La muerte este jueves de Nelson Mandela deja al mundo sin una de sus principales referencias morales, sin uno de sus símbolos más auténticos y universales. Mandela, que tenía ya 95 años, representaba –representa– la tenacidad y la fe; la… Leer
La muerte este jueves de Nelson Mandela deja al mundo sin una de sus principales referencias morales, sin uno de sus símbolos más auténticos y universales. Mandela, que tenía ya 95 años, representaba –representa– la tenacidad y la fe; la constancia, contra viento y marea, en la lucha por la libertad; el ejemplo vivo de que es posible plantarse, resistir, desafiar al poder, socavar al tirano. Pero también la capacidad de dialogar y de tender puentes para construir el futuro, más allá de la venganza (e incluso de la justicia), y por doloroso que esto pueda resultar.
Al expresidente surafricano se le han reprochado, también, algunas cosas, desde los problemas que aquejaron a su mandato hasta la simpatía que profesó hacia algunos líderes mundiales cuyas credenciales distan mucho de los ideales democráticos que él mismo defendía. Mandela no era un santo. Mandela era un ser humano, pero un ser humano como pocos.
La relación de Mandela con Oriente Medio estuvo marcada tanto por su pensamiento político (socialista, antiimperialista, nacionalista africano), como por su reconocimiento a los apoyos que recibió durante los años que estuvo en prisión. No es una relación muy intensa, pero sí bastante significativa. Pocas veces, en cualquier caso, se mordió la lengua con respecto a lo que pensaba o sentía.
A modo de recuerdo y homenaje a su figura, seleccionamos aquí algunas de sus declaraciones y opiniones sobre diferentes conflictos y líderes de la región:
Mandela apoyaba las reivindicaciones de la OLP, pero mantuvo una posición moderada con respecto a Israel. Reivindicó con firmeza el derecho de los palestinos a la autodeterminación y a tener su propio Estado (Suráfrica mantiene una representación diplomática plena ante Palestina desde 1995), pero reconocía asimismo el derecho de Israel a existir dentro de unas fronteras seguras.
En un discurso que, con motivo del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, pronunció el 4 de diciembre de 1997 en Pretoria, Mandela alabó a los líderes de ambos bandos por la firma, cuatro años antes, de los Acuerdos de Oslo, acuerdos que en aquel entonces el líder surafricano veía como una oportunidad para la paz. Pero Mandela aprovechó, también, para denunciar la situación en la que se veían (y se ven) obligados a vivir los palestinos:
Me uno a vosotros hoy para sumar nuestra voz a la reivindicación universal del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a tener un Estado. No estaríamos a la altura de nuestra propia razón de ser como gobierno y como nación si la resolución de los problemas de Oriente Medio no ocupase un lugar prominente en nuestra agenda.
Cuando en 1977 la ONU aprobó la resolución por la que se creaba el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, se reconoció que en Palestina se estaban cometiendo injusticias y graves violaciones a los derechos humanos. En esa misma época Naciones Unidas adoptó una posición firme contra el apartheid, y a lo largo de los años se fue construyendo un consenso internacional que ayudó a poner fin a este sistema perverso. Pero sabemos demasiado bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos.
Mandela tardó cinco años en aceptar la invitación para visitar Israel. Tras su liberación, en 1990, el líder surafricano dijo que había sido invitado por «casi todos los países del mundo, excepto Israel». La invitación israelí se produjo finalmente en 1994, pero en ese momento (en pleno proceso de paz tras los Acuerdos de Oslo) Mandela no quiso realizar una visita que habría tenido, probablemente, una fuerte carga política.
Finalmente, Mandela viajó a Israel y los territorios palestinos ocupados en 1999. En Gaza, el ya expresidente surafricano afirmó que «Israel debería retirarse de las zonas que ha ocupado en países árabes: los altos del Golán, el sur de Líbano y Cisjordania». No obstante, antes de viajar a Gaza, Mandela mantuvo una reunión en Jerusalén con el entonces ministro de Exteriores israelí, David Levy, al término de la cual admitió que Israel no podía devolver los territorios ocupados «si los Estados árabes no lo reconocen».
Respondiendo a quienes criticaron su visita, Mandela dijo:
Israel trabajó muy estrechamente con el régimen del apartheid. Pero yo digo: He hecho las paces con muchos hombres que masacraron a nuestro pueblo como se masacra a los animales. Israel cooperó con el régimen del apartheid, pero no participó en ninguna atrocidad.
