Protesta en Túnez por el asesinato del líder opositor Chukri Bel Aid. Foto: Chady Ghram / Wikimedia Commons
Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación y sin expectativas, se inmoló a lo bonzo, falleciendo unas semanas después. Su muerte originó un movimiento solidario de protesta social entre los jóvenes pobres y en paro de su ciudad, que se extendió y acabó provocando la histórica caída del presidente. Había nacido la que pronto sería bautizada como «primavera árabe». El siguiente en caer, hace ahora justo un año, sería el presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Desde entonces, Túnez ha sido el espejo en que se han mirado muchas de las sociedades árabes que han luchado o siguen luchando por hacer realidad un cambio tras años y años de opresión. También ha sido el modelo con el que, en contraste con la incertidumbre de Libia o la violencia polarizada de Egipto, Occidente respiraba más o menos tranquilo. La transición no era fácil, y las amenazas eran muchas, pero el país parecía caminar en la buena dirección: Elecciones, un gobierno de coalición, Ben Ali juzgado y condenado (aunque en ausencia), el turismo remontando tímidamente, los acuerdos comerciales a salvo… La presión de los salafistas (islamistas radicales) era cada vez más evidente, pero los disturbios en las universidades por el uso del nikab (velo integral), los ataques a galerías de arte, bares y santuarios sufíes, y las amenazas a personajes públicos eran vistos como actos puntuales de una minoría. Estaba el problema del atranque político, pero todos los procesos de transición son complicados. Como mucho, el país se encontraba en punto muerto.
Desde dentro, sin embargo, las cosas no se han visto nunca tan de color de rosa. El pasado martes por la noche, el dirigente izquierdista Chukri Bel Aid, un abogado de 47 años, líder del Partido de los Patriotas Demócratas Unificados (PPDU, integrado en el opositor Frente Popular), militante laico convencido y muy crítico con el Gobierno, denunciaba en un programa de televisión las «tentativas de desmantelar el Estado y crear milicias para aterrorizar a los ciudadanos y arrastrar al país hacia una espiral de violencia». Unas horas después, a la mañana siguiente, dos tiros acababan con su vida en la puerta de su casa.
Detonante
El asesinato de Bel Aid, cuya autoría no ha sido aclarada aún, ha desbordado un vaso que ya estaba lleno. La oposición acusa al partido islamista Al Nahda (o Ennahda, en el Gobierno) de no haber hecho nada para impedirlo, o, directamente, de estar detrás, algo que los islamistas niegan. Y la tensión, entre tanto, se ha disparado, con una huelga general incluida. Porque, más allá de un enfrentamiento entre laicos e islamistas, el conflicto tiene también una base económica, en la que sindicatos y movimientos izquierdistas exigen al Gobierno políticas más sociales.
En los días siguientes a la muerte de Bel Aid han vuelto las manifestaciones y los disturbios a las calles, y el primer ministro ha amenazado con dimitir si su propio partido sigue rechazando su propuesta de crear un gobierno de tecnócratas como paso previo a la celebración de nuevas elecciones. Además, este mismo domingo, tres ministros y dos secretarios de Estado pertenecientes al partido Congreso Por la República (CPR) han renunciado a su cargo.
Y todo ello en un contexto regional cada vez más explosivo, con el terrorismo islamista ganando espacio en el Sáhara y el Sahel, y acusaciones de que parte de las armas de que se nutren los terroristas están llegando a través de Túnez, procedentes del caos libio.
Si la transición tunecina estaba en punto muerto, ahora parece haber perdido, además, los frenos.
Encrucijada
Rachid Ghanuchi, el líder histórico del islamismo tunecino, proclamó al volver del exilio, tras la caída de Ben Ali, que Túnez iba a convertirse en «una sociedad democrática y modélica en el mundo árabe». La realidad, sin embargo, ha acabado situando al país en una difícil encrucijada. Los islamistas, muchos de los cuales fueron perseguidos, encarcelados y torturados durante la dictadura, cuentan con un innegable apoyo popular (y electoral), fruto en parte de su éxito entre las clases más castigadas por el paro y la miseria, y también de la división de la oposición. Y este apoyo puede derivar hacia un régimen donde vuelvan a perderse muchas libertades y a vulnerarse muchos derechos, especialmente, esta vez, para los sectores laicos de la población y para las mujeres.
En este sentido, es importante recordar que, desde la época del presidente Habib Burguiba (1957-1987), Túnez es uno de los países árabes donde más han arraigado formas de vida y pensamiento muy conectados con modelos occidentales.
Pero la tentación de alejar a los islamistas del poder, formando un gobierno (no electo directamente) de tecnócratas, y convocando nuevas elecciones, como ha propuesto el primer ministro, tiene también sus riesgos. Aparte de tratarse de una maniobra en principio poco democrática, el resultado puede ser contraproducente. Baste recordar la brutal guerra civil a la que dio lugar en Argelia la anulación de las elecciones que habían llevado a los islamistas al Gobierno, en los años noventa.
Estas son, en preguntas y respuestas, algunas de las principales claves de la evolución de Túnez desde la revolución y de su situación actual.
¿Quién gobierna ahora en Túnez?
Túnez fue el primer país de la llamada «primavera árabe» en celebrar elecciones a una asamblea constituyente. Los comicios tuvieron lugar el 23 de octubre de 2011 y en ellos el partido islamista Al Nahda (renacimiento, en árabe) logró 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR).
Se constituyeron entonces las primeras instituciones democráticas: La presidencia del Estado fue para en el líder del CPR, el laico moderado Moncef Marzuki, y la de la Asamblea Nacional Constituyente recayó en Mustafá Ben Yafaar, del socialdemócrata progresista Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades (FDTL, o Al Takatul). El partido más votado, Al Nahda, se reservó la jefatura del Gobierno, con su secretario general, Hamadi Yabali, como primer ministro. En diciembre de ese mismo año los diputados aprobaron una nueva Constitución provisional.
¿A qué se debe la crisis política?
La coalición de Gobierno ha sido conflictiva desde el principio. Ni Marzuki ni Ben Yafaar tienen en realidad mucho poder, y los dos socios del Ejecutivo acusan a Al Nahda de acaparar el proceso constituyente, por lo que le han retirado su apoyo y hasta han amenazado con dimitir. La lucha en el seno de la llamada ‘troika’ ha impedido el consenso necesario para designar a los principales ministros (tras meses de negociaciones infructuosas) y ha estancado también la redacción de la nueva Constitución, que tenía que haber estado lista el pasado mes de octubre.
Además, en el seno de Al Nahda existe también una gran división entre moderados, encabezados por el primer ministro Yabali, y radicales, partidarios de abrazar tesis más cercanas a las de los salafistas. Bajo la etiqueta de un «islamismo más auténtico», estos últimos sienten mayores simpatías por Ghanuchi, el líder histórico, cuya rivalidad con Yabali es cada vez mayor.
¿Quiénes son los salafistas?
El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam, en un intento de recuperar la «pureza» de la religión.
Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos». Históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.
¿Cómo están actuando?
Los salafistas de Túnez, ampliamente extendidos, sobre todo, en el sur del país, han protagonizado numerosos incidentes violentos, en un intento de desestabilizar al Gobierno, de presionarlo para que imponga la ley islámica, o, simplemente, de crear una situación de caos que haga imposible el desarrollo normal de la transición democrática.
Así, han atacado canales de televisión, tiendas en las que se vende alcohol, galerías de arte a las que acusan de «impías», cines en los que se proyectan películas «inmorales», y todo tipo de acontecimientos culturales. También han provocado disturbios en actos políticos de la oposición, han destrozado decenas de santuarios religiosos populares y, en general, llevan a cabo continuas campañas de intimidación y amenazas, especialmente contra periodistas y en la universidad, donde se oponen a la restricción del uso del nikab, persiguen a las mujeres que no lo llevan y amedrentan a los profesores que lo prohíben. Disponen, además, de grupos de matones armados.
Oficialmente, Al Nahda (y, especialmente, el primer ministro) trata de distanciarse de la violencia salafista y condena muchos de estos actos. La oposición, sin embargo, acusa al partido islamista de no combatir suficientemente a los salafistas, o incluso de connivencia con ellos. Políticos de Al Nahda han llegado a justificar algunos ataques hablando de «provocaciones laicas». El asesinado Bel Aid había denunciado que le había sido denegada la protección especial que había solicitado ante las continuas amenazas que recibía.
¿Qué consecuencias ha tenido el asesinato de Bel Aid?
Aparte del agravamiento de la crisis política e institucional, desde la muerte de Bel Aid decenas de miles de manifestantes han protestado contra el crimen en las calles de la capital, Túnez, donde el miércoles murió un agente de policía por pedradas. También ha habido manifestaciones en otras ciudades como Sidi Bouzid, la cuna de la revolución que acabó con el régimen del presidente Ben Ali, y Gafsa, situada en el sur y considerada un bastión de seguidores del opositor de izquierdas asesinado. En esta última localidad se produjeron este viernes graves disturbios entre cientos de manifestantes anti islamistas y la policía (gases lacrimógenos incluidos), durante la celebración de un funeral simbólico en honor de Bel Aid.
¿Quién mató a Bel Aid?
Aún no se sabe, pero el esclarecimiento del crimen puede ser clave a la hora de apaciguar los ánimos en el país. Si, como se sospecha, los autores están más relacionados con el salafismo que con el islamismo oficial, su detención podría ser para Al Nahda, que ha sido acusada de instigar y hasta de estar detrás del asesinato, una buena oportunidad para dejar claro su distanciamiento de los extremistas, más allá de la condena del crimen en sí, que ha sido unánime.
¿Qué son las ‘Ligas de Protección de la Revolución’?
Otro gesto importante por parte de Al Nahda podría ser la disolución de las llamadas «Ligas de Protección de la Revolución», una especie de milicias vecinales que, a modo de vigilantes, actúan al margen de la ley, a menudo contra sectores laicos. Estas milicias constituyen, junto con los grupos de matones salafistas y las bandas simplemente criminales, uno de los grandes problemas actuales de seguridad en Túnez, problemas que derivan de la incapacidad del Gobierno a la hora de reconstituir las fuerzas del orden tras la revolución.
Tras la caída de Ben Ali, la hasta entonces omnipresente policía secreta (unos 80.000 agentes) fue prácticamente desmantelada, y la policía ordinaria, formada por agentes a menudo mal pagados y poco motivados, sufre el estigma de seguir estando relacionada con las prácticas dictatoriales del pasado. El Ejército, por su parte, es relativamente pequeño (35.000 efectivos, en un país de 10,5 millones de habitantes), y, a diferencia de en Egipto, su papel en el mantenimiento del orden público es poco importante.
¿Cómo es la situación económica?
La crisis que vive Túnez no es solo un conflicto entre laicos e islamistas. Al igual que al inicio de la revolución, la difícil situación económica en la que sigue inmerso el país, con una alarmante pérdida de empleo, la inflación muy alta y numerosos casos de corrupción, sigue siendo un factor fundamental. Ello explica la huelga general del pasado viernes (la primera en más de 30 años), convocada por el principal sindicato del país (la Unión General de Trabajadores Tunecinos, UGTT), así como la división entre la derecha conservadora y religiosa, por un lado, y el sector trabajador y campesino, por otro.
A pesar del apoyo que tradicionalmente reciben los islamistas en muchas zonas rurales, es también en estas áreas donde más duramente está golpeando el desempleo. Y, en un país con una importante tradición sindical, el respaldo a grupos más cercanos al movimiento obrero puede llegar a ser más importante que la fidelidad a las opciones religioso-conservadoras.
No obstante, si bien es cierto que, de momento, la demanda de «trabajo, libertad y dignidad» que acompañó a la revolución sigue sin ser plenamente atendida por el Gobierno, también es verdad que el Ejecutivo ha dado algunos pasos en esa dirección. En los presupuestos de 2013, por ejemplo, el gasto público tiene un incremento del 4,9%, una cantidad que, en gran parte, se piensa destinar a programas encaminados a reducir las disparidades regionales y a estimular la creación de empleo. El Gobierno también ha sido elogiado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tras lograr firmar un acuerdo con los representantes sindicales y la patronal, que fue calificado de «hito social».
