Hizbulá

Al menos 41 personas murieron y 200 resultaron heridas en un doble atentado suicida reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico, en el barrio de Burch Barachne, uno de los feudos del grupo chií libanés Hizbulá, en el sur de Beirut.

Salvaje atentado de Estado Islámico en Beirut: 41 muertos

Al menos 41 personas murieron y 200 resultaron heridas en un doble atentado suicida reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico, en el barrio de Burch Barachne, uno de los feudos del grupo chií libanés Hizbulá, en el sur de… Leer

De la crónica (sin firma) escrita por un periodista de The New York Times cerca de Qusair, la ciudad siria tomada este miércoles por las fuerzas del régimen de Bashar al Asad:

[…] Sin embargo, antes incluso de que la mayoría de los rebeldes huyeran de Qusair, ya se había producido una destrucción menos tangible: el desgarramiento del tejido social en toda esta zona. A lo largo de la cercana frontera y hasta el valle de Bekaa, en el norte del Líbano, se extiende todo un mosaico de etnias y confesiones, entrelazadas desde siempre a través de vínculos comerciales, de amistad, tribales y familiares. Según afirman tanto rebeldes como civiles suníes, cuando, unidos a las tropas sirias, los guerrilleros de Hizbulá del otro lado de la frontera empezaron a sitiar Qusair, esos vínculos se rompieron, tal vez de forma definitiva, y su lucha por acabar con el régimen de Asad se convirtió en una guerra sectaria. […]

La semana pasada, civiles y opositores a Bashar al Asad del interior de la región de Qusair afirmaban que aún soñaban con un futuro mejor y con tener más voz en el Gobierno. Pero, antes o después, prácticamente todos acabaron expresando su rabia contra las confesiones que, bajo su punto de vista, apoyan al presidente, y especialmente contra los chiíes, a quienes culpan de las muchas  bajas sufridas en el intenso asalto liderado por los bien entrenados soldados de Hizbulá.

«No vamos ha olvidar lo que ha hecho Hasan Nasrala», dice Abu Zaid, un combatiente de Qusair de 40 años de edad, refiriéndose al líder de Hizbulá. «Nos vengaremos de él y de su organización aunque tengamos que esperar cien años». […]

El panorama general es más complicado. A pesar de que no es fácil comprobar los hechos en un área donde el acceso está limitado (tanto por los combates como por las restricciones gubernamentales), la lucha sectaria, con ataques de ambas partes, parece que comenzó hace ya más de un año. Civiles cristianos y chiíes que, como muchos suníes, han huido al Líbano, aseguran que también ellos han sido atacados por suníes y expulsados de sus pueblos. […]


Traducción del artículo original en inglés: In Besieged Area of Syria, Bitterness of Sunnis Points to Rending of Sects

La destrucción del tejido social en Siria

De la crónica (sin firma) escrita por un periodista de The New York Times cerca de Qusair, la ciudad siria tomada este miércoles por las fuerzas del régimen de Bashar al Asad: […] Sin embargo, antes incluso de que la… Leer

El líder de Hizbulá, Hasan Nasrala, durante una visita a Irán en 2005. Foto: Satyar Emami / Wikimedia Commons

Cuatro personas resultaron heridas este domingo al impactar tres cohetes en el barrio de Chiyah, un feudo de Hizbulá en la periferia del sur de Beirut. El ataque se produjo al día siguiente de que Hasan Nasrala, el líder de la milicia y partido político chií, justificase su apoyo al régimen sirio de Bashar al Asad y anunciara que sus hombres continuarán combatiendo en el país vecino «hasta la victoria». Ha sido el primer ataque dirigido directamente contra un bastión de Hizbulá en la capital libanesa desde que estalló el conflicto sirio, hace dos años.

«Continuaremos hasta el final del camino», dijo Nasrala el sábado en un discurso televisado. «Aceptamos esta responsabilidad y aceptaremos todos los sacrificios y las consecuencias de esta posición. Seremos los que traigamos la victoria», sentenció.

