Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti. Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado),… Leer
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti.
Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado), los shabtis comienzan a aparecer en las tumbas de la clase pudiente desde finales del Reino medio (hacia 1700 a.e.c.) y se generalizan a partir del Segundo periodo intermedio (1650-1550 a.e.c.). Con el tiempo, llegará a haber un shabti para cada día del año o incluso más: en la tumba de Tutankamón aparecieron 414. Cuando son muchos, suelen guardarse en cajas de madera.
Su color verdeazulado y forma de momia hacen que se parezcan a Osiris, el dios de los muertos, el rey difunto que ha triunfado sobre la muerte y cuyo hijo, Horus, hereda el trono sobre la tierra de los vivos.
La primera referencia escrita que tenemos a estas figurillas apunta hacia otro lado. Se trata de la fórmula 472 de los Textos de los Ataúdes, que se conserva en dos ataúdes procedentes de Dayr el-Barsha, la necrópolis de la antigua Jemenu (Hermópolis), centro fundamental de creación de nuevos textos mortuorios durante el Reino Medio (2050-1650 a.e.c.). El título de la fórmula explica el objetivo de los shabtis, pero no su identidad: «Fórmula para hacer que los shabtis hagan el trabajo de su señor en la necrópolis».
A continuación, se indica que el oficiante (normalmente, el primogénito del difunto) habla a los dioses:
¡Miradlo bien, nobles, dioses, espíritus y muertos que estáis en el cielo y en la tierra! Ha recuperado su poder, se ha hecho con sus tronos y ha gobernado los rebaños (humanos) creados para este N (= el difunto) siguiendo la orden de los dioses.
Después, se dirige a cada shabti:
Si este N es reclutado para reparar canales, nivelar explanadas, patrullar las orillas o cultivar nuevos campos para el rey reinante, ‘¡Aquí estoy yo en su lugar!’ –le dirás a todo mensajero noble que venga contra este N–.
Por último, a todos los shabtis:
¡Tomad pues vuestros picos, azadas, azuelas y capazos, como hace todo el mundo para su señor! ¡Oh, shabtis! ¡Ayudad a este N! Si este N es reclutado para su servicio y le es penoso como le ocurre a todo el mundo, «¡Aquí estamos!» –diréis–. Si este N es reclutado para vigilar a un trabajador en el cultivo de nuevos campos, repoblar las orillas o transportar arena remando desde el oeste al este del río y viceversa, «¡Aquí estamos!» –le diréis respecto a ello–.
La fórmula acaba con unas instrucciones en el colofón: «Recitar sobre un dibujo del señor vivo hecho en tamarisco y azufaifo, colocado en la capilla del noble espíritu (es decir, el difunto)».
Lo primero que sorprende es que el texto es algo anterior a la aparición de los shabtis. Como es un texto antiguo es normal que use el término shabti, el más antiguo, que significa «trozo de madera», y no ushebti, que significa «el que responde», y que aparecerá mil años más tarde (dinastía XXI).
También es llamativo que el texto presente a los shabtis respondiendo ante las órdenes de reclutamiento por parte de los emisarios reales.
Por último, el texto parece ser un encantamiento que se recitaba sobre un dibujo del difunto, para que los shabtis reaccionasen cuando llegase su momento, tal como nos indica el colofón. Esto implica que los shabtis tenían que estar ya en esa época (dinastía XII) en alguna parte de la tumba. Pero no los encontramos hasta el final de esa dinastía.
La referencia a la pieza de madera cuadra bien con los primeros shabtis, que son palos de madera poco tallados, sin inscripción o con ella.
A veces colocados en sus propios ataúdes, se ha interpretado que eran sustitutos de los trabajadores del señor de la tumba, un recuerdo de aquellos que pudieron tener que enterrarse junto al rey al comienzo de la historia egipcia (dinastía I).
