Cohetes lanzados desde Gaza hacia Israel, este 15 de julio. Foto: Thomas Coex / AFP / Getty Images
La violencia ha vuelto a desatarse con intensidad este martes entre Israel y los milicianos de Gaza, después del fracaso del alto el fuego propuesto por Egipto, una tregua que habría supuesto, en teoría, el cese de las hostilidades a partir de las nueve de la mañana. La propuesta contemplaba el fin de los ataques en las doce horas siguientes a su entrada en vigor y, después, en un plazo de 48 horas, negociaciones en El Cairo entre Hamás y el Gobierno de Israel.
La oferta fue aceptada en un principio por el Gobierno de Netanyahu, pero las milicias armadas de Gaza la rechazaron. Desde Hamás se emitieron mensajes contradictorios. El grupo islámico que gobierna en la franja no llegó a dar el sí y, al final, el rechazo era ya un hecho. Seis horas después de haber respondido afirmativamente a la propuesta egipcia, Israel reanudó los bombardeos sobre Gaza (Netanyahu ya había amenazado con intensificar los ataques si Hamás no aceptaba), en respuesta al disparo de hasta 70 cohetes desde la franja.
Los cohetes palestinos han causado este martes el primer muerto israelí, un civil que llevaba comida a los soldados del puesto fronterizo de Erez. En Gaza han muerto ya cerca de 200 personas, la mayoría civiles y muchos de ellos, niños. Hay, además, más de 1.400 heridos, miles de ciudadanos desplazados y refugiados en escuelas y centros comunitarios, y cientos de viviendas e infraestructuras arrasadas. Aquí hay una lista, con edades, nombres y apellidos, de los muertos en la franja desde que comenzó la operación Borde Protector, hace ocho días.
En el caso de que Hamás se hubiese inclinado por aceptar la propuesta egipcia, el grupo islámico habría necesitado más tiempo para tratar de convencer a la quincena de milicias armadas que operan en Gaza, muchas de las cuales tienen capacidad para seguir lanzando cohetes, como lo están demostrando ahora (más de 140 disparados este martes, según el ejército israelí). Pero no era muy probable que Hamás fuese a aceptar una iniciativa pactada sin su participación, y en la que no se le hace ninguna concesión explícita. El plan egipcio se limita a proponer una apertura de pasos fronterizos «cuando la situación sea estable», y deja las demás cuestiones, incluyendo las relativas a la seguridad, para que sean discutidas por ambas partes.
Hamás exige, como mínimo, y además del fin del bloqueo israelí a la franja, la liberación de los presos detenidos durante la búsqueda de los tres jóvenes israelíes secuestrados en junio y la apertura permanente de la frontera con Egipto. Sería una sorpresa que el gobierno egipcio del mariscal Al Sisi aceptase este último punto. Estamos hablando del mismo gobierno que ha perseguido implacablemente a los Hermanos Musulmanes desde que los militares arrebataron el poder al presidente Mohamed Mursi (quien sí simpatizaba con Hamás) en un golpe de Estado. El problema es que, de momento, Egipto parece ser el único mediador posible entre unas partes que no negocian de forma directa, puesto que no se reconocen mutuamente.
Para Netanyahu, el rechazo de la tregua por parte de Hamás supone, en sus propias palabras, una «legitimización ante la comunidad internacional» para continuar con los ataques a Gaza. El primer ministro israelí no estaba dispuesto a conceder más tiempo al grupo islamista, ante una situación de la que podría salir reforzado si, como era previsible, el alto el fuego era rechazado en la franja. Aún así, Netanyahu tuvo que enfrentarse a la presión de buena parte de la población israelí (según un sondeo de una televisión local, un 53% se opone a un alto el fuego en Gaza), y a la oposición frontal del ala más derechista de su coalición de gobierno: este martes, Netanyahu destituyó a su viceministro de Defensa, Danny Danon, tras unas declaraciones en las que éste criticaba duramente la decisión de aceptar la tregua.
El fracaso del alto el fuego puede dar, por otra parte, algo de protagonismo al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, quien no ha tenido hasta ahora la más mínima influencia en la crisis. Este miércoles está previsto que viaje a El Cairo para reunirse con Al Sisi y tratar de impulsar un nuevo intento de negociación.
En la franja, entre tanto, la situación es cada vez más desesperada.
El siguiente vídeo, del canal en inglés de Al Jazeera, muestra la vida diaria de una familia en Gaza:
Y aquí, cómo se está viviendo la crisis en Cisjordania:
Mientras, el ejército israelí continúa con su campaña de lavado de imagen en las redes sociales, insistiendo en la tesis del «derecho a defenderse» (los palestinos no se defienden, se limitan a llevar a cabo «acciones terroristas» y a «sacrificar a su propia gente»). Este martes publicaban en Twitter una foto en la que puede verse la ciudad de París bombardeada y el mensaje «¿Qué harías tú?». La imagen, sin embargo, ha resultado ser un arma de doble filo:
(«¿Qué harías tú si el ejército israelí estuviera bombardeando tu ciudad?»)
La violencia ha vuelto a desatarse con intensidad este martes entre Israel y los milicianos de Gaza, después del fracaso del alto el fuego propuesto por Egipto, una tregua que habría supuesto, en teoría, el cese de las hostilidades a partir de las nueve de la mañana. La propuesta contemplaba el fin de los ataques en las doce horas siguientes a su entrada en vigor y, después, en un plazo de 48 horas, negociaciones en El Cairo entre Hamás y el […]
Funeral en Bait Hanun, Gaza, por seis miembros de una misma familia palestina, muertos en un ataque israelí el 8 de julio. Foto: Muhammad Sabah / B’Tselem
«Han bombardeado casas con familias completas, y las familias aquí no son como en España, aquí son por lo menos de ocho o diez miembros… Es una locura, un genocidio, un acto criminal… Por la noche no hay luz, hay oscuridad absoluta acompañada de ambiente de guerra. La gente está en casa, no sale…». Así describía Ahmad Yacoub, secretario de la Asociación de Escritores Palestinos, a 20minutos.es el infierno en que se ha convertido la franja de Gaza desde que, hace ya casi una semana, comenzaron los bombardeos israelíes.
