Barack Obama

El presidente de EE UU, Barack Obama
Foto: Steven Williams / US Marine Corps / Wikimedia Commons

Llamemos a las cosas por su nombre. Asesinar es matar a alguien con premeditación y alevosía, y lo que ordenó el presidente de los Estados Unidos hace ahora un año fue un asesinato, sin tan siquiera un juicio previo. Después no solo se felicitó por ello, sino que dijo además que quienes pusieron en duda su actuación necesitaban un psicólogo.

Eso sin contar el hecho de que la víctima se encontrase en otro país, y de que ese país no hubiese dado permiso al presidente de los Estados Unidos para mandar allí a un grupo de militares, menos aún para matar a nadie. Obviamente no va a ocurrir, pero, en mi opinión, el presidente de los Estados Unidos debería ser juzgado por ello.

El asesinato de Osama Bin Laden no fue un acto de guerra. Tampoco fue en defensa propia. Un año después, ni siquiera ha habido una comisión de investigación oficial en ese país –lo mínimo que puede esperarse de un estado democrático y de derecho– para aclarar, al menos, si había o no posibilidades de capturarlo vivo.

Los estados civilizados juzgan antes de sentenciar. No buscan venganza, sino justicia. Bin Laden era el mal, un fanático iluminado y un asesino de masas, pero incluso los genocidas nazis fueron juzgados en Nuremberg.

Las consecuencias de la muerte del líder de Al Qaeda no importan. ¿El fin justifica los medios? ¿Le habrías pegado un balazo a Hitler si hubieses tenido la oportunidad de hacerlo? Mi respuesta es no, habría tratado de capturarlo. ¿Y si hubiese sido imposible capturarlo? Mi respuesta entonces es que probablemente sí, y también que tendrían que haberme llevado a juicio por haberlo hecho. No parece, en cualquier caso, que fuera eso lo que ocurrió con Bin Laden.

En plena clave electoral ya, Obama dijo este miércoles que el día de la muerte de Bin Laden fue el más importante de su mandato. Para mal, añadiría yo. Fue el día en que algunos comprendimos que, en ciertos aspectos, Obama era solo menos malo que su nefasto antecesor; el día de la decepción. Un año después, sigo necesitando un psicólogo.

Obama, un año de impunidad

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Estuve muy nervioso durante todo el proceso, pero lo único que no me hizo perder el sueño fue la posibilidad de tener que eliminar a Bin Laden. Se ha hecho justicia. Y creo que cualquiera que ponga en duda que el autor de un asesinato de masas en suelo estadounidense no merecía acabar como acabó necesita que le examinen la cabeza.

Barack Obama, presidente de EE UU, en una entrevista concedida al programa 60 Minutes, de la CBS

Obama cree que necesito un psicólogo

“Estuve muy nervioso durante todo el proceso, pero lo único que no me hizo perder el sueño fue la posibilidad de tener que eliminar a Bin Laden. Se ha hecho justicia. Y creo que cualquiera que ponga en duda que el autor de un asesinato de masas en suelo estadounidense no merecía acabar como acabó necesita que le examinen la cabeza. […]

Los retoques con Photoshop de la familia real española dan risa comparados con lo que son capaces de hacer algunos periódicos ultraortodoxos judíos. Esto se parece más bien al fino arte de la censura retroactiva que practicaba Stalin, cuando hacía ‘desaparecer’ de las fotos oficiales a los personajes que habían caído en desgracia, o que simplemente habían ‘desaparecido’ ya de verdad, por obra y gracia del dictador (una puesta al día, vamos).

He aquí un reciente e ilustrativo ejemplo: el periódico Der Zeitung, un diario hasídico (el hasidismo, o jasidismo, es una de las ramas más ortodoxas del judaísmo) de Brooklyn, Nueva York, procura evitar la publicación de imágenes de mujeres, por entender, al parecer, que la fotografía de una persona del sexo femenino puede sugerir a sus lectores una inequívoca intención sexual. El problema es que en la foto del año aparece Hillary Clinton, y Hillary Clinton es, como es sabido, una mujer… ¿Solución? Publicamos la foto, pero borramos a Clinton. Tampoco era tan complicado.

