Yemen

Al tiempo que aumenta la presión internacional sobre el presidente de Yemen, Alí Abdalah Saleh (EE UU y los países del Golfo le están exigiendo que negocie una «transición pacífica», es decir, que se vaya), decenas de miles de manifestantes volvieron a salir este miércoles a la calle y la Policía volvió a responder a tiro limpio, con el resultado de al menos cinco muertos.

La eficacia de las gestiones internacionales está aún por ver. Por un lado, EE UU era hasta antes de ayer un firme apoyo del régimen, en el que Washington veía –y, aunque le pese, sigue viendo– un necesario muro de contención ante la gran presencia de Al Qaeda en el país árabe. De hecho, el mayor temor del Gobierno estadounidense ante la eventual marcha de Saleh es un resurgimiento del grupo terrorista en la zona. Por otra parte, los llamamientos al diálogo por parte del Consejo de Cooperación del Golfo dependen en buena medida del grado de implicación de la siempre interesada Arabia Saudí, que ha sido durante años el principal grifo económico de Saleh.

Lo que sí está claro ya, sin embargo, es la continua violación de los derechos humanos que, de forma especialmente grave, se viene produciendo en el país más pobre del Gofo Pérsico, no sólo desde que empezaron las protestas (con cerca de cien muertos ya), sino en todo este último año. Y el peligro de que el abandono del poder acabe evitando que se haga justicia con los responsables es muy real. Aministía Internacional, que acaba de presentar un detallado informe sobre la situación, ha recordado que los crímenes no pueden quedar impunes y ha exigido que se investiguen «todos y cada uno de los homicidios».

Philip Luther, director adjunto del Programa Regional para Oriente Medio y el Norte de África de la ONG lo ha dejado bastante claro:

La comunidad internacional ha proporcionado ayuda en materia de seguridad y desarrollo a las autoridades yemeníes cuando éstas lo han solicitado. Es hora de que tome cartas en el asunto y ayude a que se haga justicia con las familias de quienes han perdido la vida durante este turbulento periodo.

El peor episodio hasta ahora se produjo el 18 de marzo, fecha que los manifestantes llaman desde entonces «Viernes Sangriento», cuando un ataque de francotiradores aparentemente coordinados contra un campamento de manifestantes en Saná se saldó, según los informes disponibles, con 52 personas muertas y centenares heridas.

El Gobierno yemení anunció al día siguiente que se abriría una investigación, pero no ha dado a conocer más detalles hasta la fecha. Ningún miembro de las fuerzas de seguridad está siendo investigado por las muertes que han tenido lugar durante las protestas antigubernamentales desde mediados de febrero.

Luther continúa:

No se puede permitir que los máximos responsables se queden tranquilamente al margen cuando el pueblo yemení está pidiendo con tanta contundencia que rindan cuentas. La manera de calmar las tensiones en todo el país es que se conozca la verdad y se haga justicia, no tratar de buscar la forma de eludir ambas cosas.

El informe de Amnistía Internacional entra también en detalles sobre las constantes violaciones de derechos humanos –homicidios ilegítimos, tortura y detención prolongada sin cargos– con que el Gobierno yemení ha respondido a las demandas crecientes de secesión en el sur, los ataques de Al Qaeda y el conflicto intermitente con los rebeldes huthis en el norte.

La ONG apunta que un buen primer paso sería la suspensión inmediata de la autorización, el suministro y la transferencia de armas y municionesa las fuerzas de seguridad de Yemen. Entre los proveedores figuran Alemania, Bulgaria, Rusia, Francia, Italia, el Reino Unido, la República Checa, Turquía, Ucrania… y Estados Unidos.


Más información:
» Veinte cosas que es necesario saber sobre Yemen (The Guardian)
» Al Qaeda aprovecha el vacío de poder (El País)
» La batalla en Yemen: actores y resultados (El País)

Yemen, ante el peligro de la impunidad

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Influyentes y con un gran poder, seis hombres manejan muchos de los hilos en Oriente Medio, y esperan seguir haciéndolo en el nuevo escenario político que surja tras las revueltas en la región.

