desplazados

Miembros de una familia de refugiados sirios, en su casa alquilada en la localidad de Abbasieh, en el sur del Líbano. Foto: B. Hansford / UNHCR

El Consejo de Seguridad de la ONU tuvo oportunidad de escuchar este jueves detalles y cifras sobre la cada vez más alarmante situación de los 3,8 millones de personas que Naciones Unidas identifica ya como refugiados por la guerra en Siria: «El continuo crecimiento en el número de desplazados es asombroso. Pero, al mismo tiempo, la naturaleza misma de la crisis está cambiando. A medida que aumenta el nivel de desesperación y se va reduciendo el espacio de protección disponible, nos acercamos a un peligroso punto de inflexión», dijo ante este organismo el alto comisionado de la ONU para los Refugiados, António Guterres.

Por su parte, la subsecretaria general adjunta de la ONU para Asuntos Humanitarios, Kyung-wha Kang, lamentó la falta de fondos internacionales para atender esta crisis, y recordó que, al cierre del año pasado, el plan para dar repuesta al drama humano creado por el conflicto sirio solo había recibido un 48% de la financiación requerida. «Pedimos a los miembros de este consejo que muestren liderazgo para terminar la guerra bárbara y brutal en Siria», dijo. «Nos estamos quedando sin palabras para describir las terribles consecuencias humanitarias».

Éste es, traducido al castellano, el texto completo leído por Guterres ante el Consejo de Seguridad:

Señor presidente, excelencias, damas y caballeros:

Al informar a este Consejo en 2013 afirmé que la guerra en Siria no solo había desatado la peor crisis humanitaria de nuestro tiempo, sino que suponía, además, una terrible amenaza para la estabilidad regional y para la paz y la seguridad globales.

Esta es la realidad a la que nos enfrentamos hoy.

Irak ha sufrido el mayor y más aterrador desbordamiento de su historia reciente causado por un conflicto en un país vecino. Líbano se encuentra en un estado casi permanente de alerta por razones de seguridad, y en los últimos meses ha habido amenazas cada vez mayores incluso en Jordania. Según diversas informaciones, al menos 20.000 combatientes extranjeros de unos 50 países han viajado a Siria e Irak desde 2011, una cifra que casi se duplicó a lo largo del año pasado.

Y, mientras, la crisis de los refugiados sirios ha desbordado por completo la actual capacidad de respuesta, con un total de 3,8 millones de refugiados registrados en los países vecinos.

En Líbano y Jordania, el crecimiento de la población experimentado en el espacio de estos pocos años ha alcanzado niveles para los que estos países no preveían estar preparados hasta dentro de varias décadas. Un tercio de la población actual del Líbano es palestina o siria. Jordania se enfrenta a un desafío similar. Y Turquía se ha convertido ya en el país que más refugiados acoge del mundo.

Hay que sumar, además, otros dos millones de desplazados internos en Irak en 2014, y las cerca de 220.000 personas que han buscado refugio en otros países.

El continuo crecimiento en el número de desplazados es asombroso. Pero, al mismo tiempo, la naturaleza misma de la crisis está cambiando. A medida que aumenta el nivel de desesperación y se va reduciendo el espacio de protección disponible, nos acercamos a un peligroso punto de inflexión.

Tras pasar años en el exilio, los recursos de los refugiados hace tiempo que se han agotado, y sus condiciones de vida se están deteriorando drásticamente. He conocido familias de clase media con hijos que sobreviven a duras penas en las calles mientras rezan para poder superar el invierno. Más de la mitad de los refugiados sirios en Líbano habitan en viviendas inseguras, casi un tercio ya el año pasado. Y una encuesta realizada a 40.000 familias sirias en Jordania reveló que dos tercios de éstas están viviendo por debajo de la línea absoluta de pobreza. Un padre de cuatro hijos comparaba su vida como refugiado a estar atrapado en arenas movedizas. Cada vez que te mueves, te hundes un poco más. Los llamamientos humanitarios se encuentran sistemáticamente faltos de fondos. Simplemente, no hay suficiente asistencia para los refugiados sirios.

Al mismo tiempo, las comunidades de acogida se encuentran completamente sobrecargadas. El flujo de refugiados ha supuesto un enorme impacto para las economías y las sociedades, sobre todo en Líbano, Jordania y el norte de Irak, desbordando los servicios sociales, las infraestructuras y los recursos gubernamentales. La ayuda internacional está muy lejos de poder seguir el ritmo que marca la magnitud de estas necesidades.

Y a medida que los países de acogida se enfrentan a crecientes riesgos de seguridad, como consecuencia de la expansión regional del conflicto, y no reciben la ayuda necesaria para responder al flujo de refugiados, los sirios lo tienen cada vez más difícil para alcanzar su propia seguridad. El número mensual de registros en ACNUR en Líbano ha caído en cerca de un 80% con respecto a principios de 2014, y el número de los que entran en Jordania se ha reducido también sustancialmente.