Sin embargo, el hecho de que estos palitos de madera den paso a las figuras mumiformes de fayenza verdeazulada y similares podría hacer pensar que los shabtis son, propiamente, los elementos del ajuar funerario que tienen la función de sustituir al difunto en los trabajos reales. Cumplirían un papel parecido a las sandalias, por ejemplo, un artículo frecuente en los enterramientos que sirven al difunto para caminar por el otro mundo y que deben activarse mágicamente.
Los shabtis se transforman en trasuntos del difunto, sus avatares. Son figuras que imitan al difunto, identificado con Osiris, con la forma de este y el nombre de aquel, como indica la forma de tratamiento del difunto omnipresente en los Textos de los Ataúdes: «Este osiris N» (siendo N el nombre del difunto en cuestión y «Osiris», una forma de tratamiento, como si dijéramos «señor difunto»).
Da la impresión de que, por medio de la repetición (un shabti para cada día) y de la imitación (todos los shabtis son como el difunto), se pretendía engañar a esos emisarios reales para que pensaran que el propio difunto estaba cumpliendo con sus obligaciones para con el rey.
Al igual que en vida, quien tenía sus propios trabajadores estaba exento de sus obligaciones, y también podía construirse una tumba con, entre otras cosas, numerosos shabtis.
Carlos Gracia Zamacona, doctor en Egiptología por la École Pratique des Hautes Études (París), es investigador en la Universidad de Alcalá (Madrid), donde también enseña egipcio medio y hierático. Dirige el proyecto Earlier Ancient Egyptian Mortuary Texts Variability del programa Atracción de Talento de la Comunidad de Madrid.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/8/2022
Uno de los objetos más populares en los ajuares funerarios del antiguo Egipto es una estatuilla llamada por los egiptólogos shabti o ushebti. Por lo general con forma de momia y construidos de fayenza (una pasta vítrea de color verdeazulado),… Leer
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en 3D, el artista gráfico chipriota Panagiotis Constantinou está logrando ‘devolver a la vida’ a decenas de personajes históricos, y mostrarlos tal y como podrían ser realmente si nos los cruzásemos por la calle hoy en día. El resultado puede ser más o menos científico, pero resulta, ciertamente, espectacular.
Sus creaciones, compartidas en forma de vídeos en su canal de YouTube, donde tiene unos 50.000 seguidores, incluyen grandes figuras de la historia, hombres y mujeres, en una larga lista que abarca desde el Antiguo Egipto hasta los más importantes científicos del Renacimiento, pasando por emperadores romanos, filósofos griegos, monarcas españoles, ingleses y polacos, zares rusos, conquistadores… Hay también espacio para un enfoque menos eurocéntrico, con algunos rostros de la India, Filipinas o de nativos norteamericanos, e incluso para personajes anónimos.
Según publicó el diario griego Proto Thema, Constantinou, «tras reconstruir muchos de los rostros famosos del pasado, se dio cuenta de que no eran tan diferentes a los de alguien que podría encontrar caminando por la Atenas o la Roma actuales».
El artista asegura que la recepción de su trabajo ha sido «abrumadoramente positiva», pero reconoce que ha recibido también «comentarios negativos de extremistas en ambos lados del espectro político». En la información de su canal de YouTube deja claro que se trata de «un lugar para personas de mente abierta y con visión de futuro que aman la historia». «Por favor, nada de racismo, fanatismo religioso o nacionalismo», añade.
A continuación, algunos de los trabajos que Constantinou dedica al Antiguo Egipto y a otras civilizaciones de Oriente Medio, realizados, según explica, «en un esfuerzo por separar los mitos y los conceptos erróneos de la realidad».
Trabajando a partir de las esculturas y pinturas, a menudo idealizadas, que nos han llegado desde la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, y sacando el máximo partido de los últimos programas para la creación de imágenes en… Leer
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.
Estatua de Nectanebo I, primer faraón de la Dinastía XXX (378 – 361 a.C.). La obra perteneció a la colección de Cristina de Suecia y llegó a España en el siglo XVIII formando parte de la colección que Felipe V e Isabel de Farnesio adquirieron en Roma a Livio Odescalchi. Se conservó en el Museo Nacional del Prado hasta que en el año 1979 fue depositada en el Museo Arqueológico Nacional. Fuente: Museo Arqueológico Nacional.
