Militantes armados de Hamás han ejecutado este viernes en Gaza a 18 palestinos acusados de colaborar con Israel, un día después de que el ejército de este país matara a tres comandantes del grupo islamista que gobierna la Franja, en el mayor golpe causado a los milicianos desde que se inició la ofensiva militar israelí, el pasado 8 de julio.
En las que han sido las primeras ejecuciones públicas llevadas a cabo en el enclave palestino desde la década de los noventa, siete personas fueron abatidas a tiros delante de un grupo de fieles, frente a una mezquita ubicada en una de las principales plazas de Gaza. Otras once murieron en una comisaría abandonada cerca de Ciudad de Gaza, según informaron funcionarios de seguridad de Hamás.
En la ejecución, informa Reuters, militantes con máscaras y vestidos de negro asesinaron a tiros a los sospechosos, que tenían las manos atadas y los rostros cubiertos, cuando los fieles salían de la mezquita Omar, situada en uno de los distritos más concurridos de Gaza.
«La resistencia ha comenzado con una operación llamada ‘estrangula los cuellos’, dirigida a colaboradores que ayudan a la ocupación [israelí], matan a nuestra gente y destruyen casas», dijo un sitio en Internet pro Hamas. Reuters informa asimismo de que un mensaje firmado por «Resistencia Palestina» fue colocado en una pared cerca de donde yacían los cuerpos de los supuestos colaboradores. El aviso decía:
Ellos entregaron al enemigo información sobre el paradero de combatientes, los túneles de resistencia, las bombas, las casas de los combatientes y los lugares de [lanzamiento de] cohetes, y la ocupación bombardeó estas áreas matando a varios combatientes […]. Por lo tanto, fue impuesto el fallo de la justicia revolucionaria.
Por otra parte, y aunque no ha sido confirmado por los líderes del grupo, un dirigente de Hamás afirmó este jueves desde su exilio en Turquía que el secuestro y posterior asesinato en junio de tres jóvenes israelíes fue responsabilidad de un ala del movimiento islamista, tal y como había mantenido, sin aportar prueba alguna, el Gobierno israelí. Salé al Aruri, alto cargo de Hamás en Cisjordania, se refirió a la «operación heroica» llevada a cabo por el brazo armado de Hamás, las Brigadas Ezzedin al Qassam, al raptar a «tres colonos» en Hebrón. Hamás no condenó el secuestro y asesinato de los jóvenes, pero ha negado siempre oficialmente su implicación en los hechos.
El carácter «terrorista» de Hamás (así consideran aún al grupo EE UU y la UE) es la gran excusa en la que fundamenta Israel sus crímenes contra la Franja, empezando por la despiadada ofensiva militar que ha dejado ya más de 2.000 palestinos muertos (entre ellos, casi medio millar de niños), y siguiendo por el bloqueo económico y humano que ahoga Gaza desde hace ya siete años. Es, también, la gran excusa para boicotear una y otra vez unas conversaciones de paz en las que, en el fondo, Israel no tiene el más mínimo interés.
A la hora de demonizar al adversario, todo vale: aprovechando la conmoción internacional causada por el salvaje asesinato en Siria de un periodista estadounidense a manos de fanáticos yihadistas, Netanyahu se ha apresurado a decir que Hamás y el grupo Estado Islámico son lo mismo, «ramas de un mismo árbol» (aquí enumeran siete diferencias para quien se sienta tentado a dar crédito al disparate del primer ministro israelí).
Pero reconocer la interesada hipocresía propagandista del Gobierno israelí no puede hacernos olvidar las muchas razones por las que es, no solo legítimo, sino también necesario, criticar a Hamás, sin que ello suponga restar razones a la causa palestina. Parece obvio, pero, en tiempos en los que parece que todo tiene que ser blanco o negro, no está de más recordarlo.
Hamás, ciertamente, y por muchas razones, ha recorrido un largo camino desde que aterrorizaba a los ciudadanos israelíes con mortíferos coches bomba y continuos atentados suicidas, pero aún sigue ejerciendo su poder en Gaza de un modo claramente autoritario, alejado en muchos casos del respeto más elemental a los derechos humanos, y amparándose en el estado de resistencia permanente fruto de la ocupación y el bloqueo.
