«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la… Leer
«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la Casa Blanca su «acuerdo del siglo» para Israel y Palestina, en una solemne ceremonia en la que el presidente estadounidense apareció acompañado del primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, y en la que, significativamente, no hubo representación palestina alguna, ni de ningún otro mandatario internacional.
El acuerdo fue rechazado de inmediato y con vehemencia por el presidente palestino, Mahmud Abás (lo calificó como «la bofetada del siglo»), y también por las distintas facciones palestinas, en una poco habitual muestra de unidad. En las calles de Gaza y Cisjordania el anuncio fue recibido con airadas protestas, mientras que Amnistía Internacional señalaba que se trata de «un manual para más sufrimiento y abusos».
Esperado desde hace más de dos años, el plan se ha dado finalmente a conocer en un momento políticamente crucial, tanto para Trump como para Netanyahu. El primero busca ponerle un broche histórico a su política internacional y, según muchos analistas, desviar también el foco del juicio político (impeachment) al que está siendo sometido en el Senado; el segundo, imputado por fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos de corrupción, y candidato asimismo en los comicios generales que celebrará Israel en marzo (los terceros en menos de un año), recibe un espaldarazo fundamental de su principal y más poderoso socio, y prácticamente carta blanca para consolidar promesas electorales que hasta ahora eran consideradas problemáticas, como la anexión de las colonias en los territorios ocupados.
En esencia, el plan de Trump mantiene la llamada solución de los dos Estados, reconociendo el derecho palestino a tener uno, pero anteponiendo en cualquier caso la seguridad de Israel y dando por muertas las demarcaciones que aún reconoce la ONU. Para ello contempla cambios fronterizos que permitirían a Israel anexionarse parte de Cisjordania. También amplía el territorio palestino, pero lo fragmenta más aún, dejando dentro los asentamientos israelíes. Además, en uno de sus aspectos más polémicos, apuntala Jerusalén como «capital indivisible» de Israel y, en principio, de un futuro Estado palestino que se antoja inviable.
Uno de los principales artífices del plan es Jared Kushner, yerno de Trump y asesor del presidente. Kushner elaboró la hoja de ruta junto con el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, y el ahora exenviado de la Casa Blanca para Oriente Medio, Jason Greenblatt.
El equipo hizo un primer amago de presentar su acuerdo hace dos años, pero acabó aplazándolo una y otra vez, alegando que quería esperar a contar con un gobierno estable en Israel, y esperando conseguir asimismo más apoyos de los países árabes. Mientras, Trump seguía haciendo gestos políticos hacia Netanyahu, como el reconocimiento por parte de Washington de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.
Los líderes palestinos se han negado a negociar en los términos previstos y, de hecho, no tienen contacto oficial con Washington desde que Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel en 2017.
El acuerdo presentado por Trump incluye nuevas propuestas referentes al trazado de fronteras entre Israel y los territorios ocupados, y concreta el estatus de Jerusalén, que en procesos de paz anteriores se había dejado siempre como uno de los puntos finales sobre los que llegar a un consenso, una vez que se hubiesen conseguido los demás objetivos.
Resucita además la solución de los dos Estados, que empezó a gestarse tras el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP en 1993, a través de los Acuerdos de Oslo de ese mismo año, pero que estaba enterrada en la práctica.
Trump argumentó este martes que su plan de paz es «diferente» al de sus predecesores porque contiene muchos más detalles «técnicos» de partida, con 80 páginas de propuestas. «Esta es la primera vez que Israel ha autorizado la publicación de un mapa conceptual que ilustra las concesiones territoriales que está dispuesto a hacer para conseguir la paz», subrayó.
Lo más novedoso, no obstante, quizá sea que, a diferencia de todos los demás acuerdos de paz negociados por Estados Unidos, la Casa Blanca no ha buscado esta vez la aprobación de Palestina antes de cerrar el plan, sino que le ha bastado la luz verde israelí.
El último plan de paz de Washington para la zona lo presentó Barack Obama en 2011, e incluía un Estado palestino basado en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, «con intercambios de tierra acordados mutuamente», algo que Netanyahu rechazó.
Aunque hubo un intento, fallido, de retomar conversaciones directas entre palestinos e israelíes en 2010, la negociaciones están estancadas desde 2008, cuando Israel lanzó la operación Plomo Fundido en la franja de Gaza en respuesta al lanzamiento de cohetes por Hamás, una operación que dejó más de 1.400 palestinos muertos.
La Casa Blanca señala que su plan «quiere lograr un reconocimiento mutuo del Estado de Israel como una nación-Estado para el pueblo judío y el futuro Estado de Palestina como el Estado-nación del pueblo palestino, con los mismos derechos civiles para todos los ciudadanos».
El mapa que marca muestra, no obstante, un Estado palestino hiperfragmentado a modo de archipiélago, con asentamientos israelíes en su interior, conectados con el Estado israelí a través de corredores que parten el territorio.
Asimismo, concede a Israel zonas al oeste del valle del río Jordán, situadas en Cisjordania, con lo que este área ocupada quedaría sin salida directa a Jordania, a la que estaría vinculada por dos carreteras que cruzarían territorio israelí. «El valle del Jordán, que es crítico para la seguridad nacional de Israel, estará bajo la soberanía de Israel», sentencia el texto. Se trata de una zona que constituye alrededor del 30% del territorio de Cisjordania, y su anexión es un reclamo histórico de la derecha israelí.
Cisjordania y Gaza estarían unidas a través de un túnel que las conectaría y que atravesaría Israel.
Según el plan, las nuevas fronteras garantizan una «expansión territorial» a los palestinos a través de territorios en el desierto del Negev, que supondrían un territorio «comparable en tamaño» al que controlaban antes de 1967.
Los asentamientos israelíes existentes en Cisjordania (considerados ilegales por la legislación internacional) serían incorporados al Estado de Israel, que se comprometería a no construir nuevos asentamientos, expandir los existentes o aprobar planes para construcción en las zonas que serán parte del Estado de Palestino.
Israel no procederá a demoler estructuras existentes, una moratoria que no incluye «construcciones ilegales» ni aquellas que «supongan un riesgo de seguridad, según determine el Estado de Israel», o «demoliciones de castigo por actos de terrorismo».
Cerca del 97% de los israelíes en asentamientos en Cisjordania quedarían en territorio israelí adyacente, cifra similar para los palestinos en Cisjordania que quedarían en territorio palestino.
La propuesta de la Casa Blanca reconoce a «Jerusalén como capital de Israel» y reitera que «debería permanecer como una ciudad íntegra».
Además, sostiene que Israel debe ser guardián de los lugares religiosos en Jerusalén, tanto judíos, como cristianos y musulmanes, y aboga por mantener el «estatus quo actual».
En cuanto a la capital del hipotético Estado palestino, el plan recoge que debería ubicarse en Jerusalén Este, concretamente, en «todas las zonas al este y el norte de las barreras de seguridad existentes, incluyendo Kafr Aqab, la parte este de Shuafat y Abu Dis», y que podría ser renombrada como Al Quds (como la denominan los árabes) o con otra denominación que decidan los palestinos.
Esto significa que la posible capital palestina se localizaría en barrios ubicados en las afueras de la Jerusalén actual.
El plan recuerda que Gaza ha estado gobernada por el grupo islámico Hamás, al que describe como una «organización terrorista, responsable de asesinatos y ataques a miles de israelíes», y concede a Israel la soberanía de las aguas territoriales de la franja, al considerar que son vitales para la seguridad del Estado israelí.
Advierte además de que «no habrá mejoras significativas en Gaza hasta que haya un alto el fuego con Israel, una desmilitarización completa de la franja y una estructura de gobierno que permita a la comunidad internacional invertir de forma segura y cómoda» para mejorar su economía.
La iniciativa propone también que Israel ceda territorio a los palestinos cerca de Gaza, que pueden ser «áreas pobladas y no pobladas».
Israel mantendría una «responsabilidad de seguridad predominante» del Estado de Palestina, con las fuerzas palestinas encargadas únicamente de la seguridad interna, de la lucha antiterrorista, la seguridad fronteriza y la respuesta a desastres.
Israel sería responsable de la seguridad en los cruces internacionales y, en el caso de Rafá, en la frontera con Egipto, se abordarían acuerdos específicos con El Cairo.
Además, Israel mantendría el control del espacio aéreo al oeste del río Jordán, mientras que la Armada israelí podría bloquear la entrega de «armas y materiales para la fabricación de materiales en el Estado de Palestina, incluida Gaza».
La iniciativa aborda uno de los temas más espinosos en unas hipotéticas negociaciones entre israelíes y palestinos: el derecho de retorno de los refugiados.
A ese respecto, y pese a lo que establece la resolución 194 de la ONU, el plan marca que «no habrá derecho de retorno, o absorción de ningún refugiado palestino en Israel».
Establece, no obstante, tres opciones para los refugiados palestinos que busquen un sitio permanente de residencia: «absorción» para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el futuro Estado palestino; integración en sus países actuales de acogida; o su reasentamiento en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que los acepten.
En ese sentido, el plan indica que «los hermanos árabes tienen la responsabilidad moral de integrar a los refugiados en sus territorios del mismo modo que los judíos fueron integrados en el Estado de Israel».
Entre otras, Palestina no podría alcanzar acuerdos militares, de Inteligencia o seguridad con ningún Estado u organización que «afecte de forma adversa la seguridad de Israel» ni podrá desarrollar capacidades «militares o paramilitares» dentro o fuera de su territorio.
Tampoco podría unirse a organizaciones internacionales sin el consentimiento de Israel, y debería retirar sus demandas contra Israel, EE UU y los ciudadanos de estos países ante el TPI, la CIJ o cualquier otro tribunal, así como no recurrir a Interpol contra ellos.
Así, el nuevo estado no podría tener «capacidades que puedan amenazar al Estado de Israel», mientras que Israel tendría derecho a «desmantelar o destruir» instalaciones utilizadas para producir armas o con «propósitos hostiles», así como para adoptar medidas de seguridad para mantener Palestina «desmilitarizada».
Según declaró a Efe el experto de la Universidad George Washington Nizar Farsakh, antiguo asesor del ex primer ministro palestino Salam Fayad y miembro en el pasado del equipo negociador palestino, cuando se lee el plan, «si se compara con la postura palestina publicada en la página web del Departamento de Estado, es exactamente lo opuesto a lo que los palestinos piden».