Es importante subrayar asimismo que un número relevante de refugiados sigue cruzando la frontera hacia Turquía. El Gobierno turco ha gastado ya alrededor de 6.000 millones de dólares en asistencia directa a los refugiados sirios. En una histórica decisión, adoptada el año pasado, Turquía aprobó un decreto temporal de protección que permite a los sirios acceder al mercado de trabajo, así como obtener educación y sanidad gratuitas.

Pero en el contexto global que estoy describiendo, no puede sorprendernos que la creciente desesperación este forzando a más y más refugiados sirios a desplazarse cada vez más lejos. Lo ilustra la dramática situación en el Mediterráneo, donde los sirios constituyeron un tercio de las 220.000 personas que llegaron a Europa en bote el año pasado.

Excelencias,

La situación de los refugiados, cada vez más prolongada y más desesperada, amenaza con convertir a dos millones de sirios menores de 18 años en una generación perdida. Y muchos de los más de 100.000 niños refugiados nacidos en el exilio podrían enfrentarse al peligro de no ser reconocidos por ningún estado. Si no actuamos de manera apropiada, la crisis que se está gestando puede tener enormes consecuencias en el futuro, no solo en Siria, sino en toda la región.

A medida que se reducen los recursos, abandonar a los refugiados a la desesperación les expone a un sufrimiento aún mayor, a la explotación y a peligrosos abusos. Y dejar que los países de acogida se hagan cargo de la situación sin ayuda puede dar lugar a una grave desestabilización regional, y a más preocupaciones de seguridad en otras partes del mundo.

Debería ser obvio que para poder prevenir esto y preservar los espacios de protección en la región, tanto los refugiados como los países de acogida necesitan una ayuda internacional masiva. El Plan Regional de Resistencia para los Refugiados (o 3RP) aspira a coordinar los esfuerzos humanitarios y a largo plazo de los gobiernos de acogida con más de 200 socios de Naciones Unidas y de organizaciones no gubernamentales. Sus programas están diseñados para que sean financiados no solo por presupuestos humanitarios, sino también, cada vez más, por partidas dedicadas a la cooperación para el desarrollo.

Tengo la esperanza de que la próxima Conferencia Kuwait III desempeñará un papel determinante en la estabilización de los países que acogen a refugiados. Más allá de las prioridades humanitarias inmediatas, es esencial que los actores implicados en el desarrollo financien los pilares del plan 3RP y aporten fondos a los planes de los gobiernos de acogida. Países como Líbano y Jordania necesitan mucha más asistencia financiera, no solo para las comunidades locales de acogida a refugiados, sino también a través presupuestos gubernamentales de ayuda para necesarias inversiones estructurales en sistemas de salud, educación, agua, electricidad y otras infraestructuras públicas que están fallando debido a esta gran presión.

Como se discutió ampliamente durante la Conferencia de Berlín, la situación en Siria ilustra hasta qué punto son peligrosamente inadecuadas las actuales políticas de cooperación, en un tiempo de múltiples conflictos. Para hacer frente a esto, donantes bilaterales y multilaterales, así como instituciones financieras internacionales, deberían revisar sus criterios y prioridades. Es absurdo, por ejemplo, que ni Líbano ni Jordania tengan acceso a las subvenciones del Banco Mundial porque son considerados países de ingresos medios.

Excelencias,

Como Alto Comisionado para los Refugiados, me rompe el corazón ver cómo familias sirias que han huido de una guerra horrible se ven forzadas a arriesgar de nuevo sus vidas en precarias embarcaciones, buscando protección en Europa. Desde principios de 2015, unas 370 personas han muerto tratando de cruzar el Mediterráneo. Es decir, un muerto ahogado por cada veinte que consiguen llegar. Pero la operación italiana Mare Nostrum se dio por finalizada, y la iniciativa Tritón de la UE es limitada, tanto en poderes como en recursos. Europa debe incrementar su capacidad para salvar vidas con una robusta operación de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central. De no ser así, miles, incluidos muchos, muchos sirios, perecerán.

Pero lo primero que hay que hacer para reducir el número de personas que se embarcan es habilitar nuevas vías legales para los sirios que buscan protección en terceros países. Varios países cuentan con programas de asentamiento y admisión humanitaria, pero las necesidades exceden con mucho el espacio disponible. Creemos que una décima parte de los refugiados sirios necesitan ser realojados para que su falta de protección encuentre una respuesta adecuada. Políticas flexibles de visados, extensión de reunificaciones familiares, becas escolares y sistemas privados de patrocinio deben complementar estas medidas. Siguiendo el ejemplo de países como Alemania o Suecia, otros estados de Europa y de la región del Golfo deberían considerar la opción de ofrecer un acceso legal con más oportunidades, aliviando así parte de la presión que sufren los vecinos de Siria, y ofreciendo a los refugiados un modo alternativo de alcanzar la seguridad.