Y en situaciones como la provocada ahora por la ofensiva militar israelí, estas prácticas, empezando por la aplicación sumaria de la pena de muerte, se llevan a cabo con total impunidad. Es una guerra, y en una guerra, desde el punto de vista de Hamás, la única justicia que vale es la «justicia revolucionaria». Más aún si décadas de represión y miles de muertos causados por el enemigo han creado un clima en el que la violencia, la venganza, el odio y las posturas radicales son omnipresentes.
El Centro Palestino para los Derechos Humanos en Gaza ya ha denunciado las ejecuciones: «Exigimos a la Autoridad Nacional Palestina y a la resistencia [las facciones armadas palestinas] que intervengan para detener estas ejecuciones extrajudiciales, sin importar sus razones y motivos», dijo Raji al-Surani, presidente de la organización, en un comunicado.
Al final, lo único que consiguen los milicianos islamistas con este tipo de acciones es dar argumentos a Israel frente a una opinión pública internacional (y, especialmente, estadounidense) que a menudo no entiende de matices.
Porque es verdad que la carta fundacional de Hamás, redactada hace 25 años, es un documento racista y abiertamente antisemita, en el que se afirma además que el objetivo del movimiento es «la obliteración» de Israel, se rechaza cualquier salida negociada del conflicto y se aboga por un Estado teocrático, con todo lo que ello supone de medieval, irracional y antidemocrático. Pero también lo es que, en la práctica, esa famosa carta es vista ya como poco más que un documento histórico. El líder de Hamás, Khaled Meshaal, la ha definido como «un pedazo de la historia que ya no es relevante, pero que no se puede cambiar por razones internas». Y el número dos del grupo, Mousa Abu Marzouk, ha ido más lejos aún, calificando el documento de «difunto»: «La carta no es el Corán, puede cambiarse». Muchos dirigentes islamistas (aunque es cierto que no todos) han ido entendiendo que se puede negar la legitimidad del Estado israelí sin que ello suponga querer aniquilar a sus habitantes.
A fin de cuentas, también la coalición derechista gobernante en Israel, el Likud, establece entre sus principios fundamentales, redactados en 1999, que «el río Jordán será la frontera oriental permanente del Estado de Israel», que Jerusalén es la «capital eterna y unida de Israel y solo de Israel», y que el Gobierno «rechazará siempre» cualquier propuesta palestina cuyo objetivo sea dividir esta ciudad o crear un Estado palestino independiente al oeste del río Jordán. Y tanto la literatura fundacional sionista como las declaraciones de muchos de sus líderes históricos están llenas de ejemplos que solo pueden ser calificados como racistas y claramente colonialistas.
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Cartel contra la pena de muerte durante un evento en Francia en 2007. Foto: Kilobug / Wikimedia Commons
Irán parece haberse propuesto batir este año un siniestro récord. Desde que empezó 2014, es decir, en poco más de quince días, las autoridades de este país han llevado a cabo un total de 40 ejecuciones, 33 de ellas tan solo en la última semana, según ha denunciado este jueves Amnistía Internacional. La ONG asegura que 21 de estas muertes han sido reconocidas oficialmente, mientras que en las 19 restantes la información procede de fuentes fiables. Al menos una de estas ejecuciones, ocurrida el 14 de enero en una localidad de la provincia de Markazi, al norte del país, se realizó de forma pública. La víctima fue un hombre condenado por asesinato. El método para aplicar la pena capital en Irán es la muerte por ahorcamiento. En el caso de las ejecuciones públicas se suele usar una grúa desde la que se cuelga al condenado, en frente de la multitud.
Hassiba Hadj Sahraoui, vicedirector de Amnístía Internacional para Oriente Medio y el Norte de África, ha calificado el repunte de las ejecuciones en Irán de «alarmante». «Los intentos de las autoridades iraníes por cambiar su imagen ante el mundo pierden todo el sentido si el número de ejecuciones sigue incrementándose de este modo», dijo.
