No hace falta ser un cínico para poner en tela de juicio el éxito del alto el fuego alcanzado en Siria hace poco más de una semana. Según informó este sábado la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una… Leer
No hace falta ser un cínico para poner en tela de juicio el éxito del alto el fuego alcanzado en Siria hace poco más de una semana. Según informó este sábado la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización con sede en Londres, en los siete días pasados desde que entró en vigor la tregua pactada por Estados Unidos y Rusia, al menos 135 personas han muerto en zonas del país cubiertas por el cese de las hostilidades. Todos los grupos involucrados en el rompecabezas del conflicto sirio han sido acusados, en mayor o menor medida, de violar el acuerdo.
Y, sin embargo, sería injusto negar que la situación ha mejorado algo y que, si bien no es muy posible hablar aún de esperanza, sí parece sentirse un cierto respiro. En muchas áreas del país han cesado los bombardeos y la gente ha podido salir a la calle con un poco menos de miedo; el número de muertos y heridos en combates ha descendido significativamente, y la ayuda humanitaria, que sigue necesitándose de forma desesperada en las zonas sitiadas, ha podido empezar a abrirse paso, aunque sea con cuentagotas.
La tregua ha hecho posible, incluso, que se hayan vuelto a convocar tímidas manifestaciones contra el régimen de Bashar al Asad, algunas de ellas en provincias tan significativas como Daraa, al sur del país, uno de los epicentros de las protestas que en 2011 supusieron el inicio de la revolución que acabó convirtiéndose en guerra civil tras la brutal represión gubernamental, la implicación de potencias extranjeras y la entrada de los grupos yihadistas extremistas.
A continuación, un balance de esta primera semana de tregua, y un repaso a las posiciones de los diferentes grupos y países implicados en un conflicto que cumplirá cinco años el próximo mes de abril, y que se salda ya con más de 270.000 muertos (79.000 de ellos, civiles), 4,5 millones de refugiados, 8 millones de desplazados internos y 15 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria constante.
El alto el fuego, temporal y parcial, que entró en vigor en Siria el pasado 27 de febrero fue acordado como un primer paso hacia las negociaciones de paz auspiciadas por la ONU, unas conversaciones que, tras sucesivos aplazamientos e interrupciones, habían quedado pospuestas. También supone una condición necesaria para el cumplimiento de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad, que promueve un arreglo político a la guerra en Siria, el cese de las hostilidades y la mejora de la situación humanitaria.
La tregua fue pactada en Munich, Alemania, por Estados Unidos y Rusia. Estados Unidos encabeza, junto con Arabia Saudí, el bloque que apoya a los grupos rebeldes, un grupo en el que también se encuentra Turquía y que, en cualquier caso, dista mucho de ser un frente unido con intereses comunes. Rusia, por su parte, es, junto con Irán, el principal aliado del presidente sirio, Bashar al Asad.
El acuerdo estableció que la tregua se aplicase, durante dos semanas, a todas las partes implicadas en el conflicto que se hubiesen comprometido a aceptar sus términos. Quedaron excluidos grupos yihadistas como Estado Islámico (EI) o el Frente Al Nusra (facción de Al Qaeda), a los que se sigue combatiendo. Además, Rusia y EE UU acordaron intercambiar información y establecer una línea directa de comunicaciones.
La parte más esperanzadora de la tregua fue su aceptación tanto por el Gobierno sirio como por la principal agrupación de la oposición, la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN). La menos, el hecho de que uno de los puntos claves del pacto, el que exige la delimitación del territorio bajo control de EI, del Frente Al Nusra y del resto de grupos catalogados como terroristas por la ONU, sea una tarea realmente difícil. De hecho, la exclusión de la tregua de estos grupos habría reducido considerablemente, según muchos analistas, su eficacia real.
Por otro lado, tampoco ayudó a generar optimismo la ambigüedad con la que se sumaron al pacto algunos de los principales actores en el conflicto, Turquía y Arabia Saudí, en el bando anti Asad, e Irán, en el bando pro Asad. Turquía, por ejemplo, insistió en que las milicias kurdas, aliadas de EE UU, se incluyesen entre los «grupos terroristas» excluidos de la tregua y, por tanto, atacables.
