaza. «Los civiles deben ser respetados y protegidos en todo momento. La infraestructura civil nunca debe ser un objetivo», insistió, señalando que instalaciones sanitarias, bloques de apartamentos y escuelas habían sido alcanzados por misiles israelíes en Gaza. «La situación humanitaria en Gaza era extremadamente difícil antes de las hostilidades, ahora se deteriorará exponencialmente», afirmó. Guterres condenó asimismo los ataques de Hamás: «Reconozco los legítimos agravios del pueblo palestino. Pero nada puede justificar estos actos terroristas, los asesinatos, mutilaciones y secuestros de civiles».
Mientras, la Comisión Europea matizó este lunes en un comunicado que no ha suspendido los fondos al desarrollo para Palestina, estimados en casi 700 millones de euros, después de que el comisario de Vecindad, Oliver Varhelyi, anunciara que Bruselas congelaba «de forma inmediata todos los pagos previstos» en materia de ayuda al desarrollo por el ataque de Hamás contra Israel. El Ejecutivo europeo sí confirmó que ha iniciado una «revisión urgente» de la asistencia que manda a Palestina para garantizar que ningún fondo de la UE ayude indirectamente a ninguna organización terrorista en sus ataques contra Israel.
Organizaciones pacifistas israelíes como B’Tselem, Peace Now o Breaking the Silence han expresado su rechazo a los ataques contra civiles, tanto los perpetrados por las milicias de Hamás como por las Fuerzas Armadas israelíes. «Los ataques intencionados contra civiles están prohibidos y son inaceptables. No cabe justificación para tales crímenes, sean cometidos por la liberación frente a la opresión o por la guerra contra el terrorismo», indicó B’Tselem. «Que quede muy claro: Hamás ha cometido crímenes que deberían horrorizar a cualquier persona decente. Como personas que a diario critican con firmeza la política israelí en Gaza y Cisjordania, es nuestro deber decir las cosas como son: Hamás ha violado descaradamente las normas morales básicas de la humanidad», señaló por su parte Breaking the Silence. «Es imposible justificar las masacres de cientos de civiles, incluso en nombre de la lucha anticolonial o de la lucha popular. Es imposible construir justificaciones teóricas para el secuestro de madres y sus hijos, de ancianos, de adolescentes», añadió.
Más información y fuentes:
» Israel-Hamas war: what has happened and what has caused the conflict? (The Guardian)
» Israel declara el estado de guerra y advierte de que será «larga y difícil» (El País)
» Por qué la potente Israel no vio venir el ataque de Hamás (El País)
» Israel cerca por completo Gaza para asfixiar a Hamás tras 16 años de bloqueo (El País)
» Israel impone un “asedio total” a Gaza y corta el suministro de electricidad, alimentos y combustible (RTVE)
» La ONU expresa su malestar y urge al envío de ayuda humanitaria ante el «bloqueo total» de Gaza (Efe)
» Hamás amenaza con ejecutar a un rehén civil israelí por cada bombardeo sin previo aviso en Gaza (Efe, Eldiario.es)
» Netanyahu afirma que los bombardeos contra Hamás en Gaza son «solo el principio» (Europa Press)
» Gazans say nowhere to go as they prepare for Israeli assault after Hamas raid (Reuters)
» Grupos pacifistas israelíes critican los ataques contra civiles tanto de Hamás como de Israel (Europa Press)
» October 2023 Gaza−Israel conflict (Wikipedia)
El número de muertos en Israel desde el masivo ataque sorpresa de Hamás perpetrado el sábado contra varias comunidades del sur del país superaba ya a última hora de este lunes los 900, según fuentes oficiales israelíes. En Gaza, las… Leer
Hace medio siglo, Israel no supo anticipar el estallido de la guerra del Yom Kippur de 1973, un ataque contra sus fronteras por parte de una coalición de Estados árabes.
Ahora, parece que los aparatos de inteligencia del país han vuelto a ser víctimas de una falsa sensación de seguridad.
La creencia, ampliamente compartida en toda la sociedad israelí, de que el grupo militante Hamás evitaría una confrontación militar a gran escala con Israel para protegerse y evitar más sufrimiento y daños a los residentes de Gaza quedó hecha añicos con un ataque sorpresa el sábado por la mañana por aire, tierra y mar.
El ataque comenzó con una andanada de más de 2 000 cohetes lanzados contra Israel. Al amparo de los cohetes, una operación terrestre a gran escala, cuidadosamente coordinada, partió de Gaza y atacó más de 20 ciudades israelíes y bases del ejército adyacentes a la franja.