Y ahí están: Obama y su equipo, siguiendo en directo la ejecución de Bin Laden en Pakistán, pero sin la chica. Sólo faltan las cervezas. Y ya puestos, no sólo se han cargado a Clinton (cuya expresión, por cierto, es la que otorga a la imagen toda su carga dramática, por más que ella haya dicho después que lo que pasaba es que le dio tos), sino también a la directora de la Lucha contra el Terrorismo, Audrey Tomason, que es la mujer que está en la puerta, asomándose, como si pasara por allí. Y eso que la Casa Blanca había dicho expresamente que nada de retoques… En fin, este es el resultado:

Fotografía retocada en el diario ultraortodoxo judío ‘Der Tzitung’
Imagen original cedida por la Casa Blanca. Foto: Pete Souza / White House

La foto retocada la ha publicado en Internet el blog Failed Messiah, y yo la he visto en Guerra Eterna.

¿Mujeres en la sala de mando? ¿Estamos locos?

Los retoques con Photoshop de la familia real española dan risa comparados con lo que son capaces de hacer algunos periódicos ultraortodoxos judíos. Esto se parece más bien al fino arte de la censura retroactiva que practicaba Stalin, cuando hacía… Leer

El complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Foto: Sajjad Ali Qureshi / Wikimedia Commons

Es mucho lo que sabemos ya acerca de las circunstancias que han rodeado la muerte de Osama bin Laden; mucho más lo que, con toda probabilidad, iremos sabiendo en los próximos días y mucho, también, lo que ignoramos aún, ignoraremos siempre o, sencillamente, está sujeto a diferentes versiones, más o menos subjetivas.

En general, las preguntas básicas están respondidas, al menos, de forma oficial. Conocemos el qué, el cómo, el cuándo, el dónde y, aunque esta cuestión pueda ser más interpretable, también el porqué.

Sabemos que comandos especiales de la Marina de EE UU mataron al líder de Al Qaeda en una operación militar la noche del pasado domingo. Que los hechos ocurrieron en la localidad paquistaní de Abottabad, al norte del país, no muy lejos de Islamabad. Que Bin Laden vivía en un complejo residencial relativamente aislado, que fue tomado al asalto con la ayuda de helicópteros. Que hubo «intercambio de disparos» y que, además de Bin Laden, murieron otras tres personas. Que el líder terrorista no estaba armado y que falleció tras recibir un disparo en la cabeza y varios en el pecho.

Sabemos también que la operación duró exactamente 38 minutos, que el riesgo de fracaso era elevado (las posibilidades de encontrar allí a Bin Laden eran del 60%) y que el gobierno paquistaní no había sido informado. Y sabemos, además, que la orden directa del ataque la dio el presidente de EE UU, Barack Obama, y que lo hizo sin el pleno consenso de su equipo. No sólo eso. Sabemos que la orden no era capturarlo vivo, sino matarlo, a menos que Bin Laden «levantase las manos y se rindiera», algo que, según había expresado el propio líder de Al Qaeda en muchas ocasiones, era prácticamente imposible que ocurriese.

¿Qué más? Hemos visto gráficos detallados de la casa, de cómo atacaron los soldados y hasta de las armas que llevaban. Nos han dicho que el cuerpo de Bin Laden fue «arrojado al mar» y que su ADN está comprobado. Y con la información que hay ya sobre las pistas, informantes y torturas en Guantánamo (asfixia simulada incluida) que condujeron hasta el (aún presunto) cerebro del 11-S, contamos con material de sobra para escribir el guión de una película (Hollywood ya la está preparando).

Ya tenemos incluso una lectura política: La popularidad de Obama ha subido como la espuma, tras haber caído en los últimos meses como consecuencia de estar acorralado en el Congreso y de haber perdido parte de su prestigio internacional.

Y, sin embargo, los interrogantes siguen siendo, como poco, igual de numerosos.

Muchos de ellos tienen que ver con la legalidad de la operación militar en sí y, en este caso, hay respuestas en los dos sentidos. Otros, como qué va a ocurrir ahora con Al Qaeda, o hasta qué punto la muerte de Bin Laden supondrá un antes y un después en la llamada guerra contra el terrorismo, sólo pueden responderse todavía en el terreno de la especulación, en caliente. Y algunas de las preguntas que todavía no tienen respuesta son, por último, mucho más concretas, pero, por una u otra razón, no tenemos una versión oficial clara, o simplemente permanecen en secreto.