El balance de víctimas, tras un total de 1.320 ataques, habla por sí mismo: hasta este domingo, al menos 165 palestinos muertos y cerca de 700 heridos. Tres de cada cuatro fallecidos son civiles, y más de una veintena, niños. Dos terceras partes de los heridos son mujeres y menores de edad. Las cifras son de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).
Desde la franja los milicianos de Hamás (la organización islamista que gobierna en Gaza) y de otras facciones palestinas continúan lanzando cohetes contra Israel (en torno a 800 desde el martes, según el Ejército israelí), pero ni su capacidad ni su eficacia son comparables con el poder de la maquinaria de guerra israelí, que dispone, además, de un sofisticado sistema defensivo antiaéreo (Iron Dome, Cúpula de Hierro), capaz de interceptar una buena parte de los proyectiles. De momento, los cohetes palestinos han herido de diversa consideración a una docena de israelíes (dos graves, diez leves, y tres de ellos, militares).
Todo parece indicar que la violencia no va a detenerse pronto. Israel realiza ya incursiones terrestres (los bombardeos no están consiguiendo el objetivo de neutralizar los lanzamientos de cohetes), y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha dejado claro que su gobierno contempla «todas las opciones». También ha hecho oídos sordos a las ofertas de mediación realizadas por Estados Unidos, aunque sabe que, de todos modos, cuenta con el respaldo prácticamente incondicional del presidente Barack Obama. Washington ha hecho un llamamiento al cese de los ataques por ambas partes, pero insiste en que Israel tiene «derecho a defenderse».
Este derecho a la defensa es, una vez más, el principal argumento israelí a la hora de justificar el ataque. En este sentido, el Ejército israelí afirma que solo ataca las viviendas de miembros de Hamás implicados en ataques a Israel, blancos que denomina «objetivos terroristas», e incluso denuncia el uso de civiles palestinos como «escudos humanos». En ocasiones, también avisa por teléfono (minutos antes) a las familias de las casas que van a ser bombardeadas. Pero, dejando a un lado el hecho de que se trataría de intentos de ejecuciones sin juicio, la muerte de familiares, víctimas inocentes y civiles en general, es difícilmente evitable. Gaza es una de las regiones más densamente pobladas del mundo.
Una familia palestina huye de su casa en Gaza, en plena noche. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images
En cuanto a Hamás, y a pesar del alto precio que está pagando, tampoco parece muy dispuesta a detener sus ataques. La resistencia tiene un efecto propagandístico importante, y los islamistas no pueden permitirse ceder ante Israel, más aún cuando parece que tienen un importante respaldo social y de otros movimientos. El nivel de violencia infligido por Israel y la importancia que da la población a la cuestión de los prisioneros, de los que Hamás se ha constituido siempre en portavoz, y cuya liberación es ahora una de las condiciones para el alto el fuego, fomentan este apoyo.
Estas son las claves de la última gran crisis entre israelíes y palestinos, un nuevo callejón de difícil salida que en apenas una semana ha relegado en los medios no solo a la ya de por sí olvidada guerra en Siria, sino incluso a los yihadistas de Irak y su «califato» fundamentalista; las claves, también, del territorio que, con dos tercios de su población viviendo por debajo del nivel de pobreza y dependiendo de la ayuda humanitaria, más la está sufriendo.
Los detonantes
La crisis actual es el desenlace de una tensión que no ha hecho más que crecer desde que el pasado día 30 se confirmó que habían sido asesinados tres jóvenes israelíes secuestrados semanas antes en Cisjordania, y cuya búsqueda dejó a su vez seis palestinos muertos, 118 heridos y 471 detenidos.
El Gobierno de Netanyahu acusó a Hamás del secuestro, aunque hasta ahora no ha presentado pruebas que lo demuestren. Hamás, por su parte, negó estar implicada. La crisis se agravó cuando dos días después ultranacionalistas judíos se vengaron quemando vivo a un joven palestino en Jerusalén, y cuando, en esa misma semana, se publicó un vídeo en el que se ve cómo policías israelíes apalean brutalmente a un chico palestino.
Durante las tres semanas que pasaron desde que se produjo el secuestro de los estudiantes israelíes hasta que se anunció el hallazgo de sus cadáveres, el ejército israelí golpeó duramente la estructura de Hamás en Cisjordania. En ese tiempo no hubo más que unos pocos lanzamientos de cohetes, que además no fueron reivindicados. Pero la eliminación de siete combatientes del movimiento islamista en un ataque israelí realizado con drones en Gaza, el 7 de julio, fue interpretada como un acto de agresión que rompía el alto el fuego negociado con Israel en noviembre de 2012 (el compromiso establecía que ninguna de las partes se implicaría en una operación militar contra la otra). Hamás y su rama militar, las brigadas Ezzedine Al-Qassam, pasaron a la acción y el lanzamiento de cohetes se intensificó.
Los ataques con cohetes desde Gaza permitieron al gobierno de Netanyahu desencadenar una nueva ofensiva contra la franja y, de paso, satisfacer las exigencias de una parte de la población israelí y del ala más derechista de su coalición de gobierno, que reclamaban un duro «castigo» por el asesinato de los tres jóvenes, algo con respecto a lo que el primer ministro había expresado contención en un primer momento.
Entre tanto, al reivindicar los lanzamientos, Hamás, criticada por algunos sectores por su reciente reconciliación con Al Fatah (el partido que gobierna la Autoridad Nacional Palestina, en Cisjordania), intenta reengancharse al alcance popular que tienen otras organizaciones islamistas, o incluso nacionalistas y miembros de la OLP, como las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, de Al Fatah, o el Frente Popular y Democrático de Liberación de Palestina, grupos que también lanzan cohetes.
