claves

El presidente de EE UU, Donald Trump, y el primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu, tras presentar el plan de paz de EE UU para Israel y Palestina, en la Casa Blanca. Foto: The White House / Flickr

«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la Casa Blanca su «acuerdo del siglo» para Israel y Palestina, en una solemne ceremonia en la que el presidente estadounidense apareció acompañado del primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, y en la que, significativamente, no hubo representación palestina alguna, ni de ningún otro mandatario internacional.

El acuerdo fue rechazado de inmediato y con vehemencia por el presidente palestino, Mahmud Abás (lo calificó como «la bofetada del siglo»), y también por las distintas facciones palestinas, en una poco habitual muestra de unidad. En las calles de Gaza y Cisjordania el anuncio fue recibido con airadas protestas, mientras que Amnistía Internacional señalaba que se trata de «un manual para más sufrimiento y abusos».

Esperado desde hace más de dos años, el plan se ha dado finalmente a conocer en un momento políticamente crucial, tanto para Trump como para Netanyahu. El primero busca ponerle un broche histórico a su política internacional y, según muchos analistas, desviar también el foco del juicio político (impeachment) al que está siendo sometido en el Senado; el segundo, imputado por fraude, cohecho y abuso de confianza en tres casos de corrupción, y candidato asimismo en los comicios generales que celebrará Israel en marzo (los terceros en menos de un año), recibe un espaldarazo fundamental de su principal y más poderoso socio, y prácticamente carta blanca para consolidar promesas electorales que hasta ahora eran consideradas problemáticas, como la anexión de las colonias en los territorios ocupados.

¿Cuáles son los principales puntos del acuerdo?

En esencia, el plan de Trump mantiene la llamada solución de los dos Estados, reconociendo el derecho palestino a tener uno, pero anteponiendo en cualquier caso la seguridad de Israel y dando por muertas las demarcaciones que aún reconoce la ONU. Para ello contempla cambios fronterizos que permitirían a Israel anexionarse parte de Cisjordania. También amplía el territorio palestino, pero lo fragmenta más aún, dejando dentro los asentamientos israelíes. Además, en uno de sus aspectos más polémicos, apuntala Jerusalén como «capital indivisible» de Israel y, en principio, de un futuro Estado palestino que se antoja inviable.

¿Quién lo ha negociado y cómo?

Uno de los principales artífices del plan es Jared Kushner, yerno de Trump y asesor del presidente. Kushner elaboró la hoja de ruta junto con el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, y el ahora exenviado de la Casa Blanca para Oriente Medio, Jason Greenblatt.

El equipo hizo un primer amago de presentar su acuerdo hace dos años, pero acabó aplazándolo una y otra vez, alegando que quería esperar a contar con un gobierno estable en Israel, y esperando conseguir asimismo más apoyos de los países árabes. Mientras, Trump seguía haciendo gestos políticos hacia Netanyahu, como el reconocimiento por parte de Washington de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán.

Los líderes palestinos se han negado a negociar en los términos previstos y, de hecho, no tienen contacto oficial con Washington desde que Trump reconoció a Jerusalén como capital de Israel en 2017.

¿En qué se diferencia de acuerdos anteriores?

El acuerdo presentado por Trump incluye nuevas propuestas referentes al trazado de fronteras entre Israel y los territorios ocupados, y concreta el estatus de Jerusalén, que en procesos de paz anteriores se había dejado siempre como uno de los puntos finales sobre los que llegar a un consenso, una vez que se hubiesen conseguido los demás objetivos.

Resucita además la solución de los dos Estados, que empezó a gestarse tras el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP en 1993, a través de los Acuerdos de Oslo de ese mismo año, pero que estaba enterrada en la práctica.

Trump argumentó este martes que su plan de paz es «diferente» al de sus predecesores porque contiene muchos más detalles «técnicos» de partida, con 80 páginas de propuestas. «Esta es la primera vez que Israel ha autorizado la publicación de un mapa conceptual que ilustra las concesiones territoriales que está dispuesto a hacer para conseguir la paz», subrayó.

Lo más novedoso, no obstante, quizá sea que, a diferencia de todos los demás acuerdos de paz negociados por Estados Unidos, la Casa Blanca no ha buscado esta vez la aprobación de Palestina antes de cerrar el plan, sino que le ha bastado la luz verde israelí.

¿Desde cuándo están estancadas las negociaciones?

El último plan de paz de Washington para la zona lo presentó Barack Obama en 2011, e incluía un Estado palestino basado en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, «con intercambios de tierra acordados mutuamente», algo que Netanyahu rechazó.

Aunque hubo un intento, fallido, de retomar conversaciones directas entre palestinos e israelíes en 2010, la negociaciones están estancadas desde 2008, cuando Israel lanzó la operación Plomo Fundido en la franja de Gaza en respuesta al lanzamiento de cohetes por Hamás, una operación que dejó más de 1.400 palestinos muertos.

¿Cómo cambiarían las fronteras actuales con el plan de Trump, y cómo sería el Estado palestino?

La Casa Blanca señala que su plan «quiere lograr un reconocimiento mutuo del Estado de Israel como una nación-Estado para el pueblo judío y el futuro Estado de Palestina como el Estado-nación del pueblo palestino, con los mismos derechos civiles para todos los ciudadanos».

El mapa que marca muestra, no obstante, un Estado palestino hiperfragmentado a modo de archipiélago, con asentamientos israelíes en su interior, conectados con el Estado israelí a través de corredores que parten el territorio.

Asimismo, concede a Israel zonas al oeste del valle del río Jordán, situadas en Cisjordania, con lo que este área ocupada quedaría sin salida directa a Jordania, a la que estaría vinculada por dos carreteras que cruzarían territorio israelí. «El valle del Jordán, que es crítico para la seguridad nacional de Israel, estará bajo la soberanía de Israel», sentencia el texto. Se trata de una zona que constituye alrededor del 30% del territorio de Cisjordania, y su anexión es un reclamo histórico de la derecha israelí.

Cisjordania y Gaza estarían unidas a través de un túnel que las conectaría y que atravesaría Israel.

Según el plan, las nuevas fronteras garantizan una «expansión territorial» a los palestinos a través de territorios en el desierto del Negev, que supondrían un territorio «comparable en tamaño» al que controlaban antes de 1967.

Mapa del plan del gobierno estadounidense de Donald Trump para Israel y Palestina. Mapa: Presidencia de Estados Unidos

¿Qué pasaría con los asentamientos?

Los asentamientos israelíes existentes en Cisjordania (considerados ilegales por la legislación internacional) serían incorporados al Estado de Israel, que se comprometería a no construir nuevos asentamientos, expandir los existentes o aprobar planes para construcción en las zonas que serán parte del Estado de Palestino.

Israel no procederá a demoler estructuras existentes, una moratoria que no incluye «construcciones ilegales» ni aquellas que «supongan un riesgo de seguridad, según determine el Estado de Israel», o «demoliciones de castigo por actos de terrorismo».

Cerca del 97% de los israelíes en asentamientos en Cisjordania quedarían en territorio israelí adyacente, cifra similar para los palestinos en Cisjordania que quedarían en territorio palestino.

¿Y con Jerusalén?

La propuesta de la Casa Blanca reconoce a «Jerusalén como capital de Israel» y reitera que «debería permanecer como una ciudad íntegra».

Además, sostiene que Israel debe ser guardián de los lugares religiosos en Jerusalén, tanto judíos, como cristianos y musulmanes, y aboga por mantener el «estatus quo actual».

En cuanto a la capital del hipotético Estado palestino, el plan recoge que debería ubicarse en Jerusalén Este, concretamente, en «todas las zonas al este y el norte de las barreras de seguridad existentes, incluyendo Kafr Aqab, la parte este de Shuafat y Abu Dis», y que podría ser renombrada como Al Quds (como la denominan los árabes) o con otra denominación que decidan los palestinos.

Esto significa que la posible capital palestina se localizaría en barrios ubicados en las afueras de la Jerusalén actual.

¿Algún cambio sobre Gaza?

El plan recuerda que Gaza ha estado gobernada por el grupo islámico Hamás, al que describe como una «organización terrorista, responsable de asesinatos y ataques a miles de israelíes», y concede a Israel la soberanía de las aguas territoriales de la franja, al considerar que son vitales para la seguridad del Estado israelí.

Advierte además de que «no habrá mejoras significativas en Gaza hasta que haya un alto el fuego con Israel, una desmilitarización completa de la franja y una estructura de gobierno que permita a la comunidad internacional invertir de forma segura y cómoda» para mejorar su economía.

La iniciativa propone también que Israel ceda territorio a los palestinos cerca de Gaza, que pueden ser «áreas pobladas y no pobladas».

¿Quién se encargaría de la seguridad, y cómo?

Israel mantendría una «responsabilidad de seguridad predominante» del Estado de Palestina, con las fuerzas palestinas encargadas únicamente de la seguridad interna, de la lucha antiterrorista, la seguridad fronteriza y la respuesta a desastres.

Israel sería responsable de la seguridad en los cruces internacionales y, en el caso de Rafá, en la frontera con Egipto, se abordarían acuerdos específicos con El Cairo.

Además, Israel mantendría el control del espacio aéreo al oeste del río Jordán, mientras que la Armada israelí podría bloquear la entrega de «armas y materiales para la fabricación de materiales en el Estado de Palestina, incluida Gaza».

Gráfico: Carlos G. Kindelán / 20minutos

¿Podrían regresar los refugiados palestinos?

La iniciativa aborda uno de los temas más espinosos en unas hipotéticas negociaciones entre israelíes y palestinos: el derecho de retorno de los refugiados.

A ese respecto, y pese a lo que establece la resolución 194 de la ONU, el plan marca que «no habrá derecho de retorno, o absorción de ningún refugiado palestino en Israel».

Establece, no obstante, tres opciones para los refugiados palestinos que busquen un sitio permanente de residencia: «absorción» para aquellos registrados en la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) en el futuro Estado palestino; integración en sus países actuales de acogida; o su reasentamiento en los países miembros de la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que los acepten.

En ese sentido, el plan indica que «los hermanos árabes tienen la responsabilidad moral de integrar a los refugiados en sus territorios del mismo modo que los judíos fueron integrados en el Estado de Israel».

¿Qué limitaciones tendría el nuevo Estado palestino

Entre otras, Palestina no podría alcanzar acuerdos militares, de Inteligencia o seguridad con ningún Estado u organización que «afecte de forma adversa la seguridad de Israel» ni podrá desarrollar capacidades «militares o paramilitares» dentro o fuera de su territorio.

Tampoco podría unirse a organizaciones internacionales sin el consentimiento de Israel, y debería retirar sus demandas contra Israel, EE UU y los ciudadanos de estos países ante el TPI, la CIJ o cualquier otro tribunal, así como no recurrir a Interpol contra ellos.

Así, el nuevo estado no podría tener «capacidades que puedan amenazar al Estado de Israel», mientras que Israel tendría derecho a «desmantelar o destruir» instalaciones utilizadas para producir armas o con «propósitos hostiles», así como para adoptar medidas de seguridad para mantener Palestina «desmilitarizada».

¿Recoge el plan alguna demanda palestina?

Según declaró a Efe el experto de la Universidad George Washington Nizar Farsakh, antiguo asesor del ex primer ministro palestino Salam Fayad y miembro en el pasado del equipo negociador palestino, cuando se lee el plan, «si se compara con la postura palestina publicada en la página web del Departamento de Estado, es exactamente lo opuesto a lo que los palestinos piden».

Trump prometió a los palestinos una inversión de 50.000 millones de dólares para duplicar su PIB y crear un millón de empleos, pero exigió a cambio un alto el fuego con Israel, cambios en su estructura de Gobierno y la desmilitarización de Gaza.

¿Hay un plazo para negociar?

Aunque Abás ya ha dicho «mil veces no» a la propuesta, Trump le ha dado cuatro años para superar sus reservas y sentarse a la mesa de negociación, y el Gobierno israelí ha indicado asimismo que está dispuesto a esperar ese tiempo.

¿Cómo ha reaccionado la comunidad internacional?

La ONU seguirá defendiendo una solución al conflicto que pase por la creación de dos Estados basados en las fronteras previas a 1967, según dijo este mismo martes el secretario general de la organización, António Guterres.

Entre los países árabes, Egipto llamó a Israel y Palestina a considerar «a fondo» el plan de Trump, y aplaudió los esfuerzos de Washington para lograr un acuerdo «amplio y justo». En una línea semejante se expresó Arabia Saudí, valorando positivamente los esfuerzos de EE UU y reafirmando su «apoyo a lograr una solución justa y completa al conflicto palestino».

Rusia considera que el plan debe ser analizado por el llamado Cuarteto de Madrid, formado por EE UU, la ONU, la UE y la propia Rusia, mientras que Irán afirmó que el acuerdo busca «humillar» a los musulmanes, y que «está muerto» antes de ver la luz. Es un plan que «nace muerto», indicó igualmente el Gobierno de Turquía.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, afirmó por su parte que el plan de paz «podría ser un paso positivo hacia adelante», y la Unión Europea señaló, a través de su Alto Representante para Política Exterior y Seguridad Común, Josep Borrell, que la propuesta «supone una oportunidad para relanzar los muy necesarios esfuerzos» para lograr un acuerdo.


Publicado originalmente en 20minutos
Con información de Efe y Europa Press

Las claves de un ‘acuerdo del siglo’ a la medida de Israel, inaceptable para los palestinos y oportuno para Trump

«Mi propuesta presenta una oportunidad con la que ganarían los dos lados, una solución realista de dos Estados que resuelve el riesgo que suponía para la seguridad de Israel un Estado palestino». Así desvelaba este martes Donald Trump en la… Leer

Contendores ardiendo durante una protesta cerca de Ramala, Cisjordania, el 10 de octubre de 2015. Foto: Wikimedia Commons

Después de un par de semanas de relativa calma, la oleada de violencia que sufren desde hace cerca de dos meses Israel y los territorios palestinos ocupados ha vuelto a repuntar con fuerza en estos últimos días, no solo en Jerusalén, el epicentro de los enfrentamientos y de una tensión cada vez más insoportable, sino también en otras ciudades, como Hebrón.

Con la atención del mundo desplazada hacia otras zonas de la región, como Siria o Irak, donde la guerra y el terror yihadista empiezan a tener consecuencias cada vez más serias para Occidente (la crisis de los refugiados, brutales ataques en ciudades europeas como los atentados de París de esta semana), y con un proceso de paz completamente paralizado, la mayor parte de los enfrentamientos actuales están protagonizados por jóvenes que se niegan a aceptar un statu quo basado, esencialmente, en que todo siga igual.

Es la llamada ya «generación de Oslo», en referencia a los palestinos nacidos tras los acuerdos alcanzados en la capital noruega en 1993, unos acuerdos que propiciaron la creación de la Autoridad Nacional Palestina, y cuyo objetivo último, lograr una solución permanente al conflicto, y el cumplimiento de la resolución 242 de la ONU, en la que se exige la retirada israelí de los territorios ocupados, hace ya mucho que quedó en agua de borrajas.

Frustrados por la falta de futuro, criados en el opresivo entorno de la ocupación, y con poco que perder, muchos de estos jóvenes parecen haberse sacudido el miedo a las tropas israelíes, al tiempo que se sienten cada vez menos representados por el a menudo inoperante gobierno palestino y sus llamamientos a la resistencia pacífica. Son, además, muy conscientes de la firme determinación del Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu de no avanzar ni un milímetro hacia esa solución de dos Estados en la que, al menos a medio plazo, muy pocos confían ya.

La «intifada de los cuchillos»

Algunos analistas han calificado esta nueva oleada de violencia como «la intifada de los cuchillos», ya que, a pesar de que ha habido varios casos de tiroteos y atropellos intencionados, la mayor parte de los ataques protagonizados por palestinos se producen con armas blancas. De momento, es difícil saber si se trata de una revuelta con la suficiente extensión y proyección en el tiempo como para poder ser comparada con las dos anteriores intifadas (la primera, la «intifada de las piedras», entre 1987 y 1991, y la segunda, la «intifada de Al Aqsa», entre 2000 y 2005), pero lo cierto es que se trata de la mayor insurrección contra la ocupación israelí desde el último gran levantamiento popular, hace ya diez años.

