urbanismo

Dubai, 1984-2012. Imagen: U.S. Geological Survey, NASA, Time, Google

En colaboración con el Servicio Geológico de EE UU, la NASA y la revista Time, Google ha creado un sitio web en el que se muestran, a modo de timelapse, secuencias de imágenes de satélite de toda la Tierra tomadas desde 1984 hasta 2012. Basta elegir una localización cualquiera y, con un simple clic, «regresar en el tiempo y obtener una perspectiva histórica impresionante sobre cómo ha cambiado la superficie terrestre a través de los años», explica Google en su blog. Las imágenes han sido tomadas por los satélites del programa Landsat de la NASA, que orbitan permanentemente la Tierra mirando no hacia arriba, a las estrellas, sino hacia abajo, hacia nosotros.

Según Google, para la creación de este proyecto ha sido necesario buscar entre más de dos millones de fotografías, con el fin de encontrar tomas sin nubes de cada rincón del planeta. Luego, las fotos seleccionadas se han ido ensamblando para crear imágenes gigantes correspondientes a cada año. En el interesante y extenso análisis del resultado que publica Time junto con su versión del programa, Jeffrey Kluger explica que los cerca de dos billones de píxeles que contiene cada imagen equivalen a ensamblar en un mosaico gigantesco un total de 900.000 televisores de alta definición.

Pero más allá del alarde tecnológico, lo verdaderamente importante de este proyecto es la llamada de atención que supone. Es difícil encontrar una secuencia de las que se destacan en la presentación donde no haya una mala noticia, desde la acelerada deforestación del Amazonas hasta la lenta e inexorable muerte del Mar de Aral, pasando por el avance imparable de la desertificación, la reducción de los glaciares, montañas decapitadas por la construcción de minas, la depredación del entorno en la constante búsqueda de recursos insostenibles o la expansión a toda costa de los supernúcleos urbanos.

No todo es atribuible a la mano del hombre. Nuestro planeta no es, como no lo es ningún ‘ser vivo’, inmutable. Pero mucho de lo peor, sí.

Uno de los ejemplos más espectaculares es, sin duda, el de Dubai, una futurista y lujosa megalópolis levantada en pleno desierto en apenas unas décadas gracias al poder del petróleo, y a pesar de que, en la propia Dubai, petróleo apenas hay (es en Abu Dhabi donde está el 85% del crudo de los Emiratos).

Rascacielos iluminados en Dubai

En los años cincuenta Dubai era poco más que un pueblo, cuyos habitantes vivían, principalmente, de la industria de las perlas recogidas por buceadores. Cuando comienza la secuencia de imágenes de satélite, a mediados de los años ochenta, Dubai tiene ya 300.000 habitantes, pero está muy lejos aún de ser lo que es hoy en día, una urbe donde residen cerca de 2,1 millones de personas, centro financiero de Oriente Medio y que, entre otras cosas, posee el rascacielos más grande del mundo (el Burj Jalifa), el mayor centro comercial, el mayor parque temático y la mayor… pista de esquí cubierta del planeta. La expansión de la metrópolis hacia el desierto es claramente visible.

Y además de construir en el desierto, con un brutal boom inmobiliario que, como todos, sufrió la debacle financiera de 2008, aunque fue rescatado por el petróleo de Abu Dhabi, Dubai ha construido también en el mar, a base de dragar arena y crear islas artificiales. Así, la secuencia de los satélites nos permite asistir al surgimiento, como de la nada, de las Palm Islands, las famosas islas artificiales con forma de palmera, perfectamente reconocibles desde el espacio.

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Dubai 1984-2012. Imágenes: U.S. Geological Survey, NASA, Time, Google

Semejante crecimiento, a lo que hay que sumar la aclimatación con aire acondicionado de todos los espacios cerrados, el masivo uso del coche como principal medio de transporte, el gran consumo de agua (procedente del mar y desalinizada en grandes plantas), una iluminación que no tiene mucho que envidiar a la de Las Vegas, o los campos de golf, por poner solo unos ejemplos, hace que el consumo energético de Dubai sea descomunal, y que tras el «milagro del desierto» se esconda, en realidad, un auténtico templo dedicado al consumismo y uno de los mayores fracasos en lo que a la construcción de ciudades sostenibles se refiere.

Los Emiratos tienen en marcha el ambicioso proyecto Masdar, una ciudad ecológica que se está levantando junto al Aeropuerto Internacional de Abu Dhabi, alimentada por energía solar y cuyo objetivo es no solo ser sostenible sino también autoabastecida. Es una buena inciativa, pero la pregunta es si no habría sido mejor, puesto que dinero no es precisamente lo que falta, racionalizar antes la locura de Dubai. Y a la vista de lo que se ve desde el espacio, uno diría que la respuesta es afirmativa.


