Zoser

Un ibis momificado, en el Museo de Brooklyn. Foto: Trish Mayo / Flickr

Si va en coche al sur de El Cairo (Egipto) y se deja guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, el edificio en pie más antiguo del mundo, es muy probable que encuentre la enigmática necrópolis de Saqqara, cuyo gran momento ha llegado, transcurridos unos 5.000 años desde su gran esplendor.

Este complejo de pirámides, tumbas y catacumbas, que yace bajo una densa capa de arena sahariana acumulada durante milenios, guarda los secretos de miles de años de ceremonias religiosas y funerarias egipcias. Estamos ante un periodo que se extiende desde la Primera Dinastía hasta el período Helenístico o grecorromano. Los hallazgos más interesantes son el templo funerario de la reina Nearit, la mujer del faraón Teti, numerosos pozos funerarios, y cientos de ataúdes y momias acompañadas de numerosas estatuas, estelas, juguetes, maquetas de barcos funerarios y máscaras de momia que datan del Imperio Nuevo.

Los arqueólogos confirman la existencia en la necrópolis de numerosos talleres para producir ataúdes y otros objetos funerarios, y para realizar las tareas de momificación. Sin embargo, recibir sepultura en Saqqara no era solo privilegio de los faraones o de los altos funcionarios. Allí también se enterraban animales, y muchos. Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos, toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como los ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus), asociados para su desgracia con Thoth, el dios de la sabiduría y la escritura.

Un ibis sagrado. Vídeo: Jonn Leffmann / Wikimedia Comons

Un cálculo aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara y probablemente todos son ibis sagrados africanos. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el periodo grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de 10.000 al año. Se cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna al Gebel de Hermópolis. Unas cifras tan enormes invitan a pensar que alguna vez Egipto debió producir ibis a escala industrial.

A razón de 10.000 ofrendas anuales, la presión sobre la población de ibis sagrados del área de Saqqara habría sido masiva y, en unos pocos años, la captura de ejemplares silvestres se habría convertido en insostenible. Aunque los ibis vivos bien pudieran haberse importado de todo Egipto e incluso de más lejos, la avicultura local se antoja una alternativa mejor para asegurar un suministro continuo.

Pero, ¿podrían haberse criado ibis como si fueran aves de corral? ¿Cómo? Ciertamente, no faltan pruebas de que los animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios para fines religiosos. Incluso los sacerdotes criaron cocodrilos cerca de algunos lugares sagrados.

Un ibis momificado, en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Foto: Metropolitan Museum of Art / Wikimedia Commons

La reproducción y la cría de miles de ibis al año para una ceremonia fúnebre –que quizás se celebraba solo una vez cada doce meses– sería una enorme tarea. Aunque supongamos que prosperaran cuatro huevos como media, teniendo en cuenta que producen entre dos y cinco huevos al año, habría que criar en cautiverio 2.500 parejas (es decir, 5.000 aves parentales) y atender a un total de 15.000 aves hambrientas.

En realidad, los ibis sagrados son bastante fáciles de criar en cautiverio. Si se les quitan los huevos para que sean incubados, por ejemplo, por gallinas, o se les arrebatan los polluelos, pondrán de nuevo hasta tres veces al año. Así que de mil parejas pueden obtenerse unos 10.000 polluelos anuales. Aunque así fuera, la empresa requeriría disponer de corrales para 11.000 ibis en total, además de las gallinas que servirían de madres adoptivas.

Debido a la enorme escala de la industria de las momias de ibis, muchos egiptólogos han asumido que, como hacían con los guacamayos sagrados los indígenas de Chaco Canyon, Nuevo México, estas aves fueron criadas en grandes granjas centralizadas.

Sin embargo, hasta ahora en ninguno de ambos casos se ha descubierto evidencia física de instalaciones que pudieran haber albergado una empresa de ese tamaño.

Algunas fuentes documentales del antiguo Egipto apuntan hacia la existencia de grandes explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por ejemplo, el Archivo de Hor –que recoge los escritos de un sacerdote que trabajó en las galerías de Saqqara donde se encerraba a los ibis– recoge la cantidad de comida que se requería para alimentar a 60.000 ejemplares y habla de un portero cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.

La genética moderna entra en escena

La genética está en contra de la idea de una cría masiva de aves domesticadas. A diferencia del ADN nuclear, que es transmitido tanto por la madre como por el padre, el ADN mitocondrial es transmitido solo por la madre. Esto significa que no se mezcla de generación en generación. Si los egipcios hubieran criado los ibis en granjas, la endogamia habría provocado que su ADN mitocondrial se asemejara cada vez más a lo largo del tiempo.

Por el contrario, el análisis comparado de genomas mitocondriales completos de momias de ibis sagrados indica que la diversidad mitogenómica entre las momias y la que se encuentra en las poblaciones silvestres modernas de toda África es muy similar. Si en los ibis rituales no aparece la característica endogamia con escasa variabilidad genética típica de las aves criadas en las granjas modernas, eso significa que no fueron criados en cautividad el tiempo suficiente como para que pudieran reproducirse.

Dada la enorme cantidad de los ibis sacrificados, es seguro que el negocio asociado a los rituales funerarios no podía depender de la estacionalidad del suministro, sino que los proveedores acorralaban a los ejemplares silvestres durante el tiempo transcurrido entre la llegada de las aves capturadas y el momento en que eran sacrificadas y sepultadas.

¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la respuesta, es difícil sustraerse a la ironía de que, en el Egipto moderno, ni un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. La nueva investigación del ADN quizás puede ayudar a responder la pregunta de por qué el ibis sagrado africano finalmente se extinguió en Egipto a mediados del siglo XIX. Hasta ahora, los investigadores han presumido que los ibis sagrados, que disfrutan de los humedales pantanosos, podrían haber desaparecido a medida que el clima de Egipto se volvió más seco con el tiempo.

La pérdida de hábitat no puede ser la única respuesta ya que, como hacen las cigüeñas o las gaviotas, los ibis se adaptan y recurren a los vertederos para alimentarse. La extinción de los ibis del Nilo forma parte de un rompecabezas más grande que implica las interacciones entre humanos y animales y su impacto en el medio ambiente.


Manuel Peinado Lorca es catedrático de Biología Vegetal en la Universidad de Alcalá (Departamento de Ciencias de la Vida), e investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos.


Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/2/2021

La genética ayuda a averiguar de dónde salieron los cuatro millones de ibis momificados de Saqqara

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La pirámide escalonada de Zoser, en Egipto. Foto: Isawnyu / Wikimedia Commons

Las autoridades de Egipto reabrieron al público el pasado 5 de marzo la pirámide escalonada de Zoser, considerada la más antigua del país, después de unos trabajos de restauración que se han prolongado durante 14 años y cuyo coste ha alcanzado los 6,6 millones de dólares, según informó el primer ministro egipcio, Mustafa Madbouli.

La pirámide, construida hace unos 4.700 años y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, tiene una altura de cerca de 60 metros y domina la gran necrópolis de Saqqara, al sur de El Cairo, en la antigua capital de Memfis. Prototipo de las pirámides de Guiza y de las restantes pirámides egipcias, se cree que pudo haber sido construida bajo la dirección de Imhotep, el primer arquitecto e ingeniero de nombre conocido de la historia.

«Hemos completado la restauración de la primera y más antigua pirámide en Egipto, la del rey Zoser, el fundador del Antiguo Reino», anunció el ministro egipcio de Antigüedades y Turismo, Khaled el Enany, en declaraciones recogidas por la agencia AFP. «Es el primer edificio del mundo hecho completamente de piedra», recalcó.

Tras los considerables daños causados en el interior de la pirámide por el gran terremoto que sacudió El Cairo en 1992, los trabajos de renovación comenzaron en 2006, pero se interrumpieron en 2011, en el contexto de la revolución que acabó derrocando al presidente Hosni Mubarak, y de la gran crisis del sector turístico que vivió Egipto como consecuencia de la agitación social que vivió el país.

Las obras se reanudaron en 2013, pero un año después se vieron envueltas en la polémica, cuando los medios egipcios informaron de que la pirámide había sido dañada durante los trabajos, y varias ONG egipcias aseguraron que la fachada original del monumento había sido alterada.

Según explicó Enany, después de las críticas de los expertos de la UNESCO, los trabajos se llevaron a cabo de conformidad con las normas del organismo de la ONU y «en 2018 la UNESCO nos dio informes positivos».

Egipto ha promocionado una avalancha de hallazgos arqueológicos en los últimos años, con la esperanza de impulsar su sector turístico. El año pasado, las autoridades revelaron un cementerio de 4.500 años de antigüedad cerca de las pirámides de Guiza, repleto de coloridos ataúdes de madera y estatuas de piedra caliza. Y en noviembre de 2018, el Ministerio de Antigüedades anunció el descubrimiento de siete sarcófagos, algunos de más de 6.000 años, en una zona situada al borde del complejo piramidal de Saqqara.

Egipto recibió en 2018 un total de 11,3 millones de turistas, frente a los 5,3 millones de 2016.

Un monumento funerario sin precedentes

La pirámide del rey Zoser (o Dyeser) formaba parte de un complejo para celebraciones rodeado por un muro pétreo, que albergaba un templo y varios edificios de carácter simbólico, la mayoría macizos, no accesibles, con un amplio patio ceremonial y un intrincado sistema de galerías subterráneas y almacenes. Hasta su construcción, las tumbas reales consistían en cámaras subterráneas cubiertas por una estructura de adobe en forma de pirámide truncada llamada mastaba.

La pirámide está construida en piedra y consiste en seis enormes mastabas, una encima de otra, en lo que fueron cinco revisiones y desarrollos del plan original. La primera mastaba, de base cuadrada, tiene 63 metros de lado y 8 de altura, y está considerada el primer monumento erigido en el Antiguo Egipto utilizando piedra tallada.

La cámara funeraria del rey se encuentra en el centro de la pirámide, en el fondo de un pozo de 28 metros de profundidad y siete de anchura. Se construyó en granito y se revistió con yeso. Fue sellada con varios bloques de granito que suman un peso total de 3.500 kilos, colocados como un puzle. El arquitecto y egiptólogo francés Jean-Philippe Lauer, que comenzó a restaurar el complejo en 1932, encontró restos de una momia que fueron datados en una época cientos de años posterior.


Más información y fuentes:
» Egypt reopens Djoser pyramid after 14-year restoration (AFP)
» Egypt reopens Djoser pyramid – in pictures (The Guardian)
» U.N. Agency Investigating Claims of Damage to Ancient Pyramid (Time)

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