Algunas llevan el cabello, las piernas y los brazos cubiertos, en consonancia con la tradición musulmana imperante en el Golfo. Otras van en camiseta y pantalones cortos, con el pelo a la vista. Todas pertenecen al equipo de baloncesto del… Leer
Algunas llevan el cabello, las piernas y los brazos cubiertos, en consonancia con la tradición musulmana imperante en el Golfo. Otras van en camiseta y pantalones cortos, con el pelo a la vista. Todas pertenecen al equipo de baloncesto del Salwa Al Sabah, uno de los clubes participantes en la primera liga femenina de este deporte que se celebra en Kuwait. Según informa la agencia AP, en uno de sus partidos recientes aplastaron a sus rivales del club Qadsiya por 63 a 13. Al encuentro acudieron cientos de aficionados, hombres y mujeres. Además de la de baloncesto, también han arrancado en Kuwait las primeras ligas femeninas de atletismo y de tenis de mesa.
Foto: Las integrantes del equipo femenino kuwaití de baloncesto Qadsiya, escuchando a su entrenador (Gustavo Ferrari / AP)
No parece mucho, especialmente habiendo todavía hay tanto camino por recorrer en materia de igualdad, o, al menos, de no discriminación. Pero en una región donde la presencia de las mujeres en el deporte está tan estigmatizada, cuando no directamente prohibida, la puesta en marcha de estas competiciones femeninas es todo un hito. Baste recordar, por ejemplo, que hace un mes la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) canceló el tercer maratón de Gaza, debido a que las autoridades del territorio, gobernado por Hamás, habían prohibido la participación de mujeres en la carrera.
Los factores que, tímida y lentamente, están dando visibilidad y oportunidades (en definitiva, reconociendo derechos básicos) al deporte femenino en algunos países árabes son varios. Entre ellos está, necesariamente, el apoyo creciente de los gobiernos, pero también, y sobre todo, el hecho de que la población va alcanzando un mayor nivel educativo (especialmente en la región del Golfo), al tiempo que van evolucionando, o incluso erosionándose, ciertos valores tradicionales. Este desgaste no es tan rápido como en Occidente, pero, en un mundo cada vez más interconectado, también existe. El desarrollo de Internet y las redes sociales, o de la televisión por cable, por ejemplo, hacen cada vez más difícil evitar la penetración y el calado de otros modos de vivir y de pensar. Y algunas aspiraciones, como la práctica del deporte en igualdad, resultan ser universales, sin que ello suponga traicionar unas tradiciones que, aunque evolucionen, siguen estando hondamente arraigadas entre la población local, empezando por muchas de las propias deportistas.
El mejor ejemplo de este avance es, sin duda, el fútbol femenino, cada vez más consolidado en muchos países de Oriente Medio. Siria, Palestina, Catar, Irak, Egipto, Líbano, Jordania o Bahréin cuentan con selecciones nacionales, aunque carezcan aún de una infraestuctura de base, que es lo que realmente puede funcionar como motor de cambio. Y, en el Golfo, Catar y los Emiratos tienen ya sendas ligas femeninas de fútbol, un sueño que se empeñan también en mantener vivo, pese a las muchas dificultades, los seis equipos de chicas que participan en la incipiente Liga Nacional de Palestina.
Lo cierto es que la presencia de la mujer árabe en el deporte rey ha avanzado mucho desde que en 2004 las televisiones árabes retransmitieran por primera vez un partido de fútbol femenino. Fue un encuentro amistoso disputado en Dubai entre una selección de jugadoras árabes (las Arab All Stars Ladies), y el Chelsea inglés, y lo vieron en directo Jordania, los Emiratos, Egipto, Libia, Marruecos y Líbano. Aquella iniciativa partió de la princesa Haya, hermana del rey Abdallah II de Jordania, con el fin de «demostrar que la mujer árabe también está preparada para el fútbol».
Arabia Saudí, por su parte, permitió por primera vez en Londres 2012 (presionada por el Comité Olímpico Internacional) la participación de dos mujeres atletas en unos Juegos. A la cita olímpica acudieron asimismo seleccionadas de Catar. Las autoridades de Arabia Saudí, donde las mujeres tienen prohibido practicar en público la mayoría de los deportes, anunciaron además, el mes pasado, que permitirán competiciones femeninas en escuelas privadas, siempre que estén regidas por la ley islámica.
Actualmente, las mujeres saudíes no pueden dejarse ver corriendo en pantalones de deporte, ni pueden registrarse en clubes deportivos o participar en competiciones. Tampoco pueden tomar parte en pruebas nacionales de clasificación, lo que les impide homologar marcas para poder competir internacionalmente. Solo el mayor centro universitario saudí (la Universidad Princesa Nora Bint Abdul Rahman) tiene instalaciones deportivas para las estudiantes (unas piscina, una pista de tenis y un gimnasio).