Si va en coche al sur de El Cairo (Egipto) y se deja guiar por la gran pirámide escalonada de Djoser, el edificio en pie más antiguo del mundo, es muy probable que encuentre la enigmática necrópolis de Saqqara, cuyo gran momento ha llegado, transcurridos unos 5.000 años desde su gran esplendor.
Este complejo de pirámides, tumbas y catacumbas, que yace bajo una densa capa de arena sahariana acumulada durante milenios, guarda los secretos de miles de años de ceremonias religiosas y funerarias egipcias. Estamos ante un periodo que se extiende desde la Primera Dinastía hasta el período Helenístico o grecorromano. Los hallazgos más interesantes son el templo funerario de la reina Nearit, la mujer del faraón Teti, numerosos pozos funerarios, y cientos de ataúdes y momias acompañadas de numerosas estatuas, estelas, juguetes, maquetas de barcos funerarios y máscaras de momia que datan del Imperio Nuevo.
Los arqueólogos confirman la existencia en la necrópolis de numerosos talleres para producir ataúdes y otros objetos funerarios, y para realizar las tareas de momificación. Sin embargo, recibir sepultura en Saqqara no era solo privilegio de los faraones o de los altos funcionarios. Allí también se enterraban animales, y muchos. Probablemente para servir como exvotos, se disecaron halcones, gatos, babuinos, toros y otros animales, aunque ninguno de ellos en cantidades tan grandes como los ibis sagrados africanos (Threskiornis aethiopicus), asociados para su desgracia con Thoth, el dios de la sabiduría y la escritura.
Un cálculo aproximado cifra en cuatro millones el número de ibis momificados de Saqqara y probablemente todos son ibis sagrados africanos. Durante los 400 años de ceremonias celebradas en el periodo grecorromano, estas aves fueron enterradas a un ritmo de 10.000 al año. Se cree que hay enterrados otros cuatro millones en la necrópolis Tuna al Gebel de Hermópolis. Unas cifras tan enormes invitan a pensar que alguna vez Egipto debió producir ibis a escala industrial.
A razón de 10.000 ofrendas anuales, la presión sobre la población de ibis sagrados del área de Saqqara habría sido masiva y, en unos pocos años, la captura de ejemplares silvestres se habría convertido en insostenible. Aunque los ibis vivos bien pudieran haberse importado de todo Egipto e incluso de más lejos, la avicultura local se antoja una alternativa mejor para asegurar un suministro continuo.
Pero, ¿podrían haberse criado ibis como si fueran aves de corral? ¿Cómo? Ciertamente, no faltan pruebas de que los animales fueron criados en santuarios por los antiguos egipcios para fines religiosos. Incluso los sacerdotes criaron cocodrilos cerca de algunos lugares sagrados.
La reproducción y la cría de miles de ibis al año para una ceremonia fúnebre –que quizás se celebraba solo una vez cada doce meses– sería una enorme tarea. Aunque supongamos que prosperaran cuatro huevos como media, teniendo en cuenta que producen entre dos y cinco huevos al año, habría que criar en cautiverio 2.500 parejas (es decir, 5.000 aves parentales) y atender a un total de 15.000 aves hambrientas.
En realidad, los ibis sagrados son bastante fáciles de criar en cautiverio. Si se les quitan los huevos para que sean incubados, por ejemplo, por gallinas, o se les arrebatan los polluelos, pondrán de nuevo hasta tres veces al año. Así que de mil parejas pueden obtenerse unos 10.000 polluelos anuales. Aunque así fuera, la empresa requeriría disponer de corrales para 11.000 ibis en total, además de las gallinas que servirían de madres adoptivas.
Debido a la enorme escala de la industria de las momias de ibis, muchos egiptólogos han asumido que, como hacían con los guacamayos sagrados los indígenas de Chaco Canyon, Nuevo México, estas aves fueron criadas en grandes granjas centralizadas.