¿Qué otras asignaturas siguen pendientes?
En general, la libertad política en Túnez se ha ido incrementando de manera exponencial durante estos dos años, pero existen muchas áreas donde organizaciones internacionales y locales de derechos humanos denuncian aún muchas carencias, sobre todos las relacionadas con la libertad de expresión y el funcionamiento de las instituciones. Todavía existen grandes obstáculos para el desarrollo de un sistema político abierto y democrático, empezando por la falta de una reforma de los ministerios clave: el de Justicia y el de Interior, que aún conservan prácticas más propias de la época de la dictadura.
Al cumplirse un año de la revolución, Amnistía Internacional publicó un informe en el que afirmaba que el actual Gobierno tunecino estaba haciendo retroceder los avances en la situación de los derechos humanos conseguidos tras la caída de Ben Ali, «lo cual hace dudar de su compromiso con las reformas». La ONG denunciaba, entre otras cosas, que habían aumentado las restricciones a la libertad de expresión de periodistas, artistas, críticos con el Gobierno, escritores y blogueros, «con la excusa de mantener el orden y la moral públicos». También indicaba que «las autoridades tunecinas no parecen haber podido o querido proteger a los ciudadanos de la agresiones de grupos al parecer afines a los salafistas».
¿Qué propone el primer ministro para salir de la crisis?
Yabali insiste en que la mejor solución para Túnez pasa por su propuesta de formar un Gobierno de tecnócratas y «apolítico» hasta la celebración, «lo antes posible», de nuevas elecciones. El primer ministro ha reconocido que tomó esta decisión de manera individual sin consultarlo con su partido -Al Nahda-, pero asegura que va a «continuar con la realización de esta iniciativa», cuya responsabilidad asume, y que, dijo, tuvo que tomar «para salvar al país». Según Yabali, su propuesta «ofrece a todos los partidos y al pueblo alcanzar rápidamente una solución de concordia, y un gobierno independiente que trabaje para llevar a cabo los objetivos de la revolución».
El vicepresidente de Al Nahda, Abdelhamid Yalasi, aseguró que esta formación «no está de acuerdo con la postura tomada por el jefe del Gobierno». La división existente llevó finalmente este domingo a Yabali a amenazar con dimitir si la Asamblea Nacional Constituyente rechaza su propuesta, aunque no renunciará a su cargo como secretario general de Al Nahda, a pesar de las críticas recibidas. «Si los miembros [del nuevo gabinete] son aceptados, especialmente por los partidos con representación en la Asamblea, permaneceré como jefe del Gobierno», precisó.
Las propuestas, añadió Yabali, «deberán ser remitidas antes del lunes», día en el que está previsto que especifique la fecha del anuncio del nuevo ejecutivo. El primer ministro apunta que podría ser «a mediados de la semana siguiente como tarde».
¿Cómo afecta a Túnez el auge del terrorismo islamista subsahariano?
En Túnez y en Argelia se han interceptado importantes alijos de armas procedentes de los antiguos depósitos de Gadafi, y los rebeldes tuareg y salafistas que se hicieron con el control del norte de Mali en marzo del año pasado nutrieron sus arsenales con armamento libio.
Un dirigente del partido opositor tunecino Nidá Tunis, Lazar Akremi, admitió recientemente que «Túnez se ha convertido en un pasillo por donde circulan armas» de Libia. «Necesitamos ayuda de Europa para restablecer la seguridad fronteriza, sobre todo con Libia, cuyas dificultades en reestructurar el Estado animan a muchos clanes mafiosos al comercio ilegal con sus iguales libios», indicó por su parte un portavoz de Al Nahda, quien señaló la falta de material como una de las principales carencias del país.
Ante la gravedad de la situación, Libia, Argelia y Túnez firmaron en la ciudad libia de Gadamés, cuatro días antes del ataque terrorista a la planta de gas argelina de In Amenas, un acuerdo de coordinación en materia de seguridad de fronteras y de lucha antiterrorista y contra el narcotráfico y el crimen organizado. Los primeros ministros de los tres países manifestaron entonces que la situación en Mali se había «deteriorado» de tal manera que podría tener consecuencias para la seguridad y la estabilidad de la región.
17/1/2011. El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, anuncia un Gobierno de «unidad nacional», que incluye a los tres líderes de la oposición y a seis ministros del anterior régimen.
18/1/2011. Los dos ministros de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), que desempeñó un importante papel en la revuelta, dimiten en protesta por la composición del nuevo Ejecutivo.
30/1/2011. El histórico líder islámico Rachid Gannuchi regresa tras dos décadas de exilio.
31/1/2011. La UE congela los activos del matrimonio Ben Ali.
19/2/2011. Entra en vigor la amnistía general para los presos políticos.
27/2/2011.Dimite Ghanouchi ante las protestas ciudadanas. Le sustituye Beyi Said Essebsi. Poco después abandonan sus cargos dos ministros del partido de Ben Ali.
1/3/2011. El partido islamista Al Nahda, en la clandestinidad durante el mandato de Ben Ali, es legalizado.
7/3/2011. El primer ministro Essebsi nombra un nuevo gobierno.
23/3/2011. El Partido de los Obreros Comunistas Tunecinos presenta su comité político, tras veinticinco años de clandestinidad.
24/5/2011.El Banco Mundial anuncia que planea conceder préstamos a Túnez en los próximos dos años por valor de 1.500 millones de dólares.
20/6/2011. Ben Ali y su esposa son condenados en rebeldía a 35 años de prisión cada uno por malversación de fondos públicos.
4/7/2011. Ben Ali es condenado en rebeldía a 15 años de cárcel por posesión ilegal de armas y estupefacientes en otro nuevo juicio. El exmandatario tiene casi un centenar de cargos por los que responder.
23/9/2011. El movimiento Al Nahda logra 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR), tras la celebración de elecciones constituyentes.
21/11/2011. Se constituyen las primeras instituciones democráticas: Presidencia del Estado (Moncef Marzuki, CPR), de la Asamblea Nacional Constituyente (Mustafá Ben Yafaar, FDTL) y del Gobierno (Hamadi Yabali, Al Nahda).
11/12/2011. La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) aprueba por mayoría una Constitución provisional que regula las prerrogativas de las tres presidencias del país y de las instituciones.
11/6/2012. Toque de queda en ocho provincias a raíz de una ola de ataques protagonizada por miles de radicales islámicos en la capital, en respuesta a una exposición de arte considerada por los salafistas como un atentado contra el islam.
13/6/2012. Un tribunal militar condena a Ben Ali a cadena perpetua por su implicación en la represión de la revuelta.
14/8/2012. Al menos tres muertos en los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que intentaban asaltar la embajada de EE UU en Túnez en protesta por una película que se mofa del profeta Mahoma, que se suma al asalto a otras embajadas estadounidenses en el mundo musulmán.
9/1/2013. Marzuki comienza contactos con los principales líderes políticos para fijar la fecha de las elecciones legislativas y presidenciales.
6/2/2013.Asesinato del dirigente laico izquierdista Chukri Bel Aid.
Nota: Aunque no consideramos a Túnez un país de Oriente Medio, incluimos este y otros artículos sobre el Magreb por la evidente significación de la llamada ‘primavera árabe’ en toda la región.
Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación […]
Protesta en Duraz, Bahréin, por el vídeo contra Mahoma ‘La inocencia de los musulmanes’. Foto: Mohamed CJ / Wikimedia Commons
Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; la caña ideal con la que intentar pescar los peces del apoyo popular en el río revuelto de la ‘primavera árabe’; la gasolina con que avivar la siempre caliente llama del antiamericanismo en el mundo islámico.
El resultado: Asaltos a embajadas, manifestaciones en cerca de 30 países y al menos 17 muertos ya desde que el pasado martes (aniversario de los atentados del 11-S) estallaran los disturbios, tras la divulgación de un vídeo grabado en EE UU en el que, entre otras cosas, se describe a Mahoma como bastardo, simplón, mujeriego, extorsionador, sanguinario, esclavizador de niños, egocéntrico y pederasta.
Las acciones más violentas están alentadas por minorías fundamentalistas, y los asaltos a las embajadas y otros intereses occidentales los han llevado a cabo, sobre todo, grupos relativamente pequeños, hooligans incluidos. Pero a las manifestaciones de protesta sí se han sumado amplios sectores de la población para los que el famoso vídeo no es más que el último capítulo en lo que se percibe como una larga historia de agravios por parte de Occidente en general, y de Estados Unidos en particular.
Es posible que Los versos satánicos de Salman Rushdie, las caricaturas de Mahoma o la quema de coranes estén solo en la lista negra de los religiosos más fanáticos, pero la invasión de Irak, el interesado apoyo a tiranos como Mubarak o Ben Ali, y el respaldo incondicional a Israel en detrimento de los palestinos, están en la lista negra de la mayoría. Y los tibios intentos de acercamiento llevados a cabo por Obama no parecen haber sido suficientes para lavar una imagen perjudicada durante tanto tiempo por sus antecesores en el cargo.
Resulta por tanto imposible simplificar las causas de esta nueva oleada de protestas, y atribuirla exclusivamente a un tosco vídeo de apenas 14 minutos y factura patética, por más que haya sido ese el detonante, en una sociedad donde los límites de la libertad de expresión no tienen nada que ver con los parámetros occidentales cuando está la religión por medio. Y tampoco se trata únicamente de la consecuencia directa de la caída de regímenes dictatoriales que mantenían a raya a los islamistas: En 2005, las viñetas satíricas sobre Mahoma provocaron manifestaciones masivas que fueron permitidas por gobiernos que presumían de aplastar el islamismo con mano de hierro, y hubo medio centenar de muertos.
Al vídeo y a la debilidad de los nuevos regímenes hay que sumar no solo el contexto de rencor hacia Occidente, sino también, y especialmente, la lucha por el poder que ha desatado la llamada «primavera árabe», una batalla en la que se enfrentan, sobre todo, islamistas moderados e islamistas integristas.
Estas son, en 20 preguntas y respuestas, las claves de lo que ha pasado hasta ahora:
EL VÍDEO
1. ¿Qué muestra ‘La inocencia de los musulmanes’?
«Tengo más de 120 años. En mi vida nunca he conocido a un matón asesino como Mahoma. Mata a hombres. Captura a mujeres y niños. Roba las caravanas. Rompe acuerdos y tratados. Vende niños como esclavos después de que él y sus hombres los hayan usado». Así describe una anciana al principal profeta del islam en el vídeo La inocencia de los musulmanes (Innocence of Muslims, en el original inglés), el supuesto tráiler de una película posiblemente inexistente.
El vídeo, colgado en YouTube, dura algo menos de 14 minutos. Grabado en Estados Unidos, presenta a Mahoma como un personaje pervertido, violento e interesado, y describe al islam como una religión destructiva y absurda. La produccion es extremadamente burda (desde el vestuario al guión, pasando por los escenarios o las interpretaciones), y en algunos pasajes se han doblado los diálogos originales con voces diferentes.
2. ¿Cuándo, cómo y para qué se hizo?
Aunque los detalles de la producción del vídeo siguen sin estar del todo claros, al parecer la cinta se rodó en California en torno al mes de julio del año pasado. Según informaron varios medios estadounidenses, citando a un activista fundamentalista cristiano, Steve Klein, que habría participado en la producción, el supuesto motivo era reunir a hipotéticos «terroristas musulmanes» en un cine de Los Ángeles con el cebo de que se iba a proyectar un film sobre Osama bin Laden, «para que supieran la verdad». De hecho, la ‘película’ fue titulada primero como Guerreros del desierto y después como La inocencia de Bin Laden.
El proyecto se empezó a gestar en el verano de 2009, cuando la página web BackStage publicó el anuncio de una productora llamada «DW» en el que se pedía actores para el rodaje de Guerreros del desierto (Desert Warriors). El film, producido y dirigido por un tal «Sam Bacile»,se presentaba como «una película de aventuras en el desierto de Arabia».