Las pérdidas israelíes, estimadas actualmente en más de 700 muertos y hasta 2.000 heridos, de los cuales 200 están en estado crítico, seguramente aumentarán en las próximas horas y días.
Las reservas militares de Israel han iniciado una movilización masiva mientras se llevan a cabo bombardeos aéreos contra instalaciones y puestos de mando de Hamás en Gaza. Hasta el momento se han registrado más de 410 bajas palestinas en Gaza y más de 2.200 heridos, según la Autoridad Palestina.
Al igual que en el caso de la guerra de Yom Kippur, en las próximas semanas, meses y años se llevarán a cabo numerosos análisis e investigaciones sobre los fallos de inteligencia, operativos y políticos que permitieron el desarrollo del ataque de Hamás. Al parecer, el asalto no fue detectado inicialmente por Israel, y durante horas se encontró con fuerzas israelíes insuficientes o no preparadas.
Al igual que en la guerra de 1973, el momento elegido a propósito, un sábado y la festividad judía de Sucot, proporcionan pistas iniciales, aunque muy parciales, sobre la imprevisión israelí.
Los cálculos estratégicos de Hamás al lanzar el ataque son inciertos en esta fase. Sin embargo, la severidad garantizada de las represalias de Israel contra el grupo –y, en consecuencia, contra la población civil de Gaza– hace probable que entraran en juego consideraciones que van más allá de la mera venganza.
El secuestro de israelíes para intercambiar prisioneros con militantes de Hamás encarcelados en Israel, por ejemplo, ha sido uno de los objetivos más deseados de las operaciones militares del grupo en el pasado.
En 2011, un solo soldado israelí, Gilad Shalit, que llevaba cautivo en Gaza desde 2006, fue canjeado por más de 1 000 prisioneros palestinos. Entre estos prisioneros se encontraba Yahya Sinwar, actual líder de Hamás en Gaza, que había cumplido 22 años en una cárcel israelí.
Los informes de docenas de israelíes cautivos en el asalto de este fin de semana –muchos de ellos civiles– sugieren que este puede haber sido un motivo central del ataque. Un número indeterminado de rehenes retenidos durante horas por militantes de Hamás en dos ciudades del sur de Israel fueron liberados posteriormente por fuerzas especiales israelíes.
Otro objetivo más amplio de Hamás puede haber sido socavar las negociaciones en curso entre Estados Unidos y Arabia Saudí sobre un acuerdo para normalizar las relaciones entre el país árabe e Israel.
Frustrar estas conversaciones supondría una gran ventaja para Irán, uno de los principales apoyos de Hamás, y sus aliados. Aunque Teherán ha manifestado que apoya los ataques de Hamás contra Israel, en este momento sigue siendo incierto si Irán o Hizbulá (el grupo militante de Líbano que mantiene una creciente asociación con Hamás) abrirían nuevos frentes contra Israel en los próximos días.
Cualquier escalada del conflicto por parte de Irán o Líbano sería muy problemática para Israel. Lo mismo ocurriría si la guerra con Hamás exacerbara aún más las ya elevadas tensiones y los violentos enfrentamientos entre Israel y los grupos militantes palestinos en Cisjordania.
La ofensiva de represalia de Israel contra Hamás en Gaza probablemente durará mucho tiempo. Los retos a los que se enfrenta son enormes.
Además de la necesidad de restablecer la confianza de la opinión pública israelí y de resucitar la destrozada disuasión militar contra Hamás y otros enemigos, es probable que el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu tenga que hacer frente a otras complejidades:
También podría resultar difícil mantener el apoyo internacional a una operación agresiva en medio del creciente número de víctimas civiles palestinas.
La actual ronda de violencia apenas ha comenzado, pero podría acabar siendo la más sangrienta en décadas, quizá desde la guerra entre Israel y los palestinos en Líbano durante la década de 1980.
Como se ha señalado, los israelíes considerarán de vital importancia recuperar la capacidad de disuasión militar de su país frente a Hamás, lo que puede hacer necesaria una toma militar de Gaza. Esto tendría consecuencias más devastadoras para la población civil de Gaza.
Para muchos palestinos, los acontecimientos de este fin de semana ofrecen a los israelíes una pequeña muestra de lo que han sido sus propias vidas bajo décadas de ocupación. Sin embargo, es probable que las primeras celebraciones se conviertan pronto en ira y frustración, ya que el número de víctimas civiles palestinas seguirá aumentando. La violencia engendra violencia.
A corto y medio plazo, el trauma del ataque sorpresa de Hamás tendrá consecuencias trascendentales para la política interior de Israel.
Todavía es demasiado pronto para evaluar las posibles repercusiones a largo plazo del ataque sobre los israelíes y su sensación de seguridad. Pero una cosa está clara: las ya difíciles perspectivas de creación de confianza entre los pueblos israelí y palestino acaban de sufrir un golpe devastador.
