Recep Tayyip Erdoğan seguirá siendo presidente de Turquía cinco años más tras ganar la segunda vuelta de las elecciones del domingo a su rival de siempre, Kemal Kilicdaroglu. Si cumple el mandato completo de cinco años, habrá ocupado el poder… Leer
Recep Tayyip Erdoğan seguirá siendo presidente de Turquía cinco años más tras ganar la segunda vuelta de las elecciones del domingo a su rival de siempre, Kemal Kilicdaroglu. Si cumple el mandato completo de cinco años, habrá ocupado el poder durante 26 años, casi toda la historia de Turquía en el siglo XXI.
Lo sorprendente es que la mayoría del pueblo turco eligiera a Erdoğan a pesar del empeoramiento de su economía y de una hiperinflación crónica que probablemente derribaría a cualquier gobierno de un país democrático.
Entonces, ¿cómo ganó Erdoğan las elecciones y, lo que es más significativo, qué es probable que ocurra en el país en el futuro inmediato?
Las elecciones fueron libres en el sentido de que los partidos políticos podían presentar candidatos por su cuenta y hacer campaña. Los partidos también tenían derecho a tener representantes en cada colegio electoral para garantizar el recuento correcto de los votos. Y los votantes eran libres de votar.
Sin embargo, las elecciones distaron mucho de ser justas.
En primer lugar, Ekrem Imamoglu, posible principal rival en la carrera electoral, fue condenado en diciembre a más de dos años de prisión por “insultar a personalidades públicas”.
Imamoglu, el popular alcalde de Estambul, infligió al partido de Erdoğan una rara derrota en las elecciones de Estambul de 2019. Las encuestas habían mostrado que podría ganar a Erdoğan en las elecciones presidenciales por un cómodo margen.
Algunos argumentan que el fallo del tribunal tuvo motivaciones políticas. Con Imamoglu fuera de juego, la oposición tuvo que unirse en torno a Kilicdaroglu, el más débil de todos los posibles candidatos de alto perfil.
Erdoğan también ejerce un control casi omnipresente sobre los medios de comunicación turcos, a través de Fahrettin Altun, jefe de prensa y comunicación del palacio presidencial.
Muchos medios de comunicación turcos son propiedad directa de familiares de Erdoğan, como el popular periódico Sabah, dirigido por Sedat Albayrak, o están controlados por directores nombrados y supervisados por Altun. Algunos sitios independientes de noticias en Internet, como T24, practican la autocensura para seguir funcionando.
Con este control masivo de los medios de comunicación, Erdoğan y sus hombres aseguraron una mayor cobertura televisiva. Los medios de comunicación presentaron a Erdoğan como un líder mundial que hacía avanzar a Turquía construyendo aeropuertos, carreteras y puentes. Se le puso delante de decenas de periodistas en televisión, pero todas las preguntas estaban preparadas de antemano y Erdoğan leía sus respuestas a través de un apuntador.
Altun también orquestó una campaña masiva de difamación contra Kilicdaroglu. El líder de la oposición tuvo una cobertura televisiva mínima, y cuando aparecía en los medios, se le describía como un líder inepto incapaz de gobernar el país.
Altun no sólo controlaba los canales de televisión convencionales y la prensa escrita, sino también las redes sociales. En Twitter, plataforma muy influyente en Turquía, Altun utilizó bots y un ejército de trolls e influencers a sueldo para tratar de controlar la conversación.
Y funcionó. Un número suficiente de votantes se dejó influir por la confusión y el miedo a que el país fuera mucho peor si Kilicdaroglu salía elegido.
Por último, existía la posibilidad de fraude debido a la forma poco transparente en que se procesan los resultados de las elecciones. Una vez escrutada cada urna, la papeleta y la hoja de resultados son transportadas por la policía en las ciudades y el ejército en las zonas rurales hasta la junta electoral. Tanto la policía como el ejército están bajo el férreo control de Erdoğan.
Los resultados sólo se comunican a través de la agencia estatal Anadolu, mientras que antes lo hacían varias agencias independientes.
Incluso si no surgen pruebas de fraude en estas elecciones, la mera sospecha cuestiona la integridad de todo el proceso electoral.
Hay otros dos factores decisivos en las elecciones.
El primero es el apoyo que Erdoğan recibió de Sinan Ogan, que quedó tercero en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de hace dos semanas, con el 5,2% de los votos. Erdoğan convenció a Ogan para que le brindara su apoyo.
El segundo factor, y el más importante, fue la forma en que los votantes conservadores y religiosos veían a Erdoğan, casi como un mito. Para ellos, Erdoğan es un héroe religioso y un salvador.
La población religiosa de Turquía lleva mucho tiempo sufriendo persecuciones en nombre del laicismo. Para ellos, Kilicdaroglu y su Partido Popular Republicano simbolizaban esa persecución. Aunque Kilicdaroglu abandonó las antiguas políticas laicas del partido, muy estrictas, estos votantes nunca le perdonaron que impidiera a las mujeres musulmanas llevar el pañuelo en la cabeza en las instituciones educativas y estatales y que mantuviera la religión fuera de la vida pública y la política durante décadas.
La derecha conservadora y religiosa de Turquía ve a Erdoğan como un líder mundial y un héroe que luchó contra fuerzas malintencionadas, tanto internas como externas, para volver a hacer grande a Turquía.
Turquía necesitaba desesperadamente un cambio de gobierno y un soplo de aire fresco. Ahora es probable que la asfixia social, política y económica empeore.
Erdoğan había prometido un renacimiento turco para 2023, que es el centenario de la fundación de la república. Se suponía que para entonces Turquía entraría en la lista de las 10 primeras economías del mundo. Sin embargo, apenas figura entre las 20 primeras. Ocupa el puesto 19º.
La economía ha experimentado un importante declive en los últimos tres años. El valor de la lira turca se ha desplomado, lo que ha dado lugar a una economía basada en el dólar.
Pero los dólares son difíciles de conseguir. El Banco Central turco mantuvo la economía a flote vaciando sus reservas en los últimos meses para las elecciones. El Banco Central ha estado registrando un déficit por cuenta corriente de entre 8.000 y 10.000 millones de dólares cada mes, y sus reservas la semana pasada cayeron en negativo por primera vez desde 2002.
Ahora Erdoğan tiene que encontrar dinero. Recurrirá a préstamos extranjeros con altos intereses y se embarcará en una gira diplomática por los países musulmanes ricos en petróleo para atraer parte de sus fondos a Turquía. La incertidumbre sobre el éxito de estos esfuerzos y sus probables beneficios a corto plazo puede sumir a la economía turca en una recesión.
Para la población de Turquía, esto podría significar un desempleo masivo y un aumento del coste de la vida. La tasa de inflación alcanzó el año pasado un 85,5%, el máximo en 24 años, y podría subir aún más, ya que el gobierno, falto de liquidez, sigue imprimiendo dinero digital para pagar a su numerosa plantilla de funcionarios.
En política exterior, Erdoğan seguirá intentando convertirse en una potencia regional independiente de la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos. Es probable que siga reforzando los lazos de Turquía con el presidente ruso Vladimir Putin, lo que ha sido motivo de preocupación para los aliados occidentales de Turquía.
Este será el último mandato absoluto de Erdoğan, según la Constitución turca, y podría acortarse.
El presidente, de 69 años, tiene muchos problemas de salud. Está cada vez más frágil, le cuesta caminar y a menudo habla con dificultad. Es posible que en los próximos años su estado empeore y tenga que ceder la presidencia a un adjunto de confianza.
La otra posibilidad es que miembros destacados de su partido decidan dar un golpe de Estado para derrocar a Erdoğan antes de que termine su mandato, de modo que puedan recabar el apoyo de la opinión pública antes de las elecciones presidenciales de 2028.
Aunque por ahora pueda haber cierta estabilidad política en la Turquía postelectoral, el país seguirá sumido en la agitación económica, social y política en un futuro próximo.
Mehmet Ozalp es teólogo islámico e intelectual público. Creó el Centro de Estudios y Civilización Islámicos de la Universidad Charles Sturt en 2011. En 2009 fue director fundador de la Academia de Investigación y Ciencias Islámicas de Australia. Se doctoró en la Universidad de Sídney. Es autor de tres libros.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 30/5/2023
Traducción del original en inglés: How Erdogan held onto power in Turkey, and what this means for the country’s future
Recep Tayyip Erdoğan seguirá siendo presidente de Turquía cinco años más tras ganar la segunda vuelta de las elecciones del domingo a su rival de siempre, Kemal Kilicdaroglu. Si cumple el mandato completo de cinco años, habrá ocupado el poder… Leer
El alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, fue condenado el pasado 14 de diciembre por un tribunal turco a dos años y siete meses de prisión por insultar a funcionarios en unos comentarios realizados hace tres años. El impacto de esta sentencia se dejará sentir en un acontecimiento que tendrá lugar dentro de tan solo unos meses: las elecciones presidenciales turcas.
Si el tribunal de apelación confirma la condena ‒basada en un discurso de 2019 en que el İmamoğlu supuestamente llamó «tontos» a los miembros del consejo electoral supremo de Turquía‒, el alcalde no podrá seguir ocupando ningún cargo político. Con ello, el presidente, Recep Tayyip Erdoğan, gana por partida doble: además de retomar el control de Estambul, impediría potencialmente que su mayor contrincante se presentara a las elecciones de junio de 2023.
Sin embargo, obedezca o no a motivos políticos, la sentencia podría no tener el resultado que esperan los rivales de İmamoğlu, como debería saber bien el propio Erdoğan. El largo camino del presidente turco hacia el dominio político comenzó, precisamente, con su elección como alcalde de Estambul en 1994. La élite laicista, que en aquel momento dominaba la política turca y temía el auge del conservadurismo religioso de Erdoğan, le prohibió hacer política mediante una decisión judicial que le llevó a la cárcel durante cuatro meses por incitar al odio religioso en un discurso. Aquella sentencia, de hecho, no hizo sino reforzar el apoyo al actual presidente. Tal vez de forma similar, la condena a İmamoğlu fue seguida de la salida a la calle de miles de sus seguidores en señal de protesta.
El veterano presidente es un político pragmático. Durante más de 25 años, Erdoğan ha seguido una doble estrategia para afianzar su control del poder: conseguir legitimidad ganando elecciones y, al mismo tiempo, consolidar el poder a través de una larga lista de métodos autoritarios, como encarcelar a periodistas y calificar de «terroristas» a figuras de la oposición.
Sin embargo, las elecciones de 2023 se van a celebrar en un momento en el que la posición de Erdoğan en Turquía parece más débil, ya que las encuestas sugieren que podría perder frente a alguno de los posibles aspirantes, a la espera de que la oposición anuncie quién concurrirá a los comicios.