Los actores protagonistas y el equipo que participó en el rodaje (unas 80 personas) difundieron hace unos días un comunicado en el que sostienen que fueron «embaucados» sobre el propósito de la película: «Nos hemos quedado de piedra al conocer que han reescrito drásticamente el guión y al darnos cuenta de las mentiras que nos dijeron a quienes participamos». Aseguran que todas las referencias a Mahoma las introdujeron los autores del film a posteriori con un doblaje de mala calidad.
3. ¿Cómo ha acabado divulgándose?
El vídeo fue subido el pasado mes de julio a YouTube, y apenas tuvo visitas hasta que, en septiembre, fue subtitulado al árabe y empezó a propagarse por Twitter. En apenas unos días llegó a los canales de televisión árabes (especialmente a las cadenas integristas egipcias), y atrajo la atención de líderes musulmanes y de grupos islamistas, que denunciaron el contenido de la cinta y lo tacharon de blasfemo y ofensivo, al tiempo que exigían a las autoridades estadounidenses que retirasen el vídeo y persiguiesen a los responsables.
4. ¿Quién produjo el vídeo?
En un principio se informó de que el responsable del vídeo, el llamado «Sam Bacile», era un «agente inmobiliario» de California con orígenes judíos y conexiones con grupos coptos, pero los sindicatos de Hollywood y la asociación inmobiliaria del estado lo desmintieron, indicando que en sus registros no aparecía ningún agente llamado así. El pasado jueves, la agencia AP reveló que «Sam Bacile» es en realidad Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto de 55 años de edad, residente en un suburbio de Los Ángeles y que entre 2010 y 2011 cumplió una pena de 21 meses de prisión por fraude bancario (años antes ya había estado en la cárcel por asuntos de drogas).
Nakoula Basseley, que no tenía permitido el acceso a Internet, fue interrogado el viernes por agentes federales según informó este sábado la cadena CBS. La Oficina del Alguacil de Los Ángeles, en colaboración con el FBI, está investigando la posible violación de su libertad condicional, en caso de que hubiera accedido a la red, precisamente para subir el polémico tráiler. Nakoula salió de la cárcel en junio de 2011 y el rodaje empezó un mes después.
5. ¿Quién lo promocionó?
El vídeo habría sido promocionado–y posiblemente, también traducido al árabe– por Morris Sadek, un egipcio copto conocido en Estados Unidos por su activismo anti islamista, y para quien las imágenes muestran la represión a la que se enfrentan los coptos en Egipto. El pastor Terry Jones, de Florida, famoso por haber amenazado hace dos años con quemar coranes en su iglesia, también se hizo eco del vídeo, y lo recomendó a sus seguidores.
6. ¿Qué ha dicho la iglesia copta?
Los representantes de la comunidad copta en Egipto (la principal minoría cristiana del país, cerca del 10% de la población total) han condenado el vídeo desde el primer momento. En EE UU, el obispo de la Diócesis Ortodoxa Copta de Los Ángeles indicó que «nuestra enseñanza cristiana es respetar a las personas de toda fe». Los coptos egipcios han sido víctimas de numerosos ataques en los últimos meses, que han causado decenas de muertos.
7. ¿Qué ha dicho del vídeo el Gobierno de EE UU?
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, calificó el vídeo de «repugnante y reprensible». «Parece tener el cínico propósito de denigrar una gran religión y generar odio», dijo. «Dejadme dejar muy claro, y espero que sea obvio, que el Gobierno de Estados Unidos no tuvo absolutamente nada que ver con este vídeo. Rechazamos totalmente su contenido y su mensaje. Sin embargo, no hay justificación, ninguna, para responder al vídeo con violencia. Condenamos la violencia que se ha generado en los términos más duros».
8. ¿Lo va a retirar Google de YouTube?
Google decidió este sábado mantener en Internet el polémico vídeo, pese a una solicitud de la Casa Blanca de que lo retirase de YouTube. La Casa Blanca ha confirmado que pidió a YouTube, propiedad de Google, que revisase el vídeo, y que lo retirase de la plataforma en caso de que éste viole las condiciones de uso de la web, pero Google ha determinado que el vídeo no viola sus políticas sobre la utilización de la red.
«Trabajamos duro para crear una comunidad que todos puedan disfrutar y que también permita a la gente expresar sus distintas opiniones. Esto puede ser un desafío porque lo que es aceptable en un país puede ofender en otro», explicó YouTube en un comunicado. «Este vídeo, ampliamente disponible en la web, cumple claramente con nuestras normas y por lo tanto permanecerá en YouTube. Sin embargo, hemos restringido el acceso a él en India e Indonesia, donde es ilegal, así como en Libia y Egipto, debido a las situaciones muy sensiblesen estos países», añadió.
El vídeo tampoco puede verse en Afganistán, cuyo Gobierno ha prohibido la recepción de YouTube desde el pasado miércoles.
Mapa interactivo de las protestas en el mundo
LOS DISTURBIOS
9. ¿Cuándo y dónde comenzaron?
Las primeras protestas empezaron el pasado martes por la tarde en El Cairo, cuando cientos de manifestantes asaltaron el recinto de la embajada estadounidense y arrancaron la bandera, reemplazándola por una enseña negra que llevaba bordada la shahada (la profesión de fe musulmana): «No hay más que un Dios y Mahoma es su profeta». La protesta fue disuelta por la policía.
Horas después, sobre las 10 de la noche, se inició otra concentración en Libia, frente al consulado estadounidense en Bengasi. Entre los manifestantes había un grupo armado con morteros y granadas. Se produjo entonces un ataque al edificio y combates entre los asaltantes y las fuerzas de seguridad que protegían el consulado. En la confusa batalla, que duró casi doce horas, murieron el embajador estadounidense, Christopher Stevens, y otros tres ciudadanos de EE UU, militares de élite.
10. ¿Fue planeado el ataque de Bengasi?
Aún no se sabe con certeza, pero el gobierno libio, que pidió disculpas a Washington por no haber podido contener el ataque, asegura que fue un asalto terrorista planeado con precisión, y que el grupo armado se sirvió de los manifestantes para enmascarar su objetivo de atacar a EE UU en el aniversario del 11-S. En un principio, las autoridades libias indicaron que detrás del asalto podrían estar partidarios del depuesto y asesinado líder libio Muammar al Gadafi, así como miembros de Al Qaeda en Libia, pero posteriormente negaron la presencia de la red terrorista en el país.
Libia calificó el ataque de «cobarde, criminal y terrorista», e insistió en que se trata de un hecho «aislado» que no «afecta a la relación del país con los socios europeos y americanos». Varias personas han sido detenidas ya en relación con los hechos.
11. ¿Cómo y por dónde se extendieron las protestas?
El jueves, un grupo de manifestantes yemeníes irrumpió en la Embajada de EE UU en la capital del país, Saná. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego, con el resultado de un muerto y más de 20 heridos. Ese mismo día se reanudaron los disturbios en Egipto, en los alrededores de la legación estadounidense. Hubo al menos 224 heridos.
Las protestas se extendieron el viernes (día sagrado del islam) por todo el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Indonesia. Muchas de las marchas de repulsa, que se celebraron en casi una treintena de países, comenzaron tras las plegarias de la oración. Al menos dos personas murieron y 29 resultaron heridas en Túnez, donde las fuerzas de seguridad emplearon munición real y gases lacrimógenos. En Trípoli (Líbano) hubo un muerto y varios heridos. Cuatro manifestantes fueron detenidos tras protestas en Jerusalén, y miles de personas protestaron pacíficamente en la ciudad de Gaza. Tres soldados colombianos de la ONU resultaron heridos en el Sinaí egipcio, y un grupo de manifestantes irrumpió en la embajada de Alemania en Sudán. Las manifestaciones, algunas de las cuales degeneraron en disturbios y enfrentanientos con la policía,se sucedieron también en Irán, India, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Turquía, Nigeria…
El agregado de Interior en la Embajada española en Túnez, el comandante de la Guardia Civil F. G. I., resultó herido el viernes al verse envuelto en un tumulto en las calles de la capital del país, y recibir un golpe de un arma de un policía, así como el impacto de un tapón de un arma de fogueo.
Principalmente, las redes salafistas. El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam y defienden la imitación del modo de vida de Mahoma hasta en los más mínimos detalles, en un intento de recuperar la pureza de la religión (el término salaf, que en árabe significa «predecesor» o «ancestro», designa a los compañeros del profeta y las tres primeras generaciones que le sucedieron).
Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos».
Los salafistas, históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.La ‘primavera árabe’ les ha abierto ahora espacio en la política y la sociedad islámicas.
En Túnez, donde varios partidos safistas intentan competir con Ennahda, el partido islamista tradicional, grupos salafistas han protagonizado numerosos incidentes violentos, incluyendo ataques contra canales de televisión o acontecimientos culturales considerados impíos, según informó El País. En Libia han destruido varios santuarios sufíes, y en Egipto, el único país donde el salafismo tiene una representación institucional importante (el partido Al Nur logró el segundo puesto en las elecciones, tras los Hermanos Musulmanes), sus concentraciones suelen ser pacíficas, pero algunos simpatizantes salafistas han perpetrado actos violentos, sobre todo contra la minoría cristiana copta.
13. ¿Y Al Qaeda?
Aunque por el momento no está confirmada la participación directa de militantes de Al Qaeda en los asaltos a las embajadass, la red terrorista no ha querido perder la oportunidad de aprovechar la crisis. Así, la rama de Al Qaeda en Yemen exhortó este sábado a los musulmanes a intensificar sus protestas y asesinar a diplomáticos estadounidenses en los países de Oriente Medio: «Quien se encuentre con un embajador o emisario de Estados Unidos debería seguir el ejemplo de los descendientes (libios) de Omar al-Mukhtar, que mataron al embajador estadounidense», indicó en un comunicado publicado en Internet. «Dejen que la acción contra las embajadas sea un paso hacia la liberación de los países musulmanes de la hegemonía estadounidense», agregó.
Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), integrada en su mayoría por militantes de Yemen y Arabia Saudí, es considerada por Washington como la rama más peligrosa de la red fundada por Osama bin Laden.
LAS REACCIONES
14. ¿Cómo ha reaccionado el gobierno islamista egipcio?
En contraste con la condena contundente del gobierno libio, la primera reacción del recién elegido presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, tras el asalto de El Cairo, fue condenar el vídeo pero guardar silencio con respecto a las acciones violentas (unas acciones que sí rechazaron los Hermanos Musulmanes, al menos en sus comunicados en inglés). Mursi no condenó claramente los ataques hasta el viernes, cuando, después de que Obama dijese que Egipto «no es un enemigo, pero tampoco un aliado», afirmó que se trataba de hechos «absolutamente inaceptables».
15. ¿Cómo ha reaccionado Obama?
El presidente de EE UU aseguró el viernes que «la justicia llegará para aquellos que dañen a estadounidenses», tras reconocer que ha visto «imágenes muy duras» de las protestas ante embajadas de su país. «Estados Unidos nunca se retirará del mundo», dijo Obama. «Nunca dejaremos de trabajar por la dignidad y la libertad que cada persona merece, sin importar su credo», agregó.
Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, instó a los gobiernos en el mundo musulmán a controlar las revueltas, al señalar que «los países de la primavera árabe no han cambiado la tiranía de un dictador por la tiranía de una multitud violenta». «La gente responsable y los líderes responsables en estos países tienen que hacer todo lo que puedan para restaurar la seguridady traer a la justicia a aquellos que están detrás de estos actos violentos», indicó.
EE UU ha enviado dos buques de guerra a Libia y medio centenar de marines, para reforzar la seguridad de las instalaciones diplomáticas en el país.
16. ¿Cómo reaccionó Mitt Romney?
El candidato republicano a la presidencia de EE UU (las elecciones se celebrarán el próximo mes de noviembre) aprovechó el ataque al consulado estadounidense de Bengasi para criticar a su rival.
