Protesta en Túnez por el asesinato del líder opositor Chukri Bel Aid. Foto: Chady Ghram / Wikimedia Commons
Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación y sin expectativas, se inmoló a lo bonzo, falleciendo unas semanas después. Su muerte originó un movimiento solidario de protesta social entre los jóvenes pobres y en paro de su ciudad, que se extendió y acabó provocando la histórica caída del presidente. Había nacido la que pronto sería bautizada como «primavera árabe». El siguiente en caer, hace ahora justo un año, sería el presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Desde entonces, Túnez ha sido el espejo en que se han mirado muchas de las sociedades árabes que han luchado o siguen luchando por hacer realidad un cambio tras años y años de opresión. También ha sido el modelo con el que, en contraste con la incertidumbre de Libia o la violencia polarizada de Egipto, Occidente respiraba más o menos tranquilo. La transición no era fácil, y las amenazas eran muchas, pero el país parecía caminar en la buena dirección: Elecciones, un gobierno de coalición, Ben Ali juzgado y condenado (aunque en ausencia), el turismo remontando tímidamente, los acuerdos comerciales a salvo… La presión de los salafistas (islamistas radicales) era cada vez más evidente, pero los disturbios en las universidades por el uso del nikab (velo integral), los ataques a galerías de arte, bares y santuarios sufíes, y las amenazas a personajes públicos eran vistos como actos puntuales de una minoría. Estaba el problema del atranque político, pero todos los procesos de transición son complicados. Como mucho, el país se encontraba en punto muerto.
Desde dentro, sin embargo, las cosas no se han visto nunca tan de color de rosa. El pasado martes por la noche, el dirigente izquierdista Chukri Bel Aid, un abogado de 47 años, líder del Partido de los Patriotas Demócratas Unificados (PPDU, integrado en el opositor Frente Popular), militante laico convencido y muy crítico con el Gobierno, denunciaba en un programa de televisión las «tentativas de desmantelar el Estado y crear milicias para aterrorizar a los ciudadanos y arrastrar al país hacia una espiral de violencia». Unas horas después, a la mañana siguiente, dos tiros acababan con su vida en la puerta de su casa.
Detonante
El asesinato de Bel Aid, cuya autoría no ha sido aclarada aún, ha desbordado un vaso que ya estaba lleno. La oposición acusa al partido islamista Al Nahda (o Ennahda, en el Gobierno) de no haber hecho nada para impedirlo, o, directamente, de estar detrás, algo que los islamistas niegan. Y la tensión, entre tanto, se ha disparado, con una huelga general incluida. Porque, más allá de un enfrentamiento entre laicos e islamistas, el conflicto tiene también una base económica, en la que sindicatos y movimientos izquierdistas exigen al Gobierno políticas más sociales.
En los días siguientes a la muerte de Bel Aid han vuelto las manifestaciones y los disturbios a las calles, y el primer ministro ha amenazado con dimitir si su propio partido sigue rechazando su propuesta de crear un gobierno de tecnócratas como paso previo a la celebración de nuevas elecciones. Además, este mismo domingo, tres ministros y dos secretarios de Estado pertenecientes al partido Congreso Por la República (CPR) han renunciado a su cargo.
Y todo ello en un contexto regional cada vez más explosivo, con el terrorismo islamista ganando espacio en el Sáhara y el Sahel, y acusaciones de que parte de las armas de que se nutren los terroristas están llegando a través de Túnez, procedentes del caos libio.
Si la transición tunecina estaba en punto muerto, ahora parece haber perdido, además, los frenos.
Encrucijada
Rachid Ghanuchi, el líder histórico del islamismo tunecino, proclamó al volver del exilio, tras la caída de Ben Ali, que Túnez iba a convertirse en «una sociedad democrática y modélica en el mundo árabe». La realidad, sin embargo, ha acabado situando al país en una difícil encrucijada. Los islamistas, muchos de los cuales fueron perseguidos, encarcelados y torturados durante la dictadura, cuentan con un innegable apoyo popular (y electoral), fruto en parte de su éxito entre las clases más castigadas por el paro y la miseria, y también de la división de la oposición. Y este apoyo puede derivar hacia un régimen donde vuelvan a perderse muchas libertades y a vulnerarse muchos derechos, especialmente, esta vez, para los sectores laicos de la población y para las mujeres.
En este sentido, es importante recordar que, desde la época del presidente Habib Burguiba (1957-1987), Túnez es uno de los países árabes donde más han arraigado formas de vida y pensamiento muy conectados con modelos occidentales.
Pero la tentación de alejar a los islamistas del poder, formando un gobierno (no electo directamente) de tecnócratas, y convocando nuevas elecciones, como ha propuesto el primer ministro, tiene también sus riesgos. Aparte de tratarse de una maniobra en principio poco democrática, el resultado puede ser contraproducente. Baste recordar la brutal guerra civil a la que dio lugar en Argelia la anulación de las elecciones que habían llevado a los islamistas al Gobierno, en los años noventa.
Estas son, en preguntas y respuestas, algunas de las principales claves de la evolución de Túnez desde la revolución y de su situación actual.
¿Quién gobierna ahora en Túnez?
Túnez fue el primer país de la llamada «primavera árabe» en celebrar elecciones a una asamblea constituyente. Los comicios tuvieron lugar el 23 de octubre de 2011 y en ellos el partido islamista Al Nahda (renacimiento, en árabe) logró 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR).
Se constituyeron entonces las primeras instituciones democráticas: La presidencia del Estado fue para en el líder del CPR, el laico moderado Moncef Marzuki, y la de la Asamblea Nacional Constituyente recayó en Mustafá Ben Yafaar, del socialdemócrata progresista Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades (FDTL, o Al Takatul). El partido más votado, Al Nahda, se reservó la jefatura del Gobierno, con su secretario general, Hamadi Yabali, como primer ministro. En diciembre de ese mismo año los diputados aprobaron una nueva Constitución provisional.
¿A qué se debe la crisis política?
La coalición de Gobierno ha sido conflictiva desde el principio. Ni Marzuki ni Ben Yafaar tienen en realidad mucho poder, y los dos socios del Ejecutivo acusan a Al Nahda de acaparar el proceso constituyente, por lo que le han retirado su apoyo y hasta han amenazado con dimitir. La lucha en el seno de la llamada ‘troika’ ha impedido el consenso necesario para designar a los principales ministros (tras meses de negociaciones infructuosas) y ha estancado también la redacción de la nueva Constitución, que tenía que haber estado lista el pasado mes de octubre.
Además, en el seno de Al Nahda existe también una gran división entre moderados, encabezados por el primer ministro Yabali, y radicales, partidarios de abrazar tesis más cercanas a las de los salafistas. Bajo la etiqueta de un «islamismo más auténtico», estos últimos sienten mayores simpatías por Ghanuchi, el líder histórico, cuya rivalidad con Yabali es cada vez mayor.
¿Quiénes son los salafistas?
El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam, en un intento de recuperar la «pureza» de la religión.
Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos». Históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.
¿Cómo están actuando?
Los salafistas de Túnez, ampliamente extendidos, sobre todo, en el sur del país, han protagonizado numerosos incidentes violentos, en un intento de desestabilizar al Gobierno, de presionarlo para que imponga la ley islámica, o, simplemente, de crear una situación de caos que haga imposible el desarrollo normal de la transición democrática.
Así, han atacado canales de televisión, tiendas en las que se vende alcohol, galerías de arte a las que acusan de «impías», cines en los que se proyectan películas «inmorales», y todo tipo de acontecimientos culturales. También han provocado disturbios en actos políticos de la oposición, han destrozado decenas de santuarios religiosos populares y, en general, llevan a cabo continuas campañas de intimidación y amenazas, especialmente contra periodistas y en la universidad, donde se oponen a la restricción del uso del nikab, persiguen a las mujeres que no lo llevan y amedrentan a los profesores que lo prohíben. Disponen, además, de grupos de matones armados.
Oficialmente, Al Nahda (y, especialmente, el primer ministro) trata de distanciarse de la violencia salafista y condena muchos de estos actos. La oposición, sin embargo, acusa al partido islamista de no combatir suficientemente a los salafistas, o incluso de connivencia con ellos. Políticos de Al Nahda han llegado a justificar algunos ataques hablando de «provocaciones laicas». El asesinado Bel Aid había denunciado que le había sido denegada la protección especial que había solicitado ante las continuas amenazas que recibía.
¿Qué consecuencias ha tenido el asesinato de Bel Aid?
Aparte del agravamiento de la crisis política e institucional, desde la muerte de Bel Aid decenas de miles de manifestantes han protestado contra el crimen en las calles de la capital, Túnez, donde el miércoles murió un agente de policía por pedradas. También ha habido manifestaciones en otras ciudades como Sidi Bouzid, la cuna de la revolución que acabó con el régimen del presidente Ben Ali, y Gafsa, situada en el sur y considerada un bastión de seguidores del opositor de izquierdas asesinado. En esta última localidad se produjeron este viernes graves disturbios entre cientos de manifestantes anti islamistas y la policía (gases lacrimógenos incluidos), durante la celebración de un funeral simbólico en honor de Bel Aid.
¿Quién mató a Bel Aid?
Aún no se sabe, pero el esclarecimiento del crimen puede ser clave a la hora de apaciguar los ánimos en el país. Si, como se sospecha, los autores están más relacionados con el salafismo que con el islamismo oficial, su detención podría ser para Al Nahda, que ha sido acusada de instigar y hasta de estar detrás del asesinato, una buena oportunidad para dejar claro su distanciamiento de los extremistas, más allá de la condena del crimen en sí, que ha sido unánime.
