Restos del arco de entrada al Templo de Bel, en Palmira (Siria), en marzo de 2016. Las ruinas del templo fueron destruidas por Estado Islámico en agosto de 2015. Foto: Jawad Shaar / Tasnim News Agency / Wikimedia Commons
El hundimiento de los regímenes políticos en el Próximo y Medio Oriente, tras la Guerra de Irak (2001–2003) y la Guerra de Siria después del fracaso de la primavera árabe en 2011, propició el surgimiento de movimientos políticos fuertemente ideologizados con una concepción religiosa radical como Estado Islámico (EI) o Daesh.
En los territorios que permanecieron bajo su control se llevaron a cabo una serie de acciones presentadas como la aplicación estricta de los principios islámicos, pero que, de hecho, suponían ataques contra la concepción occidental de la sociedad, como la destrucción de la biblioteca de Mosul y el saqueo de museos y yacimientos arqueológicos como Nimrud, Hatra, Dur Sharrukin (Khorsabad), incluyendo el palacio de Senaquerib, y especialmente el conjunto arqueológico de la ciudad de Palmira, considerada Patrimonio de la Humanidad (World Heritage Site) por la UNESCO desde 1980, donde fueron destruidos los templos de Bel y Baalshamin, el León de A–lat, el Arco monumental, la Torre de Elahbel y diversas secciones del castillo.
No se trata únicamente de una reafirmación ideológica, sino de la transmisión de un mensaje al mundo occidental que entiende los monumentos histórico-arqueológicos como elementos esenciales de un pasado cultural e ideológico común de la Humanidad. Esta moderna iconoclastia constituye un acto político y propagandístico, que llegó incluso a la decapitación pública del conservador del centro arqueológico, Khaled al–Asaad, acusado de apostasía e idolatría.
Las destrucciones realizadas por Estado islámico desde 2004 no constituyen una excepción, al sumarse, entre otros, al saqueo de los museos egipcios durante las revueltas políticas entre 2011 y 2013, o la voladura por los talibanes de los budas de Bamiyan, también patrimonio de la UNESCO, en 2001.
Borrar el pasado, herramienta de control
El trasfondo ideológico para dichas destrucciones no es únicamente la defensa del monoteísmo, sino una versión moderna de la Damnatio memoriae (condena y eliminación de la memoria) romana, un intento de borrar la existencia de una determinada estructura social y cultural en un territorio como sistema para negar el derecho a la existencia representado por los elementos icónicos de su pasado.
Destruir el pasado significa negar el presente y, especialmente, el futuro. Infamar los vestigios del pasado es también una herramienta político–social destinada a reafirmar la posesión de un territorio mediante la desaparición de los elementos tangibles de su historia. Es una forma de desarraigo.
La iconoclastia incluye, no obstante, problemáticas diferentes. En otros casos, la destrucción de los símbolos del pasado puede simbolizar una revisión de la propia historia, entendiendo que los cambios sociales contemporáneos deben aplicarse también a la construcción del discurso narrativo del pasado. Es el caso de las estatuas confederadas en Estados Unidos.
Beneficio económico y mercado clandestino
Las destrucciones de yacimientos arqueológicos por parte de Estado Islámico tienen también un claro componente de beneficio económico. El saqueo de los museos de Irak durante la invasión de 2003 propició la entrada en el circuito semiclandestino de antigüedades de un gran número de materiales arqueológicos, en parte perdidos definitivamente dentro de las redes ilegales del mercado negro de obras de arte.
Ese saqueo fue seguido por el intento de forzar una modificación de la legislación iraquí para permitir la exportación legal del patrimonio histórico–arqueológico. Con la justificación de preservar una herencia cultural común, se actualizaron las prácticas coloniales que supusieron la exportación del patrimonio arqueológico de Mesopotamia, el Próximo Oriente y Egipto entre finales del siglo XVIII y el siglo XX. Estas son las principales colecciones de los museos europeos y estadounidenses.
