Benjamin Netanyahu

Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, que controla la Franja de Gaza, anunciaron a última hora de este jueves una tregua bilateral para poner fin a once días de escalada bélica que se han saldado con cerca de 250 muertos, la inmensa mayoría en el lado palestino. Estas son, a falta de detalles sobre el contenido del pacto, las claves de un alto el fuego que ambas partes interpretan como una victoria:

¿Cuándo ha entrado en vigor la tregua, y hasta cuándo?

El alto el fuego se hizo efectivo a las 2.00 hora local de este viernes (23.00 GMT del jueves). En principio, se trata de una tregua indefinida.

¿Se está cumpliendo?

El Ejército israelí no había informado en la madrugada de este viernes de nuevas alarmas antiaéreas en las comunidades israelíes colindantes a la Franja, siendo la última notificada a la 01.51 hora local (10.51 GMT), informa Efe. Tampoco hubo bombardeos israelíes en Gaza durante la noche.

¿A qué se han comprometido?

Se da por sentado que ambas partes se han comprometido a detener las hostilidades (esencialmente, bombardeos contra Gaza por parte de Israel, y lanzamiento de cohetes contra territorio israelí por parte de Hamás). 

El Gobierno israelí, que no suele pronunciarse sobre los altos el fuego con las milicias, confirmó que se trata de un acuerdo incondicional. La oficina del primer ministro, Benjamin Netanyahu, señaló en ese sentido que se había acordado por unanimidad «aceptar la propuesta de Egipto de un alto el fuego mutuo y sin condiciones».

El portavoz de Hamás, Hazem Qassem, aseguró por su parte que habían obtenido «garantías de los mediadores» para una tregua «mutua y simultánea».

¿Qué incluye el acuerdo?

Este jueves por la noche no se conocían aún con detalle los términos de la tregua, pero, según medios citados por Efe, estos no incluirían, pese a las exigencias de Hamás, referencias a las tensiones por el desalojo de familias palestinas en Jerusalén Este ocupado o por las incursiones en la Explanada de las Mezquitas, hechos que el pasado día 10 de mayo desencadenaron la escalada bélica, sin precedentes en los últimos siete años.

¿Quién ha mediado para lograrlo?

El Gobierno israelí aseguró que se llegó a un acuerdo a partir de una propuesta de Egipto, mediador tradicional entre las dos partes. 

Como parte de su papel como mediador, El Cairo enviará en los próximos días dos delegaciones de seguridad a Tel Aviv, en Israel, y a los territorios palestinos para vigilar y hacer seguimiento de la tregua alcanzada, según informó la agencia palestina WAFA, citada por Europa Press.

¿Qué factores han influido para conseguirlo?

La presión internacional para un alto el fuego ante el constante incremento de víctimas y de destrucción puede haber sido una de las claves. No obstante, Netanyahu ya había rechazado anteriormente dos propuestas de tregua, insistiendo en que los ataques continuarían «el tiempo que fuese necesario», hasta que Israel alcanzase todos sus objetivos (en teoría, debilitar a Hamás eliminando a miembros de su cúpula, destruyendo sus infraestructuras y limitando su capacidad de atacar a Israel). Es posible también, por tanto, que los haya conseguido ya, o que considere suficiente lo logrado, tanto en el aspecto militar como en el político.

Por otro lado, con el paso de los días se iban incrementando las protestas palestinas, no solo en Gaza y, significativamente, en Cisjordania, sino también por parte de los árabes de origen palestino que viven dentro del territorio israelí, lo que ha supuesto un punto de inflexión importante que quizá Israel ha querido atajar.

¿Cómo ha sido la presión internacional?

La presión de la comunidad internacional a Netanyahu para que declarase un alto el fuego se incrementó en las últimas horas, incluyendo una petición de su gran aliado, el presidente de EE UU, Joe Biden, para que aceptase el cese de hostilidades. En concreto, Biden pidió este miércoles al primer ministro israelí una «significativa desescalada bélica» inmediata, y el enviado especial estadounidense para Oriente Medio, Tor Wennesland, también intensificó los contactos para facilitar la tregua.

La actividad diplomática fue especialmente intensa este jueves en la región. Una delegación egipcia viajó a Ramala, en Cisjordania, para informar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de la posible tregua, mientras el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, visitaba tanto Israel como los territorios palestinos, en medio de los esfuerzos internacionales por lograr una desescalada de la violencia.

De hecho, el anuncio del cese de las hotilidades se produjo mientras aún se celebraba una reunión de la Asamblea General de la ONU convocada para presionar a las partes.

Bombardeo israelí en Gaza el 12 de mayo de 2021. Vídeo: IDF / Wikimedia Commons

¿Cómo han reaccionado las dos partes?

Ambos consideran que han salido reforzados del conflicto. El jefe del Estado Mayor israelí, el jefe del servicio de inteligencia interior y altos mandos del Ejército «informaron a los ministros sobre los importantes logros de Israel en la operación, algunos de los cuales no tienen precedentes», según detalló un comunicado oficial recogido por Efe.

Mientras, el portavoz de Hamás, Hazem Qassem, indicó en otro comunicado que «la resistencia demuestra en todos sus pasos que es el escudo del pueblo y el más capaz de proteger los fundamentos de la causa palestina».

En una entrevista para el diario Al Mayadeen, recogida por Europa Press, uno de los líderes de Hamás, Mushir al Masry, se refirió al alto el fuego como una «declaración de derrota» por parte de Israel y una «huida del campo de batalla». Al Masry celebró «la saga de victorias» de Hamás durante este último enfrentamiento, así como «la unidad y la revolución del pueblo», que supieron «penetrar en las fortalezas enemigas, disipando sus ilusiones e imponiendo nuevas reglas».

Cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel, interceptados por el sistema de defensa Cúpula de Hierro, el 14 de mayo de 2021. Vídeo: Lisa Canalo / Wikimedia Commons

¿Qué otras reacciones ha habido?

El presidente estadounidense, Joe Biden, prometió este jueves, tras anunciarse el alto el fuego, seguir con su «diplomacia silenciosa e incansable» con Israel y Palestina. «Creo que los palestinos e israelíes merecen igualmente vivir de forma segura y disfrutar de las mismas medidas de libertad, prosperidad y democracia. Mi Administración seguirá con su diplomacia silenciosa e incansable con ese fin», afirmó, en una alocución televisada.

El secretario general de la ONU, António Guterres, dio la bienvenida al alto el fuego, pero a la vez pidió a los líderes de las partes enfrentadas que comiencen un «serio diálogo» sobre la raíz del conflicto.

¿Cuál es el balance de víctimas?

El lanzamiento de cohetes desde Gaza, más de 4.400 desde el inicio de la escalada, fue seguido por la operación militar israelí bautizada como «Guardian de los Muertos», que ha tenido un alto coste material y humano en el bloqueado enclave costero, donde viven dos millones de palestinos.

El Ejército israelí atacó más de 800 objetivos de las milicias y sus operativos, y asegura haber matado a más de 130 milicianos.

En los once días de escalada bélica han muerto al menos 232 palestinos, entre ellos 65 menores, y otros 1.900 han resultado heridos. En Israel han muerto 12 personas, entre ellas dos menores, y más de 340 han resultado heridas.

Durante estos días también se ha extendido la violencia y los enfrentamientos civiles entre palestinos e israelíes que, más allá de la escalada bélica que podría terminar este viernes, parecen haber abierto una crisis más profunda en la región.


Publicado originalmente en 20minutos
Con información de Efe y Europa Press
Vídeos no incluidos en el original

Las claves de la tregua entre Israel y Hamás: un acuerdo con el que ambos claman victoria tras casi 250 muertos

Israel y el movimiento islamista palestino Hamás, que controla la Franja de Gaza, anunciaron a última hora de este jueves una tregua bilateral para poner fin a once días de escalada bélica que se han saldado con cerca de 250 muertos,… Leer

El presidente de EE UU, Donald Trump, y el primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu, tras presentar el plan de paz de EE UU para Israel y Palestina, en la Casa Blanca. Foto: The White House / Flickr

«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la Casa Blanca su «acuerdo del siglo» para Israel y Palestina, en una solemne ceremonia en la que el presidente estadounidense apareció acompañado del primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, y en la que, significativamente, no hubo representación palestina alguna, ni de ningún otro mandatario internacional.

El acuerdo fue rechazado de inmediato y con vehemencia por el presidente palestino, Mahmud Abás (lo calificó como «la bofetada del siglo»), y también por las distintas facciones palestinas, en una poco habitual muestra de unidad. En las calles de Gaza y Cisjordania el anuncio fue recibido con airadas protestas, mientras que Amnistía Internacional señalaba que se trata de «un manual para más sufrimiento y abusos».

Esperado desde hace más de dos años, el plan se ha dado finalmente a conocer en un momento políticamente crucial, tanto para Trump como para Netanyahu. El primero busca ponerle un broche histórico a su política internacional y, según muchos analistas, desviar también el foco del juicio político (impeachment) al que está siendo sometido en el Senado; el segundo, imputado por fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos de corrupción, y candidato asimismo en los comicios generales que celebrará Israel en marzo (los terceros en menos de un año), recibe un espaldarazo fundamental de su principal y más poderoso socio, y prácticamente carta blanca para consolidar promesas electorales que hasta ahora eran consideradas problemáticas, como la anexión de las colonias en los territorios ocupados.

¿Cuáles son los principales puntos del acuerdo?

En esencia, el plan de Trump mantiene la llamada solución de los dos Estados, reconociendo el derecho palestino a tener uno, pero anteponiendo en cualquier caso la seguridad de Israel y dando por muertas las demarcaciones que aún reconoce la ONU. Para ello contempla cambios fronterizos que permitirían a Israel anexionarse parte de Cisjordania. También amplía el territorio palestino, pero lo fragmenta más aún, dejando dentro los asentamientos israelíes. Además, en uno de sus aspectos más polémicos, apuntala Jerusalén como «capital indivisible» de Israel y, en principio, de un futuro Estado palestino que se antoja inviable.

¿Quién lo ha negociado y cómo?

Uno de los principales artífices del plan es Jared Kushner, yerno de Trump y asesor del presidente. Kushner elaboró la hoja de ruta junto con el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, y el ahora exenviado de la Casa Blanca para Oriente Medio, Jason Greenblatt.

El equipo hizo un primer amago de presentar su acuerdo hace dos años, pero acabó aplazándolo una y otra vez, alegando que quería esperar a contar con un gobierno estable en Israel, y esperando conseguir asimismo más apoyos de los países árabes. Mientras, Trump seguía haciendo gestos políticos hacia Netanyahu, como el reconocimiento por parte de Washington de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

Los líderes palestinos se han negado a negociar en los términos previstos y, de hecho, no tienen contacto oficial con Washington desde que Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel en 2017.

¿En qué se diferencia de acuerdos anteriores?

El acuerdo presentado por Trump incluye nuevas propuestas referentes al trazado de fronteras entre Israel y los territorios ocupados, y concreta el estatus de Jerusalén, que en procesos de paz anteriores se había dejado siempre como uno de los puntos finales sobre los que llegar a un consenso, una vez que se hubiesen conseguido los demás objetivos.

