Zapatero y Aznar, con Ben Alí (Túnez), Mubarak (Egipto) y Gadafi (Libia).
En noviembre del año pasado España negociaba la venta de más de 200 carros de combate, en un contrato de 3.000 millones de euros que será el mayor realizado hasta ahora por nuestra industria armamentística. El destinatario: Arabia Saudí, un país en el que la oposición política está prohibida, la práctica abierta de cualquier otra fe que no sea el islam es ilegal, hay graves restricciones en prácticamente todos los aspectos de la vida de las mujeres y se contempla la pena de muerte para casos de asesinato, apostasía, drogas, «brujería» y «comportamiento sexual inadecuado».
Las revueltas populares que están sacudiendo los países de Oriente Medio y el Magreb tienen, además del efecto contagio y de los problemas económicos de la población, una causa fundamental: La falta de libertad y de democracia existente en todos los estados afectados. Monarquías absolutistas, repúblicas dictatoriales, falsas democracias… Cada uno a su estilo, los países de la región llevan décadas sumidos en corruptas autocracias con el interesado beneplácito de Occidente.
Durante años, la mayoría de los países europeos, y especialmente los más cercanos a la zona, España incluida, han antepuesto sus intereses económicos y geoestratégicos a la exigencia de valores democráticos y de respeto a los derechos humanos. La idea era hacer la vista gorda (los informes de las organizaciones pro derechos humanos y otros organismos internacionales han estado siempre sobre la mesa) a cambio de asegurarnos tres cuestiones consideradas prioritarias: El freno al islamismo radical, el control de la inmigración y el mantenimiento del suministro de gas y petróleo.
En este sentido, y según reconoce el propio Ministerio de Asuntos Exteriores, la política española con los países del Norte de África y de Oriente Próximo tiene como ejes prioritarios la seguridad («La actividad de grupos terroristas islamistas próximos a Al Qaeda representa una amenaza directa a estos países y a los intereses españoles»), la inmigración («La necesidad de gestionar esos flujos migratorios ha impulsado la firma de acuerdos con los países del Magreb, origen, tránsito y cada vez más destino de flujos migratorios hacia Europa») y las relaciones económicas («España adquiere una parte importante de sus suministros energéticos de la región: el 14% del petróleo –principalmente de Libia–, y el 33% del gas natural –de Argelia en particular–»).
Todo ello, sin olvidar, especialmente en estos tiempos de crisis, la necesidad de favorecer tanto la presencia de nuestras empresas en estos países, como las inversiones de estos países en nuestro territorio: Según datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, las inversiones en España de los países de la Liga Árabe alcanzaron los 445,59 millones de euros entre 1993 y marzo de 2008. Los que más invirtieron fueron Libia (189,36 millones de euros), Arabia Saudí (71,68), Marruecos (38,71), Omán (38,05), Kuwait (31,34), Jordania (24,46), Emiratos Árabes Unidos (20,22) y Argelia (14,09).
¿Doble moral o interés legítimo?
Tratados de amistad y de cooperación, grandes contratos comerciales, visitas oficiales, restablecimiento de relaciones diplomáticas… Los gobiernos occidentales se defienden argumentando los mencionados intereses nacionales prioritarios y destacando los beneficios que las relaciones comerciales pueden traer a la población, o los efectos contraproducentes de medidas radicales como embargos y sanciones.
Otros, sin embargo, denuncian que los principales beneficiados de estas políticas no son los ciudadanos, sino las empresas internacionales y las oligarquías locales, y critican una doble moral que, si bien no se limita a esta región del mundo (EE UU, por ejemplo, mantiene el embargo sobre la dictadura cubana, pero comercia con China y es aliado de Arabia Saudí), es precisamente en ella donde ha salido a la luz ahora con más claridad que nunca.
En este sentido, las víctimas, los pueblos oprimidos del Magreb y Oriente Medio, no sólo están diciendo a sus tiranos «hasta aquí hemos llegado»; también están lanzándonos un claro mensaje: No hay seguridad ni progreso económico real si se dejan a un lado las libertades y los derechos humanos.
Estas son, estado por estado, las relaciones que ha mantenido España con los países afectados hasta ahora por las revueltas populares en el mundo árabe.
Libia: Necesidad de hidrocarburos y armas para Gadafi
En los últimos 20 años, España se ha mantenido invariablemente como el tercer cliente de Libia, con un volumen de importaciones –alrededor del 11% del total– sólo ligeramente inferior al del segundo (Alemania) y casi el doble que el del cuarto (Francia o Turquía, según los años).
Las principales importaciones se centran en el sector de los hidrocarburos (gas y petróleo), destacando la presencia de Repsol-YPF, que, hasta el estallido de las revueltas actuales, estaba produciendo cerca de 280.000 barriles de petróleo al día.
Repsol y la Compañía Nacional de Petróleos de Libia firmaron en 2008 un nuevo acuerdo por el que se ampliaban los contratos hasta 2032, asegurando a Repsol la explotación de los cuantiosos recursos descubiertos por la petrolera española, cuyas reservas ascendían a 765 millones de barriles.
Del terrorismo a la «amistad»
España y Libia establecieron relaciones diplomáticas en 1961 (Gadafi llegó al poder en 1969), pero a partir de 1986 quedaron bloqueadas a raíz de la expulsión del entonces jefe de la diplomacia libia en Madrid, acusado de tener contactos con un grupo terrorista árabe. No fue hasta 1989 cuando las relaciones comenzaron a desbloquearse.
El presidente español José María Aznar viajó a Libia en septiembre de 2003 y habló con Gadafi sobre la crisis de Irak y el levantamiento de las sanciones a Libia por parte de la ONU.
El anterior ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, visitó Libia en julio de 2008 y entregó a Gadafi sendas cartas del Rey Juan Carlos y del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en las que se reafirmaba «la amistad» con el país magrebí. El viaje perseguía consolidar la relación bilateral, tras la visita que el líder libio hizo a España en diciembre de 2007, su primer viaje oficial a nuestro país en sus, por entonces, 39 años de mandato.
Fue precisamente tras la visita de Gadafi cuando las exportaciones de armas españolas a Libia se dispararon: Las exportaciones en material de defensa aumentaron un 7.700% en 2008. Durante el primer semestre de 2010, según datos de Industria, España vendió al Gobierno libio componentes de aeronaves por valor de 3,5 millones de euros, y en 2008 esperaba facturar 1.500 millones en la venta de material de defensa a Libia, según revela un cable de la legación estadounidense enviado a Washington. Libia fue el segundo destino de las ventas españolas de material de doble uso –civil o militar– en 2009, con 12,7 millones de euros, lo que representó un 12,8% del total.
La situación en Libia, donde la expresión política independiente y las actividades en grupo están prohibidas, y donde el Gobierno impide desde hace décadas cualquier manifestación de disidencia, era ya preocupante antes de que el régimen iniciase la represión de las protestas.
El Gobierno de Gadafi anunció en 2009 su intención de expulsar a todos los «inmigrantes ilegales» y, según Amnistía Internacional, llevó a cabo deportaciones masivas de ciudadanos de Nigeria, Ghana y otros países.
Por otra parte, y según denuncia Human Rights Watch, dos cárceles de Libia, Abu Salim y Ain Zara, son reconocidas por la detención arbitraria de prisioneros políticos, y las autoridades llevan años arrestando a personas sin cargos, que mantienen en régimen de incomunicación durante meses.
Egipto: Un contrato histórico
Los intercambios comerciales de España con Egipto despegaron en 1982, con la firma del mayor contrato de exportación suscrito hasta entonces por nuestro país: A través de las empresas públicas Bazán y Enasa, España se comprometió a suministrar al Gobierno de Hosni Mubarak (recién ascendido al poder) material bélico por valor de 1.000 millones de dólares. Egipto se convertía así en el séptimo cliente comercial español.
En los noventa, España figuraba como la quinta nación en volumen de importaciones efectuado por Egipto (1,3%), y la sexta en exportaciones (1,8%).
Las exportaciones españolas a Egipto en 2006 alcanzaron los 410 millones de euros, mientras que las importaciones superaron los 1.500 millones. Maquinaria, aparatos eléctricos, pinturas y automóviles constituyen las principales ventas que las empresas españolas realizan al país árabe. Por su parte Egipto vende a España combustibles, productos siderúrgicos y cemento.
Unión Fenosa Gas se encuentra a la cabeza de la inversión española, con los 1.400 millones de dólares que destinará a una planta de licuefacción en Damietta (noreste de Egipto). Repsol, que durante años lideró los flujos inversores, abandonó Egipto en 2000. También están presentes, entre otras, FCC, Inditex y Cepsa.
«Buenas relaciones»
España y Egipto han mantenido, desde tiempos del franquismo, lo que el Ministerio de Exteriores define en su página web como unas «buenas relaciones bilaterales», en el marco de lo que reiteradamente se ha venido en llamar «nuestra tradicional amistad con el mundo árabe».
En 1989, Aznar viajó a El Cairo y ofreció a Mubarak su apoyo para combatir el terrorismo islámico, desbloquear el proceso de paz entre israelíes y palestinos, e impulsar el diálogo euromediterráneo.
En 2008 los Reyes realizaron su tercera visita a Egipto y firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación para «fortalecer la lucha contra el terrorismo y la defensa de los derechos humanos». Un año después, Zapatero se entrevistó con Mubarak en El Cairo.
Mubarak, por su parte, ha visitado España en seis ocasiones.
Derechos humanos y libertades
El Gobierno egipcio ha ejercido hasta ahora una autoridad total, con un férreo control sobre la prensa, los sindicatos y las asociaciones profesionales. Las acusaciones de fraude electoral han sido constantes y las denuncias de tortura, que Human Rights Watch denomina «mal endémico» en el país, continuas.
El mantenimiento durante años de las leyes de emergencia ha permitido, además, innumerables detenciones arbitrarias. La ley egipcia preveía sanciones penales que sofocaban las actividades legítimas de las ONG, incluyendo el «participar en actividades políticas o sindicales». El gobierno también utilizaba la fuerza letal contra inmigrantes y solicitantes de refugio que trataban de cruzar a Israel.
Túnez: Ayudas y beneficios
España, Francia e Italia están entre los mayores donantes de ayuda al desarrollo de Túnez, pero también entre quienes más se beneficiaban de las conexiones con el régimen de Ben Alí. De las 3.500 empresas extranjeras en Túnez –la mayoría, con beneficios fiscales–, unas 60 son españolas, destacando las cementeras, que controlan casi la mitad del mercado local.
Una buena parte de la fruta que exporta Túnez es propiedad de empresas españolas como Lolita o Agrolito, pero es en el aceite de oliva donde se centran los intereses españoles en el país norteafricano. Túnez es el tercer país productor y el grupo español Borges es el primer transformador y exportador del aceite tunecino.
Otras empresas españolas afincadas en Túnez son Isofotón (energía solar), Soluciona (filial de Fenosa), y Teoinsa (ferrocarriles).
La tasa de cobertura de las exportaciones españolas a Túnez supera el 155%, con un superávit de 350 millones de euros en 2009.