¿Qué son las ‘Ligas de Protección de la Revolución’?
Otro gesto importante por parte de Al Nahda podría ser la disolución de las llamadas «Ligas de Protección de la Revolución», una especie de milicias vecinales que, a modo de vigilantes, actúan al margen de la ley, a menudo contra sectores laicos. Estas milicias constituyen, junto con los grupos de matones salafistas y las bandas simplemente criminales, uno de los grandes problemas actuales de seguridad en Túnez, problemas que derivan de la incapacidad del Gobierno a la hora de reconstituir las fuerzas del orden tras la revolución.
Tras la caída de Ben Ali, la hasta entonces omnipresente policía secreta (unos 80.000 agentes) fue prácticamente desmantelada, y la policía ordinaria, formada por agentes a menudo mal pagados y poco motivados, sufre el estigma de seguir estando relacionada con las prácticas dictatoriales del pasado. El Ejército, por su parte, es relativamente pequeño (35.000 efectivos, en un país de 10,5 millones de habitantes), y, a diferencia de en Egipto, su papel en el mantenimiento del orden público es poco importante.
¿Cómo es la situación económica?
La crisis que vive Túnez no es solo un conflicto entre laicos e islamistas. Al igual que al inicio de la revolución, la difícil situación económica en la que sigue inmerso el país, con una alarmante pérdida de empleo, la inflación muy alta y numerosos casos de corrupción, sigue siendo un factor fundamental. Ello explica la huelga general del pasado viernes (la primera en más de 30 años), convocada por el principal sindicato del país (la Unión General de Trabajadores Tunecinos, UGTT), así como la división entre la derecha conservadora y religiosa, por un lado, y el sector trabajador y campesino, por otro.
A pesar del apoyo que tradicionalmente reciben los islamistas en muchas zonas rurales, es también en estas áreas donde más duramente está golpeando el desempleo. Y, en un país con una importante tradición sindical, el respaldo a grupos más cercanos al movimiento obrero puede llegar a ser más importante que la fidelidad a las opciones religioso-conservadoras.
No obstante, si bien es cierto que, de momento, la demanda de «trabajo, libertad y dignidad» que acompañó a la revolución sigue sin ser plenamente atendida por el Gobierno, también es verdad que el Ejecutivo ha dado algunos pasos en esa dirección. En los presupuestos de 2013, por ejemplo, el gasto público tiene un incremento del 4,9%, una cantidad que, en gran parte, se piensa destinar a programas encaminados a reducir las disparidades regionales y a estimular la creación de empleo. El Gobierno también ha sido elogiado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tras lograr firmar un acuerdo con los representantes sindicales y la patronal, que fue calificado de «hito social».
¿Qué otras asignaturas siguen pendientes?
En general, la libertad política en Túnez se ha ido incrementando de manera exponencial durante estos dos años, pero existen muchas áreas donde organizaciones internacionales y locales de derechos humanos denuncian aún muchas carencias, sobre todos las relacionadas con la libertad de expresión y el funcionamiento de las instituciones. Todavía existen grandes obstáculos para el desarrollo de un sistema político abierto y democrático, empezando por la falta de una reforma de los ministerios clave: el de Justicia y el de Interior, que aún conservan prácticas más propias de la época de la dictadura.
Al cumplirse un año de la revolución, Amnistía Internacional publicó un informe en el que afirmaba que el actual Gobierno tunecino estaba haciendo retroceder los avances en la situación de los derechos humanos conseguidos tras la caída de Ben Ali, «lo cual hace dudar de su compromiso con las reformas». La ONG denunciaba, entre otras cosas, que habían aumentado las restricciones a la libertad de expresión de periodistas, artistas, críticos con el Gobierno, escritores y blogueros, «con la excusa de mantener el orden y la moral públicos». También indicaba que «las autoridades tunecinas no parecen haber podido o querido proteger a los ciudadanos de la agresiones de grupos al parecer afines a los salafistas».
¿Qué propone el primer ministro para salir de la crisis?
Yabali insiste en que la mejor solución para Túnez pasa por su propuesta de formar un Gobierno de tecnócratas y «apolítico» hasta la celebración, «lo antes posible», de nuevas elecciones. El primer ministro ha reconocido que tomó esta decisión de manera individual sin consultarlo con su partido -Al Nahda-, pero asegura que va a «continuar con la realización de esta iniciativa», cuya responsabilidad asume, y que, dijo, tuvo que tomar «para salvar al país». Según Yabali, su propuesta «ofrece a todos los partidos y al pueblo alcanzar rápidamente una solución de concordia, y un gobierno independiente que trabaje para llevar a cabo los objetivos de la revolución».
El vicepresidente de Al Nahda, Abdelhamid Yalasi, aseguró que esta formación «no está de acuerdo con la postura tomada por el jefe del Gobierno». La división existente llevó finalmente este domingo a Yabali a amenazar con dimitir si la Asamblea Nacional Constituyente rechaza su propuesta, aunque no renunciará a su cargo como secretario general de Al Nahda, a pesar de las críticas recibidas. «Si los miembros [del nuevo gabinete] son aceptados, especialmente por los partidos con representación en la Asamblea, permaneceré como jefe del Gobierno», precisó.
Las propuestas, añadió Yabali, «deberán ser remitidas antes del lunes», día en el que está previsto que especifique la fecha del anuncio del nuevo ejecutivo. El primer ministro apunta que podría ser «a mediados de la semana siguiente como tarde».
¿Cómo afecta a Túnez el auge del terrorismo islamista subsahariano?
En Túnez y en Argelia se han interceptado importantes alijos de armas procedentes de los antiguos depósitos de Gadafi, y los rebeldes tuareg y salafistas que se hicieron con el control del norte de Mali en marzo del año pasado nutrieron sus arsenales con armamento libio.
Un dirigente del partido opositor tunecino Nidá Tunis, Lazar Akremi, admitió recientemente que «Túnez se ha convertido en un pasillo por donde circulan armas» de Libia. «Necesitamos ayuda de Europa para restablecer la seguridad fronteriza, sobre todo con Libia, cuyas dificultades en reestructurar el Estado animan a muchos clanes mafiosos al comercio ilegal con sus iguales libios», indicó por su parte un portavoz de Al Nahda, quien señaló la falta de material como una de las principales carencias del país.
Ante la gravedad de la situación, Libia, Argelia y Túnez firmaron en la ciudad libia de Gadamés, cuatro días antes del ataque terrorista a la planta de gas argelina de In Amenas, un acuerdo de coordinación en materia de seguridad de fronteras y de lucha antiterrorista y contra el narcotráfico y el crimen organizado. Los primeros ministros de los tres países manifestaron entonces que la situación en Mali se había «deteriorado» de tal manera que podría tener consecuencias para la seguridad y la estabilidad de la región.
17/1/2011. El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, anuncia un Gobierno de «unidad nacional», que incluye a los tres líderes de la oposición y a seis ministros del anterior régimen.
18/1/2011. Los dos ministros de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), que desempeñó un importante papel en la revuelta, dimiten en protesta por la composición del nuevo Ejecutivo.
30/1/2011. El histórico líder islámico Rachid Gannuchi regresa tras dos décadas de exilio.
31/1/2011. La UE congela los activos del matrimonio Ben Ali.
19/2/2011. Entra en vigor la amnistía general para los presos políticos.
27/2/2011.Dimite Ghanouchi ante las protestas ciudadanas. Le sustituye Beyi Said Essebsi. Poco después abandonan sus cargos dos ministros del partido de Ben Ali.
1/3/2011. El partido islamista Al Nahda, en la clandestinidad durante el mandato de Ben Ali, es legalizado.
7/3/2011. El primer ministro Essebsi nombra un nuevo gobierno.
23/3/2011. El Partido de los Obreros Comunistas Tunecinos presenta su comité político, tras veinticinco años de clandestinidad.
24/5/2011.El Banco Mundial anuncia que planea conceder préstamos a Túnez en los próximos dos años por valor de 1.500 millones de dólares.
20/6/2011. Ben Ali y su esposa son condenados en rebeldía a 35 años de prisión cada uno por malversación de fondos públicos.
4/7/2011. Ben Ali es condenado en rebeldía a 15 años de cárcel por posesión ilegal de armas y estupefacientes en otro nuevo juicio. El exmandatario tiene casi un centenar de cargos por los que responder.
23/9/2011. El movimiento Al Nahda logra 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR), tras la celebración de elecciones constituyentes.
21/11/2011. Se constituyen las primeras instituciones democráticas: Presidencia del Estado (Moncef Marzuki, CPR), de la Asamblea Nacional Constituyente (Mustafá Ben Yafaar, FDTL) y del Gobierno (Hamadi Yabali, Al Nahda).
11/12/2011. La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) aprueba por mayoría una Constitución provisional que regula las prerrogativas de las tres presidencias del país y de las instituciones.
11/6/2012. Toque de queda en ocho provincias a raíz de una ola de ataques protagonizada por miles de radicales islámicos en la capital, en respuesta a una exposición de arte considerada por los salafistas como un atentado contra el islam.
13/6/2012. Un tribunal militar condena a Ben Ali a cadena perpetua por su implicación en la represión de la revuelta.
14/8/2012. Al menos tres muertos en los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que intentaban asaltar la embajada de EE UU en Túnez en protesta por una película que se mofa del profeta Mahoma, que se suma al asalto a otras embajadas estadounidenses en el mundo musulmán.
9/1/2013. Marzuki comienza contactos con los principales líderes políticos para fijar la fecha de las elecciones legislativas y presidenciales.
6/2/2013.Asesinato del dirigente laico izquierdista Chukri Bel Aid.