Estos materiales, junto a los procedentes de los territorios subsaharianos, asiáticos y oceánicos, se encuentran en muchos casos en litigio de devolución tras las reclamaciones de los países de procedencia. Los pleitos sólo en una pequeña parte culminan con el retorno de los mismos. Esto hace perdurar la fractura y el despojo del patrimonio en aplicación de principios neocoloniales derivados de una errónea, pero arraigada, idea de superioridad cultural.
Financiación de Daesh
El tráfico de antigüedades ha constituido durante años una de las principales fuentes de financiación de Daesh.Exporta el producto de sus expolios a través de las permeables fronteras de Turquía, Jordania y el Líbano con la complicidad activa y pasiva de las redes de tráfico de obras de arte y las autoridades políticas, responsables de la comercialización y del cierre de las fronteras.
Se trata de un tráfico que ha comportado un volumen tan elevado de exportaciones ilegales, realizado casi sin enmascaramiento, que forzó la resolución 2199 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 15 de marzo de 2015 por la que se declaraba ilegal el comercio de obras de arte histórico–arqueológicas procedentes de Irak y Siria.
Relieve funerario de Palmira, antes y después de la guerra en Siria. Fotos: Gianfranco Gazzetti / Wikimedia Commons – Hamed Jafarnejad / Tasnim News Agency / Wikimedia Commons
Este intento por combatir el tráfico ilícito no tiene muchas posibilidades de servir, al depender fundamentalmente de la voluntad de dos grupos de gobiernos: aquellos que deben impedir el tránsito de los materiales procedentes del saqueo de museos y yacimientos por su territorio, y los que albergan puertos francos de depósito y «enfriamiento» de los materiales antes de que, una vez «blanqueados», pueden incorporarse al mercado clandestino del arte y, lo que es peor, en muchas ocasiones al comercio legal.
En concreto, la resolución de Naciones Unidas incluía: la condena a la destrucción de enclaves del patrimonio cultural de Irak y Siria, con especial mención a los edificios de carácter religioso; la prohibición de llevar a cabo cualquier tipo de tráfico de antigüedades con organizaciones como ISIL, ANF y Al Qaeda; la reafirmación de la ilegalidad del tráfico de obras de arte procedentes de Irak; y la declaración como ilegal del tráfico de obras de arte procedentes de Siria.
¿Hasta dónde llega el patrimonio?
En todo caso, las iniciativas de la ONU y la UNESCO se han demostrado ineficaces debido a la propia extensión de la idea de lo que es y significa el patrimonio histórico–arqueológico en muchos países, cuyos dirigentes llegan a considerar dicha destrucción como un problema menor dentro de las tensiones políticas, sociales y económicas que les afectan, mucho más profundas y acuciantes que la conservación de las obras de arte.
Posiblemente, entra en juego también una decisión calculada de minimizar la expansión de Estado Islámico dentro de una política de contención de daños que pasa por la colaboración encubierta. Como en cualquier transacción económica, existe la venta como resultado de una creciente demanda, pero no se actúa con la suficiente firmeza frente a las redes de tráfico ni tampoco ante los intermediarios en las transacciones ni los receptores de los materiales, dado que, con excepción de las piezas mejor conocidas y catalogadas, el mercado de materiales arqueológicos y de obras de arte se nutre del desconocimiento de la procedencia y del blanqueo a que son sometidos los objetos expoliados.
Dos décadas de destrucción y expolio
La problemática indicada no dispone de una solución a corto plazo pese a que haga ya más de dos décadas de su inicio. Cabe recordar que todavía en la actualidad, y después de tres cuartos de siglo del final de la Segunda Guerra Mundial, las consecuencias del saqueo de los tesoros artísticos europeos por la Alemania nazi continúan sin resolverse. Eso pese a la ingente labor realizada, incluyendo, en el caso de Francia, la creación y difusión de fondos documentales destinados a la identificación de los propietarios legítimos de obras que forman parte de las colecciones nacionales francesas y, en su caso, proceder a su devolución.
Si el citado es un caso difícil pero asumible dado que muchas de las piezas estaban catalogadas antes de 1939, en el caso de los bienes procedentes del saqueo contemporáneo de yacimientos arqueológicos realizados sin ningún tipo de registro técnico, el problema puede llegar a ser irresoluble.