Tras su visita al Museo del Holocausto, Mandela aseguró que se había sentido «profundamente dolorido y, a la vez, enriquecido», y enfatizó la importancia de que el mundo no olvide lo que ocurrió.
Dos meses antes de la invasión de Irak que lideró Estados Unidos, Mandela dejó claro su rechazo frontal a la guerra en un duro discurso que pronunció en el Foro Internacional de la Mujer, en Johannesburgo, el 29 de enero de 2003:
Lo que está ocurriendo, lo que Bush está haciendo, es una tragedia. Lo único que Bush quiere es el petróleo iraquí. No hay duda de que Estados Unidos se está comportando mal. ¿Por qué no intentan confiscar las armas de destrucción masiva de su aliado Israel? Esto no es más que una excusa para obtener el petróleo de Irak.
Bush está ahora socavando las Naciones Unidas. Está actuando fuera de esta organización, a pesar de que las Naciones Unidas fue una idea del presidente Roosevelt y de Winston Churchill. Tanto Bush como Tony Blair están socavando una idea que fue defendida por sus predecesores. No les importa. ¿Es porque el secretario general de las Naciones Unidas [Kofi Annan] es ahora un hombre negro? Nunca hicieron algo así cuando los secretarios generales eran blancos.
Si hay un país que ha cometido innombrables atrocidades en el mundo, ese es Estados Unidos. No les importan los seres humanos.
Lo que estoy condenando es que una potencia, con un presidente [George W. Bush] que no tiene visión de futuro, esté queriendo sumir al mundo en un holocausto.
Según reveló su biógrafo Peter Hain, Mandela se sentía tan traicionado por la participación del Reino Unido en la guerra de Irak que llamó por teléfono al entonces primer ministro británico, Tony Blair, para expresarle su enfado: «Mandela echaba fuego por la boca», explica Hain, diputado laborista y gran conocedor de Suráfrica, donde vivió en su juventud como activista contra el apartheid. «Es un error, un gran error, ¿por qué hace esto después de todo su apoyo a África? Le causará un enorme daño internacionalmente», dijo el líder surafricano. «Nunca había visto a Mandela tan frustrado y enojado», señala Hain.
En la misma gira por Oriente Medio que, en 1999, le llevó a Israel y a los territorios palestinos ocupados, Mandela realizó también breves visitas a Damasco y a Teherán. Ambas se desarrollaron en un ambiente de corrección diplomática, sin críticas. En los registros disponibles de sus comparecencias públicas no aparecen menciones a la falta de libertades o a las violaciones de los derechos humanos en estos países (Mandela mantenía también muy buenas relaciones con Gadafi o Fidel Castro, a quienes expresó públicamente su admiración).
Con respecto al entonces presidente sirio, Hafez al Asad (padre del actual mandatario, Bashar al Asad), Mandela se limitó a decir que «estoy feliz por estar junto a un renombrado y conocido presidente», a quien calificó de «una instución». De la reunión que mantuvieron ambos no trascendieron detalles.
En Irán, Mandela visitó la tumba del ayatolá Jomeini (fundador de la República Islámica) y, según informó la agencia oficial de noticias iraní, IRNA, alabó al Gobierno de Teherán por haber roto relaciones con el régimen del apartheid: «Estamos en deuda con la Revolución Islámica», dijo.
En 1992, Mandela, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), pero no elegido aún presidente de Suráfrica (lo sería dos años después), fue duramente criticado en Turquía por declinar el Premio de la Paz Mustafa Kemal Ataturk, que le había sido concedido en este país. Según explicó un portavoz de Mandela en aquel momento, el líder surafricano no quiso aceptar el premio debido a las «violaciones de los derechos humanos» cometidas por Turquía contra el pueblo kurdo. El comunicado oficial del CNA fue el siguiente:
El Congreso Nacional Africano es consciente del anuncio por parte del Gobierno de Turquía de que se va a ofrecer el Premio Ataturk al presidente del CNA el 19 de mayo.
Nelson Mandela ha dedicado toda su vida al servicio de la democracia, los derechos humanos y la libertad frente a la opresión.
El CNA desea expresar categóricamente que el señor Mandela no ha aceptado el Premio Ataturk, y que no tiene previsto visitar Turquía. La actitud del CNA no refleja ningún punto de vista negativo sobre Kemal Ataturk, el reformador y fundador de la Turquía moderna.