Trump prometió a los palestinos una inversión de 50.000 millones de dólares para duplicar su PIB y crear un millón de empleos, pero exigió a cambio un alto el fuego con Israel, cambios en su estructura de Gobierno y la desmilitarización de Gaza.
Aunque Abás ya ha dicho «mil veces no» a la propuesta, Trump le ha dado cuatro años para superar sus reservas y sentarse a la mesa de negociación, y el Gobierno israelí ha indicado asimismo que está dispuesto a esperar ese tiempo.
La ONU seguirá defendiendo una solución al conflicto que pase por la creación de dos Estados basados en las fronteras previas a 1967, según dijo este mismo martes el secretario general de la organización, António Guterres.
Entre los países árabes, Egipto llamó a Israel y Palestina a considerar «a fondo» el plan de Trump, y aplaudió los esfuerzos de Washington para lograr un acuerdo «amplio y justo». En una línea semejante se expresó Arabia Saudí, valorando positivamente los esfuerzos de EE UU y reafirmando su «apoyo a lograr una solución justa y completa al conflicto palestino».
Rusia considera que el plan debe ser analizado por el llamado Cuarteto de Madrid, formado por EE UU, la ONU, la UE y la propia Rusia, mientras que Irán afirmó que el acuerdo busca «humillar» a los musulmanes, y que «está muerto» antes de ver la luz. Es un plan que «nace muerto», indicó igualmente el Gobierno de Turquía.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.
Publicado originalmente en 20minutos
Con información de Efe y Europa Press
«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la… Leer
Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón.
Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, como Siria o Irak, donde la guerra y el terror yihadista empiezan a tener consecuencias cada vez más serias para Occidente (la crisis de los refugiados, brutales ataques en ciudades europeas como los atentados de París de esta semana), y con un proceso de paz completamente paralizado, la mayor parte de los enfrentamientos actuales están protagonizados por jóvenes que se niegan a aceptar un statu quo basado, esencialmente, en que todo siga igual.
Es la llamada ya «generación de Oslo», en referencia a los palestinos nacidos tras los acuerdos alcanzados en la capital noruega en 1993, unos acuerdos que propiciaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y cuyo objetivo último, lograr una solución permanente al conflicto, y el cumplimiento de la resolución 242 de la ONU, en la que se exige la retirada israelí de los territorios ocupados, hace ya mucho que quedó en agua de borrajas.
Frustrados por la falta de futuro, criados en el opresivo entorno de la ocupación, y con poco que perder, muchos de estos jóvenes parecen haberse sacudido el miedo a las tropas israelíes, al tiempo que se sienten cada vez menos representados por el a menudo inoperante gobierno palestino y sus llamamientos a la resistencia pacífica. Son, además, muy conscientes de la firme determinación del Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu de no avanzar ni un milímetro hacia esa solución de dos Estados en la que, al menos a medio plazo, muy pocos confían ya.
Algunos analistas han calificado esta nueva oleada de violencia como «la intifada de los cuchillos», ya que, a pesar de que ha habido varios casos de tiroteos y atropellos intencionados, la mayor parte de los ataques protagonizados por palestinos se producen con armas blancas. De momento, es difícil saber si se trata de una revuelta con la suficiente extensión y proyección en el tiempo como para poder ser comparada con las dos anteriores intifadas (la primera, la «intifada de las piedras», entre 1987 y 1991, y la segunda, la «intifada de Al Aqsa», entre 2000 y 2005), pero lo cierto es que se trata de la mayor insurrección contra la ocupación israelí desde el último gran levantamiento popular, hace ya diez años.
Solo entre el 1 y el 13 de octubre, los días de mayor violencia hasta ahora, se registraron al menos 17 casos de apuñalamientos de israelíes por jóvenes árabes, y en esta última semana, los ataques y las represalias han sido prácticamente diarios.
El pasado domingo, seis israelíes resultaron heridos y dos palestinos muertos por disparos de las fuerzas de seguridad de Israel en al menos tres incidentes registrados en Cisjordania. El lunes, una joven palestina fue tiroteada tras intentar apuñalar a guardias israelíes en un control, también en la Cisjordania ocupada. El martes, soldados israelíes mataron a un palestino que supuestamente pretendía acuchillarles en Jerusalén, donde dos adolescentes palestinos resultaron asimismo heridos de bala tras acuchillar al vigilante de un tranvía. El viernes murieron dos colonos judíos por disparos cerca del asentamiento ilegal de Otniel, en Hebrón; dos palestinos perdieron también la vida en enfrentamientos con soldados israelíes cerca de esta ciudad, y un tercero falleció a causa de las heridas recibidas en un ataque anterior
Uno de los episodios que más denuncias ha provocado, no obstante, se produjo el jueves, cuando soldados israelíes disfrazados de civiles irrumpieron en un hospital de Hebrón para detener a un palestino al que responsabilizaban de otro acuchillamiento, y acabaron matando a tiros a un joven que se encontraba con el acusado. La rocambolesca entrada de los agentes fue grabada en vídeo por las cámaras de seguridad del hospital, y las imágenes han sido ampliamente difundidas en Internet.
En total, en todo el mes de octubre y lo que llevamos de noviembre, esta última oleada de violencia ha causado ya cerca de un centenar de muertos. La gran mayoría (al menos 78) de los fallecidos son palestinos, y de ellos, una treintena eran presuntos atacantes. Las víctimas mortales israelíes sobrepasan la docena (14 muertes registradas hasta ahora). Hay, además, centenares de heridos, y el miedo (en algunas zonas de Jerusalén, a simplemente caminar por la calle) se ha apoderado de una gran parte de la sociedad israelí.
Éstas son, en preguntas y respuestas, algunas claves para entender mejor lo que está pasando.
La situación comenzó a deteriorarse a mediados del pasado mes de septiembre, con los enfrentamientos ocurridos tras la propagación de rumores según los cuales Israel pretendía modificar el antiguo acuerdo que permite el acceso al Monte del Templo (para los judíos), o Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes). Esta zona de la parte ocupada de Jerusalén, un área vigilada y controlada por las fuerzas israelíes, alberga la mezquita de Al Aqsa y la denominada Cúpula de la Roca, y es considerada el tercer lugar más sagrado del islam. El área tiene asimismo una gran importancia religiosa para los judíos, al ser el emplazamiento de los históricos templos bíblicos.
Israel ocupa la zona desde que se la arrebató a Jordania durante la guerra de 1967, pero el área ha permanecido bajo administración musulmana desde entonces. Un acuerdo alcanzado hace décadas permite el acceso a visitantes no musulmanes, pero la cada vez mayor presencia de visitantes judíos, en muchos casos alentados por activistas que buscan incrementar la presencia judía en el Monte, ha hecho crecer entre los palestinos el temor de que Israel esté planeando modificar los términos del acuerdo.
El Gobierno israelí ha negado estos rumores, y acusa a las autoridades palestinas, tanto civiles como religiosas, de haberlos propagado para incitar a la violencia. Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha acusado a los colonos judíos y a las autoridades israelíes de realizar «actos de agresión» que han motivado la reciente ola de violencia.
El 13 de septiembre, la Policía israelí entró en la Explanada de las Mezquitas, tras los disturbios ocurridos en la víspera del Año Nuevo judío como consecuencia de los mencionados rumores. Los enfrentamientos, espoleados por la decisión israelí de limitar el acceso de los palestinos al Monte como medida de seguridad, continuaron durante varios días, y el día 28 de ese mismo mes, después de que el Gobierno israelí autorizase la utilización de fuego real contra quienes lanzasen piedras, las fuerzas de seguridad israelíes volvieron a entrar en la Explanada. Durante una intervención ante la Asamblea General de la ONU, Abás afirmó que Palestina está viviendo la situación más crítica desde 1948, y dio por enterrados los acuerdos de Oslo.
El 1 de octubre, una pareja de colonos judíos fueron asesinados ante sus cuatro hijos cerca de Nablús, en la Cisjordania ocupada. Dos días después empezaron los apuñalamientos.
La mayoría son jóvenes, en muchos casos menores de edad, y con una mayor presencia de mujeres, incluyendo universitarias, que en revueltas anteriores.
Si bien no parece existir una organización centralizada, se ha hablado de una cierta coordinación a través de las redes sociales, donde, en cualquier caso, se han multiplicado los mensajes que exhortan a realizar más ataques, y han ido ganando terreno etiquetas como «Jerusalén Intifada» o «Intifada de cuchillos». Varios de estos ataques han sido filmados con teléfonos móviles o por cámaras de seguridad, y compartidos en Internet.
Aunque la tensión y alarma social habían descendido ligeramente a finales de octubre, la cadena de apuñalamientos e intentos de apuñalamiento de jóvenes palestinos contra israelíes (en su mayoría colonos o uniformados) se ha reanudado en estas dos últimas semanas como un goteo permanente. A principios de noviembre, y según informó Efe, el servicio de emergencias israelí aseguró haber tratado en 40 días a un total de 170 víctimas de ataques, de los que 12 habían muerto y 159 resultaron heridos, una veintena de ellos, graves. En muchos de los casos los atacantes y supuestos atacantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad o por viandantes armados.
Las autoridades palestinas cuestionan esas cifras y consideran que en muchos de los sucesos no hay pruebas que demuestren que los palestinos iban a atacar, por lo que hablan de «ejecuciones sumarias» de inocentes. También denuncian un «uso abusivo de la fuerza» que ha llevado a matar a muchos atacantes pese a que se les podía haber neutralizado y detenido sin matarlos, así como abusos y maltrato innecesario a los agresores una vez neutralizados.
Entre los casos más controvertidos se encuentra el de dos primos del clan Yabari de Hebrón, de 15 y 17 años, que, según denunció el gobernador de esta ciudad, recibieron 57 balas entre ambos y que «no habían atacado a nadie». Otro caso que ha levantado fuertes críticas es la muerte de Thawarat Ashrawi, una anciana de 72 años de Hebrón que fue acribillada por soldados que aseguran que trató de atropellarlos, mientras su familia lo niega y afirma que iba a poner gasolina y no se dio cuenta de que le daban el alto.
A las decenas de palestinos abatidos en ataques (demostrados o supuestos) se unen los muertos por fuego israelí en protestas contra puestos de control militares israelíes en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, lo que eleva los palestinos muertos a cerca de 80, y a los que se suman más de 7.000 heridos (según la ONU) y 1.200 detenidos, en su mayoría jóvenes.
Según un recientre sondeo de la agencia Midgham, realizado entre ciudadanos israelíes, y citado por Efe, el 75% de los encuestados cree que «se debe matar a los terroristas sorprendidos en el lugar de un ataque», frente a un 25% que discrepa. Además, un 55% de israelíes judíos opina que no se debe imputar por sus actos a quienes «atacan a un terrorista después de que haya sido neutralizado».
