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Iba a ser un «puente de amistad» y ha acabado siendo un socavón cultural. Hace unas semanas, el Museo Olímpico de Doha, en Catar, invitó a Grecia a participar en una de sus muestras actuales más importantes, la exposición Juegos Olímpicos: Pasado y Presente. Y Grecia, arruinada y deseando atraer a los millonarios inversores del Golfo, aceptó encantada. Las autoridades helenas enviaron dos estatuas del Museo Nacional de Atenas (un joven de la época arcáica, y una copia romana de un atleta de la época clásica), que fueron recibidas como lo que eran, las auténticas joyas de la exposición. Sin embargo, la cosa se torció.

Cuando, en vísperas de la inauguración, el ministro griego de Cultura, Costas Tzavaras, visitó la muestra, comprobó atónito que las autoridades cataríes habían ordenado cubrir parcialmente las estatuas con paños negros, ocultando los genitales de los atletas (se trataba, obviamente, de desnudos, entre otras cosas porque así es como se competía en los juegos olímpicos de la antigüedad). Los griegos dijeron que o las estatuas se exhibían como ellos las mandaron, o habría que devolverlas. Y los cataríes se las han devuelto.

Estatua de bronce encontrada en Maratón, Grecia, y conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. La figura representa, probablemente, al vencedor de una carrera, y pertenece al periodo clásico (340-330 aC). Foto: Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Una portavoz de la Autoridad de Museos de Catar indicó a Doha News que, contrariamente a lo que había informado anteriormente la agencia AFP, la retirada de las estatuas «no se ha debido a la censura» . «La decisión está basada en el hecho de que la exposición está abierta a escolares y familias, y en el deseo de ser sensibles a las necesidades y los estándares de nuestra comunidad», dijo.

Por su parte, uno de los funcionarios griegos que acompañó al ministro heleno señaló que «no queremos que este asunto empañe la exposición. Fueron muy amables. Cuando rechazaron nuestra petición, las estatuas fueron embaladas de nuevo y enviadas de vuelta a Atenas». La exposición fue inaugurada el pasado 28 de marzo (un día después de que el ministro griego anunciase que el evento iba a ser «un puente de amistad entre los dos países»), y permanecerá abierta hasta finales de junio. La estatuas regresaron a Grecia el pasado día 19.

El caso es que, según publicó The Guardian, muchas de las más de 600 piezas que incluye la exposición representan también desnudos. «No está claro por qué las autoridades de Catar se han preocupado tanto por estas dos estatuas en cuestión, unas estatuas que, además, los funcionarios de Atenas describen como especialmente hermosas», añade el diario británico. A lo mejor es por eso.

No es probable, de todos modos, que las relaciones entre ambos países se resientan demasiado por el incidente. Aparte de comprar islas griegas (el mes pasado se supo que el emir, Hamad bin Jaliga al Thani, había adquirido seis islotes de propiedad privada en el Mar Jónico), Catar también está invirtiendo, y mucho, en el país heleno. El emirato ha entrado en un concurso público para desarrollar el antiguo aeropuerto de Atenas y, en enero, anunció asimismo una participación de casi mil millones de euros en un fondo conjunto para ayudar a reflotar la industria griega, duramente golpeada por la recesión.

Afortunadamente para los griegos, las vergüenzas de sus antepasados no son las únicas que quieren cubrir los cataríes.

Estatuas desnudas

Iba a ser un «puente de amistad» y ha acabado siendo un socavón cultural. Hace unas semanas, el Museo Olímpico de Doha, en Catar, invitó a Grecia a participar en una de sus muestras actuales más importantes, la exposición Juegos… Leer

Esfinge hitita de Hattusas. Foto original: Ingeborg Simon / Wikimedia Commons

La temporada estaba ya demasiado avanzada cuando, por fin, se pusieron en marcha el 14 de octubre. Winckler, el orientalista, renegaba de Oriente; sudando de día y tiritando de noche, tomaba de mala gana nota de cosas secundarias y no vacilaba en criticarlo todo. El viaje duró cinco días.

De noche se echaban al lado de las hogueras, bajo las estrellas, o se acogían a un musafir-oda, alojamientos que están a la disposición de los viajeros, incluso en las localidades menos importantes; todos los vecinos deben albergar por turno a los viajeros durante 24 horas. Winckler prefería esta hospitalidad a la de los chan, los viejos caravanserrallos del desierto, porque en éstos encontraba demasiados tacbt-biti (bichos). Para evitar estos vecinos nocturnos, cuando era huésped de los campesinos, muchas veces tenía que compartir el lecho con el ganado. […]

El famoso escritor y divulgador C. W. Ceram (Dioses, tumbas y sabios) describe así en su libro El misterio de los hititas (1955) los primeros días de la expedición que, encabezada por el arqueólogo alemán Hugo Winckler, acabaría identificando en el corazón de Turquía la legendaria capital del imperio de los hititas, una de las civilizaciones más fascinantes y, todavía, misteriosas del Antiguo Oriente.