La mayoría de los ejecutados en Irán son condenados por delitos relacionados con las drogas. Amnistía recuerda, en este sentido, que, de acuerdo con el consenso internacional, los delitos de naturaleza no letal no deberían entrar en el conjunto de aquellos crímenes más graves a los que se aplica la pena de muerte.
La ONG destaca, además, que la Ley iraní no contempla el derecho a una apelación justa en el caso de los delitos de drogas, en contra de lo estipulado por las leyes internacionales: «En Irán, los delitos relacionados con las drogas se juzgan en Tribunales Revolucionarios en los que, de forma rutinaria, no se aplican los estándares internacionales de un juicio justo. La realidad es que la gente está siendo cruelmente condenada a muerte en juicios que, además, son injustos, y eso es inaceptable», indica Sahraoui.
Amnistía Internacional, que se opone a la pena capital en todos los casos, sin excepción, aprovecha para remarcar que la pena de muerte es «un castigo inhumano y degradante, y una violación del derecho que tiene todo ser humano a la vida».
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Al final, los únicos inocentes en cualquier guerra son siempre las víctimas. Sin dejar de condenar las «tácticas brutales» del régimen de Bashar al Asad, cuya represión de la rebelión iniciada hace un año en Siria se ha cobrado ya cerca de 8.000 muertos, la organización Human Rights Watch ha publicado este martes una carta abierta a los líderes de la oposición, en la que denuncia graves violaciones de los derechos humanos cometidas por miembros armados de los grupos rebeldes.
Los abusos incluyen secuestros, detenciones y torturas de miembros de las fuerzas de seguridad sirias, así como de personas que apoyan al gobierno o que han sido identificadas como integrantes de milicias progubernamentales. La ONG asegura asimismo haber recibido informes de ejecuciones de miembros de las fuerzas de seguridad y de civiles, llevadas a cabo por grupos armados de la oposición.
«Las tácticas brutales del Gobierno sirio no pueden justificar abusos por parte de los grupos armados opositores. Los líderes de la oposición deberían indicar claramente a sus seguidores que en ningún caso está permitido torturar, secuestrar o ejecutar», escribe en la carta Sarah Leah Whitson, directora de Human Rights Watch (HRW) para Oriente Medio.
La organización de defensa de los derechos humanos indica que hasta septiembre de 2011 el movimiento de protesta contra el régimen fue «abrumadoramente pacífico», pero que desde entonces un número cada vez mayor de desertores del ejército y de residentes en las zonas en conflicto han decidido tomar las armas, alegando la necesidad de defenderse contra las fuerzas de seguridad, y atacando puestos de control e instalaciones del gobierno en sus ciudades. La ONG añade que los combates se han intensificado desde el pasado mes de febrero, cuando el régimen comenzó los ataques militares a gran escala contra los principales focos rebeldes.
HRW aclara que muchos de los grupos antigubernamentales que han sido denunciados por cometer abusos no parecen pertenecer a una estructura organizada de mando, ni seguir órdenes del Consejo Nacional Sirio, pero añade que los líderes de la oposición tienen la responsabilidad de denunciar y condenar estas violaciones.
«Cualquier persona que esté bajo la custodia del Ejercito Libre Sirio, incluyendo miembros de las fuerzas de seguridad o de las milicias progubernamentales [los denominados shabeeha], debería ser tratada con humanidad, y de acuerdo con las normas internacionales sobre derechos humanos», señala la organización. «[Los líderes de la oposición] deben dejar claro que la Siria por la que luchan significa dejar atrás las violaciones de la era de Asad, y acoger a todo el mundo, independientemente de su grupo religioso o de sus orígenes, sin discriminación alguna», añade.
A continuación, HRW detalla una serie de testimonios de casos de abusos y torturas cometidos por grupos autoproclamados de la oposición. Todos ellos pueden leerse aquí. El informe va acompañado de numerosos enlaces, incluyendo algunos a vídeos muy duros de torturas y ejecuciones.
La carta está dirigida al coronel Riad al Asad, comandante del Ejército Libre Sirio, al doctor Burhan Ghalioun, presidente del Consejo Nacional Sirio, y al general Mustafa al Sheij, líder del Consejo Militar.