Resucita además la solución de los dos Estados, que empezó a gestarse tras el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP en 1993, a través de los Acuerdos de Oslo de ese mismo año, pero que estaba enterrada en la práctica.

Trump argumentó este martes que su plan de paz es «diferente» al de sus predecesores porque contiene muchos más detalles «técnicos» de partida, con 80 páginas de propuestas. «Esta es la primera vez que Israel ha autorizado la publicación de un mapa conceptual que ilustra las concesiones territoriales que está dispuesto a hacer para conseguir la paz», subrayó.

Lo más novedoso, no obstante, quizá sea que, a diferencia de todos los demás acuerdos de paz negociados por Estados Unidos, la Casa Blanca no ha buscado esta vez la aprobación de Palestina antes de cerrar el plan, sino que le ha bastado la luz verde israelí.

¿Desde cuándo están estancadas las negociaciones?

El último plan de paz de Washington para la zona lo presentó Barack Obama en 2011, e incluía un Estado palestino basado en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, «con intercambios de tierra acordados mutuamente», algo que Netanyahu rechazó.

Aunque hubo un intento, fallido, de retomar conversaciones directas entre palestinos e israelíes en 2010, la negociaciones están estancadas desde 2008, cuando Israel lanzó la operación Plomo Fundido en la franja de Gaza en respuesta al lanzamiento de cohetes por Hamás, una operación que dejó más de 1.400 palestinos muertos.

¿Cómo cambiarían las fronteras actuales con el plan de Trump, y cómo sería el Estado palestino?

La Casa Blanca señala que su plan «quiere lograr un reconocimiento mutuo del Estado de Israel como una nación-Estado para el pueblo judío y el futuro Estado de Palestina como el Estado-nación del pueblo palestino, con los mismos derechos civiles para todos los ciudadanos».

El mapa que marca muestra, no obstante, un Estado palestino hiperfragmentado a modo de archipiélago, con asentamientos israelíes en su interior, conectados con el Estado israelí a través de corredores que parten el territorio.

Asimismo, concede a Israel zonas al oeste del valle del río Jordán, situadas en Cisjordania, con lo que este área ocupada quedaría sin salida directa a Jordania, a la que estaría vinculada por dos carreteras que cruzarían territorio israelí. «El valle del Jordán, que es crítico para la seguridad nacional de Israel, estará bajo la soberanía de Israel», sentencia el texto. Se trata de una zona que constituye alrededor del 30% del territorio de Cisjordania, y su anexión es un reclamo histórico de la derecha israelí.

Cisjordania y Gaza estarían unidas a través de un túnel que las conectaría y que atravesaría Israel.

Según el plan, las nuevas fronteras garantizan una «expansión territorial» a los palestinos a través de territorios en el desierto del Negev, que supondrían un territorio «comparable en tamaño» al que controlaban antes de 1967.

Mapa del plan del gobierno estadounidense de Donald Trump para Israel y Palestina. Mapa: Presidencia de Estados Unidos

¿Qué pasaría con los asentamientos?

Los asentamientos israelíes existentes en Cisjordania (considerados ilegales por la legislación internacional) serían incorporados al Estado de Israel, que se comprometería a no construir nuevos asentamientos, expandir los existentes o aprobar planes para construcción en las zonas que serán parte del Estado de Palestino.

Israel no procederá a demoler estructuras existentes, una moratoria que no incluye «construcciones ilegales» ni aquellas que «supongan un riesgo de seguridad, según determine el Estado de Israel», o «demoliciones de castigo por actos de terrorismo».

Cerca del 97% de los israelíes en asentamientos en Cisjordania quedarían en territorio israelí adyacente, cifra similar para los palestinos en Cisjordania que quedarían en territorio palestino.

¿Y con Jerusalén?

La propuesta de la Casa Blanca reconoce a «Jerusalén como capital de Israel» y reitera que «debería permanecer como una ciudad íntegra».

Además, sostiene que Israel debe ser guardián de los lugares religiosos en Jerusalén, tanto judíos, como cristianos y musulmanes, y aboga por mantener el «estatus quo actual».

En cuanto a la capital del hipotético Estado palestino, el plan recoge que debería ubicarse en Jerusalén Este, concretamente, en «todas las zonas al este y el norte de las barreras de seguridad existentes, incluyendo Kafr Aqab, la parte este de Shuafat y Abu Dis», y que podría ser renombrada como Al Quds (como la denominan los árabes) o con otra denominación que decidan los palestinos.

Esto significa que la posible capital palestina se localizaría en barrios ubicados en las afueras de la Jerusalén actual.

¿Algún cambio sobre Gaza?

El plan recuerda que Gaza ha estado gobernada por el grupo islámico Hamás, al que describe como una «organización terrorista, responsable de asesinatos y ataques a miles de israelíes», y concede a Israel la soberanía de las aguas territoriales de la franja, al considerar que son vitales para la seguridad del Estado israelí.

Advierte además de que «no habrá mejoras significativas en Gaza hasta que haya un alto el fuego con Israel, una desmilitarización completa de la franja y una estructura de gobierno que permita a la comunidad internacional invertir de forma segura y cómoda» para mejorar su economía.

La iniciativa propone también que Israel ceda territorio a los palestinos cerca de Gaza, que pueden ser «áreas pobladas y no pobladas».

¿Quién se encargaría de la seguridad, y cómo?

Israel mantendría una «responsabilidad de seguridad predominante» del Estado de Palestina, con las fuerzas palestinas encargadas únicamente de la seguridad interna, de la lucha antiterrorista, la seguridad fronteriza y la respuesta a desastres.

Israel sería responsable de la seguridad en los cruces internacionales y, en el caso de Rafá, en la frontera con Egipto, se abordarían acuerdos específicos con El Cairo.

Además, Israel mantendría el control del espacio aéreo al oeste del río Jordán, mientras que la Armada israelí podría bloquear la entrega de «armas y materiales para la fabricación de materiales en el Estado de Palestina, incluida Gaza».

Gráfico: Carlos G. Kindelán / 20minutos

¿Podrían regresar los refugiados palestinos?

La iniciativa aborda uno de los temas más espinosos en unas hipotéticas negociaciones entre israelíes y palestinos: el derecho de retorno de los refugiados.

A ese respecto, y pese a lo que establece la resolución 194 de la ONU, el plan marca que «no habrá derecho de retorno, o absorción de ningún refugiado palestino en Israel».

Establece, no obstante, tres opciones para los refugiados palestinos que busquen un sitio permanente de residencia: «absorción» para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el futuro Estado palestino; integración en sus países actuales de acogida; o su reasentamiento en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que los acepten.

En ese sentido, el plan indica que «los hermanos árabes tienen la responsabilidad moral de integrar a los refugiados en sus territorios del mismo modo que los judíos fueron integrados en el Estado de Israel».

¿Qué limitaciones tendría el nuevo Estado palestino

Entre otras, Palestina no podría alcanzar acuerdos militares, de Inteligencia o seguridad con ningún Estado u organización que «afecte de forma adversa la seguridad de Israel» ni podrá desarrollar capacidades «militares o paramilitares» dentro o fuera de su territorio.

Tampoco podría unirse a organizaciones internacionales sin el consentimiento de Israel, y debería retirar sus demandas contra Israel, EE UU y los ciudadanos de estos países ante el TPI, la CIJ o cualquier otro tribunal, así como no recurrir a Interpol contra ellos.

Así, el nuevo estado no podría tener «capacidades que puedan amenazar al Estado de Israel», mientras que Israel tendría derecho a «desmantelar o destruir» instalaciones utilizadas para producir armas o con «propósitos hostiles», así como para adoptar medidas de seguridad para mantener Palestina «desmilitarizada».

¿Recoge el plan alguna demanda palestina?

Según declaró a Efe el experto de la Universidad George Washington Nizar Farsakh, antiguo asesor del ex primer ministro palestino Salam Fayad y miembro en el pasado del equipo negociador palestino, cuando se lee el plan, «si se compara con la postura palestina publicada en la página web del Departamento de Estado, es exactamente lo opuesto a lo que los palestinos piden».

Trump prometió a los palestinos una inversión de 50.000 millones de dólares para duplicar su PIB y crear un millón de empleos, pero exigió a cambio un alto el fuego con Israel, cambios en su estructura de Gobierno y la desmilitarización de Gaza.

¿Hay un plazo para negociar?

Aunque Abás ya ha dicho «mil veces no» a la propuesta, Trump le ha dado cuatro años para superar sus reservas y sentarse a la mesa de negociación, y el Gobierno israelí ha indicado asimismo que está dispuesto a esperar ese tiempo.

¿Cómo ha reaccionado la comunidad internacional?

La ONU seguirá defendiendo una solución al conflicto que pase por la creación de dos Estados basados en las fronteras previas a 1967, según dijo este mismo martes el secretario general de la organización, António Guterres.

Entre los países árabes, Egipto llamó a Israel y Palestina a considerar «a fondo» el plan de Trump, y aplaudió los esfuerzos de Washington para lograr un acuerdo «amplio y justo». En una línea semejante se expresó Arabia Saudí, valorando positivamente los esfuerzos de EE UU y reafirmando su «apoyo a lograr una solución justa y completa al conflicto palestino».

Rusia considera que el plan debe ser analizado por el llamado Cuarteto de Madrid, formado por EE UU, la ONU, la UE y la propia Rusia, mientras que Irán afirmó que el acuerdo busca «humillar» a los musulmanes, y que «está muerto» antes de ver la luz. Es un plan que «nace muerto», indicó igualmente el Gobierno de Turquía.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.


Publicado originalmente en 20minutos
Con información de Efe y Europa Press

Las claves de un ‘acuerdo del siglo’ a la medida de Israel, inaceptable para los palestinos y oportuno para Trump

«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la… Leer

Contendores ardiendo durante una protesta cerca de Ramala, Cisjordania, el 10 de octubre de 2015. Foto: Wikimedia Commons

Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón.

Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, como Siria o Irak, donde la guerra y el terror yihadista empiezan a tener consecuencias cada vez más serias para Occidente (la crisis de los refugiados, brutales ataques en ciudades europeas como los atentados de París de esta semana), y con un proceso de paz completamente paralizado, la mayor parte de los enfrentamientos actuales están protagonizados por jóvenes que se niegan a aceptar un statu quo basado, esencialmente, en que todo siga igual.

Es la llamada ya «generación de Oslo», en referencia a los palestinos nacidos tras los acuerdos alcanzados en la capital noruega en 1993, unos acuerdos que propiciaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y cuyo objetivo último, lograr una solución permanente al conflicto, y el cumplimiento de la resolución 242 de la ONU, en la que se exige la retirada israelí de los territorios ocupados, hace ya mucho que quedó en agua de borrajas.

Frustrados por la falta de futuro, criados en el opresivo entorno de la ocupación, y con poco que perder, muchos de estos jóvenes parecen haberse sacudido el miedo a las tropas israelíes, al tiempo que se sienten cada vez menos representados por el a menudo inoperante gobierno palestino y sus llamamientos a la resistencia pacífica. Son, además, muy conscientes de la firme determinación del Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu de no avanzar ni un milímetro hacia esa solución de dos Estados en la que, al menos a medio plazo, muy pocos confían ya.