Nota: Aunque no consideramos a Túnez un país de Oriente Medio, incluimos este y otros artículos sobre el Magreb por la evidente significación de la llamada ‘primavera árabe’ en toda la región.
Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación […]
Protesta en Duraz, Bahréin, por el vídeo contra Mahoma ‘La inocencia de los musulmanes’. Foto: Mohamed CJ / Wikimedia Commons
Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; la caña ideal con la que intentar pescar los peces del apoyo popular en el río revuelto de la ‘primavera árabe’; la gasolina con que avivar la siempre caliente llama del antiamericanismo en el mundo islámico.
El resultado: Asaltos a embajadas, manifestaciones en cerca de 30 países y al menos 17 muertos ya desde que el pasado martes (aniversario de los atentados del 11-S) estallaran los disturbios, tras la divulgación de un vídeo grabado en EE UU en el que, entre otras cosas, se describe a Mahoma como bastardo, simplón, mujeriego, extorsionador, sanguinario, esclavizador de niños, egocéntrico y pederasta.
Las acciones más violentas están alentadas por minorías fundamentalistas, y los asaltos a las embajadas y otros intereses occidentales los han llevado a cabo, sobre todo, grupos relativamente pequeños, hooligans incluidos. Pero a las manifestaciones de protesta sí se han sumado amplios sectores de la población para los que el famoso vídeo no es más que el último capítulo en lo que se percibe como una larga historia de agravios por parte de Occidente en general, y de Estados Unidos en particular.
Es posible que Los versos satánicos de Salman Rushdie, las caricaturas de Mahoma o la quema de coranes estén solo en la lista negra de los religiosos más fanáticos, pero la invasión de Irak, el interesado apoyo a tiranos como Mubarak o Ben Ali, y el respaldo incondicional a Israel en detrimento de los palestinos, están en la lista negra de la mayoría. Y los tibios intentos de acercamiento llevados a cabo por Obama no parecen haber sido suficientes para lavar una imagen perjudicada durante tanto tiempo por sus antecesores en el cargo.
Resulta por tanto imposible simplificar las causas de esta nueva oleada de protestas, y atribuirla exclusivamente a un tosco vídeo de apenas 14 minutos y factura patética, por más que haya sido ese el detonante, en una sociedad donde los límites de la libertad de expresión no tienen nada que ver con los parámetros occidentales cuando está la religión por medio. Y tampoco se trata únicamente de la consecuencia directa de la caída de regímenes dictatoriales que mantenían a raya a los islamistas: En 2005, las viñetas satíricas sobre Mahoma provocaron manifestaciones masivas que fueron permitidas por gobiernos que presumían de aplastar el islamismo con mano de hierro, y hubo medio centenar de muertos.
Al vídeo y a la debilidad de los nuevos regímenes hay que sumar no solo el contexto de rencor hacia Occidente, sino también, y especialmente, la lucha por el poder que ha desatado la llamada «primavera árabe», una batalla en la que se enfrentan, sobre todo, islamistas moderados e islamistas integristas.
Estas son, en 20 preguntas y respuestas, las claves de lo que ha pasado hasta ahora:
EL VÍDEO
1. ¿Qué muestra ‘La inocencia de los musulmanes’?
«Tengo más de 120 años. En mi vida nunca he conocido a un matón asesino como Mahoma. Mata a hombres. Captura a mujeres y niños. Roba las caravanas. Rompe acuerdos y tratados. Vende niños como esclavos después de que él y sus hombres los hayan usado». Así describe una anciana al principal profeta del islam en el vídeo La inocencia de los musulmanes (Innocence of Muslims, en el original inglés), el supuesto tráiler de una película posiblemente inexistente.
El vídeo, colgado en YouTube, dura algo menos de 14 minutos. Grabado en Estados Unidos, presenta a Mahoma como un personaje pervertido, violento e interesado, y describe al islam como una religión destructiva y absurda. La produccion es extremadamente burda (desde el vestuario al guión, pasando por los escenarios o las interpretaciones), y en algunos pasajes se han doblado los diálogos originales con voces diferentes.
2. ¿Cuándo, cómo y para qué se hizo?
Aunque los detalles de la producción del vídeo siguen sin estar del todo claros, al parecer la cinta se rodó en California en torno al mes de julio del año pasado. Según informaron varios medios estadounidenses, citando a un activista fundamentalista cristiano, Steve Klein, que habría participado en la producción, el supuesto motivo era reunir a hipotéticos «terroristas musulmanes» en un cine de Los Ángeles con el cebo de que se iba a proyectar un film sobre Osama bin Laden, «para que supieran la verdad». De hecho, la ‘película’ fue titulada primero como Guerreros del desierto y después como La inocencia de Bin Laden.
El proyecto se empezó a gestar en el verano de 2009, cuando la página web BackStage publicó el anuncio de una productora llamada «DW» en el que se pedía actores para el rodaje de Guerreros del desierto (Desert Warriors). El film, producido y dirigido por un tal «Sam Bacile»,se presentaba como «una película de aventuras en el desierto de Arabia».
Los actores protagonistas y el equipo que participó en el rodaje (unas 80 personas) difundieron hace unos días un comunicado en el que sostienen que fueron «embaucados» sobre el propósito de la película: «Nos hemos quedado de piedra al conocer que han reescrito drásticamente el guión y al darnos cuenta de las mentiras que nos dijeron a quienes participamos». Aseguran que todas las referencias a Mahoma las introdujeron los autores del film a posteriori con un doblaje de mala calidad.
3. ¿Cómo ha acabado divulgándose?
El vídeo fue subido el pasado mes de julio a YouTube, y apenas tuvo visitas hasta que, en septiembre, fue subtitulado al árabe y empezó a propagarse por Twitter. En apenas unos días llegó a los canales de televisión árabes (especialmente a las cadenas integristas egipcias), y atrajo la atención de líderes musulmanes y de grupos islamistas, que denunciaron el contenido de la cinta y lo tacharon de blasfemo y ofensivo, al tiempo que exigían a las autoridades estadounidenses que retirasen el vídeo y persiguiesen a los responsables.
4. ¿Quién produjo el vídeo?
En un principio se informó de que el responsable del vídeo, el llamado «Sam Bacile», era un «agente inmobiliario» de California con orígenes judíos y conexiones con grupos coptos, pero los sindicatos de Hollywood y la asociación inmobiliaria del estado lo desmintieron, indicando que en sus registros no aparecía ningún agente llamado así. El pasado jueves, la agencia AP reveló que «Sam Bacile» es en realidad Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto de 55 años de edad, residente en un suburbio de Los Ángeles y que entre 2010 y 2011 cumplió una pena de 21 meses de prisión por fraude bancario (años antes ya había estado en la cárcel por asuntos de drogas).
Nakoula Basseley, que no tenía permitido el acceso a Internet, fue interrogado el viernes por agentes federales según informó este sábado la cadena CBS. La Oficina del Alguacil de Los Ángeles, en colaboración con el FBI, está investigando la posible violación de su libertad condicional, en caso de que hubiera accedido a la red, precisamente para subir el polémico tráiler. Nakoula salió de la cárcel en junio de 2011 y el rodaje empezó un mes después.
5. ¿Quién lo promocionó?
El vídeo habría sido promocionado–y posiblemente, también traducido al árabe– por Morris Sadek, un egipcio copto conocido en Estados Unidos por su activismo anti islamista, y para quien las imágenes muestran la represión a la que se enfrentan los coptos en Egipto. El pastor Terry Jones, de Florida, famoso por haber amenazado hace dos años con quemar coranes en su iglesia, también se hizo eco del vídeo, y lo recomendó a sus seguidores.
6. ¿Qué ha dicho la iglesia copta?
Los representantes de la comunidad copta en Egipto (la principal minoría cristiana del país, cerca del 10% de la población total) han condenado el vídeo desde el primer momento. En EE UU, el obispo de la Diócesis Ortodoxa Copta de Los Ángeles indicó que «nuestra enseñanza cristiana es respetar a las personas de toda fe». Los coptos egipcios han sido víctimas de numerosos ataques en los últimos meses, que han causado decenas de muertos.
7. ¿Qué ha dicho del vídeo el Gobierno de EE UU?
La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, calificó el vídeo de «repugnante y reprensible». «Parece tener el cínico propósito de denigrar una gran religión y generar odio», dijo. «Dejadme dejar muy claro, y espero que sea obvio, que el Gobierno de Estados Unidos no tuvo absolutamente nada que ver con este vídeo. Rechazamos totalmente su contenido y su mensaje. Sin embargo, no hay justificación, ninguna, para responder al vídeo con violencia. Condenamos la violencia que se ha generado en los términos más duros».
8. ¿Lo va a retirar Google de YouTube?
Google decidió este sábado mantener en Internet el polémico vídeo, pese a una solicitud de la Casa Blanca de que lo retirase de YouTube. La Casa Blanca ha confirmado que pidió a YouTube, propiedad de Google, que revisase el vídeo, y que lo retirase de la plataforma en caso de que éste viole las condiciones de uso de la web, pero Google ha determinado que el vídeo no viola sus políticas sobre la utilización de la red.
«Trabajamos duro para crear una comunidad que todos puedan disfrutar y que también permita a la gente expresar sus distintas opiniones. Esto puede ser un desafío porque lo que es aceptable en un país puede ofender en otro», explicó YouTube en un comunicado. «Este vídeo, ampliamente disponible en la web, cumple claramente con nuestras normas y por lo tanto permanecerá en YouTube. Sin embargo, hemos restringido el acceso a él en India e Indonesia, donde es ilegal, así como en Libia y Egipto, debido a las situaciones muy sensiblesen estos países», añadió.
