Magreb

Una barcaza con inmigrantes africanos a bordo, cerca de la isla italiana de Lampedusa

Dos barcos comerciales y un navío de la guardia costera italiana rescataron el viernes, cerca de la costa de Libia, a unos 700 inmigrantes que intentaban cruzar a Europa a bordo de precarios botes. El sábado fueron recogidos otros 600, entre ellos varias mujeres embarazadas, que viajaban en seis embarcaciones similares. Este mismo domingo, los servicios de salvamento localizaron una decena de embarcaciones más (lanchas neumáticas), con más de 2.100 inmigrantes a bordo.

Los rescatados fueron trasladados a la isla italiana de Lampedusa, donde desembarcaron con los rostros aún ateridos por el frío, pero, al parecer, en buenas condiciones de salud. Ahora les toca enfrentarse al calvario de una probable deportación, y a la perspectiva de tener que regresar a lugares en los que seguir viviendo supone una opción peor que jugarse la vida a bordo de una barcaza, en pleno invierno, sin papeles ni dinero, y con un futuro incierto. Pero al menos pueden contarlo.

Menos de un año y medio después de que, a primeros de octubre de 2013, dos naufragios sucesivos frente a las costas de Lampedusa provocaran la muerte de 366 inmigrantes, muchos de ellos niños, una nueva tragedia volvió a teñir de luto hace unos días el Canal de Sicilia. Las noticias empezaron a llegar el pasado sábado y se fueron confirmando durante las horas siguientes: al menos 300 personas habían muerto de frío o engullidas por las olas tras pasar varios días a la deriva, cuando trataban de cruzar a Italia desde Libia.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) asegura que al menos 218.000 inmigrantes y refugiados cruzaron el Mediterráneo en bote el año pasado. De ellos, unos 3.500 murieron en la travesía. Entre 2000 y 2013, más de 23.000 personas perdieron la vida mientras intentaban alcanzar el viejo continente, lo que supone una media de más de 1.700 fallecimientos documentados cada año. En total, alrededor de 26.000 muertos en 14 años. Las cifras reales, en cualquier  caso, no se conocerán nunca, ya que muchos cuerpos se los traga el mar.

La catástrofe de 2013 en Lampedusa conmocionó a la opinión pública europea y pareció activar respuestas en las instituciones. Pero la realidad ha puesto en evidencia que o no se ha hecho nada, o lo que se ha hecho no está siendo eficaz. En el centro de las críticas se encuentra la decisión de sustituir la operación de búsqueda y rescate italiana Mare Nostrum por una misión de control fronterizo, mucho más limitada, de la Unión Europea, conocida como Tritón.

El pasado jueves, el Alto Comisario de Naciones Unidas para los Refugiados, Antonio Guterres, afirmó que la Unión Europea debe establecer una operación de búsqueda y rescate a gran escala para evitar más tragedias: «No cabe duda, después de los sucesos de esta semana, que la Operación Tritón europea es una sustituta tristemente inadecuada de la italiana Mare Nostrum», indicó. «El foco tiene que estar en salvar vidas. Necesitamos una operación de búsqueda y rescate robusta en el Mediterráneo central, no solo una patrulla fronteriza», añadió.

Y, como recordaba Amnistía Internacional (AI) en un reciente informe sobre refugiados e inmigrantes en el Mediterráneo, no es probable que el número de quienes intentan llegar a Europa vaya a disminuir: «Por una parte, el conflicto en Siria continúa, y la violencia se sigue extendiendo por  Oriente Medio y el África Subsahariana; por otra, se cierran las fronteras terrestres de la ‘Fortaleza Europa’, especialmente vía Turquía, Grecia y Bulgaria, y muchas personas refugiadas y migrantes consideran que la única ruta que aún tienen abierta es la peligrosa travesía por mar hacia Italia o Malta».

La UE y sus Estados miembros, denuncia la ONG, «están imponiendo una prueba de supervivencia a las personas refugiadas y migrantes. Imposibilitadas de entrar en la UE a través de rutas seguras y adecuadas, decenas de miles de personas, desesperadas por encontrar asilo y una vida mejor, tratan de cruzar el Mediterráneo central cada año».

Estas son algunas de las claves de la mayor crisis en términos de vidas humanas a la que se ha enfrentado Europa en los últimos años.

La última tragedia

ACNUR y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) confirmaron el pasado miércoles que al menos 300 personas habían desaparecido en el mar ser abatidos por una fuerte tormenta cuando intentaban cruzar el Mediterráneo.

Del recuento que hicieron los propios supervivientes se desprende que cuatro botes neumáticos con unas cien personas a bordo cada uno partieron de una playa cercana a Trípoli (Libia) el pasado sábado por la tarde. Traficantes de personas les quitaron sus pertenencias antes de embarcarlos y les llevaron a alta mar a pesar de las pésimas condiciones meteorológicas.

El lunes, la guardia costera italiana rescató a 106 de los que viajaban en el primer bote. Otros 29 habían muerto ya de hipotermia. El miércoles, un barco comercial italiano rescató a nueve inmigrantes más, dos de los cuales viajaban con el segundo bote y siete en el tercero. Según la OIM, el número de supervivientes, entre los que hay niños que viajaban solos, asciende a 115. En total habían emprendido el viaje entre 400 y 450 inmigrantes. Todos los rescates se llevaron a cabo entre la isla italiana de Lampedusa y la costa libia.

«Sabíamos que nos arriesgábamos, que cabía la posibilidad de morir. Es un sacrificio consciente que hicimos ante la posibilidad de tener un futuro», dijo a la OIM uno de los supervivientes, citado por la agencia Efe.

La isla italiana de Lampedusa. Mapa: Wikimedia Commons

Los naufragios más graves

La posibilidad de morir en estas travesías, es, efectivamente, muy elevada, como lo demuestra un repaso a los naufragios más graves ocurridos en los últimos años:

  • 17 de junio de 2003. Naufragio al sur de Sicilia de un barco cargado con inmigrantes, procedente de Libia, con el resultado de 67 muertos y desaparecidos.
  • 19 de octubre de 2003. Mueren o desaparecen 83 inmigrantes por un naufragio frente a las costas de Sicilia.
  • 20 de diciembre de 2003. Cerca de 70 inmigrantes mueren en Marmaris (suroeste de Turquía) debido al hundimiento de su barco, con el que trataban de llegar a Grecia.
  • 15 de abril de 2004. Un total de 80 inmigrantes procedentes de Libia fallecen por el naufragio en Sicilia de su embarcación.
  • 15 de febrero de 2011. Unos 60 tunecinos mueren ahogados frente a la costa de Zarzis (Túnez) cuando intentaban llegar a Italia. Según el relato de los supervivientes fue la guardia costera tunecina la que provocó el naufragio al embestir a su embarcación, en la que viajaban unas 150 personas.
  • 6 de abril de 2011. Cerca de 150 refugiados somalíes procedentes de Libia y Eritrea desaparecen tras el hundimiento de su barco en la isla italiana de Lampedusa.
  • 9 de mayo 2011. Una embarcación procedente de Libia con 72 personas a bordo queda a la deriva durante 16 días. Todos los inmigrantes menos 11 mueren de sed y hambre.
  • 3 de octubre de 2013. Un barco que transportaba inmigrantes desde Libia a Italia se hunde frente a Lampedusa. La mayoría de los inmigrantes eran originarios de Eritrea, Somalia y Ghana. Se confirman un total de 359 muertos, sin incluir a los desaparecidos.
  • 11 de octubre de 2013. Se produce un segundo naufragio a 120 kilómetros de Lampedusa. El barco transportaba inmigrantes procedentes de Siria y Palestina. Mueren al menos 34 personas.

Los que llegan

Al menos 218.000 personas cruzaron el Mediterráneo en 2014 en busca de una vida mejor en Europa. El Ministerio del Interior italiano asegura que solo durante el mes de enero de 2015 atravesaron el Mediterráneo 3.528 migrantes, la mayoría de ellos provenientes de Siria (764), Gambia (451), Mali (436), Senegal (428), Somalia (405) y Eritrea (171).

Según datos ofrecidos por Amnistía Internacional en su informe Vidas a la deriva. Personas refugiadas y migrantes en el Mediterráneo Central (publicado a finales de 2014), entre 2009 y 2012 entraron en la UE más de 1,7 millones de inmigrantes a largo plazo. En términos relativos, añade la ONG, el número de quienes entraron clandestinamente por mar es bastante pequeño. Se calcula que entre 1998 y 2013, 623.118 refugiados y migrantes alcanzaron las costas de la UE de forma irregular, lo que supone una media de casi 40.000 personas al año.

ACNUR, por su parte, indica que en 2013 llegaron en total 60.000 personas por mar a través del Mediterráneo; de ellas, 43.000 llegaron a Italia. En 2014, los refugiados e inmigrantes que entraron de forma irregular en la frontera meridional de Europa por vía marítima fueron más de 130.000, 118.000 de los cuales llegaron a Italia. La gran mayoría de estas personas salieron de Libia.

Más de 150.000 inmigrantes fueron rescatados, y 330 traficantes, arrestados, tras un año de la Operación Mare Nostrum, puesta en marcha por el Gobierno italiano tras el aumento del fenómeno migratorio y las tragedias del 3 y el 11 de octubre de 2013 frente a Lampedusa.

Se calcula que uno de cada siete de estos inmigrantes son menores de edad, y muchos vienen huyendo de la guerra civil en Siria. Según ACNUR, más de la mitad de los niños viajaban solos en sus embarcaciones, sin sus padres o algún otro familiar que les acompañase.

Los que mueren en el intento

El número de personas fallecidas en el mar ha aumentado constantemente desde principios de la década de 2000. Según ACNUR, que ya en 2011 había calificado al Mediterráneo como «la extensión de agua más mortal para refugiados y migrantes», en ese mismo año hubo alrededor de 1.500 muertes. En 2014, unas 3.500.

De acuerdo con los resultados publicados en marzo del año pasado en el informe The Migrants Files, una exhaustiva investigación en la que colaboraron el diario digital español El Confidencial y otros nueve periódicos y diez periodistas de seis países del continente, más de 23.000 migrantes murieron mientras intentaban alcanzar el viejo continente entre 2000 y 2013. Se trata de una cifra un 50% mayor (1.700 fallecimientos documentados cada año, de media) de lo que se calculaba en las estimaciones realizadas hasta la fecha, y que ni siquiera incluía el elevadísimo número de muertes que se produjeron finalmentre el año pasado.

La travesía

Los refugiados e inmigrantes que logran sobrevivir suelen calificar la travesía por mar de experiencia terrorífica. Como recoge Amnistía Internacional en el mencionado informe, los relatos de estas personas son muy coherentes entre sí en lo que respecta a sus descripciones, tanto de cómo se organizan las salidas desde Libia para cruzar el Mediterráneo central, como de las circunstancias del viaje.

Además de las dificultades del viaje en sí, incluyendo las adversas condiciones climatológicas cuando se realiza en invierno, es habitual que estas embarcaciones, no aptas para navegar, dirigidas por capitanes sin experiencia y abarrotadas, se pierdan, se queden sin combustible, y sufran averías en el motor y vías de agua.

En muchas ocasiones los inmigrantes se deshidratan por la escasez de agua potable, se intoxican con el humo del motor o inlcuso mueren asfixiados por el exceso de personas y la falta de aire en las salas de máquinas del casco del barco. Casi nunca hay chalecos salvavidas u otros equipos de salvamento, y muchos de los viajeros no saben nadar. «Los incidentes mortales no son nada excepcionales, incluso cuando el barco no se hunde», indica Amnistía.