La guerra en Siria está polarizando el Líbano hasta extremos cada vez más alarmantes. En general, los suníes apoyan la rebelión contra Asad, cuyos oponentes profesan mayoritariamente esta confesión del islam, mientras que los chiíes de Hizbolá y sus aliados respaldan al presidente sirio. En los últimos meses, la tensión ha sido especialmente fuerte en la ciudad de Trípoli, donde se han producido numerosos estallidos de violencia entre la mayoría suní y su pequeña comunidad alauí (la secta, conectada con el chiísmo, a la que pertenecen Asad y la cúpula gobernante en Siria), con un saldo hasta ahora de más de 30 muertos y alrededor de 200 heridos.

Hasta no hace mucho, Hizbulá insistía en que no había enviado, oficialmente, combatientes a Siria. Su apoyo a Bashar al Asad, sin embargo, cobró total visibilidad la semana pasada, cuando fuerzas de la milicia chií y tropas del régimen sirio lanzaron un ataque conjunto para expulsar a los rebeldes de Qusair, una estratégica localidad situada a tan solo 7 kilómetros de la frontera con el Líbano, que era utilizada por los insurgentes como parte de la ruta de suministro de armas.

La apuesta de Hizbulá por Asad no es una apuesta fácil. Con ella, la milicia libanesa se alinea con Irán, la gran potencia chií de la región y su principal patrocinador, al tiempo que, de algún modo, devuelve al presidente sirio el apoyo que éste le prestó durante la guerra contra Israel en 2006. Pero el precio, esas «consecuencias» de las que hablaba Nasrala, es alto, ya que supone «derramar la sangre de hermanos árabes musulmanes», y echar más leña al fuego de la violencia confesional en la región. El momento, por otra parte, no puede ser peor, si consideramos que los enfrentamientos entre suníes y chiíes en Irak (de origen interno, pero conectados también con la situación en Siria) han puesto también a este país en la antesala de una nueva guerra civil.

Hizbulá, además, es consciente de que puede estar erosionando gravemente su imagen y su influencia en el mundo árabe, y dilapidando el enorme crédito obtenido tras su éxito en, precisamente, la guerra contra Israel de 2006.

Para justificar su postura, Nasrala insiste en que el respaldo de Hizbulá al régimen sirio no tiene nada que ver con motivos sectarios o confesionales, sino que se trata de una lucha contra «extremistas apoyados por Estados Unidos e Israel». En este sentido, el líder de la milicia libanesa asegura que los rebeldes sirios están dominados por «yihadistas islámicos fundamentalistas» que están tratando de imponer su influencia en los países sacudidos por la llamada primavera árabe. «Libia y Túnez ya están sufriendo a causa de estos grupos, y esta enfermedad está llegando también al Líbano. Si no les combatimos, los tendremos aquí», dijo.

Nasrala parece olvidar que, aunque de características distintas al integrismo suní, Hizbulá no es exactamente un grupo islámico moderado (más bien todo lo contrario), o que la creciente presencia de facciones fundamentalistas (algunas, directamente vinculadas a Al Qaeda) entre los rebeldes sirios es uno de los muchos factores que están paralizando a Occidente, con EE UU a la cabeza, a la hora de intervenir abiertamente en Siria apoyando a los insurgentes.

Parece obvio, en cualquier caso, que, al margen de que Nasrala crea o no en sus propias palabras, lo que está haciendo realmente Hizbulá es tratar de cubrirse las espaldas, ya que la caída del gobierno de Asad le dejaría sin uno de sus mejores aliados, y cortaría el camino a través del cual la milicia recibe armas de Irán.

De momento, Nasrala cuenta con el apoyo incondicional de las bases de Hizbulá, o al menos eso es lo que la organización puso en escena durante un multitudinario acto celebrado este mismo sábado en la localidad de Mashgara, para conmemorar el 13 aniversario de la retirada israelí del sur del Líbano, y durante el que se retransmitió el discurso del líder de la milicia a través de una gran pantalla de televisión.