Más información y fuentes:
» Timelapse (Time)
» A picture of Earth through time (Google Blog)
» Google’s Earth Engine: A stunning time-lapse view of the planet (Los Angeles Times)
» Dubai, del boom inmobiliario al sueño de sostenibilidad (Belén Boville Luca de Tena, en Efe Verde)
» El extraño caso del petróleo dubaití (Alberto G. Izquierdo, en worldWtrade)

Dubai: 30 años vertiginosos en dos segundos

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Según denuncia la organización Save Beirut Heritage, este edificio histórico de la capital libanesa tiene sus días contados. Una promotora inmobiliaria proyecta construir en la zona tres rascacielos de lujo. Foto: Save Beirut Heritage / Facebook

A principios de los noventa, después de 25 años de guerra civil y con todo por reconstruir, el Gobierno del Líbano elaboró una extensa lista de lugares históricos, con el objetivo de preservarlos. Entre el patrimonio seleccionado por la Dirección General de Antigüedades del Ministerio de Cultura se encontraban 1.600 edificios de la capital, Beirut, la mayoría de ellos pertenecientes a las épocas del Imperio Otomano y del Mandato Francés. Actualmente, el 80% de estos edificios han sido demolidos. Solo quedan unos 300.

El dato lo ofrecen dos organizaciones que trabajan activamente por salvar la herencia arquitectónica del Líbano, la Asociación para la Protección del Patrimonio Libanés (APLH, por sus siglas en inglés), y el grupo Salvad el Patrimonio de Beirut (SBH), y lo publica este lunes en un reportaje el portal libanés Now. «Nuestra identidad se está muriendo», dice Pascale Ingea, una de los tres miembros fundadores de APLH.

Las razones de esta destrucción son varias, pero ambas asociaciones destacan dos: la «falta de voluntad» por parte de los sucesivos gobiernos libaneses a la hora de hacer cumplir la ley sobre patrimonio histórico, y la inexistencia de normas verdaderamente eficaces que regulen la fiebre de la construcción. A ello hay que sumar que la Dirección General de Antigüedades cuenta con un presupuesto de tan solo 3 millones de dólares, apenas el 0,02% del gasto anual del Gobierno.

El año pasado SBH logró detener el derribo de 150 edificios históricos en Beirut. Fue un logro importante, pero, al ritmo que marchan las demoliciones, insuficiente. «Lo único que puede salvar Beirut es un auténtico despertar popular, algo que no llegó a ocurrir nunca en los años noventa», asegura la organización en su página de Facebook.

Otro factor importante es la gran cantidad de inmuebles de renta antigua existentes aún en la capital. De acuerdo con la ley actual, muchas de las personas que vivían de alquiler antes del inicio de la guerra, en 1975, siguen pagando lo mismo que pagaban entonces (en algunos casos, en torno a 300 dólares al año). Según explica Pascale, la ley de renta antigua impide a los propietarios aumentar el precio del alquiler o echar a los inquilinos, con lo que el dinero que obtienen por los inmuebles no es suficiente para mantenerlos en buen estado.

El daño no es solo histórico; es también económico. La pérdida del patrimonio cultural afecta directamente al turismo, uno de los principales recursos del Líbano. «Al sustituir nuestros barrios tradicionales por grandes centros comerciales, edificios modernos de apartamentos y espacios para aparcamientos estamos despojando al Líbano de lo que lo hace atractivo para el turismo», indica Ingea a Now. «Esta política de desarrollo urbano puede ser rentable para los promotores, pero los libaneses en general salen perdiendo, tanto a corto como a largo plazo», añade.

Georges Zaioun, que ha trabajado durante años para la UNESCO y ayudó a la reconstrucción de la sede de esta organización en el Líbano, sentencia: «En Beirut hemos copiado el modelo equivocado, el modelo de las ciudades del Golfo, cuando deberíamos haber seguido el ejemplo de otras ciudades mediterráneas».

El problema no es nuevo. Hace ya un par de años, la arquitecta libanesa Mona Hallak decía en una entrevista: «Cuando miro ahora Beirut, todo lo que veo son bloques de cemento… Esto es desgarrador». Hallak, una de las principales activistas en la lucha por salvaguardar el patrimonio histórico de su país, añadía: «La ciudad está perdiendo sus típicas casas viejas tradicionales, con sus tejados rojos, las ventanas en forma de arco, los bellos balcones y jardines… En pocos años será difícil ver un espacio verde, y Beirut no tendrá en absoluto un legado histórico…».


Más información y fuentes:
» Demolishing Lebanese identity (Now)
» Association pour la Protection du Patrimoine Libanais
» Save Beirut Heritage
» Beirut pierde su historia urbana (DPA, El Universal)
» El patrimonio arquitectónico de Beirut, bajo amenaza (AFP, vídeo)

Beirut sigue perdiendo su historia

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