«Aislar a los violentos»
En 2003 el Ejecutivo de Aznar acordó con el Gobierno tunecino promover un marco institucional que aumentase las inversiones y el comercio bilateral, y en 2004 Zapatero abogó en Túnez por un aumento de las relaciones y la cooperación «para aislar a los violentos», extremistas e integristas.
La última visita por parte española a Tunez fue la que realizó el ministro Moratinos, en mayo de 2009.
Derechos humanos y libertades
El régimen de Ben Alí, derribado por la revolución popular del pasado mes de enero tras más de 20 años en el poder, se caracterizaba por la corrupción y el nepotismo, con las grandes empresas del país en manos de la familia del presidente.
Túnez era un Estado policial de confidentes, con cárceles secretas, desaparecidos y registros domiciliarios sin orden judicial, donde se controlaba hasta el último correo electrónico, y en el que la censura estaba a la orden del día.
Argelia: La ley del gas
Los intereses de las empresas españolas en Argelia están relacionados principalmente con la industria del gas. España importa gas argelino, del que es altamente dependiente, por unos 3.900 millones de euros al año, y exporta industria auxiliar mecánica, tecnología industrial, manufacturas, medicamentos y otros productos por unos 2.000 millones de euros anuales.
En 2006 España y Argelia firmaron un acuerdo para promover las inversiones españolas en este país, y se constituyó un comité de seguimiento sobre los flujos migratorios. Ese mismo año el Gobierno español aprobó el proyecto para la construcción del gaseoducto que, a través de Almería, unirá Argelia con España para suministrar a toda la zona sur de Europa.
En 2007, no obstante, la compañía estatal argelina Sonatrach rescindió el contrato suscrito con Repsol-YPF y Gas Natural para desarrollar el gran proyecto integrado de gas natural de Gassi Touil, que las dos empresas españolas se adjudicaron en 2004 en un concurso internacional y que suponía su mayor contrato, valorado en 1.600 millones.
Entre los proyectos más ambiciosos de las empresas españolas en Argelia se encuentra la tercera fábrica Amoniaco, de Fertiberia, donde el Grupo Villar Mir ha invertido cerca de 117 millones de dólares.
Derechos humanos y libertades
En Argelia, las personas sospechosas de actividades subversivas o terroristas son frecuentemente juzgadas en procesos que no cumplen el derecho internacional sobre juicios justos.
Amnistía Internacional denuncia asimismo que el Gobierno de Bouteflika no ha tomado medidas significativas para abordar los graves y generalizados abusos contra los derechos humanos cometidos por grupos armados y por las fuerzas de seguridad del Estado durante la guerra de los años noventa, y que periodistas y defensores de derechos humanos sufren hostigamiento y han sido procesados, acusados de difamación y otros delitos, por criticar a instituciones o cargos públicos.
Marruecos: Objetivo prioritario
España es el segundo cliente proveedor e inversor en Marruecos, después de Francia. Actualmente existen en el país vecino más de 600 empresas españolas, establecidas en diferentes sectores (banca, energía, telecomunicaciones, turismo), con un volumen total cercano a los 5.000 millones de euros.
La creciente implantación española en Marruecos no sólo se debe a la cercanía geográfica, sino también a sus reducidos costes de producción, a las ventajas fiscales para la exportación y a los tratados de libre comercio con la Unión Europea.
En 2008 se firmó del mayor acuerdo financiero suscrito entre ambos países, con una ayuda española de 520 millones de euros durante tres años, de los que 420 millones quedarán en manos de empresas españolas.
Entre las compañías españolas con inversiones en Marruecos, destacan Telefónica, Gas Natural, Abengoa, Alsa, SOS y el Grupo Barceló.
Colaboración «esencial»
Pese a los frecuentes conflictos diplomáticos con Marruecos, el Gobierno califica las relaciones españolas con el país magrebí de «excelentes».
Aparte del contencioso por Ceuta y Melilla, y de que Rabat controla el flujo migratorio de sus ciudadanos hacia España, la colaboración con el Ejecutivo marroquí se considera esencial para luchar contra el narcotráfico (Marruecos es la base principal del tráfico de drogas hacia la Península), para combatir a Al Qaeda en el Magreb y por la importante inversión española en el país vecino, aparte de por los acuerdos económicos (en materia de pesca, sobre todo) firmados entre Rabat y la UE.
Derechos humanos y libertades
La mayoría de las denuncias por violaciones de los derechos humanos en Marruecos están relacionadas con el conflicto saharaui, e incluyen detenciones arbitrarias, tortura y desapariciones.
Los manifestantes que se echaron a la calle el pasado día 21 exigían reformas que garantizasen un funcionamiento más democrático de las instituciones, mayores garantías sociales, económicas y políticas, y el fin de la presión a los medios de comunicación y de la censura.
Por otra parte, y aunque la situación política en Marruecos no sea tan opresiva como en la Libia de Gadafi, el Túnez de Ben Alí, la Siria de Asad o el Egipto de Mubarak, los informes de la Embajada de EE UU en Rabat filtrados por Wikileaks sacaron a la luz una situación de grave corrupción en torno a la casa real. Según la revista Forbes, los negocios de Mohamed VI le han llevado a convertirse en el séptimo monarca más rico del mundo, con un patrimonio personal estimado en 2.500 millones de dólares.
Bahréin: Presencia modesta
La presencia española en Bahréin no es tan importante como en otros países de la región (el pequeño país árabe ocupa el puesto número 100 como cliente de productos españoles y el 93 como proveedor a España), pero existe. Las exportaciones están diversificadas, resultan atractivas para varios sectores y en 2010 superaron los 50 millones de euros (70 millones en 2009).
Las compras, por su parte, rondaron en 2010 los 67 millones de euros, y se centran en el sector del aluminio. Entre las empresas españolas con presencia en el país del Golfo se encuentran Mapfre, Zara y Mango.
En 2008 España y Bahréin firmaron un acuerdo para reforzar las relaciones en materia industrial, turística, de telecomunicaciones, infraestructuras y energía.
Derechos humanos y libertades
En Bahréin apenas hay representación ciudadana o instituciones políticas. No se consiente ni la disidencia ni las protestas. La oposición está sujeta a arrestos arbitrarios, con acusaciones de tortura y deportaciones, según el informe de Amnistía Internacional de 2009.
La mayoría chií exige una mayor representación a la clase gobernante (suní), y las mujeres, aunque tienen acceso a una mayor educación y disfrutan de una mejor calidad de vida que en algunos países vecinos del Golgo Pérsico, no tienen derechos políticos ni representación.
El gobierno es una monarquía hereditaria. La familia Jalifah gobierna el país desde 1783.
Yemen: Alto riesgo
Según el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, la balanza comercial bilateral con Yemen se caracteriza por la diversidad de las exportaciones españolas y por importaciones constituidas fundamentalmente por pescado.
En 2007 (último año contabilizado), nuestras exportaciones a Yemen ascendieron a 21,3 millones de euros, mientras que el valor de nuestras importaciones se situaba en 13,4 millones. Esto arrojó un saldo comercial positivo de 7,9 millones de euros y una tasa de cobertura favorable del 158,9%.
El país, uno de los más pobres del mundo, está catalogado de alto riesgo por el Ministerio de Asuntos Exteriores desde que ocho turistas españoles fallecieron en un atentado cometido por Al Qaeda en julio de 2007.
La visita más importante de un representante español al país árabe fue la realizada por el ministro Moratinos en abril de 2006, cuando el jefe de la diplomacia española subrayó el interés común en explorar proyectos empresariales conjuntos para los sectores de la pesca y el turismo.
El presidente de Yemen, Alí Abdula Saleh, visitó España en enero de 2008, cuando anunció la conmutación de la condena a la pena de muerte y la extradición a España que pesaba sobre un ciudadano español de origen sirio sentenciado en Yemen por actividades terroristas.
Durante esta visita las dos delegaciones firmaron además cuatro acuerdos de cooperación en el ámbito del turismo, de la educación, de la sanidad y de la protección de las inversiones.
Derechos humanos y libertades
En Yemen no existe pluralismo político real y hay graves restricciones a la libertad de reunión y expresión. En su Informe 2009, Aministía Internacional denuncia detenciones ilegales y por motivos de conciencia, juicios injustos, represiones violentas por parte del Estado y casos de tortura y brutalidad policiales, derivados principalmente de la lucha antiterrorista.
El sistema político es, en la práctica, unipartidista, ya que el Congreso General del Pueblo domina la vida política del país.
Existe pena de muerte para casos de asesinato, adulterio y homosexualidad, y aunque aún no ha habido ejecuciones por ello, la apostasía es considerada un crimen capital.
En noviembre del año pasado España negociaba la venta de más de 200 carros de combate, en un contrato de 3.000 millones de euros que será el mayor realizado hasta ahora por nuestra industria armamentística. El destinatario: Arabia Saudí, un país en el que la oposición política está prohibida, la práctica abierta de cualquier otra fe que no sea el islam es ilegal, hay graves restricciones en prácticamente todos los aspectos de la vida de las mujeres y se […]
Las informaciones provenientes de Libia son contradictorias, parciales y, en ocasiones, sin confirmar. En cualquier caso, no hay ninguna duda de la brutalidad del régimen, y de que el número de muertos es muy alto: centenares, según las organizaciones no gubernamentales, probablemente más si se tiene en cuenta la violencia utilizada por las milicias del régimen. Si bien el este del país, con las ciudades de Bengasi y Tubruk, ha caído en manos de los insurgentes, lo que ha permitido la entrada en Libia de periodistas extranjeros, la parte oeste, y especialmente Trípoli, continúa siendo inaccesible. Aparentemente, Gadafi ha recuperado el control de la capital, y parece conservar el apoyo de las tribus de la región. […]. Por otro lado, se está apoyando en mercenarios del África subsahariana, lo que podría contribuir a aumentar el racismo contra los negros que viven en el país.
El carácter errático y dictatorial del coronel Muammar al Gadafi quedó confirmado en su iluminado discurso del pasado día 22. El líder libio recordó las conquistas conseguidas durante su mandato, y, en particular, la retirada de las bases británicas y estadounidenses y la nacionalización del petróleo, unas conquistas que le valieron, al principio, una popularidad indiscutible y una condena occidental igual de masiva. Pero en su discurso se prodigó también en declaraciones amenazadoras e incoherentes, afirmando que no podía dimitir puesto que no ocupa ningún cargo oficial, que lucharía hasta la última gota de su sangre, que el país se dirigía hacia la guerra civil, etc.
La justificada indignación que ha producido contrasta con el silencio que prevalecía cuando el régimen, a principios de la pasada década, masacraba sin piedad a los islamistas al tiempo que ensayaba una reconciliación con Occidente. La detención y la tortura de los militantes islamistas en Libia (como en Egipto o en Túnez) no parecía indignar a los bien pensantes. […]
Gadafi, durante su intervención en la televisión estatal libia
Después de su breve y surrealista aparición televisiva del lunes por la noche (en la penumbra de lo que parecía un callejón de posguerra, paraguas en mano, sentado en una especie de ‘cuatro latas’ destartalado, y con pinta de no haber dormido y de no haberse lavado la cara en una semana), el líder libio, Muamar al Gadafi, retomó este martes ese gusto de los dictadores por los discursos interminables y, en una iracunda intervención de más de una hora, retransmitida por la televisión estatal, aseguró que no abandonará el poder, que está «dispuesto a morir en Libia como un mártir» y que combatirá a «las ratas que crean los disturbios» hasta la «última gota» de su sangre.