En sus memorias de 2022, Bibi: Mi historia, Netanyahu escribió sobre su decisión durante la operación Pilar de Defensa de Israel contra Hamás en 2012 de evitar un ataque terrestre israelí en Gaza.
Tal ataque, advirtió, podría provocar muchos cientos de bajas en las Fuerzas de Defensa israelíes y muchos miles de bajas palestinas, algo a lo que se opuso rotundamente. Autorizó incursiones terrestres en otras dos ocasiones (operaciones Plomo Fundido en 2008 y Borde Protector en 2014). Pero su tendencia a la cautela prevaleció en otros casos frente a fuertes presiones militaristas.
Podría decirse que el trauma nacional por la ofensiva de Hamás y la composición radical del gobierno de derechas de Netanyahu le harán muy difícil mostrar una moderación similar en los próximos días.
Eyal Mayroz es profesor titular de derechos humanos y paz y seguridad internacionales en el Departamento de Estudios sobre la Paz y los Conflictos de la Universidad de Sídney.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 8/10/2023
Hace medio siglo, Israel no supo anticipar el estallido de la guerra del Yom Kippur de 1973, un ataque contra sus fronteras por parte de una coalición de Estados árabes. Ahora, parece que los aparatos de inteligencia del país han… Leer
Recep Tayyip Erdoğan seguirá siendo presidente de Turquía cinco años más tras ganar la segunda vuelta de las elecciones del domingo a su rival de siempre, Kemal Kilicdaroglu. Si cumple el mandato completo de cinco años, habrá ocupado el poder durante 26 años, casi toda la historia de Turquía en el siglo XXI.
Lo sorprendente es que la mayoría del pueblo turco eligiera a Erdoğan a pesar del empeoramiento de su economía y de una hiperinflación crónica que probablemente derribaría a cualquier gobierno de un país democrático.
Entonces, ¿cómo ganó Erdoğan las elecciones y, lo que es más significativo, qué es probable que ocurra en el país en el futuro inmediato?
Las elecciones fueron libres en el sentido de que los partidos políticos podían presentar candidatos por su cuenta y hacer campaña. Los partidos también tenían derecho a tener representantes en cada colegio electoral para garantizar el recuento correcto de los votos. Y los votantes eran libres de votar.
Sin embargo, las elecciones distaron mucho de ser justas.
En primer lugar, Ekrem Imamoglu, posible principal rival en la carrera electoral, fue condenado en diciembre a más de dos años de prisión por “insultar a personalidades públicas”.
Imamoglu, el popular alcalde de Estambul, infligió al partido de Erdoğan una rara derrota en las elecciones de Estambul de 2019. Las encuestas habían mostrado que podría ganar a Erdoğan en las elecciones presidenciales por un cómodo margen.
Algunos argumentan que el fallo del tribunal tuvo motivaciones políticas. Con Imamoglu fuera de juego, la oposición tuvo que unirse en torno a Kilicdaroglu, el más débil de todos los posibles candidatos de alto perfil.
Erdoğan también ejerce un control casi omnipresente sobre los medios de comunicación turcos, a través de Fahrettin Altun, jefe de prensa y comunicación del palacio presidencial.
Muchos medios de comunicación turcos son propiedad directa de familiares de Erdoğan, como el popular periódico Sabah, dirigido por Sedat Albayrak, o están controlados por directores nombrados y supervisados por Altun. Algunos sitios independientes de noticias en Internet, como T24, practican la autocensura para seguir funcionando.
Con este control masivo de los medios de comunicación, Erdoğan y sus hombres aseguraron una mayor cobertura televisiva. Los medios de comunicación presentaron a Erdoğan como un líder mundial que hacía avanzar a Turquía construyendo aeropuertos, carreteras y puentes. Se le puso delante de decenas de periodistas en televisión, pero todas las preguntas estaban preparadas de antemano y Erdoğan leía sus respuestas a través de un apuntador.
Altun también orquestó una campaña masiva de difamación contra Kilicdaroglu. El líder de la oposición tuvo una cobertura televisiva mínima, y cuando aparecía en los medios, se le describía como un líder inepto incapaz de gobernar el país.
Altun no sólo controlaba los canales de televisión convencionales y la prensa escrita, sino también las redes sociales. En Twitter, plataforma muy influyente en Turquía, Altun utilizó bots y un ejército de trolls e influencers a sueldo para tratar de controlar la conversación.
Y funcionó. Un número suficiente de votantes se dejó influir por la confusión y el miedo a que el país fuera mucho peor si Kilicdaroglu salía elegido.