Glòria Munilla Cabrillana es profesora agregada de Estudios de Artes y Humanidades y directora del Máster Interuniversitario del Mediterráneo Antiguo en la Universitat Oberta de Catalunya.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 14/7/2021
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Foto: Tom Schutyser, del libro ‘Caravanserai: Traces, Places, Dialogue in the Middle East’
Durante cerca de diez siglos, viajeros, peregrinos, comerciantes y militares encontraron reposo, alimento y un lugar donde intercambiar no solo mercancías, sino también experiencias y tradiciones culturales, al calor de los miles de caravasares que salpicaban los caminos de todo Oriente Medio y Asia Central.
Los caravasares, término que deriva del turco kervansaray, y, antes, del persa karavan (كاروان, viajeros) y sara (سرا, hostal, refugio, palacio), desempeñaron un papel fundamental como puntos de enlace en la Ruta de la Seda y en otras rutas comerciales a través de Asia, el norte de África y la Europa suroriental. Denominados también jan (خان, en persa), pueden considerarse como los auténticos nodos de la primera red globalizada de comercio terrestre.
Foto: Tom Schutyser, del libro ‘Caravanserai: Traces, Places, Dialogue in the Middle East’
Estas grandes posadas solían estar situadas a unos 30 kilómetros unas de otras (distancia equivalente a una jornada de camino), a lo largo de las diferentes rutas que unían los puertos y núcleos urbanos más importantes. En los lugares por los que no transcurría directamente la Ruta de la Seda, como la mayor parte de la actual Turquía o Armenia, sirvieron para vertebrar el comercio interior. Uno de los mejor conservados en Turquía es el caravasar de Agzikarahan, construido en 1229 por los turcos selyúcidas.
Actualmente, los caravasares que no han desaparecido por completo se encuentran en ruinas, o bien han sido reconstruidos y reconvertidos en hoteles, museos, tiendas o incluso puestos militares. Los mejor preservados son los situados en el interior de ciudades, como el de Assad Pacha en Damasco.
La guerra en Siria, sin embargo, está resultando devastadora para estas construcciones, al igual que para el resto del patrimonio histórico del país (el Instituto para la Formación y la Investigación de Naciones Unidas, UNITAR, informó a finales del año pasado que el conflicto ha provocado la destrucción o dañado seriamente al menos 290 sitios del patrimonio cultural sirio).
En Alepo, por ejemplo, el caravasar Qurt Bey, que data del siglo XV, resultó gravemente dañado por las bombas. La mayor parte de su estructura en la parte oriental quedó completamente arrasada.
En la imagen superior, el caravasar Qurt Bey de Alepo, en diciembre de 2011, antes de los combates. En la inferior, la misma zona en julio de 2014. La flecha azul muestra el muro oriental del caravasar, totalmente destruido. Las flechas amarillas indican otras estructuras cercanas seriamente dañadas. Fotos: DigitalGlobe / AAAS
En el año 2001, la UNESCO impulsó un ambicioso proyecto para realizar un inventario lo más completo posible de caravasares en cuatro países (Rusia, Siria, Turkmenistán e Irán, a los que luego se sumaron Kazajstán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán), con el fin de asegurar su preservación.
El proyecto incluía la elaboración de una exhaustiva base de datos que incluyese nombres, planos arquitectónicos, fotografías y cualquier otra información relevante relativa, especialmente, a los caravasares más antiguos.
En cada uno de los países participantes, comisiones de la UNESCO designaron equipos académicos, formados principalmente por arqueólogos y arquitectos, para comenzar el inventario sobre el terreno en una serie de puntos concretos, elegidos por su importancia histórica o por su estado de conservación.
Localización de algunos de los caravasares en Asia Central y Oriente Medio incluidos en el proyecto de inventario de la UNESCO
Los caravasares surgieron de forma paralela a la expansión del islam y al crecimiento de las rutas comerciales entre Oriente y Occidente, y su declive se inició tras la apertura, por parte de los portugueses, de las nuevas rutas marítimas. Su construcción se extendió a lo largo de un amplio periodo que abarca cerca de mil años, entre los siglos IX y XIX. Según la UNESCO, «los caravasares constituyen un fenómeno fundamental en la historia de Asia Central y Oriente Medio, tanto desde un punto de vista económico, como social y cultural».