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El complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán. Foto: Sajjad Ali Qureshi / Wikimedia Commons
Es mucho lo que sabemos ya acerca de las circunstancias que han rodeado la muerte de Osama bin Laden; mucho más lo que, con toda probabilidad, iremos sabiendo en los próximos días y mucho, también, lo que ignoramos aún, ignoraremos siempre o, sencillamente, está sujeto a diferentes versiones, más o menos subjetivas.
En general, las preguntas básicas están respondidas, al menos, de forma oficial. Conocemos el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y, aunque esta cuestión pueda ser más interpretable, también el porqué.
Sabemos que comandos especiales de la Marina de EE UU mataron al líder de Al Qaeda en una operación militar la noche del pasado domingo. Que los hechos ocurrieron en la localidad paquistaní de Abottabad, al norte del país, no muy lejos de Islamabad. Que Bin Laden vivía en un complejo residencial relativamente aislado, que fue tomado al asalto con la ayuda de helicópteros. Que hubo «intercambio de disparos» y que, además de Bin Laden, murieron otras tres personas. Que el líder terrorista no estaba armado y que falleció tras recibir un disparo en la cabeza y varios en el pecho.
Sabemos también que la operación duró exactamente 38 minutos, que el riesgo de fracaso era elevado (las posibilidades de encontrar allí a Bin Laden eran del 60%) y que el gobierno paquistaní no había sido informado. Y sabemos, además, que la orden directa del ataque la dio el presidente de EE UU, Barack Obama, y que lo hizo sin el pleno consenso de su equipo. No sólo eso. Sabemos que la orden no era capturarlo vivo, sino matarlo, a menos que Bin Laden «levantase las manos y se rindiera», algo que, según había expresado el propio líder de Al Qaeda en muchas ocasiones, era prácticamente imposible que ocurriese.
¿Qué más? Hemos visto gráficos detallados de la casa, de cómo atacaron los soldados y hasta de las armas que llevaban. Nos han dicho que el cuerpo de Bin Laden fue «arrojado al mar» y que su ADN está comprobado. Y con la información que hay ya sobre las pistas, informantes y torturas en Guantánamo (asfixia simulada incluida) que condujeron hasta el (aún presunto) cerebro del 11-S, contamos con material de sobra para escribir el guión de una película (Hollywood ya la está preparando).
Ya tenemos incluso una lectura política: La popularidad de Obama ha subido como la espuma, tras haber caído en los últimos meses como consecuencia de estar acorralado en el Congreso y de haber perdido parte de su prestigio internacional.
Y, sin embargo, los interrogantes siguen siendo, como poco, igual de numerosos.
Muchos de ellos tienen que ver con la legalidad de la operación militar en sí y, en este caso, hay respuestas en los dos sentidos. Otros, como qué va a ocurrir ahora con Al Qaeda, o hasta qué punto la muerte de Bin Laden supondrá un antes y un después en la llamada guerra contra el terrorismo, sólo pueden responderse todavía en el terreno de la especulación, en caliente. Y algunas de las preguntas que todavía no tienen respuesta son, por último, mucho más concretas, pero, por una u otra razón, no tenemos una versión oficial clara, o simplemente permanecen en secreto.
Vista aérea del complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán. Foto y mapa: CIA / Departamento de Defensa de EE UU
Estos son, sin necesidad de acudir a las muchas teorías ‘conspiranóicas’ que ya han surgido, 20 de los muchos misterios que envuelven aún la muerte del terrorista más buscado del mundo.
1. ¿Ha sido una operación legal según el derecho internacional?
Teniendo en cuenta que las fuerzas estadounidenses no contaban con autorización expresa del gobierno paquistaní para entrar en el país y llevar a cabo una operación militar, la respuesta es que no. Estamos ante una violación de la soberanía de un Estado.
El director de la CIA, Leon Panetta, no se ha andado por las ramas: «El Gobierno paquistaní nunca supo nada sobre esta misión, porque Estados Unidos se planteó de forma deliberada que se trataría de una misión unilateral. El presidente Obama había dejado muy claro a los paquistaníes que si teníamos pruebas sólidas de dónde estaba localizado Bin Laden, entraríamos a por él. Y eso es justo lo que ocurrió».