En un primer comunicado, Mitt Romney calificó de «vergonzoso» que «la primera reacción del gobierno de Obama no fuera condenar los ataques contra nuestras misiones diplomáticas sino simpatizar con quienes realizaron los ataques», en referencia a una nota de la embajada estadounidense en El Cairo, en la que se condenaba el vídeo contra Mahoma.
Las palabras del aspirante a la Casa Blanca fueron emitidas antes de que se supiera que habían muerto el embajador Stevens y otros tres estadounidenses. Preguntado después sobre si no se había precipitado al emitir el comunicado cuando aún no se conocían todos los datos, ni tampoco el posterior distanciamiento de la Casa Blanca de la reacción de su embajada cairota, Romney lo negó, insistiendo en que precisamente ello «demuestra la falta de un discurso claro del gobierno de Obama».
17. ¿Cómo ha reaccionado España?
El Ministerio de Asuntos Exteriores ha ordenado reforzar la seguridad de las embajadas españolas en los países árabes. Las medidas incluyen contactar con los españoles residentes en estos países y preparar planes para una eventual evacuación. En los países de más riesgo las embajadas cuentan con un equipo de geos para protegerse.
Exteriores ha pedido a los españoles que viajen a países árabes que cumplan escrupulosamente las recomendaciones que figuran en su página web y que se inscriban en el consulado nada más llegar.
Con respecto al ataque de Bengasi, el Gobierno hizo público un comunicado en el que expresaba «su más rotunda condena» y trasladaba «un mensaje profundo y sentido de solidaridad y apoyo al Gobierno de Estados Unidos y al pueblo norteamericano en estos trágicos momentos de dolor, así como a los familiares de las víctimas».
LAS CONSECUENCIAS
18. ¿Qué efecto pueden tener las protestas en la ‘primavera árabe’?
Las protestas han puesto de manifiesto el poder de convocatoria del islamismo radical en unas sociedades donde la democracia se está abriendo paso de manera muy incipiente aún, y ello supone un desafío importante para los gobiernos islamistas teóricamente moderados surgidos de las elecciones en Egipto y Túnez, necesitados del apoyo de Occidente, pero temerosos a la vez de perder respaldo popular.
En Libia la situación tampoco es fácil. El gobierno está formado por un ejecutivo de transición que cuenta con el favor de estadounidenses y europeos, pero los grupos radicales islamistas, salidos de la clandestinidad durante la revolución, tras años de represión por el régimen de Gadafi, son fuertes. Además, como destaca en The New Yorker el periodista especializado en los conflictos actuales de Oriente Medio John Lee Anderson, en Libia sigue habiendo una multitud de milicias armadas y todavía no se ha implantado un auténtico estado de derecho.
De hecho, es en países como Libia y Yemen, en los que la soberanía de los gobiernos y el control territorial está aún lejos de alcanzarse, donde existe el mayor riesgode que las protestas conduzcan a un caos mayor.
En cuanto a Siria, la oleada de protestas puede acrecentar el miedo a que las facciones integristas (en muchos casos, formadas por combatientes extranjeros) que están incrustadas en la oposición al régimen brutal de Bashar al Asad acaben cobrando cada vez más protagonismo en la sangrienta guerra civil que está devastando al país. En Irak, mientras tanto, está por ver si la crisis actual será aprovechada por los grupos terroristas (Al Qaeda incluida) para mantener la reciente escalada de atentados.
Pocos analistas dudaban, en cualquier caso, de que la ‘primavera árabe’ supondría un auge del islamismo, en unas sociedades donde las alternativas laicas, liberales o progresistas están mucho menos arraigadas entre la población. La cuestión es si, siguiendo el ejemplo de Turquía, logrará imponerse un islamismo vertebrado en el funcionamiento democrático. Y el problema, como recuerda el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, es que muchas de las milicias integristas armadas que ahora están ganando terreno se han alimentado en las guerras de Siria y Libia con dinero de países como Arabia Saudí o Catar (donde el absolutismo y la teocracia no parecen ser un inconveniente para Occidente), y ahora no es fácil desactivarlas.
19. ¿Qué efecto han tenido en Estados Unidos?
Las protestas y ataques contra EE UU en los países islámicos han dado un giro a la campaña electoral para la presidencia, que ha pasado a centrarse estos días en una lucha por ver cuál de los dos candidatos defiende mejor los intereses estadounidenses en el mundo.
Obama, una de cuyas principales bazas para la reelección es, precisamente, su gestión en política internacional, se enfrenta ahora al reto de dar una respuesta lo suficientemente rápida a los ataques, especialmente al que causó la muerte del embajador y de otros tres ciudadanos estadounidenses, con el añadido de tener que defender su apoyo a la ‘primavera árabe’ y su apuesta por el diálogo con los gobiernos islámicos.
En cuanto a Romney, el candidato republicano, a la baja en los sondeos, ha moderado el tono de sus críticas y trata de recuperarse de sus desafortunadas declaraciones iniciales, que solo han sido secundadas por los comentaristas más conservadores (el grueso de su partido ha respaldado al Gobierno).
LOS ANTECEDENTES
20. ¿Qué otros casos similares ha habido en los últimos años?
El vídeo contra Mahoma es el último de una larga serie de casos que, originados en Occidente, han provocado la ira en el mundo musulmán:
A finales de 1988 el escritor angloindio Salman Rushdie publicó Los versos satánicos, un libro donde utilizó sus conocimientos como estudioso del islam y en el que hacía una interpretación particular de esta religión. La obra fue calificada de «blasfema» en un edicto emitido por el ayatolá iraní Jomeini, en el que se llamaba a la ejecución del autor, al que acusaba de apostasía.
Los libros La rabia y el orgullo, que la periodista italiana Oriana Fallaci publicó en 2002 tras el 11-S, y en el que comparaba a los «hijos de Alá» con las ratas, y La fuerza de la razón, escrito por la misma autora en 2004, originaron también fuertes reacciones de protesta. El Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos llevó a Fallaci ante los tribunales.
En 2004, el documental Sumisión, que denunciaba la situación de la mujer en el mundo islámico, le costó la vida su autor, el director de cine holandés Theo Van Gogh, quien fue apuñalado por un joven marroquí.
En 2005, el diario conservador danés Jyllands Postem publicó doce caricaturas de Mahoma en las que éste aparecía con un turbante convertido en bomba, lo que originó una oleada de ataques contra varias embajadas danesas en los países islámicos, que se extendieron a Occidente al menos durante dos años, así como la muerte de 48 personas en todo el mundo en manifestaciones y asaltos a sedes diplomáticas.
En septiembre de 2006 el discurso sobre el islam que pronunció el papa Benedicto XVI en la universidad alemana de Ratisbona provocó reacciones violentas en el mundo musulmán, como el asesinato de una monja italiana en Mogadiscio, la quema de iglesias o el secuestro el 3 de octubre de ese año de un avión de las líneas aéreas turcas que cubría el trayecto entre Tirana y Estambul.
En diciembre de 2008 el nivel de alarma terrorista alcanzó su punto más alto en Holanda cuando el diputado ultraderechista de ese país Geert Wilders produjo una película contra el Corán, en la que alertaba contra los peligros del islam, y que fue emitida por Internet.
En abril de 2010 fueron los responsables de la web Revolutionmuslim.com quienes arremetieron contra los creadores de la controvertida serie de televisión animada South Park por emplear a Mahoma en uno de sus últimos episodios.
En 2011 dos pastores de una iglesia de Florida, Terry Jones y Wayne Sapp, protagonizaron otro incidente al emitir un video en el que se quemaba un Corán. Como consecuencia, numerosos civiles y funcionarios de Naciones Unidas perdieron la vida en Afganistán víctimas de varios ataques.
En junio de 2012 estalló una serie protestas en Túnez en represalia a una exposición de arte considerada ofensiva para el islam, que se saldaron con un muerto, más de un centenar de heridos y 160 detenidos, por lo que las autoridades tunecinas decretaron el toque de queda.
Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; […]
Cuarenta fotos para recordar algunos de los acontecimientos más destacados de 2011 en Oriente Medio y el Magreb. Una selección de imágenes extraordinarias para un año extraordinario. No están, obviamente, todas las que son, pero esperamos que, al menos, sean todas las que están.
Cuarenta fotos para recordar algunos de los acontecimientos más destacados de 2011 en Oriente Medio y el Magreb. Una selección de imágenes extraordinarias para un año extraordinario. No están, obviamente, todas las que son, pero esperamos que, al menos, sean todas las que están.
Manifestantes contra el Gobierno en Túnez, el 23 de enero de 2011 Foto: M. Rais / Wikimedia Commons
El 17 de diciembre de 2010, hace hoy un año, Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación y sin expectativas, se inmoló a lo bonzo en la puerta de la sede del gobierno regional de Sidi Buzid, en Túnez.
Buazizi falleció el 4 de enero, y su muerte originó un movimiento solidario de protesta social entre los jóvenes pobres y en paro de su deprimida ciudad. La protesta se extendió y acabó provocando la histórica caída del presidente Zine el Abidine Ben Alí. Había nacido lo que en unos pocos meses será bautizada como «primavera árabe».
Los primeros días de la ‘primavera árabe’: disturbios en Sidi Buzid, Túnez, en un vídeo subido a YouTube el 19 de diciembre de 2010
Un año y miles de muertos después, han caído dictadores, están naciendo nuevos gobiernos, las urnas están dando más poder a los islamistas, se ha afianzado una forma global de protesta, y, sobre todo, se sigue luchando.
Este es un resumen, elaborado por la agencia Efe, de lo que ha ocurrido hasta ahora y de cómo está la situación, país por país, en los países de Oriente Medio y el Magreb:
Túnez
La revolución acabó el 14 de enero, con el abandono del poder por el presidente Zine al Abidín Ben Ali, que huyó a Arabia Saudí, después de permanecer 23 años en el Gobierno, en los que ganó cuatro elecciones con porcentajes de incluso el 99,91% de los sufragios. Las revueltas duraron unos diez días y hubo 347 muertos.
El proceso culminó el 23 de octubre con la celebración de comicios en las que participó el 54,1 por ciento de los electores. El ganador fue el movimiento islamista conservador Al Nahda, liderado por Hamadi Yabali, que obtuvo 89 de los 217 escaños de la Asamblea Constituyente. El 13 de diciembre tomó posesión el nuevo presidente, Moncef Marzuki, del centrista Consejo por la República y el 14 Yabali fue designado primer ministro.
Egipto
La revolución comenzó el 25 de enero con el «Día de la ira», en el que miles de manifestantes en El Cairo y otras ciudades egipcias convocados por Internet pedían reformas al régimen de Hosni Mubarak. Los manifestantes no querían que Mubarak se presentara a las elecciones ni que dirigiera la transición ni que colocara como sucesor a su hijo Gamal. Mubarak delegó el poder el 11 de febrero a una Junta Militar, fue hospitalizado en abril por una «crisis cardiaca» y, desde entonces, aparece en camilla en los juicios emprendidos contra él. Las revueltas iniciales se prolongaron durante 18 días y hubo al menos 846 muertos, según un informe de Amnistía Internacional (AI).
La primera fase de las elecciones se celebró los días 28 y 29 de noviembre en nueve provincias del país, entre ellas El Cairo y Alejandría con una tasa de participación del 52%. El Partido Libertad y Justicia (PLJ), brazo político de los Hermanos Musulmanes, fue el claro vencedor en el inicio de las elecciones legislativas egipcias, con un 40% de los votos, seguido de los salafistas del partido Al Nur (musulmanes ultraconservadores) con el 20%.
Libia
Las manifestaciones comenzaron de forma pacífica los días 15 y 16 de febrero en Bengasi, la segunda ciudad libia, por la detención de un activista de derechos humanos y en demanda de cambios democráticos al máximo dirigente del país, Muamar al Gadafi, en el poder durante 42 años.
El 27 de marzo la OTAN inició una campaña militar sobre Libia, semanas después de que las fuerzas leales al régimen comenzaran a acorralar a los grupos de insurgentes del país. La guerra duró ocho meses. La revuelta degeneró en guerra civil que terminó con el anuncio rebelde el 20 de octubre de la muerte de Gadafi en Sirte, su localidad natal. Las víctimas del conflicto se cifraron en 25.000 muertos y el doble de heridos, según el presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mustafá Abdul Jalil.