La UNESCO destaca asimismo la importancia arquitectónica de estas construcciones, diseñadas sobre la base de reglas geométricas y elementos definidos por las diferentes tradiciones. Existe una cierta unidad estilística, pero cada caravasar posee características específicas.
Generalmente se trataba de edificios rectangulares con un portal único, lo suficientemente ancho como para permitir el paso de animales grandes y cargados, como camellos o caballos. Alrededor del patio interior, casi siempre abierto, se encontraban los establos, almacenes y habitaciones para los mercaderes, sus sirvientes y la mercancía. Los caravasares proveían de agua, tanto para el consumo de viajeros y animales, como para las abluciones rituales.
Foto: Tom Schutyser, del libro ‘Caravanserai: Traces, Places, Dialogue in the Middle East’
Algunos de los caravasares que siguen en pie en Líbano, Siria y Jordania fueron recogidos por el fotógrafo belga Tom Schutyser en el libro Caravanserai: Traces, Places, Dialogue in the Middle East (Caravasares: huellas, lugares, diálogo en Oriente Medio, 5 Continents Editions, 2012), obra a la que pertenecen las imágenes en blanco y negro que acompañan esta entrada.
Schutyser ha recorrido en varias ocasiones la Ruta de la Seda, a lo largo de 15 años. Su primer proyecto centrado en los caravasares lo llevó a cabo en 2003, en el norte de Irán. El segundo, en el que realizó las fotografías que conforman este libro, data de 2009, es decir, antes del comienzo de la guerra en Siria. El libro, publicado como edición bilingüe, en inglés y francés, cuenta con una introducción de Andrew Lawler e incluye textos de Reza Aslan, Rachid al-Daif, Robert Fisk, Dominique Moïsi y Paul Salem.
Los editores invitan al lector a reflexionar sobre la posibilidad de abrir nuevas vías de diálogo capaces de sanear las deterioradas relaciones entre el mundo occidental y el mundo musulmán, «del mismo modo que, en su día, estas posadas hicieron posible que los viajeros compartiesen no solo sus bienes, sino también sus ideas y sus descubrimientos».
Foto: Tom Schutyser, del libro ‘Caravanserai: Traces, Places, Dialogue in the Middle East’
Durante cerca de diez siglos, viajeros, peregrinos, comerciantes y militares encontraron reposo, alimento y un lugar donde intercambiar no solo mercancías, sino también experiencias y tradiciones culturales, al calor de los miles de caravasares que salpicaban los caminos de todo… Leer
Los tejados del Gran Bazar de Estambul, en una vista aérea. Foto: M. Erem Çalıkoğlu / SALT Research / Flickr
Las fuertes lluvias que cayeron la semana pasada sobre Estambul parecen haber dañado gravemente los históricos tejados que cubren el Gran Bazar, construidos hace más de 500 años, y que se encontraban ya en un estado preocupante de conservación, segun informa este jueves el diario turco Hurriyet.
Fotografías aéreas muestran que algunas de las grietas que aparecieron hace dos años en los tejados se han agrandado como consecuencia de la gran cantidad de agua caída recientemente. De hecho, varios arcos han tenido que ser reforzados con soportes de acero ante el aparente riesgo de derrumbe.
El diario añade que los daños existentes en el tejado del Gran Bazar se ven agravados por la existencia de una gran cantidad de depósitos de agua, aparatos de aire acondicionado y antenas de televisión por satélite, así como por las personas que suben para reparar o instalar estos objetos.
La preocupación por los tejados del Gran Bazar de Estambul se incrementó notablemente en el año 2012, cuando se rodó en ellos la escena de la persecución con motocicletas de la película Skyfall, de la serie de James Bond. Durante la filmación resultó dañada una columna de madera de 400 años de antigüedad.
Las autoridades municipales del distrito de Fatih, en el centro de Estambul, donde se encuentra el Gran Bazar, anunciaron a finales del pasado mes de febrero que está previsto llevar a cabo una restauración integral de todo el complejo histórico, para lo que se ha destinado un presupuesto inicial de 200 milllones de liras turcas (unos 95,6 millones de dólares).