Tanto la policía israelí como el propio alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, han llegado a aconsejar a los habitantes de la ciudad que posean licencia de armas que salgan con ellas a la calle. El alcalde insiste en que solo la mano dura logrará frenar esta oleada de violencia: «El número de terroristas que ha surgido de los barrios árabes de Jerusalén en las últimas semanas es inaceptable. Lo que hay que hacer para proteger la vida de la gente es bloquear y controlar muchísimo más de lo que hicimos en el pasado», aseguró.
Las zonas palestina e israelí de Jerusalén, separadas desde hace décadas por una frontera invisible, están estos días más divididas que nunca. Como escribe para la agencia Efe la periodista Ana Cárdenes, «consumados o frustrados, probados o dudosos, los ataques que se registran cada día han alterado las rutinas de muchos, y han extendido el miedo en ambos lados, convirtiendo en habitual una violencia que, según los expertos en seguridad, no va a acabarse pronto».
El miedo a los ataques con arma blanca hace que las calles del corazón de Jerusalén y de la Ciudad Vieja estén excepcionalmente silenciosas y semivacías: «El ulular de las sirenas y el sobrevuelo de los helicópteros se ha convertido en la música de fondo de la ciudad. Las agresiones, casi espontáneas y perpetradas por palestinos sin antecedentes ni especial militancia política, son prácticamente imposibles de abortar, y el nerviosismo de los israelíes es palpable», explica por su parte Beatriz Lecumberri en El País.
Este miedo está también muy presente en la comunidad palestina, donde todos se han convertido en sospechosos, y donde muchos temen ser atacados por colonos u hostigados y detenidos por la policía.
El histórico dirigente palestino de Al Fatah Marwan Barghouti, uno de los principales líderes de la segunda intifada, y actualmente encarcelado a perpetuidad en una prisión israelí, hizo pública una carta en la que saluda a la «nueva generación que se ha levantado para defender su derecho y su deber de resistir la ocupación […], desarmada y enfrentándose a una de las mayores potencias militares mundiales».
La revuelta tiene, ciertamente, algunos elementos en común con la segunda intifada, cuyo detonante fue la visita del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas. Y para muchos analistas, el colapso de las negociaciones de paz, la falta de esperanza por conseguir un Estado propio a medio, o incluso a largo plazo, y la ira y la frustración acumuladas por varias generaciones durante una ocupación que dura ya cerca de medio siglo, han creado el caldo de cultuvo necesario para el estallido de un nuevo levantamiento en toda regla.
No obstante, de momento existen algunas diferencias importantes con las intifadas anteriores, empezando por el hecho de que el presidente palestino, Mahmud Abás, ha reiterado su rechazo a la violencia y ha mantenido, aunque siempre del modo más discreto posible, la coordinación entre las fuerzas de seguridad palestinas y las israelíes, en un intento de evitar que los enfrentamientos se descontrolen por completo.
Durante la anterior intifada, los ataques estaban respaldados por grupos organizados de militantes palestinos que contaban, además, con el apoyo tácito de sus líderes. La mayoría de estos grupos han sido desmantelados durante los últimos años, y muchos de sus miembros están ahora en prisión. Los ataques actuales los llevan a cabo individuos sin afiliaciones políticas declaradas y que parecen actuar por su cuenta. Las milicias de Al Fatah no se han sumado, y Hamás ha mantenido la tregua en la Franja de Gaza, el territorio que controla, pese a alentar la revuelta en Jerusalén y Cisjordania. Esta actuación de lo que se ha venido en llamar «lobos solitarios» ha hecho que, para Israel, su tradicional respuesta puramente militar sea esta vez mucho más complicada.
No parece probable, al menos mientras el proceso de paz continúe bloqueado. Y los actuales dirigentes de ambas partes tienen poca voluntad, en el caso de Netanyahu, o pocas posibilidades, en el de Abás, de reactivarlo.
El dirigente palestino cuenta con cada vez menos apoyo popular (una encuesta reciente indica que el 65% de los palestinos desea su renuncia), y es continuamente desacreditado como negociador válido por el Gobierno israelí, que le reprocha carecer de la fuerza suficiente para lograr acuerdos. Abás no ha condenado los ataques perpetrados en las calles israelíes, pero mantiene su oposición a una nueva intifada armada y sigue ofreciendo a Israel una cooperación en materia de seguridad que desgasta su imagen entre los palestinos
Como explica el experto en Oriente Medio Nathan Thrall, del International Crisis Group, en un artículo publicado en la revista London Review of Books, cuando Abás llegó al poder en 2005, el veterano líder palestino, «más un funcionario que un líder carismático como Arafat», fue visto como una figura de transición tras los acuerdos de Oslo, en un momento en que los palestinos estaban exhaustos tras las luchas de la segunda intifada, y con una gran necesidad de reconocimiento internacional. El contexto, con Hamás y Barghouti ausentes en las elecciones, los líderes fundadores de Al Fatah asesinados o en prisión, y el firme apoyo del Gobierno estadounidense de George W. Bush, también le favoreció.
Pero estas condiciones, como era previsible, no duraron mucho: «Los palestinos —señala Thrall— se recuperaron de la fatiga de luchar contra Israel, Hamás volvió a la política, el mantenimiento de la ocupación alentó la resistencia, los líderes que cuestionaron esa resistencia fueron desacreditados, y una nueva generación de palestinos creció sin los recuerdos del coste que supusieron las intifadas, e incapaz de entender por qué sus padres aceptaron no solo abandonar la lucha contra el ejército israelí, sino incluso cooperar con él, a través de acuerdos negociados por el propio Abás». Como apuntaba recientemente el dirigente palestino Nabil Shaat, «han pasado 22 años desde la firma de los Acuerdos de Oslo y en la Cisjordania ocupada hay ya 400.000 colonos».
Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (en el cargo desde 2009, y reciente ganador de las elecciones celebradas el pasado 18 de marzo), se mantiene en la idea de que el mejor proceso de paz es el actual proceso inexistente. Como dijo el pasado 27 de octubre, «Israel vivirá siempre con la espada en la mano», para explicar después su intención de mantener el control total sobre toda la Palestina histórica, incluyendo los territorios ocupados.
El dirigente israelí, enfrentado al presidente Obama tras el acuerdo nuclear alcanzado con Irán, y criticado por numerosos líderes europeos, está sometido, además, a una gran presión por parte del ala más dura de su coalición de gobierno, que le exige una respuesta aún más contundente (ya se ha incrementado el número de efectivos militares en Jerusalén y Cisjordania, y se han relajado las normas sobre cuándo puede abrirse fuego sobre los manifestantes) ante la actual oleada de violencia palestina.
Una de las principales características de esta nueva revuelta es, probablemente, la ausencia de actores políticos con la suficiente credibilidad como para poder frenarla o encontrar soluciones.
En este sentido, el profesor del Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de Groninga (Holanda) Sami Faltas señala al diario El Universal que «en la primera intifada había todavía lazos entre Israel y Palestina por actividades económicas transfronterizas, así como actores políticos que creían en la viabilidad de los acuerdos de Oslo, pero hoy la gente tiene menos que perder que antes. La interdependencia económica, que es fórmula para la paz, no existe más, debido al cierre de las fronteras y a la construcción, por parte de Israel, de un muro de hormigón de hasta ocho metros de altura».
Con Estados Unidos alejado de una implicación directa en el proceso de paz, no existen tampoco otros actores externos de peso con la capacidad de detener una posible irrupción de violencia a gran escala. Egipto, socio reconocido por ambas partes, no está en condiciones de asumir responsabilidades como consecuencia de su situación interna, y la Unión Europea, indica Faltas, ha perdido influencia «por pensar de manera equivocada que resolvería el conflicto solo inyectando dinero».
Publicado originalmente en 20minutos
Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón. Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, […]
Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el fuego «permanente» y «completo» en Gaza.
Básicamente, el acuerdo supone que Israel aliviará un poco el bloqueo en la Franja, siempre y cuando haya un cese completo de «hostilidades» por parte de Hamás. Todo lo demás se ha dejado para posteriores negociaciones, que comenzarán, en principio, dentro de un mes. Se trata de un plan muy poco ambicioso, pero parece que podrá evitar, de momento, que sigan cayendo las bombas. Los problemas de fondo, en cualquier caso, siguen ahí, en un lugar no muy diferente a donde llevan estando décadas.
Si finalmente se logra llegar hasta las negociaciones, las exigencias que van a estar sobre la mesa no dejan mucho espacio para el optimismo: Israel pedirá la completa desmilitarización de la Franja (algo prácticamente imposible, teniendo en cuenta el número de milicias que actúan por su cuenta), y Hamás pedirá el final completo del bloqueo (incluyendo la posibilidad de poner en funcionamiento un puerto y un aeropuerto), la apertura total de la frontera con Egipto, ayudas económicas internacionales y, sobre todo, la liberación de prisioneros encerrados en cárceles israelíes. En el caso bastante probable de que ninguna de las dos partes ceda, la situación volverá a ser la existente antes de esta última ofensiva, es decir, una especie de frágil «calma a cambio de calma», en la que la más mínima chispa volverá a provocar el incendio.
Embed from Getty ImagesUna familia celebra en su coche destruido el alto el fuego, en las calles de Ciudad de Gaza. Foto: Majdi Fathi / NurPhoto / Getty Images
En concreto, y además del alto el fuego permanente, el acuerdo alcanzado este martes estipula la apertura de los pasos fronterizos entre Gaza e Israel, pero solo para que sea posible acelerar la introducción de ayuda humanitaria y del material necesario para la reconstrucción de la Franja. También se reabrirá el paso de Rafah hacia Egipto, una frontera que estará bajo el control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El pacto señala asimismo que los pescadores palestinos podrán faenar en un radio de seis millas en torno a sus costas (tres millas más que en la actualidad), ampliable más a adelante a doce. Según una fuente oficial israelí citada sin identificar por la edición digital del diario Yediot Aharonot, el pacto no incluye la transferencia de fondos económicos a Hamás, uno de los puntos que habían hecho fracasar las negociaciones anteriores.
En cuanto a las (previsibles) valoraciones, Israel insiste en que ha conseguido asestar un «duro golpe» a Hamás, matando a «mil milicianos» y rebajando «al 30%» su arsenal, y Hamás celebra la «victoria de la resistencia» y el «fracaso» del ejército israelí.