Mandela acabó reconsiderando su postura y aceptó finalmente el premio en 1999.
Y una cita sin fronteras
He dedicado mi vida a esta lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He promovido el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas puedan vivir en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir, hasta lograrlo. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
(Neson Mandela, ante el Tribunal Supremo de Pretoria, el 20 de abril de 1964, durante el juicio de Rivonia, como resultado del cual pasaría 30 años en la cárcel).
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No es que hubiera muchas dudas, pero ahora ya es oficial. Casi 25 años después, Israel ha admitido al fin este jueves que asesinó en 1988, en Túnez, al número dos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Jalil al Wazir, alias Abu Yihad.
Abu Yihad había sido cofundador de la OLP junto con Yasir Arafat, y fue la figura más importante en la organización de la primera intifada, tras el estallido de la revuelta a finales de 1987. Israel lo consideraba el responsable de varios atentados en su territorio, incluyendo el ataque contra un autobús en 1978, en el que murieron 38 personas. La OLP siempre acusó a los servicios secretos israelíes (Mossad) de estar detrás de su asesinato, algo que Israel no había admitido hasta ahora.
La confirmación se ha producido en forma de una entrevista realizada hace doce años al jefe del comando que llevó a cabo la operación, y que publica ahora el diario israelí Yedioth Ahronoth, el más vendido del país. En sus declaraciones, Nahum Lev, que murió en el año 2000, reconoce que los agentes se infiltraron por mar en Túnez (donde se encontraba entonces la sede de la OLP en el exilio) y que, en la noche del 15 al 16 de abril de 1988, lanzaron el ataque contra la residencia de Abu Yihad en la capital del país magrebí. El comando estaba integrado por 26 militares de élite seleccionados por la plana mayor del ejército israelí, bajo el mando directo de Moshe Yaalon, actual ministro de Asuntos Estratégicos.
El periódico llevaba meses intentando obtener la aprobación de la censura militar israelí para publicar la entrevista. Al parecer, los censores han decidido finalmente autorizarla, ante la posibilidad de que el caso llegase hasta los tribunales.
En un adelanto publicado este jueves (la versión completa saldrá el domingo), Lev explica que «la parte de inteligencia del asesinato fue supervisada por el Mossad, mientras que la parte operacional fue ejecutada por el Sayeret Markal [un comando de élite]». «Había leído todas las páginas del informe sobre él [Abu Yihad]. Estaba conectado a actos horribles contra civiles. Estaba marcado para la muerte. Le disparé sin dudar», detalla.
Según relata Lev, él mismo y otro agente disfrazado de mujer se acercaron a la casa como si fueran una pareja dando un paseo. Al llegar a la vivienda, Lev disparó en la cabeza al guardaespaldas con una pistola que había llevado escondida en una caja de bombones. Después, varios agentes entraron en la vivienda. Uno de ellos disparó a Abu Yihad, y luego disparó también el propio Lev: «Parecía que estaba sujetando un arma, así que le disparé con cuidado de no herir a su mujer, que apareció en ese momento. Abu Yihad murió. Otros agentes confirmaron la muerte».
El diario israelí recuerda que otro guardaespaldas y un jardinero que estaba durmiendo en la planta baja también fueron asesinados. «Fue una pena lo del jardinero, pero en operaciones como ésta hay que asegurar que toda la resistencia potencial es neutralizada», afirma Lev.
Aparte del interés histórico y de los detalles revelados, la confirmación oficial de que Israel mató a Abu Yihad tiene, a estas alturas, poca relevancia en sí. Todo el mundo, empezando por la resistencia palestina, lo tenía claro desde el principio. Y en cuanto a las consecuencias, es poco probable, por no decir imposible, que alguien acabe por ello ante un tribunal.
Lo relevante es que las «ejecuciones» sin juicio llevadas a cabo por parte de Estados teóricamente democráticos, dentro o fuera de sus fronteras, siguen a la orden del día, pero ahora, sin ningún rubor.
Aunque pueda parecer un razonamiento perverso, en el silencio sobre la muerte de Abu Yihad mantenido hasta ahora puede interpretarse implicitamente un cierto reconocimiento de que se trató de algo al margen de la ley, algo «necesario» (bajo el punto de vista israelí), pero inadmisible (en el sentido literal del término). De hecho, durante décadas Israel rara vez ha asumido su responsabilidad en decenas de otras muertes semejantes.
