Ibrahim Munir, líder de los Hermanos Musulmanes de Egipto, falleció el pasado 4 de noviembre en su exilio en Londres. Aunque la noticia generó pocos titulares en la prensa internacional, la muerte de Munir marca un momento crítico en la evolución de un grupo fundado hace casi 100 años como movimiento social y religioso.
Con el paso de los años, la Hermandad se convirtió en el movimiento social más importante de Egipto, así como en la principal oposición política del país. Su ideología islamista, que aboga por políticas públicas acordes con su interpretación del Islam, adquirió una gran influencia en todo el mundo.
Pero desde el golpe militar de 2013, que apartó del poder al candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, el grupo ha quedado prácticamente destruido, con la mayoría de sus líderes encarcelados, asesinados o en el exilio.
De momento, el grupo tiene un nuevo líder interino: Muhyeddine Al Zayet, una figura de 70 años de edad y de alto rango en el movimiento. Pero la cruda realidad es que la Hermandad se encuentra en un punto de inflexión. El movimiento tendrá que reinventarse o enfrentarse a la perspectiva de desvanecerse gradualmente en la irrelevancia.
Como estudiosa de los movimientos sociales que ha analizado la evolución de la Hermandad y entrevistado tanto a miembros como a desertores, creo que su destino depende de tres cuestiones: cómo va a responder a la represión del presidente egipcio, Abdel Fatah Al Sisi, contra los grupos de la oposición, incluida la Hermandad; qué líderes van a guiar al movimiento durante esta crisis; y cómo se va a reconstruir el grupo en el exilio.
¿Ha agotado su ciclo la Hermandad?
La organización de los Hermanos Musulmanes fue fundada en 1928 por Hassan Al Banna, un maestro de primaria que creía que la piedad y los valores islámicos podían ayudar a transformar al individuo, reformar la sociedad y, en última instancia, crear un Estado islámico.
Apelando a los egipcios desilusionados con las instituciones religiosas existentes en el país, críticos con el sistema político y enojados por la injerencia occidental en el mundo musulmán, la Hermandad creció como un movimiento de base con una intrincada red de escuelas, periódicos y servicios sociales.
A finales del siglo XX la Hermandad dominaba la sociedad civil en Egipto, convertida en una destacada fuente de oposición política, y con sucursales y afiliados en todo el mundo musulmán.
Tras la Primavera Árabe de 2011, en la que se produjeron levantamientos populares en varios países de Oriente Medio, la Hermandad llegó al poder en las primeras elecciones libres y justas celebradas en Egipto. Su partido político afiliado, el Partido Libertad y Justicia, obtuvo el mayor bloque parlamentario, y su candidato, Mohamed Mursi, fue elegido presidente. Sin embargo, en junio de 2013, la desilusión por la falta de avances políticos y los malos resultados económicos del país provocaron una amplia movilización popular contra la Hermandad. Un mes después, los militares derrocaron a Mursi.
Dos Hermandades
Cuando los partidarios de la Hermandad salieron a la calle y exigieron la restitución del presidente elegido democráticamente, la policía y el ejército abrieron fuego contra los manifestantes. El 14 de agosto de 2013, las fuerzas de seguridad reprimieron brutalmente la sentada de protesta en la plaza de Rab’a, en el este de El Cairo, matando a más de 800 personas, en lo que Human Rights Watch calificó de probable crimen de lesa humanidad.
En algunos miembros de la Hermandad, la brutalidad de las fuerzas de seguridad despertó un deseo de venganza y justificó una respuesta violenta.
Para los líderes más veteranos, sin embargo, la violencia no resultaba una opción ni políticamente pragmática ni ideológicamente justificada. A falta de una visión clara de cómo responder a la crisis política, muchos miembros jóvenes se desilusionaron con la organización.
Para 2014, la Hermandad no solo estaba perdiendo miembros, sino que surgieron además otras dos líneas de fractura: la cuestión del liderazgo y la cuestión del exilio.
Las detenciones masivas provocaron un vacío de liderazgo que llevó a un nuevo grupo de miembros de rango intermedio a hacerse cargo de las actividades dentro de Egipto. Estos nuevos líderes adoptaron un tono más revolucionario y empezaron a actuar con independencia de los antiguos dirigentes. Las reivindicaciones paralelas de autoridad y las visiones divergentes sobre cómo responder a la represión política provocaron una escisión entre los llamados «líderes históricos» y los nuevos dirigentes.