Sin estas alternativas, el número de personas que se aventura en el mar seguirá creciendo. Y no solo se enfrentan a serias violaciones de los derechos humanos por parte de los traficantes y contrabandistas. Ahora estamos viendo también grupos armados que amenazan con entrar en el negocio del tráfico de personas con el objetivo de sembrar terror.

Esto debería recordarnos que proteger a los refugiados significa asimismo enfrentarse al racismo y a la xenofobia. En el actual clima de pánico creciente, me preocupa profundamente que se mezcle la situación de los refugiados con problemas de seguridad, y que éstos tengan que sufrir hostilidad en lugares donde pensaron que estarían seguros. En numerosos debates públicos, los refugiados son los chivos expiatorios de todos los problemas, desde el terrorismo hasta las dificultades económicas, y acaban siendo percibidos como amenazas para el modo de vida de las comunidades que les acogen. Lo que es necesario recordar es que los refugiados no son la amenaza; son ellos los amenazados.

Los sirios constituyen actualmente la mayor población de refugiados bajo el mandato del ACNUR. A medida que su número sigue creciendo, y que su situación se hace cada vez más vulnerable, las graves repercusiones que ello tiene para toda la región no son más que un recordatorio de lo obvio: la urgente necesidad de que la comunidad internacional reúna a todos los actores clave para acabar con el conflicto. En esta guerra no hay vencedores; todos salen perdiendo. Pero el mayor precio lo están pagando los refugiados y el resto de víctimas inocentes que permanecen en el país.

Muchas gracias.

Refugiados sirios: los peores augurios, cumplidos

El Consejo de Seguridad de la ONU tuvo oportunidad de escuchar este jueves detalles y cifras sobre la cada vez más alarmante situación de los 3,8 millones de personas que Naciones Unidas identifica ya como refugiados por la guerra en Siria:… Leer

Cerca de 1,2 millones de personas han abandonado sus hogares en Irak este año, según cálculos de la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR). Desde principios de agosto, unas 200.000 de ellas, la mayoría pertenecientes a la minoría yazidí, se han establecido en la región del Kurdistán iraquí, después de que la ciudad de Sinjar y las áreas vecinas fueran tomadas por el grupo yihadista Estado Islámico. Al menos 11.000 yazidíes se han refugiado en la vecina Siria, y unos 300 cruzan cada día la frontera en la localidad de Peshkabour.

El siguiente mapa, elaborado por la agencia Reuters con información de Naciones Unidas, refleja la distribución de los desplazados internos en Irak por gobernaciones (provincias). Un tercio del total proceden de la región de Anbar. El mapa recoge asimismo, a fecha del 15 de agosto, las ciudades controladas por Estado Islámico, las que permanecen en disputa y aquellas en las que ha habido combates recientes. También muestra los lugares donde están llegando los yazidíes a Siria y los campos de refugiados establecidos en el Kurdistán iraquí.

ACNUR, en colaboración con la Unión Europea, lanzó este miércoles una operación especial de ayuda para entregar suministros a más de medio millón de personas desplazadas por los combates en el norte de Irak.

La operación se inició con entregas aéreas de tiendas de campaña y otros bienes en Arbil, y continuará con un convoy terrestre desde Turquía y Jordania. Habrá también envíos marítimos desde Dubai a través de Irán durante los próximos diez días.

Este envío inicial de ayuda, al que contribuyen también, entre otros donantes, Estados Unidos y Arabia Saudí, incluye 3.300 tiendas de campaña y 20.000 sábanas de plástico, así como 18.500 sets de cocina y 16.500 garrafas.


Más información y fuentes:
» Mapping Iraq’s displaced (Reuters)
» U.N. sends aid to half a million fleeing violence in Iraq (Reuters)
» La ONU declara por primera vez en su historia el máximo nivel de emergencia humanitaria en cuatro países (Europa Press)
» Los yazidíes huidos en Irak: «Vi a familias dejar en el camino a sus hijos muertos» (Laura J. Varo, en El Confidencial)

Leer también:
» Yazidíes, del terror a la desesperación

Más de un millón de iraquíes han tenido que dejar atrás sus casas en lo que va de año

Desplazados internos en Irak, 2014

Cerca de 1,2 millones de personas han abandonado sus hogares en Irak este año, según cálculos de la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR). Desde principios de agosto, unas 200.000 de ellas, la mayoría pertenecientes a la minoría yazidí, se… Leer