Las elecciones municipales de Estambul de 2019 supusieron un punto de inflexión en la suerte política de Erdoğan. İmamoğlu, el candidato de su principal oposición, el Partido Republicano del Pueblo, ganó frente al candidato del Partido Justicia y Desarrollo de Erdoğan. El presidente no aceptó la derrota y apoyó la anulación de los comicios mediante una decisión del consejo electoral supremo, lo que motivó el comentario de «tontos» de İmamoğlu.
En la repetición de las elecciones, İmamoğlu volvió a ganar, con un margen aún mayor.
Desde 2019, la popularidad de Erdoğan ha disminuido aún más, según la mayoría de las encuestas publicadas. Actualmente es menos popular que İmamoğlu y que el alcalde de Ankara, Mansur Yavas, del mismo partido de la oposición.
Una de las principales razones del problema de popularidad de Erdoğan es la actual crisis económica. La tasa de inflación anual de Turquía se ha disparado por encima del 80%. En una encuesta nacional de febrero de 2021, el 50% afirmó que la pobreza les obligaba a saltarse comidas.
La crisis económica está directamente asociada al gobierno de Erdoğan, que ha provocado una fuga de cerebros y ha estado marcada por políticas financieras equivocadas, especialmente su insistencia en bajar los tipos de interés para reducir la inflación, algo que va en contra de lo que prescribirían la mayoría de los economistas.
Si la oposición sigue una estrategia razonable, y los comicios son justos y libres, Erdoğan se encamina hacia la derrota en las elecciones de junio de 2023.
No obstante, los observadores temen que intente jugar con el sistema o cambiar las reglas para ganar las elecciones y mantener sus poderes superpresidenciales durante cinco años más.
Erdoğan ya ha trabajado para establecer unos medios de comunicación obedientes, mediante la confiscación, el capitalismo de amiguetes y la represión, e incluyendo la detención y encarcelamiento de periodistas. En octubre, Erdoğan promulgó una nueva «ley de censura» para criminalizar aún más a los periodistas y controlar las redes sociales.
También ha estrechado lazos con el presidente ruso, Vladimir Putin, y ha normalizado relaciones con los príncipes herederos de Arabia Saudí, y de Emiratos Árabes Unidos, Mohammed Bin Salman y Mohammed Bin Zayed, en un intento de fomentar su apoyo financiero de cara a las elecciones.
Y luego está el ataque directo a las figuras de la oposición. Si İmamoğlu es encarcelado, no será el único político importante que languidece en las prisiones turcas.
Selahattin Demirtas, ex copresidente del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos, lleva más de seis años entre rejas. Demirtas apoyó a İmamoğlu durante las elecciones municipales de 2019 y ha criticado la nueva sentencia judicial contra el alcalde de Estambul.
Es una muestra de lo que convierte a İmamoğlu en una amenaza electoral potencialmente potente para Erdoğan: su capacidad para atraer a votantes de varios segmentos de la sociedad. Puede conseguir el minoritario pero crucial voto kurdo, y mantener a la vez sólidas relaciones con los políticos nacionalistas. Pertenece a un partido laico, pero es capaz de recitar el Corán en público para atraer a los votantes religiosos. Lo que Erdoğan teme es una figura de la oposición que pueda servir como candidato de «gran carpa».
Esto ayudó a İmamoğlu a derrotar al partido de Erdoğan en Estambul dos veces en 2019. En unos meses, veremos si puede conseguir el mismo logro en el escenario nacional, aunque eso solo puede suceder si İmamoğlu puede presentarse legalmente.
El peligro para Erdoğan es que la popularidad de İmamoğlu podría aumentar si la población turca considera que su encarcelamiento obedece a motivaciones políticas. De ser así, la historia podría repetirse en Turquía, solo que esta vez para desgracia de Erdoğan.
Ahmet T. Kuru es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de San Diego (EE UU). Se doctoró en la Universidad de Washington y ocupó un puesto de posdoctorado en la Universidad de Columbia. Su libro Islam, Authoritarianism, and Underdevelopment: A Global and Historical Comparison (Cambridge University Press, 2019) recibió el Premio de la Sección de Historia y Política Internacional de la Asociación de Ciencias Políticas de EE UU. Kuru es también autor del premiado Secularism and State Policies toward Religion: The United States, France, and Turkey (Cambridge, 2009) y coeditor (con Alfred Stepan) de Democracy, Islam, and Secularism in Turkey (Columbia, 2012).
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 15/12/2022
Traducción del original en inglés: Why Istanbul’s mayor was sentenced to jail – and what it means for Turkey’s 2023 presidential race
El alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, fue condenado el pasado 14 de diciembre por un tribunal turco a dos años y siete meses de prisión por insultar a funcionarios en unos comentarios realizados hace tres años. El impacto de esta… Leer
En apenas un mes, dos antiguas iglesias bizantinas de Estambul utilizadas como museos durante décadas, la famosa Santa Sofía y la de San Salvador de Cora, han sido convertidas en mezquitas. La medida ha sido recibida con preocupación. Y la comunidad greco-ortodoxa de la ciudad siente que lo que está en juego va más allá de estos dos monumentos.
Los griegos ortodoxos de Estambul, los Rum Polites, constituyen la mayor parte de los feligreses del Patriarcado Ecuménico, el centro tradicional de la Iglesia Ortodoxa Oriental. Numerosos e influyentes durante las épocas bizantina y otomana, en la actualidad representan una pequeña minoría de apenas 2.000 personas. Las experiencias traumáticas que han sufrido a lo largo de la historia, incluyendo pogromos y expulsiones, han provocado que estén dispersos por todo el mundo. Pero los Rum Polites siguen manteniendo una fuerte conexión con Estambul y con su herencia bizantina, palpable en hitos arquitectónicos como Santa Sofía y Cora.
Tanto Santa Sofía como San Salvador de Cora eran iglesias reverenciadas en la Constantinopla bizantina. Santa Sofía, cuyo ingenio arquitectónico asombró al mundo, fue la iglesia imperial del Imperio Bizantino. Cora formaba parte de un complejo monástico rural y estaba ricamente adornada con impresionantes mosaicos y frescos.
Los dos lugares fueron convertidos en mezquitas por los otomanos: Santa Sofía, inmediatamente después de la caída de Constantinopla en 1453, y Cora medio siglo después. Ya en las décadas de 1930 y 1940, durante la República de Turquía, Santa Sofía y Cora fueron transformadas en museos, en consonancia con el espíritu laico y la actitud orientada hacia Occidente del nuevo Estado. Las representaciones de figuras en los mosaicos y frescos, que habían sido cubiertas de yeso por los otomanos, fueron sacadas de nuevo a la luz durante este periodo, mediante extensos proyectos de restauración.
La solución republicana ha sido deshecha con los recientes decretos presidenciales de Recep Tayyip Erdoğan que han reconvertido oficialmente Santa Sofía y Cora en mezquitas.
Al igual que muchos otros habitantes de Estambul, los Rum Polites temen que la transformación de iglesias históricas bizantinas en mezquitas suponga la decadencia de la identidad cosmopolita de la ciudad y de su historia de múltiples capas. «No debería existir una competición entre civilizaciones, especialmente en una ciudad tan culturalmente rica como Estambul, capital de un imperio durante más de 1.500 años», señaló Laki Vingas, presidente de la Asociación de Fundaciones Rum, tras la conversión de Cora.
Como museos, Santa Sofía y Cora personificaron el pasado bizantino y otomano, y fueron símbolos de la coexistencia entre múltiples religiones. Su conversión implica una jerarquía que da prioridad a su pasado islámico sobre todas las demás capas.
La decisión de Erdoğan es el reflejo de una retórica de conquista que intensifica la alienación del pasado cristiano de Estambul.
En el discurso del pasado 10 de julio en el que anunció la decisión de abrir Santa Sofía, el presidente turco destacó que la conversión de la antigua basílica satisfaría «el espíritu de conquista» de Mehmet II. El 24 de julio, Ali Erbas, jefe de la Dirección de Asuntos Religiosos de Turquía, pronunció el primer sermón del viernes en Santa Sofía con una espada en la mano, simbolizando asimismo una tradición de conquista. Podría decirse que semejante discurso marca a los no musulmanes de Turquía como sujetos reconquistados y ciudadanos de segunda clase.
El arzobispo Elpidoforos, de la Archidiócesis Ortodoxa Griega de América, y natural de Estambul, dijo a la BBC que Santa Sofía evoca «sentimientos especiales por cualquier cristiano, especialmente por los ortodoxos, que están más directamente relacionados con este monumento». Y añadió: «Soy un ciudadano turco, y no quiero que el estado tenga mentalidad de conquistador, porque no me considero parte de una minoría conquistada. Quiero sentirme en mi propio país como un ciudadano más».
En otra declaración igualmente personal y emotiva, el arzobispo de Constantinopla – Nueva Roma y Patriarca Ecuménico, Bartolomé I, dijo sentirse triste y «herido» por la conversión.
Las reconversiones de Santa Sofía y Cora en mezquitas pueden deberse a los muchos desafíos a los que se enfrenta Erdoğan, incluyendo sus maniobras para ganar poder geopolítico, su batalla contra el legado laicista del fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk, su llamada al nacionalismo religioso para revivir su popularidad electoral, o sus tácticas para desviar la atención de la caída en picado de la economía turca. Sin embargo, como advierte el historiador rum Foti Benlisoy, sería un error pensar que se trata únicamente de conseguir pequeñas victorias en la política interna.
Según sostiene Benlisoy, estos actos de reislamización o desoccidentalización probablemente reflejan una orientación «neo-otomana» hacia la construcción de una «identidad nacional alternativa» basada en la polarización. Esta guerra cultural conduce a un clima hostil que, especialmente para las comunidades vulnerables como los Rum Polites, pone en peligro aún más su supervivencia en la ciudad.
La comunidad de los Rum Polites es una parte tan valiosa del patrimonio cosmopolita de la ciudad como lo son Santa Sofía y Cora. Las urbes metropolitanas como Estambul deben abrazar su legado multicultural en su totalidad, tanto en el tejido urbano como en la diversidad cultural, y crear un lugar seguro para la convivencia. De lo contrario, la identidad de la propia ciudad puede verse en peligro.
Algunos monumentos son tan grandiosos que su impacto va más allá de los habitantes de la ciudad en que se encuentran, o incluso de los visitantes; pertenecen a la humanidad. Sin embargo, siguen siendo la principal referencia para algunos lugareños, o para sus compañeros de la diáspora, cuya identificación con la ciudad se materializa a través de esos monumentos. Es el caso de Santa Sofía y Cora para la comunidad ortodoxa griega de los Rum Polites, en Estambul y más allá.
Ilay Romain Ors es investigadora del Centro de Migración, Políticas y Sociedad (COMPAS) de la Universidad de Oxford. Actualmente vive en Grecia y trabaja en un proyecto de investigación sobre las migraciones en el Mar Egeo, financiado por la Independent Scholar Research Foundation.