Solo entre el 1 y el 13 de octubre, los días de mayor violencia hasta ahora, se registraron al menos 17 casos de apuñalamientos de israelíes por jóvenes árabes, y en esta última semana, los ataques y las represalias han sido prácticamente diarios.

El pasado domingo, seis israelíes resultaron heridos y dos palestinos muertos por disparos de las fuerzas de seguridad de Israel en al menos tres incidentes registrados en Cisjordania. El lunes, una joven palestina fue tiroteada tras intentar apuñalar a guardias israelíes en un control, también en la Cisjordania ocupada. El martes, soldados israelíes mataron a un palestino que supuestamente pretendía acuchillarles en Jerusalén, donde dos adolescentes palestinos resultaron asimismo heridos de bala tras acuchillar al vigilante de un tranvía. El viernes murieron dos colonos judíos por disparos cerca del asentamiento ilegal de Otniel, en Hebrón; dos palestinos perdieron también la vida en enfrentamientos con soldados israelíes cerca de esta ciudad, y un tercero falleció a causa de las heridas recibidas en un ataque anterior

Uno de los episodios que más denuncias ha provocado, no obstante, se produjo el jueves, cuando soldados israelíes disfrazados de civiles irrumpieron en un hospital de Hebrón para detener a un palestino al que responsabilizaban de otro acuchillamiento, y acabaron matando a tiros a un joven que se encontraba con el acusado. La rocambolesca entrada de los agentes fue grabada en vídeo por las cámaras de seguridad del hospital, y las imágenes han sido ampliamente difundidas en Internet.

En total, en todo el mes de octubre y lo que llevamos de noviembre, esta última oleada de violencia ha causado ya cerca de un centenar de muertos. La gran mayoría (al menos 78) de los fallecidos son palestinos, y de ellos, una treintena eran presuntos atacantes. Las víctimas mortales israelíes sobrepasan la docena (14 muertes registradas hasta ahora). Hay, además, centenares de heridos, y el miedo (en algunas zonas de Jerusalén, a simplemente caminar por la calle) se ha apoderado de una gran parte de la sociedad israelí.

Éstas son, en preguntas y respuestas, algunas claves para entender mejor lo que está pasando.

¿Cómo y cuándo empezó?

La situación comenzó a deteriorarse a mediados del pasado mes de septiembre, con los enfrentamientos ocurridos tras la propagación de rumores según los cuales Israel pretendía modificar el antiguo acuerdo que permite el acceso al Monte del Templo (para los judíos), o Explanada de las Mezquitas (para los musulmanes). Esta zona de la parte ocupada de Jerusalén, un área vigilada y controlada por las fuerzas israelíes, alberga la mezquita de Al Aqsa y la denominada Cúpula de la Roca, y es considerada el tercer lugar más sagrado del islam. El área tiene asimismo una gran importancia religiosa para los judíos, al ser el emplazamiento de los históricos templos bíblicos.

Israel ocupa la zona desde que se la arrebató a Jordania durante la guerra de 1967, pero el área ha permanecido bajo administración musulmana desde entonces. Un acuerdo alcanzado hace décadas permite el acceso a visitantes no musulmanes, pero la cada vez mayor presencia de visitantes judíos, en muchos casos alentados por activistas que buscan incrementar la presencia judía en el Monte, ha hecho crecer entre los palestinos el temor de que Israel esté planeando modificar los términos del acuerdo.

El Gobierno israelí ha negado estos rumores, y acusa a las autoridades palestinas, tanto civiles como religiosas, de haberlos propagado para incitar a la violencia. Por su parte, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, ha acusado a los colonos judíos y a las autoridades israelíes de realizar «actos de agresión» que han motivado la reciente ola de violencia.

El 13 de septiembre, la Policía israelí entró en la Explanada de las Mezquitas, tras los disturbios ocurridos en la víspera del Año Nuevo judío como consecuencia de los mencionados rumores. Los enfrentamientos, espoleados por la decisión israelí de limitar el acceso de los palestinos al Monte como medida de seguridad, continuaron durante varios días, y el día 28 de ese mismo mes, después de que el Gobierno israelí autorizase la utilización de fuego real contra quienes lanzasen piedras, las fuerzas de seguridad israelíes volvieron a entrar en la Explanada. Durante una intervención ante la Asamblea General de la ONU, Abás afirmó que Palestina está viviendo la situación más crítica desde 1948, y dio por enterrados los acuerdos de Oslo.

El 1 de octubre, una pareja de colonos judíos fueron asesinados ante sus cuatro hijos cerca de Nablús, en la Cisjordania ocupada. Dos días después empezaron los apuñalamientos.

¿Quiénes están realizando los ataques?

La mayoría son jóvenes, en muchos casos menores de edad, y con una mayor presencia de mujeres, incluyendo universitarias, que en revueltas anteriores.

Si bien no parece existir una organización centralizada, se ha hablado de una cierta coordinación a través de las redes sociales, donde, en cualquier caso, se han multiplicado los mensajes que exhortan a realizar más ataques, y han ido ganando terreno etiquetas como «Jerusalén Intifada» o «Intifada de cuchillos». Varios de estos ataques han sido filmados con teléfonos móviles o por cámaras de seguridad, y compartidos en Internet.

¿Cómo se producen y con qué consecuencias?

Aunque la tensión y alarma social habían descendido ligeramente a finales de octubre, la cadena de apuñalamientos e intentos de apuñalamiento de jóvenes palestinos contra israelíes (en su mayoría colonos o uniformados) se ha reanudado en estas dos últimas semanas como un goteo permanente. A principios de noviembre, y según informó Efe, el servicio de emergencias israelí aseguró haber tratado en 40 días a un total de 170 víctimas de ataques, de los que 12 habían muerto y 159 resultaron heridos, una veintena de ellos, graves. En muchos de los casos los atacantes y supuestos atacantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad o por viandantes armados.

Las autoridades palestinas cuestionan esas cifras y consideran que en muchos de los sucesos no hay pruebas que demuestren que los palestinos iban a atacar, por lo que hablan de «ejecuciones sumarias» de inocentes. También denuncian un «uso abusivo de la fuerza» que ha llevado a matar a muchos atacantes pese a que se les podía haber neutralizado y detenido sin matarlos, así como abusos y maltrato innecesario a los agresores una vez neutralizados.

Entre los casos más controvertidos se encuentra el de dos primos del clan Yabari de Hebrón, de 15 y 17 años, que, según denunció el gobernador de esta ciudad, recibieron 57 balas entre ambos y que «no habían atacado a nadie». Otro caso que ha levantado fuertes críticas es la muerte de Thawarat Ashrawi, una anciana de 72 años de Hebrón que fue acribillada por soldados que aseguran que trató de atropellarlos, mientras su familia lo niega y afirma que iba a poner gasolina y no se dio cuenta de que le daban el alto.

A las decenas de palestinos abatidos en ataques (demostrados o supuestos) se unen los muertos por fuego israelí en protestas contra puestos de control militares israelíes en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, lo que eleva los palestinos muertos a cerca de 80, y a los que se suman más de 7.000 heridos (según la ONU) y 1.200 detenidos, en su mayoría jóvenes.

¿Cómo está reaccionando la sociedad israelí?

Según un recientre sondeo de la agencia Midgham, realizado entre ciudadanos israelíes, y citado por Efe, el 75% de los encuestados cree que «se debe matar a los terroristas sorprendidos en el lugar de un ataque», frente a un 25% que discrepa. Además, un 55% de israelíes judíos opina que no se debe imputar por sus actos a quienes «atacan a un terrorista después de que haya sido neutralizado».

Tanto la policía israelí como el propio alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, han llegado a aconsejar a los habitantes de la ciudad que posean licencia de armas que salgan con ellas a la calle. El alcalde insiste en que solo la mano dura logrará frenar esta oleada de violencia: «El número de terroristas que ha surgido de los barrios árabes de Jerusalén en las últimas semanas es inaceptable. Lo que hay que hacer para proteger la vida de la gente es bloquear y controlar muchísimo más de lo que hicimos en el pasado», aseguró.

Las zonas palestina e israelí de Jerusalén, separadas desde hace décadas por una frontera invisible, están estos días más divididas que nunca. Como escribe para la agencia Efe la periodista Ana Cárdenes, «consumados o frustrados, probados o dudosos, los ataques que se registran cada día han alterado las rutinas de muchos, y han extendido el miedo en ambos lados, convirtiendo en habitual una violencia que, según los expertos en seguridad, no va a acabarse pronto».

El miedo a los ataques con arma blanca hace que las calles del corazón de Jerusalén y de la Ciudad Vieja estén excepcionalmente silenciosas y semivacías: «El ulular de las sirenas y el sobrevuelo de los helicópteros se ha convertido en la música de fondo de la ciudad. Las agresiones, casi espontáneas y perpetradas por palestinos sin antecedentes ni especial militancia política, son prácticamente imposibles de abortar, y el nerviosismo de los israelíes es palpable», explica por su parte Beatriz Lecumberri en El País.

Este miedo está también muy presente en la comunidad palestina, donde todos se han convertido en sospechosos, y donde muchos temen ser atacados por colonos u hostigados y detenidos por la policía.

¿Será una nueva intifada?

El histórico dirigente palestino de Al Fatah Marwan Barghouti, uno de los principales líderes de la segunda intifada, y actualmente encarcelado a perpetuidad en una prisión israelí, hizo pública una carta en la que saluda a la «nueva generación que se ha levantado para defender su derecho y su deber de resistir la ocupación […], desarmada y enfrentándose a una de las mayores potencias militares mundiales».

La revuelta tiene, ciertamente, algunos elementos en común con la segunda intifada, cuyo detonante fue la visita del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas. Y para muchos analistas, el colapso de las negociaciones de paz, la falta de esperanza por conseguir un Estado propio a medio, o incluso a largo plazo, y la ira y la frustración acumuladas por varias generaciones durante una ocupación que dura ya cerca de medio siglo, han creado el caldo de cultuvo necesario para el estallido de un nuevo levantamiento en toda regla.

No obstante, de momento existen algunas diferencias importantes con las intifadas anteriores, empezando por el hecho de que el presidente palestino, Mahmud Abás, ha reiterado su rechazo a la violencia y ha mantenido, aunque siempre del modo más discreto posible, la coordinación entre las fuerzas de seguridad palestinas y las israelíes, en un intento de evitar que los enfrentamientos se descontrolen por completo.

Durante la anterior intifada, los ataques estaban respaldados por grupos organizados de militantes palestinos que contaban, además, con el apoyo tácito de sus líderes. La mayoría de estos grupos han sido desmantelados durante los últimos años, y muchos de sus miembros están ahora en prisión. Los ataques actuales los llevan a cabo individuos sin afiliaciones políticas declaradas y que parecen actuar por su cuenta. Las milicias de Al Fatah no se han sumado, y Hamás ha mantenido la tregua en la Franja de Gaza, el territorio que controla, pese a alentar la revuelta en Jerusalén y Cisjordania. Esta actuación de lo que se ha venido en llamar «lobos solitarios» ha hecho que, para Israel, su tradicional respuesta puramente militar sea esta vez mucho más complicada.

¿Hay alguna solución a la vista?

No parece probable, al menos mientras el proceso de paz continúe bloqueado. Y los actuales dirigentes de ambas partes tienen poca voluntad, en el caso de Netanyahu, o pocas posibilidades, en el de Abás, de reactivarlo.

El dirigente palestino cuenta con cada vez menos apoyo popular (una encuesta reciente indica que el 65% de los palestinos desea su renuncia), y es continuamente desacreditado como negociador válido por el Gobierno israelí, que le reprocha carecer de la fuerza suficiente para lograr acuerdos. Abás no ha condenado los ataques perpetrados en las calles israelíes, pero mantiene su oposición a una nueva intifada armada y sigue ofreciendo a Israel una cooperación en materia de seguridad que desgasta su imagen entre los palestinos

Como explica el experto en Oriente Medio Nathan Thrall, del International Crisis Group, en un artículo publicado en la revista London Review of Books, cuando Abás llegó al poder en 2005, el veterano líder palestino, «más un funcionario que un líder carismático como Arafat», fue visto como una figura de transición tras los acuerdos de Oslo, en un momento en que los palestinos estaban exhaustos tras las luchas de la segunda intifada, y con una gran necesidad de reconocimiento internacional. El contexto, con Hamás y Barghouti ausentes en las elecciones, los líderes fundadores de Al Fatah asesinados o en prisión, y el firme apoyo del Gobierno estadounidense de George W. Bush, también le favoreció.

Pero estas condiciones, como era previsible, no duraron mucho: «Los palestinos —señala Thrall— se recuperaron de la fatiga de luchar contra Israel, Hamás volvió a la política, el mantenimiento de la ocupación alentó la resistencia, los líderes que cuestionaron esa resistencia fueron desacreditados, y una nueva generación de palestinos creció sin los recuerdos del coste que supusieron las intifadas, e incapaz de entender por qué sus padres aceptaron no solo abandonar la lucha contra el ejército israelí, sino incluso cooperar con él, a través de acuerdos negociados por el propio Abás». Como apuntaba recientemente el dirigente palestino Nabil Shaat, «han pasado 22 años desde la firma de los Acuerdos de Oslo y en la Cisjordania ocupada hay ya 400.000 colonos».

Por su parte, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (en el cargo desde 2009, y reciente ganador de las elecciones celebradas el pasado 18 de marzo), se mantiene en la idea de que el mejor proceso de paz es el actual proceso inexistente. Como dijo el pasado 27 de octubre, «Israel vivirá siempre con la espada en la mano», para explicar después su intención de mantener el control total sobre toda la Palestina histórica, incluyendo los territorios ocupados.

El dirigente israelí, enfrentado al presidente Obama tras el acuerdo nuclear alcanzado con Irán, y criticado por numerosos líderes europeos, está sometido, además, a una gran presión por parte del ala más dura de su coalición de gobierno, que le exige una respuesta aún más contundente (ya se ha incrementado el número de efectivos militares en Jerusalén y Cisjordania, y se han relajado las normas sobre cuándo puede abrirse fuego sobre los manifestantes) ante la actual oleada de violencia palestina.

Una de las principales características de esta nueva revuelta es, probablemente, la ausencia de actores políticos con la suficiente credibilidad como para poder frenarla o encontrar soluciones.

En este sentido, el profesor del Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad de Groninga (Holanda) Sami Faltas señala al diario El Universal que «en la primera intifada había todavía lazos entre Israel y Palestina por actividades económicas transfronterizas, así como actores políticos que creían en la viabilidad de los acuerdos de Oslo, pero hoy la gente tiene menos que perder que antes. La interdependencia económica, que es fórmula para la paz, no existe más, debido al cierre de las fronteras y a la construcción, por parte de Israel, de un muro de hormigón de hasta ocho metros de altura».

Con Estados Unidos alejado de una implicación directa en el proceso de paz, no existen tampoco otros actores externos de peso con la capacidad de detener una posible irrupción de violencia a gran escala. Egipto, socio reconocido por ambas partes, no está en condiciones de asumir responsabilidades como consecuencia de su situación interna, y la Unión Europea, indica Faltas, ha perdido influencia «por pensar de manera equivocada que resolvería el conflicto solo inyectando dinero».


Publicado originalmente en 20minutos

El precio de un ‘statu quo’ insostenible: las claves de la ola de violencia en Palestina

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Funeral en Bait Hanun, Gaza, por seis miembros de una misma familia palestina, muertos en un ataque israelí el 8 de julio. Foto: Muhammad Sabah / B’Tselem

«Han bombardeado casas con familias completas, y las familias aquí no son como en España, aquí son por lo menos de ocho o diez miembros… Es una locura, un genocidio, un acto criminal… Por la noche no hay luz, hay oscuridad absoluta acompañada de ambiente de guerra. La gente está en casa, no sale…». Así describía Ahmad Yacoub, secretario de la Asociación de Escritores Palestinos, a 20minutos.es el infierno en que se ha convertido la franja de Gaza desde que, hace ya casi una semana, comenzaron los bombardeos israelíes.