«Si vienen aquí, moriremos; no tienen nuestra misma religión», decía una joven de 16 años, participante en la manifestación, a la corresponsal de la cadena de televisión pública estadounidense PBS. «Ellos no tienen la compasión que tenemos nosotros», añadía. Y una mujer de 64 años indicaba: «Si no les combatimos vendrán a por nosotros. Nosotros no somos como ellos». Preguntada por la corresponsal a qué se refería, la mujer alude entonces al famoso vídeo, publicado hace unas semanas en YouTube, en el que un rebelde fundamentalista suní aparece rajando el pecho de un soldado sirio muerto, y mordiendo después los órganos de la víctima. «Nosotros no nos comenos el corazón de nuestros enemigos; no somos salvajes como ellos», afirma la mujer.


Más información y fuentes:
» Hezbolá promete la victoria en Siria y Beirut es atacada con cohetes (Reuters)
» Atacan con cohetes el feudo de Hezbolá en la capital de Líbano (El País)
» Hezbollah Commits to an All-Out Fight to Save Assad (The New York Times)
» Hezbollah’s Vow to Fight for Assad Gets Boost from Images of Syrian Rebel Savagery (PBS)
» After Syria. If the Assad regime falls, can Hezbollah survive? (The New Yorker)
» Hezbollah’s war in Syria threatens to engulf Lebanon (Robert Fisk, en The Independent)

La complicada apuesta de Hizbulá

Cuatro personas resultaron heridas este domingo al impactar tres cohetes en el barrio de Chiyah, un feudo de Hizbulá en la periferia del sur de Beirut. El ataque se produjo al día siguiente de que Hasan Nasrala, el líder de… Leer

Ha sido una acción relativamente discreta, pero bastante significativa. Aviones de la fuerza aérea israelí entraron este miércoles en el espacio aéreo sirio y llevaron a cabo un ataque de los denominados «quirúrgicos». Según informaron varios medios, citando fuentes de la inteligencia estadounidense, el objetivo fue un convoy que, probablemente, transportaba armas desde Damasco hacia Líbano.

Israel teme que el caos reinante en Siria facilite la entrada de armamento en el país vecino, y que estas armas acaben en manos de los milicianos de Hizbulá. Hizbulá, organización chií que forma parte del Gobierno libanés, ha expresado públicamente su apoyo al presidente sirio, Bashar al Asad, quien cuenta también con el respaldo de Irán, la gran potencia chií de la región y el principal respaldo −material e ideológico− de la propia Hizbulá.

Durante horas, sin embargo, ni Israel ni Siria confirmaron el ataque, aunque alrededor del mediodía ya era evidente que se había producido («cuando Israel ni confirma ni desmiente, dalo por hecho», escribía en Twitter Miguel Molleda, corresponsal de RNE). Finalmente, Reuters informó de la incursión militar, citando «fuentes occidentales» de inteligencia (léase estadounidenses), y algo después AP ofreció más detalles: Según esta última agencia, los aviones israelíes cruzaron la frontera poco después de la medianoche y atacaron un convoy que transportaba misiles SA-17 (tierra-aire) de fabricación rusa con destino a Hizbulá.

La confirmación por parte de Siria llegó más tarde, y con una versión distinta de los hechos. Los medios oficiales del país denunciaron que los aviones israelíes habían bombardeado un centro de investigación en Jerama, en la provincia de Damasco, causando dos muertos y cinco heridos. El centro, que supuestamente sufrió «considerables» daños, «sirve para el desarrollo de equipos militares», en concreto para «incrementar los niveles de resistencia y autodefensa». El Mando General de las Fuerzas Armadas sirias explicó en un comunicado recogido por la agencia estatal Sana que las aeronaves procedían del monte Hermón, en la frontera entre Siria, Israel y Líbano, y que volaban a una altitud lo suficientemente baja como para ser invisibles a los radares.