Numerosos expertos mantienen que, al final, la tregua solo habrá servido para introducir algo de ayuda humanitaria y aliviar la situación extrema de muchas poblaciones, pero poco más. El propio secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha hablado más de «pausa» que de «alto el fuego».
Si bien son muchos, incluyendo la ONU, los que piensan que el alto el fuego es en sí una buena noticia, aunque solo fuese por la reducción de la violencia y la posibilidad de que entre ayuda humanitaria durante algunos días, otros han visto en el acuerdo un simple movimiento estratégico.
Así, la tregua podría dar al Ejército sirio, muy diezmado y dependiente del apoyo de grupos como Hizbulá y otras milicias chiíes, tiempo suficiente para reponerse y completar el cerco a la ciudad de Alepo, lo que supondría un paso muy importante de cara a una victoria final del régimen. Actualmente, el Ejército sirio, ayudado por los bombardeos rusos (en teoría, contra los islamistas, pero en la práctica, también contra los rebeldes), está logrando avanzar, pero tiene problemas para consolidar territorio.
En el bando rebelde, completamente agotado, también necesitan tiempo, aunque aquí los medios prorrusos hablan más de facilitar un escenario en el que, tal y como han anunciado, Arabia Saudí y otros países del Golfo (Emiratos, Kuwait) acaben enviando tropas a Siria, no solo para combatir a Estado Islámico, sino también para luchar contra Damasco. La situación se vuelve aún más paradójica si se tiene en cuenta que, hasta la fecha, tanto Arabia Saudí como otros de sus aliados en el Golfo, e incluso Turquía, han estado alimentando, directa o indirectamente, a las milicias extremistas.
Según afirmó el pasado jueves el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, el cese de hostilidades en el país «se ha reducido de forma considerable» y, «en general», el alto el fuego se mantiene. Especialmente durante las primeras horas tras la entrada en vigor de la tregua, las operaciones militares se redujeron drásticamente, los aviones rusos se quedaron en tierra, y tampoco despegaron los temidos helicópteros gubernamentales que han venido castigando a las poblaciones rebeldes durante los últimos meses, bombas de barril incluidas.
Los combates, sin embargo, no se han detenido por completo. Como admitió el propio De Mistura, aún se sigue luchando en varios lugares, como Hama, Homs, Latakia o Damasco, si bien, en palabras del enviado de la ONU, estos «incidentes» han podido «contenerse»: «La situación podría resumirse como frágil, y el éxito no está garantizado, pero el progreso es visible para todos y especialmente para los sirios», sostuvo.
De momento, todas las partes implicadas en el conflicto han sido acusadas de violar el acuerdo. El Gobierno ruso denunció el jueves al menos 66 violaciones de la tregua por parte de las fuerzas opositoras, y la oposición, por su parte, ha denunciado más de 170 rupturas por parte del Ejército gubernamental, todas ellas en zonas controladas por los rebeldes, y no en áreas yihadistas (excluidas del acuerdo). También ha habido denuncias de más bombardeos rusos en los últimos días, de nuevo no solo contra blancos yihadistas, sino también en áreas rebeldes muy alejadas de las zonas dominadas por Estado Islámico o el Frente Al Nusra.
El resultado, según los datos proporcionados por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, es que al menos 135 personas han muerto en zonas de Siria cubiertas por el alto el fuego, una cifra que incluye a 45 combatientes de la facciones rebeldes e islamistas y a 32 civiles (entre ellos siete menores de 18 años y siete mujeres), así como a 25 miembros de las fuerzas leales al régimen sirio y 33 integrantes de las milicias Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, el Frente al Nusra, y de otros grupos armados islamistas.
La mayoría de esas personas perdieron la vida en bombardeos aéreos y enfrentamientos entre el 27 de febrero y el 4 de marzo pasados en zonas donde se supone que rige el alto el fuego: en la provincia costera de Latakia, en Guta Occidental y Oriental, ubicadas en la periferia de Damasco, y en la provincia norteña de Alepo. También murieron en el sur de las provincias centrales de Homs y Hama, al oeste de la septentrional de Idleb y en la meridional de Deraa.