Por último, existía la posibilidad de fraude debido a la forma poco transparente en que se procesan los resultados de las elecciones. Una vez escrutada cada urna, la papeleta y la hoja de resultados son transportadas por la policía en las ciudades y el ejército en las zonas rurales hasta la junta electoral. Tanto la policía como el ejército están bajo el férreo control de Erdoğan.
Los resultados sólo se comunican a través de la agencia estatal Anadolu, mientras que antes lo hacían varias agencias independientes.
Incluso si no surgen pruebas de fraude en estas elecciones, la mera sospecha cuestiona la integridad de todo el proceso electoral.
Hay otros dos factores decisivos en las elecciones.
El primero es el apoyo que Erdoğan recibió de Sinan Ogan, que quedó tercero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de hace dos semanas, con el 5,2% de los votos. Erdoğan convenció a Ogan para que le brindara su apoyo.
El segundo factor, y el más importante, fue la forma en que los votantes conservadores y religiosos veían a Erdoğan, casi como un mito. Para ellos, Erdoğan es un héroe religioso y un salvador.
La población religiosa de Turquía lleva mucho tiempo sufriendo persecuciones en nombre del laicismo. Para ellos, Kilicdaroglu y su Partido Popular Republicano simbolizaban esa persecución. Aunque Kilicdaroglu abandonó las antiguas políticas laicas del partido, muy estrictas, estos votantes nunca le perdonaron que impidiera a las mujeres musulmanas llevar el pañuelo en la cabeza en las instituciones educativas y estatales y que mantuviera la religión fuera de la vida pública y la política durante décadas.
La derecha conservadora y religiosa de Turquía ve a Erdoğan como un líder mundial y un héroe que luchó contra fuerzas malintencionadas, tanto internas como externas, para volver a hacer grande a Turquía.
Turquía necesitaba desesperadamente un cambio de gobierno y un soplo de aire fresco. Ahora es probable que la asfixia social, política y económica empeore.
Erdoğan había prometido un renacimiento turco para 2023, que es el centenario de la fundación de la república. Se suponía que para entonces Turquía entraría en la lista de las 10 primeras economías del mundo. Sin embargo, apenas figura entre las 20 primeras. Ocupa el puesto 19º.
La economía ha experimentado un importante declive en los últimos tres años. El valor de la lira turca se ha desplomado, lo que ha dado lugar a una economía basada en el dólar.
Pero los dólares son difíciles de conseguir. El Banco Central turco mantuvo la economía a flote vaciando sus reservas en los últimos meses para las elecciones. El Banco Central ha estado registrando un déficit por cuenta corriente de entre 8.000 y 10.000 millones de dólares cada mes, y sus reservas la semana pasada cayeron en negativo por primera vez desde 2002.
Ahora Erdoğan tiene que encontrar dinero. Recurrirá a préstamos extranjeros con altos intereses y se embarcará en una gira diplomática por los países musulmanes ricos en petróleo para atraer parte de sus fondos a Turquía. La incertidumbre sobre el éxito de estos esfuerzos y sus probables beneficios a corto plazo puede sumir a la economía turca en una recesión.
Para la población de Turquía, esto podría significar un desempleo masivo y un aumento del coste de la vida. La tasa de inflación alcanzó el año pasado un 85,5%, el máximo en 24 años, y podría subir aún más, ya que el gobierno, falto de liquidez, sigue imprimiendo dinero digital para pagar a su numerosa plantilla de funcionarios.
En política exterior, Erdoğan seguirá intentando convertirse en una potencia regional independiente de la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos. Es probable que siga reforzando los lazos de Turquía con el presidente ruso Vladimir Putin, lo que ha sido motivo de preocupación para los aliados occidentales de Turquía.
Este será el último mandato absoluto de Erdoğan, según la Constitución turca, y podría acortarse.
El presidente, de 69 años, tiene muchos problemas de salud. Está cada vez más frágil, le cuesta caminar y a menudo habla con dificultad. Es posible que en los próximos años su estado empeore y tenga que ceder la presidencia a un adjunto de confianza.
La otra posibilidad es que miembros destacados de su partido decidan dar un golpe de Estado para derrocar a Erdoğan antes de que termine su mandato, de modo que puedan recabar el apoyo de la opinión pública antes de las elecciones presidenciales de 2028.
Aunque por ahora pueda haber cierta estabilidad política en la Turquía postelectoral, el país seguirá sumido en la agitación económica, social y política en un futuro próximo.