Así al menos lo explica Blake Hounshell en un artículo publicado en Foreign Policy, en el que analiza los perfiles, la trayectoria y la influencia del príncipe Nayef bin Abdul Aziz, ministro del Interior de Arabia Saudí desde 1975, y que ha dirigido desde entonces la lucha del reino contra el terrorismo y contra otras formas de disidencia más pacíficas; el jeque Issa Qassim, principal clérigo chií de Bahréin y clave en la actual ‘guerra fría’ entre las dos principales ramas del islam en Oriente Medio; Mustafá Mohamed Abdel Jalil, uno de los cargos más importantes que desertó del gobierno de Gadafi en Libia, y que encabeza ahora el Consejo de Transición Nacional, el grupo que asegura estar a cargo de la dirección política de la rebelión libia; el general yemení Alí Muhsin al Ahmar, familiar y, hasta ahora, estrecho colaborador del presidente Saleh, que ha anunciado su apoyo al movimiento de protestas en el país; Yusuf al Qaradaui, uno de los predicadores islámicos más prominentes del mundo árabe, y que lleva tiempo utilizando su prestigio para apoyar a los Hermanos Musulmanes de Egipto desde Catar; y Sami Enan, el jefe de las Fuerzas Armadas egipcias que, según los expertos, es quien cuenta con el respeto de las tropas y, sobre todo, de los estadounidenses, pese a que, en teoría, es el ministro de Defensa, el mariscal Mohamed Husein Tantaui, quien dirige el Consejo Militar Supremo.

» Leer el artículo en Foreign Policy

Seis viejas caras para un nuevo orden

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Las revueltas pro-democráticas que han prendido en el mundo árabe parecen haber entrado en una nueva fase tras un nuevo ‘viernes de la ira’ en el que decenas de manifestantes han muerto por la represión policial en Siria y un activista ha fallecido en Jordania, donde hasta ahora las protestas no habían acabado en violencia.

Además, partidarios y detractores del presidente de Yemen, Alí Abdalá Saleh, se han enfrentado en las calles de la capital del país, Saná, y otro manifestante ha fallecido en Bahréin, donde centenares de personas han salido a manifestarse desafiando el estado de emergencia.

» Más información: Las revueltas árabes prenden el polvorín de Oriente Medio en otro Viernes de la Ira (RTVE)

Las revueltas árabes se intensifican

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La actualidad parece haber acelerado un poco el paso hoy, al menos en Yemen, donde varias dimisones en la cúpula del Ejército (tres generales se han puesto de parte de los manifestantes) y numerosos casos de desobediencia en las propias fuerzas armadas han empezado a erosionar, no mucho aún, pero algo, el régimen del presidente del país, Ali Abdalá Saleh (en el poder desde hace 32 años).

Tras la matanza del pasado viernes, y ante la persistencia de las protestas y de la represión, el presidente no ha dejado de perder apoyos en los últimos días. Han dimitido los ministros de Turismo, de Asuntos Religiosos y de Derechos Humanos, y también otros 17 diputados y responsables gubernamentales, así como los embajadores yemeníes en Siria, Arabia Saudí y Naciones Unidas. Muchos clérigos, además, están instando a los soldados a desobedecer.

La presión también le está viniendo a Saleh desde fuera: A pesar de estar ocupados con el ataque a Libia a tiempo completo (la descoordinación requiere siempre un esfuerzo extra), las potencias occidentales han encontrado tiempo para dedicarle también un rato al empobrecido Yemen (¿le llegará también el turno a Bahréin? No parece tan fácil).

Francia, que parece haber tomado las riendas de Occidente en todo lo que tenga que ver con las revueltas árabes, considera que la marcha de Saleh «es inevitable». EE UU ha calificado la violencia empleada por el régimen como «inaceptable» (después de que Saleh le dijese a Obama que si acaso se creía «el presidente del mundo») y el Reino Unido, más comedido, se ha mostrado «extremadamente preocupado» por la situación.