El Gran Bazar de Estambul es uno de los mercados cubiertos más grandes del mundo, con un total de 22 puertas de acceso, 64 calles y más de 3.600 comercios. Entre 300.000 y 400.000 turistas lo visitan cada día.
A lo largo de su historia, el complejo ha sufrido más de 20 desastres, debidos, principalmente, a incendios y terremotos. Los dos incendios más graves ocurrieron el 20 de noviembre de 1651 y el 26 de noviembre de 1954. Tras el terremoto de 1894 se realizaron varias actuaciones de mejora que acabaron dándole su forma actual.
Las fuertes lluvias que cayeron la semana pasada sobre Estambul parecen haber dañado gravemente los históricos tejados que cubren el Gran Bazar, construidos hace más de 500 años, y que se encontraban ya en un estado preocupante de conservación, segun… Leer
Mezquita destruida en Irak por milicianos de Estado Islámico
Autoconstituidos ya oficialmente en «califato» (con pasaporte incluido), los milicianos del ahora llamado Estado Islámico (antes, EIIL –Estado Islámico de Irak y el Levante–) han comenzado su anunciada destrucción de mezquitas sufíes y chiíes en Mosul, la ciudad iraquí que controlan desde que se inició su espectacular ofensiva a mediados de junio. Según informan fuentes del aparato de seguridad iraquí, los fanáticos, extremistas de la rama suní del islam, también habrían sustituido las cruces de decenas de iglesias cristianas por la bandera negra yihadista.
Al igual que han ido haciendo hasta ahora con otras fotos propagandísticas, como las de las terribles ejecuciones sumarias de grupos de soldados iraquíes, las imágenes de las demoliciones (entre ellas, las que acompañan esta entrada) han sido publicadas esta semana por los propios yihadistas a través de las redes sociales en Internet. Bajo el epígrafe «Demolición de santuarios e ídolos en el wali [provincia] de Nínive», las fotos muestran que las destrucciones se llevan a cabo con grandes cantidades de explosivos e incluso a golpes de excavadora.
Poco después de entrar en Mosul, los milicianos del entonces EIIL ya recordaron que su postura sobre los santuarios, tumbas y sitios de culto en general «es conocida», es decir, que serían destruidos. En su interpretación radical del islam, los salafistas presentes en las filas de este grupo llevan a rajatabla el precepto religioso que considera la veneración de este tipo de lugares como idolatría, y no dudan en acabar con ellos, como han hecho ya en varias zonas de Siria.
El califa
Y, mientras, el autoproclamado «califa del Estado Islámico», Abu Bakr al Bagdadi, realizó esta semana su primera aparición pública (solo se conocían un par de fotografías suyas, una de ellas difundida hace algún tiempo por el Gobieno iraquí), y lo hizo durante la oración del viernes, el día sagrado musulmán, en la Gran Mezquita de Mosul.
El hasta ahora esquivo e ‘invisible’ jefe yihadista, rebautizado como Califa Ibrahim, aparece en un vídeo, cuya autenticidad no ha sido contrastada por fuentes independientes, subido a un púlpito y dirigiendo la oración. En su sermón, el líder del Estado Islámico insta a todos los musulmanes a sumarse al califato para «colmar sus aspiraciones de dignidad, poder, derechos y liderazgo». «Aunque no soy el mejor de entre vosotros, yo soy el wali (líder) que os preside, así que si tengo razón, ayudadme. Si veis que estoy equivocado, aconsejadme y devolvedme al camino correcto. Y obedecedme mientras yo obedezca a Dios», dice.
El vídeo con el discurso completo de Al Bagdadi, transcrito y traducido al inglés, puede verse aquí.
El nuevo califato es importante por tres motivos: uno, es un polo de atracción para yihadistas de todo el mundo. Si alguien quiere unirse a la guerra santa, solo debe llegar a la frontera turca con Siria. Allí empezará su vida de hombre nuevo. Dos, controlar territorio es un modo de asegurarse ingresos gracias a impuestos y venta de recursos. Tres, es un santuario seguro para preparar ataques.