Algunos expertos, sin embargo, lo justifican apelando a la condición de criminal internacional de Bin Laden y a la ineficacia (en el mejor de los casos) para capturarle demostrada por el país en el que se encontraba. Argumentan asimismo que la legislación internacional es ambigua y deja espacio suficiente como para que un Estado que está inmerso en un conflicto armado, o en una legítima defensa, pueda llevar a cabo este tipo de acciones sin necesidad de aplicar procesos legales.
2. ¿Y según la legislación interna estadounidense?
Depende. Según expertos consultados por la BBC, las dos normas fundamentales para responder a esta pregunta son la «Autorización para el uso de la fuerza militar» y la «Resolución de poderes de guerra». La primera fue emitida tras el 11-S y autoriza al presidente a emplear toda la fuerza necesaria contra quienes «considere que de forma determinante» son responsables de los atentados.
Pero esta facultad estaría supeditada, en principio, a la segunda norma mencionada, aprobada en 1973, y que exige que el inicio de hostilidades bélicas sea consultado al Congreso, algo que no se ha hecho en esta ocasión.
El debate queda reconducido, por tanto, a si se ha tratado de un acto de guerra o no.
3. ¿Ha sido un acto de guerra?
Implícitamente, EE UU considera que sí. Bin Laden se declaró en guerra contra el país norteamericano, y eso le habría convertido automáticamente en enemigo. Pero, por una parte, muchos expertos opinan que sólo puede existir guerra, jurídicamente hablando, cuando ambos contendientes son Estados y, por otro lado, Washington no se ha declarado nunca oficialmente en guerra contra Bin Laden (o contra Al Qaeda, para el caso). De hecho, EE UU sólo ha declarado oficialmente la guerra cinco veces a ocho países en toda su historia. Muchos de los conflictos en los que ha participado (Vietnam, Irak, Afganistán) han sido calificados de «enfrentamientos militares».
4. Una operación así, ¿no debería autorizarla el Consejo de Seguridad de la ONU, o algún otro organismo internacional?
Si se trata de una intervención militar en un país extranjero, parece lógico pensar que habría sido necesario el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU (el caso de Libia, por ejemplo). No, evidentemente, en el momento mismo de la operación, sino como una especie de aval, «ocurra cuando ocurra». EE UU, desde luego, no lo tenía.
Tampoco se ha tratado de una operación coordinada por organismos policiales como la Interpol, con capacidad legítima para actuar internacionalmente. En este sentido, la pregunta vuelve a remitir al punto de partida: ¿Era una operación militar o una operación policial?
5. ¿Qué era Bin Laden? ¿Un delincuente o un enemigo?
Tampoco está claro. Si se le consideraba un delincuente, un criminal, entonces se ha violado la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y el derecho a una defensa legal. Se le ha aplicado la pena de muerte (a él y a las otras personas que murieron en el asalto) sin proceso alguno.
Y si se le consideraba un enemigo, entonces tenía derecho a la protección que establece, entre otros acuerdos, la Convención de Ginebra, a menos que su muerte se haya producido durante una acción bélica. En cualquier caso, la intención, como ha reconocido el propio jefe de la CIA, era acabar con su vida.
6. ¿Era inevitable acabar con su vida?
No lo sabemos. Nos han dicho que hubo «resistencia», pero no exactamente cuánta ni de qué tipo.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, reveló el martes que Bin Laden estaba desarmado en el momento en el que las fuerzas especiales de EE UU accedieron a su domicilio, pero que «se resistió» a ser capturado y no mostró intención de rendirse. Este relato contradice la primera versión ofrecida por el principal asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Brennan, quien aseguró que Bin Laden «estuvo implicado en el tiroteo».
Las operaciones especiales son patrimonio de hombres sometidos a durísimos entrenamientos de resistencia física y psicológica. Solo las personas más excelentes tienen acceso a cuerpos de élite como los Navy SEALS, responsables de la operación que acabó con la vida de Bin Laden. Brennan matizó que «si se hubiese podido capturar vivo a Bin Laden, se habría hecho». Resulta cuando menos dudoso pensar que este comando no pudo haber reducido a un hombre desarmado de 54 años sin necesidad de matarlo a tiros. «Existen formas de resistencia que no implican esgrimir un arma», puntualizó Carney.
