El 22 de julio de 1987, Muhammed Faris se convirtió en el primer astronauta sirio, al viajar en la nave soviética Soyuz TM-3 hasta la estación espacial Mir, donde pasó siete días. La hazaña fue convenientemente aprovechada con fines propagandísticos por el régimen del entonces presidente Hafez al Asad.
Faris vive hoy exiliado en Estambul, Turquía, a donde huyó tras desertar de la Fuerza Aérea Siria y unirse al opositor Ejército Libre Sirio, un año después de estallar las revueltas contra el actual mandatario, Bashar al Asad, hijo de Hafez.
En el vídeo que encabeza estas líneas, realizado por el diario The Guardian, Faris, ahora activista en favor de sus compatriotas refugiados, cuenta su historia y reflexiona sobre la guerra que está devastando el mismo país que contempló desde el espacio hace ya casi treinta años.
El 22 de julio de 1987, Muhammed Faris se convirtió en el primer astronauta sirio, al viajar en la nave soviética Soyuz TM-3 hasta la estación espacial Mir, donde pasó siete días. La hazaña fue convenientemente aprovechada con fines propagandísticos… Leer
Edificios destruidos por las bombas en la ciudad siria de Alepo, en marzo de 2013. Foto: Foreign and Commonwealth Office / Wikimedia Commons
El 15 de marzo de 2011, hace ahora cuatro años, cientos de personas salieron a la calle en la localidad siria de Daraa para exigir la liberación de una quincena de estudiantes que habían sido detenidos por realizar pintadas en contra del régimen dictatorial del presidente Bashar al Asad. En plena efervescencia de la llamada ‘primavera árabe’, la protesta fue la mecha que prendió la llama. Las manifestaciones exigiendo democracia y el fin de la corrupción política y de los abusos a los derechos humanos pronto se extendieron por todo el país.
El Gobierno respondió con arrestos masivos, tortura de prisioneros, brutalidad policial, más censura, y, también, algunas concesiones políticas menores. Pero las protestas siguieron creciendo, y el cambio parecía posible. Tal vez más a la manera violenta de Libia que a la manera más o menos ‘pacífica’ de Túnez o Egipto, pero inevitable.
Cuatro años después, sin embargo, la guerra civil que estalló tras
aquellas primeras protestas continúa, Al Asad sigue en el poder, y el
nivel de destrucción del país hace ya tiempo que rebasó los límites de
lo imaginable.
La compleja realidad étnica, social y religiosa de Siria, los
intereses y apoyos internacionales, y la entrada en el tablero del
yihadismo fundamentalista, entre otros factores, han estancado un
conflicto cuyas cifras es difícil no calificar de escalofriantes: más de
210.000 muertos, casi cuatro millones de refugiados,
cerca del 80% de la población viviendo en la pobreza… Más todo el
sufrimiento que es imposible cuantificar en datos: familias destrozadas,
daños psicológicos, sueños rotos, niños traumatizados. El país está
arrasado desde todos los puntos de vista (humano, económico y cultural),
las violaciones de los derechos humanos (tanto por las fuerzas del
régimen como por grupos de la oposición) son continuas, el frágil tejido
social que la mano de hierro de la dictadura había preservado unido
durante décadas está hecho trizas, y las perspectivas de que la
pesadilla acabe pronto son, siendo optimistas, escasas.
De momento, el principal ganador en el conflicto no es otro que el presidente sirio. La expansión de los integristas de Estado Islámico
en Siria e Irak ha alterado por completo la balanza. Para los países
occidentales y muchos países árabes que antes exigían su renuncia
inmediata, el enemigo número uno no es ya Al Asad, sino el terror
yihadista. Y en este contexto, Al Asad, cuyo ejército sigue masacrando a
la población (indiscriminadas bombas de barril incluidas), pero está también en primera línea de combate contra los fundamentalistas, se ha convertido en una pieza clave.
Nadie lo reconoce abiertamente, pero, tanto en Estados Unidos como en
Europa, cada vez son más las señales que indican una aceptación de
facto de la permanencia de Al Asad en la presidencia, como primer paso
hacia una futura coalición de unidad nacional que pueda incluir tanto al
presidente como a la oposición antiyihadista. La propia oposición en el
exilio ya no condiciona el diálogo a la renuncia del dirigente sirio,
aunque aún confía en que el presidente acabe abandonando el poder.
De «carnicero» a objetivo secundario
En la UE, la hasta ahora posición casi unánime en contra de Al Asad
empieza a diluirse, y pocos dirigentes le califican ya, como hicera en
su día el primer ministro francés, Manuel Valls,
de «carnicero». «Al margen de Francia, Gran Bretaña y Dinamarca, que
rechazan cualquier papel de Al Asad en el futuro de Siria, muchos países
europeos piensan que después de cuatro años, esta posición resulta ya
insostenible», afirma un diplomático europeo, en declaraciones recogidas por la agencia AFP.
Quien probablemente ha descrito mejor el nuevo escenario es, no obstante, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry,
quien declaró recientemente que el presidente sirio «ha perdido toda
legitimidad, pero no tenemos otra prioridad más importante que
desestabilizar y derrotar a Daesh [acrónimo en árabe del grupo Estado
Islámico]».
El apoyo de Occidente a los autócratas de la región, moneda común
hasta el estallido de la ‘primavera árabe’, se ha alimentado siempre de
dos grandes excusas: garantizar el suministro de petróleo (obviando la
evidencia de que los productores necesitan al consumidor tanto como los
consumidores al productor), y frenar a los islamistas (obviando la
evidencia de que el islamismo florece en contextos de represión,
desigualdad y miseria). La segunda excusa vuelve a imponerse en Siria, y
Al Asad parece ser ahora el «mal menor».
Muchos analistas consideran que la situación actual podría haberse
evitado si la comunidad internacional hubiese intervenido eficazmente y
desde un principio en favor de los rebeldes, y, en concreto, de la
«oposición moderada» que llevó las riendas de la lucha en los primeros
meses del conflicto. Pero el apoyo de países como Rusia, China e Irán al régimen de Al Asad, unido a los temores de que las armas acabasen en manos de la oposición yihadista, lo hizo imposible.
Las amenazas de EE UU de bombardear al régimen
que siguieron a las denuncias por el uso de gases contra la población
se quedaron en nada tras el acuerdo alcanzado con Rusia para la
destrucción del arsenal químico sirio. Y la presión diplomática y a
través de sanciones económicas más duras que, como alternativa a una
nueva intervención militar en la región, podría haberse ejercido de no
ser por los vetos de Rusia y China, parece hoy inviable y, para muchos
expertos, incluso contraproducente.
La realidad sobre el terreno es que los aviones de la coalicion
internacional liderada por EE UU están bombardeando a los, hoy por hoy,
mayores enemigos del régimen sirio.
Un país devastado: las cifras
La guerra en Siria es una de las mayores crisis desde la II Guerra
Mundial. Los siguientes datos corresponden a los cálculos realizados por
las diferentes agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales
que trabajan en el país, así como a un informe recién publicado por el Centro Sirio de Investigación Política, con el respaldo de Naciones Unidas.
Entre 210.000 y 220.000 muertos. De ellos, se calcula que cerca de
64.000 eran civiles; más de 44.000, soldados del régimen; 31.300,
milicianos leales al Gobierno; 17.000, funcionarios gubernamentales;
unos 35.000, combatientes rebeldes; 2.400, opositores desertores del
ejército; y más de 22.600, combatientes yihadistas.
Más de 840.000 heridos.
3,8 millones de refugiados, repartidos, principalmente, entre
Turquía (más de 1,7 millones), Líbano (1,2 millones), Jordania (622.000,
incluyendo los 100.000 acogidos en el campo de refugiados de Za’atari,
el segundo mayor del mundo, tras el de Dadaab, en Kenia), el Kurdistán
iraquí (250.000) y Egipto (136.000). La mitad ellos son niños.
7,6 millones de desplazados internos, en territorio sirio.
Más de 4,8 millones de sirios viven en lugares sitiados o de muy difícil acceso.
Más de 12,2 millones dependen de ayuda humanitaria de emergencia
para sobrevivir (el presupuesto de la ayuda humanitaria necesaria para
2015 se calcula en 8.000 millones de dólares, de los que a día de hoy se
ha cubierto solo un 2%).
La esperanza de vida se ha reducido de 75,9 años en 2010 a 55,7 años a finales de 2014 (un 27%).
5,6 millones de niños necesitan ayuda, un 31% más que hace un año.
De estos menores, unos dos millones viven sitiados en zonas a las que la
ayuda humanitaria no puede acceder por los combates.
2,6 millones de niños no pueden acudir a la escuela (muchas están
destruidas o los padres tienen miedo de que vayan por temor a los
ataques).
Las pérdidas económicas totales se calculan en unos 200.000 milllones de dólares.
El 80% de la población vive ahora en niveles de pobreza; el 30%, en
pobreza extrema, con dificultades para satisfacer sus necesidades
básicas de alimentos.
Casi tres millones de sirios han perdido sus puestos de trabajo, lo
que implica que unos 12 millones han perdido su fuente principal de
ingresos. El desempleo ha aumentado del 14,9% en 2011 al 57,7% en 2014.
El 83% de la luz eléctrica se ha apagado,
según una investigación realizada por el académico Xi Li, de la
Universidad de Wuhan (China), en la que compara imágenes de satélite
captadas entre marzo de 2011 y febrero de 2015. En Damasco, la capital,
se han extinguido el 33% de las luces, mientras que en las ciudades más
afectadas por la guerra, como Alepo, Idlib y Raqa, la cifra alcanza el
97%:
Imágenes de satélite muestran la extinción de luces en Siria a causa de la guerra, entre marzo de 2011 (izquierda) y febrero de 2015 (derecha). Fuente: #withSyria / Wuhan University
Según un informe, publicado por Médicos por los Derechos Humanos, 610 personas dedicadas a tareas médicas han muerto en Siria desde 2011, a raíz de 233 ataques a 183 instalaciones médicas.