ACNUR también ha recogido numerosos testimonios acerca de las duras condiciones del viaje: «Entregaron sus ahorros de toda la vida a los traficantes para poder viajar en embarcaciones precarias y saturadas, hacinados en pocos metros cuadrados sin alimentos, sin agua y sin chalecos salvavidas», relató el Alto Comisionado de esta organización, añadiendo que algunas de las embarcaciones que emprenden el viaje, que habitualmente dura unos cuatro días, se quedan varadas durante el trayecto y permanecen en el mar durante más de dos semanas antes de que llegue el rescate.

Aterrorizados y perdidos

Las condiciones previas a la salida al mar no son mucho mejores. Uno de los testimonios que recoge AI en su informe es el de Abdel, un marmolista de 37 años y padre de seis hijos que huyó de Alepo (Siria) en dirección a Libia en 2012. En 2014 le empezó a preocupar la seguridad de su familia en Libia y decidió marcharse: «El contrabandista organizó que nos recogieran y nos llevaran a la playa de Zuwara a mi familia y a mí. Había aproximadamente 300 sirios en el grupo y alrededor de 500 africanos de diversas nacionalidades. Los libios implicados en la operación llegaban a la playa todos los días con armas de fuego y nos aterrorizaban. Vi cómo pegaban a algunos africanos y a algunos incluso los mataron a golpes con trozos de madera y hierro. Los africanos lo tenían peor porque los trataban como si no fueran seres humanos».

«Finalmente –continúa Abdel–, unos hombres armados llevaron a todos más cerca de la costa, donde esperaban unos botes hinchables. Cuando nos llevaron a mi familia y a mí al barco más grande, esperábamos que fuera mayor porque éramos muchos. Enseguida nos sentimos inquietos por el viaje. Había demasiada gente en el barco. El capitán era uno de los pasajeros africanos y no era un capitán de verdad. Nos hicieron creer que tardaríamos unas seis o siete horas en llegar, pero a mediodía del domingo aún no habíamos llegado. Estábamos perdidos».

Barcos-chatarra

Un fenómeno que ha cobrado especial intensidad este invierno es la aparición en el Mediterráneo de ‘cargueros fantasma’ (barcos sin bandera, sin matrícula ni armador conocido, y normalmente en un lamentable estado de conservación), atestados de refugiados de guerra e inmigrantes. Como indica Ana Carbajosa en un reportaje publicado en El País, «en los últimos diez años, el invierno había sido temporada baja para los traficantes, que encontraban a menos gente dispuesta a morir de frío en los botes de goma. Los cargueros, mucho más seguros y protegidos de las bajas temperaturas, amenazan con poner fin a los patrones estacionales de la migración».

«Fletar barcos-chatarra, llenarlos de cientos de desesperados previo cobro de cientos de miles de euros y abandonarlos a su suerte en alta mar es un lucrativo negocio. El pasaje puede costar tres veces más que en los barcos pequeños, pero a la vez, dispara las probabilidades de sobrevivir», añade. En lo que va de invierno, 14 buques de carga con inmigrantes a bordo han sido interceptados en el Mediterráneo central. En cada barco viajan entre 200 y 800 personas.

De ‘Mare Nostrum’ a ‘Tritón’

El pasado 1 de noviembre arrancó la nueva misión conjunta de la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados miembros de la Unión (Frontex), denominada Operación Tritón. Con la puesta en marcha de Tritón, Italia dio por cerrada su propia operación de rescate y salvamento de inmigrantes, Mare Nostrum, que había sido activada tras la tragedia migratoria en Lampedusa en octubre de 2013, y cuyo coste en su primer año de funcionamiento fue de 114 millones de euros.

Tritón, una operación bastante menos costosa, nació para intentar responder a la petición de ayuda de las autoridades italianas, desbordadas en el rescate de personas en el mar. Sin embargo, la operación arrancó lastrada por la incertidumbre presupuestaria y entre las críticas de muchas ONG’s, que denunciaron que no está diseñada para la búsqueda y salvamento.

El programa cuenta con presupuesto mensual de 2,9 millones de euros (Mare Nostrum costaba a las arcas del Estado italiano 9,3 millones de euros mensuales), y tanto su zona operativa como los recursos necesarios fueron acordados entre Frontex e Italia. Está financiado por las donaciones de unos 26 países de la UE, pero dispone de menos medios que Mare Nostrum (barcos más pequeños, por ejemplo), y su posibilidad de alejarse de las costas italianas (tan solo 30 millas) es muy limitada. De hecho, la Comisión Europea ha insistido en que Tritón no sustituye a Mare Nostrum porque su perímetro es mucho más restringido en torno a Italia y las patrullas no se acercan a las costas libias.

Según la propia agencia, su objetivo es «apoyar la labor de los Estados miembros en el control eficaz de las fronteras en la región del Mediterráneo, y, al mismo tiempo, proporcionar asistencia a las personas o los buques en peligro durante estas operaciones». Pero fuentes de los servicios de la Comisión Europea citadas por Efe reconocieron que el refuerzo en el presupuesto de Frontex para que la operación pueda llevarse a cabo no era suficiente para dotar a Tritón más allá del pasado 31 de diciembre. Fue necesario, por tanto, que el Parlamento Europeo y el Consejo de la UE diesen luz verde a un aumento del presupuesto de la agencia de fronteras exteriores para 2015 para prorrogar la operaciones.

De acuerdo con las cifras proporcionadas por ACNUR, el número de inmigrantes que llegaron por mar el pasado enero subió un 60% respecto al mismo mes del año anterior, cuando Mare Nostrum estaba aún operativo.

Las razones del fin de Mare Nostrum no fueron solo presupuestarias. El programa había recibido asimismo críticas políticas, incluyendo las del Gobierno británico, que llegó a afirmar que la existencia de esta operación suponía «un incentivo» para que los inmigrantes se lanzaran al mar en rudimentarias embarcaciones.

Más control, menos rescates

Tras la investigación que llevaron a cabo en zonas de alta intensidad migratoria de Malta e Italia, los autores del documento Vidas a la deriva concluyeron que «la excesiva preocupación por el control migratorio por parte de los Estados europeos ha reducido la capacidad de los servicios de rescate marítimos en el Mediterráneo». Según explicaron, el cierre de las fronteras ha acaparado la mayoría de los fondos de la Unión en materia migratoria, en detrimento de otras medidas para la atención humanitaria de los inmigrantes.

El gran aumento de personas refugiadas y migrantes dispuestas a correr el riesgo de realizar largos viajes en embarcaciones destartaladas y en condiciones de hacinamiento no es solo consecuencia del aumento de la inestabilidad en Oriente Medio y el Norte de África, o del deterioro de la situación en Libia. «También es consecuencia –indica el informe–, del progresivo cierre de las fronteras terrestres de Europa y de la inexistencia de vías seguras y legales de entrada en la UE para estas personas. Mientras los países de la UE sigan empujando a quienes huyen del conflicto o la pobreza a realizar peligrosos trayectos marítimos, deberán estar dispuestos, colectivamente, a cumplir su obligación de salvar vidas».

«Es una ecuación sencilla: mientras el número de personas que toma esta peligrosa ruta marítima aumente y los recursos dedicados a la búsqueda y el rescate disminuyan, más personas morirán», dijo por su parte John Dalhuisen, director del Programa Regional para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional.

Las mafias de traficantes

Pese a que también ha reconocido en varias ocasiones las deficiencias de sus operaciones de rescate, la Comisión Europea, responsable de las políticas migratorias de la UE, suele poner el acento en la necesidad de combatir las mafias de traficantes de personas que controlan las salidas de los inmigrantes desde el sur del Mediterráneo. Poco después de conocerse las primeras muertes de la última tragedia en el Canal de Sicilia, el comisario europeo de Inmigración, Dimitris Avramopoulos, afirmó que «el drama continúa. Nuestra lucha contra los traficantes continúa de manera incansable y coordinada. Hay que hacer más».

También la Organización Internacional para las Migraciones señala como principales culpables a las mafias: el pasado miércoles la OIM denunció que «traficantes ilícitos de personas en Libia son los responsables de la muerte de cientos de migrantes africanos enviados al mar durante una tormenta en botes neumáticos no aptos para navegar. Lo que está ocurriendo ahora es peor que una tragedia: es un crimen, el más atroz que he visto en cincuenta años de servicio», declaró el director general de la organización, William Lacy Swing. «Estas redes de contrabando actúan con casi total impunidad y cientos de personas están muriendo.  El mundo debe actuar», añadió

Sin embargo, mientras que la Comisión Europea pide «redoblar los esfuerzos contra los traficantes que explotan la desesperación de las personas que intentan alcanzar Europa», las organizaciones internacionales de ayuda responden de forma casi unánime que son las políticas europeas migratorias las que acaban forzando a los inmigrantes, especialmente a los de origen africano, a caer en manos de estas mafias.

«La mayoría de las personas que llegan a las costas italianas son potenciales refugiados. Proceden de países en guerra, sufren tortura o situaciones de persecución… Pero estas personas no pueden pedir protección internacional de ninguna otra forma que viajando de forma ilegal. Ellos mismos les están casi obligando a caer en manos de los traficantes», denuciaba en eldiario.es Virginia Álvarez, responsable de política interior de Amnistía Internacional, una contestación compartida por ACNUR y por la Coordinadora Española de ONGs, en conversaciones mantenidas con ese mismo diario.

Disputas entre Italia y Malta

La falta de coordinación entre los Estados ribereños, y especialmente entre Malta e Italia, agrava aún más los peligros del viaje. La disputa que mantienen desde hace tiempo estos dos países respecto a sus obligaciones de búsqueda y salvamento pudo ser, según denunció Amnistía Internacoinal, una de las causas de la tragedia de octubre de 2013, cuando un barco arrastrero que transportaba a más de 400 personas se hundió en la zona de búsqueda y salvamento maltesa.

AI argumenta asimismo que el Reglamento de Dublín, en virtud del cual el primer Estado miembro de la UE al que llega el solicitante es el responsable de tramitar su solicitud de asilo, impone «una injusta presión» sobre los países implicados en las operaciones de salvamento, responsables de cubrir sus necesidades a más largo plazo.

El hecho de que no haya un reparto de responsabilidades entre los países de la UE disuade a los países meridionales, especialmente a Malta, de traer a sus puertos a refugiados e inmigrantes.

Las medidas de Europa

Según un informe de la Comisión Europea (CE), de 2006, la UE recibirá 40 millones de inmigrantes hasta 2050, que compensarán «solo en parte» el envejecimiento poblacional. La población activa se reducirá en 48 millones y la UE pasará de cuatro a solo dos personas activas por cada jubilado.

En febrero de 2002 los Quince aprobaron el Plan Global contra la Inmigración Ilegal, que incluía un banco de datos para controlar visados, mejoras en los controles fronterizos y políticas de repatriación. El Consejo Europeo de Sevilla de junio 2003 estableció un calendario para crear una política común, además de vincular las relaciones con terceros países a la colaboración de éstos contra la inmigración ilegal. Desde entonces, la UE ha firmado con varios países acuerdos de readmisión. En mayo de 2005 se constituyó la Agencia de Control de Fronteras Exteriores (Frontex), encargada de formar a agentes nacionales de fronteras y del seguimiento de la vigilancia fronteriza.