El vídeo tampoco puede verse en Afganistán, cuyo Gobierno ha prohibido la recepción de YouTube desde el pasado miércoles.
Mapa interactivo de las protestas en el mundo
LOS DISTURBIOS
9. ¿Cuándo y dónde comenzaron?
Las primeras protestas empezaron el pasado martes por la tarde en El Cairo, cuando cientos de manifestantes asaltaron el recinto de la embajada estadounidense y arrancaron la bandera, reemplazándola por una enseña negra que llevaba bordada la shahada (la profesión de fe musulmana): «No hay más que un Dios y Mahoma es su profeta». La protesta fue disuelta por la policía.
Horas después, sobre las 10 de la noche, se inició otra concentración en Libia, frente al consulado estadounidense en Bengasi. Entre los manifestantes había un grupo armado con morteros y granadas. Se produjo entonces un ataque al edificio y combates entre los asaltantes y las fuerzas de seguridad que protegían el consulado. En la confusa batalla, que duró casi doce horas, murieron el embajador estadounidense, Christopher Stevens, y otros tres ciudadanos de EE UU, militares de élite.
10. ¿Fue planeado el ataque de Bengasi?
Aún no se sabe con certeza, pero el gobierno libio, que pidió disculpas a Washington por no haber podido contener el ataque, asegura que fue un asalto terrorista planeado con precisión, y que el grupo armado se sirvió de los manifestantes para enmascarar su objetivo de atacar a EE UU en el aniversario del 11-S. En un principio, las autoridades libias indicaron que detrás del asalto podrían estar partidarios del depuesto y asesinado líder libio Muammar al Gadafi, así como miembros de Al Qaeda en Libia, pero posteriormente negaron la presencia de la red terrorista en el país.
Libia calificó el ataque de «cobarde, criminal y terrorista», e insistió en que se trata de un hecho «aislado» que no «afecta a la relación del país con los socios europeos y americanos». Varias personas han sido detenidas ya en relación con los hechos.
11. ¿Cómo y por dónde se extendieron las protestas?
El jueves, un grupo de manifestantes yemeníes irrumpió en la Embajada de EE UU en la capital del país, Saná. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego, con el resultado de un muerto y más de 20 heridos. Ese mismo día se reanudaron los disturbios en Egipto, en los alrededores de la legación estadounidense. Hubo al menos 224 heridos.
Las protestas se extendieron el viernes (día sagrado del islam) por todo el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Indonesia. Muchas de las marchas de repulsa, que se celebraron en casi una treintena de países, comenzaron tras las plegarias de la oración. Al menos dos personas murieron y 29 resultaron heridas en Túnez, donde las fuerzas de seguridad emplearon munición real y gases lacrimógenos. En Trípoli (Líbano) hubo un muerto y varios heridos. Cuatro manifestantes fueron detenidos tras protestas en Jerusalén, y miles de personas protestaron pacíficamente en la ciudad de Gaza. Tres soldados colombianos de la ONU resultaron heridos en el Sinaí egipcio, y un grupo de manifestantes irrumpió en la embajada de Alemania en Sudán. Las manifestaciones, algunas de las cuales degeneraron en disturbios y enfrentanientos con la policía,se sucedieron también en Irán, India, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Turquía, Nigeria…
El agregado de Interior en la Embajada española en Túnez, el comandante de la Guardia Civil F. G. I., resultó herido el viernes al verse envuelto en un tumulto en las calles de la capital del país, y recibir un golpe de un arma de un policía, así como el impacto de un tapón de un arma de fogueo.
Principalmente, las redes salafistas. El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam y defienden la imitación del modo de vida de Mahoma hasta en los más mínimos detalles, en un intento de recuperar la pureza de la religión (el término salaf, que en árabe significa «predecesor» o «ancestro», designa a los compañeros del profeta y las tres primeras generaciones que le sucedieron).
Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos».
Los salafistas, históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.La ‘primavera árabe’ les ha abierto ahora espacio en la política y la sociedad islámicas.
En Túnez, donde varios partidos safistas intentan competir con Ennahda, el partido islamista tradicional, grupos salafistas han protagonizado numerosos incidentes violentos, incluyendo ataques contra canales de televisión o acontecimientos culturales considerados impíos, según informó El País. En Libia han destruido varios santuarios sufíes, y en Egipto, el único país donde el salafismo tiene una representación institucional importante (el partido Al Nur logró el segundo puesto en las elecciones, tras los Hermanos Musulmanes), sus concentraciones suelen ser pacíficas, pero algunos simpatizantes salafistas han perpetrado actos violentos, sobre todo contra la minoría cristiana copta.
13. ¿Y Al Qaeda?
Aunque por el momento no está confirmada la participación directa de militantes de Al Qaeda en los asaltos a las embajadass, la red terrorista no ha querido perder la oportunidad de aprovechar la crisis. Así, la rama de Al Qaeda en Yemen exhortó este sábado a los musulmanes a intensificar sus protestas y asesinar a diplomáticos estadounidenses en los países de Oriente Medio: «Quien se encuentre con un embajador o emisario de Estados Unidos debería seguir el ejemplo de los descendientes (libios) de Omar al-Mukhtar, que mataron al embajador estadounidense», indicó en un comunicado publicado en Internet. «Dejen que la acción contra las embajadas sea un paso hacia la liberación de los países musulmanes de la hegemonía estadounidense», agregó.
Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), integrada en su mayoría por militantes de Yemen y Arabia Saudí, es considerada por Washington como la rama más peligrosa de la red fundada por Osama bin Laden.
LAS REACCIONES
14. ¿Cómo ha reaccionado el gobierno islamista egipcio?
En contraste con la condena contundente del gobierno libio, la primera reacción del recién elegido presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, tras el asalto de El Cairo, fue condenar el vídeo pero guardar silencio con respecto a las acciones violentas (unas acciones que sí rechazaron los Hermanos Musulmanes, al menos en sus comunicados en inglés). Mursi no condenó claramente los ataques hasta el viernes, cuando, después de que Obama dijese que Egipto «no es un enemigo, pero tampoco un aliado», afirmó que se trataba de hechos «absolutamente inaceptables».
15. ¿Cómo ha reaccionado Obama?
El presidente de EE UU aseguró el viernes que «la justicia llegará para aquellos que dañen a estadounidenses», tras reconocer que ha visto «imágenes muy duras» de las protestas ante embajadas de su país. «Estados Unidos nunca se retirará del mundo», dijo Obama. «Nunca dejaremos de trabajar por la dignidad y la libertad que cada persona merece, sin importar su credo», agregó.
Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, instó a los gobiernos en el mundo musulmán a controlar las revueltas, al señalar que «los países de la primavera árabe no han cambiado la tiranía de un dictador por la tiranía de una multitud violenta». «La gente responsable y los líderes responsables en estos países tienen que hacer todo lo que puedan para restaurar la seguridady traer a la justicia a aquellos que están detrás de estos actos violentos», indicó.
EE UU ha enviado dos buques de guerra a Libia y medio centenar de marines, para reforzar la seguridad de las instalaciones diplomáticas en el país.
16. ¿Cómo reaccionó Mitt Romney?
El candidato republicano a la presidencia de EE UU (las elecciones se celebrarán el próximo mes de noviembre) aprovechó el ataque al consulado estadounidense de Bengasi para criticar a su rival.
En un primer comunicado, Mitt Romney calificó de «vergonzoso» que «la primera reacción del gobierno de Obama no fuera condenar los ataques contra nuestras misiones diplomáticas sino simpatizar con quienes realizaron los ataques», en referencia a una nota de la embajada estadounidense en El Cairo, en la que se condenaba el vídeo contra Mahoma.
Las palabras del aspirante a la Casa Blanca fueron emitidas antes de que se supiera que habían muerto el embajador Stevens y otros tres estadounidenses. Preguntado después sobre si no se había precipitado al emitir el comunicado cuando aún no se conocían todos los datos, ni tampoco el posterior distanciamiento de la Casa Blanca de la reacción de su embajada cairota, Romney lo negó, insistiendo en que precisamente ello «demuestra la falta de un discurso claro del gobierno de Obama».
17. ¿Cómo ha reaccionado España?
El Ministerio de Asuntos Exteriores ha ordenado reforzar la seguridad de las embajadas españolas en los países árabes. Las medidas incluyen contactar con los españoles residentes en estos países y preparar planes para una eventual evacuación. En los países de más riesgo las embajadas cuentan con un equipo de geos para protegerse.
Exteriores ha pedido a los españoles que viajen a países árabes que cumplan escrupulosamente las recomendaciones que figuran en su página web y que se inscriban en el consulado nada más llegar.
Con respecto al ataque de Bengasi, el Gobierno hizo público un comunicado en el que expresaba «su más rotunda condena» y trasladaba «un mensaje profundo y sentido de solidaridad y apoyo al Gobierno de Estados Unidos y al pueblo norteamericano en estos trágicos momentos de dolor, así como a los familiares de las víctimas».
LAS CONSECUENCIAS
18. ¿Qué efecto pueden tener las protestas en la ‘primavera árabe’?
Las protestas han puesto de manifiesto el poder de convocatoria del islamismo radical en unas sociedades donde la democracia se está abriendo paso de manera muy incipiente aún, y ello supone un desafío importante para los gobiernos islamistas teóricamente moderados surgidos de las elecciones en Egipto y Túnez, necesitados del apoyo de Occidente, pero temerosos a la vez de perder respaldo popular.
En Libia la situación tampoco es fácil. El gobierno está formado por un ejecutivo de transición que cuenta con el favor de estadounidenses y europeos, pero los grupos radicales islamistas, salidos de la clandestinidad durante la revolución, tras años de represión por el régimen de Gadafi, son fuertes. Además, como destaca en The New Yorker el periodista especializado en los conflictos actuales de Oriente Medio John Lee Anderson, en Libia sigue habiendo una multitud de milicias armadas y todavía no se ha implantado un auténtico estado de derecho.