Sea como fuere, la acción israelí es la consecuencia lógica de lo que el Gobierno de Netanyahu venía advirtiendo últimamente. A principios de enero, el primer ministro israelí se mostró partidario de construir un muro fronterizo (Netanyahu y los muros) entre Siria y el territorio ocupado de los Altos del Golán, con el fin de impedir la entrada en Israel de «terroristas» que podrían aprovechar la ausencia de las fuerzas sirias que protegían la zona hasta el inicio de la guerra civil. «Hoy sabemos que el Ejército sirio ha abandonado su lado de la frontera y en su lugar se encuentran elementos de la ‘Yihad Global’», dijo.

Este mismo lunes, Netanyahu insistió en el mismo argumento, afirmando ante una delegación de legisladores estadounidenses que sus opciones con Siria se sitúan «entre lo malo y lo peor». Y un día antes había indicado a su Consejo de Ministros que «es necesario estar pendientes de nuestro entorno, de lo que sucede con Irán y sus satélites, y de lo que sucede en otros campos, como el de las armas letales en Siria, un país que poco a poco se va desmoronando».

Aunque no está tan claro que, como titulaba el diario israelí Haaretz en su edición digital, el ataque de este miercoles haya supuesto la entrada de Israel en la guerra civil siria, lo que sí parece evidente es que Israel ha pasado a la acción. De momento se trata de una operación aislada, en la misma línea de otras llevadas a cabo por los israelíes anteriormente (en septiembre de 2007 y el verano de 2008, Israel bombardeó un reactor nuclear en Siria y presumiblemente asesinó a un general relacionado con el programa nuclear sirio y con Hizbulá, y también, en Damasco, a un líder de la organización chií), pero no es descartable que haya más.

Como ha ocurrido en esta ocasión, en ninguno de los casos anteriores admitió Israel responsabilidad alguna. Según Haaretz, de este modo el presidente sirio «no se vio obligado a responder». Pero ahora a Israel no puede preocuparle mucho una posible respuesta de Asad, cada vez más debilitado y enfrascado en su propia guerra. La preocupación israelí, como ha demostrado este miércoles, está más en Hizbulá. El temor es que cuanto más se debilite el régimen sirio, más se intensificarán los esfuerzos de Hizbulá por conseguir todas las armas que pueda.

«Curiosamente −añade el diario− ni los países occidentales ni los árabes han condenado el ataque. La mayoría están alentando la caída de Asad». Lo que está por ver es la reacción de Irán. El pasado 25 de enero, Ali Akbar Velayati, el principal consejero de política exterior del líder supremo iraní, dijo que «un ataque a Siria será considerado como un ataque a Irán y a los aliados de Irán». Bien, pues el ataque ya se ha producido.

Una cosa, al menos, es segura. Cuando se trata de defender lo que considera sus intereses, Israel sigue atacando donde, como y cuando le place, con o sin fronteras de por medio, y sin mayores consecuencias.


Actualización: 31/1/2012, 19.00 h

El Gobierno sirio ha presentado este jueves una queja oficial ante el Consejo de Seguridad de la ONU tras denunciar el ataque israelí del miércoles, según la agencia oficial de noticias, Sana. El embajador sirio en Líbano, Ali Abdul Karim Ali, ha ido más allá: «Damasco tiene la capacidad de emprender un ataque de represalia por sorpresa», indicó. Irán por su parte, también ha condenado el ataque aéreo israelí contra Siria, y afirma que la acción tendrá «graves consecuencias para Israel», informó la televisión oficial iraní en inglés, PressTV. El ataque ha sido condenado asimismo por Rusia y por la Liga Árabe. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, indicó que «de confirmarse el ataque, se trataría de una manifiesta violación de la legislación internacional». El secretario general de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, definió la acción israelí como una «agresión flagrante contra la soberanía de un país árabe» y apeló a la intervención de la comunidad internacional. «El silencio mostrado después de otros bombardeos previos de Israel contra objetivos sirios en el pasado le ha animado a efectuar nuevos ataques», señaló.