Sin embargo, hasta ahora en ninguno de ambos casos se ha descubierto evidencia física de instalaciones que pudieran haber albergado una empresa de ese tamaño.
Algunas fuentes documentales del antiguo Egipto apuntan hacia la existencia de grandes explotaciones de ibis a escala industrial que están aún por descubrir. Por ejemplo, el Archivo de Hor –que recoge los escritos de un sacerdote que trabajó en las galerías de Saqqara donde se encerraba a los ibis– recoge la cantidad de comida que se requería para alimentar a 60.000 ejemplares y habla de un portero cuya tarea era guardar a las aves y sus polluelos.
La genética está en contra de la idea de una cría masiva de aves domesticadas. A diferencia del ADN nuclear, que es transmitido tanto por la madre como por el padre, el ADN mitocondrial es transmitido solo por la madre. Esto significa que no se mezcla de generación en generación. Si los egipcios hubieran criado los ibis en granjas, la endogamia habría provocado que su ADN mitocondrial se asemejara cada vez más a lo largo del tiempo.
Por el contrario, el análisis comparado de genomas mitocondriales completos de momias de ibis sagrados indica que la diversidad mitogenómica entre las momias y la que se encuentra en las poblaciones silvestres modernas de toda África es muy similar. Si en los ibis rituales no aparece la característica endogamia con escasa variabilidad genética típica de las aves criadas en las granjas modernas, eso significa que no fueron criados en cautividad el tiempo suficiente como para que pudieran reproducirse.
Dada la enorme cantidad de los ibis sacrificados, es seguro que el negocio asociado a los rituales funerarios no podía depender de la estacionalidad del suministro, sino que los proveedores acorralaban a los ejemplares silvestres durante el tiempo transcurrido entre la llegada de las aves capturadas y el momento en que eran sacrificadas y sepultadas.
¿Unos corrales perdidos del Nilo? Quizás. Cualquiera que sea la respuesta, es difícil sustraerse a la ironía de que, en el Egipto moderno, ni un solo ibis sagrado pasea por las orillas del gran río. La nueva investigación del ADN quizás puede ayudar a responder la pregunta de por qué el ibis sagrado africano finalmente se extinguió en Egipto a mediados del siglo XIX. Hasta ahora, los investigadores han presumido que los ibis sagrados, que disfrutan de los humedales pantanosos, podrían haber desaparecido a medida que el clima de Egipto se volvió más seco con el tiempo.
La pérdida de hábitat no puede ser la única respuesta ya que, como hacen las cigüeñas o las gaviotas, los ibis se adaptan y recurren a los vertederos para alimentarse. La extinción de los ibis del Nilo forma parte de un rompecabezas más grande que implica las interacciones entre humanos y animales y su impacto en el medio ambiente.
Manuel Peinado Lorca es catedrático de Biología Vegetal en la Universidad de Alcalá (Departamento de Ciencias de la Vida), e investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos.
Publicado originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons el 21/2/2021
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Construcciones levantadas aún con ladrillos de adobe, una agricultura preindustrial, técnicas ancestrales de tejido, el río como elemento central de la cultura y la sociedad… Cuando hace casi cien años Harry Burton –«el fotógrafo de los faraones»–, y Albert Lythgoe, fundador del Departamento de Arte Egipcio del Museo Metropolitano de Nueva York (MET), filmaron la película Vida cotidiana en Egipto (sobre estas líneas), el Valle del Nilo, eminentemente rural y con una población mucho menor que la actual, ofrecía un aspecto que para muchos viajeros occidentales debía de parecerse mucho a lo que habrían esperado encontrar en el Egipto faraónico.
Publicado originalmente en 1925 y rescatado recientemente con motivo del 150 aniversario del MET, el cortometraje fue una de las primeras películas realizadas por el Museo. Pese a lo forzadas que a ojos de hoy resultan las comparaciones entre el Egipto de principios del siglo XX y el de hace 3.500 años, y a pesar también de que apenas se muestra el legado de siglos de islamización y arabización que constituye la esencia contemporánea del país, la extraordinaria nitidez de las imágenes hacen que siga siendo un documento fascinante.