La «intifada de los cuchillos»

Algunos analistas han calificado esta nueva oleada de violencia como «la intifada de los cuchillos», ya que, a pesar de que ha habido varios casos de tiroteos y atropellos intencionados, la mayor parte de los ataques protagonizados por palestinos se producen con armas blancas. De momento, es difícil saber si se trata de una revuelta con la suficiente extensión y proyección en el tiempo como para poder ser comparada con las dos anteriores intifadas (la primera, la «intifada de las piedras», entre 1987 y 1991, y la segunda, la «intifada de Al Aqsa», entre 2000 y 2005), pero lo cierto es que se trata de la mayor insurrección contra la ocupación israelí desde el último gran levantamiento popular, hace ya diez años.

Solo entre el 1 y el 13 de octubre, los días de mayor violencia hasta ahora, se registraron al menos 17 casos de apuñalamientos de israelíes por jóvenes árabes, y en esta última semana, los ataques y las represalias han sido prácticamente diarios.

El pasado domingo, seis israelíes resultaron heridos y dos palestinos muertos por disparos de las fuerzas de seguridad de Israel en al menos tres incidentes registrados en Cisjordania. El lunes, una joven palestina fue tiroteada tras intentar apuñalar a guardias israelíes en un control, también en la Cisjordania ocupada. El martes, soldados israelíes mataron a un palestino que supuestamente pretendía acuchillarles en Jerusalén, donde dos adolescentes palestinos resultaron asimismo heridos de bala tras acuchillar al vigilante de un tranvía. El viernes murieron dos colonos judíos por disparos cerca del asentamiento ilegal de Otniel, en Hebrón; dos palestinos perdieron también la vida en enfrentamientos con soldados israelíes cerca de esta ciudad, y un tercero falleció a causa de las heridas recibidas en un ataque anterior

Uno de los episodios que más denuncias ha provocado, no obstante, se produjo el jueves, cuando soldados israelíes disfrazados de civiles irrumpieron en un hospital de Hebrón para detener a un palestino al que responsabilizaban de otro acuchillamiento, y acabaron matando a tiros a un joven que se encontraba con el acusado. La rocambolesca entrada de los agentes fue grabada en vídeo por las cámaras de seguridad del hospital, y las imágenes han sido ampliamente difundidas en Internet.

En total, en todo el mes de octubre y lo que llevamos de noviembre, esta última oleada de violencia ha causado ya cerca de un centenar de muertos. La gran mayoría (al menos 78) de los fallecidos son palestinos, y de ellos, una treintena eran presuntos atacantes. Las víctimas mortales israelíes sobrepasan la docena (14 muertes registradas hasta ahora). Hay, además, centenares de heridos, y el miedo (en algunas zonas de Jerusalén, a simplemente caminar por la calle) se ha apoderado de una gran parte de la sociedad israelí.

Éstas son, en preguntas y respuestas, algunas claves para entender mejor lo que está pasando.

¿Cómo y cuándo empezó?

La situación comenzó a deteriorarse a mediados del pasado mes de septiembre, con los enfrentamientos ocurridos tras la propagación de rumores según los cuales Israel pretendía modificar el antiguo acuerdo que permite el acceso al Monte del Templo (para los judíos), o Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes). Esta zona de la parte ocupada de Jerusalén, un área vigilada y controlada por las fuerzas israelíes, alberga la mezquita de Al Aqsa y la denominada Cúpula de la Roca, y es considerada el tercer lugar más sagrado del islam. El área tiene asimismo una gran importancia religiosa para los judíos, al ser el emplazamiento de los históricos templos bíblicos.

Israel ocupa la zona desde que se la arrebató a Jordania durante la guerra de 1967, pero el área ha permanecido bajo administración musulmana desde entonces. Un acuerdo alcanzado hace décadas permite el acceso a visitantes no musulmanes, pero la cada vez mayor presencia de visitantes judíos, en muchos casos alentados por activistas que buscan incrementar la presencia judía en el Monte, ha hecho crecer entre los palestinos el temor de que Israel esté planeando modificar los términos del acuerdo.

El Gobierno israelí ha negado estos rumores, y acusa a las autoridades palestinas, tanto civiles como religiosas, de haberlos propagado para incitar a la violencia. Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha acusado a los colonos judíos y a las autoridades israelíes de realizar «actos de agresión» que han motivado la reciente ola de violencia.

El 13 de septiembre, la Policía israelí entró en la Explanada de las Mezquitas, tras los disturbios ocurridos en la víspera del Año Nuevo judío como consecuencia de los mencionados rumores. Los enfrentamientos, espoleados por la decisión israelí de limitar el acceso de los palestinos al Monte como medida de seguridad, continuaron durante varios días, y el día 28 de ese mismo mes, después de que el Gobierno israelí autorizase la utilización de fuego real contra quienes lanzasen piedras, las fuerzas de seguridad israelíes volvieron a entrar en la Explanada. Durante una intervención ante la Asamblea General de la ONU, Abás afirmó que Palestina está viviendo la situación más crítica desde 1948, y dio por enterrados los acuerdos de Oslo.

El 1 de octubre, una pareja de colonos judíos fueron asesinados ante sus cuatro hijos cerca de Nablús, en la Cisjordania ocupada. Dos días después empezaron los apuñalamientos.

¿Quiénes están realizando los ataques?

La mayoría son jóvenes, en muchos casos menores de edad, y con una mayor presencia de mujeres, incluyendo universitarias, que en revueltas anteriores.

Si bien no parece existir una organización centralizada, se ha hablado de una cierta coordinación a través de las redes sociales, donde, en cualquier caso, se han multiplicado los mensajes que exhortan a realizar más ataques, y han ido ganando terreno etiquetas como «Jerusalén Intifada» o «Intifada de cuchillos». Varios de estos ataques han sido filmados con teléfonos móviles o por cámaras de seguridad, y compartidos en Internet.

¿Cómo se producen y con qué consecuencias?

Aunque la tensión y alarma social habían descendido ligeramente a finales de octubre, la cadena de apuñalamientos e intentos de apuñalamiento de jóvenes palestinos contra israelíes (en su mayoría colonos o uniformados) se ha reanudado en estas dos últimas semanas como un goteo permanente. A principios de noviembre, y según informó Efe, el servicio de emergencias israelí aseguró haber tratado en 40 días a un total de 170 víctimas de ataques, de los que 12 habían muerto y 159 resultaron heridos, una veintena de ellos, graves. En muchos de los casos los atacantes y supuestos atacantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad o por viandantes armados.

Las autoridades palestinas cuestionan esas cifras y consideran que en muchos de los sucesos no hay pruebas que demuestren que los palestinos iban a atacar, por lo que hablan de «ejecuciones sumarias» de inocentes. También denuncian un «uso abusivo de la fuerza» que ha llevado a matar a muchos atacantes pese a que se les podía haber neutralizado y detenido sin matarlos, así como abusos y maltrato innecesario a los agresores una vez neutralizados.

Entre los casos más controvertidos se encuentra el de dos primos del clan Yabari de Hebrón, de 15 y 17 años, que, según denunció el gobernador de esta ciudad, recibieron 57 balas entre ambos y que «no habían atacado a nadie». Otro caso que ha levantado fuertes críticas es la muerte de Thawarat Ashrawi, una anciana de 72 años de Hebrón que fue acribillada por soldados que aseguran que trató de atropellarlos, mientras su familia lo niega y afirma que iba a poner gasolina y no se dio cuenta de que le daban el alto.

A las decenas de palestinos abatidos en ataques (demostrados o supuestos) se unen los muertos por fuego israelí en protestas contra puestos de control militares israelíes en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, lo que eleva los palestinos muertos a cerca de 80, y a los que se suman más de 7.000 heridos (según la ONU) y 1.200 detenidos, en su mayoría jóvenes.

¿Cómo está reaccionando la sociedad israelí?

Según un recientre sondeo de la agencia Midgham, realizado entre ciudadanos israelíes, y citado por Efe, el 75% de los encuestados cree que «se debe matar a los terroristas sorprendidos en el lugar de un ataque», frente a un 25% que discrepa. Además, un 55% de israelíes judíos opina que no se debe imputar por sus actos a quienes «atacan a un terrorista después de que haya sido neutralizado».

Tanto la policía israelí como el propio alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, han llegado a aconsejar a los habitantes de la ciudad que posean licencia de armas que salgan con ellas a la calle. El alcalde insiste en que solo la mano dura logrará frenar esta oleada de violencia: «El número de terroristas que ha surgido de los barrios árabes de Jerusalén en las últimas semanas es inaceptable. Lo que hay que hacer para proteger la vida de la gente es bloquear y controlar muchísimo más de lo que hicimos en el pasado», aseguró.

Las zonas palestina e israelí de Jerusalén, separadas desde hace décadas por una frontera invisible, están estos días más divididas que nunca. Como escribe para la agencia Efe la periodista Ana Cárdenes, «consumados o frustrados, probados o dudosos, los ataques que se registran cada día han alterado las rutinas de muchos, y han extendido el miedo en ambos lados, convirtiendo en habitual una violencia que, según los expertos en seguridad, no va a acabarse pronto».

El miedo a los ataques con arma blanca hace que las calles del corazón de Jerusalén y de la Ciudad Vieja estén excepcionalmente silenciosas y semivacías: «El ulular de las sirenas y el sobrevuelo de los helicópteros se ha convertido en la música de fondo de la ciudad. Las agresiones, casi espontáneas y perpetradas por palestinos sin antecedentes ni especial militancia política, son prácticamente imposibles de abortar, y el nerviosismo de los israelíes es palpable», explica por su parte Beatriz Lecumberri en El País.

Este miedo está también muy presente en la comunidad palestina, donde todos se han convertido en sospechosos, y donde muchos temen ser atacados por colonos u hostigados y detenidos por la policía.

¿Será una nueva intifada?

El histórico dirigente palestino de Al Fatah Marwan Barghouti, uno de los principales líderes de la segunda intifada, y actualmente encarcelado a perpetuidad en una prisión israelí, hizo pública una carta en la que saluda a la «nueva generación que se ha levantado para defender su derecho y su deber de resistir la ocupación […], desarmada y enfrentándose a una de las mayores potencias militares mundiales».

La revuelta tiene, ciertamente, algunos elementos en común con la segunda intifada, cuyo detonante fue la visita del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas. Y para muchos analistas, el colapso de las negociaciones de paz, la falta de esperanza por conseguir un Estado propio a medio, o incluso a largo plazo, y la ira y la frustración acumuladas por varias generaciones durante una ocupación que dura ya cerca de medio siglo, han creado el caldo de cultuvo necesario para el estallido de un nuevo levantamiento en toda regla.

No obstante, de momento existen algunas diferencias importantes con las intifadas anteriores, empezando por el hecho de que el presidente palestino, Mahmud Abás, ha reiterado su rechazo a la violencia y ha mantenido, aunque siempre del modo más discreto posible, la coordinación entre las fuerzas de seguridad palestinas y las israelíes, en un intento de evitar que los enfrentamientos se descontrolen por completo.