De hecho, es en países como Libia y Yemen, en los que la soberanía de los gobiernos y el control territorial está aún lejos de alcanzarse, donde existe el mayor riesgode que las protestas conduzcan a un caos mayor.
En cuanto a Siria, la oleada de protestas puede acrecentar el miedo a que las facciones integristas (en muchos casos, formadas por combatientes extranjeros) que están incrustadas en la oposición al régimen brutal de Bashar al Asad acaben cobrando cada vez más protagonismo en la sangrienta guerra civil que está devastando al país. En Irak, mientras tanto, está por ver si la crisis actual será aprovechada por los grupos terroristas (Al Qaeda incluida) para mantener la reciente escalada de atentados.
Pocos analistas dudaban, en cualquier caso, de que la ‘primavera árabe’ supondría un auge del islamismo, en unas sociedades donde las alternativas laicas, liberales o progresistas están mucho menos arraigadas entre la población. La cuestión es si, siguiendo el ejemplo de Turquía, logrará imponerse un islamismo vertebrado en el funcionamiento democrático. Y el problema, como recuerda el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, es que muchas de las milicias integristas armadas que ahora están ganando terreno se han alimentado en las guerras de Siria y Libia con dinero de países como Arabia Saudí o Catar (donde el absolutismo y la teocracia no parecen ser un inconveniente para Occidente), y ahora no es fácil desactivarlas.
19. ¿Qué efecto han tenido en Estados Unidos?
Las protestas y ataques contra EE UU en los países islámicos han dado un giro a la campaña electoral para la presidencia, que ha pasado a centrarse estos días en una lucha por ver cuál de los dos candidatos defiende mejor los intereses estadounidenses en el mundo.
Obama, una de cuyas principales bazas para la reelección es, precisamente, su gestión en política internacional, se enfrenta ahora al reto de dar una respuesta lo suficientemente rápida a los ataques, especialmente al que causó la muerte del embajador y de otros tres ciudadanos estadounidenses, con el añadido de tener que defender su apoyo a la ‘primavera árabe’ y su apuesta por el diálogo con los gobiernos islámicos.
En cuanto a Romney, el candidato republicano, a la baja en los sondeos, ha moderado el tono de sus críticas y trata de recuperarse de sus desafortunadas declaraciones iniciales, que solo han sido secundadas por los comentaristas más conservadores (el grueso de su partido ha respaldado al Gobierno).
LOS ANTECEDENTES
20. ¿Qué otros casos similares ha habido en los últimos años?
El vídeo contra Mahoma es el último de una larga serie de casos que, originados en Occidente, han provocado la ira en el mundo musulmán:
A finales de 1988 el escritor angloindio Salman Rushdie publicó Los versos satánicos, un libro donde utilizó sus conocimientos como estudioso del islam y en el que hacía una interpretación particular de esta religión. La obra fue calificada de «blasfema» en un edicto emitido por el ayatolá iraní Jomeini, en el que se llamaba a la ejecución del autor, al que acusaba de apostasía.
Los libros La rabia y el orgullo, que la periodista italiana Oriana Fallaci publicó en 2002 tras el 11-S, y en el que comparaba a los «hijos de Alá» con las ratas, y La fuerza de la razón, escrito por la misma autora en 2004, originaron también fuertes reacciones de protesta. El Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos llevó a Fallaci ante los tribunales.
En 2004, el documental Sumisión, que denunciaba la situación de la mujer en el mundo islámico, le costó la vida su autor, el director de cine holandés Theo Van Gogh, quien fue apuñalado por un joven marroquí.
En 2005, el diario conservador danés Jyllands Postem publicó doce caricaturas de Mahoma en las que éste aparecía con un turbante convertido en bomba, lo que originó una oleada de ataques contra varias embajadas danesas en los países islámicos, que se extendieron a Occidente al menos durante dos años, así como la muerte de 48 personas en todo el mundo en manifestaciones y asaltos a sedes diplomáticas.
En septiembre de 2006 el discurso sobre el islam que pronunció el papa Benedicto XVI en la universidad alemana de Ratisbona provocó reacciones violentas en el mundo musulmán, como el asesinato de una monja italiana en Mogadiscio, la quema de iglesias o el secuestro el 3 de octubre de ese año de un avión de las líneas aéreas turcas que cubría el trayecto entre Tirana y Estambul.
En diciembre de 2008 el nivel de alarma terrorista alcanzó su punto más alto en Holanda cuando el diputado ultraderechista de ese país Geert Wilders produjo una película contra el Corán, en la que alertaba contra los peligros del islam, y que fue emitida por Internet.
En abril de 2010 fueron los responsables de la web Revolutionmuslim.com quienes arremetieron contra los creadores de la controvertida serie de televisión animada South Park por emplear a Mahoma en uno de sus últimos episodios.
En 2011 dos pastores de una iglesia de Florida, Terry Jones y Wayne Sapp, protagonizaron otro incidente al emitir un video en el que se quemaba un Corán. Como consecuencia, numerosos civiles y funcionarios de Naciones Unidas perdieron la vida en Afganistán víctimas de varios ataques.
En junio de 2012 estalló una serie protestas en Túnez en represalia a una exposición de arte considerada ofensiva para el islam, que se saldaron con un muerto, más de un centenar de heridos y 160 detenidos, por lo que las autoridades tunecinas decretaron el toque de queda.
Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; […]
Al menos 12 personas han muerto y otras 144 han resultado heridas, varias de ellas graves, en un enfrentamiento armado registrado este domingo entre cristianos y musulmanes en el barrio de Imbaba, en El Cairo, según han informado fuentes oficiales.
El incidente se produjo cuando grupos de musulmanes atacaron la iglesia de Mar Mina al creer que los cristianos mantenían encerrada allí una mujer que se había convertido al islam para casarse con un joven de ese credo.
Al menos 12 personas han muerto y otras 144 han resultado heridas, varias de ellas graves, en un enfrentamiento armado registrado este domingo entre cristianos y musulmanes en el barrio de Imbaba, en El Cairo, según han informado fuentes oficiales…. Leer
Osama bin Laden y Ayman al Zawahiri, en noviembre de 2001, en Kabul, Afganistán. Foto: Hamid Mir / Wikimedia Commons
¿Qué va a ser de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden? ¿Quién va a sucederle? ¿Siguen constituyendo la organización terrorista y sus grupos afiliados y satélites una amenaza, o se irá diluyendo poco a poco su capacidad de agresión? ¿Cómo está estructurada y dónde opera? ¿Cómo le han afectado las revueltas populares en el mundo árabe?
Al Qaeda se convirtió en el gran enemigo de Occidente tras matar a cerca de 3.000 personas en Nueva York y Washington el 11-S, afianzó su influencia organizando e inspirando brutales atentados como los de Madrid, Londres, Bali y tantos otros; apoyó a los talibanes en Afganistán y ayudó a avivar el infierno de la violencia tras la invasión de Irak.
Ahora, sin su líder, amenazada por el impacto de las revoluciones en Oriente Medio y el Magreb, y fraccionada, la red terrorista podría estar ante el principio de su ocaso.
Osama: de líder a icono
Cuando los comandos de élite de la Marina de EE UU ejecutaron a Osama bin Laden la noche del pasado domingo en Pakistán, eliminaron más un símbolo que a un líder real.
Bin Laden seguía siendo el jefe de Al Qaeda, pero su papel como dirigente activo de la organización terrorista había ido disminuyendo considerablemente en los últimos años. Y una de las principales razones es la evolución que ha experimentado la propia organización: A lo largo de la última década, Al Qaeda ha dejado de ser una estructura centralizada para convertirse en un movimiento de referencia, una especie de franquicia, bajo cuyo paraguas operan diversos grupos yihadistas que, a menudo, tienen poca o ninguna conexión con «la base» y no responden a una estrategia dirigida desde la cúpula. La mayoría de los movimientos integristas relacionados con Al Qaeda circunscriben su ámbito de acción a sus propios países.
Y, sin embargo, la mera existencia de Bin Laden (los mensajes en vídeo o audio que lanzaba de vez en cuando, su valor como icono) aún lograba tener un cierto efecto aglutinador, capaz de anteponer un discurso de unidad (Occidente como enemigo común, apropiación de la causa palestina) a las muchas diferencias, ideológicas y de objetivos, existentes entre las distintas facciones del fanatismo islamista.
Ahora que Bin Laden no está, es fácil pensar que volverá a imponerse la dispersión que caracteriza el mundo del yihadismo. A fin de cuentas, fue el propio Bin Laden quien defendió siempre un terrorismo con «muchos focos».
Relegada: el efecto de las revueltas árabes
Pero el mayor golpe para Al Qaeda puede que no haya sido la muerte de su líder, sino algo con lo que no contaba la organización terrorista: Las revueltas populares en el mundo árabe.
Al Qaeda nació con un gran objetivo a largo plazo (la instauración de un nuevo y «puro» califato islámico) y varios a corto plazo. Entre estos últimos, además de la expulsión de «los cruzados» de las tierras musulmanas, de la eliminación de la «entidad sionista» y de derrocar a la Casa de Saud (la monarquía saudí), había uno fundamental: Acabar con los regímenes «inaceptables» existentes en el mundo árabe. Y estos regímenes son las mismas dictaduras (Egipto, principalmente) a las que se están enfrentando ahora o se han enfrentado ya unos levantamientos populares que nada tienen que ver con Al Qaeda, y que han dejado a la organización relegada a un segundo plano, en un papel de mero espectador.