Mehmet Ozalp es teólogo islámico e intelectual público. Creó el Centro de Estudios y Civilización Islámicos de la Universidad Charles Sturt en 2011. En 2009 fue director fundador de la Academia de Investigación y Ciencias Islámicas de Australia. Se doctoró en la Universidad de Sídney. Es autor de tres libros.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 30/5/2023
Traducción del original en inglés: How Erdogan held onto power in Turkey, and what this means for the country’s future
Recep Tayyip Erdoğan seguirá siendo presidente de Turquía cinco años más tras ganar la segunda vuelta de las elecciones del domingo a su rival de siempre, Kemal Kilicdaroglu. Si cumple el mandato completo de cinco años, habrá ocupado el poder… Leer
Tras más de cuatro décadas como enemigos aparentemente implacables a ambos lados de una profunda división político-religiosa en Oriente Medio, Arabia Saudí e Irán han acordado restablecer relaciones diplomáticas y reabrir embajadas. El acuerdo, firmado en Pekín, se produce siete años después de la ruptura de relaciones diplomáticas tras la ejecución en Arabia Saudí del clérigo chií Nimr Al Nimr, y se ha anunciado como «un momento decisivo» para la región.
Aunque es innegable que se trata de un paso positivo, el acuerdo no pondrá fin a la situación de conflicto en la región, ya que los graves problemas internos siguen impulsando el conflicto y la violencia en Yemen, Irak, Líbano y Siria. Sin embargo, serias dificultades económicas han llevado a saudíes e iraníes a entablar conversaciones diplomáticas en los últimos años para crear un orden regional más estable, lo que ha permitido a ambos países emprender programas de reforma interna.
La rivalidad entre Riad y Teherán tiene raíces muy complicadas, conformada en torno a la interacción de las preocupaciones por la seguridad, las reivindicaciones de liderazgo en el mundo musulmán, las rivalidades etno-sectarias y las diferentes relaciones con Washington. Los análisis perezosos han reducido a menudo la rivalidad a un conflicto sectario, consecuencia de «odios ancestrales», pero tal lectura de los acontecimientos es xenófoba y orientalista, e ignora el contexto y las contingencias que configuran las relaciones entre ambos Estados.
A pesar de sus orígenes conflictivos, las relaciones entre los dos países han oscilado entre la hostilidad manifiesta y la creciente distensión desde la creación de la República Islámica de Irán en 1979, y se han desarrollado de distintas formas en Oriente Medio.
La presencia de identidades religiosas, étnicas e ideológicas compartidas en toda la región también ha llevado a otros a ver los conflictos en la zona a través de la lente de las «guerras subsidiarias». Se ha considerado que diversos grupos de Yemen, Siria, Líbano, Irak, Bahréin y otros países se limitan a cumplir las órdenes de sus pagadores en Riad o Teherán, algo que ignora los factores internos del conflicto y la división, reduciendo el análisis a un binario simplista que enfrenta a sunníes y chiíes.
En toda la región, los Estados en los que han chocado los intereses saudíes e iraníes también se han visto acosados por una serie de complejos retos socioeconómicos y políticos propios.
Desde la destitución de Sadam Husein, Irak se ha caracterizado por la lucha entre varias facciones por dominar el Estado. Los partidos chiíes, que representan a la mayoría del país, han solido ser los ganadores en las elecciones, a menudo con el apoyo de Irán y para disgusto de Arabia Saudí. Sin embargo, sería erróneo pensar que la política iraquí representa únicamente una guerra subsidiaria entre sus dos vecinos. Ello supondría ignorar las preocupaciones internas de muchos y los esfuerzos por crear un panorama político que funcione para los iraquíes y no sea solo un escenario para que Riad y Teherán aumenten su poder.
En Yemen, aunque tanto Arabia Saudí como Irán han desempeñado un papel destacado en la guerra civil, los principales motores del conflicto son internos, en medio de una lucha más amplia por el territorio, la política, las visiones del orden, el tribalismo, los recursos y las diferencias sectarias. La implicación de Riad y Teherán –de distintas maneras– exacerba estas tensiones. El temor a los avances de los rebeldes hutíes apoyados por Irán en Yemen llevó a Arabia Saudí a emprender una devastadora campaña de bombardeos para frenar las acciones del grupo.
El apoyo de Teherán a los hutíes –y los ataques del grupo contra el territorio saudí– exacerbaron los temores del reino. Sin embargo, la guerra en Yemen es también consecuencia de la fragmentación del Estado y de la aparición de varios grupos diferentes que compiten por la influencia en un paisaje acosado por graves problemas medioambientales y escasez de alimentos.
