Emiratos Árabes Unidos

El presidente electo de EE UU, Joe Biden. Foto: Gage Skidmore / Wikimedia Commons

Los estados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) son los socios económicos y políticos de más importancia estratégica para Estados Unidos en Asia Occidental. Es posible que el presidente electo, Joe Biden, y la vicepresidenta electa, Kamala Harris, no cuenten con un proyecto esencialmente diferente para la región, pero sí van a aportar un tipo diferente de diplomacia.

A pesar de que muchos dan por hecho que la presidencia de Biden será una extensión de las políticas de Obama, existen nuevas realidades en Oriente Medio que el presidente electo deberá tener en cuenta.

Los países del CCG están divididos, debido al embargo, liderado por Arabia Saudí, impuesto a Catar desde 2017. Para muchos líderes del CCG, resucitar la política exterior de Obama no es lo ideal. Fue durante su presidencia cuando ocurrieron las revueltas de la Primavera Árabe en 2011, el golpe militar en Egipto de 2013, el ascenso de grupos extremistas y, por último, el acuerdo nuclear con Irán.

Riad y Abu Dabi disfrutaron con la campaña de «máxima presión» contra Irán llevada a cabo por Trump, y con la pasividad del ahora presidente saliente ante los abusos contra los derechos humanos.

Biden ha declarado públicamente que él no habría tolerado el cruel asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, el encarcelamiento de mujeres activistas saudíes, o los crímenes de guerra en Yemen. La impaciencia de Biden con Arabia Saudí y su probable tolerancia con Irán chocan con un creciente lobby en Washington, en el que tanto Riad como Abu Dabi han invertido mucho.

La supuesta intención del Gobierno estadounidense de acabar con la crisis humanitaria causada por los bombardeos saudíes en Yemen fue bloqueada por el círculo íntimo de Trump. Por tanto, en ausencia de ese círculo, Riad tendrá que conformarse con compromisos más simples por parte de los hutíes. La retirada gradual de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) de la guerra de Yemen entre 2017 y 2019, les colocó en una situación menos sólida que la de su vecino saudí ante la derrota de Trump.

Junto con Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos normalizaron sus relaciones con Israel el 13 de agosto de 2020, en los denominados oficialmente Acuerdos de Abraham. Este impactante movimiento histórico fue considerado una traición por la causa palestina, e innecesario desde la perspectiva geopolítica de los EAU. Aún así, puede entenderse como un intento desesperado por agudizar la rivalidad con Irán.

Irán es, de hecho, el principal foco a la hora de determinar la política exterior de Estados Unidos con respecto al CCG. La firma del acuerdo nuclear en 2015, oficialmente conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), supuso para el régimen iraní la oportunidad de iniciar una nueva era marcada por la ruptura del aislamiento global y las sanciones lideradas por EE UU. Tres años después, Trump se retiró unilateralmente del acuerdo y comenzó una campaña de «máxima presión» que implicó sanciones económicas más severas contra el sector financiero iraní.

Biden ha declarado que EE UU volverá a unirse al acuerdo, con el objetivo de allanar el camino para continuar negociando. No obstante, es imposible predecir cómo evaluará Biden el grado de cumplimiento por parte de Irán, considerando las referencias tan poco claras que deja su predecesor. Después de todo, el hecho de que Irán fuese el mayor enemigo de Trump no significa que vaya a ser el mayor aliado de Biden. Por otra parte, no puede olvidarse la decepción de Riad con Trump durante los ataques a Aramco de septiembre de 2019.

Irak es otro de los lugares donde estallaron las disputas entre EE UU e Irán, como resultado de las protestas contra el gobierno de Bagdad que comenzaron en octubre de 2019. Riad acogió con gran satisfacción los intentos de Trump de respaldar a los grupos apoyados por Teherán en Irak. Giorgio Cafiero, director de Gulf State Analytics, una consultora de riesgos geopolíticos con sede en Washington, considera las acciones de Trump en Irak como «las más audaces en términos de contrarrestar la influencia regional de Irán, algo especialmente subrayado por el descarado asesinato del general Qasem Soleimani en enero de 2020». No obstante, Cafiero señala asimismo que, desde los ataques contra Aramco en septiembre de 2019, «a los saudíes les preocupa la verdadera voluntad de Trump de defender al reino de las amenazas que suponen los grupos respaldados por Irán en la región y que tienen una relación hostil con Riad».

