armas nucleares

Los líderes mundiales participantes en la IV Cumbre sobre Seguridad Nuclear, celebrada en Washington. Foto: Gobierno de Chile

Con los brutales ataques terroristas de Bruselas y Lahore aún en la retina, medio centenar de líderes mundiales se reunieron esta semana en Washington para tratar de avanzar en el control de las armas nucleares, en una cumbre que al final se centró en la necesidad de dar una respuesta a la amenaza de que parte de ese devastador arsenal caiga en manos de grupos como Estado Islámico.

La cuarta Cumbre sobre Seguridad Nuclear (convocada, como las tres anteriores, por el presidente estadounidense, Barack Obama) se celebró, no obstante, con la previsible tara que supusieron las ausencias de algunos de los países que más tienen que decir en este asunto. La silla vacía más notable fue la de Rusia, cuyo presidente, Vladimir Putin, decidió no acudir a la cita alegando una «falta de cooperación» durante los preparativos de la reunión.

Tampoco estuvo, aunque nadie la esperaba, Corea del Norte, cuyos constantes ejercicios militares, ensayos nucleares y comunicados amenazantes llevan teniendo en jaque al mundo en general, y a la región asiática del Pacífico en particular, desde los años noventa, y que aprovechó el encuentro, además, para lanzar un misil antiaéreo al mar (el sexto en un mes). Irán, recién salido del ‘eje del mal’ tras el acuerdo nuclear alcanzado en julio de 2015, y Bielorrusia, una ex república soviética que albergó ojivas nucleares hasta 1996, fueron los otros ausentes.

A pesar de los avances registrados en estos últimos años, el objetivo de conseguir un mundo sin más armas nucleares que se fijó Obama al inicio de su primer mandato (una de las razones por las que recibió el Nobel de la Paz) sigue todavía muy lejos. Y, si bien es cierto que el final de la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética acabó con el temor a que un enfrentamiento nuclear entre las dos superpotencias terminase, literalmente, con la vida en el planeta tal y como la conocemos, un cuarto de siglo después la amenaza del uso de armas atómicas, con su apocalíptica capacidad de destrucción masiva, sigue ahí. Y, lo que es peor, a día de hoy nadie apuesta ya realmente por el desarme global.

En primer lugar, por la imposibilidad de ‘convencer’ a países como India y Pakistán —en los que el arsenal nuclear juega un papel fundamental en el equilibrio de su rivalidad—, Corea del Norte, o incluso Israel, que, aunque oficialmente ni lo confirma ni lo desmiente, pocos dudan de que tiene armas nucleares. Pero, sobre todo, por el poco interés que tienen en ello tanto Rusia como Estados Unidos.

Obama acaba de anunciar la mayor modernización del arsenal nuclear estadounidense desde la presidencia de Ronald Reagan, con una inversión de cerca de 900.000 millones de euros en las próximas tres décadas, en un proyecto que prevé mejorar las bombas y desarrollar nuevos sistemas para lanzarlas. Y el Kremlin, que está construyendo asimismo nuevas armas para sustituir a las antiguas, incluye en su cada vez más notoria política de distanciamiento de Occidente el rechazo a que las reglas sobre las armas atómicas se dicten en la Casa Blanca. Moscú sigue insistiendo en que sea el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, quien marque el paso, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que esta institución se limita a controlar a los países que aún no disponen de tecnología para fabricar bombas atómicas, y no a los que ya las poseen.

De hecho, la cumbre de Washington asumió de algún modo la renuncia al objetivo ideal del desarme, al poner el acento en el control del arsenal actual, más que en su eliminación definitiva, un control que, en cualquier caso, parece más necesario que nunca: toneladas de material nuclear y radiactivo se encuentran aún en instalaciones civiles consideradas poco seguras (centros de investigación, hospitales, centrales energéticas), y la posibilidad de que acaben en manos de «actores no estatales» (grupos terroristas, traficantes, mercado negro), es real.

Ese fue precisamente el gran peligro surgido tras el final de la Guerra Fría, la posibilidad de que todo o parte de ese plutonio y uranio que ya no controlan los estados pudiera llegar a ser utilizado por grupos terroristas con la suficiente capacidad técnica como para fabricar bombas (las llamadas «bombas sucias», por ejemplo) y atentar con ellas, sin los controles y ni la presión a los que, al menos en teoría, puede someter la comunidad internacional a países como Corea del Norte o Irán.

Durante décadas, la acumulación de armamento nuclear por parte de EE UU y la entonces Unión Soviética se produjo en el marco de una guerra disuasoria, en la que la utilización por parte de cualquiera de los dos garantizaba la destrucción total de ambos. Ahora, como recuerda el periodista Marc Bassets, «no es previsible que ni Al Qaeda ni el ISIS dejen de lanzar una bomba porque sus rivales puedan usarla en respuesta».

