Ibrahim Munir, líder de los Hermanos Musulmanes de Egipto, falleció el pasado 4 de noviembre en su exilio en Londres. Aunque la noticia generó pocos titulares en la prensa internacional, la muerte de Munir marca un momento crítico en la… Leer
Ibrahim Munir, líder de los Hermanos Musulmanes de Egipto, falleció el pasado 4 de noviembre en su exilio en Londres. Aunque la noticia generó pocos titulares en la prensa internacional, la muerte de Munir marca un momento crítico en la evolución de un grupo fundado hace casi 100 años como movimiento social y religioso.
Con el paso de los años, la Hermandad se convirtió en el movimiento social más importante de Egipto, así como en la principal oposición política del país. Su ideología islamista, que aboga por políticas públicas acordes con su interpretación del Islam, adquirió una gran influencia en todo el mundo.
Pero desde el golpe militar de 2013, que apartó del poder al candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, el grupo ha quedado prácticamente destruido, con la mayoría de sus líderes encarcelados, asesinados o en el exilio.
De momento, el grupo tiene un nuevo líder interino: Muhyeddine Al Zayet, una figura de 70 años de edad y de alto rango en el movimiento. Pero la cruda realidad es que la Hermandad se encuentra en un punto de inflexión. El movimiento tendrá que reinventarse o enfrentarse a la perspectiva de desvanecerse gradualmente en la irrelevancia.
Como estudiosa de los movimientos sociales que ha analizado la evolución de la Hermandad y entrevistado tanto a miembros como a desertores, creo que su destino depende de tres cuestiones: cómo va a responder a la represión del presidente egipcio, Abdel Fatah Al Sisi, contra los grupos de la oposición, incluida la Hermandad; qué líderes van a guiar al movimiento durante esta crisis; y cómo se va a reconstruir el grupo en el exilio.
La organización de los Hermanos Musulmanes fue fundada en 1928 por Hassan Al Banna, un maestro de primaria que creía que la piedad y los valores islámicos podían ayudar a transformar al individuo, reformar la sociedad y, en última instancia, crear un Estado islámico.
Apelando a los egipcios desilusionados con las instituciones religiosas existentes en el país, críticos con el sistema político y enojados por la injerencia occidental en el mundo musulmán, la Hermandad creció como un movimiento de base con una intrincada red de escuelas, periódicos y servicios sociales.
A finales del siglo XX la Hermandad dominaba la sociedad civil en Egipto, convertida en una destacada fuente de oposición política, y con sucursales y afiliados en todo el mundo musulmán.
Tras la Primavera Árabe de 2011, en la que se produjeron levantamientos populares en varios países de Oriente Medio, la Hermandad llegó al poder en las primeras elecciones libres y justas celebradas en Egipto. Su partido político afiliado, el Partido Libertad y Justicia, obtuvo el mayor bloque parlamentario, y su candidato, Mohamed Mursi, fue elegido presidente. Sin embargo, en junio de 2013, la desilusión por la falta de avances políticos y los malos resultados económicos del país provocaron una amplia movilización popular contra la Hermandad. Un mes después, los militares derrocaron a Mursi.
Cuando los partidarios de la Hermandad salieron a la calle y exigieron la restitución del presidente elegido democráticamente, la policía y el ejército abrieron fuego contra los manifestantes. El 14 de agosto de 2013, las fuerzas de seguridad reprimieron brutalmente la sentada de protesta en la plaza de Rab’a, en el este de El Cairo, matando a más de 800 personas, en lo que Human Rights Watch calificó de probable crimen de lesa humanidad.
En algunos miembros de la Hermandad, la brutalidad de las fuerzas de seguridad despertó un deseo de venganza y justificó una respuesta violenta.
Para los líderes más veteranos, sin embargo, la violencia no resultaba una opción ni políticamente pragmática ni ideológicamente justificada. A falta de una visión clara de cómo responder a la crisis política, muchos miembros jóvenes se desilusionaron con la organización.
Para 2014, la Hermandad no solo estaba perdiendo miembros, sino que surgieron además otras dos líneas de fractura: la cuestión del liderazgo y la cuestión del exilio.
Las detenciones masivas provocaron un vacío de liderazgo que llevó a un nuevo grupo de miembros de rango intermedio a hacerse cargo de las actividades dentro de Egipto. Estos nuevos líderes adoptaron un tono más revolucionario y empezaron a actuar con independencia de los antiguos dirigentes. Las reivindicaciones paralelas de autoridad y las visiones divergentes sobre cómo responder a la represión política provocaron una escisión entre los llamados «líderes históricos» y los nuevos dirigentes.
En 2016 había ya, de hecho, dos Hermandades: el grupo original, bajo la dirección de Ibrahim Munir como guía adjunto que operaba desde el Reino Unido, y la llamada «Oficina General», bajo la nueva dirección. La Oficina General atrajo a muchos jóvenes revolucionarios, incluidas mujeres, pero el grupo contaba con muchos menos recursos, lo que hizo que acabara disipándose.
A través de entrevistas con miembros de la Hermandad pude saber que, con Munir ejerciendo de líder en el exilio, surgió un debate interno profundamente controvertido sobre la necesidad de reestructurar el movimiento y trasladar la toma de decisiones estratégicas a los líderes en el extranjero. Fuera de Egipto, la organización estableció consejos consultivos regionales en la mayoría de los Estados anfitriones con una presencia significativa de la Hermandad, sobre todo en Turquía.
Aunque esto permitió cierta apariencia de reconstrucción organizativa, algunos líderes siguieron insistiendo en que todas las decisiones importantes sobre la dirección, las tácticas y las estrategias de la Hermandad se tomaran dentro de Egipto.
Esta no es la primera vez que los Hermanos Musulmanes han estado a punto de ser destruidos por la represión gubernamental. En 1954, una facción militante de la Hermandad intentó supuestamente asesinar al primer ministro Gamal Abdel Nasser, lo que provocó una severa represión contra el grupo. La tortura y los abusos a los que se enfrentaron los miembros de la Hermandad en prisión inspiraron una nueva visión militante del activismo y llevaron a un pequeño grupo de miembros de la Hermandad a empezar a planear atentados contra funcionarios del gobierno. El gobierno descubrió estas células antes de que los planes fructificaran, lo que dio lugar a una segunda gran oleada de represión en 1965.
Pero las circunstancias en las que se encuentra hoy la Hermandad son diferentes a las de esos periodos pasados de represión. Ahora está más profundamente dividida que antes. Y, lo que es más importante, la represión actual se produce después de que el movimiento llegara al poder y tuviera la oportunidad de gobernar, pero finalmente fracasara.
El Barómetro Árabe, una red de investigación no partidista, muestra que desde 2013 los egipcios se muestran sistemáticamente escépticos ante el islam político expresado por la Hermandad, aunque la población siga siendo mayoritariamente religiosa. Para muchos de los jóvenes egipcios, la Hermandad no puede ofrecer ninguna solución a las dificultades económicas a las que se enfrenta el país, ni a las crecientes violaciones de los derechos humanos.