En este sentido, Al Qaeda podría estar perdiendo la partida incluso en el caso de que las protestas acaben favoreciendo a grupos islamistas más radicales, pero no yihadistas (como los Hermanos Musulmanes), y especialmente si quienes al final ganan más fuerza son, como en Turquía, los islamistas más moderados.
Porque, si bien es cierto que el yihadismo está intentando sacar partido y tomar posiciones de cara al futuro, también lo es que, por un lado, se trata de un movimiento muy desunido, y que, por otro, esta supuesta «oportunidad de oro» no cuenta, de momento, con el suficiente respaldo entre la población, pese a los temores de algunos en Occidente.
La agenda: del objetivo global a la realidad local
Con todo, la organización fundada por Bin Laden en 1988 sigue teniendo una gran influencia, y sus tentáculos mantienen una importante estructura operativa en lugares como el Magreb (el reciente atentado de Marrakech, los secuestros de extranjeros), Irak (el pasado jueves, un coche bomba conducido por un suicida causó más de una veintena de muertos en la ciudad de Hila), y el Cuerno de África (Somalia, especialmente). Pero, con la excepción de Yemen, uno de los principales santuarios de la organización, los objetivos en la mayoría de estos casos son esencialmente locales y con poco interés en la agenda mundial diseñada por Bin Laden.
Es posible que la figura de un Osama convertido en «mártir» y las temidas represalias por su muerte devuelvan notoriedad a Al Qaeda durante un tiempo, pero está por ver si el efecto será suficiente como para que la organización recupere el papel que tenía hace años.
Al Qaeda ha ido perdiendo apoyo popular en los países musulmanes y muchos expertos ponen también en cuestión su actual capacidad operativa a gran escala: Aunque ha habido varios intentos frustrados, desde los ataques de 2005 en Londres Al Qaeda no ha logrado perpetrar con éxito ningún otro gran atentado en Occidente.
La cúpula: quién es quién
El (probable) sucesor. La muerte de Bin Laden coloca a su lugarteniente, Ayman al Zawahiri, como primer candidato para liderar Al Qaeda. Al Zawahiri, un cirujano egipcio de 60 años de edad, es considerado la mano derecha de Bin Laden, y uno de los principales responsables de las peores masacres de la organización terrorista. Tras la muerte en 1997 de Abdulah Azzam, mentor religioso de Bin Laden, Al Zawahiri se convirtió en el ideólogo del grupo y se trasladó a los campamentos de adiestramiento de Al Qaeda en Afganistán. Un año después, fue uno de los firmantes de la fatua (edicto) de Bin Laden, en la que se ordenaba atacar los intereses de EE UU en todo el mundo. Tras múltiples especulaciones sobre su muerte o su precario estado de salud, Al Zawahiri reapareció en una serie de vídeos y grabaciones sonoras, a menudo junto al propio Bin Laden, y con mayor frecuencia desde 2004. El gobierno de EE UU ofrece una recompensa de 25 millones de dólares por su captura.
Los instructores. El ex coronel del ejército egipcio Saif al Adel (nacido en 1963) fue jefe de seguridad de Bin Laden y ha impartido entrenamiento en campos de Al Qaeda en Afganistán, al igual que el también egipcio, y de la misma edad, Abu Mohamed al Masri (alias Abdullah Ahmed Abdullah). EE UU vincula a ambos con los atentados contra dos embajadas estadounidenses en África en 1998 y ofrece por la captura de cada uno de ellos 5 millones de dólares.
El ‘químico’. El egipcio Abdel Aziz al Masri (alias de Ali Sayyid Muhamed Mustafa al Bakri, nacido en 1966), es miembro de la shura (consejo dirigente) de Al Qaeda y un estrecho colaborador de Al Zawahiri. Es un experto en explosivos y armas químicas. EE UU ofrece 5 millones de dólares por él.
El teólogo. Se cree que Abu Yahya al Libi, también conocido como Hasan Qayid y como Yunis al Sahrawi, fue miembro del Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) antes de aliarse con Bin Laden. Desde entonces, se ha convertido en el principal teólogo de Al Qaeda y, en los últimos años, ha superado a Al Zawahri en su aparición en los vídeos de la organización, donde suele mostrar una imagen de erudito. Fue nombrado comandante de Al Qaeda en Afganistán.
Los militantes: cada vez menos
Según expertos consultados recientemente por la BBC, el núcleo central de Al Qaeda en este momento no dispondría de más de un millarde militantes propios, o ‘fijos’. En la Península Arábiga la organización tendría «unos centenares» de miembros, los mismos que en el Magreb.
Por otra parte, tras verse obligada a reubicarse en zonas tribales al noroeste de Pakistán, Al Qaeda ha visto bastante reducidas sus infraestructuras en esta zona.
No obstante, la estructura organizativa de la red, basada en células independientes de militantes y en redes de contactos clandestinos, hace difícil calcular el número real de sus integrantes.
Las ramas: tres grandes filiales
Actualmente, Al Qaeda, cuyo grupo principal (la central) se encuentra en las montañas del noroeste de Pakistán, cuenta con tres grandes filiales en el mundo, concretamente, en la Península Arábiga, Irak y el Norte de África:
Península Arábiga. Las células de Al Qaeda en Yemen y Arabia Saudí se reconvirtieron en 2009 con el nombre de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), con sede en Yemen, después de tres años de operaciones antiterroristas en Arabia Saudí. Su líder es el yemení Nasser al Wahayshi, un antiguo estrecho colaborador de Bin Laden. El Gobierno de Yemen calcula en 300 el número de milicianos de AQPA en este país. Un año antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Al Qaeda cometió, en octubre de 2000, el atentado contra el destructor estadounidense USS Cole en el puerto yemení de Adén, que causó la muerte de 17 marinos. AQPA cperpetró varios atentados en Yemen a lo largo de 2010, y el pasado mes de noviembre anunció su intención de atentar a pequeña escala contra intereses estadounidenses.
Magreb. Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), liderada por el argelino Abdelmalek Droukdel, surgió en enero de 2007 por iniciativa de los combatientes del desaparecido Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que habían luchado contra las autoridades argelinas hasta que a finales de 2006 decidieron aliarse a Al Qaeda. AQMI logró notoriedad con una serie de atentados contra el Gobierno y las fuerzas de seguridad de Argelia y contra la oficina de Naciones Unidas en Argel, en 2007. Sus ataques han decaído desde 2008 gracias a las operaciones de las fuerzas de seguridad de Argelia. Los expertos creen que cuenta con unos pocos cientos de combatientes, que operan en la vasta región desértica del noreste de Mauritania y el norte de Malí y Níger. En la actualidad, se centra en secuestros de occidentales.
Irak. El grupo de Al Qaeda en Irak fue fundado en octubre de 2004 por iniciativa del jordano Abu Musab al Zarqawi. Tras su muerte en 2006, la dirección fue asumida por el egipcio Abu Ayyab al Masri. En octubre de ese año, el Consejo Muyahidin de la Shura, dependiente de Al Qaeda, estableció el Estado Islámico de Irak, una organización que abarca a los diversos grupos armados y a los líderes tribales suníes, bajo la dirección de Abu Omar al Baghdadi. Desde 2007, Al Qaeda ha reducido el número de atentados en Irak, pero sus acciones se han vuelto más mortales. El 18 de abril de 2010, Al Masri y Al Baghdadi murieron en el curso de un ataque conjunto de las fuerzas estadounidenses e iraquíes al noreste de Bagdad. Un mes más tarde, Al Qaeda de Irak designó como o «califa», o «emir», en este país a Abu Baker al Baghdadi.
Los ‘afiliados’: un mosaico integrista
Entre los movimientos integristas que, en mayor o menor medida, se consideran vinculados a Al Qaeda se encuentran el grupo filipino Abu Sayyaf, Jemaah Islamiya (Indonesia), organizaciones como Asbat Al Ansar y Ansar Al Islam, el Grupo Combatiente Tunecino, el GIA argelino, el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), el Ejército Islámico de Adén, las Brigadas Islámicas Internacionales, el Movimiento Islámico de Uzbekistán, y Lashkar i Jhangvi (Pakistán).
El dinero: ¿se cierra el grifo?
La muerte de Bin Laden puede reducir drásticamente el flujo de donaciones que realizaban hasta ahora a Al Qaeda los contactos personales del líder terrorista. Este dinero es una de las principales fuentes de financiación de la organización, junto con los robos de tarjetas de crédito, los secuestros de occidentales (sobre todo en el Magreb) y la ‘microfinanciación’ que consigue, generalmente mediante extorsión, a través de contribuciones de la población en las zonas donde opera.
Las armas: un arsenal ideológico
Al Qaeda dispone de un importante arsenal, incluyendo explosivos, armas cortas y largas, y misiles tierra-aire, y posee campos de entrenamiento en Pakistán, Yemen, Somalia y el norte de África. Pero su punto fuerte no son las armas. Al Qaeda no puede considerarse una fuerza armada convencional, a la altura de un ejército. Su fuerza es ideológica, y, en este sentido, depende de la captación de voluntarios que lleven a cabo los atentados, a menudo de carácter suicida, y de la capacidad, muy mermada en los últimos años, para sortear los sistemas de seguridad de sus objetivos.
La historia: algunas fechas clave
1988. Osama bin Laden funda Al Qaeda tras la invasión soviética de Afganistán. Bin Laden había construido una «casa de huéspedes» para sus reclutas en Peshawar (Pakistán) y, tras la retirada soviética, conservó los registros de quienes pasaban por su «casa» y por sus campos militares, con el fin de seguir la pista de los combatientes y dar respuesta a sus familias. Esta red, el origen de Al Qaeda, se conoció como «La base» (Al Qaeda, en árabe), en referencia al registro de los datos de los muyahidines.