Las claves de lo acordado en la cumbre y de la amenaza del terrorismo nuclear, en preguntas y respuestas:

¿Qué es la Cumbre sobre Seguridad Nuclear?

La Cumbre de Seguridad Nuclear se celebra cada dos años desde 2010 por iniciativa del presidente de EE UU, Barack Obama, quien prometió al comienzo de su primer mandato convertir en una prioridad la no proliferación nuclear e instó a la comunidad internacional a avanzar hacia «un mundo libre de armas atómicas», durante un discurso en Praga en 2009.

A Obama le queda menos de un año en el poder, por lo que esta cumbre, de dos días de duración (los pasados jueves y viernes), ha sido la última en su formato actual. Se desconoce si el próximo presidente o presidenta estadounidense, que llegará a la Casa Blanca en enero de 2017, querrá continuar con este proceso multilateral.

¿Quiénes han participado y quiénes no?

Los líderes de medio centenar de países, entre ellos, y además del propio Obama, el presidente francés, François Hollande; el de China, Xi Jinping; el de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan; el de México, Enrique Peña Nieto; el de Argentina, Mauricio Macri; la de Chile, Michelle Bachelet; el primer ministro británico, David Cameron; el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-Hye.

Rusia, el país con el mayor arsenal nuclear del mundo, decidió no asistir por considerar que hubo «falta de cooperación al elaborar la agenda» del encuentro, según explicó el miércoles el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Su ausencia ha dificultado el alcance de grandes acuerdos sobre seguridad nuclear, pero la Casa Blanca confía en que la cita haya servido para aumentar la coordinación internacional en la lucha contra Estado Islámico, para tomar mayor conciencia de la posibilidad de que éste u otros grupos terroristas obtengan un arma nuclear, y para empezar a adoptar medidas al respecto.

Al término de la cumbre, no obstante, Obama no ocultó su decepción por la ausencia de Rusia: «Dado que Putin impuso una visión que enfatiza el poder militar por encima del desarrollo dentro de Rusia y la diversificación de la economía, no hemos visto el tipo de avances con Rusia que habría esperado», dijo.

Estados Unidos y Rusia concentran el 90% del arsenal nuclear del mundo.

¿Cómo se ha definido la amenaza terrorista?

El viernes, Obama instó a los líderes mundiales a proteger las instalaciones nucleares vulnerables para impedir que los «locos» de grupos como Estado Islámico accedan a armas atómicas o a bombas radiactivas. En su discurso, el presidente estadounidense aseguró que el mundo se enfrenta a una «persistente amenaza de terrorismo nuclear», que está evolucionando a pesar de los progresos en reducir este tipo de riesgos. «No podemos ser autocomplacientes», advirtió.

Si bien Obama aseguró que, de momento, ningún grupo ha tenido éxito a la hora de obtener materiales nucleares, también dijo que Al Qaeda estuvo «mucho tiempo» detrás de ellos, y mencionó acciones llevadas a cabo por miembros del grupo yihadista Estado Islámico, que plantean «preocupaciones similares». En este sentido, los atentados de Bruselas y, anteriormentre, París, han elevado la preocupación de que Estado Islámico (el grupo que reivindicó los ataques) pueda asaltar centrales nucleares con el fin de robar material y poder desarrollar bombas radiactivas.

«No hay ninguna duda de que si esos locos tienen alguna vez en sus manos una bomba nuclear o material nuclear, lo usarán para matar al mayor número posible de personas inocentes», señaló Obama. «Eso cambiaría nuestro mundo», añadió.

En los últimos años, y según indicó el presidente, se han reducido considerablemente los riesgos de robo y tráfico de material nuclear (EE UU y Japón, por ejemplo, han completado la tarea de eliminar todo el uranio altamente enriquecido y separar los combustibles de plutonio de un reactor japonés), pero Obama admitió asimismo que una parte de las 2.000 toneladas almacenadas en todo el mundo «no está debidamente protegida». De hecho, la seguridad en los silos nucleares de EE UU ha sido objeto de críticas.

Como primera medida, Obama anunció el viernes que hará público el arsenal nuclear estadounidense por primera vez en una década, así como una «descripción detallada» de las medidas de seguridad que toman las Fuerzas Armadas estadounidenses para protegerlo.

¿Cuáles son los riesgos concretos?

