Antes de que fueras mi amada había más calendarios para contar el tiempo: los hindúes, los chinos, los persas y los egipcios tenían sus calendarios. Después de ser mi amada, la gente comenzó a decir: el año mil antes de sus ojos y el siglo décimo después de sus ojos.
En tu amor alcancé el grado de evaporación, el agua del mar se tornó mayor que el mar, la lágrima del ojo mayor que el ojo y la superficie de la herida mayor que la de la carne.
No puedo quererte más aún ni estar más unido a ti. Mis labios no bastan para cubrir los tuyos, mis brazos no bastan para ceñir tu cintura y las palabras que conozco son muchas menos que los lunares que adornan tu cuerpo.
No puedo adentrarme más en la espesura de tu pelo: llevan años publicando en los periódicos que estoy perdido. Sigo perdido hasta próximo aviso.
El lenguaje es ya insuficiente para pronunciarte y las palabras son como caballos de madera que corren tras de ti noche y día, sin alcanzarte.
Siempre que me acusan de quererte, me siento superior; convoco una rueda de prensa y reparto tus fotos a los periodistas, aparezco en la pantalla del televisor con la rosa del escándalo prendida en mi ropa.
Escuchaba a los enamorados hablar de sus amores, y me reía. Pero cuando volví al hotel y tomé el café, solo, supe cómo penetra el puñal del amor en el costado para no salir nunca.
Mi problema con la crítica es que siempre que escribo un poema en negro, dicen que lo he copiado de tus ojos.
Mi problema con las mujeres es que siempre que niego mi relación contigo, oyen el tintineo de tus pulseras en la vibración de mi voz y ven tu camisón colgado en el armario de mi recuerdo.
No me acostumbres a ti: el médico me ha aconsejado que no mantenga mis labios en los tuyos más de cinco minutos, ni me siente bajo el sol de tus pechos más de un minuto, para no abrasarme.
Si conoces a un hombre que te quiera más que yo, preséntamelo para felicitarlo y luego matarlo.
—Nizar Qabbani (Damasco, 1923 – Londres, 1998), En tus ojos, el mundo ajusta su hora.
Antes de que fueras mi amada / había más calendarios para contar el tiempo: / los hindúes,/ los chinos, / los persas / y los egipcios tenían sus calendarios./ Después de ser mi amada,/ la gente comenzó a decir: / el año mil antes de sus ojos / y el siglo décimo después de sus ojos. / En tu amor alcancé el grado de evaporación, / el agua del mar se tornó mayor que el mar, / la lágrima del ojo mayor que el ojo / y la superficie de la herida / mayor que la de la carne.[…]