El balance de víctimas, tras un total de 1.320 ataques, habla por sí mismo: hasta este domingo, al menos 165 palestinos muertos y cerca de 700 heridos. Tres de cada cuatro fallecidos son civiles, y más de una veintena, niños. Dos terceras partes de los heridos son mujeres y menores de edad. Las cifras son de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA).

Desde la franja los milicianos de Hamás (la organización islamista que gobierna en Gaza) y de otras facciones palestinas continúan lanzando cohetes contra Israel (en torno a 800 desde el martes, según el Ejército israelí), pero ni su capacidad ni su eficacia son comparables con el poder de la maquinaria de guerra israelí, que dispone, además, de un sofisticado sistema defensivo antiaéreo (Iron Dome, Cúpula de Hierro), capaz de interceptar una buena parte de los proyectiles. De momento, los cohetes palestinos han herido de diversa consideración a una docena de israelíes (dos graves, diez leves, y tres de ellos, militares).


Fotos:
» Funeral en el campo de refugiados de Jan Yunis (sur de la franja de Gaza) por siete miembros de una misma familia palestina, muertos en un ataque israelí. (Efe)
» Un grupo de palestinos traslada el cuerpo del niño de tres años Mohammed Mnassrah, fallecido en los bombardeos israelíes, durante su funeral en el campo de refugiados de Al Maghazi, en la franja de Gaza. (Efe)
» Una mujer palestina abraza a su hijo en su casa semidestruida tras un ataque israelí en Gaza. (AFP)


Todo parece indicar que la violencia no va a detenerse pronto. Israel realiza ya incursiones terrestres (los bombardeos no están consiguiendo el objetivo de neutralizar los lanzamientos de cohetes), y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, ha dejado claro que su gobierno contempla «todas las opciones». También ha hecho oídos sordos a las ofertas de mediación realizadas por Estados Unidos, aunque sabe que, de todos modos, cuenta con el respaldo prácticamente incondicional del presidente Barack Obama. Washington ha hecho un llamamiento al cese de los ataques por ambas partes, pero insiste en que Israel tiene «derecho a defenderse».

Este derecho a la defensa es, una vez más, el principal argumento israelí a la hora de justificar el ataque. En este sentido, el Ejército israelí afirma que solo ataca las viviendas de miembros de Hamás implicados en ataques a Israel, blancos que denomina «objetivos terroristas», e incluso denuncia el uso de civiles palestinos como «escudos humanos». En ocasiones, también avisa por teléfono (minutos antes) a las familias de las casas que van a ser bombardeadas. Pero, dejando a un lado el hecho de que se trataría de intentos de ejecuciones sin juicio, la muerte de familiares, víctimas inocentes y civiles en general, es difícilmente evitable. Gaza es una de las regiones más densamente pobladas del mundo.

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Una familia palestina huye de su casa en Gaza, en plena noche. Foto: Mohammed Abed / AFP / Getty Images

En cuanto a Hamás, y a pesar del alto precio que está pagando, tampoco parece muy dispuesta a detener sus ataques. La resistencia tiene un efecto propagandístico importante, y los islamistas no pueden permitirse ceder ante Israel, más aún cuando parece que tienen un importante respaldo social y de otros movimientos. El nivel de violencia infligido por Israel y la importancia que da la población a la cuestión de los prisioneros, de los que Hamás se ha constituido siempre en portavoz, y cuya liberación es ahora una de las condiciones para el alto el fuego, fomentan este apoyo.

Estas son las claves de la última gran crisis entre israelíes y palestinos, un nuevo callejón de difícil salida que en apenas una semana ha relegado en los medios no solo a la ya de por sí olvidada guerra en Siria, sino incluso a los yihadistas de Irak y su «califato» fundamentalista; las claves, también, del territorio que, con dos tercios de su población viviendo por debajo del nivel de pobreza y dependiendo de la ayuda humanitaria, más la está sufriendo.

Los detonantes

La crisis actual es el desenlace de una tensión que no ha hecho más que crecer desde que el pasado día 30 se confirmó que habían sido asesinados tres jóvenes israelíes secuestrados semanas antes en Cisjordania, y cuya búsqueda dejó a su vez seis palestinos muertos, 118 heridos y 471 detenidos.

El Gobierno de Netanyahu acusó a Hamás del secuestro, aunque hasta ahora no ha presentado pruebas que lo demuestren. Hamás, por su parte, negó estar implicada. La crisis se agravó cuando dos días después ultranacionalistas judíos se vengaron quemando vivo a un joven palestino en Jerusalén, y cuando, en esa misma semana, se publicó un vídeo en el que se ve cómo policías israelíes apalean brutalmente a un chico palestino.

Durante las tres semanas que pasaron desde que se produjo el secuestro de los estudiantes israelíes hasta que se anunció el hallazgo de sus cadáveres, el ejército israelí golpeó duramente la estructura de Hamás en Cisjordania. En ese tiempo no hubo más que unos pocos lanzamientos de cohetes, que además no fueron reivindicados. Pero la eliminación de siete combatientes del movimiento islamista en un ataque israelí realizado con drones en Gaza, el 7 de julio, fue interpretada como un acto de agresión que rompía el alto el fuego negociado con Israel en noviembre de 2012 (el compromiso establecía que ninguna de las partes se implicaría en una operación militar contra la otra). Hamás y su rama militar, las brigadas Ezzedine Al-Qassam, pasaron a la acción y el lanzamiento de cohetes se intensificó.

Los ataques con cohetes desde Gaza permitieron al gobierno de Netanyahu desencadenar una nueva ofensiva contra la franja y, de paso, satisfacer las exigencias de una parte de la población israelí y del ala más derechista de su coalición de gobierno, que reclamaban un duro «castigo» por el asesinato de los tres jóvenes, algo con respecto a lo que el primer ministro había expresado contención en un primer momento.

Entre tanto, al reivindicar los lanzamientos, Hamás, criticada por algunos sectores por su reciente reconciliación con Al Fatah (el partido que gobierna la Autoridad Nacional Palestina, en Cisjordania), intenta reengancharse al alcance popular que tienen otras organizaciones islamistas, o incluso nacionalistas y miembros de la OLP, como las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, de Al Fatah, o el Frente Popular y Democrático de Liberación de Palestina, grupos que también lanzan cohetes.

Para Hamás es también muy importante seguir siendo el principal portavoz de los presos en cárceles israelíes. Ahora mismo, su principal exigencia es que Israel vuelva a liberar a 56 palestinos que habían sido puestos en libertad en el canje de prisioneros de 2011, y que fueron vueltos a detener por fuerzas israelíes en Cisjordania durante la búsqueda de los estudiantes secuestrados.

El contexto político

En ambas partes existe asimismo un fondo político que es necesario tener también en cuenta para comprender lo que está pasando. Lo más importante es, tal vez, que esta nueva crisis se produce en un contexto en el que las negociaciones de paz han fracasado. Tras el pacto de unidad firmado finalmente por Al Fatah y Hamás el pasado 23 de abril, Netanyahu dio por terminado el diálogo con los palestinos, y un par de meses después, en junio, autorizó la construcción de centenares de centenares de nuevas viviendas en asentamientos situados en Cisjordania, en territorio ocupado.

Algunos analistas han interpretado el acoso llevado a cabo contra Hamás tras el secuestro de los jóvenes israelíes como un intento de dinamitar la frágil reconciliación palestina. El pasado jueves, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, se dirigió a Hamás a través de la televisión palestina: «¿Qué vais a lograr lanzando cohetes? Es mejor luchar con sabiduría y con la política», afirmó. Era la primera vez que Abás criticaba abierta y públicamente a los milicianos islamistas.

Por otro lado, el ataque a Gaza ha estado marcado por la división existente en la coalición derechista que gobierna Israel: la operación militar estuvo precedida por un largo pulso entre Netanyahu, y los elementos más ultras de su Ejecutivo, encabezados por el ministro de Exteriores, el xenófobo y partidario de arrasar Palestina («no dejar piedra sobre piedra») Avigdor Lieberman. Sin llegar a romper la coalición de Gobierno, el partido de Lieberman llegó a ‘separarse’ del Likud de Netanyahu por entender que no estaba aplicando suficiente «mano dura» contra Hamás. Poco después, el Gabinete de seguridad israelí pasaba de la «contención» a los ataques actuales.

Con respecto a Hamás, la organización se encuentra en una situación de debilidad (lo que le habría llevado a pactar con Al Fatah), y necesita volver a ser percibida como el principal representante de la resistencia palestina. La destrucción por parte del nuevo gobierno egipcio de los túneles que unían la franja con el Sinaí ha privado a los residentes de Gaza de un suministro básico de bienes. Y, a pesar del pacto con Al Fatah, aún no ha llegado a Gaza ninguna ayuda económica desde la ANP. Los 50.000 funcionarios de la franja llevan meses sin cobrar sus salarios.

Además, el grupo islamista ha perdido últimamente apoyos cruciales. Irán y Siria, sus aliados tradicionales, han cortado el grifo de las ayudas como consecuencia de la decisión de Hamás de apoyar a los rebeldes que luchan contra el régimen del presidente sirio, Bashar Al Asad.

Y en cuanto a la división interna en el seno de Hamás, es cierto que hubo fuertes divergencias ante el acuerdo de reconciliación con Al Fatah, pero ahora mismo parece haber consenso sobre cómo operar y sobre la necesidad de responder a Israel.

Los ataques

Desde que, el pasado lunes, se inició la denominada operación Borde Protector (Protective Edge), y hasta este domingo, las Fuerzas Armadas israelíes han alcanzado unos 1.320 objetivos en Gaza, en ataques lanzados tanto desde el aire como desde los buques de guerra que bloquean los accesos marítimos a la franja. Las bombas han caído no solo en presuntos objetivos de milicianos de Hamás, sino también en viviendas, mezquitas, clínicas sanitarias y hasta en un centro de atención a discapacitados. Los milicianos, por su parte, han lanzado contra Israel en torno a 800 cohetes, según el último parte militar israelí.

Este domingo, soldados israelíes permanecieron en territorio gazatí bajo el paraguas de helicópteros artillados y de barcos de guerra, y destruyeron lanzaderas de cohetes. En la operación, la primera que el Ejército reconoce haber realizado por tierra dentro de la franja, resultaron heridos de forma leve cuatro soldados israelíes. Israel tiene movilizados a 20.000 reservistas en la zona, y 40.000 en todo el país.

La última oleada de bombardeos israelíes causó la noche del sábado la muerte de 18 palestinos, cuando un avión atacó una mezquita y una vivienda adyacente, según informó el portavoz de los servicios de emergencia en la franja. Otros tres palestinos murieron en el sur de Gaza en ataques aéreos contra posiciones islamistas en la ciudad de Rafah. Con estas últimas víctimas, el recuento de muertos en el lado palestino ascendería ya a 165, la mayoría civiles, y los heridos, a un millar.

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Funeral en el campo de refugiados de Jan Yunis (sur de la franja de Gaza) por siete miembros de una misma familia palestina muertos en un ataque israelí. Foto: Thomas Coex / AFP

Los severos bombardeos nocturnos en Gaza siguieron al lanzamiento de cohetes por las milicias palestinas contra Tel Aviv y otras ciudades del centro de Israel, en un ataque que el brazo armado del movimiento islamista Hamás anunció previamente por televisión, informando del uso de un nuevo cohete de largo alcance, el J80. Los proyectiles fueron derribados en vuelo por el sistema Cúpula de Hierro, que en cinco días ha neutralizado 147 de los que se dirigían a centros urbanos israelíes. Los cohetes palestinos han causado, además del cierre de comercios y colegios, y de la alarma entre la población, una docena de heridos de diversa consideración (dos de ellos, graves).

La actual es la tercera operación militar que dirige el Gobierno de Netanyahu contra Gaza. Las dos anteriores se llevaron a cabo en 2012: en la primera, bautizada como Eco de Vuelta, murieron 24 palestinos; en la segunda, Pilar de la Defensa, 158. La ofensiva más devastadora hasta ahora, no obstante, fue la llamada Plomo Fundido, lanzada entre finales de 2008 y principios de 2009, con Ehud Olmert como primer ministro y Ehud Barak como ministro de Defensa. Causó más de 1.300 muertos (en su mayoría civiles) y 5.000 heridos. En las dos últimas operaciones no llegó a haber incursión militar terrestre en la franja (sí la hubo en Plomo Fundido), aunque en Pilar de la Defensa el ejército israelí llegó a movilizar a unos 75.000 reservistas.

Las reacciones

Hasta el momento, y más allá de declaraciones y de llamamientos a un genérico alto el fuego, la reacción (efectiva) de la comunidad internacional brilla por su ausencia. EE UU se ha ofrecido como mediador y presiona para que cesen los ataques «de ambos bandos», pero tiene las manos atadas por su compromiso de apoyo a Israel. Los europeos se han limitado a pedir el fin de las hostilidades y a condenar la violencia, pero la posibilidad de sanciones no se vislumbra en la agenda.

En cuanto al mundo árabe, el nuevo presidente egipcio, el mariscal Abdul Fatah al Sisi, parece haber optado por ganar tiempo y, a diferencia de sus predecesores Hosni Mubarak y Mohamed Mursi, por no implicarse personalmente. No obstante, Egipto, junto con otros países, como Catar, estaría elaborando un borrador para un posible alto el fuego. Las condiciones incluidas en el documento pasarían por el fin del bloqueo israelí a la franja (impuesto en 2007) o por que el perímetro que Israel mantiene como zona de seguridad en torno a Gaza se reduzca. Esta semana, Egipto abrió el paso fronterizo con el territorio palestino para facilitar la asistencia a heridos.

Los contrastes

Hablar en términos de guerra convencional del conflicto entre israelíes y palestinos –especialmente entre Israel y Gaza, o entre Israel y Hamás, como prefiere denominarlo el Gobierno israelí– supone obviar la espectacular diferencia en el número de víctimas, el hecho de que una de las partes ejerce una ocupación sobre la otra, y la evidente desproporción militar existente entre ambos bandos.

En esta última crisis los milicianos de Gaza están disparando cohetes de mayor alcance, y han demostrado que pueden hacer daño y que no es fácil neutralizarlos, pero realmente poco es lo que pueden hacer frente a la tecnología punta armamentística, los cazas, los misiles de última generación y los sofisticados sistemas de defensa de Israel, un país en constante pie de guerra donde el servicio militar (obligatorio) ocupa buena parte de las vidas de sus ciudadanos, y que dispone además de decenas de miles de reservistas, por no hablar del apoyo, por acción u omisión, de las principales potencias occidentales. Siguen siendo piedras contra tanques.

Este contraste no se limita, en cualquier caso, a la faceta puramente militar. Las condiciones de vida de las poblaciones en ambos bandos están separadas por un auténtico abismo.

Israel, con una población de 8,1 millones de habitantes y una superficie de 22.1452 Km² (incluyendo los territorios anexionados de Jerusalén Este y los Altos del Golán), tiene una renta per cápita de 34.875 dólares y una esperanza de vida de 81,1 años. La tasa de paro en 2012 fue del 6,9%, y en 2013 ocupó el puesto 16 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

En los escasos 360 Km² de Gaza viven 1,7 millones de personas, de las que 1,1 millones son refugiados. Aproximadamente 500.000 de ellos habitan en los ocho campos que administra la UNWRA. Cerca de dos tercios de la población de la franja vive por debajo del nivel de pobreza y depende de la ayuda humanitaria. La renta per cápita es de 2.900 dólares (la información disponible incluye Cisjordania, donde la renta es mayor), y la esperanza de vida, de 74 años. El paro alcanzó en 2010 al 45% de la población activa (una cifra sin precedentes), según datos de Naciones Unidas. Palestina (incluyendo también Cisjordania) ocupó en 2013 el puesto 110 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.

