Decenas de cadáveres (al menos 65 según unas fuentes, más de un centenar según otras) fueron hallados este martes por la mañana abandonados en la orilla de un canal en Alepo. Los cuerpos, encontrados en el barrio de Bustan al Qasar, al suroeste de la ciudad, por un grupo de miembros del Ejército Libre de Siria y de activistas de la oposición al régimen, presentaban impactos de bala en la cabeza y las manos atadas a la espalda, lo que hace pensar que fueron víctimas de una ejecución colectiva, la mayor de la que se ha tenido noticia en los cerca de dos años que dura ya la guerra civil en el país.
Foto: Algunos de los cadáveres encontrados este martes en el canalizado río Quweiq, en Alepo, Siria (Thomas Rassloff / EPA)
El periodista Antonio Pampliega está en Alepo. Este es un extracto de su crónica para El País:
Los cuerpos, cubiertos de barro y lodo, se van amontonando en la orilla del riachuelo a su paso por el distrito de Al Sendian, en la ciudad de Alepo. Todos presentan un solo orificio de entrada. En la nuca. «Han sido ejecutados en la zona del régimen y lanzados al río; es posible que lleven varios días muertos porque la corriente no es muy fuerte y han tardado en llegar hasta aquí», sentencia Abu Anas, un soldado rebelde. Los han ido apilando en diferentes grupos a medida en que los iban encontrado. […] No es la primera vez que el régimen ejecuta a civiles y deja sus cuerpos en mitad de un vertedero o en la calle para que nosotros los recojamos; pero desde luego es la primera vez que hemos recogido tantos cadáveres al mismo tiempo», apunta el insurgente. […]
De momento, sin embargo, no hay pruebas concluyentes sobre los autores de la matanza, aunque la mayoría de las informaciones apuntan a fuerzas del régimen, o afines al Gobierno. En este sentido, familiares de las víctimas aseguraron al corresponsal del Telegraph que muchos de los ejecutados residían en zonas controladas por los rebeldes, y acusaron de las muertes a los soldados o milicianos progubernamentales de los controles que tenían que atravesar. Panpliega continúa:
Niños, ancianos, adultos, adolescentes, pero entre los 68 cuerpos, ni un solo uniforme militar. Ni una guerrera. «Son todos civiles», apunta otro soldado. «Cuando los civiles cruzan los puestos de control que separa la zona bajo su control del nuestro, los shabiha [matones del régimen] les detienen por el mero hecho de vivir en esta parte de la ciudad», comenta Mohammad, otro rebelde. «Los que tienen suerte, son torturados, los que no… acaban con un tiro en la nuca y en medio de un basurero para que se los coman los perros», sentencia.
La versión del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) no es tan clara con respecto a que todas las víctimas fuesen civiles: «Fueron ejecutados de un disparo en la cabeza. Vestidos con traje militar o de civil, la mayoría tenían las manos atadas», aseguró la organización. El OSDH, un organismo opositor al régimen de Asad, tiene su sede en Londres, pero posee una amplia red de militantes y médicos en Siria que le proporcionan la información.
No será fácil esclarecer, a corto plazo al menos, las circunstancias exactas en que se ha producido esta matanza. Pero estamos, en cualquier caso, ante un ejemplo más de en lo que se ha convertido la guerra en Siria: un descenso al abismo donde la posibilidad de perder la vida en cualquier cuneta, en cualquier momento, parece estar siempre a la vuelta de la esquina. Las fotografías de los cadáveres apilados en la orilla del canalizado río Quweiq recuerdan los momentos más terribles de la guerra civil española.
Lakhdar Brahimi, el veterano enviado de las Naciones Unidas para Siria, no pudo ser más claro este martes al hablar ante el Consejo de Seguridad: Siria, dijo, «ha alcanzado un nivel de horror sin precedentes». Y Brahimi, que tiene ya 79 años y una larga experiencia en guerras como las de Irak o Afganistán, ha visto, sin duda, mucho horror en su vida.
En una reunión a puerta cerrada con los 15 miembros del Consejo, de la que informa la agencia AFP, Brahimi reconoció que no se han producido «progresos» en los esfuerzos de paz. «Lo siento si sueno como un disco viejo rayado», dijo, «pero el país se está rompiendo ante los ojos de todo el mundo. Solo la comunidad internacional puede ayudar y, primero y ante todo, el Consejo de Seguridad». «El Gobierno se ha vuelto más represivo, pero ambas partes están cometiendo crímenes igualmente atroces», añadió.
Brahimi insistió asimismo en el riesgo de que el conflicto acabe «contaminando» a los países vecinos: «La mayoría de los partidos regionales se han alineado con una de las partes en Siria. Podría haber implicaciones si la crisis sigue intesificándose. El flujo de refugiados se está convirtiendo en un asunto polémico en esos países. Siria se está convirtiendo en un terreno de juego para fuerzas competidoras», declaró.
El Consejo de Seguridad lleva más de un año paralizado ante la cuestión siria. Rusia y China han vetado tres resoluciones planteadas por los países occidentales que amenazaban con sanciones más duras. Y una intervención militar directa sigue siendo muy complicada. Hace poco más de un mes parecía que la guerra podía estar llegando al principio de un (complicado) fin. Se habían producido importantes avances rebeldes, había aumentado algo la presión internacional, Rusia parecía estar cediendo y hasta se hablaba de la posibilidad de que Asad estuviese buscando un destino para exiliarse.
Hoy todo parece estancado, salvo el número de muertos, que no deja de subir. La sensación es que la comunidad internacional se ha resignado a esperar. Tarde o temprano, todo acaba… El problema es a qué precio.
Archivado en: Actualidad
Más sobre: Alepo, Bustan al Qasar, guerra, Lakhdar Brahimi, Siria