Fuera de las zonas afectadas por el acuerdo (en la provincia oriental de Al Raqa, cuya capital homónima es el principal feudo de Estado Islámico en Siria, en algunas zonas de Alepo, y en otras de la periferia de Damasco, de Hama y Homs), la cifra de fallecidos es de 552.
Este viernes, la ONG informó de 12 muertos en Siria el jueves. Es el menor número de víctimas mortales en un día registrado en los últimos 13 meses. Como indicó el director de este grupo, Rami Abdurrahman, por ahora, las violaciones del alto el fuego están siendo como «olas que sacuden la barca sin llegar a volcarla».
«Es posible que menos sirios estén muriendo por las bombas, pero aún se siguen muriendo de hambre», dijo hace unos días Henrietta McMicking, representante de The Syria Campaign, un grupo cercano a la oposición. Y es cierto que uno de los principales objetivos del alto el fuego, permitir el acceso libre de la ayuda humanitaria a la población, especialmente a la que reside en las zonas sitiadas, cuya situación es desesperada, no ha podido cumplirse hasta ahora.
En este sentido, Jan Egeland, uno de los miembros del equipo humanitario del enviado especial de la ONU, ha denunciado, por ejemplo, que el movimiento de los camiones cargados de ayuda sigue estando muy restringido por los oficiales del régimen, que continúan poniendo numerosas trabas e incluso requisando parte de los convoys.
No obstante, y a pesar de los problemas, la tregua ha permitido que, aunque de forma insuficiente e irregular, miles de civiles hayan empezado a recibir una parte de esta ayuda. Según informó la Media Luna Roja, diez camiones cargados de material humanitario (mantas, productos de limpieza, jabón, toallitas higiénicas y pañales) llegaron el lunes a Muadamiyat al Sham, una localidad sitiada por el ejército al suroeste de Damasco. Fue la primera entrega de ayuda humanitaria desde el iniciodel alto el fuego, y la ONU anunció que en los próximos cinco días pretendía entregar ayuda a 154.000 personas que viven en zonas bajo asedio (Naciones Unidas calcula que más de 480.000 sirios residen en zonas sitiadas por el ejército regular, rebeldes o extremistas de Estado Islámico o Al Qaeda). El incremento de la ayuda entregada ha sido confirmado por Washington.
En el plano político también ha habido algunos avances, aunque escasos. Este mismo domingo, el presidente iraní, Hasan Rohani, manifestó que tanto su país como Turquía apoyan el alto el fuego y están a favor de «preservar la integridad territorial siria». Las declaraciones del mandatario iraní se produjeron tras una reunión con el primer ministro turco, Ahmed Davutoglu, quien se encontraba de visita en Irán.
Teniendo en cuenta que Turquía apoya a los rebeldes que combaten a Asad, y que Irán es uno de los principales aliados del presidente sirio, las palabras de Rohani bien podrían quedarse en nada, pero también es posible interpretarlas como una nueva señal de que el tono entre ambos países está cambiando. No en vano, el levantamiento, tras el acuerdo nuclear, de la mayoría de las sanciones económicas que pesaban sobre Irán ha abierto nuevas vías de comercio entre las dos naciones. Según Davutoglu, Turquía e Irán esperan aumentar su acuerdo comercial hasta los 30.000 millones de dólares, el triple de la cantidad actual.
Antes de su llegada a Teherán, Davutoglu reconoció que la cooperación entre ambos es necesaria para poner fin al derramamiento de sangre en Siria. En vísperas del inicio del alto el fuego, Turquía aún insistía en que la tregua no era vinculante para Ankara
La idea de que el alto el fuego pueda detener el incesante flujo de refugiados desde Siria hacia los países vecinos y Europa solo se sostendría en el caso de que la tregua durase no semanas, sino, al menos, varios meses.