En principio, y según detalla el Centro de Estudios para la No Proliferación, los terroristas podrían desde robar directamente un arma nuclear en una instalación militar de alguno de los países que disponen de ellas, hasta atacar o sabotear una central nuclear, colocar un explosivo en una instalación, o robar o comprar ilegalmente material radiactivo de uso civil para fabricar una «bomba sucia» (artefactos explosivos relativamente baratos de fabricar, y capaces de diseminar elementos radiactivos en la atmósfera). Entre 1993 y 2011, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) detectó 2.164 casos de pérdida, robo o desaparición de materiales nucleares que podrían ser empleados para fabricar este tipo de bombas.

Construir un arma nuclear no es fácil, pero fabricar una bomba similar a la que destruyó Hiroshima es «muy posible dentro de las capacidades de un grupo terrorista avanzado», según advertía hace ya unos años Matthew Bunn, profesor adjunto en la Escuela John Kennedy de la Universidad de Harvard (EE UU). «Existe una enorme diferencia entre la dificultad de producir armas seguras y confiables para usar en un proyectil o avión de guerra, y fabricar armas inseguras y no confiables para transportar en un camión», indicaba.

Los cables diplomáticos filtrados por WikiLeaks revelaron, por ejemplo, la gran fragilidad de los controles sobre el personal implicado en el programa nuclear paquistaní, lo que en su día llevó a Washington a dar al problema prioridad estratégica, con el fin de evitar que empleados «radicales» accedan a las instalaciones.

El periodo de mayor descontrol sobre el armamento nuclear ocurrió tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, cuando sus bases nucleares en Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania quedaron en una situación de gran vulnerabilidad. Además, muchos científicos perdieron su empleo y buscaron una salida laboral en otros países, llevándose consigo algunos de ellos el conocimiento y los archivos necesarios.

En un informe que elaboró para la revista Technology Review, el analista estadounidense de seguridad nacional especializado en armas nucleares Graham Allison indicó que «si los gobiernos no hacen más de lo que están haciendo actualmente, las posibilidades de que ocurra un ataque terrorista con armas nucleares contra una de las grandes ciudades occidentales en el plazo de una década son de más del 50%».

¿Qué es el uranio enriquecido?

El uranio altamente enriquecido es el que presenta una pureza igual o superior al 85%, lo que permite utilizarlo para fabricar bombas atómicas. Actualmente, un total de 31 países se han declarado libres de este mineral, incluyendo todos los de Latinoamérica y el Caribe, según anunciaron al comienzo de la cumbre de Washington.

Desde la última cumbre de Seguridad Nuclear, diez países han destruido todo su uranio altamente enriquecido (en total, 400 kilos).

¿Qué se ha logrado en la cumbre?

La mayoría de los expertos cree que más bien poco, aunque es verdad que el objetivo de la cumbre no era tanto realizar grandes anuncios o alcanzar compromisos novedosos, como hacer balance y fijar las líneas por las que debería guiarse la seguridad nuclear en los próximos años.

En general, la cumbre ha conseguido dar una mayor relevancia a la amenaza del terrorismo nuclear, pero, de momento, no se han estudiado fórmulas concretas para hacerle frente, algo muy complicado de lograr sin que exista una coordinación efectiva entre Rusia y Estados Unidos.

Tampoco se han abordado suficientemente casos que suscitan especial preocupación, como el de Pakistán, uno de los países que reconoce oficialmente poseer armas nucleares, y que sigue inmerso en una situación política muy inestable y de grave violencia, con una creciente presencia y actividad talibán y un protagonismo cada vez mayor del ejército en el Gobierno.

En cuanto a Corea del Norte, al menos China y Estados Unidos llegaron a un acuerdo bilateral durante la cumbre, por el que se comprometen a trabajar conjuntamente para tratar de prevenir que Pyongyang, que dispone ya de la capacidad de instalar pequeñas bombas nucleares en misiles, realice nuevas pruebas pruebas de lanzamientos.

Según el presidente estadounidense, desde la primera cumbre se han hecho «progresos importantes», como la firma de un nuevo tratado START de desarme entre EE UU y Rusia para que las ojivas nucleares que poseen estén en 2018 en su nivel más bajo desde la década de 1950, la eliminación o retirada de más de tres toneladas de uranio enriquecido o plutonio, mejoras en la seguridad de instalaciones que albergan combustible nuclear, o la instalación de equipos para detectar radiaciones en más de 300 pasos fronterizos, aeropuertos y puertos marítimos.

Algunos expertos, no obstante, consideran que Obama solo ha conseguido una parte de lo que se propuso, dada la falta de consenso para alcanzar un tratado global vinculante sobre desarme nuclear.