Una hija del terrorista, bajo custodia paquistaní, aseguró que su padre fue capturado vivo por soldados antes de recibir un tiro en la cabeza y en el pecho ante su familia.
Planta de la casa donde se escondía Osama bin Laden, en Abottabad, Pakistán. Gráfico: Departamento de Defensa de EE UU
7. ¿Qué habría pasado si le hubiesen capturado vivo?
Aunque aquí entramos en el terreno de la elucubración, los defensores de la acción estadounidense destacan que un Bin Laden vivo y ante los tribunales habría sido aprovechado de forma propagandística por Al Qaeda y el integrismo islámico. Argumentan, también, que ninguna de las posibles opciones era recomendable: ¿Lo habrían enviado a Guantánamo o habría sido juzgado en suelo estadounidense (en Nueva York o en Washington, en este caso, que es donde cometió los delitos)? ¿Bin Laden en Nueva York? ¿O habría sido juzgado, tal vez, en Afganistán (el país que invadió EE UU para capturarlo), en plena guerra contra los talibanes? ¿Y qué habría pasado si los saudíes, aliados de EE UU, hubiesen querido extraditarlo?
Los detractores de la operación de EE UU, sin embargo, indican que con su muerte se ha fabricado un mártir, un héroe al que no han logrado capturar vivo, una leyenda. Y otros, como el periodista británico Robert Fisk, van más allá aún: «Un tribunal podría haber preocupado a más gente, no sólo a Bin Laden. Después de todo, Bin Laden podría haber hablado de sus contactos con la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, o acerca de sus encuentros íntimos en Islamabad con el príncipe Turki, el jefe de la inteligencia saudí. Justo igual que ocurrió con Sadam, que fue juzgado por el asesinato de sólo 153 personas, y no por los miles de kurdos a los que gaseó, y que fue ahorcado antes de que tuviese la oportunidad de contarnos cosas sobre los componentes de las armas químicas procedentes de EE UU, o sobre su amistad con Donald Rumsfeld, a quien recibió en 1980 después de invadir Irán, siendo éste asistente militar del ejército estadounidense».
8. ¿Es cierto que no hubo ninguna baja estadounidense durante la operación?
En principio, esa es la versión oficial, pero algunos analistas militares consideran poco probable que, si realmente hubo un tiroteo intenso, no se produjese ni un solo herido, aunque fuese leve, entre los soldados de EE UU.
En cualquier caso, se trata de la fuerza de élite de los marines, especialmente entrenada para este tipo de misiones y de una eficacia letal (no en vano le cuestan al contribuyente de EE UU unos 1.000 millones de dólares al año), por lo que, de haber contado con el elemento sorpresa, tampoco es descartable que no se produjeran bajas.
9. ¿Cuántos helicópteros se emplearon en el ataque y de dónde venían?
Según el diario británico Daily Telegraph, que cita fuentes de la inteligencia de Pakistán, en la operación tomaron parte cuatro helicópteros que despegaron de una base paquistaní, en el norte del país (otras informaciones sitúan en Afganistán el inicio de la operación). La revista Time también informa de cuatro aparatos, pero The Wall Street Journal habla de sólo dos, y The New York Times señaló que testigos habían visto un total de tres.
10. ¿Qué pasó con el helicóptero destruido?
Tampoco está claro qué pasó con el helicóptero que fue destruido con explosivos por los propios soldados estadounidenses tras el asalto, teóricamente, para que los restos no fuesen confiscados. Según algunas versiones, había sido alcanzado por disparos efectuados desde tierra, mientras que en otras, la mayoría, se especula con la posibilidad de un fallo mecánico.
11. ¿Por qué han arrojado al mar el cuerpo?