La guerra ha provocado la destrucción total, o dañado seriamente, al menos 290 sitios del patrimonio cultural sirio, incluyendo importantes monumentos históricos e innumerables objetos artísticos, según un informe del Instituto para la Formación y la Investigación de Naciones Unidas, UNITAR, publicado a finales del año pasado.
El origen
La falta de libertades y el férreo control policial ejercido por el Gobierno sirio sobre una población que había vivido bajo una ley de emergencia desde que el partido Baaz llegó al poder en 1963, fueron los principales detonantes de las protestas iniciadas en 2011, en el marco de la llamada ‘primavera árabe’.
El país, de mayoría sunní, pero gobernado desde 1971 por la minoría alauí (una rama del chiísmo), representada ahora por el presidente Bashar Al Asad (quien sucedió a su padre a su muerte en 2000), vivió desde el 15 de marzo de 2011 las protestas antigubernamentales más graves de su historia reciente, desde la revuelta sunní de los Hermanos Musulmanes en 1982 en Hama, en la que murieron 20.000 de ellos.
Ante las críticas de la comunidad internacional, el régimen atribuyó a «grupos terroristas» el origen de las revueltas, al tiempo que aseguró ser objeto de un complot extranjero por su apoyo a grupos opuestos a EE UU, en referencia a la milicia chií libanesa Hizbulá, al palestino Hamás y a sus vínculos con Irán. La represión le ha supuesto a Siria sanciones por parte de organismos internacionales y la suspensión de la Liga Árabe en noviembre de 2011.
La situación se agravó a comienzos de febrero de 2012 a raíz del asedio a Homs, bombardeada desde el aire en ataques que dejaron centenares de muertos, y, después, en agosto, con las matanzas de Hula, Tremseh y Daraya, donde la oposición denunció el asesinato de más de 300 personas en cinco días, la mayoría civiles.
En noviembre de 2012 las fuerzas rebeldes crearon en Doha (Catar) la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (CNFROS), que ha sido reconocida por EE UU, Francia, la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), entre otros países y organismos, como único representante del pueblo sirio.
Hasta ahora, las mediaciones de los enviados especiales de la ONU, primero Kofi Annan, quien dimitió ante la imposibilidad de imponer su plan de paz; después el argelino Ladjar Brahimi, que también renunció, y ahora el italiano Staffan de Mistura, no han conseguido detener la represión ni que prospere una resolución para una intervención militar.
Fragmentación y radicalización
En mayo de 2013 el conflicto se extendió al Líbano, después de que la milicia Hizbulá, aliada de Damasco, interviniera al lado del Ejército para combatir a los rebeldes en la ciudad de Quseir, un enclave estratégico para la oposición debido a su ubicación en la ruta que conecta el norte del Líbano, de mayoría sunní, con Homs, lo que permitía el abastecimiento de armas.
Desde entonces, la guerra ha evolucionado hacia una creciente fragmentación de las fuerzas participantes, marcada por la irrupción de varios grupos yihadistas, especialmente Estado Islámico (EI), que han aprovechado la revolución para reforzarse y ampliar su territorio de operaciones. Estos grupos armados extremistas defienden postulados ideológicos muy alejados de los objetivos iniciales de los revolucionarios, y cuentan con la oposición de una gran parte de la población, debido a su violencia. En septiembre de 2014, EE UU y naciones aliadas, incluyendo varios países árabes, iniciaron una ofensiva de ataques aéreos contra las posiciones de EI.
Mientras, el Ejército Sirio Libre, que durante meses constituyó la base de la rebelión respaldada por Occidente, y que logró incluso algunas victorias contra el régimen, es ahora una alianza de pequeños grupos sin apenas recursos, y tanto los gobiernos de la región como la comunidad internacional han ido tomado posiciones, respaldando con financiación, armas o ayuda no letal a alguno o a varios de los grupos que participan en los combates, complicando más aún la situación.
Actualmente, la comunidad internacional está centrada en la lucha contra Estado Islámico, lo que ha rebajado la presión contra el presidente, Bashar al Asad, quien ha visto reafirmada su retórica de lucha antiterrorista para justificar su represión.
Las fuerzas del régimen
El bando gubernamental está compuesto, principalmente, por las Fuerzas Armadas (el ejército regular) y las Fuerzas de Defensa Nacional (surgidas en 2012 al unirse los Comités Populares y otros grupos armados pro Asad, y que operan bajo el mando de comandantes regionales coordinados desde Damasco). Ambas están controladas por el presidente.
En el lado del régimen combaten asimismo varias milicias y brigadas progubernamentales que, especialmente en algunas zonas del país, como el noroeste, han ido cobrando cada vez más peso. Entre ellas destacan los Batallones Baaz (considerados el brazo armado del partido, y con una gran presencia en Alepo), y el grupo Resistencia Siria (de tendencia marxista-leninista, y dominado por la minoría alauí, a la que pertenecen tanto el presidente como la clase política dominante siria).
Uno de los principales aliados políticos y militares de Al Asad es el partido-milicia chií libanés Hizbulá, cuyos combatientes han sido determinantes en algunas de las victorias más significativas conseguidas por el régimen. El Partido Alauí Democrático, una formación también libanesa, respalda asimismo al presidente sirio, así como numerosas brigadas iraquíes de mayoría chií que combaten en distintas partes del país.
El Gobierno de Al Asad sigue contando con el respaldo diplomático de Rusia, China, Irán, Irak, Venezuela y Corea del Norte.
Islamistas y yihadistas
El denominado originalmente Estado Islámico de Irak y Levante (ISIL), que cambió su nombre por el de Estado Islámico (EI) en junio de 2014, comenzó sus operaciones en territorio sirio en abril de 2013; el Frente al Nusra, considerado la rama de Al Qaeda en Siria, se constituyó en enero de 2012.
El ISIL tuvo su origen en el grupo Estado Islámico de Irak y se creó en octubre de 2006 a partir de la unión de varias organizaciones radicales durante la ocupación estadounidense del territorio iraquí. Ambos combatían con los mismos objetivos, hasta que en junio de 2013 estallaron sus diferencias cuando el líder de Al Qaeda, Ayman Al Zawahiri, designó al Frente al Nusra como la única facción de su grupo en Siria y pidió al ISIL limitar sus acciones únicamente al territorio iraquí, al tiempo que se desvinculaba de él. Ello provocó tensión entre ambos grupos, una situación que empeoró debido a los conflictos entre el ISIL y el resto de organizaciones islamistas opositoras, entre ellas, el Frente Islámico Sirio (FIS), la mayor alianza rebelde, que incluye varias brigadas de combatientes islamistas.
Pese a ser uno de los últimos grupos armados en irrumpir en el conflicto, el peso adquirido por Estado Islámico en Irak, la extrema violencia de sus prácticas (miles de civiles y de prisioneros asesinados a sangre fría, decapitaciones y crucifixiones, rehenes occidentales ejecutados, violaciones, mujeres esclavizadas y homosexuales degollados, persecución brutal de minorías religiosas, destrucción vandálica de patrimonio histórico….), su maquinaria publicitaria (mediantes vídeos y a través, sobre todo, de las redes sociales), y su capacidad para atraer a miles de combatientes extranjeros (cientos de europeos incluidos) han puesto a Estado Islámico en el foco de todas las miradas en la región y el mundo. La formación, relacionada pero no vinculada ya con Al Qaeda –que ha rechazado los métodos del grupo–, ha conseguido importantes avances en Irak y Siria, provocando una intervención militar internacional, principalmente en forma de ataques aéreos, para intentar frenar su expansión.
A pesar de compartir muchos conceptos ideológicos, Estado Islámico (autoproclamado «califato» desde el año pasado), se ha enfrentado, además de al Gobierno sirio, a otras formaciones yihadistas que se encontraban previamente en el país, como el mencionado Frente al Nusra y el Grupo Jorasán (parte también de la red de Al Qaeda y que se coordina con su rama en Siria).
Otro grupo importante es Jund al Aqsa, una escisión del Frente al Nusra formado sobre todo por desertores de otras milicias islamistas. Está integrado en la llamada Alianza Muhayirin ua Ansar, de la que también forman parte los grupúsculos salafistas Liuaa al Umma, la Brigada Omar y la Brigada Haq.
La oposición moderada
La mayoría de las fuerzas no islamistas, o moderadas, de oposición al régimen de Bashar al Asad están actualmente integradas en la Coalición Nacional de Siria (CNFROS), constituida el 11 de noviembre de 2012 tras un acuerdo alcanzado en Catar con el objetivo de aglutinar a todos los grupos de oposición y acabar con sus diferencias. Desde el pasado 5 de enero de 2015 está liderada por Jaled Joya.
El grupo más importante dentro de la CNFROS, y su embrión, es el Consejo Nacional Sirio (CNS), que nació en agosto de 2011 como un movimiento en el exilio con el propósito de coordinar la revuelta. El CNS está dirigido por el veterano opositor izquierdista y de confesión cristiana George Sabra.
CNFROS y CNS han participado en distintas reuniones en el exilio (en El Cairo y Estambul, principalmente) para preparar una «hoja de ruta» para la etapa transitoria, así como para mantener la lucha y respaldar al rebelde Ejército Libre de Siria (ELS), que opera en el interior, hasta la caída del régimen sirio.