[…] Estado Islámico fue hace unos años Al Qaeda en Irak, pero desde febrero se desvinculó del grupo que dirigía Osama bin Laden. La competencia por ser el primer grupo yihadista es importante para conseguir más reclutas y recursos: unos intentan atacar el gran poder americano; otros quieren un riguroso Estado islámico.
El califato es «el mayor desarrollo en el yihadismo internacional desde el 11-S», dice Charles Lister, de la [Institución] Brookings Institution. Marca una nueva época: ni en Yemen, ni en Somalia ni en Mali se unieron todas estas carracterísticas. Falta ahora por ver su capacidad de éxito.
Sobre el terreno, el principal escenario de los combates entre los yihadistas y las fuerzas gubernamentales iraquíes es ahora la ciudad de Tikrit, prácticamente abandonada ya por la población, de mayoría suní.
La web del New York Times incluye un espectacular mapa interactivo en el que puede seguirse la evolución del conflicto. El siguiente mapa, del mismo diario, recoge las ciudades controladas por el Estado Islámico y las que continúan en disputa. Está actualizado al 1 de julio.
Autoconstituidos ya oficialmente en «califato» (con pasaporte incluido), los milicianos del ahora llamado Estado Islámico (antes, EIIL –Estado Islámico de Irak y el Levante–) han comenzado su anunciada destrucción de mezquitas sufíes y chiíes en Mosul, la ciudad iraquí que controlan desde que se… Leer
Ciudadela de Erbil, en Irak. Foto: Jan Kurdistani / Wikimedia Commons
Podría haber sido una gran noticia para Irak, pero, desgraciadamente, el país no está para celebraciones. La Unesco anunció este sábado la incorporación de la Ciudadela de Erbil, en la capital del Kurdistán iraquí, a su lista de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad. Es el cuarto lugar de Irak que logra ingresar en ese selecto club, al que pertenecen ya Hatra, al suroeste de Mosul, y Ashur y Samarra, en la provincia de Saladino. Es, también, el único de los cuatro que no se encuentra actualmente en una zona controlada por los insurgentes yihadistas del EIIL (Estado Islámico de Irak y el Levante, o ISIS, por sus siglas en inglés), quienes han destruido ya parte del legado cultural de Mosul, en un área donde están, entre otras joyas históricas, las ruinas de Nínive, la capital de la antigua Asiria.
La decisión de la Unesco de otorgar una especial protección a la Ciudadela de Erbil parece reflejar la gran preocupación existente en este organismo de la ONU por el futuro de los monumentos iraquíes. No es una preocupación infundada. En su interpretación extrema del islam suní, los salafistas presentes en las filas del EIIL y de otros grupos semejantes consideran la veneración de estatuas y tumbas como idolatría, y no dudan en destruirlas, como han hecho ya en varios lugares de Siria.
Testimonios recogidos hace unos días por la agencia Reuters señalaban que, tras la toma de Mosul por parte del EIIL, sus milicianos destruyeron estatuas de poetas y parte del santuario del historiador y filósofo del s. XII Ibn Tahir. En un llamamiento realizado poco después de la entrada de los yihadistas en la ciudad, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, pidió «a todos los iraquíes» que «se muestren unidos en la protección del patrimonio cultural del país», ya que «representa un testimonio único de humanidad, de los orígenes de nuestra civilización y de la coexistencia interétnica e interreligiosa».
Erbil, sede del gobierno regional kurdo y la tercera ciudad más grande de Irak, después de Bagdad y de la propia Mosul, está, de momento, fuera del alcance del EIIL, pero la distancia que la separa de esta última es de tan solo 80 kilómetros.
Por ahora, la capital kurdo-iraquí sigue siendo considerada un lugar seguro y, de hecho, se ha convertido en uno de los principales destinos de los refugiados que huyen del avance de los yihadistas. La población, sin embargo, es consciente del peligro, algo que se ha reflejado estos días en las largas colas que se formaban en las gasolineras mientras el ejército iraquí combatía a los rebeldes en la estratégica refinería de Baiji, cuyo control retomaron finalmente las fuerzas gubernamentales.