Refugiados yazidíes de Irak reciben ayuda de la Cruz Roja al llegar al campo de Newroz, en el noreste de Siria, tras huir de Estado Islámico. Foto: Rachel Unkovic / UK Department for International Development

Unos 20.000 civiles pertenecientes a la minoría kurdo iraquí de los yazidíes han logrado escapar del cerco de los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) en torno al monte Sinyar, en el norte de Irak, donde estaban en situación desesperada por falta de agua y comida. La toma de Sinyar, su principal ciudad, por parte de EI, obligó a huir a decenas de miles de civiles, y muchos de ellos quedaron aislados en las montañas cercanas. En esta impresionante imagen, y esta otra, del fotógrafo Rodi Said para Reuters puede verse a cientos de yazidíes que lograron huir caminando hacia la frontera con Siria.

Una fuente del Gobierno municipal de Sinyar explicó el pasado viernes que muchos de estos yazidíes consiguieron llegar a zonas del Kurdistán iraquí y de la cercana Siria, gracias a la ayuda militar de las fuerzas kurdas (peshmergas). La misma fuente aseguró que combatientes de EI han ejecutado en los últimos días a cientos de yazidíes, entre ellos, muchos niños, por negarse a convertirse al islam, si bien no pudo precisar el número exacto.

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Yazidíes que lograron huir de Estado Islámico en las montañas de Sinyar son rescatados por fuerzas kurdas cerca de Mosul, en Irak. Foto: Emrah Yorulmaz / Anadolu Agency

Alrededor de 300 familias yazidíes que habitan en las aldeas de Jansur, Koya y Hetin fueron amenazadas de muerte por EI si no abrazaban la fe musulmana en un plazo que expiraba este viernes por la tarde. Según informa la agencia Efe, el redactor jefe del diario local Mahdar, Luqman Kuli al Jansuri, precisó que el ultimátum de los yihadistas afecta en total a más de 500 familias. Por su parte, el responsable municipal, quien pidió el anonimato, exhortó al Gobierno autónomo kurdo iraquí y a la comunidad internacional a ayudar a los amenazados y salvarlos de la muerte.

Se calcula que todavía hay más de 130.000 miembros de la comunidad yazidí desplazados en esa zona, a la espera de recibir la ayuda humanitaria que EE UU y el Reino Unido están ofreciendo desde el aire, una ayuda que en muchos casos se echa a perder cuando impacta contra el suelo, ya que los paquetes son lanzados desde aviones a gran altura.

Periodistas de algunas televisiones británicas han estado presentes en estos repartos de comida. Las imágenes son tremendas:

Los yazidíes pertenecen a una minoría preislámica cuyas raíces se remontan, según algunos expertos, a 2.000 años antes de Cristo. Hablan un dialecto derivado del kurdo y su religión, heredera del zoroastrismo persa, concilia distintas doctrinas.

Mapa: The Guardian

Entre las principales causas de la persecución a la que han sido sometidos históricamente se encuentra el hecho de que sus creencias incluyen la adoración al ángel caído, Melek Taus, al que los yazidíes representan con un pavo real, y que es uno de los siete ángeles que conforman el tronco doctrinal de su credo. Se trata de una figura que las principales religiones monoteístas, entre ellas el islam, vinculan con el diablo, lo que les ha valido a los yazidíes el inmerecido sobrenombre de «adoradores del demonio».

En los siglos XVIII y XIX, bajo el Imperio Otomano, los yazidíes sufrieron al menos 70 masacres. Recientemente, el mayor ataque perpetrado contra esta comunidad fue llevado a cabo por Al Qaeda en agosto de 2007, con cuatro atentados suicidas cerca de la ciudad de Mosul. Según datos de la Cruz Roja, murieron al menos 250 yazidíes.

Aunque no existe un censo oficial, se calcula que profesan esta confesión entre 500.000 y 800.000 personas, algunas de las cuales se han refugiado en Europa, sobre todo en Alemania. La mayoría, no obstante, se encuentran en el noroeste de Irak (principalmente en la región de Nínive), en el noroeste de Siria y también en Turquía. Los yazidíes consideran el Monte Sinyar como su tierra.

El pasado jueves, el presidente de EE UU, Barack Obama, anunció que había autorizado ataques aéreos contra Estado Islámico para, según explicó, proteger a los refugiados de la minoría yazidí y defender a ciudadanos estadounidenses en Erbil, hacia donde avanzaban los yihadistas.

El día anterior, la diputada yazidí Vian Dakhil se había convertido en el rostro de esta comunida tras lanzar un llamamiento desesperado durante una sesión del Parlamento en Bagdad: «Hermanos, olvidemos las disputas políticas», dijo sollozando. «Salvadnos, salvadnos, estamos siendo exterminados y borrados de la faz de la tierra».