El ELS fue creado en Turquía el 4 de octubre de 2011 por un grupo de desertores y pocos meses después trasladaron su base al interior del país para dirigir sus operaciones sobre el terreno. Cuando comenzaron a operar los grupos yihadistas, el ELS y el FIS centraron sus ataques sobre los fundamentalistas. Según el Ejército Libre de Siria, unos 50.000 combatientes de distintas facciones se enfrentan actualmente sobre el terreno a los yihadistas que, se calcula, cuentan con 7.000 milicianos.
Los kurdos
Dentro de Siria combate también contra los yihadistas el Partido de la Unión Democrática (PYD), una de las principales formaciones políticas de la oposición kurdo-siria, que representa al 9% de la población del país y que opera mediante su brazo armado, las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, con el objetivo último de instaurar un estado autónomo.
Las Unidades de Protección han adoptado una posición defensiva para proteger a la población kurda, y se han acabado convirtiendo en uno de los los actores clave en la lucha contra los avances de Estado Islámico en el noreste de Siria. Cuentan con la ayuda de los peshmerga, las fuerzas de seguridad del Kurdistán iraquí, que también combaten a los yihadistas en el país vecino, así como con el respaldo aéreo de la coalición internacional que lidera EE UU.
El mapa de la guerra
Desde que comenzó la guerra, las zonas que dominan los diferentes bandos han ido cambiando con frecuencia, en un conflicto que se caracteriza por combates muy intensos y ganancias pequeñas de terreno.
Actualmente, el régimen controla en torno al 40% del territorio, principalmente en la parte oriental del país, e incluyendo la capital (salvo algunos distritos cercanos donde se sigue combatiendo) y las grandes ciudades, excepto Raqa y la mitad de Alepo. En total, el 60% de la población se encuentra en zonas dominadas por el Gobierno.
Las fuerzas de la oposición no islamista, por su parte, controlan aún bastante territorio en el noroeste del país, parte de Alepo y zonas al sur de la capital y junto a los Altos del Golán, mientras que los yihadistas de Estado Islámico dominan el norte y el noreste, en un territorio conectado con la zona de Irak bajo su control, y con centro en la ciudad de Raqa.
La guerra civil siria, en marzo de 2015. En rosa, las zonas controladas por el régimen de Bashar al Asad; en verde, las zonas controladas por la oposición; en gris, la zona controlada por Estado Islámico (una gran parte, desierto deshabitado); en amarillo, las zonas controladas por fuerzas kurdas. Mapa: Wikipedia Commons. Ampliar
Los principales escenarios bélicos continúan siendo las ciudades:
Damasco. La capital y sus alrededores siguen siendo una de las zonas clave en la guerra. Mediante estrategias basadas en asedios y en bombardeos aéreos intensivos, el régimen ha logrado negociar treguas con varios grupos armados, pero los rebeldes continúan atacando, especialmente desde distritos situados al sur y al este de la ciudad. Las luchas internas entre los diferentes grupos armados de la oposición también han aumentado en los últimos meses.
Alepo. Los combates estallaron en la, junto con Damasco, ciudad más grande de Siria en julio de 2012, cuando los rebeldes consiguieron tomar numerosos distritos de la entonces capital económica del país. La ofensiva, sin embargo, se estancó y comenzó entonces una guerra de desgaste en la que la línea del frente va cambiando continuamente. Una gran parte de la ciudad ha sido destruida por los combates y por los bombardeos, y los habitantes sufren escasez de suministro de agua y cortes de luz constantes. De los dos millones de personas que vivían al inicio del conflicto en el este de la ciudad, hoy apenas quedan 300.000. Desde finales de 2013, los ataques con barriles bomba por parte del régimen de Bashar al Asad han causado miles de muertos y mutilados, y han provocado un daño devastador en infraestructuras y viviendas. De los alrededor de 2.500 médicos que trabajaban en Alepo al inicio del conflicto, menos de un centenar siguen en los hospitales que todavía operan en la ciudad, según un informe de Médicos sin Fronteras.
Kobani. Esta estratégica ciudad, situada en la frontera con Turquía y habitada por población kurda, se ha convertido en uno de los símbolos de la resistencia contra Estado Islámico. Asediada por los yihadistas desde julio de 2014, los milicianos kurdos, apoyados por ataques aéreos estadounidenses, lograron finalmente retomar su control a finales del pasado mes de enero, tras meses de intensos combates que dejaron al menos 1.600 muertos. El 80% de la ciudad había sido destruido, y más de 200.000 personas habían huido como refugiados a Turquía.
Homs. La tercera ciudad más grande del país, considerada la «capital de la revolución», fue recuperada por el Gobierno el pasado mes de mayo, tras tres años de resistencia y fuertes combates. Fue en Homs donde estallaron las primeras protestas masivas contra el régimen de Al Asad, y donde miles de residentes participaron, en abril de 2011, en manifestaciones que fueron reprimidas brutalmente por las fuerzas de seguridad. Desde entonces gran parte de la ciudad fue cayendo bajo el control de las fuerzas de oposición, pero el ejército fue recuperando la mayoría de los distritos con una estrategia basada en combates calle por calle, bombardeos y bloqueos de la ayuda humanitaria. La toma de Homs, ubicada entre Alepo y Damasco, cerca del Líbano, y principal vía de comunicación entre la capital y el oeste del país, fue fundamental para el régimen.
Yarmuk. El campamento de refugiados de Yarmuk, situado a tan solo 8 kilómetros de Damasco, dentro de los límites de la capital, se construyó en 1957 para acoger a los refugiados palestinos tras la ocupación israelí. Comenzó ocupando un área de 2,1 Km2 para dar cabida a los refugiados (unos 150.000 palestinos en la actualidad) que fueron construyendo mezquitas, escuelas y otros lugares públicos en lo que es considerado ya como un distrito más de la ciudad. Tras el estallido de la guerra civil, sin embargo, miles de sirios comenzaron a llegar al campamento, y la zona se convirtió en el escenario de intensos combates entre los rebeldes del Ejército Libre de Siria y sus aliados palestinos (Liwa al-Asifa) por un lado, y una facción del Frente Popular para la Liberación de Palestina apoyada por las fuerzas del Gobierno sirio, por otro. El Ejército sirio sitió el campamento, lo que se tradujo en una situación desesperada para miles de personas, que reciben ayuda internacional con cuentagotas y viven, según la ONU, en una situación de «privación completa». El pasado día 6, la ONU pudo al fin reactivar el reparto de alimentos, tras tres meses de bloqueo en los que no pudo entregar ayuda humanitaria a los cientos de familias que viven allí.
Las armas químicas
En 2011, el presidente de EE UU, Barack Obama, trazó lo que denominó una «línea roja», cuyo traspaso motivaría la intervención militar estadounidense en el conflicto: el uso de armas químicas contra la población. Tras producirse varias denuncias, en las que el régimen de Al Asad fue acusado de utilizar gas sarín, el 21 de agosto de 2013 cerca de medio millar de personas murieron y miles resultaron heridas en el distrito de Goutha, cercano a Damasco, víctimas de gases químicos. La oposición, así como Estados Unidos y algunos de sus aliados occidentales, atribuyeron el ataque al las fuerzas del Gobierno sirio. El régimen de Al Asad, por su parte, culpó a los rebeldes.
Las amenazas de ataque por parte de Washington y Londres que siguieron a lo ocurrido en Goutha acabaron siendo neutralizadas finalmente por la firma de un pacto entre EE UU y Rusia para la destrucción de todo el arsenal químico sirio, calculado en más de 1.000 toneladas. El acuerdo, marcado por los continuos retrasos, pero algunas de cuyas fases ya se han completado, especificaba que ambos países llevarían a cabo una evaluación conjunta del tipo y cantidad de armas químicas que posee Siria; que la eliminación del arsenal químico debería realizarse «lo antes posible» y «de forma segura»; y que la destrucción de todas las armas químicas debería haberse completado a mediados de 2014, con el apoyo logístico de Naciones Unidas.
Estados Unidos anunció el pasado mes de agosto que había completado en alta mar la neutralización del arsenal químico entregado por Siria hasta la fecha. Obama declaró, no obstante, que Damasco aún debía «cumplir su compromiso de destruir las restantes plantas de fabricación de armas químicas declaradas», y que sigue habiendo «graves dudas», debido a las «omisiones y discrepancias» en la declaración siria sobre su arsenal químico, así como por las acusaciones de que ha seguido usando este tipo de armamento.
A pesar de las críticas de EE UU y de otros países, como el Reino Unido, la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) ha declarado que la respuesta del régimen sirio está siendo «satisfactoria», y Rusia destaca la «buena voluntad» del Gobierno de Al Asad.
«Un peligroso punto de inflexión»
La crisis de los refugiados sirios ha desbordado por completo la capacidad de respuesta de los gobiernos de la región y de los organismos internacionales. En Líbano y Jordania, el crecimiento de la población experimentado en el espacio de estos pocos años ha alcanzado niveles para los que estos países no preveían estar preparados hasta dentro de varias décadas. Un tercio de la población actual del Líbano es palestina o siria. Jordania se enfrenta a un desafío similar. Y Turquía se ha convertido ya en el país que más refugiados acoge del mundo. Hay que sumar, además, otros dos millones de desplazados internos en Irak en 2014, y las cerca de 220.000 personas que han buscado refugio en otros países.
El alto comisionado de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), António Guterres, explicó hace unos días ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que el continuo crecimiento en el número de desplazados «es asombroso» y que, al mismo tiempo, la naturaleza misma de la crisis está cambiando: «A medida que aumenta el nivel de desesperación y se va reduciendo el espacio de protección disponible, nos acercamos a un peligroso punto de inflexión».
