Barack Obama

Donald Trump y Barack Obama
Donald Trump y Barack Obama, durante la toma de posesión d Trump como presidente de EE UU, el 20 de enero de 2017. Foto: M. Santos / US Air Force

Donald Trump no ha ocultado nunca su intención de revertir hasta donde le fuese posible las iniciativas impulsadas y puestas en marcha por su predecesor en la Casa Blanca. Desde que asumió la presidencia el 20 de enero de 2017, el magnate ha intentado modificar, o directamente eliminar, los principales logros de Barack Obama, incluyendo algunos de los más emblemáticos, como los referidos a la sanidad o el medio ambiente. Trump no es, desde luego, el primer mandatario que trata de corregir el legado recibido, tanto en Estados Unidos como en cualquier otro país, pero pocos lo han hecho de un modo tan sistemático y tan poco sutil.

En este sentido, el anuncio hecho esta semana por el presidente de que EE UU abandona el pacto nuclear alcanzado con Irán puede interpretarse como un nuevo paso en lo que algunos expertos han definido como política negativa de Trump, más orientada a destruir lo anterior que a proponer novedades o mejorar lo alcanzado.

El acuerdo con Irán, firmado por Rusia, China, el Reino Unido, Francia y Alemania, además de por Washington y Teherán, fue conseguido tras largas y duras negociaciones durante la anterior Administración estadounidense, con un fuerte coste político para Obama, quien tuvo que enfrentarse a una enorme presión, no solo parte del Partido Republicano, sino también de tradicionales aliados de EE UU en la región, como Arabia Saudí y, especialmente, Israel (junto con el poderoso lobby pro israelí en Washington).

‘America First’

Nada más asumir el cargo, en su primera jornada de trabajo, Trump firmó una orden ejecutiva (vendrían muchas más después, todas ellas rubricadas de forma teatral ante las cámaras) para sacar a EE UU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), un tratado impulsado por Obama y que EE UU había alcanzado junto con otros 11 países.

La decisión se enmarcaba en la nueva política proteccionista de la Casa Blanca (America First, Estados Unidos primero), que llevaría posteriormente a Washington a forzar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá y México, y a imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio, así como altas tasas a productos chinos.

Algunas de estas decisiones comerciales están aún en suspenso (en abril el Gobierno estadounidense afirmó que se estaba planteando volver al TPP porque «cree en el libre comercio», las espadas de la negociación del TLCAN siguen en alto, y los aranceles del metal a la UE y otros países no se han materializado todavía), pero el efecto publicitario, especialmente de cara a su base electoral, ya se ha conseguido.

Adiós a París

Más definitiva fue la que quizá haya sido, junto con la ruptura unilateral del pacto iraní, su decisión internacional más trascendental hasta ahora: la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático, en junio de 2017.

Al abandonar el tratado, Trump anunció que EE UU «cesará todas las implementaciones» de sus compromisos climáticos en el marco de París «a partir de hoy», lo que incluye la meta propuesta por Obama de reducir para 2025 las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 26% y un 28% respecto a los niveles de 2005.

El acuerdo, dijo el mandatario, fue «negociado mal y con desesperación» por el Gobierno de Obama, «en detrimento» de la economía y el crecimiento de EE UU. Después, la famosa frase: «He sido elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no de París».

Las ‘correciones’ de las políticas de Obama con respecto al medio ambiente también han tenido lugar de puertas adentro. En diciembre del año pasado, por ejemplo, Trump ordenó la mayor reducción de tierras públicas protegidas en la historia de EE UU, al recortar más de 9.200 kilómetros cuadrados en dos parques en Utah, una medida que fue alabada por los conservadores del estado y duramente criticada por ecologistas y tribus nativas. En concreto, Trump ordenó reducir sustancialmente la superficie de dos monumentos nacionales que habían resguardado tanto Obama, como Bill Clinton.

Además, Trump ha anunciado permisos para perforar el Ártico en busca de combustibles fósiles, y ha reactivado la construcción de polémicos oleoductos congelados por su antecesor en el cargo.

Soñadores y sanidad

Otro de los grandes caballos de batalla de Trump ha sido, y sigue siendo, la inmigración, y también aquí su medida más controvertida hasta ahora (aparte de la construcción del muro en la frontera con México) es un disparo directo contra el legado de Obama: la eliminación del plan DACA, una iniciativa aprobada por el anterior inquilino de la Casa Blanca, que protege de la deportación a miles de jóvenes indocumentados que llegaron al país siendo menores de edad (los conocidos como dreamers, soñadores).

De momento, diversos reveses judiciales contra el Gobierno de Trump mantienen vivo el plan, y el propio presidente ha sido ambiguo sobre quién se vería afectado exactamente, al tiempo que es consciente del valor del DACA como moneda de cambio en la negociación que mantiene con el Congreso sobre su política migratoria (y el dinero que necesita para su muro).

Sin abandonar la política interior, la otra gran obsesión ‘anti-Obama’ de Trump es el sistema de protección sanitaria puesto en marcha por su predecesor, la norma conocida como Obamacare. Tumbarla fue una de sus promesas electorales estrella, y el magnate neoyorquino no se ha rendido aún, pero hasta ahora no ha contado con el apoyo suficiente en el Congreso para derogar y reemplazar la reforma.

El pasado mes de septiembre, la oposición de tres senadores hizo imposible aprobar el proyecto de ley impulsado por el presidente, en el que era ya su segundo intento. Días antes, no obstante, Trump anunció su intencion de asfixiar el programa, reduciendo en un 90% los fondos destinados a publicidad y ayuda para las inscripciones ciudadanas en el mercado de seguros médicos de la ley.

Frenazo en Cuba

Por último, y volviendo al exterior, Trump ha dado marcha atrás, o al menos ha frenado en seco, con respecto a una de las decisiones de la anterior Administración calificadas como «históricas»: la apertura con Cuba y la progresiva normalización de las relaciones bilaterales, tras medio siglo de hostilidades.

En un discurso pronunciado el pasado mes de junio en Miami (donde se concentra la mayor cantidad de exiliados y disidentes cubanos en EE UU), el presidente anunció un cambio, «con efecto inmediato», de la política estadounidense hacia la isla, que incluye el mantenimiento del embargo comercial y financiero que había empezado a aliviar Obama, y su oposición a las peticiones internacionales de que el Congreso lo levante.

Una vez más, sin embargo, también en el caso de Cuba es importante distinguir entre las palabras y los hechos. Pese al lenguaje habitual de cambios radicales empleado por Trump, lo cierto es que sus medidas no anulan las relaciones diplomáticas con La Habana restablecidas por Obama, ni prohíben las conexiones aéreas y marítimas con la isla. De momento, tan solo se revisan algunos aspectos de la relación bilateral encaminados a reducir los pagos de estadounidenses a empresas controladas por militares cubanos, o a aumentar las restricciones de viajes individuales a Cuba.


Publicado originalmente en 20minutos

El fin del pacto con Irán, otro golpe de Trump al legado de Obama

Donald Trump no ha ocultado nunca su intención de revertir hasta donde le fuese posible las iniciativas impulsadas y puestas en marcha por su predecesor en la Casa Blanca. Desde que asumió la presidencia el 20 de enero de 2017,… Leer

Barack Obama, en Chicago, durante su último discurso en público como presidente de los Estados Unidos. Foto: The White House / Wikimedia Commons

Al 44º presidente de los Estados Unidos se le podrán reprochar muchas cosas, pero la falta de optimismo no es una de ellas. Cuando el pasado día 11, de vuelta en su querida Chicago, Barack Obama se despidió del pueblo estadounidense en su último discurso público (una nueva demostración de su brillante oratoria y de su capacidad para conectar con la gente), el todavía inquilino de la Casa Blanca recuperó, sin dudarlo, el histórico lema que le llevó hasta la presidencia por primera vez, hace ocho años. Ante una audiencia entregada que clamaba por el imposible («Four more years!», ¡cuatro años más!), y pese al ‘coitus interruptus’ de saber que en tan solo unos días ocupará su puesto un personaje como Donald Trump, Obama cerró sus palabras con el mismo mensaje de esperanza que convenció a millones de personas en 2008, haciendo posible la hazaña de situar por vez primera a un hombre negro en el cargo más importante del país, y, en muchos sentidos, del mundo: Yes, we can (Sí, podemos). Y luego añadió: Yes, we did (Sí, lo hicimos; sí, pudimos). Pero, ¿ha podido realmente?

En términos generales, Obama deja un país mejor que el que encontró, al menos en lo que respecta a la economía, pero también un buen número de expectativas frustradas o directamente incumplidas. El que fuera el candidato del «cambio» y la «esperanza»ha sido asimismo, para muchos, el presidente de las oportunidades perdidas, unas oportunidades que, a la vista de quien va a sentarse en el Despacho Oval a partir del próximo viernes, no van a volver a repetirse fácilmente. Y algunos de sus logros más importantes, como la reforma sanitaria o la migratoria, podrían tener los días contados.

En el exterior, Obama, premiado en 2009 con un Nobel de la Paz que resultó ser, probablemente, algo prematuro, tampoco puede presumir demasiado. El entusiasmo inicial que despertó en todo el mundo el cambio que el joven presidente suponía con respecto a su antecesor (George W. Bush), con sus acercamientos al mundo musulmán (qué lejos queda ya aquel famoso discurso en El Cairo), o sus decisiones de poner fin a dos guerras (Afganistán e Irak), se fue transformando poco a poco en decepción y, en muchas ocasiones, en más de lo mismo.

Quedarán, en el apartado del debe, sus fracasos en el trágico atolladero de Siria y en el moribundo proceso de paz palestino-israelí, o los miles de muertes causadas por sus drones (durante el mandato de Obama, EE UU ha bombardeado un total de siete países —Afganistán, Irak, Pakistán, Somalia, Yemen, Libia y Siria—, frente a los cuatro bombardeados por Bush —los cuatro primeros— ). En el apartado del haber, pasos históricos como la reapertura de relaciones con Cuba y el acuerdo nuclear con Irán, sus iniciativas en contra de la tortura, o momentos ‘cumbre’ como, dejando a un lado las normas del derecho internacional, el asesinato del líder de Al Qaeda y cerebro de los atentados del 11-S, Osama Bin Laden.

Cambios profundos

No obstante, y como siempre en estos casos, tan injusto sería culpar al presidente de todos los aspectos negativos ocurridos durante su mandato, como atribuirle en exclusiva todos los logros. La sociedad estadounidense, como la global, ha experimentado durante estos ocho años cambios muy profundos, unos cambios que han acabado traduciéndose, de algún modo, en una gran polarización ideológica y una evidente desconexión entre ciudadanos y politicos, de izquierda a derecha, reflejadas en manifestaciones tan distintas como el movimiento Occupy que se extendió por EE UU en 2011 tras el 15-M español, o la inesperada elección como presidente del millonario Donald Trump en 2016. Unos cambios que, al mismo tiempo, han permitido también hitos como el reconocimiento, en todo el país, de la legalidad del matrimonio entre homosexuales, o el hecho de que, por primera vez, una mujer (Hillary Clinton) haya estado a punto de ocupar la Casa Blanca.

Paradójicamente, ha sido durante el mandato del primer presidente negro cuando los hondos conflictos raciales tan presentes aún en EE UU han vuelto a exacerbarse (debido, sobre todo, a la violencia discriminatoria ejercida por la Policía contra ciudadanos negros), y ha sido también durante el mandato del que iba a ser «el presidente de la gente» cuando hemos conocido, por ejemplo, el masivo espionaje cibernético al que el Gobierno estadounidense somete a sus ciudadanos. A menudo, también es cierto, Obama se ha dado de frente contra el muro de la falta de apoyo político, especialmente en el Congreso, una cámara que ha estado férreamente dominada por los republicanos en estos últimos años: para cuando el presidente quiso apretar el acelerador de sus reformas, en el tramo final de su mandato, ya era demasiado tarde. A su pesar, Guantánamo sigue abierto, y el cambio en las leyes que regulan la posesión de armas, pendiente.

Tal vez el error, visto sobre todo desde Europa, o desde la Europa más de izquierdas, haya sido creer que Obama era un auténtico revolucionario, y no tanto lo que finalmente resultó ser: un presidente con honestas intenciones transformadoras, pero dependiente, al fin y al cabo, y no siempre en contra de su voluntad, de los mecanismos de poder (políticos, económicos, militares) y los valores tradicionales (capitalismo incuestionable, cierto chauvinismo) que siguen marcando buena parte de la realidad de su país.

Lo que parece claro es que Obama se va con la popularidad prácticamente intacta, un factor al que probablemente haya contribuido el clima viciado que ha caracterizado las últimas elecciones presidenciales. Según un último sondeo de Associated Press-Norc Center for Public Affairs, el 57% de los estadounidenses encuestados aprueban su gestión, lo que le sitúa muy por delante de su predecesor (Bush se fue con un 32%) y ligeramente por encima de Ronald Reagan (51%), aunque aún lejos de Bill Clinton (63%). Para el 27%, Obama ha sido incapaz de mantener su promesa de unificar el país, y uno de cada tres opina que ha incumplido sus compromisos, si bien el 44% cree que, al menos, lo ha intentado.

Obama asumió la presidencia de EE UU con una herencia, la de George W. Bush, que incluía, entre otras cosas, dos guerras, una crisis económica interna sin precedentes desde la Gran Depresión y una imagen de Estados Unidos en el mundo por los suelos. El nuevo presidente ofrecía, para empezar, un talante completamente distinto: más inteligente y tolerante, con un mejor carácter y un fino y agudo sentido del humor, educado en Harvard pero no elitista, soñador pero realista, progresista pero en modo alguno radical, e inmune (algo que ha logrado mantener) a cualquier escándalo de corrupción o de carácter personal. Repasamos ahora su legado, recordando también sus promesas y retos de hace ocho años, tanto en política exterior como en política interior.

EL LEGADO DE OBAMA EN EL EXTERIOR

Oriente Medio

Cuando Obama llegó al poder en enero de 2009, tres años antes del estallido de la ‘primavera árabe’, y ocho antes de la sangrienta irrupción de Estado Islámico, el nuevo presidente tenía ante sí tres desafíos fundamentales en lo que respecta a la región más convulsa del planeta: retirar las tropas estadounidenses de Irak y y lograr la estabilización del país, poner fin a la guerra en Afganistán, y contribuir a un proceso de paz real entre palestinos e israelíes. Ocho años después, la retirada de los soldados es una realidad en Irak, pero el país, asolado por el terrorismo yihadista, la división sectaria y la debilidad de su gobierno tras la nefasta gestión estadounidense que siguió a la invasión de 2003, está muy lejos de ser estable; la guerra de Afganistán se cerró más bien en falso (EE UU aún mantiene tropas allí); y el proceso de paz palestino-israelí está completamente muerto.