Durante los últimos días ha habido informaciones según las cuales miles de personas que habían escapado en febrero de la ofensiva gubernamental y rusa contra Alepo, y que permanecían atrapadas cerca de la frontera turca (más de 45.000), estarían empezando a regresar a esta ciudad, pero las organizaciones humanitarias de la zona aún hablan de miles de refugiados esperando, durmiendo en refugios improvisados, en sus coches, o incluso a cielo abierto.
El mantenimiento del alto el fuego es indispensable no solo para frenar el éxodo de refugiados hacia el exterior, sino también para permitir el retorno a sus hogares de los cerca de 8 millones de desplazados internos que existen actualmente en el país, y que han convertido a Siria en la nación con más desplazados internos del mundo.
Lo que pueda ocurrir al término de estas dos semanas pactadas de alto el fuego sigue siendo una incógnita, especialmente si continúan las violaciones de la tregua, algo que ambas partes pueden poner como excusa para dar por muerto el acuerdo. En este sentido, el principal problema es la ausencia de observadores neutrales y creíbles sobre el terreno, lo que hace muy difícil poner sobre la mesa un balance objetivo desde el que continuar negociando.
En cualquier caso, el enviado especial de la ONU ya ha confirmado que se ha establecido la fecha del próximo 9 de marzo como el día para iniciar un nuevo diálogo, definido, como lo fue el primer y fallido intento de enero, como «encuentro de proximidad». Es decir, que las partes no se encontrarán directamente alrededor de una misma mesa, sino que ambas estarán en Ginebra, y De Mistura, el enviado especial de la OU para Siria, se reunirá de forma separada con cada una de ellas.
A la ronda de enero acudieron la delegación del Gobierno sirio y la formada en el seno de la Comisión Suprema para las Negociaciones. Sin embargo, ambas delegaciones entraron rápidamente en una dinámica de acusaciones mutuas. La oposición exigió al régimen de Damasco que antes de entrar en conversaciones sustantivas levantase el cerco militar sobre distintas áreas pobladas controladas por la oposición, y también el cese de bombardeos sirios y rusos sobre zonas civiles. Ni el cerco ni los bombardeos se detuvieron y, de hecho, los ataques se intensificaron, por lo que las negociaciones fracasaron y De Mistura suspendió el proceso.
Lo que parece más o menos claro es que la consecución del alto el fuego, por precario que sea, ha demostrado que los combatientes en Siria presentan un importante nivel de dependencia de sus apoyos internacionales, y que la colaboración entre Washington y Moscú sigue siendo esencial si se quiere albergar alguna esperanza para la resolución del conflicto.
Si, a pesar de sus diferencias (incluida, especialmente, la exigencia estadounidense de que Asad deje el poder, algo que Rusia sigue rechazando), Rusia y EE UU son capaces de consolidar una política común, a los actores sobre el terreno les irá resultando cada vez más difícil no sumarse, al tiempo que los apoyos de otros países (Arabia Saudí, Turquía, Irán) pueden empezar a mermar o, al menos, a deslegitimarse.
Por último, otro efecto de una tregua real y mantenida, al margen de que se consiga avanzar o no en las negociaciones de paz a largo plazo, puede ser conseguir al fin una mayor concentración en la lucha contra el que, al menos en teoría, es el enemigo común de todas las partes: Estado Islámico.
Publicado originalmente en 20minutos
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Después de 18 días de bombardeos y combates que han causado más de 900 muertos, los castigados habitantes de Gaza han aprovechado este sábado la tregua (más bien pausa) humanitaria de 12 horas acordada con Israel para regresar a sus hogares, recoger algunos bienes esenciales (lo que queda de ellos) y, sobre todo, buscar a los que quedaron atrapados entre los escombros. Más de 80 cuerpos habían sido recuperados a última hora del día, pero se cree que hay más entre las ruinas de las edificios derruidos de la ciudad.
Junto a los gazatíes, los periodistas que siguen trabajando en la franja han podido acceder también a zonas a las que era demasiado peligroso entrar estos días. Lo que cuentan, y lo que muestran a través de sus fotografías, no es precisamente el resultado de «ataques selectivos»; es la destrucción total. Áreas enteras de Gaza, especialmente en el barrio de Shayahia y en Beit Hanun, han sido arrasadas por completo. Shayahia sufrió el domingo pasado una de las jornadas más sangrientas desde que comenzó la ofensiva israelí (un centenar de muertos). En Beit Hanun se encuentra la escuela-refugio de la ONU que fue atacada el jueves.
