La tensión nuclear continúa atenazando la agenda global, 20 años después de la Guerra Fría

16/4/2012 | Miguel Máiquez
Un misil, en una imagen de archivo

El final de la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética en 1991 acabó con décadas de temor a que un enfrentamiento nuclear entre las dos superpotencias terminase, literalmente, con la vida en el planeta tal y como la conocemos. Más de veinte años después, el holocausto nuclear parece, efectivamente, mucho más lejano, pero la amenaza del uso de armas atómicas y su devastadora capacidad de destrucción masiva sigue marcando la agenda política mundial.

En un mundo sometido ya casi por completo al unilateralismo militar occidental (con permiso de China y por más que le pese a Rusia), y con la conflictiva frontera entre India y Pakistán algo más tranquila, la tensión nuclear se centra ahora en dos países ‘disidentes’ y un fantasma. Los dos países son Corea del Norte, que, a pesar de la incertidumbre tras la muerte de su líder, Kim Jong-il y de su precariedad tecnológica, sigue lanzando inquietantes desafíos militares, e Irán, cuyo polémico programa de enriquecimiento de uranio lleva años constituyendo uno de los mayores focos de inestabilidad internacional. El fantasma, poco definido, pero con un peligro potencial muy real, es el terrorismo: «No necesitarían mucho, tan sólo un puñado de materiales, para matar a cientos de miles de inocentes», dijo el presidente de EE UU, Barack Obama, en la Segunda Cumbre de Seguridad Nuclear, celebrada hace solo unas semanas en Seúl.

I. IRÁN

Uso militar, uso civil, uso político

La disputa por el programa nuclear iraní tiene su origen en la incertidumbre sobre la verdadera naturaleza de sus objetivos, unas dudas planteadas no solo por EE UU, sino también por la ONU, y cuya manifestación más evidente se centra en la producción de uranio enriquecido, un combustible de doble uso, militar y civil.

Según un informe publicado en enero por el OIEA, los técnicos iraníes han logrado producir unos 110 kilos de uranio enriquecido hasta casi el 20% de pureza, lo que estaría aún por debajo del 90% necesario para fabricar un arma nuclear. A esta cantidad habría que añadir otras cinco toneladas de uranio enriquecido hasta el 5%, con un ritmo de producción superior a los 100 kilos mensuales.

Tanto el OIEA como el Consejo de Seguridad de la ONU reclaman a Irán que suspenda la producción de combustible nuclear, como medida de creación de confianza hasta que los técnicos internacionales puedan confirmar que el programa atómico iraní solo tiene fines civiles y pacíficos, como afirma Teherán. Irán insiste en que necesita ese uranio para producir en un reactor científico isótopos para la lucha contra el cáncery reivindica su derecho a usar la energía atómica con fines civiles.

El OIEA ha propuesto, como solución, que la República Islámica envíe al extranjero (a Francia o Rusia) su uranio enriquecido para que sea transformado allí en combustible nuclear, pero Teherán no se fía y teme que, de hacerlo, ese combustible no le será devuelto.

Mientras, Irán acusa al OIEA de haber politizado el asunto de su programa nuclear y de excederse en sus atribuciones al exigir unas suspensión de sus «actividades nucleares pacíficas», permitidas por los tratados internacionales.

Las distintas tandas de sanciones por parte de la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y otros países, y la respuesta iraní de suspender o amenazar con suspender sus envíos de petróleo, o incluso de bloquear el tráfico de crudo por el estrecho de Ormuz, han añadido aún más tensión al conflicto.

Inspecciones incompletas

El OIEA insiste en pedir a Irán más colaboración para aclarar algunos temas muy conflictivos, como la presunta compra de materiales y la realización de experimentos nucleares de carácter militar durante las dos décadas que mantuvo un programa nuclear secreto, e incluso desde 2003, cuando comenzó a colaborar con este organismo.

Para ello, además de solicitar documentación y entrevistas con expertos iraníes, el OIEA quiere que Irán permita el acceso de sus inspectores a Parchin, una base militar cerca de Teherán, donde se cree que puede haberse trabajado en armas atómicas. Las dos últimas visitas de técnicos del OIEA, en enero y febrero pasados, terminaron sin que se permitiera esa entrada.

Irán firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear, que permite al OIEA inspeccionar sus instalaciones nucleares sin limitaciones, pero no ha firmado ni acepta el Protocolo Adicional a este tratado, por lo que el organismo de la ONU no tiene autoridad legal para entrar en otros lugares.