Más información y fuentes:
» Unos 20.000 yazidíes consiguen huir del cerco yihadista al monte Sinyar en Irak (Efe)
» Iraq’s Yazidis who escaped Mount Sinjar haunted by horrors (Isabel Coles, Reuters)
» Iraqi Relief Flights Rescue Dozens, but Leave Thousands Behind (The New York Times)
» Irak denuncia que el Estado Islámico ha matado al menos a 500 familias yazidíes (Efe, 20minutos.es)
» EE UU ataca a los yihadistas en Irak (El País)
» Así huyen las minorías religiosas de los yihadistas en Irak (BBC)
» La persecución de los yazidis (Tomás Alcoverro, en Diario de Beirut)
» Who are the Yazidis and why is Isis hunting them? (The Guardian)
» Yezidíes (M’Sur)

Yazidíes, del terror a la desesperación

Unos 20.000 civiles pertenecientes a la minoría kurdo iraquí de los yazidíes han logrado escapar del cerco de los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) en torno al monte Sinyar, en el norte de Irak, donde estaban en situación desesperada por falta… Leer

Desplazados forzosos en el mundo, entre 1993 y 2013. Gráfico: UNHCR

Por primera vez desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, el número de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos en todo el mundo ha sobrepasado los 50 millones, según refleja un informe hecho público este viernes por la Agencia para los Refugiados de la ONU (ACNUR), con motivo del Día Internacional del Refugiado.

Concretamente, el informe, que se realiza cada año utilizando datos de gobiernos, organizaciones no gubernamentales y la propia agencia de Naciones Unidas, indica que al menos 51,2 millones de personas habían sido desplazadas de forma forzosa al final del año 2013, lo que supone 6 millones más que en 2012, cuando la cifra fue de 45,2 millones.

Este espectacular incremento se debe, fundamentalmente, a la guerra en Siria. Según indica ACNUR, a finales del año pasado el conflicto había convertido en refugiados a 2,5 millones de personas, y había provocado 6,5 millones de desplazados internos.

Los otros grandes focos de desplazados forzosos se encuentran en África, en especial en la República Centroafricana y en Sudán del Sur.

«Lo que estamos viendo aquí es el coste inmenso de no acabar con las guerras, o de no ser capaces de resolver o prevenir los conflictos», indicó el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU, António Guterres. «Actualmente, la paz presenta un déficit peligroso. Las agencias humanitarias pueden ayudar como paliativos, pero resulta vital encontrar soluciones políticas. Sin ellas continuarán los alarmantes niveles de conflicto y el sufrimiento masivo que reflejan estas cifras», añadió.

Principales países de procedencia de los refugiados a finales de 2013. Gráfico: UNHCR

ACNUR recuerda asimismo que esta inmensa cantidad de personas necesitadas conlleva graves implicaciones tanto en los presupuestos que los gobiernos destinan a cooperación internacional, como en la cada vez menor capacidad que los países en primera línea de las zonas de crisis tienen para absorber y acoger a los desplazados.

La mayoría de los refugiados que se encuentran actualmente bajo la protección de Naciones Unidas son originarios de Afganistán, Siria y Somalia, y juntos suponen más de la mitad de la población refugiada mundial.


Más información y fuente: Global forced displacement tops 50 million for first time in post-World War II era (UNHCR)

La guerra en Siria dispara hasta 50 millones el número de desplazados forzosos en el mundo

Por primera vez desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, el número de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos en todo el mundo ha sobrepasado los 50 millones, según refleja un informe hecho público este viernes por la Agencia… Leer

Después de dos semanas de intensos combates, y gracias en parte a la ayuda de los milicianos de Hizbulá, el ejército sirio logró al fin este miércoles tomar la estratégica ciudad de Qusair, un bastión rebelde desde hacía cerca de un año, situado junto a la frontera del Líbano y clave tanto para controlar el centro del país como en la ruta de suministro de armas a la oposición.

Las imágenes mostradas por la televisión siria muestran, junto a los tanques del régimen entrando en la ciudad, el tremendo alcance de la destrucción causada por los duros enfrentamientos de estos últimos días, con edificios reducidos a ruinas y calles destrozadas y desiertas. La Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR) describía este martes el lugar como «una ciudad fantasma». La población permanecía escondida o trataba de huir, en medio aún de los combates.

ACNUR señala que de las pocas entrevistas que ha podido realizar hasta ahora se desprende que se ha abierto una nueva ruta para los desplazados desde la región de Qusair hacia la localidad libanesa de Aarsal, a unos 100 kilómetros de distancia. Así, algunas de las personas que se han visto forzadas a huir se están dirigiendo al Líbano como refugiados, lo que no les será fácil, dado que la frontera está muy controlada por los milicianos de Hizbulá. Otros habrían optado por desplazarse hacia el interior de Siria.