Para Hamás es también muy importante seguir siendo el principal portavoz de los presos en cárceles israelíes. Ahora mismo, su principal exigencia es que Israel vuelva a liberar a 56 palestinos que habían sido puestos en libertad en el canje de prisioneros de 2011, y que fueron vueltos a detener por fuerzas israelíes en Cisjordania durante la búsqueda de los estudiantes secuestrados.
El contexto político
En ambas partes existe asimismo un fondo político que es necesario tener también en cuenta para comprender lo que está pasando. Lo más importante es, tal vez, que esta nueva crisis se produce en un contexto en el que las negociaciones de paz han fracasado. Tras el pacto de unidad firmado finalmente por Al Fatah y Hamás el pasado 23 de abril, Netanyahu dio por terminado el diálogo con los palestinos, y un par de meses después, en junio, autorizó la construcción de centenares de centenares de nuevas viviendas en asentamientos situados en Cisjordania, en territorio ocupado.
Algunos analistas han interpretado el acoso llevado a cabo contra Hamás tras el secuestro de los jóvenes israelíes como un intento de dinamitar la frágil reconciliación palestina. El pasado jueves, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, se dirigió a Hamás a través de la televisión palestina: «¿Qué vais a lograr lanzando cohetes? Es mejor luchar con sabiduría y con la política», afirmó. Era la primera vez que Abás criticaba abierta y públicamente a los milicianos islamistas.
Por otro lado, el ataque a Gaza ha estado marcado por la división existente en la coalición derechista que gobierna Israel: la operación militar estuvo precedida por un largo pulso entre Netanyahu, y los elementos más ultras de su Ejecutivo, encabezados por el ministro de Exteriores, el xenófobo y partidario de arrasar Palestina («no dejar piedra sobre piedra») Avigdor Lieberman. Sin llegar a romper la coalición de Gobierno, el partido de Lieberman llegó a ‘separarse’ del Likud de Netanyahu por entender que no estaba aplicando suficiente «mano dura» contra Hamás. Poco después, el Gabinete de seguridad israelí pasaba de la «contención» a los ataques actuales.
Con respecto a Hamás, la organización se encuentra en una situación de debilidad (lo que le habría llevado a pactar con Al Fatah), y necesita volver a ser percibida como el principal representante de la resistencia palestina. La destrucción por parte del nuevo gobierno egipcio de los túneles que unían la franja con el Sinaí ha privado a los residentes de Gaza de un suministro básico de bienes. Y, a pesar del pacto con Al Fatah, aún no ha llegado a Gaza ninguna ayuda económica desde la ANP. Los 50.000 funcionarios de la franja llevan meses sin cobrar sus salarios.
Además, el grupo islamista ha perdido últimamente apoyos cruciales. Irán y Siria, sus aliados tradicionales, han cortado el grifo de las ayudas como consecuencia de la decisión de Hamás de apoyar a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar Al Asad.
Y en cuanto a la división interna en el seno de Hamás, es cierto que hubo fuertes divergencias ante el acuerdo de reconciliación con Al Fatah, pero ahora mismo parece haber consenso sobre cómo operar y sobre la necesidad de responder a Israel.
Los ataques
Desde que, el pasado lunes, se inició la denominada operación Borde Protector (Protective Edge), y hasta este domingo, las Fuerzas Armadas israelíes han alcanzado unos 1.320 objetivos en Gaza, en ataques lanzados tanto desde el aire como desde los buques de guerra que bloquean los accesos marítimos a la franja. Las bombas han caído no solo en presuntos objetivos de milicianos de Hamás, sino también en viviendas, mezquitas, clínicas sanitarias y hasta en un centro de atención a discapacitados. Los milicianos, por su parte, han lanzado contra Israel en torno a 800 cohetes, según el último parte militar israelí.
Este domingo, soldados israelíes permanecieron en territorio gazatí bajo el paraguas de helicópteros artillados y de barcos de guerra, y destruyeron lanzaderas de cohetes. En la operación, la primera que el Ejército reconoce haber realizado por tierra dentro de la franja, resultaron heridos de forma leve cuatro soldados israelíes. Israel tiene movilizados a 20.000 reservistas en la zona, y 40.000 en todo el país.
La última oleada de bombardeos israelíes causó la noche del sábado la muerte de 18 palestinos, cuando un avión atacó una mezquita y una vivienda adyacente, según informó el portavoz de los servicios de emergencia en la franja. Otros tres palestinos murieron en el sur de Gaza en ataques aéreos contra posiciones islamistas en la ciudad de Rafah. Con estas últimas víctimas, el recuento de muertos en el lado palestino ascendería ya a 165, la mayoría civiles, y los heridos, a un millar.
Funeral en el campo de refugiados de Jan Yunis (sur de la franja de Gaza) por siete miembros de una misma familia palestina muertos en un ataque israelí. Foto: Thomas Coex / AFP
Los severos bombardeos nocturnos en Gaza siguieron al lanzamiento de cohetes por las milicias palestinas contra Tel Aviv y otras ciudades del centro de Israel, en un ataque que el brazo armado del movimiento islamista Hamás anunció previamente por televisión, informando del uso de un nuevo cohete de largo alcance, el J80. Los proyectiles fueron derribados en vuelo por el sistema Cúpula de Hierro, que en cinco días ha neutralizado 147 de los que se dirigían a centros urbanos israelíes. Los cohetes palestinos han causado, además del cierre de comercios y colegios, y de la alarma entre la población, una docena de heridos de diversa consideración (dos de ellos, graves).