No menos interesante es, también, la vida del propio Harry Burton, el autor, junto con Lythgoe, de la película.
En 1914 Burton, un egiptólogo y fotógrafo británico que llevaba cuatro años trabajando en el Valle de los Reyes (dirigió, entre otras, excavaciones en la tumba de Ramsés II), fue contratado como miembro de la Sección Gráfica del MET para registrar las distintas excavaciones que estaba llevando a cabo el Museo en Egipto.
Como cuentan en un ensayo sobre su figura Catharine H. Roehrig y Malcolm Daniel, de los departamentos de Arte Egipcio y Fotografía, respectivamente, del MET, la labor de Burton consistía en tomar imágenes de la evolución de los trabajos y del interior de las tumbas, documentando además todo lo que se iba descubriendo. Pronto se ganó la reputación de ser el mejor fotógrafo arqueológico de su tiempo.
No es de extrañar, por tanto, que Howard Carter solicitase sus servicios al Metropolitan en cuanto descubrió la tumba de Tutankamón, en 1922. Las increíbles fotos que hizo Burton en el interior del sepulcro han quedado para la historia.
Entre 1914 y su muerte (en Egipto) en 1940, Burton produjo e imprimió más de 14.000 negativos de vidrio, la mayoría de los cuales se encuentran en los archivos del Museo neoyorquino. Es el gran tesoro del MET para los egiptólogos, un registro de valor incalculable para arqueólogos e historiadores y, a menudo, una extraordinaria propuesta estética, ya que, pese a que su misión era fundamentalmente documental, Burton solía configurar su cámara y las luces que empleaba con un sentido marcadamente artístico y muy evocador.
Con la idea de que el uso de las últimas tecnologías podría ser de utilidad a la hora de presentar al público sus excavaciones, el Museo compró en 1921 una cámara de cine que llegaría a Luxor un año después. Según señalan Roehrig y Daniel, Burton aprendió a utilizar la cámara por sí mismo y, en 1924, viajó a Hollywood para estudiar el modo en que los grandes estudios resolvían los problemas de iluminación (ese año se estrenó, por ejemplo, El ladrón de Bagdad, de Raoul Walsh, con Douglas Fairbanks).
Por recomendación de Burton, el MET acabó comprando dos lámparas de arco, que resultaron muy útiles para fotografiar el interior de las tumbas, al menos, cuando se podía encontrar una fuente fiable de electricidad. No obstante, Burton filmó la mayor parte de su material al aire libre, bajo la cegadora luz del sol del desierto, y en unas condiciones en las que de poco le sirvió lo que había aprendido en Hollywood.
Mientras, Albert Lythgoe, el responsable del Departamento de Arte Egipcio del MET, había decidido que, además del archivo puramente arqueológico, las escenas de la vida cotidiana en Egipto serían igualmente valiosas, tanto para las conferencias que organizaba el Museo en Estados Unidos, como para su fondo gráfico.
Al igual que Burton, Lythgoe aprendió a usar las cámaras de cine y, entre 1922 y 1925, ambos grabaron más de 13 horas de película en Egipto. Entre ellas, el documental que ahora rescata el Museo, un siglo después.
Más información:
» Daily Life in Egypt: Ancient and Modern, 1925 (MET, vídeo)
» Harry Burton (1879–1940): The Pharaoh’s Photographer (MET)
» Tutankhamun: Anatomy of an Excavation, The Howard Carter Archives: Photographs by Harry Burton (The Griffith Institute)
» Photographing Tutankhamun: How the Camera Helped Create “King Tut” (Harvard Museum of the Ancient Near East, vídeo)
» Albert Lythgoe (Wikipedia)
Construcciones levantadas aún con ladrillos de adobe, una agricultura preindustrial, técnicas ancestrales de tejido, el río como elemento central de la cultura y la sociedad… Cuando hace casi cien años Harry Burton –«el fotógrafo de los faraones»–, y Albert Lythgoe,… Leer
Las autoridades de Egipto reabrieron al público el pasado 5 de marzo la pirámide escalonada de Zoser, considerada la más antigua del país, después de unos trabajos de restauración que se han prolongado durante 14 años y cuyo coste ha alcanzado los 6,6 millones de dólares, según informó el primer ministro egipcio, Mustafa Madbouli.