Tras los asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla en 2005 y la llegada masiva de cayucos a Canarias desde 2006, España fue la primera en pedir ayuda a Frontex, y la UE puso a disposición española el Centro de seguimiento de satélites europeo de Torrejón de Ardoz. En agosto siguiente, Frontex lanzó el primer despliegue de aviones y barcos para frenar la avalancha de cayucos. La Operación Hera fue relanzada en 2007 y 2008.

El 18 de junio de 2008, la Eurocámara aprobó una polémica directiva europea de repatriación, que suscitó la condena unánime de los gobiernos latinoamericanos y algunos africanos. Según la directiva los indocumentados (incluidos los menores) podrán ser detenidos e «internados» en centros especiales por hasta 18 meses mientras se tramita su expulsión de Europa, adonde no podrán regresar en cinco años. En julio siguiente, los ministros de Interior acogieron la propuesta francesa de un pacto sobre inmigración que propugnaba un modelo selectivo, totalmente controlado, y firmeza absoluta con los indocumentados.

Así, el 16 de octubre de 2008 se aprobó formalmente y por unanimidad el Pacto Europeo sobre la Inmigración y Asilo, que busca limitar la inmigración a las necesidades del mercado laboral. Con él «Europa se dota de una auténtica política de inmigración», algo que era «indispensable», afirmó el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy (presidente de turno).

España fue el país de la Unión Europea que impidió la entrada a más inmigrantes en 2013. En total, se denegó el acceso a 317.840 personas en todo ese año, un 0,6% más que el año anterior, y el 61% de ellas recibió la negativa de las autoridades españolas, según el V Informe Anual de Migración y Asilo (2013) de la Comisión Europea que fue remitido al Parlamento.

Algunas propuestas

Entre las recomendaciones que el informe de la UE hacía a las instituciones y Estados miembros de la UE, se encuentra ofrecer rutas adecuadas y más seguras para que las personas refugiadas tengan acceso a la protección, lo que supone aumentar el número de plazas de reasentamiento y admisión humanitaria de personas refugiadas, facilitar la reunificación familiar a las personas refugiadas que tengan familiares que vivan en la UE, aplicar una definición amplia del concepto de familiar, que abarque la familia extensa o no nuclear, y aplicar una mayor flexibilidad en cuanto a los requisitos documentales y de otra índole.

También se pide que se garantice que las personas refugiadas que llegan a las fronteras terrestres exteriores de la UE puedan acceder a los procedimientos de concesión de asilo, así como un refuerzo de las operaciones de búsqueda y salvamento en el mar Egeo y en el Mediterráneo, lo que incluye comprometer recursos económicos, navales y aéreos suficientes para Frontex, que patrullar en un grado proporcional a la escala de las salidas desde las costas del Norte de África.

Otras recomendaciones son adoptar medidas urgentes para garantizar el registro de información sobre las personas refugiadas y migrantes que mueren o desaparecen en el mar, y su identificación, especialmente mediante entrevistas sistemáticas de las personas rescatadas en el mar,y crear una base de datos y un mecanismo de comunicación centralizados de la UE para proporcionar información oficial a las familias.


Publicado originalmente en 20minutos

Más de 26.000 muertos a las puertas del muro de Europa

Dos barcos comerciales y un navío de la guardia costera italiana rescataron el viernes, cerca de la costa de Libia, a unos 700 inmigrantes que intentaban cruzar a Europa a bordo de precarios botes. El sábado fueron recogidos otros 600, entre ellos varias mujeres embarazadas, que viajaban en seis embarcaciones similares. Este mismo domingo, los servicios de salvamento localizaron una decena de embarcaciones más (lanchas neumáticas), con más de 2.100 inmigrantes a bordo. […]

Protesta en Túnez por el asesinato del líder opositor Chukri Bel Aid. Foto: Chady Ghram / Wikimedia Commons

Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación y sin expectativas, se inmoló a lo bonzo, falleciendo unas semanas después. Su muerte originó un movimiento solidario de protesta social entre los jóvenes pobres y en paro de su ciudad, que se extendió y acabó provocando la histórica caída del presidente. Había nacido la que pronto sería bautizada como «primavera árabe». El siguiente en caer, hace ahora justo un año, sería el presidente egipcio, Hosni Mubarak.

Desde entonces, Túnez ha sido el espejo en que se han mirado muchas de las sociedades árabes que han luchado o siguen luchando por hacer realidad un cambio tras años y años de opresión. También ha sido el modelo con el que, en contraste con la incertidumbre de Libia o la violencia polarizada de Egipto, Occidente respiraba más o menos tranquilo. La transición no era fácil, y las amenazas eran muchas, pero el país parecía caminar en la buena dirección: Elecciones, un gobierno de coalición, Ben Ali juzgado y condenado (aunque en ausencia), el turismo remontando tímidamente, los acuerdos comerciales a salvo… La presión de los salafistas (islamistas radicales) era cada vez más evidente, pero los disturbios en las universidades por el uso del nikab (velo integral), los ataques a galerías de arte, bares y santuarios sufíes, y las amenazas a personajes públicos eran vistos como actos puntuales de una minoría. Estaba el problema del atranque político, pero todos los procesos de transición son complicados. Como mucho, el país se encontraba en punto muerto.

Desde dentro, sin embargo, las cosas no se han visto nunca tan de color de rosa. El pasado martes por la noche, el dirigente izquierdista Chukri Bel Aid, un abogado de 47 años, líder del Partido de los Patriotas Demócratas Unificados (PPDU, integrado en el opositor Frente Popular), militante laico convencido y muy crítico con el Gobierno, denunciaba en un programa de televisión las «tentativas de desmantelar el Estado y crear milicias para aterrorizar a los ciudadanos y arrastrar al país hacia una espiral de violencia». Unas horas después, a la mañana siguiente, dos tiros acababan con su vida en la puerta de su casa.

Detonante

El asesinato de Bel Aid, cuya autoría no ha sido aclarada aún, ha desbordado un vaso que ya estaba lleno. La oposición acusa al partido islamista Al Nahda (o Ennahda, en el Gobierno) de no haber hecho nada para impedirlo, o, directamente, de estar detrás, algo que los islamistas niegan. Y la tensión, entre tanto, se ha disparado, con una huelga general incluida. Porque, más allá de un enfrentamiento entre laicos e islamistas, el conflicto tiene también una base económica, en la que sindicatos y movimientos izquierdistas exigen al Gobierno políticas más sociales.

En los días siguientes a la muerte de Bel Aid han vuelto las manifestaciones y los disturbios a las calles, y el primer ministro ha amenazado con dimitir si su propio partido sigue rechazando su propuesta de crear un gobierno de tecnócratas como paso previo a la celebración de nuevas elecciones. Además, este mismo domingo, tres ministros y dos secretarios de Estado pertenecientes al partido Congreso Por la República (CPR) han renunciado a su cargo.

Y todo ello en un contexto regional cada vez más explosivo, con el terrorismo islamista ganando espacio en el Sáhara y el Sahel, y acusaciones de que parte de las armas de que se nutren los terroristas están llegando a través de Túnez, procedentes del caos libio.

Si la transición tunecina estaba en punto muerto, ahora parece haber perdido, además, los frenos.

Encrucijada

Rachid Ghanuchi, el líder histórico del islamismo tunecino, proclamó al volver del exilio, tras la caída de Ben Ali, que Túnez iba a convertirse en «una sociedad democrática y modélica en el mundo árabe». La realidad, sin embargo, ha acabado situando al país en una difícil encrucijada. Los islamistas, muchos de los cuales fueron perseguidos, encarcelados y torturados durante la dictadura, cuentan con un innegable apoyo popular (y electoral), fruto en parte de su éxito entre las clases más castigadas por el paro y la miseria, y también de la división de la oposición. Y este apoyo puede derivar hacia un régimen donde vuelvan a perderse muchas libertades y a vulnerarse muchos derechos, especialmente, esta vez, para los sectores laicos de la población y para las mujeres.

En este sentido, es importante recordar que, desde la época del presidente Habib Burguiba (1957-1987), Túnez es uno de los países árabes donde más han arraigado formas de vida y pensamiento muy conectados con modelos occidentales.

Pero la tentación de alejar a los islamistas del poder, formando un gobierno (no electo directamente) de tecnócratas, y convocando nuevas elecciones, como ha propuesto el primer ministro, tiene también sus riesgos. Aparte de tratarse de una maniobra en principio poco democrática, el resultado puede ser contraproducente. Baste recordar la brutal guerra civil a la que dio lugar en Argelia la anulación de las elecciones que habían llevado a los islamistas al Gobierno, en los años noventa.

Estas son, en preguntas y respuestas, algunas de las principales claves de la evolución de Túnez desde la revolución y de su situación actual.

¿Quién gobierna ahora en Túnez?

Túnez fue el primer país de la llamada «primavera árabe» en celebrar elecciones a una asamblea constituyente. Los comicios tuvieron lugar el 23 de octubre de 2011 y en ellos el partido islamista Al Nahda (renacimiento, en árabe) logró 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR).

Se constituyeron entonces las primeras instituciones democráticas: La presidencia del Estado fue para en el líder del CPR, el laico moderado Moncef Marzuki, y la de la Asamblea Nacional Constituyente recayó en Mustafá Ben Yafaar, del socialdemócrata progresista Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades (FDTL, o Al Takatul). El partido más votado, Al Nahda, se reservó la jefatura del Gobierno, con su secretario general, Hamadi Yabali, como primer ministro. En diciembre de ese mismo año los diputados aprobaron una nueva Constitución provisional.

¿A qué se debe la crisis política?

La coalición de Gobierno ha sido conflictiva desde el principio. Ni Marzuki ni Ben Yafaar tienen en realidad mucho poder, y los dos socios del Ejecutivo acusan a Al Nahda de acaparar el proceso constituyente, por lo que le han retirado su apoyo y hasta han amenazado con dimitir. La lucha en el seno de la llamada ‘troika’ ha impedido el consenso necesario para designar a los principales ministros (tras meses de negociaciones infructuosas) y ha estancado también la redacción de la nueva Constitución, que tenía que haber estado lista el pasado mes de octubre.

Además, en el seno de Al Nahda existe también una gran división entre moderados, encabezados por el primer ministro Yabali, y radicales, partidarios de abrazar tesis más cercanas a las de los salafistas. Bajo la etiqueta de un «islamismo más auténtico», estos últimos sienten mayores simpatías por Ghanuchi, el líder histórico, cuya rivalidad con Yabali es cada vez mayor.

¿Quiénes son los salafistas?

El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam, en un intento de recuperar la «pureza» de la religión.

Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos». Históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.

¿Cómo están actuando?

Los salafistas de Túnez, ampliamente extendidos, sobre todo, en el sur del país, han protagonizado numerosos incidentes violentos, en un intento de desestabilizar al Gobierno, de presionarlo para que imponga la ley islámica, o, simplemente, de crear una situación de caos que haga imposible el desarrollo normal de la transición democrática.

Así, han atacado canales de televisión, tiendas en las que se vende alcohol, galerías de arte a las que acusan de «impías», cines en los que se proyectan películas «inmorales», y todo tipo de acontecimientos culturales. También han provocado disturbios en actos políticos de la oposición, han destrozado decenas de santuarios religiosos populares y, en general, llevan a cabo continuas campañas de intimidación y amenazas, especialmente contra periodistas y en la universidad, donde se oponen a la restricción del uso del nikab, persiguen a las mujeres que no lo llevan y amedrentan a los profesores que lo prohíben. Disponen, además, de grupos de matones armados.