Los refugiados que han llegado al Líbano han descrito a ACNUR las condiciones «extremadamente difíciles» de su viaje, que han realizado a pie. Al parecer, los combatientes habrían estado atacando a quienes trataban de huir: «Ninguna ruta para salir de Qusair se considera segura, y según diferentes informes coincidentes, habría entre 700 y 1.500 civiles heridos que permanecen atrapados en la ciudad», señala la agencia de la ONU.

La mayoría de las personas que han huido hasta ahora son mujeres y niños. Los desplazados que han hablado con ACNUR explican que no es seguro viajar con hombres, porque corren un riesgo mucho más elevado de ser arrestados o de que les asesinen en los puestos de control establecidos a lo largo del camino. Una mujer contó al personal de la ONU que la población de Qusair se enfrenta a una dura elección: «marcharte y arriesgarte a que te mate una bomba, o quedarte y enfrentarte a la certeza de que te van a matar».

Mientras, en Qusair, una ciudad de unos 20.000 habitantes, la población ha soportado los combates escondida en bunkers o en agujeros excavados a modo de refugios, sin apenas alimentos ni medicinas. Una mujer explicaba a ACNUR que «no pudimos salir del agujero durante una semana. Nos comimos la poca comida que pudimos traer con nosotros. Mis hijos lloraban constantemente». Todas las personas con las que pudo hablar ACNUR relataban el «enorme miedo» que sentían al acercarse a cualquier puesto de control.

El domingo, el Gobierno sirio dijo que no permitiría la llegada de ayuda humanitaria a la ciudad hasta que finalizasen los combates, en respuesta a una petición de la ONU en este sentido. Una fuente cercana al presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, líder del partido chií Amal, dijo a la web libanesa Now que «los rebeldes se retiraron de Qusair a cambio de levantar el asedio a la ciudad para la evacuación de civiles y heridos». Activistas sirios y médicos locales han hecho un llamamiento a las autoridades sirias para permitir la entrada a la Cruz Roja.

Uno de los pocos hombres que ha conseguido llegar al Líbano contó a ACNUR que huyó después de que su casa fuera bombardeada, y de que muriera su hijo, de veinte años de edad. No había podido llevar consigo ninguna pertenencia.


Más información y fuentes:
» Informe de ACNUR sobre los huidos de Qusair
» El ejército sirio recupera la localidad estratégica de Qusair (Reuters)
» El régimen sirio recupera el control de la estratégica ciudad de Al Qusair (Efe)
» The Fall of al-Qusayr: Capture of Strategic Syrian Town Marks a New Phase in the War (Time)
» Syrian town of Qusair falls to Hezbollah in breakthrough for Assad (The Guardian)
» Syrian Forces Claim Victory in Battle for Strategic Town (The New York Times)
» Rebel withdrawal from Al-Qusayr result of deal with Hezbollah (Now)
» Syria: a town falls, talks falter (The Guardian, editorial)
» Hizbulá ayuda a Asad a lograr su primera gran victoria con la toma de Quseir (El Mundo)

La ratonera de Qusair

Después de dos semanas de intensos combates, y gracias en parte a la ayuda de los milicianos de Hizbulá, el ejército sirio logró al fin este miércoles tomar la estratégica ciudad de Qusair, un bastión rebelde desde hacía cerca de… Leer

Refugiados sirios en una ciudad jordana. Imagen: UNHCR

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ya ha registrado o está en proceso de registrar a casi un millón de refugiados sirios (940.000) en los países vecinos o del norte de África, según informó esta semana el máximo responsable de la agencia, quien insistió en que el conflicto puede extenderse al resto de la región y convertirse en «un desastre que sobrepasaría la capacidad de respuesta de la comunidad internacional». Solo en Jordania hay ya cerca de 414.000 desplazados, 54.000 de los cuales entraron en el país en el mes de febrero. Muchos (cada vez más) han sido acogidos en el campo de Za’atari, un enorme mar de tiendas situado cerca de la frontera con Siria. Allí se encuentran ya, en condiciones de una gran dureza, más de 103.200 personas. Pero la mayoría de los refugiados sirios en Jordania viven fuera de los campos, en centros urbanos. Y su situación tampoco es fácil.

El Gobierno jordano calcula que más de 250.000 refugiados sirios viven actualmente en distintas ciudades del país, sobre todo en el norte y en torno a la capital, Ammán. No hay cifras exactas, porque no todos están registrados, pero algunas estimaciones señalan que por cada refugiado viviendo en el campo de Za’atari hay tres viviendo en ciudades.