Con tono amenazador e indignado, y embutido para la ocasión en un vestuario austero (marrón de la cabeza a los pies; nada que ver con las túnicas estrafalarias y los ropajes fantasía de los últimos años), Gadafi hizo su aparición entre las ruinas de una de sus casas de Trípoli, en concreto, una de las que fueron bombardeadas por EE UU en 1986, y que es ahora una especie de museo denominado «Casa de la Resistencia».
En medio de la brutal represión, bombardeos de la fuerza aérea incluidos, contra la gran revuelta popular que le está plantando cara, el dictador se tomó su tiempo, pero fue al grano: Dijo que «todavía no he usado la fuerza, pero lo haré si es necesario» (los al menos 300 muertos –se teme que sean muchísimos más– que hay ya deben de haber fallecido por una epidemia), añadió que piensa «limpiar Libia casa por casa» y recordó, leyendo aplicadamente su propio código penal, que «todos los que quieran dañar a Libia serán ejecutados sin piedad».
Otras perlas para la historia fueron tomar la matanza de Tiananmen como referencia moral («Los jóvenes de China fueron aplastados por los tanques. Nadie puede permitir que su país se convierta en el hazmerreír del mundo»), considerarse a sí mismo «un guerrero beduino que trajo la gloria a los libios», decir que no piensa dimitir porque en realidad no ostenta ningún cargo («Soy el líder de la revolución hasta el final, no un presidente que abandona su puesto […]. Yo soy la gloria y si tuviera un cargo os habría dimitido en la cara, pero no tengo ningún cargo sino mi fusil»), o afirmar que los jóvenes que protestan «están sirviendo al demonio» y que «toman drogas alucinógenas», y que los manifestantes quieren convertir Libia en «un nuevo Afganistán», o en una «república islámica» («¿Quieres que América te ocupe?»). Todo ello, por supuesto, hablando de sí mismo en tercera persona, como corresponde a un egomaníaco de pro («Todos los que quieran a Gadafi tienen que salir de sus casas y reunir a sus hijos»).
Un discurso, en fin, delirante, pero no sorprendente. Gadafi es Gadafi, y lo lleva siendo desde hace más de 40 años, por más que a EE UU y a Europa les haya venido muy bien su reconversión de los últimos tiempos (sólo hacia el exterior, no de puertas adentro), cuando, perdido su aliado soviético y ante el temor de ser barrido por los islamistas, pasó de ser el grano en el culo de Occidente a transformarse en un excéntrico pero útil amiguete que se ha paseado por las principales capitales europeas plantando jaimas, estrechando manos (las del rey, Aznar y Zapatero, incluidas), y vendiendo suntuosos contratos a empresas energéticas y armamentísticas. Eso sí, los inmigrantes y los terroristas islámicos me los mantiene usted a raya.
La buena noticia es que el discurso podría ser, al fin, el canto del cisne del tirano. Esta vez hay demasiados muertos sobre la mesa, y, además, tal vez ni el mismísimo Gadafi pueda sobrevivir a la presión que supone el resto de las revueltas populares democráticas en toda la región (las de Egipto y Túnez, sobre todo, pero también, aunque hayan pasado ahora mismo a una especie de segundo plano antre la gravedad de los acontecimientos en Libia, las de Bahréin, Yemen, Marruecos o Argelia). De momento, ocho embajadores libios en el extranjero han renunciado ya a su cargo, que no es que sea gran cosa (a buenas horas, mangas verdes), pero sí es una señal. Lo de que «de aquí no me mueve nadie» parece ser, además, una tónica común en los últimos discursos de los dictadores, junto antes de irse. Lo fue en el caso de Ben Alí, en Túnez, y también en el de Mubarak, en Egipto.
Será necesario, no obstante, que Occidente se sacuda de una vez su vergonzosa parsimonia y se decida a hacer algo más que declaraciones tardías e insulsas. Si no para purgar sus décadas de pecados, sí, al menos, para que lo que parece un cambio inevitable se realice lo antes posible y no siga muriendo más gente.
La ONU ya ha condenado las matanzas y habla de crímenes de guerra. Algo es algo. Pero no basta. Hace falta mucha más contundencia. Hace falta dejar claro a los déspotas que sus acciones serán perseguidas por la justicia internacional, que no tienen ningún apoyo, ni económico ni armamentístico, que sus reservas de gas y petróleo ya no son un seguro de vida. Hace falta abandonar excusas como que EE UU no tiene poder de presión sobre Libia como lo tenía sobre Egipto (tampoco tiene mucho poder sobre Irán, que se sepa, y eso no parece ser un gran problema a la hora de presionarle) … En fin. ¿Nos interesa una Libia democrática? Sólo formular la pregunta debería ser inmoral.
¿Y después? Después no será fácil. Libia está demasiado devastada por décadas de dictadura. No hay un tejido social organizado, no hay una oposición capaz de afrontar la transición, y el Ejército (aunque el régimen esté reclutando mercenarios para aplastar las protestas) tiene ya las manos manchadas de sangre. No será fácil, pero es necesario. Ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. De momento, este otro puente no puede caerse.
Después de su breve y surrealista aparición televisiva del lunes por la noche (en la penumbra de lo que parecía un callejón de posguerra, paraguas en mano, sentado en una especie de ‘cuatro latas’ destartalado, y con pinta de no… Leer
Gadafi, durante la cumbre de la Unión Africana en Adís Abeba, Etiopía, el 2 de febrero de 2009. Foto: Jesse B. Awalt US Navy / Wikimedia Commons
Muammar al Gadafi lleva 41 años ejerciendo el poder total en Libia (aunque oficialmente no ocupa ningún cargo público, se le atribuye el título honorífico de «Líder de la Revolución» o «Hermano Líder y Guía de la Revolución»), y es el principal responsable de la brutal represión que están sufriendo los que, al fin, se han atrevido a plantarle cara.
Según sus, cada vez menos, defensores, se trata de un líder hábil, revolucionario e idealista. Sus detractores, en cambio, lo consideran un dirigente imprevisible y déspota, que persigue su propia permanencia en el poder y ha estado implicado en actos de terrorismo. Ha sido objeto de varios intentos de derrocamiento por parte de EE UU, y en 1986 el Gobierno estadounidense del entonces presidente Ronald Reagan ordenó un bombardeo sobre Trípoli en el que murió una de sus hijas.
El siguiente ensayo, publicado en 2003 por el profesor libio afincado en EE UU Mohamed Berween, disecciona la figura del dictador y su trayectoria respondiendo a cuatro preguntas: ¿Quién es Gadafi?, ¿cuál es la esencia de su política?, ¿cuáles son sus principales objetivos?, ¿cómo los consigue?
The Political Belief System of Qaddafi: Power Politics and Self-Fulfilling Prophecy
Mohamed Berween The Jounal of Libyan Studies Vol. 4, No. 1 (2003)
1. Introduction: Who is Mu’ammar Qaddafi?
Some have called: him a madman,1 a strongman,2 the Fith Horseman,3 a terrorist,4 a psychopathic ruler,5 an oxymoron,6 an enigma,7 a pariah.8 Others have called him a thinker,9 a visionary,10 a brother leader,11 a charismatic leader,12 and even a prophet.13 For instance, to Professor Francis Dessart, who is the IAWP (International Association for World Peace) Permanent Representative to UNESCO, Qaddafi is
A man of faith and tradition, Mu’ammar Qaddafi cannot be classified according to the criteria commonly admitted. If you search for him on the Right, you will ind him on the Let, since he preaches in many ways a renovation with the air of revolution. But if you look for him on the Let, you risk inding him on the Right, because this sincere mystic is tied to more than one traditional value. It is not Qaddafi who is senseless; it is the terms that are obsolete, and upon which are based the subjective judgements of foreign observers who are more interested in polemic than in the truth.14
At the Second World Mathaba Conference held in Tripoli on 15 March 1986, Minister Louis Farrakhan, the leader of the «Nation of Islam» in America, introduced Qaddai as follows:
The Libyan Arab people’s collective need for freedom produced a leader who was bom to serve the masses…when a people is oppressed, the need for freedom produces a longing which in turn produces a leader The oppressor is always watching for that leader They know that the people will never be free until they produce a leader with the vision to create the revolution and see it through to its end. Such a leader is Mu’ammar Qaddafi… He is more than just the Leader of the Libyan people, more than the Leader of the struggling Arab nation, more than the symbol of hope and freedom for the oppressed of Africa, Asia and Latin America. For he is, above all, the Leader of the World Revolution. A man of determination and courage, who is carrying the torch of real liberty not just for his own people but for the people of the entire world. These are not just mere words or idle phrases but praises, because unlike many of this century’s heads of state who have laid claim to the mantle of «revolutionary leader,» Mu’ammar Qaddafi’s actions and life have earned him the title of Leader of the World Revolution. Many men have apportioned to themselves the titles of Leader and Revolutionary, but few reflect the great responsibilities of such appellations in even the smallest aspects of their lives. Mu’ammar Qaddafi is a truly unique man, a man of a different calibre, a man whose example and thoughts inspire the struggling oppressed masses and haunt the oppressors. This is why he is loved by the peoples of the world but feared by the ruling, exploiting cliques who know that his words and actions expose them for what they are.15
In Mirella Bianco’s book A Voice rom the Desert, the Italian witer portrays Qaddafi in glowing colours, whose singulaity was apparent even as a child. His seiousness and taciturnity, she reports, marked him off other children. «Yet,» the reader is assured, «his stern countenance was always tempered with an inquisitive smile. He was an only son to a family who lived in the desert, far rom the city and its demands and beneits. Young Mu’ammar seldom played with his cousins; rather he was always lost in thought about one thing or another.»16 Bianco, intent on outdoing other Qaddafi eulogists, actually compares him with the Prophet Muhammad, both of them being «Bedouins of a similar desert background». According to her, they both share common love for reedom, physical endurance, and an ideal of equality in society. They are both given to meditation, and share the belief that no real change in society can occur without a spiitual transformation. Both share a feeling of urgency in having to convey their vision of the universe to others. They are both teachers with unshakable certainty in the lightness of their convictions. They both possess unusual courage and an indomitable determination to pursue their mission. Finally, they are products of similar moments of transition and change in human history.
The panegyic marches on unchecked to the end of this «biography,» which concludes with these resounding words: «The future will decide whether Mu’ammar Qadfai is to be simply a shooting-star across the skies of the Arab World rom the Atlantic to the Gulf, or whether he is to be the bearer of its message to mankind.»17
And when Qaddafi himself was asked about how he was brought up, he responded by stating that:
It was diicult in terms of the circumstances and the environment under which I lived. Bedouin life is mobile; the stictness of upbringing therefore comes rom the seveity of these circumstances. But socially I was ree. We were Bedouins enjoying full reedom, and we lived amongst nature and everything was absolutely pure, in its true self, in ront of us. We lived on the land and there was nothing between us and the sky. Bedouin society made me discover the natural laws, natural relationships, life in its true natue and what suffering was like befoe life knew oppression, coercion and exploitation. This enabled me to discover the truths that I have presented in the Green Book. It gave me a chance, which has never been given to anybody else in my position. I have known and lived life in its very primitive stages. Because of that early life, a very simple life, I have lived life in its vaious stages ight up to this modern age of impeialism when life became very complicated, very abnormal and unnatural…I had a general idea how to make the masses ree, how to make man happy. After that, things started to get clearer.18
So what are we to make of Qaddafi? Is he a great man, a superman, a near-prophet, as descibed above, or something else? In an attempt to assess his character and achievements, this article will try to address the following three questions:
What is the essential nature of Qaddafi’s politics?