En Líbano, una devastadora crisis socioeconómica se desarrolla en el armazón mismo del Estado, con grupos sectarios que proporcionan apoyo y protección a sus electores en lugar de un gobierno que funcione. Los grupos clave han recibido apoyo de Arabia Saudí e Irán, sobre todo Hizbulá, que mantiene fuertes vínculos ideológicos con la República Islámica, y el Movimiento Futuro, partido de gobierno durante la mayor parte de la última década, que mantiene una compleja relación con Arabia Saudí.
Es evidente que tanto saudíes como iraníes tienen un gran interés en la política libanesa. Pero, en realidad, cualquier conflicto aquí está impulsado por la competencia entre grupos locales que tratan de imponer sus visiones del orden en un panorama político, social y económico precario.
Aunque no cabe duda de que Arabia Saudí e Irán disponen de medios para influir en la política de toda la región, los grupos locales tienen sus propias agendas, aspiraciones y presiones. Queda por ver cómo resonará la reconciliación entre Riad y Teherán en espacios acosados por la división.
Es innegable que hay aspectos positivos para la seguridad regional. La reconciliación mejora la posibilidad de que se reactive el acuerdo nuclear con Teherán, aunque queda por ver qué ha ofrecido Arabia Saudí a Irán para facilitar el acuerdo, y viceversa. Por otra parte, cabe preguntarse qué mecanismos de control y ejecución ha puesto en marcha China.
Quizá el aspecto más intrigante de todo esto se refiera, precisamente, al papel de China en los procedimientos. Aunque los esfuerzos diplomáticos para mejorar las relaciones entre los dos rivales llevan varios años en marcha, la capacidad de China para forjar un acuerdo a partir de estas conversaciones apunta a la creciente influencia de Pekín en la región.
China mantiene desde hace tiempo estrechos lazos económicos con Irán, pero en los últimos años Pekín ha tratado de aumentar su compromiso con los Estados árabes, especialmente Irak y Arabia Saudí. El deterioro de las relaciones entre las dos grandes potencias del Golfo habría tenido un impacto negativo en el compromiso y la inversión chinos en Oriente Medio, tanto en lo que respecta a sus proyectos de infraestructuras como a la más amplia iniciativa Belt and Road.
Aunque Estados Unidos ha celebrado públicamente el acuerdo, en privado existen varias preocupaciones sobre las implicaciones que este pueda tener para Oriente Medio y para la política mundial, en un momento, además, en que las relaciones entre Riad y Washington son tensas.
El mejor ejemplo de ello fue la visita del presidente estadounidense, Joe Biden, a Arabia Saudí tras sus críticas al historial del reino en materia de derechos humanos y la publicación de un informe que afirmaba que el príncipe heredero Mohamed bin Salmán había aprobado la operación para asesinar al periodista Jamal Khashoggi, ciudadano estadounidense. Durante la visita, Biden y Bin Salmán mantuvieron una tensa reunión que, en gran medida, no sirvió para mejorar las relaciones y puso de manifiesto la precariedad de las mismas.
En este contexto, no es de extrañar la creciente influencia china en el reino y en Oriente Medio. La mediación de China ofrece cierta esperanza de que también pueda alcanzarse un acuerdo para poner fin a la guerra en Ucrania, pero ¿a qué precio? El modelo chino de inversión y prestación de «ayuda desvinculada» –prestación de apoyo financiero sin condiciones– ha ignorado durante mucho tiempo las preocupaciones por la democracia y los derechos humanos. Así, el acuerdo entre saudíes e iraníes ha sido interpretado por algunos como una victoria del autoritarismo, que margina aún más a los movimientos reformistas en ambos países.
Al igual que Estados Unidos, Israel también está preocupado por el acuerdo. Para los sucesivos gobiernos israelíes, Irán ha ocupado durante mucho tiempo el papel de bete noire regional, lo que en última instancia se tradujo en la firma de los Acuerdos de Abraham en el verano de 2020, que normalizaron las relaciones entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos como una alianza estratégica contra Teherán. El gobierno de Netanyahu ha buscado durante mucho tiempo normalizar las relaciones con Arabia Saudí y esperaba utilizar la amenaza iraní como medio para lograr este objetivo.
Además, el acuerdo plantea interrogantes sobre el futuro de la seguridad regional. Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo mediador en las disputas regionales y ha sido considerado como garante de la seguridad por Israel, Arabia Saudí y otros Estados del Golfo. Las acciones de China en este ámbito sugieren que está tratando de reafirmarse en la política de la región. Los informes apuntan a que Pekín acogerá una reunión de líderes árabes e iraníes a finales de año. Si esto es cierto, China se posiciona firmemente como un actor dominante –si no el único– en Oriente Medio.