Kuwait, Omán y Catar verían con buenos ojos una desescalada con Irán, así como cualquier intento por finalizar la crisis del Golfo. Mientras que Omán acogerá positivamente los planes de Biden para acabar con la ayuda militar estadounidense a Arabia Saudí en la guerra en Yemen, Kuwait espera encontrar un líder estadounidense más «neutral» para reparar la grieta abierta en la región.

Por su parte, Doha cuenta con la voluntad de Biden de poner fin al embargo, después de que Trump parezca haber ignorado las relaciones institucionales estratégicas a largo plazo de Estados Unidos con los países del CCG, y el interés de Washington de mantener un frente unido en el Golfo frente a Irán. En cualquier caso, la paz entre Riad y Doha parece más probable que un acuerdo en el que también esté incluida Abu Dabi, salvo que Biden supere las expectativas. Aunque si el presidente electo decide centrarse más en las relaciones de EE UU con el continente asiático en general que en el Golfo, esa voluntad por sí sola no será suficiente para acabar con la crisis.

En cuanto a Libia, es más probable que Biden apoye al Gobierno de Acuerdo Nacional respaldado por Turquía y Catar, en contraste con el enfoque pro EAU de Trump y su dependencia de los aliados europeos y rusos. En otras palabras, puede haber más presión a Abu Dabi para que acate el embargo internacional de armas a Libia. Por el contrario, la venta aprobada por EE UU de materiales de defensa avanzada (F-35) a los Emiratos (una tecnología que hasta ahora solo proporcionaba a Israel en la región), el 10 de noviembre de 2020, supone un auténtico punto de inflexión.

En el ámbito económico, se espera que Biden restituya el papel glogal de EE UU en la lucha contra el cambio climático reincoporándose al Acuerdo de París, del que salió Trump mediante una orden ejecutiva. Las políticas medioambientales de Biden se centran en prohibir el fracking (fractura hidráulica), tanto en aguas estadounidenses como en el territorio federal, una medida que beneficiaría a los países del CCG, ya que incrementaría los precios globales del petróleo. El columnista saudí Sultan Althari señala que la iniciativa «les proporcionaría [a los países del CCG] un salvavidas especialmente necesario a la hora de conseguir el delicado equilibrio entre aliviar las dificultades económicas causadas por la pandemia, y los ambiciosos planes para diversificar los medios de producción y conseguir una transición exitosa hacia economías más basadas en el conocimiento».

En general, Estados Unidos mantendrá su alianza estratégica con sus amigos del Golfo, aunque no todas las posturas de Washington serán bien recibidas. Y algunos asuntos que están perdiendo ya la relevancia y el apoyo que tuvieron, como la guerra en Yemen, el bloqueo a Catar, o una escalada de la tensión con Irán, es probable que vayan, poco a poco, finalizando.


Zeidon Alkinani es un escritor y analista político independiente iraquí-sueco, máster en Políticas Públicas Internacionales por el University College de Londres. Su investigación se centra, entre otros temas, en la región de Oriente Medio y el Norte de África, Irak, el sectarismo, la política exterior de Estados Unidos en Oriente Medio, la Primavera Árabe y el desarrollo durante la posguerra.


Publicado originalmente en openDemocracy bajo licencia Creative Commons el 3/12/2020
Traducción del original en inglés: What does Biden’s presidency mean for the future of the Gulf?

La presidencia de Biden y el futuro del Golfo

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Cruzando desde el continente hacia la isla de Abu Dabi, en una imagen de los años cincuenta. Al fondo, la torre Maqta, actualmente empequeñecida por los puentes Maqta y Sheikh Zayed. Foto: BP Archive.

Cruzando desde el continente hacia la isla de Abu Dabi, en una imagen de los años cincuenta. Al fondo, la torre Maqta, actualmente empequeñecida por los puentes Maqta y Sheikh Zayed. Foto: BP Archive.

A comienzos de los años 2000 el precio del petróleo disminuyó y los Emiratos Árabes Unidos implementaron una serie de estrategias económicas para subsistir basadas en el turismo, las telecomunicaciones, la aviación y la exportación de aluminio, entre otras áreas. En Dubái, los proyectos arquitectónicos continuaron en expansión y se inauguraron varias zonas francas como la Dubai Media City, el parque tecnológico Dubai Internet City y la Dubai Knowledge Village. Comenzaron también las obras de las islas artificiales The Palm Islands, del rascacielos Burj Khalifa y del Dubai Mall, hasta que en 2008 llegó la crisis económica, que provocó la parálisis de numerosos proyectos por falta de rentabilidad. En 2012, la economía volvió a reactivarse a partir de la emisión de bonos, y a principios de 2013 Dubái fue elegido como sede de la Exposición Internacional de 2020, siendo la primera ocasión en que este evento será celebrado en Oriente Medio.