Tras pasar años en el exilio, los recursos de los refugiados hace tiempo que se han agotado, y sus condiciones de vida se están deteriorando drásticamente. Más de la mitad de los refugiados sirios en Líbano habitan en viviendas inseguras, casi un tercio ya el año pasado. Y una encuesta realizada a 40.000 familias sirias en Jordania reveló que dos tercios de éstas están viviendo por debajo de la línea absoluta de pobreza. «Los llamamientos humanitarios se encuentran sistemáticamente faltos de fondos», denunció Guterres.
El flujo de refugiados ha supuesto un enorme impacto para las economías y las sociedades, sobre todo en Líbano, Jordania y el norte de Irak, desbordando los servicios sociales, las infraestructuras y los recursos gubernamentales. Y a medida que los países de acogida se enfrentan a crecientes riesgos de seguridad, como consecuencia de la expansión regional del conflicto, y no reciben la ayuda necesaria para responder a esta avalancha, los sirios lo tienen cada vez más difícil para alcanzar su propia seguridad.
El número mensual de registros en ACNUR en Líbano ha caído en cerca de un 80% con respecto a principios de 2014, y el número de los que entran en Jordania se ha reducido también sustancialmente. Un número relevante de refugiados sigue cruzando la frontera hacia Turquía, cuyo gobierno ha gastado ya alrededor de 6.000 millones de dólares en asistencia directa a los refugiados sirios.
El drama se ha extendido también hasta el Mediterráneo: miles de familias sirias que han huido de la guerra se ven forzadas a arriesgar de nuevo sus vidas en precarias embarcaciones, buscando protección en Europa. Desde principios de 2015, unas 370 personas han muerto tratando de cruzar el mar. Es decir, un muerto ahogado por cada veinte que consiguen llegar.
Cronología del conflicto
Los principales acontecimientos de estos cuatros años de guerra, en una cronología elaborada por la agencia Efe:
2011
15 de marzo. Primeras protestas en la provincia sureña de Deraa bajo el lema «Una Siria sin tiranía».
20 de marzo. Violentos enfrentamientos en Deraa, epicentro de la revuelta.
30 de marzo. Bashar al Asad se dirige por primera vez a la nación y denuncia una conspiración.
29 de julio. Formación del Ejército Libre Sirio (ELS).
18 de agosto. EE UU anuncia sanciones a las que se suma por primera vez la UE.
23 de agosto. La oposición política crea el Consejo Nacional Sirio (CNS).
4 de octubre. Rusia y China vetan una resolución de la ONU contra el régimen sirio.
12 de noviembre: La Liga Árabe expulsa a Siria.
2012
23 de enero. Comienza a actuar el Frente al Nusra, filial siria de Al Qaeda.
3-4 de febrero. Un bombardeo en Homs provoca 300 muertos. Segundo veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad.
6 de febrero. EE UU cierra su embajada en Damasco.
10 de marzo. Kofi Annan, nombrado mediador de la ONU. Renunciará en agosto.
7 de mayo. Elecciones legislativas, boicoteadas por la oposición.
24 de mayo. El nuevo parlamento inaugura sus reuniones, con mayoría absoluta del partido Baaz, de Al Asad.
29 de mayo. Los países occidentales expulsan a los embajadores sirios por la matanza de Hula.
18 de julio. Mueren en un atentado el ministro de Defensa, Daud Abdelá Rayiha, su viceministro y cuñado de Al Asad, general Asef Shaukat, y el jefe de Seguridad Hisham Ijtiar.
19 de julio. Los rebeldes lanzan una ofensiva para tomar Alepo, y controlan parte de la ciudad. Tercer veto de Rusia y China en el Consejo Seguridad.
6 de agosto. El primer ministro, Riad Hiyab, se convierte en el desertor más importante del régimen de Damasco.
17 de agosto. El diplomático argelino Lajdar Brahimi, nuevo mediador de la ONU.
11 de noviembre. Grupos opositores se unen en la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (CNFROS).
12 de noviembre. La Liga Árabe reconoce a la CNFROS como representante de la oposición siria.
3 diciembre. La ONU retira a su personal «no esencial» de Siria.
2013
7 de marzo. La ciudad de Raqa se convierte en la primera capital provincial en caer en manos de los rebeldes.
8 de abril. El grupo yihadista Estado Islámico de Irak anuncia que comienza a actuar en Siria.
9 de abril. Raqa pasa a estar bajo control del ahora denominado grupo Estado Islámico de Irak y del Levante.
4 de junio. La ONU constata el uso de armas químicas, pero no sabe quien las usó, según su informe.
13 de junio. Obama autoriza el envío de armas a la oposición.
21 de agosto. La oposición denuncia 1.300 muertos por los efectos de armas químicas en la periferia de Damasco.
24 de agosto: Médicos Sin Fronteras afirma que en tres hospitales de Damasco fueron atendidos unos 3.600 pacientes con síntomas de estar afectados por productos neurotóxicos, de los que 355 murieron.
27 de agosto. Obama considera que «debe haber una respuesta adecuada» al régimen por el posible uso de armas químicas.
5 de septiembre. El primer ministro británico, David Cameron, denuncia que, por pruebas realizadas en el Reino Unido, se utilizó gas sarín en el ataque de agosto en las afueras de Damasco.
13 de septiembre. Siria se adhiere a la Convención Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).
14 de septiembre. El acuerdo entre Rusia y EE UU para el desmantelamiento del arsenal químico sirio aleja la posibilidad de una intervención militar.
1 de octubre. Los inspectores de la ONU y de la OPAQ, que tienen como misión verificar el desmantelamiento del arsenal del régimen de Damasco, llegan a Siria.
6 de octubre. Los expertos comienzan a destruir el arsenal químico.
23 de noviembre. Estado Islámico de Irak y del Levante y el Frente al Nusra arrebatan al régimen el mayor campo de petrĺeo de Siria en Deir al Zur.
2014
22 de enero. El Gobierno sirio y la oposición se sientan por primera vez en la mesa de negociaciones en la primera ronda de la conferencia de paz de Ginebra 2.
31 de enero. Culmina la primera ronda de negociaciones de Ginebra 2, sin grandes avances.
6 de febrero. La ONU anuncia un acuerdo entre el Gobierno y los rebeldes para evacuar a los civiles del casco viejo de la ciudad de Homs.
7 de febrero. Comienza la evacuación de civiles del asediado casco antiguo de la ciudad de Homs.
10 de febrero. Inicio de la segunda ronda de Ginebra 2.
15 febrero. Acaba la segunda ronda de negociaciones en Ginebra, sin acuerdo para volver a reunirse.
17 de marzo. El Parlamento sirio aprueba la nueva Ley Electoral, que permite por primera vez en décadas que se presenten varios candidatos a los comicios.
4 de mayo. Rebeldes y régimen sirio firman un acuerdo para un repliegue insurgente del casco viejo de Homs. Cinco días después, termina la retirada.
13 de mayo. Brahimi renuncia ante la falta de progresos y la convocatoria de elecciones.
3 de junio. Al Asad es reelegido en los comicios como presidente.
29 de junio. Estado Islámico (EI) proclama un califato que se extiende desde la provincia siria de Alepo hasta la iraquí de Diyala.
10 de julio. El diplomático sueco-italiano Staffan de Mistura es designado nuevo enviado especial de la ONU para Siria.
16 de septiembre. EI inicia una ofensiva contra el enclave kurdo sirio de Kobani.
23 de septiembre. EE UU y los países aliados (Arabia Saudí, Baréin, Emiratos Árabes Unidos y Jordania) inician ataques aéreos contra posiciones de EI.
1 de octubre. Aviones de la coalición internacional bombardean los alrededores de Kobani, enclave kurdo fronterizo con Turquía, en un intento de impedir la expansión de EI.
16 de octubre. La ONU confirma que más de 200.00 personas han muerto desde el inicio de la guerra en Siria.
30 de octubre. De Mistura presenta ante la ONU su propuesta para un alto el fuego en Alepo.
2015
26 de enero. Los kurdos expulsan a EI y recuperan el control de Kobani.
12 de marzo. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) denuncia que los 3,9 millones de refugiados que ha provocado hasta el momento el conflicto en Siria se enfrentan a «un futuro aún más sombrío» a falta de más ayuda internacional y de perspectivas de una solución política. «Esta es la peor crisis humanitaria de nuestra era», afirma.
El 15 de marzo de 2011, hace ahora cuatro años, cientos de personas salieron a la calle en la localidad siria de Daraa para exigir la liberación de una quincena de estudiantes que habían sido detenidos por realizar pintadas en contra del régimen dictatorial del presidente Bashar al Asad. En plena efervescencia de la llamada ‘primavera árabe’, la protesta fue la mecha que prendió la llama. Las manifestaciones exigiendo democracia y el fin de la corrupción […]
Un inspector examina un proyectil caído en uno de los suburbios de Damasco donde ocurrió el ataque químico del 21 de agosto. Imagen: Human Rights Watch (captura de vídeo)
Este sábado se cumple un mes desde que la oposición siria denunció la muerte de al menos 1.300 personas en un ataque con armas químicas perpetrado en las afueras de Damasco por, según la propia oposición, las fuerzas gubernamentales. Desde entonces, la guerra en el país árabe ha recobrado un protagonismo internacional que parecía agotado, aunque, de momento, sin muchas consecuencias reales para la población, que sigue sufriendo los efectos del conflicto, mientras se suceden las amenazas, los informes, las declaraciones políticas, los movimientos diplomáticos y los análisis de los expertos. Éste es un resumen cronológico de lo ocurrido en relación a las armas químicas en estos 30 días:
21 de agosto. La oposición siria denuncia la muerte por armas químicas de al menos 1.300 personas en el suburbio de Guta, a las afueras de Damasco, y responsabiliza del ataque al régimen de Bashar al Asad, que niega cualquier responsabilidad. Las espantosas imágenes de las víctimas facilitadas por los rebeldes dan la vuelta al mundo.