Más información y fuentes:
» Israel enters the civil war in Syria (Haaretz)
» Israel Attacks Syria Arms Convoy (Richard Silverstein, en Tikun Olam)
» Israel ataca objetivos en territorio sirio junto a la frontera con Líbano (El País)
» Siria acusa a Israel de bombardear un centro de investigación en la provincia de Damasco (Europa Press)
» Israeli Airstrike in Syria Targets Arms Convoy, U.S. Says (The New York Times)

Israel pasa a la acción en Siria

Ha sido una acción relativamente discreta, pero bastante significativa. Aviones de la fuerza aérea israelí entraron este miércoles en el espacio aéreo sirio y llevaron a cabo un ataque de los denominados «quirúrgicos». Según informaron varios medios, citando fuentes de… Leer

A pesar de las violentas protestas de partidarios del prooccidental Saad Hariri en varias ciudades del Lí­bano, Nayib Mikati, respaldado por Hizbulá, ha sido designado como jefe del futuro Gobierno del paí­s. Los manifestantes acusan al movimiento radical chií­ de montar un golpe de Estado, pero Hizbulá mantiene que solo se ha valido de medios democráticos.

Mikati, un suní­ de 55 años y ex aliado de Hariri, obtuvo al apoyo de la mayorí­a de los diputados, entre ellos los de Hizbulá, el movimiento armado más poderoso del Lí­bano, provocando la ira de los suní­es, que lo ven como un golpe de Estado.

Por tradición, el cargo de primer ministro está reservado para la comunidad suní­ del país una vez más sumido en una grave crisis polí­tica vinculada al acta de acusación del Tribunal especial de la ONU que investiga el asesinato en el 2005 de Rafic Hariri, padre de Saad.


Más información: Hizbulá lidera el Gobierno y agudiza la tensión en el Líbano (AFP)

Hizbulá lidera el Gobierno libanés

A pesar de las violentas protestas de partidarios del prooccidental Saad Hariri en varias ciudades del Lí­bano, Nayib Mikati, respaldado por Hizbulá, ha sido designado como jefe del futuro Gobierno del paí­s. Los manifestantes acusan al movimiento radical chií­ de… Leer

Una breve historia en imágenes de los eventos clave y los personajes que han ido marcando el conflicto árabe-israelí a través de las décadas:

1914–1918. El Imperio Otomano, que había conquistado el Mediterráneo oriental en 1516, se alía con Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Los británicos logran la ayuda de los árabes contra los turcos apoyando su revuelta, y les prometen la independencia en sus territorios. Pero Londres, en la Declaración Balfour (1917), promete también a los judíos una patria en Palestina.

Jerusalén, a principios del siglo XX. Foto: Matson Photo Service, Biblioteca del Congreso de Estados Unidos

1918. Los árabes se hacen cargo de Siria, con el príncipe Faisal Ibn Hussein, de la dinastía árabe hachemí, a la cabeza. Pero después de la guerra, la Liga de Naciones otorga a Francia y Gran Bretaña el control (en «mandatos») de los antiguos territorios otomanos. Francia recibe Siria, y Gran Bretaña las actuales Israel, Cisjordania, Gaza y Jordania.

Soldados británicos en la Ciudad Vieja de Jerusalén, durante el mandato británico de Palestina, en los años treinta. Foto: Matson Eric / Wikimedia Commons

1921. Los británicos dividen su mandato en dos: la parte este del río Jordán se convierte en el emirato de Transjordania, gobernado por el hermano de Abdullah, Faisal; la parte oeste será el mandato de Palestina, y se mantiene bajo control británico.