El vídeo que encabeza esta entrada, de , fue realizado en enero de 2013.

Dubai Timelapse

A comienzos de los años 2000 el precio del petróleo disminuyó y los Emiratos Árabes Unidos implementaron una serie de estrategias económicas para subsistir basadas en el turismo, las telecomunicaciones, la aviación y la exportación de aluminio, entre otras áreas…. Leer

Dubai, 1984-2012. Imagen: U.S. Geological Survey, NASA, Time, Google

En colaboración con el Servicio Geológico de EE UU, la NASA y la revista Time, Google ha creado un sitio web en el que se muestran, a modo de timelapse, secuencias de imágenes de satélite de toda la Tierra tomadas desde 1984 hasta 2012. Basta elegir una localización cualquiera y, con un simple clic, «regresar en el tiempo y obtener una perspectiva histórica impresionante sobre cómo ha cambiado la superficie terrestre a través de los años», explica Google en su blog. Las imágenes han sido tomadas por los satélites del programa Landsat de la NASA, que orbitan permanentemente la Tierra mirando no hacia arriba, a las estrellas, sino hacia abajo, hacia nosotros.

Según Google, para la creación de este proyecto ha sido necesario buscar entre más de dos millones de fotografías, con el fin de encontrar tomas sin nubes de cada rincón del planeta. Luego, las fotos seleccionadas se han ido ensamblando para crear imágenes gigantes correspondientes a cada año. En el interesante y extenso análisis del resultado que publica Time junto con su versión del programa, Jeffrey Kluger explica que los cerca de dos billones de píxeles que contiene cada imagen equivalen a ensamblar en un mosaico gigantesco un total de 900.000 televisores de alta definición.

Pero más allá del alarde tecnológico, lo verdaderamente importante de este proyecto es la llamada de atención que supone. Es difícil encontrar una secuencia de las que se destacan en la presentación donde no haya una mala noticia, desde la acelerada deforestación del Amazonas hasta la lenta e inexorable muerte del Mar de Aral, pasando por el avance imparable de la desertificación, la reducción de los glaciares, montañas decapitadas por la construcción de minas, la depredación del entorno en la constante búsqueda de recursos insostenibles o la expansión a toda costa de los supernúcleos urbanos.

No todo es atribuible a la mano del hombre. Nuestro planeta no es, como no lo es ningún ‘ser vivo’, inmutable. Pero mucho de lo peor, sí.

Uno de los ejemplos más espectaculares es, sin duda, el de Dubai, una futurista y lujosa megalópolis levantada en pleno desierto en apenas unas décadas gracias al poder del petróleo, y a pesar de que, en la propia Dubai, petróleo apenas hay (es en Abu Dhabi donde está el 85% del crudo de los Emiratos).

Rascacielos iluminados en Dubai

En los años cincuenta Dubai era poco más que un pueblo, cuyos habitantes vivían, principalmente, de la industria de las perlas recogidas por buceadores. Cuando comienza la secuencia de imágenes de satélite, a mediados de los años ochenta, Dubai tiene ya 300.000 habitantes, pero está muy lejos aún de ser lo que es hoy en día, una urbe donde residen cerca de 2,1 millones de personas, centro financiero de Oriente Medio y que, entre otras cosas, posee el rascacielos más grande del mundo (el Burj Jalifa), el mayor centro comercial, el mayor parque temático y la mayor… pista de esquí cubierta del planeta. La expansión de la metrópolis hacia el desierto es claramente visible.

Y además de construir en el desierto, con un brutal boom inmobiliario que, como todos, sufrió la debacle financiera de 2008, aunque fue rescatado por el petróleo de Abu Dhabi, Dubai ha construido también en el mar, a base de dragar arena y crear islas artificiales. Así, la secuencia de los satélites nos permite asistir al surgimiento, como de la nada, de las Palm Islands, las famosas islas artificiales con forma de palmera, perfectamente reconocibles desde el espacio.

Dubai 1984Dubai 2012
Dubai 1984-2012. Imágenes: U.S. Geological Survey, NASA, Time, Google

Semejante crecimiento, a lo que hay que sumar la aclimatación con aire acondicionado de todos los espacios cerrados, el masivo uso del coche como principal medio de transporte, el gran consumo de agua (procedente del mar y desalinizada en grandes plantas), una iluminación que no tiene mucho que envidiar a la de Las Vegas, o los campos de golf, por poner solo unos ejemplos, hace que el consumo energético de Dubai sea descomunal, y que tras el «milagro del desierto» se esconda, en realidad, un auténtico templo dedicado al consumismo y uno de los mayores fracasos en lo que a la construcción de ciudades sostenibles se refiere.