El armamento nuclear, en cifras

  • 9 países concentran más de 15.000 armas nucleares (EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel). Solo los 5 primeros, que son, también, los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, tienen estatus de «estado nuclearmente armado», reconocido internacionalmente en el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, Non-Proliferation Treaty, en inglés).
  • Algunas organizaciones, como el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), elevan la cifra de armas nucleares en el mundo a 20.500. De ellas, alrededor de 5.000 estarían desplegadas y listas para su uso.
  • El 90% del arsenal total está en manos estadounidenses y rusas.
  • 188 países forman parte del NPT. India y Pakistán no han firmado el Tratado, y Corea del Norte se retiró en 2003. Los tres han realizado pruebas nucleares. Sudáfrica fue uno de los primeros países que fabricó armas nucleares, pero después renunció a ellas y las destruyó, junto con los planos (las instalaciones han sido desmanteladas y están bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica). Pese a numerosos informes que confirman que Israel posee armas nucleares, el país no lo ha confirmado ni desmentido.
  • 1.550 cabezas nucleares por país es el límite establecido por el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START II, por sus siglas en inglés), firmado entre Estados Unidos y Rusia en enero de 2010, como renovación del START I, acordado en 1991.
  • 2 bombas atómicas han sido detonadas en estado de guerra. Las lanzó EE UU sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, durante la II Guerra Mundial.
  • 2.000 pruebas nucleares, aproximadamente, se han realizado hasta la fecha.

Publicado originalmente en 20minutos

La amenaza terrorista y la división de las superpotencias avivan la pesadilla nuclear

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Netanyahu en la ONU. Foto: J Carrier / UN

La Asamblea General de la ONU parece haberse convertido esta semana en una especie de versión del club de la comedia. Eso sí, con más corbatas y menos risas.

Primero fue Ahmadineyad (sin corbata). El presidente iraní, a quien parece que su lucha por el poder con el ayatolá Jamenei le tiene bastante desmejorado, estuvo el miércoles más comedido que otras veces, pero ello no le impidió mantenerse fiel a su tradicional tono conciliador, y denunciar «las amenazas continuas de los sionistas incivilizados». Durante aproximadamente media hora, Ahmadineyad clamó contra «el unilateralismo, la aplicación de dobles raseros y la imposición de guerras y ocupaciones por interés económico»; lamentó la «carrera armamentística» y la «intimidación» que ejercen las «potencias hegemónicas», y calificó la realidad mundial de «amarga». De Siria, sin embargo, no dijo ni una palabra. Un desliz.

Y este jueves le tocaba el turno a Netanyahu. A pesar de sus desinteresados esfuerzos por reconducir hacia buen puerto la política de la Casa Blanca (bombardeando Teherán, por ejemplo), Obama no ha querido recibirle. Semejante feo, sin embargo, no ha impedido que el primer ministro israelí (Bibi para los amigos, con corbata) sacase fuerzas de flaqueza y encontrase ánimo para explicarnos a todos cuándo hay que marcar las líneas rojas en lo referente a amenazas nucleares. Sin duda, sabe de lo que habla. No en vano su país guarda todo un arsenal (‘secreto’) de bombas atómicas. Y para demostrarlo, además de volver a comparar al régimen de Teherán con los nazis, se valió del sofisticado gráfico que aparece en la imagen superior: Una bomba marca ACME, o, para aquellos a quienes el Coyote y el Correcaminos les pillen lejos, una bomba tipo Mortadelo y Filemón. La escena, por supuesto, ya ha sido convenientemente parodiada y reparodiada. Un bombazo. Aquí, un par de ejemplos:

El caso es que es la segunda vez en apenas unos meses que el primer ministro israelí hace gala de sus dotes didácticas y humorísticas. Para la posteridad queda ya aquella frase sobre Irán que pronunció en marzo ante la AIPAC, el principal grupo de presión pro israelí de EE UU: «Si camina como un pato, si habla como un pato… es un pato. Este es un pato nuclear».

Para un análisis más serio, Íñigo Sáenz de Ugarte, en su blog:

[…] Hay que hacer un esfuerzo para tomarse en serio el gag. No tenía nada que ver con el público en la sala. A Netanyahu no le puede preocupar menos lo que opinen los dirigentes del planeta cuando ni siquiera oculta lo mucho que le molesta que el presidente de EE UU no haya decidido ponerse a sus órdenes.

El auditorio no estaba en realidad en el plenario de la Asamblea General, sino en los medios de comunicación norteamericanos y en su público. Con este gesto teatral y arriesgado, pretende poner en primera línea del debate una crisis a la que los norteamericanos –preocupados por su crisis económica y las elecciones– no parecen prestar la atención necesaria.

Y aquí, un gran ejercicio de cinismo constructivo, a modo de test: ¿Quién ha dicho estas frases, Netanyahu o Ahmadineyad?

Por último, un buen resumen del dibujante iraní Mana Neyestani.