Oficialmente, Al Nahda (y, especialmente, el primer ministro) trata de distanciarse de la violencia salafista y condena muchos de estos actos. La oposición, sin embargo, acusa al partido islamista de no combatir suficientemente a los salafistas, o incluso de connivencia con ellos. Políticos de Al Nahda han llegado a justificar algunos ataques hablando de «provocaciones laicas». El asesinado Bel Aid había denunciado que le había sido denegada la protección especial que había solicitado ante las continuas amenazas que recibía.

¿Qué consecuencias ha tenido el asesinato de Bel Aid?

Aparte del agravamiento de la crisis política e institucional, desde la muerte de Bel Aid decenas de miles de manifestantes han protestado contra el crimen en las calles de la capital, Túnez, donde el miércoles murió un agente de policía por pedradas. También ha habido manifestaciones en otras ciudades como Sidi Bouzid, la cuna de la revolución que acabó con el régimen del presidente Ben Ali, y Gafsa, situada en el sur y considerada un bastión de seguidores del opositor de izquierdas asesinado. En esta última localidad se produjeron este viernes graves disturbios entre cientos de manifestantes anti islamistas y la policía (gases lacrimógenos incluidos), durante la celebración de un funeral simbólico en honor de Bel Aid.

¿Quién mató a Bel Aid?

Aún no se sabe, pero el esclarecimiento del crimen puede ser clave a la hora de apaciguar los ánimos en el país. Si, como se sospecha, los autores están más relacionados con el salafismo que con el islamismo oficial, su detención podría ser para Al Nahda, que ha sido acusada de instigar y hasta de estar detrás del asesinato, una buena oportunidad para dejar claro su distanciamiento de los extremistas, más allá de la condena del crimen en sí, que ha sido unánime.

¿Qué son las ‘Ligas de Protección de la Revolución’?

Otro gesto importante por parte de Al Nahda podría ser la disolución de las llamadas «Ligas de Protección de la Revolución», una especie de milicias vecinales que, a modo de vigilantes, actúan al margen de la ley, a menudo contra sectores laicos. Estas milicias constituyen, junto con los grupos de matones salafistas y las bandas simplemente criminales, uno de los grandes problemas actuales de seguridad en Túnez, problemas que derivan de la incapacidad del Gobierno a la hora de reconstituir las fuerzas del orden tras la revolución.

Tras la caída de Ben Ali, la hasta entonces omnipresente policía secreta (unos 80.000 agentes) fue prácticamente desmantelada, y la policía ordinaria, formada por agentes a menudo mal pagados y poco motivados, sufre el estigma de seguir estando relacionada con las prácticas dictatoriales del pasado. El Ejército, por su parte, es relativamente pequeño (35.000 efectivos, en un país de 10,5 millones de habitantes), y, a diferencia de en Egipto, su papel en el mantenimiento del orden público es poco importante.

¿Cómo es la situación económica?

La crisis que vive Túnez no es solo un conflicto entre laicos e islamistas. Al igual que al inicio de la revolución, la difícil situación económica en la que sigue inmerso el país, con una alarmante pérdida de empleo, la inflación muy alta y numerosos casos de corrupción, sigue siendo un factor fundamental. Ello explica la huelga general del pasado viernes (la primera en más de 30 años), convocada por el principal sindicato del país (la Unión General de Trabajadores Tunecinos, UGTT), así como la división entre la derecha conservadora y religiosa, por un lado, y el sector trabajador y campesino, por otro.

A pesar del apoyo que tradicionalmente reciben los islamistas en muchas zonas rurales, es también en estas áreas donde más duramente está golpeando el desempleo. Y, en un país con una importante tradición sindical, el respaldo a grupos más cercanos al movimiento obrero puede llegar a ser más importante que la fidelidad a las opciones religioso-conservadoras.

No obstante, si bien es cierto que, de momento, la demanda de «trabajo, libertad y dignidad» que acompañó a la revolución sigue sin ser plenamente atendida por el Gobierno, también es verdad que el Ejecutivo ha dado algunos pasos en esa dirección. En los presupuestos de 2013, por ejemplo, el gasto público tiene un incremento del 4,9%, una cantidad que, en gran parte, se piensa destinar a programas encaminados a reducir las disparidades regionales y a estimular la creación de empleo. El Gobierno también ha sido elogiado recientemente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tras lograr firmar un acuerdo con los representantes sindicales y la patronal, que fue calificado de «hito social».

¿Qué otras asignaturas siguen pendientes?

En general, la libertad política en Túnez se ha ido incrementando de manera exponencial durante estos dos años, pero existen muchas áreas donde organizaciones internacionales y locales de derechos humanos denuncian aún muchas carencias, sobre todos las relacionadas con la libertad de expresión y el funcionamiento de las instituciones. Todavía existen grandes obstáculos para el desarrollo de un sistema político abierto y democrático, empezando por la falta de una reforma de los ministerios clave: el de Justicia y el de Interior, que aún conservan prácticas más propias de la época de la dictadura.

Al cumplirse un año de la revolución, Amnistía Internacional publicó un informe en el que afirmaba que el actual Gobierno tunecino estaba haciendo retroceder los avances en la situación de los derechos humanos conseguidos tras la caída de Ben Ali, «lo cual hace dudar de su compromiso con las reformas». La ONG denunciaba, entre otras cosas, que habían aumentado las restricciones a la libertad de expresión de periodistas, artistas, críticos con el Gobierno, escritores y blogueros, «con la excusa de mantener el orden y la moral públicos». También indicaba que «las autoridades tunecinas no parecen haber podido o querido proteger a los ciudadanos de la agresiones de grupos al parecer afines a los salafistas».

¿Qué propone el primer ministro para salir de la crisis?

Yabali insiste en que la mejor solución para Túnez pasa por su propuesta de formar un Gobierno de tecnócratas y «apolítico» hasta la celebración, «lo antes posible», de nuevas elecciones. El primer ministro ha reconocido que tomó esta decisión de manera individual sin consultarlo con su partido -Al Nahda-, pero asegura que va a «continuar con la realización de esta iniciativa», cuya responsabilidad asume, y que, dijo, tuvo que tomar «para salvar al país». Según Yabali, su propuesta «ofrece a todos los partidos y al pueblo alcanzar rápidamente una solución de concordia, y un gobierno independiente que trabaje para llevar a cabo los objetivos de la revolución».

El vicepresidente de Al Nahda, Abdelhamid Yalasi, aseguró que esta formación «no está de acuerdo con la postura tomada por el jefe del Gobierno». La división existente llevó finalmente este domingo a Yabali a amenazar con dimitir si la Asamblea Nacional Constituyente rechaza su propuesta, aunque no renunciará a su cargo como secretario general de Al Nahda, a pesar de las críticas recibidas. «Si los miembros [del nuevo gabinete] son aceptados, especialmente por los partidos con representación en la Asamblea, permaneceré como jefe del Gobierno», precisó.

Las propuestas, añadió Yabali, «deberán ser remitidas antes del lunes», día en el que está previsto que especifique la fecha del anuncio del nuevo ejecutivo. El primer ministro apunta que podría ser «a mediados de la semana siguiente como tarde».

¿Cómo afecta a Túnez el auge del terrorismo islamista subsahariano?

En Túnez y en Argelia se han interceptado importantes alijos de armas procedentes de los antiguos depósitos de Gadafi, y los rebeldes tuareg y salafistas que se hicieron con el control del norte de Mali en marzo del año pasado nutrieron sus arsenales con armamento libio.

Un dirigente del partido opositor tunecino Nidá Tunis, Lazar Akremi, admitió recientemente que «Túnez se ha convertido en un pasillo por donde circulan armas» de Libia. «Necesitamos ayuda de Europa para restablecer la seguridad fronteriza, sobre todo con Libia, cuyas dificultades en reestructurar el Estado animan a muchos clanes mafiosos al comercio ilegal con sus iguales libios», indicó por su parte un portavoz de Al Nahda, quien señaló la falta de material como una de las principales carencias del país.

Ante la gravedad de la situación, Libia, Argelia y Túnez firmaron en la ciudad libia de Gadamés, cuatro días antes del ataque terrorista a la planta de gas argelina de In Amenas, un acuerdo de coordinación en materia de seguridad de fronteras y de lucha antiterrorista y contra el narcotráfico y el crimen organizado. Los primeros ministros de los tres países manifestaron entonces que la situación en Mali se había «deteriorado» de tal manera que podría tener consecuencias para la seguridad y la estabilidad de la región.

Las fechas clave en la transición tunecina

  • 15/1/2011. El presidente del Parlamento, Fouad Mebazaa, asume la jefatura interina del Estado.
  • 17/1/2011. El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, anuncia un Gobierno de «unidad nacional», que incluye a los tres líderes de la oposición y a seis ministros del anterior régimen.
  • 18/1/2011. Los dos ministros de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), que desempeñó un importante papel en la revuelta, dimiten en protesta por la composición del nuevo Ejecutivo.
  • 19/1/2011. Suiza congela los fondos bancarios y bienes inmuebles de Ben Ali y su familia.
  • 23/1/2011. Miles de tunecinos exigen en la capital la renuncia de los ministros del anterior régimen.
  • 26/1/2011. La justicia dicta orden de detención internacional contra Ben Ali y su esposa.
  • 30/1/2011. El histórico líder islámico Rachid Gannuchi regresa tras dos décadas de exilio.
  • 31/1/2011. La UE congela los activos del matrimonio Ben Ali.
  • 19/2/2011. Entra en vigor la amnistía general para los presos políticos.
  • 27/2/2011. Dimite Ghanouchi ante las protestas ciudadanas. Le sustituye Beyi Said Essebsi. Poco después abandonan sus cargos dos ministros del partido de Ben Ali.
  • 1/3/2011. El partido islamista Al Nahda, en la clandestinidad durante el mandato de Ben Ali, es legalizado.
  • 7/3/2011. El primer ministro Essebsi nombra un nuevo gobierno.
  • 23/3/2011. El Partido de los Obreros Comunistas Tunecinos presenta su comité político, tras veinticinco años de clandestinidad.
  • 24/5/2011. El Banco Mundial anuncia que planea conceder préstamos a Túnez en los próximos dos años por valor de 1.500 millones de dólares.
  • 20/6/2011. Ben Ali y su esposa son condenados en rebeldía a 35 años de prisión cada uno por malversación de fondos públicos.
  • 4/7/2011. Ben Ali es condenado en rebeldía a 15 años de cárcel por posesión ilegal de armas y estupefacientes en otro nuevo juicio. El exmandatario tiene casi un centenar de cargos por los que responder.
  • 23/9/2011. El movimiento Al Nahda logra 90 de los 217 escaños del parlamento, 60 más que su más inmediato competidor, el centrista Consejo Por la República (CPR), tras la celebración de elecciones constituyentes.
  • 21/11/2011. Se constituyen las primeras instituciones democráticas: Presidencia del Estado (Moncef Marzuki, CPR), de la Asamblea Nacional Constituyente (Mustafá Ben Yafaar, FDTL) y del Gobierno (Hamadi Yabali, Al Nahda).
  • 11/12/2011. La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) aprueba por mayoría una Constitución provisional que regula las prerrogativas de las tres presidencias del país y de las instituciones.
  • 11/6/2012. Toque de queda en ocho provincias a raíz de una ola de ataques protagonizada por miles de radicales islámicos en la capital, en respuesta a una exposición de arte considerada por los salafistas como un atentado contra el islam.
  • 13/6/2012. Un tribunal militar condena a Ben Ali a cadena perpetua por su implicación en la represión de la revuelta.
  • 14/8/2012. Al menos tres muertos en los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que intentaban asaltar la embajada de EE UU en Túnez en protesta por una película que se mofa del profeta Mahoma, que se suma al asalto a otras embajadas estadounidenses en el mundo musulmán.
  • 9/1/2013. Marzuki comienza contactos con los principales líderes políticos para fijar la fecha de las elecciones legislativas y presidenciales.
  • 6/2/2013. Asesinato del dirigente laico izquierdista Chukri Bel Aid.