What are his main goals?
How does he pursue his goals?
2. What is the Essential Nature of Qaddafi’s Politics?
Qaddafi sets much store by power; the essence of politics is the struggle for power, and he has emphasized this on many occasions and in numerous speeches. In one of his irst speeches, addressed to the students of Gharyounis University at Benghazi in May 1975, he told his audience that «…I have become the leader of this revolution by force, and you should know that I will not leave it except by force…»19 He also concludes his Green Book, Part I, The Solution of the Problem of Democracy, published in English in 1976, with the following statement:
«Theoretically, this is the genuine democracy. But realistically, the strong always rule, i.e. the stronger part in the society is the one that rules.»20
3. What are Qaddafi’s main goals?
Qaddafi believes in nationalism,21 unity,22 socialism23 and heroism.24 The irst of his pursuits is Arab nationalism, the constant element proclaimed by Qaddafi as his main goal. He has based this Arab nationalism on a gloiication ofArab history and on a culture that conceives of the Arabic-speaking world as a single, Arab nation. He considers Libya as the heart, the vanguard, and the hope of this nation hence the custodian ofArab nationalism. He also sees himself as Nasser’s heir, and claims that Nasser designated him the trustee of Arab nationalism.
His second goal is Arab unity. He believes that the ultimate purpose of the Libyan Revolution of 1 September 1969 was to embark on the process of Arab unification. Within weeks, of this event, Qaddafi did in fact take the first tangible steps toward realizing such unity, amongst other things, offeing Libya to Nasser as an instrument to be used for implementing his Pan-Arab vision. Part I of the Constitutional Proclamation of 11 December 1969, descibed Libya as an Arab, democratic republic whose people constituted part of the Arab Nation (al-umma al-‘arabiyya) and whose objective was Arab unity.25 To Qaddafi, unity between the Arab counties is not just an option but is, as he stated in a speech on 16 September 1969, «an inevitable necessity…a decisive historical reaction to the challenges of Zionism and colonialism…necessary to protect the achievements of the Arab nation.»26 Since 1969, he has made around fourteen attempts to unite Libya with Arab and non-Arab counties, all of them ending in failure. For instance, on successive occasions he has tied to unite Libya with Egypt, with Sudan, with Syia, with Tunisia, with Algeria, with Morocco, with South Yemen and with Chad. He has proclaimed that «Arab geopolitical uniication is an absolute necessity, and there is no way for any Arab state other than unity.»27
His third goal is socialism, which he regards as the only solution to the economic problems facing the world today. Indeed, the term freedom, itself, according to Qaddafi, is closely related to socialism. Thus in a speech delivered on Tipoli Radio, 16 October 1976, he said that the people who have long been denied social justice and robbed of their wealth will accept no alternative to socialism.
Qaddafi’s approach to socialism took a clearer form with the publication, in 1978, of Part II of his Green Book, The Solution to the Economic Problems: Socialism, in which he argues that the economic problem still exists «because the wage worker is like a slave to the master who hires him, even if the state owns the enterpise and the income rom it goes to the community (as under Marxist systems). No-one, Qaddafi continues, can be free if somebody else controls what he needs to live a comfortable life. Everyone is entitled to a house, a vehicle and an income, but he should not work for wages, since he would then be under the control of his employer; nor should he have an extra house to rent out. Ownership of land is specifically prohibited, because land is the property of society and not the individual. The accumulation of savings beyond a level necessary to satisfy individual needs is considered exploitative, on the assumption that all societies suffer rom a scarcity of economic goods, hence accumulating wealth beyond one’s immediate needs is at the expense of others.»28
His fourth and final goal is to have himself considered as the saviour of the Arab nation. He considers himself a hero, defining such a person in his Green Book, Part II, thus: «Heroes in history are persons who have made sacifices for others.»29 He conceives a leader as being a saviour of his people, one who should guide and encourage them to take over the instruments of government. He is always proud to tell the story of his alleged confrontation with the English language inspector, in the town of Misurata one day early in 1962, in order to show his heroism and deiance. Comcerning this, Fredeick Muscat, in his book My President, my Son, descibes Qaddafi’s story as follows:
All young men in the class rose to their feet with a precision that seemed almost mechanical. They all rose together, except him [Qaddafi]. The door opened inwards and crashed against the classroom wall as the English inspector Johnston, who was in charge of the English Language course, floated in, self-assured and arrogant. He eyed the students with a discerning look on his face, and his gaze fell on Qaddafi, still rooted in his seat, immobile as the rest of the class stood uneasily to attention. Johnston’s stare remained glued on the defiant young man… Qaddafi glared back and then started to tear some of the papers on the desk… They continued to stare and glare at each other for some time, and then Qaddafi began waving a key-chain at him Out of the corner of his eye, Johnston could just make out the minute portrait of Nasser hanging at the end of the chain ,and slowly, it was becoming clearer and clearer to him what the young man meant by his attitude … Johnston had fully and completely understood the challenge, and he meant to break that student down, there and then. He approached him and abruptly .. .»Boy, do I dislike you!» Qaddafi replied that he feeling was a mutual one… In a blind outrage, Johnston ordered Qaddafi out of the classroom. Qaddafi felt that it was a slap in the face and replied: «You are the one who will have to leave. How dare you dismiss me in my own homeland, you colonialist.» Qaddafi was called to the office of the headmaster of the school The Headmaster advised Qaddafi never to react in an emotional state of mind. «Do as Nasser does,» he told him.30
Whether fact or fiction, the story is a reflection of how Qaddafi has projected himself as a hero and a man of courage. Since Qaddafi succeeded in his coup d’etat on 1 September 1969, he has believed that in order to achieve Arab unification, the Arab people need a leader, and he thinks that he is that leader, the new Nasser. To achieve this goal, Qaddafi started shortly ater his successful coup by designating himself leader of the Revolutionary Command Council. With the suspension of the Libyan Constitution and the outlawing of political parties in 1969, Qaddafi went on to make himself the undisputed leader of his country.31 Since then, he has considered himself as the leader or the «guru» of the revolution, the one who oversees the philosophical direction of the nation and ensures that it is on the ight path. He also sees himself as the Bismarck of the Arabs, one whose mission is to reconstitute the deep-rooted identity of the Arab nation.
4. How does Qaddafi Pursue his Goals?
In pursuit of his goals, Qaddafi has had recourse to a vaiety of means and tactics, regardless of whether they are legal, moral, humane, or not. These will be considered here under six headings.
(a) The Role of Need in Human life
A Bedouin by birth, Qaddafi was reared to believe in an old Bedouin saying, «If you starve your dog, it will follow you,» one that the Bedouins used in training their dogs for herding sheep. Unfortunately, Qaddafi has taken this maxim out of its context and has applied it as a guiding pinciple, in this case, to the Libyan people. He has understood this saying to mean that the more you make people feel that they need you, the better will they toe the line, a manipulative technique consistent with several observations that he makes in his Green Book. Thus he has witten that «Man’s reedom is lacking if somebody else controls what he needs… a person in , need is a slave indeed.»32 Armed with this manipulative weapon, Qaddafi’s belief in the role of need has led him to use it very effectively to control the Libyan people.
For instance, he has used it to create conflict between property owners and tenants, as he explains in the Green Boot. «The house is a basic need of both the individual and the family. Therefore, it should not be owned by others. There is no freedom for a man who lives in another’s house, whether he pays rent or not…no-one has the right to build a house additional to his own and that of his heirs, for the purpose of renting it out, because the house represents another person’s need, and building it for the purpose of rent is an attempt to control the needs of that man and, and freedom is only latent for a person in need.»33 This declaration by Qaddafi encouraged many of those tenants to refuse paying their rents to the owners, thus causing a lot of friction, especially in large cities such as Tipoli and Benghazi.
(b) Crushing opponents.
The second tactic used by Qaddafi to pursue his goals is crushing his opponents, and his success in retaining power can be attributed to his brutal repression here. He himself has been the target of at least nineteen attempts at coups d’etat, and there have been several reported assassination attempts since his coming to power in 1969. He has stated in numerous speeches that the enemies of the revolution are the enemies of the people, and they have to be crushed by and any means necessary. He considers every one who has opposed him within Libya as an enemy of the people, and external enemies as the enemies of the revolution. From his irst day in power, he has attacked the major collaborators with, what he called the old regime, labelled enemies of the people and imprisoned or expelled, and this policy culminated in his speech of 15 Apil 1973 at Zwara, one which came as a surpise even to his Revolutionary Command Council, in which he expounded «Five points for the continuation of the Revolution.»
In the early eighties (especially from 1980 to 1982) Qaddafi directed what he called the Revolutionary Committees and Revolutionary Guards to act against the citics and opponents of the Revolution. Their bief was startlingly simple: to get rid of the enemies of the Revolution or as Qaddafi put it, «to liquidate stray dogs.»34 In February 1980, his Revolutionary Committees called for the liquidation of Libyan dissidents living abroad, ater which «hit squads» were sent abroad to silence opponents. These Committees and Guards have used a wide range of tactics, with boundless zeal. They have peiodically «carried out crackdowns on opponents at home and despatched hit squads to murder Libyan exiles who have citicized Qaddafi in Europe or in the United State.»35 «Qaddafi has proudly acknowledged killing more than a dozen of these «stray dogs» since 1980.»36
Qaddafi claims that he has the right to crush his opponents because they are the enemies to the Libyan masses and the Revolution, not because he wants to remain in power. «It is shameful, he has said, «for a man individually to defend the authoity he practises. It is a cime if one kills others in order to remain in power, but it is honourable to defend the authoity of the people and to kill in order to make it possible for the Revolution to triumph. Therefore, we will not be ashamed when we carry our arms in the streets for the sake of the Revolution, and we will never hesitate to crush any attempt that opposes the authoity of the people.»37 According to the Bitish Broadcasting Corporation, Qaddafi has said that «we will corner the traitors here, and we will trample them underfoot, and we will physically liquidate them. With their blood, we will wash off the disgrace they have let on our soil». He has labelled Libyan exiles as «stray dogs» and has called for their elimination. Eleven exiles living in Europe were killed in 1980-81 by Libyan agents, and the counties in which these acts occurred justifiably condemned the Libyan regime.
(c) The Politics of Fear.