La actual es la tercera operación militar que dirige el Gobierno de Netanyahu contra Gaza. Las dos anteriores se llevaron a cabo en 2012: en la primera, bautizada como Eco de Vuelta, murieron 24 palestinos; en la segunda, Pilar de la Defensa, 158. La ofensiva más devastadora hasta ahora, no obstante, fue la llamada Plomo Fundido, lanzada entre finales de 2008 y principios de 2009, con Ehud Olmert como primer ministro y Ehud Barak como ministro de Defensa. Causó más de 1.300 muertos (en su mayoría civiles) y 5.000 heridos. En las dos últimas operaciones no llegó a haber incursión militar terrestre en la franja (sí la hubo en Plomo Fundido), aunque en Pilar de la Defensa el ejército israelí llegó a movilizar a unos 75.000 reservistas.
Las reacciones
Hasta el momento, y más allá de declaraciones y de llamamientos a un genérico alto el fuego, la reacción (efectiva) de la comunidad internacional brilla por su ausencia. EE UU se ha ofrecido como mediador y presiona para que cesen los ataques «de ambos bandos», pero tiene las manos atadas por su compromiso de apoyo a Israel. Los europeos se han limitado a pedir el fin de las hostilidades y a condenar la violencia, pero la posibilidad de sanciones no se vislumbra en la agenda.
En cuanto al mundo árabe, el nuevo presidente egipcio, el mariscal Abdul Fatah al Sisi, parece haber optado por ganar tiempo y, a diferencia de sus predecesores Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, por no implicarse personalmente. No obstante, Egipto, junto con otros países, como Catar, estaría elaborando un borrador para un posible alto el fuego. Las condiciones incluidas en el documento pasarían por el fin del bloqueo israelí a la franja (impuesto en 2007) o por que el perímetro que Israel mantiene como zona de seguridad en torno a Gaza se reduzca. Esta semana, Egipto abrió el paso fronterizo con el territorio palestino para facilitar la asistencia a heridos.
Los contrastes
Hablar en términos de guerra convencional del conflicto entre israelíes y palestinos –especialmente entre Israel y Gaza, o entre Israel y Hamás, como prefiere denominarlo el Gobierno israelí– supone obviar la espectacular diferencia en el número de víctimas, el hecho de que una de las partes ejerce una ocupación sobre la otra, y la evidente desproporción militar existente entre ambos bandos.
En esta última crisis los milicianos de Gaza están disparando cohetes de mayor alcance, y han demostrado que pueden hacer daño y que no es fácil neutralizarlos, pero realmente poco es lo que pueden hacer frente a la tecnología punta armamentística, los cazas, los misiles de última generación y los sofisticados sistemas de defensa de Israel, un país en constante pie de guerra donde el servicio militar (obligatorio) ocupa buena parte de las vidas de sus ciudadanos, y que dispone además de decenas de miles de reservistas, por no hablar del apoyo, por acción u omisión, de las principales potencias occidentales. Siguen siendo piedras contra tanques.
Este contraste no se limita, en cualquier caso, a la faceta puramente militar. Las condiciones de vida de las poblaciones en ambos bandos están separadas por un auténtico abismo.
Israel, con una población de 8,1 millones de habitantes y una superficie de 22.1452 Km² (incluyendo los territorios anexionados de Jerusalén Este y los Altos del Golán), tiene una renta per cápita de 34.875 dólares y una esperanza de vida de 81,1 años. La tasa de paro en 2012 fue del 6,9%, y en 2013 ocupó el puesto 16 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
En los escasos 360 Km² de Gaza viven 1,7 millones de personas, de las que 1,1 millones son refugiados. Aproximadamente 500.000 de ellos habitan en los ocho campos que administra la UNWRA. Cerca de dos tercios de la población de la franja vive por debajo del nivel de pobreza y depende de la ayuda humanitaria. La renta per cápita es de 2.900 dólares (la información disponible incluye Cisjordania, donde la renta es mayor), y la esperanza de vida, de 74 años. El paro alcanzó en 2010 al 45% de la población activa (una cifra sin precedentes), según datos de Naciones Unidas. Palestina (incluyendo también Cisjordania) ocupó en 2013 el puesto 110 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.
Desde el bloqueo impuesto por Israel en 2007, cuando Hamás se hizo con el control de Gaza tras expulsar a Al Fatah, después de haber ganado las elecciones un año antes, los habitantes de la franja no pueden entrar ni salir de la franja con libertad. El bloqueo tiene, además, un enorme coste económico. Israel no permite a Gaza tener su propio aeropuerto ni puertos comerciales; todo el comercio exterior se lleva a cabo a través de puertos israelíes. A los pescadores de Gaza, por ejemplo, solo se les permite faenar hasta un máximo de 9,6 Km de la costa (menos de un tercio del área estipulada en los Acuerdos de Oslo). Y los túneles de contrabando que comunican la franja con Egipto, por los que pasaban suministros esenciales, han sido destruidos en su mayoría por el Gobierno egipcio.
La precariedad es especialmente grave en el apartado de la salud. Según informa Al Jazeera, el Ministerio de Sanidad de Gaza dispone tan solo de 192 tipos de medicinas (el 40% de las consideradas esenciales), e Israel ha restringido, «por razones de seguridad», los permisos que concede a pacientes para que puedan ser tratados en hospitales israelíes cuando no existe un tratamiento adecuado disponible en la franja. Naciones Unidas calcula que para el año 2020 Gaza necesitará unos mil médicos y dos mil enfermeros y enfermeras más de los que hay actualmente.
Las condiciones sanitarias también son muy deficientes. El acuífero costero que proporciona agua a la población está altamente contaminado, y la ONU ha advertido de que para el año 2016 podría quedar completamente inutilizable. Mientras, muchas casas solo disponen de agua corriente en periodos de entre seis y ocho horas (el 25% de forma diaria, el 40% un día sí y otro no, el 20% cada tres días y el 15% cada cuatro). El 80% de la población compra agua para beber, lo que puede suponer hasta un tercio de los ingresos.