Ante estas divisiones internas y las difíciles circunstancias políticas, el camino no será fácil para la Hermandad. Como han admitido algunos de sus antiguos miembros, existe una tensión entre ser un movimiento social y ser un partido político.
La Hermandad sabe que, si bien muchos egipcios están de acuerdo con los valores religiosos del grupo, al mismo tiempo son profundamente críticos con sus ambiciones políticas.
Si la Hermandad quiere volver a ser una fuerza de cambio y atraer a una nueva generación de activistas islamistas, creo que necesita desarrollar una nueva visión y teoría de la agencia política que inspire tanto a los jóvenes en el exilio, que hablan el lenguaje de la inclusión, la diversidad y la revolución, como a los jóvenes de Egipto, hambrientos de libertad y oportunidades económicas.
Ioana Emy Matesan es Profesora Asociada de Gobierno en la Universidad de Wesleyan (EE UU), y centra su investigación en política contenciosa y en la política de Oriente Medio, con especial interés en la violencia política, la democratización y los movimientos islamistas. Ha realizado trabajos de campo en Egipto y en Indonesia, explorando por qué los grupos adoptan o abandonan las tácticas violentas, y cómo se produce el cambio táctico e ideológico dentro de los movimientos islamistas. En Wesleyan, Matesan imparte cursos de política comparada, política de Oriente Medio y terrorismo y cine.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 16/12/2022
Traducción del original en inglés: Muslim Brotherhood at the crossroads: Where now for Egypt’s once-powerful group following leader’s death in exile, repression at home?
Ibrahim Munir, líder de los Hermanos Musulmanes de Egipto, falleció el pasado 4 de noviembre en su exilio en Londres. Aunque la noticia generó pocos titulares en la prensa internacional, la muerte de Munir marca un momento crítico en la… Leer
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti.
Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado), los shabtis comienzan a aparecer en las tumbas de la clase pudiente desde finales del Reino medio (hacia 1700 a.e.c.) y se generalizan a partir del Segundo periodo intermedio (1650-1550 a.e.c.). Con el tiempo, llegará a haber un shabti para cada día del año o incluso más: en la tumba de Tutankamón aparecieron 414. Cuando son muchos, suelen guardarse en cajas de madera.
Su color verdeazulado y forma de momia hacen que se parezcan a Osiris, el dios de los muertos, el rey difunto que ha triunfado sobre la muerte y cuyo hijo, Horus, hereda el trono sobre la tierra de los vivos.
La primera referencia escrita que tenemos a estas figurillas apunta hacia otro lado. Se trata de la fórmula 472 de los Textos de los Ataúdes, que se conserva en dos ataúdes procedentes de Dayr el-Barsha, la necrópolis de la antigua Jemenu (Hermópolis), centro fundamental de creación de nuevos textos mortuorios durante el Reino Medio (2050-1650 a.e.c.). El título de la fórmula explica el objetivo de los shabtis, pero no su identidad: «Fórmula para hacer que los shabtis hagan el trabajo de su señor en la necrópolis».
A continuación, se indica que el oficiante (normalmente, el primogénito del difunto) habla a los dioses:
¡Miradlo bien, nobles, dioses, espíritus y muertos que estáis en el cielo y en la tierra! Ha recuperado su poder, se ha hecho con sus tronos y ha gobernado los rebaños (humanos) creados para este N (= el difunto) siguiendo la orden de los dioses.
Después, se dirige a cada shabti:
Si este N es reclutado para reparar canales, nivelar explanadas, patrullar las orillas o cultivar nuevos campos para el rey reinante, ‘¡Aquí estoy yo en su lugar!’ –le dirás a todo mensajero noble que venga contra este N–.
Por último, a todos los shabtis:
¡Tomad pues vuestros picos, azadas, azuelas y capazos, como hace todo el mundo para su señor! ¡Oh, shabtis! ¡Ayudad a este N! Si este N es reclutado para su servicio y le es penoso como le ocurre a todo el mundo, «¡Aquí estamos!» –diréis–. Si este N es reclutado para vigilar a un trabajador en el cultivo de nuevos campos, repoblar las orillas o transportar arena remando desde el oeste al este del río y viceversa, «¡Aquí estamos!» –le diréis respecto a ello–.
La fórmula acaba con unas instrucciones en el colofón: «Recitar sobre un dibujo del señor vivo hecho en tamarisco y azufaifo, colocado en la capilla del noble espíritu (es decir, el difunto)».
Lo primero que sorprende es que el texto es algo anterior a la aparición de los shabtis. Como es un texto antiguo es normal que use el término shabti, el más antiguo, que significa «trozo de madera», y no ushebti, que significa «el que responde», y que aparecerá mil años más tarde (dinastía XXI).
También es llamativo que el texto presente a los shabtis respondiendo ante las órdenes de reclutamiento por parte de los emisarios reales.
Por último, el texto parece ser un encantamiento que se recitaba sobre un dibujo del difunto, para que los shabtis reaccionasen cuando llegase su momento, tal como nos indica el colofón. Esto implica que los shabtis tenían que estar ya en esa época (dinastía XII) en alguna parte de la tumba. Pero no los encontramos hasta el final de esa dinastía.
La referencia a la pieza de madera cuadra bien con los primeros shabtis, que son palos de madera poco tallados, sin inscripción o con ella.
A veces colocados en sus propios ataúdes, se ha interpretado que eran sustitutos de los trabajadores del señor de la tumba, un recuerdo de aquellos que pudieron tener que enterrarse junto al rey al comienzo de la historia egipcia (dinastía I).
Sin embargo, el hecho de que estos palitos de madera den paso a las figuras mumiformes de fayenza verdeazulada y similares podría hacer pensar que los shabtis son, propiamente, los elementos del ajuar funerario que tienen la función de sustituir al difunto en los trabajos reales. Cumplirían un papel parecido a las sandalias, por ejemplo, un artículo frecuente en los enterramientos que sirven al difunto para caminar por el otro mundo y que deben activarse mágicamente.
Los shabtis se transforman en trasuntos del difunto, sus avatares. Son figuras que imitan al difunto, identificado con Osiris, con la forma de este y el nombre de aquel, como indica la forma de tratamiento del difunto omnipresente en los Textos de los Ataúdes: «Este osiris N» (siendo N el nombre del difunto en cuestión y «Osiris», una forma de tratamiento, como si dijéramos «señor difunto»).
Da la impresión de que, por medio de la repetición (un shabti para cada día) y de la imitación (todos los shabtis son como el difunto), se pretendía engañar a esos emisarios reales para que pensaran que el propio difunto estaba cumpliendo con sus obligaciones para con el rey.
Al igual que en vida, quien tenía sus propios trabajadores estaba exento de sus obligaciones, y también podía construirse una tumba con, entre otras cosas, numerosos shabtis.