Era el año 1905, y Winckler, que seguía los vacilantes pasos de otros viajeros y arqueólogos que se habían aventurado en la zona antes que él, estaba a punto de descubrir cerca de Bogazköy más de 10.000 tablillas de lo que parecía ser un «archivo nacional», y entre las cuales se encontraban textos bilingües, lo que permitió descifrar numerosos documentos. Basándose en ellos, Winckler no dudó en afirmar que las ruinas de Bogazköy pertenecían a la capital del imperio hitita, una urbe que conoció su esplendor hace unos 3.500 años y a la que denominó Hattusas.

Desde principios del siglo XIX, Francia, Alemania y Gran Bretaña venían desarrollando una extraordinaria actividad arqueológica. Reyes, universidades y mecenas de todo tipo (muchos de ellos, banqueros) hacían generosas aportaciones para unas excavaciones que abarcaban desde Egipto hasta Persia y la India. En el caso de Anatolia, el interés personal del rey Guillermo II acabó dando a Alemania, en excelentes relaciones con la Turquía otomana, la primacía en las investigaciones, y Winckler se convirtió, a pesar de los problemas derivados de su difícil personalidad y de sus deficientes métodos de excavación, en el especialista por antonomasia.

Desde el descubrimiento de Hattusas hasta hoy en día, arqueólogos alemanes, a través, principalmente, del Instituto Alemán de Arqueología y de la Sociedad Oriental Alemana, han realizado innumerables campañas de excavaciones, sacando a la luz descubrimientos extraordinarios. Entre los más espectaculares, sin duda, fueron dos impresionantes esfinges -representaciones de criaturas con cuerpo de león y cabeza humana- halladas tan sólo unos años después de la primera expedición de Winckler.

Estas dos esculturas fueron enviadas en 1915 a Alemania, en principio, para su restauración. Los expertos germanos las restauraron, efectivamente, pero devolvieron a Estambul tan sólo una, en 1924. La otra se exhibe desde 1934 en el Museo de Pérgamo, en Berlín, junto con una copia de la pareja devuelta.

Turquía, sin embargo, no se ha olvidado de su esfinge. Desde hace tiempo, el gobierno de Ankara, sabedor de que el turismo es una de las principales fuentes de riqueza del país, y empeñado, como Egipto, en reunir el patrimonio arqueológico nacional que se encuentra disperso por diferentes museos del mundo, ha venido reclamando la escultura hitita.

En un intento de aumentar la presión, Ankara, que realiza también un importante esfuerzo arqueológico propio, con más de 100 excavaciones en curso por todo el país, amenazó este año con paralizar los trabajos que Alemania sigue realizando en Hattusas, un proyecto que, financiado por Berlín y con 105 años de historia, es uno de los programas arqueológicos alemanes más importantes y emblemáticos.

Esta semana, por fin, se ha llegado a un acuerdo. El gobierno alemán ha anunciado que la pieza volverá a su país de origen antes del fin de noviembre, como «gesto voluntario hacia la amistad recíproca entre ambos países».

Casi un siglo después de emprender viaje hacia Europa, la esfinge hitita regresará por fin a las tierras anatolias donde fue esculpida por primera vez, hace más de tres milenios. Y los sucesores de Hugo Winckler, de momento, podrán seguir haciendo su trabajo.

Cien años después, la esfinge hitita vuelve a casa

“La temporada estaba ya demasiado avanzada cuando, por fin, se pusieron en marcha el 14 de octubre. Winckler, el orientalista, renegaba de Oriente; sudando de día y tiritando de noche, tomaba de mala gana nota de cosas secundarias y no vacilaba en criticarlo todo. El viaje duró cinco días. De noche se echaban al lado de las hogueras, bajo las estrellas, o se acogían a un musafir-oda, alojamientos que están a la disposición de los viajeros […]

El Museo Nacional de Irak en Bagdad, custodio en su día de obras de valor incalculable, alberga ahora innumerables vitrinas vacías, tras los saqueos que siguieron a la invasión estadounidense de 2003.

Los robos tuvieron lugar entre el 8 de abril y el 12 de abril de ese año, cuando algunos funcionarios regresaron al edificio. Fuerzas del ejército de los Estados Unidos, encabezadas por el coronel Mateo Marina Bogdanos, entraron en el recinto el 16 de abril, e iniciaron una investigación el 21 de ese mismo mes.

El resultado de la investigación indicó que, a pesar de las afirmaciones en sentido contrario, las fuerzas estadounidenses no habían saqueado el edificio y que hubo tres robos por parte de tres grupos distintos durante los cuatro días que el museo permaneció sin funcionarios.

Los tesoros perdidos de Irak

El Museo Nacional de Irak en Bagdad, custodio en su día de obras de valor incalculable, alberga ahora innumerables vitrinas vacías, tras los saqueos que siguieron a la invasión estadounidense de 2003. Los robos tuvieron lugar entre el 8 de… Leer