Fotos:
Shayahia, Gaza, este sábado. (Oliver Weiken / EPA)
Beit Hanun, Gaza. (Oliver Weiken / EPA)
Shayahia, Gaza, este sábado. (Kate Benyon-Tinker / BBC)
Beit Hanun, Gaza. (Oliver Weiken / EPA)
Shayahia, Gaza. (Mohammed Salem / Reuters)
Beit Hanun, Gaza. (Ana Alba)
Beit Hanun, Gaza. (Finbarr O’Reilly / Reuters)
Shayahia, Gaza. (Mohammed Salem / Reuters)
La pausa de 12 horas entró en vigor a las ocho de la mañana, tras una noche de intensos bombardeos, y después de que, horas antes, el Gabinete de Seguridad israelí hubiese alejado la posibilidad de un alto el fuego humanitario más duradero, al rechazar una propuesta de tregua presentada en El Cairo por el jefe de la diplomacia de EE UU, John Kerry, el ministro de Exteriores de Egipto, Sameh Shukri, y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Hace dos días, Hamás se había mostrado favorable a un alto el fuego por razones humanitarias, pero siempre y cuando se aceptasen sus dos principales reivindicaciones: el fin del bloqueo económico y del asedio militar que Israel impone a la franja (unido a la apertura del paso de Rafah, que Egipto mantiene sellado desde hace un año), y la liberación de los palestinos presos capturados por Israel en las últimas semanas.
El Gobierno israelí exige, por su parte, que Hamás se desarme, algo que el líder del movimiento islamista, Jaled Meshal, ya ha dicho que no es posible mientras se trate de una condición unilateral.
El siguiente mapa, elaborado por la Oficina Para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés) muestra la situación en Gaza el pasado 23 de julio. La zona de exclusión (el área en la que es demasiado peligroso entrar, y donde se ha dado aviso de evacuación) ocupaba ya el 44% de la superficie total de la franja.
Actualización (19.15 h GMT):
El Gobierno israelí aceptó prolongar la tregua humanitaria en Gaza durante cuatro horas más, hasta la medianoche de este sábado, según informó la cadena de televisión local Canal 10. Las milicias palestinas en la franja, sin embargo, habrían rechazado esta prórroga, según indicó el portavoz de Hamás, Sami Abu Zuhri, quien insiste en que la tregua no es aceptable mientras las tropas israelíes continúen operando en Gaza- Durante el alto el fuego temporal de este sábado, Israel no detuvo los ataques contra los túneles de los milicianos. Por las informaciones que llegan desde Gaza, la tregua parece haber acabado:
Más información y fuentes:
» Israel y Hamás inician un alto el fuego humanitario de 12 horas en Gaza (Efe)
» Short Gaza truce takes hold; many bodies pulled from rubble (Reuters)
» Gazatíes buscan cádaveres bajo los escombros en barrios devastados por la ofensiva israelí (AFP)
» A Brief Cease-Fire Gives Gazans and Israelis a Chance to Take Stock (The New York Times)
» La ofensiva sobre Gaza deja más de mil muertos en 19 días (RTVE)
» Tierra quemada, tierra arrasada (Guerra Eterna)
Después de 18 días de bombardeos y combates que han causado más de 900 muertos, los castigados habitantes de Gaza han aprovechado este sábado la tregua (más bien pausa) humanitaria de 12 horas acordada con Israel para regresar a sus hogares,… Leer
Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un autobús de Tel Aviv perpetrado horas antes (21 heridos, dos de ellos, muy graves), fue negociado con la mediación de Egipto y de EE UU, y entró en vigor a las nueve de la noche (hora local). Excepto por algunos cohetes palestinos aislados, de momento ambas partes lo están respetando. Ambas partes, también, se han declarado vencedoras.