Tuğba Tanyeri-Erdemir es investigadora en el Departamento de Antropología de la Universidad de Pittsburgh. Su trabajo se centra en la vertiente etnográfica de los edificios religiosos históricos reconvertidos, la gestión del patrimonio cultural de sitios sagrados y la reutilización y museificación del patrimonio religioso.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 15/9/2020
Traducción del original en inglés: Former Byzantine churches are being converted to mosques – this threatens Istanbul’s cosmopolitan identity
En apenas un mes, dos antiguas iglesias bizantinas de Estambul utilizadas como museos durante décadas, la famosa Santa Sofía y la de San Salvador de Cora, han sido convertidas en mezquitas. La medida ha sido recibida con preocupación. Y la… Leer
Apenas cinco meses después de las pasadas elecciones generales de junio, más de 54 millones de ciudadanos turcos vuelven a tener una cita con las urnas este domingo, en unos comicios anticipados marcados por una creciente tesión interna, y con una población cada vez más polarizada. Turquía, que, a pesar de todas sus contradicciones, parecía destinada a consolidarse como ejemplo de que es posible vertebrar democracia e islam, oriente y occidente, tradición y modernidad, llega a esta nueva convocatoria electoral con el sueño de la convivencia, si no agotado, sí seriamente resquebrajado.
La celebración de estas elecciones es la consecuencia de la incapacidad de los principales partidos políticos turcos de llegar a un acuerdo para la formación de un ejecutivo tras los comicios del pasado mes de junio, en los que el gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP, islamista, conservador) perdió por primera vez la mayoría absoluta en 13 años, y ninguna formación logró tampoco el número suficiente de escaños. Para la mayor parte de los analistas y, especialmente, para los detractores del actual presidente del país, Recep Tayyip Erdoğan, la verdadera explicación hay que buscarla, sin embargo, en el empeño del mandatario turco, fundador y líder del AKP, por acrecentar su poder.
Para ello, Erdoğan, que ha dirigido el destino del país desde que su partido llegó al gobierno en 2002, pero cuyo puesto es ahora —al menos, en teoría— esencialmente representativo, necesita que el AKP logre la mayoría necesaria para reformar la Constitución y convertir su cargo en el de un presidente con verdadero poder ejecutivo, en una república presidencialista a la manera de Estados Unidos o Francia. La influencia que, a pesar de su obligada neutralidad, aún ejerce Erdoğan sobre el panorama político turco, habría sido determinante en el fracaso de las negociaciones para formar gobierno.
La crisis política es, no obstante, tan solo una de las caras del deterioro del modelo turco, minado desde hace años por la deriva autoritaria del Gobierno, continuos ataques a la prensa crítica, represión policial ante protestas ciudadanas, casos de corrupción con altos cargos implicados, una división cada vez mayor entre los grupos más conservadores y religiosos, los izquierdistas, los ‘indignados’, los nacionalistas y las minorías; la eterna amenaza latente de los sectores descontentos del ejército; la pérdida de la oportunidad de oro que tuvo Turquía de convertirse en una influyente referencia regional tras la ‘primavera árabe’ y, especialmente, el frenazo del supuesto milagro económico conseguido, al precio de un importante incremento de la desigualdad, bajo la batuta neoliberal del AKP: el crecimiento del 10% registrado por la economía turca durante la pasada década se ha quedado ahora en un raquítico 3% (según la previsión actual), la lira se ha desplomado frente al dólar y el euro, y la inflación no para de subir.
Todos estos problemas palidecen, en cualquier caso, en comparación con el repunte de la violencia experimentado en los últimos meses. Todavía en estado de shock tras el brutal ataque terrorista del pasado 10 de octubre contra una concentración por la paz de militantes izquierdistas (102 muertos, el peor atentado en la historia moderna del país, en una doble acción suicida atribuida a Estado Islámico —EI—), la sociedad turca asiste además a un déjà vu con el que esperaba no tener que volver a enfrentarse en mucho tiempo: el alto el fuego roto por la guerrilla kurda del PKK tras dos años de tensa paz, y la contundente respuesta militar del Gobierno, han devuelto a la memoria de la población los peores años de los enfrentamientos entre el ejército y los militantes kurdos, la llamada «década perdida», que, en los años noventa, se saldó con decenas de miles de muertos y desplazados.
Y, mientras, Turquía se ha implicado militarmente de un modo más claro en la guerra civil de Siria, sumando a los esporádicos bombardeos a las bases de EI efectuados junto a la coalición internacional, ataques contra posiciones kurdas en el país vecino, todo ello bajo el consabido paraguas de la «guerra contra el terrorismo», y a pesar de que son precisamente los kurdos quienes han logrado frenar de un modo más efectivo la expansión de los yihadistas.
Así, el Gobierno turco se ha convertido en uno de los actores geopolíticos más activos en Siria, con un respaldo diplomático rotundo a la oposición armada que se enfrenta al régimen de Bashar al Asad, pero su posición ha quedado muy debilitada desde que Rusia envió hace un mes a sus cazabombarderos a este país, interviniendo a favor del régimen sirio, y contra los grupos respaldados por Turquía. En consecuencia, la relación diplomática entre Ankara y Moscú es ahora muy tensa, cuando hace pocos años, Erdoğan aún describía a Rusia como una alternativa a la UE. Rusia se ha negado incluso a efectuar una rebaja negociada previamente en los precios del gas natural que importa Turquía. Con su postura respecto a Siria, el Gobierno turco se ha distanciado incluso de sus aliados en el seno de la OTAN, organización a la que el país pertenece desde hace 60 años.
Por otro lado, con más de dos millones de refugiados sirios en su territorio, Turquía es el país que más desplazados por este conflicto acoge, una situación desbordante para Ankara pero que, al mismo tiempo, puede suponer un punto de inflexión en su relación con la UE, al ser Turquía el origen de la mayoría de los refugiados que, en un dramático éxodo sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, están tratando de llegar a Europa desde el pasado verano.
A mediados de octubre, el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, y la canciller alemana, Angela Merkel, acordaron poner en marcha un proceso para acelerar algunos aspectos pendientes en la propuesta de incorporación turca a la Unión Europea, a cambio de la colaboración de las autoridades turcas en «la gestión» del crítico flujo de inmigrantes y refugiados procedentes en su mayoría del conflicto sirio.
Estas son las claves de unas elecciones cruciales para el futuro de Turquía, que van a ser observadas por miles de voluntarios turcos y por un equipo de 40 parlamentarios europeos de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), y en las que, pese a los malos augurios y a las múltiples sombras que atenazan al país, muchos ciudadanos mantienen depositadas grandes esperanzas:
Las elecciones generales celebradas en Turquía el pasado 7 de junio supusieron un importante cambio en el paisaje político del país. El gobernante AKP logró la victoria, pero perdió la mayoría absoluta que ostentaba desde 2002, y una nueva formación de izquierdas, el pro kurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP), logró entrar en el Parlamento. El resultado fue una Asamblea fragmentada en cuatro partidos: Partido Justicia y Desarrollo, AKP, islamista y conservador, con un 40,82% de los votos y 258 (tenía 311) de los 550 diputados del Parlamento; Partido Popular Republicano, CHP, laico y socialdemócrata, con el 24,9% y 131 escaños; Partido Democrático de los Pueblos, HDP, con el 16,2% y 80 diputados; y Partido de Acción Nacionalista, MHP, religioso, ultranacionalista y muy a la derecha, con el 13,1% y 79 representantes. Era necesario, pues, llegar a acuerdos.
El presidente Erdoğan, en el cargo desde 2014, y anteriormente, desde 2003, primer ministro, encargó entonces formar gobierno a Ahmet Davutoglu, el líder de la lista más votada, el AKP. Tanto el CHP como el MHP exigieron para apoyarle dos condiciones: renunciar al plan de Erdoğan para acrecentar sus poderes instaurando una república presidencialista, y llevar a juicio los casos de corrupción relacionados con miembros del AKP.
Ambas condiciones fueron rechazadas, y el plazo de 45 días estipulado para llegar a un acuerdo expiró, entre acusaciones de la oposición a Erdoğan de entorpecer los intentos para lograr un pacto, algo que el AKP niega. Erdoğan convocó entonces nuevas elecciones para este 1 de noviembre, y los partidos volvieron a sumergirse en una campaña que, a pesar de que ha tenido una agenda menos intensa que la anterior (los recursos económicos estaban, en la mayoría de los casos, muy agotados) ha estado marcada por graves acusaciones mutuas, por el terrorismo, y por la reactivación de los ataques de y contra el PKK. El propio Erdoğan ha tenido una gran presencia, participando en numerosos mítines presentados oficialmente como actos contra el terrorismo.
El Parlamento turco, denominado Gran Asamblea Nacional, tiene un total de 550 escaños, con lo que para lograr la mayoría absoluta es necesario obtener 276 diputados. No obstante, para poder modificar la Constitución (el objetivo de Erdoğan) son necesarios 367 votos, si bien con 330 es posible convocar un referéndum para realizar modificaciones en la Carta Magna a través del voto popular.
Los miembros del Parlamento son elegidos en 85 distritos electorales, mediante un sistema de representación proporcional en el que es necesario superar el 10% de los votos para obtener un escaño, un porcentaje muy superior al de otros países (en Alemania es el 5%; en Suecia, el 4%). Ello supone que si, por ejemplo, un partido consigue 40 escaños, pero con solo el 9,5% de los votos (lo que logró el DYP en 2002), sus asientos se reparten entre los partidos que sí han superado ese umbral. Es decir, se trata de un sistema en el que los partidos grandes parten con una gran ventaja frente a los pequeños.
Uno de los factores que han marcado la campaña electoral ha sido la supuesta permisividad del Gobierno frente al islamismo extremista, y la consecuente escasa atención que las autoridades habrían dedicado a las redes de Estado Islámico en Turquía, a la difusión de su ideología y a su labor de captación de miembros. De hecho, solo después del doble atentado suicida de Ankara, la masacre en la que murieron 102 personas, fueron desmanteladas células islamistas, y se confiscó material y explosivos.
Anteriormentre, el pasado 20 de julio, un suicida supuestamente miembro de EI mató a 32 personas cuando se inmoló en medio de un grupo de activistas que había viajado a Suruc, en la frontera con Siria, para ayudar en la reconstrucción de la ciudad de Kobane, destruida por la guerra. Muchos criticaron entonces al Gobierno de Ankara por no proteger a sus ciudadanos, y por permitir que EI hubiese conseguido un punto de apoyo en territorio turco. Poco después, dos policías fueron asesinados por un grupo vinculado al PKK. El gobierno turco respondió bombardeando las posiciones del PKK, tanto en Turquía como en el norte de Irak.
El AKP ha seguido insistiendo en sus mítines en que la amenaza principal es el PKK, y pidiendo la unidad del país frente a quienes quieren «despedazarlo», a pesar de que la guerrilla kurda renunció hace años a sus antiguas reivindicaciones independentistas. Tanto Davutoglu como Erdoğan han sugerido que el atentado de Ankara no fue obra solo de Estado Islámico, sino que contó asimismo con la colaboración de miembros del PKK, e incluso de las milicias kurdas de Siria, coordinadas por el Partido Unión Democrática (PYD), una versión que no ha sido confirmada por la Fiscalía.