Israel y los tambores de guerra

La crisis en torno al programa atómico iraní ha dado en los últimos meses un alarmante paso prebélico, al conocerse supuestos planes israelíes para atacar al país islámico, en una «guerra preventiva» ante la teórica amenaza que supondría para Israel un Irán con armas nucleares (armas que, por otro lado, posee Israel sin haberlo declarado oficialmente, sin que hayan sido inspeccionadas por ningún organismo internacional, y con el pleno consentimiento de EE UU).

El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ha llegado a decir que la opción militar «es real y está lista para ser usada», y aseguró asimismo que «Irán es un peligro creciente» y que «el ataque no debe esperar mucho más tiempo».

Durante la reciente visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a EE UU, Barack Obama se mostró partidario de agotar las vías diplomáticas, si bien agregó que «todas las opciones están sobre la mesa» y que no dudará en «usar la fuerza cuando sea necesario», lo que añadió más leña el fuego. Estados Unidos está en año electoral, y tanto la oposición republicana como el influyente grupo de presión pro israelí y los sectores más conservadores de la opinión pública ejercen una gran presión para que Washington intensifique su política de mano dura con Teherán. Las habituales declaraciones fuera de tono de las autoridades iraníes («Israel es un tumor canceroso que se debe cortar»,dijo en febrero el ayatolá Alí Jamenei) tampoco han contribuido, precisamente, a calmar los ánimos.

Los últimos cartuchos de la diplomacia

El último capítulo de la crisis, no obstante, ha resultado ser algo más esperanzador. Irán y el denominado Grupo 5+1, formado por Alemania, China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Rusia, concluyeron este sábado en Estambul un encuentro para desbloquear el diálogo sobre el programa atómico iraní, y la reunión, según declaró la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, se celebró en «un ambiente constructivo». La negociación continuará en Bagdad el próximo 23 de mayo. «El éxito es que hayamos podido anunciar lugar y fecha del próximo encuentro», dijo Ashton.

Los pilares de esta nueva etapa negociadora, iniciada tras las iniciativas iraníes de restringir sus suministros de petróleo, serán el cumplimiento por parte de Irán de sus compromisos como país firmante del Tratado de No Proliferación de armas nucleares, un diálogo «paso a paso y recíproco» y el derecho reconocido a que Irán pueda disponer de un programa civil de energía atómica.

II. COREA DEL NORTE

Un fracaso con consecuencias

La situación de contínua tirantez entre Corea del Norte y la comunidad internacional (especialmente los vecinos del país asiático y Estados Unidos) por el desarrollo de armamento nuclear llevado a cabo por el régimen comunista de Pyongyang volvió a empeorar este jueves al lanzar los norcoreanos un cohete de largo alcancecon el que, supuestamente, pretendían poner en órbita un satélite meteorológico.

El lanzamiento, que, además de un desafío, iba a servir para celebrar el centenario del nacimiento del fundador del Estado, Kim Il-sung, fue un estrepitoso fracaso (se estrelló en el mar a los pocos minutos), pero ello no ha evitado que salten de nuevo las alarmas, más aún cuando varios países, con EE UU y sus aliados a la cabeza, habían instado en los últimos días al régimen norcoreano a desistir de su plan, por considerar que escondía en realidad un ensayo encubierto de misiles balísticos. El Consejo de Seguridad de la ONU ha denunciado que la acción viola dos resoluciones de Naciones Unidas y está negociando una «respuesta apropiada», y Obama ha ido más allá, prometiendo endurecer el bloqueo a Corea del Norte «hasta que tomen un camino distinto».

Jugando al gato y al ratón

El caso del «satélite del amor» (como lo denominó la agencia oficial de noticias norcoreana, KCNA, en un comunicado previo en el que afirmaba que «el exitoso lanzamiento del satélite proclamaría orgullosamente a Corea del Norte -uno de los países más pobres del mundo- como un nuevo tigre asiático y como un nuevo miembro del club de potencias económicas») es el último episodio de una larga serie de provocaciones y tiras y aflojas prebélicos, que se remonta al principio de los años noventa, y que se ha ido haciendo cada vez más grave desde que en 2002 Corea del Norte cerró sus puertas a los inspectores del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), después de que Washington acusase a Pyongyang de desarrollar en secreto un programa de enriquecimiento de uranio.

Tras más de dos años de desencuentros, en 2005, los seis países directamente afectados (EE UU, Corea del Norte, China, Corea del Sur, Japón y Rusia) llegaron a un acuerdo por el que Pyongyang se comprometía a desmantelar su programa a cambio de ayuda energética y garantías de seguridad por parte de Estados Unidos. El diálogo, sin embargo, se rompió meses después ante el mantenimiento de sanciones por parte de Washington contra varias instituciones financieras que tenían negocios con el Gobierno norcoreano, y el 9 de octubre de 2006 Corea del Norte probó una bomba nuclear, que le acarreó duras sanciones internacionales.