Poco después de que se anunciara el acuerdo, miles de gazatíes salieron a las destruidas calles de la Franja para celebrar, con disparos al aire, lo que consideraban «una derrota» de Israel. Las escenas, incluyendo las perturbadoras imágenes de niños con armas, recordaban a las que pudieron verse en estas mismas calles tras el alto el fuego que puso fin a la última operación militar israelí contra la Franja, en noviembre de 2011.
El presidente de la ANP, Mahmud Abás, quien fue el encargado de anunciar el acuerdo desde Ramala, aseguró que la tarea más urgente ahora es reconstruir Gaza. La Franja, dijo, ha sufrido «un grado de destrucción más allá de la imaginación». «Durante estos 50 días hemos hecho todos los esfuerzos posibles para suministrar a nuestro pueblo lo que necesita, pero no es suficiente. La gente en Gaza necesita mucho más. Hace falta apoyo rápido para intentar curar la herida que se ha infligido… La cuestión ahora es: ¿Qué pasa a continuación? Gaza ha sufrido tres guerras, ¿estamos esperando otra más? No podemos seguir con negociaciones confusas», añadió.
Horas después, el propio Abás se mostró dispuesto a mover él mismo la siguiente ficha y propuso al liderazgo palestino un plan unilateral que contempla un calendario para la creación de un Estado de pleno derecho con ayuda de la comunidad internacional, y sin pasar por otro proceso negociador como el que fracasó el pasado 29 de abril. Según informaron fuentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) citadas por El País, la propuesta de Abás plantea «poner fecha al fin de la ocupación», lo que conllevaría la creación de un Estado independiente palestino sobre las fronteras previas a 1967.
Ofir Akunis, viceministro en la oficina del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ya ha respondido que «ninguna nación renuncia a su patria nativa», que «Judea y Samaria [la denominación israelí para Cisjordania] son la cuna del pueblo judío», y que retirarse equivaldría a un «suicidio nacional».
Embed from Getty ImagesDos niños sujetando armas, aparentemente descargadas, durante las celebraciones por el alto el fuego, en Ciudad de Gaza. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images
Lo cierto es que el acuerdo para el alto el fuego en Gaza ha agrietado más aún la coalición gobernante israelí, seriamente tocada ya desde antes de la ofensiva. Los ministros de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, y de Economía, Naftalí Bennett, ambos de la extrema derecha nacionalista, han mostrado, como era de esperar, su total oposición. Pero también Zahava Gal-On, dirigente del partido de izquierda Meretz, ha criticado al primer ministro y a su «irresponsable gobierno» por haber «puesto en bandeja» la victoria a Hamás: «El alto el fuego llega muy tarde y sus términos demuestran que la operación Margen protector es una derrota estratégica de Netanyahu, quien se metió en ella sin objetivos y ha terminado dándole ganancias a Hamás a costa de los habitantes del sur», dijo.
Y con respecto al propio Netanyahu, ésta no ha sido, desde luego, la guerra que él tenía en mente. Según un sondeo publicado este mismo martes, solo el 38% de los israelíes apoya ahora la política del primer ministro en Gaza. De acuerdo con diferentes encuestas realizadas durante la ofensiva, en cuatro días el apoyo a Netanyahu ha bajado un 17%; en tres semanas, un 25%; y desde que comenzó la operación Margen protector, un espectacular 44%.
El analista estadounidense M. J. Rosenberg, muy crítico con el Gobierno israelí, pero también defensor declarado de la legitimidad de Israel como «Estado judío», opina que la lectura de esta encuesta es que Hamás ha salido reforzada:
La razón por la que el apoyo a Netanyahu se ha hundido no es una repulsa pública por las muertes. De eso no hay prácticamente nada. La razón es que las muertes no están funcionando. Y todo lo que Netanyahu puede hacer es seguir matando, porque no hay estrategia. Y no la hay porque Netanyahu rechaza la solución obvia: acabar con la ocupación. Los israelíes se están despertando a la realidad de que el hecho de que Hamás siga contraatacando después de siete semanas significa que la seguridad de Israel no es más que una ilusión. Y eso es una victoria increíble para Hamás. […]
Hamás ha logrado lo que no ha conseguido ningún ejército árabe, ha destrozado la ilusión de que los israelíes pueden seguir de fiesta en Tel Aviv sin tener un solo pensamiento sobre la gente que está siendo machacada unos cuantos kilómetros más allá.
Para los habitantes de Gaza empieza ahora un durísimo y tristemente familiar camino de reconstrucción y duelo. Al espeluznante número de muertos y heridos durante estas semanas hay que sumar unos 400.000 desplazados internos, o el hecho de que muchos de los miles de menores heridos sufrirán discapacidades de por vida. Alrededor de 1.500 niños palestinos han quedado huérfanos, y, según cifras de UNICEF, cerca de 3.000 menores han tenido que ser asistidos psicológicamente.
«Celebramos la victoria, pero con un peso en el corazón», decía a la agencia AFP este martes Badir Mohamed, un joven palestino de 20 años: «No nos olvidamos de la sangre de los mártires, ni de los heridos, ni de los miles de desplazados».
Mucho tienen que cambiar las cosas para que haya esperanza en la cosecha que recogerán las generaciones futuras de esta siembra de destrucción.
(Un tuit de Farah Baker, la joven palestina de 16 años cuyos mensajes desde Gaza llegaron a convertirse en uno de los símbolos de esta guerra: «Esta chica no puede creerse que va a volver a su vida normal y pacífica. ¡Estoy tan feliz!»).
Más información y fuentes:
» Alto el fuego entre Israel y Hamas tras 50 días de guerra en Gaza (AFP)
» Gaza celebrates as long-term truce goes into effect (AFP)
» Gaza truce open-ended, but puts off tough issues (AP)
» Claves del alto el fuego en Gaza (AFP)
» Gaza ceasefire: Israel and Palestinians agree to halt weeks of fighting (The Guardian)
» El presidente Abbas plantea la creación unilateral de un Estado palestino (El País)
» Support for Netanyahu plunges, poll finds (Haaretz)
» Dos mil muertos para volver al punto de partida (Guerra eterna)
» El alto al fuego en Gaza es un parche mal cosido (World Wide Blog)
» Fotos de la celebración en las calles de Gaza (Reuters)
» Fotos de la destrucción causada en Gaza por los últimos ataques israelíes (Reuters)
» Cronología de la operación ‘Margen Protector’ (Efe, 20minutos.es)
Después de 51 días de ataques, 2.200 muertos (2.141 palestinos, medio millar de ellos, menores, y 69 israelíes, casi todos militares) y un territorio arrasado, Israel y Hamás han acordado este martes en El Cairo, con la mediación de Egipto, un alto el… Leer
Una selección de fotografías tomadas en Oriente Medio esta semana. Pincha en los enlaces de las localizaciones para ver las imágenes.
Mafraq, Jordania, 18/7/2013: Vista aérea del campo de refugiados sirios de Zaatari. El inmenso campamento, convertido ya en la quinta ciudad más grande de Jordania, y que alberga a unas 115.000 personas (más de la mitad de las cuales son menores de edad), fue visitado este jueves por el secretario de Estado de EE UU, John Kerry. Foto: Mandel Ngan / AFP
El Cairo, Egipto, 15/7/2013: Un seguidor del depuesto presidente egipcio Mohamed Mursi, durante enfrentamientos con la policía el pasado lunes. Esa noche, la violencia desatada tras el golpe militar dejó en la capital al menos siete muertos, más de 250 heridos y unos 400 detenidos. El viernes, décimo día del Ramadán, miles de islamistas volvieron a protestar en la calle, y hubo al menos tres muertos en choques entre partidarios y detractores de Mursi en Mansura. Foto: Mohamed Abd El Ghany / Reuters
El Cairo, Egipto, 20/7/2013: Manifestantes en contra del depuesto presidente egipcio Mohamed Mursi, y a favor, este sábado, en la capital del país. Fotos: Mai Shaheen / Al Ahram
Ramala, Cisjordania (Palestina), 19/7/2013. El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, anunció esta semana un preacuerdo entre israelíes y palestinos para reaunadar las conversaciones sobre el proceso de paz, lo que puede suponer acabar con un estancamiento en las negociaciones que duraba ya tres años. En la imagen, Kerry, con el presidente palestino, Mahmud Abás, este viernes. Foto: Mandel Ngan / AFP / Pool
Kfar Nubul, Siria, 16/7/2013: El niño Yahya Sweed, de 13 años de edad, acompañado por su padre, un día después de ser dado de alta del hospital donde tuvieron que amputarle una pierna, tras resultar herido durante un bombardeo de las fuerzas gubernamentales sirias. Foto: Daniel Leal-Olivas / AFP
Deir al Zor, Siria, 17/7/2013: Un joven miembro del Ejército Libre Sirio combate el calor con una improvisada ducha de agua fría en la calle. Foto: Khalil Ashawi / Reuters
Alepo, Siria, 15/7/2013: Combatientes del Ejército Libre Sirio avanzan en plena noche por una calle desierta en el distrito de Karm al Jabal. Foto: Muzaffar Salman / Reuters
Sarafand, Líbano, 17/7/2013: Fatima Darrar (a la derecha), de 17 años de edad e hija del analista político sirio Mohamed Darrar Yamo, partidario del régimen de Bashar al Asad, llora la muerte de su padre, asesinado este miércoles en su casa del sur del Líbano por un grupo de hombres armados. Foto: EPA
Gastria, Chipre, 17/7/2013: Un vertido de al menos 100 toneladas de fueloil procedente de una central eléctrica afectó esta semana a entre siete y diez kilómetros de la costa septentrional chipriota, en una zona bajo jurisdicción de la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre. El incidente, que se produjo en torno a la central AKSA Elektrik, ha provocado un gran desastre ambiental. De acuerdo con la prensa turcochipriota, al menos una piscifactoría con 400 toneladas de pescado se ha visto afectada por el vertido. En la imagen, un cangrejo en una de las playas contaminadas. Foto: Harun Ucar / AP
Tel Aviv, Israel, 15/7/2013: Un manifestante sostiene una bandera palestina durante una protesta contra un proyecto aprobado por el Gobierno israelí que contempla el desplazamiento y la relocalización de cerca de 30.000 beduinos nómadas del sur del desierto del Neguev. Foto: Ariel Schalit / AP
Altos del Golán, 17/7/2013: Un soldado israelí limpia el cañón de un tanque cerca de la frontera con Siria, en los Altos del Golán. La guerra civil siria ha acabado con décadas de relativa calma en este territorio ocupado por Israel desde la guerra de 1967. El ejército israelí está en alerta permanente ante los combates que libran los grupos rebeldes y las fuerzas del régimen de Bashar al Asad en las localidades cercanas. Foto: Baz Ratner / Reuters
Estambul, Turquía, 20/7/2013: Nuray Cokol, una enfermera de 32 años, y Ozgur Kaya, un electricista de 34, se conocieron (y enamoraron) durante las protestas del pasado mes de junio en la plaza Taksim de Estambul. Esta semana se casaron, y decidieron hacerlo en el emblemático lugar donde se inició la revuelta ciudadana, el parque Gezi. La pareja, en la imagen, convirtió la ceremonia en un acto reivindicativo, al que acudieron cerca de un millar de personas. La policía intervino restringiendo el acceso al parque y dispersando a los congregados. El parque volvió a abrise al público a mediados de julio, pero las manifestaciones siguen prohibidas. Foto: Ozan Köse / AFP
Qalandia, Cisjordania (Palestina), 19/7/2013: Una familia palestina se dirige hacia un control israelí, de camino a la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, durante el mes sagrado musulmán del Ramadán. Foto: Majdi Mohammed / AP. Más fotos del Ramadán, aquí y aquí.