Publicado originalmente en 20minutos


Nota: Aunque no consideramos a Túnez un país de Oriente Medio, incluimos este y otros artículos sobre el Magreb por la evidente significación de la llamada ‘primavera árabe’ en toda la región.

Túnez: el espejo de la ‘primavera árabe’ se resquebraja

Hace poco más de dos años, el 14 de enero de 2010, Zine al Abidín Ben Ali huía a Arabia Saudí, después de haber ocupado la presidencia de Túnez durante más de dos décadas. El dictador (ganó cuatro elecciones con porcentajes de hasta el 99,91% de los votos) cedía al fin el poder tras una revuelta popular que se había iniciado un mes antes, cuando Mohamed Buazizi, un joven de 26 años harto de una vida de constante humillación […]

Miles de egipcios volvieron a exigir este viernes en la plaza Tahrir de El Cairo que se aceleren la transición democrática y los juicios contra los exdirigentes políticos.
Foto: Lilian Wagdy / Wikimedia Commons

A finales de esta semana se cumplirán siete meses desde que, el 17 de diciembre de 2010, un joven vendedor ambulante que protestaba por la confiscación de su mercancía por la policía se prendiese fuego en la localidad tunecina de Sidi Buzid, desencadenando un movimiento contra el desempleo y la carestía de la vida en este país, que supondría el inicio de una serie de revueltas en cadena por toda la región.

Lo que en un principio parecía una protesta meramente local acabó prendiendo como la pólvora en una región especialmente abonada para ello, después de décadas de dictaduras brutales, pobreza y menosprecio por los derechos humanos y las libertades más básicas.

Más allá del común denominador de la pertenencia al mundo árabe, cada país presentaba, y presenta, una realidad diferente, con problemas distintos. Pero los elementos coincidentes (sistemas autoritarios y represores, población oprimida y descontenta, juventud de los manifestantes, uso de las redes sociales) eran lo suficientemente obvios como para poder hablar de un elemento revolucionario global, de un despertar, de una «primavera árabe».

Siete meses después, esa primavera ha dado frutos importantes, pero también razones para el desánimo y el pesimismo. Han caído dos regímenes, Túnez y Egipto, pero, de momento, sólo el primero parece haber encontrado un camino más o menos claro hacia la democracia, y los dos lidian con los problemas de una transición difícil. Y los demás países oscilan entre la represión mantenida (Siria), las reformas maquilladas (Marruecos, Argelia, Jordania), la complicidad internacional (Arabia Saudí, Bahréin), la fuerza de una minoría de la población satisfecha por la riqueza petrolera (Emiratos), o, directamente, la guerra (Libia), por no hablar de la dificultad extra que supone para el pueblo palestino tener que hacer no una, sino dos revoluciones (una contra el ocupante israelí y otra contra sus propios dirigentes).

Todos ellos, en cualquier caso, han dejado de ocupar las primeras páginas de los medios de comunicación.

Un balance con dos caras

Es probable que las especiales condiciones que permiten el triunfo de una revolución en países tan férreamente controlados por sus regímenes sólo puedan prosperar si ocurren con cierta rapidez, como sucedió en los casos de Túnez o Egipto. Y es posible que, de no ser así, el régimen acabe haciendo efectiva su maquinaria represora, la atención y el apoyo internacional se vayan reduciendo y el desgaste vaya minando poco a poco a los revolucionarios.

Pero también puede ser que ese hipotético desgaste, o la impresión que podamos tener desde fuera, no lo sea en realidad. Cada país tiene su propio ritmo revolucionario, y donde unos necesitan dos semanas, otros necesitan un año.

Un análisis optimista pasa por creer que, al final, Gadafi caerá, y su caída renovará el impulso en otros países. Pasa por pensar que el levantamiento del pueblo sirio, pese a la complejidad étnica, religiosa y política que conlleva, es irreversible, y que Asad, tarde o temprano, con ayuda del exterior o sin ella, también caerá; que las reformas constitucionales aprobadas en Marruecos iniciarán un camino democratizador de no retorno contra el que poco podrá hacer ya la monarquía aluí; que el final del mandato del presidente de Yemen abrirá una puerta real de diálogo en el país…

De momento, en el balance negativo, a la lista de países endémicamente inestables (Irak, Líbano, Palestina) se han sumado bastantes más (Túnez, Egipto, Yemen, Libia, Siria, Bahréin), y en muchos casos, con escaladas de violencia y represión. Los gobernantes que están aguantando lo están haciendo a base de mano dura, o amparados en la ambigüedad de la comunidad internacional, que actúa más observando y, si acaso, reaccionando, que apoyando claramente las revueltas. El poder popular no ha arrasado,como en algún momento parecía que iba a ocurrir.

En lo positivo, no obstante, hay dos dictadores menos (Mubarak y Ben Ali), y otro está entre la espada y la pared (Gadafi). Pero, sobre todo, ha prendido una llama pro democrática que será muy difícil volver a apagar, pase lo que pase.

Hoy, por hoy, así es como están las cosas en los países donde las revueltas han sido más significativas:

TÚNEZ

Qué ha pasado

El 14 de enero, después de casi un mes de protestas y manifestaciones en la calle contra el régimen, y tras 23 años en el poder, el presidente Zine El Abidine Ben Alí dejó su cargo y huyó a Arabia Saudí.

El pasado día 7, un tribunal penal de primera instancia tunecino condenó en rebeldía a Ben Ali a 15 años y seis meses de cárcel por posesión ilegal de armas y estupefacientes. Era la segunda sentencia emitida contra el exmandatario, quien ya había sido condenado el 20 de junio, en el primer proceso abierto contra él, a 35 años de cárcel por malversación de fondos públicos.

Qué está pasando

Las elecciones inicialmente previstas para el 24 de julio fueron aplazadas hasta el 23 de octubre, debido a que, según el gobierno en funciones, no había suficiente tiempo para elaborar un censo electoral ni para que las fuerzas políticas que van a participar en los comicios pudieran articularse convenientemente.

En espera de la cita electoral, tanto el gobierno provisional como la sociedad civil y los organismos internacionales están intentando preparar el camino. Este mismo viernes, por ejemplo, una treintena de profesores de la universidad de Túnez crearon el primer «Observatorio Tunecino de la Transición Democrática» para intentar «paliar el déficit de instituciones de investigación y contribuir a la transición política».

El Gobierno, por su parte, llevó a cabo hace unos días una remodelación parcial del Ejecutivo que afecta a cuatro ministerios e incluye un nuevo cargo denominado ministro delegado para el Ministerio del Interior Encargado de las Reformas. Y la UE ha anunciado que desplegará una misión de observación en las elecciones.

El precio de la revolución, por otro lado, ha sido alto. Después de décadas como paraíso turístico, y privilegiado por inversiones occidentales que hacían la vista gorda ante los abusos del régimen, Túnez se enfrenta ahora a una situación de inestabilidad que ha hundido hasta la mitad al sector del turismo (7% del PIB, 400.000 empleos directos y 300.000 indirectos). Además, la inversión extranjera ha caído un 24,5% y el PIB, un 7,8%. A ello hay que sumar el regreso de 120.000 emigrantes de Libia que han dejado de enviar dinero, la llegada de cerca de 80.000 refugiados de este país y el desplome del comercio con la nación vecina.

EGIPTO

Qué ha pasado

Tras 18 días de históricas manifestaciones populares, centradas en la plaza Tahrir de El Cairo, Hosni Mubarak abandonó finalmente el poder el 11 de febrero. Su proceso judicial y el de sus dos hijos está previsto para el 3 de agosto.

La caída de Mubarak nunca se habría producido sin el levantamiento popular, pero sólo fue posible debido a lo que, en la práctica, fue un golpe de Estado de los militares. La consecuencia es que la transición la están dirigiendo dos fuerzas conservadoras: el Ejército y, indirectamente, los Hermanos Musulmanes, cuyo apoyo a las revueltas fue, también, muy determinante, al aportar una gran masa ciudadana.

Los comicios parlamentarios están previstos para septiembre, y los presidenciales, para final de año.

Qué está pasando

De momento, el país no tiene una nueva constitución, sino sólo la antigua reformada, unos cambios que, pese a sus conexiones con el antiguo régimen, fueron aprobados en referéndum el pasado 20 de marzo, con el apoyo de los grupos islamistas y de la junta militar que, dirigida por el mariscal Tantawi, lidera el proceso de cambio.

La lentitud de la transición y la tensión que aún vive el país se han traducido en numerosas situaciones de violencia a lo largo de estos meses. Los días 28 y 29 de junio, una batalla campal entre policías y manifestantes en El Cairo dejó más de mil heridos y 43 detenidos, después de que cientos de personas se concentraran en el centro de la capital y se enfrentaran a las fuerzas del orden, en protesta por el ataque y arresto de familiares de víctimas de la revuelta de febrero. Y este viernes, decenas de miles de personas volvieron a protagonizar una jornada de reivindicación en la plaza de Tahrir , donde exigieron al Ejército que acelere las reformas democráticas.

Con respecto al futuro, el panorama político egipcio actual está formado por dos grandes fuerzas, los Hermanos Musulmanes y una serie de partidos pequeños y laicos, muchos de ellos, recientes. Los primeros (islamistas) son los que tienen la mejor capacidad organizativa, por lo que quieren elecciones cuanto antes. Los segundos están luchando por retrasar los comicios para organizarse mejor y ganar más fuerza.

Lo que ocurra finalmente en Egipto es, mucho más que en el caso de Túnez, trascendental para toda la primavera árabe, dado el peso político y poblacional del país del Nilo. Para muchos analistas, de hecho, la supervivencia de las revueltas en la región depende ahora mismo, esencialmente, de dos grandes factores: Que la democracia se abra paso en Egipto de un modo incuestionable, y que caiga el régimen libio de Muammar al Gadafi.

LIBIA

Qué ha pasado

El 15 de febrero se inicia una revuelta popular contra el coronel Muammar al Gadafi, en el poder desde 1969. El régimen responde sofocando a los rebeldes a sangre y fuego, y el 19 de marzo, una coalición liderada por EE UU, Francia y el Reino Unido lanza una ofensiva militar contra el país, amparada en una resolución de la ONU para proteger a los civiles y asegurar la exclusión del espacio aéreo. El 31 de marzo, la OTAN asume el mando de la operación.

Pese a la presión internacional y las sanciones, y pese al abandono de muchos de sus diplomáticos, Gadafi, sin embargo, se niega a abandonar el poder.

En junio, 14 países habían reconocido ya al órgano político de los rebeldes, el Consejo Nacional de Transición.

Hasta ahora han muerto entre 10.000 y 15.000 personas, y hay más de 950.000 refugiados, según cifras de la ONU.

Qué está pasando

A pesar de los bombardeos de la OTAN y del aislamiento del régimen, el conflicto atraviesa un estancamiento que está perjudicando cada vez más a los rebeldes. La escasez de recursos del gobierno opositor es tremenda, tanto militarmente como en lo que respecta a bienes y servicios para atender las necesidades básicas de la población, y el acoso de las tropas de Gadafi se mantiene.

En este contexto, la solución militar se está volviendo cada vez más difícil. Este mismo domingo, el general de división francés Vincent Desportes indicaba en una entrevista que «los bombardeos de la OTAN no acabarán con el régimen de Gadafi, cuya estrategia de esperar puede resultar vencedora. Ha llegado el momento de encontrar un compromiso con las autoridades libias».