Mortadelo y Filemón en la ONU

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Un misil, en una imagen de archivo

El final de la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética en 1991 acabó con décadas de temor a que un enfrentamiento nuclear entre las dos superpotencias terminase, literalmente, con la vida en el planeta tal y como la conocemos. Más de veinte años después, el holocausto nuclear parece, efectivamente, mucho más lejano, pero la amenaza del uso de armas atómicas y su devastadora capacidad de destrucción masiva sigue marcando la agenda política mundial.

En un mundo sometido ya casi por completo al unilateralismo militar occidental (con permiso de China y por más que le pese a Rusia), y con la conflictiva frontera entre India y Pakistán algo más tranquila, la tensión nuclear se centra ahora en dos países ‘disidentes’ y un fantasma. Los dos países son Corea del Norte, que, a pesar de la incertidumbre tras la muerte de su líder, Kim Jong-il y de su precariedad tecnológica, sigue lanzando inquietantes desafíos militares, e Irán, cuyo polémico programa de enriquecimiento de uranio lleva años constituyendo uno de los mayores focos de inestabilidad internacional. El fantasma, poco definido, pero con un peligro potencial muy real, es el terrorismo: «No necesitarían mucho, tan sólo un puñado de materiales, para matar a cientos de miles de inocentes», dijo el presidente de EE UU, Barack Obama, en la Segunda Cumbre de Seguridad Nuclear, celebrada hace solo unas semanas en Seúl.

I. IRÁN

Uso militar, uso civil, uso político

La disputa por el programa nuclear iraní tiene su origen en la incertidumbre sobre la verdadera naturaleza de sus objetivos, unas dudas planteadas no solo por EE UU, sino también por la ONU, y cuya manifestación más evidente se centra en la producción de uranio enriquecido, un combustible de doble uso, militar y civil.

Según un informe publicado en enero por el OIEA, los técnicos iraníes han logrado producir unos 110 kilos de uranio enriquecido hasta casi el 20% de pureza, lo que estaría aún por debajo del 90% necesario para fabricar un arma nuclear. A esta cantidad habría que añadir otras cinco toneladas de uranio enriquecido hasta el 5%, con un ritmo de producción superior a los 100 kilos mensuales.

Tanto el OIEA como el Consejo de Seguridad de la ONU reclaman a Irán que suspenda la producción de combustible nuclear, como medida de creación de confianza hasta que los técnicos internacionales puedan confirmar que el programa atómico iraní solo tiene fines civiles y pacíficos, como afirma Teherán. Irán insiste en que necesita ese uranio para producir en un reactor científico isótopos para la lucha contra el cáncery reivindica su derecho a usar la energía atómica con fines civiles.

El OIEA ha propuesto, como solución, que la República Islámica envíe al extranjero (a Francia o Rusia) su uranio enriquecido para que sea transformado allí en combustible nuclear, pero Teherán no se fía y teme que, de hacerlo, ese combustible no le será devuelto.

Mientras, Irán acusa al OIEA de haber politizado el asunto de su programa nuclear y de excederse en sus atribuciones al exigir unas suspensión de sus «actividades nucleares pacíficas», permitidas por los tratados internacionales.

Las distintas tandas de sanciones por parte de la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y otros países, y la respuesta iraní de suspender o amenazar con suspender sus envíos de petróleo, o incluso de bloquear el tráfico de crudo por el estrecho de Ormuz, han añadido aún más tensión al conflicto.

Inspecciones incompletas

El OIEA insiste en pedir a Irán más colaboración para aclarar algunos temas muy conflictivos, como la presunta compra de materiales y la realización de experimentos nucleares de carácter militar durante las dos décadas que mantuvo un programa nuclear secreto, e incluso desde 2003, cuando comenzó a colaborar con este organismo.

Para ello, además de solicitar documentación y entrevistas con expertos iraníes, el OIEA quiere que Irán permita el acceso de sus inspectores a Parchin, una base militar cerca de Teherán, donde se cree que puede haberse trabajado en armas atómicas. Las dos últimas visitas de técnicos del OIEA, en enero y febrero pasados, terminaron sin que se permitiera esa entrada.

Irán firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear, que permite al OIEA inspeccionar sus instalaciones nucleares sin limitaciones, pero no ha firmado ni acepta el Protocolo Adicional a este tratado, por lo que el organismo de la ONU no tiene autoridad legal para entrar en otros lugares.

Israel y los tambores de guerra

La crisis en torno al programa atómico iraní ha dado en los últimos meses un alarmante paso prebélico, al conocerse supuestos planes israelíes para atacar al país islámico, en una «guerra preventiva» ante la teórica amenaza que supondría para Israel un Irán con armas nucleares (armas que, por otro lado, posee Israel sin haberlo declarado oficialmente, sin que hayan sido inspeccionadas por ningún organismo internacional, y con el pleno consentimiento de EE UU).