Hebrón, Cisjordania (Palestina), 18/7/2013: Niños palestinos esperan en un comedor social un reparto de comida donada por fieles, durante el mes sagrado musulmán del Ramadán. Foto: Ammar Awad / Reuters
Saná, Yemen, 15/7/2013: Varios hombres leen el Corán en una mezquita, durante el mes sagrado musulmán del Ramadán. Foto: Yahya Arhab / EPA
Jerusalén, 16/7/2013: Judíos ortodoxos duermen junto al Muro de las Lamentaciones, durante una noche de oración dentro del ayuno anual conocido como Tisha B’av, una festividad religiosa que conmemora las destrucciones del primer y segundo templos. Foto: Abir Sultan / EPA
Barcelona, España, 17/7/2013: El equipo de natación sincronizada de Egipto entrena en el Palau Sant Jordi, una de las sedes del Campeonato Mundial de Natación, que se celebra en la capital catalana hasta el 4 de agosto. La competición había sido adjudicada originalmente a Dubai (Emiratos Árabes Unidos), en 2009, pero en marzo de 2010 el comité organizador de este país renunció a la organización del evento, y en septiembre de ese mismo año la FINA reeligió a Barcelona como sede. Foto: Albert Gea / Reuters
Venecia, Italia: Por primera vez desde la invasión de Irak que lideró EE UU en 2003, la Biennale de Venecia, considerada el mayor festival de arte contemporáneo del mundo, acoge este año trabajos de artistas iraquíes. El pabellón iraquí, denominado Welcome to Iraq (bienvenidos a Irak), ha sido organizado por la Fundación Ruya, e incluye obras de once artistas de este país. Entre ellos se encuentran Hashim Taeeh y Yassen Wami, quienes exhiben una habitación (foto), en la que todos los elementos son esculturas realizadas con cajas de cartón desechadas, un material que los artistas utilizan desde 1991, año en que Irak estaba bajo diversas sanciones económicas. Foto: Catherine Milner / Al Jazeera
Un siège d'observateur à l'ONU pour la Palestine
Posted by Raymond Burki on Thursday, November 29, 2012
Palestina, Estado observador en Naciones Unidas. Viñeta de Raymond Burki.
Un siège d'observateur à l'ONU pour la Palestine Posted by Raymond Burki on Thursday, November 29, 2012 Palestina, Estado observador en Naciones Unidas. Viñeta de Raymond Burki.
El embajador palestino ante la ONU, Riyad Mansour, con un asiento simbólico de Palestina, antes de una reunión con el presidente de la Asamblea General, en septiembre de 2011. Foto: Stan Honda / AFP
La Asamblea General de la ONU tiene previsto votar este jueves la resolución que pide el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de Naciones Unidas, un estatus que actualmente solo tiene el Vaticano. La solicitud fue realizada por las autoridades palestinas ante el parón de las negociaciones de paz con Israel (las últimas conversaciones directas tuvieron lugar en 2010), y tras el fracaso de su anterior intento de convertirse en Estado de pleno derecho en la ONU.
Aquella iniciativa, llevada a cabo hace aproximadamente un año, no logró la necesaria aprobación del Consejo de Seguridad, al ser rechazada por al menos 9 de los 15 miembros de este organismo, después de que Estados Unidos, uno de los cinco países con derecho a veto, anunciase su oposición.
En la Asamblea General, sin embargo, no hay vetos, y todo hace pensar que los palestinos lograrán el reconocimiento de una amplia mayoría. Si, como es previsible, la resolución es aprobada, Palestina dejará de ser una «entidad» y se convertirá en un «Estado».
En principio, los palestinos tienen asegurados los votos de la mayor parte de los países de África, Asia y Latinoamérica. Se espera que China, Rusia y, por supuesto, los países árabes, voten a favor. En total, al menos 130. La Unión Europea llega, una vez más, dividida, sin un voto común. España y Francia han anunciado que votarán ‘sí’. El Reino Unido y Alemania se abstendrán. En el otro bando, con casi total seguridad, Estados Unidos volverá a hacer frente común con Israel y votará en contra, al igual que Canadá. Washington no se opone a la creación de un Estado palestino, pero argumenta que solo podrá conseguirse mediante negociaciones directas. «El camino hacia una solución de dos Estados que contemple las aspiraciones del pueblo palestino pasa por Jerusalén y Ramala, no por Nueva York», dijo este miércoles la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton.
1. 65 años después. La fecha de la votación tiene una gran carga simbólica. Este jueves se cumplen 65 años justos de la aprobación de la famosa resolucion 181, en la que la ONU se pronunció a favor de poner fin al mandato británico y decidió la partición de Palestina en un Estado judío y otro Estado árabe. En aquella ocasión los países árabes se negaron a aceptar lo acordado por Naciones Unidas y optaron por la guerra, algo que, como ha reconocido hace no mucho el propio presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, fue «un gran error». El fallecido líder palestino Yasir Arafat ya declaró unilateralmente el Estado palestino en 1988. Entonces fue reconocido por cerca de 100 países, la mayoría pertenecientes al mundo árabe, al bloque comunista o al movimiento de los países no alineados (muchos de ellos, latinoamericanos).
2. Estado de segunda, pero Estado al fin y al cabo. El voto de la Asamblea General no convertirá a Palestina en Estado de pleno derecho de la ONU, pero sí supondrá para la comunidad internacional un reconocimiento amplio de que el Estado palestino existe. La resolución define los límites del territorio palestino en las fronteras anteriores al alto el fuego de junio de 1967. También incluye un punto en el que se expresa «la esperanza de que el Consejo de Seguridad considere favorablemente la solicitud de admisión del Estado de Palestina como Miembro de las Naciones Unidas». Actualmente, la Autoridad Palestina tiene el estatus de «observador permanente».
3. Una puerta entreabierta a la justicia internacional. El reconocimiento palestino, no obstante, puede tener cierta relevancia, más allá de la obtención de un mayor respaldo por parte de la comunidad internacional, o del simbolismo que conllevaría como victoria moral. De ser aprobada la resolución, los palestinos podrán participar en los debates de la Asamblea General y, lo que es más importante, tendrán más posibilidades (aunque no total garantía) de formar parte de determinadas agencias de la ONU. Entre ellas, significativamente, el Tribunal Penal Internacional o el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Ello les permitiría, en principio, emprender acciones legales contra la ocupación israelí (de ahí, entre otros motivos, la oposición de Israel), aunque solo por hechos ocurridos a partir de ahora. En cualquier caso, también les obligaría a rendir cuentas sobre la situación de los derechos humanos en Palestina, y a comprometerse a hacer lo posible por evitar que se originen en su territorio acciones terroristas o de agresión, como los cohetes lanzados contra ciudades israelíes. Varios países europeos, así como Estados Unidos, han presionado a Abás para que renuncie expresamente a denunciar a Israel ante los tribunales internacionales, pero el dirigente palestino se ha negado.
4. Los colonos, en primer plano. La inclusión de Palestina en el Tribunal Penal Internacional podría tener también un efecto directo sobre los colonos israelíes establecidos en los territorios ocupados, así como sobre los teóricos responsables políticos de estos asentamientos, ya que la Corte establece claramente que la transferencia (directa o indirecta) de población desde un país ocupante a uno ocupado constituye un crimen de guerra. El tema de los colonos es fundamental, ya que es la base del rechazo del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, a trabajar sobre las fronteras de 1967, unas fronteras que, teniendo en cuenta que actualmente hay aproximadamente medio millón de judíos israelíes viviendo en más de 200 asentamientos de Cisjordania (Jerusalén Oriental incluida), Netanyahu considera «inviables» y «no realistas». Los asentamientos son ilegales, de acuerdo con la legislación internacional.
5. El cadáver de las negociaciones. En teoría, la resolución debería tener, de ser aprobada, el efecto de resucitar las conversaciones de paz. Así, en el borrador de la misma se expresa «la urgente necesidad de que se reanuden y aceleren las negociaciones en el proceso de paz en el Oriente Medio, basándose en las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, los principios de referencia de la Conferencia de Madrid, incluido el principio de territorio por paz, la Iniciativa de Paz Árabe y la hoja de ruta del Cuarteto para una solución permanente biestatal del conflicto israelo-palestino, a fin de lograr un acuerdo de paz general, justo y duradero entre las partes palestina e israelí que resuelva todas las cuestiones fundamentales pendientes, a saber, los refugiados de Palestina, Jerusalén, los asentamientos, las fronteras, la seguridad y el agua». No es probable que esto ocurra, pero al menos la necesidad de retomar las negociaciones volvería a estar sobre la mesa. Con respecto a los Acuerdos de Oslo, la iniciativa palestina de solicitar su reconocimiento como Estado es una medida unilateral, algo que va en contra de lo estipulado en los propios Acuerdos, por lo que Israel podría declararlos no válidos. De hecho, el Gobierno de Netanyahu ha dicho que así lo hará, pero lo cierto es que los términos de los Acuerdos se han violado ya muchas veces, y ninguna de las dos partes los ha revocado hasta ahora.