De momento, los 22 aliados que respaldan la intervención de la OTAN (el llamado Grupo de Contacto) están tratando de buscar vías políticas para aumentar la presión, incluyendo una llamada «hoja de ruta hacia la democracia» y la creación de un fondo, denominado Mecanismo Financiero Temporal para canalizar recursos al gobierno rebelde de Bengasi «de forma más transparente y bajo el paraguas de la ONU».

SIRIA

Qué ha pasado

Desde que, a mediados de marzo, comenzaron las revueltas contra el régimen de Bashar al Asad, y según la ONU, han muerto en Siria unas 1.200 personas, víctimas de la represión gubernamental. Además, miles de ciudadanos han huido como refugiados a la vecina Turquía.

El último informe publicado por Amnistía Internacional (6 de julio) señala que el ejército y los servicios de seguridad sirios han cometido crímenes y otras violaciones de los derechos humanos de forma consciente y sistemática (asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas) contra la población, hechos que pueden calificarse de crímenes contra la humanidad.

El gobierno de Asad, por su parte, afirma que al menos 400 miembros de las fuerzas de seguridad han muerto desde que comenzaron los disturbios.

El 20 de junio, el presidente sirio, en un intento de acallar las protestas, prometió elecciones parlamentarias y ampliar una amnistía para ciertos opositores.

Qué está pasando

Por ahora, no parece que Asad vaya a cambiar una estrategia de represión que le está dando buenos resultados. Al contrario que en Egipto, y a pesar de algunas deserciones, el Ejército no se ha desmarcado del régimen, y la intervención exterior, más allá de las sanciones económicas, no se contempla como opción, debido a intereses geoestratégicos (el polvorín del Líbano, la relación con Irán, las consecuencias en los territorios palestinos ocupados por Israel), y al temor de un incremento aún mayor de la violencia. Es cierto que la dictadura se ha debilitado, pero no lo suficiente.

La oposición, por su parte, trata de organizarse en el exilio, pero sus probabilidades de constituir una fuerza que cambie el escenario son pocas, en buena medida, debido a la compleja realidad étnica y religiosa de Siria, y al fuerte grado de sectarismo confesional existente en el país, fomentado durante décadas por el propio régimen (dominado por una minoría) para mantenerse en el poder.

Habrá que ver, en cualquier caso, qué surge de las reuniones consultivas del llamado diálogo nacional, que, convocadas por el presidente sirio, comenzaron este domingo en Damasco, sin una agenda clara y con el boicot de algunos opositores destacados.

A la primera sesión asistieron más de un centenar de representantes del régimen, políticos de distintas tendencias, intelectuales y opositores, que efectuaron sus propuestas para una futura conferencia más global del diálogo nacional.

Un factor clave es que, a diferencia de Túnez o Egipto, donde las dictaduras funcionaban bajo un maquillaje democrático, y manteniendo algunos derechos, lo que hay en Siria es una dictadura verdaderamente represora, que ha inculcado un fondo de miedo entre la población del que no es tan fácil desprenderse. Algunos analistas, no obstante, destacan que muchos suníes (la mayoría de la población) y hombres de negocios parecen dispuestos a apoyar una alternativa que estabilice ese país.

Una eventual caída del gobierno sirio afectaría de un modo muy importante al mapa político de Oriente Medio, especialmente en lo que respecta al Líbano.

YEMEN

Qué ha pasado

El 27 de enero miles de manifestantes empiezan a reclamar en Saná la renuncia del presidente yemení, Alí Abdulá Saleh, en el poder desde hace 33 años. Los llamados Jóvenes de la Revolución inician una acampada en la capital del país a partir del 21 de febrero.

Después de meses de protestas y represión, con un saldo de cerca de 200 muertos, a mediados de mayo el presidente parecía estar dispuesto a aceptar un acuerdo con la oposición, diseñado por el Consejo de Cooperación del Golfo y con el apoyo de EE UU y de la UE, según el cual abandonaría el poder a cambio de inmunidad judicial. Por dos veces, sin embargo, se negó a firmarlo.

La situación dio un vuelco el 3 de junio, cuando un atentado contra el palacio presidencial, con un saldo de 11 muertos y 124 heridos, dejó gravemente herido a Saleh, quien fue hospitalizado en Arabia Saudí.

Qué está pasando

Desde el atentado contra Saleh, Yemen está en una especie de limbo, con una guerra civil continuamente a la vuelta de la esquina, que, de momento, tan sólo evita la incertidumbre por el futuro político y un frágil alto el fuego alcanzado entre partidarios y detractores del presidente. La oposición, por su parte, espera iniciar un proceso de transición antes de que Saleh regrese, lo que no parece muy factible.

El jueves pasado, Saleh apareció en la televisión oficial con un aspecto irreconocible, evidentes signos de quemaduras y el cuerpo inmóvil, en su primer discurso después de sufrir el atentado. Desde la capital saudí, el presidente aseguró que apoya la participación de todas las fuerzas políticas y el diálogo para salir de la crisis, pero no hizo ninguna referencia a la posibilidad de un traspaso del poder.

Una de las principales amenazas ahora es que Al Qaeda, que tiene una fuerte presencia en el país, y que ha sido la causa principal de que Estados Unidos apoyase incondicionalmente al régimen durante estos últimos años, termine por aprovechar este vacío de poder.

BAHRÉIN

Qué ha pasado

Las protestas contra el régimen autocrático de Bahréin, un pequeño reino en el Golfo gobernado por la familia Jalifah desde 1783, comenzaron el 14 de febrero.

La mayoría de los manifestantes eran musulmanes chiíes, rama del islam a la que pertenece asimismo la mayor parte de la población del país. El gobierno, sin embargo, está en manos de la minoría suní, como suníes son también las élites dirigentes de los demás estados del Golfo, y los miles de soldados saudíes y de los Emiratos que entraron en Bahréin a mediados de marzo para ayudar al régimen a «mantener el orden».

Con el apoyo de las tropas extranjeras, el Gobierno impuso un estado de emergencia que se tradujo en más de medio millar de detenidos y una auténtica mordaza informativa para los medios de comunicación extranjeros (los locales, están controlados), encaminada en buena parte a limpiar la imagen del país para conseguir volver a ser sede de uno de los grandes premios de Fórmula 1.

Hasta ahora, Estados Unidos ha mostrado una actitud tibia con respecto al régimen bahreiní del rey Hamad bin Isa Al Jalifah. La Quinta Flota estadounidense tiene sus bases en este país y Washington está especialmente preocupado por una posible ingerencia de Irán (la gran potencia chií) en la crisis, que ha dado su apoyo expreso a los manifestantes.

Según un informe del Departamento de Estado de EE UU, Washington aprobó 200 millones de dólares en ventas de equipo militar de firmas estadounidenses a Bahréin en 2010, tan sólo unos meses antes de que el régimen autocrático se viera conmovido por la inestabilidad y de que reprimiera enérgicamente a los manifestantes.

Qué está pasando

El pasado día 2 de julio se inició un proceso de diálogo nacional entre el Gobierno y la oposición, destinado a reformar un sistema político que los chiíes quiere hacer evolucionar hacia una monarquía constitucional.

Este diálogo, que incluye a representantes de diferentes grupos políticos y de la sociedad civil, está alentado por la comunidad internacional, en particular por Washington.

Antes del inicio de las conversaciones, las autoridades anunciaron una comisión independiente de cinco miembros, entre ellos juristas de renombre internacional, para investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la represión.

En el contexto internacional, la crisis de Bahréin ha reforzado el papel de Arabia Saudí en la región, cuyo petróleo, poder económico, interés estratégico y oposición a Irán la hacen intocable para Occidente, pese a su larga lista de violaciones de derechos humanos y al carácter absolutista de su gobierno (la ministra española de Exteriores, sin ir más lejos, viajó recientemente a Riad para, según un comunicado del Gobierno español, «poner de relieve el excelente estado de las relaciones políticas hispano-saudíes, así como la estrecha amistad que mantienen las familias reales española y saudí»).

Su intervención en su vecino del Golfo y sus intentos por influir en la situación de Yemen han convertido a Arabia Saudí en una especie de garante y gran gendarme para las monarquías árabes autocráticas (no en vano, el Consejo de Cooperación del Golfo ha invitado a Marruecos a unirse a este grupo).

MARRUECOS

Qué ha pasado

El 4 de febrero unos 12.000 jóvenes piden en Facebook que el rey Mohamed VI derogue la Constitución, que tome medidas para luchar contra la corrupción y que libere a los presos de conciencia. Convocan una protesta para el 20 de febrero, fecha que dará nombre al principal movimiento popular de oposición al régimen, al que más tarde se unirá Justicia y Espiritualidad, el gran movimiento islamista marroquí. Las manifestaciones del 20 de febrero reunieron a miles de personas, que reclamaron más democracia en 12 ciudades.

En un primer momento, el rey, que recibe el apoyo de contramanifestantes que se enfrentan a los opositores, se niega a ceder a «la demagogia» y hasta 200 jóvenes son procesados por disturbios, pero, en marzo, el monarca anuncia un recorte de sus poderes, a pesar de lo cual continúan las protestas. El 14 de abril Mohamed VI indulta a 148 presos de conciencia, la mayoría islamistas.

Qué está pasando

A mediados de junio, el rey convocó un referéndum sobre una nueva Constitución que, pese a recortar algunos de los poderes del monarca, no satisface al movimiento 20 de Febrero. La nueva Carta Magna se sometió a votación popular el 1 de julio, y obtuvo el respaldo del 98,49% de los ciudadanos.

Las claves de la nueva Constitución incluyen un nuevo estatus para el monarca, cuyo papel como Jefe del Estado deja de estar conectado con su papel como jefe religioso; la creación de la figura del presidente del Gobierno; reformas parlamentarias, con un mayor poder legislativo para el Congreso, y reconocimiento del bereber como idioma oficial junto al árabe.


Publicado originalmente en 20minutos

Del entusiasmo a la frustración: el duro camino de la primavera árabe, siete meses después

A finales de esta semana se cumplirán siete meses desde que, el 17 de diciembre de 2010, un joven vendedor ambulante que protestaba por la confiscación de su mercancía por la policía se prendiese fuego en la localidad tunecina de Sidi Buzid, desencadenando un movimiento contra el desempleo y la carestía de la vida en este país, que supondría el inicio de una serie de revueltas en cadena por toda la región. Lo que en un principio […]

Feb17 Art

17 de febrero, un tributo a las revueltas en Libia, obra de Abdullah Fadhli (carboncillo y tiza sobre cemento, 1,5 x 2,7 metros). Fuente: enoughgaddafi / Flickr.

17 de febrero, un tributo a las revueltas en Libia, obra de Abdullah Fadhli (carboncillo y tiza sobre cemento, 1,5 x 2,7 metros). Fuente: enoughgaddafi / Flickr.

Artillería de las fuerzas leales a Gadafi, destruida por la aviación francesa, cerca de Bengasi, en Libia, el 19 de marzo. Foto: Bernd Brincken / Wikimedia Commons

¿Era la intervención armada la única manera posible de detener la brutal represión de Gadafi contra su propio pueblo? Muchos piensan que sí, y la ONU ha dado su bendición. Otros, sin embargo, mantienen firme su apuesta por la no violencia como único modo efectivo y moralmente válido de resolver conflictos. Es el caso del británico Symon Hill, miembro del ‘thinktank’ Ekklesia, tal y como explica él mismo en un artículo publicado hoy en The Guardian. Un extracto:

Millones de personas por todo el norte de África y Oriente Medio han demostrado en estos últimos meses el poder de la no violencia. Pero ni los políticos británicos ni los expertos parecen haber aprendido la lección, y se han ido sumando uno tras otro al apoyo a los bombardeos sobre Libia […]. A pesar de todas las evidencias, se vuelve a dar por cierta la antigua suposición de que la violencia funciona.