24 de agosto. Médicos Sin Fronteras afirma que en tres hospitales de Damasco fueron atendidos unos 3.600 pacientes con síntomas neurotóxicos, de los que 355 murieron. Obama se reúne con su equipo de seguridad para analizar las opciones de una intervención militar de castigo en Siria.
25 de agosto. Siria permite a los inspectores de la ONU investigar el ataque con armas químicas. Al día siguiente, los expertos, con menos tiempo del acordado, comienzan a recopilar pruebas sobre el terreno. Recogen muestras de sangre de las víctimas, se reúnen con los familiares y se entrevistan con los médicos que los trataron.
27 de agosto. El presidente de EE UU, Barack Obama, quien había trazado hace meses una «línea roja» en el uso de armamento químico, indica que «debe haber una respuesta adecuada» al régimen sirio. Rusia mantiene que no existen pruebas contra el gobierno de Damasco. El diario The Washington Post y la cadena NBC apuntan a que el ataque puede ser cuestión de días.
29 de agosto. El Parlamento británico rechaza el plan del primer ministro, David Cameron, para intervenir en Siria. Obama estudia una acción militar en solitario.
30 de agosto. En comentarios por separado, Obama y el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, condenan duramente al Gobierno sirio, y reiteran que el ataque del 21 de agosto no puede quedar impune. «No podemos aceptar un mundo en que mujeres y niños y civiles inocentes son gaseados a una escala terrible», afirma el presidente. Ambos insisten, no obstante, en que cualquier respuesta militar será puntual, y limitada a una operación de castigo.
31 de agosto. Obama anuncia que ha autorizado el uso de la fuerza militar para castigar a Siria, con activos militares ya posicionados para realizar un ataque, pero aclara que primero buscará la autorización del Congreso. «Hoy estoy pidiendo al Congreso enviar al mundo el mensaje de que estamos listos para movernos como una nación», declara.
5 de septiembre. Cameron asegura que pruebas realizadas en un laboratorio en el Reino Unido demuestran que se utilizó gas sarín en el ataque con armas químicas del 21 de agosto.
6 de septiembre. Once países, entre ellos España, urgen a una respuesta internacional contra Siria durante la cumbre del G20 en San Petersburgo.
9 de septiembre. En una entrevista en la cadena CBS, Asad niega que su gobierno haya usado armas químicas y mantiene que EE UU no tiene ninguna prueba de ello.
10 de septiembre. Siria acepta la propuesta de Rusia de que Damasco coopere con la comunidad internacional en el control de sus armas químicas y en su total destrucción. El Congreso de EE UU retrasa la votación para autorizar un ataque militar.
12 de septiembre. El presidente sirio, Bashar al Asad, anuncia que Siria entregará sus armas químicas, si bien niega haberlas usado. Al día siguiente Siria solicita adherirse a la Convención Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas. EE UU y Rusia inician negociaciones sobre el modo de poner bajo supervisión internacional las armas químicas de Siria, sin ocultar sus desacuerdos, pero coincidiendo en que es una «oportunidad única para encontrar una salida» negociada al conflicto que desangra el país.
14 de septiembre. Kerry y el ministro de Exteriores de Rusia, Sergéi Lavrov, acuerdan un plan para «la retirada y eliminación» del arsenal químico del régimen sirio, a condición de que Damasco entregue, en el plazo de una semana, una lista precisa de todo este material. La destrucción del arsenal tendría lugar en el plazo de un año, a mediados de 2014. EE UU, no obstante, no insistirá en incorporar la amenaza de una acción militar, aunque el régimen sirio incumpla su compromiso de entregar las armas químicas. La opción militar quedaría así excluida del proyecto de resolución que se presentará al Consejo de Seguridad de la ONU.
16 de septiembre.El informe elaborado por los inspectores de la ONU confirma la presencia de gas sarín en pacientes, cohetes y sobre el terreno, si bien no establece responsabilidades (no era ese su objetivo). La ONU habla de crímenes de guerra. EE UU, Francia y el Reino Unido creen que los «detalles» del informe apuntan a que fue el régimen de Al Asad quien cometió el ataque. El Gobierno español señala que «ha quedado suficientemente acreditado el uso de gas sarín, realizado a gran escala y por medio de misiles tierra-tierra que procedían de zonas ocupadas y controladas por el ejército sirio».
Mapa elaborado por Human Rights Watch (publicado el 17 de septiembre) a partir de los datos aportados por el informe de los inspectores de la ONU sobre el ataque con armas químicas en Siria del 21 de agosto. Muestra las posibles trayectorias y zonas de origen de dos de los ataques con artillería ocurridos ese día.
18 de septiembre. Rusia tacha el informe de los inspectores de la ONU de parcial y de haber sido elaborado con prejuicios. Afirma, además, que Siria le ha proporcionado pruebas del uso de armas químicas por parte de los rebeldes, y que presentará estas pruebas a la ONU.
19 de septiembre. Al Asad indica en una entrevista en la cadena Fox que «llevará un año» y mil millones de dólares destruir el arsenal químico de su país, pero asegura estar «comprometido» a cumplir el acuerdo negociado por EE UU y Rusia. Kerry pide al Consejo de Seguridad que tome una decisión sobre Siria« “la próxima semana».
21 de septiembre. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas confirma que el Gobierno sirio ha facilitado «la información esperada» sobre su programa de armamento químico, y que ya se ha empezado a analizar. Al Asad dice que no está «enganchado al poder», pero añade que no lo abandonará hasta las elecciones de 2014.
Este sábado se cumple un mes desde que la oposición siria denunció la muerte de al menos 1.300 personas en un ataque con armas químicas perpetrado en las afueras de Damasco por, según la propia oposición, las fuerzas gubernamentales. Desde… Leer
«Irán apoya a Asad. ¡Los estados del Golfo están en contra de Asad!
Asad está en contra de los Hermanos Musulmanes. Los Hermanos Musulmanes y Obama están en contra del general Sisi.
¡Pero los estados del Golfo son pro Sisi! ¡Lo que significa que están en contra de los Hermanos Musulmanes!
Irán es pro Hamás, ¡pero Hamás respalda a los Hermanos Musulmanes!
Obama apoya a los Hermanos Musulmanes y, sin embargo, ¡Hamás está en contra de Estados Unidos!
Los estados del Golfo están con Estados Unidos. Y Turquía está con los estados del Golfo en contra de Asad, pero Turquía está con los Hermanos Musulmanes en contra de Sisi. ¡Y el general Sisi tiene el respaldo de los estados del Golfo!
Bienvenido a Oriente Medio, que tenga un buen día».
«Irán apoya a Asad. ¡Los estados del Golfo están en contra de Asad! Asad está en contra de los Hermanos Musulmanes. Los Hermanos Musulmanes y Obama están en contra del general Sisi. ¡Pero los estados del Golfo son pro Sisi!… Leer
La primera víctima de cualquier guerra, ya se sabe, es la verdad, y la guerra que está devastando Siria no es una excepción. En la propaganda de ambas partes abundan las exageraciones y, directamente, las mentiras descaradas. Y la consecuencia es que cuando nos informan de que ha sucedido algo terrible, ya no sabemos, como en el cuento de Pedro y el lobo, si creerlo o no. La imposibilidad de verificar los datos sobre el terreno de forma independiente hace que las crónicas periodísticas, casi siempre de segunda mano, se llenen de prudencia, cuando no de puro escepticismo. Sin embargo, cuando nos encontramos ante una denuncia tan grave como la conocida este miércoles, es mejor arriesgarse, contarla, y rectificar después si es necesario, que mirar para otro lado. Por muchas dudas que se tengan y con toda la cautela que haga falta.
La oposición siria ha acusado al régimen de Bashar al Asad de haber perpetrado el peor ataque con armas químicas de los últimos 25 años. La ofensiva habría dejado unos 1.300 muertos en el este de la capital, Damasco; concretamente, en el suburbio de Guta. Las imágenes facilitadas por los rebeldes (fotos y vídeos) son espantosas: decenas de cadáveres, muchos de ellos niños, pupilas dilatadas, convulsiones, espuma en la boca…
No da la impresión de que sea un montaje. Los testimonios son abundantes (médicos incluidos) y las imágenes parecen reales, aunque no hay manera de verificar, de momento, si realmente han sido filmadas donde y cuando aseguran los rebeldes. Expertos consultados por diversos medios de comunicación indican, en cualquier caso, que lo que se ve en ellas pueden ser, efectivamente, las consecuencias de un ataque químico con gas nervioso, tanto por los síntomas que presentan las víctimas vivas como por la ausencia de daños físicos externos (sangre, heridas) de los cadáveres. El ministro de Exteriores británico ha hablado de «escalada pavorosa» en el conflicto, y el Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido con carácter de urgencia, aunque sin abandonar su parálisis.
Las imágenes de los siguientes vídeos, publicados por la oposición siria, son muy duras. En el primero se muestra lo que parecen ser los primeros momentos tras el ataque; en el segundo, decenas de cadáveres. Más vídeos, aquí.
De confirmarse, este ataque químico sería el más grave desde que en 1988 Sadam Husein gaseó a miles de kurdos iraquíes en Halabja. Es, también, la peor denuncia desde el supuesto ataque del pasado 19 de marzo en Jan al Assal, donde murieron al menos 30 personas, y del que se culpan mutuamente el régimen y la oposición. La gravedad de la acusación ha devuelto por un día a Siria al primer plano informativo en Oriente Medio, por delante incluso de la noticia de la puesta en libertad de Hosni Mubarak en Egipto.