Otras veces no es la práctica del deporte en sí, sino las condiciones en que las mujeres tienen que (o simplemente desean) practicar el deporte lo que acaba en situaciones de discriminación. Así, en 2011 la selección femenina de fútbol de Irán tuvo que decir adiós a su anhelo de participar en los Juegos de Londres por culpa de su atuendo. El combinado iraní, que nunca ha llegado a disputar la Copa del Mundo o los Juegos Olímpicos en la categoría femenina, sumó dos derrotas automáticas en la fase de clasificación por su negativa a jugar sin el hiyab, ya que el reglamento de la FIFA prohíbe expresamente que «jugadores u oficiales muestren mensajes o lemas políticos, religiosos, comerciales o personales, en cualquier forma o idioma, ni en el equipamiento deportivo ni en su cuerpo». En la memoria queda aquella famosa foto de las jugadoras iraníes llorando desconsoladas al ser descalificadas.
El caso saudí y el iraní son extremos, pero en otros países más moderados las dificultades con las que se enfrentan las mujeres (y los hombres) a la hora de practicar deporte de un modo más o menos profesional son también de carácter económico. Dejando a un lado los ricos Estados del Golfo, la situación económica entre la mayoría de los países de Oriente Medio no es precisamente de desahogo, y la promoción del deporte no suele estar entre las prioridades cuando hay que cubrir necesidades más básicas.
En unas declaraciones realizadas en 2011 a la página web de la FIFA, la presidenta de la Comisión de Fútbol Femenino de la Asociación de Fútbol de Jordania, Rana Husseini, señalaba que «la lucha por el reconocimiento no ha terminado, pero el desafío se ha convertido más en una cuestión de recursos: El desarrollo futbolístico exige un buen presupuesto y es un reto encontrar el respaldo económico necesario para cumplir con las obligaciones financieras. No quiero decir con esto que las barreras culturales ya no existan. Está claro que todavía hay personas que piensan que las mujeres no deben jugar al fútbol, ni practicar ningún deporte de contacto, pero conseguir apoyo económico y patrocinadores también puede ayudar a superar estas barreras y estimular la práctica deportiva en general y, en un sentido social más amplio, es responsabilidad de todos continuar promoviendo los derechos de la mujer y transferirlos a todos los ámbitos, incluido el deporte».
Desde principios de marzo y hasta mediados de junio, la Ciudad Cultural de Katara, en Catar, acoge la exposición Hey’Ya, Las mujeres árabes y el deporte. La muestra se gestó durante los Juegos Árabes de Doha, en 2011. Comisionadas por la Autoridad de Museos de Catar, la fotógrafa Brigitte Lacombe y su hermana Marian, cineasta y documentalista, montaron un estudio en la villa olímpica, donde trabajaron con atletas femeninas durante diez días. Después se embarcaron en un viaje por 20 países árabes, desde el Golfo al Norte de África, fotografiando y grabando vídeos de hasta 70 mujeres deportistas, desde aficionadas y principantes hasta competidoras olímpicas, jóvenes y experimentadas. Una de las retratadas, Mariam Hussein, resume en solo una frase el poder potencial que tiene el deporte para una nueva generación cada vez menos conformista: «El baloncesto me ayuda a pensar que puedo ser lo que yo quiera ser».
Más información y fuentes:
» Kuwait launches sports clubs for women (AP)
» Gaza: UNRWA cancela tercer maratón por prohibirse participación de mujeres (ONU)
» El fútbol femenino llega a la TV árabe (As)
» Saudis allow some girls’ schools to offer sports (AP)
» Hijab ban driving women away from soccer (Reuters)
» El largo camino de la aceptación (FIFA)
Algunas llevan el cabello, las piernas y los brazos cubiertos, en consonancia con la tradición musulmana imperante en el Golfo. Otras van en camiseta y pantalones cortos, con el pelo a la vista. Todas pertenecen al equipo de baloncesto del… Leer
La decisión del rey Abdalá de Arabia Saudí de admitir por primera vez a mujeres en el Consejo de la Shura tiene una importante significación simbólica, pero, a efectos prácticos, es bastante irrelevante. Aunque pueda parecerse a un parlamento, el Consejo de la Shura no es un órgano ejecutivo con poder real, sino una institución meramente consultiva que se limita a asesorar sobre nuevas leyes. Sus integrantes, además, son nombrados por el propio rey, con lo que no es probable que las mujeres designadas (un total de 30, la quinta parte del nuevo Consejo) tengan un perfil especialmente reivindicativo o reformista. La medida, en cualquier caso, ha sido suficiente para que los clérigos conservadores del país hayan puesto el grito en el cielo.
Para entender mejor el funcionamiento de los órganos de poder saudíes es importante recordar que el rey y su familia detentan un poder prácticamente absoluto, solo limitado por la ley islámica (sharia). Existe un Consejo de Ministros para dirigir las políticas gubernamentales y desarrollar las actividades burocráticas, pero sus miembros son elegidos por el monarca y responden ante éste. La mayor parte de los ministerios y de los altos cargos del Gobierno están ocupados por miembros de la familia real.