En líneas generales, los islamistas de Hamás (gobernantes en Gaza) han salido reforzados, aunque esto depende mucho de lo que pase en los próximos días; Benyamin Netanyahu (primer ministro israelí) ha obtenido algo de crédito electoral y ha frenado los ataques contra territorio israelí; y Mahmud Abás (presidente de la Autoridad Palestina) ha quedado ninguneado. Además, se ha abierto una endeble puerta a futuras negociaciones, Egipto ha recuperado protagonismo como actor en la región, Estados Unidos ha logrado salvar los muebles dejando claro que sigue apoyando a Israel incondicionalmente, el conflicto de fondo sigue igual de enquistado que siempre, y la población, sobre todo la de Gaza, ha sufrido enormemente.
Al dolor de los muertos y heridos hay que sumar el aumento de los sentimientos militaristas y del odio en los dos lados. La violencia y el radicalismo que llevan incubándose durante generaciones se ha reforzado más aún si cabe. Una de las fotos de este miércoles muestra a un niño palestino de apenas tres años sosteniendo una pistola, durante las celebraciones por el alto el fuego. No es la única:
Embed from Getty ImagesUn niño sostiene un arma durante las celebraciones por el alto el fuego entre Israel y Hamás, en Ciudad de Gaza. Foto: David Degner / Getty Images
• La tregua. El acuerdo alcanzado tiene dos fases. En la primera, ambas partes se comprometen a no seguir disparando. En el caso de Israel, ello implica detener los bombardeos «por tierra, mar y aire», así como «los ataques a individuos». En el caso de las facciones palestinas (no solo Hamás), implica «poner fin a las hostilidades, incluido el lanzamiento de cohetes y los ataques fronterizos».
La segunda fase es más complicada y, en principio, se negociará a partir de que se hayan cumplido 24 horas sin ataques. El objetivo es alcanzar una tregua más permanente y, para ello, Israel y Hamás pondrán sobre la mesa sus exigencias: Los israelíes, el cese total de los ataques con cohetes y de la entrada de armamento a la Franja; Hamás, un alivio del bloqueo a personas y mercancías impuesto por Israel desde hace más de cinco años. La negociación sobre una eventual apertura de la frontera se hará con la mediación de Egipto. En Gaza lo celebran ya como el fin del embargo, pero probablemente los israelíes no lo interpreten así. Un acuerdo será muy difícil, si es que llega a alcanzarse.
• Las víctimas. La afirmación del ejército israelí de que iba a llevar a cabo «ataques quirúrgicos» era imposible de cumplir en una zona tan densamente poblada como Gaza, algo que, obviamente, conocen los mandos israelíes, pero ante lo que no se detuvieron. Los bombardeos del ejército israelí sobre la Franja han dejado un total de 162 palestinos muertos, entre ellos, unos 40 niños. La mayoría de los fallecidos son civiles. Los cohetes palestinos, por su parte, han matado a cinco israelíes (cuatro civiles y un soldado).
• Cómo empezó. La operación israelí Pilar de la Defensa comenzó el pasado miércoles con el «asesinato selectivo» del líder militar de Hamás Ahmed Yabari, que fue alcanzado por un misil israelí cuando circulaba en coche por las calles de Gaza. El fin de semana anterior habían muerto seis palestinos y resultado heridos ocho israelíes (la mayoría, atendidos por estado de shock) y 30 palestinos, en una espiral de violencia que se desató tras la ruptura de otro (frágil) alto el fuego anterior. Israel justificó los ataques contra Gaza que siguieron al asesinato de Yabari como respuesta a la oleada de cohetes lanzados por milicianos palestinos contra su territorio en los días previos.
• Los ataques. En estos ocho días, Israel ha lanzado sobre Gaza unos 1.500 bombardeos aéreos, marítimos y terrestres. Los grupos armados de la Franja han lanzado sobre Israel un número semejante de cohetes, muchos de los cuales fueron interceptados por el sistema antimisiles israelí Iron Dome («cúpula de acero», financiado con dinero estadounidense). Aparte de más de 900 plataformas de lanzamiento de cohetes (según fuentes militares israelíes) y de otras infraestructuras militares, el ejército israelí ha destruido edificios gubernamentales y sedes de Hamás, y ha causado graves daños a espacios urbanos, viviendas e inmuebles, incluyendo instalaciones utilizadas por la prensa. Pese a que Israel movilizó a unos 70.000 reservistas, y a que destacó tropas en la frontera, la invasión terrestre no ha llegado a producirse.