El Gobierno sirio ha reconocido que ha atacado el área (un bastión rebelde), pero niega tajantemente la utilización de armamento ilegal: «Los datos difundidos en canales de televisión como Al Yazira, Al Arabiya y Sky News, entre otras cadenas, que están implicadas en el derramamiento de sangre siria y en apoyar el terrorismo, son completamente sin fundamento», indicó la agencia oficial de noticias, Sana, añadiendo que el objetivo de la difusión de este tipo de noticias es «distraer a la misión de la ONU» que actualmente está en el país para investigar el supuesto uso de armas químicas.
Ciertamente, resulta extraño (y muy oportuno, desde el punto de vista de la oposición) que el régimen haya decidido lanzar un ataque químico de este calibre justo cuando los inspectores de Naciones Unidas se encuentran en el país, pero, a la vez, puede ser el mejor momento para culpar a los rebeldes de atacar a su propia gente con fines propagandísticos.
Aún así, y como escribe Inocencio Arias en El Mundo, «si los inspectores piden trasladarse a un barrio que está a pocos kilómetros del centro de la capital, ¿que tendrá que inventar el Gobierno para negarse? La negativa aumentaría las sospechas. ¿Se le ha podido ir la mano a un comandante local encolerizado por algún golpe de los rebeldes?». Para Brian Whitaker, sin embargo, el régimen sabe bien lo que se hace: «La ONU puede, por supuesto, pedir que los hechos de hoy sean incluidos [en la investigación de los inspectores], pero el régimen podría entonces alargar el debate hasta que fuese imposible encontrar algo».
Tampoco es probable que Asad estuviese muy preocupado por el resultado de la reunión del Consejo de Seguridad. Rusia, uno de sus principales aliados y país con derecho a veto en este organismo, empezó tachando de «bulo» el supuesto ataque: «Si de verdad fueron utilizadas armas químicas, eso parece más bien el estilo de los rebeldes», dijo el vicepresidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Duma, Leonid Kaláshnikov. Poco después, el portavoz del Ministerio de Exteriores, Alexander Lukashevich, indicó que se debe hacer una investigación «justa y profesional», si bien agregó que «todo esto sugiere que una vez más se trata de una provocación planeada, como demuestra el hecho de que el acto criminal ha sido cometido cerca de Damasco, en el mismo momento en el que la misión de la ONU estaba trabajando en la investigación del supuesto uso de armas químicas allí».
Al final, como era de esperar, el Consejo de Seguridad ha sido incapaz de ponerse de acuerdo para pedir formalmente que se lleve a cabo una investigación. Aunque dijeron apoyar la determinación del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, de pedir una investigación imparcial sobre lo ocurrido, los miembros del Consejo no lograron consensuar una resolución (ni tan siquiera una declaración presidencial) para pedirlo formalmente. Tampoco ordenará a los inspectores que están en Damasco que se acerquen a la zona del supuesto ataque químico, según la ONU, porque no está garantizada la seguridad; según informa Reuters citando fuentes diplomáticas, por la oposición de Rusia y China.
La presión, mientras tanto, vuelve a recaer ahora sobre los hombros de Barack Obama. Como recuerda Ramón Lobo en InfoLibre, «hace meses, el presidente de EE UU se tendió una trampa política a sí mismo cuando dijo que el uso de armas químicas era la línea roja que podría precipitar algún tipo de intervención. Desde entonces las denuncias de ataques químicos llevados a cabo por tropas de Al Asad se han multiplicado».
Según los servicios secretos occidentales, Siria dispone de unas mil toneladas de agentes químicos, sobre todo gases sarín, mostaza y VX. Se trata del mayor arsenal de Oriente Próximo.
La primera víctima de cualquier guerra, ya se sabe, es la verdad, y la guerra que está devastando Siria no es una excepción. En la propaganda de ambas partes abundan las exageraciones y, directamente, las mentiras descaradas. Y la consecuencia… Leer
El entonces presidente de Siria, Hafez al Asad, y su ministro de Defensa, Mustafa Tlas, durante la guerra árabe-israelí de 1973, en el frente del Golan. Foto: Wikimedia Commons
El canal en inglés de Al Jazeera emitió el pasado mes de abril un documental en dos partes sobre la historia de Siria desde su independencia de Francia hasta nuestros días. Dirigido por Suhaib Abu Doulah, y con un título que deja bastante claro el enfoque, Syria: The Reckoning (Siria: el ajuste de cuentas) ayuda a entender un poco mejor el camino recorrido por el país hasta la guerra que lo está devastando desde hace ya más de dos años. Le falta algo de ritmo, el montaje es bastante básico, la parte dedicada a Bashar al Asad es demasiado breve y, como casi siempre en estos casos, las «reconstrucciones» con actores no son muy afortunadas, pero aún así, vale la pena.
Al margen del efecto provocado por la llamada primavera árabe en las primeras protestas contra el régimen, no es posible comprender del todo el conflicto actual en Siria sin recordar también la importancia que continúan teniendo en la memoria del país hechos fundamentales como las circunstancias que llevaron a Hafez al Asad al poder, o los enfrentamientos entre el régimen y los grupos islamistas suníes, que culminaron en la masacre de Hama de 1982.
El canal en inglés de Al Jazeera emitió el pasado mes de abril un documental en dos partes sobre la historia de Siria desde su independencia de Francia hasta nuestros días. Dirigido por Suhaib Abu Doulah, y con un título… Leer
El líder de Hizbulá, Hasan Nasrala, durante una visita a Irán en 2005. Foto: Satyar Emami / Wikimedia Commons
Cuatro personas resultaron heridas este domingo al impactar tres cohetes en el barrio de Chiyah, un feudo de Hizbulá en la periferia del sur de Beirut. El ataque se produjo al día siguiente de que Hasan Nasrala, el líder de la milicia y partido político chií, justificase su apoyo al régimen sirio de Bashar al Asad y anunciara que sus hombres continuarán combatiendo en el país vecino «hasta la victoria». Ha sido el primer ataque dirigido directamente contra un bastión de Hizbulá en la capital libanesa desde que estalló el conflicto sirio, hace dos años.
«Continuaremos hasta el final del camino», dijo Nasrala el sábado en un discurso televisado. «Aceptamos esta responsabilidad y aceptaremos todos los sacrificios y las consecuencias de esta posición. Seremos los que traigamos la victoria», sentenció.
La guerra en Siria está polarizando el Líbano hasta extremos cada vez más alarmantes. En general, los suníes apoyan la rebelión contra Asad, cuyos oponentes profesan mayoritariamente esta confesión del islam, mientras que los chiíes de Hizbolá y sus aliados respaldan al presidente sirio. En los últimos meses, la tensión ha sido especialmente fuerte en la ciudad de Trípoli, donde se han producido numerosos estallidos de violencia entre la mayoría suní y su pequeña comunidad alauí (la secta, conectada con el chiísmo, a la que pertenecen Asad y la cúpula gobernante en Siria), con un saldo hasta ahora de más de 30 muertos y alrededor de 200 heridos.
Hasta no hace mucho, Hizbulá insistía en que no había enviado, oficialmente, combatientes a Siria. Su apoyo a Bashar al Asad, sin embargo, cobró total visibilidad la semana pasada, cuando fuerzas de la milicia chií y tropas del régimen sirio lanzaron un ataque conjunto para expulsar a los rebeldes de Qusair, una estratégica localidad situada a tan solo 7 kilómetros de la frontera con el Líbano, que era utilizada por los insurgentes como parte de la ruta de suministro de armas.
La apuesta de Hizbulá por Asad no es una apuesta fácil. Con ella, la milicia libanesa se alinea con Irán, la gran potencia chií de la región y su principal patrocinador, al tiempo que, de algún modo, devuelve al presidente sirio el apoyo que éste le prestó durante la guerra contra Israel en 2006. Pero el precio, esas «consecuencias» de las que hablaba Nasrala, es alto, ya que supone «derramar la sangre de hermanos árabes musulmanes», y echar más leña al fuego de la violencia confesional en la región. El momento, por otra parte, no puede ser peor, si consideramos que los enfrentamientos entre suníes y chiíes en Irak (de origen interno, pero conectados también con la situación en Siria) han puesto también a este país en la antesala de una nueva guerra civil.
Hizbulá, además, es consciente de que puede estar erosionando gravemente su imagen y su influencia en el mundo árabe, y dilapidando el enorme crédito obtenido tras su éxito en, precisamente, la guerra contra Israel de 2006.
Para justificar su postura, Nasrala insiste en que el respaldo de Hizbulá al régimen sirio no tiene nada que ver con motivos sectarios o confesionales, sino que se trata de una lucha contra «extremistas apoyados por Estados Unidos e Israel». En este sentido, el líder de la milicia libanesa asegura que los rebeldes sirios están dominados por «yihadistas islámicos fundamentalistas» que están tratando de imponer su influencia en los países sacudidos por la llamada primavera árabe. «Libia y Túnez ya están sufriendo a causa de estos grupos, y esta enfermedad está llegando también al Líbano. Si no les combatimos, los tendremos aquí», dijo.
Nasrala parece olvidar que, aunque de características distintas al integrismo suní, Hizbulá no es exactamente un grupo islámico moderado (más bien todo lo contrario), o que la creciente presencia de facciones fundamentalistas (algunas, directamente vinculadas a Al Qaeda) entre los rebeldes sirios es uno de los muchos factores que están paralizando a Occidente, con EE UU a la cabeza, a la hora de intervenir abiertamente en Siria apoyando a los insurgentes.