Desde el bloqueo impuesto por Israel en 2007, cuando Hamás se hizo con el control de Gaza tras expulsar a Al Fatah, después de haber ganado las elecciones un año antes, los habitantes de la franja no pueden entrar ni salir de la franja con libertad. El bloqueo tiene, además, un enorme coste económico. Israel no permite a Gaza tener su propio aeropuerto ni puertos comerciales; todo el comercio exterior se lleva a cabo a través de puertos israelíes. A los pescadores de Gaza, por ejemplo, solo se les permite faenar hasta un máximo de 9,6 Km de la costa (menos de un tercio del área estipulada en los Acuerdos de Oslo). Y los túneles de contrabando que comunican la franja con Egipto, por los que pasaban suministros esenciales, han sido destruidos en su mayoría por el Gobierno egipcio.

La precariedad es especialmente grave en el apartado de la salud. Según informa Al Jazeera, el Ministerio de Sanidad de Gaza dispone tan solo de 192 tipos de medicinas (el 40% de las consideradas esenciales), e Israel ha restringido, «por razones de seguridad», los permisos que concede a pacientes para que puedan ser tratados en hospitales israelíes cuando no existe un tratamiento adecuado disponible en la franja. Naciones Unidas calcula que para el año 2020 Gaza necesitará unos mil médicos y dos mil enfermeros y enfermeras más de los que hay actualmente.

Las condiciones sanitarias también son muy deficientes. El acuífero costero que proporciona agua a la población está altamente contaminado, y la ONU ha advertido de que para el año 2016 podría quedar completamente inutilizable. Mientras, muchas casas solo disponen de agua corriente en periodos de entre seis y ocho horas (el 25% de forma diaria, el 40% un día sí y otro no, el 20% cada tres días y el 15% cada cuatro). El 80% de la población compra agua para beber, lo que puede suponer hasta un tercio de los ingresos.

Otro gran problema son los constantes cortes de electricidad. La franja tiene una demanda de unos 360 megawatios al día, pero la única planta eléctrica existente genera solo 80 megawatios diarios. Israel y Egipto suministran 120 y 22 megawatios adicionales, respectivamente, que resultan aún insuficientes. El principal hospital de Gaza, Al Shifa, depende de cuatro generadores para funcionar, cuyo mantenimiento es complicado debido al cierre de las fronteras con Israel y Egipto.

Y en cuanto a la educación, antes de la Segunda Intifada, que comenzó en 2000, los estudiantes de Gaza que deseaban estudiar en el extranjero podían viajar a través del aeropuerto israelí de Ben Gurion, la frontera entre Cisjordania y Jordania, la frontera de Rafah con Egipto, o el Aeropuerto Internacional de Gaza. Hoy solo les queda el paso de Rafah, que suele estar cerrado. Según datos de la Autoridad Nacional Palestina, citados también por Al Jazeera, más de 2.700 estudiantes de Gaza, de todos los niveles educativos, están esperando para poder estudiar en el extranjero.

Poca esperanza

La brecha es muy grande también en el aspecto sociológico, donde las nuevas generaciones parecen cada vez más irreconciliables. Si bien existen en Israel (principalmente en las zonas más urbanas, como Tel Aviv) muchos ciudadanos que simpatizan con la causa palestina, o que apoyan, al menos, una solución pacífica al conflicto, así como organizaciones que trabajan muy activamente en defensa de los derechos humanos y por el fin de la ocupación, las encuestas no dejan lugar para demasiadas esperanzas a corto o medio plazo.

El 60% de los israelíes apoyaría, en general, «un acuerdo que estableciera un Estado palestino al lado de uno israelí», pero el rechazo es del 58% cuando en la pregunta se especifican las concesiones. Y en el lado palestino, un 60% cree aún que el objetivo final de las negociaciones debe ser «reclamar la Palestina histórica desde el río al mar».

El 60% de los israelíes apoyaría, en general, «un acuerdo que estableciera un Estado palestino al lado de uno israelí», pero el rechazo es del 58% cuando en la pregunta se especifican las concesiones. Y en el lado palestino, un 60% cree aún que el objetivo final de las negociaciones debe ser «reclamar la Palestina histórica desde el río al mar».


Publicado originalmente en 20minutos

La agonía de Gaza: las claves del ataque israelí y de la lucha por la supervivencia en la franja

«Han bombardeado casas con familias completas, y las familias aquí no son como en España, aquí son por lo menos de ocho o diez miembros… Es una locura, un genocidio, un acto criminal… Por la noche no hay luz, hay oscuridad absoluta acompañada de ambiente de guerra. La gente está en casa, no sale…». Así describía Ahmad Yacoub, secretario de la Asociación de Escritores Palestinos, a 20minutos.es el infierno en que se ha convertido la franja de Gaza desde que, hace ya casi una semana […]

El primer ministro turco, Recep Tayip Erdoğan. Foto: Kremlin

En apenas una semana, el grave caso de corrupción urbanística y financiera que ha salpicado de lleno al gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Turquía se ha llevado por delante a medio gabinete de Recep Tayip Erdoğan. Tres ministros cuyos hijos están implicados en el escándalo (acusados de soborno) presentaron su dimisión, y otros diez han sido relevados por el primer ministro. Además, tres parlamentarios del AKP, partido que lleva una década en el poder, han renunciado a sus escaños como señal de protesta. El caso, sin precedentes en la administración actual, y en el que hay ya cerca de un centenar de detenidos, ha destapado las luchas internas existentes en el seno de los islamistas y ha puesto contra las cuerdas a Erdoğan, en vísperas de un año en el que Turquía celebrará elecciones presidenciales y municipales. Estas son algunas de las claves.

1. Corrupción urbanística y petróleo iraní. La investigación se centra, en primer lugar, en la adjudicación de contratos de construcción en terrenos recalificados por políticos del AKP, una práctica que se ha visto favorecida por leyes que eliminaban la necesidad de informes técnicos y por la poco transparente estructura de la Agencia Pública de Vivienda, sometida únicamente al control del primer ministro (durante los diez años que lleva en el poder, el Gobierno del AKP ha multiplicado la construcción de pisos baratos por todo el país). La segunda gran trama investigada tiene que ver con en una serie de sobornos relacionados con la compra a Irán de petróleo y gas a cambio de oro, dentro de un esquema financiero del que formaba parte hasta el verano pasado el banco público, Halkbank, y cuyo objetivo era evitar las sanciones impuestas a la república islámica por EE UU y otros países. El director del banco es uno de los detenidos.

2. Macroredada. Las alarmas saltaron el pasado 17 de diciembre, cuando al menos 51 personas (incluidos los hijos de tres ministros, el alcalde del distrito más islamista de Estambul y varios empresarios y banqueros vinculados al AKP) fueron detenidas en una gran redada ordenada por la fiscalía turca, en el marco de la mencionada trama de corrupción urbanística. Los arrestos se llevaron a cabo, principalmente, en Estambul, Ankara, Mardin y Trabzon. Además, la policía registró las sedes del Halkbank y de la compañía inmobiliaria y de obras públicas Agaoglu, perteneciente al gran magnate de la construcción turca Ali Agaoglu, conocido, además de por su pasión por el lujo, por sus estrechos vínculos con el gobierno de Erdoğan.

3. El ‘gülenismo’. En la base del escándalo se encuentra, según coinciden muchos analistas turcos e internacionales, el enfrentamiento desatado entre Erdoğan y los seguidores de Fetullah Gülen, un clérigo y teólogo turco que vive en Estados Unidos desde 1999 y que controla toda una red de escuelas, organizaciones de caridad y medios de comunicación en Turquía, a través del movimiento Hizmet («servicio», en turco). Hizmet ha sido comparado con el Opus Dei español, por su gran influencia en la vida política y económica del país, y por su enfoque religioso (aunque asegura respetar los valores laicos) con un marcado acento financiero, a caballo entre el elitismo y la obra social. La tesis de Erdoğan (de momento, más insinuada que explícita) y de sus seguidores sería que esta influencia se extiende también al poder judicial, a la fiscalía y a las fuerzas de seguridad, es decir, a las instituciones desde las que se ha lanzado la ofensiva contra el gobierno del AKP.

4. Aliados. Hizmet y el AKP, sin embargo, habían sido hasta ahora buenos compañeros de viaje. De hecho, el apoyo de los gülenistas ayudó a Erdoğan a llegar al poder en 2003, y la infiltración de Hizmet en puestos clave de la policía y la judicatura fue uno de los factores que permitió al primer ministro lanzar, a partir de 2007, su particular cruzada contra el ejército y el llamado «Estado profundo».

5. De la defensa al ataque. La lucha por preservar el Estado de derecho y por mantener a raya a los militares y a las élites en la sombra (ese «Estado profundo» que, a menudo de manera antidemocrática, se han encargado de preservar los férreos principios laicos establecidos por Atatürk) se tornó, sin embargo, bastante sucia. A lo largo de los últimos seis años, los desmantelamientos de las supuestas tramas golpistas Ergenekon y Balyoz han supuesto la cárcel para cientos de personas, desde oficiales militares hasta líderes universitarios, pasando por políticos opositores, periodistas y dueños de medios de comunicación, a través de juicios fundamentados, en muchos casos, en pruebas no determinantes. Los detractores de Erdoğan le acusan de haber puesto en marcha una campaña para aplastar a sus opositores. Turquía es actualmente el país del mundo con más periodistas en prisión.

6. La ruptura. Pese a todo, el distanciamiento entre Hizmet y Erdoğan no se hizo evidente hasta el pasado verano, cuando la deriva autoritaria del primer ministro se manifestó ya sin matices durante la represión de las protestas populares iniciadas en el parque Gezi de Estambul. La dura respuesta de Erdoğan a las reivindicaciones ciudadanas y su negativa a cualquier intento de diálogo fue duramente criticada por los medios controlados por los gülenistas. La gota que colmó el vaso llegaría unos meses después, cuando Erdoğan decidió, en noviembre, cerrar las escuelas preparatorias para el acceso a la universidad, una de las principales fuentes de financiación de Hizmet. Los gülenistas rechazan asimismo la forma en que el gobierno de Erdoğan está actuando en diversas cuestiones fundamentales, tanto en el interior (con respecto a la minoría kurda, por ejemplo), como en el exterior (el suministro de armas a los rebeldes sirios).

7. «Conspiración». La reacción de Erdoğan a las detenciones y acusaciones relacionadas con el actual escándalo ha sido contraatacar. El primer ministro ha ordenado una purga de oficiales de la policía y asegura ser víctima de «una conspiración», al tiempo que acusa, sin dar nombres, a «grupos internacionales», «algunos embajadores» y «alianzas oscuras». Los jueces son ahora su otro gran enemigo. El viernes, Erdoğan arremetió contra el Consejo del Poder Judicial turco, después de que éste bloqueara un decreto del Gobierno que obliga a fiscales y policías a informar a sus superiores de sus investigaciones y arrestos, emitido a raíz del escándalo. El jefe de Gobierno acusó al Consejo de ser «una vergüenza» y de haber «cometido un crimen».

8. Inquietud internacional. A pesar de la remodelación ministerial del pasado miércoles, los mercados financieros internacionales están castigando el clima de inestabilidad existente en el país, y la moneda turca cayó el viernes a su nivel histórico más bajo. Por su parte, la Comisión Europea ha pedido a Turquía (país candidato a ingresar en la Unión) que tome todas las medidas necesarias para garantizar que la trama sea investigada «sin discriminación o preferencias, y de forma transparente e imparcial».

9. Protestas y enfrentamientos violentos. Erdoğan, decidido a resistir, volvió a movilizar este sábado a sus partidarios, un día después de que la policía interviniese en Estambul, Ankara y otra decena de ciudades del país para dispersar a varios miles de personas que exigían la dimisión del primer ministro y del Gobierno. Según informa el corresponsal de la agencia Efe, cientos de ciudadanos convocados a través de las redes sociales intentaron reunirse el viernes junto a la plaza Taksim, en Estambul, mientras otros grupos montaban barricadas en la cercana calle Istiklal, la principal avenida comercial de la ciudad, tratando de impedir el paso de los antidisturbios, que intervinieron con cañones de agua a presión y grandes cantidades de gases lacrimógenos. Los manifestantes más radicales atacaron a los policías con piedras, adoquines y petardos, «en lo que parecía una reedición de las protestas de junio pasado, según imágenes emitidas por la emisora CNNTürk». Al menos 30 personas fueron detenidas.

10. El futuro de Erdoğan. El escándalo supone una gran extensión de la brecha que, tras la rebelión del parque Gezi, se abrió en la carrera política del hasta ahora imbatible primer ministro turco. Erdoğan ha gozado en estos diez años de un incuestionable respaldo popular, gracias, en parte, a los éxitos económicos (a pesar de la creciente desigualdad existente en el país) y a la constatación de que, por primera vez, el islamismo (moderado, neoconservador y capitalista, en este caso) parecía ser compatible con la democracia. Ese apoyo, incluyendo el de miembros de su propio partido, puede haberse resquebrajado de un modo irreversible. La primera prueba de fuego estará en las próximas elecciones municipales, que se celebrarán en marzo de 2014. Serán el barómetro con el que calibrar hasta qué punto el AKP se ha visto dañado, y en qué condiciones llegará Erdoğan a la gran cita electoral de las presidenciales de junio.


Más información y fuentes:
» La policía turca reprime a manifestantes que piden la dimisión del Gobierno (20minutos.es, Efe)
» La CE urge a Turquía a efectuar con imparcialidad investigación de corrupción (Efe)
» Erdoğan moviliza a sus partidarios en una Turquía en crisis por sospechas de corrupción (AFP)
» El islamismo turco se ajusta las cuentas (Juan Carlos Sanz, en El País)
» La corrupción en Turquía cerca a Erdoğan (Juan Carlos Sanz, en El País)
» Turkey: PM Erdoğan vows to fight on amid corruption row (BBC)
» Will Turkey’s Erdoğan Cause His Own Downfall? (Dexter Filkins, en The New Yorker)
» En guerra con el Opus Dei de Turquía (Lluís Miquel Hurtado e Ilya U. Topper, en M’Sur)
» Turkey’s ‘House of Cards’ Moment: Arrests and Scandal Signal a Crisis for Erdoğan (Piotr Zalewski, en Time)
» Turkey’s Erdoğan Battles Country’s Most Powerful Religious Movement (Piotr Zalewski, en Time)
» The End of Erdoğan? (John Hannah, en Foreign Policy)
» New Turkish Interior Minister Ala reflects PM’s roadmap (Hürriyet)
» The End of the ‘Turkish Model’? Erdoğan Loses It (Juan Cole, en Mideast Posts)
» Crackdown shatters AKP ‘anti-corruption’ taboo (Kadri Gursel, en Al Monitor)

Diez claves sobre el escándalo de corrupción en Turquía

En apenas una semana, el grave caso de corrupción urbanística y financiera que ha salpicado de lleno al gobierno islamista del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en Turquía se ha llevado por delante a medio gabinete de Recep Tayip Erdoğan…. Leer

Un policía dispara gas lacrimógeno contra una mujer durante una protesta en la plaza Taksim, en Estambul, el pasado 28 de mayo. Foto: Osman Orsal / Reuters / Wikimedia Commons.
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Empezó hace una semana con una sentada contra la destrucción de un parque en el centro de Estambul y ahora es ya, a causa, sobre todo, de la violenta respuesta policial, una protesta ciudadana masiva contra el gobierno del islamista Recep Tayyip Erdoğan, sin precedentes en los once años que lleva el mandatario en el poder.

Las manifestaciones en Turquía han continuado este domingo por tercer día consecutivo, con nuevos enfrentamientos entre manifestantes y policía en Ankara y Estambul. La policía ha vuelto a reprimir con gases lacrimógenos y cañones de agua al millar de manifestantes que intentaban acercarse a la sede del Gobierno turco, y ha intentado desalojar por la fuerza a las cerca de 10.000 personas que estaban concentradas en una céntrica plaza de la capital. En Estambul la situación parecía algo más tranquila que en los días anteriores, con miles de activistas reunidos en la céntrica plaza Taksim y el cercano parque Gezi, pero la tensión comenzó a subir de nuevo a media tarde y por la noche.

Erdoğan ha reconocido que «ha habido errores» en la actuación policial y ha ordenado al Ministerio del Interior investigar los abusos (Amnistía Internacional denuncia que ha habido al menos dos muertos durante las manifestaciones). No obstante, el primer ministro rechaza las acusaciones de autoritarismo y asegura que no se doblegará ante las protestas: «No tengo nada más que decir si llaman dictador a alguien que es un servidor del pueblo», señaló.