En el camino, las nuevas realidades de la zona han supuesto un desafío constante, al que la administración estadounidense no ha sabido responder adecuadamente. La tragedia de la guerra en Siria es, tal vez, el principal ejemplo: la política contradictoria y pasiva de Washington ha contribuido a perpetuar el conflicto y ha dado alas a la Rusia de Putin, cuyo apoyo incondicional al régimen de Asad sigue haciendo imposible una salida. Por otro lado, EE UU ha intentado distanciar su discurso de la política israelí, pero no ha presionado lo suficiente como para forzar avances en el proceso de paz, e incluso ha alcanzado niveles récord en la venta de armas a este país. Y en Yemen, donde otra guerra prácticamente olvidada sigue masacrando a la población, Washington mantiene su respaldo a la coalición, liderada por Arabia Saudí, que está lanzando las bombas.

Según explica a 20minutos.es Ignacio Álvarez-Osorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante y coordinador de Oriente Medio y el Magreb en la Fundación Alternativas, «la inacción, el distanciamiento y la parálisis» que han caracterizado la política «fallida, errática e improvisada» de Obama en Oriente Medio han dejado una región «bastante peor de lo que estaba hace ocho años», incluyendo la expansión de Estado Islámico, frente al que EE UU no ha sido capaz de oponer una estrategia verdaderamente eficaz. Aún reconociendo el condicionante de la herencia de Bush, Álvarez-Ossorio no duda en hablar de «gran decepción», tras un principio que parecía esperanzador, «gracias al discurso en El Cairo, o al hecho de que se dejase caer a Mubarak en Egipto».

Sin embargo, teniendo en cuenta las duras críticas recibidas por Bush a causa de su intervencionismo en la región, ¿qué opciones reales tenía Obama? «Podía haber explorado más otras alternativas, basadas en una diplomacia más coherente y en el multilateralismo, en buscar otros actores», explica Álvarez-Osorio. «El intervencionismo militar no es la única opción, pero es difícil ganar credibilidad cuando tus principales aliados siguen siendo países autocráticos, o cuando el distanciamiento de gobiernos como el saudí o el israelí es tan tibio».

El mayor logro conseguido por la administración de Obama en Oriente Medio es, sin duda, la consecución del acuerdo con Irán, un acuerdo que permitió controlar la escalada nuclear en este país y levantar las sanciones impuestas a Teherán; que, en cualquier caso, no es atribuible en exclusiva a la diplomacia estadounidense, y que está pendiente ahora de lo que pueda hacer con él el nuevo presidente Trump.

Cuba y Corea del Norte

Junto con el acuerdo nuclear con Irán, el otro gran momento del mandato de Obama en política exterior ha sido la normalización de las relaciones con Cuba, un proceso cuya primera fase culminó en el histórico apretón de manos en La Habana entre el presidente estadounidense y el cubano, Raúl Castro, en marzo de 2016. Era la primera vez en 88 años que un mandatario de EE UU visitaba la isla, un gesto comparable, en significación histórica, a la visita que Obama hizo también a Hiroshima, la primera de un presidente estadounidense a la ciudad japonesa arrasada por la primera bomba atómica hace 50 años.

No obstante, tampoco aquí el éxito es atribuible tan solo a Obama. La situación de cierto aperturismo en la isla tras la retirada de Fidel Castro del poder, y el final de los años duros de George W. Bush fueron factores fundamentales. Y no hay que olvidar que, al igual que en lo referente a Irán, el nuevo presidente, Trump, tendrá la autoridad ejecutiva de revertir las propuestas diplomáticas de Obama para con la isla, incluyendo la relajación de las sanciones y las restricciones de viaje. Trump, de momento, mantiene abiertas «todas las opciones».

Con otro de los tradicionales antagonistas de EE UU, Corea del Norte, las cosas no han ido tan bien, aunque, en este caso, ha sido la postura aislacionista y beligerante del régimen dictatorial de Pionyang la que no ha contribuido, precisamente, a allanar el camino. La tensión nuclear, las provocaciones a los vecinos y los ensayos armamentísticos han seguido incrementándose, y los conatos de diálogo parecen haber pasado a mejor vida.

Europa y Rusia

«Cuando Obama fue elegido en 2008 se generó una gran expectación en Europa», comenta a 20minutos.es Carlota García Encina, investigadora del Real Instituto Elcano y profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid: «Parecía, sobre todo en comparación con los años de Bush, que se iniciaba una nueva relación transatlántica, pero la generación de Obama no se siente tan ligada al Viejo Continente como las anteriores y, aunque en un primer momento el trato fue cordial, EE UU empezó a mirar cada vez más a Asia y a los países emergentes, y a dejar claro su deseo de que los países europeos se fuesen haciendo cargo de su propia defensa», añade.

Esta cierta distancia, no obstante, ha ido evolucionando a lo largo de todo el mandato, especialmente ante la magnitud de problemas globales como el terrorismo o la llegada masiva de refugiados, o debido a situaciones de crisis como la guerra en Ucrania. García Encina señala, en este sentido, que «Obama fue cada vez más consciente de que necesitaba una Europa fuerte, de que no existe una alternativa, y de que estadounidenses y europeos son quienes siguen haciéndose cargo de la mayoría de los problemas del mundo». «Por eso», agrega, «Obama ha venido insistiendo, sobre todo al final de su presidencia, en la necesidad de ‘más Europa’ [cuando apoyó la opción contraria al brexit, por ejemplo], y de una Europa más activa que reactiva».

La relación con el otro lado del Atlántico, sin embargo, ha estado marcada por la creciente tensión, cuando no enemistad directa, con la Rusia de Putin. Como recuerda García Encina, los planes de Obama para mejorar las relaciones con Moscú (ese «volver a empezar» que se propuso al inicio de su segundo mandato) se vieron truncados por la guerra en Ucrania y la anexión rusa de Crimea en 2014, y, especialmente, por el apoyo del Kremlin al régimen sirio de Bashar al Asad. Tras las acusaciones a Moscú de haber intervenido en la campaña electoral estadounidense, y a pesar del ‘idilio’ político entre Vladimir Putin y Donald Trump, restablecer una mínima normalidad entre ambas potencias no va a ser tarea fácil.

Tratados comerciales

Antes de ser elegido presidente, Obama, quien llegó a ser acusado de «proteccionista encubierto» por su primer rival electoral, el republicano John McCain, se había mostrado partidario, en general, del libre comercio mundial, si bien matizando que «no todos los acuerdos son buenos». Al término de su mandato, el balance en este sentido es más bien pobre, con solo tres acuerdos implementados exitosamente (Panamá, Colombia y Corea del Sur), algo no necesariamente negativo para los detractores de este tipo de tratados, tanto desde la derecha más proteccionista («roban trabajo a los locales y favorecen a las empresas extranjeras»), como desde el activismo izquierdista («contribuyen a aumentar el poder de las grandes corporaciones frente a los gobiernos, y minan los derechos sociales y laborales»).

Los dos grandes objetivos de su administración fueron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP). El TPP, firmado en febrero de 2016 por 12 países que, juntos, representan el 40% de la economía mundial, todavía no ha sido ratificado y, teniendo en cuenta que Trump ha anunciado la retirada estadounidense del mismo, su futuro es, siendo optimistas, incierto. Mientras, el TTIP, la controvertida propuesta de libre comercio entre EE UU y la UE, sigue negociándose, pero está siendo abandonada por cada vez más políticos a ambos lados del Atlántico. «A diferencia de lo que ocurre en Europa», indica García Encina, «el TTIP no está en el debate público en EE UU; es un asunto de Washington».

EL LEGADO DE OBAMA EN CASA

Economía

Obama llegó al poder en mitad de una crisis económica descomunal, cuyos efectos aún siguen sufriéndose en medio mundo. Con más de 9 millones de parados, el desempleo afectaba al 6,7% de la población activa; la deuda pública superaba los 10.600 millones de dólares; la industria financiera estaba a un paso del colapso, y 700.000 millones de dólares eran dedicados a gasto militar. Grandes empresas habían quebrado, la confianza de los inversores era prácticamente inexistente, había decrecido alarmantemente la capacidad adquisitiva y, por tanto, el consumo; la industria automovilística (uno de los motores del país) estaba en coma, y el déficit presupuestario alcanzaba un registro histórico de 483.000 millones de dólares, sin contar con los 700.000 millones del erario público destinados a rescatar, principalmente, a los bancos y entidades financieras a la vez causantes y víctimas de buena parte de la crisis.

Al inicio de su primer mandato, Obama impulsó un importante paquete de estímulo económico y una serie de reformas legales y financieras que, poco a poco, han ido dando frutos. Su gobierno supervisó la salvación de General Motors, implementó un Programa de Viviendas Asequibles que evitó que millones de propietarios perdieran sus casas al permitirles refinanciar sus hipotecas, y negoció un acuerdo que anuló muchos de los recortes de impuestos aprobados en la era de George W. Bush, a cambio de congelar el gasto general, e incluyendo importantes medidas fiscales como la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009.

Ocho años después, el desempleo ha caído al 4,6%, el nivel más bajo desde 2007, y la creación de puestos de trabajo sigue estable, con 178.000 nuevos empleos registrados el pasado mes de noviembre. Además, y pese a que Obama no ha conseguido avances en su empeño por aumentar el salario mínimo federal (el Congreso, dominado por los republicanos, se ha opuesto sistemáticamente), o a que el poder adquisitivo sigue sin alcanzar los niveles esperados (el ingreso de los hogares en 2015 seguía siendo inferior al de 2007), los sueldos, en general, han empezado a recuperarse (aunque sigue existiendo desigualdad entre hombres y mujeres), y el mercado de valores está alcanzando nuevos máximos.

Según un informe del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, el crecimiento de los salarios reales ha sido en estos últimos años el más rápido desde principios de la década de los setenta, y en el tercer trimestre de 2016, la economía estadounidense creció un 11,5% por encima del máximo registrado antes de la crisis, con la renta per capita situada un 4% sobre los niveles anteriores a 2009.

Sanidad

La reforma del sistema sanitario estadounidense fue, desde un principio, la gran apuesta de Barack Obama, y también el principal blanco de los ataques al presidente provenientes de los sectores más conservadores. Su implementación, aunque fuese rebajando en parte sus ambiciosos planes iniciales, ha sido, según él mismo, su gran legado. Su futuro, considerando que Trump ha prometido hincarle el diente («suspenderla» y «aprobar una propuesta mejor») nada más asumir la presidencia, está en el aire.

Básicamente, el llamado Obamacare, el paquete de reformas sanitarias aprobado en 2010, tiene como objetivo permitir un mayor acceso de los ciudadanos al sistema de salud, en un país donde no existe una sanidad pública como tal. Los estadounidenses pueden ahora comprar seguros médicos federalmente regulados y subsidiados por el Estado, lo que ha permitido que el porcentaje de personas sin protección se haya reducido del 15,7% (un total de 30 millones) en 2011 al 9,1% en 2015.

La ley, por ejemplo, prohíbe a las compañías de seguros tener en cuenta condiciones preexistentes, y les exige otorgar cobertura a todos los solicitantes, ofreciéndoles las mismas tarifas sin importar su estado de salud o su sexo. Además, aumenta las subvenciones y la cobertura de Medicaid, el programa de seguros de salud del Gobierno.

La reforma, sin embargo, ha tenido que convivir con serios problemas, incluyendo el hecho de que varios estados gobernados por republicanos se han negado a aplicar su parte, o graves dificultades informáticas que fueron ampliamente divulgadas por la prensa y utilizadas por la oposición, disparando las críticas de sus detractores.

Inmigración

La reforma migratoria fue, junto con la sanitaria, la otra gran promesa de Obama durante la campaña electoral que le llevó a la Casa Blanca en 2008, pero sus esfuerzos por que el Congreso la sacase adelante cayeron una y otra vez en saco roto. Finalmente, nada más ser reelegido, el presidente anunció que no estaba dispuesto a seguir esperando, y que aprobaría una serie de medidas por decreto (acción ejecutiva). Lo hizo, finalmente, y entre las airadas críticas de los republicanos, en 2014.

Esta ‘minireforma’ no afectaba a aspectos como la ciudadanía o la residencia permanente (Obama no podía llegar tan lejos, con la ley en la mano), pero sí permitía regularizar la situación de cerca de la mitad de los inmigrantes indocumentados que residen en el país (unos cinco millones, de un total de 11 millones de ‘sin papeles’). En concreto, la reforma afectaba a aquellos que tienen hijos que son ciudadanos estadounidenses o residentes permanentes, y que pueden demostrar que llevan en el país desde antes del 1 de enero de 2010 y carecen de antecedentes criminales. La ley está ahora suspendida por una larga batalla legal en la que se ha cuestionado su constitucionalidad.

Por otro lado, la dura y xenófoba retórica anti-inmigración del presidente electo, Donald Trump, ha hecho olvidar a menudo que la administración de Obama ostenta el récord de deportaciones de EE UU hasta la fecha, con una media de 400.000 al año. Según datos del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), el gobierno de Obama deportó a cerca de 2,5 millones de inmigrantes entre 2009 y 2015. El mayor número de deportaciones se produjo en 2012, cuando fueron expulsadas 410.000 personas, alrededor del doble que en 2003. Un informe de 2013 del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE UU señalaba que alrededor de 369.000 inmigrantes irregulares fueron deportados durante ese año. La mayoría de los deportados, 241.493, eran mexicanos.

Crimen y armas

Las afirmaciones de Donald Trump según las cuales la criminalidad en EE UU está «peor que nunca» son falsas. Es cierto que en algunas grandes ciudades ha crecido la tasa de homicidios, pero, en general, los índices de delincuencia han bajado de forma constante durante los ocho años de gobierno de Barack Obama, uno de cuyos grandes objetivos (no cumplido del todo) ha sido la reforma del sistema de justicia penal y, en especial, intentar acabar con la discriminación racial que conlleva actualmente.

Como destaca la BBC en un repaso al legado de Obama en este aspecto crucial de la política doméstica, en 2010 el presidente firmó la llamada Acta de Sentencias, con la que se equiparararon las penas por posesión de crack y de cocaína en polvo. Hasta entonces, los castigos para los condenados por lo primero, la mayoría ciudadanos afroamericanoss, eran muy severas. En ese mismo año, Obama firmó otra ley que establece que el tiempo mínimo de prisión obligatoria por posesión de cocaína, que suele implicar desproporcionadamente a delincuentes de raza negra, sea más acorde con las penas de cocaína en polvo.