El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ha llegado a decir que la opción militar «es real y está lista para ser usada», y aseguró asimismo que «Irán es un peligro creciente» y que «el ataque no debe esperar mucho más tiempo».

Durante la reciente visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a EE UU, Barack Obama se mostró partidario de agotar las vías diplomáticas, si bien agregó que «todas las opciones están sobre la mesa» y que no dudará en «usar la fuerza cuando sea necesario», lo que añadió más leña el fuego. Estados Unidos está en año electoral, y tanto la oposición republicana como el influyente grupo de presión pro israelí y los sectores más conservadores de la opinión pública ejercen una gran presión para que Washington intensifique su política de mano dura con Teherán. Las habituales declaraciones fuera de tono de las autoridades iraníes («Israel es un tumor canceroso que se debe cortar»,dijo en febrero el ayatolá Alí Jamenei) tampoco han contribuido, precisamente, a calmar los ánimos.

Los últimos cartuchos de la diplomacia

El último capítulo de la crisis, no obstante, ha resultado ser algo más esperanzador. Irán y el denominado Grupo 5+1, formado por Alemania, China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Rusia, concluyeron este sábado en Estambul un encuentro para desbloquear el diálogo sobre el programa atómico iraní, y la reunión, según declaró la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, se celebró en «un ambiente constructivo». La negociación continuará en Bagdad el próximo 23 de mayo. «El éxito es que hayamos podido anunciar lugar y fecha del próximo encuentro», dijo Ashton.

Los pilares de esta nueva etapa negociadora, iniciada tras las iniciativas iraníes de restringir sus suministros de petróleo, serán el cumplimiento por parte de Irán de sus compromisos como país firmante del Tratado de No Proliferación de armas nucleares, un diálogo «paso a paso y recíproco» y el derecho reconocido a que Irán pueda disponer de un programa civil de energía atómica.

II. COREA DEL NORTE

Un fracaso con consecuencias

La situación de contínua tirantez entre Corea del Norte y la comunidad internacional (especialmente los vecinos del país asiático y Estados Unidos) por el desarrollo de armamento nuclear llevado a cabo por el régimen comunista de Pyongyang volvió a empeorar este jueves al lanzar los norcoreanos un cohete de largo alcancecon el que, supuestamente, pretendían poner en órbita un satélite meteorológico.

El lanzamiento, que, además de un desafío, iba a servir para celebrar el centenario del nacimiento del fundador del Estado, Kim Il-sung, fue un estrepitoso fracaso (se estrelló en el mar a los pocos minutos), pero ello no ha evitado que salten de nuevo las alarmas, más aún cuando varios países, con EE UU y sus aliados a la cabeza, habían instado en los últimos días al régimen norcoreano a desistir de su plan, por considerar que escondía en realidad un ensayo encubierto de misiles balísticos. El Consejo de Seguridad de la ONU ha denunciado que la acción viola dos resoluciones de Naciones Unidas y está negociando una «respuesta apropiada», y Obama ha ido más allá, prometiendo endurecer el bloqueo a Corea del Norte «hasta que tomen un camino distinto».

Jugando al gato y al ratón

El caso del «satélite del amor» (como lo denominó la agencia oficial de noticias norcoreana, KCNA, en un comunicado previo en el que afirmaba que «el exitoso lanzamiento del satélite proclamaría orgullosamente a Corea del Norte -uno de los países más pobres del mundo- como un nuevo tigre asiático y como un nuevo miembro del club de potencias económicas») es el último episodio de una larga serie de provocaciones y tiras y aflojas prebélicos, que se remonta al principio de los años noventa, y que se ha ido haciendo cada vez más grave desde que en 2002 Corea del Norte cerró sus puertas a los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), después de que Washington acusase a Pyongyang de desarrollar en secreto un programa de enriquecimiento de uranio.

Tras más de dos años de desencuentros, en 2005, los seis países directamente afectados (EE UU, Corea del Norte, China, Corea del Sur, Japón y Rusia) llegaron a un acuerdo por el que Pyongyang se comprometía a desmantelar su programa a cambio de ayuda energética y garantías de seguridad por parte de Estados Unidos. El diálogo, sin embargo, se rompió meses después ante el mantenimiento de sanciones por parte de Washington contra varias instituciones financieras que tenían negocios con el Gobierno norcoreano, y el 9 de octubre de 2006 Corea del Norte probó una bomba nuclear, que le acarreó duras sanciones internacionales.