Parece obvio, en cualquier caso, que, al margen de que Nasrala crea o no en sus propias palabras, lo que está haciendo realmente Hizbulá es tratar de cubrirse las espaldas, ya que la caída del gobierno de Asad le dejaría sin uno de sus mejores aliados, y cortaría el camino a través del cual la milicia recibe armas de Irán.
De momento, Nasrala cuenta con el apoyo incondicional de las bases de Hizbulá, o al menos eso es lo que la organización puso en escena durante un multitudinario acto celebrado este mismo sábado en la localidad de Mashgara, para conmemorar el 13 aniversario de la retirada israelí del sur del Líbano, y durante el que se retransmitió el discurso del líder de la milicia a través de una gran pantalla de televisión.
«Si vienen aquí, moriremos; no tienen nuestra misma religión», decía una joven de 16 años, participante en la manifestación, a la corresponsal de la cadena de televisión pública estadounidense PBS. «Ellos no tienen la compasión que tenemos nosotros», añadía. Y una mujer de 64 años indicaba: «Si no les combatimos vendrán a por nosotros. Nosotros no somos como ellos». Preguntada por la corresponsal a qué se refería, la mujer alude entonces al famoso vídeo, publicado hace unas semanas en YouTube, en el que un rebelde fundamentalista suní aparece rajando el pecho de un soldado sirio muerto, y mordiendo después los órganos de la víctima. «Nosotros no nos comenos el corazón de nuestros enemigos; no somos salvajes como ellos», afirma la mujer.
Cuatro personas resultaron heridas este domingo al impactar tres cohetes en el barrio de Chiyah, un feudo de Hizbulá en la periferia del sur de Beirut. El ataque se produjo al día siguiente de que Hasan Nasrala, el líder de… Leer
El Assad, por JustineRSF. Sin libertad de información no hay voz de la oposición (de la campaña Los depredadores, de Reporteros Sin Fronteras). BETC Paris.
Rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS), en Alepo, en octubre de 2012. Imagen: Scott Bobb / Voice of America / Wikimedia Commons (captura de vídeo)
Después de 20 meses de combates y bombardeos, más de 35.000 muertos, unos 400.000 refugiados (700.000 para fin de año), en torno a dos millones y medio de desplazados, incontables vidas destrozadas, daños incalculables en ciudades e infraestructuras y más de un año de duras sanciones económicas internacionales, la guerra civil en Siria parece estar alcanzando al fin un desenlace, y el régimen de Bashar Al Asad podría tener sus días contados. El problema es saber cuántos días son esos, o si, lo más probable, serán más bien semanas o incluso varios meses.
Los últimos acontecimientos sobre el terreno hacen pensar que, efectivamente, la balanza está empezando a desequilibrarse. Los rebeldes han conseguido avances importantes y han derribado, por primera vez, aviones del Gobierno. También han capturado bases militares y han logrado interrumpir algunas vías de suministro del régimen. Por otra parte, los heterogéneos grupos de la oposición han conseguido llegar a un acuerdo y elegir un líder común provisional.
Pero lo más significativo puede ser el aumento de la presión internacional. Nadie habla aún de una intervención militar directa, pero el tono, animado por la debilidad en que parece encontrarse el gobierno de Damasco, empieza a ser distinto. La OTAN ha anunciado el despliegue de misiles Patriot en suelo turco para la defensa de la frontera con Siria, y ha destacado un gran número de efectivos en la zona (en principio, para defender a Turquía de un posible ataque, pero el caso es que ahí están); las advertencias de EE UU y otros países occidentales se han hecho más duras ante la posibilidad de que Asad pueda estar planteándose utilizar armas químicas y, lo verdaderamente importante, Rusia ha empezado a aflojar su apoyo al régimen sirio. Básicamente, y al margen de otros respaldos más morales que reales, a Asad solo le queda Irán.
Estas son las claves que podrían estar marcando el principio del fin de la guerra en Siria, y los problemas que vendrán el día después.
Avances rebeldes
En el apartado militar, las unidades de rebeldes sirios operan según tres estrategias fundamentales: Cortar las rutas de suministro del régimen, capturar bases militares y apoderarse del mayor número de armas posible. En las tres están teniendo éxito, aunque de momento no de una manera que pueda considerarse totalmente definitiva. Lo que sí parece claro es que los rebeldes han empezado a dar muestras de una mayor organización y efectividad, algo de lo que no habían sido capaces hasta ahora. De hecho, no han cedido terreno desde el mes de septiembre, a pesar de que la respuesta militar del régimen no ha dejado de incrementarse.
Gracias a esta presión, los rebeldes han podido hacerse con el control de grandes regiones del norte del país (donde ya solo pueden ser atacados por aire), y sumar armas más pesadas a las que reciben ya desde Arabia Saudí y Catar a través de la frontera turca. Hace algo más de una semana consiguieron derribar un caza y un helicóptero del ejército usando misiles tierra-aire.
La captura de armas es fundamental para los insurgentes, ya que las potencias occidentales y los países de la zona han rechazado hasta ahora armarlos directamente, debido a dos razones: la falta de unión entre los opositores y el creciente número de militantes fundamentalistas islámicos (‘yihadistas’ y salafistas) entre las filas rebeldes. No obstante, esta política podría estar cambiando ya, al menos de forma extraoficial. El diario francés Le Figaro, por ejemplo, ha revelado que asesores militares franceses se reunieron con insurgentes sirios en las últimas semanas, para identificar a posibles receptores de suministros de armas. Los agentes franceses conversaron directamente con miembros del Ejército Libre Sirio «en una zona entre el Líbano y Damasco», según el diario. Agentes británicos y estadounidenses también estarían en conversaciones con líderes rebeldes.
Objetivos importantes
Las fuerzas opositoras que siguen luchando por controlar Alepo (la segunda ciudad más grandes de Siria) culminaron el pasado 18 de noviembre un asedio de casi dos meses al conquistar el emplazamiento del Regimiento 46º, una de las unidades importantes dentro de las fuerzas del Gobierno destacadas en torno a la ciudad. Según indicó a la BBC Elias Hanna, un analista militar en la Universidad Americana de Beirut, esta victoria fue un «punto de inflexión táctico que puede dar lugar a un cambio estratégico». Dos días más tarde, los rebeldes reforzaron su control de la provincia Deir Az Zur (situada al este del país y rica en petróleo) tras capturar un batallón de artillería, después de otro asedio de tres semanas.
Milicias de la oposición siria han tomado ya numerosas posiciones en torno a las localidades de Idlib, Deir Az Zur y la propia Alepo. Con estos objetivos rodeados, o a punto de ser capturados, la siguiente ciudad en caer podría ser la importante localidad de Hama, en el oeste del país. En sus avances, los rebeldes han conseguido conquistar un aeropuerto militar y dos campos de petróleo, mientras siguen atacando asimismo bases militares cercanas a Damasco.
La lucha en Damasco
Los combates que se libran en torno a la capital y, en concreto, en la autovía que une la ciudad con el aeropuerto, han empezado a afectar al tráfico aéreo. El pasado 29 de noviembre hubo interrupciones de vuelos, y, como indica Jordi Pérez Colomé en eldiario.es, si la situación se empieza a repetir, la llegada de la crucial ayuda iraní al régimen puede verse comprometida.
En Damasco, el éxito de los rebeldes reside en que, pese a que no han logrado avanzar significativamente aún, tampoco han podido ser rechazados todavía por las fuerzas del régimen, e incluso han conseguido atentar contra infraestructuras militares (y también en zonas civiles) en la ciudad. James Miller explica en EAWorldView que la lucha es muy complicada para el Gobierno, porque, además de los ataques militares que recibe desde los alrededores de la ciudad, muchos rebeldes y enemigos del régimen están infiltrados en barrios y distritos del interior de la capital y sus suburbios.
También es importante la cuestion de la lealtad de los soldados sirios al régimen, ya que las deserciones, a medida que los rebeldes vayan logrando nuevas victorias, pueden convertirse en un elemento desequilibrador clave. Según explica Stephen Starr, autor del libro Revuelta en Siria: testigos del levantamiento, el creciente uso de artillería al inicio de la guerra y de bombardeos aéreos ahora es una señal clara de que el Ejército no confía en sus propios soldados, y de que tienen que recurrir al uso indiscriminado de la fuerza para derrotar a los rebeldes.
Armas químicas y amenazas
De forma paralela al desgaste causado por los éxitos militares rebeldes, y en parte como consecuencia de ello, el régimen sirio ha visto cómo la presión de las potencias occidentales se ha incrementado notablemente en los últimos días. Las últimas informaciones suministradas por los servicios de inteligencia estadounidenses, en el sentido de que el ejército sirio podría estar ultimando los preparativos para la utilización de armas químicas en la guerra, han hecho saltar las alarmas. Tanto Washington como Londres han advertido a Asad de que no tolerarán el uso de este tipo de armamento, y han amenazado, aunque sin llegar a concretar, con tomar medidas. El uso de armas químicas requeriría una respuesta lo más rápida posible, por lo que se supone que estas «medidas» no se refieren a un incremento de las sanciones económicas, o a pasar armas a los rebeles, sino a medidas militares más directas que probablemente incluirían bombardeos aéreos y las largamente demandadas por la oposición zonas de exclusión aérea.
La CIA sostiene que Siria cuenta «desde hace años» con un programa de armas químicas, y que dispone de un arsenal que puede ser utilizado en aviones de combate, misiles balísticos y cohetes de artillería. La agencia de espionaje estadounidense también sospecha que Siria ha intentado desarrollar agentes nerviosos más tóxicos y persistentes, como el gas VX, y que posee gas mostaza y gas sarín. Además, un informe independiente, que cita a agencias de inteligencia árabes y occidentales, calcula que Siria posee unas mil toneladas de armas químicas, almacenadas en medio centenar de pueblos y ciudades.