En enero de 2016, por otra parte, Obama tomó una serie de medidas ejecutivas destinadas a limitar el uso del aislamiento en las cárceles federales y proporcionar un mejor trato a los reclusos con enfermedades mentales. También ha utilizado su poder presidencial para conmutar las penas por drogas a más de 1.000 infractores no violentos, y ha apoyado una política del Departamento de Justicia que dio lugar a la liberación anticipada de unos 6.000 reclusos.

Su gran frustración, no obstante, ha sido no poder lograr un mayor control sobre la posesión de armas de fuego. Tras la matanza de la escuela primaria de Sandy Hook en Connecticut, el 14 de diciembre de 2012, Obama pidió mayores restricciones, algo en lo que ha insistido desde entonces, públicamente, varias veces. Sin embargo, debido al poder de presión de lobbies como la Asociación Nacional del Rifle, y a la oposición del ala más conservadora del Congreso, al final no ha podido promulgar nuevas políticas importantes al respecto.

Guantánamo

Antes de ser elegido por primera vez, Obama prometió que cerraría la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba, lo antes posible. De hecho, en la primera semana tras su toma de posesión (el segundo día, para ser exactos), el nuevo presidente firmó un decreto que contemplaba la clausura definitiva, «en menos de un año», de esta prisión militar, un complejo penitenciario fuera de la ley por el que habían pasado entonces casi 800 hombres, considerados por EE UU «combatientes enemigos ilegales»; la mayoría de ellos, acusados de pertenecer a los talibanes o a Al Qaeda, algunos sometidos a torturas, y ninguno con el derecho reconocido a un juicio previo o a la representación de un abogado. Ocho años después, y aunque con menos prisioneros (45 en la actualidad, frente a los 242 reos que había en 2009), el gran símbolo de la ‘guerra contra el terror’ de George W. Bush sigue abierto.

A lo largo de estos ocho años, Obama ha intentado en numerosas ocasiones hacer efectivo el cierre de la prisión, pero se ha encontrado una y otra vez con el rechazo y las restricciones del Congreso, reacio, principalmente, al traslado a suelo estadounidense de prisioneros que supondría la clausura de la base. En respuesta, la administración de Obama ha ido llevando a cabo un plan de transferencia de prisioneros a otros países, pero no ha sido suficiente.

Medio ambiente y cambio climático

Obama llegó a la Casa Blanca con una agenda medioambiental muy clara y es justo reconocer que ha tratado de cumplirla. El presidente ha intentado impulsar las energías renovables, promoviendo la construcción de más plantas solares y tomando medidas para modernizar la industria y hacerla menos dependiente del carbón. También prohibió perforaciones petroleras en el Atlántico y el Ártico, y participó activamente en el debate internacional sobre el calentamiento global, contribuyendo de forma determinante a la negociación del gran acuerdo para combatir el cambio climático que 195 países firmaron durante el COP21 en París, en diciembre de 2015.

Este acuerdo, ratificado por EE UU (y amenazado ahora por la postura en contra de Trump), estableció una serie de nuevas regulaciones que controlan la contaminación de las centrales eléctricas de carbón y limitan la minería del carbón y la perforación de petróleo y gas, tanto en tierras continentales como en aguas costeras.

Además, el presidente estadounidense hizo uso de su autoridad ejecutiva para designar un total de 548 millones de acres (más de 2,2 millones de Km²) de territorio como hábitat protegido, más que cualquier presidente anterior.

Obama, sin embargo, dejó pasar también oportunidades importantes. A principios de su mandato, cuando los demócratas tenían aún mayoría, el Congreso llegó a aprobar un estricto programa para controlar las emisiones de carbono. El Senado, sin embargo, dio prioridad a las reformas financiera y sanitaria, y, para cuando la ley volvió al Congreso, los demócratas estaban ya en minoría.


Publicado originalmente en 20minutos

El agridulce legado de Barack Obama, un cambio a medias

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Los líderes mundiales participantes en la IV Cumbre sobre Seguridad Nuclear, celebrada en Washington. Foto: Gobierno de Chile

Con los brutales ataques terroristas de Bruselas y Lahore aún en la retina, medio centenar de líderes mundiales se reunieron esta semana en Washington para tratar de avanzar en el control de las armas nucleares, en una cumbre que al final se centró en la necesidad de dar una respuesta a la amenaza de que parte de ese devastador arsenal caiga en manos de grupos como Estado Islámico.

La cuarta Cumbre sobre Seguridad Nuclear (convocada, como las tres anteriores, por el presidente estadounidense, Barack Obama) se celebró, no obstante, con la previsible tara que supusieron las ausencias de algunos de los países que más tienen que decir en este asunto. La silla vacía más notable fue la de Rusia, cuyo presidente, Vladimir Putin, decidió no acudir a la cita alegando una «falta de cooperación» durante los preparativos de la reunión.

Tampoco estuvo, aunque nadie la esperaba, Corea del Norte, cuyos constantes ejercicios militares, ensayos nucleares y comunicados amenazantes llevan teniendo en jaque al mundo en general, y a la región asiática del Pacífico en particular, desde los años noventa, y que aprovechó el encuentro, además, para lanzar un misil antiaéreo al mar (el sexto en un mes). Irán, recién salido del ‘eje del mal’ tras el acuerdo nuclear alcanzado en julio de 2015, y Bielorrusia, una ex república soviética que albergó ojivas nucleares hasta 1996, fueron los otros ausentes.

A pesar de los avances registrados en estos últimos años, el objetivo de conseguir un mundo sin más armas nucleares que se fijó Obama al inicio de su primer mandato (una de las razones por las que recibió el Nobel de la Paz) sigue todavía muy lejos. Y, si bien es cierto que el final de la Guerra Fría tras la caída de la Unión Soviética acabó con el temor a que un enfrentamiento nuclear entre las dos superpotencias terminase, literalmente, con la vida en el planeta tal y como la conocemos, un cuarto de siglo después la amenaza del uso de armas atómicas, con su apocalíptica capacidad de destrucción masiva, sigue ahí. Y, lo que es peor, a día de hoy nadie apuesta ya realmente por el desarme global.

En primer lugar, por la imposibilidad de ‘convencer’ a países como India y Pakistán —en los que el arsenal nuclear juega un papel fundamental en el equilibrio de su rivalidad—, Corea del Norte, o incluso Israel, que, aunque oficialmente ni lo confirma ni lo desmiente, pocos dudan de que tiene armas nucleares. Pero, sobre todo, por el poco interés que tienen en ello tanto Rusia como Estados Unidos.

Obama acaba de anunciar la mayor modernización del arsenal nuclear estadounidense desde la presidencia de Ronald Reagan, con una inversión de cerca de 900.000 millones de euros en las próximas tres décadas, en un proyecto que prevé mejorar las bombas y desarrollar nuevos sistemas para lanzarlas. Y el Kremlin, que está construyendo asimismo nuevas armas para sustituir a las antiguas, incluye en su cada vez más notoria política de distanciamiento de Occidente el rechazo a que las reglas sobre las armas atómicas se dicten en la Casa Blanca. Moscú sigue insistiendo en que sea el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU, quien marque el paso, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que esta institución se limita a controlar a los países que aún no disponen de tecnología para fabricar bombas atómicas, y no a los que ya las poseen.

De hecho, la cumbre de Washington asumió de algún modo la renuncia al objetivo ideal del desarme, al poner el acento en el control del arsenal actual, más que en su eliminación definitiva, un control que, en cualquier caso, parece más necesario que nunca: toneladas de material nuclear y radiactivo se encuentran aún en instalaciones civiles consideradas poco seguras (centros de investigación, hospitales, centrales energéticas), y la posibilidad de que acaben en manos de «actores no estatales» (grupos terroristas, traficantes, mercado negro), es real.

Ese fue precisamente el gran peligro surgido tras el final de la Guerra Fría, la posibilidad de que todo o parte de ese plutonio y uranio que ya no controlan los estados pudiera llegar a ser utilizado por grupos terroristas con la suficiente capacidad técnica como para fabricar bombas (las llamadas «bombas sucias», por ejemplo) y atentar con ellas, sin los controles y ni la presión a los que, al menos en teoría, puede someter la comunidad internacional a países como Corea del Norte o Irán.

Durante décadas, la acumulación de armamento nuclear por parte de EE UU y la entonces Unión Soviética se produjo en el marco de una guerra disuasoria, en la que la utilización por parte de cualquiera de los dos garantizaba la destrucción total de ambos. Ahora, como recuerda el periodista Marc Bassets, «no es previsible que ni Al Qaeda ni el ISIS dejen de lanzar una bomba porque sus rivales puedan usarla en respuesta».

Las claves de lo acordado en la cumbre y de la amenaza del terrorismo nuclear, en preguntas y respuestas:

¿Qué es la Cumbre sobre Seguridad Nuclear?

La Cumbre de Seguridad Nuclear se celebra cada dos años desde 2010 por iniciativa del presidente de EE UU, Barack Obama, quien prometió al comienzo de su primer mandato convertir en una prioridad la no proliferación nuclear e instó a la comunidad internacional a avanzar hacia «un mundo libre de armas atómicas», durante un discurso en Praga en 2009.

A Obama le queda menos de un año en el poder, por lo que esta cumbre, de dos días de duración (los pasados jueves y viernes), ha sido la última en su formato actual. Se desconoce si el próximo presidente o presidenta estadounidense, que llegará a la Casa Blanca en enero de 2017, querrá continuar con este proceso multilateral.

¿Quiénes han participado y quiénes no?

Los líderes de medio centenar de países, entre ellos, y además del propio Obama, el presidente francés, François Hollande; el de China, Xi Jinping; el de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan; el de México, Enrique Peña Nieto; el de Argentina, Mauricio Macri; la de Chile, Michelle Bachelet; el primer ministro británico, David Cameron; el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-Hye.

Rusia, el país con el mayor arsenal nuclear del mundo, decidió no asistir por considerar que hubo «falta de cooperación al elaborar la agenda» del encuentro, según explicó el miércoles el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Su ausencia ha dificultado el alcance de grandes acuerdos sobre seguridad nuclear, pero la Casa Blanca confía en que la cita haya servido para aumentar la coordinación internacional en la lucha contra Estado Islámico, para tomar mayor conciencia de la posibilidad de que éste u otros grupos terroristas obtengan un arma nuclear, y para empezar a adoptar medidas al respecto.

Al término de la cumbre, no obstante, Obama no ocultó su decepción por la ausencia de Rusia: «Dado que Putin impuso una visión que enfatiza el poder militar por encima del desarrollo dentro de Rusia y la diversificación de la economía, no hemos visto el tipo de avances con Rusia que habría esperado», dijo.

Estados Unidos y Rusia concentran el 90% del arsenal nuclear del mundo.

¿Cómo se ha definido la amenaza terrorista?

El viernes, Obama instó a los líderes mundiales a proteger las instalaciones nucleares vulnerables para impedir que los «locos» de grupos como Estado Islámico accedan a armas atómicas o a bombas radiactivas. En su discurso, el presidente estadounidense aseguró que el mundo se enfrenta a una «persistente amenaza de terrorismo nuclear», que está evolucionando a pesar de los progresos en reducir este tipo de riesgos. «No podemos ser autocomplacientes», advirtió.

Si bien Obama aseguró que, de momento, ningún grupo ha tenido éxito a la hora de obtener materiales nucleares, también dijo que Al Qaeda estuvo «mucho tiempo» detrás de ellos, y mencionó acciones llevadas a cabo por miembros del grupo yihadista Estado Islámico, que plantean «preocupaciones similares». En este sentido, los atentados de Bruselas y, anteriormentre, París, han elevado la preocupación de que Estado Islámico (el grupo que reivindicó los ataques) pueda asaltar centrales nucleares con el fin de robar material y poder desarrollar bombas radiactivas.

«No hay ninguna duda de que si esos locos tienen alguna vez en sus manos una bomba nuclear o material nuclear, lo usarán para matar al mayor número posible de personas inocentes», señaló Obama. «Eso cambiaría nuestro mundo», añadió.

En los últimos años, y según indicó el presidente, se han reducido considerablemente los riesgos de robo y tráfico de material nuclear (EE UU y Japón, por ejemplo, han completado la tarea de eliminar todo el uranio altamente enriquecido y separar los combustibles de plutonio de un reactor japonés), pero Obama admitió asimismo que una parte de las 2.000 toneladas almacenadas en todo el mundo «no está debidamente protegida». De hecho, la seguridad en los silos nucleares de EE UU ha sido objeto de críticas.

Como primera medida, Obama anunció el viernes que hará público el arsenal nuclear estadounidense por primera vez en una década, así como una «descripción detallada» de las medidas de seguridad que toman las Fuerzas Armadas estadounidenses para protegerlo.

¿Cuáles son los riesgos concretos?

En principio, y según detalla el Centro de Estudios para la No Proliferación, los terroristas podrían desde robar directamente un arma nuclear en una instalación militar de alguno de los países que disponen de ellas, hasta atacar o sabotear una central nuclear, colocar un explosivo en una instalación, o robar o comprar ilegalmente material radiactivo de uso civil para fabricar una «bomba sucia» (artefactos explosivos relativamente baratos de fabricar, y capaces de diseminar elementos radiactivos en la atmósfera). Entre 1993 y 2011, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) detectó 2.164 casos de pérdida, robo o desaparición de materiales nucleares que podrían ser empleados para fabricar este tipo de bombas.

Construir un arma nuclear no es fácil, pero fabricar una bomba similar a la que destruyó Hiroshima es «muy posible dentro de las capacidades de un grupo terrorista avanzado», según advertía hace ya unos años Matthew Bunn, profesor adjunto en la Escuela John Kennedy de la Universidad de Harvard (EE UU). «Existe una enorme diferencia entre la dificultad de producir armas seguras y confiables para usar en un proyectil o avión de guerra, y fabricar armas inseguras y no confiables para transportar en un camión», indicaba.

Los cables diplomáticos filtrados por WikiLeaks revelaron, por ejemplo, la gran fragilidad de los controles sobre el personal implicado en el programa nuclear paquistaní, lo que en su día llevó a Washington a dar al problema prioridad estratégica, con el fin de evitar que empleados «radicales» accedan a las instalaciones.

El periodo de mayor descontrol sobre el armamento nuclear ocurrió tras la caída de la Unión Soviética, en 1991, cuando sus bases nucleares en Rusia, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán y Ucrania quedaron en una situación de gran vulnerabilidad. Además, muchos científicos perdieron su empleo y buscaron una salida laboral en otros países, llevándose consigo algunos de ellos el conocimiento y los archivos necesarios.