Durante la anterior intifada, los ataques estaban respaldados por grupos organizados de militantes palestinos que contaban, además, con el apoyo tácito de sus líderes. La mayoría de estos grupos han sido desmantelados durante los últimos años, y muchos de sus miembros están ahora en prisión. Los ataques actuales los llevan a cabo individuos sin afiliaciones políticas declaradas y que parecen actuar por su cuenta. Las milicias de Al Fatah no se han sumado, y Hamás ha mantenido la tregua en la Franja de Gaza, el territorio que controla, pese a alentar la revuelta en Jerusalén y Cisjordania. Esta actuación de lo que se ha venido en llamar «lobos solitarios» ha hecho que, para Israel, su tradicional respuesta puramente militar sea esta vez mucho más complicada.

¿Hay alguna solución a la vista?

No parece probable, al menos mientras el proceso de paz continúe bloqueado. Y los actuales dirigentes de ambas partes tienen poca voluntad, en el caso de Netanyahu, o pocas posibilidades, en el de Abás, de reactivarlo.

El dirigente palestino cuenta con cada vez menos apoyo popular (una encuesta reciente indica que el 65% de los palestinos desea su renuncia), y es continuamente desacreditado como negociador válido por el Gobierno israelí, que le reprocha carecer de la fuerza suficiente para lograr acuerdos. Abás no ha condenado los ataques perpetrados en las calles israelíes, pero mantiene su oposición a una nueva intifada armada y sigue ofreciendo a Israel una cooperación en materia de seguridad que desgasta su imagen entre los palestinos

Como explica el experto en Oriente Medio Nathan Thrall, del International Crisis Group, en un artículo publicado en la revista London Review of Books, cuando Abás llegó al poder en 2005, el veterano líder palestino, «más un funcionario que un líder carismático como Arafat», fue visto como una figura de transición tras los acuerdos de Oslo, en un momento en que los palestinos estaban exhaustos tras las luchas de la segunda intifada, y con una gran necesidad de reconocimiento internacional. El contexto, con Hamás y Barghouti ausentes en las elecciones, los líderes fundadores de Al Fatah asesinados o en prisión, y el firme apoyo del Gobierno estadounidense de George W. Bush, también le favoreció.

Pero estas condiciones, como era previsible, no duraron mucho: «Los palestinos —señala Thrall— se recuperaron de la fatiga de luchar contra Israel, Hamás volvió a la política, el mantenimiento de la ocupación alentó la resistencia, los líderes que cuestionaron esa resistencia fueron desacreditados, y una nueva generación de palestinos creció sin los recuerdos del coste que supusieron las intifadas, e incapaz de entender por qué sus padres aceptaron no solo abandonar la lucha contra el ejército israelí, sino incluso cooperar con él, a través de acuerdos negociados por el propio Abás». Como apuntaba recientemente el dirigente palestino Nabil Shaat, «han pasado 22 años desde la firma de los Acuerdos de Oslo y en la Cisjordania ocupada hay ya 400.000 colonos».

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (en el cargo desde 2009, y reciente ganador de las elecciones celebradas el pasado 18 de marzo), se mantiene en la idea de que el mejor proceso de paz es el actual proceso inexistente. Como dijo el pasado 27 de octubre, «Israel vivirá siempre con la espada en la mano», para explicar después su intención de mantener el control total sobre toda la Palestina histórica, incluyendo los territorios ocupados.

El dirigente israelí, enfrentado al presidente Obama tras el acuerdo nuclear alcanzado con Irán, y criticado por numerosos líderes europeos, está sometido, además, a una gran presión por parte del ala más dura de su coalición de gobierno, que le exige una respuesta aún más contundente (ya se ha incrementado el número de efectivos militares en Jerusalén y Cisjordania, y se han relajado las normas sobre cuándo puede abrirse fuego sobre los manifestantes) ante la actual oleada de violencia palestina.

Una de las principales características de esta nueva revuelta es, probablemente, la ausencia de actores políticos con la suficiente credibilidad como para poder frenarla o encontrar soluciones.

En este sentido, el profesor del Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de Groninga (Holanda) Sami Faltas señala al diario El Universal que «en la primera intifada había todavía lazos entre Israel y Palestina por actividades económicas transfronterizas, así como actores políticos que creían en la viabilidad de los acuerdos de Oslo, pero hoy la gente tiene menos que perder que antes. La interdependencia económica, que es fórmula para la paz, no existe más, debido al cierre de las fronteras y a la construcción, por parte de Israel, de un muro de hormigón de hasta ocho metros de altura».

Con Estados Unidos alejado de una implicación directa en el proceso de paz, no existen tampoco otros actores externos de peso con la capacidad de detener una posible irrupción de violencia a gran escala. Egipto, socio reconocido por ambas partes, no está en condiciones de asumir responsabilidades como consecuencia de su situación interna, y la Unión Europea, indica Faltas, ha perdido influencia «por pensar de manera equivocada que resolvería el conflicto solo inyectando dinero».


Publicado originalmente en 20minutos

El precio de un ‘statu quo’ insostenible: las claves de la ola de violencia en Palestina

Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón. Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, […]

Una ambulancia destruida por los bombardeos, en Shijaiyah, en la Franja de Gaza, el pasado 6 de agosto. Foto: Boris Niehaus / Wikimedia Commons

Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el fuego «permanente» y «completo» en Gaza.

Básicamente, el acuerdo supone que Israel aliviará un poco el bloqueo en la Franja, siempre y cuando haya un cese completo de «hostilidades» por parte de Hamás. Todo lo demás se ha dejado para posteriores negociaciones, que comenzarán, en principio, dentro de un mes. Se trata de un plan muy poco ambicioso, pero parece que podrá evitar, de momento, que sigan cayendo las bombas. Los problemas de fondo, en cualquier caso, siguen ahí, en un lugar no muy diferente a donde llevan estando décadas.

Si finalmente se logra llegar hasta las negociaciones, las exigencias que van a estar sobre la mesa no dejan mucho espacio para el optimismo: Israel pedirá la completa desmilitarización de la Franja (algo prácticamente imposible, teniendo en cuenta el número de milicias que actúan por su cuenta), y Hamás pedirá el final completo del bloqueo (incluyendo la posibilidad de poner en funcionamiento un puerto y un aeropuerto), la apertura total de la frontera con Egipto, ayudas económicas internacionales y, sobre todo, la liberación de prisioneros encerrados en cárceles israelíes. En el caso bastante probable de que ninguna de las dos partes ceda, la situación volverá a ser la existente antes de esta última ofensiva, es decir, una especie de frágil «calma a cambio de calma», en la que la más mínima chispa volverá a provocar el incendio.

Embed from Getty Images

Una familia celebra en su coche destruido el alto el fuego, en las calles de Ciudad de Gaza. Foto: Majdi Fathi / NurPhoto / Getty Images

En concreto, y además del alto el fuego permanente, el acuerdo alcanzado este martes estipula la apertura de los pasos fronterizos entre Gaza e Israel, pero solo para que sea posible acelerar la introducción de ayuda humanitaria y del material necesario para la reconstrucción de la Franja. También se reabrirá el paso de Rafah hacia Egipto, una frontera que estará bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El pacto señala asimismo que los pescadores palestinos podrán faenar en un radio de seis millas en torno a sus costas (tres millas más que en la actualidad), ampliable más a adelante a doce. Según una fuente oficial israelí citada sin identificar por la edición digital del diario Yediot Aharonot, el pacto no incluye la transferencia de fondos económicos a Hamás, uno de los puntos que habían hecho fracasar las negociaciones anteriores.

En cuanto a las (previsibles) valoraciones, Israel insiste en que ha conseguido asestar un «duro golpe» a Hamás, matando a «mil milicianos» y rebajando «al 30%» su arsenal, y Hamás celebra la «victoria de la resistencia» y el «fracaso» del ejército israelí.

Poco después de que se anunciara el acuerdo, miles de gazatíes salieron a las destruidas calles de la Franja para celebrar, con disparos al aire, lo que consideraban «una derrota» de Israel. Las escenas, incluyendo las perturbadoras imágenes de niños con armas, recordaban a las que pudieron verse en estas mismas calles tras el alto el fuego que puso fin a la última operación militar israelí contra la Franja, en noviembre de 2011.

El presidente de la ANP, Mahmud Abás, quien fue el encargado de anunciar el acuerdo desde Ramala, aseguró que la tarea más urgente ahora es reconstruir Gaza. La Franja, dijo, ha sufrido «un grado de destrucción más allá de la imaginación». «Durante estos 50 días hemos hecho todos los esfuerzos posibles para suministrar a nuestro pueblo lo que necesita, pero no es suficiente. La gente en Gaza necesita mucho más. Hace falta apoyo rápido para intentar curar la herida que se ha infligido… La cuestión ahora es: ¿Qué pasa a continuación? Gaza ha sufrido tres guerras, ¿estamos esperando otra más? No podemos seguir con negociaciones confusas», añadió.

Horas después, el propio Abás se mostró dispuesto a mover él mismo la siguiente ficha y propuso al liderazgo palestino un plan unilateral que contempla un calendario para la creación de un Estado de pleno derecho con ayuda de la comunidad internacional, y sin pasar por otro proceso negociador como el que fracasó el pasado 29 de abril. Según informaron fuentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) citadas por El País, la propuesta de Abás plantea «poner fecha al fin de la ocupación», lo que conllevaría la creación de un Estado independiente palestino sobre las fronteras previas a 1967.

Ofir Akunis, viceministro en la oficina del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya ha respondido que «ninguna nación renuncia a su patria nativa», que «Judea y Samaria [la denominación israelí para Cisjordania] son la cuna del pueblo judío», y que retirarse equivaldría a un «suicidio nacional».

Embed from Getty Images

Dos niños sujetando armas, aparentemente descargadas, durante las celebraciones por el alto el fuego, en Ciudad de Gaza. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images

Lo cierto es que el acuerdo para el alto el fuego en Gaza ha agrietado más aún la coalición gobernante israelí, seriamente tocada ya desde antes de la ofensiva. Los ministros de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, y de Economía, Naftalí Bennett, ambos de la extrema derecha nacionalista, han mostrado, como era de esperar, su total oposición. Pero también Zahava Gal-On, dirigente del partido de izquierda Meretz, ha criticado al primer ministro y a su «irresponsable gobierno» por haber «puesto en bandeja» la victoria a Hamás: «El alto el fuego llega muy tarde y sus términos demuestran que la operación Margen protector es una derrota estratégica de Netanyahu, quien se metió en ella sin objetivos y ha terminado dándole ganancias a Hamás a costa de los habitantes del sur», dijo.

Y con respecto al propio Netanyahu, ésta no ha sido, desde luego, la guerra que él tenía en mente. Según un sondeo publicado este mismo martes, solo el 38% de los israelíes apoya ahora la política del primer ministro en Gaza. De acuerdo con diferentes encuestas realizadas durante la ofensiva, en cuatro días el apoyo a Netanyahu ha bajado un 17%; en tres semanas, un 25%; y desde que comenzó la operación Margen protector, un espectacular 44%.