La pirámide, construida hace unos 4.700 años y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, tiene una altura de cerca de 60 metros y domina la gran necrópolis de Saqqara, al sur de El Cairo, en la antigua capital de Memfis. Prototipo de las pirámides de Guiza y de las restantes pirámides egipcias, se cree que pudo haber sido construida bajo la dirección de Imhotep, el primer arquitecto e ingeniero de nombre conocido de la historia.
«Hemos completado la restauración de la primera y más antigua pirámide en Egipto, la del rey Zoser, el fundador del Antiguo Reino», anunció el ministro egipcio de Antigüedades y Turismo, Khaled el Enany, en declaraciones recogidas por la agencia AFP. «Es el primer edificio del mundo hecho completamente de piedra», recalcó.
Tras los considerables daños causados en el interior de la pirámide por el gran terremoto que sacudió El Cairo en 1992, los trabajos de renovación comenzaron en 2006, pero se interrumpieron en 2011, en el contexto de la revolución que acabó derrocando al presidente Hosni Mubarak, y de la gran crisis del sector turístico que vivió Egipto como consecuencia de la agitación social que vivió el país.
Las obras se reanudaron en 2013, pero un año después se vieron envueltas en la polémica, cuando los medios egipcios informaron de que la pirámide había sido dañada durante los trabajos, y varias ONG egipcias aseguraron que la fachada original del monumento había sido alterada.
Según explicó Enany, después de las críticas de los expertos de la UNESCO, los trabajos se llevaron a cabo de conformidad con las normas del organismo de la ONU y «en 2018 la UNESCO nos dio informes positivos».
Egipto ha promocionado una avalancha de hallazgos arqueológicos en los últimos años, con la esperanza de impulsar su sector turístico. El año pasado, las autoridades revelaron un cementerio de 4.500 años de antigüedad cerca de las pirámides de Guiza, repleto de coloridos ataúdes de madera y estatuas de piedra caliza. Y en noviembre de 2018, el Ministerio de Antigüedades anunció el descubrimiento de siete sarcófagos, algunos de más de 6.000 años, en una zona situada al borde del complejo piramidal de Saqqara.
Egipto recibió en 2018 un total de 11,3 millones de turistas, frente a los 5,3 millones de 2016.
La pirámide del rey Zoser (o Dyeser) formaba parte de un complejo para celebraciones rodeado por un muro pétreo, que albergaba un templo y varios edificios de carácter simbólico, la mayoría macizos, no accesibles, con un amplio patio ceremonial y un intrincado sistema de galerías subterráneas y almacenes. Hasta su construcción, las tumbas reales consistían en cámaras subterráneas cubiertas por una estructura de adobe en forma de pirámide truncada llamada mastaba.
La pirámide está construida en piedra y consiste en seis enormes mastabas, una encima de otra, en lo que fueron cinco revisiones y desarrollos del plan original. La primera mastaba, de base cuadrada, tiene 63 metros de lado y 8 de altura, y está considerada el primer monumento erigido en el Antiguo Egipto utilizando piedra tallada.
La cámara funeraria del rey se encuentra en el centro de la pirámide, en el fondo de un pozo de 28 metros de profundidad y siete de anchura. Se construyó en granito y se revistió con yeso. Fue sellada con varios bloques de granito que suman un peso total de 3.500 kilos, colocados como un puzle. El arquitecto y egiptólogo francés Jean-Philippe Lauer, que comenzó a restaurar el complejo en 1932, encontró restos de una momia que fueron datados en una época cientos de años posterior.