Carlos Gracia Zamacona, doctor en Egiptología por la École Pratique des Hautes Études (París), es investigador en la Universidad de Alcalá (Madrid), donde también enseña egipcio medio y hierático. Dirige el proyecto Earlier Ancient Egyptian Mortuary Texts Variability del programa Atracción de Talento de la Comunidad de Madrid.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/8/2022
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti. Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado),… Leer
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en 3D, el artista gráfico chipriota Panagiotis Constantinou está logrando ‘devolver a la vida’ a decenas de personajes históricos, y mostrarlos tal y como podrían ser realmente si nos los cruzásemos por la calle hoy en día. El resultado puede ser más o menos científico, pero resulta, ciertamente, espectacular.
Sus creaciones, compartidas en forma de vídeos en su canal de YouTube, donde tiene unos 50.000 seguidores, incluyen grandes figuras de la historia, hombres y mujeres, en una larga lista que abarca desde el Antiguo Egipto hasta los más importantes científicos del Renacimiento, pasando por emperadores romanos, filósofos griegos, monarcas españoles, ingleses y polacos, zares rusos, conquistadores… Hay también espacio para un enfoque menos eurocéntrico, con algunos rostros de la India, Filipinas o de nativos norteamericanos, e incluso para personajes anónimos.
Según publicó el diario griego Proto Thema, Constantinou, «tras reconstruir muchos de los rostros famosos del pasado, se dio cuenta de que no eran tan diferentes a los de alguien que podría encontrar caminando por la Atenas o la Roma actuales».
El artista asegura que la recepción de su trabajo ha sido «abrumadoramente positiva», pero reconoce que ha recibido también «comentarios negativos de extremistas en ambos lados del espectro político». En la información de su canal de YouTube deja claro que se trata de «un lugar para personas de mente abierta y con visión de futuro que aman la historia». «Por favor, nada de racismo, fanatismo religioso o nacionalismo», añade.
A continuación, algunos de los trabajos que Constantinou dedica al Antiguo Egipto y a otras civilizaciones de Oriente Medio, realizados, según explica, «en un esfuerzo por separar los mitos y los conceptos erróneos de la realidad».
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en… Leer
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.
Si va en coche al sur de El Cairo (Egipto) y se deja guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, el edificio en pie más antiguo del mundo, es muy probable que encuentre la enigmática necrópolis de Saqqara, cuyo gran momento ha llegado, transcurridos unos 5.000 años desde su gran esplendor.
Este complejo de pirámides, tumbas y catacumbas, que yace bajo una densa capa de arena sahariana acumulada durante milenios, guarda los secretos de miles de años de ceremonias religiosas y funerarias egipcias. Estamos ante un periodo que se extiende desde la Primera Dinastía hasta el período Helenístico o grecorromano. Los hallazgos más interesantes son el templo funerario de la reina Nearit, la mujer del faraón Teti, numerosos pozos funerarios, y cientos de ataúdes y momias acompañadas de numerosas estatuas, estelas, juguetes, maquetas de barcos funerarios y máscaras de momia que datan del Imperio Nuevo.
Los arqueólogos confirman la existencia en la necrópolis de numerosos talleres para producir ataúdes y otros objetos funerarios, y para realizar las tareas de momificación. Sin embargo, recibir sepultura en Saqqara no era solo privilegio de los faraones o de los altos funcionarios. Allí también se enterraban animales, y muchos. Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos, toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como los ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus), asociados para su desgracia con Thoth, el dios de la sabiduría y la escritura.
Un cálculo aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara y probablemente todos son ibis sagrados africanos. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el periodo grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de 10.000 al año. Se cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna al Gebel de Hermópolis. Unas cifras tan enormes invitan a pensar que alguna vez Egipto debió producir ibis a escala industrial.
A razón de 10.000 ofrendas anuales, la presión sobre la población de ibis sagrados del área de Saqqara habría sido masiva y, en unos pocos años, la captura de ejemplares silvestres se habría convertido en insostenible. Aunque los ibis vivos bien pudieran haberse importado de todo Egipto e incluso de más lejos, la avicultura local se antoja una alternativa mejor para asegurar un suministro continuo.
Pero, ¿podrían haberse criado ibis como si fueran aves de corral? ¿Cómo? Ciertamente, no faltan pruebas de que los animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios para fines religiosos. Incluso los sacerdotes criaron cocodrilos cerca de algunos lugares sagrados.
La reproducción y la cría de miles de ibis al año para una ceremonia fúnebre –que quizás se celebraba solo una vez cada doce meses– sería una enorme tarea. Aunque supongamos que prosperaran cuatro huevos como media, teniendo en cuenta que producen entre dos y cinco huevos al año, habría que criar en cautiverio 2.500 parejas (es decir, 5.000 aves parentales) y atender a un total de 15.000 aves hambrientas.
En realidad, los ibis sagrados son bastante fáciles de criar en cautiverio. Si se les quitan los huevos para que sean incubados, por ejemplo, por gallinas, o se les arrebatan los polluelos, pondrán de nuevo hasta tres veces al año. Así que de mil parejas pueden obtenerse unos 10.000 polluelos anuales. Aunque así fuera, la empresa requeriría disponer de corrales para 11.000 ibis en total, además de las gallinas que servirían de madres adoptivas.
Debido a la enorme escala de la industria de las momias de ibis, muchos egiptólogos han asumido que, como hacían con los guacamayos sagrados los indígenas de Chaco Canyon, Nuevo México, estas aves fueron criadas en grandes granjas centralizadas.
Sin embargo, hasta ahora en ninguno de ambos casos se ha descubierto evidencia física de instalaciones que pudieran haber albergado una empresa de ese tamaño.
Algunas fuentes documentales del antiguo Egipto apuntan hacia la existencia de grandes explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por ejemplo, el Archivo de Hor –que recoge los escritos de un sacerdote que trabajó en las galerías de Saqqara donde se encerraba a los ibis– recoge la cantidad de comida que se requería para alimentar a 60.000 ejemplares y habla de un portero cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.
La genética está en contra de la idea de una cría masiva de aves domesticadas. A diferencia del ADN nuclear, que es transmitido tanto por la madre como por el padre, el ADN mitocondrial es transmitido solo por la madre. Esto significa que no se mezcla de generación en generación. Si los egipcios hubieran criado los ibis en granjas, la endogamia habría provocado que su ADN mitocondrial se asemejara cada vez más a lo largo del tiempo.
Por el contrario, el análisis comparado de genomas mitocondriales completos de momias de ibis sagrados indica que la diversidad mitogenómica entre las momias y la que se encuentra en las poblaciones silvestres modernas de toda África es muy similar. Si en los ibis rituales no aparece la característica endogamia con escasa variabilidad genética típica de las aves criadas en las granjas modernas, eso significa que no fueron criados en cautividad el tiempo suficiente como para que pudieran reproducirse.