El analista estadounidense M. J. Rosenberg, muy crítico con el Gobierno israelí, pero también defensor declarado de la legitimidad de Israel como «Estado judío», opina que la lectura de esta encuesta es que Hamás ha salido reforzada:

La razón por la que el apoyo a Netanyahu se ha hundido no es una repulsa pública por las muertes. De eso no hay prácticamente nada. La razón es que las muertes no están funcionando. Y todo lo que Netanyahu puede hacer es seguir matando, porque no hay estrategia. Y no la hay porque Netanyahu rechaza la solución obvia: acabar con la ocupación. Los israelíes se están despertando a la realidad de que el hecho de que Hamás siga contraatacando después de siete semanas significa que la seguridad de Israel no es más que una ilusión. Y eso es una victoria increíble para Hamás. […]

Hamás ha logrado lo que no ha conseguido ningún ejército árabe, ha destrozado la ilusión de que los israelíes pueden seguir de fiesta en Tel Aviv sin tener un solo pensamiento sobre la gente que está siendo machacada unos cuantos kilómetros más allá.

Para los habitantes de Gaza empieza ahora un durísimo y tristemente familiar camino de reconstrucción y duelo. Al espeluznante número de muertos y heridos durante estas semanas hay que sumar unos 400.000 desplazados internos, o el hecho de que muchos de los miles de menores heridos sufrirán discapacidades de por vida. Alrededor de 1.500 niños palestinos han quedado huérfanos, y, según cifras de UNICEF, cerca de 3.000 menores han tenido que ser asistidos psicológicamente.

«Celebramos la victoria, pero con un peso en el corazón», decía a la agencia AFP este martes Badir Mohamed, un joven palestino de 20 años: «No nos olvidamos de la sangre de los mártires, ni de los heridos, ni de los miles de desplazados».

Mucho tienen que cambiar las cosas para que haya esperanza en la cosecha que recogerán las generaciones futuras de esta siembra de destrucción.

(Un tuit de Farah Baker, la joven palestina de 16 años cuyos mensajes desde Gaza llegaron a convertirse en uno de los símbolos de esta guerra: «Esta chica no puede creerse que va a volver a su vida normal y pacífica. ¡Estoy tan feliz!»).


Más información y fuentes:
» Alto el fuego entre Israel y Hamas tras 50 días de guerra en Gaza (AFP)
» Gaza celebrates as long-term truce goes into effect (AFP)
» Gaza truce open-ended, but puts off tough issues (AP)
» Claves del alto el fuego en Gaza (AFP)
» Gaza ceasefire: Israel and Palestinians agree to halt weeks of fighting (The Guardian)
» El presidente Abbas plantea la creación unilateral de un Estado palestino (El País)
» Support for Netanyahu plunges, poll finds (Haaretz)
» Dos mil muertos para volver al punto de partida (Guerra eterna)
» El alto al fuego en Gaza es un parche mal cosido (World Wide Blog)
» Fotos de la celebración en las calles de Gaza (Reuters)
» Fotos de la destrucción causada en Gaza por los últimos ataques israelíes (Reuters)
» Cronología de la operación ‘Margen Protector’ (Efe, 20minutos.es)

Alto el fuego en Gaza tras 2.200 muertos y con poco espacio para el optimismo

Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el… Leer

«Querido Benjamin, deja de bombardear Gaza. Tuyo, Barack». Viñeta de Christian Adams en The Telegraph.

«Querido Benjamin, deja de bombardear Gaza. Tuyo, Barack». Viñeta de Christian Adams en The Telegraph.

Embed from Getty Images

Cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel, este 15 de julio. Foto: Thomas Coex / AFP / Getty Images

La violencia ha vuelto a desatarse con intensidad este martes entre Israel y los milicianos de Gaza, después del fracaso del alto el fuego propuesto por Egipto, una tregua que habría supuesto, en teoría, el cese de las hostilidades a partir de las nueve de la mañana. La propuesta contemplaba el fin de los ataques en las doce horas siguientes a su entrada en vigor y, después, en un plazo de 48 horas, negociaciones en El Cairo entre Hamás y el Gobierno de Israel.

La oferta fue aceptada en un principio por el Gobierno de Netanyahu, pero las milicias armadas de Gaza la rechazaron. Desde Hamás se emitieron mensajes contradictorios. El grupo islámico que gobierna en la franja no llegó a dar el sí y, al final, el rechazo era ya un hecho. Seis horas después de haber respondido afirmativamente a la propuesta egipcia, Israel reanudó los bombardeos sobre Gaza (Netanyahu ya había amenazado con intensificar los ataques si Hamás no aceptaba), en respuesta al disparo de hasta 70 cohetes desde la franja.

Los cohetes palestinos han causado este martes el primer muerto israelí, un civil que llevaba comida a los soldados del puesto fronterizo de Erez. En Gaza han muerto ya cerca de 200 personas, la mayoría civiles y muchos de ellos, niños. Hay, además, más de 1.400 heridos, miles de ciudadanos desplazados y refugiados en escuelas y centros comunitarios, y cientos de viviendas e infraestructuras arrasadas. Aquí hay una lista, con edades, nombres y apellidos, de los muertos en la franja desde que comenzó la operación Borde Protector, hace ocho días.

En el caso de que Hamás se hubiese inclinado por aceptar la propuesta egipcia, el grupo islámico habría necesitado más tiempo para tratar de convencer a la quincena de milicias armadas que operan en Gaza, muchas de las cuales tienen capacidad para seguir lanzando cohetes, como lo están demostrando ahora (más de 140 disparados este martes, según el ejército israelí). Pero no era muy probable que Hamás fuese a aceptar una iniciativa pactada sin su participación, y en la que no se le hace ninguna concesión explícita. El plan egipcio se limita a proponer una apertura de pasos fronterizos «cuando la situación sea estable», y deja las demás cuestiones, incluyendo las relativas a la seguridad, para que sean discutidas por ambas partes.

Hamás exige, como mínimo, y además del fin del bloqueo israelí a la franja, la liberación de los presos detenidos durante la búsqueda de los tres jóvenes israelíes secuestrados en junio y la apertura permanente de la frontera con Egipto. Sería una sorpresa que el gobierno egipcio del mariscal Al Sisi aceptase este último punto. Estamos hablando del mismo gobierno que ha perseguido implacablemente a los Hermanos Musulmanes desde que los militares arrebataron el poder al presidente Mohamed Mursi (quien sí simpatizaba con Hamás) en un golpe de Estado. El problema es que, de momento, Egipto parece ser el único mediador posible entre unas partes que no negocian de forma directa, puesto que no se reconocen mutuamente.

Para Netanyahu, el rechazo de la tregua por parte de Hamás supone, en sus propias palabras, una «legitimización ante la comunidad internacional» para continuar con los ataques a Gaza. El primer ministro israelí no estaba dispuesto a conceder más tiempo al grupo islamista, ante una situación de la que podría salir reforzado si, como era previsible, el alto el fuego era rechazado en la franja. Aún así, Netanyahu tuvo que enfrentarse a la presión de buena parte de la población israelí (según un sondeo de una televisión local, un 53% se opone a un alto el fuego en Gaza), y a la oposición frontal del ala más derechista de su coalición de gobierno: este martes, Netanyahu destituyó a su viceministro de Defensa, Danny Danon, tras unas declaraciones en las que éste criticaba duramente la decisión de aceptar la tregua.

El fracaso del alto el fuego puede dar, por otra parte, algo de protagonismo al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, quien no ha tenido hasta ahora la más mínima influencia en la crisis. Este miércoles está previsto que viaje a El Cairo para reunirse con Al Sisi y tratar de impulsar un nuevo intento de negociación.

En la franja, entre tanto, la situación es cada vez más desesperada.

El siguiente vídeo, del canal en inglés de Al Jazeera, muestra la vida diaria de una familia en Gaza:

Y aquí, cómo se está viviendo la crisis en Cisjordania:

Mientras, el ejército israelí continúa con su campaña de lavado de imagen en las redes sociales, insistiendo en la tesis del «derecho a defenderse» (los palestinos no se defienden, se limitan a llevar a cabo «acciones terroristas» y a «sacrificar a su propia gente»). Este martes publicaban en Twitter una foto en la que puede verse la ciudad de París bombardeada y el mensaje «¿Qué harías tú?». La imagen, sin embargo, ha resultado ser un arma de doble filo:

(«¿Qué harías tú si el ejército israelí estuviera bombardeando tu ciudad?»)


Más información y fuentes:
» Israel, Palestinians battle as Egyptian-proposed Gaza ceasefire collapses (Reuters)
» Fin del alto el fuego: Israel reanuda los bombardeos por el disparo de cohetes de Hamás (20minutos.es, agencias)
» Fallece el primer ciudadano israelí durante la operación “Margen Protector” (Efe)
» La historia del alto el fuego que nunca existió (Íñigo Sáenz de Ugarte, en Guerra eterna)
» Qué implica el fin del alto al fuego en Gaza en seis puntos (Jordi Pérez Colomé, en World Wide Blog)
» Netanyahu destituye al viceministro de Defensa por criticar al Ejecutivo (Efe)
» Egipto, el mediador estéril (Isabel Monzón, en El País)
» Israel showed restraint in Gaza before attacking? You must be kidding (Amira Hass, en Haaretz)
» Life in the Gaza Strip (BBC)

Leer también:
» La agonía de Gaza: las claves del ataque israelí y de la lucha por la supervivencia en la franja
» «Me iré sin mis libros»: una carta desde Gaza

El alto el fuego que no fue ni un tiempo muerto

La violencia ha vuelto a desatarse con intensidad este martes entre Israel y los milicianos de Gaza, después del fracaso del alto el fuego propuesto por Egipto, una tregua que habría supuesto, en teoría, el cese de las hostilidades a partir de las nueve de la mañana. La propuesta contemplaba el fin de los ataques en las doce horas siguientes a su entrada en vigor y, después, en un plazo de 48 horas, negociaciones en El Cairo entre Hamás y el […]

Inmigrantes africanos solicitantes de asilo, en el centro de detención de Holot, en el desierto del Neguev, Israel. Imagen: Voice of America (captura de vídeo)

No es probable que los policías estuviesen pendientes del calendario cuando este martes metieron a la fuerza en un autobús a 150 africanos que estaban protestando en Jerusalén, y los llevaron detenidos a prisión, justo en vísperas del Día Internacional del Inmigrante, la jornada en la que la ONU nos invita a recordar que todos sus países miembros (Israel incluido) aprobaron un documento en el que se establece «la necesidad de promover y proteger de manera efectiva los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes, con independencia de su estatus migratorio».

Los inmigrantes africanos habían abandonado un centro de internamiento en el desierto el pasado domingo para protestar contra una nueva ley recién aprobada por el Gobierno israelí, que permite mantenerlos retenidos de forma indefinida en una «instalación abierta», hasta que salgan del país. Ayudados por varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, los inmigrantes habían viajado a pie o en autobús hasta Jerusalén para manifestarse ante el Parlamento.

Embed from Getty Images

Inmigrantes africanos son detenidos durante una protesta frente al Parlamento, en Jerusalén, este martes. Foto: Menahem Kahana / AFP / Getty Images

Según el Gobierno israelí, la mayoría de los 50.000 inmigrantes africanos –sudaneses y eriteros, principalmente– que han llegado en los últimos años al país atravesando la frontera con Egipto, son trabajadores «ilegales» que «amenazan la estructura social del territorio».