Vista aérea del complejo en el que se encontraba Bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Foto y mapa: CIA / Departamento de Defensa de EE UU

Estos son, sin necesidad de acudir a las muchas teorías ‘conspiranóicas’ que ya han surgido, 20 de los muchos misterios que envuelven aún la muerte del terrorista más buscado del mundo.

1. ¿Ha sido una operación legal según el derecho internacional?

Teniendo en cuenta que las fuerzas estadounidenses no contaban con autorización expresa del gobierno paquistaní para entrar en el país y llevar a cabo una operación militar, la respuesta es que no. Estamos ante una violación de la soberanía de un Estado.

El director de la CIA, Leon Panetta, no se ha andado por las ramas: «El Gobierno paquistaní nunca supo nada sobre esta misión, porque Estados Unidos se planteó de forma deliberada que se trataría de una misión unilateral. El presidente Obama había dejado muy claro a los paquistaníes que si teníamos pruebas sólidas de dónde estaba localizado Bin Laden, entraríamos a por él. Y eso es justo lo que ocurrió».

Algunos expertos, sin embargo, lo justifican apelando a la condición de criminal internacional de Bin Laden y a la ineficacia (en el mejor de los casos) para capturarle demostrada por el país en el que se encontraba. Argumentan asimismo que la legislación internacional es ambigua y deja espacio suficiente como para que un Estado que está inmerso en un conflicto armado, o en una legítima defensa, pueda llevar a cabo este tipo de acciones sin necesidad de aplicar procesos legales.

2. ¿Y según la legislación interna estadounidense?

Depende. Según expertos consultados por la BBC, las dos normas fundamentales para responder a esta pregunta son la «Autorización para el uso de la fuerza militar» y la «Resolución de poderes de guerra». La primera fue emitida tras el 11-S y autoriza al presidente a emplear toda la fuerza necesaria contra quienes «considere que de forma determinante» son responsables de los atentados.

Pero esta facultad estaría supeditada, en principio, a la segunda norma mencionada, aprobada en 1973, y que exige que el inicio de hostilidades bélicas sea consultado al Congreso, algo que no se ha hecho en esta ocasión.

El debate queda reconducido, por tanto, a si se ha tratado de un acto de guerra o no.

3. ¿Ha sido un acto de guerra?

Implícitamente, EE UU considera que sí. Bin Laden se declaró en guerra contra el país norteamericano, y eso le habría convertido automáticamente en enemigo. Pero, por una parte, muchos expertos opinan que sólo puede existir guerra, jurídicamente hablando, cuando ambos contendientes son Estados y, por otro lado, Washington no se ha declarado nunca oficialmente en guerra contra Bin Laden (o contra Al Qaeda, para el caso). De hecho, EE UU sólo ha declarado oficialmente la guerra cinco veces a ocho países en toda su historia. Muchos de los conflictos en los que ha participado (Vietnam, Irak, Afganistán) han sido calificados de «enfrentamientos militares».

4. Una operación así, ¿no debería autorizarla el Consejo de Seguridad de la ONU, o algún otro organismo internacional?

Si se trata de una intervención militar en un país extranjero, parece lógico pensar que habría sido necesario el visto bueno del Consejo de Seguridad de la ONU (el caso de Libia, por ejemplo). No, evidentemente, en el momento mismo de la operación, sino como una especie de aval, «ocurra cuando ocurra». EE UU, desde luego, no lo tenía.

Tampoco se ha tratado de una operación coordinada por organismos policiales como la Interpol, con capacidad legítima para actuar internacionalmente. En este sentido, la pregunta vuelve a remitir al punto de partida: ¿Era una operación militar o una operación policial?

5. ¿Qué era Bin Laden? ¿Un delincuente o un enemigo?

Tampoco está claro. Si se le consideraba un delincuente, un criminal, entonces se ha violado la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y el derecho a una defensa legal. Se le ha aplicado la pena de muerte (a él y a las otras personas que murieron en el asalto) sin proceso alguno.

Y si se le consideraba un enemigo, entonces tenía derecho a la protección que establece, entre otros acuerdos, la Convención de Ginebra, a menos que su muerte se haya producido durante una acción bélica. En cualquier caso, la intención, como ha reconocido el propio jefe de la CIA, era acabar con su vida.