Dada la enorme cantidad de los ibis sacrificados, es seguro que el negocio asociado a los rituales funerarios no podía depender de la estacionalidad del suministro, sino que los proveedores acorralaban a los ejemplares silvestres durante el tiempo transcurrido entre la llegada de las aves capturadas y el momento en que eran sacrificadas y sepultadas.
¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la respuesta, es difícil sustraerse a la ironía de que, en el Egipto moderno, ni un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. La nueva investigación del ADN quizás puede ayudar a responder la pregunta de por qué el ibis sagrado africano finalmente se extinguió en Egipto a mediados del siglo XIX. Hasta ahora, los investigadores han presumido que los ibis sagrados, que disfrutan de los humedales pantanosos, podrían haber desaparecido a medida que el clima de Egipto se volvió más seco con el tiempo.
La pérdida de hábitat no puede ser la única respuesta ya que, como hacen las cigüeñas o las gaviotas, los ibis se adaptan y recurren a los vertederos para alimentarse. La extinción de los ibis del Nilo forma parte de un rompecabezas más grande que implica las interacciones entre humanos y animales y su impacto en el medio ambiente.
Manuel Peinado Lorca es catedrático de Biología Vegetal en la Universidad de Alcalá (Departamento de Ciencias de la Vida), e investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/2/2021
Si va en coche al sur de El Cairo (Egipto) y se deja guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, el edificio en pie más antiguo del mundo, es muy probable que encuentre la enigmática necrópolis de Saqqara, cuyo… Leer
Construcciones levantadas aún con ladrillos de adobe, una agricultura preindustrial, técnicas ancestrales de tejido, el río como elemento central de la cultura y la sociedad… Cuando hace casi cien años Harry Burton –«el fotógrafo de los faraones»–, y Albert Lythgoe, fundador del Departamento de Arte Egipcio del Museo Metropolitano de Nueva York (MET), filmaron la película Vida cotidiana en Egipto (sobre estas líneas), el Valle del Nilo, eminentemente rural y con una población mucho menor que la actual, ofrecía un aspecto que para muchos viajeros occidentales debía de parecerse mucho a lo que habrían esperado encontrar en el Egipto faraónico.
Publicado originalmente en 1925 y rescatado recientemente con motivo del 150 aniversario del MET, el cortometraje fue una de las primeras películas realizadas por el Museo. Pese a lo forzadas que a ojos de hoy resultan las comparaciones entre el Egipto de principios del siglo XX y el de hace 3.500 años, y a pesar también de que apenas se muestra el legado de siglos de islamización y arabización que constituye la esencia contemporánea del país, la extraordinaria nitidez de las imágenes hacen que siga siendo un documento fascinante.
No menos interesante es, también, la vida del propio Harry Burton, el autor, junto con Lythgoe, de la película.
En 1914 Burton, un egiptólogo y fotógrafo británico que llevaba cuatro años trabajando en el Valle de los Reyes (dirigió, entre otras, excavaciones en la tumba de Ramsés II), fue contratado como miembro de la Sección Gráfica del MET para registrar las distintas excavaciones que estaba llevando a cabo el Museo en Egipto.
Como cuentan en un ensayo sobre su figura Catharine H. Roehrig y Malcolm Daniel, de los departamentos de Arte Egipcio y Fotografía, respectivamente, del MET, la labor de Burton consistía en tomar imágenes de la evolución de los trabajos y del interior de las tumbas, documentando además todo lo que se iba descubriendo. Pronto se ganó la reputación de ser el mejor fotógrafo arqueológico de su tiempo.
No es de extrañar, por tanto, que Howard Carter solicitase sus servicios al Metropolitan en cuanto descubrió la tumba de Tutankamón, en 1922. Las increíbles fotos que hizo Burton en el interior del sepulcro han quedado para la historia.
Entre 1914 y su muerte (en Egipto) en 1940, Burton produjo e imprimió más de 14.000 negativos de vidrio, la mayoría de los cuales se encuentran en los archivos del Museo neoyorquino. Es el gran tesoro del MET para los egiptólogos, un registro de valor incalculable para arqueólogos e historiadores y, a menudo, una extraordinaria propuesta estética, ya que, pese a que su misión era fundamentalmente documental, Burton solía configurar su cámara y las luces que empleaba con un sentido marcadamente artístico y muy evocador.
Con la idea de que el uso de las últimas tecnologías podría ser de utilidad a la hora de presentar al público sus excavaciones, el Museo compró en 1921 una cámara de cine que llegaría a Luxor un año después. Según señalan Roehrig y Daniel, Burton aprendió a utilizar la cámara por sí mismo y, en 1924, viajó a Hollywood para estudiar el modo en que los grandes estudios resolvían los problemas de iluminación (ese año se estrenó, por ejemplo, El ladrón de Bagdad, de Raoul Walsh, con Douglas Fairbanks).
Por recomendación de Burton, el MET acabó comprando dos lámparas de arco, que resultaron muy útiles para fotografiar el interior de las tumbas, al menos, cuando se podía encontrar una fuente fiable de electricidad. No obstante, Burton filmó la mayor parte de su material al aire libre, bajo la cegadora luz del sol del desierto, y en unas condiciones en las que de poco le sirvió lo que había aprendido en Hollywood.
Mientras, Albert Lythgoe, el responsable del Departamento de Arte Egipcio del MET, había decidido que, además del archivo puramente arqueológico, las escenas de la vida cotidiana en Egipto serían igualmente valiosas, tanto para las conferencias que organizaba el Museo en Estados Unidos, como para su fondo gráfico.
Al igual que Burton, Lythgoe aprendió a usar las cámaras de cine y, entre 1922 y 1925, ambos grabaron más de 13 horas de película en Egipto. Entre ellas, el documental que ahora rescata el Museo, un siglo después.
Más información:
» Daily Life in Egypt: Ancient and Modern, 1925 (MET, vídeo)
» Harry Burton (1879–1940): The Pharaoh’s Photographer (MET)
» Tutankhamun: Anatomy of an Excavation, The Howard Carter Archives: Photographs by Harry Burton (The Griffith Institute)
» Photographing Tutankhamun: How the Camera Helped Create “King Tut” (Harvard Museum of the Ancient Near East, vídeo)
» Albert Lythgoe (Wikipedia)
Construcciones levantadas aún con ladrillos de adobe, una agricultura preindustrial, técnicas ancestrales de tejido, el río como elemento central de la cultura y la sociedad… Cuando hace casi cien años Harry Burton –«el fotógrafo de los faraones»–, y Albert Lythgoe,… Leer
En febrero de 2020, cuando regresaba a El Cairo para visitar a su familia, Patrick Zaky, un estudiante de máster en la Universidad de Bolonia, fue arrestado por las autoridades egipcias. Zaky, un investigador de derechos de género que trabaja para la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales (EIPR, por sus siglas en inglés), fue detenido por cargos que incluían «difundir noticias falsas» e «incitación a la protesta». Su abogado, Wael Ghally, afirmó que fue «golpeado y torturado». Diez meses después, sigue en prisión, a la espera de la audiencia previa al juicio.