Los Emiratos tienen en marcha el ambicioso proyecto Masdar, una ciudad ecológica que se está levantando junto al Aeropuerto Internacional de Abu Dhabi, alimentada por energía solar y cuyo objetivo es no solo ser sostenible sino también autoabastecida. Es una buena inciativa, pero la pregunta es si no habría sido mejor, puesto que dinero no es precisamente lo que falta, racionalizar antes la locura de Dubai. Y a la vista de lo que se ve desde el espacio, uno diría que la respuesta es afirmativa.


Más información y fuentes:
» Timelapse (Time)
» A picture of Earth through time (Google Blog)
» Google’s Earth Engine: A stunning time-lapse view of the planet (Los Angeles Times)
» Dubai, del boom inmobiliario al sueño de sostenibilidad (Belén Boville Luca de Tena, en Efe Verde)
» El extraño caso del petróleo dubaití (Alberto G. Izquierdo, en worldWtrade)

Dubai: 30 años vertiginosos en dos segundos

En colaboración con el Servicio Geológico de EE UU, la NASA y la revista Time, Google ha creado un sitio web en el que se muestran, a modo de timelapse, secuencias de imágenes de satélite de toda la Tierra tomadas… Leer

El secretario de Defensa de EE UU, Chuck Hagel, con su homólogo israelí , Moshe Ya’alon, a su llegada a Israel. Foto: Ministerio de Defensa de Israel

Primero fue el secretario de Estado, John Kerry, y ahora le ha tocado el turno al de Defensa, Chuck Hagel. El trasiego por Oriente Medio de los flamantes nuevos miembros del Gobierno estadounidense (ambos fueron nombrados en febrero) continúa, aunque, eso sí, con objetivos y resultados bien distintos.

Tras su visita a Israel a principios de este mes, lo único que Kerry pudo sacar en claro fue que «todas las partes están comprometidas con el proceso que podría sentar las bases para la paz» entre israelíes y palestinos (las negociaciones llevan cuatro años estancadas), y que el trabajo «fluyó muy bien». Hagel, por su parte, llegó este fin de semana a la región para vender armas, y eso es lo que está haciendo. Estados Unidos anunció el viernes pasado sus planes para vender, en concepto de material militar propio y a través de subcontratas del Pentágono, misiles avanzados y aviones por valor de 10.000 millones de dólares (7.660 millones de euros) a Israel, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, tres de sus principales aliados en Oriente Medio. Todo un negocio cuyo fin oficial, no obstante, es «neutralizar la amenaza iraní», una amenaza que sienten (y explotan) los tres países compradores.

La gira empezó en Israel. Este mismo domingo, Hagel estampó su firma en un acuerdo que llevaba meses negociándose, y por el que Washington proveerá a este país con misiles anti-radiación que permiten destruir las defensas aéreas enemigas, radares para aviones de combate, aparatos de reaprovisionamiento aéreo, y aeronaves Osprey V-22, que despegan como un helicóptero y desarrollan la velocidad de un avión. Los aviones nodriza que comprará Israel son capaces de avituallar a los cazas en una hipotética operación contra Irán.

Como explica la periodista Carmen Rengel desde Jerusalén, los cuatro aviones KC-135 que comprará Israel «le permitirán mantener a sus aeronaves más tiempo en el aire, algo esencial en misiones de largo alcance como podría ser el ataque a instalaciones nucleares iraníes». «Tel Aviv dista de Teherán más de 1.600 kilómetros e Israel no tiene en la zona bases amigas en las que repostar, por lo que hasta ahora ha usado Boeing 707 transformados para esta misión de repostaje, un parche que no le da garantías en una misión de mayor rango», añade.

«Estados Unidos e Israel ven en Irán exactamente la misma amenaza», ha dicho Hagel durante su visita, si bien ha reconocido asimismo que existen «algunas diferencias» entre los dos aliados a la hora de estimar las capacidades nucleares del régimen iraní. «Lo esencial es que Irán es una amenaza, una verdadera amenaza», declaró el secretario de Defensa. En caja: 3.000 millones de dólares.

