Decenas de miles de personas han muerto y millones se han quedado sin hogar en el sur de Turquía y el norte de Siria tras el fuerte terremoto de 7,8 grados que sacudió la región el pasado 6 de febrero,… Leer
Decenas de miles de personas han muerto y millones se han quedado sin hogar en el sur de Turquía y el norte de Siria tras el fuerte terremoto de 7,8 grados que sacudió la región el pasado 6 de febrero, una tragedia por la que la antigua ciudad turca de Antakya, conocida en época romana y medieval como Antioquía, ha pasado ya otras veces.
A finales del siglo IV, dos días después de que un fuerte terremoto sacudiera la zona de la actual frontera entre Turquía y Siria, el predicador cristiano Juan Crisóstomo dirigió un sermón a la atemorizada congregación de su sacudida ciudad de Antioquía, que, de forma muy parecida a los supervivientes de hoy, luchaba por comprender la destrucción. «Vuestras noches son insomnes», reconoció: «Vuestras posesiones se desgarraron más fácilmente que una tela de araña… Por poco tiempo os convertisteis en ángeles en lugar de humanos».
Como historiadora del cristianismo en el mundo romano tardío, mi investigación sobre la cristianización de Antioquía me llevó a la zona en 2006, 2008 y 2010, y ver destrozada de nuevo la región donde la gente me acogió tan generosamente me ha roto el corazón. Ayuda, sin embargo, conocer la rica historia de Antakya y la resistencia y valentía de sus gentes, que han logrado reconstruir la ciudad en otras ocasiones.
La ciudad ha conocido numerosos gobernantes en su larga historia y una notable diversidad religiosa. Comunidades judías, cristianas y musulmanas han considerado Antioquía su hogar desde finales de la Antigüedad hasta nuestros días.
El Nuevo Testamento relata que Antioquía es donde los seguidores de Jesús fueron llamados «cristianos» por primera vez, y que los apóstoles Pedro y Pablo se reunieron en la ciudad; los emperadores romanos solían pasar los inviernos en esta templada metrópoli; y el maestro griego del siglo IV Libanio declaró en su oratoria Sobre Antioquía que esta ciudad a orillas del río Orontes era tan hermosa que incluso los dioses preferían habitarla.
La antigua ciudad grecorromana quedó bajo control musulmán en el año 637, volvió a manos grecocristianas en el siglo X, musulmanas por un breve periodo en el siglo XI y cristianas occidentales en 1098, durante la Primera Cruzada.
Los cruzados establecieron el Principado de Antioquía, que duró hasta la llegada de los mongoles en el siglo XIII, cuando, tras algunas luchas, la ciudad pasó a ser gobernada por los mamelucos musulmanes de Egipto. En el siglo XVI pasó a formar parte del Imperio otomano y, tras la Primera Guerra Mundial, Francia supervisó la región como parte de Siria hasta que Turquía la anexionó en 1939. Desde que comenzó la guerra civil de Siria en 2011 ha acogido a innumerables refugiados.
Durante mis visitas, las capas llenas de texturas de la larga historia de la ciudad eran visibles en todas partes. La calle principal, Kurtuluş, seguía la antigua calzada romana, y la mezquita Habibi Neccar, destruida en el reciente terremoto, conmemoraba los primeros tiempos de la historia musulmana de la ciudad en un lugar que antes había sido una iglesia.
El río Orontes seguía fluyendo por la ciudad, y las casas modernas se asentaban, como antaño las viviendas romanas, al pie de la misma montaña donde los primeros ascetas cristianos se retiraban a rezar. Restos del acueducto romano y muros de piedra medievales serpenteaban por la ciudad y la ladera de la montaña.
Los terremotos han marcado tanto el pasado como el presente de la ciudad, incluidos al menos dos que devastaron la ciudad romana de la misma forma que presenciamos en este mes de febrero.
En su Historia romana, de principios del siglo III, el historiador primitivo Casio Dio describió la catastrófica devastación y pérdida de vidas a causa del grave terremoto que asoló la ciudad en 115: «Toda la tierra se levantó y los edificios saltaron por los aires». El historiador paleocristiano Juan Malalas sobrevivió a otro devastador terremoto en la ciudad en 526, y describió en su Crónica el terrible incendio que agravó la insondable destrucción después de que «la superficie de la tierra hirviera y… todo cayera al suelo».
También hoy, innumerables edificios han sido arrasados, como la histórica mezquita Habibi Neccar, que ya había sido reconstruida después de que otro terremoto la destruyera en 1853. Los cruzados medievales construyeron una imponente entrada de piedra a la iglesia rupestre de la montaña asociada al apóstol Pedro, y esperamos aún saber si ha sufrido daños.