6. ¿Era inevitable acabar con su vida?

No lo sabemos. Nos han dicho que hubo «resistencia», pero no exactamente cuánta ni de qué tipo.

El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, reveló el martes que Bin Laden estaba desarmado en el momento en el que las fuerzas especiales de EE UU accedieron a su domicilio, pero que «se resistió» a ser capturado y no mostró intención de rendirse. Este relato contradice la primera versión ofrecida por el principal asesor de seguridad de la Casa Blanca, John Brennan, quien aseguró que Bin Laden «estuvo implicado en el tiroteo».

Las operaciones especiales son patrimonio de hombres sometidos a durísimos entrenamientos de resistencia física y psicológica. Solo las personas más excelentes tienen acceso a cuerpos de élite como los Navy SEALS, responsables de la operación que acabó con la vida de Bin Laden. Brennan matizó que «si se hubiese podido capturar vivo a Bin Laden, se habría hecho». Resulta cuando menos dudoso pensar que este comando no pudo haber reducido a un hombre desarmado de 54 años sin necesidad de matarlo a tiros. «Existen formas de resistencia que no implican esgrimir un arma», puntualizó Carney.

Una hija del terrorista, bajo custodia paquistaní, aseguró que su padre fue capturado vivo por soldados antes de recibir un tiro en la cabeza y en el pecho ante su familia.

Planta de la casa donde se escondía Osama bin Laden, en Abottabad, Pakistán.
Gráfico: Departamento de Defensa de EE UU

7. ¿Qué habría pasado si le hubiesen capturado vivo?

Aunque aquí entramos en el terreno de la elucubración, los defensores de la acción estadounidense destacan que un Bin Laden vivo y ante los tribunales habría sido aprovechado de forma propagandística por Al Qaeda y el integrismo islámico. Argumentan, también, que ninguna de las posibles opciones era recomendable: ¿Lo habrían enviado a Guantánamo o habría sido juzgado en suelo estadounidense (en Nueva York o en Washington, en este caso, que es donde cometió los delitos)? ¿Bin Laden en Nueva York? ¿O habría sido juzgado, tal vez, en Afganistán (el país que invadió EE UU para capturarlo), en plena guerra contra los talibanes? ¿Y qué habría pasado si los saudíes, aliados de EE UU, hubiesen querido extraditarlo?

Los detractores de la operación de EE UU, sin embargo, indican que con su muerte se ha fabricado un mártir, un héroe al que no han logrado capturar vivo, una leyenda. Y otros, como el periodista británico Robert Fisk, van más allá aún: «Un tribunal podría haber preocupado a más gente, no sólo a Bin Laden. Después de todo, Bin Laden podría haber hablado de sus contactos con la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán, o acerca de sus encuentros íntimos en Islamabad con el príncipe Turki, el jefe de la inteligencia saudí. Justo igual que ocurrió con Sadam, que fue juzgado por el asesinato de sólo 153 personas, y no por los miles de kurdos a los que gaseó, y que fue ahorcado antes de que tuviese la oportunidad de contarnos cosas sobre los componentes de las armas químicas procedentes de EE UU, o sobre su amistad con Donald Rumsfeld, a quien recibió en 1980 después de invadir Irán, siendo éste asistente militar del ejército estadounidense».

8. ¿Es cierto que no hubo ninguna baja estadounidense durante la operación?

En principio, esa es la versión oficial, pero algunos analistas militares consideran poco probable que, si realmente hubo un tiroteo intenso, no se produjese ni un solo herido, aunque fuese leve, entre los soldados de EE UU.

En cualquier caso, se trata de la fuerza de élite de los marines, especialmente entrenada para este tipo de misiones y de una eficacia letal (no en vano le cuestan al contribuyente de EE UU unos 1.000 millones de dólares al año), por lo que, de haber contado con el elemento sorpresa, tampoco es descartable que no se produjeran bajas.

9. ¿Cuántos helicópteros se emplearon en el ataque y de dónde venían?