The third tactic used by Qaddafi to pursue his goals is what may be called the politics of fear. Fear is, on one hand, Qaddafi’s main enemy, and on the other hand, it is his best riend. He recognizes that fear is a potent factor in politics, and he knows where, how, and when to use it. He has become adept in scaing the weak and avoid the wrath of the powerful. Fear makes Qaddafi trust almost no-one, to the extent that, within Libya, he never sleeps in the same place two nights in a row and does not eat food prepared and served by people he does not know. Because of an obsessive fear of losing in a contest, he backs down whenever he feels that he is in real danger. For instance, when President Ronald Reagan came to office in the United States in 1981, the new administration determined on restoing Ameican international reputation and prestige. What was needed by Reagan, as Jack Anderson has stated, «was an enemy that could be easily defeated, that was not too closely allied with Moscow, and whom the Ameican people could hate.» Libya seemed like an appropiate candidate. The only problem was that though Americans detested Qaddafi, they were not necessaily in favour of military action. In August 1981, the United States sent its Sixth Fleet into waters and airspace claimed by Libya. The U.S. claimed that it was merely asserting its ight to use international waters. However, U.S. officials later admitted that they were doing this because «We wanted to tweak Qaddafi’s nose.»38 Or as one oficial said: «Of course, we are aching for a go at Qaddafi», and if he «sticks his head up, we will clobber him; we are looking for an excuse.»39 The admimstration believed that, in order to build support for a military strike against Libya, «Qaddafi would have to be provoked into taking some action. Therefore, the U.S. forces moved across the line drawn by Qaddafi, his ‘Line of Death.’ The U.S. forces had been told by the White House that they were to use disproportionate strength in responding to any Libyan action.»40 The administration made no secret of what it was hoping to achieve by the clash.. «The question now is what will Qaddafi do to save his manhood?»41 When Qaddafi recognized the seiousness of the situation, and believed that the U.S. was engaging in a direct threat to his own person and actively trying to overthrow him, he backed down, acknowledging publicly that he «…had previously backed some groups without meticulously examining their aims and role. He claimed he had totally withdrawn his support rom some of them when he discovered that they had been practicing terroism for its own sake.»42
(d) Destroying the Main Institutions and Instruments of Public Administration in Society.
The fourth tactic used by Qaddafi to pursue his goals has been to destroy the main institutions and instruments of government in society. In his speech of 15 Apil 1973 at Zwara, he declared that»… If we want the Revolution to continue, we need to have a Revolution against Bureaucracy. The masses whom I shall arm,» he went on, «will destroy bureaucracy and do away with the bariers… Any bureaucrat who tells any citizen to come back tomorrow, or who neglects his own work, should expect the man rom the street to react against him… I am aware of the fact that there is an administrative bureaucracy that stands as a barier facing the masses, a barier which grows day by day. Revolution should be declared against such a structure. Accordingly, whoever wants to join our march should become a revolutionary, whereas he who stands against us will be trodden under our feet.»43
Qaddafi re-emphasizes this point in his Green Book, which he considers to be the final solution to the problem of the institution of government. He states that all modern political institutions and institutions of government should be eliminated.
These include such institutions as parliaments, political parties, plebiscites, participation, and even the constitution and laws of society. Thus he believes, as stated in the Green Book that: (i) a parliament is a misrepresentation of the people and parliamentary governments are a misleading solution to the problem of democracy;44 (ii) representation is a denial of participation and a falsification of democracy;45 (iii) the party system aborts democracy. The party is the contemporary dictatorship, the modern dictatorial instrument of governing, the rule of a part over the whole;46 (iv) plebiscites are also a fraud against democracy. Those who say «yes» and those say «no» do not, in fact, express their will; they have been silenced through the conception of modem democracy;47 and inally, (v) law is the other problem parallel to the problem of the institutions of government. It is undemocratic, and should be regarded as invalid, for a committee or a parliament to be entitled to drat the laws of society and likewise for an individual, a committee or a parliament to amend or abrogate the law of the society.48
(d) Avoiding Responsibility
The fith tactic used by Qaddafi in order to pursue his goals has been avoiding responsibility.
In 1969 he declared himself the leader of the Revolution Command Council, and in 1970 he also became the Pime Minister. From 1970 to 1977 he worked systematically to destroy the main political and social institutions of the land. He also crushed all opponents and anyone who tied to citicize him. In 1977, the official name of Libya was changed rom a Republic to the Jamahiiyya and the Revolution Command Council was replaced by the General People’s Congress. Qaddafi was its first Secretary-General and rom 1977 to 1979 he gave himself the title of the Secretary-General of the People’s General Congress. In March 1979 he resigned rom the post of Secretary-General of the General People’s Congress, so that he could, as he claimed, devote more time to revolutionary work. However, he remained the sole ruler of Libya. Since then he has been trying to justify his new position by separating his personal authoity rom the Revolution. Thus in what he called the «Revolutionary Manifesto,» which he issued on the Ninth Anniversary of the Revolution, he stated that «I will not practise authoity as rom now, but I will be practising the revolution with the revolutionary forces, the revolutionary committees and the revolutionary groups, while the masses, alone, will practice authoity… I myself will remain outside the conferences and the Secretaiats, including the General Secretaiat. I will remain outside the popular committees, including the General Popular Committee. I will not assume any executive, administrative or union post, but I will retun to my proper and natural place which is the Revolution, not the exercising of authoity.»49 Accordingly, Qaddafi still refuses to call himself a head of the state, preferring the designation of «motivator of the masses to permanent revolution.» He is in charge without position or responsibility, so that one might say that he is head of everything but responsible for nothing. If Qaddafi will remain outside the popular committees, as he said, and will not assume any executive, administrative, or union post so the question is, what, then, is Qaddafi’s role in the Libyan government today? And how can he be held accountable? When he was asked this question by the French daily Le Figaro, his response was: «Now my role is peaceful. I fought at the time of national liberation …But now one can throw away the gun, and work for peace and development. That is my role.»50
(f) An Endless Succession of Mass Campaigns
The sixth and final tactic used by Qaddafi to pursue his goals is what could be called an endless succession of mass campaigns. By the time he has inished one campaign, he initiates another. Amongst these, the following six have been of paramount importance:
1. The Seminar on Revolutionary Thought (May 1970);
2. The establishment of the Arab Socialist Union (1971);
3. The Popular Revolution campaign (1973);
4. The establishment of the People’s authority (1 September 1976);
5. The establishment of the Revolutionary Committees (1978); and
6. The physical liquidation campaign (March 1979).
In his first communique to the Libyan people, on 1 September 1969, Qaddafi made the following declaration, on behalf of the Revolutionary Command Council: There shall be no one oppressed, deceived or wronged, no master and no slave, but free brothers in a society, over which, God willing, shall flutter the banner of brotherhood and equality.51
When the Libyan people heard this speech on the radio, they rushed into the I streets in waves of celebration and support. Even though the Libyan masses did not know who was behind this coup d’etat, they felt that this was what they had been looking for. Thousands of people, in every town and village in Libya, took to the streets, shouting for reedom and hailing the downfall of the monarchy.
The first mass campaign mobilized by Qaddafi took the form of debates at public seminars in May 1970, when he called upon all Libyans, and especially intellectuals, to engage in open and rank debate about how they should goven themselves. He and his fellow members of the Revolutionary Command Council acknowledged that one of the problems they were facing was that of defining and institutionalizing authoity. He acknowledged that «We have no magic wand. We are having a hard time and feel that we are not going to last forever. Sometimes we wish that someone could take our place.»52 These public seminars were no more than disjointed discussions with little sense of direction, but the meetings provided Qaddafi with a clear sense of what the intellectuals in Libya expected rom the new regime. The seminars also showed, for the irst time, that neither Qaddafi nor his fellow-members of the Revolutionary Command Council had any clear or uniied vision about the future of Libya and its relationship with the rest of the Arab world.
For instance, while Qaddafi was insisting that Arab unity and integration was more than a sentimental demand, but was practical and could be achieved, Captain Omar al-Muhaishi, a member of the Council, argued that it was not. He asserted that Sudan, for instance, «had its own problems in the south of the country and did not want to enter into unity instantly. The same was true of Egypt.»53 This peiod of the Revolutionary Thoughts for which Qaddafi called for in the early 1970s, was short¬ lived. Stunned by the unexpected intensity of citicism by the elites and their expectations, his flirtation with open and ree thought and discussion ended when he declared the establishment of the Arab Socialist Union in 1971.
On the second anniversary of the Revolution, 1 September 1971, Qaddafi announced the creation of the Arab Socialist Union (ASU). It was the first major direct link between the masses and his government and its main purpose was to enable the people to participate in government. Organized at both the local and the national levels, ASU units consisted of two elements, a conference and a committee. From the outset, Qaddafi insisted that the ASU was not a political party, but was, rather, a mass organization that compised an alliance of activists, compising members of vaious social forces within the population (labourers, farmers, soldiers, women, students, etc.), all committed to the principles of the Revolution.54 It was designed as the altenative to experiments with political parties.
However, the ASU was plagued by bureaucratic ineficiency and lack of public enthusiasm. To correct these problems, Qaddafi proclaimed on 15 Apil 1973 what he called the «Cultural Revolution». At Zuwar, again, he delivered a speech which was a surpise even to his fellow-members of the Revolutionary Command Council, in which he changed the whole structure of the state, calling upon all Libyans to take authoity into their own hands and laying down five points for the continuation of the Revolution. He posed the question, «If we want the Revolution to continue, we have to start anew, but exactly how? Hence there were now advocated five further points:
7. The abrogation of all laws;
8. Purging the country of sick persons;
9. Freedom of the people;
10. Revolution against bureaucracy; and
11. The Cultural Revolution.»55
The institutional lynchpin of this campaign was what he termed the People’s Committees, which were very similar to the ASU structure. The main functions of these new People’s Committees, according to Qaddafi, were to act as the primary instrument of the Revolution. They were to decide what actions and what persons conformed to the principles of the Revolution, a task that included the purging of government oficials (up to the rank of Under-Secretary) and pivate executives and managers. Thousands of these last two groups were dismissed, demoted or transferred. This was a new «anti-Rightist» campaign. A «Rightist» was, in Qaddafi’s view, anyone who complained about the government or tied to citicize his own policies or ideas. This sudden action led to numerous socio-economic problems which made peoples’ lives more dificult. The Peoples’ Committees were constituted haphazardly, and the vast majoity of them yielded only indifferent and ineffective results. All these problems and challenges brought about by the Committees forced Qaddafi to call for, on the seventh anniversary of the Revolution, 1 September 1976, for yet another «mass» movement which he now called the People’s Authoity.
In a speech given on this occasion, he announced the declaration of the establishment of the People’s Authoity, the result of a new plan adopted by the General People’s Congress (GPC) in an extraordinary session on 2 March 1977. The declaration included four basic points: (1) changing the country’s name rom the Libyan Arab Republic into the Socialist People’s Libyan Arab Jamahiiya; (2) adopting the Qur’an as the law of society; and (3) establishing popular, direct authoity through a system culminating in the General People’s Congress (GPC). Qaddafi claimed that the people, and no other institution, were the sole authoity. The era of the masses or «direct democracy» thus began. This popular, direct authoity was to be exercised through the people’s congresses, people’s committees, syndicates, unions, professional associations and the GPC; and (4) the assigning of responsibility for defending the homeland to every man and woman through general military training as a normal practice. The people were thus to be trained and armed. The methods of prepaing the military cadres and their basic training were be defined by the law also.56 By this declaration of the People’s Authoity, Qaddafi succeeded in abolishing the Revolutionary Command Council (RCC), the Council of Ministers, and at least weakening the Libyan Army, his main objective here being to make sure that the Libyan Army could not be an efective enough instrument to overthrow him. Also, he vested in the GPC all executive and legislative authority in the nation.