En un informe que elaboró para la revista Technology Review, el analista estadounidense de seguridad nacional especializado en armas nucleares Graham Allison indicó que «si los gobiernos no hacen más de lo que están haciendo actualmente, las posibilidades de que ocurra un ataque terrorista con armas nucleares contra una de las grandes ciudades occidentales en el plazo de una década son de más del 50%».

¿Qué es el uranio enriquecido?

El uranio altamente enriquecido es el que presenta una pureza igual o superior al 85%, lo que permite utilizarlo para fabricar bombas atómicas. Actualmente, un total de 31 países se han declarado libres de este mineral, incluyendo todos los de Latinoamérica y el Caribe, según anunciaron al comienzo de la cumbre de Washington.

Desde la última cumbre de Seguridad Nuclear, diez países han destruido todo su uranio altamente enriquecido (en total, 400 kilos).

¿Qué se ha logrado en la cumbre?

La mayoría de los expertos cree que más bien poco, aunque es verdad que el objetivo de la cumbre no era tanto realizar grandes anuncios o alcanzar compromisos novedosos, como hacer balance y fijar las líneas por las que debería guiarse la seguridad nuclear en los próximos años.

En general, la cumbre ha conseguido dar una mayor relevancia a la amenaza del terrorismo nuclear, pero, de momento, no se han estudiado fórmulas concretas para hacerle frente, algo muy complicado de lograr sin que exista una coordinación efectiva entre Rusia y Estados Unidos.

Tampoco se han abordado suficientemente casos que suscitan especial preocupación, como el de Pakistán, uno de los países que reconoce oficialmente poseer armas nucleares, y que sigue inmerso en una situación política muy inestable y de grave violencia, con una creciente presencia y actividad talibán y un protagonismo cada vez mayor del ejército en el Gobierno.

En cuanto a Corea del Norte, al menos China y Estados Unidos llegaron a un acuerdo bilateral durante la cumbre, por el que se comprometen a trabajar conjuntamente para tratar de prevenir que Pyongyang, que dispone ya de la capacidad de instalar pequeñas bombas nucleares en misiles, realice nuevas pruebas pruebas de lanzamientos.

Según el presidente estadounidense, desde la primera cumbre se han hecho «progresos importantes», como la firma de un nuevo tratado START de desarme entre EE UU y Rusia para que las ojivas nucleares que poseen estén en 2018 en su nivel más bajo desde la década de 1950, la eliminación o retirada de más de tres toneladas de uranio enriquecido o plutonio, mejoras en la seguridad de instalaciones que albergan combustible nuclear, o la instalación de equipos para detectar radiaciones en más de 300 pasos fronterizos, aeropuertos y puertos marítimos.

Algunos expertos, no obstante, consideran que Obama solo ha conseguido una parte de lo que se propuso, dada la falta de consenso para alcanzar un tratado global vinculante sobre desarme nuclear.

El armamento nuclear, en cifras

  • 9 países concentran más de 15.000 armas nucleares (EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel). Solo los 5 primeros, que son, también, los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, tienen estatus de «estado nuclearmente armado», reconocido internacionalmente en el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, Non-Proliferation Treaty, en inglés).
  • Algunas organizaciones, como el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés), elevan la cifra de armas nucleares en el mundo a 20.500. De ellas, alrededor de 5.000 estarían desplegadas y listas para su uso.
  • El 90% del arsenal total está en manos estadounidenses y rusas.
  • 188 países forman parte del NPT. India y Pakistán no han firmado el Tratado, y Corea del Norte se retiró en 2003. Los tres han realizado pruebas nucleares. Sudáfrica fue uno de los primeros países que fabricó armas nucleares, pero después renunció a ellas y las destruyó, junto con los planos (las instalaciones han sido desmanteladas y están bajo control de la Agencia Internacional de Energía Atómica). Pese a numerosos informes que confirman que Israel posee armas nucleares, el país no lo ha confirmado ni desmentido.
  • 1.550 cabezas nucleares por país es el límite establecido por el nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START II, por sus siglas en inglés), firmado entre Estados Unidos y Rusia en enero de 2010, como renovación del START I, acordado en 1991.
  • 2 bombas atómicas han sido detonadas en estado de guerra. Las lanzó EE UU sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, durante la II Guerra Mundial.
  • 2.000 pruebas nucleares, aproximadamente, se han realizado hasta la fecha.

Publicado originalmente en 20minutos

La amenaza terrorista y la división de las superpotencias avivan la pesadilla nuclear

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—Conviértete al islam o muere.
—Tú primero.

Viñeta de Chip Bok.

«–Conviértete al islam o muere.
–Tú primero».
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«Querido Benjamin, deja de bombardear Gaza. Tuyo, Barack». Viñeta de Christian Adams en The Telegraph.

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Un inspector examina un proyectil caído en uno de los suburbios de Damasco donde ocurrió el ataque químico del 21 de agosto. Imagen: Human Rights Watch (captura de vídeo)

Este sábado se cumple un mes desde que la oposición siria denunció la muerte de al menos 1.300 personas en un ataque con armas químicas perpetrado en las afueras de Damasco por, según la propia oposición, las fuerzas gubernamentales. Desde entonces, la guerra en el país árabe ha recobrado un protagonismo internacional que parecía agotado, aunque, de momento, sin muchas consecuencias reales para la población, que sigue sufriendo los efectos del conflicto, mientras se suceden las amenazas, los informes, las declaraciones políticas, los movimientos diplomáticos y los análisis de los expertos. Éste es un resumen cronológico de lo ocurrido en relación a las armas químicas en estos 30 días:

21 de agosto. La oposición siria denuncia la muerte por armas químicas de al menos 1.300 personas en el suburbio de Guta, a las afueras de Damasco, y responsabiliza del ataque al régimen de Bashar al Asad, que niega cualquier responsabilidad. Las espantosas imágenes de las víctimas facilitadas por los rebeldes dan la vuelta al mundo.

24 de agosto. Médicos Sin Fronteras afirma que en tres hospitales de Damasco fueron atendidos unos 3.600 pacientes con síntomas neurotóxicos, de los que 355 murieron. Obama se reúne con su equipo de seguridad para analizar las opciones de una intervención militar de castigo en Siria.

25 de agosto. Siria permite a los inspectores de la ONU investigar el ataque con armas químicas. Al día siguiente, los expertos, con menos tiempo del acordado, comienzan a recopilar pruebas sobre el terreno. Recogen muestras de sangre de las víctimas, se reúnen con los familiares y se entrevistan con los médicos que los trataron.

27 de agosto. El presidente de EE UU, Barack Obama, quien había trazado hace meses una «línea roja» en el uso de armamento químico, indica que «debe haber una respuesta adecuada» al régimen sirio. Rusia mantiene que no existen pruebas contra el gobierno de Damasco. El diario The Washington Post y la cadena NBC apuntan a que el ataque puede ser cuestión de días.

29 de agosto. El Parlamento británico rechaza el plan del primer ministro, David Cameron, para intervenir en Siria. Obama estudia una acción militar en solitario.

30 de agosto. En comentarios por separado, Obama y el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, condenan duramente al Gobierno sirio, y reiteran que el ataque del 21 de agosto no puede quedar impune. «No podemos aceptar un mundo en que mujeres y niños y civiles inocentes son gaseados a una escala terrible», afirma el presidente. Ambos insisten, no obstante, en que cualquier respuesta militar será puntual, y limitada a una operación de castigo.

31 de agosto. Obama anuncia que ha autorizado el uso de la fuerza militar para castigar a Siria, con activos militares ya posicionados para realizar un ataque, pero aclara que primero buscará la autorización del Congreso. «Hoy estoy pidiendo al Congreso enviar al mundo el mensaje de que estamos listos para movernos como una nación», declara.

5 de septiembre. Cameron asegura que pruebas realizadas en un laboratorio en el Reino Unido demuestran que se utilizó gas sarín en el ataque con armas químicas del 21 de agosto.

6 de septiembre. Once países, entre ellos España, urgen a una respuesta internacional contra Siria durante la cumbre del G20 en San Petersburgo.

9 de septiembre. En una entrevista en la cadena CBS, Asad niega que su gobierno haya usado armas químicas y mantiene que EE UU no tiene ninguna prueba de ello.

10 de septiembre. Siria acepta la propuesta de Rusia de que Damasco coopere con la comunidad internacional en el control de sus armas químicas y en su total destrucción. El Congreso de EE UU retrasa la votación para autorizar un ataque militar.

12 de septiembre. El presidente sirio, Bashar al Asad, anuncia que Siria entregará sus armas químicas, si bien niega haberlas usado. Al día siguiente Siria solicita adherirse a la Convención Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas. EE UU y Rusia inician negociaciones sobre el modo de poner bajo supervisión internacional las armas químicas de Siria, sin ocultar sus desacuerdos, pero coincidiendo en que es una «oportunidad única para encontrar una salida» negociada al conflicto que desangra el país.

14 de septiembre. Kerry y el ministro de Exteriores de Rusia, Sergéi Lavrov, acuerdan un plan para «la retirada y eliminación» del arsenal químico del régimen sirio, a condición de que Damasco entregue, en el plazo de una semana, una lista precisa de todo este material. La destrucción del arsenal tendría lugar en el plazo de un año, a mediados de 2014. EE UU, no obstante, no insistirá en incorporar la amenaza de una acción militar, aunque el régimen sirio incumpla su compromiso de entregar las armas químicas. La opción militar quedaría así excluida del proyecto de resolución que se presentará al Consejo de Seguridad de la ONU.

16 de septiembre. El informe elaborado por los inspectores de la ONU confirma la presencia de gas sarín en pacientes, cohetes y sobre el terreno, si bien no establece responsabilidades (no era ese su objetivo). La ONU habla de crímenes de guerra. EE UU, Francia y el Reino Unido creen que los «detalles» del informe apuntan a que fue el régimen de Al Asad quien cometió el ataque. El Gobierno español señala que «ha quedado suficientemente acreditado el uso de gas sarín, realizado a gran escala y por medio de misiles tierra-tierra que procedían de zonas ocupadas y controladas por el ejército sirio».

Mapa elaborado por Human Rights Watch (publicado el 17 de septiembre) a partir de los datos aportados por el informe de los inspectores de la ONU sobre el ataque con armas químicas en Siria del 21 de agosto. Muestra las posibles trayectorias y zonas de origen de dos de los ataques con artillería ocurridos ese día.
Mapa elaborado por Human Rights Watch (publicado el 17 de septiembre) a partir de los datos aportados por el informe de los inspectores de la ONU sobre el ataque con armas químicas en Siria del 21 de agosto. Muestra las posibles trayectorias y zonas de origen de dos de los ataques con artillería ocurridos ese día.

18 de septiembre. Rusia tacha el informe de los inspectores de la ONU de parcial y de haber sido elaborado con prejuicios. Afirma, además, que Siria le ha proporcionado pruebas del uso de armas químicas por parte de los rebeldes, y que presentará estas pruebas a la ONU.

19 de septiembre. Al Asad indica en una entrevista en la cadena Fox que «llevará un año» y mil millones de dólares destruir el arsenal químico de su país, pero asegura estar «comprometido» a cumplir el acuerdo negociado por EE UU y Rusia. Kerry pide al Consejo de Seguridad que tome una decisión sobre Siria« “la próxima semana».

21 de septiembre. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas confirma que el Gobierno sirio ha facilitado «la información esperada» sobre su programa de armamento químico, y que ya se ha empezado a analizar. Al Asad dice que no está «enganchado al poder», pero añade que no lo abandonará hasta las elecciones de 2014.


Fuente: Agencias

Siria: cronología de un mes marcado por las armas químicas

Este sábado se cumple un mes desde que la oposición siria denunció la muerte de al menos 1.300 personas en un ataque con armas químicas perpetrado en las afueras de Damasco por, según la propia oposición, las fuerzas gubernamentales. Desde… Leer

Uno de los barcos de guerra estadounidenses que permanecen posicionado cerca de Siria. Foto: Lolita Lewis / US Navy

Los horrores y las masacres llevan sucediéndose en Siria desde hace más de dos años. Cientos de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados, un país descompuesto y dividido por un odio que durará generaciones… Si, al margen de que sea o no la mejor opción, las razones para una intervención internacional se fundamentan en intentar detener semejante tragedia, hace mucho tiempo ya que esas razones están sobre la mesa. Y, por otra parte, ninguno de los dilemas y los caminos sin salida que han desaconsejado esa intervención en el pasado han cambiado ahora en lo más mínimo. Las posibilidades de una victoria militar clara y rápida siguen siendo escasas, y el riesgo de que el conflicto se vuelva más duro (represalias, ataques indiscriminados), o incluso de que se extienda a otros países de la región, sigue siendo muy alto. De tener éxito, además, las perspectivas de futuro, teniendo en cuenta la cantidad de grupos extremistas que hay operando sobre el terreno y la fragmentación de la oposición, no son muy halagüeñas.

La diferencia, lo que ha cambiado en estos últimos días hasta el punto de que estemos hablando ya de intervención «inminente» y de planes de ataque, es la posibilidad de que se hayan utilizado armas químicas contra la población. No es la primera vez que se aduce el uso de este armamento prohibido por las leyes internacionales, pero hasta la semana pasada no se había reportado un ataque verosímil a una escala tan brutal. Y Estados Unidos, país en el que están ahora fijadas todas las miradas, pese a mantener una posición de prudencia, ya dijo en su día que esa era la «línea roja» cuyo traspaso no estaba dispuesto a permitir. (El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, tiene prevista una rueda de prensa sobre la crisis siria para este mismo lunes).

Es, por tanto, una cuestión de umbrales, pero también de legitimidad. Hasta el absurdo de la guerra tiene sus códigos, y unas formas de matar son aceptables y otras no, aunque los muertos estén igual de muertos. En teoría, las leyes internacionales consideran el armamento nuclear, biológico y químico como algo que tiene que ser especialmente regulado y controlado, lo use quien lo use. Cualquiera que lo emplee debe enfrentarse a una respuesta. En caso contrario, su utilización podría acabar por normalizarse.

Eso no significa que sea automáticamente legítimo intervenir sin el respaldo de Naciones Unidas. Las lecciones de la invasión de Irak liderada por EE UU, con su sarta de mentiras sobre las armas de destrucción masiva, están aún muy recientes como para haberlas olvidado ya. Pero sí es cierto que abre muchas puertas para justificar un ataque.