Esa relativa asunción de ‘culpabilidad’, o, si se prefiere, esa voluntad de seguir guardando ciertas formas, se ha perdido por completo. En los «asesinatos selectivos» de dirigentes y activistas palestinos por parte del ejército israelí, en el asesinato de Bin Laden, o en los asesinatos de supuestos terroristas llevados a cabo por drones estadounidenses, los ejecutores no solo no tienen nada que ocultar, sino que, además, se felicitan por ello, en un contexto de absoluta impunidad. Eso sí, por lo menos son sinceros. Algo es algo.
Con información de la BBC, Europa Press y Ansa
No es que hubiera muchas dudas, pero ahora ya es oficial. Casi 25 años después, Israel ha admitido al fin este jueves que asesinó en 1988, en Túnez, al número dos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP),… Leer
Una breve historia en imágenes de los eventos clave y los personajes que han ido marcando el conflicto árabe-israelí a través de las décadas:
1914–1918. El Imperio Otomano, que había conquistado el Mediterráneo oriental en 1516, se alía con Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Los británicos logran la ayuda de los árabes contra los turcos apoyando su revuelta, y les prometen la independencia en sus territorios. Pero Londres, en la Declaración Balfour (1917), promete también a los judíos una patria en Palestina.
1918. Los árabes se hacen cargo de Siria, con el príncipe Faisal Ibn Hussein, de la dinastía árabe hachemí, a la cabeza. Pero después de la guerra, la Liga de Naciones otorga a Francia y Gran Bretaña el control (en «mandatos») de los antiguos territorios otomanos. Francia recibe Siria, y Gran Bretaña las actuales Israel, Cisjordania, Gaza y Jordania.
1921. Los británicos dividen su mandato en dos: la parte este del río Jordán se convierte en el emirato de Transjordania, gobernado por el hermano de Abdullah, Faisal; la parte oeste será el mandato de Palestina, y se mantiene bajo control británico.
Embed from Getty ImagesAbdullah Hussein, emir de Transjordania y futuro rey Abdullah I de Jordania, en El Cairo (sentado a la izquierda en el coche, en la imagen), para un encuentro con el Alto Comisionado británico en Egipto, Edmund Allenby, en 1921. Foto: General Photographic Agency / Hulton Archive / Getty Images
1930. La inmigración judía desde Europa hacia el mandato británico de Palestina, que había comenzado en la década de 1880, se incrementa justo antes de la Segunda Guerra Mundial debido a la persecución nazi. Muchos árabes locales se oponen, y se producen enfrentamientos.
1947-1949. Gran Bretaña abandona el mandato de Palestina, que queda bajo la supervisión de Naciones Unidas. La ONU propone la creación de dos Estados: uno árabe y otro judío. La propuesta es aceptada por los judíos, pero rechazada por los árabes. David Ben-Gurion declara la fundación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948. Egipto, Siria, Líbano y Jordania invaden el territorio, pero son rechazados. El armisticio de 1949 supune una importante ampliación del territorio designado originalmente para Israel. Entre tanto, se produce la Nakba –catástrofe–, el término con el que el mundo árabe denomina la expulsión, desposesión, exilio o huida de cientos de miles de palestinos tras la fundación del Estado de Israel y la guerra árabe-israelí.
1956. Tras llegar al poder en Egipto, Gamal Abdel Nasser integra los ejércitos egipcio y sirio y nacionaliza el Canal de Suez, hasta entonces de propiedad europea. Israel se une a Gran Bretaña y Francia y, el 29 de octubre de 1956, invaden la península egipcia del Sinaí. La presión internacional obliga a los israelíes a retirarse, y el Reino Unido y Francia sacan sus tropas del canal.
1964. Se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), bajo el liderazgo de Yasir Arafat. Tras la debacle de la Guerra de los Seis Días, la OLP se proclamará la única representante del pueblo palestino. El objetivo: conseguir la devolución de su tierra y acabar con el Estado de Israel.
1967. Las hostilidades entre Israel y sus vecinos continúan, y ambas partes vandesarrollando su fuerza militar. El 5 de junio de 1967, Israel lanza un «ataque preventivo» contra las tropas árabes a lo largo de sus fronteras. En la Guerra de los Seis Días, Israel conquisa el Sinaí a Egipto, los Altos del Golán a Siria, y Cisjordania y la ciudad vieja de Jerusalén, a Jordania. Desde entonces, las conversaciones han girado en torno al regreso a las fronteras anteriores a 1967.