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Abdullah Hussein, emir de Transjordania y futuro rey Abdullah I de Jordania, en El Cairo (sentado a la izquierda en el coche, en la imagen), para un encuentro con el Alto Comisionado británico en Egipto, Edmund Allenby, en 1921. Foto: General Photographic Agency / Hulton Archive / Getty Images

1930. La inmigración judía desde Europa hacia el mandato británico de Palestina, que había comenzado en la década de 1880, se incrementa justo antes de la Segunda Guerra Mundial debido a la persecución nazi. Muchos árabes locales se oponen, y se producen enfrentamientos.

Judíos supervivientes del campo de concentración nazi de Buchenwal, a su llegada al puerto de Haifa. en julio de 1945. Foto: Wikimedia Commons

1947-1949. Gran Bretaña abandona el mandato de Palestina, que queda bajo la supervisión de Naciones Unidas. La ONU propone la creación de dos Estados: uno árabe y otro judío. La propuesta es aceptada por los judíos, pero rechazada por los árabes. David Ben-Gurion declara la fundación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948. Egipto, Siria, Líbano y Jordania invaden el territorio, pero son rechazados. El armisticio de 1949 supune una importante ampliación del territorio designado originalmente para Israel. Entre tanto, se produce la Nakba –catástrofe–, el término con el que el mundo árabe denomina la expulsión, desposesión, exilio o huida de cientos de miles de palestinos tras la fundación del Estado de Israel y la guerra árabe-israelí.

Expul­sa­dos pales­ti­nos con sus pertenencias durante la Nakba, en 1948, en la actual Gali­lea. Foto: Fred Csasznik

1956. Tras llegar al poder en Egipto, Gamal Abdel Nasser integra los ejércitos egipcio y sirio y nacionaliza el Canal de Suez, hasta entonces de propiedad europea. Israel se une a Gran Bretaña y Francia y, el 29 de octubre de 1956, invaden la península egipcia del Sinaí. La presión internacional obliga a los israelíes a retirarse, y el Reino Unido y Francia sacan sus tropas del canal.

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser iza la bandera de Egipto en Port Said, tras la retirada de las tropas británicas de la zona del canal de Suez, en junio de 1956. Foto: Bibliotheca Alexandrina / Wikimedia Commons

1964. Se funda la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), bajo el liderazgo de Yasir Arafat. Tras la debacle de la Guerra de los Seis Días, la OLP se proclamará la única representante del pueblo palestino. El objetivo: conseguir la devolución de su tierra y acabar con el Estado de Israel.

El líder de la OLP, Yasir Arafat, con Nayef Hawatmeh y Kamal Nasser, en Jordania, en junio de 1970. Foto: Al Ahram / Wikimedia Commons

1967. Las hostilidades entre Israel y sus vecinos continúan, y ambas partes vandesarrollando su fuerza militar. El 5 de junio de 1967, Israel lanza un «ataque preventivo» contra las tropas árabes a lo largo de sus fronteras. En la Guerra de los Seis Días, Israel conquisa el Sinaí a Egipto, los Altos del Golán a Siria, y Cisjordania y la ciudad vieja de Jerusalén, a Jordania. Desde entonces, las conversaciones han girado en torno al regreso a las fronteras anteriores a 1967.

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Prisioneros de guerra egipcios en el desierto del Sinaí, tras la conquista de la península por las tropas israelíes, en 13 de junio de 1967. Foto: Central Press / Getty Images

1973. El 6 de octubre, Siria y Egipto lanzan un ataque sorpresa contra Israel coincidiendo con la festividad judía del Yom Kipur. Después de las pérdidas iniciales, los israelíes recuperan casi todo el territorio que habían ocupado durante la Guerra de los Seis Días.

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Soldados sirios se rinden a las tropas israelíes en los Altos del Golán el 10 de octubre de 1973. Foto: GPO / Getty Images

1979. EE UU combina presiones diplomáticas y económicas para suavizar las relaciones entre Egipto e Israel. En 1979, el presidente egipcio, Anuar Al Sadat, firma un pacto de reconocimiento mutuo con Israel y Egipto recupera el territorio del Sinaí.