Sin embargo, abogados y organizaciones defensoras de los derechos humanos aseguran que la mayoría son solicitantes de asilo que han huido de sus países de origen por persecuciones, guerras o duras condiciones de vida. «Venimos de un país en guerra y queremos dignidad. Queremos salvar nuestras vidas. No somos criminales», afirmaba uno de los manifestantes este martes, en declaraciones recogidas por la agencia Reuters.

Ahora, los inmigrantes detenidos permanecerán en prisión durante los próximos 90 días, por haber violado los términos de custodia en la instalación que decidieron abandonar el domingo. El centro, situado en el desierto, en el sur del país, permite a los 400 inmigrantes que fueron trasladados desde una prisión hace algo más de una semana abandonar la instalación durante el día, pero les obliga a regresar por la noche.


Foto: Un grupo de los cerca de 200 inmigrantes africanos que abandonaron a pie un centro de internamiento en el desierto israelí, para dirigirse hasta Jerusalén y protestar ante el Parlamento (Amir Cohen / Reuters)


La ley aprobada el 10 de diciembre por el Parlamento israelí forma parte de una serie de medidas para mantener a raya la inmigración africana, entre las que se encuentra también la construcción de una valla a lo largo de la frontera con Egipto dotada de un sistema de vigilancia de alta tecnología.

En 2012, el Ministerio israelí del Interior puso en marcha otra ley que permite a las autoridades policiales y de seguridad arrestar durante tres años a cualquier persona que entre en el país de forma ilegal, y contempla penas mayores incluso (de entre 5 y 15 años de cárcel) para quienes ayuden o cobijen a inmigrantes «ilegales». En ese mismo año, el Gobierno ordenó acelerar la deportación de unos 25.000 inmigrantes africanos.

Esta ley había sido aprobada hace unos años para frenar la entrada de los operarios palestinos que buscaban trabajo en Israel, pero en 2012 su alcance se extendió a los inmigrantes sin papeles o personas del tercer mundo que entran en busca de asilo.

Ninguna de estas medidas puede resultar sorprendente si acudimos a la hemeroteca. En enero de 2012, por ejemplo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya anunció que no pensaba permitir que «miles de trabajadores extranjeros inunden el país». «Estamos inundados por una oleada de refugiados que amenazan con llevarse nuestros logros y dañar nuestra existencia», dijo Netanyahu, en declaraciones recogidas por el diario Yediot Aharonot. En la misma entrevista defendía la construcción de la verja de 250 kilómetros en la frontera con Egipto que ahora está ya terminada.


Foto: La verja de seguridad construida por Israel en la frontera con Egipto (Nir Elias / Reuters)


Para el primer ministro, Israel tiene que convivir con el «problema» de su «éxito económico» y de ser «el único país del primer mundo que puede alcanzarse a pie desde el tercer mundo» (en referencia a Egipto, Palestina, Líbano y Siria, los territorios a través de los cuales entran los inmigrantes africanos).

La mayoría de los inmigrantes africanos sin papeles en Israel se concentran en el sur de Tel Aviv, en los barrios más pobres de la ciudad, ocupando infraestructuras precarias. No reciben ayudas del Gobierno y, según recogía la BBC en un reportaje publicado en 2012, muchos de ellos duermen a la intemperie, en calles y parques.

Israel ha suscrito la Convención de las Naciones Unidas para los Refugiados, que prohíbe expresamente la repatriación de aquellos refugiados que procedan de países en los que correrían el riesgo de morir si regresasen. Tal vez por eso, como denuncian algunas ONG de defensa de los derechos humanos, el Gobierno opta en muchos casos por «evadir» el proceso de calificación que determina cuáles de los inmigrantes africanos tienen derecho a asilo político.

A finales del pasado mes de agosto, Israel anunció un acuerdo con Uganda por el que el país africano habría aceptado recibir a decenas de miles de inmigrantes eritreos y sudaneses, inmigrantes que serán perseguidos si no se marchan. Según el Ministerio israelí, Uganda se comprometió a acoger a los eritreos y a servir como punto de tránsito para los sudaneses hacía su país natal. Las autoridades ugandesas, sin embargo, negaron que se hubiese cerrado acuerdo alguno.

En su informe anual correspondiente a 2012, una de las mayores ONG israelíes de derechos humanos, ACRI, denunció la «actitud agresiva» del Gobierno hacia la inmigración no judía, con una «actitud racista y xenófoba prevalente hacia los peticionarios de asilo africanos» y un «nuevo cénit de declaraciones racistas» por parte de diputados, dirigentes políticos y de seguridad, rabinos y líderes vecinales.

El anterior ministro de Interior, Eli Yishai, calificó en su momento la inmigración ilegal de una «amenaza» para su país igual o mayor que el programa nuclear iraní, y declaró que su política consistía en encarcelar a sin papeles para «amargarles la vida» hasta que pudiese deportarlos.


Más información y fuentes:
» Israel sends 150 protesting African runaways back to jail (Reuters)
» Illegal African immigrants protest Israel detention (AFP, vídeo)
» Marcha-protesta de inmigrantes hacia Jerusalén contra la nueva ley israelí (Europa Press)
» Uganda will take in thousands of Israel’s African migrants (Haaretz)
» Los riesgos de ser inmigrante ilegal en Israel (BBC)
» Inmigrantes africanos atrapados en el limbo israelí (El País)
» El ministro israelí de Interior encarcela inmigrantes para «amargarles la vida» (Efe)
» Declaración del Diálogo de Alto Nivel sobre la Migración Internacional y el Desarrollo (Asamblea General de las Naciones Unidas)
» Convención sobre el Estatuto de los Refugiados (Naciones Unidas)

Amargo final para la rebelión de los inmigrantes en Israel

No es probable que los policías estuviesen pendientes del calendario cuando este martes metieron a la fuerza en un autobús a 150 africanos que estaban protestando en Jerusalén, y los llevaron detenidos a prisión, justo en vísperas del Día Internacional… Leer

Un cartel de la campaña de Benjamin Netanyahu durante las elecciones legislativas israelíes de 2009. Foto: Zeevveez / Wikimedia Commons

El presidente de Israel, Shimon Peres, dio este sábado 14 días más al primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu, para que intente formar gobierno, después de que el plazo inicial de 28 días haya concluido en fracaso. Las conversaciones con los posibles socios están estancadas desde las elecciones del pasado 22 de enero. Si para el próximo día 16 Netanyahu no ha logrado formar un ejecutivo, y a falta de otro candidato capaz de obtener la mayoría parlamentaria, los israelíes serán convocados de nuevo a las urnas. El retraso puede hacer que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aplace, o se replantee, su anunciada visita a Israel, prevista, para finales de marzo.

En los comicios del 22 de enero, la alianza encabezada por Netanyahu (Likud-Beitenu, formada por la derecha israelí y el partido ultra del exministro de Exteriores Avigdor Lieberman) obtuvo el 23,2% de los votos (31 escaños de los 120 del Parlamento), un liderazgo insuficiente que obligó al primer ministro a tener que considerar alianzas. En los 28 días transcurridos desde entonces, Netanyahu solo ha conseguido forjar un pacto con la exministra de Exteriores Tzipi Livni, cuyo partido, El Movimiento (un conglomerado de seis facciones), le dio 37 escaños, lejos aún de los 67 que necesita para conformar una coalición estable.

Netanyahu tiene experiencia de sobra en el laberinto de las maniobras políticas, pero, como escribe Sal Emergi en El Mundo, esta vez parece estar «perdiendo la partida de póker ante dos novatos que han hecho de su alianza táctica su mayor virtud». Los novatos son el partido centrista Yesh Atid (Hay Futuro) del experiodista Yair Lapid (19 escaños, segundo en las elecciones), y el partido nacionalista religioso Bayit Yehudi (Hogar Judío) de Naftali Bennett (12 escaños, cuarto en los comicios). Y el caballo de batalla son los judíos ultraortodoxos.

Tanto Bennett como, sobre todo, Lapid, exigen a Netanyahu que ponga fin a las exenciones del servicio militar de que disfrutan los ultraortodoxos desde la fundación del país, y que recorte las cantidades que otorga el Estado a esta comunidad. Netanyahu, sin embargo, insiste en querer incluir a los partidos ultraortodoxos (el sefardí Shas y el askenazí Judaísmo Unido de la Torá, principalmente) en su coalición. Por un lado, le han sido leales en el pasado; por otro, sus números darían más estabilidad a su gobierno frente a los otros integrantes de la posible coalición. El problema es que ni Hay Futuro ni Hogar Judío quieren sentarse en un ejecutivo donde estén también las facciones ultraortodoxas que desean mantener las exenciones al servicio militar y otros privilegios.

En resumen: El objetivo común de estos dos partidos ha puesto a Netanyahu contra las cuerdas. Si los ignora y se limita a pactar con los ultraortodoxos se quedará corto (la colición alcanzaría solo entre 55 y 57 escaños, insuficientes para gobernar), de modo que, a menos que opte por llevar al país a un nuevo proceso electoral ante la imposibilidad de formar gobierno, al primer ministro no le va quedando otra que rendirse: Una coalición con Lapid y Bennet le daría una mayoría suficiente, pero al alto precio de perder a sus aliados ultraortodoxos y de tener que ceder más poder. Y muchas más opciones no hay, ya que el resto de los partidos (el laborista, las formaciones árabes, el comunista Hadash y el pacifista Meretz) no tienen intención de participar en las negociaciones.

Otra cosa es cuánto de real tiene exactamente esa ‘alianza táctica’ entre Hay Futuro y Hogar Judío. Porque las coincidencias entre ambos partidos no van más allá de su oposición a las exenciones y su rivalidad con Netanyahu. Sus ideas sobre cómo «repartir la carga del Estado» (la expresión con la que Lapid suele aludir a poner fin a los privilegios de los ortodoxos) son muy diferentes, y tampoco están de acuerdo en lo que respecta al proceso de paz con los palestinos. El partido de Lapid cree que es necesario reactivarlo, mientras que la formación liderada por Bennet está a favor de mantener los asentimientos judíos en los territorios ocupados.

Ambos líderes son, también, muy distintos. Lapid, antigua estrella de la televisión y la gran revelación de las elecciones, es un centrista carismático, pero poco definido políticamente y más bien neoliberal en lo económico, aunque no tanto como Netanyahu. Bennet, por su parte, ha conseguido aportar al nacionalismo tradicional israelí un aire más moderno, más joven y más desenfadado, pero sus convicciones siguen siendo radicales. Se opone a la creación de un Estado palestino, apoya a los colonos (aunque trate de distanciarse de los más extremistas), y quiere «resucitar el sionismo» con «valores judíos», pero sin comprometer por ello, siendo él mismo un destacado exmilitar, el papel fundamental, y sin excepciones, del ejército.

Los grupos religiosos son conscientes de estas diferencias y maniobran para salvaguardar sus intereses. Según una información del diario Maariv recogida por la agencia Efe, el partido ultraortodoxo Judaísmo Unido de la Torá envió un mensaje a Hogar Judío para tratar de contrarrestar la influencia de Hay Futuro en la coalición: «Ayudadnos a proteger las yesivás [seminarios talmúdicos, cuyos alumnos reciben subvenciones y están exentos del servicio militar] y os ayudaremos a proteger las colonias [en territorio palestino ocupado]».