Así, el electorado acude a las urnas en una profunda división social en la que para unos el enemigo es el «terrorismo kurdo» respaldado por la izquierda, y para otros el Gobierno «que apoya a los terroristas islámicos».
El PKK anunció un nuevo alto el fuego unilateral tras el atentado del 10 de octubre en la capital, y prometió suspender todos sus ataques, salvo «actividades de defensa propia», para no interferir con las urnas. Este alto el fuego había sido reclamado por miembros del HDP para impedir que el AKP explotara el problema de la seguridad e impusiera zonas militares restringidas en el sureste del país con fines electoralistas, lo que podría dañar las expectativas del partido pro kurdo de entrar en el Parlamento.
La presión que el Gobierno turco ejerce contra los medios de comunicación críticos ha sido la otra gran piedra de toque en la recta final de la campaña electoral. El incidente más sonado ocurrió el pasado jueves, con la toma de control estatal de dos diarios y dos canales de televisión, todos críticos con el Gobierno del AKP, después de que un tribunal ordenara intervenir el holding Koza Ipek. Los diarios Bugün y Millet no salieron a la venta, y Bugün TV y Kanaltürk dejaron de emitir, después de que la policía turca se presentara en su redacción compartida en Estambul. Los administradores fiduciarios nombrados por el Gobierno, acompañados por la policía, expulsaron a los periodistas que no aceptaron adaptarse a la nueva línea editorial favorable al AKP.
Formalmente, la empresa está intervenida en el marco de un proceso contra Koza Ipek por «financiación y propaganda a favor del terrorismo», en referencia a los vínculos del conglomerado con el predicador turco Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos, y enemigo declarado de Erdoğan. Los fiscales turcos describen la red de seguidores de Gülen como «organización terrorista», pese a no conocerse actividad violenta y no existir sentencia judicial al respeto.
La presión gubernamental contra la prensa crítica en Turquía no es, en cualquier caso, un problema nuevo. Uno de los periodistas más conocidos de Turquía, Ahmet Hakan, fue gravemente apaleado el pasado 1 de octubre por parte de cuatro sicarios, supuestamente vinculados al AKP. Y, en 2013, Turquía ostentó, por segundo año consecutivo, el récord de ser el país con más profesionales de la información en la cárcel, con un total de 40.
Por un lado, y como consecuencia del largo conflicto con el independentismo kurdo, Turquía tiene una legislación muy amplia para combatir el terrorismo, que el Gobierno usa a menudo para juzgar a periodistas que son críticos con el Ejecutivo. Muchos periodistas han sido procesados por el mero hecho de informar sobre actividades de grupos armados kurdos. Por otra parte, muchos profesionales de la información han sido encarcelados también en los últimos años por denuncias de conspiración contra el Gobierno por parte de los adversarios secularistas de Erdoğan.
La mayoría de los sondeos predicen un escenario similar al salido de las elecciones del pasado mes de junio, con una subida del AKP, aunque insuficiente aún para obtener la mayoría absoluta, ligeros ascensos tanto del CPH como del MHP, y un descenso del HDP, que, no obstante, se mantendría por encima del 10% necesario para entrar en el Parlamento. Según los analistas, el CPH captaría los votos fugados del HDP tras la reactivación del conflicto kurdo, y el MHP, los de los descontentos con la política del AKP.
La media de las últimas encuestas publicadas otorga un 41,4% de los votos al AKP, un 26,8% al CHP, un 15,5% al MHP, y un 12,7% al HDP.
Publicado originalmente en 20minutos
Apenas cinco meses después de las pasadas elecciones generales de junio, más de 54 millones de ciudadanos turcos vuelven a tener una cita con las urnas este domingo, en unos comicios anticipados marcados por una creciente tesión interna, y con una población cada vez más polarizada. Turquía, que, a pesar de todas sus contradicciones, parecía destinada a consolidarse como ejemplo de que es posible vertebrar democracia e islam, oriente y occidente, tradición y modernidad, llega a esta nueva […]
En una controvertida respuesta que contribuyó no poco a encender los ánimos de los afectados por la tragedia ocurrida el pasado martes en la mina de Soma, el primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan, intentó relativizar la magnitud del desastre afirmando que se trata de algo inevitable: «Los accidentes en las minas pasan con frecuencia, son cosas normales», dijo. Y, para ilustrarlo, acudió a ejemplos de otros siniestros… ocurridos en el siglo XIX: «He repasado la historia: unas 204 personas murieron en el Reino Unido al desplomarse una mina en 1838; otros 361 mineros fallecieron en ese mismo país en 1866, y 290 en 1894. Y en Estados Unidos, con toda su tecnología, murieron 307 mineros en 1907. Es algo habitual». En su propio país, tan solo unas horas antes y ya en pleno siglo XXI, acababan de morir 302, según el recuento oficial de víctimas dado por definitivo este viernes por las autoridades locales.
El accidente de Soma, por el que nadie, ni en el Gobierno ni en la empresa minera, ha asumido responsabilidades aún, y del que todavía se desconocen las causas exactas, ha reabierto la brecha entre el Ejecutivo turco y buena parte de la población del país, un descontento que se inició hace aproximadamente un año a raíz de las protestas ciudadanas originadas en el parque Gezi, en Estambul, y que se intensificó después con el escándalo de corrupción relacionado con el clérigo islámico Fetullah Gülen. Ahora, la tragedia minera puede suponer otro importante tropiezo en las aspiraciones de Erdoğan para ser reelegido en los comicios presidenciales del próximo mes de agosto, a pesar de que el primer ministro islamista cuenta todavía con un importante e incondicional apoyo electoral, sobre todo en las zonas rurales.
Y, sin embargo, las para muchos injustificables declaraciones de Erdoğan tienen, desgraciadamente, algo de cierto: para decenas de miles de trabajadores en muchos países del mundo, la mina sigue siendo la misma trampa mortal que era en el siglo XIX. La importante diferencia, omitida por el primer ministro turco en su repaso histórico, es que el problema no es ahora tanto tecnológico como económico. La búsqueda por obtener un máximo rendimiento hace que las leyes sobre seguridad laboral se ignoren o no sean lo suficientemente duras en muchos casos, una situación a la que hay que sumar la falta de libertad para protestar y la debilidad de los sindicatos en algunos de los países, como China, Rusia o la propia Turquía, donde son más graves y frecuentes estos accidentes.
No existen cifras verificadas del número de accidentes mortales relacionados con la minería, pero, según diversos informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cada año mueren en el mundo más de 1.200 mineros como consecuencia de desprendimientos, explosiones, intoxicaciones por gas, incendios, inundaciones y otros accidentes, tanto en explotaciones subterráneas como en superficie. Otras fuentes y sindicatos internacionales del sector consideran que la cifra real es mucho mayor (alrededor de 10.000), dado que muchos de los accidentes se producen en minas «irregulares» de países en desarrollo, sin controles oficiales. La OIT calcula que la minería emplea a cerca del 1% de la fuerza laboral mundial y genera el 8% del total de accidentes mortales.
Según datos de esta misma organización, dependiente de Naciones Unidas, 1.173 mineros murieron en accidentes laborales en Turquía entre 2001 y 2012. La OIT estableció en 1995 un Convenio sobre Seguridad y Salud en las Minas, pero Turquía, a pesar de la importancia del sector en este país, no se encuentra entre las 29 naciones que lo firmaron.
Estas son las claves del peor accidente minero en la historia turca, y de la falta de seguridad que sigue aquejando al sector, doscientos años después del apogeo de la Revolución Industrial.
El accidente que ha conmocionado a la sociedad turca se produjo el pasado martes en una mina de carbón situada cerca de la localidad de Soma, en el oeste del país, a unos 500 kilómetros de Estambul. Aunque las causas exactas siguen sin conocerse, el origen pudo estar en la explosión de un transformador eléctrico que desató un incendio. La mayoría de las muertes (302, según el último cómputo oficial, dado a conocer el viernes) se produjeron por inhalación de monóxido de carbono. La presencia de este gas complicó asimismo las labores de rescate.
Uno de los trabajadores de los equipos de rescate relató a la cadena Euronews que después del accidente los mineros se abalanzaron hacia las salidas pero «murieron de inmediato, se desplomaron ante las puertas». «Por eso hizo falta tanto tiempo para rescatar los cuerpos, porque no se podían abrir las puertas, ya que estaban bloqueadas. Los cuerpos tenían que recogerse uno a uno y se llevaban a los hospitales, pero allí ya no había sitio, las morgues estaban llenas», añadió.
Pese a que el Gobierno turco ha afirmado que la mina de Soma era una de las «más seguras» del país, medios de comunicación locales han publicado estos días que la explotación tenía tan solo un refugio de cinco metros cuadrados para los cerca de 6.500 mineros que trabajan habitualmente en ella. La empresa propietaria, Soma Holdings, un consorcio que compró la mina al Gobierno, dentro de la política de privatizaciones impulsada por el Ejecutivo islamista de Erdoğan, había declarado por su parte, en diversas ocasiones antes del accidente, que las instalaciones contaban con varios refugios.
Otro aspecto polémico son las buenas relaciones existentes entre el Gobierno y Soma Holdings, y las acusaciones según las cuales la venta de la mina se llevó a cabo en condiciones muy favorables para la compañía. Según se ha publicado, Melike Dogru, esposa del director general de la empresa, es consejera del partido del Gobierno, el AKP.
Unas tres semanas antes de la tragedia, diputados del principal partido de la oposición (CHP) denunciaron la «mala gestión» de la mina en una moción presentada en el Parlamento turco. La moción fue rechazada por el partido en el poder, alegando que «el único objetivo era el de desacreditar al AKP ante los trabajadores». El Ministerio de Trabajo renovó en marzo todos los permisos de seguridad a la mina. El ministro de Energía la visitó en 2013 y alabó sus condiciones de trabajo.
Por otra parte, el Gobierno tuvo que reconocer tras el accidente que desconocía el número exacto de trabajadores que estaban empleados en la mina de Soma, lo que ha dado lugar a especulaciones sobre la posibilidad de que algunos de ellos estuviesen contratados de forma ilegal, y de que hubiese incluso menores.
A pesar del desastre, la mina seguirá explotándose, salvo decisión de las autoridades en contra, y según avanzó el propietario de Soma Holding, Alp Gürkan, quien ha negado que la empresa emplease a obreros de subcontratas, y ha reiterado que la mina había pasado todas las inspecciones de seguridad. Akin Çelik, un alto cargo de la empresa, reiteró por su parte que la compañía «no ha cometido errores de negligencia», pese a admitir que la cámara de supervivencia, apta para 500 personas, no pudo ser utilizada por estar en fase de ser desmontada para ser trasladada a otro emplazamiento.