A los Emiratos, por su parte, les tocan 26 aviones de combate F-16 y una partida de sofisticados misiles para aviones de combate. En caja, 5.000 millones.

Los 2.000 millones restantes los pondrá Arabia Saudí, que ya acordó comprar 84 aparatos de combate F-15 en 2010, y que comprará ahora los mismos misiles que los Emiratos. Con ellos, los aviones saudíes podrán alcanzar blancos en tierra desde una gran distancia. En 2011, según informa El País, el Pentágono ya había autorizado a su subcontrata Boeing la venta de 84 cazas F-15SA a Arabia Saudí por valor de 29.400 millones de dólares, en una de las mayores autorizaciones de adquisición de armamento a aliados extranjeros en la historia reciente de EE UU.

Para evitar suspicacias, la diplomacia estadounidense ha hecho coincidir la venta de armamento a Israel con la venta a los dos países árabes. La idea de Washington es que la transacción asegure a Israel su supremacía militar en Oriente Medio, por la que vela desde hace décadas, sin que ello sea interpretado como una luz verde a un ataque unilateral a Irán, y a pesar de que parte del armamento vendido permitiría precisamente eso.

En este sentido, fuentes del Pentágono señalaron la semana pasada que «una parte crucial del acuerdo es que creemos, del mismo modo que lo creen los israelíes, que ofrecerles estas capacidades [a los EAU y Arabia Saudí] no disminuye de ningún modo la preponderancia militar de Israel, sino que va en conformidad con la respuesta a las amenazas que existen en este momento en la zona».

Todas «estas capacidades» se «ofrecen», por otra parte, tan solo unos días después de que el propio Kerry presentara solemnemente el último informe que cada año elabora su departamento sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, país por país. En el apartado dedicado, por ejemplo, a Arabia Saudí se dice:

Los principales problemas de derechos humanos registrados incluyen la inexistencia de medios legales para que los ciudadanos puedan cambiar su gobierno; restricciones generalizadas a derechos universales como la libertades de expresión (incluyendo en Internet), de reunión, de asociación, de movimiento y de religión, y la falta de igualdad de derechos para las mujeres, los niños y los trabajadores expatriados.

Otros problemas […] incluyen la tortura y otros abusos, el hacinamiento en las cárceles y los centros de detención, la retención de presos y detenidos políticos, la falta de procesos justos, arrestos y detenciones arbitrarias, e interferencias arbitrarias en la vida privada, en el hogar y en la correspondencia. La violencia contra la mujer, la trata de personas y la discriminación por razón de sexo, religión, secta, raza y etnia son comunes. La falta de transparencia gubernamental y de acceso [a la información] hace que sea difícil evaluar la magnitud de muchos de los problemas de derechos humanos denunciados.

A estas alturas ya sabemos que podemos denunciar abusos en un país y a la vez venderle armas, que los principios geoestratégicos y económicos tienen prioridad sobre cualquier otra consideración de orden moral o mínimamente coherente. Pero, puestos a ser prácticos, cabe preguntarse también si al final no acabamos pagando el precio de nuestra propia hipocresía. Como escribe Eugenio García Gascón, «que Estados Unidos arme hasta los dientes a los países de una de las regiones más armadas del planeta debería preocuparnos a todos».


Más información y fuentes:
» EE UU confirma en Tel Aviv una venta que garantiza la supremacía aérea israelí (Efe)
» U.S. finalizes exclusive arms sale aimed at ensuring Israel’s ‘air superiority’ (Haaretz)
» EE UU venderá armas a sus aliados en Oriente Próximo para contener a Irán (El País)
» Country Reports on Human Rights Practices for 2012 (US Department of State)
» Sobran armas (Balagán)

La industria armamentística de Estados Unidos hace caja

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Dubai.
Foto: Moriazi Mohamad, en National Geographic.

Dubai. Foto: Moriazi Mohamad.

Dubai, en 2012. Foto: Mathias Apitz / Flickr

Si no te interesan el activismo político, los derechos de los trabajadores o la libertad de expresión, si no eres ni inmigrante ni homosexual ni demasiado escrupuloso con los derechos humanos, en los Emiratos Árabes Unidos se vive bien. El país, una federación de siete estados regidos cada uno por su emir, disfruta de una renta per cápita de alrededor de 50.000 dólares al año, una de las más altas del mundo, y el Estado invierte generosamente (en infraestructuras, sobre todo) los enormes ingresos que obtiene como tercer mayor exportador mundial de petróleo.