Posteriormente, después de una reunión con 13 embajadores y diplomáticos europeos sobre la situación de los derechos humanos en Egipto, otros tres miembros del personal de la EIPR fueron detenidos, entre el 15 y el 19 de noviembre. El director administrativo de la EIPR, Mohamed Basheer; su director ejecutivo, Gasser Abdel Razek; y su director de justicia penal, Karim Ennarah, fueron acusados de «terrorismo» y «difusión de noticias falsas».
Aparentemente, recibieron un tratamiento de castigo. Fueron recluidos en régimen de aislamiento en la prisión de máxima seguridad de Tora Liman, sin contacto con el mundo exterior. A Basheer también se le negó el contacto con sus abogados, y su detención se renovó en secreto, tres días antes de la fecha prevista para la audiencia. A Abdel Razek lo afeitaron a la fuerza, lo dejaron sin calefacción ni ropa de invierno, y lo obligaron a dormir sobre una fría tabla de metal sin una manta. Todos ellos fueron añadidos al llamado Caso 855/2020, que incluye a muchos destacados defensores de los derechos humanos, periodistas y académicos, como Mohamed Al Baqer, Mahinour Al Masry, Islam Mohamed, Solafa Magdy y Hazem Hosny.
El 1 de diciembre se congelaron los activos de la EIPR y los tribunales se negaron incluso a escuchar las pruebas en contra de su clasificación como organización «terrorista».
Después de una gran protesta internacional, con políticos, diplomáticos y hasta celebridades pidiendo la liberación del personal de la EIPR, las autoridades egipcias liberaron repentinamente a Abdel Razek, Ennarah y Basheer en la noche del 3 de diciembre. Sin embargo, Zaky, como muchos otros acusados en el Caso 855/2020, permanece en prisión y, según diversas informaciones, su detención fue renovada por otros 45 días a principios de este mes por un tribunal de El Cairo. Las condiciones de la audiencia fueron excepcionalmente brutales incluso para los estándares egipcios: alrededor de 700 personas asistieron a una sesión en la que se escucharon hasta 50 casos. Según se informó, fueron obligados a esperar 12 horas sin acceso a alimentos, agua o servicios sanitarios, en una situación que afectó asimismo a niños muy pequeños nacidos bajo custodia.
Mientras, aunque han sido puestos en libertad, no se han retirado los cargos que pesan sobre el resto de los miembros de la EIPR, cuyos bienes personales permanecen congelados. Merece la pena señalar también que Abdel Razek, Ennarah y Basheer fueron liberados directamente de la prisión de Tora, un procedimiento inusual, ya que normalmente los prisioneros son trasladados primero a una comisaría de policía, antes de ser puestos en libertad. Esto sugiere que la liberación podría haber sido una intervención directa del presidente egipcio, Abdel Fatah Al Sisi, unos días antes de su visita a París el 7 de diciembre para «fortalecer la cooperación» con el presidente francés, Emmanuel Macron.
Muchos creen que la liberación de estos detenidos fue una medida cosmética para socavar la campaña de solidaridad internacional, allanar a Francia el camino para la reunión, y dejar en evidencia a los pocos gobiernos europeos que mencionaron, tímidamente, los derechos humanos, como aprovechó para recordar el propio Sisi durante su conferencia conjunta con Macron. A cambio, el presidente francés, facilitó lo que Sisi llamó «construcción de civilización», al negarse a imponer condiciones relacionadas con los derechos humanos a los acuerdos para la venta de armas francesas a Egipto, dando así a Sisi, en la práctica, carta blanca para el terrorismo de estado.
Por desgracia, ni las detenciones de los miembros de la EIPR ni la cooperación de Francia con Egipto son una sorpresa. Se trata, sencillamente, del último capítulo de una situación cuyo patrón se ha venido repitiendo durante los últimos seis años: el régimen represivo de Sisi se ha fortalecido gracias al apoyo ‘pragmático’ europeo y a un enfoque permisivo con respecto al terrible historial de violaciones de los derechos humanos de Egipto.
Desde que llegó al poder en 2013, Sisi ha ido reduciendo el espacio político y civil de Egipto, hasta el punto de que los egipcios se quejan con frecuencia de que si respiran en la dirección equivocada corren el riesgo de ser detenidos y ‘desaparecidos’ en el sistema judicial del país, una pesadilla en la que los juicios masivos, los cargos falsos y la corrupción son la norma.
Además, ha ampliado el control del gobierno sobre el poder judicial y el proceso político: «dañar la unidad social basada en la paz», «alterar el orden público» y «obstruir la labor de las autoridades» entran ahora dentro de la definición legal de «terrorismo». Y el uso que se ha dado a estas herramientas es escalofriante. El régimen ha perpetrado asesinatos en masa, incluyendo 3.185 personas presuntamente asesinadas por las fuerzas de seguridad desde julio de 2013, entre ellas, las al menos 900 que murieron en la masacre de Rabaa en agosto de 2013. Ha dictado cada vez más sentencias de muerte preliminares, impuestas a 2.433 personas (a 1.884 de ellas en juicios masivos), incluidos 11 niños. Y al menos 766 detenidos han muerto estando bajo custodia, por tortura, negligencia o asesinato directo. Esas son las cifras conocidas; las reales son, probablemente, mucho peores. Lo que es seguro es que el régimen de Sisi está tan aterrorizado por la disidencia que está exprimiendo la vida de los egipcios.
Las atroces violaciones de los derechos humanos en Egipto constituyen una bofetada cada vez más pública para la UE. La última advertencia severa, al más puro estilo de la mafia, se produjo como reacción a una mera reunión sobre derechos humanos con figuras del gobierno europeo, y el mismo día en que la UE publicó su «Plan de acción para los derechos humanos y la democracia 2020-2024». Sin embargo, la reacción del bloque revela el callejón sin salida de su estrategia actual: sus gobiernos se limitaron a emitir declaraciones de «profunda preocupación», y solo después de una importante campaña internacional. Desde entonces, las delegaciones europeas han continuado operando con normalidad: el embajador danés disfrutó de un plato de koshari con los medios estatales de Egipto, el embajador noruego celebró las nuevas relaciones comerciales ecológicas, y el Reino Unido firmó su asociación económica estratégica con Egipto. La propia UE celebró una reunión para el fortalecimiento de las relaciones con una serie de países entre los que se encontraba Egipto, a pesar de que los abusos contra los derechos humanos del régimen de Sisi han sido descritos como peores incluso que los del expresidente Mubarak.
Aprovechando la ‘crisis de los refugiados’ de Europa y los ataques terroristas, Sisi convenció a Bruselas y a los estados miembros clave de que su fuerza era el último bastión contra el terrorismo islamista y ante la ‘avalancha’ de migrantes. Ninguna de estas cosas es cierta: hay pocas señales de radicalización violenta en Egipto, y el país no es una ruta de migración importante. De hecho, la evidencia muestra que la represión sistemática aumenta significativamente las posibilidades de radicalización, y que el empobrecimiento y la represión alimentan el deseo de emigrar. Sisi ha desestabilizado Egipto, haciéndolo más precario y transformándolo, en la práctica, en un «sumidero de inseguridad».