Otro gran problema son los constantes cortes de electricidad. La franja tiene una demanda de unos 360 megawatios al día, pero la única planta eléctrica existente genera solo 80 megawatios diarios. Israel y Egipto suministran 120 y 22 megawatios adicionales, respectivamente, que resultan aún insuficientes. El principal hospital de Gaza, Al Shifa, depende de cuatro generadores para funcionar, cuyo mantenimiento es complicado debido al cierre de las fronteras con Israel y Egipto.
Y en cuanto a la educación, antes de la Segunda Intifada, que comenzó en 2000, los estudiantes de Gaza que deseaban estudiar en el extranjero podían viajar a través del aeropuerto israelí de Ben Gurion, la frontera entre Cisjordania y Jordania, la frontera de Rafah con Egipto, o el Aeropuerto Internacional de Gaza. Hoy solo les queda el paso de Rafah, que suele estar cerrado. Según datos de la Autoridad Nacional Palestina, citados también por Al Jazeera, más de 2.700 estudiantes de Gaza, de todos los niveles educativos, están esperando para poder estudiar en el extranjero.
Poca esperanza
La brecha es muy grande también en el aspecto sociológico, donde las nuevas generaciones parecen cada vez más irreconciliables. Si bien existen en Israel (principalmente en las zonas más urbanas, como Tel Aviv) muchos ciudadanos que simpatizan con la causa palestina, o que apoyan, al menos, una solución pacífica al conflicto, así como organizaciones que trabajan muy activamente en defensa de los derechos humanos y por el fin de la ocupación, las encuestas no dejan lugar para demasiadas esperanzas a corto o medio plazo.
El 60% de los israelíes apoyaría, en general, «un acuerdo que estableciera un Estado palestino al lado de uno israelí», pero el rechazo es del 58% cuando en la pregunta se especifican las concesiones. Y en el lado palestino, un 60% cree aún que el objetivo final de las negociaciones debe ser «reclamar la Palestina histórica desde el río al mar».
El 60% de los israelíes apoyaría, en general, «un acuerdo que estableciera un Estado palestino al lado de uno israelí», pero el rechazo es del 58% cuando en la pregunta se especifican las concesiones. Y en el lado palestino, un 60% cree aún que el objetivo final de las negociaciones debe ser «reclamar la Palestina histórica desde el río al mar».
«Han bombardeado casas con familias completas, y las familias aquí no son como en España, aquí son por lo menos de ocho o diez miembros… Es una locura, un genocidio, un acto criminal… Por la noche no hay luz, hay oscuridad absoluta acompañada de ambiente de guerra. La gente está en casa, no sale…». Así describía Ahmad Yacoub, secretario de la Asociación de Escritores Palestinos, a 20minutos.es el infierno en que se ha convertido la franja de Gaza desde que, hace ya casi una semana […]
El diario Le Monde publica este miércoles una interesante entrevista de Hélène Sallon a Jean-François Legrain, historiador del Instituto de Investigaciones y Estudios sobre el Mundo Árabe y Musulmán, en la que este experto ofrece algunas claves sobre el último ataque israelí contra Gaza (ya hay cerca de 40 muertos), y sobre la situación en que se encuentra el grupo islámico Hamás, que gobierna la franja desde 2006. Estos son algunos extractos, traducidos del original en francés:
Sobre los ataques con cohetes contra territorio israelí:
Yo no creo que los mandos [de Hamás] ordenaran el secuestro de los tres jóvenes israelíes en Cisjordania. De hecho, han desmentido esta versión israelí. Durante las tres semanas que pasaron desde que se produjo el secuestro hasta que se encontraron los cadáveres, el ejército israelí golpeó la estructura de Hamás en Cisjordania, y en este periodo no hubo más que unos pocos lanzamientos (no reivindicados) de cohetes desde Gaza. Hamás no quería subir su apuesta. Pero, al final, consideró que no podía dejar sin respuesta los ataques israelíes.
La eliminación de siete combatientes del movimiento en un ataque israelí realizado con drones en la franja de Gaza, el 7 de julio, fue interpretada como un acto de agresión que rompía el alto el fuego negociado con Israel, con la mediación egipcia, en noviembre de 2012. El compromiso adoptado establecía que ninguna de las partes se implicaría en una operación militar contra la otra. Hamás y su rama militar, las brigadas Ezzedine Al-Qassam, entendieron entonces que debían responder. Y lo han hecho en la tradición de las prácticas de la segunda intifada (2002-2005), cuando, tras un asesinato teledirigido o un bombardeo mortal, Hamás respondía con un atentado suicida. Por otra parte, al reivindicar los lanzamientos de cohetes, Hamás se está asociando al alcance que tienen otras organizaciones islamistas, o incluso nacionalistas y miembros de la OLP, como las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, de Al Fatah, o el Frente Popular y Democrático de Liberación de Palestina, grupos que también lanzan cohetes.
Sobre la división interna en Hamás:
Hasta donde podemos saber, no existe división con respecto a lo que está ocurriendo ahora mismo, a pesar de que se mantiene una negociación interna entre las diversas tendencias del grupo. Hubo fuertes divergencias ante el acuerdo de reconciliación firmado en abril con Al Fatah, el partido del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, pero ahora mismo hay consenso sobre cómo operar y sobre la necesidad de responder ante ciertos niveles de violencia. La evolución de esta respuesta dependerá de la política que adopte Israel.
Sobre la relación de Hamás con otros movimientos en Gaza:
Yihad Islámica es un factor muy importante. En 2012, este grupo lanzó tantos cohetes como Hamás, o incluso más. No está sujeto a Hamás, pero, dentro de su propia lógica, comparte compromisos con ella. Se trata de un movimiento próximo a Irán, aunque, en el marco de las negociaciones actuales con Estados Unidos sobre su programa nuclear, Irán no tiene ningún interés en implicarse y jugar la carta de la violencia.