James Blitz repasa en el Financial Times precedentes y opciones:

Existen precedentes de acciones legales sin el respaldo de la ONU. Estados Unidos y sus aliados bombardearon Serbia durante 78 días en 1998 para detener la limpieza étnica en Kosovo, y esta acción no tenía autorización de la ONU. No obstante, el presidente Bill Clinton invocó entonces el argumento de que era correcto proteger a una población que estaba en peligro. Por otra parte, Estados Unidos podría argumentar que Siria está violando el Protocolo de Ginebra de 1925, que prohíbe el uso de gases tóxicos en la guerra. Desde el final de la Primera Guerra Mundial, las potencias mundiales han prohibido la utilización de armas químicas y, especialmente, de agentes nerviosos. Estados Unidos podría defender ahora el argumento de que una respuesta militar está justificada, ya que se trata de prevenir que el uso indiscriminado de armas químicas se convierta en una nueva forma de hacer la guerra.

Las diferencias con la guerra de los Balcanes, sin embargo, son notables. En un escenario como el sirio, con los tanques y la artillería del régimen situados en ciudades, como Damasco, el riesgo de causar daño a civiles es mucho mayor.

En cualquier caso, mientras Rusia siga oponiéndose, no hay ninguna posibilidad de que el Consejo de Seguridad autorice una intervención militar en Siria. Otra cosa es que esto sea relevante o no. La experiencia demuestra que, a la hora de verdad, el respaldo de la ONU importa poco cuando las potencias occidentales están resueltas a seguir adelante. De hecho, Obama ni siquiera necesitaría la aprobación del Congreso de su país.

De momento, la división es total. EE UU, el Reino Unido y Francia han amenazado (los europeos, con bastante más vehemencia que Washington) con una «respuesta contundente» si la investigación demuestra el uso de componentes neurotóxicos. Alemania, que sigue siendo la voz discordante en el bando aliado, descarta cualquier tipo de intervención militar. Rusia y China se oponen expresamente a un ataque («no hay pruebas»), e Irán habla incluso de represalias si éste llega a producirse. La Unión Europea ha evitado pronunciarse, a la espera de «los resultados de la investigación», e Israel ha dicho que «no vamos a intervenir en el tumulto regional, pero si nos atacan, responderemos».

Según las siempre macabras quinielas de la guerra, en un eventual ataque a Siria podrían tomar parte Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Arabia Saudí, Catar, Jordania y, probablemente, Turquía, con la ayuda de otros 27 países.

Entre tanto, los inspectores de Naciones Unidas han llegado finalmente este lunes a la zona del supuesto ataque químico, cerca de Damasco. Despues de seis días negándose, el Gobierno sirio cedió a la presión internacional y permitió que una comisión de la ONU accediese al lugar de los hechos. Los expertos están ahora recogiendo muestras y entrevistando a heridos. Para los países partidarios de la intervención, no obstante, la inspección llega demasiado tarde. Y los inspectores, a todo esto, han sido recibidos a tiros. Uno de sus vehículos fue atacado múltiples veces por francotiradores no identificados.

A estas alturas parece claro que el ataque químico se produjo. Uno de los informes más concluyentes en ese sentido es el hecho público hace unos días por Médicos sin Fronteras. Según esta ONG, tres hospitales de la provincia de Damasco a los que presta su apoyo la organización informaron de la llegada de aproximadamente 3.600 pacientes con síntomas neurotóxicos en un periodo de menos de tres horas durante la mañana del pasado día 21. De ellos, 355 fallecieron.

No está tan claro aún, sin embargo, quién fue el responsable. Los rebeldes, obviamente, acusan al régimen; el régimen, a los rebeldes. Resulta difícil creer que alguien pueda perpetrar semejante monstruosidad contra su propia gente, aunque sea con motivos propagandísticos, o para forzar una intervención internacional, pero tampoco encaja en el sentido común que el Gobierno sirio lance un ataque de esas características justo cuando acaban de llegar los inspectores de la ONU. Sea como fuere, eso es, precisamente, lo que hay que investigar. No tanto el «qué», sino el «quién».

Las especulaciones, mientras tanto, continúan. Brian Whitaker se hace eco en su blog de un reportaje publicado por Phil Sands en The National, un diario de los Emiratos, según el cual el bombardeo fue ordenado por oficiales que ignoraban el contenido químico de los misiles. Una de las fuentes de Sands (procedente de «una familia con buenos contactos, tanto entre la oposición como entre los fieles al régimen») indica:

Personas cercanas al régimen nos han contado que que los misiles químicos fueron suministrados tan solo unas horas antes de los ataques. No procedían del Ministerio de Defensa, sino del servicio de inteligencia de la fuerza aérea, bajo las órdenes de Hafez Maklouf [primo de Bashar al Asad]. Los oficiales del ejercito aseguran que no sabían que se trataba de armas químicas. E incluso algunas de las personas que las transportaron afirman que no tenían ni idea de que lo que había en esos cohetes. Pensaban que eran explosivos convencionales.

La comunidad internacional parece haber salido de su letargo con respecto a Siria, pero lo ha hecho sin una sola voz, demasiado tarde y con la opción de más guerra aún como única alternativa. En su editorial de este lunes, El País señala:

Las potencias occidentales tardaron en implicarse en Siria porque pensaron que Al Asad tenía los días contados. Y esa misma tardanza es la que ahora dificulta extraordinariamente la intervención. Al contrario de lo que ocurrió en Libia, el régimen no implosionó, y la situación ha derivado, al cabo de dos años y medio, en una brutal guerra sectaria que enfrenta a suníes, chiíes, alauíes, cristianos y kurdos. Nadie quiere poner las botas en Siria y se estudia una ofensiva con misiles tierra-aire contra objetivos militares y, tal vez, una zona de exclusión aérea. Las opciones son escasas y el riesgo de inflamar toda la región es alto. […]. Con las espadas en alto, la conferencia sobre Siria prevista en Ginebra en octubre parece un sarcasmo, pero es la única alternativa pacífica que queda.


Más información y fuentes:
» Is a US attack on Syria now inevitable? (Mark Mardell, en la BBC)
» US rallies support for Syria air strikes (Brian Whitaker, en Al Bab)
» Una eventual intervención militar en Siria divide a las principales potencias mundiales (20minutos.es)
» La opción de los Tomahawk (Íñigo Sánez de Ugarte, en Guerra Eterna)
» Strikes on Syria may now start – but the solutions are not military (Mark-Malloch-Brown, en The Financial Times)
» Obama’s Limited Options: Bombing Syria unlikely to be Effective (Juan Cole, en Informed Comment)
» Obama no necesita aprobación del Congreso si decide intervenir en Siria (AFP)
» Obama Can Strike Syria Unilaterally (Time)
» Syrian chemical attack spurs finger-pointing inside Assad regime (The National)
» Top U.S. officer outlines options for military force in Syria (Reuters)
» El avispero sirio (El País, editorial)
» Convention on the Prohibition of the Development, Production, Stockpiling and Use of Chemical Weapons and on their Destruction (ONU)

Leer también:
» El brutal ataque químico en Siria, supuesto, pero verosímil
» Los rebeldes sirios, la democracia y la única salida posible
» Siria, un atolladero cada vez más sangriento

Intervenir en Siria: ¿demasiado tarde?

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El MQ-9 Reaper, uno de los modelos de 'drones' que utiliza Estados Unidos. Foto: US Air Force
El MQ-9 Reaper, uno de los modelos de drones que usa EE UU. Foto: US Air Force

Los ataques con drones (aviones teledirigidos, no tripulados) ordenados por el Gobierno estadounidense de Barack Obama han causado alrededor de 4.000 muertes desde el año 2003. Es la cifra, aproximada, que manejan la mayoría de los estudios (los de New America Foundation y The Bureau of Investigative Journalism, entre ellos), con una horquilla de entre 3.300 y 4.600 muertos. El número exacto no es posible saberlo, ya que ni el Ejército ni el Gobierno facilitan información. El secretismo es una parte esencial en el uso de estos aviones en operaciones antiterroristas.

El principal arquitecto de esta guerra semiclandestina es John Brennan, el nuevo director de la CIA, designado por Obama. Brennan no solo justifica el uso de los drones, sino que los considera imprescindibles «para abatir a sospechosos de terrorismo, para salvar vidas y como última opción». La utilización de aviones no tripulados para matar personas se sistematizó con la llegada de Obama al poder. En ningún caso ha habido juicios. Se calcula que el 20% de los muertos, unos 800, son civiles.

Tras los atentados del 11-S el Congreso de EE UU aprobó una ley que permite al Gobierno usar su fuerza militar, incluyendo los aviones no tripulados, para combatir a Al Qaeda, pero eso no ha impedido que acabe estallando la polémica, principalmente porque varias de las víctimas han sido ciudadanos estadounidenses.

Un documento filtrado recientemente del Departamento de Justicia indica que es legal atacar a ciudadanos estadounidenses en el extranjero cuando representen una «amenaza inminente» por estar vinculados a Al Qaeda. El documento justifica el ataque con un dron que mató en 2011 a Anwar al Awlaki, un estadounidense considerado líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, y a su hijo de 16 años. Se sabe que Al Awlaki predicaba el credo de la organización terrorista, pero nunca se presentaron evidencias de que hubiese planeado un atentado contra EE UU.

La Quinta Enmienda de la Constitución de EE UU garantiza que nadie puede ser privado de su vida sin un legítimo proceso judicial. Al Awlaki, como ciudadano estadounidense, tenía, por tanto, derecho a una detención, a un proceso y a un juicio justo con una condena apelable.

Sin embargo, documentos entregados al Congreso defienden los argumentos expuestos en el texto filtrado: Para que el presidente ordene un ataque contra un estadounidense no es necesario un proceso judicial. Basta con que un oficial de alto nivel considere que ese ciudadano está involucrado en un «plan de ataque» contra EE UU, que el Gobierno concluya que su captura «no es factible» y que la operación se realice en el marco de las «leyes de la guerra». El asesinato de Bin Laden, que ni siquiera era estadounidense, es un buen ejemplo.

«Llevamos a cabo esos ataques porque son necesarios para mitigar las amenazas reales en curso, detener complots, prevenir futuros ataques y salvar vidas estadounidenses», ha dicho el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. Carney justificó asimismo los ataques a ciudadanos estadounidenses sospechosos de terrorismo, al calificarlos de «legales, éticos y sensatos».

Varios exmilitares y funcionarios de inteligencia, incluyendo el general Stanley A. McChrystal y el exdirector de la CIA Michael V. Hayden, han mostrado su preocupación por el hecho de que las operaciones en Pakistán y Yemen se están dirigiendo cada vez más hacia militantes de bajo nivel que no representan una amenaza directa para EE UU. «Incluso con Al Qaeda hay grados. Algunos de estos militantes que pierden la vida acaban de ser reclutados y no saben lo que significa el terrorismo», aseguró al New York Times Naji al Zaydi, exgobernador de la provincia yemení de Marib. También se ha puesto en duda la efectividad de los drones por el fuerte rechazo que generan entre la población local. Según indicó McChrystal a Reuters, estos ataques han contribuido a «una percepción de arrogancia estadounidense».

El periodista Jordi Pérez Colomé escribe:

La estrategia general de Obama contra el terrorismo difiere poco de la del presidente anterior, George W. Bush. Tras el 11 de septiembre, la administración Bush llevó a 136 detenidos a terceros países para que fueran torturados. Pasaron por Guantánamo 775 presos; en septiembre de 2012 quedaban 167.

Apenas llegó a la presidencia, Obama firmó una orden ejecutiva donde condenaba el uso de la tortura, prohibía el uso de «técnicas de interrogación reforzada» y ordenaba el cierre de las cárceles secretas, pero no ponía punto y final a la práctica de llevar a posibles presos de un país a otro. Si ha ocurrido, no se sabe cuánto o cómo.

Obama optó en cambio por perfeccionar otro método que también había iniciado Bush: el uso de drones para asesinar a cabecillas de Al Qaeda. Bush ordenó 50 ataques selectivos en sus ocho años, más que ningún otro presidente en la historia.

Obama lleva ya más de 350 (estas cifras no incluyen los ataques en zonas de guerra, como Afganistán, dirigidos por el ejército). De todos estos ataques, el 95 por ciento ha sido ejecutado por drones; el resto con comandos o con cazas tripulados o misiles.

Los siguientes datos sobre el uso de drones han sido recopilados por la agencia Efe, a partir de diversos estudios:

• Pakistán ha concentrado la mayor parte de los ataques con aviones no tripulados, 363 desde 2004, según la organización periodística sin ánimo de lucro The Bureau of Investigative Journalism. Estos ataques han causado entre 2.600 y 3.500 muertos en el país asiático, según el centro londinense.

• Yemen es el segundo país que más ataques con drones ha recibido, alrededor de una cincuentena, según The Bureau of Investigative Journalism. El centro indica que estos ataques, junto con otra decena de ofensivas no perpetradas con drones, son responsables de entre 640 y 930 muertos.

• Somalia es el tercer país en el que se han registrado más ataques con aviones no tripulados, entre 3 y 9, señala el centro londinense. Junto con otra decena de ataques, estos son responsables de aproximadamente un centenar de muertes, casi la mitad civiles.

• De acuerdo con un estudio conjunto de las universidades de Stanford y New York University, los drones se usaron por vez primera contra objetivos terroristas en Pakistán en 2004, en el noroeste del país, una zona donde predomina la población de etnia pastún y donde se cobijaron muchos miembros de Al Qaeda tras la invasión de Afganistán.

• Aun así, los estudios de las universidades destacan que ya se habían producido algunos ataques aislados con anterioridad en otros países como Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los estudios indican que bajo la administración de Obama, su uso se ha incrementado notablemente.

• Según el centro de estudios New America Foundation, el año en el que se registraron más ataques en Pakistán fue 2010, con un total de 122. Le siguieron 2011 y 2012.

• Los ataques con aviones no tripulados más recientes de los que se tiene constancia se perpetraron en Pakistán el pasado 6 de febrero (con al menos tres muertos) y en Yemen el 23 de enero (causando unos ocho muertos, se cree que entre ellos dos niños), según The Bureau of Investigative Journalism.

• Se calcula que el ejército estadounidense dispone en la actualidad de una flota de entre 6.000 y 8.000 drones, de acuerdo con cifras de varios informes no oficiales y medios de comunicación. Las universidades de Stanford y New York University cifran la flota en 7.000.

• Hasta la fecha, solo se tiene constancia de que EE UU, el Reino Unido e Israel hayan usado drones en combate, aunque unos 70 países disponen de algún modelo de avión no tripulado –no tienen por qué ser necesariamente militares–, entre ellos, China, según el periodista y analista de Seguridad Nacional Peter Bergen.

• Los drones son dirigidos mediante control remoto e incluyen sensores visuales que permiten la focalización en objetivos muy concretos. Además, pueden portar varios tipos de armas.

• Existen muchos tipos de aviones no tripulados y no todos ellos tienen capacidad de ataque ni son usados con fines militares. Modelos comunes son el MQ-1B Predator, que puede volar a una altitud media durante largos períodos de tiempo, muy usado en misiones de reconocimiento, aunque también dispone de capacidad ofensiva, o el MQ-9 Reaper, usado fundamentalmente para «localizar y matar» objetivos concretos.