Embed from Getty ImagesPrisioneros de guerra egipcios en el desierto del Sinaí, tras la conquista de la península por las tropas israelíes, en 13 de junio de 1967. Foto: Central Press / Getty Images
1973. El 6 de octubre, Siria y Egipto lanzan un ataque sorpresa contra Israel coincidiendo con la festividad judía del Yom Kipur. Después de las pérdidas iniciales, los israelíes recuperan casi todo el territorio que habían ocupado durante la Guerra de los Seis Días.
Embed from Getty ImagesSoldados sirios se rinden a las tropas israelíes en los Altos del Golán el 10 de octubre de 1973. Foto: GPO / Getty Images
1979. EE UU combina presiones diplomáticas y económicas para suavizar las relaciones entre Egipto e Israel. En 1979, el presidente egipcio, Anuar Al Sadat, firma un pacto de reconocimiento mutuo con Israel y Egipto recupera el territorio del Sinaí.
1982. En respuesta a los ataques que venía sufriendo en las ciudades del norte, Israel invade el Líbano y llega a Beirut el 6 de junio de 1982. Durante la guerra se produce la masacre de los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Beirut, cuando entre cientos y miles (según las versiones) de palestinos son asesinados a manos de la Falange Libanesa, sin que el ejército israelí, presente en la zona y sabiendo lo que estaba ocurriendo, haga nada por evitarlo. En 1985 Israel se retira de la mayor parte del Líbano, pero mantendrá una «zona de seguridad» a lo largo de la frontera hasta el año 2000.
Embed from Getty ImagesUna mujer palestina llora mientras trabajadores de la defensa civil retiran el cadáver de un familiar de las ruinas de su casa en el campo de refugiados de Sabra, en Beirut, tras la masacre cometida por la Falange Libanesa, el 19 de septiembre de 1982. Foto: STF / AFP / Getty Images
1987. Durante los años 80, el establecimiento de asentamientos judíos en tierras palestinas continúa de forma sistemática. En 1987 los palestinos de Cisjordania y Gaza lanzan la Intifada (levantamiento popular) contra la ocupación israelí.
Embed from Getty ImagesUna colona judía en el asentamiento de Dolev, en Cisjordania, en 1984. Foto: Chanania Herman / GPO / Getty Images
1993. Tras la Conferencia de Madrid, los Acuerdos de Oslo contemplan el reconocimiento mutuo entre la OLP y el Estado de Israel, y un autogobierno limitado palestino en Cisjordania y Gaza. Jordania firma un tratado de paz con Israel.
2000. Bajo el patrocinio de EE UU, Arafat y Ehud Barak, primer ministro israelí, se reúnen de nuevo en Camp David. La conferencia fracasa al no poderse llegar a un acuerdo sobre la parte vieja de Jerusalén. Ariel Sharon, líder del partido derechista israelí Likud, visita la Explanada de las Mezquitas acompañado por 1.000 policías para subrayar la soberanía de Israel sobre la parte más sagrada (para musulmanes y judíos) de la ciudad. El gesto provoca violentas manifestaciones, que desembocan en la Segunda Intifada.
Ariel Sharon, rodeado de personal de seguridad, en la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos) de Jerusalén, el 28 de septiembre de 2000. Foto: Brian Hendler / Getty Images
2002. Un terrorista suicida mata a 29 israelíes en un hotel, en el más sangriento ataque individual de la Segunda Intifada. Israel aísla a Arafat en su complejo de Ramala, vuelve a ocupar amplias zonas palestinas que habían conseguido la autonomía en virtud de los Acuerdos de Oslo, y empieza la construcción de un muro de separación en Cisjordania. EE UU plantea una «hoja de ruta» que incluye el fin de los ataques palestinos y el desmantelamiento de los asentamientos israelíes construidos desde marzo de 2001.
Embed from Getty ImagesEl ejército israelí destruye uno de los edificios del complejo de Arafat en Ramala, Cisjordania, el 20 de septiembre de 2002. Foto: Atta Oweisat / AFP / Getty Images
2003. Con el apoyo de EE UU, Mahmud Abás, también conocido como Abu Mazen, se convierte en el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina.