6. La amenaza financiera. El paso dado por la Autoridad Palestina conlleva un importante riesgo financiero. La economía palestina depende por completo de la ayuda exterior. Si, al igual que ha sugerido EE UU, la UE acabase tomando represalias contra la ANP por esta iniciativa unilateral, y dejase de transferir dinero al Gobierno de Ramala, Palestina se quedaría sin el 50% de los fondos que le aporta la comunidad internacional. Al ‘castigo’ anunciado por EE UU se suma el del propio Israel, que ha amenazado con suspender la entrega de los impuestos que recauda en nombre de la ANP. El rescate tendría que venir desde los países árabes. Catar, de momento, ya ha prometido apoyo.
7. Salvavidas para Abás. Lo que sí es bastante seguro es que la aprobación de la resolución por parte de la Asamblea General será un balón de oxígeno para Mahmud Abás, quien necesita una remontada política por muchas razones: Su papel de cero a la izquierda durante la reciente crisis de Gaza, el robustecimiento de los radicales de Hamás (los líderes palestinos ya se han encargado de advertir a Europa y EE UU que un rechazo de la ONU fortalecerá a la organización islamista), las grandes dificultades que, pese a sus posiciones moderadas, tiene para ser aceptado como interlocutor por el Gobierno de Netanyahu, y, no menos importante, los efectos de la crisis económica en los territorios, que hace apenas unos meses hizo que miles de palestinos protestaran en la calle contra su gobierno.
Más información y análisis:
» Preguntas y respuestas sobre la solicitud palestina a la ONU (BBC)
» Preguntas y respuestas sobre los efectos de posibles denuncias a Israel ante la Corte Internacional (Association for Civil Rights in Israel)
» Palestina será un ‘estado observador’ y casi todo seguirá igual (Obamaworld)
» Palestina en la ONU: la hora de la política (Montserrat Radigales, en El Periódico)
» Palestina busca el reconocimiento global (El País)
» Quién apoya la solicitud palestina (Christian Science Monitor)
¿Qué haran los palestinos tras el voto de la ONU? (The Washington Post)
Contexto:
» Texto de la resolución que será sometida a votación en la Asamblea General
» Las Naciones Unidas y la cuestión de Palestina
» Resoluciones de la ONU sobre el conflicto palestino israelí
La Asamblea General de la ONU tiene previsto votar este jueves la resolución que pide el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de Naciones Unidas, un estatus que actualmente solo tiene el Vaticano. La solicitud fue realizada por las autoridades palestinas ante el parón de las negociaciones de paz con Israel (las últimas conversaciones directas tuvieron lugar en 2010), y tras el fracaso […]
Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un autobús de Tel Aviv perpetrado horas antes (21 heridos, dos de ellos, muy graves), fue negociado con la mediación de Egipto y de EE UU, y entró en vigor a las nueve de la noche (hora local). Excepto por algunos cohetes palestinos aislados, de momento ambas partes lo están respetando. Ambas partes, también, se han declarado vencedoras.
En líneas generales, los islamistas de Hamás (gobernantes en Gaza) han salido reforzados, aunque esto depende mucho de lo que pase en los próximos días; Benyamin Netanyahu (primer ministro israelí) ha obtenido algo de crédito electoral y ha frenado los ataques contra territorio israelí; y Mahmud Abás (presidente de la Autoridad Palestina) ha quedado ninguneado. Además, se ha abierto una endeble puerta a futuras negociaciones, Egipto ha recuperado protagonismo como actor en la región, Estados Unidos ha logrado salvar los muebles dejando claro que sigue apoyando a Israel incondicionalmente, el conflicto de fondo sigue igual de enquistado que siempre, y la población, sobre todo la de Gaza, ha sufrido enormemente.
Al dolor de los muertos y heridos hay que sumar el aumento de los sentimientos militaristas y del odio en los dos lados. La violencia y el radicalismo que llevan incubándose durante generaciones se ha reforzado más aún si cabe. Una de las fotos de este miércoles muestra a un niño palestino de apenas tres años sosteniendo una pistola, durante las celebraciones por el alto el fuego. No es la única:
Embed from Getty ImagesUn niño sostiene un arma durante las celebraciones por el alto el fuego entre Israel y Hamás, en Ciudad de Gaza. Foto: David Degner / Getty Images
• La tregua. El acuerdo alcanzado tiene dos fases. En la primera, ambas partes se comprometen a no seguir disparando. En el caso de Israel, ello implica detener los bombardeos «por tierra, mar y aire», así como «los ataques a individuos». En el caso de las facciones palestinas (no solo Hamás), implica «poner fin a las hostilidades, incluido el lanzamiento de cohetes y los ataques fronterizos».
La segunda fase es más complicada y, en principio, se negociará a partir de que se hayan cumplido 24 horas sin ataques. El objetivo es alcanzar una tregua más permanente y, para ello, Israel y Hamás pondrán sobre la mesa sus exigencias: Los israelíes, el cese total de los ataques con cohetes y de la entrada de armamento a la Franja; Hamás, un alivio del bloqueo a personas y mercancías impuesto por Israel desde hace más de cinco años. La negociación sobre una eventual apertura de la frontera se hará con la mediación de Egipto. En Gaza lo celebran ya como el fin del embargo, pero probablemente los israelíes no lo interpreten así. Un acuerdo será muy difícil, si es que llega a alcanzarse.
• Las víctimas. La afirmación del ejército israelí de que iba a llevar a cabo «ataques quirúrgicos» era imposible de cumplir en una zona tan densamente poblada como Gaza, algo que, obviamente, conocen los mandos israelíes, pero ante lo que no se detuvieron. Los bombardeos del ejército israelí sobre la Franja han dejado un total de 162 palestinos muertos, entre ellos, unos 40 niños. La mayoría de los fallecidos son civiles. Los cohetes palestinos, por su parte, han matado a cinco israelíes (cuatro civiles y un soldado).
• Cómo empezó. La operación israelí Pilar de la Defensa comenzó el pasado miércoles con el «asesinato selectivo» del líder militar de Hamás Ahmed Yabari, que fue alcanzado por un misil israelí cuando circulaba en coche por las calles de Gaza. El fin de semana anterior habían muerto seis palestinos y resultado heridos ocho israelíes (la mayoría, atendidos por estado de shock) y 30 palestinos, en una espiral de violencia que se desató tras la ruptura de otro (frágil) alto el fuego anterior. Israel justificó los ataques contra Gaza que siguieron al asesinato de Yabari como respuesta a la oleada de cohetes lanzados por milicianos palestinos contra su territorio en los días previos.
• Los ataques. En estos ocho días, Israel ha lanzado sobre Gaza unos 1.500 bombardeos aéreos, marítimos y terrestres. Los grupos armados de la Franja han lanzado sobre Israel un número semejante de cohetes, muchos de los cuales fueron interceptados por el sistema antimisiles israelí Iron Dome («cúpula de acero», financiado con dinero estadounidense). Aparte de más de 900 plataformas de lanzamiento de cohetes (según fuentes militares israelíes) y de otras infraestructuras militares, el ejército israelí ha destruido edificios gubernamentales y sedes de Hamás, y ha causado graves daños a espacios urbanos, viviendas e inmuebles, incluyendo instalaciones utilizadas por la prensa. Pese a que Israel movilizó a unos 70.000 reservistas, y a que destacó tropas en la frontera, la invasión terrestre no ha llegado a producirse.
• Hamás. Aunque las dos partes se han declarado vencedoras tras el anuncio de la tregua, es en la calles de Gaza, no en las de Israel, donde ha habido celebraciones. Y eso, a pesar de que los periodos de alto el fuego benefician más a los israelíes, que dejan de recibir cohetes y pueden seguir con su vida normal, que a los habitantes de la Franja, cuya situación sigue siendo básicamente la misma: ocupados, encerrados, aglomerados, al borde de la miseria y gobernados por una organización que presenta un negro historial de respeto a los derechos humanos.
Una de las razones del júbilo en Gaza es que, a pesar de toda su fuerza militar, Israel no ha logrado vencer, y para Hamás, no perder es una victoria. Otra es que existe una esperanza, justificada o no, de que se pueda llegar a aliviar el bloqueo.
En cualquier caso, los islamistas radicales de Hamás, que gobiernan la Franja desde que ganaron las elecciones en 2006 (en solitario tras expulsar a Al Fatah en la guerra civil de un año después), pueden haber salido reforzados. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que su imagen de ser la única resistencia contra Israel se ha apuntalado más aún tras este último ataque israelí.
El problema es que Israel (y también EE UU, la UE, Japón, Canadá o Australia) sigue considerando a Hamás una organización terrorista, y no reconoce la legitimidad de su gobierno. Y también que Hamás, por su parte, sigue sin reconocer oficialmente al Estado de Israel y apostando por la lucha armada. No parece un buen principio para negociar. Y si las negociaciones no avanzan, a Hamás se le empezará a acabar el crédito obtenido.
Para complicar más aún el escenario, muchos milicianos de Gaza no están controlados por Hamás. Buena parte de los cohetes, por ejemplo, son lanzados por miembros de Yihad Islámica, que recibe el armamento de Irán.
Embed from Getty ImagesJóvenes palestinos celebran el alto el fuego entre Hamás e Israel en las calles de Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Foto: Said Khatib / AFP / Getty Images
• Israel. Al margen de la ventaja política que haya podido conseguir Netanyahu (en el sur de Israel, blanco de los cohetes de las milicias palestinas, viven cerca de un millón de votantes), Israel ha conseguido cumplir, en principio, sus objetivos directos: Ha mermado la infraestructura militar de Hamás, ha matado a milicianos palestinos y, sobre todo, ha logrado detener el lanzamiento de cohetes contra su territorio. El periodista Jordi Pérez Colomé explica así las alternativas que tenía antes y tiene ahora el Gobierno israelí:
Solo hay dos: una, arrasar Gaza. Aunque es el método que ha escogido el sirio Asad para su país, en Israel sería inimaginable. Dos, invadir Gaza. Las muertes de soldados israelíes y civiles palestinos harían la situación insostenible en pocos días. Ninguna alternativa sirve. Con los recursos que Netanyahu tenía, ha ganado; siempre que no vuelvan los cohetes en breve. Si vuelven, deberá optar por la invasión y si hay muchos muertos, colgarán la culpa a Hamás.
La crítica que se le hace a Israel es que esta situación no es ninguna solución. Habrá pronto otra guerra. Es verdad. Pero Israel no parece hoy dispuesto a jugar a nada más que a alargar la inestabilidad y esperar que otra generación encuentre un momento mejor para solventar la cuestión para siempre.
Por lo pronto, Israel ha anunciado ya este jueves que estudiará «una acción militar más severa» si fracasa la tregua.