Parte del coste de esta alta calidad de vida lo pagamos, no obstante, todos: Los Emiratos lideran el ránking mundial de emisiones de dióxido de carbono per cápita, como consecuencia, principalmente, de las emisiones relacionadas con las plantas de desalinización, en una economía que depende casi por completo de los combustibles fósiles.

La buena noticia es que medio centenar de empresas privadas con sede en los Emiratos se acogieron voluntariamente a un programa por el que se comprometían a reducir en al menos un 10% su huella de carbono y su gasto de agua, y que al menos cinco de ellas –las primeras que han ofrecido datos oficiales– no solo han logrado ya el objetivo, sino que lo han sobrepasado. En concreto, y según informa el diario de Abu Dabi The National (propiedad del Gobierno), estas empresas han conseguido ahorrar entre un 11% y un 55% en uso de energía, y entre un 28% y un 89% en uso de agua. Los datos han sido comprobados de forma independiente por la auditora estadounidense Ernst & Young.

El logro puede parecer modesto aún, pero hay que recordar que, como señala Tafline Laylin en Green Prophet, en los Emiratos resulta muy difícil convencer a las empresas para que ahorren energía o agua, ya que el gasto está subvencionado por el Gobierno. Las cinco compañías que lo han conseguido han recibido el reconocimiento de la organización conservacionista internacional WWF.

Lo más relevante es que muchas de las decisiones empresariales que han hecho posible este ahorro son relativamente baratas y sencillas de llevar a cabo. Las cinco compañías mencionadas, por ejemplo, lograron reducciones importantes de energía mejorando el mantenimiento de los equipos de aire acondicionado y bajando un poco la intensidad de la refrigeración (algo que probablemente agradecieron también muchos empleados). Otra empresa que iba a cambiar de sede tuvo en cuenta que la nueva localización contase con una mayor luz natural y con mejores accesos al transporte público. El uso de electricidad se redujo en un 55%.

Si el compromiso adoptado por estas empresas consigue perdurar, y si, sobre todo, se extiende a las actividades industriales que más contaminan, la iniciativa puede ser un buen ejemplo a seguir, y no solo por otras compañías en los propios Emiratos. A la cabeza de la lista de los países con más emisiones de gases de efecto invernadero están también Catar y Kuwait. El déficit ecológico, como el democrático, es un problema regional.


Más información y fuentes:
» UAE firms praised for cutting carbon footprint by over 10% (The National, UAE)
» 50 Gulf Companies Voluntarily Cut Energy and Water Use (Green Prophet)
» Emisiones de CO2 per cápita, por países (Banco Mundial)

Ahorrando energía en los Emiratos

Si no te interesan el activismo político, los derechos de los trabajadores o la libertad de expresión, si no eres ni inmigrante ni homosexual ni demasiado escrupuloso con los derechos humanos, en los Emiratos Árabes Unidos se vive bien. El… Leer

Las autoridades de los Emiratos Árabes han reconocido que han contratado varias empresas privadas para entrenar y asesorar a las Fuerzas Armadas, y poder cumplir con sus «compromisos militares internacionales», entre otras misiones, informa Efe.

La declaración responde una reciente información del diario The New York Times que da cuenta de un millonario contrato entre las Fuerzas Armadas emiratíes y una empresa del fundador de la compañía estadounidense Blackwater, Erik Prince, que está formando una unidad de mercenarios colombianos y de otras nacionalidades.

Blackwater está acusada de matar a 17 civiles en Bagdad en 2007. Fue renombrada como XE Services y, según el diario estadounidense, pagó el año pasado 42 millones de dólares en multas por entrenar tropas en Jordania y otros países.

Un jefe militar emiratí, en una declaración difundida después de la pasada medianoche por la agencia oficial WAM, aseguró que los Emiratos Árabes Unidos están recurriendo a contratistas internacionales para prestar entrenamiento y desarrollo operativo.

Según recoge Efe, el comunicado, firmado por el jefe de Recursos Humanos y Administración de las Fuerzas Armadas emiratíes, general Juma Ali Jalaf al Hamiri, menciona entre esas empresas a la compañía R2, también conocida como Reflex y fundada por Prince.

Esta cooperación con contratistas privados, agrega el comunicado oficial, permite a las Fuerzas Armadas de los EAU «hacer contribuciones significativas en teatros de operaciones como Kosovo, Irak, Afganistán y, más recientemente, Libia».

El comunicado, sin embargo, no da detalles sobre el contrato firmado con Reflex ni sobre la unidad de mercenarios que, según el diario estadounidense, está recibiendo entrenamiento en la base militar emiratí de Zayed Military City.