1990. Al Qaeda aflora en el contexto internacional tras el despliegue estadounidense en Arabia Saudí por la Guerra del Golfo. Más adelante, participará en la lucha de los talibanes en Afganistán y en la expansión de las guerrillas islámicas en las ex repúblicas soviéticas.
Años noventa. EE UU atribuye a Al Qaeda un primer atentado contra las Torres Gemelas (6 muertos) en febrero de 1993. Después, el derribo de dos helicópteros estadounidenses en Somalia en octubre de ese mismo año, y, más adelante , el ataque en 1995 contra el edificio de la Guardia Nacional saudí en Riad (7 muertos), y el de 1996, con 19 soldados estadounidenses muertos en Dahrán. Tras ser expulsado Bin Laden de Arabia Saudí, la red traslada su sede a Jartum (Sudán) hasta 1996. EE UU ataca por primera vez las bases de Al Qaeda en Sudán y en Afganistán en agosto de 1998, en represalia por los atentados del 7 de agosto anterior contra sus embajadas en Kenia y Tanzania (241 muertos).
2001. Tras los ataques del 11-S en EE UU, con casi 3.000 muertos, se bloquean cuentas bancarias vinculadas a Al Qaeda (más de 112 millones de dólares) y se practican más de 2.000 detenciones en varios países europeos (España, Francia, Alemania), árabes y asiáticos, especialmente en Pakistán, donde se refugiaron líderes huidos de Afganistán. En octubre, EE UU inicia la «Operación Libertad Duradera», que destruye las bases afganas de Al Qaeda y acaba con el régimen talibán que las cobijaba.
2002. El 12 de octubre, un atentado de Yemah Islamiya (brazo de Al Qaeda en el sureste asiático) causa 202 muertos, la mayoría turistas, en Bali (Indonesia).
2004. El 11 de marzo, diez explosiones en cuatro trenes de cercanías de Madrid causan 191 muertos y 1.841 heridos. Un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos asegura que la invasión de Irak (2003) ha impulsado el reclutamiento por parte de Al Qaeda, que cuenta entonces con unos 18.000 militantes. Bin Laden irrumpe en la campaña electoral de EE UU con una carta al pueblo estadounidense, en la que asume los atentados del 11-S.
2005. Cuatro explosiones -tres en el metro y una en un autobús- causan 56 muertos (incluidos los cuatro terroristas) y 700 heridos en Londres. Días después, el 23 de julio, una serie de atentados en la ciudad turística egipcia de Sharm el Sheij causan 64 muertos y cien heridos.
¿Qué va a ser de Al Qaeda tras la muerte de Bin Laden? ¿Quién va a sucederle? ¿Siguen constituyendo la organización terrorista y sus grupos afiliados y satélites una amenaza, o se irá diluyendo poco a poco su capacidad de agresión? ¿Cómo está estructurada y dónde opera? ¿Cómo le han afectado las revueltas populares en el mundo árabe? Al Qaeda se convirtió en el gran enemigo de Occidente tras matar a cerca de 3.000 personas en Nueva York y […]
La revista británica The Economist dedica esta semana su principal editorial y su artículo destacado al papel que están jugando los islamistas en las actuales revueltas árabes. En síntesis, el semanario señala que, si bien es cierto que los yihadistas están intentando sacar partido y tomar posiciones de cara al futuro, también lo es que esta supuesta «oportunidad de oro» no cuenta de momento con el suficiente respaldo entre la población, pese a los temores de algunos en Occidente.
En un detallado y extenso reportaje, The Economist destaca asimismo la desunión existente entre los diferentes grupos islamistas radicales y analiza la posición de Al Qaeda ante la oleada de revueltas democráticas. En el editorial, y a pesar de que el titular de la portada es «El islam y las revoluciones árabes», la revista advierte, con buen criterio, del peligro que conlleva confundir «islámico» con «islamista».
El semanario recuerda además que es preferible una sociedad democrática en la que participen políticamente los radicales a una dictadura en la que estos estén perseguidos, por intranquilizador que ello pueda resultar para los gobiernos occidentales. El ejemplo de Argelia, con la atroz guerra civil que siguió a la anulación de las elecciones ganadas por los islamistas, es bastante esclarecedor; y la posibilidad de que los grupos más moderados ganen fuerza, como en Turquía, no puede descartarse.
A continuación, el artículo, traducido al castellano:
A primera vista, la imagen resulta familiar. Veteranos de la yihad afgana organizan campos de entrenamiento en la exuberante Montaña Verde, en Libia, con vistas a las rutas marítimas que van hacia Europa. Yihadistas armados cruzan las calles polvorientas con sus acólitos también armados. Los predicadores llaman a sus seguidores a las armas.
Y, sin embargo, hay algo que no encaja cuando Muammar al Gadafi asegura que la revolución libia es una conspiración de Al Qaeda. Estos yihadistas respaldan con entusiasmo la campaña de bombardeos liderada por la OTAN. «Una bendición», dice Sufian bin Qumu, que estuvo preso durante seis años en el redil de Guantánamo, y que, antes de viajar a Afganistán, conducía camiones para la empresa de transportes sudanesa de Osama bin Laden. «Excelente», añade Abdel Hakim al Hisadi, un comandante rebelde que fue instructor en el campo de Khost, la base afgana de Bin Laden: «Ha cambiado la manera en que vemos a Occidente. Están salvando a nuestra gente, y tenemos que dar las gracias».
En apariencia, Occidente y los grupos yihadistas no habían estado tan alineados desde que los gobiernos occidentales armaron a los mujaidines antisoviéticos en los años ochenta. Sin excepción, aquí todos proclaman sus diferencias con Al Qaeda, insistiendo en que, desde el principio, la suya es una lucha local contra un gobernante tirano, y no una guerra global contra Occidente.
A mediados de los años noventa formaron el Grupo Libio Islámico de Combate, que durante cinco años mantuvo una guerra de guerrillas en las colinas de Darna, una ciudad costera al noreste de Bengasi. Muchos huyeron a Afganistán tras los enfrentamientos con las fuerzas antiinsurgencia de Gadafi, pero la mayoría guardaron distancias con Al Qaeda. «Conocí al jeque Osama», dice Hisadi, «pero me negué a darle la mano».
Los combatientes islamistas de Darna son ahora parte de la oleada de protestas y revueltas que se ha extendido por el mundo árabe. Movimientos que comenzaron cobrando fuerza y ganando adhesiones mediante exigencias laicas -dignidad, libertad política- han ido adoptando, con el tiempo, un cariz más sectario y religioso. Del mismo modo que las protestas han dado poder a una largo tiempo aletargada clase media árabe, también han liberado el potencial del islamismo, una corriente con muchas caras y de amplio espectro que, a pesar de estar fuertemente enraizada en toda la región, ha sido reprimida y manipulada durante décadas por la mayoría de los regímenes árabes. Y algunas de sus manifestaciones, como en Darna, resultan sorprendentes.
La liberación de miles de prisioneros políticos islamistas tras las revoluciones en Egipto y Túnez ha cerrado un oscuro capítulo para los derechos humanos en estos países. Ramas como el Grupo Libio Islámico de Combate o, en Egipto, Jamaat Islamiya, que llevaron a cabo campañas terroristas en los noventa, y se inscribían en el ala más radical, expresan ahora un recién descubierto entusiasmo por la política pacífica, y explican que en el pasado recurrieron a la violencia tan sólo como respuesta a la represión. El Grupo Libio Islámico de Combate ha cambiado su nombre por el de Movimiento Islámico Libio, y su politburó de 12 miembros ha prometido lealtad al Consejo Nacional de Bengasi.
Islamistas moderados, incluyendo los poderosos Hermanos Musulmanes egipcios y otros similares relacionados con ellos en otros países, encuentran emocionante la mayor libertad de que disfrutan hoy, pero esta libertad también les supone un desafío. Despojados de la comodidad que les confería su papel de nobles oponentes contra odiados regímenes, ahora tendrán que ensuciarse las manos en la política, proponer iniciativas concretas y aceptar la diversidad dentro de sus propias filas. Los miembros más jóvenes, recién salidos de la nueva experiencia de trabajar junto a liberales laicos, e incluso comunistas, para lograr objetivos comunes, están cuestionando cada vez más el dogmatismo de sus envejecidos líderes. Esta corriente islamista emergente no tiene como referencia modelos teocráticos como el de Irán, sino el AKP turco, un partido elegido democráticamente, cuyo sabor islámico está diluido en la tolerancia hacia los demás y el respeto a las instituciones laicas.
Pero existen también otras manifestaciones más inquietantes de este resurgir islamista. Sólo hay que preguntar a Anwar Mitri, de 45 años de edad y administrador de una escuela en la provincia de Qena, en el Alto Egipto. El pasado 20 de marzo, un grupo de autoproclamados «vigilantes musulmanes» le arrestaron, le «condenaron» y le cortaron la oreja derecha, según dijeron, como castigo por haberle alquilado un piso a una mujer a la que consideraban prostituta, así como por haber tenido, supuestamente, relaciones sexuales con ella. Mitri afirma que sus atacantes le dijeron que los «nazarenos» como él, perteneciente a la minoría cristiana copta de Egipto (entre el 8 y el 10% de la población), ya no están protegidos por la oficina de Investigaciones para la Seguridad del Estado, la temida rama de la policía secreta que ha sido neutralizada en gran parte tras la caída del régimen del presidente Hosni Mubarak.