The fifth «mass» campaign that Qaddafi waged in order to retain power and to control the political system was the Revolutionary Committees campaign in 1978, to be used as a corrective procedure for ixing anything he might do wrong. He supeimposed a new element over the already existing parts of his political system, namely, the Revolutionary Committees. The first of these committees appeared in late 1977 and was modelled on a Central Revolutionary Committee established at Al-Fatah University in Apil 1967. That committee’s purpose had been to purge what it called the remnants of the reactionary ight rom the University and supervise the formation of new People’s Committees there. The Revolutionary Committees supposedly compised the best and the most committed members of the Basic People’s Congresses (BPCs). They were established (a) to guide these People’s Committees and Leadership Committees; (2) to encourage the masses to exercise authoity; (3) reputedly to «emanate rom the people» and (4) not to be, according to Qaddafi, official government organs. He asserted that «The Revolutionary Committees would not dissolve or replace People’s Committees, nor would they expel or even repimand any member.»57
The sixth «mass» campaign Qaddafi used was the campaign physically to eliminate Libyan dissidents, which started in 1979. He announced the policy personally duing a speech in March in which he called for the liquidation of enemies of the Revolution both inside and outside Libya. As a result, a campaign of politically-inspired murders started against all those who dared to citicize the regime. The term «enemies of the Revolution» was very loosely applied, and included not only those who were politically active against the regime but even those Libyans who did not actively support the regime, those who had taken up residence in other countries and those not willing to return to Libya. The results of this vicious campaign were horrific. There were more than «forty-four victims killed or wounded in assassination attempts caried out by Qaddafi’s hit squads in vaious countries since March 1980.»58
5. Conclusion
It is undeniable that the ideosyncracies of Qaddafi have, since 1969, dominated and affected Libyan domestic and intenational politics, making it almost impossible for most of the time to understand Libyan politics without understanding Qaddafi himself. One may safely infer from Qaddafi’s system of belief that he has had a stormy, controversial period of power, one full of contradictions. As for his ideology, this obviously consists of a heterogeneous and incoherent collection of ideas, beliefs and myths which he has been implementing regardless of their costs or to their consequences for the Libyan people. On many occasions, his tactics have led to a backlash or to destructive and costly results. All opponents of Qaddafi and his regime have either escaped into exile or have been jailed, or have been reduced to silence. Intellectuals and members of what Qaddafi stigmatises as the bourgeoisie have been closely watched and have been sent to Revolutionary Camps for re¬ education. Finally, there emerges rom Qaddafi’s stormy period of rule and rom his ideological ragbag of ideas, beliefs and myths, that he is willing to accomplish his goals by all means necessary, believing that the ends justify the means. As a result, he has become a destructive force to his own country and an agent of division within the Arab World. When an Israeli former Chief of Military Intelligence was once asked whether Qaddafi was a real threat to Israel, he responded that «Qaddafi, in all his frantic attempts to unite the Arabs, is keeping them divided… He is a strategic threat, but perhaps a tactical asset, an agent of division in the Arab world»59 To put it in a nutshell, Qaddafi is a megalomaniac ruler who is obsessed with power and is bent on having his name synonymous with Libyan history, regardless of cost: a man who should not in normal circumstances be a ruler, but in harsh reality is one.
NOTES 1. «Colonel Mu’amnar Abu Minyar al-Gadhafi.» 2. AricanTribute.com Inc., 2002. See: http://kenya740.tripod.com/gadhafi.htm. 3. Larry Collins and Dominique Lapierre, The Ffth Horseman (New York: Simon and Schuster Publishers, 1980). 4. See: Allan Gerson and Jerry Adler «The Price of Terror: One Bomb. One Plane. 270 Lives. The History-Making Struggle for Justice Ater Pan Am 103.» http://www.truecrimeink.com/tcib 1332.htm. 5. «The Personal History of Mohmmar Qadaffi.» At: http://www.emergency.com/qaddafi.htm, January 1995. 6. BBC News, 4 December 1998. See: http://news.bbc.co.Uk/l /hi/special_report/ 1998/08/98/lockerbie/ 157519.stm. 7. «Mu’ammar Gadhafi,» By: Tore Kieilen In: The Encyclopedia of the Orient. http://i-cias/eo/gadhafi.htm. 996-2003 LexicOrient. 8. BBC News, December 4, 1998. See: http://news.bbc.co.Uk/l/hi/world/middle_east/157519.stm 9. His supporters refer to his writings such as: Escape to Hell and Other Stories by Mu’ammar Qaddafi. Published by Stanke Publishers, NYC 1998. 10. Husayn al-Kurdi, «Why America Hates Qadhai,», article in The Final Call 11 January 1995. See: http://ree.reespeech.org/ameicanstateterrorisrn/libya/WhyAmHtsQdi.html. 11. See: «Who is Mu’ammar Al-Qadhai?» http://www.geocities.com/Athens/8744/ mqfacts.htm. See also: http://www.Qadhai.org. 12. «Mu’ammar Al Qadhai: The Consummate Revolutionary Leader of the World Revolution.» See: http://wwwmathabanet/into/mqadhai.htm. 13. Fredeick Muscat, My President My Son: or One Day that Changes the History ofLibya (Valetta: Adam Publishers, 1974), pp. 13-17. 14. «Who is Mu’ammar AI-Qadhai?» http://WWv.geocities.corn/Athens/8744/mqfacts.htm. 15. «Mu’ammar AI Qadhai: The Consummate Revolutionary Leader of the World Revolution.» See: http://www.mathaba.net/info/mqadhai.htm. 16. Mirella Bianco, Gadai: Voice From the Desert, (London: Longman, 1975), p 4; see also «Who is Mu’ammar AI Qadhai? in The Skeptic Tank, at: http://www.skepticiles.org/socialis/qadhai.htm. 17. «Mu’ammar AI Qadhai: The Consummate Revolutionary Leader of the World Revolution», see: http://www.mathaba.net/info/mqadhafi.htm. 18. Heart to Heart With Qaddafi’, New Arica, Feb. 1983; see also, «Who is Mu’ammar AI Qadhafi?» in: The New Dawn, At: http://www.skepticiles.org/socialis/qadhai htm. 19. AI-Gaddai’s speech, in May of 1975, was delivered to the students of the University of Gharyounis, at Benghazi, Libya. The author of this article was the audience. 20. Mu’ammar AI-Qathafi, The Green Book «Part I» (Washington D. C: Igram Press for People’s Committee for the Students of the Socialist People’s Libyan Arab Jamahiiya, 5th edition, 1983), p. 48. 21. Atao V. Turkaya «The United States and Libya», in Themba Sono (ed.), Libya: The Vilied Revolution (Langley Park, Md: Progress Press Publications, 1984) p. 19. 22. Mu’ammar Gadhafi, By: Tore Kieilen In: The Encyclopaedia of the Orient: cias/eo/gadhai.htm. 996-2003 LexicOient. 23. Mu’ammar AI-Qathai, The Green Book «Part II» (Washington D. C: Igram Press for People’s Committee for the Students of the Socialist People’s Libyan Arab Jamahiiya, 5th edition, 1983), p. 51-61. 24. Mu’ammar AI-Qathai, The Green Book «Part III» (Washington D. C: Igram Press for People’s Committee for the Students of the Socialist People’s Libyan Arab Jamahiiya, 5th edition, 1983), pp. 83-88. 25. Atao V. Turkaya, op.cit, p. 6. 26. Ibid, p. 19. 27. Mohamed EI-Khawas, Qaddafi: His Ideology in Theory and Practice (Brattleboro: Amana Books, 1986). p. 11. 28. AI-Qathai, «Part II», op.cit., pp. 49-62. 29. AI-Qathai, Pat III, op.cit, p. 83. 30. Fredeick, op.cit., pp. 26-8. 31. EI-Khawas, op.cit., p. 7. 32. AI-Qathai, «Pat II», op.cit, p. 63. 33. Ibid., pp. 63-4. 34. Lisa Anderson, «Qaddafi and his Opposition» The Middle East Journal, Vol. 40, No. 2. (Sping 1986), p. 225. 35. EI-Khawas, op.cit, p. 8. 36. Edward Schumacher, «The United States and Libya» Foreign Afairs, Vol. 65, (Winter 1986-87), p. 333. 37. Samura, Mohamed O’bai, The Libyan Revolution: its Lessons for Africa (Washington D.c: International Institute for Policy and Development Studies, 1985), p. 120. 38. Newsweek, «Kaddai Beats His Drum,» Newsweek, 7 Sept. 1981, p. 34, and also: Newsweek Aug. 31,1981, p. 15. 39. Michael Rubner, «Antiterroism and the Withering of the 1973 War Powers Resolution», quoted in Stephen R. Shalom, «The United States and Libya. Pat 2: The Qaddafi, Z Magazine, Feburay 1990. http://zena.seciirefonmi.com/Znet/zmag/articles/ShalomLyb2.html. 40. Seymour M. Hersh, «Target Qaddafi,» New York Times, 22 February 1987, p. 71. 41. John Newhouse, «Conrontation» New Yorker, 28 Apil 1986 p. 112. 42. Facts on File, Oct. 27, 1989, p. 799. 43. O’bai, op.cit., p. 112. 44. AI-Qathai, op.cit., «Pat I», p. 5. 45. Ibid., p. 6. 46. Ibid., p. 10. 47. Ibid., p.23. 48. Ibid., p. 33. 49. O’bai, op.cit, pp. 119-20. 50. www. expressindia.com, 2 September 1999. 51. Samura, op.cit., pp. 9-10. 52. M.O. Ansell and M.I al-Aif, The Libyan Revolution (Cambidge: Oleander Press, 1972), p. 275. 53. J. A. Allen, Libya: The Experience of Oil (Boulder: Westview Press, 1981), p. 266. 54. Harold D. Nelsen (ed.), Libya: A Country Study (Washington D.C: The Ameican University, 1979), pp. 186-7. 55. None noted, The Socialist Peoples Libyan Arab Jamahiriya: The Basic Facts (Ottawa: Jerusalem Intl. Pub. House, published for the People’s Committee for Students of the Socialist People’s Libyan Arab Jamahiiya, Mclean, Va, USA, 1982), pp. 60-5. 56. O’ bai, op.cit, p. 15. 57. Nelsen, op.cit, p. 192. 58. The National Front for the Salvation of Libya, Libya: Steps to Freedom (Chicago: The National Front for the Salvation of Libya 1987), pp. 248-52. 59. John Cooley, Libyan Sandstorm (New York: Holt, Reinehat & Winston, 1982), p. 100.
Nota: Pese a que, técnicamente, no consideramos a los países del Magreb (Marruecos, Túnez, Libia y Argelia) parte de Oriente Medio, su inclusión en este blog obedece a la evidente relación entre las revueltas populares que están sacudiendo estos días a los países árabes e Irán, desde el Atlántico hasta el Golfo Pérsico.