La no violencia ha sido una de las principales características de la gran mayoría de los activistas que han luchado contra la tiranía en Túnez, Egipto y otros lugares. Comprensiblemente, el pueblo libio ha tenido que recurrir a la violencia en su desesperación, pero su caso ha sido la excepción.

Como pacifista, estoy acostumbrado a que me tachen de ingenuo, de cínico y de antipatriota. La mayoría de los medios de comunicación apenas han dedicado espacio a los que se oponen a los bombardeos. La ausencia de un debate real alcanzó el absurdo cuando a los diputados [británicos] se les permitió votar sobre el ataque… una vez que ya había comenzado. […]

Leer el artículo completo (en inglés)


Más información:
» Reflexiones sobre el ataque a Libia
» La ONU da a esperanza a las revueltas árabe
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Ni una oportunidad al pacifismo en Libia

Symon Hill, en The Guardian

Lanzamiento de un misil Tomahawk desde el destructor ‘USS Barry’, este 19 de marzo. Foto: Roderick Eubanks / US Navy / Wikimedia Commons

Francia, el Reino Unido y EE UU han comenzado este sábado la ofensiva militar autorizada por la ONU contra las tropas de Gadafi en Libia. Los primeros en atacar fueron los aviones franceses, que destruyeron varios objetivos. Después, Estados Unidos lanzó 110 misiles y entró también en acción la fuerza aérea británica (España va a contribuir con un avión cisterna, cuatro aviones de combate F-18 y una fragata, un submarino y un avión de vigilancia marítima). De madrugada, el sistema antimisiles libio intentaba repeler la ofensiva…

¿Se trata de una guerra justa? ¿Era inevitable? ¿Qué la diferencia de otras intervenciones semejantes? ¿Acelerará el final de Gadafi y de su represión brutal o acabará siendo contraproducente? ¿Volveremos a hablar de ‘daños colaterales’ y de ‘mal menor’? ¿Qué va a pasar después en Libia? ¿Y si Gadafi aguanta y la guerra se estanca? ¿Aplicaremos el mismo rasero en otros países? Estas son algunas primeras reflexiones sobre la nueva guerra en la que está inmersa la comunidad internacional.

Íñigo Sáenz de Ugarte, en Guerra Eterna:

[…] Es el comienzo de una guerra, no una crisis ni un operativo militar ni un conflicto. Y como todas las guerras, tiene un comienzo definido y un final que nadie puede precisar honestamente.

Ha habido una breve (tres minutos) intervención telefónica de Gadafi con la televisión libia. Tenía que regresar rápidamente al refugio. Se ha referido a la “cruzada” y ha advertido que el pueblo va a ser armado para responder a esta agresión extranjera. Es curioso cómo los dictadores siguen al pie de la letra el manual empleado anteriormente, en general con no mucho éxito, por otros autócratas rodeados. El único problema viene cuando la realidad confirma una parte de sus amenazas mucho tiempo después de que ellos ya sean historia. Sadam Hussein vivió durante meses escondido en un agujero y luego fue ejecutado. No importó lo más mínimo. Irak inició una etapa de sangre en la que la suerte del dictador o su recuerdo eran ya irrelevantes. A veces, matar al origen de los problemas no es la solución definitiva. […]

Al Jazeera ofreció de forma cruda y descarnada los daños sufridos por los civiles en la invasión de Irak. Pero ahora la cadena de Qatar es enemiga de Gadafi, o al menos así la define el régimen libio. Cuatro de sus periodistas ya han sido detenidos. Qatar forma parte de la ofensiva internacional. ¿Quién mostrará la realidad de los bombardeos sobre Tripoli? La televisión gubernamental libia no tiene credibilidad (ya ha denunciado la muerte de 48 civiles en los ataques). Los periodistas extranjeros que quedan en la capital están rigurosamente vigilados por el Gobierno.

Lluís Bassets, en Del alfiler al elefante (El País):

No es en propiedad una guerra pero es justa. La acción militar decidida hoy en París a partir de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad cumple con todas las condiciones exigidas para la guerra justa o llamada también ‘ius ad bellum’ (derecho a hacer la guerra). Es justa la causa: se trata de proteger a la población libia y de impedir que Gadafi termine aplastando a sangre y fuego la revuelta contra su dictadura. Hay una autoridad legítima que la ha autorizado, la más legítima de todas las que tenemos a nuestra disposición: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La intención o el objetivo que se persigue es el correcto, y viene incluido ya en la causa. También lo es la proporcionalidad de los medios de acción, hasta el punto de que no se desencadena en propiedad una guerra sino una acción de policía o protección aérea. Es el último recurso, puesto que Gadafi ha sido ya conminado a un alto el fuego y a retirar sus tropas a los cuarteles, mientras que el dictador y sus hijos no solo no han cumplido ninguna de las condiciones exigidas, sino que además han intentado engañar a la comunidad internacional declarando un alto el fuego que en ningún momento han aplicado. Finalmente, tiene el propósito obvio de alcanzar la paz y abrir el camino a la plena soberanía de los libios para que se doten del Gobierno que consideren conveniente.

Isaac Rosa, en Trabajar cansa (Público):

Gadafi no merece ninguna defensa. Sus últimos desvaríos comparándose con Franco no nos lo hacen precisamente simpático, pero estamos en lo de siempre: nuestras bombas no le van a despeinar, y serán otros los que reciban el castigo. Los soldados y mercenarios en primer lugar, que pasan a la categoría de aniquilables; pero también la población civil libia, y probablemente los propios rebeldes que hoy piden bombardeos, y que algún día se arrepentirán de haber pedido ayuda.

Tenemos ya experiencia sobrada en guerras ‘humanitarias’ como para prever lo que pasará: un arranque peliculero, con imágenes de videojuego y discurso triunfal, y luego empezará el goteo de «daños colaterales» con muertos y mutilados, pero también daños no tan colaterales en infraestructuras civiles, viviendas y todo lo que se ponga a tiro.

Kosovo, Irak, Afganistán. Algo podrían contarnos los habitantes de los tres países sobre intervenciones militares que, además de no conseguir los objetivos iniciales (frenar las matanzas, encontrar las armas de destrucción masiva, atrapar a Bin Laden), multiplican el sufrimiento de la población, condenada a un largo período de violencia, pobreza e inestabilidad.

Parece que de una vez para otra se nos olvida: una matanza no se para con una matanza mayor, los pueblos no se liberan a bombazos ni la democracia se impone con las armas. No a la guerra. A ésta tampoco.

Issandr El Amrani, en The Arabist:

The best way to end the bloodshed would clearly be to decapitate the Qadhafi regime, something the insurgents are probably not able to do for now and the international community is likely to refrain from carrying out initially, although things are almost certain to head that way. If so, splits in the international community would resurface — this would be a major violation of the principle of sovereignty. But in a sense the West and the Arabs have already backed the rebels. It gets more complicated in the Qadhafis are gone, both Westerners and Arabs may be ready to deal with regime remnants (particularly if they play a role in getting rid of the Qadhafis) but the insurgents may not want anyone associated with the former regime in place. So prolonged civil war is one possible outcome, yet again. This is why some kind of recognized leadership for the insurgency that is able to negotiate with whoever comes after Qadhafi is necessary. […]

[…] Once empowered, the insurgents will naturally want to go all the way and topple Qadhafi. I totally support them in that endeavor. But we don’t know much about them, or how they might behave towards non-combatants that back the Qadhafi regime. I’m sure any violence against civilians by insurgents will be ignored by the intervention force in the fog of war, but this is possible only to a certain extent before it becomes embarrassing, particularly as UNSC Resolution 1973 gives a mandate to protect civilians from everybody, not just the Qadhafi regime. Sometimes the good guys can be bad guys, as we saw in Darfur (both in terms of the stalled peace process and in terms of the actions of certain Darfuri groups).

Mónica G. Prieto, en El faro de Oriente (Cuarto Poder):

La aprobación de una zona de exclusión aérea contra Libia que implicará ataques inmediatos contra la aviación de Gaddafi envía un mensaje necesario desde hace tres meses para la población de Oriente Próximo: Occidente no sólo defiende los valores de la democracia y la justicia para sí mismo, lo hace para todo el mundo aunque le vaya sus intereses económicos en ello. Es la única acción -aunque terriblemente tardía- que puede reconciliar a los árabes con el primer mundo. Nuestra indiferencia les mata, y la inacción sólo puede generar un odio contra Occidente que se traduzca en extremismo y muertos. Ahora sólo tienen que enviar un mensaje parecido al resto de sus monarquías amigas del Golfo: los muertos civiles no pueden salir gratis, por mucho beneficio que nos reporte mirar hacia otro lado.

Foreign Policy (Debate sobre la intervención militar en Libia):

Speaking in a televised address this afternoon, U.S. President Barack Obama also explained his position largely in humanitarian terms: If the world failed to intervene, he said, “The democratic values that we stand for would be overrun. Moreover, the words of the international community would be rendered hollow.”

That’s one reading of the events unfolding in Washington, London, and Paris. But there’s also a more cynical view: that the intervention, centered on the enforcement of a no fly zone, is too little too late. And that’s if you agree that the United States and its allies should be involved in the first place. Foreign involvement could play into Libyan leader Muammar al-Qaddafi’s hands, other analysts worry, giving him an excuse to strike harder against the now Western-backed rebels.

Marc Lynch, en Foreign Policy:

The Libya intervention is also complicated by the trends in the rest of the region. There is currently a bloody crackdown going on in U.S.-backed Bahrain, with the support of Saudi Arabia and the GCC.   The Yemeni regime of Ali Abdullah Saleh is currently carrying out some of its bloodiest repression yet.  Will the Responsibility to Protect extend to Bahrain and Yemen?  This is not a tangential point.  One of the strongest reasons to intervene in Libya is the argument that the course of events there will influence the decisions of other despots about the use of force.  If they realize that the international community will not allow the brutalization of their own people, and a robust new norm created, then intervention in Libya will pay off far beyond its borders.  But will ignoring Bahrain and Yemen strangle that new norm in its crib? […]
One might think that the disastrous post-war trajectories of Iraq and Afghanistan would have forever ended such an approach to military interventions, but here we are. Has anyone really seriously thought through the role the U.S. or international community might be expected to play should Qaddafi fall?  Or what steps will follow should the No Fly Zone and indirect intervention not succeed in driving Qaddafi from power? No, there’s no time for that… there never is.  For now, I will be hoping, deeply and fervently, that the Libyan regime quickly crumbles in the face of the international community’s actions.  Reports that it has accepted the resolution and a ceasefire could provide the space for the kind of political settlement many of us have been advocating.  Let’s hope.

El País (editorial)

[…] El mensaje político que trasladaba a otros dictadores la inacción de la comunidad internacional podía conducir a una radicalización de la represión de las revueltas, acentuando la inestabilidad. Lo que no se ha permitido a Gadafi tampoco se debe tolerar a Yemen y Arabia Saudí, por más que la respuesta no deba ser militar como en el caso de Libia. Emplear una diplomacia más enérgica frente a estos países es el mejor camino para prevenir las opciones extremas.