Varios mineros de entre los últimos que salieron con vida del pozo declararon este viernes en una entrevista con la cadena NTV que se quitaban las máscaras «porque estaban rotas». «No duran más de diez minutos», aseguraron.
Ni los tres días de luto nacional decretados por el Gobierno turco tras el accidente, ni las promesas de investigar «hasta el último detalle» consiguieron contener la rabia y el descontento generados por la tragedia. Varios sindicatos convocaron una huelga general en protesta por la inseguridad laboral, y las manifestaciones de rechazo contra el Ejecutivo sacaron a miles de personas a la calle en Estambul y en la capital, Ankara, así como en otras ciudades del país, como Esmirna, Mersin o Antalya. En Ankara y Estambul la policía intervino contra los manifestantes con cañones de agua a presión y gas lacrimógeno, y se produjeron graves enfrentamientos.
La indignación, alimentada por las mencionadas declaraciones de Erdoğan, en las que comparaba el accidente con otros ocurridos en la minería en el pasado en diversas partes del mundo, alcanzó su punto más alto tras la difusión de un vídeo en el que podía verse a un asesor del primer ministro pateando a un vecino de Soma mientras era sujetado en el suelo por dos policías, durante la vista de Erdoğan a la localidad.
La policía turca ha detenido ya a 24 personas, entre ellas varios responsables de Soma Holdings, la empresa gestora de la mina de Soma, según informaron este domingo las emisoras locales. Los detenidos son sospechosos de causar muertes «por negligencia y descuido» en el accidente minero del martes pasado.
Los arrestados, cuyo número podría aumentar en los próximos días, según la agencia de noticias Anadolu, iban a ser enviados al tribunal este domingo, confirmaron las autoridades turcas.
Entre los detenidos destacan algunos altos cargos de Soma Holdings, como su director general, Ramazan Dogru; el director de operaciones, Akin Celik, y el subdirector financiero, Ali Ulu.
La ley turca no obliga a que las minas dispongan de una cámara de supervivencia, y Turquía no ha firmado la Convención de la OIT sobre Seguridad y Salud en las Minas. Desde 2004, la legislación turca permite que las minas sean explotadas por compañías privadas, empresas que, en teoría, deben someterse a los requerimientos de seguridad y salud impuestos por el Gobierno (la última ley sobre seguridad laboral, aprobada en 2012, obliga a estas empresas a llevar a cabo análisis de riesgos y a implementar las medidas necesarias, incluyendo la adopción de nuevas tecnologías). Pero, según señalan los expertos del sector, los controles están muy divididos entre diferentes autoridades, y la coordinación es insuficiente.
Ozgur Ozel, un diputado del principal partido de la oposición (CHP), resumía así el problema en declaraciones a SES Türkiye: «El Estado tiene una mina, y decide alquilarla a alguien en lugar de explotarla él mismo. Pero la mina sigue siendo la misma, tiene la misma cantidad de carbón. ¿Cómo puede [la compañía] incrementar sus beneficios si no se puede incrementar la cantidad de carbón? Reduciendo los costes ¿Qué costes? Los relacionados con la seguridad y la salud de los trabajadores». El diputado señala además que, puesto que el Estado es quien compra el carbón y el que establece de antemano la cantidad que puede ser explotada, las compañias privadas que explotan las minas «no tienen más opción que reducir costes si quieren obtener beneficios».
Más de 3.000 trabajadores han muerto y alrededor de 100.000 han resultado heridos en accidentes mineros en Turquía desde 1941, según datos de la agencia gubernamental de estadística TurkStat. Más del 10% de los accidentes laborales ocurridos en el país el año pasado tuvieron lugar en el sector minero.
De acuerdo con un informe publicado en 2010 por la Economy Policy Research Foundation of Turkey (TEPAV), la tasa de muertes relacionadas con accidentes mineros en Turquía supera a las de los países mayores productores de carbón en número de fallecidos por tonelada extraída (sería seis veces superior a la de China y hasta 30 veces mayor que las de la India y Sudáfrica). El mismo informe subraya que las minas explotadas por empresas privadas y subcontratadas presentan un mayor riesgo de accidentalidad, y que el número de muertes en las minas privadas se ha incrementado notoriamente desde 2008.
Las minas de carbón producen una atmósfera altamente contaminante y explosiva, debido a la gran cantidad de gases que se encuentran absorbidos en este mineral. La toxicidad y explosividad que presentan estos gases hace muy peligrosa la labor de los trabajadores. Los avances tecnológicos, tanto en el equipamiento como en las propias instalaciones, han logrado reducir sensiblemente el número de fallecidos en las últimas décadas, pero miles de trabajadores siguen muriendo cada año como consecuencia de accidentes mineros.
La mayor tragedia en una mina de Turquía hasta ahora sucedió en 1992, cuando una explosión de grisú mató a 263 mineros. El segundo y el tercer peor siniestro en este país tuvieron lugar en 1983 y en 1990, y dejaron 103 y 68 muertos, respectivamente, por sendas explosiones de gas metano.
El mayor número de accidentes, no obstante, lo ostenta China, que produce un tercio del carbón mundial y emplea a la mitad de los mineros del mundo. Según datos del Gobierno chino, en 2013 fallecieron en accidentes 1.049 mineros en este país, un 24% menos que en 2012. En 2003 murieron más de 7.000.
En comparación, en el Reino Unido, donde históricamente ha habido un gran número de muertes en la mina, la media entre 2007 y 2012 fue de seis fallecidos al año, el 1% del total de muertes en accidentes laborales ocurridas en el país. En Estados Unidos, las muertes por accidentes mineros han caído desde 100 al año en los años noventa a 35 anuales entre 2009 y 2012, según datos del Departamento de Trabajo estadounidense.
Las muertes relacionadas con la minería del carbón no se producen tan solo en los pozos. La contaminación derivada de estas explotaciones es asimismo la causa de miles de muertes prematuras al año, tanto entre los propios trabajadores como entre la población colindante. En este sentido, un estudio citado por el diario británico The Guardian indica que las emisiones de explotaciones de carbón en China fueron responsables de unas 250.000 muertes en 2011. Otro informe, llevado a cabo en un centenar de minas de carbón de la India por un exgerente del departamento de contaminación del Banco Mundial, cifra en entre 80.000 y 120.000 el número de muertes prematuras en este país a causa de emisiones procedentes de minas de carbón, que habrían provocado asimismo unos 20 millones de nuevos casos de asma. Ambos estudios fueron patrocinados por Greenpeace.
Un tercer estudio, elaborado por la Universidad de Stutgart, en Alemania, calcula que la contaminación atmosférica que producen las 300 mayores minas de carbón de Europa es la causa de 22.300 muertes prematuras al año, y cuesta a las arcas públicas miles de millones de euros en concepto de tratamientos sanitarios y días perdidos de trabajo.
Por otra parte, y como señala también en The Guardian Karl Mathiesen, periodista especializado en información medioambiental, la industria del carbón, cada vez más cuestionada por su impacto en el cambio climático y por su alto coste humano, «no es solo un gran negocio; es también el resultado de situaciones de gran pobreza, ya que son a menudo los más pobres del mundo quienes descienden a oscuros pozos para recoger el material, viviendo cortas e intolerables vidas».
Publicado originalmente en 20minutos
En una controvertida respuesta que contribuyó no poco a encender los ánimos de los afectados por la tragedia ocurrida el pasado martes en la mina de Soma, el primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan, intentó relativizar la magnitud del desastre afirmando que se trata de algo inevitable: «Los accidentes en las minas pasan con frecuencia, son cosas normales», dijo. Y, para ilustrarlo, acudió a ejemplos de otros siniestros… ocurridos en el siglo XIX […]
Una selección de fotografías tomadas en Oriente Medio esta semana. Pincha en los enlaces de las localizaciones para ver las imágenes.
Gaza, Palestina, 20/3/2014: Un hombre y su hija, en un campo lleno de flores de la planta de la mostaza. Foto: Mohammed Abed / AFP
Teherán, Irán, 18/3/2014: Linternas y fuego durante la celebración del último miércoles del calendario solar persa, en el parque Pardisan de la capital iraní. La fiesta de Noruz, el Año Nuevo, es una de las más importantes en Irán. Comienza el primer día de primavera, en el momento exacto del equinocio. Foto: Vahid Salemi / AP
Diyarbakir, Turquía, 21/3/2014: Decenas de miles de kurdos se reunieron este viernes para celebrar el Noruz (año nuevo, llegada de la primavera), en un acto en el que se leyó un mensaje del encarcelado líder del PKK kurdo Abdula Ocalan. En el comunicado, Ocalan pide al Gobierno turco que establezca un marco para la celebración de conversaciones de paz, y recuerda que ha pasado ya un año desde que ordenó un alto el fuego a sus combatientes. Foto: Umit Bektas / Reuters
Dahuk, Irak, 20/3/2014: Kurdos iraquíes despliegan entre antorchas una bandera gigante de la región autonóma del Kurdistán, en Irak, durante las celebraciones de Noruz. Foto: Azad Lashkari / Reuters
Nueva York, EE UU, 20/3/2014: Un centenar de personas se concentraron el jueves en Times Square como parte de un flashmob en solidaridad con la población siria atrapada en mitad de la guerra. El acto tuvo lugar bajo una pantalla gigante en la que se proyectó la ya famosa fotografía, distribuida hace unas semanas por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, y en la que puede verse a miles de refugiados sirios esperando la distribución de alimentos y ayuda humanitaria en Yarmuk. Fotos: John Makely / NBC, UNRWA-AP.