Sin embargo, con el fin de parecer duros a nivel nacional en cuestiones de seguridad e inmigración, y motivados por intereses económicos relacionados con préstamos, inversiones y el incremento de la venta de armas, los líderes europeos han caído de buen grado en la trampa mortal de Sisi. Estas opciones se han presentado públicamente como un sacrificio de los valores fundamentales de la UE, ante la necesidad de estabilidad y seguridad. Y, si bien es cierto que esas decisiones pueden favorecer los intereses comerciales de las empresas europeas, no ocurre lo mismo con el interés nacional. De hecho, al contribuir al empobrecimiento y a la represión, los gobiernos europeos están incrementando la inseguridad, actuando directamente contra ese interés nacional.
Los gobiernos europeos deberían reconocer las grietas que presenta su estrategia actual. Hay muchas formas en las que podrían adoptar una postura clara contra Sisi, desde convocar a los embajadores de Egipto o retirar los suyos de El Cairo, hasta establecer un consejo de derechos humanos para el país en el próximo 46º Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, o suspender los compromisos de «lucha contra el terrorismo». También podrían hablar públicamente contra el régimen, o añadir e implementar condiciones relacionadas con los derechos humanos a las relaciones económicas con Egipto, incluyendo el comercio de armas. La UE podría también utilizar las recientemente aprobadas «sanciones Magnitsky» para prohibir los viajes y congelar los activos europeos de Sisi, su ministro del Interior y el director de la prisión de Tora.
A principios de esta semana, Sisi fue recibido en Francia con un desfile de caballería por París. Lo que habría que hacer ahora, sin embargo, es retirar la alfombra roja y aprender.
Andrea Teti es profesor titular de Política y Relaciones Internacionales y director científico del Proyecto de Transformaciones Árabes en la Universidad de Aberdeen, y miembro del Centro Europeo de Asuntos Internacionales con sede en Bruselas. En Twitter: @a_teti.
Vivienne Matthies-Boon es profesora adjunta de Relaciones Internacionales de Oriente Medio en la Universidad de Amsterdam. Su trabajo se centra especialmente en el trauma político que sufren los activistas dentro y fuera de Egipto. Sus escritos pueden encontrarse en academia.edu.
Publicado originalmente en openDemocracy bajo licencia Creative Commons el 11/12/2020
Traducción del original en inglés: Dancing with the devil: how the EU is complicit in Egypt’s brutal regime
En febrero de 2020, cuando regresaba a El Cairo para visitar a su familia, Patrick Zaky, un estudiante de máster en la Universidad de Bolonia, fue arrestado por las autoridades egipcias. Zaky, un investigador de derechos de género que trabaja… Leer
Las autoridades de Egipto reabrieron al público el pasado 5 de marzo la pirámide escalonada de Zoser, considerada la más antigua del país, después de unos trabajos de restauración que se han prolongado durante 14 años y cuyo coste ha alcanzado los 6,6 millones de dólares, según informó el primer ministro egipcio, Mustafa Madbouli.
La pirámide, construida hace unos 4.700 años y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, tiene una altura de cerca de 60 metros y domina la gran necrópolis de Saqqara, al sur de El Cairo, en la antigua capital de Memfis. Prototipo de las pirámides de Guiza y de las restantes pirámides egipcias, se cree que pudo haber sido construida bajo la dirección de Imhotep, el primer arquitecto e ingeniero de nombre conocido de la historia.
«Hemos completado la restauración de la primera y más antigua pirámide en Egipto, la del rey Zoser, el fundador del Antiguo Reino», anunció el ministro egipcio de Antigüedades y Turismo, Khaled el Enany, en declaraciones recogidas por la agencia AFP. «Es el primer edificio del mundo hecho completamente de piedra», recalcó.
Tras los considerables daños causados en el interior de la pirámide por el gran terremoto que sacudió El Cairo en 1992, los trabajos de renovación comenzaron en 2006, pero se interrumpieron en 2011, en el contexto de la revolución que acabó derrocando al presidente Hosni Mubarak, y de la gran crisis del sector turístico que vivió Egipto como consecuencia de la agitación social que vivió el país.
Las obras se reanudaron en 2013, pero un año después se vieron envueltas en la polémica, cuando los medios egipcios informaron de que la pirámide había sido dañada durante los trabajos, y varias ONG egipcias aseguraron que la fachada original del monumento había sido alterada.
Según explicó Enany, después de las críticas de los expertos de la UNESCO, los trabajos se llevaron a cabo de conformidad con las normas del organismo de la ONU y «en 2018 la UNESCO nos dio informes positivos».
Egipto ha promocionado una avalancha de hallazgos arqueológicos en los últimos años, con la esperanza de impulsar su sector turístico. El año pasado, las autoridades revelaron un cementerio de 4.500 años de antigüedad cerca de las pirámides de Guiza, repleto de coloridos ataúdes de madera y estatuas de piedra caliza. Y en noviembre de 2018, el Ministerio de Antigüedades anunció el descubrimiento de siete sarcófagos, algunos de más de 6.000 años, en una zona situada al borde del complejo piramidal de Saqqara.
Egipto recibió en 2018 un total de 11,3 millones de turistas, frente a los 5,3 millones de 2016.
La pirámide del rey Zoser (o Dyeser) formaba parte de un complejo para celebraciones rodeado por un muro pétreo, que albergaba un templo y varios edificios de carácter simbólico, la mayoría macizos, no accesibles, con un amplio patio ceremonial y un intrincado sistema de galerías subterráneas y almacenes. Hasta su construcción, las tumbas reales consistían en cámaras subterráneas cubiertas por una estructura de adobe en forma de pirámide truncada llamada mastaba.
La pirámide está construida en piedra y consiste en seis enormes mastabas, una encima de otra, en lo que fueron cinco revisiones y desarrollos del plan original. La primera mastaba, de base cuadrada, tiene 63 metros de lado y 8 de altura, y está considerada el primer monumento erigido en el Antiguo Egipto utilizando piedra tallada.
La cámara funeraria del rey se encuentra en el centro de la pirámide, en el fondo de un pozo de 28 metros de profundidad y siete de anchura. Se construyó en granito y se revistió con yeso. Fue sellada con varios bloques de granito que suman un peso total de 3.500 kilos, colocados como un puzle. El arquitecto y egiptólogo francés Jean-Philippe Lauer, que comenzó a restaurar el complejo en 1932, encontró restos de una momia que fueron datados en una época cientos de años posterior.