Según se ha informado, el cuerpo de Bin Laden fue trasladado hasta el Mar Arábigo, envuelto en un manto blanco y lanzado al mar. Estados Unidos justificó la rapidez de esta acción amparándose en la ley islámica, que aconseja enterrar a los difuntos en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, expertos en el islam han explicado que arrojar un cadáver al mar contradice la sharia.
¿Cuál es, en cualquier caso, la verdadera razón para hacer desaparecer el cadáver? ¿Evitar que una posible tumba se convierta en santuario para sus seguidores y fuente de futuros conflictos? Por otro lado, si se tiene en cuenta que Bin Laden nació en Yemen, creció en Arabia Saudí y luego renegó de este país y vivió en Sudán, Afganistán y Pakistán, tampoco resultaba fácil decidir dónde enviar sus restos para ser enterrados.
Y queda pendiente, además, otra cuestión importante: ¿Qué pasa con el derecho de los familiares a recuperar el cuerpo?
12. ¿Veremos las fotos del cadáver?
El director de la CIA dice que sí, pero Barack Obama ha decidido que no se publiquen porque el cadáver de Bin Laden «no es un trofeo». La fotografía, supuestamente, muestra una enorme herida encima del ojo izquierdo que deja entrever parte del cerebro.
La imagen de un Bin Laden cosido a tiros puede resultar, en palabras de funcionarios del propio gobierno estadounidense, «incendiaria». Pero, a la vez, sería una prueba más sólida que las muestras de ADN (unas muestras que tampoco se han hecho públicas hasta ahora) de cara a que, tanto los más escépticos como muchos de sus seguidores, pudiesen convencerse de que realmente ha muerto.
Celebraciones en Times Square, Nueva York, tras la muerte de Osama bin Laden. Foto: Josh Pesavento / Wikimedia Commons
13. ¿Es cierto que Bin Laden usó a una de sus mujeres como escudo humano?
El Pentágono, Washington y el propio John Brennan defendieron en un primer momento que Bin Laden había utilizado a una de sus mujeres como escudo humano para refugiarse de los disparos. La información ha sido desmentida posteriormente por todas las partes. La mujer en cuestión permanece hospitalizada con un tiro en la pierna y no fue utilizada como escudo.
14. ¿Llegaron a decirle algo antes de matarlo?
No ha trascendido si los militares estadounidenses y Bin Laden intercambiaron o no palabra alguna, o si Bin Laden llegó a expresar algún mensaje antes de ser abatido.
15. ¿Quiénes son las otras víctimas de la operación?
Lo único que se sabe es que se trata de dos hombres y una mujer, pero nada más. Tampoco se ha informado de qué se ha hecho con sus cuerpos.
16. ¿Quién más había en la casa? ¿Hay algún detenido?
Según la agencia AP, los soldados dejaron en el recinto a 23 niños y nueve mujeres, pero un funcionario paquistaní indicó que están bajo custodia solo nueve niños de entre dos y 12 años. El gobierno de Pakistán, por su parte, habría asegurado tener bajo custodia a una mujer de Bin Laden y a una de sus hijas, detenidas tras el asalto a la residencia.
La agencia Efe, citando una fuente de los servicios secretos de Pakistán, añade que ambas se encontraban en la casa cuando entraron los soldados.
A día de hoy, se desconoce el número de colaboradores de Bin Laden detenidos en la operación, o quiénes son.
17. ¿Tiene derecho EE UU a llevarse la información obtenida en la casa de Bin Laden?
Según informó el portal de Internet Politico, el comando que asaltó la casa de Bin Laden logró hacerse con gran cantidad de equipo informático y discos duros pertenecientes al jefe de Al Qaeda. Los servicios de inteligencia de EE UU estarían revisando estos discos duros y externos en un enclave secreto en Afganistán, desde donde, también teóricamente, se lanzó la operación. Pero, ¿tiene Estados Unidos derecho legal a sacar ese tipo de material del país donde ha sido requisado?
18. ¿Cómo es posible que llevase al menos tres años viviendo en Pakistán sin que lo supiesen los servicios secretos de este país?