Alepo, Siria (aviso: esta imagen puede herir la sensibilidad), 18/3/2014 : Los cuerpos de dos niños sirios, entre las ruinas de un edificio residencial bombardeado, según informó la oposición, por un helicóptero de las fuerzas gubernamentales. Foto: Khaled Khatib / AFP
Morek, Siria, 21/3/2014: Un tanque del ejército gubernamental sirio, alcanzado por un proyectil durante combates con las fuerzas de la oposición en la provincia de Hama. Foto: Badi Kklif / Reuters
Homs, Siria, 21/3/2014: Columnas de humo en la aldea situada bajo la fortaleza medieval del Crac des Chevaliers (Crac de los Caballeros), tomada por las tropas gubernamentales sirias esta semana. Foto: Khaled al-Hariri / Reuters
Altos del Golán, 19/3/2014: Soldados israelíes miran hacia Siria. Los Altos del Golán, pertenecientes a Siria, fueron ocupados por Israel durante la Guerra de los Seis Días (1967) y, de nuevo, en la Guerra de Yom Kipur (1973). En 1981, Israel los incorporó unilateralmente a su territorio. Foto: Ronen Zvulun / Reuters
Halabja, Irak, 16/3/2014: Una mujer kurdo-iraquí visita el cementerio donde están enterradas las víctimas del ataque químico ordenado por Sadam Husein hace ahora 26 años. Unos 5.000 kurdos de la ciudad de Halabja murieron en 1988, cuando el régimen de Sadam Husein usó gas nervioso contra la población. Se calcula que cerca de 182.000 civiles murieron entre 1986 y 1989 durante operaciones militares contra las zonas rurales del Kurdistán iraquí. Foto: Safin Hamed / AFP
Deir Al Asal, Cisjordania (Palestina), 19/3/2014: Funeral de Yussef Sami Shawamreh, un chico palestino de 15 años muerto por disparos de soldados israelíes. Foto: Hazem Bader / AFP
Ankara, Turquía, 21/3/2014: El Gobierno turco de Recep Tayyip Erdoğan ordenó esta semana el bloqueo de la red social Twitter en la Internet turca, una decisión precedida de tres sentencias judiciales y de una decisión de la Fiscalía, así como de las amenazas del propio primer ministro, quien había advertido su intención de «erradicar» Twitter, «diga lo que diga la comunidad internacional». Muchos usuarios, no obstante, encontraron pronto modos de burlar el bloqueo, y las caricaturas, los memes y los mensajes alusivos a la censura han sido omnipresentes durante estos días. En la imagen, miembros del Sindicato Joven Turco, durante una manifestación de protesta. Foto: Burhan Ozbilici / AP
Estambul, Turquía, 23/3/2014: Seguidores del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan, durante una manifestación celebrada este domingo. Erdoğan se dirigió a la multitud y dijo que quienes le acusan de corrupción serán «machacados por su propia inmoralidad». Foto: Murad Sezer / Reuters
Ciudad de Gaza, Gaza (Palestina), 23/3/2014: Dos niños observan el desfile organizado con motivo del décimo aniversario del asesinato por Israel del líder espiritual de Hamas, el jeque Ahmed Yassin. Al acto acudieron decenas de miles de personas. Foto: Suhaib Salem / Reuters
Jerusalén, 21/3/2014: Un niño palestino reza en presencia de varios soldados israelíes durante la oración del viernes en el barrio de Ras al Amud, en Jerusalén Este. La Policía israelí ha impuesto un límite de edad a los palestinos hombres que quieran entrar los viernes en la Ciudad Vieja. Solo podrán hacerlo los mayores de 40 años. Foto: Ammar Awad / Reuters
Jerusalén, 17/3/2014: Judíos ultraortodoxos bailan en un seminario rabínico, durante las celebraciones de la fiesta de Purim. Foto: Sebastian Scheiner / AP
Jerusalén, 21/3/2014: Algunos de los cerca de 20.000 corredores que participaron este viernes en el IV Maratón Internacional de Jerusalén, a su paso por la Ciudad Vieja. Foto: Ronen Zvulun / Reuters
Guiza, Egipto, 17/3/2014: Un arqueólogo trabaja en la restauración de una momia del Antiguo Egipto, en el laboratorio del Gran Museo Egipcio. Foto: Reuters
Dubai, Emiratos Árabes Unidos, 19/3/2014: La obra In The Moonlight (a la luz de la luna), del escultor Adam Henein, en la exposición de arte contemporáneo Art Dubai, celebrada esta semana. Foto: Rowan El Shimi / Al Ahram
El Cairo, Egipto, 23/3/2014: Las aguas del Nilo presentaban esta semana un inusual color amarillo, como consecuencia de la gran presencia de limo acumulado durante la crecida del río. Foto: Bassam Al-Zoghby / Al Ahram
En apenas una semana, el grave caso de corrupción urbanística y financiera que ha salpicado de lleno al gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Turquía se ha llevado por delante a medio gabinete de Recep Tayip Erdoğan. Tres ministros cuyos hijos están implicados en el escándalo (acusados de soborno) presentaron su dimisión, y otros diez han sido relevados por el primer ministro. Además, tres parlamentarios del AKP, partido que lleva una década en el poder, han renunciado a sus escaños como señal de protesta. El caso, sin precedentes en la administración actual, y en el que hay ya cerca de un centenar de detenidos, ha destapado las luchas internas existentes en el seno de los islamistas y ha puesto contra las cuerdas a Erdoğan, en vísperas de un año en el que Turquía celebrará elecciones presidenciales y municipales. Estas son algunas de las claves.
1. Corrupción urbanística y petróleo iraní. La investigación se centra, en primer lugar, en la adjudicación de contratos de construcción en terrenos recalificados por políticos del AKP, una práctica que se ha visto favorecida por leyes que eliminaban la necesidad de informes técnicos y por la poco transparente estructura de la Agencia Pública de Vivienda, sometida únicamente al control del primer ministro (durante los diez años que lleva en el poder, el Gobierno del AKP ha multiplicado la construcción de pisos baratos por todo el país). La segunda gran trama investigada tiene que ver con en una serie de sobornos relacionados con la compra a Irán de petróleo y gas a cambio de oro, dentro de un esquema financiero del que formaba parte hasta el verano pasado el banco público, Halkbank, y cuyo objetivo era evitar las sanciones impuestas a la república islámica por EE UU y otros países. El director del banco es uno de los detenidos.
2. Macroredada. Las alarmas saltaron el pasado 17 de diciembre, cuando al menos 51 personas (incluidos los hijos de tres ministros, el alcalde del distrito más islamista de Estambul y varios empresarios y banqueros vinculados al AKP) fueron detenidas en una gran redada ordenada por la fiscalía turca, en el marco de la mencionada trama de corrupción urbanística. Los arrestos se llevaron a cabo, principalmente, en Estambul, Ankara, Mardin y Trabzon. Además, la policía registró las sedes del Halkbank y de la compañía inmobiliaria y de obras públicas Agaoglu, perteneciente al gran magnate de la construcción turca Ali Agaoglu, conocido, además de por su pasión por el lujo, por sus estrechos vínculos con el gobierno de Erdoğan.
3. El ‘gülenismo’. En la base del escándalo se encuentra, según coinciden muchos analistas turcos e internacionales, el enfrentamiento desatado entre Erdoğan y los seguidores de Fetullah Gülen, un clérigo y teólogo turco que vive en Estados Unidos desde 1999 y que controla toda una red de escuelas, organizaciones de caridad y medios de comunicación en Turquía, a través del movimiento Hizmet («servicio», en turco). Hizmet ha sido comparado con el Opus Dei español, por su gran influencia en la vida política y económica del país, y por su enfoque religioso (aunque asegura respetar los valores laicos) con un marcado acento financiero, a caballo entre el elitismo y la obra social. La tesis de Erdoğan (de momento, más insinuada que explícita) y de sus seguidores sería que esta influencia se extiende también al poder judicial, a la fiscalía y a las fuerzas de seguridad, es decir, a las instituciones desde las que se ha lanzado la ofensiva contra el gobierno del AKP.
4. Aliados. Hizmet y el AKP, sin embargo, habían sido hasta ahora buenos compañeros de viaje. De hecho, el apoyo de los gülenistas ayudó a Erdoğan a llegar al poder en 2003, y la infiltración de Hizmet en puestos clave de la policía y la judicatura fue uno de los factores que permitió al primer ministro lanzar, a partir de 2007, su particular cruzada contra el ejército y el llamado «Estado profundo».
5. De la defensa al ataque. La lucha por preservar el Estado de derecho y por mantener a raya a los militares y a las élites en la sombra (ese «Estado profundo» que, a menudo de manera antidemocrática, se han encargado de preservar los férreos principios laicos establecidos por Atatürk) se tornó, sin embargo, bastante sucia. A lo largo de los últimos seis años, los desmantelamientos de las supuestas tramas golpistas Ergenekon y Balyoz han supuesto la cárcel para cientos de personas, desde oficiales militares hasta líderes universitarios, pasando por políticos opositores, periodistas y dueños de medios de comunicación, a través de juicios fundamentados, en muchos casos, en pruebas no determinantes. Los detractores de Erdoğan le acusan de haber puesto en marcha una campaña para aplastar a sus opositores. Turquía es actualmente el país del mundo con más periodistas en prisión.
6. La ruptura. Pese a todo, el distanciamiento entre Hizmet y Erdoğan no se hizo evidente hasta el pasado verano, cuando la deriva autoritaria del primer ministro se manifestó ya sin matices durante la represión de las protestas populares iniciadas en el parque Gezi de Estambul. La dura respuesta de Erdoğan a las reivindicaciones ciudadanas y su negativa a cualquier intento de diálogo fue duramente criticada por los medios controlados por los gülenistas. La gota que colmó el vaso llegaría unos meses después, cuando Erdoğan decidió, en noviembre, cerrar las escuelas preparatorias para el acceso a la universidad, una de las principales fuentes de financiación de Hizmet. Los gülenistas rechazan asimismo la forma en que el gobierno de Erdoğan está actuando en diversas cuestiones fundamentales, tanto en el interior (con respecto a la minoría kurda, por ejemplo), como en el exterior (el suministro de armas a los rebeldes sirios).
7. «Conspiración». La reacción de Erdoğan a las detenciones y acusaciones relacionadas con el actual escándalo ha sido contraatacar. El primer ministro ha ordenado una purga de oficiales de la policía y asegura ser víctima de «una conspiración», al tiempo que acusa, sin dar nombres, a «grupos internacionales», «algunos embajadores» y «alianzas oscuras». Los jueces son ahora su otro gran enemigo. El viernes, Erdoğan arremetió contra el Consejo del Poder Judicial turco, después de que éste bloqueara un decreto del Gobierno que obliga a fiscales y policías a informar a sus superiores de sus investigaciones y arrestos, emitido a raíz del escándalo. El jefe de Gobierno acusó al Consejo de ser «una vergüenza» y de haber «cometido un crimen».
8. Inquietud internacional. A pesar de la remodelación ministerial del pasado miércoles, los mercados financieros internacionales están castigando el clima de inestabilidad existente en el país, y la moneda turca cayó el viernes a su nivel histórico más bajo. Por su parte, la Comisión Europea ha pedido a Turquía (país candidato a ingresar en la Unión) que tome todas las medidas necesarias para garantizar que la trama sea investigada «sin discriminación o preferencias, y de forma transparente e imparcial».
9. Protestas y enfrentamientos violentos. Erdoğan, decidido a resistir, volvió a movilizar este sábado a sus partidarios, un día después de que la policía interviniese en Estambul, Ankara y otra decena de ciudades del país para dispersar a varios miles de personas que exigían la dimisión del primer ministro y del Gobierno. Según informa el corresponsal de la agencia Efe, cientos de ciudadanos convocados a través de las redes sociales intentaron reunirse el viernes junto a la plaza Taksim, en Estambul, mientras otros grupos montaban barricadas en la cercana calle Istiklal, la principal avenida comercial de la ciudad, tratando de impedir el paso de los antidisturbios, que intervinieron con cañones de agua a presión y grandes cantidades de gases lacrimógenos. Los manifestantes más radicales atacaron a los policías con piedras, adoquines y petardos, «en lo que parecía una reedición de las protestas de junio pasado, según imágenes emitidas por la emisora CNNTürk». Al menos 30 personas fueron detenidas.