Más información y fuentes:
» Egypt reopens Djoser pyramid after 14-year restoration (AFP)
» Egypt reopens Djoser pyramid – in pictures (The Guardian)
» U.N. Agency Investigating Claims of Damage to Ancient Pyramid (Time)
Las autoridades de Egipto reabrieron al público el pasado 5 de marzo la pirámide escalonada de Zoser, considerada la más antigua del país, después de unos trabajos de restauración que se han prolongado durante 14 años y cuyo coste ha… Leer
Escriba sentado, Antiguo Egipto, 1391-1353 BC. Fuente: Detroit Institute of Arts.
Copa translúcida de alabastro en forma de flor de loto, con los nombres inscritos del rey Akenatón y la reina Nefertiti, Antiguo Egipto (Reino Nuevo), ca. 1353–1336 B.C. The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, EE UU. Fuente: The Met Museum.
The Shrine. Templo de File, Asuán (Egipto). Foto: Mahmoud Yakut. Fuente: ancient-egypts-secrets.
De confirmarse que, efectivamente, son arañas, podrían ser las primeras representaciones de estos animales en arte rupestre encontradas hasta ahora. Se trata de varios dibujos grabados en piedra que han sido descubiertos recientemente en el Oasis de Jarga (desierto occidental egipcio, unos 175 kilómetros al oeste de Luxor) por un equipo de arqueólogos de la Universidad Americana de El Cairo, y el conjunto incluye asimismo lo que parece ser una telaraña con insectos atrapados en ella. La roca está orientada hacia el este y recibe directamente los rayos del sol. Los dibujos, aunque aún no está claro, podrían haber sido realizados hace alrededor de 6.000 años, es decir, en la Prehistoria, antes de la unificación de Egipto.
Según informa el sitio web LiveScience, el paño principal de la roca muestra lo que parecen ser varias arañas, junto a una «estrella» en uno de los extremos, semejante a la telaraña. Son visibles también otros dibujos más enigmáticos, con forma de peine, y que, de acuerdo con la directora de las excavaciones, la egiptóloga Salima Ikram, podrían representar los insectos atrapados por las arañas, plantas o incluso los conductos por los que estos animales dejan salir su fluido.
El hallazgo es, además de curioso, extraño. La doctora Ikram señala que las únicas otras representaciones de arañas que ella conoce en el Egipto Antiguo y Prehistórico son unos «poco comunes jeroglíficos presentes en textos religiosos relacionados con el llamado ritual de ‘Apertura de la Boca’, que se aplicaba a una momia o una estatua para que pudiera recuperar el uso de sus sentidos en el más allá».
Según Hisham al Hennawy, un aracnólogo consultado por la propia Ikram, en esta zona del desierto egipcio habita un tipo de arañas conocidas como Argiope lobata, que podrían haber atraído la atención de los antiguos habitantes del lugar. Estas arañas, indica Ikram, «pueden encontrarse refugiadas del ardiente sol del mediodía a la sombra de su propia red».
La imagen podría haber despertado algún tipo de significado religioso, «al combinar la fuerza del sol con la habilidad de esta criatura solar para sobrevivir al calor, lo que la haría reverenciable o merecedora de algún tipo de lealtad totémica», indica Ikram. Ello, unido a la fascinación por el peligro que pueden representar algunas especies de arañas, las habría hecho, según la investigadora, dignas de ser representadas.
El equipo está llevando a cabo ahora un estudio medioambiental, para tratar de determinar si en el pasado las arañas eran más abundantes en esta zona de lo que lo son en la actualidad.
Más información y fuentes:
» Ancient Spider Rock Art Sparks Archaeological Mystery (LiveScience)
» Salima Ikram (página web de la directora de la excavación)
De confirmarse que, efectivamente, son arañas, podrían ser las primeras representaciones de estos animales en arte rupestre encontradas hasta ahora. Se trata de varios dibujos grabados en piedra que han sido descubiertos recientemente en el Oasis de Jarga (desierto occidental… Leer