«Todo el mundo debería saber que Turquía es un país en el que existe un sistema parlamentario. Todo método diferente a las elecciones es antidemocrático. No quiero decir que el Ejecutivo no tenga que rendir cuentas ni que pueda hacer lo que quiera, pero, igual que una mayoría no puede presionar a una minoría, tampoco puede una minoría imponer su voluntad a una mayoría», añadió.

Erdoğan cargó asimismo contra la redes sociales, responsables en buena parte de la extensión de las protestas (#occupygezi, #occupy taksim, #direngeziparki, #genelgrevedavet): «Hay un problema que se llama Twitter. Allí se difunden mentiras absolutas», dijo. Y también: «Esa cosa que llaman redes sociales no es más que una fuente de problemas para la sociedad actual».

Éstas son algunas claves de lo que esta ocurriendo, recogidas en la web:

Francisco Veiga, en Eurasian Hub:

[…] The first thing that seems clear is that the Turkish government scored an own goal- i.e., a large part of the damage received has been self-inflicted by the Turkish government itself. The rigidity of Prime Minister Erdoğan and police brutality magnified the importance of what happened. Television images showing the police firing generous amounts of pepper spray against demonstrators were particularly unfortunate, now that it is being discussed the use of sarin gas in Syria by forces loyal to Bashar al Assad. In addition, Erdoğan’s threat of calling his supporters against the demonstrators was a poor public relations move. It was one thing to mobilize AKP followers six or seven years ago, when the Turkish Islamist government seemed under the menace of the military and the judges. But now things have changed, and to appeal to the absolute majority in parliament to justify violent actions or social rupture is an irresponsible move that is little appreciated in western democracies. […]

[…] It is still too early to glimpse what is the role being played by the major powers in this situation. But, at the moment, it seems evident that a large part of the Turkish population has not been won over by the current Turkish model that, after the rift with the European Union, presents itself as non-European. In fact, the Erdoğan government has not managed to redefine a coherent alternative. Turkey is, as of today, a regional power half-way to nowhere, involved in an endless war that it cannot control, in partnership with Saudi Arabia and Qatar, and heading towards confrontation with long-time, useful allies and friends. […]

[…] Erdoğan might be an unsympathetic figure, but he is not a bad politician. He is getting ready to launch a media counterattack that, with the support of prestigious, intelligent party notables such as president Gül, might calm the situation down. However, if he does not take notice and rewrite his own discourse, discontentment will surface again, because «the other Turkey» is as real and tangible as the one giving electoral support to the AKP. […]

Juan Carlos Sanz, en El País:

[…] No hay primavera turca -se trata de un Estado miembro de la OTAN y candidato a la UE- ni indignación por la marcha de la economía -que sigue creciendo pese a la crisis global-, sino malestar social contra el sesgo autoritario del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, en el poder desde hace más de una década. […]

[…] El descontento afloró de forma espontánea ante un Gobierno que impone su mayoría hegemónica (50% de los votos en las legislativas de 2011) y da la espalda a las quejas medioambientales y culturales de los ciudadanos.

Frente a la gestión pragmática que marcó los primeros años del Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco) para el acercamiento a la Unión Europea, la deriva autoritaria de una formación de conservadores religiosos que aspiraban a ser el equivalente musulmán a la democracia cristiana parece haber conducido a la Turquía de Erdoğan más hacia la Rusia de Vladímir Putin que a la Alemania de Angela Merkel. […]

[…] Tras la reciente legislación que restringe la publicidad y la venta de alcohol, el estallido de la protesta ciudadana en la plaza de ha hecho emerger un movimiento inédito de rechazo al AKP, que se había beneficiado hasta ahora de la debilidad de los partidos de oposición laicos y nacionalistas.

Dorian Jones, en Eurasianet:

Having tripled the size of its economy over the past decade, Turkey is invariably held up as an economic success story. But behind this outward tale of success lies a much darker backstory, one featuring a deepening income gap and crimped workers’ rights.

In 2012, the Ministry of Family and Social Rights revealed that nearly 40 percent of Turkey’s population of over 75.6 million lives at or below the monthly minimum wage of 773 liras, or about $415.19. A further 6.4 percent live below the designated hunger line of 430 liras ($237.95).

At the same time, 63 percent of the country’s bank deposits belong to a mere one-half of a percent of all account holders, according to Turkey’s financial watchdog, the Banking Regulation and Supervision Agency.

Such disparity is causing concern even among government supporters. «There is [a] big social gap between rich and poor. Poverty is getting deep[er] everyday,» warned Akif Emre, an influential columnist for the pro-government newspaper Yeni Safak.

Many members of the country’s labor unions say they are reaping the consequences. «Prices are going up every day, the cost of living is becoming very expensive and workers are in no position to demand extra pay,» claimed the United Metal Workers Union’s international relations head, Eyüp Özer.

«So, what they have to do is work longer and longer hours,» Özer said. «It is not even considered overtime anymore.» […]

Íñigo Sáenz de Ugarte, en Guerra Eterna:

[…] En el fondo, laten sentimientos de furia y rechazo a un Gobierno imbatible desde hace una década en el Parlamento, habituado a contar con el 50% de los votos y con una oposición débil e incapaz de hacer mella en el partido en el poder. No es un régimen de partido único, pero la falta de alternancia y los en general buenos resultados económicos han convertido a Erdoğan en un político que tiende a creer que es el líder vitalicio de Turquía.

Los jóvenes de Estambul y de otras ciudades denuncian la islamización silenciosa de la vida cotidiana. Esa oposición latente es menor en el interior del país, aunque relevante en las grandes ciudades. […]

[…] Resulta difícil de creer que esta movilización pueda poner en peligro el poder de los islamistas. Erdoğan continúa siendo el político más popular y el crecimiento está asegurado en la economía. Pero con el poder casi absoluto viene con frecuencia la arrogancia, despreciar a la gente que se atreve a salir a la calle y responder a cualquier provocación con la máxima violencia permisible.

Lluís Miquel Hurtado, en El Mundo:

Tras un fin de semana con Turquía empantanada, el lunes es una prueba de evaluación de la furia ciudadana. «Es época de exámenes. Los universitarios irán corriendo a acabar los suyos en el menor tiempo posible y volverán a Taksim para proteger el parque Gezi», aseguraba Kivanç a Elmundo.es en la madrugada del lunes. A esa hora, un grupo de manifestantes se retiraba de las barricadas: «Vamos a descansar para tomar el próximo relevo».

Durante la noche del domingo el ‘hashtag’ #genelgrevedavet (Invitación a la Huelga General) coronaba la lista de ‘trending topics’ turcos en Twitter. En Turquía, un país en el que las huelgas generales no están permitidas, un hecho así supondría un desafío ciudadano sin precedentes en la historia. Quieran o no, con el centro de Estambul inhabilitado para el transporte, el lunes será más difícil de lo habitual llegar al trabajo.

En Ankara, la capital del país, no están las cosas más tranquilas. Las virulentas cargas del domingo, que dejaron decenas de heridos, han enfurecido a los manifestantes. Kizilay, la plaza central de la ciudad, fue campo de batalla hasta altas horas de la noche. Sus fatales consecuencias tampoco hacen presagiar que, en el tuétano de la República de Turquía, las cosas vuelvan a su cauce con la vuelta a la semana laboral. […]

Tim Arango, en The New York Times:

[…] In full public view, a long struggle over urban spaces is erupting as a broader fight over Turkish identity, where difficult issues of religion, social class and politics intersect. And while most here acknowledge that every Turkish ruling class has sought to put its stamp on Istanbul, there is a growing sense that none has done so as insistently as the current government, led by Mr. Erdoğan’s Islamist-rooted Justice and Development Party, despite growing resistance. […]

[…] The swiftly changing physical landscape of Istanbul symbolizes the competing themes that undergird modern Turkey — Islam versus secularism, rural versus urban. They highlight a booming economy and a self-confidence expressed by the religiously conservative ruling elite that belies the post-empire gloom that permeates the novels of Istanbul by Orhan Pamuk, Turkey’s Nobel laureate and most famous writer.

Mr. Erdoğan’s decade-long rule has dramatically reshaped Turkey’s culture by establishing civilian control of the military. It has broken down rules of the old secular order that now permit the wide public expression of religion, seen in the proliferation of women wearing head scarves, by the conservative masses who make up the prime minister’s constituency. His rule has also nurtured a pious capitalist class, whose members have moved in large numbers from rural Anatolia to cities like Istanbul, deepening class divisions.

The old secular elite, who consider themselves the inheritors of the legacy of Mustafa Kemal Ataturk, modern Turkey’s secular founder, have chafed under these transformations. So, too, have liberals, who do not label themselves Kemalists and are tolerant of public displays of religion. But they object to Mr. Erdoğan’s leadership style, which they describe as dictatorial, and are put off by many of the development projects on the grounds of bad taste, a view imbued with a sense of social elitism.

For many, it has also created a sense of resentment and loss — for longtime residents, urban intellectuals and many members of the underclasses who are being pushed from their homes so that upscale housing complexes and shopping malls can be built.

And there is much more on the drawing board that evokes greater ambitions and controversies: the world’s largest airport, the country’s biggest mosque, and a proposed canal that would split Istanbul’s European side and is so audacious that even the project’s most vocal supporter, Mr. Erdoğan, has called it «crazy.» Ground has already been broken on a third bridge over the Bosporus, named for a contentious Ottoman sultan who was accused of massacring Alevi Muslims, a large minority in Turkey. […]

Ariel Ben Solomon, en The Jerusalem Post:

[…] Efrat Aviv, a researcher at the Begin-Sadat Center for Strategic Studies and a lecturer in the department of Middle East studies at Bar-Ilan University, who closely follows the Turkish media, told The Jerusalem Post that it is difficult to find out what is going on because Turkey does not have a freedom of the press and its media are not broadcasting much about the protests. In addition, she said, one of her contacts inside the country said that on Saturday, Facebook and Twitter were shut down for a few hours.

Aviv sees the outburst as a result of a building tension that blew up because of a number of factors that have been irritating a large segment of the population, and not only secular Turks, but also some religious people and Erdoğan voters.

The jailing of generals and political activists, the limitations on alcohol and smoking, the failure to act in Syria, which has created a major refugee problem in Turkey, police brutality, and upset over the peace process with the Kurds were already on the minds of much of the public when the police overreacted at the park, causing masses to turn out in protest, after what might have been a non-event if not for the police action.

However, perhaps it was just a matter of time before an event like this caused things to boil over.

«Erdoğan is not Mubarak,» said Aviv, adding that she does not see this like an Arab uprising. Perhaps the protesters got some inspiration about the power of the people from the uprisings, but Turkey is a democracy, not a perfect one, but definitely on a completely different level than the Arab states, she said. […]

Gregory Gillette, en The Arabist:

[…] Turkey’s myriad of political, social, religious, ethnic and indeed athletic factions have never been so united in recent history, as evidenced by the hundreds of groups represented today. They are finding a deep sense of strength in the peace between what was formerly a series of divisions continually simmering below a thin veil of national unity. They are working together as well to ensure theirs is seen as a peaceful movement, preventing demonstrators from responding violently to police – for now. […]

Fotos de las protestas, aquí.

El estallido contra Erdoğan

Empezó hace una semana con una sentada contra la destrucción de un parque en el centro de Estambul y ahora es ya, a causa, sobre todo, de la violenta respuesta policial, una protesta ciudadana masiva contra el gobierno del islamista… Leer

Al menos 460 personas murieron en Irak en el mes de abril víctimas de la actual oleada de violencia. Hubo, además, más de 1.200 heridos, muchísimos de ellos, graves. Son cifras oficiales, recopiladas por la agencia AFP a partir de informes elaborados por los ministerios iraquíes de Salud, Interior y Defensa, y publicadas este miércoles.

Localización de algunos de los atentados registrados en Irak el pasado 15 de abril. Mapa: Wikimedia Commons

La mayoría de los fallecidos, un mes más, son civiles, y cerca de la mitad murieron en los enfrentamientos que comenzaron el pasado 23 de abril, tras un ataque de las fuerzas de seguridad contra manifestantes suníes contrarios al gobierno del primer ministro Nuri Al Maliki, dominado por chiíes. A esta ofensiva, en la que murieron 26 personas, siguieron actos de represalia contra las propias fuerzas de seguridad y una serie de atentados, que al final dejaron más de 240 muertos. La escalada ha hecho saltar las alarmas, ante el temor de que pueda repetirse el sangriento conflicto confesional que siguió a la invasión liderada por Estados Unidos en 2003.

El goteo de muertes es diario, especialmente en Bagdad y al norte y al oeste de la capital. Este mismo miércoles, al menos 15 personas han perdido la vida en varios ataques ocurridos en distintos puntos del país.

Desde hace meses, Irak es escenario de manifestaciones de suníes, que se quejan de ser discriminados por el gobierno de Al Maliki y piden la liberación de los detenidos sin cargos, la suspensión de sentencias de condena a muerte (el Ejecutivo iraquí ha acelerado este año su ritmo de ejecuciones, y lleva ya cerca de 150) y la anulación de la ley antiterrorista. En marzo murieron 271 personas y 906 resultaron heridas.

Los enfrentamientos entre suníes y chiíes no son, además, el único problema. La tensión entre el Gobierno central y las autoridades regionales del Kurdistán iraquí también va en aumento.

El Gobierno de Bagdad habla de campañas orquestadas y de complots para desestabilizar el país. Su más reciente medida ha sido suspender las licencias de diez canales de televisión –Al Jazeera, entre ellos–, a los que acusa de «promover el sectarismo».

La periodista de la CNN Arwa Damon, corresponsal de la cadena en Oriente Medio y especializada en el Irak post Sadam Husein, ofrece algunas claves para entender mejor qué está ocurriendo:

Algunas muertes se producen cuando las fuerzas de seguridad se enfrentan a personas o grupos armados. En otros casos se trata de pura violencia confesional, dirigida contra objetivos civiles. Estos ataques, frecuentemente con coches bomba, son relativamente fáciles de perpetrar y causan un gran daño, lo que reaviva unas divisiones que nunca han llegado a desaparecer.

La tensión confesional se ha disparado desde la retirada de las tropas estadounidenses, y las medidas adoptadas por el Gobierno para intentar atajarla solo han conseguido echar más leña al fuego. A ello hay que añadir los intentos de Al Qaeda en Irak y de otros grupos extremistas por hacerse fuertes en el país.

La guerra en Siria también está afectando, o, al menos, no está contribuyendo a hacer las cosas más fáciles. Los lazos entre los suníes de Irak y los de Siria son fuertes, y las tribus suníes iraquíes preciben la «opresión chií» como algo general, proveniente tanto del Gobierno iraquí como de la minoría alauí siria. El alauismo, confesión a la que pertenecen el presidente sirio, Bashar al Asad, y la clase dirigente de este país, es una rama del islam que comparte muchas prácticas y creencias con el chiísmo.

A pesar del entrenamiento que recibieron de las tropas estadounidenses, las fuerzas de seguridad iraquíes no están aún preparadas para enfrentarse a los múltiples desafíos que presenta la situación actual. Los suníes, además, acusan a la policía y al ejército de proteger tan solo los intereses del Gobierno, en lugar de ser una fuerza nacional dedicada a proteger al país y a los ciudadanos. «Conducir por Bagdad y ver los controles policiales llenos de símbolos chiíes tampoco ayuda», indica Damon. Grupos como Human Rights Watch han acusado a las fuerzas de seguridad de cometer abusos para disolver protestas suníes.

Parte del origen del problema está en el pasado reciente. Algunos suníes disfrutaron de grandes ventajas durante el régimen de Sadam Husein, y ahora se ha dado la vuelta a la tortilla. Por otro lado, el Gobierno actual, concebido desde el principio en base a identidades religiosas, no ha logrado articular, o fortalecer, la idea de una única entidad nacional (algo que, aunque Damon no lo menciona, y como en tantos otros países de la región, está detrás de buena parte de los males de Irak desde el momento mismo de su independencia).