No les faltan motivos para verse amenazados como nunca antes. Las demandas de Hay Futuro han encontrado mucho eco en una clase media laica israelí cada vez más cansada de que los ultraortodoxos no estén obligados a participar en el ejército, no tengan que educar a sus hijos con los programas escolares del resto de los niños, y no necesiten ganarse la vida trabajando, gracias a las ayudas sociales que reciben del Estado. El propio Lapid ha dicho que entiende que el estudio de los textos sagrados es parte de la esencia judía, pero que eso no debe ser una excusa para que los niños no aprendan matemáticas e inglés, los jóvenes no sirvan a su patria y los adultos no trabajen para mantenerse.

La situación de los ultraortodoxos y su dependencia de un Estado en el que, sin embargo, no están plenamente integrados, era, al fin y al cabo, una bomba de relojería que tenía que acabar estallando tarde o temprano. Son, junto con los árabes, la parte más empobrecida de la población, y mantienen un constante crecimiento demográfico (tienen una media de más de 4,2 hijos por mujer, casi el triple que la población judía laica).

Muchos ciudadanos israelíes, y especialmente los 543.289 que votaron a Lapid, tienen, además del asunto de los ultraortodoxos, otras preocupaciones en mente. Entre las más importantes, la falta de viviendas asequibles, el elevado precio de los alimentos o los altos impuestos que paga la clase media (el proceso de paz y la ocupación han quedado muy en segundo plano). Sin embargo, lo cierto es que, el final, son los ultraortodoxos y su exención del servicio militar lo que parece estar acaparando todo el protagonismo en esta larga agonía postelectoral.

¿Y dónde queda el antimilitarismo en todo este debate? En una sociedad como la israelí, muy lejos. Los que piensan que el servicio militar no debería ser obligatorio ni para los ultraortodoxos ni para nadie son, hoy por hoy, una pequeña minoría.


Más información y fuentes:
» Netanyahu gets 14 more days to form new Israeli government (Reuters)
» Netanyahu’s Ticking Time Bomb (The American Prospect)
» Peres concede a Netanyahu dos semanas más para formar Gobierno (El Mundo)
» El insólito pacto Lapid-Benet doblega a Netanyahu (Efe)
» Los partidos empiezan negociaciones para formar el próximo gobierno israelí (Efe)
» La tensión entre religiosos y seculares dificulta la formación del gobierno israelí (Efe)
» Woe to the Victor (Uri Avnery)
» ‘Equal burden’ – a disaster for the IDF (Uri Avnery)
» Israel no gira, solo frena (Obamaworld)
» The Party Faithful (The New Yorker)
» Yair Lapid, un atractivo novato en un campo lleno de lobos (Guerra Eterna)

Una prórroga agónica para Netanyahu

El presidente de Israel, Shimon Peres, dio este sábado 14 días más al primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu, para que intente formar gobierno, después de que el plazo inicial de 28 días haya concluido en fracaso. Las conversaciones con… Leer

Ha sido una acción relativamente discreta, pero bastante significativa. Aviones de la fuerza aérea israelí entraron este miércoles en el espacio aéreo sirio y llevaron a cabo un ataque de los denominados «quirúrgicos». Según informaron varios medios, citando fuentes de la inteligencia estadounidense, el objetivo fue un convoy que, probablemente, transportaba armas desde Damasco hacia Líbano.

Israel teme que el caos reinante en Siria facilite la entrada de armamento en el país vecino, y que estas armas acaben en manos de los milicianos de Hizbulá. Hizbulá, organización chií que forma parte del Gobierno libanés, ha expresado públicamente su apoyo al presidente sirio, Bashar al Asad, quien cuenta también con el respaldo de Irán, la gran potencia chií de la región y el principal respaldo −material e ideológico− de la propia Hizbulá.

Durante horas, sin embargo, ni Israel ni Siria confirmaron el ataque, aunque alrededor del mediodía ya era evidente que se había producido («cuando Israel ni confirma ni desmiente, dalo por hecho», escribía en Twitter Miguel Molleda, corresponsal de RNE). Finalmente, Reuters informó de la incursión militar, citando «fuentes occidentales» de inteligencia (léase estadounidenses), y algo después AP ofreció más detalles: Según esta última agencia, los aviones israelíes cruzaron la frontera poco después de la medianoche y atacaron un convoy que transportaba misiles SA-17 (tierra-aire) de fabricación rusa con destino a Hizbulá.

La confirmación por parte de Siria llegó más tarde, y con una versión distinta de los hechos. Los medios oficiales del país denunciaron que los aviones israelíes habían bombardeado un centro de investigación en Jerama, en la provincia de Damasco, causando dos muertos y cinco heridos. El centro, que supuestamente sufrió «considerables» daños, «sirve para el desarrollo de equipos militares», en concreto para «incrementar los niveles de resistencia y autodefensa». El Mando General de las Fuerzas Armadas sirias explicó en un comunicado recogido por la agencia estatal Sana que las aeronaves procedían del monte Hermón, en la frontera entre Siria, Israel y Líbano, y que volaban a una altitud lo suficientemente baja como para ser invisibles a los radares.

Sea como fuere, la acción israelí es la consecuencia lógica de lo que el Gobierno de Netanyahu venía advirtiendo últimamente. A principios de enero, el primer ministro israelí se mostró partidario de construir un muro fronterizo (Netanyahu y los muros) entre Siria y el territorio ocupado de los Altos del Golán, con el fin de impedir la entrada en Israel de «terroristas» que podrían aprovechar la ausencia de las fuerzas sirias que protegían la zona hasta el inicio de la guerra civil. «Hoy sabemos que el Ejército sirio ha abandonado su lado de la frontera y en su lugar se encuentran elementos de la ‘Yihad Global’», dijo.

Este mismo lunes, Netanyahu insistió en el mismo argumento, afirmando ante una delegación de legisladores estadounidenses que sus opciones con Siria se sitúan «entre lo malo y lo peor». Y un día antes había indicado a su Consejo de Ministros que «es necesario estar pendientes de nuestro entorno, de lo que sucede con Irán y sus satélites, y de lo que sucede en otros campos, como el de las armas letales en Siria, un país que poco a poco se va desmoronando».

Aunque no está tan claro que, como titulaba el diario israelí Haaretz en su edición digital, el ataque de este miercoles haya supuesto la entrada de Israel en la guerra civil siria, lo que sí parece evidente es que Israel ha pasado a la acción. De momento se trata de una operación aislada, en la misma línea de otras llevadas a cabo por los israelíes anteriormente (en septiembre de 2007 y el verano de 2008, Israel bombardeó un reactor nuclear en Siria y presumiblemente asesinó a un general relacionado con el programa nuclear sirio y con Hizbulá, y también, en Damasco, a un líder de la organización chií), pero no es descartable que haya más.

Como ha ocurrido en esta ocasión, en ninguno de los casos anteriores admitió Israel responsabilidad alguna. Según Haaretz, de este modo el presidente sirio «no se vio obligado a responder». Pero ahora a Israel no puede preocuparle mucho una posible respuesta de Asad, cada vez más debilitado y enfrascado en su propia guerra. La preocupación israelí, como ha demostrado este miércoles, está más en Hizbulá. El temor es que cuanto más se debilite el régimen sirio, más se intensificarán los esfuerzos de Hizbulá por conseguir todas las armas que pueda.

«Curiosamente −añade el diario− ni los países occidentales ni los árabes han condenado el ataque. La mayoría están alentando la caída de Asad». Lo que está por ver es la reacción de Irán. El pasado 25 de enero, Ali Akbar Velayati, el principal consejero de política exterior del líder supremo iraní, dijo que «un ataque a Siria será considerado como un ataque a Irán y a los aliados de Irán». Bien, pues el ataque ya se ha producido.

Una cosa, al menos, es segura. Cuando se trata de defender lo que considera sus intereses, Israel sigue atacando donde, como y cuando le place, con o sin fronteras de por medio, y sin mayores consecuencias.


Actualización: 31/1/2012, 19.00 h

El Gobierno sirio ha presentado este jueves una queja oficial ante el Consejo de Seguridad de la ONU tras denunciar el ataque israelí del miércoles, según la agencia oficial de noticias, Sana. El embajador sirio en Líbano, Ali Abdul Karim Ali, ha ido más allá: «Damasco tiene la capacidad de emprender un ataque de represalia por sorpresa», indicó. Irán por su parte, también ha condenado el ataque aéreo israelí contra Siria, y afirma que la acción tendrá «graves consecuencias para Israel», informó la televisión oficial iraní en inglés, PressTV. El ataque ha sido condenado asimismo por Rusia y por la Liga Árabe. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, indicó que «de confirmarse el ataque, se trataría de una manifiesta violación de la legislación internacional». El secretario general de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, definió la acción israelí como una «agresión flagrante contra la soberanía de un país árabe» y apeló a la intervención de la comunidad internacional. «El silencio mostrado después de otros bombardeos previos de Israel contra objetivos sirios en el pasado le ha animado a efectuar nuevos ataques», señaló.


Más información y fuentes:
» Israel enters the civil war in Syria (Haaretz)
» Israel Attacks Syria Arms Convoy (Richard Silverstein, en Tikun Olam)
» Israel ataca objetivos en territorio sirio junto a la frontera con Líbano (El País)
» Siria acusa a Israel de bombardear un centro de investigación en la provincia de Damasco (Europa Press)
» Israeli Airstrike in Syria Targets Arms Convoy, U.S. Says (The New York Times)

Israel pasa a la acción en Siria

Ha sido una acción relativamente discreta, pero bastante significativa. Aviones de la fuerza aérea israelí entraron este miércoles en el espacio aéreo sirio y llevaron a cabo un ataque de los denominados «quirúrgicos». Según informaron varios medios, citando fuentes de… Leer

Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un autobús de Tel Aviv perpetrado horas antes (21 heridos, dos de ellos, muy graves), fue negociado con la mediación de Egipto y de EE UU, y entró en vigor a las nueve de la noche (hora local). Excepto por algunos cohetes palestinos aislados, de momento ambas partes lo están respetando. Ambas partes, también, se han declarado vencedoras.

En líneas generales, los islamistas de Hamás (gobernantes en Gaza) han salido reforzados, aunque esto depende mucho de lo que pase en los próximos días; Benyamin Netanyahu (primer ministro israelí) ha obtenido algo de crédito electoral y ha frenado los ataques contra territorio israelí; y Mahmud Abás (presidente de la Autoridad Palestina) ha quedado ninguneado. Además, se ha abierto una endeble puerta a futuras negociaciones, Egipto ha recuperado protagonismo como actor en la región, Estados Unidos ha logrado salvar los muebles dejando claro que sigue apoyando a Israel incondicionalmente, el conflicto de fondo sigue igual de enquistado que siempre, y la población, sobre todo la de Gaza, ha sufrido enormemente.