Más información y fuentes:
» Egypt reopens Djoser pyramid after 14-year restoration (AFP)
» Egypt reopens Djoser pyramid – in pictures (The Guardian)
» U.N. Agency Investigating Claims of Damage to Ancient Pyramid (Time)
Las autoridades de Egipto reabrieron al público el pasado 5 de marzo la pirámide escalonada de Zoser, considerada la más antigua del país, después de unos trabajos de restauración que se han prolongado durante 14 años y cuyo coste ha… Leer
El expresidente de Egipto Hosni Mubarak falleció este martes a los 91 años en un hospital de El Cairo, después de permanecer varias semanas en cuidados intensivos tras una operación por un problema intestinal. Mubarak gobernó el país, de forma dictatorial y apoyado por Occidente, desde 1981, cuando asumió el poder tras el asesinato de su predecesor Anuar al Sadat en un atentado, hasta febrero de 2011, cuando se vio forzado a abandonarlo en medio de las manifestaciones masivas contra su gobierno, en el marco de la llamada ‘primavera árabe’.
En abril de 2011 fue detenido por la represión y muerte de manifestantes durante las revueltas. Condenado inicialmente a cadena perpetua un año después, un tribunal de apelación ordenó la repetición del juicio. Mubarak fue absuelto en el segundo proceso y puesto finalmente en libertad en marzo de 2017. También fue condenado, junto a sus dos hijos, a tres años de cárcel en una causa por corrupción, una pena que cumplió en régimen de prisión preventiva.
El expresidente había hecho su última aparición pública en diciembre de 2018, cuando testificó en un juicio contra su sucesor, el islamista Mohamed Mursi, quien falleció el año pasado durante una comparecencia ante un tribunal. A principios de este mes de febrero, su nieto Omar Alaa Mubarak publicó en Instagram una imagen en la que podía verse al exdictador, ya muy desmejorado.
Durante años, los diferentes gobiernos de Estados Unidos proporcionaron al régimen de Mubarak miles de millones de dólares en ayuda militar, reforzando su papel de «baluarte» contra el terrorismo en la región, así como el papel clave de Egipto en la llamada «paz fría» con Israel. Mubarak se convirtió para las potencias occidentales en un líder en el que se podía confiar para mantener sus intereses en la zona.
Mientras, en Egipto crecía la corrupción en el seno del régimen, al tiempo que un ejército cada vez más poderoso actuaba, de hecho, como la primera empresa del país gracias a contratos millonarios, y el lujoso tren de vida del propio Mubarak y su familia contrastaba cada vez más con la pobreza de buena parte de la población. Egipto se transformó en un estado policial paranoico, apoyado por una red de negocios militares en expansión y empresarios corruptos. Políticos y activistas eran encarcelados sin juicio, se establecieron centros de detención clandestinos, y universidades, mezquitas y periódicos fueron cerrados por sus posiciones políticas.
Embed from Getty ImagesImagen tomada durante la segunda cumbre afroárabe, en Sirte, Libia, en 2010, en la que aparecen, de izquierda a derecha, los entonces líderes de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali (muerto en el exilio en Arabia Saudí en 2019); Yemen, Ali Abdalá Saleh (asesinado por rebeldes huthíes en Saná en 2017); Libia, Muammar al Gadafi (asesinado tras ser capturado por los rebeldes en Libia en 2011); y Egipto, Hosni Mubarak (fallecido en un hospital de El Cairo el 25 de febrero de 2020). Foto: Khaled Desouki / AFP / Getty Images
El relajamiento de algunos de los elementos más draconianos del régimen permitió a los islamistas obtener escaños en el parlamento egipcio como independientes en 2005, y abrió la mano a una libertad de prensa limitada, pero no pudo detener la creciente ola de descontento que culminaría en la revolución de 2011.
En febrero de ese mismo año, después de la caída de Mubarak, se calculó que la riqueza personal de su familia era de más de 40.000 millones de dólares, obtenidos principalmente mediante contratos militares realizados durante el tiempo de Mubarak en la fuerza aérea. Otras informaciones elevaban la cantidad a 70.000 millones, fruto de actividades comerciales ilegítimas, corrupción y sobornos.
Mubarak concedió una entrevista en febrero de 2014, tres años después de su derrocamiento, en la que expresó su apoyo al entonces ministro de Defensa y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, y hoy presidente del país tras un golpe de Estado, y con maneras igualmente represivas, Abdelfatah al Sisi. Mubarak dijo entonces que Al Sisi estaba trabajando para restaurar la confianza del pueblo en el gobierno: «La gente le quiere», aseguró.
El expresidente de Egipto Hosni Mubarak falleció este martes a los 91 años en un hospital de El Cairo, después de permanecer varias semanas en cuidados intensivos tras una operación por un problema intestinal. Mubarak gobernó el país, de forma… Leer
Una investigación llevada a cabo por el arqueólogo e ingeniero estadounidense Glen Dash, y publicada en The Journal of Ancient Egyptian Architecture, ha revelado uno de los muchos interrogantes que esconden las pirámides de Guiza, en Egipto: su casi perfecta alineación.
Según explica Dash en su trabajo, la disposición de las tres famosas construcciones (en línea recta y siguiendo las tres estrellas del cinturón de Orion, con un desvío en la actualidad de tan solo cuantos grados, pero correcta cuando fueron construidas), y el hecho de que sus caras miren a los puntos cardinales, se debe a que los antiguos egipcios las levantaron tomando como referencia el equinoccio de otoño.
En concreto, habrían utilizado un instrumento de la época conocido como gnomon (semejante a un reloj solar) para ir marcando los puntos que iba recorriendo la sombra proyectada por el sol, a medida que transcurría el equinoccio, y hasta acabar trazando un arco perfecto. A continuación, unieron dos de esos puntos y trazaron una línea recta, sobre la que levantaron las pirámides.
Las pirámides de Guiza han alimentado a lo largo de la Historia todo tipo de especulaciones, muchas de ellas más cercanas a la fantasía o a la ciencia ficción que a la ciencia real, e incluyendo la de que fueron levantadas por alguna avanzada civilización extraterrestre. Sin embargo, los datos que sí se conocen en torno a estas magnificas construcciones funerarias (varios de ellos, descubiertos recientemente), son ya de por sí suficientemente sorprendentes, sin necesidad de tener que acudir a teorías esotéricas. A continuación, cinco de los más llamativos.
El tamaño de las pirámides de Guiza (nombre genérico que se da a las tres grandes pirámides —la de Keops, la de Kefrén y la de Micerinos— construidas por los antiguos egipcios hace unos 4.500 años en la necrópolis del mismo nombre, a las afueras de la actual ciudad de El Cairo) supone el primer desafío a la hora de entender cómo es posible que fuesen levantadas, dada la primitiva tecnología de la época. Las pirámides son realmente masivas.
Solo la pirámide de Keops, conocida también como Gran Pirámide, la más antigua y mayor de todas, y la única de las siete maravillas del mundo clásicas que aún perdura, está construida con unas 170.000 toneladas de piedra caliza, más de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio de dos toneladas y media por bloque (si bien algunos de ellos llegan a pesar hasta 60 toneladas), que tuvieron que ser movidos cada día durante al menos 20 años. Para ello habrían sido necesarios, de acuerdo con los cálculos de los arqueólogos, en torno a 10.000 obreros, una décima parte de los 100.000 que describió el historiador griego Herodoto después de visitar Egipto en el año 450 a. C., pero aún así un número espectacular.