En junio de 2007, agobiada por el boicot económico, Pyongyang volvió a anunciar el desarme atómico y permitió, después de cinco años, la entrada de los inspectores del OIEA. Pero el compromiso duró poco: Ante la negativa del gobierno de George W. Bush de retirar a Corea del Norte de su lista de países que apoyan el terrorismo, el régimen comunista se echó de nuevo atrás y en agosto de 2008 declaró su intención de relanzar su programa atómico. Así, el 25 de mayo del año siguiente llevó a cabo con éxito su segunda prueba nuclear, tras la realizada en 2006, lo que provocó una unánime condena internacional. El Consejo de Seguridad amplió el embargo de armasy el bloqueo de activos financieros.

Desde entonces ha habido pocos avances. A finales de 2011, Corea del Norte aseguró que su programa de producción de uranio poco enriquecido, supuestamente para uso civil, avanzaba a buen ritmo, en un contexto agravado por el hundimiento de un buque surcoreano en el Mar Amarillo y el posterior bombardeo a la isla de Yeonpyeong.

No obstante, tras la muerte en diciembre pasado del líder norcoreano Kim Jong-il, EE UU se mostró moderadamente optimista, y hace dos meses Pyongyang anunció una vez más la suspensión temporal de sus actividades de enriquecimiento de uranio, así como de las pruebas nucleares y de los lanzamientos de misiles de largo alcance. El 19 de marzo, las autoridades de Corea del Norte invitaron al OIEA a realizar una visita al país, tres años después de expulsar a los inspectores que verificaban el programa nuclear del país asiático.

Las esperanzas de que se reanuden las negociaciones, sin embargo, han vuelto a quebrarse con el lanzamiento del cohete ‘Unha-3’, considerado por Washington y Corea del Sur como una prueba de misiles encubierta.

Más incógnitas que certezas

Uno de los mayores problemas en el conflicto con Corea del Norte es que, a pesar de que Pyongyang asegura que tiene armas nucleares, y de que la mayoría de los expertos tienen claro que ha estado desarrollando activamente su programa de armamento durante estos últimos años, en realidad es muy difícil confirmarlo, dada la impenetrabilidad del régimen y la falta de inspecciones exhaustivas.

Se sabe, por ejemplo, que en diciembre de 2002 Corea del Norte reactivó su reactor nuclear de Yongbyon, pero no cuál ha sido el progreso obtenido desde entonces. Según analistas consultados por la BBC, si el reactor estuviese en su plena capacidad operacional, podría producir la cantidad de plutonio suficiente para construir una arma nuclear por año. La CIA, por su parte, calculó a principios de la pasada década que otro programa nuclear, basado no en plutonio sino en uranio enriquecido, tendría capacidad para producir «dos o más» bombas cada año.

En cualquier caso, los expertos creen que Corea del Norte podría haber extraído el plutonio suficiente para fabricar un pequeño número de bombas. Y según cálculos de Washington, alrededor de 8.000 barras de combustible para el reactor nuclear que habían sido almacenadas en 1994 podrían estar siendo utilizadas para extraer el plutonio necesario para desarrollar varias armas más.

Dos escenarios posibles

Tras el fracaso del lanzamiento de su último cohete, Corea del Norte se encuentra ahora ante dos posibilidades. Por un lado, no puede descartarse que el nuevo líder norcoreano, Kim Jong-un, y los generales que le rodean, reaccionen al ridículo redoblando sus esfuerzos por conseguir una prueba nuclear que funcione, con el fin de acallar críticas y volver a hacer creíbles sus desafíos a la comunidad internacional. En este sentido, Corea del Sur y EE UU aseguran que sus satélites han detectado una nueva actividad en suelo norcoreano que sugiere la preparación de una próxima prueba nuclear. Si la presión contra Pyongyang, especialmente por parte de China, no funciona, y la prueba se lleva a cabo, la tensión puede dispararse.

Pero por otra parte, también cabe la posibilidad de que el fiasco del cohete sea aprovechado por los elementos menos duros del régimen y los tecnócratas del gobierno norcoreano para ganar peso político e influencia sobre el nuevo líder, a costa de los elementos más militaristas, responsables de la actual estrategia armamentística. Ello podría suponer una relajación de la crisis y, eventualmente, una reanudación de las negociaciones a seis bandas, siempre que Occidente esté dispuesto a abrir la mano, lo que no será fácil mientras Obama esté en año electoral.