La Ciudadela de Erbil es un asentamiento fortificado construido en la cima de un imponente tell (un montículo creado por las distintas generaciones que lo fueron reconstruyendo en el mismo lugar). En su descripción del sitio, la Unesco señala que los muros ininterrumpidos de fachadas y viviendas del siglo XIX «continúan dando la impresión visual de una fortaleza inexpugnable que domina la ciudad». El peculiar trazado de sus calles, en forma de abanico, data de la fase otomana tardía de Erbil, emplazamiento que tiene su origen en la antigua Arbela, un importante centro político y religioso asirio. Los descubrimientos y las excavaciones arqueológicas realizadas sugieren que la colina oculta estratos y vestigios todavía más antiguos.
(Junto con la Ciudadela de Erbil, la Unesco ha declarado también Patrimonio de la Humanidad otros seis lugares: la Puerta de La Meca, en el centro histórico de Yeda (Arabia Saudí); la antigua fábrica manufacturera de Tomioka, en Japón; la factoría Van Nelle, en Holanda; el sistema vial andino conocido como Camino del Inca, o Qhapac Ñan (en Perú, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador); la antigua ciudad maya y los bosques tropicales protegidos de Calakmul, en Campeche (México), y la parte carolingia de la abadía de Corvey, en Alemania.)
Podría haber sido una gran noticia para Irak, pero, desgraciadamente, el país no está para celebraciones. La Unesco anunció este sábado la incorporación de la Ciudadela de Erbil, en la capital del Kurdistán iraquí, a su lista de lugares declarados… Leer
El hecho de que una de las noticias más comentadas del día sobre Siria haya sido la destrucción de un minarete del siglo XI, cuando a diario están muriendo decenas e incluso centenares de personas, puede parecer una frivolidad. No lo es. O, al menos, no lo será si nos sirve para redirigir un poco la mirada hacia una guerra donde la tendencia al fatalismo, la resignación, el cansancio y la indiferencia es cada vez mayor.
La Mezquita Omeya (o Gran Mezquita) de Alepo, antes de la guerra (imagen superior); destruida por los combates, pero con el minarete aún en pie (imagen central), y con el minarete derrumbado (imagen inferior). Fotos: senalobo (Flickr), AP
La pérdida irrecuperable de este monumento nos recuerda, además, el efecto devastador que tiene la guerra, cualquier guerra, en todas las facetas de la existencia. El primero, obviamente, el sufrimiento humano, la aniquilación de la vida. Pero la vida es, también, el arte, el talento, la creatividad, la belleza que somos capaces de alumbrar, todo aquello que nos hace, en definitiva, ser lo que somos; todo aquello que convierte nuestro paso por aquí en algo más que una simple tarea al servicio de la necesidad de mantenernos como especie; lo que dejamos en pie para los que vienen detrás.
El minarete de la Mezquita Omeya (o Gran Mezquita) de Alepo era una de esas cosas que hacen más bello este mundo. Ahora es una ruina, como lo es también la mayor parte del recinto, construido entre los siglos VIII y XIII, y que, tras otros graves destrozos ocurridos hace menos de una semana por combates entre el ejército gubernamental y las fuerzas de la oposición, ha quedado arrasado.
El opositor Observatorio Sirio para los Derechos Humanos indicó que el derrumbe fue provocado por los continuos enfrentamientos cerca de la mezquita, tomada por los rebeldes tras una dura batalla hace unos meses. Pero las dos partes se culpan mutuamente. Un activista de la oposición señaló a la agencia AP que un tanque del ejército sirio disparó un proyectil que «destruyó totalmente» el minarete. La agencia oficial de noticias, Sana, responsabilizó por su parte al Frente Islamista Al Nusra y aseguró que «terroristas» volaron la torre por los aires.
Lo único realmente cierto es que el minarete ya no está.