Ataques similares en otras zonas rurales de Egipto han tenido como objetivos tiendas de bebidas alcohólicas, supuestos burdeles y, en un caso fatal, un granjero musulmán acusado de apostasía. La mayoría cree que los responsables de estos ataques son salafistas, seguidores de un grupo fundamentalista influido por Arabia Saudí que ha calado hondo especialmente entre las clases más desfavorecidas del país. Otros, no obstante, afirman que tanto estos incidentes como los ataques terroristas contra los coptos que tuvieron lugar antes de la revolución serían más bien obra de elementos criminales de la policía secreta, con el objetivo de fomentar divisiones sectarias entre la población. Sea cual sea la causa, los cristianos de Egipto están cada vez más atemorizados. El reciente rumor de que los salafistas planeaban arrojar ácido a una mujer sin velo fue suficiente para que se evacuara a todos los estudiantes de una residencia universitaria en la ciudad de Asyut, en el Alto Egipto.
Al igual que ocurre con los Hermanos Musulmanes, en el seno de los salafistas egipcios hay diversidad de opiniones. La mayoría condena estos excesos y solía sentir, en el pasado, aversión por la política. Poco después de la revolución egipcia, un predicador salafista llegó a lanzar una fatua contra Mohamed ElBaradei, premio Nobel de la Paz y antiguo jefe para la energía nuclear de la ONU, convertido ahora en una de las principales figuras de la oposición laica egipcia, por el pecado de haber desobedecido al «legítimo líder» del país, Hosni Mubarak. Pero, a medida que el movimiento de protesta se fue haciendo lo suficientemente fuerte como para desbancar al gobierno de Mubarak, los salafistas, muchos de los cuales habían sido encarcelados o torturados por el régimen, se sumaron a las protestas con entusiasmo.
A mediados de marzo, cuando los egipcios votaron las reformas constitucionales en referéndum, se dijo que los salafistas habían impulsado la victoria del «sí» avivando el temor a que los cristianos y los laicos pretendiesen borrar un artículo que establece la sharia islámica como la fuente principal de la legislación. Votar «no», susurraban a través de una eficaz campaña en los sermones de los viernes y en panfletos, era votar contra el islam.
Estas connotaciones sectarias han sido explotadas, tanto por radicales religiosos como por los gobiernos, en Bahréin, Siria y Arabia Saudí. Durante años, la familia gobernante de Bahréin, suní, ha alimentado discretamente el miedo a que la población chií del reino (el 70% del total) acabe siendo manipulada por Irán, la superpotencia chií. Las protestas pro democráticas que estallaron en enero, y que han sido aplastadas desde entonces, empezaron con una agenda laica y reformista, pero, ante la presión de la represión violenta, ha ido adquiriendo, inevitablemente, un tono más sectario.
De forma similar, las manifestaciones en la ciudad siria de Deraa surgieron en mayo como protesta por el encarcelamiento de varios menores por realizar grafitis. Pero cuando empezó a desarrollarse un ciclo de represiones violentas y contramanifestaciones, con docenas de muertos por disparos de la policía, la ira se fue extendiendo, especialmente entre los musulmanes suníes. Estos constituyen dos tercios del total de la población de Siria, pero, desde hace 40 años, están sometidos al dominio de la alauita familia Asad. Los alauitas, una rama escindida del islam chiíta, son tan sólo el 6% de la población siria.
En Siria, la oposición mayoritaria, con su legado de dura represión estatal y su fraccionamiento interno, ha luchado por contener los impulsos sectarios. Pero el régimen de Bashar al Asad ha estado rápido a la hora de explotar el nerviosismo ante las diferencias religiosas, con el fin de asegurarse su continuidad en el poder. Después de haber presenciado de cerca los baños de sangre en los países vecinos de Irak y el Líbano, incluso muchos de los detractores de Asad parecen dispuestos a aceptar libertades políticas limitadas a cambio de paz social.
Los extremistas islamistas no parecen estar envalentonándose sólo en países marcados por el sectarismo. El último número de ‘Inspire’, una revista yihadista online que se declara a sí misma como la portavoz en lengua inglesa de Al Qaeda en la Península Arábiga, la franquicia en Yemen del grupo yihadista global de Osama bin Laden, saluda el fervor revolucionario árabe como una oportunidad de oro: «Las revoluciones que están sacudiendo los tronos de los dictadores son buenas para los musulmanes, buenas para los mujaidines y malas para los imperialistas de Occidente y sus secuaces en el mundo islámico», afirmaba su editorial del pasado 29 de marzo.
Semejante entusiasmo no se ha reflejado aún en un incremento detectable de la influencia de los grupos armados yihadistas. No obstante, el cada vez menor peso de la ley en Yemen, donde la oposición al presidente Alí Abdulah Saleh se ha unido en una amplia alianza, ha reducido significativamente la presión sobre Al Qaeda (una incursión de la organización terrorista en un arsenal de la provincia de Abiyan, al sur del país, dejó al menos 150 muertos el pasado 28 de marzo). El asunto preocupa a las potencias occidentales que están interviniendo en Libia. Libia oriental, la zona fuerte de los rebeldes contra Gadafi, ha sido siempre un semillero para el activismo islamista. En concreto, se dice que Darna es la ciudad árabe de la que, en proporción, han salido más combatientes yihadistas para luchar en Irak.
El almirante James Stavridis, comandante supremo aliado en Europa, señaló recientemente a un grupo de senadores estadounidenses que informes de los servicios de inteligencia sugerían la presencia de Al Qaeda y de Hizbulá, la guerrilla chiíta libanesa, entre la oposición libia. No obstante, Stavridis dijo también que los líderes opositores parecían ser «hombres y mujeres responsables». Los observadores no están muy impresionados por la eficacia de la oposición, pero sí coinciden en señalar que los elementos radicales parecen ser una pequeña minoría. De momento, su ira se dirige únicamente contra el coronel Gadafi y su régimen, y su objetivo declarado es la creación de un Estado moderno, pluralista y democrático.
El miedo a que la democratización árabe acabe siendo un caballo de Troya para el islam radical, expresado en voz alta en columnas de opinión en Israel y entre los conservadores occidentales, olvida, sin embargo, otro factor importante: A pesar de que el destino de Palestina sigue uniendo a islamistas de todas las ramas, en todo lo demás parecen estar completamente divididos.
Algunos, por ejemplo, continúan tachando de cruzada imperialista la intervención occidental en Libia, a pesar de que ha estado precedida de invitaciones tanto de la Liga Árabe como de la Conferencia Islámica, las mayores instituciones panislámicas. Mientras que los extremistas de Al Qaeda celebran la ola democrática como una oportunidad, clérigos ultraconservadores de Arabia Saudí respaldados por el Estado han condenado las revueltas, calificándolas de herejía. Los medios de comunicación iraníes, censurados por el Estado, se han indignado por el triste destino del movimiento democrático en Bahréin y han celebrado la caída de los «tiranos» en Egipto y Túnez, pero han guardado un inquietante silencio sobre la sangrienta represión de los disidentes en Siria, el único aliado árabe de Teherán.
El egipcio Yusuf ak Qaradawi, predicador estrella en el canal por satélite Al Jazeera, ha demostrado ser un poderoso animador de los movimientos de protesta en todas partes. No contento con aprobar la intervención de Occidente en Libia, lanzó una fatua en la que prometía recompensas celestiales para cualquier musulmán que mate al coronel Gadafi. Sin embargo, como suní cercano a los Hermanos Musulmanes, también ha desccrito a los activistas demócratas de Bahréin como fanáticos chiítas y herramientas al servicio de Irán.
Los mismos Hermanos Musulmanes parecen estar divididos, aunque no en líneas ideológicas especialmente divergentes. El grupo, fundado en Egipto en 1928, ha sido una importante incubadora de movimientos islamistas, y ha sobrevivido a décadas de represión. Su altamente disciplinado movimiento juvenil jugó un papel crucial en las protestas que derrocaron a Mubarak. Ahora, muchos de sus miembros más integrados en la estructura parecen gravitar hacia la formación de un nuevo partido político, de cuya fundación se encargaría un ex miembro descontento de la oficina de orientación de la Hermandad, más que el candidato propuesto por los líderes.
Mientras tanto, en la revolución libia, el radicalismo está mostrando una cara razonable. En uno de los sermones de los viernes pronunciado frente a los juzgados de Bengasi, la base del alzamiento, el predicador hizo un llamamiento a la formación de un Estado democrático y civil. «El discurso que estoy escuchando es democrático», señala Zahi Mogherbi, un profesor de ciencias políticas que achaca la radicalización a la represión de Gadafi.
En Darna, los concejales se esfuerzan en explicar por qué la ciudad ha enviado a tantos yihadistas para luchar en guerras en el extranjero. «Antes de Muammar [Gadafi] no teníamos movimientos islámicos ni problemas con los islamistas», explica un juez local: «Lo que él quería era deslegitimar a sus opositores». La ciudad se enorgullecía de su reputación como centro intelectual, antes de que el coronel ahogase a las «clases charlatanas».
En las montañas que rodean a la ciudad, Hisadi, el comandante rebelde, enseña nociones básicas a los nuevos reclutas, al tiempo que insiste en que tanto él como sus acólitos dejarán las armas cuando caiga Gadafi. Hisadi espera que se estrechen los lazos con Occidente, y aspira a recuperar el púlpito en la mezquita del que fue expulsado por el coronel. Bin Qumu, el conductor de camiones de Bin Laden, quiere escribir su autobiografía y abrir una escuela para enseñar ética.
La revista británica The Economist dedica esta semana su principal editorial y su artículo destacado al papel que están jugando los islamistas en las actuales revueltas árabes. En síntesis, el semanario señala que, si bien es cierto que los yihadistas… Leer