Muammar al Gadafi lleva 41 años ejerciendo el poder total en Libia (aunque oficialmente no ocupa ningún cargo público, se le atribuye el título honorífico de «Líder de la Revolución» o «Hermano Líder y Guía de la Revolución»), y es… Leer
Miles de personas participaron este domingo en manifestaciones por todo Marruecos para pedir reformas democráticas. La jornada discurrió de forma pacífica y festiva durante la mayor parte del día, si bien derivó a última hora en disturbios en varias ciudades que empañaron las reivindicaciones y arrojan dudas sobre el futuro de las protestas.
Siguiendo el mismo patrón que en otros países árabes, las concentraciones fueron convocadas a través de Facebook. El objetivo era exigir una nueva Constitución que limite el poder ejecutivo del rey Mohamed VI.
A la convocatoria, denominada el Día de la Dignidad, se sumaron asociaciones de derechos humanos, partidos de izquierda y, sobre todo, los islamistas del movimiento Justicia y Caridad, que demostraron su poder de convocatoria en la mayor protesta, celebrada en Rabat, con alrededor de 10.000 personas, informa Efe.
Nota: Pese a que, técnicamente, no consideramos a los países del Magreb (Marruecos, Túnez, Libia y Argelia) parte de Oriente Medio, su inclusión en este blog obedece a la evidente relación entre las revueltas populares que están sacudiendo estos días a los países árabes e Irán, desde el Atlántico hasta el Golfo Pérsico.
Miles de personas participaron este domingo en manifestaciones por todo Marruecos para pedir reformas democráticas. La jornada discurrió de forma pacífica y festiva durante la mayor parte del día, si bien derivó a última hora en disturbios en varias ciudades… Leer
Un manifestante sostiene una pancarta en la que puede leerse ‘Ben Ali fuera’, en Túnez, el 14 de enero. Foto: Skotch 79 / Wikimedia Commons
Hace apenas un mes, Túnez seguía siendo, a ojos de Occidente, ese pequeño país tranquilo y estable del Norte de África que acataba sin rechistar las exigencias de EE UU en su lucha contra el terrorismo islamista y al que adulaban sin rubor los gobiernos europeos (sus vecinos del sur, Francia, Italia y España, especialmente); un rincón lleno de sol, playas, magníficas ruinas históricas y el suficiente exotismo árabe en un ambiente seguro como para atraer cada año a miles de turistas. ¿Una dictadura? Tal vez, pero nada grave. La apariencia democrática era suficiente y, en cualquier caso, era una dictadura amiga.
Hoy, esos mismos ojos contemplan un escenario en plena revolución popular, en el que, tras semanas de revueltas callejeras, represión policial, poco convincentes promesas de cambio y decenas de muertos, la democracia real podría estar llamando por fin a la puerta, por primera vez en un país árabe.
La explicación es sencilla: No es que Túnez haya cambiado de la noche a la mañana, es que nunca ha sido lo que la mayoría de los gobiernos occidentales preferían creer (o hacer creer) que era.
Un espejismo
Durante más de 20 años, y tras la cortina de una falsa democracia, el régimen autoritario de Zine al Abidine Ben Alí había convertido el país magrebí en el coto privado de la familia gobernante, donde la corrupción y el nepotismo campaban a sus anchas y la falta de libertad a todos los niveles era flagrante.
Los ingresos del turismo y las ayudas estadounidenses y europeas, a cambio de la contención del islamismo y de la inmigración, permitieron un espejismo de prosperidad económica que, sin embargo, se vino abajo al estallar la crisis global en 2008. El paro y los precios se dispararon, los sueldos se hundieron y la juventud, principal víctima de la situación, salió a la calle.
Las demandas económicas y sociales dieron pronto el lógico paso a la exigencia de libertad y democracia, y la oleada ha resultado ser incontenible. Ben Alí está huido, el Gobierno disuelto; los europeos, pendientes de una posible evacuación, y la gente, esperando al fin unas elecciones que se han anunciado ya para dentro de un mes.
Todavía es una incógnita si la transición será un éxito o no, como lo es también hasta qué punto la revuelta tunecina hará poner sus barbas a remojar a los gobernantes vecinos.
En Argelia (otro régimen falsamente democrático, pero, a diferencia de Túnez, de orientación pseudosocialista) ya ha habido protestas populares contra el gobierno de Bouteflika por la situación económica. En Egipto, Mubarak acaba de ganar (otra vez) unas elecciones tildadas de farsa por la oposición, mientras crece la tensión y la violencia contra la minoría cristiana y por la marginación de los islamistas. Y en Marruecos, que tiene en la reciente revuelta saharaui la punta de lanza de la contestación social por el deterioro económico, la corrupción del régimen ha quedado al descubierto por los cables de Wikileaks. La Libia del eterno Gadafi es, por ahora, un hueso más difícil de roer.
Pero, de momento, el cambio se ha producido, y esta vez no ha sido un cambio impulsado por los militares. Estas son las claves de lo ocurrido:
1. EL CONTEXTO
La ‘perla’ del Magreb
Situado en la costa mediterránea africana, y con 10,3 millones de habitantes (el 98%, musulmanes), Túnez es el país más pequeño del Magreb, la parte occidental del mundo árabe, que incluye asimismo a Marruecos, Argelia y Libia. El 40% de su territorio está ocupado por el desierto del Sáhara, mientras que el resto es suelo fértil y adecuado para la agricultura.
Hasta ahora, Túnez era el país magrebí menos conflictivo, lo que, unido a sus playas, su sol, su gran riqueza histórica y cultural, y la garantía de confort y seguridad para los visitantes, le hacían un gran reclamo para el turismo (más de 126.000 españoles lo visitan cada año).
Con un gobierno proestadounidense, y considerado un Estado modélico en la zona por Occidente, Túnez es el socio norteafricano de la UE que más ayudas recibe per cápita, aunque en términos absolutos le supera Marruecos. La inversión extranjera está capitaneada por Francia, con 1.250 empresas presentes en Túnez, seguida de Italia, Alemania, el Reino Unido, Bélgica, Holanda y España.
Las ayudas exteriores, junto a los ingresos provenientes del turismo, la industria manufacturera y los fosfatos, habían hecho de Túnez un país relativamente próspero, hasta que estalló la crisis económica mundial en 2008.
Paro y corrupción
Con la crisis, la inversión extranjera cayó en picado (un 33% en 2009) y se dispararon los precios de los productos básicos, pero el país habría podido mantener el tipo de no ser por la persistencia de sus dos grandes problemas endémicos: el paro y la corrupción.
El paro, que afecta sobre todo a la juventud, en una nación donde dos tercios de la población es joven (el 55%, menor de 25 años), supera el 15%, y las políticas del Gobierno para atajarlo han sido inexistentes o ineficaces.
Al ser la educación obligatoria, muchos de estos parados son universitarios (el número de licenciados se ha triplicado en la última década) que se ven abocados, bien a emigrar a Europa, algo nada fácil ante las políticas cada vez más restrictivas del Viejo Continente, bien a orientar su futuro hacia un destino precario y poco apetecible en la agricultura.
La corrupción y el nepotismo han sido, por su parte, la seña de identidad del régimen. Las grandes empresas están en manos de los Trabelsi, la familia del hasta ahora presidente Ben Alí y su esposa, Leila. Muchas de ellas han sido expropiadas en aras del «interés nacional». Y la redistribución de las grandes ganancias que estas empresas generan brilla por su ausencia o se reduce a asociaciones de solidaridad, controladas también por el partido oficial.
Represión y falta de libertad
Junto al descontento económico, la falta de libertad ha sido el otro gran factor que ha acabado agotando la paciencia de los tunecinos.
Túnez es un Estado policial de confidentes, donde se controla hasta el último correo electrónico, y en el que la censura, desde los libros y los medios de comunicación hasta las redes sociales en Internet, está a la orden del día. Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la existencia de cárceles secretas, desaparecidos, registros domiciliarios sin orden judicial, palizas…
Existen tres partidos de oposición, pero apenas tienen fuerza y están aislados (las elecciones las gana siempre el partido del Gobierno con porcentajes superiores al 80%). Y al igual que en Egipto o Argelia, el régimen ha ido debilitando o eliminando las estructuras sociales intermedias (partidos, sindicatos, asociaciones) capaces de plantar cara al poder.
El diagnóstico, en Wikileaks
La situación del país quedaba bien reflejada en los cables de los diplomáticos estadounidenses sobre Túnez sacados a la luz por Wikileaks, y publicados, entre otros medios, por El País. Algunos extractos:
El presidente Ben Alí está envejecido, su régimen sufre de esclerosis y no hay un claro sucesor. Muchos tunecinos están frustrados por la falta de libertad política y sienten rabia por la corrupción de la familia del presidente, por las elevadas tasas de desempleo y por las desigualdades regionales.
El extremismo es una amenaza continua. […]. El gobierno tunecino no acepta consejos ni críticas nacionales o internacionales. En lugar de ello, intenta imponer un control todavía mayor, echando a menudo mano de la policía […]. Túnez es un Estado policial, con escasa libertad de expresión o asociación, y con serios problemas de derechos humanos.
El presidente hace lo que su mujer le pide que haga […]. Los miembros de la amplia familia de Ben Alí pueden hacer lo que quieran con impunidad, incluido falsificar documentos.
Una estrategia contraproducente
Ante esta situación, EE UU y la UE han jugado con Túnez durante años la baza de mirar para otro lado a cambio de contar con un aliado fiel en la zona, dándole carta blanca para hacer el trabajo sucio en tres frentes: la lucha contra el islamismo radical (especialmente desde el 11-S), la contención de la inmigración (en 2001 la UE firmó varios acuerdos con Túnez para controlar la emigración clandestina) y la protección del turismo (sobre todo, tras el atentado de 2002 vinculado a Al Qaeda en una sinagoga en la isla de Jerba, en el que murieron 15 personas).
Sin embargo, es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que, como demuestran las experiencias de Argelia y Egipto, da alas a los islamistas. Y es precisamente la corrupción, la represión y la pobreza lo que ha acabado sacando al pueblo a la calle y fulminando la imagen de Túnez como paraíso turístico.
El papel de Internet: Nawaat y las redes sociales
A pesar de los ‘apagones’ y de la censura que ha ejercido el Gobierno durante las protestas, el papel de redes sociales en Internet como Facebook o Twitter ha sido de una importancia considerable en la revuelta que ha derrocado al presidente.
El alto nivel de educación y de acceso a la Red de los jóvenes tunecinos les ha servido para organizarse a través de unas nuevas tecnologías que, a su vez, han llevado los detalles de las protestas a todo el mundo, sorteando el control del régimen.
En este sentido, una página web, Nawaat.org, se ha convertido en el gran portavoz de la rebelión ciudadana, con la publicación, en árabe y en francés, de centenares de textos, vídeos y fotos, así como de convocatorias a manifestaciones, comunicados, reacciones…
2. LA REVUELTA, PASO A PASO
La contestación social comenzó a mediados de diciembre con manifestaciones, muchas de ellas violentas (cócteles molotov, pedradas), en varias ciudades del país. La represión policial fue muy dura y ha habido decenas de muertos (21, según cifras oficiales; cerca de 70, según la Federación Internacional de Derechos Humanos) y centenares de detenidos.