Según informó el pasado domingo The New York Times, el contrato firmado entre los EAU y representantes de Blackwater tiene un valor de 529 millones de dólares y busca crear una unidad de 800 mercenarios extranjeros.

Esa unidad militar, señala el diario, «está destinada a realizar operaciones especiales dentro y fuera del país, defender oleoductos y rascacielos de ataques terroristas y reprimir rebeliones internas».

Los mercenarios de Blackwater, ahora también en los Emiratos

Las autoridades de los Emiratos Árabes han reconocido que han contratado varias empresas privadas para entrenar y asesorar a las Fuerzas Armadas, y poder cumplir con sus «compromisos militares internacionales», entre otras misiones, informa Efe. La declaración responde una reciente… Leer

El jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan accedió a la presidencia de los Emiratos tras la muerte de su padre, Zayed bin Sultan Al Nahayan, en 2004. Foto original: Helene C. Stikkel / Departamento de Defensa de EE UU

¿Revolución? ¿Qué revolución? Sin novedad en los Emiratos Árabes Unidos, todo tranquilo. Aquí se vive bien (muy bien, de hecho, si por vivir bien entendemos una renta per cápita de alrededor de 50.000 dólares al año, una de las más altas del mundo). Y el Estado, además, es generoso. Invierte y reparte. A fin de cuentas, puede permitírselo: los Emiratos son el tercer mayor exportador mundial de petróleo, y donde no tienen tanto, como en Dubai, se construye a lo grande.

El mes pasado, por ejemplo, los medios estatales anunciaron a bombo y platillo la inversión de 1.600 millones de dólares para mejorar las infraestructuras de los territorios menos desarrollados del norte, cuyos ciudadanos no se han visto tan favorecidos por la riqueza petrolera de la capital, Abu Dabi, o por el boom inmobiliario (pese a que también aquí haya estallado la burbuja) de Dubai. También se aumentó en nada menos que un 70% las pensiones de los militares. Así que nada de revoluciones.

Y, sin embargo…

Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son una federación de siete estados, regidos cada uno por su emir (el gobierno central lo forma el consejo supremo, formado por los siete emires). No hay elecciones. No hay partidos polí­ticos. No hay representación pública ni sindicatos. La polí­tica, pese a los tímidos intentos de avanzar hacia una mayor democratización emprendidos hace unos años, sigue siendo cosa de las familias gobernantes. Los trabajadores extranjeros (el 80% de la población, y el 90% de la mano de obra) viven en condiciones de gran discriminación. La libertad de prensa sólo existe en la letra de la Constitución. Y la legislación contempla la pena de muerte para, entre otros muchos casos, «delitos» de homosexualidad y apostasía.

La semana pasada, Ahmed Mansur, un conocido bloguero y activista por los derechos humanos que había pedido reformas democráticas en los EAU, fue detenido por la policía. Según Human Rights Watch, diez miembros de las fuerzas de seguridad se llevaron a Mansur después de registrar su domicilio en Dubai durante tres horas. Además, le confiscaron varios ordenadores, libros y otros documentos personales. Posteriormente fue acusado de posesión de alcohol. (El alcohol está disponible en hoteles y bares de Dubai, pero las autoridades tienen la facultad de detener a los musulmanes por consumo o posesión, basándose en la interpretación radical de la ley islámica, o sharia).

Mansur ha recibido amenazas de muerte por Internet, que su abogado atribuye a haber firmado una petición exigiendo mayor representación política y poderes legislativos para el Consejo Federal Nacional, un órgano de estilo supuestamente parlamentario. Otros dos hombres, un bloguero y un comentarista político, fueron detenidos también a principios la semana pasada.

Estas detenciones, así como los intentos por acallar potenciales protestas a fuerza de inversiones y de dinero público (la táctica preferida de Arabia Saudí), dejan bien clara la postura de los Emiratos ante las revueltas árabes: Mejor que las cosas sigan como están. No en vano, los emires, que hasta el último momento se resistieron a retirar su apoyo al ex presidente egipcio, Hosni Mubarak, no dudaron en sumar sus soldados a las tropas saudíes que entraron en Bahréin el pasado mes de marzo para «restablecer el orden» (léase: «para aplastar las protestas de la mayoría chií que están poniendo en peligro a la minoría suní gobernante»).