Según el diario británico Daily Telegraph, que cita fuentes de la inteligencia de Pakistán, en la operación tomaron parte cuatro helicópteros que despegaron de una base paquistaní, en el norte del país (otras informaciones sitúan en Afganistán el inicio de la operación). La revista Time también informa de cuatro aparatos, pero The Wall Street Journal habla de sólo dos, y The New York Times señaló que testigos habían visto un total de tres.

10. ¿Qué pasó con el helicóptero destruido?

Tampoco está claro qué pasó con el helicóptero que fue destruido con explosivos por los propios soldados estadounidenses tras el asalto, teóricamente, para que los restos no fuesen confiscados. Según algunas versiones, había sido alcanzado por disparos efectuados desde tierra, mientras que en otras, la mayoría, se especula con la posibilidad de un fallo mecánico.

11. ¿Por qué han arrojado al mar el cuerpo?

Según se ha informado, el cuerpo de Bin Laden fue trasladado hasta el Mar Arábigo, envuelto en un manto blanco y lanzado al mar. Estados Unidos justificó la rapidez de esta acción amparándose en la ley islámica, que aconseja enterrar a los difuntos en un corto plazo de tiempo. Sin embargo, expertos en el islam han explicado que arrojar un cadáver al mar contradice la sharia.

¿Cuál es, en cualquier caso, la verdadera razón para hacer desaparecer el cadáver? ¿Evitar que una posible tumba se convierta en santuario para sus seguidores y fuente de futuros conflictos? Por otro lado, si se tiene en cuenta que Bin Laden nació en Yemen, creció en Arabia Saudí y luego renegó de este país y vivió en Sudán, Afganistán y Pakistán, tampoco resultaba fácil decidir dónde enviar sus restos para ser enterrados.

Y queda pendiente, además, otra cuestión importante: ¿Qué pasa con el derecho de los familiares a recuperar el cuerpo?

12. ¿Veremos las fotos del cadáver?

El director de la CIA dice que sí, pero Barack Obama ha decidido que no se publiquen porque el cadáver de Bin Laden «no es un trofeo». La fotografía, supuestamente, muestra una enorme herida encima del ojo izquierdo que deja entrever parte del cerebro.

La imagen de un Bin Laden cosido a tiros puede resultar, en palabras de funcionarios del propio gobierno estadounidense, «incendiaria». Pero, a la vez, sería una prueba más sólida que las muestras de ADN (unas muestras que tampoco se han hecho públicas hasta ahora) de cara a que, tanto los más escépticos como muchos de sus seguidores, pudiesen convencerse de que realmente ha muerto.

Celebraciones en Times Square, Nueva York, tras la muerte de Osama bin Laden.
Foto: Josh Pesavento / Wikimedia Commons

13. ¿Es cierto que Bin Laden usó a una de sus mujeres como escudo humano?

El Pentágono, Washington y el propio John Brennan defendieron en un primer momento que Bin Laden había utilizado a una de sus mujeres como escudo humano para refugiarse de los disparos. La información ha sido desmentida posteriormente por todas las partes. La mujer en cuestión permanece hospitalizada con un tiro en la pierna y no fue utilizada como escudo.

14. ¿Llegaron a decirle algo antes de matarlo?

No ha trascendido si los militares estadounidenses y Bin Laden intercambiaron o no palabra alguna, o si Bin Laden llegó a expresar algún mensaje antes de ser abatido.

15. ¿Quiénes son las otras víctimas de la operación?

Lo único que se sabe es que se trata de dos hombres y una mujer, pero nada más. Tampoco se ha informado de qué se ha hecho con sus cuerpos.

16. ¿Quién más había en la casa? ¿Hay algún detenido?

Según la agencia AP, los soldados dejaron en el recinto a 23 niños y nueve mujeres, pero un funcionario paquistaní indicó que están bajo custodia solo nueve niños de entre dos y 12 años. El gobierno de Pakistán, por su parte, habría asegurado tener bajo custodia a una mujer de Bin Laden y a una de sus hijas, detenidas tras el asalto a la residencia.

La agencia Efe, citando una fuente de los servicios secretos de Pakistán, añade que ambas se encontraban en la casa cuando entraron los soldados.

A día de hoy, se desconoce el número de colaboradores de Bin Laden detenidos en la operación, o quiénes son.

17. ¿Tiene derecho EE UU a llevarse la información obtenida en la casa de Bin Laden?