• Hamás. Aunque las dos partes se han declarado vencedoras tras el anuncio de la tregua, es en la calles de Gaza, no en las de Israel, donde ha habido celebraciones. Y eso, a pesar de que los periodos de alto el fuego benefician más a los israelíes, que dejan de recibir cohetes y pueden seguir con su vida normal, que a los habitantes de la Franja, cuya situación sigue siendo básicamente la misma: ocupados, encerrados, aglomerados, al borde de la miseria y gobernados por una organización que presenta un negro historial de respeto a los derechos humanos.
Una de las razones del júbilo en Gaza es que, a pesar de toda su fuerza militar, Israel no ha logrado vencer, y para Hamás, no perder es una victoria. Otra es que existe una esperanza, justificada o no, de que se pueda llegar a aliviar el bloqueo.
En cualquier caso, los islamistas radicales de Hamás, que gobiernan la Franja desde que ganaron las elecciones en 2006 (en solitario tras expulsar a Al Fatah en la guerra civil de un año después), pueden haber salido reforzados. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que su imagen de ser la única resistencia contra Israel se ha apuntalado más aún tras este último ataque israelí.
El problema es que Israel (y también EE UU, la UE, Japón, Canadá o Australia) sigue considerando a Hamás una organización terrorista, y no reconoce la legitimidad de su gobierno. Y también que Hamás, por su parte, sigue sin reconocer oficialmente al Estado de Israel y apostando por la lucha armada. No parece un buen principio para negociar. Y si las negociaciones no avanzan, a Hamás se le empezará a acabar el crédito obtenido.
Para complicar más aún el escenario, muchos milicianos de Gaza no están controlados por Hamás. Buena parte de los cohetes, por ejemplo, son lanzados por miembros de Yihad Islámica, que recibe el armamento de Irán.
Embed from Getty ImagesJóvenes palestinos celebran el alto el fuego entre Hamás e Israel en las calles de Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Foto: Said Khatib / AFP / Getty Images
• Israel. Al margen de la ventaja política que haya podido conseguir Netanyahu (en el sur de Israel, blanco de los cohetes de las milicias palestinas, viven cerca de un millón de votantes), Israel ha conseguido cumplir, en principio, sus objetivos directos: Ha mermado la infraestructura militar de Hamás, ha matado a milicianos palestinos y, sobre todo, ha logrado detener el lanzamiento de cohetes contra su territorio. El periodista Jordi Pérez Colomé explica así las alternativas que tenía antes y tiene ahora el Gobierno israelí:
Solo hay dos: una, arrasar Gaza. Aunque es el método que ha escogido el sirio Asad para su país, en Israel sería inimaginable. Dos, invadir Gaza. Las muertes de soldados israelíes y civiles palestinos harían la situación insostenible en pocos días. Ninguna alternativa sirve. Con los recursos que Netanyahu tenía, ha ganado; siempre que no vuelvan los cohetes en breve. Si vuelven, deberá optar por la invasión y si hay muchos muertos, colgarán la culpa a Hamás.
La crítica que se le hace a Israel es que esta situación no es ninguna solución. Habrá pronto otra guerra. Es verdad. Pero Israel no parece hoy dispuesto a jugar a nada más que a alargar la inestabilidad y esperar que otra generación encuentre un momento mejor para solventar la cuestión para siempre.
Por lo pronto, Israel ha anunciado ya este jueves que estudiará «una acción militar más severa» si fracasa la tregua.
• Mahmud Abás. El presidente de la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania (la otra parte de los territorios palestinos ocupados), ha sido, quizá, el gran perdedor político tras esta semana. Su papel en la crisis ha sido poco menos que nulo, lo que puede hacerle perder apoyos si convoca elecciones, y su talante moderado (hace poco sugirió que renunciaba a exigir el derecho al retorno de los refugiados palestinos) no es, por otro lado, suficiente para Israel. No tiene muchas salidas, y su partido, Al Fatah, puede verse perjudicado.