La presencia de las tropas saudíes y de los EAU en Bahréin, por cierto, va para largo. El ministro de Exteriores bahreiní, el jeque Jaled bin Ahmed al Jalifa (todos son de la familia allí), ha asegurado este lunes que los soldados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) no se marcharán hasta que acaben «las amenazas extranjeras». «No hay fuerzas saudíes –dijo–, sólo las del CCG»… El CCG, recordemos, es la rica alianza petrolera que forman Kuwait, Bahréin, Omar, Catar, Emiratos Árabes Unidos y, por supuesto, Arabia Saudí.

Con lo de «amenazas extranjeras» el jeque se refería, obviamente, a Irán, la gran potencia chií de la región, que apenas deja pasar un día sin criticar la intervención militar en Bahréin, en el marco de la creciente tensión entre Teherán (que, a todo esto, sólo denuncia las represiones cuando le interesa) y los Estados petroleros suníes del Golfo, aliados de EE UU.

Para entender bien la situación actual en los Emiratos Árabes Unidos merece la pena leer el último artículo de Christopher M. Davidson en la revista Foreign Policy. El título, La construcción de un estado policial, lo dice todo. Estos son algunos extractos, traducidos al castellano:

[…] Los EAU, que hasta hace poco eran un grupo de monarquías tradicionales federadas con una gran base tribal, lideradas por el apreciado jeque Zayed bin Sultan al-Nahyan hasta su muerte en 2004, han ido transformándose desde entonces en un sofisticado estado policial gobernado por dos de los hijos de Zayed desde su poderosa base de Abu Dabi, el emirato más rico gracias a su riqueza petrolera. A diferencia de su padre, que tenía que consultar con otros líderes tribales y con los grandes comerciantes de todo el país, los nuevos gobernantes ejercen su poder, sin rendir cuentas ningunas, tanto sobre la población (cada vez más urbanizada y más dependiente de Abu Dabi) como sobre unos movimientos políticos y medios de comunicación que están ahora fuertemente controlados y censurados.

A primavera vista, no parece tener sentido pensar que los EAU resultarán atrapados también por la «primavera árabe» […]. Históricamente, el Gobierno ha sido capaz de distribuir la riqueza, los subsidios y las oportunidades económicas entre sus ciudadanos, a cambio de la aquiescencia política. Más aún teniendo en cuenta que el 90% de la población está formada por inmigrantes y expatriados que no pueden aspirar a la ciudadanía. La mayoría de ellos han llegado a los EAU buscando empleos con impuestos bajos o mejores condiciones de vida que las que tenían en sus países de origen. No parece que vaya a haber muchas demandas políticas por su parte.

La realidad, sin embargo, es algo diferente, al menos en lo que respecta a los ciudadanos de los EAU. La práctica totalidad de las oportunidades económicas se encuentran tan sólo en Abu Dabi y Dubai, mientras que los abandonados cinco emiratos más pobres del norte están languideciendo. A pesar de los ocasionales desembolsos «de emergencia» realizados desde Abu Dabi (incluyendo uno el mes pasado), la brecha entre la parte rica y la parte pobre no ha dejado de crecer, año tras año. El paro sigue subiendo, los apagones eléctricos son constantes… Y la discriminación también es notable. Los habitantes del norte, que constituyen cerca de la mitad de la población indígena, se están haciendo oír cada vez más gracias a los blogs, a Twitter y a Facebook, y a otros medios de comunicación en Internet más difíciles de censurar,

Pero no existe una oposición homogénea. Algunos son pobres, otros son beduinos apátridas (a quienes se deniega la ciudadanía pese a su presencia en el país desde hace generaciones), y muchos proceden de los emiratos ricos y están bien educados, pero demandan un gobierno más transparente, una sociedad civil sin represión y un auténtico sistema judicial.

Y, sin embargo, todos estos grupos tienen ahora un grito común en sus manifestaciones: Reforma política. La absoluta falta de instituciones democráticas en los EAU se ha hecho mucho más difícil de soportar a medida que las revoluciones y las protestas han ido extendiéndose por toda la región, alcanzando incluso el Golfo Pérsico. […]

El artículo completo (en inglés), aquí.

PD. El pasado mes de marzo, coincidiendo con la vista de Zapatero a Dubai, los Emiratos Árabes Unidos anunciaron su intención de invertir 150 millones de euros para recapitalizar una caja de ahorros española.

Sin novedad en los Emiratos

¿Revolución? ¿Qué revolución? Sin novedad en los Emiratos Árabes Unidos, todo tranquilo. Aquí se vive bien (muy bien, de hecho, si por vivir bien entendemos una renta per cápita de alrededor de 50.000 dólares al año, una de las más… Leer

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