10. El futuro de Erdoğan. El escándalo supone una gran extensión de la brecha que, tras la rebelión del parque Gezi, se abrió en la carrera política del hasta ahora imbatible primer ministro turco. Erdoğan ha gozado en estos diez años de un incuestionable respaldo popular, gracias, en parte, a los éxitos económicos (a pesar de la creciente desigualdad existente en el país) y a la constatación de que, por primera vez, el islamismo (moderado, neoconservador y capitalista, en este caso) parecía ser compatible con la democracia. Ese apoyo, incluyendo el de miembros de su propio partido, puede haberse resquebrajado de un modo irreversible. La primera prueba de fuego estará en las próximas elecciones municipales, que se celebrarán en marzo de 2014. Serán el barómetro con el que calibrar hasta qué punto el AKP se ha visto dañado, y en qué condiciones llegará Erdoğan a la gran cita electoral de las presidenciales de junio.
Más información y fuentes:
» La policía turca reprime a manifestantes que piden la dimisión del Gobierno (20minutos.es, Efe)
» La CE urge a Turquía a efectuar con imparcialidad investigación de corrupción (Efe)
» Erdoğan moviliza a sus partidarios en una Turquía en crisis por sospechas de corrupción (AFP)
» El islamismo turco se ajusta las cuentas (Juan Carlos Sanz, en El País)
» La corrupción en Turquía cerca a Erdoğan (Juan Carlos Sanz, en El País)
» Turkey: PM Erdoğan vows to fight on amid corruption row (BBC)
» Will Turkey’s Erdoğan Cause His Own Downfall? (Dexter Filkins, en The New Yorker)
» En guerra con el Opus Dei de Turquía (Lluís Miquel Hurtado e Ilya U. Topper, en M’Sur)
» Turkey’s ‘House of Cards’ Moment: Arrests and Scandal Signal a Crisis for Erdoğan (Piotr Zalewski, en Time)
» Turkey’s Erdoğan Battles Country’s Most Powerful Religious Movement (Piotr Zalewski, en Time)
» The End of Erdoğan? (John Hannah, en Foreign Policy)
» New Turkish Interior Minister Ala reflects PM’s roadmap (Hürriyet)
» The End of the ‘Turkish Model’? Erdoğan Loses It (Juan Cole, en Mideast Posts)
» Crackdown shatters AKP ‘anti-corruption’ taboo (Kadri Gursel, en Al Monitor)
En apenas una semana, el grave caso de corrupción urbanística y financiera que ha salpicado de lleno al gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Turquía se ha llevado por delante a medio gabinete de Recep Tayip Erdoğan…. Leer
Una selección de fotografías tomadas en Oriente Medio esta semana. Pincha en los enlaces de las localizaciones para ver las imágenes.
Alepo, Siria, 15/12/2013: Una mujer herida camina con sus hijos tras un bombardeo aéreo de las fuerzas gubernamentales sirias, en un área de la ciudad controlada por la oposición. La ofensiva lanzada por el régimen sirio en la última semana sobre la ciudad de Alepo, por cuyo control lleva luchando con los rebeldes desde hace más de un año, ha dejado al menos 300 muertos, según denunció este domingo el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (pro rebelde). De ellos, al menos 87 serían menores de edad. La ONG sostiene que tanto el casco urbano como la periferia de la ciudad están bajo un fuego constante, lo que ha llevado a Médicos Sin Fronteras a hablar de «los peores días» de la guerra en la zona. Foto: Mohammed Al Khatieb / AFP
Ciudad de Gaza, Gaza (Palestina), 16/12/2013: Personas rescatadas por los voluntarios de los servicios de emergencia, tras las graves inundaciones de hace unos días en la Franja de Gaza. Además de los miles de desplazados (la ONU llegó a hablar de 10.000), más del 10% de los invernaderos y campos de Gaza quedaron destruidos o dañados por la tormenta, al igual que unas 50 explotaciones avícolas y ganaderas. Foto: Mohammed Salem / Reuters
Gaza, Palestina, 18/12/2013: Una familia palestina, refugiada en una tienda tras las inundaciones que anegaron la Franja la semana pasada. Foto: Mohammed Abed / AFP
El Cairo, Egipto, 18/12/2013: Estudiantes de la Universidad de Ain Shams prenden fuego a una copia del borrador de la nueva constitución egipcia. El referéndum para la aprobación de la nueva carta magna se celebrará los próximos días 14 y 15 de enero, dentro del plan de transición diseñado por el gobierno instaurado por los militares tras el golpe de Estado que depuso al presidente Mohamed Mursi. Foto: Reuters
El Cairo, Egipto, 20/12/2013: Un seguidor del depuesto presidente Mohamed Mursi devuelve una granada de gas lacrimógeno lanzada por la policía, durante enfrentamientos en el distrito de Ciudad Naser. Foto: Mohamed Abd El Ghany / Reuters
Estambul, Turquía, 21/12/2013: El primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan, acusó el sábado a «grupos internacionales», «algunos embajadores» y «alianzas oscuras» de estar detrás del escándalo de corrupción que ha dejado al descubierto profundas divisiones entre él y un clérigo musulmán que vive en EE UU y que lo ayudó a llegar al poder. Dieciséis personas, incluyendo los hijos de dos ministros y el jefe del banco estatal Halkbank, han sido detenidas, en una investigación por corrupción que Erdoğan calificó de «operación sucia» para minar su mandato. La situación parece ser un reflejo de la lucha de poder existente entre Erdoğan y su exaliado, el clérigo Fethullah Gulen, quien tiene influencia sobre la policía y el poder judicial. Decenas de jefes de policía han sido retirados de sus puestos desde que empezaron los arrestos por sospechas de sobornos. En la imagen, policías frente al juzgado donde se presentaron algunos de los cargos. Foto: Osman Orsal / Reuters
Qalqilya, Cisjordania (Palestina), 19/12/2013: Familiares y amigos, durante el funeral de Saleh Yassin, un miembro de las fuerzas de seguridad palestinas muerto por disparos de soldados israelíes cuando éstos trataban de arrestarlo, el pasado jueves. Foto: Mohamad Torokman / Reuters
Baalbek, Líbano, 17/12/2013: Soldados libaneses examinan los restos de un coche bomba que explosionó el pasado martes junto a un puesto de Hizbulá situado cerca del poblado chií de Sbuba, causando un número no especificado de heridos. La guerra en Siria ha causado una profunda división en el vecino Líbano, donde se ha recrudecido la violencia, especialmente desde que Hizbulá (chií) confirmó su apoyo al régimen del presidente Bashar al Asad en su guerra contra los rebeldes, encabezados por sunníes. Foto: Ahmad Shalha / Reuters
Saná, Yemen, 16/12/2013: Un niño, en un centro de salud de la capital yemení, durante la campaña de vacunación contra la polio que están llevando a cabo Unicef y la Organización Mundial de la Salud tras la detección de al menos 17 casos de esta enfermedad en Siria. La campaña tiene como objetivo vacunar a un total de 23 millones de niños en todo Oriente Medio. Foto: Mohammed Huwais / AFP
Ammán, Jordania, 18/12/2013: Refugiadas sirias, durante la representación de la obra Las troyanas de Siria, en la capital jordana. A lo largo de seis semanas, la actriz siria Nanda Mohammad ha dirigido a un grupo de refugiadas de su país en el montaje una versión de la tragedia de Eurípides Las troyanas, en el que se establecen paralelismos entre la forma en que fueron tratadas las mujeres de Troya tras la caída de esta ciudad, y el destino de las mujeres sirias víctimas de la violencia y la guerra. Foto: Muhammad Hamed / Reuters
Jerusalén, 19/12/2013: Un palestino, propietario de una tienda en la Ciudad Vieja, con un maniquí vestido de Papá Noel. Foto: Abir Sultan / EPA
Al Masara, Cisjordania (Palestina), 20/12/2013: Un niño vestido de Papá Noel sujeta una bandera palestina junto a un grupo de soldados israelíes, cerca de la ciudad de Belén, durante una protesta contra el muro israelí de separación en Cisjordania. Foto: Ammar Awad / Reuters
Belén, Cisjordania (Palestina), 18/12/2013. Un sacerdote camina entre las columnas de la Basílica de la Natividad. Esta semana se puso en marcha la primera restauración del templo en casi tres siglos. Las obras serán financiadas por la Autoridad Nacional Palestina y varios países, entre ellos España, que donará 100.000 euros. Foto: Ammar Awad / Reuters
Entre Najaf y Karbala, Irak, 18/12/2013: Peregrinos musulmanes chiíes reciben naranjas en su camino desde Najaf hasta la ciudad santa de Karbala, a donde se dirigen para participar en el festival religioso de Arba’in, que marca el cuadragésimo día después de la Ashura (la conmemoración del asesinato de Hussein, en el siglo VII). Foto: Mohammed Sawaf / AFP
Tel Aviv, Israel, 19/12/2013: Los cuidadores del zoo Ramat Gan Safari Park pensaban que esta pareja de pingüinos estaba formada por un macho y una hembra, pero, tras realizar una serie de test sanguíneos para unas pruebas de malaria, descubrieron que Suki y Chupchikoni son, en realidad, dos hembras. La pareja, conocida ya como «las pingüinas lesbianas», ha construido su propio hogar, recogiendo materiales para el nido. Foto: Haaretz
Doha, Catar, 17/12/2013: Como parte de las celebraciones de su fiesta nacional, Catar exhibió el miércoles una bandera gigantesca del país, que ha sido calificada ya por el Libro Guinnes de los Récords como la más grande del mundo. La bandera ocupó un área de casi 102.000 metros cuadrados, en una zona industrial del norte de la capital, Doha. Pesaba 9,9 toneladas y fue elaborada a partir de tres grandes piezas de tela. Una vez concluida la festividad, estaba previsto reciclarla en 200.000 mochilas para escolares de 60 países. Foto: AFP
El Cairo, Egipto, 17/12/2013: La Orquesta de la Ópera de El Cairo, durante su concierto de Navidad de este año. Compartieron el escenario con el coro Celebración de El Cairo y los solistas de la Compañía de Ópera de El Cairo. Foto: Sherif Sonbol / Al Ahram
Valle de Jule, Israel, 20/12/2013: Una bandada de grullas, en la reserva del Parque Natural y Ornitológico del Lago Jule (o Hula), en el norte de Israel. Este valle es una de las principales paradas en la ruta migratoria de cientos de especies de aves que cubren cada año el trayecto entre el hemisferio norte y el sur. Foto: Nir Elias / Reuters
Estambul, Turquía, 18/12/2013: Un grupo de derviches, durante una ceremonia en el centro Galata Mevlevîhânesi. Foto: Gurcan Ozturk / AFP
Altos del Golán, Siria, 17/12/2013: Un caballo sobre la nieve, al pie del Monte Hermon, cerca de la frontera sirio-israelí. Foto: Nir Elias / Reuters
El partido gobernante en Turquía, Justicia y Desarrollo (AKP), obtendría el 44% de los votos (seis puntos porcentuales menos que en los últimos comicios) si se celebrasen ahora elecciones, de acuerdo con una reciente encuesta elaborada por la empresa demoscópica Sonar. El sondeo, realizado entre el 8 y el 16 de julio a un total de 3.000 personas en todo el país, es relevante porque es el primero a gran escala que se publica después de las históricas protestas ciudadanas de hace un mes, y también porque la agencia responsable es la que más se aproximó a los resultados finales de las elecciones anteriores, cuando el partido del primer ministro, Recep Tayip Erdoğan, consiguió cerca del 50% de los votos, asegurándose así un tercer mandato consecutivo.