Siria no ha firmado la Convención sobre Armas Químicas ni ha ratificado la Convención sobre Armas Biológicas y Tóxicas, y el régimen no ha negado que posee este tipo de armas, aunque insiste en que «en el caso de tenerlas, jamás las utilizaría» contra su propia población. Damasco acusa a las potencias occidentales de inventar la amenaza de las armas químicas como excusa para una eventual intervención militar, de un modo que no es difícil relacionar con aquellas inexistentes armas de destrucción masiva que invocaban EE UU y sus aliados como justificación para la invasión de Irak.
«Lo que genera preocupación en torno a las noticias publicadas por los medios es nuestro temor a que algunos de los países que respaldan al terrorismo y a los terroristas [en referencia a los rebeldes] puedan entregarles armas químicas y afirmar que fue el Gobierno sirio el que usó este armamento», indicó este domingo el Ministerio de Exteriores sirio en una carta enviada a Naciones Unidas.
Rusia empieza a ceder
La clave del final del régimen de Bashar al Asad estará, probablemente, en Rusia. Hasta ahora, tanto Moscú como Pekín han impedido con su veto condenas firmes a Siria por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, haciendo imposible que se llegue a plantear una intervención militar como la llevada a cabo en Libia. Ni EE UU ni la UE han mostrado mucho interés en una acción semejante (que sería ejecutada por la OTAN), argumentando que, con Irán, Líbano e Israel a tiro de piedra, el riesgo de desestabilización y de guerra a gran escala en la zona es mucho mayor que el que existía en Libia, donde, por otra parte, había también más intereses económicos (gas y petróleo) en juego. Pero, en cualquier caso, el rechazo ruso (más explícito y determinante que el chino, en este caso) ha impedido que la opción se haya llegado ni siquiera tener en cuenta, y, lo más importante, Asad ha sentido que no estaba aislado ante la comunidad internacional.
Ahora, sin embargo, Rusia parece haber entendido que el final de Asad puede estar cerca, y necesita situarse en una mejor posición de cara al día después, cuando sus lazos históricos y económicos con Damasco (una relación que se remonta a los tiempos de la Unión Soviética, y que incluye un importante comercio de armas y el uso por parte de Moscú de la base naval siria de Tartus) podrían volverse en su contra. Por otra parte, la especial sensibilidad de la población rusa ante políticas que siguen «los dictados de Occidente» y su «doble moral» es ahora menos importante para el Kremlin, una vez pasadas ya las elecciones de marzo.
Pero, al margen de estas consideraciones de lectura más política, también es cierto que Moscú, que ha apostado desde el principio por una salida negociada a la crisis, esté empezando a asumir que eso no será posible, y que el régimen de Asad está cada vez más debilitado. El jueves, Vladimir Vasilyev, aliado del presidente Vladimir Putin en el Parlamento ruso, indicó que «seguimos pensando que el actual gobierno ruso debería llevar a cabo sus funciones, pero el tiempo está demostrando que esa tarea está más allá de sus fuerzas».
Así, la diplomacia ha empezado a funcionar ya de un modo más activo. El pasado lunes Putin se reunió en Estambul con el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, un paso importante, ya que ambos países han encabezado las dos posiciones opuestas sobre el conflicto (Turquía, partidaria de una intervención más directa; Rusia, partidaria de no intervenir). Y el jueves el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, mantuvo un encuentro en Dublín con la seceretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, y con el enviado internacional en Siria, Lakhdar Brahimi.
A pesar de todo, las espadas entre Rusia y EE UU siguen en alto, al menos de cara a la galería. Las negociaciones no van a ser fáciles ni rápidas. Tras la reunión de Dublín, Clinton dijo que «no creo que nadie piense que exista algún progreso importante», y Lavrov se mostró igual de escéptico: «No haría pronósticos optimistas. Queda por ver qué saldrá de esto», declaró. Los rusos, además, se han desmarcado también de las acusaciones sobre las armas químicas.
¿Y después?
Según sugería hace unos días The New York Times, la discusión se centra ahora no tanto en cómo acabar con Asad, sino en qué hacer una vez que el presidente sirio haya caído. En este sentido, a EE UU le preocupa su falta de influencia en los grupos rebeldes, y cada vez más voces están reclamando a Washington que, al igual que han hecho la Unión Europea (encabezada por Francia) y varios países del Golfo, reconozca plenamente a la coalición de oposición siria.
El problema es a quién reconocer y a quién apoyar. Como explica en su blog el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, EE UU se encuentra ante el mismo difícil dilema al que ya tuvo que enfrentarse en Irak: «Los grupos del exilio están formados por gente desconocida en Siria, sin contar con los aprovechados que quieren hacer negocio (siempre hay mucho dinero disponible). Los grupos del interior del país, incluidas las milicias, responden más a lealtades locales, no cuentan con una organización nacional que les represente y coordine, y tienen una presencia importante de grupos suníes e islamistas a los que se supone hostiles a los intereses de EE UU y Europa».
La tentación es optar por la la recientemente formada Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición de Siria, la alianza opositora creada el mes pasado en Catar bajo los auspicios de las potencias árabes y occidentales y, según afirma Joshua Landis, profesor de estudios de Oriente Medio en la Universidad de Oklahoma y experto en Siria, «relativamente proamericana, no demasiado antiisraelí y no demasiado islamista».
Sáenz de Ugarte, sin embargo, recuerda que «quienes llevan la iniciativa sobre el terreno son grupos armados, unos integrados por ciudadanos que han abandonado sus profesiones para coger las armas y otros auspiciados por grupos radicales que no tienen la menor intención de seguir las pautas que desearían los lectores de la prensa occidental. Libertad para ellos significa elegir su propio destino, y eso puede no pasar necesariamente por respetar los derechos de las minorías o de la mujer».
Mando unificado
Mientras tanto, los rebeldes (o por lo menos los que están organizados) también empiezan ya a prepararse para la caída del régimen. Este sábado, un total de 263 figuras destacadas de la oposición, civiles y militares, la mayoría de tendencia islamista, eligieron en Turquía al general de brigada Selim Idris, un antiguo oficial del Ejército sirio que desertó, como jefe del nuevo mando unificado de la rebelión armada. Idris liderará un mando conjunto de 30 miembros.
Según informó la agencia Reuters, la nueva dirección del comando centralizado de la insurgencia incluye a numerosos dirigentes vinculados a los Hermanos Musulmanes, y también a grupos salafistas, partidarios de una interpretación estricta y tradicional de la ley islámica. En cambio, margina a otros oficiales de alto rango que han desertado de las filas del Ejército para unirse a la rebelión. En concreto, se calcula que dos tercios de los mandos pertenecen a los Hermanos Musulmanes y sus aliados, un reflejo del peso cada vez mayor que tienen las milicias islamistas en los combates.
Está por ver, sin embargo, el alcance real de este acuerdo alcanzado en Turquía, ya que muchas de las unidades y milicias que están luchando en el interior del país, islamistas radicales incluidos, están fuera del control de los grupos que conforman el Ejército Libre Sirio, o simplemente no lo reconocen.
El destino de Bashar al Asad
Pocos son los analistas que se atreven a vaticinar un final rápido del régimen de Bashar al Asad, pero también son pocos los que ponen en duda que esto ocurrirá tarde o temprano, agotadas ya las posibilidades de una salida negociada con la oposición. Y ante ese escenario, al presidente sirio le quedarán dos opciones: Exiliarse o, como él mismo ha insistido en sus pocas apariciones públicas durante la crisis, «morir en Siria».
Con respecto a la posibilidad del exilio, los rumores han comenzado ya, una prueba más de que la situación no es la que era hace tan solo unos meses. Según informó esta semana el diario israelí Haaretz, Asad estaría estudiando pedir asilo político en algún país de América Latina para él y su familia, en el caso de que fuera obligado a abandonar Damasco. Las fuentes citadas por el periódico indicaban que la diplomacia siria habría inicado «contactos» con Cuba, Venezuela y Ecuador.
Según el diario, el viceministro sirio de Exteriores, Faisal al Miqdad, mantuvo encuentros en estos tres países latinoamericanos y llevó consigo cartas personales clasificadas de Asad a los respectivos presidentes. El Ministerio de Exteriores venezolano confirmó al diario El Universal que Al Miqdad entregó una carta para el presidente del país, Hugo Chávez, que éste recibió antes de viajar a Cuba el miércoles pasado para recibir tratamiento médico.
Después de 20 meses de combates y bombardeos, más de 35.000 muertos, unos 400.000 refugiados (700.000 para fin de año), en torno a dos millones y medio de desplazados, incontables vidas destrozadas, daños incalculables en ciudades e infraestructuras y más de un año de duras sanciones económicas internacionales, la guerra civil en Siria parece estar alcanzando al fin un desenlace, y el régimen de Bashar Al Asad podría tener sus días contados. […]
Un zapato, pegado en un busto del anterior presidente sirio, Hafez al Asad (padre del actual mandatario, Bashar al Asad), como símbolo de protesta, en el museo de Maaret al-Numan, Siria. El area, en la zona de Idlib, está controlada por los rebeldes. Foto: Bulent Kilic (AFP / Getty Images).
18/10/2012
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Miguel Máiquez
Un zapato, pegado en un busto del anterior presidente sirio, Hafez al Asad (padre del actual mandatario, Bashar al Asad), como símbolo de protesta, en el museo de Maaret al-Numan, Siria. El area, en la zona de Idlib, está controlada por los rebeldes.
Foto: Bulent Kilic (AFP / Getty Images)