El 97% de los iraquíes se declaran musulmanes. De ellos, entre el 60% y el 65% son chiíes, y entre el 32% y el 37%, suníes.


Más información y fuentes:
» 460 muertos en abril en Irak a consecuencia de la ola de violencia (AFP)
» Iraq at crossroads (Arwa Damon, en CNN)
» Iraq on the brink, again (Ryan Crocker, en The Washington Post)
» The Forgotten Stability in Iraq (Mustafa Aydin, en Hürriyet)
» Irak suspende la licencia de diez canales de televisión por satélite por incitar a la violencia sectaria (Reuters, Europa Press)
» Las tensiones sectarias reaparecen en Irak diez años después de la guerra (Ángeles Espinosa, en El País)

Casi medio millar de muertos en Irak en abril: algunas claves

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Asamblea Nacional de Kuwait. Foto: Majlesalommah / Wikimedia Commons

Los candidatos de la minoría chií han obtenido más de un tercio de los escaños en las elecciones legislativas celebradas este sábado en Kuwait, unos comicios que han estado marcados por el boicot de los partidos opositores. Estas son las claves de los resultados electorales, de acuerdo con información facilitada por la agencia AFP:

Los chiíes (un tercio de la población) ganan 17 de los 50 escaños del Parlamento. Hasta ahora tenían siete.

Los islamistas suníes, que han boicoteado ampliamente las elecciones, pasan de 23 a 4 escaños.

Según el Ministerio de Información kuwaití, la participación ha sido del 38,8%, aunque un ex parlamentario que boicoteó las elecciones asegura que no ha llegado al 27%. La participación era la principal incógnita: La oposición apostaba por una abstención del 70% y los candidatos progubernamentales esperaban movilizar a más del 50% de los votantes.

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Recuento de votos en Ciudad de Kuwait tras las elecciones de este sábado. Foto: Yasser Al Zayyat / AFP / Getty Images

El boicot fue promovido por los jefes de varias tribus beduinas y por los dirigentes de la oposición islamista, nacionalista y liberal, quienes han impugnado una enmienda a la ley electoral que prevé que cada votante elija a un único candidato (antes podía optar por hasta cuatro). La oposición, que tenía 36 de los 50 escaños de la Cámara, no ha presentado candidatos por considerar que esa enmienda favorece la compra de votos y permitirá al poder elegir una asamblea a su medida.

Habrá tres mujeres en el nuevo Parlamento, una menos que en la Cámara elegida en 2009.

Son las segundas elecciones en diez meses, y las quintas desde 2006. Desde ese año han dimitido nueve gobiernos.

La oposición reclama reformas democráticas para reducir la influencia de la familia reinante en el funcionamiento del Estado. También quiere un gobierno salido de la mayoría parlamentaria y una mayor lucha contra la corrupción. No cuestiona, sin embargo, el reinado de la dinastía de los Al Sabah, en el poder desde hace más de 250 años.

Los problemas políticos han dificultado el desarrollo del emirato, que posee más de 400.000 millones de dólares en reservas de divisas debido a los ingresos petroleros.


» Fuente: AFP
» Lista completa de los candidatos elegidos
» ¿Qué pasa en Kuwait?

Elecciones en Kuwait: boicot y avance chií

Los candidatos de la minoría chií han obtenido más de un tercio de los escaños en las elecciones legislativas celebradas este sábado en Kuwait, unos comicios que han estado marcados por el boicot de los partidos opositores. Estas son las… Leer

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El embajador palestino ante la ONU, Riyad Mansour, con un asiento simbólico de Palestina, antes de una reunión con el presidente de la Asamblea General, en septiembre de 2011. Foto: Stan Honda / AFP

La Asamblea General de la ONU tiene previsto votar este jueves la resolución que pide el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de Naciones Unidas, un estatus que actualmente solo tiene el Vaticano. La solicitud fue realizada por las autoridades palestinas ante el parón de las negociaciones de paz con Israel (las últimas conversaciones directas tuvieron lugar en 2010), y tras el fracaso de su anterior intento de convertirse en Estado de pleno derecho en la ONU.

Aquella iniciativa, llevada a cabo hace aproximadamente un año, no logró la necesaria aprobación del Consejo de Seguridad, al ser rechazada por al menos 9 de los 15 miembros de este organismo, después de que Estados Unidos, uno de los cinco países con derecho a veto, anunciase su oposición.

En la Asamblea General, sin embargo, no hay vetos, y todo hace pensar que los palestinos lograrán el reconocimiento de una amplia mayoría. Si, como es previsible, la resolución es aprobada, Palestina dejará de ser una «entidad» y se convertirá en un «Estado».

En principio, los palestinos tienen asegurados los votos de la mayor parte de los países de África, Asia y Latinoamérica. Se espera que China, Rusia y, por supuesto, los países árabes, voten a favor. En total, al menos 130. La Unión Europea llega, una vez más, dividida, sin un voto común. España y Francia han anunciado que votarán ‘sí’. El Reino Unido y Alemania se abstendrán. En el otro bando, con casi total seguridad, Estados Unidos volverá a hacer frente común con Israel y votará en contra, al igual que Canadá. Washington no se opone a la creación de un Estado palestino, pero argumenta que solo podrá conseguirse mediante negociaciones directas. «El camino hacia una solución de dos Estados que contemple las aspiraciones del pueblo palestino pasa por Jerusalén y Ramala, no por Nueva York», dijo este miércoles la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton.

1. 65 años después. La fecha de la votación tiene una gran carga simbólica. Este jueves se cumplen 65 años justos de la aprobación de la famosa resolucion 181, en la que la ONU se pronunció a favor de poner fin al mandato británico y decidió la partición de Palestina en un Estado judío y otro Estado árabe. En aquella ocasión los países árabes se negaron a aceptar lo acordado por Naciones Unidas y optaron por la guerra, algo que, como ha reconocido hace no mucho el propio presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás, fue «un gran error». El fallecido líder palestino Yasir Arafat ya declaró unilateralmente el Estado palestino en 1988. Entonces fue reconocido por cerca de 100 países, la mayoría pertenecientes al mundo árabe, al bloque comunista o al movimiento de los países no alineados (muchos de ellos, latinoamericanos).

2. Estado de segunda, pero Estado al fin y al cabo. El voto de la Asamblea General no convertirá a Palestina en Estado de pleno derecho de la ONU, pero sí supondrá para la comunidad internacional un reconocimiento amplio de que el Estado palestino existe. La resolución define los límites del territorio palestino en las fronteras anteriores al alto el fuego de junio de 1967. También incluye un punto en el que se expresa «la esperanza de que el Consejo de Seguridad considere favorablemente la solicitud de admisión del Estado de Palestina como Miembro de las Naciones Unidas». Actualmente, la Autoridad Palestina tiene el estatus de «observador permanente».

3. Una puerta entreabierta a la justicia internacional. El reconocimiento palestino, no obstante, puede tener cierta relevancia, más allá de la obtención de un mayor respaldo por parte de la comunidad internacional, o del simbolismo que conllevaría como victoria moral. De ser aprobada la resolución, los palestinos podrán participar en los debates de la Asamblea General y, lo que es más importante, tendrán más posibilidades (aunque no total garantía) de formar parte de determinadas agencias de la ONU. Entre ellas, significativamente, el Tribunal Penal Internacional o el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Ello les permitiría, en principio, emprender acciones legales contra la ocupación israelí (de ahí, entre otros motivos, la oposición de Israel), aunque solo por hechos ocurridos a partir de ahora. En cualquier caso, también les obligaría a rendir cuentas sobre la situación de los derechos humanos en Palestina, y a comprometerse a hacer lo posible por evitar que se originen en su territorio acciones terroristas o de agresión, como los cohetes lanzados contra ciudades israelíes. Varios países europeos, así como Estados Unidos, han presionado a Abás para que renuncie expresamente a denunciar a Israel ante los tribunales internacionales, pero el dirigente palestino se ha negado.

4. Los colonos, en primer plano. La inclusión de Palestina en el Tribunal Penal Internacional podría tener también un efecto directo sobre los colonos israelíes establecidos en los territorios ocupados, así como sobre los teóricos responsables políticos de estos asentamientos, ya que la Corte establece claramente que la transferencia (directa o indirecta) de población desde un país ocupante a uno ocupado constituye un crimen de guerra. El tema de los colonos es fundamental, ya que es la base del rechazo del primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, a trabajar sobre las fronteras de 1967, unas fronteras que, teniendo en cuenta que actualmente hay aproximadamente medio millón de judíos israelíes viviendo en más de 200 asentamientos de Cisjordania (Jerusalén Oriental incluida), Netanyahu considera «inviables» y «no realistas». Los asentamientos son ilegales, de acuerdo con la legislación internacional.

5. El cadáver de las negociaciones. En teoría, la resolución debería tener, de ser aprobada, el efecto de resucitar las conversaciones de paz. Así, en el borrador de la misma se expresa «la urgente necesidad de que se reanuden y aceleren las negociaciones en el proceso de paz en el Oriente Medio, basándose en las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, los principios de referencia de la Conferencia de Madrid, incluido el principio de territorio por paz, la Iniciativa de Paz Árabe y la hoja de ruta del Cuarteto para una solución permanente biestatal del conflicto israelo-palestino, a fin de lograr un acuerdo de paz general, justo y duradero entre las partes palestina e israelí que resuelva todas las cuestiones fundamentales pendientes, a saber, los refugiados de Palestina, Jerusalén, los asentamientos, las fronteras, la seguridad y el agua». No es probable que esto ocurra, pero al menos la necesidad de retomar las negociaciones volvería a estar sobre la mesa. Con respecto a los Acuerdos de Oslo, la iniciativa palestina de solicitar su reconocimiento como Estado es una medida unilateral, algo que va en contra de lo estipulado en los propios Acuerdos, por lo que Israel podría declararlos no válidos. De hecho, el Gobierno de Netanyahu ha dicho que así lo hará, pero lo cierto es que los términos de los Acuerdos se han violado ya muchas veces, y ninguna de las dos partes los ha revocado hasta ahora.

6. La amenaza financiera. El paso dado por la Autoridad Palestina conlleva un importante riesgo financiero. La economía palestina depende por completo de la ayuda exterior. Si, al igual que ha sugerido EE UU, la UE acabase tomando represalias contra la ANP por esta iniciativa unilateral, y dejase de transferir dinero al Gobierno de Ramala, Palestina se quedaría sin el 50% de los fondos que le aporta la comunidad internacional. Al ‘castigo’ anunciado por EE UU se suma el del propio Israel, que ha amenazado con suspender la entrega de los impuestos que recauda en nombre de la ANP. El rescate tendría que venir desde los países árabes. Catar, de momento, ya ha prometido apoyo.

7. Salvavidas para Abás. Lo que sí es bastante seguro es que la aprobación de la resolución por parte de la Asamblea General será un balón de oxígeno para Mahmud Abás, quien necesita una remontada política por muchas razones: Su papel de cero a la izquierda durante la reciente crisis de Gaza, el robustecimiento de los radicales de Hamás (los líderes palestinos ya se han encargado de advertir a Europa y EE UU que un rechazo de la ONU fortalecerá a la organización islamista), las grandes dificultades que, pese a sus posiciones moderadas, tiene para ser aceptado como interlocutor por el Gobierno de Netanyahu, y, no menos importante, los efectos de la crisis económica en los territorios, que hace apenas unos meses hizo que miles de palestinos protestaran en la calle contra su gobierno.


Más información y análisis:
» Preguntas y respuestas sobre la solicitud palestina a la ONU (BBC)
» Preguntas y respuestas sobre los efectos de posibles denuncias a Israel ante la Corte Internacional (Association for Civil Rights in Israel)
» Palestina será un ‘estado observador’ y casi todo seguirá igual (Obamaworld)
» Palestina en la ONU: la hora de la política (Montserrat Radigales, en El Periódico)
» Palestina busca el reconocimiento global (El País)
» Quién apoya la solicitud palestina (Christian Science Monitor)
¿Qué haran los palestinos tras el voto de la ONU? (The Washington Post)

Contexto:
» Texto de la resolución que será sometida a votación en la Asamblea General
» Las Naciones Unidas y la cuestión de Palestina
» Resoluciones de la ONU sobre el conflicto palestino israelí

La decisión de la ONU sobre Palestina, en 7 claves

La Asamblea General de la ONU tiene previsto votar este jueves la resolución que pide el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de Naciones Unidas, un estatus que actualmente solo tiene el Vaticano. La solicitud fue realizada por las autoridades palestinas ante el parón de las negociaciones de paz con Israel (las últimas conversaciones directas tuvieron lugar en 2010), y tras el fracaso […]

Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un autobús de Tel Aviv perpetrado horas antes (21 heridos, dos de ellos, muy graves), fue negociado con la mediación de Egipto y de EE UU, y entró en vigor a las nueve de la noche (hora local). Excepto por algunos cohetes palestinos aislados, de momento ambas partes lo están respetando. Ambas partes, también, se han declarado vencedoras.

En líneas generales, los islamistas de Hamás (gobernantes en Gaza) han salido reforzados, aunque esto depende mucho de lo que pase en los próximos días; Benyamin Netanyahu (primer ministro israelí) ha obtenido algo de crédito electoral y ha frenado los ataques contra territorio israelí; y Mahmud Abás (presidente de la Autoridad Palestina) ha quedado ninguneado. Además, se ha abierto una endeble puerta a futuras negociaciones, Egipto ha recuperado protagonismo como actor en la región, Estados Unidos ha logrado salvar los muebles dejando claro que sigue apoyando a Israel incondicionalmente, el conflicto de fondo sigue igual de enquistado que siempre, y la población, sobre todo la de Gaza, ha sufrido enormemente.

Al dolor de los muertos y heridos hay que sumar el aumento de los sentimientos militaristas y del odio en los dos lados. La violencia y el radicalismo que llevan incubándose durante generaciones se ha reforzado más aún si cabe. Una de las fotos de este miércoles muestra a un niño palestino de apenas tres años sosteniendo una pistola, durante las celebraciones por el alto el fuego. No es la única:

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Un niño sostiene un arma durante las celebraciones por el alto el fuego entre Israel y Hamás, en Ciudad de Gaza. Foto: David Degner / Getty Images

• La tregua. El acuerdo alcanzado tiene dos fases. En la primera, ambas partes se comprometen a no seguir disparando. En el caso de Israel, ello implica detener los bombardeos  «por tierra, mar y aire», así como «los ataques a individuos». En el caso de las facciones palestinas (no solo Hamás), implica «poner fin a las hostilidades, incluido el lanzamiento de cohetes y los ataques fronterizos».

La segunda fase es más complicada y, en principio, se negociará a partir de que se hayan cumplido 24 horas sin ataques. El objetivo es alcanzar una tregua más permanente y, para ello, Israel y Hamás pondrán sobre la mesa sus exigencias: Los israelíes, el cese total de los ataques con cohetes y de la entrada de armamento a la Franja; Hamás, un alivio del bloqueo a personas y mercancías impuesto por Israel desde hace más de cinco años. La negociación sobre una eventual apertura de la frontera se hará con la mediación de Egipto. En Gaza lo celebran ya como el fin del embargo, pero probablemente los israelíes no lo interpreten así. Un acuerdo será muy difícil, si es que llega a alcanzarse.

• Las víctimas. La afirmación del ejército israelí de que iba a llevar a cabo «ataques quirúrgicos» era imposible de cumplir en una zona tan densamente poblada como Gaza, algo que, obviamente, conocen los mandos israelíes, pero ante lo que no se detuvieron. Los bombardeos del ejército israelí sobre la Franja han dejado un total de 162 palestinos muertos, entre ellos, unos 40 niños. La mayoría de los fallecidos son civiles. Los cohetes palestinos, por su parte, han matado a cinco israelíes (cuatro civiles y un soldado).