«No puedo decirte lo malo que ha sido», respondió mi amiga Hülya a mi primer mensaje de pánico el 6 de febrero. Gran parte de su familia de Antakya sobrevivió de algún modo, pero su tío y su sobrina, nuestro amigo Ercan y su joven familia, y decenas de miles de personas más de la región no tuvieron tanta suerte. «Rezad por nosotros», escribió.
La historia de la ciudad, sin embargo, es una historia de transición y renacimiento, y creo que hay esperanza entre los escombros.
Malalas escribió que, en 526, «las mujeres embarazadas… dieron a luz bajo la tierra y salieron ilesas con sus hijos», haciéndose eco de la supervivencia de una niña que nació en Antakya el 6 de febrero de 2023, bajo los escombros derrumbados de su casa, y que ha sido llamada Aya, una palabra árabe que se traduce vagamente como una señal de Dios.
Mientras los vecinos buscan supervivientes entre los edificios derruidos, el mundo se apresura a prestar ayuda. Mi amigo de Knoxville, Tennessee, Yassin Terou, refugiado sirio, ha regresado a la región para ofrecer comidas a los supervivientes como parte de los esfuerzos mundiales de socorro.
Trabajadores humanitarios y voluntarios se apresuran a proporcionar atención médica, alimentos, refugio y agua potable a la región, aunque sigue siendo difícil llegar a las personas aisladas en el norte de Siria.
El alcance de la catástrofe es desgarrador, pero creo que estos ecos del pasado romano pueden ser un recordatorio esperanzador de la capacidad de recuperación de los habitantes de la ciudad, que ya se han recuperado otras veces de terremotos devastadores. Tal vez, con el apoyo del mundo, puedan hacerlo de nuevo.
Christine Shepardson es profesora y directora del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Tennessee (EE UU)
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 16/2/2023
Traducción del original en inglés: Turkey’s historic city of Antakya, known in Roman and medieval times as Antioch, has been flattened by powerful earthquakes in the past – and rebuilt itself
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Las autoridades de Turquía elevaron este sábado a más de 40.600 los muertos a causa de los terremotos registrados el 6 de febrero en el sur del país, cerca de la frontera con Siria, donde han fallecido asimismo por el seísmo entre 4.000 y 6.000 personas, dependiendo de las fuentes.
Las operaciones de búsqueda y rescate continúan en 118 edificios derrumbados en Turquía, incluidos 98 edificios en la provincia de Hatay, 19 en Kahramanmaras y uno en Adıyaman, según informó la Dirección de Comunicaciones del país.
Trece días después de los seísmos, tres personas, entre ellas un niño que murió después, fueron rescatadas este sábado con vida tras casi 200 horas horas atrapadas bajo los escombros de un edificio derrumbado en la arrasada ciudad turca de Antioquía.
Según informó la agencia oficial turca Anadolu, un equipo de rescate de Kirguizistán logró salvar a Samir Muhammed Accar, su esposa Ragda y su hijo de 12 años, que habían quedado bajo las ruinas del edificio de apartamentos donde tenían su vivienda. Poco después, la misma fuente indicó que el niño había fallecido tras su rescate, mientras que los dos adultos fueron hospitalizados con heridas de diverso grado.
Mientras, en Siria, el Programa Mundial de Alimentos volvió a pedir este sábado a las autoridades que controlan el noroeste del país que dejen de bloquear el acceso a la zona, para poder prestar ayudar a los cientos de miles de personas víctimas de los terremotos.
Las autoridades de Turquía elevaron este sábado a más de 40.600 los muertos a causa de los terremotos registrados el 6 de febrero en el sur del país, cerca de la frontera con Siria, donde han fallecido asimismo por el… Leer
A punto de cumplirse una semana de los devastadores terremotos que el pasado lunes asolaron el centro-sur de Turquía y el noroeste de Siria, la cifra de muertos en ambos países superó este domingo los 33.000, la mayoría de ellos –29.605, según el último balance oficial de Ankara–, en Turquía. En Siria, los últimos balances publicados por el Gobierno y los grupos rebeldes contabilizan 3.580 fallecidos, si bien la OMS calcula que al menos 9.300 personas han muerto en el país a causa del terremoto. Hay, además, más de 85.000 heridos en ambos países, unos 80.000 de ellos en Turquía, y, aunque los equipos de rescate siguen trabajando, las esperanzas de encontrar supervivientes se agotan.
Se trata ya del movimiento sísmico más mortífero ocurrido en la región en más de un siglo, con una letalidad que supera la registrada durante el terremoto de Erzincan en 1939, en el que murieron entre 32.700 y 33.000 personas.