Según informó el portal de Internet Politico, el comando que asaltó la casa de Bin Laden logró hacerse con gran cantidad de equipo informático y discos duros pertenecientes al jefe de Al Qaeda. Los servicios de inteligencia de EE UU estarían revisando estos discos duros y externos en un enclave secreto en Afganistán, desde donde, también teóricamente, se lanzó la operación. Pero, ¿tiene Estados Unidos derecho legal a sacar ese tipo de material del país donde ha sido requisado?

18. ¿Cómo es posible que llevase al menos tres años viviendo en Pakistán sin que lo supiesen los servicios secretos de este país?

Es las pregunta del millón. Bin Laden ocupaba un complejo nada discreto, a unas cuantas decenas de kilómetros de la capital paquistaní, cerca de una ciudad en la que hay una base y una academia militar del ejército de Pakistán. En principio, con los servicios de inteligencia de medio mundo detrás de él, no parece el mejor escondite. Muchos en EE UU apuntan ya directamente a una complicidad de Pakistán. Las otras opciones son dos, una ineficacia total por parte de los servicios secretos de este país, o una habilidad increíble por parte de Bin Laden.

En este sentido, la revista The New Yorker plantea un buen número de interrogantes que, no por obvios, tienen menos importancia: ¿De quién es la tierra donde construyó Bin Laden la casa? ¿Cómo adquirió el terreno o a través de quién? ¿Quién le diseñó la vivienda? ¿Quiénes trabajaban allí? ¿Le visitaba alguien? ¿Con qué frecuencia?

Y, más aún: ¿No salía nunca? ¿No le vio nunca nadie? ¿Había cambiado de aspecto para evitar ser reconocido? ¿Qué aspecto tenía? ¿Cuántas personas sabían de su presencia allí? ¿Alguna de ellas tenía algún tipo de cargo público?

19. ¿Dónde se ocultó Bin Laden antes de allí? ¿Llegó a vivir en cuevas?

No hay ninguna prueba real de que Bin Laden haya vivido en cuevas durante estos años, pese a que eso es lo que se creyó durante mucho tiempo.

A principios de los noventa, y con propósitos propagandísticos, Bin Laden invitaba a algunos periodistas a entrevistarle en cuevas de Tora Bora, en Afganistán, pero él vivía realmente en un confortable complejo perteneciente a uno de los señores de la guerra locales. A finales de esa década se mudó a otro complejo cerca de Kandahar, también en Afganistán, y ahora vivía en otra gran vivienda en Pakistán.

Entre medias, aún no se sabe, pero la Casa Blanca ha indicado que, tras años de búsqueda, EE UU se dió cuenta finalmente de que Al Qaeda prefiere «áreas muy pobladas» a «cuevas o pequeños pueblos».

20. ¿Quién filtró la foto falsa de Bin Laden?

Una imagen del supuesto cadáver de Osama bin Laden fue divulgada por varios medios y redes sociales poco después de conocerse la muerte del líder de Al Qaeda. Sin embargo, según un comunicado de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) emitido horas después, la imagen era falsa. ¿Quién filtró la fotografía? ¿Con qué intención?


Publicado originalmente en 20minutos

Veinte incógnitas sobre la muerte de Osama bin Laden

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La muerte de Bin Laden, en las primeras páginas de periódicos de EE UU

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Obama confirmó oficialmente anoche, en un dramático mensaje a la nación televisado en directo, que un comando estadounidense había matado a tiros en Pakistán a Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda, el terrorista más buscado, el responsable de los históricos atentados del 11-S (3.000 muertos) y de muchos más, el enemigo público número uno, la obsesión de los servicios de inteligencia… Su cadáver, según informa The New York Times, ha sido arrojado al mar, en contra de las costumbres musulmanas.

Misión cumplida, pues. Bush juró que Bin Laden sería cazado («si no hoy, mañana, o dentro de un mes, o dentro de un año…») y cazado está.

Toda esta euforia, sin embargo, resulta un poco ingenua y tiene algo de obsceno.

Por un lado, la pretensión de que con la muerte de Bin Laden hay un antes y un después con respecto a la amenaza del terrorismo internacional hay que ponerla muy en duda. Al Qaeda estaba ya muy fragmentada. Es más bien, como lo era el propio Bin Laden, una especie de referencia ideológica, una marca, una franquicia en la que se incluyen distintos grupos extremistas unidos únicamente por su fanatismo y su odio a Estados Unidos. No es una auténtica organización liderada por un solo hombre, o un cerebro, a la que bastaba con descabezar.