En junio de 2007, agobiada por el boicot económico, Pyongyang volvió a anunciar el desarme atómico y permitió, después de cinco años, la entrada de los inspectores del OIEA. Pero el compromiso duró poco: Ante la negativa del gobierno de George W. Bush de retirar a Corea del Norte de su lista de países que apoyan el terrorismo, el régimen comunista se echó de nuevo atrás y en agosto de 2008 declaró su intención de relanzar su programa atómico. Así, el 25 de mayo del año siguiente llevó a cabo con éxito su segunda prueba nuclear, tras la realizada en 2006, lo que provocó una unánime condena internacional. El Consejo de Seguridad amplió el embargo de armasy el bloqueo de activos financieros.

Desde entonces ha habido pocos avances. A finales de 2011, Corea del Norte aseguró que su programa de producción de uranio poco enriquecido, supuestamente para uso civil, avanzaba a buen ritmo, en un contexto agravado por el hundimiento de un buque surcoreano en el Mar Amarillo y el posterior bombardeo a la isla de Yeonpyeong.

No obstante, tras la muerte en diciembre pasado del líder norcoreano Kim Jong-il, EE UU se mostró moderadamente optimista, y hace dos meses Pyongyang anunció una vez más la suspensión temporal de sus actividades de enriquecimiento de uranio, así como de las pruebas nucleares y de los lanzamientos de misiles de largo alcance. El 19 de marzo, las autoridades de Corea del Norte invitaron al OIEA a realizar una visita al país, tres años después de expulsar a los inspectores que verificaban el programa nuclear del país asiático.

Las esperanzas de que se reanuden las negociaciones, sin embargo, han vuelto a quebrarse con el lanzamiento del cohete ‘Unha-3’, considerado por Washington y Corea del Sur como una prueba de misiles encubierta.

Más incógnitas que certezas

Uno de los mayores problemas en el conflicto con Corea del Norte es que, a pesar de que Pyongyang asegura que tiene armas nucleares, y de que la mayoría de los expertos tienen claro que ha estado desarrollando activamente su programa de armamento durante estos últimos años, en realidad es muy difícil confirmarlo, dada la impenetrabilidad del régimen y la falta de inspecciones exhaustivas.

Se sabe, por ejemplo, que en diciembre de 2002 Corea del Norte reactivó su reactor nuclear de Yongbyon, pero no cuál ha sido el progreso obtenido desde entonces. Según analistas consultados por la BBC, si el reactor estuviese en su plena capacidad operacional, podría producir la cantidad de plutonio suficiente para construir una arma nuclear por año. La CIA, por su parte, calculó a principios de la pasada década que otro programa nuclear, basado no en plutonio sino en uranio enriquecido, tendría capacidad para producir «dos o más» bombas cada año.

En cualquier caso, los expertos creen que Corea del Norte podría haber extraído el plutonio suficiente para fabricar un pequeño número de bombas. Y según cálculos de Washington, alrededor de 8.000 barras de combustible para el reactor nuclear que habían sido almacenadas en 1994 podrían estar siendo utilizadas para extraer el plutonio necesario para desarrollar varias armas más.

Dos escenarios posibles

Tras el fracaso del lanzamiento de su último cohete, Corea del Norte se encuentra ahora ante dos posibilidades. Por un lado, no puede descartarse que el nuevo líder norcoreano, Kim Jong-un, y los generales que le rodean, reaccionen al ridículo redoblando sus esfuerzos por conseguir una prueba nuclear que funcione, con el fin de acallar críticas y volver a hacer creíbles sus desafíos a la comunidad internacional. En este sentido, Corea del Sur y EE UU aseguran que sus satélites han detectado una nueva actividad en suelo norcoreano que sugiere la preparación de una próxima prueba nuclear. Si la presión contra Pyongyang, especialmente por parte de China, no funciona, y la prueba se lleva a cabo, la tensión puede dispararse.

Pero por otra parte, también cabe la posibilidad de que el fiasco del cohete sea aprovechado por los elementos menos duros del régimen y los tecnócratas del gobierno norcoreano para ganar peso político e influencia sobre el nuevo líder, a costa de los elementos más militaristas, responsables de la actual estrategia armamentística. Ello podría suponer una relajación de la crisis y, eventualmente, una reanudación de las negociaciones a seis bandas, siempre que Occidente esté dispuesto a abrir la mano, lo que no será fácil mientras Obama esté en año electoral.

III. TERRORISMO NUCLEAR

Amenaza real

«El terrorismo nuclear continúa siendo una de las amenazas más importantes para la seguridad nacional». Esa es, al menos, la conclusión a la que llegaron los 53 jefes de Estado y líderes de organizaciones multilaterales que participaron los pasados días 26 y 27 de marzo en la Segunda Cumbre de Seguridad Nuclear, celebrada en Seúl, la capital de Corea del Sur.