El CNT gobierna el país desde entonces, presidido por Mustafá Abdul Jalil y se han convocado elecciones, previstas inicialmente para junio de 2012.
Siria
Las protestas se iniciaron el día 15 de marzo, cuando miles de personas se concentraron en las principales ciudades en respuesta a la convocatoria por Facebook de un «Día de la Ira» y con el eslogan «Una Siria sin tiranía, ni ley de emergencia», en vigor desde 1963. El 21 de abril el presidente Bachar al Asad derogó el estado de emergencia, que otorgaba amplios poderes a las fuerzas de seguridad para reprimir a los manifestantes.
Sin embargo, la represión de las protestas fue brutal y, casi nueve meses después, la ONU cifró en más de 5.000 los muertos, más de 300 de ellos menores de edad. La comunidad internacional mantiene fuertes sanciones económicas contra el régimen. La alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navy Pillay, advirtió de que el país se dirige a una guerra civil.
Yemen
Las manifestaciones comenzaron el 27 de enero para exigir que el presidente Abdulá Saleh no se presentara a la reelección en el país más pobre de la península arábiga. La represión de las manifestaciones causó cientos de muertos y heridos durante meses.
Finalmente, ya en el exilio, el presidente Saleh firmó el 23 de noviembre en Riad una iniciativa de reconciliación nacional que prevé una transición de dos años durante los cuales se enmendará la Constitución y se prepararán elecciones.
Bahréin
Las manifestaciones comenzaron el 14 de febrero protagonizadas por la mayoría chií que demandaba a la minoría suní que gobierna el país -el monarca Hamad bin Isa al Jalifa- la instauración de una monarquía parlamentaria con una Constitución que permita al pueblo elegir un gobierno y un Parlamento independientes.
En las revueltas se han producido más de 40 muertos. Las autoridades destruyeron el 18 de marzo el monumento a la Perla en la emblemática plaza de Manama que llevaba ese nombre después de que se convirtiera en símbolo de las protestas antigubernamentales.
Marruecos
Las protestas empezaron a mediados de febrero con manifestaciones convocadas en las redes sociales en reclamo de una Constitución democrática, en la que el rey sea soberano, pero no detente el poder Ejecutivo. El rey Mohamed VI respondió con la reforma de la Constitución y nuevas normas para reforzar la figura del primer ministro como «presidente de un poder ejecutivo efectivo».
Una nueva Carta Magna fue aprobada el pasado 1 de julio en referéndum con el 98,50 por ciento de los votos y una tasa de participación del 73,46% del votos.
Se celebraron elecciones el 25 noviembre, que fueron ganadas por el islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), con 107 de los 295 escaños del Parlamento. Y el 29 de noviembre el rey Mohamed VI nombró al secretario general del PJD, Abdelilah Benkirán, primer ministro.
Jordania
Las manifestaciones empezaron el 28 de enero, y aún continúan, en demanda de reformas políticas y económicas en varias ciudades del país. El rey Abdalá II cesó el 1 de febrero al Ejecutivo del primer ministro Samir Rifai, y le sustituyo por Maaruf Bajit.
Las protestas continuaron y el 17 de octubre el soberano hachemí cesó a Bajit y le sustituyó en el cargo por Aun Jasawneh, exjuez de la Corte Penal Internacional, y le encargó acelerar las reformas políticas.
El pasado 18 de noviembre miles de jordanos salieron a las calles de las principales ciudades para pedir al nuevo primer ministro que cumpla sus promesas de acelerar las reformas y luchar contra la corrupción, así como una nueva ley electoral que garantice una representación proporcional en el Parlamento.
Argelia
Las protestas comenzaron el 12 de febrero para pedir que el gobierno derogara el «estado de emergencia» que regía el país desde hacía 19 años. Dicha ley había sido decretado el 9 de febrero de 1992 por presión del Ejército, tras el intento de insurrección por el Frente Islámico de Salvación (FIS), en protesta por la anulación de las legislativas, cuya primera ronda había ganado por mayoría.
Las recientes protestas se diluyeron tras la derogación de dicho estado de emergencia el 24 de febrero.
El 17 de diciembre de 2010, hace hoy un año, Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación y sin expectativas, se inmoló a lo bonzo en la puerta de la sede del gobierno… Leer
Miles de egipcios volvieron a exigir este viernes en la plaza Tahrir de El Cairo que se aceleren la transición democrática y los juicios contra los exdirigentes políticos. Foto: Lilian Wagdy / Wikimedia Commons
A finales de esta semana se cumplirán siete meses desde que, el 17 de diciembre de 2010, un joven vendedor ambulante que protestaba por la confiscación de su mercancía por la policía se prendiese fuego en la localidad tunecina de Sidi Buzid, desencadenando un movimiento contra el desempleo y la carestía de la vida en este país, que supondría el inicio de una serie de revueltas en cadena por toda la región.
Lo que en un principio parecía una protesta meramente local acabó prendiendo como la pólvora en una región especialmente abonada para ello, después de décadas de dictaduras brutales, pobreza y menosprecio por los derechos humanos y las libertades más básicas.
Más allá del común denominador de la pertenencia al mundo árabe, cada país presentaba, y presenta, una realidad diferente, con problemas distintos. Pero los elementos coincidentes (sistemas autoritarios y represores, población oprimida y descontenta, juventud de los manifestantes, uso de las redes sociales) eran lo suficientemente obvios como para poder hablar de un elemento revolucionario global, de un despertar, de una «primavera árabe».
Siete meses después, esa primavera ha dado frutos importantes, pero también razones para el desánimo y el pesimismo. Han caído dos regímenes, Túnez y Egipto, pero, de momento, sólo el primero parece haber encontrado un camino más o menos claro hacia la democracia, y los dos lidian con los problemas de una transición difícil. Y los demás países oscilan entre la represión mantenida (Siria), las reformas maquilladas (Marruecos, Argelia, Jordania), la complicidad internacional (Arabia Saudí, Bahréin), la fuerza de una minoría de la población satisfecha por la riqueza petrolera (Emiratos), o, directamente, la guerra (Libia), por no hablar de la dificultad extra que supone para el pueblo palestino tener que hacer no una, sino dos revoluciones (una contra el ocupante israelí y otra contra sus propios dirigentes).
Todos ellos, en cualquier caso, han dejado de ocupar las primeras páginas de los medios de comunicación.
Un balance con dos caras
Es probable que las especiales condiciones que permiten el triunfo de una revolución en países tan férreamente controlados por sus regímenes sólo puedan prosperar si ocurren con cierta rapidez, como sucedió en los casos de Túnez o Egipto. Y es posible que, de no ser así, el régimen acabe haciendo efectiva su maquinaria represora, la atención y el apoyo internacional se vayan reduciendo y el desgaste vaya minando poco a poco a los revolucionarios.
Pero también puede ser que ese hipotético desgaste, o la impresión que podamos tener desde fuera, no lo sea en realidad. Cada país tiene su propio ritmo revolucionario, y donde unos necesitan dos semanas, otros necesitan un año.
Un análisis optimista pasa por creer que, al final, Gadafi caerá, y su caída renovará el impulso en otros países. Pasa por pensar que el levantamiento del pueblo sirio, pese a la complejidad étnica, religiosa y política que conlleva, es irreversible, y que Asad, tarde o temprano, con ayuda del exterior o sin ella, también caerá; que las reformas constitucionales aprobadas en Marruecos iniciarán un camino democratizador de no retorno contra el que poco podrá hacer ya la monarquía aluí; que el final del mandato del presidente de Yemen abrirá una puerta real de diálogo en el país…
De momento, en el balance negativo, a la lista de países endémicamente inestables (Irak, Líbano, Palestina) se han sumado bastantes más (Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria, Bahréin), y en muchos casos, con escaladas de violencia y represión. Los gobernantes que están aguantando lo están haciendo a base de mano dura, o amparados en la ambigüedad de la comunidad internacional, que actúa más observando y, si acaso, reaccionando, que apoyando claramente las revueltas. El poder popular no ha arrasado,como en algún momento parecía que iba a ocurrir.
En lo positivo, no obstante, hay dos dictadores menos (Mubarak y Ben Ali), y otro está entre la espada y la pared (Gadafi). Pero, sobre todo, ha prendido una llama pro democrática que será muy difícil volver a apagar, pase lo que pase.
Hoy, por hoy, así es como están las cosas en los países donde las revueltas han sido más significativas:
El pasado día 7, un tribunal penal de primera instancia tunecino condenó en rebeldía a Ben Ali a 15 años y seis meses de cárcel por posesión ilegal de armas y estupefacientes. Era la segunda sentencia emitida contra el exmandatario, quien ya había sido condenado el 20 de junio, en el primer proceso abierto contra él, a 35 años de cárcel por malversación de fondos públicos.
Qué está pasando
Las elecciones inicialmente previstas para el 24 de julio fueron aplazadas hasta el 23 de octubre, debido a que, según el gobierno en funciones, no había suficiente tiempo para elaborar un censo electoral ni para que las fuerzas políticas que van a participar en los comicios pudieran articularse convenientemente.
En espera de la cita electoral, tanto el gobierno provisional como la sociedad civil y los organismos internacionales están intentando preparar el camino. Este mismo viernes, por ejemplo, una treintena de profesores de la universidad de Túnez crearon el primer «Observatorio Tunecino de la Transición Democrática» para intentar «paliar el déficit de instituciones de investigación y contribuir a la transición política».
El Gobierno, por su parte, llevó a cabo hace unos días una remodelación parcial del Ejecutivo que afecta a cuatro ministerios e incluye un nuevo cargo denominado ministro delegado para el Ministerio del Interior Encargado de las Reformas. Y la UE ha anunciado que desplegará una misión de observación en las elecciones.
El precio de la revolución, por otro lado, ha sido alto. Después de décadas como paraíso turístico, y privilegiado por inversiones occidentales que hacían la vista gorda ante los abusos del régimen, Túnez se enfrenta ahora a una situación de inestabilidad que ha hundido hasta la mitad al sector del turismo (7% del PIB, 400.000 empleos directos y 300.000 indirectos). Además, la inversión extranjera ha caído un 24,5% y el PIB, un 7,8%. A ello hay que sumar el regreso de 120.000 emigrantes de Libia que han dejado de enviar dinero, la llegada de cerca de 80.000 refugiados de este país y el desplome del comercio con la nación vecina.
La caída de Mubarak nunca se habría producido sin el levantamiento popular, pero sólo fue posible debido a lo que, en la práctica, fue un golpe de Estado de los militares. La consecuencia es que la transición la están dirigiendo dos fuerzas conservadoras: el Ejército y, indirectamente, los Hermanos Musulmanes, cuyo apoyo a las revueltas fue, también, muy determinante, al aportar una gran masa ciudadana.
Los comicios parlamentarios están previstos para septiembre, y los presidenciales, para final de año.
Qué está pasando
De momento, el país no tiene una nueva constitución, sino sólo la antigua reformada, unos cambios que, pese a sus conexiones con el antiguo régimen, fueron aprobados en referéndum el pasado 20 de marzo, con el apoyo de los grupos islamistas y de la junta militar que, dirigida por el mariscal Tantawi, lidera el proceso de cambio.
La lentitud de la transición y la tensión que aún vive el país se han traducido en numerosas situaciones de violencia a lo largo de estos meses. Los días 28 y 29 de junio, una batalla campal entre policías y manifestantes en El Cairo dejó más de mil heridos y 43 detenidos, después de que cientos de personas se concentraran en el centro de la capital y se enfrentaran a las fuerzas del orden, en protesta por el ataque y arresto de familiares de víctimas de la revuelta de febrero. Y este viernes, decenas de miles de personas volvieron a protagonizar una jornada de reivindicación en la plaza de Tahrir , donde exigieron al Ejército que acelere las reformas democráticas.