• Mahmud Abás. El presidente de la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania (la otra parte de los territorios palestinos ocupados), ha sido, quizá, el gran perdedor político tras esta semana. Su papel en la crisis ha sido poco menos que nulo, lo que puede hacerle perder apoyos si convoca elecciones, y su talante moderado (hace poco sugirió que renunciaba a exigir el derecho al retorno de los refugiados palestinos) no es, por otro lado, suficiente para Israel. No tiene muchas salidas, y su partido, Al Fatah, puede verse perjudicado.
• Egipto. El nuevo presidente egipcio, Mohamed Mursi, se encontraba en una difícil situación. Como islamista, y por sus propias declaraciones, se le presupone un apoyo a Hamás y una actitud más beligerante contra Israel, a diferencia de la mantenida por su antecesor, el despuesto Hosni Mubarak. Pero, a la vez, ello podría haber provocado una ruptura con EE UU, cuyo respaldo, aunque sea con reservas, necesita. Finalmente se ha plegado a las exigencias de Washington y ha presionado a Hamás para que acepte las condiciones del alto el fuego, pero, al mismo tiempo, ha logrado restablecer el papel de Egipto como un importante factor en el conflicto. Israel y Egipto firmaron la paz en 1979 y, de momento, la paz se mantiene.
• Estados Unidos. El Gobierno de Obama también ha conseguido salir airoso de la crisis, a pesar de que ha recibido críticas por los dos lados (por demasiado tibio en la defensa de Israel, desde las filas republicanas más conservadoras; por abandonar a los palestinos a su suerte, desde quienes le acusan de apoyar a Israel haga este país lo que haga). De nuevo, la lectura que hace Pérez Colomé en su blog:
Es una exageración, pero la impresión es que Hillary llegó el martes por la noche, puso firmes a unos y a otros, salió en El Cairo a decir que ya estaba todo arreglado y se volvió a Washington. Su altura en las hipotéticas presidenciales de 2016 será enorme.
Lo que ha quedado claro es que, a pesar de los desencuentros entre Obama y Netanyahu durante la campaña electoral estadounidense, el primer ministro israelí puede dormir tranquilo. El apoyo de Washington a Israel y a su «derecho a defenderse», sigue siendo total, y así lo expresó la Casa Blanca desde el primer día de los ataques contra Gaza.
• La causa palestina. El ataque israelí ha devuelto visibilidad a los palestinos, cuya situación había quedado muy en segundo plano desde el inicio de las revueltas de la llamada ‘primavera árabe’, y especialmente durante estos últimos meses, en los que otros asuntos en Oriente Medio —la guerra en Siria, el cambio político en Egipto, la tensión con Irán— han copado la atención internacional. Pero, a la vez, la operación Pilar de la Defensa puede suponer un auténtico torpedo contra la intención de Palestina de, ante el punto muerto en que se encuentran las negociaciones con Israel, intentar convertirse, al menos, en Estado observador no miembro de Naciones Unidas (un estatus parecido al del Vaticano). Los palestinos van a someter la iniciativa a la Asamblea General dentro de una semana. La inestabilidad y la violencia de estos días no va a ayudarles ante países indecisos que verán la propuesta como una forma de echar más leña al fuego en la región. Y para los aliados tradicionales de Israel, lo ocurrido no hace sino corroborar que el Estado judío sigue siendo vulnerable y sigue estando amenazado. El único aspecto positivo para los palestinos puede ser el aumento del apoyo que haya podido generar su condición de víctimas, evidenciada en la desigualdad del enfrentamiento y en el gran número de muertos heridos civiles causados por Israel.
Más información y fuentes:
» Otra guerra en Gaza y casi todo sigue igual (Obamaworld)
» Israel y Hamás: Lo que se ha conseguido en esta semana (Ian Black, en The Guardian)
» ¿Quien ha ganado? (Pomegranate, The Economist)
» Mursi, el padrino de un pacto de sangre (Francisco Carrión, en El Mundo)
» Un tupido entramado político (Ana Carbajosa, en El País)
» Son los palestinos los que tienen derecho a defenderse (Seumas Milne, en The Guardian)
» Las rutas del arsenal de Hamás (Andrea Rizzi, en El País)
» Iron Dome: El techo de la cárcel (Pepe Cervera, en RTVE)
» Así es la vida bajo el gobierno de Hamás (Vice)
Leer también: Hamás, la piedra en la bota de Israel
Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un… Leer
Manifestación en Gaza de seguidores de Hamás en contra del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. Foto: Mahmud Hams / AFP / Getty Images
El presidente palestino, Mahmud Abás, ha causado un considerable revuelo al decir, en una entrevista en un canal israelí de televisión, que no tiene intención de reclamar su derecho a volver a Safed, la ciudad donde nació, situada en el norte del actual Israel, y de la que huyó junto con su familia cuando era niño, en 1948. «Una vez visité Safed. Quiero ver Safed. Es mi derecho, pero no lo es vivir allí», dijo.
Abás sugería así su renuncia a incluir el derecho al retorno de los refugiados palestinos en las hipotéticas negociaciones para la, cada vez más hipotética aún, solución del conflicto mediante la creación de dos Estados. Este derecho está contemplado en la resolución 194 de Naciones Unidas, pero ha sido negociado y reducido a números casi simbólicos a lo largo de los distintos procesos de paz entre israelíes y palestinos, especialmente desde los Acuerdos de Oslo.
De hecho, en los famosos Papeles de Palestina –los documentos sobre las negociaciones de paz llevadas a cabo por la Autoridad Palestina y la OLP, revelados a principios de 2011– los negociadores parecen dispuestos a hacer concesiones importantes sobre el retorno de los refugiados, es decir, sobre el número de personas a las que potencialmente se permitiría volver a sus hogares en lo que hoy es Israel, sobre si los refugiados podrían votar cualquier acuerdo de paz, y sobre cuántos podrían establecerse en un futuro Estado palestino.
En realidad, uno podría pensar que las preguntas del entrevistador tenían el único objetivo de sembrar cizaña, ya que, a pesar de que hace ya un cuarto de siglo que la OLP, presidida por el propio Abás, reconoce la existencia de Israel en el 78% de la Palestina histórica, el entrevistador pregunta al presidente si considera parte de Palestina a Yafa, Acre o Ramle, ciudades árabes que actualmente forman parte de Israel. «Palestina, para mí, ahora, son las fronteras de 1967 [Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este], con Jerusalén Este como capital. Eso es ahora y para siempre. Eso es Palestina para mí. Lo demás es Israel», responde Abás.
Abás insiste asimismo en apostar por «el diálogo», y asegura que no permitirá el estallido de una «tercera Intifada armada» mientras siga en el poder: «Mientras yo esté en este cargo, no habrá una tercera Intifada armada. Nunca. No queremos utilizar el terrorismo, no queremos utilizar la fuerza, no queremos utilizar armas», dice. También aprovecha para pedir a Israel que devuelva las negociaciones con los palestinos a la agenda política, de cara a las elecciones legislativas que celebra este país el próximo mes de enero.
Las declaraciones de Abás, especialmente las referidas al retorno de los refugiados (y sus descendientes) de 1948, no son una gran novedad, y tampoco es previsible que tengan muchas consecuencias en la política israelí. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, acepta la idea de los dos estados, pero solo en teoría. Su estrategia es que resulte inviable.
Lo que sí tienen las palabras del presidente es mucha carga simbólica. Al margen de las negociaciones, o de la postura oficial de la OLP, son muchos los palestinos que no han renunciado al derecho al retorno, un derecho que es, precisamente, uno de los principales obstáculos para que Israel acepte una salida negociada al conflicto.
Desde el punto de vista del gobierno israelí (y de muchos israelíes), el regreso de cientos de miles de palestinos supondría el fin del Estado tal y como es ahora. Es lo que los israelíes denominan «problema demográfico», entendiendo que un Israel donde la mayoría de los habitantes no sean de origen judío, sino árabe, sería «un problema». Para los partidarios de la solución de un solo Estado (en lugar de dos), bajo este argumento de supervivencia básica trasciende un planteamiento racista, o excluyente, sin cabida en un país teóricamente democrático. Para los partidarios de borrar Israel del mapa, el retorno de los refugiados no solo no es un «problema», sino que es una de las mejores armas para acabar con el Estado israelí.
Tampoco ayudó mucho que la entrevista se celebrase en un canal israelí (uno de los más vistos del país), y en el contexto del 95 aniversario de la Declaración Balfour, la confirmación oficial, en 1917, de que el Gobierno británico se mostraba favorable a la creación de un «hogar nacional judío» en el entonces Mandato Británico de Palestina.
Desde que se emitió la entrevista (el pasado viernes), Abás ha intentado matizar sus declaraciones. El sábado dijo a la televisión egipcia Al Hayat (en árabe) que «mis palabras sobre Safed expresaban una posición personal, y no significaban renunciar al derecho al retorno de los refugiados». Demasiado tarde. Las manifestaciones de protesta contra el mandatario palestino se sucedieron durante todo el fin de semana en los territorios ocupados. En Gaza, mientras en la calle acusaban a Abás con gritos de «traidor», los responsables Hamás, en el gobierno, se apresuraron a dejar muy claro que el presidente de la Autoridad Palestina había hablado, efectivamente, a título personal.
Netanyahu, por su parte, se ha mostrado escéptico, y se ha limitado a destacar la «marcha atrás» de Abás tras la entrevista. Y el Ministerio de Exteriores israelí indicó que «si Abás quiere ver Safed, o cualquier otra parte de Israel, por ese motivo, le llevaremos a donde quiera. Sin embargo […], al no ser Abás un ciudadano israelí, no tiene derecho a vivir en Israel». «Estamos de acuerdo en eso», dijo un portavoz del Ministerio, en referencia a la renuncia de Abás a residir en Safed.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) calcula el número de refugiados palestinos en 5 millones.
Nour Joudah, una profesora palestina de Ramala, contestaba a Abás así:
Mi padre tiene casi 80 años y tiene algo más que el derecho a visitar Isdoud. Mis hermanos y yo tenemos algo más que el derecho a ver la hierba donde estuvo el pueblo. Yo tengo el derecho a volver y reconstruír Palestina desde cero. Toda ella. Y también lo tienen cada refugiado y sus descendientes. Los niños de Safed que viven en Chatila y Ein el Hilweh, y en todos los campamentos del Líbano, no están soñando con su Ramala, Sr. Presidente. Están soñando con su Safed. Si ellos o yo quieren ceder nuestro derecho al retorno, se lo haremos saber. No confunda el agotamiento y la frustración de su gente con rendición. No confunda la reorganización de los jóvenes y su intento de refamiliarizarse con su propia historia con falta de visión.
