Al menos 460 personas murieron en Irak en el mes de abril víctimas de la actual oleada de violencia. Hubo, además, más de 1.200 heridos, muchísimos de ellos, graves. Son cifras oficiales, recopiladas por la agencia AFP a partir de informes elaborados por los ministerios iraquíes de Salud, Interior y Defensa, y publicadas este miércoles.
La mayoría de los fallecidos, un mes más, son civiles, y cerca de la mitad murieron en los enfrentamientos que comenzaron el pasado 23 de abril, tras un ataque de las fuerzas de seguridad contra manifestantes suníes contrarios al gobierno del primer ministro Nuri Al Maliki, dominado por chiíes. A esta ofensiva, en la que murieron 26 personas, siguieron actos de represalia contra las propias fuerzas de seguridad y una serie de atentados, que al final dejaron más de 240 muertos. La escalada ha hecho saltar las alarmas, ante el temor de que pueda repetirse el sangriento conflicto confesional que siguió a la invasión liderada por Estados Unidos en 2003.
El goteo de muertes es diario, especialmente en Bagdad y al norte y al oeste de la capital. Este mismo miércoles, al menos 15 personas han perdido la vida en varios ataques ocurridos en distintos puntos del país.
Desde hace meses, Irak es escenario de manifestaciones de suníes, que se quejan de ser discriminados por el gobierno de Al Maliki y piden la liberación de los detenidos sin cargos, la suspensión de sentencias de condena a muerte (el Ejecutivo iraquí ha acelerado este año su ritmo de ejecuciones, y lleva ya cerca de 150) y la anulación de la ley antiterrorista. En marzo murieron 271 personas y 906 resultaron heridas.
Los enfrentamientos entre suníes y chiíes no son, además, el único problema. La tensión entre el Gobierno central y las autoridades regionales del Kurdistán iraquí también va en aumento.
El Gobierno de Bagdad habla de campañas orquestadas y de complots para desestabilizar el país. Su más reciente medida ha sido suspender las licencias de diez canales de televisión –Al Jazeera, entre ellos–, a los que acusa de «promover el sectarismo».
La periodista de la CNN Arwa Damon, corresponsal de la cadena en Oriente Medio y especializada en el Irak post Sadam Husein, ofrece algunas claves para entender mejor qué está ocurriendo:
• Algunas muertes se producen cuando las fuerzas de seguridad se enfrentan a personas o grupos armados. En otros casos se trata de pura violencia confesional, dirigida contra objetivos civiles. Estos ataques, frecuentemente con coches bomba, son relativamente fáciles de perpetrar y causan un gran daño, lo que reaviva unas divisiones que nunca han llegado a desaparecer.
• La tensión confesional se ha disparado desde la retirada de las tropas estadounidenses, y las medidas adoptadas por el Gobierno para intentar atajarla solo han conseguido echar más leña al fuego. A ello hay que añadir los intentos de Al Qaeda en Irak y de otros grupos extremistas por hacerse fuertes en el país.
• La guerra en Siria también está afectando, o, al menos, no está contribuyendo a hacer las cosas más fáciles. Los lazos entre los suníes de Irak y los de Siria son fuertes, y las tribus suníes iraquíes preciben la «opresión chií» como algo general, proveniente tanto del Gobierno iraquí como de la minoría alauí siria. El alauismo, confesión a la que pertenecen el presidente sirio, Bashar al Asad, y la clase dirigente de este país, es una rama del islam que comparte muchas prácticas y creencias con el chiísmo.
• A pesar del entrenamiento que recibieron de las tropas estadounidenses, las fuerzas de seguridad iraquíes no están aún preparadas para enfrentarse a los múltiples desafíos que presenta la situación actual. Los suníes, además, acusan a la policía y al ejército de proteger tan solo los intereses del Gobierno, en lugar de ser una fuerza nacional dedicada a proteger al país y a los ciudadanos. «Conducir por Bagdad y ver los controles policiales llenos de símbolos chiíes tampoco ayuda», indica Damon. Grupos como Human Rights Watch han acusado a las fuerzas de seguridad de cometer abusos para disolver protestas suníes.
• Parte del origen del problema está en el pasado reciente. Algunos suníes disfrutaron de grandes ventajas durante el régimen de Sadam Husein, y ahora se ha dado la vuelta a la tortilla. Por otro lado, el Gobierno actual, concebido desde el principio en base a identidades religiosas, no ha logrado articular, o fortalecer, la idea de una única entidad nacional (algo que, aunque Damon no lo menciona, y como en tantos otros países de la región, está detrás de buena parte de los males de Irak desde el momento mismo de su independencia).
El 97% de los iraquíes se declaran musulmanes. De ellos, entre el 60% y el 65% son chiíes, y entre el 32% y el 37%, suníes.
Más información y fuentes:
» 460 muertos en abril en Irak a consecuencia de la ola de violencia (AFP)
» Iraq at crossroads (Arwa Damon, en CNN)
» Iraq on the brink, again (Ryan Crocker, en The Washington Post)
» The Forgotten Stability in Iraq (Mustafa Aydin, en Hürriyet)
» Irak suspende la licencia de diez canales de televisión por satélite por incitar a la violencia sectaria (Reuters, Europa Press)
» Las tensiones sectarias reaparecen en Irak diez años después de la guerra (Ángeles Espinosa, en El País)
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