En cuanto a la actualidad de las últimas horas, el Gobierno turco ha dictado ya un total de 113 órdenes de detención relacionadas con el desastre, incluyendo en ellas a constructores acusados de haber eliminado pilares para ganar espacio en las viviendas, lo que habría hecho estas más vulnerables.
Según fuentes oficiales, en torno a 6.000 edificios colapsaron en Turquía como consecuencia de los terremotos. Numerosos medios locales e internacionales han destacado estos días que, a diferencia de construcciones más modernas en ciudades como Estambul, las estructuras de los edificios de la zona más afectada por los terremotos son muy débiles y no están preparadas para aguantar temblores de esta magnitud.
Con respecto a Siria, el secretario general adjunto de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, reconoció este domingo que su organización «ha fallado a la gente en el noroeste de Siria», donde apenas ha llegado ayuda humanitaria. «Hemos fallado a la gente del noroeste de Siria. Se sienten abandonados, y con razón, en busca de una ayuda internacional que no ha llegado», señaló Griffiths en su cuenta de Twitter. El primer convoy de Naciones Unidas comenzó a entregar este sábado los primeros suministros específicos para los afectados.
El primer seísmo, de magnitud 7,8, ocurrió a las 4:17 hora local del 6 de febrero, cerca de Gaziantep, en el sur de Turquía, junto a la frontera con Siria, mientras la gente dormía. El segundo, de magnitud 7,5, tuvo lugar a principios de la tarde, alrededor de las 13:30 hora local. En total hubo en torno a un millar de réplicas. Una gran tormenta invernal obstaculizó los primeros esfuerzos de rescate, con una fuerte nevada sobre las ruinas y una caída en picado de las temperaturas. Los supervivientes, especialmente aquellos atrapados bajo los escombros, quedaron expuestos además a un gran riesgo de hipotermia.
Los terremotos ocurrieron en una de las zonas con más actividad sísmica del planeta, en la convergencia de la placas tectónica de Anatolia y Arabia. Decenas de ciudades de Turquía y Siria vieron desmoronarse sus edificios e infraestructuras. Las zonas más afectadas fueron las cercanas a los epicentros, en áreas como Gaziantep o Kahramanmaras, y otras localidades donde se experimentaron fuertes réplicas. En Siria, los terremotos han sido especialmente devastadores en la región de Alepo, donde barrios enteros de algunas ciudades estaban ya destruidos como consecuencia de la guerra.
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La cifra de muertos por los terremotos que sacudieron Turquía y Siria el 6 de febrero ha superado los 21.000 en cuatro días, dejando atrás la estimación de 20.000 de la Organización Mundial de la Salud, y sigue aumentando cada hora que pasa, a medida que se hacen más sombríos descubrimientos bajo los escombros.
Las labores de búsqueda y rescate están bien encaminadas en Turquía tras una respuesta inicialmente lenta, pero aún no han despegado realmente en el norte de Siria. Los sirios de las zonas controladas por los rebeldes se quedaron esperando ayuda debido a las tensiones políticas y a las infraestructuras destrozadas tras el terremoto y más de diez años de conflicto.
Hasta ahora, nadie sabe cuántas personas siguen atrapadas bajo los escombros. Ovgun Ahmet Ercan, experto turco en terremotos, declaró a The Economist que había calculado que 180.000 personas o más podrían estar atrapadas bajo los escombros, casi todas muertas.
Un convoy de la ONU logró finalmente acceder al norte de Siria el jueves por la mañana, un día después de lo que se considera el plazo crítico de 72 horas para encontrar supervivientes. Pero las esperanzas de una misión de rescate realmente eficaz se desvanecieron, ya que no se proporcionó equipo pesado de búsqueda y rescate. Ahora la tasa de supervivencia de las personas atrapadas bajo los escombros es inferior al 6%.
Para evitar la pérdida de más vidas y reducir el sufrimiento, la respuesta de la ayuda internacional será ahora más crítica que nunca. Basándome en mi investigación doctoral, centrada en la ayuda humanitaria en situaciones de conflicto y crisis política, he aquí las prioridades clave.
Será una operación de ayuda extremadamente difícil. Para empezar, el tiempo no está del lado de los equipos de respuesta: ambos países están sufriendo un duro y húmedo invierno. También hay tensiones políticas regionales y millones de refugiados en ambos países debido al conflicto en Siria.
Siria se enfrenta a una convergencia de catástrofes. El conflicto, un brote de cólera y unas instalaciones médicas ya peligrosamente sobrecargadas son solo algunos de los problemas a los que hay que hacer frente.
Un centro crucial de ayuda de la ONU para el norte de Siria, cercano al epicentro del terremoto inicial en Turquía, se vio afectado. Esto podría haber agravado la escasez de suministros clave necesarios inmediatamente después del seísmo.