Muchos de estos refugiados urbanos carecen de trabajo o cobran sueldos miserables, ya que resulta prácticamente imposible encontrar un empleo legal, o decente, sin los necesarios permisos laborales, y en un país donde el paro alcanza al 30% de la población. La mayoría no dispone, por tanto, de recursos con los que ganarse la vida, y es habitual que familias enteras tengan que hacinarse en minúsculas viviendas sin las comodidades mínimas, o que los menores estén sin escolarizar. A su ya de por sí difícil condición de desplazados se suman los problemas de habitar en entornos urbanos donde es necesario pagar por la comida, por el alquiler, por la ropa, por el combustible para calentarse… Y las ayudas que, después de hacer interminables colas, reciben del Gobierno o de las instituciones internacionales son esenciales pero, a menudo, insuficientes. Eso, si es que las consiguen, ya que un gran número de estos refugiados carece de los documentos identificativos necesarios.

Algunos datos e historias personales los ha recogido el ACNUR en el siguiente vídeo. En él, uno de los desplazados entrevistados, Hassan Madi, asegura que incluso la precaria habitación en la que vive con su familia es mejor que el campo de refugiados. Otra entrevistada, Jolud Jumaa Al Hassan, resume el sentir de muchas de estas víctimas de la guerra: «Hemos dejado nuestras casas y nuestra tierra, así que la vida es difícil, pero la verdad es que no estaríamos bien ni aunque viviésemos en un palacio, porque estamos en el exilio».

La difícil situación de los refugiados urbanos en Jordania la contó también hace un par de meses el corresponsal del Christian Science Monitor Nicholas Seeley, en un recomendable reportaje. El artículo comienza con el testimonio de una mujer que escapó del campo de Za’atari (para salir legalmente, a menos que sea de vuelta a Siria, hay que conseguir el patrocinio de un ciudadano jordano) y vive ahora en una zona marginal de una ciudad. Su visión está lejos del optimismo de Hassan:

Sentada con las piernas cruzadas en el suelo de su helada vivienda sin amueblar, una viuda siria explica cómo se escabulló del campo de refugiados de Za’atari. Tuvo que pagar 50.000 libras sirias, unos 700 dólares, a alguien del exterior para que la ayudara a burlar la seguridad del campo. Le permitieron pagar la mitad por adelantado, y un familiar que tiene en Jordania le prestó el dinero. Después encontró un apartamento en un barrio pobre de una ciudad: dos habitaciones oscuras de cemento desnudo, llenas de humedad. Asegura que sobrevive, principalmente, gracias a sus vecinos, también refugiados sirios. Uno de ellos encontró un televisor en la basura y se lo dio. La mujer se sienta en una esquina y sintoniza un canal de la oposición siria que emite horribles imágenes de su país, de la guerra contra el régimen de Bashar al Asad. Un jeque pasó por el barrio haciendo donaciones caritativas a los refugiados, y con el dinero pagó sus deuda. Cuando se le pregunta si está contenta de haberse ido de Za’atari, la mujer señala a su alrededor : «¿Vivir así? No vale la pena. Mejor volver donde Bashar y morir como una mártir. Mucho mejor eso que morir en esta situación».


Más información y fuentes:
» El Alto Comisionado alerta del riesgo de que la crisis en Siria se vuelva incontrolable (ACNUR)
» ACNUR ya ha registrado casi un millón de refugiados sirios en los países vecinos y el norte de África (Europa Press)
» Los refugiados sirios en Jordania superarán en marzo los 400.000 (Efe)
» Syrian refugees decamp for tough life in Jordan’s cities (Christian Science Monitor)
» Za’atari, la miserable ‘capital’ del exilio sirio en Jordania (Cuarto Poder)

Refugiados urbanos

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ya ha registrado o está en proceso de registrar a casi un millón de refugiados sirios (940.000) en los países vecinos o del norte de África, según informó esta semana… Leer

Por tercera vez en casi cuatro décadas, dos mujeres, Ghada Karmi y Ellen Siegel, han vuelto a plantarse ante una embajada israelí para poner de manifiesto el absurdo y la injusticia que supone repartir por igual desposesión y privilegios.

La primera vez fue en Londres, en 1973, coincidiendo con el aniversario de la Declaración Balfour; la segunda vez fue de nuevo en la capital británica, en 1992; la tercera fue el pasado 25 de octubre, en la parte trasera de la embajada israelí en Washington (se les prohibió manifestarse frente a la fachada principal). En las tres ocasiones, las pancartas que desplegaron Karmi y Siegel, amigas desde hace cuarenta años, decían exactamente lo mismo.