No es gran cosa, y tanto Yemen como Bahréin siguen tremendamente relegados en lo que respecta a protagonismo informativo, pero es un principio.

Saleh, de momento, asegura que no piensa dar su brazo a torcer, aunque eso mismo aseguraron también en su día Ben Alí, Mubarak y Gadafi, y sólo este último se lo ha tomado, desgraciadamente, en serio. «Resistimos igual que las montañas», ha dicho el presidente yemení, justo antes de invocar a esa socorrida «mayoría del pueblo», que, según él, «permanece al lado de la seguridad, la estabilidad y la legitimidad constitucional» (en ese orden, obviamente).

Entre tanto unas 10.000 personas volvieron a manifestarse este lunes en la plaza de Saná, la capital del país, que ha sido rebautizada como plaza Taguir (plaza del cambio), y que rodean desde la tarde del domingo cientos de militares.

Una situación terriblemente difícil

En el contexto de las revueltas que sacuden desde hace ya casi tres meses Oriente Medio y el Magreb, el caso de Yemen es particularmente complejo. Ángeles Espinosa, corresponsal de El País, hace un esclarecedor retrato de la situación:

Yemen no es Túnez, ni siquiera Egipto. Aunque inspirados por el derrocamiento de Ben Ali, los yemeníes se enfrentan a mayores dificultades para lograr una transición pacífica hacia una democracia real, tras 32 años de gobierno de Ali Abdalá Saleh. Su país, uno de los más pobres del mundo, está lastrado por estructuras tribales, analfabetismo y varios conflictos armados. Con ese paisaje de fondo, es comprensible que muchos teman el riesgo de ‘somalización’. […]

En el antiguo Yemen del Sur, al deseo de mejorar las condiciones de vida se une el sentimiento separatista que esa región ha albergado desde la unificación con el Norte en 1990 y que ya originó una guerra civil cuatro años después.

No es la única fuerza centrípeta que amenaza la integridad del país. En el Norte, en la frontera con Arabia Saudí, el Gobierno de Saná afronta desde 2004 la insurrección abierta de los Huthi. Esta tribu de confesión chií zaydí, que el poder central utilizó en su día para frenar el avance salafista, se queja de discriminación religiosa, social y económica. Su última revuelta se acalló a sangre y fuego el año pasado.

Y por si ambos conflictos no resultaran suficientes para debilitar a cualquier Estado, Al Qaeda ha instalado en Yemen su central de operaciones para la península Arábiga. El grupo se beneficia del escaso control del Gobierno sobre la mayor parte del territorio yemení, donde el poder sigue estando en manos de jefes tribales y sólo un 10% de las carreteras están asfaltadas.

El club del más del 90%

Y para quien no conozca demasiado la trayectoria del presidente yemení, unas pocas líneas en la Wikipedia resumen bastante bien su trayectoria política:

En 1999 se convirtió en el primer presidente de Yemen elegido en sufragio universal, en unas elecciones en las que cosechó el 96% de los votos, si bien el principal partido de la oposición, el Partido Socialista de Yemen del Sur, no pudo presentar un candidato a los comicios. Su antagonista en las elecciones de 1999 era también un miembro del partido de Saleh, el Congreso General del Pueblo que se presentó como independiente. El Parlamento, dominado por el Gobierno, impidió presentarse a otros 28 candidatos.

En 2001, un referéndum extendió el mandato presidencial a siete años, lo que significó que la próxima elección presidencial tuvo lugar en septiembre de 2006 siendo nuevamente reelegido presidente, en unos comicios nuevamente tachados de fraudulentos por la oposición.

¿Empieza a hacer aguas el régimen yemení?

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El monumento de la plaza de la Perla, en Manama, Bahréin, derribado por las aitoridades, el 18 de marzo. Imagen: Wikimedia Commons (captura de vídeo)

Entre 30 y 40 personas han muerto este viernes en la capital yemení y decenas más han resultado heridas por disparos contra manifestantes de la oposición cerca de la Universidad de Saná. Los participantes en la protesta acusan de la matanza a policías de paisano que dispararon desde las azoteas, mientras que el presidente, Ali Abdalá Saleh, niega la implicación de la policía y responsabiliza a elementos armados entre los acampados en la plaza de la Universidad.