Una de las decisiones más importantes que toma un gobierno en caso de catástrofe es declarar o no el estado de emergencia. Para las organizaciones humanitarias, esto significa que pueden trabajar libremente en las zonas afectadas. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, ya ha declarado el estado de emergencia durante tres meses. Como consecuencia, la respuesta en Turquía ha recibido muchos más recursos y atención de los medios de comunicación.
El gobierno sirio, sin embargo, no ha declarado el estado de emergencia. Esto significa que no reconoce ni apoya oficialmente a ninguna organización que trabaje en zonas controladas por los rebeldes, lo que supone un riesgo para los trabajadores humanitarios. Aún no hay garantías oficiales de seguridad y la proliferación de grupos armados aumenta los riesgos de seguridad para las misiones de rescate y ayuda.
La ayuda disponible para Siria sólo será eficaz si el régimen de Asad está dispuesto a permitir el acceso a las zonas controladas por los rebeldes. Las organizaciones internacionales de ayuda no pueden hacer mucho ante un gobierno intransigente. Otros gobiernos deberían intentar seriamente entablar un diálogo con el presidente sirio, Bashar al Asad. La prioridad para Siria es negociar con el gobierno y otros grupos armados un acceso seguro y sin trabas que garantice el suministro de más ayuda durante el tiempo necesario.
Las donaciones en metálico del público y de los gobiernos son importantes. Lo ideal es que no se destinen a fines específicos, es decir, que los donantes no dicten cómo debe gastarse el dinero. Esto permite a las organizaciones de ayuda adaptar rápidamente sus respuestas cuando sea necesario.
Obviamente, en estos momentos, las principales prioridades son los alimentos y el agua, el acceso a la asistencia médica y ropa y cobijo adecuados a las condiciones meteorológicas actuales.
Es comprensible que la población desee que los suministros se envíen lo antes posible, pero el estado de las infraestructuras en la región del terremoto no lo permite y el almacenamiento de suministros en la zona aumenta el riesgo de robo. Además, el tipo de ayuda que se necesita está cambiando rápidamente, ya que la atención pasa de poner el foco en la búsqueda y el rescate a centrarse en mantener a la gente con vida.
El objetivo debe ser garantizar un suministro lento pero constante de artículos esenciales. Esto significa encontrar rutas de acceso alternativas y seguras, por ejemplo, utilizando el transporte marítimo para construir una vía continua de suministros internacionales, entregándolos constantemente a las zonas más afectadas mediante vehículos pequeños. Los animales de carga, como los burros, también pueden desempeñar un papel importante en la entrega de suministros básicos y proporcionar un servicio de ambulancia para las personas que se encuentran en lugares de difícil acceso.
Deben abrirse corredores de ayuda hacia el norte de Siria. En el pasado reciente, Rusia y China han bloqueado los esfuerzos de la ONU para reabrir varias rutas desde Turquía a Siria cerradas por el régimen de Assad. Mientras tanto, Damasco se niega a destinar recursos al territorio controlado por los rebeldes y acusa a las organizaciones internacionales que responden de «financiar a terroristas». Esto va a requerir un gran esfuerzo diplomático para que la ayuda fluya desde ambos lados.
Las organizaciones de ayuda deben coordinar sus esfuerzos y colaborar con las comunidades locales y los actores políticos, algo especialmente importante en el norte de Siria, de donde los trabajadores humanitarios internacionales se vieron obligados a salir hace varios años debido a los elevados riesgos de seguridad.
Como ya se ha mencionado, también hay un brote de cólera en la región afectada. La Organización Mundial de la Salud identifica el cólera como una de las pocas enfermedades que pueden transmitirse a través de los cadáveres, por lo que esto puede suponer un enorme riesgo para la salud pública tras una catástrofe natural.
Para evitar repetir los mismos errores que se cometieron en Haití, donde un gran número de personas acabaron infectadas, el control de la enfermedad debe ser una prioridad. Esto requerirá ayuda especializada para garantizar unas condiciones sanitarias y unos enterramientos adecuados.
La lentitud de la respuesta no tiene por qué ser una característica definitoria de esta crisis. Todavía hay tiempo para la coordinación, la colaboración y la diplomacia para poner las cosas en marcha y salvar tantas vidas como sea posible.
Nonhlanhla Dube es profesora de Gestión de Operaciones en la Universidad de Lancaster (Reino Unido)
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 10/2/2023
Traducción del original en inglés: Turkey-Syria earthquake: why it is so difficult to get rescue and relief to where it is most needed
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Al menos tres personas han muerto y más de cien han resultado heridas a causa de un terremoto de 5,9 grados en la escala de Ritcher ocurrido en la provincia de Kutahya, al oeste de Turquía.