Se cree que originalmente la Gran Pirámide estaba recubierta además por unos 27.000 bloques de piedra, y que permaneció así hasta principios del siglo XIV, cuando un terremoto desprendió parte del revestimiento calizo. Posteriormente, los turcos otomanos utilizaron ese revestimiento para la construcción de diversas edificaciones en El Cairo. La pirámide, cuya altura actual es de 136,86 metros, llegó a medir más de 146 metros, y fue la construcción más alta del mundo hasta que en el siglo XII se levantó el chapitel de la Catedral de Lincoln, en el Reino Unido, con una altura original de 160 metros (se derrumbó en 1239).
La base de la pirámide de Keops equivale a la superficie de ocho campos de fútbol, y para poder rodearla hay que caminar en torno a un kilómetro. Su altura equivale a un edificio moderno de 40 pisos.
… O al menos no todos los obreros que participaron en su construcción eran esclavos, sino hombres libres asalariados. Así lo demostraría el descubrimiento, hecho público en 2010, de una serie de tumbas de trabajadores junto a las propias pirámides, algo que, según explicaron los arqueólogos egipcios que las hallaron, nunca habría sido posible de tratarse de esclavos.
Las tumbas, de 2,74 metros de profundidad, alojaban 12 esqueletos perfectamente conservados. Los huesos fueron encontrados en posición fetal, con la cabeza hacia el oeste y los pies hacia el este, según las antiguas creencias egipcias. En las fosas también había vasijas que alguna vez contuvieron cerveza y pan. Las fosas pertenecen, en concreto, a los trabajadores que construyeron las pirámides de Jufu (Keops) y Jafra (Kefrén), edificadas entre los años 2609 y 2584 a.C., respectivamente.
Según explicaron las autoridades egipcias, estos obreros recibían un salario por su trabajo, una evidencia que demostraría que no eran esclavos. «Además, se han encontrado en las paredes rayados hechos por estos trabajadores, que se hacían llamar los amigos de Jufu», señaló el exministro de Antigüedades de Egipto Zahi Awwas, el mediático arqueólogo que dirigió las excavaciones.
No se sabe con certeza cómo se construyeron las pirámides, ya que no han perdurado documentos de la época que lo describan, y porque, además, se utilizaron diversos materiales (piedra escuadrada, piedra sin tallar, adobe) y técnicas (apilamiento de bloques, muros resistentes conformando espacios rellenos de cascotes).
Una de las hipótesis más aceptadas es la que apunta al aplanamiento previo del terreno rocoso, y a la excavación de canales que luego se inundaban de agua para poder marcar líneas de nivel con las que se preparaba una superficie horizontal. A continuación se rellenaban los surcos y, una vez construida la cámara subterránea, se comenzaba la edificación.
La mayoría de los bloques de piedra eran cortados en canteras próximas al lugar de construcción. Otros eran transportados desde las canteras del sur del país con ayuda de gigantescas barcazas y a través de canales.
El año pasado se dio a conocer el descubrimiento de un papiro en el que un capataz de la época detallaba la construcción de canales artificiales que llegaban hasta pocos metros de la base de la pirámide. Por ellos, y desde el Nilo, se movían los bloques sobre botes de madera cosidos con cuerdas, de los que tiraban los peones, moviendo las rocas más fácilmente hasta la zona de su colocación. En el mismo lugar donde se halló el papiro también se encontraron restos de un barco ceremonial y evidencias de un sistema hidráulico.
Con respecto a la edificación en sí, las teorías incluyen desde métodos que no requerirían el uso de rampas (a base de gradas sucesivas y andamios de madera), hasta rampas incrementadas (una gran rampa de arena rectilínea que aumentaba de altura y anchura según crecía la pirámide), pasando por múltiples rampas (las piedras serían levantadas sobre cada hilada para acceder al siguiente nivel), o cilindros de madera (atados a cada lado de las caras del bloque de roca, y unidos por un sistema de cuerdas y nudos, a modo de rodamientos).
Tan fascinante como el exterior es el interior de las pirámides. El de la de Keops tiene tres cámaras principales, dos situadas en el propio interior de la pirámide, actualmente denominadas Cámara del Rey y Cámara de la Reina, y una en el subsuelo, la Cámara Subterránea.
A las cámaras se accedía, desde el lado norte, por un pasaje descendente, obstruido al final por grandes bloques de granito, y que comunicaba con dos pasadizos, uno ascendente, que desemboca en la Gran Galería, y otro descendente, que llega hasta la cámara subterránea. Cavado a través de la roca sólida, este túnel, de alrededor de 90 metros de largo y un metro de ancho, es de una increíble precisión, y apunta directamente a la estrella conocida como Alpha Draconis.
En el interior de las pirámides, por otro lado, la temperatura permanece constante, en torno a los 20 grados centígrados. Y en las paredes no hay jeroglíficos.
Otro dato curioso es el tamaño del cofre de granito de la Cámara del Rey, considerado demasiado grande como para poder haberlo introducido a través de los pasajes, por lo que se cree que se colocó durante la construcción de la pirámide.
De cada cámara real parten dos estrechos conductos inclinados llamados «canales de ventilación» (por su uso actual: ventilar mediante impulsores eléctricos), cuya función original se desconoce.
La sección horizontal de la Gran Pirámide no es cuadrada, sino octogonal (una estrella de cuatro puntas), ya que cada una de las caras está compuesta por dos planos, con una ligera pendiente hacia el centro. Esto resulta difícilmente apreciable a simple vista, debido a la ausencia casi total del revestimiento original.
Las proporciones de la Gran Pirámide han servido a los arqueólogos como referencia para sistematizar las unidades de medida empleadas en el Antiguo Egipcio. La principal unidad lineal se conoce actualmente como Codo Real, y tiene 0,524 m. de longitud, subdivididos en siete palmos de cuatro dedos cada uno (28 dedos). Esta unidad se usó desde al menos la III dinastía egipcia, alrededor del año 2700 a. C., y una muestra exacta puede observarse precisamente en la Cámara del Rey de la pirámide de Keops, cuya anchura es de 10 Codos Reales (5,24 m.) y su longitud es de 20 Codos Reales (10,48 m.).
Entre las muchas curiosidades matemáticas que presenta la Gran Pirámide destaca la que resulta de restar su altura de su longitud. La cifra que se obtiene, 314,16 metros, es el número Pi multiplicado por 100.
Publicado originalmente en 20minutos
Una investigación llevada a cabo por el arqueólogo e ingeniero estadounidense Glen Dash, y publicada en The Journal of Ancient Egyptian Architecture, ha revelado uno de los muchos interrogantes que esconden las pirámides de Guiza, en Egipto: su casi perfecta… Leer