Más información y fuentes:
» Cifras y datos sobre el uso de «drones» por parte del Ejército de EE UU (Efe)

» Living Under Drones: Death, Injury and Trauma to Civilians from US Drone Practices in Pakistan
» Covert Drone War (The Bureau of Investigative Journalism)
» The Year of the Drone (International Security Program)
» Justice Department memo reveals legal case for drone strikes on Americans (NBC)
» Bush torturaba a presuntos terroristas, Obama los mata (Obamaworld)
» Retired general cautions against overuse of “hated” drones (Reuters)
» Drone Strikes’ Risks to Get Rare Moment in the Public Eye (The New York Times)
» The debate over drones (The Economist)
» Why we must name all drone attack victims (The Bureau of Investigative Journalism)
» Brennan, de arquitecto del programa de los ‘drones’ a director de la CIA (Deia)
» Los drones, el arma de EE UU contra el terrorismo, cada vez más en entredicho (Efe, 20minutos.es)
» Dónde atacan los drones (Miren Mariño, en 20minutos.es)
» El secreto de los drones (El Espectador)
» La ONU no quiere decir «drones», pero sí usarlos (IPS)
» La historia de los aviones no tripulados (Hernán Zin, en 20minutos.es)

Drones: 4.000 muertos ‘justificados’

El MQ-9 Reaper, uno de los modelos de 'drones' que utiliza Estados Unidos. Foto: US Air Force

Los ataques con drones (aviones teledirigidos, no tripulados) ordenados por el Gobierno estadounidense de Barack Obama han causado alrededor de 4.000 muertes desde el año 2003. Es la cifra, aproximada, que manejan la mayoría de los estudios (los de New… Leer

El centro de detención de EE UU en Guantánamo, Cuba, en una imagen tomada el 9 de junio de 2010. Foto: Michael R. Holzworth / US Air Force

Entre los 60 millones de personas que siguieron en directo el pasado lunes el tercer y último debate entre los candidatos a la presidencia de EE UU se encontraban varias decenas de presos de Guantánamo. Algunos de los detenidos en la base, considerados menos peligrosos o menos problemáticos, tienen permitido vivir en celdas comunitarias con acceso a televisión vía satélite. En dos de estas celdas los presos vieron el debate en la pantalla; en otra, lo siguieron por la radio. Probablemente, acabaron decepcionados. A pesar de que el cara a cara electoral estaba dedicado a política internacional, ni el actual presidente, Barack Obama, ni su rival, el candidato republicano, Mitt Romney, hicieron mención alguna a su situación o al destino de la prisión ilegal donde están recluidos. Se habló de Al Qaeda, de terrorismo, de seguridad… Pero, al igual que en los dos debates anteriores, ni una palabra sobre Guantánamo.

Hace cuatro años, el centro de detención de Guantánamo, en Cuba, era uno de los temas estrella en la campaña electoral. En un intento por pasar página sobre uno de los asuntos más polémicos del mandato de George W. Bush, tanto Obama como el republicano John McCain se comprometieron a cerrar la prisión si ganaban, y a poner fin al escándalo de mantener una cárcel donde centenares de capturados en la llamada «guerra global contra el terror» permanecían retenidos y desprovistos de los derechos constitucionales más básicos. Una cárcel que, además, cuesta una fortuna a los contribuyentes estadounidenses (es la más cara del mundo), en plena época de austeridad económica. Cuatro años después el centro sigue funcionando, 166 presos continúan encerrados entre sus alambradas y el debate sobre su futuro brilla por su ausencia.

Para Obama Guantánamo es un tema incómodo. Su deseo de cerrarla chocó de frente con el problema de trasladar a los detenidos a suelo estadounidense y con el veto republicano en el Congreso, pero no por ello deja de ser una promesa inclumplida. Y Romney, por su parte, no tiene mucho que decir: Guantánamo le parece bien como está.

No obstante, el relativo velo de silencio que parece cubrir a la que un día fuera la prisión ilegal más famosa del mundo se rasga de vez en cuando. Aunque con cuentagotas, noticias puntuales han vuelto a situar recientemente a Guantánamo en los titulares (la muerte de un preso, la salida de otro, una declaración en un juicio). Y un toque de atención importante podría venir ahora de la mano de Wikileaks.

La organización que lidera Julian Assange comenzó a a difundir esta semana un centenar de documentos del Departamento de Defensa de EE UU que recogen instrucciones para tratar a los sospechosos bajo custodia de las autoridades militares estadounidenses. Entre ellos hay manuales para las cárceles en Irak (incluida la tristemente famosa prisión de Abu Grhaib), y también para Guantánamo. Los detalles se irán conociendo en los próximos días, pero, de momento, Assange ya ha adelantado que los documentos tienen «una importancia histórica», porque «Guantánamo se ha convertido en el símbolo del abuso sistemático de los derechos humanos».

Estas son, cerca ya de once años después de su puesta en funcionamiento, las claves de la situación actual del centro de detención, en 10 preguntas y respuestas.

1. ¿Qué es el centro de detención de Guantánamo?

Una prisión de alta seguridad situada en una base naval que EE UU tiene en la bahía de Guantánamo, en Cuba. Desde 2002, las autoridades estadounidenses la han usado como centro de detención para acusados de terrorismo, muchos de ellos capturados en Afganistán durante la invasión de este país que siguió a los atentados del 11-S en EE UU.

Guantánamo es una parte del sistema de centros de detención que mantiene EE UU en el exterior, y que incluye cárceles en Irak y Afganistán. Decenas de detenidos han sido llevados hasta esta prisión desde otros centros de detención secretos de la CIA.

2. ¿Cuántos detenidos siguen allí y en qué condición legal?

El pasado 11 de enero se cumplieron 10 años del traslado de los primeros detenidos a Guantánamo. A finales de octubre de 2012 quedan en la base 166. Proceden de más de una veintena de países, aunque actualmente la mayor parte son yemeníes. Según las autoridades estadounidenses, en Guantánamo han llegado a estar recluidas hasta 779 personas. Casi todos, sin cargos ni juicio. Técnicamente, EE UU los considera «combatientes enemigos ilegales» (la mayoría están acusados de pertenecer a los talibanes o a Al Qaeda), y no prisioneros de guerra, por lo que entiende que no tiene por qué aplicarles la Convención de Ginebra y, por tanto, que puede retenerlos indefinidamente sin juicio y sin derecho a la representación de un abogado. No obstante, Washington ha admitido que, salvo los miembros de Al Qaeda, el resto de los prisioneros sí estarían amparados por las convenciones internacionales. Expertos y juristas hablan de «vacío legal».

Todos los detenidos (de más de 40 nacionalidades) que han pasado por Guantánamo o siguen allí son hombres y de religión musulmana. Una docena eran menores de edad cuando ingresaron. Al menos nueve han muerto en la cárcel, seis de ellos, suicidándose. Actualmente los prisioneros están encerrados en una prisión que es una réplica de una cárcel de máxima seguridad de EE UU. Los responsables del centro aseguran que el trato es «humano y justo».

3. ¿Qué prometió Obama y por qué no lo ha cumplido?

Durante su campaña de 2008 para la presidencia, Barack Obama se comprometió a cerrar la prisión de Guantánamo y a derogar los tribunales militares para juzgar a presuntos terroristas. El día después de tomar posesión de su cargo, ya en 2009, el nuevo presidente ilegalizó las técnicas de tortura en los interrogatorios y firmó un decreto por el que ordenaba el cierre del centro de detención en el plazo de un año.

Un problema fundamental, sin embargo, ha hecho que esta orden haya caído en saco roto: El traslado de los detenidos a suelo estadounidense para ser juzgados o para ingresar en otra prisión. Los republicanos, con mayoría hasta ahora en el Congreso, se oponen frontalmente aduciendo que sería una amenaza para la seguridad nacional, y en dos ocasiones, en 2009 y 2010, el Congreso vetó el uso de fondos públicos (80 millones de dólares) para el traslado de los presos de Guantánamo a cualquier otro territorio del país.

El argumento republicano es que, en el supuesto de que algun juicio se declare nulo por, por ejemplo, el uso de torturas durante los interrogatorios, sospechosos de terrorismo podrían quedar en libertad dentro de las fronteras del país. El caso clave es el de Ahmed Ghailiani, el único detenido de Guantánamo que ha sido sometido a un juicio civil, y que fue absuelto en Nueva York de 284 de los 285 cargos presentados contra él, incluendo el delito de terrorismo (posteriormente fue condenado por los atentados contra las embajadas en Kenia y Tanzania). Su juicio paralizó cualquier otro intento de procesar a detenidos de Guantánamo en territorio de EE UU.

4. ¿Qué pasa con el traslado de los presos a otros países?

Sería una forma de acabar con la prisión, ya que todos los detenidos son extranjeros. Más de medio millar han sido transferidos de Guantánamo a otros países desde 2002. En concreto, a Afganistán, Albania, Alemania, Arabia Saudí, Argelia, Australia, Bahréin, Bangladesh, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Dinamarca, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, España, Francia, Irán, Irak, Jordania, Kazajistán, Kuwait, Libia, Maldivas, Marruecos, Mauritania, Pakistán, Catar, Reino Unido, Rusia, Somalia, Sudán, Suecia, Tayikistán, Túnez, Turquía, Uganda y Yemen. No obstante, otros países se niegan acoger a sus propios nacionales detenidos, y algunos ponen condiciones que Washington considera inviables. El pasado mes de septiembre, el Departamento de Justicia anunció que otros 55 presos del centro podían ser transferidos a terceros países.

5. ¿Ha descartado Obama el cierre?

No. A lo largo de la legislatura, la Casa Blanca ha insistido en que permanece comprometida con «el difícil desafío de cerrar Guantánamo». Preguntado al respecto en un programa de televisión, hace un par de semanas, Obama declaró que «todavía quiero cerrar Guantánamo». El presidente reconoció que «no hemos sido capaces de sacar ese tema adelante en el Congreso» y agregó que «necesitamos poner en pie toda una nueva arquitectura legal y para ello hace falta la ayuda del Capitolio».

6. ¿Cuál es la postura de Mitt Romney?

El candidato republicano aboga por mantener operativo el centro de detención. En 2007 dijo: «Me alegro de que [los detenidos] estén en Guantánamo. No los quiero en nuestro suelo. Los quiero en Guantánamo, donde no tienen acceso a los abogados a los que sí tendrían acceso en nuestro suelo. No los quiero en nuestras cárceles, los quiero allí. Algunos dicen que debríamos cerrar Guantánamo. Mi opinión es que deberíamos multiplicar Guantánamo por dos».

7. ¿Qué ocurre con los juicios?

En enero de 2010 el Departamento de Justicia decidió que 50 de los entonces 196 detenidos en Guantánamo debían permanecer en la prisión indefinidamente, sin un juicio. En marzo de 2011, Obama dio marcha atrás y  ordenó la reanudación de las comisiones militares en Guantánamo para los detenidos relacionados con los atentados del 11-S:uno de los cerebros del ataque (Jalid Shaij Mohamed), y cuatro de sus presuntos cómplices.

Hasta ahora, seis detenidos han sido condenados por una comisión militar, cuatro de ellos tras declararse culpables en virtud de un acuerdo de admisión de culpabilidad. Cuatro cumplen pena de Guantánamo y dos han sido repatriados. El Gobierno estadounidense tiene intención de pedir la pena de muerte para seis detenidos que han sido acusados para ser juzgados por una comisión militar. Según denuncia Amnistía Internacional, los seis fueron objeto de desaparición forzada bajo custodia secreta de la CIA con anterioridad a su traslado a Guantánamo, y todos ellos sufrieron tortura u otros tratos crueles, inhumanos y degradantes así como reclusión en régimen de incomunicación durante periodos de hasta cuatro años.

Entre junio de 2008 y finales de noviembre de 2011, la corte federal de primera instancia dictó 47 resoluciones sobre el fondo de peticiones de habeas corpus (obligación de presentar a todo detenido en un plazo concreto ante el juez, que puede ordenar su libertad inmediata si no encontrara motivo suficiente de arresto). En 22 casos, relacionados con 38 individuos, el juez resolvió que la detención era ilegítima. En 25 casos, el tribunal decidió que la detención era legítima en el marco de la «guerra contra el terror» de Estados Unidos. La Corte de Apelaciónde Washington DC ha emitido 16 resoluciones en apelación: en 12 de ellas falló en contra del detenido, y en las otras vcuatro devolvió el caso a la corte federal de primera instancia para que emprendiera nuevas actuaciones.

8. ¿Qué ha revelado ya Wikileaks y qué está revelando ahora?

En abril de 2011, WikiLeaks difundió  759 documentos secretos del Pentágono que revelaban que el Gobierno de EE UU utilizó la prisión de Guantánamo de forma ilegal para obtener información de sus reclusos, muchos de ellos claramente inocentes. De acuerdo a los documentos oficiales filtrados, en la prisión de Guatánamo, Estados Unidos «creó un sistema policial y penal sin garantías en el que solo importaban dos cuestiones: cuánta información se obtendría de los presos, aunque fueran inocentes, y si podían ser peligrosos en el futuro».

A lo largo de 4.759 folios, firmados por los mandos de la base y enviados al Comando Sur del Departamento de Defensa de Miami, se daba cuenta de que sólo el 22% de los detenidos eran de alto interés para los servicios de inteligencia estadounidenses por la información que desvelaban en los interrogatorios, en muchos de los casos por delación, por lo que la mayoría fueron devueltos a sus países de origen o llevados a terceros países. Un total de 485 de ellos estuvieron recluidos al menos cuatro años.

El pasado jueves, Wikileaks comenzó a publicar un centenar de documentos del Departamento de Defensa de EE UU que recogen directrices y procedimientos para tratar los sospechosos bajo custodia de las autoridades militares estadounidenses en las cárceles en Irak y en Guantánamo. Entre los primeros publicados se encuentra un manual de procedimiento militar para el Campamento Delta de la base situada en Cuba, difundido entre el personal civil y militar en noviembre de 2002. En él se establecen las normas administrativas, el reglamento de confinamiento y el código de conducta de los funcionarios.

Varios de estos nuevos documentos están relacionados con interrogatorios a detenidos realizados en el pasado. Wikileaks asegura que, pese a que en ellos se especifica que la violencia física directa estaba prohibida, los documentos también revelan que «una política sistemática de aterrorizar a los detenidos durante los interrogatorios, combinada con una política de destruir las grabaciones de los mismos, dio como resultado abusos e impunidad».