Una reconciliación entre saudíes e iraníes es, sin duda, positiva para el orden regional. Pero no abordará las causas del conflicto en Yemen ni en otros lugares de la región. También plantea varias cuestiones serias en torno a la seguridad regional y el orden mundial, la importancia de la democracia y los derechos humanos, y el futuro del compromiso de Estados Unidos con Oriente Medio.
Aunque la iniciativa es un paso positivo, no es una solución para los conflictos de la zona. De hecho, este acuerdo mediado por Pekín puede dar lugar a nuevos e importantes desafíos para la población de la región.
Simon Mabon es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Lancaster (Reino Unido)
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 13/3/2023
Traducción del original en inglés: Saudi-Iran deal won’t bring peace to the Middle East but will enhance China’s role as power broker
Tras más de cuatro décadas como enemigos aparentemente implacables a ambos lados de una profunda división político-religiosa en Oriente Medio, Arabia Saudí e Irán han acordado restablecer relaciones diplomáticas y reabrir embajadas. El acuerdo, firmado en Pekín, se produce siete… Leer
Decenas de miles de personas han muerto y millones se han quedado sin hogar en el sur de Turquía y el norte de Siria tras el fuerte terremoto de 7,8 grados que sacudió la región el pasado 6 de febrero, una tragedia por la que la antigua ciudad turca de Antakya, conocida en época romana y medieval como Antioquía, ha pasado ya otras veces.
A finales del siglo IV, dos días después de que un fuerte terremoto sacudiera la zona de la actual frontera entre Turquía y Siria, el predicador cristiano Juan Crisóstomo dirigió un sermón a la atemorizada congregación de su sacudida ciudad de Antioquía, que, de forma muy parecida a los supervivientes de hoy, luchaba por comprender la destrucción. «Vuestras noches son insomnes», reconoció: «Vuestras posesiones se desgarraron más fácilmente que una tela de araña… Por poco tiempo os convertisteis en ángeles en lugar de humanos».
Como historiadora del cristianismo en el mundo romano tardío, mi investigación sobre la cristianización de Antioquía me llevó a la zona en 2006, 2008 y 2010, y ver destrozada de nuevo la región donde la gente me acogió tan generosamente me ha roto el corazón. Ayuda, sin embargo, conocer la rica historia de Antakya y la resistencia y valentía de sus gentes, que han logrado reconstruir la ciudad en otras ocasiones.
La ciudad ha conocido numerosos gobernantes en su larga historia y una notable diversidad religiosa. Comunidades judías, cristianas y musulmanas han considerado Antioquía su hogar desde finales de la Antigüedad hasta nuestros días.
El Nuevo Testamento relata que Antioquía es donde los seguidores de Jesús fueron llamados «cristianos» por primera vez, y que los apóstoles Pedro y Pablo se reunieron en la ciudad; los emperadores romanos solían pasar los inviernos en esta templada metrópoli; y el maestro griego del siglo IV Libanio declaró en su oratoria Sobre Antioquía que esta ciudad a orillas del río Orontes era tan hermosa que incluso los dioses preferían habitarla.
La antigua ciudad grecorromana quedó bajo control musulmán en el año 637, volvió a manos grecocristianas en el siglo X, musulmanas por un breve periodo en el siglo XI y cristianas occidentales en 1098, durante la Primera Cruzada.
Los cruzados establecieron el Principado de Antioquía, que duró hasta la llegada de los mongoles en el siglo XIII, cuando, tras algunas luchas, la ciudad pasó a ser gobernada por los mamelucos musulmanes de Egipto. En el siglo XVI pasó a formar parte del Imperio otomano y, tras la Primera Guerra Mundial, Francia supervisó la región como parte de Siria hasta que Turquía la anexionó en 1939. Desde que comenzó la guerra civil de Siria en 2011 ha acogido a innumerables refugiados.
Durante mis visitas, las capas llenas de texturas de la larga historia de la ciudad eran visibles en todas partes. La calle principal, Kurtuluş, seguía la antigua calzada romana, y la mezquita Habibi Neccar, destruida en el reciente terremoto, conmemoraba los primeros tiempos de la historia musulmana de la ciudad en un lugar que antes había sido una iglesia.
El río Orontes seguía fluyendo por la ciudad, y las casas modernas se asentaban, como antaño las viviendas romanas, al pie de la misma montaña donde los primeros ascetas cristianos se retiraban a rezar. Restos del acueducto romano y muros de piedra medievales serpenteaban por la ciudad y la ladera de la montaña.
Los terremotos han marcado tanto el pasado como el presente de la ciudad, incluidos al menos dos que devastaron la ciudad romana de la misma forma que presenciamos en este mes de febrero.