Desde el mes pasado, la Universidad viene siendo escenario de continuas protestas públicas en las que se pide el final del régimen de Saleh.

Tras el tiroteo, el presidente ha impuesto el estado de emergencia en el país, una medida que ya adoptó Bahréin hace unos días, con el resultado de una mayor represión contra sus propios manifestantes.

La plaza se queda sin perla

En el propio Bahréin, mientras tanto, las autoridades han dejado claro este viernes su talante ‘negociador’ y sus intenciones con respecto a los ciudadanos que exigen reformas, y lo han hecho derribando sin contemplaciones el enorme monumento de hormigón que presidía hasta ahora la plaza de la Perla, en Manama, la capital del país, en torno al cual se han congregado los manifestantes durante semanas.

El monumento, que estaba coronado por una gran esfera representando una perla, fue erigido a principios de los años ochenta, con motivo de la celebración de la cumbre en la que se formó el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Sus seis pies representaban a los seis países miembros del CCG (Bahréin, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Catar y Omán), y la perla simbolizaba el patrimonio común de estos países, cuyas economías se basaban, antes del descubrimiento de sus yacimientos de petróleo, en la recolección de perlas.

Ahora toda la zona está bajo toque de queda, y la situación es cada vez más tensa.

Así lo refleja la corresponsal de El País, Ángeles Espinosa:

Desde el Gobierno (y la televisión nacional) se presenta a los manifestantes como unos delincuentes que destruyen propiedades públicas y privadas, y están arruinado la imagen del país. Los opositores tachan de fabricados unos vídeos en los que se muestra a supuestos activistas arrollando con sus coches a dos policías.

Los ánimos están tan caldeados que los grupos de oposición han pedido a sus seguidores que no respondan a la violencia, sólo exhiban banderas nacionales y eviten los insultos a la familia real. Cuando algunos de los asistentes al funeral empiezan a corear «Muerte a los Al Jalifa, muerte a los Al Saud» (en referencia a las familias reales de Bahréin y Arabia Saudí), los organizadores les reconducen hacia eslóganes a favor de un Bahréin en libertad.

La mayoría de los manifestantes en Bahréin son musulmanes chiíes. Los chiíes representan la mayoría de la población del país, que está gobernado, sin embargo, por la minoría suní, rama del islam a la que pertenecen asimismo las élites dirigentes de los demás estados del Golfo y también los miles de soldados saudíes y de los Emiratos que entraron en el país hace una semana para «ayudar a mantener el orden».

Críticas a Al Jazeera

Por otra parte, la cadena de televisión Al Jazeera, convertida en el principal y más influyente medio de comunicación sobre las revueltas que sacuden toda la región desde hace tres meses, ha recibido críticas sobre la «escasa cobertura» que estaría realizando de los acontecimientos de Bahréin, en comparación con el intenso trabajo que llevó a cabo en Túnez o Egipto, unas acusaciones que Al Jazeera niega.

The Arabic Network of Human Rights ha exigido a la cadena que mantenga su independencia y no se deje influir por el hecho de estar patrocinada por el vecino estado de Catar.

Matanza en Yemen y derribo del gran símbolo de las protestas en Bahréin

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Contagiados por las revueltas populares en Túnez y Egipto, al menos 20.000 manifestantes de la oposición yemení comenzaron a primera hora de este jueves una protesta en contra del régimen del presidente Ali Abdalá Saleh delante de la Universidad de Saná, informa Efe.

Los manifestantes corearon eslóganes contra la corrupción e instaron a la revolución, durante el comienzo de una jornada denominada «Día de la ira». Expresaron también su desconfianza en el discurso del presidente yemení de este miércoles, en el que Saleh se comprometió a congelar las reformas constitucionales que quería efectuar para no limitar el número de mandatos presidenciales.