III. TERRORISMO NUCLEAR

Amenaza real

«El terrorismo nuclear continúa siendo una de las amenazas más importantes para la seguridad nacional». Esa es, al menos, la conclusión a la que llegaron los 53 jefes de Estado y líderes de organizaciones multilaterales que participaron los pasados días 26 y 27 de marzo en la Segunda Cumbre de Seguridad Nuclear, celebrada en Seúl, la capital de Corea del Sur.

La declaración final fue similar a la de la primera cumbre, celebrada hace dos años en Washington, pero esta vez, quizá por la cercanía con Corea del Norte, los líderes mundiales subieron el tono de la amenaza en sus declaraciones personales: Barack Obama advirtió de que «quedan aún muchos elementos malvados que amenazan con almacenar y utilizar peligroso material nuclear». «No se necesitaría mucho, tan sólo un puñado de materiales, para matar a cientos de miles de inocentes, y esto no es una exageración, es una realidad a la que nos enfrentamos», añadió el presidente estadounidense.

El comunicado de la cumbre de Seúl, sin embargo, omitió una mención que sí aparecía en el borrador del texto, en la que se hablaba de la necesidad de «dar pasos concretos» para lograr un mundo sin armas nucleares. A este respecto, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, criticó la naturaleza no vinculante de este encuentro: «Seamos claros, el mundo necesita un acuerdo legalmente vinculante sobre el tratamiento del material fisible», dijo.

Más de 2.000 armas nucleares «perdidas»

Entre 1993 y 2011 la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) detectó 2.164 casos de pérdida, robo o desaparición de materiales nucleares que podrían ser empleados para fabricar lo que se conoce como «bombas sucias», artefactos que, utilizando explosivos convencionales, son capaces de diseminar material radiactivo sobre un área poblada.

Construir un arma nuclear no es fácil, pero fabricar una bomba similar a la que destruyó Hiroshima es «muy posible dentro de las capacidades de un grupo terrorista avanzado», según explicó al diario Clarín Matthew Bunn, profesor adjunto en la Escuela John Kennedy de la Universidad de Harvard, EE UU. «Existe una enorme diferencia entre la dificultad de producir armas seguras y confiables para usar en un proyectil o avión de guerra, y fabricar armas inseguras y no confiables para transportar en un camión», indicó.

Los cables filtrados por WikiLeaks revelaron, por ejemplo, la gran fragilidad de los controles sobre el personal implicado en el programa nuclear paquistaní, lo que llevó a Washington a dar al problema prioridad estratégica, con el fin de evitar que empleados «radicales» accedan a las instalaciones.

El periodo de mayor descontrol sobre el armamento nuclear ocurrió tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, cuando sus bases nucleares en Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania quedaron en una situación de gran vulnerabilidad. Además, muchos científicos perdieron su empleo y buscaron una salida laboral en otros países, llevándose consigo algunos de ellos el conocimiento y los archivos necesarios.

En un informe que elaboró para la revista Technology Review, el analista estadounidense de seguridad nacional especializado en armas nucleares Graham Allison indicó que «si los gobiernos no hacen más de lo que están haciendo actualmente, las posibilidades de que ocurra un ataque terrorista con armas nucleares contra una de las grandes ciudades occidentales en el plazo de una década son de más del 50%».

IV. EL ARMAMENTO NUCLEAR, EN CIFRAS

  • 20.500 armas nucleares existen actualmente en todo el planeta, según datos del Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés). De ellas, alrededor de 5.000 están desplegadas y listas para su uso. Las cifras son aproximadas.
  • 8 países poseen armamento nuclear: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán e Israel. Solo los cinco primeros lo reconocen legalmente. Sudáfrica fue uno de los primeros países que construyó armas nucleares, pero después renunció a ellas y las destruyó, junto con los planos (las instalaciones han sido desmanteladas y están bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica).
  • 188 países forman parte del Tratado de No Proliferación Nuclear. A solo cinco de los estados firmantes (los mencionados Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China, que son, también, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU) se les permite la posesión de armas nucleares. India, Israel y Pakistán no han firmado el Tratado, y Corea del Norte se retiró en 2003.
  • 1.550 cabezas nucleares por país es el límite establecido por el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START II, por sus siglas en inglés), firmado entre Estados Unidos y Rusia en enero de 2010, como renovación del START I, acordado en 1991.
  • 2 bombas atómicas han sido detonadas en estado de guerra. Las lanzó EE UU sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, durante la II Guerra Mundial.
  • 2.000 pruebas nucleares, aproximadamente, se han realizado hasta la fecha.

La siguiente animación, realizada por el artista japonés Isao Hashimoto, muestra las bombas nucleares detonadas entre 1945 y 1998:


Con información de la agencia Efe
Publicado originalmente en 20minutos


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