La encuesta no pronostica ningún cambio radical en el panorama político turco. Un 44% de los votos permitiría al AKP (islamista moderado) seguir gobernando, ya que los aumentos que experimentan los partidos de la oposición no son suficientes para alcanzar la mayoría, ni siquiera en el improbable caso de que decidiesen unirse. El CHP (Partido Republicano del Pueblo, kemalista, laico y de centro-izquierda) sube solo dos puntos, hasta el 28%, y el MHP (Partido de Acción Nacionalista, considerado de extrema derecha), tres, hasta el 16%.
Sin embargo, de mantenerse este apoyo en las elecciones presidenciales previstas para dentro de un año, Erdoğan no podría ser elegido, ya que para ello necesitaría al menos un 50% de los votos. Erdoğan, a quien la ley impide aspirar a un cuarto mandato como primer ministro, espera presentarse a estos comicios, especialmente si al final consigue sacar adelante una polémica y poco popular reforma constitucional que daría amplios poderes ejecutivos a la presidencia, en un modelo semejante al estadounidense.
En este sentido, Hakan Bayrakci, director de la empresa encuestadora, recuerda en declaraciones al diario Hürriyet que la reacción de la gente durante las manifestaciones iniciadas en el parque Gezi «no era específicamente contra el AKP, sino contra el primer ministro y su postura ante las protestas».
De todos modos, y pese a la magnitud de las protestas de junio, no parece probable que hayan sido éstas la única causa de la pérdida de apoyo electoral que podría sufrir el primer ministro. La dura respuesta de Erdoğan puede haberle restado votos, pero, como explica Murat Yetkin en Hürriyet, también afianzó el apoyo al Gobierno del sector más conservador de la base electoral del AKP. Eso sin olvidar que la inmensa mayoría de los que salieron a la calle no eran precisamente votantes de Erdoğan. No se trataba de votantes defraudados, sino de gente que nunca ha votado al líder islamista, y que no tiene intención alguna de votarle en un futuro.
Por otro lado, tampoco había en las protestas una presencia mayoritaria de simpatizantes del CHP, un hecho que, mientras este partido no sea capaz de ganarse el apoyo de los descontentos, hace dudar de que la balanza se haya inclinado de forma determinante hacia del principal grupo de la oposición.
Así, la clave, según Yetkin, es necesario buscarla tambien en el aumento (pequeño pero significativo) logrado por los nacionalistas radicales del MHP, una subida que podría deberse al acuerdo alcanzado en marzo con los separatistas kurdos:
El ligero aumento de votos del MHP tiene más que ver con la iniciativa de Erdoğan de firmar la paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que ha estado librando una campaña armada durante los últimos 30 años, que con las protestas del parque Gezi. El MHP, a diferencia del CHP, rechaza las conversaciones de paz con el PKK. Al tratar de cerrar un acuerdo con el PKK a través de su brazo político en el Parlamento, el Partido Paz y Democracia (BDP) –con un potencial de voto cercano al 7%– Erdoğan podría estar desviando votos del MHP de cara a las tres próximas elecciones […].
En esta misma línea se expresa también el analista de la Fundación Century Omer Zarpli:
El proceso de paz con los kurdos conlleva un gran riesgo político. Hace seis meses, el gobierno [de Erdoğan] inició negociaciones con el encarcelado líder del PKK Abdulá Ocalan, con el fin de acabar con una larga guerra de tres décadas. Pero si Erdoğan parecía comprometido, lo cierto es que actualmente, aunque sigue interesado, el público se mantiene ambivalente con respecto al proceso de paz. Las negociaciones con el vilipendiado Ocalan han despertado la ira de parte de la opinión pública. Erdoğan corre el riesgo de perder al bloque nacionalista, al que ha estado cortejando desde que comenzaron las protestas para intentar consolidar la base que le apoya. […] Erdoğan ha estado postergando sus decisiones, esperando probablemente a que el último militante del PKK haya salido de Turquía para anunciar e implementar reformas políticas más profundas. Pero los acontecimientos recientes han demostrado que la paz es cada vez más frágil a medida que el proceso se estanca y el Gobierno retrasa la adopción de estas reformas […]. Y, con una posición política cada vez más incierta, mantener ese difícil equilibrio entre las preocupaciones de la opinión pública turca y las demandas de los kurdos no va a ser fácil.
Más información y fuentes:
» Support to AKP drops after Gezi rallies, say poll (Hürriyet)
» What can Erdoğan do to reverse the slide? (Murat Yetkin, en Hürriyet)
» Erdoğan Weakened, Turkey Polarized (Omer Zarpli, en The National Interest)
» Erdoğan and Turkey’s battle for stability (Matthew Islam, en Dhaka Tribune)
El partido gobernante en Turquía, Justicia y Desarrollo (AKP), obtendría el 44% de los votos (seis puntos porcentuales menos que en los últimos comicios) si se celebrasen ahora elecciones, de acuerdo con una reciente encuesta elaborada por la empresa demoscópica… Leer
Debió de ser un ultimátum retórico, porque apenas dos horas después de que el primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan, dijera este sábado ante miles de sus seguidores que la policía «vaciaría el parque Gezi» si los manifestantes no se habían ido este domingo, las fuerzas de seguridad entraron sin contemplaciones tanto en el parque como en la adyacente plaza Taksim, y expulsaron a los concentrados con toda la violencia de sus cañones de agua y sus gases lacrimógenos. Erdoğan ya había advertido que los antidisturbios «sabrían como desalojar» el parque. Lo que no está tan claro es que sepa él cómo acabar con la crisis.
Las imágenes que llegan desde Estambul, después de las cargas policiales y los enfrentamientos con manifestantes sucedidos a lo largo de todo el día (ha habido decenas de heridos), no hablan precisamente de una vuelta a la «normalidad». Por un lado, la desolación del parque Gezi vacío y arrasado, con las tiendas de campaña destrozadas o envueltas en llamas (las grúas de la policía se han llevado por delante todo lo que han encontrado a su paso); por otro, las calles tomadas por tanquetas policiales y miles de personas que, bien entrada la noche, seguían allí. En este vídeo puede verse una gran columna humana avanzando desde la parte asiática de la ciudad hacia la parte europea:
La jornada de este sábado ha sido especialmente violenta. Durante el desalojo de Taksim, algunos manifestantes intentaron refugiarse en hoteles cercanos a la plaza. En el hotel Divan se vivieron escenas de pánico cuando la policía accedió al establecimiento: «A pesar de la presencia de niños y clientes, los antidisturbios no dudaron en cargar en el interior, empleando incluso gas lacrimógeno», informa eldiario.es. Puede verse en este vídeo:
Así contaba en directo el periodista español Lluís Miquel Hurtado lo que estaba pasando en otro hotel:
Nada más conocerse el desalojo de Taksim, han comenzado protestas en otras ciudades. Las más numerosas han tenido lugar en la capital, Ankara, con una gran cacerolada, y en la tercera ciudad del país, Esmirna, pero también ha habido manifestaciones en Adana, Eskisehir, Samsun, Antalya… En Ankara, miles de personas han comenzado a concentrarse desde este sábado en el parque Kuguilu, que empieza a convertirse en un nuevo símbolo de las protestas.
En Estambul, entre tanto, los manifestantes de la plaza Taksim y del parque Gezi han anunciado una manifestación masiva para este domingo. «A quienes preguntan qué vamos a hacer les decimos con claridad que no vamos a abandonar el parque Gezi, que se ha convertido en un símbolo», manifestó en un comunicado la Plataforma de Solidaridad de la plaza Taksim.
«La pregunta es cómo vamos a quedarnos y los pasos que se den de ahora en adelante serán decididos por aquellos que han hecho grandes sacrificios por este lugar», agrega la nota, recogida en la edición digital del diario turco Hürriyet. La protesta se llevará a cabo a la misma hora y a pocos kilómetros de otra gran manifestación convocada por Erdoğan.
Y para el lunes, una de las principales agrupaciones sindicales de Turquía, la Confederación de Sindicatos Públicos (KESK), ha convocado una huelga general.
Tras el desalojo de este sábado, a Erdoğan le va a resultar muy difícil encontrar un camino para hacer valer sus argumentos, incluido el de la legitimidad democrática. Porque la principal cuestión no es quién tiene razón aquí (a pesar de las imágenes que muestran manifestaciones masivas contra el Gobierno, es cierto que el país está dividido, que se trata de un movimiento muy urbano y que una gran parte de la población turca sigue apoyando al primer ministro), sino de cómo se trata y se escucha a los que no piensan como tú, de cómo se incorpora en el debate político a las voces disidentes, de una manera constructiva.
Un ejemplo: El ministro turco para la Unión Europea, Egemen Bağış (uno de los que más ha criticado la cobertura de las protestas que están haciendo los medios de comunicación extranjeros), dijo este sábado en una entrevista en televisión que «la policía actuará contra cualquiera que trate de entrar en la plaza Taksim, y le tratará como a un terrorista».
Erdoğan ha logrado, al menos de momento, acabar con el centro físico de las protestas. Lo que no parece haber entendido es que el verdadero centro de las protestas es él.
Más información y fuentes:
» Cargas policiales en el desalojo de miles de manifestantes turcos de Taksim y el parque Gezi (20minutos.es)
» Police clear Istanbul’s Gezi Park after Erdoğan warning (BBC)
» La Policía desaloja Taksim dos horas después del ultimátum de Erdoğan (eldiario.es)
» Gezi Park protesters call for mass demonstration on Sunday (Hürriyet)
» Police use tear gas against crowd who tries to cross the Bosphorus Bridge (Hürriyet)
» La policía arrasa Gezi (El País, fotogalería)
» Taksim, centro neurálgico de dos semanas de protestas contra el Gobierno de Erdoğan (20minutos.es, cronología)
» Everyone who enters Taksim Square will be treated as a terrorist: Turkish EU Minister (Hürriyet)
» Turkish union federation to call general strike after police raid (Reuters)
Leer también:
» Turquía, los árboles y el bosque
» El estallido contra Erdoğan: un poco de análisis
» Despertar ciudadano y violencia policial en Turquía
Debió de ser un ultimátum retórico, porque apenas dos horas después de que el primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan, dijera este sábado ante miles de sus seguidores que la policía «vaciaría el parque Gezi» si los manifestantes no se… Leer