9. ¿Qué pasó con el español detenido?

Hamed Abderraman Ahmed, el único ciudadano español que estuvo retenido en Guantánamo (permaneció en la base desde febrero de 2002 hasta febrero de 2004, cuando fue extraditado a España), fue condenado en 2005 a seis años de prisión en España por integración en organización terrorista. En julio de 2006 fue puesto en libertad tras ser absuelto por el Tribunal Supremo. Vive en Ceuta.

10. Diez datos sobre Guantánamo

  1. La base fue instalada en Cuba por EE UU a principios del siglo XX gracias a un acuerdo entre los dos países, acuerdo que Cuba rechaza alegando que fue firmado bajo presión.Los estadounidenses tomaron posesión del enclave el 10 de junio de 1898, durante la guerra de la independencia de Cuba contra España. Washington envía cada año un cheque a La Habana (que el Gobierno cubano rechaza) por valor de 4.085 dólares, en concepto de «alquiler».
  2. En la década de los sesenta la base de Guantánamo se convirtió en una de las zonas con mayor cantidad de explosivos del mundo. Se calcula que los militares estadounidenses y cubanos instalaron cerca de 70.000 minas antipersona y antitanques en las cerca de 24 millas que la rodean. EE UU eliminó los campos minados a mediados de 1999, con la desactivación de unas 55.000 minas. Cuba mantiene que no las retirará hasta que los estadounidenses abandonen la base.
  3. Situada junto a la bahía de Guantánamo, a 920 kilómetros al sureste de La Habana, la base tiene 117,6 kilómetros cuadrados, de los que sólo 49,4 son de tierra firme, y una línea costera de 17,5 kilómetros. Está cercada por una alambrada electrificada de tres metros de altura. Fue acondicionada como centro de detención tras la invasión de Afganistán, a finales de 2001.
  4. El 17 de septiembre de 2001, tras los atentados del 11-S, George W. Bush firmó un memorando en el que autorizaba a la CIA a instalar centros de detención fuera del territorio de EE UU. En noviembre de ese mismo año, Bush firmó una orden ejecutiva en materia militar sobre «Detención, tratamiento y enjuiciamiento de ciertos extranjeros en la guerra contra el terrorismo», por la que autorizaba al Pentágono a mantener a ciudadanos no estadounidenses bajo custodia indefinida sin cargos. Los 20 primeros prisioneros llegaron a Guantánamo el 11 de enero de 2002.
  5. Durante los primeros años de funcionamiento de la prisión, informes de Naciones Unidas señalaron que existían evidencias de que algunos detenidos habían sido torturados, y denunciaron alimentaciones forzosas a prisioneros en huelga de hambre e interrogatorios llevados a cabo tras confinamientos solitarios prolongados o en condiciones extremas de temperatura, luz y ruido. Otros tratos vejatorios han sido denunciados por organizaciones como Amnistía Internacional.
  6. La primera decisión judicial sobre la situación legal de Guantánamo la tomó el 31 de julio de 2002 la juez federal de Columbia Colleen Kollar-Kotelly, quien determinó que el sistema legal estadounidense carecía de jurisdicción sobre personas retenidas en Guantánamo. Este fallo fue ratificado en marzo de 2003 por el juez federal Raymond Randolph.
  7. En junio de 2009, la Unión Europea acordó con EE UU un mecanismo para permitir a los estados miembros acoger a algunos de los detenidos. Washington pidió inicialmente a España que acogiera a cuatro presos, cifra que llegó a elevarse a cinco, pero de éstos sólo tres llegaron Madrid, en el año 2010: un palestino un yemení y un afgano.
  8. La base naval alberga a un total de 2.100 soldados. De ellos, alrededor de 1.500 trabajan en la prisión.
  9. El complejo es autosuficiente. Cuenta con un centro comercial, bares, restaurantes, estación de bomberos, salas de cine, hospitales y colegios entre otros servicios.
  10. El presupuesto anual aprobado por Washington para el centro de detención es de 137 millones de dólares (unos 100 millones de euros). La manutención anual de cada preso le cuesta a los contribuyentes estadounidenses 800.000 dólares (más de 610.000 euros) al año.

Publicado originalmente en 20minutos

Guantánamo: corramos un tupido velo

Entre los 60 millones de personas que siguieron en directo el pasado lunes el tercer y último debate entre los candidatos a la presidencia de EE UU se encontraban varias decenas de presos de Guantánamo. Algunos de los detenidos en la base, considerados menos peligrosos o menos problemáticos, tienen permitido vivir en celdas comunitarias con acceso a televisión vía satélite. En dos de estas celdas los presos vieron el debate en la pantalla; en otra, lo siguieron por la radio. […]

Protesta en Duraz, Bahréin, por el vídeo contra Mahoma ‘La inocencia de los musulmanes’. Foto: Mohamed CJ / Wikimedia Commons

Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; la caña ideal con la que intentar pescar los peces del apoyo popular en el río revuelto de la ‘primavera árabe’; la gasolina con que avivar la siempre caliente llama del antiamericanismo en el mundo islámico.

El resultado: Asaltos a embajadas, manifestaciones en cerca de 30 países y al menos 17 muertos ya desde que el pasado martes (aniversario de los atentados del 11-S) estallaran los disturbios, tras la divulgación de un vídeo grabado en EE UU en el que, entre otras cosas, se describe a Mahoma como bastardo, simplón, mujeriego, extorsionador, sanguinario, esclavizador de niños, egocéntrico y pederasta.

Las acciones más violentas están alentadas por minorías fundamentalistas, y los asaltos a las embajadas y otros intereses occidentales los han llevado a cabo, sobre todo, grupos relativamente pequeños, hooligans incluidos. Pero a las manifestaciones de protesta sí se han sumado amplios sectores de la población para los que el famoso vídeo no es más que el último capítulo en lo que se percibe como una larga historia de agravios por parte de Occidente en general, y de Estados Unidos en particular.

Es posible que Los versos satánicos de Salman Rushdie, las caricaturas de Mahoma o la quema de coranes estén solo en la lista negra de los religiosos más fanáticos, pero la invasión de Irak, el interesado apoyo a tiranos como Mubarak o Ben Ali, y el respaldo incondicional a Israel en detrimento de los palestinos, están en la lista negra de la mayoría. Y los tibios intentos de acercamiento llevados a cabo por Obama no parecen haber sido suficientes para lavar una imagen perjudicada durante tanto tiempo por sus antecesores en el cargo.

Resulta por tanto imposible simplificar las causas de esta nueva oleada de protestas, y atribuirla exclusivamente a un tosco vídeo de apenas 14 minutos y factura patética, por más que haya sido ese el detonante, en una sociedad donde los límites de la libertad de expresión no tienen nada que ver con los parámetros occidentales cuando está la religión por medio. Y tampoco se trata únicamente de la consecuencia directa de la caída de regímenes dictatoriales que mantenían a raya a los islamistas: En 2005, las viñetas satíricas sobre Mahoma provocaron manifestaciones masivas que fueron permitidas por gobiernos que presumían de aplastar el islamismo con mano de hierro, y hubo medio centenar de muertos.

Al vídeo y a la debilidad de los nuevos regímenes hay que sumar no solo el contexto de rencor hacia Occidente, sino también, y especialmente, la lucha por el poder que ha desatado la llamada «primavera árabe», una batalla en la que se enfrentan, sobre todo, islamistas moderados e islamistas integristas.

Estas son, en 20 preguntas y respuestas, las claves de lo que ha pasado hasta ahora:

EL VÍDEO

1. ¿Qué muestra ‘La inocencia de los musulmanes’?

«Tengo más de 120 años. En mi vida nunca he conocido a un matón asesino como Mahoma. Mata a hombres. Captura a mujeres y niños. Roba las caravanas. Rompe acuerdos y tratados. Vende niños como esclavos después de que él y sus hombres los hayan usado». Así describe una anciana al principal profeta del islam en el vídeo La inocencia de los musulmanes (Innocence of Muslims, en el original inglés), el supuesto tráiler de una película posiblemente inexistente.

El vídeo, colgado en YouTube, dura algo menos de 14 minutos. Grabado en Estados Unidos, presenta a Mahoma como un personaje pervertido, violento e interesado, y describe al islam como una religión destructiva y absurda. La produccion es extremadamente burda (desde el vestuario al guión, pasando por los escenarios o las interpretaciones), y en algunos pasajes se han doblado los diálogos originales con voces diferentes.

2. ¿Cuándo, cómo y para qué se hizo?

Aunque los detalles de la producción del vídeo siguen sin estar del todo claros, al parecer la cinta se rodó en California en torno al mes de julio del año pasado. Según informaron varios medios estadounidenses, citando a un activista fundamentalista cristiano, Steve Klein, que habría participado en la producción, el supuesto motivo era reunir a hipotéticos «terroristas musulmanes» en un cine de Los Ángeles con el cebo de que se iba a proyectar un film sobre Osama bin Laden, «para que supieran la verdad». De hecho, la ‘película’ fue titulada primero como Guerreros del desierto y después como La inocencia de Bin Laden.

El proyecto se empezó a gestar en el verano de 2009, cuando la página web BackStage publicó el anuncio de una productora llamada «DW» en el que se pedía actores para el rodaje de Guerreros del desierto (Desert Warriors). El film, producido y dirigido por un tal «Sam Bacile»,se presentaba como «una película de aventuras en el desierto de Arabia».

Los actores protagonistas y el equipo que participó en el rodaje (unas 80 personas) difundieron hace unos días un comunicado en el que sostienen que fueron «embaucados» sobre el propósito de la película: «Nos hemos quedado de piedra al conocer que han reescrito drásticamente el guión y al darnos cuenta de las mentiras que nos dijeron a quienes participamos». Aseguran que todas las referencias a Mahoma las introdujeron los autores del film a posteriori con un doblaje de mala calidad.

3. ¿Cómo ha acabado divulgándose?

El vídeo fue subido el pasado mes de julio a YouTube, y apenas tuvo visitas hasta que, en septiembre, fue subtitulado al árabe y empezó a propagarse por Twitter. En apenas unos días llegó a los canales de televisión árabes (especialmente a las cadenas integristas egipcias), y atrajo la atención de líderes musulmanes y de grupos islamistas, que denunciaron el contenido de la cinta y lo tacharon de blasfemo y ofensivo, al tiempo que exigían a las autoridades estadounidenses que retirasen el vídeo y persiguiesen a los responsables.

4. ¿Quién produjo el vídeo?

En un principio se informó de que el responsable del vídeo, el llamado «Sam Bacile», era un «agente inmobiliario» de California con orígenes judíos y conexiones con grupos coptos, pero los sindicatos de Hollywood y la asociación inmobiliaria del estado lo desmintieron, indicando que en sus registros no aparecía ningún agente llamado así. El pasado jueves, la agencia AP reveló que «Sam Bacile» es en realidad Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto de 55 años de edad, residente en un suburbio de Los Ángeles y que entre 2010 y 2011 cumplió una pena de 21 meses de prisión por fraude bancario (años antes ya había estado en la cárcel por asuntos de drogas).

Nakoula Basseley, que no tenía permitido el acceso a Internet, fue interrogado el viernes por agentes federales según informó este sábado la cadena CBS. La Oficina del Alguacil de Los Ángeles, en colaboración con el FBI, está investigando la posible violación de su libertad condicional, en caso de que hubiera accedido a la red, precisamente para subir el polémico tráiler. Nakoula salió de la cárcel en junio de 2011 y el rodaje empezó un mes después.

5. ¿Quién lo promocionó?

El vídeo habría sido promocionado y posiblemente, también traducido al árabe–  por Morris Sadek, un egipcio copto conocido en Estados Unidos por su activismo anti islamista, y para quien las imágenes muestran la represión a la que se enfrentan los coptos en Egipto. El pastor Terry Jones, de Florida, famoso por haber amenazado hace dos años con quemar coranes en su iglesia, también se hizo eco del vídeo, y lo recomendó a sus seguidores.

6. ¿Qué ha dicho la iglesia copta?

Los representantes de la comunidad copta en Egipto (la principal minoría cristiana del país, cerca del 10% de la población total) han condenado el vídeo desde el primer momento. En EE UU, el obispo de la Diócesis Ortodoxa Copta de Los Ángeles indicó que «nuestra enseñanza cristiana es respetar a las personas de toda fe». Los coptos egipcios han sido víctimas de numerosos ataques en los últimos meses, que han causado decenas de muertos.

7. ¿Qué ha dicho del vídeo el Gobierno de EE UU?

La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, calificó el vídeo de «repugnante y reprensible». «Parece tener el cínico propósito de denigrar una gran religión y generar odio», dijo. «Dejadme dejar muy claro, y espero que sea obvio, que el Gobierno de Estados Unidos no tuvo absolutamente nada que ver con este vídeo. Rechazamos totalmente su contenido y su mensaje. Sin embargo, no hay justificación, ninguna, para responder al vídeo con violencia. Condenamos la violencia que se ha generado en los términos más duros».

8. ¿Lo va a retirar Google de YouTube?

Google decidió este sábado mantener en Internet el polémico vídeo, pese a una solicitud de la Casa Blanca de que lo retirase de YouTube. La Casa Blanca ha confirmado que pidió a YouTube, propiedad de Google, que revisase el vídeo, y que lo retirase de la plataforma en caso de que éste viole las condiciones de uso de la web, pero Google ha determinado que el vídeo no viola sus políticas sobre la utilización de la red.

«Trabajamos duro para crear una comunidad que todos puedan disfrutar y que también permita a la gente expresar sus distintas opiniones. Esto puede ser un desafío porque lo que es aceptable en un país puede ofender en otro», explicó YouTube en un comunicado. «Este vídeo, ampliamente disponible en la web, cumple claramente con nuestras normas y por lo tanto permanecerá en YouTube. Sin embargo, hemos restringido el acceso a él en India e Indonesia, donde es ilegal, así como en Libia y Egipto, debido a las situaciones muy sensiblesen estos países», añadió.

El vídeo tampoco puede verse en Afganistán, cuyo Gobierno ha prohibido la recepción de YouTube desde el pasado miércoles.

Mapa interactivo de las protestas en el mundo

LOS DISTURBIOS

9. ¿Cuándo y dónde comenzaron?

Las primeras protestas empezaron el pasado martes por la tarde en El Cairo, cuando cientos de manifestantes asaltaron el recinto de la embajada estadounidense y arrancaron la bandera, reemplazándola por una enseña negra que llevaba bordada la shahada (la profesión de fe musulmana): «No hay más que un Dios y Mahoma es su profeta». La protesta fue disuelta por la policía.