Al dolor de los muertos y heridos hay que sumar el aumento de los sentimientos militaristas y del odio en los dos lados. La violencia y el radicalismo que llevan incubándose durante generaciones se ha reforzado más aún si cabe. Una de las fotos de este miércoles muestra a un niño palestino de apenas tres años sosteniendo una pistola, durante las celebraciones por el alto el fuego. No es la única:

Embed from Getty Images

Un niño sostiene un arma durante las celebraciones por el alto el fuego entre Israel y Hamás, en Ciudad de Gaza. Foto: David Degner / Getty Images

• La tregua. El acuerdo alcanzado tiene dos fases. En la primera, ambas partes se comprometen a no seguir disparando. En el caso de Israel, ello implica detener los bombardeos  «por tierra, mar y aire», así como «los ataques a individuos». En el caso de las facciones palestinas (no solo Hamás), implica «poner fin a las hostilidades, incluido el lanzamiento de cohetes y los ataques fronterizos».

La segunda fase es más complicada y, en principio, se negociará a partir de que se hayan cumplido 24 horas sin ataques. El objetivo es alcanzar una tregua más permanente y, para ello, Israel y Hamás pondrán sobre la mesa sus exigencias: Los israelíes, el cese total de los ataques con cohetes y de la entrada de armamento a la Franja; Hamás, un alivio del bloqueo a personas y mercancías impuesto por Israel desde hace más de cinco años. La negociación sobre una eventual apertura de la frontera se hará con la mediación de Egipto. En Gaza lo celebran ya como el fin del embargo, pero probablemente los israelíes no lo interpreten así. Un acuerdo será muy difícil, si es que llega a alcanzarse.

• Las víctimas. La afirmación del ejército israelí de que iba a llevar a cabo «ataques quirúrgicos» era imposible de cumplir en una zona tan densamente poblada como Gaza, algo que, obviamente, conocen los mandos israelíes, pero ante lo que no se detuvieron. Los bombardeos del ejército israelí sobre la Franja han dejado un total de 162 palestinos muertos, entre ellos, unos 40 niños. La mayoría de los fallecidos son civiles. Los cohetes palestinos, por su parte, han matado a cinco israelíes (cuatro civiles y un soldado).

• Cómo empezó. La operación israelí Pilar de la Defensa comenzó el pasado miércoles con el «asesinato selectivo» del líder militar de Hamás Ahmed Yabari, que fue alcanzado por un misil israelí cuando circulaba en coche por las calles de Gaza. El fin de semana anterior habían muerto seis palestinos y resultado heridos ocho israelíes (la mayoría, atendidos por estado de shock) y 30 palestinos, en una espiral de violencia que se desató tras la ruptura de otro (frágil) alto el fuego anterior. Israel justificó los ataques contra Gaza que siguieron al asesinato de Yabari como respuesta a la oleada de cohetes lanzados por milicianos palestinos contra su territorio en los días previos.

• Los ataques. En estos ocho días, Israel ha lanzado sobre Gaza unos 1.500 bombardeos aéreos, marítimos y terrestres. Los grupos armados de la Franja han lanzado sobre Israel un número semejante de cohetes, muchos de los cuales fueron interceptados por el sistema antimisiles israelí Iron Dome («cúpula de acero», financiado con dinero estadounidense). Aparte de más de 900 plataformas de lanzamiento de cohetes (según fuentes militares israelíes) y de otras infraestructuras militares, el ejército israelí ha destruido edificios gubernamentales y sedes de Hamás, y ha causado graves daños a espacios urbanos, viviendas e inmuebles, incluyendo instalaciones utilizadas por la prensa. Pese a que Israel movilizó a unos 70.000 reservistas, y a que destacó tropas en la frontera, la invasión terrestre no ha llegado a producirse.

Audio: Bombas israelíes explosionando durante una intervención en directo del corresponsal de la BBC en Gaza

• Hamás. Aunque las dos partes se han declarado vencedoras tras el anuncio de la tregua, es en la calles de Gaza, no en las de Israel, donde ha habido celebraciones. Y eso, a pesar de que los periodos de alto el fuego benefician más a los israelíes, que dejan de recibir cohetes y pueden seguir con su vida normal, que a los habitantes de la Franja, cuya situación sigue siendo básicamente la misma: ocupados, encerrados, aglomerados, al borde de la miseria y gobernados por una organización que presenta un negro historial de respeto a los derechos humanos.

Una de las razones del júbilo en Gaza es que, a pesar de toda su fuerza militar, Israel no ha logrado vencer, y para Hamás, no perder es una victoria. Otra es que existe una esperanza, justificada o no, de que se pueda llegar a aliviar el bloqueo.

En cualquier caso, los islamistas radicales de Hamás, que gobiernan la Franja desde que ganaron las elecciones en 2006 (en solitario tras expulsar a Al Fatah en la guerra civil de un año después), pueden haber salido reforzados. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que su imagen de ser la única resistencia contra Israel se ha apuntalado más aún tras este último ataque israelí.

El problema es que Israel (y también EE UU, la UE, Japón, Canadá o Australia) sigue considerando a Hamás una organización terrorista, y no reconoce la legitimidad de su gobierno. Y también que Hamás, por su parte, sigue sin reconocer oficialmente al Estado de Israel y apostando por la lucha armada. No parece un buen principio para negociar. Y si las negociaciones no avanzan, a Hamás se le empezará a acabar el crédito obtenido.

Para complicar más aún el escenario, muchos milicianos de Gaza no están controlados por Hamás. Buena parte de los cohetes, por ejemplo, son lanzados por miembros de Yihad Islámica, que recibe el armamento de Irán.

Embed from Getty Images

Jóvenes palestinos celebran el alto el fuego entre Hamás e Israel en las calles de Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Foto: Said Khatib / AFP / Getty Images

• Israel. Al margen de la ventaja política que haya podido conseguir Netanyahu (en el sur de Israel, blanco de los cohetes de las milicias palestinas, viven cerca de un millón de votantes), Israel ha conseguido cumplir, en principio, sus objetivos directos: Ha mermado la infraestructura militar de Hamás, ha matado a milicianos palestinos y, sobre todo, ha logrado detener el lanzamiento de cohetes contra su territorio. El periodista Jordi Pérez Colomé explica así las alternativas que tenía antes y tiene ahora el Gobierno israelí:

Solo hay dos: una, arrasar Gaza. Aunque es el método que ha escogido el sirio Asad para su país, en Israel sería inimaginable. Dos, invadir Gaza. Las muertes de soldados israelíes y civiles palestinos harían la situación insostenible en pocos días. Ninguna alternativa sirve. Con los recursos que Netanyahu tenía, ha ganado; siempre que no vuelvan los cohetes en breve. Si vuelven, deberá optar por la invasión y si hay muchos muertos, colgarán la culpa a Hamás.

La crítica que se le hace a Israel es que esta situación no es ninguna solución. Habrá pronto otra guerra. Es verdad. Pero Israel no parece hoy dispuesto a jugar a nada más que a alargar la inestabilidad y esperar que otra generación encuentre un momento mejor para solventar la cuestión para siempre.

Por lo pronto, Israel ha anunciado ya este jueves que estudiará «una acción militar más severa» si fracasa la tregua.

• Mahmud Abás. El presidente de la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania (la otra parte de los territorios palestinos ocupados), ha sido, quizá, el gran perdedor político tras esta semana. Su papel en la crisis ha sido poco menos que nulo, lo que puede hacerle perder apoyos si convoca elecciones, y su talante moderado (hace poco sugirió que renunciaba a exigir el derecho al retorno de los refugiados palestinos) no es, por otro lado, suficiente para Israel. No tiene muchas salidas, y su partido, Al Fatah, puede verse perjudicado.

• Egipto. El nuevo presidente egipcio, Mohamed Mursi, se encontraba en una difícil situación. Como islamista, y por sus propias declaraciones, se le presupone un apoyo a Hamás y una actitud más beligerante contra Israel, a diferencia de la mantenida por su antecesor, el despuesto Hosni Mubarak. Pero, a la vez, ello podría haber provocado una ruptura con EE UU, cuyo respaldo, aunque sea con reservas, necesita. Finalmente se ha plegado a las exigencias de Washington y ha presionado a Hamás para que acepte las condiciones del alto el fuego, pero, al mismo tiempo, ha logrado restablecer el papel de Egipto como un importante factor en el conflicto. Israel y Egipto firmaron la paz en 1979 y, de momento, la paz se mantiene.

• Estados Unidos. El Gobierno de Obama también ha conseguido salir airoso de la crisis, a pesar de que ha recibido críticas por los dos lados (por demasiado tibio en la defensa de Israel, desde las filas republicanas más conservadoras; por abandonar a los palestinos a su suerte, desde quienes le acusan de apoyar a Israel haga este país lo que haga). De nuevo, la lectura que hace Pérez Colomé en su blog:

Es una exageración, pero la impresión es que Hillary llegó el martes por la noche, puso firmes a unos y a otros, salió en El Cairo a decir que ya estaba todo arreglado y se volvió a Washington. Su altura en las hipotéticas presidenciales de 2016 será enorme.

Lo que ha quedado claro es que, a pesar de los desencuentros entre Obama y Netanyahu durante la campaña electoral estadounidense, el primer ministro israelí puede dormir tranquilo. El apoyo de Washington a Israel y a su «derecho a defenderse», sigue siendo total, y así lo expresó la Casa Blanca desde el primer día de los ataques contra Gaza.

• La causa palestina. El ataque israelí ha devuelto visibilidad a los palestinos, cuya situación había quedado muy en segundo plano desde el inicio de las revueltas de la llamada ‘primavera árabe’, y especialmente durante estos últimos meses, en los que otros asuntos en Oriente Medio —la guerra en Siria, el cambio político en Egipto, la tensión con Irán— han copado la atención internacional. Pero, a la vez, la operación Pilar de la Defensa puede suponer un auténtico torpedo contra la intención de Palestina de, ante el punto muerto en que se encuentran las negociaciones con Israel, intentar convertirse, al menos, en Estado observador no miembro de Naciones Unidas (un estatus parecido al del Vaticano). Los palestinos van a someter la iniciativa a la Asamblea General dentro de una semana. La inestabilidad y la violencia de estos días no va a ayudarles ante países indecisos que verán la propuesta como una forma de echar más leña al fuego en la región. Y para los aliados tradicionales de Israel, lo ocurrido no hace sino corroborar que el Estado judío sigue siendo vulnerable y sigue estando amenazado. El único aspecto positivo para los palestinos puede ser el aumento del apoyo que haya podido generar su condición de víctimas, evidenciada en la desigualdad del enfrentamiento y en el gran número de muertos heridos civiles causados por Israel.


Más información y fuentes:
» Otra guerra en Gaza y casi todo sigue igual (Obamaworld)
» Israel y Hamás: Lo que se ha conseguido en esta semana (Ian Black, en The Guardian)
» ¿Quien ha ganado? (Pomegranate, The Economist)
» Mursi, el padrino de un pacto de sangre (Francisco Carrión, en El Mundo)
» Un tupido entramado político (Ana Carbajosa, en El País)
» Son los palestinos los que tienen derecho a defenderse (Seumas Milne, en The Guardian)
» Las rutas del arsenal de Hamás (Andrea Rizzi, en El País)
» Iron Dome: El techo de la cárcel (Pepe Cervera, en RTVE)
» Así es la vida bajo el gobierno de Hamás (Vice)

Leer también: Hamás, la piedra en la bota de Israel

Alto el fuego entre Israel y Hamás: un balance

Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un… Leer

1 2