• Egipto. El nuevo presidente egipcio, Mohamed Mursi, se encontraba en una difícil situación. Como islamista, y por sus propias declaraciones, se le presupone un apoyo a Hamás y una actitud más beligerante contra Israel, a diferencia de la mantenida por su antecesor, el despuesto Hosni Mubarak. Pero, a la vez, ello podría haber provocado una ruptura con EE UU, cuyo respaldo, aunque sea con reservas, necesita. Finalmente se ha plegado a las exigencias de Washington y ha presionado a Hamás para que acepte las condiciones del alto el fuego, pero, al mismo tiempo, ha logrado restablecer el papel de Egipto como un importante factor en el conflicto. Israel y Egipto firmaron la paz en 1979 y, de momento, la paz se mantiene.
• Estados Unidos. El Gobierno de Obama también ha conseguido salir airoso de la crisis, a pesar de que ha recibido críticas por los dos lados (por demasiado tibio en la defensa de Israel, desde las filas republicanas más conservadoras; por abandonar a los palestinos a su suerte, desde quienes le acusan de apoyar a Israel haga este país lo que haga). De nuevo, la lectura que hace Pérez Colomé en su blog:
Es una exageración, pero la impresión es que Hillary llegó el martes por la noche, puso firmes a unos y a otros, salió en El Cairo a decir que ya estaba todo arreglado y se volvió a Washington. Su altura en las hipotéticas presidenciales de 2016 será enorme.
Lo que ha quedado claro es que, a pesar de los desencuentros entre Obama y Netanyahu durante la campaña electoral estadounidense, el primer ministro israelí puede dormir tranquilo. El apoyo de Washington a Israel y a su «derecho a defenderse», sigue siendo total, y así lo expresó la Casa Blanca desde el primer día de los ataques contra Gaza.
• La causa palestina. El ataque israelí ha devuelto visibilidad a los palestinos, cuya situación había quedado muy en segundo plano desde el inicio de las revueltas de la llamada ‘primavera árabe’, y especialmente durante estos últimos meses, en los que otros asuntos en Oriente Medio —la guerra en Siria, el cambio político en Egipto, la tensión con Irán— han copado la atención internacional. Pero, a la vez, la operación Pilar de la Defensa puede suponer un auténtico torpedo contra la intención de Palestina de, ante el punto muerto en que se encuentran las negociaciones con Israel, intentar convertirse, al menos, en Estado observador no miembro de Naciones Unidas (un estatus parecido al del Vaticano). Los palestinos van a someter la iniciativa a la Asamblea General dentro de una semana. La inestabilidad y la violencia de estos días no va a ayudarles ante países indecisos que verán la propuesta como una forma de echar más leña al fuego en la región. Y para los aliados tradicionales de Israel, lo ocurrido no hace sino corroborar que el Estado judío sigue siendo vulnerable y sigue estando amenazado. El único aspecto positivo para los palestinos puede ser el aumento del apoyo que haya podido generar su condición de víctimas, evidenciada en la desigualdad del enfrentamiento y en el gran número de muertos heridos civiles causados por Israel.
Más información y fuentes:
» Otra guerra en Gaza y casi todo sigue igual (Obamaworld)
» Israel y Hamás: Lo que se ha conseguido en esta semana (Ian Black, en The Guardian)
» ¿Quien ha ganado? (Pomegranate, The Economist)
» Mursi, el padrino de un pacto de sangre (Francisco Carrión, en El Mundo)
» Un tupido entramado político (Ana Carbajosa, en El País)
» Son los palestinos los que tienen derecho a defenderse (Seumas Milne, en The Guardian)
» Las rutas del arsenal de Hamás (Andrea Rizzi, en El País)
» Iron Dome: El techo de la cárcel (Pepe Cervera, en RTVE)
» Así es la vida bajo el gobierno de Hamás (Vice)
Leer también: Hamás, la piedra en la bota de Israel
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