Horas después, sobre las 10 de la noche, se inició otra concentración en Libia, frente al consulado estadounidense en Bengasi. Entre los manifestantes había un grupo armado con morteros y granadas. Se produjo entonces un ataque al edificio y combates entre los asaltantes y las fuerzas de seguridad que protegían el consulado. En la confusa batalla, que duró casi doce horas, murieron el embajador estadounidense, Christopher Stevens, y otros tres ciudadanos de EE UU, militares de élite.

10. ¿Fue planeado el ataque de Bengasi?

Aún no se sabe con certeza, pero el gobierno libio, que pidió disculpas a Washington por no haber podido contener el ataque, asegura que fue un asalto terrorista planeado con precisión, y que el grupo armado se sirvió de los manifestantes para enmascarar su objetivo de atacar a EE UU en el aniversario del 11-S. En un principio, las autoridades libias indicaron que detrás del asalto podrían estar partidarios del depuesto y asesinado líder libio Muammar al Gadafi, así como miembros de Al Qaeda en Libia, pero posteriormente negaron la presencia de la red terrorista en el país.

Libia calificó el ataque de «cobarde, criminal y terrorista», e insistió en que se trata de un hecho «aislado» que no «afecta a la relación del país con los socios europeos y americanos». Varias personas han sido detenidas ya en relación con los hechos.

11. ¿Cómo y por dónde se extendieron las protestas?

El jueves, un grupo de manifestantes yemeníes irrumpió en la Embajada de EE UU en la capital del país, Saná. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego, con el resultado de un muerto y más de 20 heridos. Ese mismo día se reanudaron los disturbios en Egipto, en los alrededores de la legación estadounidense. Hubo al menos 224 heridos.

Las protestas se extendieron el viernes (día sagrado del islam) por todo el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Indonesia. Muchas de las marchas de repulsa, que se celebraron en casi una treintena de países, comenzaron tras las plegarias de la oración. Al menos dos personas murieron y 29 resultaron heridas en Túnez, donde las fuerzas de seguridad emplearon munición real y gases lacrimógenos. En Trípoli (Líbano) hubo un muerto y varios heridos. Cuatro manifestantes fueron detenidos tras protestas en Jerusalén, y miles de personas protestaron pacíficamente en la ciudad de Gaza. Tres soldados colombianos de la ONU resultaron heridos en el Sinaí egipcio, y un grupo de manifestantes irrumpió en la embajada de Alemania en Sudán. Las manifestaciones, algunas de las cuales degeneraron en disturbios y enfrentanientos con la policía,se sucedieron también en Irán, India, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Turquía, Nigeria…

El agregado de Interior en la Embajada española en Túnez, el comandante de la Guardia Civil F. G. I., resultó herido el viernes al verse envuelto en un tumulto en las calles de la capital del país, y recibir un golpe de un arma de un policía, así como el impacto de un tapón de un arma de fogueo.

Este domingo, un centenar de personas fueron detenidas durante una protesta islamista frente a la embajada de EE UU en París.

12. ¿Qué grupos integristas están detrás?

Principalmente, las redes salafistas. El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam y defienden la imitación del modo de vida de Mahoma hasta en los más mínimos detalles, en un intento de recuperar la pureza de la religión (el término salaf, que en árabe significa «predecesor» o «ancestro», designa a los compañeros del profeta y las tres primeras generaciones que le sucedieron).

Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos».

Los salafistas, históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.La ‘primavera árabe’ les ha abierto ahora espacio en la política y la sociedad islámicas.

En Túnez, donde varios partidos safistas intentan competir con Ennahda, el partido islamista tradicional, grupos salafistas han protagonizado numerosos incidentes violentos, incluyendo ataques contra canales de televisión o acontecimientos culturales considerados impíos, según informó El País. En Libia han destruido varios santuarios sufíes, y en Egipto, el único país donde el salafismo tiene una representación institucional importante (el partido Al Nur logró el segundo puesto en las elecciones, tras los Hermanos Musulmanes), sus concentraciones suelen ser pacíficas, pero algunos simpatizantes salafistas han perpetrado actos violentos, sobre todo contra la minoría cristiana copta.

13. ¿Y Al Qaeda?

Aunque por el momento no está confirmada la participación directa de militantes de Al Qaeda en los asaltos a las embajadass, la red terrorista no ha querido perder la oportunidad de aprovechar la crisis. Así, la rama de Al Qaeda en Yemen exhortó este sábado a los musulmanes a intensificar sus protestas y asesinar a diplomáticos estadounidenses en los países de Oriente Medio: «Quien se encuentre con un embajador o emisario de Estados Unidos debería seguir el ejemplo de los descendientes (libios) de Omar al-Mukhtar, que mataron al embajador estadounidense», indicó en un comunicado publicado en Internet. «Dejen que la acción contra las embajadas sea un paso hacia la liberación de los países musulmanes de la hegemonía estadounidense», agregó.

Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), integrada en su mayoría por militantes de Yemen y Arabia Saudí, es considerada por Washington como la rama más peligrosa de la red fundada por Osama bin Laden.

LAS REACCIONES

14. ¿Cómo ha reaccionado el gobierno islamista egipcio?

En contraste con la condena contundente del gobierno libio, la primera reacción del recién elegido presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, tras el asalto de El Cairo, fue condenar el vídeo pero guardar silencio con respecto a las acciones violentas (unas acciones que sí rechazaron los Hermanos Musulmanes, al menos en sus comunicados en inglés). Mursi no condenó claramente los ataques hasta el viernes, cuando, después de que Obama dijese que Egipto «no es un enemigo, pero tampoco un aliado», afirmó que se trataba de hechos «absolutamente inaceptables».

15. ¿Cómo ha reaccionado Obama?

El presidente de EE UU aseguró el viernes que «la justicia llegará para aquellos que dañen a estadounidenses», tras reconocer que ha visto «imágenes muy duras» de las protestas ante embajadas de su país. «Estados Unidos nunca se retirará del mundo», dijo Obama. «Nunca dejaremos de trabajar por la dignidad y la libertad que cada persona merece, sin importar su credo», agregó.

Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, instó a los gobiernos en el mundo musulmán a controlar las revueltas, al señalar que «los países de la primavera árabe no han cambiado la tiranía de un dictador por la tiranía de una multitud violenta». «La gente responsable y los líderes responsables en estos países tienen que hacer todo lo que puedan para restaurar la seguridady traer a la justicia a aquellos que están detrás de estos actos violentos», indicó.

EE UU ha enviado dos buques de guerra a Libia y medio centenar de marines, para reforzar la seguridad de las instalaciones diplomáticas en el país.

16. ¿Cómo reaccionó Mitt Romney?

El candidato republicano a la presidencia de EE UU (las elecciones se celebrarán el próximo mes de noviembre) aprovechó el ataque al consulado estadounidense de Bengasi para criticar a su rival.

En un primer comunicado, Mitt Romney calificó de «vergonzoso» que «la primera reacción del gobierno de Obama no fuera condenar los ataques contra nuestras misiones diplomáticas sino simpatizar con quienes realizaron los ataques», en referencia a una nota de la embajada estadounidense en El Cairo, en la que se condenaba el vídeo contra Mahoma.

Las palabras del aspirante a la Casa Blanca fueron emitidas antes de que se supiera que habían muerto el embajador Stevens y otros tres estadounidenses. Preguntado después sobre si no se había precipitado al emitir el comunicado cuando aún no se conocían todos los datos, ni tampoco el posterior distanciamiento de la Casa Blanca de la reacción de su embajada cairota, Romney lo negó, insistiendo en que precisamente ello «demuestra la falta de un discurso claro del gobierno de Obama».

17. ¿Cómo ha reaccionado España?

El Ministerio de Asuntos Exteriores ha ordenado reforzar la seguridad de las embajadas españolas en los países árabes. Las medidas incluyen contactar con los españoles residentes en estos países y preparar planes para una eventual evacuación. En los países de más riesgo las embajadas cuentan con un equipo de geos para protegerse.

Exteriores ha pedido a los españoles que viajen a países árabes que cumplan escrupulosamente las recomendaciones que figuran en su página web y que se inscriban en el consulado nada más llegar.

Con respecto al ataque de Bengasi, el Gobierno hizo público un comunicado en el que expresaba «su más rotunda condena» y trasladaba «un mensaje profundo y sentido de solidaridad y apoyo al Gobierno de Estados Unidos y al pueblo norteamericano en estos trágicos momentos de dolor, así como a los familiares de las víctimas».

LAS CONSECUENCIAS

18. ¿Qué efecto pueden tener las protestas en la ‘primavera árabe’?

Las protestas han puesto de manifiesto el poder de convocatoria del islamismo radical en unas sociedades donde la democracia se está abriendo paso de manera muy incipiente aún, y ello supone un desafío importante para los gobiernos islamistas teóricamente moderados surgidos de las elecciones en Egipto y Túnez, necesitados del apoyo de Occidente, pero temerosos a la vez de perder respaldo popular.

En Libia la situación tampoco es fácil. El gobierno está formado por un ejecutivo de transición que cuenta con el favor de estadounidenses y europeos, pero los grupos radicales islamistas, salidos de la clandestinidad durante la revolución, tras años de represión por el régimen de Gadafi, son fuertes. Además, como destaca en The New Yorker el periodista especializado en los conflictos actuales de Oriente Medio John Lee Anderson, en Libia sigue habiendo una multitud de milicias armadas y todavía no se ha implantado un auténtico estado de derecho.

De hecho, es en países como Libia y Yemen, en los que la soberanía de los gobiernos y el control territorial está aún lejos de alcanzarse, donde existe el mayor riesgode que las protestas conduzcan a un caos mayor.

En cuanto a Siria, la oleada de protestas puede acrecentar el miedo a que las facciones integristas (en muchos casos, formadas por combatientes extranjeros) que están incrustadas en la oposición al régimen brutal de Bashar al Asad acaben cobrando cada vez más protagonismo en la sangrienta guerra civil que está devastando al país. En Irak, mientras tanto, está por ver si la crisis actual será aprovechada por los grupos terroristas (Al Qaeda incluida) para mantener la reciente escalada de atentados.

Pocos analistas dudaban, en cualquier caso, de que la ‘primavera árabe’ supondría un auge del islamismo, en unas sociedades donde las alternativas laicas, liberales o progresistas están mucho menos arraigadas entre la población. La cuestión es si, siguiendo el ejemplo de Turquía, logrará imponerse un islamismo vertebrado en el funcionamiento democrático. Y el problema, como recuerda el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, es que muchas de las milicias integristas armadas que ahora están ganando terreno se han alimentado en las guerras de Siria y Libia con dinero de países como Arabia Saudí o Catar (donde el absolutismo y la teocracia no parecen ser un inconveniente para Occidente), y ahora no es fácil desactivarlas.

19. ¿Qué efecto han tenido en Estados Unidos?

Las protestas y ataques contra EE UU en los países islámicos han dado un giro a la campaña electoral para la presidencia, que ha pasado a centrarse estos días en una lucha por ver cuál de los dos candidatos defiende mejor los intereses estadounidenses en el mundo.

Obama, una de cuyas principales bazas para la reelección es, precisamente, su gestión en política internacional, se enfrenta ahora al reto de dar una respuesta lo suficientemente rápida a los ataques, especialmente al que causó la muerte del embajador y de otros tres ciudadanos estadounidenses, con el añadido de tener que defender su apoyo a la ‘primavera árabe’ y su apuesta por el diálogo con los gobiernos islámicos.

En cuanto a Romney, el candidato republicano, a la baja en los sondeos, ha moderado el tono de sus críticas y trata de recuperarse de sus desafortunadas declaraciones iniciales, que solo han sido secundadas por los comentaristas más conservadores (el grueso de su partido ha respaldado al Gobierno).

LOS ANTECEDENTES

20. ¿Qué otros casos similares ha habido en los últimos años?

El vídeo contra Mahoma es el último de una larga serie de casos que, originados en Occidente, han provocado la ira en el mundo musulmán:

  • A finales de 1988 el escritor angloindio Salman Rushdie publicó Los versos satánicos, un libro donde utilizó sus conocimientos como estudioso del islam y en el que hacía una interpretación particular de esta religión. La obra fue calificada de «blasfema» en un edicto emitido por el ayatolá iraní Jomeini, en el que se llamaba a la ejecución del autor, al que acusaba de apostasía.
  • Los libros La rabia y el orgullo, que la periodista italiana Oriana Fallaci publicó en 2002 tras el 11-S, y en el que comparaba a los «hijos de Alá» con las ratas, y La fuerza de la razón, escrito por la misma autora en 2004, originaron también fuertes reacciones de protesta. El Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos llevó a Fallaci ante los tribunales.
  • En 2004, el documental Sumisión, que denunciaba la situación de la mujer en el mundo islámico, le costó la vida su autor, el director de cine holandés Theo Van Gogh, quien fue apuñalado por un joven marroquí.
  • En 2005, el diario conservador danés Jyllands Postem publicó doce caricaturas de Mahoma en las que éste aparecía con un turbante convertido en bomba, lo que originó una oleada de ataques contra varias embajadas danesas en los países islámicos, que se extendieron a Occidente al menos durante dos años, así como la muerte de 48 personas en todo el mundo en manifestaciones y asaltos a sedes diplomáticas.
  • En septiembre de 2006 el discurso sobre el islam que pronunció el papa Benedicto XVI en la universidad alemana de Ratisbona provocó reacciones violentas en el mundo musulmán, como el asesinato de una monja italiana en Mogadiscio, la quema de iglesias o el secuestro el 3 de octubre de ese año de un avión de las líneas aéreas turcas que cubría el trayecto entre Tirana y Estambul.
  • En diciembre de 2008 el nivel de alarma terrorista alcanzó su punto más alto en Holanda cuando el diputado ultraderechista de ese país Geert Wilders produjo una película contra el Corán, en la que alertaba contra los peligros del islam, y que fue emitida por Internet.
  • En abril de 2010 fueron los responsables de la web Revolutionmuslim.com quienes arremetieron contra los creadores de la controvertida serie de televisión animada South Park por emplear a Mahoma en uno de sus últimos episodios.
  • En 2011 dos pastores de una iglesia de Florida, Terry Jones y Wayne Sapp, protagonizaron otro incidente al emitir un video en el que se quemaba un Corán. Como consecuencia, numerosos civiles y funcionarios de Naciones Unidas perdieron la vida en Afganistán víctimas de varios ataques.
  • En junio de 2012 estalló una serie protestas en Túnez en represalia a una exposición de arte considerada ofensiva para el islam, que se saldaron con un muerto, más de un centenar de heridos y 160 detenidos, por lo que las autoridades tunecinas decretaron el toque de queda.

Publicado originalmente en 20minutos

La oleada de protestas en el mundo islámico, en 20 claves

Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; […]

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