En su Historia romana, de principios del siglo III, el historiador primitivo Casio Dio describió la catastrófica devastación y pérdida de vidas a causa del grave terremoto que asoló la ciudad en 115: «Toda la tierra se levantó y los edificios saltaron por los aires». El historiador paleocristiano Juan Malalas sobrevivió a otro devastador terremoto en la ciudad en 526, y describió en su Crónica el terrible incendio que agravó la insondable destrucción después de que «la superficie de la tierra hirviera y… todo cayera al suelo».
También hoy, innumerables edificios han sido arrasados, como la histórica mezquita Habibi Neccar, que ya había sido reconstruida después de que otro terremoto la destruyera en 1853. Los cruzados medievales construyeron una imponente entrada de piedra a la iglesia rupestre de la montaña asociada al apóstol Pedro, y esperamos aún saber si ha sufrido daños.
«No puedo decirte lo malo que ha sido», respondió mi amiga Hülya a mi primer mensaje de pánico el 6 de febrero. Gran parte de su familia de Antakya sobrevivió de algún modo, pero su tío y su sobrina, nuestro amigo Ercan y su joven familia, y decenas de miles de personas más de la región no tuvieron tanta suerte. «Rezad por nosotros», escribió.
La historia de la ciudad, sin embargo, es una historia de transición y renacimiento, y creo que hay esperanza entre los escombros.
Malalas escribió que, en 526, «las mujeres embarazadas… dieron a luz bajo la tierra y salieron ilesas con sus hijos», haciéndose eco de la supervivencia de una niña que nació en Antakya el 6 de febrero de 2023, bajo los escombros derrumbados de su casa, y que ha sido llamada Aya, una palabra árabe que se traduce vagamente como una señal de Dios.
Mientras los vecinos buscan supervivientes entre los edificios derruidos, el mundo se apresura a prestar ayuda. Mi amigo de Knoxville, Tennessee, Yassin Terou, refugiado sirio, ha regresado a la región para ofrecer comidas a los supervivientes como parte de los esfuerzos mundiales de socorro.
Trabajadores humanitarios y voluntarios se apresuran a proporcionar atención médica, alimentos, refugio y agua potable a la región, aunque sigue siendo difícil llegar a las personas aisladas en el norte de Siria.
El alcance de la catástrofe es desgarrador, pero creo que estos ecos del pasado romano pueden ser un recordatorio esperanzador de la capacidad de recuperación de los habitantes de la ciudad, que ya se han recuperado otras veces de terremotos devastadores. Tal vez, con el apoyo del mundo, puedan hacerlo de nuevo.
Christine Shepardson es profesora y directora del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Tennessee (EE UU)
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 16/2/2023
Traducción del original en inglés: Turkey’s historic city of Antakya, known in Roman and medieval times as Antioch, has been flattened by powerful earthquakes in the past – and rebuilt itself
Decenas de miles de personas han muerto y millones se han quedado sin hogar en el sur de Turquía y el norte de Siria tras el fuerte terremoto de 7,8 grados que sacudió la región el pasado 6 de febrero,… Leer
Las autoridades de Turquía elevaron este sábado a más de 40.600 los muertos a causa de los terremotos registrados el 6 de febrero en el sur del país, cerca de la frontera con Siria, donde han fallecido asimismo por el seísmo entre 4.000 y 6.000 personas, dependiendo de las fuentes.
Las operaciones de búsqueda y rescate continúan en 118 edificios derrumbados en Turquía, incluidos 98 edificios en la provincia de Hatay, 19 en Kahramanmaras y uno en Adıyaman, según informó la Dirección de Comunicaciones del país.
Trece días después de los seísmos, tres personas, entre ellas un niño que murió después, fueron rescatadas este sábado con vida tras casi 200 horas horas atrapadas bajo los escombros de un edificio derrumbado en la arrasada ciudad turca de Antioquía.
Según informó la agencia oficial turca Anadolu, un equipo de rescate de Kirguizistán logró salvar a Samir Muhammed Accar, su esposa Ragda y su hijo de 12 años, que habían quedado bajo las ruinas del edificio de apartamentos donde tenían su vivienda. Poco después, la misma fuente indicó que el niño había fallecido tras su rescate, mientras que los dos adultos fueron hospitalizados con heridas de diverso grado.
Mientras, en Siria, el Programa Mundial de Alimentos volvió a pedir este sábado a las autoridades que controlan el noroeste del país que dejen de bloquear el acceso a la zona, para poder prestar ayudar a los cientos de miles de personas víctimas de los terremotos.
Las autoridades de Turquía elevaron este sábado a más de 40.600 los muertos a causa de los terremotos registrados el 6 de febrero en el sur del país, cerca de la frontera con Siria, donde han fallecido asimismo por el… Leer