• Cómo empezó. La operación israelí Pilar de la Defensa comenzó el pasado miércoles con el «asesinato selectivo» del líder militar de Hamás Ahmed Yabari, que fue alcanzado por un misil israelí cuando circulaba en coche por las calles de Gaza. El fin de semana anterior habían muerto seis palestinos y resultado heridos ocho israelíes (la mayoría, atendidos por estado de shock) y 30 palestinos, en una espiral de violencia que se desató tras la ruptura de otro (frágil) alto el fuego anterior. Israel justificó los ataques contra Gaza que siguieron al asesinato de Yabari como respuesta a la oleada de cohetes lanzados por milicianos palestinos contra su territorio en los días previos.

• Los ataques. En estos ocho días, Israel ha lanzado sobre Gaza unos 1.500 bombardeos aéreos, marítimos y terrestres. Los grupos armados de la Franja han lanzado sobre Israel un número semejante de cohetes, muchos de los cuales fueron interceptados por el sistema antimisiles israelí Iron Dome («cúpula de acero», financiado con dinero estadounidense). Aparte de más de 900 plataformas de lanzamiento de cohetes (según fuentes militares israelíes) y de otras infraestructuras militares, el ejército israelí ha destruido edificios gubernamentales y sedes de Hamás, y ha causado graves daños a espacios urbanos, viviendas e inmuebles, incluyendo instalaciones utilizadas por la prensa. Pese a que Israel movilizó a unos 70.000 reservistas, y a que destacó tropas en la frontera, la invasión terrestre no ha llegado a producirse.

Audio: Bombas israelíes explosionando durante una intervención en directo del corresponsal de la BBC en Gaza

• Hamás. Aunque las dos partes se han declarado vencedoras tras el anuncio de la tregua, es en la calles de Gaza, no en las de Israel, donde ha habido celebraciones. Y eso, a pesar de que los periodos de alto el fuego benefician más a los israelíes, que dejan de recibir cohetes y pueden seguir con su vida normal, que a los habitantes de la Franja, cuya situación sigue siendo básicamente la misma: ocupados, encerrados, aglomerados, al borde de la miseria y gobernados por una organización que presenta un negro historial de respeto a los derechos humanos.

Una de las razones del júbilo en Gaza es que, a pesar de toda su fuerza militar, Israel no ha logrado vencer, y para Hamás, no perder es una victoria. Otra es que existe una esperanza, justificada o no, de que se pueda llegar a aliviar el bloqueo.

En cualquier caso, los islamistas radicales de Hamás, que gobiernan la Franja desde que ganaron las elecciones en 2006 (en solitario tras expulsar a Al Fatah en la guerra civil de un año después), pueden haber salido reforzados. La mayoría de los expertos coinciden en señalar que su imagen de ser la única resistencia contra Israel se ha apuntalado más aún tras este último ataque israelí.

El problema es que Israel (y también EE UU, la UE, Japón, Canadá o Australia) sigue considerando a Hamás una organización terrorista, y no reconoce la legitimidad de su gobierno. Y también que Hamás, por su parte, sigue sin reconocer oficialmente al Estado de Israel y apostando por la lucha armada. No parece un buen principio para negociar. Y si las negociaciones no avanzan, a Hamás se le empezará a acabar el crédito obtenido.

Para complicar más aún el escenario, muchos milicianos de Gaza no están controlados por Hamás. Buena parte de los cohetes, por ejemplo, son lanzados por miembros de Yihad Islámica, que recibe el armamento de Irán.

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Jóvenes palestinos celebran el alto el fuego entre Hamás e Israel en las calles de Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Foto: Said Khatib / AFP / Getty Images

• Israel. Al margen de la ventaja política que haya podido conseguir Netanyahu (en el sur de Israel, blanco de los cohetes de las milicias palestinas, viven cerca de un millón de votantes), Israel ha conseguido cumplir, en principio, sus objetivos directos: Ha mermado la infraestructura militar de Hamás, ha matado a milicianos palestinos y, sobre todo, ha logrado detener el lanzamiento de cohetes contra su territorio. El periodista Jordi Pérez Colomé explica así las alternativas que tenía antes y tiene ahora el Gobierno israelí:

Solo hay dos: una, arrasar Gaza. Aunque es el método que ha escogido el sirio Asad para su país, en Israel sería inimaginable. Dos, invadir Gaza. Las muertes de soldados israelíes y civiles palestinos harían la situación insostenible en pocos días. Ninguna alternativa sirve. Con los recursos que Netanyahu tenía, ha ganado; siempre que no vuelvan los cohetes en breve. Si vuelven, deberá optar por la invasión y si hay muchos muertos, colgarán la culpa a Hamás.

La crítica que se le hace a Israel es que esta situación no es ninguna solución. Habrá pronto otra guerra. Es verdad. Pero Israel no parece hoy dispuesto a jugar a nada más que a alargar la inestabilidad y esperar que otra generación encuentre un momento mejor para solventar la cuestión para siempre.

Por lo pronto, Israel ha anunciado ya este jueves que estudiará «una acción militar más severa» si fracasa la tregua.

• Mahmud Abás. El presidente de la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania (la otra parte de los territorios palestinos ocupados), ha sido, quizá, el gran perdedor político tras esta semana. Su papel en la crisis ha sido poco menos que nulo, lo que puede hacerle perder apoyos si convoca elecciones, y su talante moderado (hace poco sugirió que renunciaba a exigir el derecho al retorno de los refugiados palestinos) no es, por otro lado, suficiente para Israel. No tiene muchas salidas, y su partido, Al Fatah, puede verse perjudicado.

• Egipto. El nuevo presidente egipcio, Mohamed Mursi, se encontraba en una difícil situación. Como islamista, y por sus propias declaraciones, se le presupone un apoyo a Hamás y una actitud más beligerante contra Israel, a diferencia de la mantenida por su antecesor, el despuesto Hosni Mubarak. Pero, a la vez, ello podría haber provocado una ruptura con EE UU, cuyo respaldo, aunque sea con reservas, necesita. Finalmente se ha plegado a las exigencias de Washington y ha presionado a Hamás para que acepte las condiciones del alto el fuego, pero, al mismo tiempo, ha logrado restablecer el papel de Egipto como un importante factor en el conflicto. Israel y Egipto firmaron la paz en 1979 y, de momento, la paz se mantiene.

• Estados Unidos. El Gobierno de Obama también ha conseguido salir airoso de la crisis, a pesar de que ha recibido críticas por los dos lados (por demasiado tibio en la defensa de Israel, desde las filas republicanas más conservadoras; por abandonar a los palestinos a su suerte, desde quienes le acusan de apoyar a Israel haga este país lo que haga). De nuevo, la lectura que hace Pérez Colomé en su blog:

Es una exageración, pero la impresión es que Hillary llegó el martes por la noche, puso firmes a unos y a otros, salió en El Cairo a decir que ya estaba todo arreglado y se volvió a Washington. Su altura en las hipotéticas presidenciales de 2016 será enorme.

Lo que ha quedado claro es que, a pesar de los desencuentros entre Obama y Netanyahu durante la campaña electoral estadounidense, el primer ministro israelí puede dormir tranquilo. El apoyo de Washington a Israel y a su «derecho a defenderse», sigue siendo total, y así lo expresó la Casa Blanca desde el primer día de los ataques contra Gaza.

• La causa palestina. El ataque israelí ha devuelto visibilidad a los palestinos, cuya situación había quedado muy en segundo plano desde el inicio de las revueltas de la llamada ‘primavera árabe’, y especialmente durante estos últimos meses, en los que otros asuntos en Oriente Medio —la guerra en Siria, el cambio político en Egipto, la tensión con Irán— han copado la atención internacional. Pero, a la vez, la operación Pilar de la Defensa puede suponer un auténtico torpedo contra la intención de Palestina de, ante el punto muerto en que se encuentran las negociaciones con Israel, intentar convertirse, al menos, en Estado observador no miembro de Naciones Unidas (un estatus parecido al del Vaticano). Los palestinos van a someter la iniciativa a la Asamblea General dentro de una semana. La inestabilidad y la violencia de estos días no va a ayudarles ante países indecisos que verán la propuesta como una forma de echar más leña al fuego en la región. Y para los aliados tradicionales de Israel, lo ocurrido no hace sino corroborar que el Estado judío sigue siendo vulnerable y sigue estando amenazado. El único aspecto positivo para los palestinos puede ser el aumento del apoyo que haya podido generar su condición de víctimas, evidenciada en la desigualdad del enfrentamiento y en el gran número de muertos heridos civiles causados por Israel.


Más información y fuentes:
» Otra guerra en Gaza y casi todo sigue igual (Obamaworld)
» Israel y Hamás: Lo que se ha conseguido en esta semana (Ian Black, en The Guardian)
» ¿Quien ha ganado? (Pomegranate, The Economist)
» Mursi, el padrino de un pacto de sangre (Francisco Carrión, en El Mundo)
» Un tupido entramado político (Ana Carbajosa, en El País)
» Son los palestinos los que tienen derecho a defenderse (Seumas Milne, en The Guardian)
» Las rutas del arsenal de Hamás (Andrea Rizzi, en El País)
» Iron Dome: El techo de la cárcel (Pepe Cervera, en RTVE)
» Así es la vida bajo el gobierno de Hamás (Vice)

Leer también: Hamás, la piedra en la bota de Israel

Alto el fuego entre Israel y Hamás: un balance

Después de ocho días de intensa violencia, Israel y las milicias palestinas de la Franja de Gaza acordaron este miércoles detener sus ataques mutuos. El alto el fuego, que estuvo en el aire tras el atentado con bomba en un… Leer

Protesta en Duraz, Bahréin, por el vídeo contra Mahoma ‘La inocencia de los musulmanes’. Foto: Mohamed CJ / Wikimedia Commons

Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; la caña ideal con la que intentar pescar los peces del apoyo popular en el río revuelto de la ‘primavera árabe’; la gasolina con que avivar la siempre caliente llama del antiamericanismo en el mundo islámico.

El resultado: Asaltos a embajadas, manifestaciones en cerca de 30 países y al menos 17 muertos ya desde que el pasado martes (aniversario de los atentados del 11-S) estallaran los disturbios, tras la divulgación de un vídeo grabado en EE UU en el que, entre otras cosas, se describe a Mahoma como bastardo, simplón, mujeriego, extorsionador, sanguinario, esclavizador de niños, egocéntrico y pederasta.

Las acciones más violentas están alentadas por minorías fundamentalistas, y los asaltos a las embajadas y otros intereses occidentales los han llevado a cabo, sobre todo, grupos relativamente pequeños, hooligans incluidos. Pero a las manifestaciones de protesta sí se han sumado amplios sectores de la población para los que el famoso vídeo no es más que el último capítulo en lo que se percibe como una larga historia de agravios por parte de Occidente en general, y de Estados Unidos en particular.

Es posible que Los versos satánicos de Salman Rushdie, las caricaturas de Mahoma o la quema de coranes estén solo en la lista negra de los religiosos más fanáticos, pero la invasión de Irak, el interesado apoyo a tiranos como Mubarak o Ben Ali, y el respaldo incondicional a Israel en detrimento de los palestinos, están en la lista negra de la mayoría. Y los tibios intentos de acercamiento llevados a cabo por Obama no parecen haber sido suficientes para lavar una imagen perjudicada durante tanto tiempo por sus antecesores en el cargo.

Resulta por tanto imposible simplificar las causas de esta nueva oleada de protestas, y atribuirla exclusivamente a un tosco vídeo de apenas 14 minutos y factura patética, por más que haya sido ese el detonante, en una sociedad donde los límites de la libertad de expresión no tienen nada que ver con los parámetros occidentales cuando está la religión por medio. Y tampoco se trata únicamente de la consecuencia directa de la caída de regímenes dictatoriales que mantenían a raya a los islamistas: En 2005, las viñetas satíricas sobre Mahoma provocaron manifestaciones masivas que fueron permitidas por gobiernos que presumían de aplastar el islamismo con mano de hierro, y hubo medio centenar de muertos.

Al vídeo y a la debilidad de los nuevos regímenes hay que sumar no solo el contexto de rencor hacia Occidente, sino también, y especialmente, la lucha por el poder que ha desatado la llamada «primavera árabe», una batalla en la que se enfrentan, sobre todo, islamistas moderados e islamistas integristas.

Estas son, en 20 preguntas y respuestas, las claves de lo que ha pasado hasta ahora:

EL VÍDEO

1. ¿Qué muestra ‘La inocencia de los musulmanes’?

«Tengo más de 120 años. En mi vida nunca he conocido a un matón asesino como Mahoma. Mata a hombres. Captura a mujeres y niños. Roba las caravanas. Rompe acuerdos y tratados. Vende niños como esclavos después de que él y sus hombres los hayan usado». Así describe una anciana al principal profeta del islam en el vídeo La inocencia de los musulmanes (Innocence of Muslims, en el original inglés), el supuesto tráiler de una película posiblemente inexistente.

El vídeo, colgado en YouTube, dura algo menos de 14 minutos. Grabado en Estados Unidos, presenta a Mahoma como un personaje pervertido, violento e interesado, y describe al islam como una religión destructiva y absurda. La produccion es extremadamente burda (desde el vestuario al guión, pasando por los escenarios o las interpretaciones), y en algunos pasajes se han doblado los diálogos originales con voces diferentes.

2. ¿Cuándo, cómo y para qué se hizo?

Aunque los detalles de la producción del vídeo siguen sin estar del todo claros, al parecer la cinta se rodó en California en torno al mes de julio del año pasado. Según informaron varios medios estadounidenses, citando a un activista fundamentalista cristiano, Steve Klein, que habría participado en la producción, el supuesto motivo era reunir a hipotéticos «terroristas musulmanes» en un cine de Los Ángeles con el cebo de que se iba a proyectar un film sobre Osama bin Laden, «para que supieran la verdad». De hecho, la ‘película’ fue titulada primero como Guerreros del desierto y después como La inocencia de Bin Laden.

El proyecto se empezó a gestar en el verano de 2009, cuando la página web BackStage publicó el anuncio de una productora llamada «DW» en el que se pedía actores para el rodaje de Guerreros del desierto (Desert Warriors). El film, producido y dirigido por un tal «Sam Bacile»,se presentaba como «una película de aventuras en el desierto de Arabia».

Los actores protagonistas y el equipo que participó en el rodaje (unas 80 personas) difundieron hace unos días un comunicado en el que sostienen que fueron «embaucados» sobre el propósito de la película: «Nos hemos quedado de piedra al conocer que han reescrito drásticamente el guión y al darnos cuenta de las mentiras que nos dijeron a quienes participamos». Aseguran que todas las referencias a Mahoma las introdujeron los autores del film a posteriori con un doblaje de mala calidad.

3. ¿Cómo ha acabado divulgándose?

El vídeo fue subido el pasado mes de julio a YouTube, y apenas tuvo visitas hasta que, en septiembre, fue subtitulado al árabe y empezó a propagarse por Twitter. En apenas unos días llegó a los canales de televisión árabes (especialmente a las cadenas integristas egipcias), y atrajo la atención de líderes musulmanes y de grupos islamistas, que denunciaron el contenido de la cinta y lo tacharon de blasfemo y ofensivo, al tiempo que exigían a las autoridades estadounidenses que retirasen el vídeo y persiguiesen a los responsables.

4. ¿Quién produjo el vídeo?

En un principio se informó de que el responsable del vídeo, el llamado «Sam Bacile», era un «agente inmobiliario» de California con orígenes judíos y conexiones con grupos coptos, pero los sindicatos de Hollywood y la asociación inmobiliaria del estado lo desmintieron, indicando que en sus registros no aparecía ningún agente llamado así. El pasado jueves, la agencia AP reveló que «Sam Bacile» es en realidad Nakoula Basseley Nakoula, un cristiano copto de 55 años de edad, residente en un suburbio de Los Ángeles y que entre 2010 y 2011 cumplió una pena de 21 meses de prisión por fraude bancario (años antes ya había estado en la cárcel por asuntos de drogas).

Nakoula Basseley, que no tenía permitido el acceso a Internet, fue interrogado el viernes por agentes federales según informó este sábado la cadena CBS. La Oficina del Alguacil de Los Ángeles, en colaboración con el FBI, está investigando la posible violación de su libertad condicional, en caso de que hubiera accedido a la red, precisamente para subir el polémico tráiler. Nakoula salió de la cárcel en junio de 2011 y el rodaje empezó un mes después.