El presidente egipcio Anwar al Sadat, el presidente de EE UU Jimmy Carter, y el primer ministro israelí Menájem Beguín, tras la firma de los acuerdos de Camp David, el 17 de septiembre de 1978. Foto: Jimmy Carter Library / CIA

1982. En respuesta a los ataques que venía sufriendo en las ciudades del norte, Israel invade el Líbano y llega a Beirut el 6 de junio de 1982. Durante la guerra se produce la masacre de los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Beirut, cuando entre cientos y miles (según las versiones) de palestinos son asesinados a manos de la Falange Libanesa, sin que el ejército israelí, presente en la zona y sabiendo lo que estaba ocurriendo, haga nada por evitarlo. En 1985 Israel se retira de la mayor parte del Líbano, pero mantendrá una «zona de seguridad» a lo largo de la frontera hasta el año 2000.

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Una mujer palestina llora mientras trabajadores de la defensa civil retiran el cadáver de un familiar de las ruinas de su casa en el campo de refugiados de Sabra, en Beirut, tras la masacre cometida por la Falange Libanesa, el 19 de septiembre de 1982. Foto: STF / AFP / Getty Images

1987. Durante los años 80, el establecimiento de asentamientos judíos en tierras palestinas continúa de forma sistemática. En 1987 los palestinos de Cisjordania y Gaza lanzan la Intifada (levantamiento popular) contra la ocupación israelí.

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Una colona judía en el asentamiento de Dolev, en Cisjordania, en 1984. Foto: Chanania Herman / GPO / Getty Images

1993. Tras la Conferencia de Madrid, los Acuerdos de Oslo contemplan el reconocimiento mutuo entre la OLP y el Estado de Israel, y un autogobierno limitado palestino en Cisjordania y Gaza. Jordania firma un tratado de paz con Israel.

El primer ministro israelí Isaac Rabin, y el presidente de la OLP Yasir Arafat, se dan la mano en la Casa Blanca, en presencia del presidente de Estados Unidos Bill Clinton, tras la firma de los Acuerdos de Oslo, el 13 de septiembre de 1993. Foto: Vince Musi / The White House

2000. Bajo el patrocinio de EE UU, Arafat y Ehud Barak, primer ministro israelí, se reúnen de nuevo en Camp David. La conferencia fracasa al no poderse llegar a un acuerdo sobre la parte vieja de Jerusalén. Ariel Sharon, líder del partido derechista israelí Likud, visita la Explanada de las Mezquitas acompañado por 1.000 policías para subrayar la soberanía de Israel sobre la parte más sagrada (para musulmanes y judíos) de la ciudad. El gesto provoca violentas manifestaciones, que desembocan en la Segunda Intifada.

Ariel Sharon, rodeado de personal de seguridad, en la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos) de Jerusalén, el 28 de septiembre de 2000. Foto: Brian Hendler / Getty Images

2002. Un terrorista suicida mata a 29 israelíes en un hotel, en el más sangriento ataque individual de la Segunda Intifada. Israel aísla a Arafat en su complejo de Ramala, vuelve a ocupar amplias zonas palestinas que habían conseguido la autonomía en virtud de los Acuerdos de Oslo, y empieza la construcción de un muro de separación en Cisjordania. EE UU plantea una «hoja de ruta» que incluye el fin de los ataques palestinos y el desmantelamiento de los asentamientos israelíes construidos desde marzo de 2001.

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El ejército israelí destruye uno de los edificios del complejo de Arafat en Ramala, Cisjordania, el 20 de septiembre de 2002. Foto: Atta Oweisat / AFP / Getty Images

2003. Con el apoyo de EE UU, Mahmud Abás, también conocido como Abu Mazen, se convierte en el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina.