Existe una especie de competencia militar entre los dos movimientos, pero no la hay en el resto de las cuestiones. Sí es cierto que Yihad siempre ha rechazado formar parte del proceso de Oslo, y que, a diferencia de Hamás, tampoco ha participado en las elecciones de la Autoridad Palestina. En realidad, Yihad nunca se ha visto a sí misma como una gran red de asociaciones, sino como un movimiento de vanguardia, formado por pequeños grupos. Es necesario subrayar asimismo que las organizaciones nacionalistas, incluyendo algunas que reivindican su pertenencia a Al Fatah, también están participando en los lanzamientos de cohetes.
Sobre la posibilidad de una tercera intifida:
No lo creo. No hubo levantamiento en diciembre de 2008 (operación Plomo fundido) ni en noviembre de 2012 (operación Pilar de la defensa). Los enfrentamientos recientes han estado muy limitados geográficamente, y en el resto de los territorios ha habido muy poca movilización. Desde este punto de vista, la suerte de la franja de Gaza parece muy desconectada del resto de Palestina, incluyendo a la opinión pública, cada vez más prisionera de sus localismos.
Sobre lo que hará Hamás ahora:
No es muy probable que Hamás modere su tono. Es verdad que hay algo de farol en sus amenazas, pero aún tiene la capacidad de asestar golpes, como lo ha demostrado con sus lanzamientos contra Tel Aviv o Jerusalén. Sin embargo, ¿posee realmente misiles sofisticados capaces de acertar con precisión un blanco lejano? Aseguran que sí desde hace varios años, pero nunca los han usado […].
Hamás no puede permitirse ceder ante Israel, más aún cuando parece que tiene el apoyo de la población y de otros movimientos. El nivel de violencia infligido por Israel y la importancia que da la población a la cuestión de los prisioneros palestinos, de los que Hamás se ha constituido siempre en portavoz, fomentan este apoyo, a pesar del precio que se paga.
Sobre la reacción internacional:
[…] Una vez más, estamos observando una ausencia total de intervención exterior, que sería el único modo de detener esta espiral. Los estadounidenses y los europeos se limitan a hacer simples declaraciones. Y, a diferencia de sus predecesores Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, el nuevo presidente de Egipto, el mariscal Abdul Fatah al Sisi, parece haber decidido ganar tiempo y no implicarse. Los rumores sobre su posible mediación han sido desmentidos desde el lado palestino. Y el presidente Mahmud Abás no puede hacer nada, si es que realmente quiere hacer algo. No tiene ninguna capacidad de maniobra. Es una de las viejas contradicciones de la política israelí: deslegitima a la Autoridad Palestina al mismo tiempo que la necesita de un modo imperativo.
El ejército israelí ha atacado cerca de 400 objetivos desde el inicio de su actual ofensiva sobre la franja de Gaza, según informa este miércoles el diario Haaretz. En las operaciones han muerto al menos 38 personas, incluidos 30 civiles, de los que seis eran niños, según fuentes de los servicios de emergencia palestinos citadas por la agencia Reuters. Unas 230 personas han resultado heridas.
Mientras, los cohetes lanzados por milicianos palestinos desde Gaza ha alcanzado Zikron Yaakov, una localidad a 115 kilómetros de la franja. Tel Aviv también ha sido objeto de un ataque este miércoles, con al menos cinco cohetes M75.
El diario Le Monde publica este miércoles una interesante entrevista de Hélène Sallon a Jean-François Legrain, historiador del Instituto de Investigaciones y Estudios sobre el Mundo Árabe y Musulmán, en la que este experto ofrece algunas claves sobre el último ataque… Leer
Las últimas 24 horas han sido un auténtico infierno en Gaza, un infierno de bombardeos, incendios, escombros y sirenas, cuyo dramático balance asciende, de momento, a al menos 23 palestinos muertos y más de 120 heridos. Es el resultado de la operación Margen protector, el ataque contra la franja desatado el lunes por el ejército israelí, en respuesta a decenas de cohetes y granadas de mortero (más de 180 desde el lunes, según Israel) lanzados contra su territorio por militantes palestinos.
Es, también, el previsible desenlace de una tensión que no ha hecho más que crecer desde que el pasado día 30 aparecieron asesinados los tres chicos israelíes que habían sido secuestrados semanas antes, y cuya búsqueda dejó a su vez seis palestinos muertos, 118 heridos y 471 detenidos; desde que dos días después ultranacionalistas judíos se vengaron quemando vivo a un joven palestino en Jerusalén; desde que el pasado viernes se publicó un vídeo en el que se ve cómo policías israelíes apalean brutalmente a un chico palestino; desde que, tras el pacto de unidad firmado por Al Fatah y Hamás el 23 de abril, Netanyahu dio por terminadas las negociaciones de paz; desde que el Gobierno israelí autorizó, en junio, la construcción de centenares de nuevas viviendas en asentamientos situados en territorio palestino ocupado.
Se trata de la tercera operación militar que dirige el Gobierno de Benjamin Netanyahu contra Gaza. Las dos anteriores se llevaron a cabo en 2012: en la primera, bautizada como Eco de vuelta, murieron 24 palestinos; en la segunda, Pilar de defensa, 158. La ofensiva más devastadora hata ahora, no obstante, fue la llamada Plomo fundido, lanzada entre finales de 2008 y principios de 2009, con Ehud Olmert como primer ministro y Ehud Barak como ministro de Defensa. Causó más de 1.300 muertos (en su mayoría civiles) y 5.000 heridos.
En las dos últimas operaciones no ha habido incursión militar terrestre en la franja (sí la hubo en Plomo fundido), aunque en Pilar de la defensa el ejército israelí llegó a movilizar a unos 75.000 reservistas. Ahora han sido movilizados 40.000.