Más información y fuentes:
» Palestinians Need to See Full Abbas Interview
» Mahmud Abás y el derecho al retorno
» There’s nothing new in Mahmoud Abbas’ and the PLO’s renunciation of Palestinian refugee rights
» Good morning, President Abbas
» Advisor to Abbas says President did not Give Up Right of Return
» Netanyahu skeptical of Abbas hint of no return for refugees
» Fact Sheet: The Right of Return & Palestinian Refugees
El presidente palestino, Mahmud Abás, ha causado un considerable revuelo al decir, en una entrevista en un canal israelí de televisión, que no tiene intención de reclamar su derecho a volver a Safed, la ciudad donde nació, situada en el norte del actual Israel, y de la que huyó junto con su familia cuando era niño, en 1948. «Una vez visité Safed. Quiero ver Safed. Es mi derecho, pero no lo es vivir allí», dijo. […]
Manifestantes en Hebrón lanzan zapatos contra una foto del primer ministro palestino, Salam Fayad. Foto: Hazem Bader / AFP / Getty Images
La llamada ‘primavera árabe’ (un término demasiado florido para seguir aplicándolo a situaciones tan poco luminosas como las que se viven en Bahréin, Yemen, o, especialmente, Siria) se enfrenta en Palestina a la doble tarea de tener que hacer frente no solo al gobierno, sino también al ocupante israelí. De hecho, la ocupación y sus desastrosas consecuencias económicas sigue siendo, en buena parte, la excusa perfecta de los gobernantes palestinos, una excusa ciertamente justificada, pero no suficiente. Gobernar un territorio ocupado y, como en Gaza, bloqueado, no es tarea fácil, pero hacerlo con honestidad, con la mayor eficacia posible, sin corrupción y con un mínimo de unidad es, al menos, exigible.
Y en esa exigencia están, desde hace algo más de una semana, los miles de palestinos que se han echado a las calles en Cisjordania (en Hebrón, Jenín, Nablús y en la capital, Ramala) para protestar por el alto coste de la vida (alimentos, gasolina) y contra la política del primer ministro, Salam Fayad, principal responsable de la agenda económica en los territorios, y a quien culpan del hundimiento financiero y del aumento de los precios. El propio Fayad ha llegado a decir que está dispuesto a dimitir si ello ayuda a mejorar la situación.
Pero la situación no es fácil que mejore con la mera dimisión del primer ministro, ya que la mayor parte del problema se debe, además de al estrangulamiento causado por Israel, a la caída en picado de las donaciones internacionales como consecuencia de la crisis financiera, algo devastador en una economía tan absolutamente dependiente de la ayuda exterior como la palestina. El año pasado, los donantes internacionales (Europa, Estados Unidos y los países árabes del Golfo, principalmente) prometieron 1.000 millones de dólares a la ANP, pero sólo aportaron 800 millones. El 50% de los 4.000 millones de dólares del presupuesto de la ANP, una cantidad imposible de cubrir sin las donaciones, se destina a pagar los sueldos de sus 150.000 empleados públicos y de su personal de seguridad.
Así que, de momento, la cosa solo se aliviará, a corto plazo al menos, si los países árabes vuelven a abrir el grifo y si llegan finalmente los 200 millones de dólares aprobados por el presidente estadounidense, Barack Obama, una ayuda que sigue congelada por el Congreso de EE UU.
Mientras, las arcas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que afrontra la peor crisis financiera en sus 18 años de existencia, están cada vez más vacías. La deuda externa es enorme, no hay liquidez bastante para pagar los sueldos de los funcionarios, el déficit presupuestario es de 1.100 millones de dólares, y la previsión de crecimiento del PIB se ha quedado en la mitad del 9% alcanzado en 2010.
Ante este panorama, el gobierno de Fayad, un economista que cuenta con el visto bueno de Occidente, antiguo gestor del Fondo Monetario Internacional, y partidario de políticas de austeridad, subió impuestos y aprobó recortes. El alza general de los precios y, en especial, de la gasolina, cuyo proveedor exclusivo en los territorios ocupados es Israel, ha sido el detonante de las protestas (con violencia, en algunos casos) entre una población cuyos sueldos son ya demasiado bajos como para ver reducido más aún su poder adquisitivo. Hace un año, por ejemplo, una bolsa de 25 kilos de arroz costaba 70 shekels (unos 13 euros); hoy cuesta 110 shekels (casi 22 euros).
Y de fondo, las luchas internas en el seno del propio gobierno palestino, cuya reciente remodelación no parece haber servido de mucho. Fayad, que era ministro de Finanzas hasta que fue nombrado primer ministro, es un independiente, alejado del núcleo duro de Fatah, el partido gobernante en Cisjordania, y mal visto por los islamistas de Hamas, que gobiernan en Gaza. Así, en lo que podría interpretarse como un intento de ganar puntos políticos, el presidente de la ANP, Mahmud Abas, de Fatah, se ha apresurado a bautizar las protestas como «la primavera árabe palestina». «Las demandas son adecuadas y justas», ha dicho. Como señala en El País Ana Carbajosa, «si termina por prender la ira en los territorios palestinos, se convertiría en la primera primavera árabe presuntamente instigada y bendecida por sus gobernantes». Por lo pronto, Fayad ya ha anunciado una serie de medidas para tratar de calmar la ola de protestas, incluyendo una marcha atrás en el aumento del 5% en el precio de los combustibles.
Sea contra el propio gobierno palestino, contra el ocupante israelí o contra ambos, lo cierto es que razones para la indignación no faltan: La tasa de desempleo en Cisjordania y Gaza se situó en el 26% en 2011, y uno de cada dos palestinos está clasificado como pobre, según un informe publicado recientemente por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. En Gaza, por separado, la situación es peor aún: Según la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de paro juvenil alcanzó en la Franja el 51% en 2011, y el 80% de las familias dependen de la ayuda internacional.
El domingo, un joven de 20 años, Mohamed Abu Nada, murió tras quemarse a lo bonzo en protesta por las condiciones en que vive su familia en Gaza.
Más información:
» Palestinians voice anger as prices rocket, wages stagnate (Jillian Kestler-D’Amour, en The Electronic Intifada)
» Los ‘indignados’ palestinos (Sal Emergui, en El Mundo)
» Una semana de protestas pone al primer ministro palestino contra las cuerdas (Ana Carbajosa, en El País)
» «Así no podemos vivir» (Ana Carbajosa, en El País)
» Spreading Palestinian Protests Focus on Leaders (Isabel Kershner, en The New York Times)
» Anti-Fayyad protests spread across West Bank (Al-Akhbar)
» Protests force Palestinian PM to declare emergency economic package (Harriet Sherwood, en The Guardian)
Leer también: El callejón con pocas salidas del nuevo gobierno palestino
La llamada ‘primavera árabe’ (un término demasiado florido para seguir aplicándolo a situaciones tan poco luminosas como las que se viven en Bahréin, Yemen, o, especialmente, Siria) se enfrenta en Palestina a la doble tarea de tener que hacer frente no solo al gobierno, sino también al ocupante israelí. De hecho, la ocupación y sus desastrosas consecuencias económicas sigue siendo […]
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, tomó juramento este miércoles a los miembros de su nuevo gobierno. El ejecutivo seguirá dirigido por el actual primer ministro, Salam Fayad, y está formado por 25 ministros, de los cuales once son nuevos, entre ellos los de Finanzas -cargo que hasta ahora ocupaba también el propio Fayad-, Asuntos de Jerusalén y Justicia. Cuenta con seis mujeres. La primera razón de este reajuste es la dimisión, a principios del año pasado, de cinco miembros del anterior gobierno por acusaciones de corrupción.
La formación de un nuevo ejecutivo, encargado por Abas a Fayad en febrero de 2011, había quedado en suspenso ante la firma, en abril de ese mismo año, del acuerdo de reconciliación entre Al Fatah (partido gobernante en Cisjordania) y el movimiento islamista Hamás (gobernante en Gaza). Pero este acuerdo, que contemplaba la elección de un nuevo ejecutivo de independientes, se haya actualmente en una situación de bloqueo indefinido, y Abas ha decidido no esperar más («la administración está paralizada», ha dicho) y actuar de forma unilateral, con el consiguiente rechazo de Hamás.
El acuerdo de reconciliación incluía el final de la gestión de Fayad como primer ministro y la convocatoria de elecciones, que debían haberse celebrado el pasado día 4. No ha ocurrido ni una cosa ni la otra (las últimas elecciones generales en los territorios palestinos ocupados fueron en 2006). Y aunque, en un intento de impulsar la aplicación del acuerdo, Abas ha alejado de las arcas públicas a Fayad, bien visto en Occidente, pero muy criticado por los islamistas, la medida no ha sido suficiente para Hamás: «Esta política de parches no traerá ningún beneficio al pueblo palestino y no ayudará en nada, porque el gobierno no está respaldado por el voto del Consejo Legislativo Palestino», ha dicho Fauzi Barhum, portavoz del movimiento islamista. «Lo que empieza mal, termina mal», añadió.
Al margen de lo que no parecen ser muy buenas noticias para la unidad palestina, la otra clave del nuevo gobierno es la economía. Las medidas propuestas por Fayad, un antiguo economista del Banco Mundial, para hacer frente a la crisis de deuda palestina estaban basadas en austeridad y recortes. Recibieron un gran rechazo entre la población y no llegaron a ser aplicadas, aunque sí se aprobó una también polémica subida de impuestos. Ahora, el nuevo ministro de Finanzas, el independiente y exrector universitario Nabil Kassis, tendrá que hacer frente a una brecha que el Fondo Monetario Internacional calcula en 500 millones de dólares, dentro de un presupuesto de la ANP que asciende a 1.300 millones, la mayoría procedentes de donantes como la Unión Europea, países árabes y Estados Unidos.
El problema, aparte de las restricciones comerciales impuestas por Israel, es que la crisis económica, sobre todo en Europa, ha reducido sensiblemente las aportaciones de estos donantes. Y también que contentar al mismo tiempo a los donantes occidentales y a los islamistas de Hamás no va a ser una tarea fácil.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas, tomó juramento este miércoles a los miembros de su nuevo gobierno. El ejecutivo seguirá dirigido por el actual primer ministro, Salam Fayad, y está formado por 25 ministros, de los… Leer