Miles de manifestantes en Yemen contra el gobierno de Saleh

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Por primera vez, Israel no encabeza la clasificación de la libertad de prensa en Oriente Medio, al haber sido superado en la región por Kuwait y Líbano en el informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) correspondiente a 2009. La organización señala que «aunque los medios de comunicación israelíes sean conocidos por su gran libertad de tono y sus minuciosas investigaciones en temas sensibles, la censura militar sigue en vigor».

Según explica RSF, los arrestos de periodistas (incluso israelíes), su condena e incluso su deportación, justifican la caída de Israel en la clasificación.

Fuera de su territorio, el país también cae, a causa de la operación Plomo Fundido, durante la que el ejército israelí bombardeó edificios en Gaza donde se encontraban medios de comunicación palestinos. Durante toda la ofensiva, además, recuerda RSF, se prohibió el acceso de los medios a la Franja.

Irán, cerca del ‘trío infernal’

En cuanto a Irán, RSF indica que el país se ha situado «en el umbral del ‘trío infernal’» de los países más represivos en lo que respecta a la libertad de prensa (Eritrea, Corea del Norte y Turkmenistán).

En 2009, explica la organización, la situación se deterioró considerablemente con la muerte del bloguero Omidreza Mirsayafi en la prisión de Evin, con el arresto de la periodista irano-estadounidense Roxana Saberi, y, después, con la represión del movimiento de protesta que siguió a la reelección de Mahmud Ahmadineyad, el 12 junio, a la presidencia de la República islámica.

Muchos periodistas fueron arrestados. «Un auténtico juicio estalinista se puso en marcha en Teherán, durante el que los derechos elementales de los acusados fueron pisoteados, y lo siguen estando», indica RSF.

Yemen, Siria, Irak y el Golfo

Yemen, por suparte, prosigue, según RSF, «su descenso en las profundidades de la clasificación (167º)». «Los periodistas pagan las consecuencias de la política de tierra quemada llevada a cabo por las autoridades contra cualquier forma de separatismo, en el norte contra la rebelión zaidita, pero también en el sur del país. Desde el mes de mayo, el gobierno de Saleh ha conseguido reducir cada vez más la libertad de expresión, imponiendo el silencio en lo que atañe a las operaciones militares», denuncia.

La misma tendencia a la baja se da en Siria (165º), donde la situación de la libertad de prensa es «muy preocupante», aunque ha disminuido el recurso a la violencia física. «El cerco de la represión se estrecha cada vez más, recortando los débiles espacios de libertad que les quedaban a los medios de comunicación independientes o de la oposición», advierte RSF.

La situación de los periodistas en Irak (145º), mientras, ha evolucionado, dado que el peligro ya no es el mismo. «Se podría decir que las amenazas determinadas de milicias u organizaciones terroristas han desaparecido. Los periodistas iraquíes se enfrentan, sobre todo, a la hostilidad de las autoridades o de políticos que prohíben a los medios de comunicación el acceso a algunas zonas», señala RSF.

Según RSF, los abusos en procedimientos o las diligencias por «difamación» contra periódicos que denunciaron casos de corrupción han llegado a ser moneda corriente en Irak, y tampoco se salvan los medios de comunicación conocidos como progubernamentales. […]

Por último, RSF constata «poca evolución en los países del Golfo», donde «continúa el monopolio de las familias reinantes en la televisión, la radio, la impresión y la distribución de los periódicos, y una autocensura sistemática». «El Estado acapara el terreno mediático, con la ausencia casi total de prensa independiente», indica la organización.


» Clasificación de mundial de la libertad de prensa 2009 (informe de Reporteros Sin Fronteras)

Libertad de prensa en Oriente Medio: suspenso para Israel y a peor en Irán

Por primera vez, Israel no encabeza la clasificación de la libertad de prensa en Oriente Medio, al haber sido superado en la región por Kuwait y Líbano en el informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) correspondiente a 2009. La organización… Leer

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