En 2016 había ya, de hecho, dos Hermandades: el grupo original, bajo la dirección de Ibrahim Munir como guía adjunto que operaba desde el Reino Unido, y la llamada «Oficina General», bajo la nueva dirección. La Oficina General atrajo a muchos jóvenes revolucionarios, incluidas mujeres, pero el grupo contaba con muchos menos recursos, lo que hizo que acabara disipándose.
A través de entrevistas con miembros de la Hermandad pude saber que, con Munir ejerciendo de líder en el exilio, surgió un debate interno profundamente controvertido sobre la necesidad de reestructurar el movimiento y trasladar la toma de decisiones estratégicas a los líderes en el extranjero. Fuera de Egipto, la organización estableció consejos consultivos regionales en la mayoría de los Estados anfitriones con una presencia significativa de la Hermandad, sobre todo en Turquía.
Aunque esto permitió cierta apariencia de reconstrucción organizativa, algunos líderes siguieron insistiendo en que todas las decisiones importantes sobre la dirección, las tácticas y las estrategias de la Hermandad se tomaran dentro de Egipto.
¿Podrá resurgir la Hermandad?
Esta no es la primera vez que los Hermanos Musulmanes han estado a punto de ser destruidos por la represión gubernamental. En 1954, una facción militante de la Hermandad intentó supuestamente asesinar al primer ministro Gamal Abdel Nasser, lo que provocó una severa represión contra el grupo. La tortura y los abusos a los que se enfrentaron los miembros de la Hermandad en prisión inspiraron una nueva visión militante del activismo y llevaron a un pequeño grupo de miembros de la Hermandad a empezar a planear atentados contra funcionarios del gobierno. El gobierno descubrió estas células antes de que los planes fructificaran, lo que dio lugar a una segunda gran oleada de represión en 1965.
Pero las circunstancias en las que se encuentra hoy la Hermandad son diferentes a las de esos periodos pasados de represión. Ahora está más profundamente dividida que antes. Y, lo que es más importante, la represión actual se produce después de que el movimiento llegara al poder y tuviera la oportunidad de gobernar, pero finalmente fracasara.
El Barómetro Árabe, una red de investigación no partidista, muestra que desde 2013 los egipcios se muestran sistemáticamente escépticos ante el islam político expresado por la Hermandad, aunque la población siga siendo mayoritariamente religiosa. Para muchos de los jóvenes egipcios, la Hermandad no puede ofrecer ninguna solución a las dificultades económicas a las que se enfrenta el país, ni a las crecientes violaciones de los derechos humanos.
Ante estas divisiones internas y las difíciles circunstancias políticas, el camino no será fácil para la Hermandad. Como han admitido algunos de sus antiguos miembros, existe una tensión entre ser un movimiento social y ser un partido político.
La Hermandad sabe que, si bien muchos egipcios están de acuerdo con los valores religiosos del grupo, al mismo tiempo son profundamente críticos con sus ambiciones políticas.
Si la Hermandad quiere volver a ser una fuerza de cambio y atraer a una nueva generación de activistas islamistas, creo que necesita desarrollar una nueva visión y teoría de la agencia política que inspire tanto a los jóvenes en el exilio, que hablan el lenguaje de la inclusión, la diversidad y la revolución, como a los jóvenes de Egipto, hambrientos de libertad y oportunidades económicas.
Ioana Emy Matesan es Profesora Asociada de Gobierno en la Universidad de Wesleyan (EE UU), y centra su investigación en política contenciosa y en la política de Oriente Medio, con especial interés en la violencia política, la democratización y los movimientos islamistas. Ha realizado trabajos de campo en Egipto y en Indonesia, explorando por qué los grupos adoptan o abandonan las tácticas violentas, y cómo se produce el cambio táctico e ideológico dentro de los movimientos islamistas. En Wesleyan, Matesan imparte cursos de política comparada, política de Oriente Medio y terrorismo y cine.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 16/12/2022
Traducción del original en inglés: Muslim Brotherhood at the crossroads: Where now for Egypt’s once-powerful group following leader’s death in exile, repression at home?
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