Es las pregunta del millón. Bin Laden ocupaba un complejo nada discreto, a unas cuantas decenas de kilómetros de la capital paquistaní, cerca de una ciudad en la que hay una base y una academia militar del ejército de Pakistán. En principio, con los servicios de inteligencia de medio mundo detrás de él, no parece el mejor escondite. Muchos en EE UU apuntan ya directamente a una complicidad de Pakistán. Las otras opciones son dos, una ineficacia total por parte de los servicios secretos de este país, o una habilidad increíble por parte de Bin Laden.
En este sentido, la revista The New Yorker plantea un buen número de interrogantes que, no por obvios, tienen menos importancia: ¿De quién es la tierra donde construyó Bin Laden la casa? ¿Cómo adquirió el terreno o a través de quién? ¿Quién le diseñó la vivienda? ¿Quiénes trabajaban allí? ¿Le visitaba alguien? ¿Con qué frecuencia?
Y, más aún: ¿No salía nunca? ¿No le vio nunca nadie? ¿Había cambiado de aspecto para evitar ser reconocido? ¿Qué aspecto tenía? ¿Cuántas personas sabían de su presencia allí? ¿Alguna de ellas tenía algún tipo de cargo público?
19. ¿Dónde se ocultó Bin Laden antes de allí? ¿Llegó a vivir en cuevas?
No hay ninguna prueba real de que Bin Laden haya vivido en cuevas durante estos años, pese a que eso es lo que se creyó durante mucho tiempo.
A principios de los noventa, y con propósitos propagandísticos, Bin Laden invitaba a algunos periodistas a entrevistarle en cuevas de Tora Bora, en Afganistán, pero él vivía realmente en un confortable complejo perteneciente a uno de los señores de la guerra locales. A finales de esa década se mudó a otro complejo cerca de Kandahar, también en Afganistán, y ahora vivía en otra gran vivienda en Pakistán.
Entre medias, aún no se sabe, pero la Casa Blanca ha indicado que, tras años de búsqueda, EE UU se dió cuenta finalmente de que Al Qaeda prefiere «áreas muy pobladas» a «cuevas o pequeños pueblos».
20. ¿Quién filtró la foto falsa de Bin Laden?
Una imagen del supuesto cadáver de Osama bin Laden fue divulgada por varios medios y redes sociales poco después de conocerse la muerte del líder de Al Qaeda. Sin embargo, según un comunicado de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) emitido horas después, la imagen era falsa. ¿Quién filtró la fotografía? ¿Con qué intención?
Es mucho lo que sabemos ya acerca de las circunstancias que han rodeado la muerte de Osama bin Laden; mucho más lo que, con toda probabilidad, iremos sabiendo en los próximos días y mucho, también, lo que ignoramos aún, ignoraremos siempre o, sencillamente, está sujeto a diferentes versiones, más o menos subjetivas. En general, las preguntas básicas están respondidas, al menos, de forma oficial. Conocemos el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y, aunque esta cuestión […]
El domingo 10 de octubre se celebró el Día Mundial contra la Pena de Muerte. La lucha por la abolición de la pena capital se enmarca en la defensa de los derechos humanos y ha avanzado hasta lograr que se suspenda en dos terceras partes del mundo. En el contexto árabe-islámico, donde las políticas de represión de las libertades se mantienen, esta pena sigue formando parte de la legislación de la mayoría de países.
En 2009 fueron ejecutadas en todo el mundo 714 personas, una cifra que no incluye las miles de ejecuciones que pueden haberse producido en China, que no facilita datos sobre su aplicación de la pena de muerte. Las ejecuciones se dan principalmente en países con gobiernos autoritarios, pero no son los únicos. En Estados Unidos fueron ejecutadas 52 personas en 2009, y se firmaron 106 sentencias de muerte. Según Amnistía Internacional, estos son los países con el mayor número de ejecuciones.
En el mundo árabe la situación ha mejorado en cuanto al número de países que la aplican, pero el total de ejecuciones ha aumentado respecto a 2008 y es significativo que de los diez países de la lista seis pertenezcan a la zona de Oriente Medio y Norte de África. Estos son algunos de los datos extraídos de los informes de Amnistía Internacional, Human Rights Watch. y de Luchando contra la Pena de Muerte en el Mundo Árabe [pdf], publicado por la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte. […]