El hecho de que una de las noticias más comentadas del día sobre Siria haya sido la destrucción de un minarete del siglo XI, cuando a diario están muriendo decenas e incluso centenares de personas, puede parecer una frivolidad. No… Leer
Según denuncia la organización Save Beirut Heritage, este edificio histórico de la capital libanesa tiene sus días contados. Una promotora inmobiliaria proyecta construir en la zona tres rascacielos de lujo. Foto: Save Beirut Heritage / Facebook
A principios de los noventa, después de 25 años de guerra civil y con todo por reconstruir, el Gobierno del Líbano elaboró una extensa lista de lugares históricos, con el objetivo de preservarlos. Entre el patrimonio seleccionado por la Dirección General de Antigüedades del Ministerio de Cultura se encontraban 1.600 edificios de la capital, Beirut, la mayoría de ellos pertenecientes a las épocas del Imperio Otomano y del Mandato Francés. Actualmente, el 80% de estos edificios han sido demolidos. Solo quedan unos 300.
El dato lo ofrecen dos organizaciones que trabajan activamente por salvar la herencia arquitectónica del Líbano, la Asociación para la Protección del Patrimonio Libanés (APLH, por sus siglas en inglés), y el grupo Salvad el Patrimonio de Beirut (SBH), y lo publica este lunes en un reportaje el portal libanés Now. «Nuestra identidad se está muriendo», dice Pascale Ingea, una de los tres miembros fundadores de APLH.
Las razones de esta destrucción son varias, pero ambas asociaciones destacan dos: la «falta de voluntad» por parte de los sucesivos gobiernos libaneses a la hora de hacer cumplir la ley sobre patrimonio histórico, y la inexistencia de normas verdaderamente eficaces que regulen la fiebre de la construcción. A ello hay que sumar que la Dirección General de Antigüedades cuenta con un presupuesto de tan solo 3 millones de dólares, apenas el 0,02% del gasto anual del Gobierno.
El año pasado SBH logró detener el derribo de 150 edificios históricos en Beirut. Fue un logro importante, pero, al ritmo que marchan las demoliciones, insuficiente. «Lo único que puede salvar Beirut es un auténtico despertar popular, algo que no llegó a ocurrir nunca en los años noventa», asegura la organización en su página de Facebook.
Otro factor importante es la gran cantidad de inmuebles de renta antigua existentes aún en la capital. De acuerdo con la ley actual, muchas de las personas que vivían de alquiler antes del inicio de la guerra, en 1975, siguen pagando lo mismo que pagaban entonces (en algunos casos, en torno a 300 dólares al año). Según explica Pascale, la ley de renta antigua impide a los propietarios aumentar el precio del alquiler o echar a los inquilinos, con lo que el dinero que obtienen por los inmuebles no es suficiente para mantenerlos en buen estado.
El daño no es solo histórico; es también económico. La pérdida del patrimonio cultural afecta directamente al turismo, uno de los principales recursos del Líbano. «Al sustituir nuestros barrios tradicionales por grandes centros comerciales, edificios modernos de apartamentos y espacios para aparcamientos estamos despojando al Líbano de lo que lo hace atractivo para el turismo», indica Ingea a Now. «Esta política de desarrollo urbano puede ser rentable para los promotores, pero los libaneses en general salen perdiendo, tanto a corto como a largo plazo», añade.
Georges Zaioun, que ha trabajado durante años para la UNESCO y ayudó a la reconstrucción de la sede de esta organización en el Líbano, sentencia: «En Beirut hemos copiado el modelo equivocado, el modelo de las ciudades del Golfo, cuando deberíamos haber seguido el ejemplo de otras ciudades mediterráneas».
El problema no es nuevo. Hace ya un par de años, la arquitecta libanesa Mona Hallak decía en una entrevista: «Cuando miro ahora Beirut, todo lo que veo son bloques de cemento… Esto es desgarrador». Hallak, una de las principales activistas en la lucha por salvaguardar el patrimonio histórico de su país, añadía: «La ciudad está perdiendo sus típicas casas viejas tradicionales, con sus tejados rojos, las ventanas en forma de arco, los bellos balcones y jardines… En pocos años será difícil ver un espacio verde, y Beirut no tendrá en absoluto un legado histórico…».
A principios de los noventa, después de 25 años de guerra civil y con todo por reconstruir, el Gobierno del Líbano elaboró una extensa lista de lugares históricos, con el objetivo de preservarlos. Entre el patrimonio seleccionado por la Dirección… Leer