Embed from Getty ImagesMahmud Abás, recién nombrado primer ministro de la Autoridad Palestina, en sus oficinas de Ramala, Cisjordania, el 27 de marzo de 2003. Foto: David Silverman / Getty Images
2004. Israel asesina al jeque Ahmed Yassin, cofundador de Hamás en Gaza. Su sucesor, Abdel Aziz Al Rantisi, es asesinado también en un ataque similar con misiles. Arafat muere el 11 de noviembre y Mahmud Abás le sucede como presidente de la OLP, ganando las elecciones, y bajo la promesa de intentar poner fin a la violencia y firmar la paz con Israel.
Embed from Getty ImagesUna multitud lleva el féretro del jeque Ahmed Yassin, asesinado en un ataque israelí, durante su funeral en Gaza, el 22 de marzo de 2004. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images
2005. Sharon y Abás anuncian un alto el fuego y la violencia disminuye. Después de 38 años de ocupación, Israel completa la evacuación de 15.000 colonos judíos de Gaza, pero el lanzamiento de cohetes desde la franja provoca renovados ataques aéreos israelíes.
Embed from Getty ImagesUn colono se enfrenta a un soldado israelí en el asentamiento judío de Neve Dekalim, en Gaza, durante la evacuación forzosa y el desmantelamiento de las colonias israelíes en la Franja, el 17 de agosto de 2005. Foto: Spencer Platt / Getty Images
2006. El paisaje político cambia, tanto en Israel como en los territorios palestinos. En Israel, Sharon entra en coma tras un derrame cerebral y sus poderes pasan a Ehud Olmert. Y, en las elecciones palestinas, Hamás, no reconocida por Israel como interlocutor y considerada un grupo terrorista por buena parte de la comunidad internacional, logra la victoria en Gaza, imponiéndose a Al Fatah.
Embed from Getty ImagesEl primer ministro en funciones de Israel, Ehud Olmert, junto a la silla vacía del primer ministro, Ariel Sharon, durante una reunión del gabinete de crisis del Gobierno. Foto: Lior Mizrahi / Pool / Getty Images
2006. En julio, tras el asesinato de los miembros de una patrulla israelí en la frontera, Israel entra de nuevo en el Líbano y combate a Hizbulá en una guerra de un mes de duración que causa al menos 1.100 libaneses y 156 israelíes muertos, aparte de enormes destrozos. La comisión oficial israelí concluye que el enfrentamiento terminó «sin una victoria militar definida».
Embed from Getty ImagesUn soldado israelí en la frontera entre Israel y Líbano carga una unidad de artillería que dispara proyectiles contra objetivos de Hizbulá en el sur libanés, el 16 de junio de 2006. Foto: Menahem Kahana / AFP / Getty Images
2007. La coalición entre Al Fatah y Hamás se viene abajo cuando Hamás toma el control de Gaza en combates que dejan cientos de muertos. Israel declara Gaza «territorio hostil» y corta el suministro de combustible y electricidad. La división palestina continúa hasta hoy: Hamás controla Gaza, y Al Fatah, Cisjordania. EE UU patrocina una infructuosa conferencia de paz en Annapolis (el primer intento estadounidense en siete años para alcanzar un acuerdo).
Embed from Getty ImagesUn chico palestino, junto a un vehículo en llamas durante los enfrentamientos entre Hamás y Al Fatah en Gaza, el 14 de mayo de 2007. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images
2008, 2009. Gaza, controlada por Hamás y aislada por un férreo bloqueo económico y humano, sufre dos grandes ofensivas israelíes tras ataques de cohetes desde el territorio palestino hacia las ciudades del sur de Israel. En la primera, en febrero de 2008, mueren más de 120 palestinos; la segunda, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, deja más de 1.300 palestinos y 13 israelíes muertos. Un mes después, Netanyahu gana las elecciones en Israel.
Embed from Getty ImagesColumnas de humo por las explosiones durante un ataque aéreo israelí sobre Rafah, en el sur de Gaza, el 28 de diciembre de 2008. Foto: Getty Images
A partir de una serie de fotos en The Guardian
Una breve historia en imágenes de los eventos clave y los personajes que han ido marcando el conflicto árabe-israelí a través de las décadas: 1914–1918. El Imperio Otomano, que había conquistado el Mediterráneo oriental en 1516, se alía con Alemania… Leer