Se trata de una revuelta sin líderes definidos (los partidos de la oposición están demasiado aislados y son marginales), protagonizada principalmente por jóvenes, y en el contexto de un país con una amplia clase media y una importante tradición secular (los islamistas han quedado al margen de las protestas).
La mayoría de los participantes en las manifestaciones son estudiantes, pero también han salido a la calle trabajadores, intelectuales, campesinos… Esta es la cronología de los hechos:
17 de diciembre. Mohamed Bouazizi, un joven desempleado con estudios superiores, se inmola a lo bonzo en la localidad turística de Sidi Bou Zaid para denunciar abusos administrativos, después de que la policía le confiscara su carrito con fruta y verdura que vendía en la calle, con el argumento de que carecía de permiso. Esto, unido a la crisis económica que afecta al país, provoca una oleada de revueltas sin precedentes. Las protestas se extienden a El Guep, Meknassi y Bouzayane.
24 de diciembre. Jóvenes manifestantes atacan un cuartel de la guardia nacional con el resultado de cuatro muertos entre los uniformados.
28 de diciembre. Ante la gravedad de la situación, el presidente Ben Alí se desplaza al hospital para visitar a Bouazizi.
29 de diciembre. Ben Alí cesa a tres gobernadores regionales y remodela parte del Ejecutivo.
4 de enero. Muere Bouazizi. El Gobierno aplica una férrea censura en los medios de comunicación y bloquea sitios web y correos electrónicos, especialmente los de quienes usan la red social Facebook.
6 de enero. Amnistía Internacional condena la represión.
7 de enero. Se quema a lo bonzo un joven de 17 años ante un instituto de la capital, después de que fuera sancionado por organizar un acto de apoyo a las manifestaciones. Los disturbios se extienden a las ciudades sureñas de Siliana, Tela, Redeyef, Um Laraies y Kebili, sometidas a un estado de sitio desde el inicio de esta semana.
8-9 de enero. 14 muertos, según el Gobierno (la oposición los cifra en 35), en los disturbios en Kasserin (en la frontera con Argelia) Thela y en Regeb. Los manifestantes corean «todos somos Bouazizi».
10 de enero. La UE pide a las autoridades tunecinas moderación en el uso de la fuerza y la liberación de los manifestantes, periodistas y blogueros detenidos. El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, pide contención y respeto a la libertad de expresión. Para intentar desactivar las protestas Ben Alí anuncia la creación de 300.000 empleos.
11 de enero. El Gobierno anuncia cuatro muertos más en Kaserin, lo que eleva a 18 los fallecidos reconocidos oficialmente, mientras los sindicatos hablan de más de 50. Mientras, se recrudecen los combates en la región minera de Gafsa y otras zonas del centro y el suroeste. El Ejecutivo decreta el toque de queda en Beja, Gafsa, Kaserín y Telab. El Gobierno español desaconseja viajar al interior de Tunez.
12 de enero. El toque de queda se extiende a la capital, tomada ya por camiones y vehículos blindados. Se recrudece la violencia en los barrios de Le Kram y la Goulette, cerca de Cartago, donde se encuentra el Palacio Presidencial. El ministro de Interior, Rafik Belhaj Kacemm, es destituido. Se anuncia la puesta en libertad de todos los detenidos.
13 de enero. Un muerto al cargar la policía contra una manifestación de profesores y estudiantes en el centro de la capital. Se agrava la situación en Gafsa, donde los manifestantes atacan tres comisarías y asaltan un supermercado y la oficina de Correos. La Federación Internacional de Derechos Humanos tiene identificados, desde el inicio del conflicto, a 66 muertos. Ben Alí promete un «completo y profundo» cambio a nivel político y económico en el que participen todos los actores de la sociedad civil y política, incluida la oposición, al tiempo que anuncia que no se presentará a las elecciones de 2014. Se contabilizan 13 muertos y 50 heridos en la capital, después de la intervención del presidente, en la que éste se comprometió a no usar fuego real contra los manifestantes.
14 de enero. Una multitud de jóvenes recorre la principal avenida de Túnez capital gritando consignas contra el presidente entre ellas «O te vas, o nos matas». Ante las multitudinarias protestas, Ben Alí destituye al gobierno en pleno y anuncia elecciones legislativas anticipadas en seis meses. El Gobierno decreta el estado de excepción en todo el país, por lo que la policía puede disparar contra todo sospechoso que no obedezca sus órdenes. A la vez, se declara el toque de queda. Horas después, Ben Alí abandona Túnez y se refugia en Arabia Saudí; el primer ministro, Mohamed Ghanuchi, asume la presidencia interina del país y el Ejército toma posiciones en el marco del Estado de Emergencia. Durante la noche se producen disturbios y saqueos de los que se acusa a seguidores de Ben Alí.
15 de enero. El presidente del Parlamento, Fued Mebaza, es proclamado presidente interino y promete un gobierno de unidad, sin exclusiones. España y la UE coordinan un plan conjunto para una evacuación «eventual» de sus ciudadanos de Túnez. En el país hay unos 1.600 españoles residentes y cerca de 200 turistas.
3. QUIÉN ES QUIÉN
Zine al Abidine Ben Alí
Ingeniero electrónico y, posteriormente, militar formado en academias de Francia y EE UU, Zine al Abidine Ben Alí, de 73 años, tomó el poder en 1987 por medio de un golpe de Estado. Después modificó la Constitución para poder presentarse indefinidamente a elecciones, denunciadas repetidamente por organizaciones de derechos humanos y la oposición como fraudulentas.
Tras deponer al que fuera presidente de Túnez entre 1957 y 1987, Habib Burguiba, dirigió el país de forma personal, otorgando privilegios y concentrando el poder en muy pocas manos. El régimen se convirtió en una cleptocracia dirigida por los Trabelsi, apellido de la familia de la primera dama.
Son muchas las voces discordantes que le culpan de haber ignorado los derechos humanos y los valores democráticos, acusaciones que él siempre negó. Ben Alí rechazaba las críticas que le achacan haber amañado las votaciones, y llegó a comunicar que procesaría a todo aquel que se atreviese a «difundir mentiras para dañar la imagen de Túnez».
Fue elegido por unanimidad para un primer mandato de cinco años en 1989 y reelegido como único candidato de nuevo en 1994. En 1999, ganó un nuevo mandato de cinco años con un 99,4% de los votos, a pesar de la introducción del pluripartidismo.
Un referéndum en 2002 sobre una nueva Carta Magna que permitía a Ben Alí extender su gobierno hasta el año 2014 fue aprobado por más del 99% de los votantes. Ben Alí ganó con el 94,4% de los votos en las elecciones presidenciales de 2004. En 2009 fue reelegido para un quinto mandato con 89,62% de los votos .
Mohamed Ghanuchi
Es el primer ministro de Túnez, y se proclamó presidente en funciones el 14 de enero. Un día después, sin embargo, el Consejo Constitucional señaló que este puesto debía ser ocupado por el presidente del Parlamento, Fued Mebaza.
Economista, y vinculado totalmente a Ben Alí, Ghanuchi ha estado en el Gobierno tunecino desde los tiempos del anterior presidente, Habib Bourguiba.
Fued Mebaza
Presidente del Parlamento y recién nombrado presidente interino, será el encargado de liderar la transición hacia la democracia. Ha anunciado elecciones para dentro de 60 días y ha prometido un gobierno de unidad nacional durante el actual proceso político. Tiene 77 años y es licenciado en Derecho y en Económicas.
Mustafá Ben Yafar
Lidera el partido opositor Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades. Según informa El País, Mebaza ha aceptado su propuesta de formar un gobierno de coalición.
Ahmed Nejib Chebbi
Diputado izquierdista y ex candidato a la presidencia por el opositor Partido Demócrata Progresista, una de las pocas formaciones legales de Túnez.
Los islamistas
No es fácil calcular el peso real de los islamistas radicales en Túnez, ya que los partidos y asociaciones de esta tendencia han sido desarticulados durante el régimen de Ben Alí. Uno de sus líderes es Rachid Ghanuchi, quien ha pasado cinco años en prisión. Condenado a cadena perpetua en 1992 por rebeldía, en 1993 el Reino Unido le concedió asilo político. Según El País, tiene prohibida la entrada en Estados Unidos, Egipto y Líbano.
La ausencia de los islamistas en la revuelta popular puede haber sido una de las claves del éxito de las protestas. En países donde tienen mucho más peso, como Argelia o Egipto, la amenaza de una deriva hacia un gobierno islamista radical habría hecho mucho más difícil el triunfo de una revolución como ésta.
El Ejército
El Ejército tunecino es relativamente pequeño en comparación con el de otros países árabes. No ha tomado parte activa en la represión de la revuelta, de la que se ha encargado la Policía, aunque fue desplegado en la capital para evitar disturbios y saqueos.
4. Y AHORA QUÉ
Túnez ha iniciado una transición histórica hacia la democracia, pero el éxito de este camino sigue siendo muy incierto y depende de muchos factores.
Por un lado, no existen líderes definidos en la revuelta popular, y la oposición es muy débil. Tal y como señala el experto Michael Koplow en la revista Foreign Policy, «si se celebran elecciones no está nada claro quién puede haber con la suficiente cualificación como para ser aceptado como candidato por la gente».
Además, las personas encargadas de liderar el actual proceso político hasta la formación del prometido gobierno de coalición proceden del régimen de Ben Alí.
Sin embargo, estos problemas pueden verse contrarrestados por el hecho de que la revuelta cuenta con la neutralidad del Ejército y con el importante apoyo de la clase media y de la élite intelectual del país.
Por otra parte, los islamistas, diezmados por la represión del régimen, no deberían suponer un obstáculo para la democratización del país. La gran homogeneidad que, a diferencia de otros países del Norte de África, caracteriza a la sociedad tunecina, también puede hacer las cosas más fáciles.
Nota: Pese a que, técnicamente, no consideramos a Túnez un país de Oriente Medio, incluimos este artículo por las consecuencias que la revolución tunecina está teniendo en los países de la región que sí son objeto de este blog.
Hace apenas un mes, Túnez seguía siendo, a ojos de Occidente, ese pequeño país tranquilo y estable del Norte de África que acataba sin rechistar las exigencias de EE UU en su lucha contra el terrorismo islamista y al que adulaban sin rubor los gobiernos europeos (sus vecinos del sur, Francia, Italia y España, especialmente); un rincón lleno de sol, playas, magníficas ruinas históricas y el suficiente exotismo árabe en un ambiente seguro como para atraer cada año a miles de turistas. […]
Con el orgullo herido y la dignidad dañada, Egipto está pasando por una catarsis que ha dejado a buena parte del país sin dormir, devastado y enojado como consecuencia de la violencia que estalló en torno a los recientes partidos de fútbol de la selección nacional contra el gran rival, Argelia.
Las escenas de caos se han sumado a la decepción de los egipcios por no haber logrado asegurarse una plaza para el Mundial de Sudáfrica en 2010. Después de que la victoria por 2-0 en el primer partido en El Cairo forzara un desempate tres días después en Sudán, Argelia ganó el miércoles el encuentro definitivo en Jartum por 1-0. […]