De hecho, esta muerte ha devuelto a la red terrorista algo de notoriedad, después de haber sido muy relegada por el huracán de las revueltas árabes, que, aunque esté por ver si desembocan en un auge del islamismo o no, y aunque, en algunos casos, cuenten con conflictos interreligiosos de fondo, de momento tienen un componente esencialmente laico. La gente en la calle no está pidiendo la instauración de emiratos teocráticos para destruir Occidente; están pidiendo libertad, democracia, pan y justicia social.

Por otra parte, Bin Laden no ha tenido un juicio justo, e incluso él tenía derecho a uno. ¿No es eso lo que teóricamente diferencia a las democracias de los regímenes medievales que gente como Bin Laden pretende instaurar? Las víctimas de los atentados, sus víctimas, no tendrán la satisfacción de verle preso y sentado en un banquillo.

¿Podemos hablar de ejecución? Técnicamente, se trató de un «tiroteo», un intercambio de disparos (en realidad, un asalto con helicópteros incluidos al que, al parecer, no se opuso mucha resistencia). Pero Obama no dijo en ningún momento que había resultado inevitable matarlo. Tampoco parecía preocuparle mucho. Según ha asegurado a Reuters un oficial de la seguridad nacional de EE UU, «esta fue una operación a matar». No había intención de capturarlo vivo.

La pena de muerte no resuelve nada, nunca. Ni siquiera aplicada al diablo.

De momento, lo que tenemos es alertas terroristas en medio mundo, indignación y alivio a partes más o menos iguales en el mundo árabe y los mismos pantanales (Afganistán) que teníamos ayer.

¿Justicia?

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha anunciado este lunes la muerte del terrorista más buscado del mundo, Osama bin Laden. En una comparecencia televisada desde la Casa Blanca, Obama afirmó que, tras haber recibido informaciones de inteligencia fiables sobre el lugar en Pakistán donde se encontraba el líder de Al Qaeda, la semana pasada dio la orden de atacar, y hoy «un pequeño grupo» estadounidense condujo la operación, en la que, tras «un intercambio de fuego», se hicieron con el cuerpo del terrorista.

El presidente estadounidense ha precisado que Bin Laden fue localizado en la localidad de Abottabad, en el norte de Pakistán. Previamente, la cadena CNN había citado fuentes gubernamentales para afirmar que se encontraba en una mansión en las afueras de Islamabad.

«Esta noche, Estados Unidos ha lanzado un mensaje inequívoco: no importa cuánto tiempo haga falta, se hará justicia», ha declarado Obama en su breve declaración.

Diez años después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en los que murieron casi 3.000 personas en Nueva York, en el Pentágono y en Pensilvania, Obama ha afirmado que «nuevamente se nos recuerda que EE UU puede hacer lo que se proponga. Esa es nuestra historia».

EE UU mata a Osama bin Laden en Pakistán

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El asesinato de un actor valiente. Sal Emergui (como muchos otros estos días) evoca y homenajea al actor, director teatral y activista por la paz palestino (árabe-israelí) Juliano Mer-Khamis, asesinado a balazos el pasado martes en el campo de refugiados de Yenín por radicales islamistas. Otra crónica, más personal, aquí. Y un ejemplo de su admirable trabajo (una versión muy especial de Alicia en el País de las Maravillas que puso en escena hace tan sólo unos meses), aquí.

Capilla ardiente en el teatro Al Midan de Haifa del dramaturgo y activista Juliano Mer-Khamis, asesinado el 4 de abril en Yenín. En el cartel puede leerse, en árabe: ‘Mártir de la libertad’. Foto: Hanay / Wikimedia Commons

La carta de Gadafi. Íñigo Sáenz de Ugarte glosa con humor y mucha ironía la surrealista misiva del coronel libio a Obama.

Veinte cosas que hay que saber sobre Yemen. Imprescindible. Una síntesis de lo que hay que saber sobre Yemen, desde la política y la historia reciente hasta las tribus, la guerra civil, Al Qaeda o la cultura del café.

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Lectura para hoy

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