Con respecto al futuro, el panorama político egipcio actual está formado por dos grandes fuerzas, los Hermanos Musulmanes y una serie de partidos pequeños y laicos, muchos de ellos, recientes. Los primeros (islamistas) son los que tienen la mejor capacidad organizativa, por lo que quieren elecciones cuanto antes. Los segundos están luchando por retrasar los comicios para organizarse mejor y ganar más fuerza.
Lo que ocurra finalmente en Egipto es, mucho más que en el caso de Túnez, trascendental para toda la primavera árabe, dado el peso político y poblacional del país del Nilo. Para muchos analistas, de hecho, la supervivencia de las revueltas en la región depende ahora mismo, esencialmente, de dos grandes factores: Que la democracia se abra paso en Egipto de un modo incuestionable, y que caiga el régimen libio de Muammar al Gadafi.
LIBIA
Qué ha pasado
El 15 de febrero se inicia una revuelta popular contra el coronel Muammar al Gadafi, en el poder desde 1969. El régimen responde sofocando a los rebeldes a sangre y fuego, y el 19 de marzo, una coalición liderada por EE UU, Francia y el Reino Unido lanza una ofensiva militar contra el país, amparada en una resolución de la ONU para proteger a los civiles y asegurar la exclusión del espacio aéreo. El 31 de marzo, la OTAN asume el mando de la operación.
Pese a la presión internacional y las sanciones, y pese al abandono de muchos de sus diplomáticos, Gadafi, sin embargo, se niega a abandonar el poder.
En junio, 14 países habían reconocido ya al órgano político de los rebeldes, el Consejo Nacional de Transición.
Hasta ahora han muerto entre 10.000 y 15.000 personas, y hay más de 950.000 refugiados, según cifras de la ONU.
Qué está pasando
A pesar de los bombardeos de la OTAN y del aislamiento del régimen, el conflicto atraviesa un estancamiento que está perjudicando cada vez más a los rebeldes. La escasez de recursos del gobierno opositor es tremenda, tanto militarmente como en lo que respecta a bienes y servicios para atender las necesidades básicas de la población, y el acoso de las tropas de Gadafi se mantiene.
En este contexto, la solución militar se está volviendo cada vez más difícil. Este mismo domingo, el general de división francés Vincent Desportes indicaba en una entrevista que «los bombardeos de la OTAN no acabarán con el régimen de Gadafi, cuya estrategia de esperar puede resultar vencedora. Ha llegado el momento de encontrar un compromiso con las autoridades libias».
De momento, los 22 aliados que respaldan la intervención de la OTAN (el llamado Grupo de Contacto) están tratando de buscar vías políticas para aumentar la presión, incluyendo una llamada «hoja de ruta hacia la democracia» y la creación de un fondo, denominado Mecanismo Financiero Temporal para canalizar recursos al gobierno rebelde de Bengasi «de forma más transparente y bajo el paraguas de la ONU».
El último informe publicado por Amnistía Internacional (6 de julio) señala que el ejército y los servicios de seguridad sirios han cometido crímenes y otras violaciones de los derechos humanos de forma consciente y sistemática (asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas) contra la población, hechos que pueden calificarse de crímenes contra la humanidad.
El gobierno de Asad, por su parte, afirma que al menos 400 miembros de las fuerzas de seguridad han muerto desde que comenzaron los disturbios.
El 20 de junio, el presidente sirio, en un intento de acallar las protestas, prometió elecciones parlamentarias y ampliar una amnistía para ciertos opositores.
Qué está pasando
Por ahora, no parece que Asad vaya a cambiar una estrategia de represión que le está dando buenos resultados. Al contrario que en Egipto, y a pesar de algunas deserciones, el Ejército no se ha desmarcado del régimen, y la intervención exterior, más allá de las sanciones económicas, no se contempla como opción, debido a intereses geoestratégicos (el polvorín del Líbano, la relación con Irán, las consecuencias en los territorios palestinos ocupados por Israel), y al temor de un incremento aún mayor de la violencia. Es cierto que la dictadura se ha debilitado, pero no lo suficiente.
La oposición, por su parte, trata de organizarse en el exilio, pero sus probabilidades de constituir una fuerza que cambie el escenario son pocas, en buena medida, debido a la compleja realidad étnica y religiosa de Siria, y al fuerte grado de sectarismo confesional existente en el país, fomentado durante décadas por el propio régimen (dominado por una minoría) para mantenerse en el poder.
Habrá que ver, en cualquier caso, qué surge de las reuniones consultivas del llamado diálogo nacional, que, convocadas por el presidente sirio, comenzaron este domingo en Damasco, sin una agenda clara y con el boicot de algunos opositores destacados.
A la primera sesión asistieron más de un centenar de representantes del régimen, políticos de distintas tendencias, intelectuales y opositores, que efectuaron sus propuestas para una futura conferencia más global del diálogo nacional.
Un factor clave es que, a diferencia de Túnez o Egipto, donde las dictaduras funcionaban bajo un maquillaje democrático, y manteniendo algunos derechos, lo que hay en Siria es una dictadura verdaderamente represora, que ha inculcado un fondo de miedo entre la población del que no es tan fácil desprenderse. Algunos analistas, no obstante, destacan que muchos suníes (la mayoría de la población) y hombres de negocios parecen dispuestos a apoyar una alternativa que estabilice ese país.
Una eventual caída del gobierno sirio afectaría de un modo muy importante al mapa político de Oriente Medio, especialmente en lo que respecta al Líbano.
YEMEN
Qué ha pasado
El 27 de enero miles de manifestantes empiezan a reclamar en Saná la renuncia del presidente yemení, Alí Abdulá Saleh, en el poder desde hace 33 años. Los llamados Jóvenes de la Revolución inician una acampada en la capital del país a partir del 21 de febrero.
Después de meses de protestas y represión, con un saldo de cerca de 200 muertos, a mediados de mayo el presidente parecía estar dispuesto a aceptar un acuerdo con la oposición, diseñado por el Consejo de Cooperación del Golfo y con el apoyo de EE UU y de la UE, según el cual abandonaría el poder a cambio de inmunidad judicial. Por dos veces, sin embargo, se negó a firmarlo.
Desde el atentado contra Saleh, Yemen está en una especie de limbo, con una guerra civil continuamente a la vuelta de la esquina, que, de momento, tan sólo evita la incertidumbre por el futuro político y un frágil alto el fuego alcanzado entre partidarios y detractores del presidente. La oposición, por su parte, espera iniciar un proceso de transición antes de que Saleh regrese, lo que no parece muy factible.
El jueves pasado, Saleh apareció en la televisión oficial con un aspecto irreconocible, evidentes signos de quemaduras y el cuerpo inmóvil, en su primer discurso después de sufrir el atentado. Desde la capital saudí, el presidente aseguró que apoya la participación de todas las fuerzas políticas y el diálogo para salir de la crisis, pero no hizo ninguna referencia a la posibilidad de un traspaso del poder.
Una de las principales amenazas ahora es que Al Qaeda, que tiene una fuerte presencia en el país, y que ha sido la causa principal de que Estados Unidos apoyase incondicionalmente al régimen durante estos últimos años, termine por aprovechar este vacío de poder.
La mayoría de los manifestantes eran musulmanes chiíes, rama del islam a la que pertenece asimismo la mayor parte de la población del país. El gobierno, sin embargo, está en manos de la minoría suní, como suníes son también las élites dirigentes de los demás estados del Golfo, y los miles de soldados saudíes y de los Emiratos que entraron en Bahréin a mediados de marzo para ayudar al régimen a «mantener el orden».
Con el apoyo de las tropas extranjeras, el Gobierno impuso un estado de emergencia que se tradujo en más de medio millar de detenidos y una auténtica mordaza informativa para los medios de comunicación extranjeros (los locales, están controlados), encaminada en buena parte a limpiar la imagen del país para conseguir volver a ser sede de uno de los grandes premios de Fórmula 1.
Hasta ahora, Estados Unidos ha mostrado una actitud tibia con respecto al régimen bahreiní del rey Hamad bin Isa Al Jalifah. La Quinta Flota estadounidense tiene sus bases en este país y Washington está especialmente preocupado por una posible ingerencia de Irán (la gran potencia chií) en la crisis, que ha dado su apoyo expreso a los manifestantes.
Según un informe del Departamento de Estado de EE UU, Washington aprobó 200 millones de dólares en ventas de equipo militar de firmas estadounidenses a Bahréin en 2010, tan sólo unos meses antes de que el régimen autocrático se viera conmovido por la inestabilidad y de que reprimiera enérgicamente a los manifestantes.
Qué está pasando
El pasado día 2 de julio se inició un proceso de diálogo nacional entre el Gobierno y la oposición, destinado a reformar un sistema político que los chiíes quiere hacer evolucionar hacia una monarquía constitucional.
Este diálogo, que incluye a representantes de diferentes grupos políticos y de la sociedad civil, está alentado por la comunidad internacional, en particular por Washington.
Antes del inicio de las conversaciones, las autoridades anunciaron una comisión independiente de cinco miembros, entre ellos juristas de renombre internacional, para investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la represión.
En el contexto internacional, la crisis de Bahréin ha reforzado el papel de Arabia Saudí en la región, cuyo petróleo, poder económico, interés estratégico y oposición a Irán la hacen intocable para Occidente, pese a su larga lista de violaciones de derechos humanos y al carácter absolutista de su gobierno (la ministra española de Exteriores, sin ir más lejos, viajó recientemente a Riad para, según un comunicado del Gobierno español, «poner de relieve el excelente estado de las relaciones políticas hispano-saudíes, así como la estrecha amistad que mantienen las familias reales española y saudí»).
Su intervención en su vecino del Golfo y sus intentos por influir en la situación de Yemen han convertido a Arabia Saudí en una especie de garante y gran gendarme para las monarquías árabes autocráticas (no en vano, el Consejo de Cooperación del Golfo ha invitado a Marruecos a unirse a este grupo).
MARRUECOS
Qué ha pasado
El 4 de febrero unos 12.000 jóvenes piden en Facebook que el rey Mohamed VI derogue la Constitución, que tome medidas para luchar contra la corrupción y que libere a los presos de conciencia. Convocan una protesta para el 20 de febrero, fecha que dará nombre al principal movimiento popular de oposición al régimen, al que más tarde se unirá Justicia y Espiritualidad, el gran movimiento islamista marroquí. Las manifestaciones del 20 de febrero reunieron a miles de personas, que reclamaron más democracia en 12 ciudades.
En un primer momento, el rey, que recibe el apoyo de contramanifestantes que se enfrentan a los opositores, se niega a ceder a «la demagogia» y hasta 200 jóvenes son procesados por disturbios, pero, en marzo, el monarca anuncia un recorte de sus poderes, a pesar de lo cual continúan las protestas. El 14 de abril Mohamed VI indulta a 148 presos de conciencia, la mayoría islamistas.
Las claves de la nueva Constitución incluyen un nuevo estatus para el monarca, cuyo papel como Jefe del Estado deja de estar conectado con su papel como jefe religioso; la creación de la figura del presidente del Gobierno; reformas parlamentarias, con un mayor poder legislativo para el Congreso, y reconocimiento del bereber como idioma oficial junto al árabe.
A finales de esta semana se cumplirán siete meses desde que, el 17 de diciembre de 2010, un joven vendedor ambulante que protestaba por la confiscación de su mercancía por la policía se prendiese fuego en la localidad tunecina de Sidi Buzid, desencadenando un movimiento contra el desempleo y la carestía de la vida en este país, que supondría el inicio de una serie de revueltas en cadena por toda la región. Lo que en un principio […]
Caminar en el invierno de 1994 por las calles de Damasco (o de cualquier otro lugar de Siria) se parecía bastante a recorrer un museo dedicado a la figura de un solo hombre: Basil al Asad. O, para ser exactos, a las de dos, porque a Hafez al Asad, el presidente, el gran dictador, no le hacía sombra ni su hijo, por más que ese hijo fuese el favorito, el sucesor, el mismo que, fatalidades del destino, había fallecido hacía menos de un año en un accidente de tráfico; el mismo cuya mitificada imagende playboy (barba perfectamente arreglada, grandes gafas de sol, uniforme militar) rivalizaba casi con la de su padre, envuelta en corazones rojos y guirnaldas, y expuesta sin rubor en escaparates, farolas, paredes, llaveros, souvenirs, chapas y todo el merchandising que pueda uno imaginarse.