En Arabia Saudí no hay partidos políticos reconocidos legalmente, las elecciones son solo locales y, aunque la independencia de la administración de justicia está protegida por la ley, el rey actúa como corte de apelación y tiene la potestad de otorgar el perdón. En el último Índice de Democracia de la revista The Economist, correspondiente al año 2011, el país figura como el séptimo régimen más autoritario del mundo, solo por detrás de Guinea Ecuatorial, Birmania, Uzbekistán, Turkmenistán, Chad y Corea del Norte.
En este contexto, el Consejo de la Shura difícilmente puede ser considerado como un parlamento real y democrático del que emanan leyes, ni sus componentes, hombres o mujeres, como la representación de la voluntad del pueblo. La propia admisión de estas 30 consejeras es más una especie de concesión que el reconocimiento de un derecho. El rey, además, ha impuesto límites: la cuota femenina no puede exceder el 20%. Y entre las designadas hay dos miembros de la familia real: las princesas Sara, hija del rey Faisal (1964-1975), y Modi, hija del rey Jalid (1975-1982).
Las nuevas integrantes del Consejo entrarán a la sala principal por un acceso diferente al de los hombres, se sentarán separadas de éstos por una barrera y deberán llevar el velo que deja solo los ojos al descubierto (niqab), con lo que no será sencillo identificarlas.
Aún así, la medida ha sido valorada como positiva por quienes ven en este gesto un nuevo signo del tímido avance del papel de la mujer en la sociedad saudí que estaría impulsando en los últimos tiempos el monarca, un anciano que este año cumplirá 90 años. En 2011, Abdalá anunció, por ejemplo, que las mujeres podrán votar y ser elegidas para ejercer cargos en los próximos comicios municipales de 2015, y hace unos años, en 2009, autorizó por primera vez que hombres y mujeres compartiesen las aulas de una universidad. Hay quien argumenta incluso que al establecerse una cuota del 20% de mujeres en la Shura se asegura una presencia femenina mucho mayor que la que habría resultado de un proceso electoral, en un país tan conservador como Arabia Saudí.
Una de las nuevas miembros del Consejo, Thuraya al Arrayed, dijo a la BBC que su presencia en la Shura puede «ayudar a cambiar la opinión de los saudíes sobre las mujeres». «Es una ocasión histórica, y me siento honrada de formar parte de ella. Si funciona, si resulta ser positiva, contribuirá a modificar actitudes preocupantes sobre la participación de las mujeres. No estoy hablando tan solo del Consejo de la Shura, sino de dar más poder a las mujeres, y de incrementar su participación en los asuntos generales del país», añadió.
El decreto concerniente al nuevo Consejo fue anunciado el 11 de enero, pero las ‘diputadas’ no fueron investidas hasta el pasado día 19. «El lugar que ocupáis no es el de alguien que ha recibido un honor, sino el de alguien a quien se le ha encargado una responsabilidad, como representante de una parte de la sociedad», dijo el rey a las nuevas integrantes de la Shura, durante la ceremonia de toma de posesión.
De momento, la parte de la sociedad a la que se supone que representan no puede conducir y necesita el permiso de un «guardián» masculino para poder trabajar, viajar al extranjero, divorciarse, ingresar en un hospital público o abrir una cuenta bancaria.
Más información y fuentes:
» Saudi king grants women seats on advisory council (AP)
» Saudi king swears in first women members of advisory council (Reuters)
» Saudi Arabia’s king appoints women to Shura Council (BBC)
» Des Saoudiennes à l’Assemblée : «Une avancée significative mais symbolique» (France 24)
La decisión del rey Abdalá de Arabia Saudí de admitir por primera vez a mujeres en el Consejo de la Shura tiene una importante significación simbólica, pero, a efectos prácticos, es bastante irrelevante. Aunque pueda parecerse a un parlamento, el… Leer
Ana Carbajosa, en El País (6/3/2011):
Las revueltas populares en el mundo árabe han dado paso a una nueva era democratizadora en la región. No hay vuelta atrás, coinciden estos días la gran mayoría de los expertos. Lo que no está tan claro es si en el futuro traslado de poder de dictadores eternos al pueblo, participarán también las mujeres, comienzan a preguntarse algunas feministas árabes. Otras confían, sin embargo, en que el impulso revolucionario propiciará cambios culturales capaces de poner fin al cuasi monopolio masculino del poder en muchos países árabes.
«Nos dicen que no es momento de hablar de los derechos de la mujer, pero es precisamente ahora cuando tenemos que trabajar más que nunca. Hombres y mujeres hemos luchado codo con codo para acabar con el régimen de Mubarak, pero ya hemos empezado a ver que cuando llega el momento de la toma de decisiones políticas son ellos los que deciden por nosotras», sostiene Nihad Abul Qomsan, abogada y presidenta del Centro Egipcio para los Derechos de la Mujer. […]