Ghada Karmi y Ellen Siegel, en 1973, 1992 y 2011. Fotos: Francis Khoo (1 y 2), Jean-Pascal Deillon (3)
Ghada Karmi y Ellen Siegel, en 1973, 1992 y 2011
Fotos: Francis Khoo (1 y 2), Jean-Pascal Deillon (3)

La pancarta de Karmi, doctora en medicina, académica, escritora, activista y colaboradora en medios como The Guardian o The Nation, dice así: «Soy árabe palestina. Nací en Jerusalén. Palestina es mi patria, pero no puedo regresar». En la pancarta de Siegel, enfermera durante años en campos de refugiados palestinos y también activista, puede leerse: «Soy judía americana. Nací en Estados Unidos. Israel no es mi patria, pero puedo “regresar”».

La historia de Ghada Karmi y Ellen Siegel la contó la revista The Washington Report on Middle East Affairs cuando ambas se reunieron por segunda vez, en 1992. Ahora, la misma publicación vuelve a reseñar la lucha de estas dos mujeres en su último número.

Como cuenta ella misma en sus memorias (In Search of Fatima: A Palestinian Story, Verso Books, 2002), Ghada Karmi tenía apenas ocho años de edad cuando, en abril de 1948, un mes antes de la proclamación del Estado de Israel, su familia tuvo que abandonar su casa en la parte oeste de Jerusalén. Desde entonces, como a tantos otros miles de palestinos, se le ha negado el derecho al retorno.

La estadounidense Ellen Siegel, por su parte, trabajaba como enfermera en los campos de refugiados palestinos de Beirut en 1982, cuando las tropas falangistas libanesas perpetraron, bajo la protección del Ejercito israelí, la tristemente famosa macrase de Sabra y Chatila, en la que murieron cientos de civiles palestinos. Su condición de judía le permite ‘regresar’ a Israel siempre que lo desee, e incluso residir en el país, en virtud de la Ley del Retorno de 1950, que garantiza a cualquier judío del mundo su derecho a emigrar a Israel, establecerse allí y obtener prácticamente sin trabas la ciudadanía israelí.

Alrededor de 750.000 personas, las tres cuartas partes de la entonces población de Palestina, huyeron o fueron expulsadas de su tierra cuando se creó el Estado de Israel. Actualmente, sin embargo, los desplazados palestinos, incluyendo descendientes y refugiados posteriores, son muchos más. En 2007, el Centro de Recursos Badil para la Residencia y Derechos de los Refugiados calculaba su número en 7,6 millones, de los cuales 4,6 millones son refugiados registrados por las Naciones Unidas.

El mismo año de la creación de Israel, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución, la 194, en la que se hacía un llamamiento al nuevo Estado para que repatriase a los «desplazados por el conflicto reciente», con una compensación por sus pérdidas.

El derecho al retorno de los refugiados palestinos ha sido siempre, y seguirá siéndolo, uno de los principales escollos en las negociaciones de paz. Israel teme que el regreso de millones de palestinos a sus antiguos hogares suponga el fin del Estado judío tal y como es ahora. Para los palestinos, sin embargo, la vuelta a su tierra es un derecho irrenunciable.

Se trata, además, de una batalla dialéctica que hunde sus raíces en el origen mismo del problema: Según la versión oficial israelí, los culpables de la situación fueron los líderes palestinos que, apoyados por tropas libanesas, sirias, iraquíes y egipcias, iniciaron la guerra nada más proclamarse el Estado de Israel, y también los propios refugiados, que abandonaron sus hogares presos del pánico. Según los palestinos, Israel simplemente les expulsó de sus casas, por la fuerza, y, en muchas casos, con crueldad.

La actividad de Ghada Karmi y Ellen Siegel a lo largo de estos cuarenta años no se ha limitado a tres actos de protesta, reflejados en otras tantas fotos. Las dos, Karmi en Londres y Siegel, en Washington, trabajan incansablemente en defensa de los derechos de los palestinos, y las dos siguen recordando a quien quiera escucharlas que, según reza el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, «toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país».

En un artículo publicado en el año 2007, el escritor israelí Amos Oz escribía: «Ha llegado el momento de reconocer abiertamente nuestra participación en la catástrofe de los refugiados palestinos. No somos los únicos responsables ni los únicos culpables, pero no tenemos las manos limpias».

Tres fotos, cuarenta años, la misma historia

Ghada Karmi y Ellen Siegel, en 1973, 1992 y 2011. Fotos: Francis Khoo (1 y 2), Jean-Pascal Deillon (3)

Por tercera vez en casi cuatro décadas, dos mujeres, Ghada Karmi y Ellen Siegel, han vuelto a plantarse ante una embajada israelí para poner de manifiesto el absurdo y la injusticia que supone repartir por igual desposesión y privilegios. La… Leer