La respuesta de la comunidad internacional no debería perder en ningún momento de vista que el objetivo perseguido es impedir que Gadafi siga cometiendo crímenes de guerra. Aunque el establecimiento efectivo de la zona de exclusión aérea suponga una ventaja militar para los rebeldes, son estos quienes tienen que conseguir la caída del tirano. Lo contrario dañaría la legitimidad que necesitan para levantar el régimen que podría sustituir al de Gadafi. Por más que la comunidad internacional desee la caída del dictador, el papel que tiene asignado no es promover la democracia, sino proteger a la población que este se propone masacrar.

La decisión era necesaria y ha cumplido con los requerimientos de la legalidad internacional. Su gravedad, con todo, exigirá que la coalición extreme el rigor en los siguientes pasos a adoptar en los próximos días. Si en Túnez y en Egipto eran limitadas las posibilidades de que una dictadura fuera sustituida por otra, puesto que la victoria contra sus respectivos tiranos fue resultado de manifestaciones pacíficas, la guerra que ha estallado en Libia por culpa de Gadafi augura una transición más compleja. Encerrar otra vez en su botella el genio de la violencia es una tarea que corresponde sobre todo a los libios. Pero la comunidad internacional no puede permitirse errores. Ni los derivados de la inacción ni tampoco los del entusiasmo.

Reflexiones sobre el ataque a Libia

Francia, el Reino Unido y EE UU han comenzado este sábado la ofensiva militar autorizada por la ONU contra las tropas de Gadafi en Libia. Los primeros en atacar fueron los aviones franceses, que destruyeron varios objetivos. Después, Estados Unidos… Leer

Protesta contra Gadafi en Bengasi, Libia, el pasado 25 de febrero.
Foto: Al Jazeera English / Wikimedia Commons

La luz verde del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para el uso de la fuerza contra el régimen libio y para el establecimiento de una zona de exclusión aérea en este país puede tener un doble efecto inmediato: salvar las vidas de muchos de los rebeldes que esperaban en el bastión de Bengasi la acometida final del Ejército de Gadafi, y mantener también con vida la oleada de revueltas que sacude Oriente Medio y el Magreb desde hace cerca de tres meses.

Lo primero dependerá de la velocidad con que sea capaz de actuar la comunidad internacional. En la noche del jueves se esperaba que los bombardeos fuesen inmediatos, con el fin de evitar la caída de Bengasi.

Y en cuanto a lo que se ha venido en llamar la ‘primavera árabe’, la decisión de Naciones Unidas llega en buen momento. La resistencia del régimen en Libia ha estancado un movimiento popular cuyo éxito se estaba basando, en buena parte, en la velocidad de propagación. Egipto sucedió a Túnez en cuestión de semanas y el contagio por toda la región fue prácticamente instantáneo. Pero, tras los primeros levantamientos y protestas en Argelia, Marruecos, Bahréin, Yemen, Omán e incluso Irán, el testigo pasó claramente a Libia, y, a diferencia del presidente egipcio Hosni Mubarak y del tunecino Ben Alí, que acabaron renunciando a sus cargos, Muammar el Gadafi optó por atrincherarse y jugar la baza de la represión y la guerra civil.

Fre­nazo

La comunidad internacional, aliada del dictador libio hasta antes de ayer por intereses energéticos, comerciales y teóricamente antiterroristas, respondió con titubeos. La primera reacción de Italia fue recordar que Libia era un país amigo; la UE dejó pasar días hasta que fue capaz de emitir una condena; el presidente de EE UU, Barak Obama, fue el último en pronunciarse contra la violencia de Gadafi, y Alemania aún se abstuvo este jueves en la votación del Consejo de Seguridad, argumentando que una acción militar supondrá «considerables daños y riesgos», algo en lo que, por otra parte, coinciden también diversos analistas tras el fiasco de Irak.

Sobre el terreno, mientras tanto, los rebeldes y las tribus libias disidentes no han sido capaces de hacer frente a un ejército profesional reforzado con mercenarios.

El resultado: Gadafi ha aprovechado para contraatacar sin piedad.

Repre­sión

Los gobiernos de los países del Golfo Pérsico, por su parte, han empezado a practicar un doble juego, encaminado a mantener en el poder a sus dirigentes mientras guardan la ropa condenando al ‘tirano oficial’ (Gadafi).

Por un lado, la Liga Árabe ha sido, junto con Francia y el Reino Unido, el organismo que más ha presionado para el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Libia. Por otro, la represión en sus propios territorios se ha incrementado en estos últimos días, especialmente tras la entrada en Bahréin de miles de soldados de Arabia Saudí y los Emiratos, bajo el paraguas del Consejo de Cooperación del Golfo, y con el objetivo de «mantener el orden».

Amparándose en el estado de emergencia (y con el secretario de Defensa de EE UU de visita en la zona, el pasado fin de semana), las fuerzas del orden no se han andado con contemplaciones a la hora de disolver a los manifestantes acampados en la Plaza de la Perla de Manama, la capital de Bahréin.

A favor de esta escalada represiva juega asimismo el hecho de que la atención mundial se haya desplazado inevitablemente a Japón, dadas las terribles consecuencias del terremoto y el tsunami que han devastado el país asiático, generando además un gravísimo riesgo nuclear.

Desde hace días, la revuelta árabe, que antes ocupaba invariablemente los principales titulares de todos los medios de comunicación del mundo, ha pasado a segundo plano.

Olvi­da­dos

Con el foco centrado en la guerra libia, Bahréin fuertemente controlado, y Egipto y Túnez sumidos en una transición que siempre es difícil, larga y poco generadora de grandes titulares, otros países han empezado a caer en el olvido, a pesar de que muchos de sus ciudadanos mantienen viva, en mayor o menor medida, la llama de la rebelión.

Es el caso, principalmente, de Yemen, que gozó de una gran atención hace unas semanas, pero que parece haber perdido algo de interés informativo; de Omán, un país considerado por la mayoría de los países occidentales como «estable y reformista», a pesar del carácter autocrático y absolutista de su régimen, o incluso de Irak, donde la comunidad kurda se ha rebelado durante semanas contra la lentitud del proceso de reformas.

Al mismo tiempo, en otros países los gobernantes han aprovechado la ralentización para prometer reformas encaminadas tanto a mejorar la situación económica como, en teoría, a aumentar las libertades. Entre estos últimos destacan Marruecos, Jordania y Argelia.

Pales­tina e Irán

El caso palestino es más complicado. Tanto en Gaza como en Cisjordania, los gobernantes (Hamás y Al Fatah, respectivamente) están tratando de desinflar las (de momento, escasas) protestas con el argumento de que la lucha debe centrarse en combatir al ocupante israelí.

La revuelta aquí se enfrenta, pues, a dos problemas: La ocupación (con la consiguiente represión y limitación de movimientos), y la presión de unos gobiernos cuyos niveles de corrupción están, sin duda, a la altura de muchos de sus vecinos.

¿Y en Irán? De momento, el régimen islámico ha logrado mantener a raya los nuevos conatos de protesta, herederos de la ‘revolución verde‘, y ha encarcelado a los líderes de la oposición.

Con respecto a las revueltas en sus vecinos árabes, Teherán mantiene una posición un tanto ambigua con la que trata de sacar partido ante lo que considera un nuevo equilibrio de fuerzas en Oriente Medio: Menos regímenes aliados de Estados Unidos (en principio), gobiernos dominados por chiíes en Líbano e Irak, y el propio país persa como posible nueva potencia regional.

Las revueltas, además, han surgido justo cuando Irán estaba sin­tiendo la pre­sión de las san­cio­nes inter­na­cio­na­les en torno a su pro­grama nuclear, algo de lo que pocos parecen acordarse ahora.

Todo ello, añadido a la creciente inclinación de Turquía hacia Oriente en lugar de hacia Occidente (en parte, por el rechazo de la Unión Europea), está poniendo especialmente nervioso al Gobierno israelí. Y la falta de voluntad de este último para frenar las colonias ilegales en territorio palestino ha empezado a minar el apoyo internacional con el que siempre cuenta.

¿Pri­ma­vera o invierno?

La gran pregunta a estas alturas es si la intervención de la comunidad internacional llega o no demasiado tarde. O, como escribe el profesor Paul Rogers en openDemocracy, si la primavera árabe acabará o no convirtiéndose en invierno, justo en vísperas de la primavera real.

Ello dependerá de la capacidad de Gadafi para resistir (la mayoría de los analistas le dan por acabado, pero el proceso puede durar semanas), y del éxito que tengan las élites gobernantes del Golfo a la hora de reprimir las protestas.

La acción militar autorizada por la ONU tampoco va a ser fácil. Los objetivos no están todavía muy claros, y, además, puede tratarse de la tercera invasión a un país musulmán de una coalición en la que participa EE UU en menos de una década, algo que puede levantar suspicacias, y que Gadafi intentará aprovechar con fines propagandísticos.

Pero incluso en el peor de los casos, es muy poco probable que el fuego de las revueltas se extinga por completo. La magnitud de lo ocurrido en Túnez y, sobre todo, en Egipto, ha iniciado un proceso sin vuelta atrás, aunque bien podría prolongarse durante años.

Y mientras, la onda expansiva de la revolución y sus consecuencias están haciendo extraños compañeros de cama. Líbano, cuyo gobierno está dominado desde hace unos meses por los chiíes de Hizbulá (grupo radicalmente antiaestadounidense), ha sido el país árabe impulsor de la resolución de la ONU, en compañía de Francia, el Reino Unido y… Estados Unidos.

No hay que olvidar, sin embargo, que uno de los líderes históricos chiíes, Mousa al-Sadr, desapareció precisamente en la Libia de Gadafi, presumiblemente asesinado por el régimen libio. Ocurrió en 1978, pero, al parecer, la venganza sigue siendo un plato que se sirve frío.


Publicado originalmente en 20minutos

El permiso de la ONU para atacar Libia, ¿oxígeno para las revueltas árabes?

La luz verde del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para el uso de la fuerza contra el régimen libio y para el establecimiento de una zona de exclusión aérea en este país puede tener un doble efecto inmediato: salvar las vidas de muchos de los rebeldes que esperaban en el bastión de Bengasi la acometida final del Ejército de Gadafi, y mantener también con vida la oleada de revueltas que sacude Oriente Medio y el Magreb desde […]

El Consejo de Seguridad de la ONU ha adoptado finalmente hoy la resolución que autoriza tomar «todas las medidas necesarias» para proteger a la población civil libia de los ataques de las tropas de Muamar al Gadafi, y establece una zona de exclusión aérea sobre el país magrebí.

La medida, acordada mientras Gadafi anunciaba su intención de entrar en el bastión rebelde de Bengasi con «bombardeos sin piedad», ha recibido el respaldo de 10 de los 15 miembros del máximo órgano de seguridad internacional, mientras que ninguno votó en contra y los otros cinco se abstuvieron.

Los países que se abstuvieron fueron Brasil, India, Alemania, China y Rusia, estos dos últimos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, por lo que la medida habría sido vetada de haber votado en contra.

En la ciudad libia de Bengasi, miles de personas concentradas en la plaza de los juzgados estallaron en gritos de júbilo y lanzaron fuegos artificiales tras la adopción de la resolución por el Consejo de Seguridad.

La ONU autoriza atacar a Gadafi

El Consejo de Seguridad de la ONU ha adoptado finalmente hoy la resolución que autoriza tomar «todas las medidas necesarias» para proteger a la población civil libia de los ataques de las tropas de Muamar al Gadafi, y establece una… Leer

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