Desde que comenzó la ofensiva actual, las Fuerzas Armadas israelíes han alcanzado unos 150 objetivos, en ataques lanzados tanto desde el aire como desde los buques de guerra que bloquean los accesos marítimos a Gaza. Hamás, el grupo islamista que gobierna en Gaza, se ha atribuido por su parte el lanzamiento de más de 60 cohetes desde la franja hacia Israel. Los cohetes son lanzados también por otros grupos, como Yihad Islámica.
El Ejército israelí afirma que solo ataca las viviendas de miembros de Hamás implicados en ataques a Israel, blancos que denomina «objetivos terroristas», y denuncia el uso de civiles palestinos como «escudos humanos». En ocasiones, también avisa por teléfono (minutos antes) a las familias de las casas que van a ser bombardeadas. Dejando a un lado el hecho de que se trata de intentos de ejecuciones sin juicio, la muerte de familiares, civiles y víctimas inocentes (niños incluidos), es difícilmente evitable, e Israel lo sabe. Gaza es la región más densamente poblada del mundo.
En el siguiente vídeo, grabado este martes, pueden verse los momentos inmediatamente posteriores a un ataque israelí contra una vivienda de Jan Yunis, en el sur de la franja. Las imágenes, muy duras, hablan por sí solas. Es un escenario de terror:
En este otro vídeo, las sirenas suenan en Tel Aviv ante la amenaza de un cohete palestino que finalmente fue interceptado por el escudo de defensa israelí Cúpula de hierro:
El ataque israelí sobre Gaza ha provocado la publicación en Twitter de centenares de miles de mensajes de protesta y de solidaridad con los palestinos (también muchos de apoyo a Israel), agrupados en su mayoría bajo la etiqueta #GazaUnderAttack. No todas las imágenes difundidas, sin embargo, se corresponden con la realidad. Según un análisis realizado por la BBC, algunas de las más compartidas estos días son fotos de operaciones anteriores o incluso tomadas en otros países, como Siria o Irak:
La crisis actual tiene también explicaciones políticas importantes. Por un lado, Hamás, sumida en disputas internas y en una situación de clara debilidad (el principal factor que le habría llevado a pactar con Al Fatah), necesita recuperar legitimidad y volver a ser percibida como el principal representante de la resistencia. La destrucción por parte del nuevo gobierno egipcio de los túneles que unían la franja con el Sinaí ha privado a los residentes de Gaza (duramente castigados por el férreo bloqueo israelí) de un suministro básico de bienes y materiales. Y, de momento, no ha llegado a la franja ninguna ayuda económica desde la Autoridad Nacional Palestina. Los 50.000 funcionarios de la franja, por ejemplo, no están cobrando sus salarios.
Además, el grupo islamista ha perdido últimamente apoyos cruciales. Como explica en The Nation Hugh Naylor, Irán y Siria, sus aliados tradicionales, han cortado el grifo de las ayudas como consecuencia de la decisión de Hamás de apoyar a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar Al Asad.
Por otro lado, el ataque a Gaza ha estado marcado por la división existente en la coalición derechista que gobierna Israel. Según informa desde Jerusalén Juan Gómez, en El País, la operación militar estuvo precedida por un largo pulso entre el primer ministro, el conservador Benjamin Netanyahu, y los elementos más derechistas de su Ejecutivo:
El domingo se conoció en Israel la disputa que el jefe del Gobierno mantuvo con su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en plena reunión del Gabinete. El ministro, que vive en un asentamiento en la Cisjordania ocupada, es el segundo corifeo de la derecha israelí en el Gobierno, tras su colega de Economía, Naftalí Bennet. El lunes escenificó Lieberman, con más ruido que nueces, su desacuerdo con la política de «contención» militar respecto a Gaza anunciada por Netanyahu el pasado jueves: su partido, Nuestra Casa Israel (Israel Beitenu), se separó del Likud de Netanyahu sin llegar a romper la coalición de Gobierno. Argumentó su decisión con las discrepancias sobre el trato a Hamás en Gaza, contra la que él pedía más mano dura. Horas después del divorcio, el Gabinete de seguridad israelí decidía pasar de la «contención» a los ataques actuales.
Las ofensivas sobre Gaza tienen siempre un fondo político o estratégico concreto, maś allá de la mera reacción al lanzamiento de cohetes palestinos, y ya sea relacionado con las negociaciones del proceso de paz, con la situación política israelí o con la situación interna de Hamás.
Al final, sin embargo, el patrón sobre el que se desarrollan las crisis es bastante invariable: Israel (respaldado por Estados Unidos) justifica sus ataques en su derecho a defenderse, inflige de paso un castigo colectivo a la población civil, algo que está claramente condenado por las convenciones internacionales, y obvia la tremenda desproporción existente entre los ataques que recibe y el modo en que reacciona.
Los ataques de Hamás y de las milicias palestinas contra blancos civiles en Israel son, desde luego, muy reales, y quienes lanzan los cohetes saben muy bien cómo responderá Israel y qué efecto tendrá esa respuesta sobre su propia gente. Pero, sin que ello suponga una justificación para atacar objetivos civiles, Israel ‘olvida’ el hecho de que esa agresión le llega desde un territorio sometido a un bloqueo total (no solo económico, sino también humano) y, en la práctica, a una ocupación.
Las últimas 24 horas han sido un auténtico infierno en Gaza, un infierno de bombardeos, incendios, escombros y sirenas, cuyo dramático balance asciende, de momento, a al menos 23 palestinos muertos y más de 120 heridos. Es el resultado de la operación Margen protector, el ataque contra la franja desatado el lunes por el ejército israelí, en respuesta a decenas de cohetes y granadas de mortero (más de 180 desde el lunes, según Israel) lanzados contra su territorio […]
Una grabación del periodista Grégory Philipps y el técnico Laurent Lucas, de Radio France, en Gaza: «La situación en Gaza queda resumida en 40 segundos y dos sonidos: el cohete que sale de la playa, y el misil israelí unos minutos después», explica Philipps en el comentario que acompaña al audio, publicado este sábado.