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Mahmud Abás, recién nombrado primer ministro de la Autoridad Palestina, en sus oficinas de Ramala, Cisjordania, el 27 de marzo de 2003. Foto: David Silverman / Getty Images

2004. Israel asesina al jeque Ahmed Yassin, cofundador de Hamás en Gaza. Su sucesor, Abdel Aziz Al Rantisi, es asesinado también en un ataque similar con misiles. Arafat muere el 11 de noviembre y Mahmud Abás le sucede como presidente de la OLP, ganando las elecciones, y bajo la promesa de intentar poner fin a la violencia y firmar la paz con Israel.

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Una multitud lleva el féretro del jeque Ahmed Yassin, asesinado en un ataque israelí, durante su funeral en Gaza, el 22 de marzo de 2004. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images

2005. Sharon y Abás anuncian un alto el fuego y la violencia disminuye. Después de 38 años de ocupación, Israel completa la evacuación de 15.000 colonos judíos de Gaza, pero el lanzamiento de cohetes desde la franja provoca renovados ataques aéreos israelíes.

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Un colono se enfrenta a un soldado israelí en el asentamiento judío de Neve Dekalim, en Gaza, durante la evacuación forzosa y el desmantelamiento de las colonias israelíes en la Franja, el 17 de agosto de 2005. Foto: Spencer Platt / Getty Images

2006. El paisaje político cambia, tanto en Israel como en los territorios palestinos. En Israel, Sharon entra en coma tras un derrame cerebral y sus poderes pasan a Ehud Olmert. Y, en las elecciones palestinas, Hamás, no reconocida por Israel como interlocutor y considerada un grupo terrorista por buena parte de la comunidad internacional, logra la victoria en Gaza, imponiéndose a Al Fatah.

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El primer ministro en funciones de Israel, Ehud Olmert, junto a la silla vacía del primer ministro, Ariel Sharon, durante una reunión del gabinete de crisis del Gobierno. Foto: Lior Mizrahi / Pool / Getty Images

2006. En julio, tras el asesinato de los miembros de una patrulla israelí en la frontera, Israel entra de nuevo en el Líbano y combate a Hizbulá en una guerra de un mes de duración que causa al menos 1.100 libaneses y 156 israelíes muertos, aparte de enormes destrozos. La comisión oficial israelí concluye que el enfrentamiento terminó «sin una victoria militar definida».

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Un soldado israelí en la frontera entre Israel y Líbano carga una unidad de artillería que dispara proyectiles contra objetivos de Hizbulá en el sur libanés, el 16 de junio de 2006. Foto: Menahem Kahana / AFP / Getty Images

2007. La coalición entre Al Fatah y Hamás se viene abajo cuando Hamás toma el control de Gaza en combates que dejan cientos de muertos. Israel declara Gaza «territorio hostil» y corta el suministro de combustible y electricidad. La división palestina continúa hasta hoy: Hamás controla Gaza, y Al Fatah, Cisjordania. EE UU patrocina una infructuosa conferencia de paz en Annapolis (el primer intento estadounidense en siete años para alcanzar un acuerdo).

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Un chico palestino, junto a un vehículo en llamas durante los enfrentamientos entre Hamás y Al Fatah en Gaza, el 14 de mayo de 2007. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images

2008, 2009. Gaza, controlada por Hamás y aislada por un férreo bloqueo económico y humano, sufre dos grandes ofensivas israelíes tras ataques de cohetes desde el territorio palestino hacia las ciudades del sur de Israel. En la primera, en febrero de 2008, mueren más de 120 palestinos; la segunda, entre diciembre de 2008 y enero de 2009, deja más de 1.300 palestinos y 13 israelíes muertos. Un mes después, Netanyahu gana las elecciones en Israel.

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Columnas de humo por las explosiones durante un ataque aéreo israelí sobre Rafah, en el sur de Gaza, el 28 de diciembre de 2008. Foto: Getty Images


A partir de una serie de fotos en The Guardian

La guerra interminable, foto a foto

Una breve historia en imágenes de los eventos clave y los personajes que han ido marcando el conflicto árabe-israelí a través de las décadas: 1914–1918. El Imperio Otomano, que había conquistado el Mediterráneo oriental en 1516, se alía con Alemania… Leer