Maher al Asad, en 2008. Foto: M.naddaf / Wikimedia Commons
El culto a la personalidad en Siria, como en tantas otras dictaduras, era, y sigue siendo (aunque algo menos), verdaderamente espectacular. Poco después de cruzar la frontera de Jordania rumbo a Damasco, por ejemplo, aparecía de pronto, a un lado de la carretera, en lo alto de una colina, una escultura gigantesca con los brazos abiertos y estirados hacia adelante. De no ser por lo poco ortodoxo de la postura (y por el hecho de que los cristianos en Siria son apenas el 10% de la población), podría pensarse que se trataba de una especie de Cristo del Pan de Azúcar trasplantado a Oriente Medio. Pero era, por supuesto, Hafez, no tanto rugiendo como un león, que es lo que significa Asad en árabe, sino en algo más semejante a un abrazo del oso. A partir de ahí (imaginemos, por ejemplo, una estatua monumental de Zapatero nada más cruzar La Junquera), cualquier cosa era posible.
Y lo que vale para el padre, vale para la prole. La familia Asad, perteneciente a la tribu Kalbiyya y a la minoritaria secta alauí (una rama del islam que muchos musulmanes ni siquiera consideran como tal), lleva manejando los hilos del poder en Siria prácticamente desde la ascension del partido Baaz, en 1963. Durante casi 30 años, desde 1971 hasta su muerte en 2000, Hafez al Asad condujo el país con mano de hierro. Masacró a sus oponentes, convirtió Siria en una nación militarizada con lo peor de las dictaduras del otro lado del telón de acero y lo peor, también, de las dictaduras árabes; se escudó en la ocupación israelí de parte de su territorio (los Altos del Golán) para mantener durante décadas las denominadas leyes de emergencia; controló el vecino Líbano en una colonización encubierta; jugó la carta del panarabismo y de la incorruptibilidad para legitimarse en el poder y mantener unido a un país marcado por una sociedad diversa y muy fracturada, y, cómo no, se aseguró bien de instaurar en el país ese oxímoron de los oximorons que es la república hereditaria.
Basil, el primogénito (en realidad hay una hermana mayor, Bushra), había sido designado para la sucesión desde muy joven. Era jefe de la seguridad presidencial y el régimen se esforzaba, con éxito, en presentarlo como látigo de corruptos. Además, era un deportista nato, campeón, entre otras cosas, de equitación. Le perdió la velocidad. El Mercedes que conducía a primera hora de una mañana de enero de 1994 se estrelló cuando Basil se dirigía hacia el Aeropuerto de Damasco apretando el acelerador entre una espesa niebla. El puesto en la camada quedó vacante.
La familia Asad, a principios de los años setenta. De pie, a la izquierda, Hafez al Asad, y debajo, de izquierda a derecha, sus hijos Bashar y Maher, su esposa (Anisa Makhlouf), y sus hijos Majd, Bushra y Basil. Foto: Wikimedia Commons
Y es aquí donde entra en escena Maher al Asad, el menor de los cinco hijos del dictador. Porque, pese a que en la «sucesión natural» el siguiente en la lista era el actual presidente, fue el nombre de Maher el que más sonó en un principio para ocupar el cargo en un futuro. Su perfil, simplemente, encajaba: militar de carrera, fama de duro… Y Bashar, sin embargo, era por entonces un oftalmólogo no muy interesado en la política, que estaba ampliando sus estudios en Londres.
Pero Hafez, sin embargo, se decidió por la «cara amable» (ya estamos viendo ahora que salió rana) y prefirió no jugársela con el menor de sus hijos. Maher quedó fuera, según unos por ser demasiado joven aún, y según otros porque ya por entonces tenía fama de «inestable».
Considerado «hombre de excesos», Maher es, efectivamente, un tipo duro. Según se cuenta, en 1999, por ejemplo, le pegó un tiro a un general durante una disputa de carácter personal. El general, por cierto, era su cuñado.
Un año después, Maher aparece como la principal voz que acabó de persuadir a su hermano Bashar para que éste pusiera fin a las reformas que, en principio, parecía dispuesto a llevar a cabo tras la muerte de su padre. Y en 2005, para completar el currículum, un informe de la ONU le cita como uno de los posibles responsables del plan para asesinar al entonces primer ministro del Líbano, Rafik Hariri.
La familia Asad, a principios de los años noventa. En el frente, Hafez al Asad y su esposa, Anisa. Detras, de izquierda a derecha, Maher, Bashar, Basil, Majd y Bushra. Foto: Wikimedia Commons
Ahora, Maher, de 43 años, es el comandante de la 4ª División del Ejército, el hombre fuerte de la Guardia Republicana (la fuerza de élite que protege al régimen de las «amenazas internas»), y se le considera el principal responsable de la brutal represión contra la revuelta popular que está sacudiendo el país. Maher es el número dos del régimen. Y es, además, el primero de la lista de 13 personalidades del gobierno sirio que han sido sancionadas este martes por la Unión Europea, debido a su responsabilidad en la «violencia contra los manifestantes» en el país. Las sanciones les vetan a todos ellos la entrada en territorio comunitario y autorizan la confiscación de los bienes que puedan tener en Europa.
Para muchos sirios, de hecho, es Maher, y no Bashar, el verdadero culpable de la situación, el verdugo. Envuelto en una nube de propaganda y con los medios de comunicación extranjeros vetados en el país, el presidente se sigue esforzando por aparecer como el nuevo padre que escucha a su pueblo. Bashar promete reformas, habla en el Parlamento, denuncia una conspiración conjunta de los islamistas, Al Jazeera y la prensa occidental, pide lealtad para luchar contra los que quieren acabar con un Estado laico y unido… Maher, sin embargo, es el que aprieta el gatillo.
En todas las familias, dicen, hay una oveja negra. En esta familia de ovejas negras, la oveja negra tenía que ser más negra aún. Y no parece muy probable que la prohibición de viajar a Europa vaya a devolverla al redil.
Caminar en el invierno de 1994 por las calles de Damasco (o de cualquier otro lugar de Siria) se parecía bastante a recorrer un museo dedicado a la figura de un solo hombre: Basil al Asad. O, para ser exactos,… Leer
• Las voces de la nueva generación árabe. La escalada de la violencia parece haber frenado la euforia que siguió en todo Oriente Medio a las revoluciones en Túnez y Egipto, unas revoluciones que estuvieron lideradas, sobre todo, por jóvenes. La juventud, sin embargo, tiene aún mucho que decir, y continúa desempeñando un papel fundamental en la llamada «primavera árabe». The New York Times ha realizado una serie de entrevistas en forma de vídeos cortos, en las que cerca de una treintena de jóvenes, desde Marruecos hasta Cisjordania, todos ellos menores de 30 años, hablan sobre este momento histórico y sobre las perspectivas de futuro de su generación.
• La niña de la foto de Irak, seis años después. La fotografía fue captada en enero de 2005 por el fotógrafo Chris Hondros (muerto hace un par de semanas en el frente de Libia), y constituye uno de los iconos más famosos de la guerra de Irak. Es la imagen de la barbarie, de los efectos reales que tiene la violencia bélica sobre las víctimas civiles, sobre los más inocentes. La niña de la foto, Samar Hassan, tenía entonces cinco años. Soldados estadounidenses acababan de disparar contra el coche en el que viajaba su familia, en la ciudad de Tal Afar, matando a sus padres. Ahora, seis años después, The New York Times ha encontrado a Samar y publica un interesante reportaje en el que la ahora adolescente de 11 años de edad recuerda aquel momento y cuenta su experiencia desde entonces. Acompaña el artículo otra impactante foto (demasiado preparada, o demasiado teatral, quizá) en la que, según explica el periódico, Samar está viendo por primera vez la famosa imagen.
Samar Hassan, de cinco años de edad, tras la muerte de sus padres por disparos de sodados estadounidenses en un control de carretera en Tal Afar, Irak, el 18 de enero de 2005. Foto: Chris Hondros / Getty Images
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» Notas sobre la muerte de Osama Bin Laden
» Las luchas internas emergen en Irán […]
Una bandera kurda en Duhok, en el Kurdistán iraquí. Foto: William John Gauthier / Flickr (CC)
Hace poco más de un mes, muchos de los pueblos que habitan Oriente Medio y el Asia central celebraron la festividad anual de Noruz, una tradición que hunde sus raíces en el zoroastrismo y que, durante más de 3.000 años, ha marcado puntualmente el principio de la primavera con ritos asociados al fuego, a la tierra, a la abundancia y al renacimiento de la vida. Es el año nuevo persa y, como tal, la fiesta se vive con especial intensidad en Irán. Pero no sólo allí. Para los kurdos, Noruz es el recuerdo de una victoria.
Cuando, en los tiempos del mito, el legendario héroe Kave Ahangar logró acabar por fin con el poder diabólico del tirano Zahak, la llegada de la primavera y la esperanza de un futuro mejor quedaron asociadas para siempre en el imaginario colectivo del pueblo kurdo. Fue, literalmente, el triunfo de la luz sobre la oscuridad. Y si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir…
La cuestión es cuándo.
No existe un censo oficial, pero se calcula que los kurdos son actualmente entre 40 y 50 millones. Están repartidos entre Turquía (más de 20 millones), Irán (unos 13 millones), Irak (8 millones), Siria (algo menos de 2 millones) y Armenia (unos 100.000). Muchos viven también en la diáspora, sobre todo en Alemania, Suecia y el Reino Unido. Todos comparten una lengua y una cultura comunes, y la mayoría son musulmanes (suníes, principalmente), pero existe también una minoría de cristianos e incluso algunos judíos. Se les considera el mayor pueblo del mundo sin un Estado propio, y no es muy probable que esta situación vaya a cambiar, al menos a corto plazo.
Y es que los vientos de cambio que están barriendo la región del planeta en la que habitan están soplando en muchas direcciones, pero el Kurdistán, un país que tendría, si existiera, un tamaño semejante al de Irak, no parece ser, para variar, una de ellas.
De momento, lo único que han conseguido los kurdos al abrigo de las revoluciones actuales es obtener la ciudadanía en Siria, donde sufrían todos los problemas de estar sometidos a un Estado y ninguna de sus supuestas ventajas. Se trata de una ‘concesión’ que está enmarcada, en cualquier caso, dentro de las medidas con las que el dictador Bashar al Asad ha intentado, en vano, aplacar las protestas contra su régimen.
¿Llegaremos a ver una revuelta popular kurda semejante a las que están protagonizando muchos de los pueblos árabes? No parece probable.
En primer lugar, una hipotética revuelta kurda tendría, en principio, otras demandas. No se trataría de pedir más democracia, sino, en teoría, de exigir la independencia. Y eso puede ser mucho más complicado, entre otras cosas, porque lo que reclaman ya muchos kurdos, como los de Siria o los de Irak, no es la independencia en sí, sino mayores niveles de autonomía, menos corrupción, mejores condiciones económicas, igualdad de derechos con el resto de los ciudadanos o un respeto básico a su cultura.
En segundo lugar, no serían protestas dirigidas contra un solo régimen, sino contra cuatro, cada uno con su propia realidad, sus propios problemas y su propia política.
Al margen de la Historia
Cuando los antiguos poderes coloniales, Francia y el Reino Unido, se repartieron la región al término de la I Guerra Mundial sentaron las bases para la creación de estados nacionales que atendían exclusivamente a sus intereses económicos y geoestratégicos, y a base de tiralíneas. Con el tiempo, la situación acarreó todo tipo de problemas, incluyendo la división del pueblo árabe, la mezcla de diferentes identidades y comunidades en naciones artificiales, la ascensión al poder de gobernantes corruptos, tiranos, títeres o simplemente inoperantes, y, por supuesto, la pesadilla originada por la creación en Palestina del Estado de Israel.