Una grabación del periodista Grégory Philipps y el técnico Laurent Lucas, de Radio France, en Gaza: “La situación en Gaza queda resumida en 40 segundos y dos sonidos: el cohete que sale de la playa, y el misil israelí unos minutos después”, explica Philipps en el comentario que acompaña al audio, publicado este sábado. […]
Muchos medios estadounidenses, en televisión y en Internet, comenzaron el jueves sus informaciones sobre la crisis de Gaza con los tres muertos israelíes. Después, y no siempre, los muertos palestinos, que en ese momento sumaban ya más de una decena.
Lo mismo ocurrió en los resúmenes de algunas agencias. Este breve boletín de la estadounidense Associated Press con las noticias más importantes del día arranca con Obama y el huracán Sandy, y luego pasa a la crisis de Gaza. Se informa de la muerte de los israelíes y de que Israel continúa lanzando ataques contra la Franja «en represalia» por los cohetes de Hamás, pero no se mencionan los palestinos fallecidos:
Según fue avanzando el día, las informaciones fueron siendo más equitativas, al menos en los titulares de las ediciones digitales.
Si esencialmente entendemos la noticia como hecho novedoso, la muerte de ciudadanos israelíes por cohetes de milicianos palestinos es, en efecto, más novedoso. A pesar de los continuos lanzamientos de cohetes sobre territorio israelí, rara vez se producen víctimas, y menos aún víctimas mortales. El hecho de que algunos cohetes hayan llegado hasta Tel Aviv también es nuevo, es noticia. Y, obviamente, cada muerto, sea de donde sea, es una tragedia.
Pero si, además, entendemos la información como un intento de reflejar lo que pasa del modo más ecuánime posible, entonces es necesario reflejar que se trata de un enfrentamiento desigual, es necesario contar cómo sufren unos y otros, cómo responden unos y otros. Solo este jueves murieron más palestinos que israelíes han muerto en los últimos tres años.
El International Herald Tribune (edición global de The New York Times) optaba este viernes en sus primeras ediciones impresas por dar una foto de cada parte en la primera página. En el texto, sin embargo, mantiene el criterio de los israelíes primero:
En Los Angeles Times (primera página), el orden es el mismo:
Y también en el británico The Times (a la derecha), que además ocupa la práctica totalidad de la columna dedicada a la noticia con información sobre los cohetes de Hamás y la situación en Tel Aviv y otras ciuades israelíes. Las víctimas palestinas reciben, exactamente, cinco líneas, en el quinto párrafo.
Volviendo a EE UU, el titular y el subtítulo de The Philadelphia Inquirer son exclusivamente para Tel Aviv y las víctimas israelíes. En el texto, los muertos palestinos aparecen cuatro párrafos más abajo de los israelíes:
The Miami Herald informa de las víctimas en los pies de foto. La imagen principal es para los israelíes, la secundaria, para los palestinos:
Uno de los casos más llamativos es el del canadiense The Globe and Mail, uno de los grandes diarios de referencia del país. El periódico, generalmente equilibrado, bien informado, y poco sospechoso de partidismo, no hace sin embargo ni una sola mención en toda su información de primera página a los muertos palestinos. Ni en el titular, ni en el texto, ni en los sumarios. Toda la pieza está dedicada a la crisis desde el punto de vista israelí:
Entre los diarios estadounidenses que sí colocan en primer lugar al mayor número de muertos palestinos se encuentran la edición principal de The New York Times (al final de la columna de primera página; los israelíes, ya en páginas interiores), The Wall Street Journal y The Washington Post(siguiente imagen):
El San Francisco Chronicle y el Chicago Tribune apenas dedican al tema unas pocas líneas en sus primeras páginas, y The Boston Globe y USA Today optan por grandes fotografías, sin mencionar número de víctimas en portada.
Muchos medios estadounidenses, en televisión y en Internet, comenzaron el jueves sus informaciones sobre la crisis de Gaza con los tres muertos israelíes. Después, y no siempre, los muertos palestinos, que en ese momento sumaban ya más de una decena…. Leer
Entre los ‘efectos colaterales’ de la guerra en Libia y, en general, de las revueltas árabes de estos meses, se encuentra el haber quedado relegado a un segundo plano (a ojos de los grandes medios, al menos) el conflicto palestino-israelí, a pesar de la violencia creciente que está castigando estos días los territorios ocupados.
En Cisjordania, el pasado día 12, cinco miembros de una misma familia murieron apuñalados en un asentamiento israelí. El atentado, atribuido a un grupo de palestinos, se produjo, a su vez, tras una nueva oleada de ataques de colonos a fincas palestinas.
Y en Gaza, dos ataques del ejército israelí (lanzados en represalia por el lanzamiento de nuevos cohetes palestinos contra localidades hebreas) dejaron este martes al menos ocho muertos. En el primero de estos ataques, varios proyectiles impactaron en un poblado barrio del este del territorio. Entre los fallecidos, dos niños que jugaban al fútbol en el momento de ser alcanzados por la artillería. Hubo, además, cerca de una veintena de heridos, entre ellos ocho menores. Cuatro de ellos ingresaron en el hospital en estado crítico.
Las disculpas posteriores de Benjamin Netanyahu por los civiles abatidos no parece que vayan a servir de mucho. Sobre todo, teniendo en cuenta que el primer ministro israelí aprovechó, acto seguido, para acusar a Hamás de usar «escudos humanos» mientras «persiste en el lanzamiento de cohetes».
Entre los ‘efectos colaterales’ de la guerra en Libia y, en general, de las revueltas árabes de estos meses, se encuentra el haber quedado relegado a un segundo plano (a ojos de los grandes medios, al menos) el conflicto palestino-israelí,… Leer