La declaración final fue similar a la de la primera cumbre, celebrada hace dos años en Washington, pero esta vez, quizá por la cercanía con Corea del Norte, los líderes mundiales subieron el tono de la amenaza en sus declaraciones personales: Barack Obama advirtió de que «quedan aún muchos elementos malvados que amenazan con almacenar y utilizar peligroso material nuclear». «No se necesitaría mucho, tan sólo un puñado de materiales, para matar a cientos de miles de inocentes, y esto no es una exageración, es una realidad a la que nos enfrentamos», añadió el presidente estadounidense.

El comunicado de la cumbre de Seúl, sin embargo, omitió una mención que sí aparecía en el borrador del texto, en la que se hablaba de la necesidad de «dar pasos concretos» para lograr un mundo sin armas nucleares. A este respecto, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, criticó la naturaleza no vinculante de este encuentro: «Seamos claros, el mundo necesita un acuerdo legalmente vinculante sobre el tratamiento del material fisible», dijo.

Más de 2.000 armas nucleares «perdidas»

Entre 1993 y 2011 la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) detectó 2.164 casos de pérdida, robo o desaparición de materiales nucleares que podrían ser empleados para fabricar lo que se conoce como «bombas sucias», artefactos que, utilizando explosivos convencionales, son capaces de diseminar material radiactivo sobre un área poblada.

Construir un arma nuclear no es fácil, pero fabricar una bomba similar a la que destruyó Hiroshima es «muy posible dentro de las capacidades de un grupo terrorista avanzado», según explicó al diario Clarín Matthew Bunn, profesor adjunto en la Escuela John Kennedy de la Universidad de Harvard, EE UU. «Existe una enorme diferencia entre la dificultad de producir armas seguras y confiables para usar en un proyectil o avión de guerra, y fabricar armas inseguras y no confiables para transportar en un camión», indicó.

Los cables filtrados por WikiLeaks revelaron, por ejemplo, la gran fragilidad de los controles sobre el personal implicado en el programa nuclear paquistaní, lo que llevó a Washington a dar al problema prioridad estratégica, con el fin de evitar que empleados «radicales» accedan a las instalaciones.

El periodo de mayor descontrol sobre el armamento nuclear ocurrió tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, cuando sus bases nucleares en Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania quedaron en una situación de gran vulnerabilidad. Además, muchos científicos perdieron su empleo y buscaron una salida laboral en otros países, llevándose consigo algunos de ellos el conocimiento y los archivos necesarios.

En un informe que elaboró para la revista Technology Review, el analista estadounidense de seguridad nacional especializado en armas nucleares Graham Allison indicó que «si los gobiernos no hacen más de lo que están haciendo actualmente, las posibilidades de que ocurra un ataque terrorista con armas nucleares contra una de las grandes ciudades occidentales en el plazo de una década son de más del 50%».

IV. EL ARMAMENTO NUCLEAR, EN CIFRAS

  • 20.500 armas nucleares existen actualmente en todo el planeta, según datos del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés). De ellas, alrededor de 5.000 están desplegadas y listas para su uso. Las cifras son aproximadas.
  • 8 países poseen armamento nuclear: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán e Israel. Solo los cinco primeros lo reconocen legalmente. Sudáfrica fue uno de los primeros países que construyó armas nucleares, pero después renunció a ellas y las destruyó, junto con los planos (las instalaciones han sido desmanteladas y están bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica).
  • 188 países forman parte del Tratado de No Proliferación Nuclear. A solo cinco de los estados firmantes (los mencionados Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, que son, también, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) se les permite la posesión de armas nucleares. India, Israel y Pakistán no han firmado el Tratado, y Corea del Norte se retiró en 2003.
  • 1.550 cabezas nucleares por país es el límite establecido por el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START II, por sus siglas en inglés), firmado entre Estados Unidos y Rusia en enero de 2010, como renovación del START I, acordado en 1991.
  • 2 bombas atómicas han sido detonadas en estado de guerra. Las lanzó EE UU sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, durante la II Guerra Mundial.
  • 2.000 pruebas nucleares, aproximadamente, se han realizado hasta la fecha.

La siguiente animación, realizada por el artista japonés Isao Hashimoto, muestra las bombas nucleares detonadas entre 1945 y 1998:


Con información de la agencia Efe
Publicado originalmente en 20minutos

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El informe será sometido al consejo de los 35 gobernadores de la AIEA en una reunión que se celebrará los próximos 17 y 18 de noviembre en la sede del organismo, en Viena.

Aparte de los elementos aportados por los servicios secretos occidentales, la agencia dispone de fotos realizadas por satélite que corroboran la presencia, en la base militar de Parshin, a 30 kilómetros de Teherán, de lo que podría ser una instalación nuclear.

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