Pero, probablemente, y al margen del problema palestino, quienes se llevaron la peor parte en el reparto de la tarta fueron los kurdos. Su territorio, el Kurdistán, quedó fragmentado entre nuevos países, y los kurdos se convirtieron, contra su voluntad, en turcos, iraquíes, sirios o iraníes, después de una efímera independencia que fue aplastada en 1921, con la ayuda de los británicos. En cada uno de estos países fueron obligados a «integrarse» y se les prohibió el desarrollo de su lengua, de sus costumbres y de su cultura.
En Turquía, la nación kurda no existe oficialmente. Los kurdos son considerados por el gobierno un pueblo de origen turco, y su idioma, una mezcla deformada del persa, el árabe y el turco. Hasta hace sólo unos años, los únicos maestros que podían enseñar en las escuelas kurdas eran docentes turcos enviados por el Estado desde la otra punta del país.
A pesar de que la situación ha mejorado algo en los últimos años, sobre todo debido al deseo de Turquía de ingresar en la Unión Europea, la represión sigue siendo importante. Es posible que hayan pasado los tiempos más duros del terrorismo independentista kurdo del PKK y la represalia brutal del ejército turco (una guerra que dejó 37.000 muertos desde finales de los años ochenta), pero la situación está aún lejos de una mínima normalidad.
Hace sólo unos días, la decisión de la Comisión Electoral Suprema de Turquía de impedir a importantes candidatos independientes kurdos presentarse a las elecciones de junio provocó violentas protestas en el Kurdistán turco, con el resultado de un muerto y varios heridos. En Estambul, decenas de personas llegaron a acampar en una céntrica plaza de la localidad, en un intento de emular las manifestaciones de la plaza Tahrir de El Cairo. La Comisión Electoral dio finalmente marcha atrás y acordó permitir la participación de los candidatos kurdos.
De las masacres al gobierno
En Irak, la suerte de los kurdos ha sido especialmente trágica. El régimen de Sadam Husein los puso en el punto de mira y, con el fin de evitar cualquier reivindicación que implicara una segregación del norte del país, rico en petróleo y donde vive la mayoría de la población kurda, no dudó en masacrarlos (armas químicas incluidas). Las excusas: terrorismo, colaboracionismo con Turquía o con Irán… Miles de personas, muchas de ellas civiles, y una gran cantidad de niños, fueron asesinados. Unos 5.000 kurdos de la ciudad de Halabja murieron en 1988, cuando el régimen de Sadam Husein usó gas nervioso contra la población. Se calcula que cerca de 182.000 civiles murieron entre 1986 y 1989 durante operaciones militares contra las zonas rurales del Kurdistán iraquí.
Tumbas de víctimas del ataque químico perpetrado por el régimen de Sadam Husein en 1988 contra la población kurda en Halabja, Irak. Foto: Adam Jones / Wikimedia Commons
No es de extrañar, por tanto, que varias facciones kurdas se levantaran contra el régimen de Sadam tras la primera Guerra de Golfo, o que los representantes políticos de los kurdos iraquíes apoyasen, en su mayoría, la invasión de Irak que lideró posteriormente EE UU, en 2003. Una vez derrocado Sadam Husein los kurdos lograron un alto grado de autonomía, y uno de sus principales dirigentes, Yalal Talabani, es hoy el presidente de Irak.
Actualmente, el Kurdistán iraquí es una de las regiones más estables y seguras del país. Mantiene sus propias relaciones exteriores, y es sede de consulados y oficinas de representación de varios países, como Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Suecia, Holanda o Rusia. En general, los kurdos de Irak se decantan por pertenecer a una nación federal y democrática más que por la independencia, algo, por otra parte, difícilmente conseguible estando a la sombra de Turquía.
La situación, sin embargo, no es tan idílica como pueda parecer. Las tasas de desempleo son muy altas y los graves niveles de corrupción preocupan especialmente a la población, hasta el punto de haber salido también a la calle para exigir reformas, transparencia y democracia. En una de estas protestas, el pasado 17 de febrero, murieron nueve personas al abrir fuego la policía contra grupos de manifestantes que se dirigían hacia las oficinas de los dos principales partidos kurdos iraquíes. Pero el descontento es, de momento, más socioeconómico que nacionalista.
Ciudadanos de segunda
¿Y en Siria? En 1962, antes incluso de la llegada al poder de Hafez al Asad, el padre del actual presidente, el gobierno, dominado ya por el partido Baaz, quitó la ciudadanía y los derechos civiles a más de 100.000 kurdos de la provincia de Al-Jasaka, en el noreste del país, durante una época de fuerte tensión con Turquía e Irak. La medida afectó también a sus descendientes, y ha estado vigente durante casi medio siglo, hasta que fue derogada el pasado 7 de abril por el presidente Bashar al Asad. La razón puede haber sido tanto el temor a que las protestas kurdas avivasen más aún la rebelión popular contra el régimen, como un intento de sembrar división y discordia entre las numerosas facciones y minorías que conforman Siria. Además, medio centenar de prisioneros kurdos fueron liberados.
Hasta ahora, por tanto, los kurdos de Siria (aproximadamente, el 12% de la población, prácticamente todos ellos musulmanes suníes) han luchado más por la dignidad que por la independencia. En las protestas, y a diferencia de actos similares organizados por partidos kurdos turcos o, en el pasado, iraquíes, los manifestantes no reivindicaban ni autonomía, ni Estado federal, ni segregación, sino poder disfrutar de los mismos derechos que tienen las demás comunidades sirias.
Lo que ocurra a partir de ahora es una incógnita, y depende de si el régimen logrará sobrevivir o no, y cómo, a la revolución en todo el país.
El caso de Irán, por último, es más complejo. En un principio, los kurdos iraníes (unos 4 millones, ubicados principalmente en las provincias noroccidentales de Kurdistán, Kermanshah e Ilam) apoyaron la revolución islámica de 1979 contra el sha, pero su oposición a la república teocrática chií les enfrentó al nuevo régimen. Jomeini les declaró una guerra santa y aplastó la revuelta sin contemplaciones. Con la llegada del relativo aperturismo de Jatami, en 1997, lograron algunos avances en el reconocimiento de su identidad cultural, pero cuando las protestas por el juicio en Turquía al líder kurdo Abdullah Öcalan se extendieron también a Irán, comenzaron a producirse choques sangrientos con la policía.
En 2004, miembros del PKK turco crearon el PJAK, una milicia en las montañas de la frontera entre Irak e Irán que, a partir de 2006, llevó a cabo varios atentados con bomba y fue a su vez bombardeada regularmente por el ejército iraní. Según diversas informaciones, el PJAK recibía apoyo de EE UU, lo que resultaba especialmente polémico, dado que Washington (y también la UE) considera al PKK un grupo terrorista.
En noviembre de 2008, poco después de la victoria electoral de Barack Obama, el PJAK anunció que ponía fin a la lucha armada contra Irán y que pasaba a enfrentarse directamente contra Turquía. No obstante, en abril de 2009 tuvo lugar un ataque a una comisaría iraní en el que murieron 18 policías y 8 guerrilleros. Irán contraatacó una semana después bombardeando una aldea kurda iraquí.
División… y petróleo
Más allá de las diferentes realidades de los kurdos en sus respectivos países, o del hecho de que las revueltas actuales en Oriente Medio esten más centradas en reclamar libertad, pan y democracia que en aspiraciones independentistas, uno de los principales impedimentos para que surja una ‘primavera’ kurda se encuentra, probablemente, en los propios kurdos y en la gran división que existe entre los distintos grupos políticos que les representan.
En Irak, sobre todo, la enemistad entre el Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) domina la actividad política. Ambos partidos tienen sus propias zonas de influencia (el norte, con capital en Erbil, del PDK; el sur, con capital en Suleimania, del UPK), y la tensión alrededor de Kirkuk sigue manifestándose en ocasionales combates.
Pero al final, como suele ocurrir con tantos otros conflictos en la región, el problema definitivo es el petróleo.
El subsuelo de lo que sería el Kurdistán, un territorio de 500.000 Km² que abarca desde los montes Tauro de la Anatolia oriental, en Turquía, hasta los montes Zagros del oeste iraní y el norte de Irak, tiene una de las mayores reservas acuíferas y petrolíferas de todo Oriente Medio. Prácticamente todo el crudo extraído por Turquía y Siria, y un tercio del que se extrae de Irak, proviene de pozos perforados en territorio kurdo.
Hace más de 30 siglos que los kurdos viven allí, y, aunque han gozado de periodos de cierta autonomía en el pasado (durante el Imperio Persa, al principio del Imperio Otomano), nunca han tenido un Estado real. Es cierto que las rebeliones se han sucedido desde el siglo XIX, pero el feudalismo tribal que caracterizaba la sociedad kurda y la falta de un liderazgo común impidieron durante décadas la creación de una conciencia nacional, y contribuyeron a que los numerosos levantamientos kurdos producidos en los últimos 200 años fueran sofocados.
A pesar de todo, y por más que pese a muchos, la nación kurda sigue existiendo. Existe en su cultura, en su música, en su idioma y en su literatura; en unas tradiciones que, a pesar de la islamización que siguió a la dominación árabe, siguen conservando fuertes vínculos con la religión mazdeísta de sus orígenes, tan vinculada a la naturaleza. Y existe, también, en los recuerdos de los miles de exiliados dispersos por medio mundo, en las aspiraciones de libertad que aún se mantienen vivas, en un pasado común de continuas represiones y persecuciones, y en la esperanza de un futuro mejor que, si no ahora, tal vez llegue algún día tras un nuevo Noruz, en una nueva primavera.
Cronología moderna
10 de agosto de 1920. Tratado de Sèvres, en el que se establece la creación de un Kurdistán independiente que comprendiese la Anatolia suroriental (al sur del lago Van) y la región de Mosul. Yodo quedó en la nada por diferencias tribales y el rechazo del líder nacionalista turco Kemal Ataturk. En este periodo, los partidos kurdos se dividieron en dos ramas: la partidaria de mantener su autonomía en Turquía y la que optaba por la independencia.
1945-1948. Los kurdos piden ante la ONU la independencia de su territorio.
1945. Se funda la República Independiente de Mahabad (Irán), de un año de duración.
1961-1970. Revuelta kurda en Irak.
1970. Los kurdos logran el dominio de una región autónoma en Irak.
1975-1991. Guerra entre los kurdos y las fuerzas armadas de Irak, comenzada por los kurdos.
1978. Abdullah Öcalan funda el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que empieza a operar en Turquía.
Años ochenta. Las guerrillas kurdas, apoyadas por la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), y con base en Siria, Irak e Irán, realizan cientos de incursiones armadas en el sureste de Turquía.
1984. El PKK desencadena una guerra abierta contra Turquía.
1988. Ataques con armas químicas a los kurdos iraquíes por parte de Sadam Husein.
1991. Tras la Guerra del Golfo, varias facciones kurdas se levantan contra Irak.
1992. Facciones kurdas iraquíes constituyen un Gobierno.
1994. La activista y diputada kurda Leyla Zana es arrestada y acusada de pertenecer al PKK, tras serle levantada la inmunidad parlamentaria. Permanece diez años en prisión y es reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional.
12 de abril de 1995. Parlamento kurdo en el Exilio, constituido en La Haya.
Octubre de 1998. Siria deja de apoyar al PKK.
Marzo de 1999. Es capturado en Kenia el líder kurdo Abdullah Öcalan. Juzgado en Turquía por alta traición y asesinato, Öcalan fue condenado a muerte, pero la sentencia está actualmente apelada ante el Tribunal de Justicia Europeo.
7 de abril de 2011. El presidente sirio Bashar al Asad promulga un decreto por el que concede la ciudadanía a los habitantes de origen kurdo.
Hace poco más de un mes, muchos de los pueblos que habitan Oriente Medio y el Asia central celebraron la festividad anual de Noruz, una tradición que hunde sus raíces en el zoroastrismo y que, durante más de 3.000 años,… Leer