5. ¿Quién lo promocionó?

El vídeo habría sido promocionado y posiblemente, también traducido al árabe–  por Morris Sadek, un egipcio copto conocido en Estados Unidos por su activismo anti islamista, y para quien las imágenes muestran la represión a la que se enfrentan los coptos en Egipto. El pastor Terry Jones, de Florida, famoso por haber amenazado hace dos años con quemar coranes en su iglesia, también se hizo eco del vídeo, y lo recomendó a sus seguidores.

6. ¿Qué ha dicho la iglesia copta?

Los representantes de la comunidad copta en Egipto (la principal minoría cristiana del país, cerca del 10% de la población total) han condenado el vídeo desde el primer momento. En EE UU, el obispo de la Diócesis Ortodoxa Copta de Los Ángeles indicó que «nuestra enseñanza cristiana es respetar a las personas de toda fe». Los coptos egipcios han sido víctimas de numerosos ataques en los últimos meses, que han causado decenas de muertos.

7. ¿Qué ha dicho del vídeo el Gobierno de EE UU?

La secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, calificó el vídeo de «repugnante y reprensible». «Parece tener el cínico propósito de denigrar una gran religión y generar odio», dijo. «Dejadme dejar muy claro, y espero que sea obvio, que el Gobierno de Estados Unidos no tuvo absolutamente nada que ver con este vídeo. Rechazamos totalmente su contenido y su mensaje. Sin embargo, no hay justificación, ninguna, para responder al vídeo con violencia. Condenamos la violencia que se ha generado en los términos más duros».

8. ¿Lo va a retirar Google de YouTube?

Google decidió este sábado mantener en Internet el polémico vídeo, pese a una solicitud de la Casa Blanca de que lo retirase de YouTube. La Casa Blanca ha confirmado que pidió a YouTube, propiedad de Google, que revisase el vídeo, y que lo retirase de la plataforma en caso de que éste viole las condiciones de uso de la web, pero Google ha determinado que el vídeo no viola sus políticas sobre la utilización de la red.

«Trabajamos duro para crear una comunidad que todos puedan disfrutar y que también permita a la gente expresar sus distintas opiniones. Esto puede ser un desafío porque lo que es aceptable en un país puede ofender en otro», explicó YouTube en un comunicado. «Este vídeo, ampliamente disponible en la web, cumple claramente con nuestras normas y por lo tanto permanecerá en YouTube. Sin embargo, hemos restringido el acceso a él en India e Indonesia, donde es ilegal, así como en Libia y Egipto, debido a las situaciones muy sensiblesen estos países», añadió.

El vídeo tampoco puede verse en Afganistán, cuyo Gobierno ha prohibido la recepción de YouTube desde el pasado miércoles.

Mapa interactivo de las protestas en el mundo

LOS DISTURBIOS

9. ¿Cuándo y dónde comenzaron?

Las primeras protestas empezaron el pasado martes por la tarde en El Cairo, cuando cientos de manifestantes asaltaron el recinto de la embajada estadounidense y arrancaron la bandera, reemplazándola por una enseña negra que llevaba bordada la shahada (la profesión de fe musulmana): «No hay más que un Dios y Mahoma es su profeta». La protesta fue disuelta por la policía.

Horas después, sobre las 10 de la noche, se inició otra concentración en Libia, frente al consulado estadounidense en Bengasi. Entre los manifestantes había un grupo armado con morteros y granadas. Se produjo entonces un ataque al edificio y combates entre los asaltantes y las fuerzas de seguridad que protegían el consulado. En la confusa batalla, que duró casi doce horas, murieron el embajador estadounidense, Christopher Stevens, y otros tres ciudadanos de EE UU, militares de élite.

10. ¿Fue planeado el ataque de Bengasi?

Aún no se sabe con certeza, pero el gobierno libio, que pidió disculpas a Washington por no haber podido contener el ataque, asegura que fue un asalto terrorista planeado con precisión, y que el grupo armado se sirvió de los manifestantes para enmascarar su objetivo de atacar a EE UU en el aniversario del 11-S. En un principio, las autoridades libias indicaron que detrás del asalto podrían estar partidarios del depuesto y asesinado líder libio Muammar al Gadafi, así como miembros de Al Qaeda en Libia, pero posteriormente negaron la presencia de la red terrorista en el país.

Libia calificó el ataque de «cobarde, criminal y terrorista», e insistió en que se trata de un hecho «aislado» que no «afecta a la relación del país con los socios europeos y americanos». Varias personas han sido detenidas ya en relación con los hechos.

11. ¿Cómo y por dónde se extendieron las protestas?

El jueves, un grupo de manifestantes yemeníes irrumpió en la Embajada de EE UU en la capital del país, Saná. Las fuerzas de seguridad abrieron fuego, con el resultado de un muerto y más de 20 heridos. Ese mismo día se reanudaron los disturbios en Egipto, en los alrededores de la legación estadounidense. Hubo al menos 224 heridos.

Las protestas se extendieron el viernes (día sagrado del islam) por todo el mundo musulmán, desde Marruecos hasta Indonesia. Muchas de las marchas de repulsa, que se celebraron en casi una treintena de países, comenzaron tras las plegarias de la oración. Al menos dos personas murieron y 29 resultaron heridas en Túnez, donde las fuerzas de seguridad emplearon munición real y gases lacrimógenos. En Trípoli (Líbano) hubo un muerto y varios heridos. Cuatro manifestantes fueron detenidos tras protestas en Jerusalén, y miles de personas protestaron pacíficamente en la ciudad de Gaza. Tres soldados colombianos de la ONU resultaron heridos en el Sinaí egipcio, y un grupo de manifestantes irrumpió en la embajada de Alemania en Sudán. Las manifestaciones, algunas de las cuales degeneraron en disturbios y enfrentanientos con la policía,se sucedieron también en Irán, India, Pakistán, Afganistán, Bangladesh, Turquía, Nigeria…

El agregado de Interior en la Embajada española en Túnez, el comandante de la Guardia Civil F. G. I., resultó herido el viernes al verse envuelto en un tumulto en las calles de la capital del país, y recibir un golpe de un arma de un policía, así como el impacto de un tapón de un arma de fogueo.

Este domingo, un centenar de personas fueron detenidas durante una protesta islamista frente a la embajada de EE UU en París.

12. ¿Qué grupos integristas están detrás?

Principalmente, las redes salafistas. El salafismo es una corriente ultraconservadora del islam, tradicionalmente apática con respecto a la vida política, muy atomizada (hay multitud de predicadores, cada uno con sus propios seguidores), y que ha crecido, sobre todo, en los suburbios de las grandes ciudades y entre los sectores más humildes de la población. Los salafistas abogan por una interpretación literal del islam y defienden la imitación del modo de vida de Mahoma hasta en los más mínimos detalles, en un intento de recuperar la pureza de la religión (el término salaf, que en árabe significa «predecesor» o «ancestro», designa a los compañeros del profeta y las tres primeras generaciones que le sucedieron).

Una corriente del salafismo, denominada popularmente salafismo yihadista, rechaza limitar la acción religiosa a la predicación y hace de la ‘guerra santa’ el centro de su actividad. Los salafistas de esta tendencia defienden el combate armado con el fin de liberar los países musulmanes de toda ocupación extranjera. También se oponen a la mayor parte de los regímenes de los países musulmanes, que juzgan como impíos, y pretenden instaurar estados «verdaderamente islámicos».

Los salafistas, históricamente reprimidos, han ido propagando su discurso en los últimos años a través de cadenas de televisión privadas, muchas de ellas de origen saudí.La ‘primavera árabe’ les ha abierto ahora espacio en la política y la sociedad islámicas.

En Túnez, donde varios partidos safistas intentan competir con Ennahda, el partido islamista tradicional, grupos salafistas han protagonizado numerosos incidentes violentos, incluyendo ataques contra canales de televisión o acontecimientos culturales considerados impíos, según informó El País. En Libia han destruido varios santuarios sufíes, y en Egipto, el único país donde el salafismo tiene una representación institucional importante (el partido Al Nur logró el segundo puesto en las elecciones, tras los Hermanos Musulmanes), sus concentraciones suelen ser pacíficas, pero algunos simpatizantes salafistas han perpetrado actos violentos, sobre todo contra la minoría cristiana copta.

13. ¿Y Al Qaeda?

Aunque por el momento no está confirmada la participación directa de militantes de Al Qaeda en los asaltos a las embajadass, la red terrorista no ha querido perder la oportunidad de aprovechar la crisis. Así, la rama de Al Qaeda en Yemen exhortó este sábado a los musulmanes a intensificar sus protestas y asesinar a diplomáticos estadounidenses en los países de Oriente Medio: «Quien se encuentre con un embajador o emisario de Estados Unidos debería seguir el ejemplo de los descendientes (libios) de Omar al-Mukhtar, que mataron al embajador estadounidense», indicó en un comunicado publicado en Internet. «Dejen que la acción contra las embajadas sea un paso hacia la liberación de los países musulmanes de la hegemonía estadounidense», agregó.

Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés), integrada en su mayoría por militantes de Yemen y Arabia Saudí, es considerada por Washington como la rama más peligrosa de la red fundada por Osama bin Laden.

LAS REACCIONES

14. ¿Cómo ha reaccionado el gobierno islamista egipcio?

En contraste con la condena contundente del gobierno libio, la primera reacción del recién elegido presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, tras el asalto de El Cairo, fue condenar el vídeo pero guardar silencio con respecto a las acciones violentas (unas acciones que sí rechazaron los Hermanos Musulmanes, al menos en sus comunicados en inglés). Mursi no condenó claramente los ataques hasta el viernes, cuando, después de que Obama dijese que Egipto «no es un enemigo, pero tampoco un aliado», afirmó que se trataba de hechos «absolutamente inaceptables».

15. ¿Cómo ha reaccionado Obama?

El presidente de EE UU aseguró el viernes que «la justicia llegará para aquellos que dañen a estadounidenses», tras reconocer que ha visto «imágenes muy duras» de las protestas ante embajadas de su país. «Estados Unidos nunca se retirará del mundo», dijo Obama. «Nunca dejaremos de trabajar por la dignidad y la libertad que cada persona merece, sin importar su credo», agregó.

Por su parte, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, instó a los gobiernos en el mundo musulmán a controlar las revueltas, al señalar que «los países de la primavera árabe no han cambiado la tiranía de un dictador por la tiranía de una multitud violenta». «La gente responsable y los líderes responsables en estos países tienen que hacer todo lo que puedan para restaurar la seguridady traer a la justicia a aquellos que están detrás de estos actos violentos», indicó.

EE UU ha enviado dos buques de guerra a Libia y medio centenar de marines, para reforzar la seguridad de las instalaciones diplomáticas en el país.

16. ¿Cómo reaccionó Mitt Romney?

El candidato republicano a la presidencia de EE UU (las elecciones se celebrarán el próximo mes de noviembre) aprovechó el ataque al consulado estadounidense de Bengasi para criticar a su rival.

En un primer comunicado, Mitt Romney calificó de «vergonzoso» que «la primera reacción del gobierno de Obama no fuera condenar los ataques contra nuestras misiones diplomáticas sino simpatizar con quienes realizaron los ataques», en referencia a una nota de la embajada estadounidense en El Cairo, en la que se condenaba el vídeo contra Mahoma.

Las palabras del aspirante a la Casa Blanca fueron emitidas antes de que se supiera que habían muerto el embajador Stevens y otros tres estadounidenses. Preguntado después sobre si no se había precipitado al emitir el comunicado cuando aún no se conocían todos los datos, ni tampoco el posterior distanciamiento de la Casa Blanca de la reacción de su embajada cairota, Romney lo negó, insistiendo en que precisamente ello «demuestra la falta de un discurso claro del gobierno de Obama».

17. ¿Cómo ha reaccionado España?

El Ministerio de Asuntos Exteriores ha ordenado reforzar la seguridad de las embajadas españolas en los países árabes. Las medidas incluyen contactar con los españoles residentes en estos países y preparar planes para una eventual evacuación. En los países de más riesgo las embajadas cuentan con un equipo de geos para protegerse.

Exteriores ha pedido a los españoles que viajen a países árabes que cumplan escrupulosamente las recomendaciones que figuran en su página web y que se inscriban en el consulado nada más llegar.

Con respecto al ataque de Bengasi, el Gobierno hizo público un comunicado en el que expresaba «su más rotunda condena» y trasladaba «un mensaje profundo y sentido de solidaridad y apoyo al Gobierno de Estados Unidos y al pueblo norteamericano en estos trágicos momentos de dolor, así como a los familiares de las víctimas».

LAS CONSECUENCIAS

18. ¿Qué efecto pueden tener las protestas en la ‘primavera árabe’?

Las protestas han puesto de manifiesto el poder de convocatoria del islamismo radical en unas sociedades donde la democracia se está abriendo paso de manera muy incipiente aún, y ello supone un desafío importante para los gobiernos islamistas teóricamente moderados surgidos de las elecciones en Egipto y Túnez, necesitados del apoyo de Occidente, pero temerosos a la vez de perder respaldo popular.

En Libia la situación tampoco es fácil. El gobierno está formado por un ejecutivo de transición que cuenta con el favor de estadounidenses y europeos, pero los grupos radicales islamistas, salidos de la clandestinidad durante la revolución, tras años de represión por el régimen de Gadafi, son fuertes. Además, como destaca en The New Yorker el periodista especializado en los conflictos actuales de Oriente Medio John Lee Anderson, en Libia sigue habiendo una multitud de milicias armadas y todavía no se ha implantado un auténtico estado de derecho.

De hecho, es en países como Libia y Yemen, en los que la soberanía de los gobiernos y el control territorial está aún lejos de alcanzarse, donde existe el mayor riesgode que las protestas conduzcan a un caos mayor.

En cuanto a Siria, la oleada de protestas puede acrecentar el miedo a que las facciones integristas (en muchos casos, formadas por combatientes extranjeros) que están incrustadas en la oposición al régimen brutal de Bashar al Asad acaben cobrando cada vez más protagonismo en la sangrienta guerra civil que está devastando al país. En Irak, mientras tanto, está por ver si la crisis actual será aprovechada por los grupos terroristas (Al Qaeda incluida) para mantener la reciente escalada de atentados.

Pocos analistas dudaban, en cualquier caso, de que la ‘primavera árabe’ supondría un auge del islamismo, en unas sociedades donde las alternativas laicas, liberales o progresistas están mucho menos arraigadas entre la población. La cuestión es si, siguiendo el ejemplo de Turquía, logrará imponerse un islamismo vertebrado en el funcionamiento democrático. Y el problema, como recuerda el periodista Íñigo Sáenz de Ugarte, es que muchas de las milicias integristas armadas que ahora están ganando terreno se han alimentado en las guerras de Siria y Libia con dinero de países como Arabia Saudí o Catar (donde el absolutismo y la teocracia no parecen ser un inconveniente para Occidente), y ahora no es fácil desactivarlas.

19. ¿Qué efecto han tenido en Estados Unidos?

Las protestas y ataques contra EE UU en los países islámicos han dado un giro a la campaña electoral para la presidencia, que ha pasado a centrarse estos días en una lucha por ver cuál de los dos candidatos defiende mejor los intereses estadounidenses en el mundo.

Obama, una de cuyas principales bazas para la reelección es, precisamente, su gestión en política internacional, se enfrenta ahora al reto de dar una respuesta lo suficientemente rápida a los ataques, especialmente al que causó la muerte del embajador y de otros tres ciudadanos estadounidenses, con el añadido de tener que defender su apoyo a la ‘primavera árabe’ y su apuesta por el diálogo con los gobiernos islámicos.

En cuanto a Romney, el candidato republicano, a la baja en los sondeos, ha moderado el tono de sus críticas y trata de recuperarse de sus desafortunadas declaraciones iniciales, que solo han sido secundadas por los comentaristas más conservadores (el grueso de su partido ha respaldado al Gobierno).

LOS ANTECEDENTES

20. ¿Qué otros casos similares ha habido en los últimos años?

El vídeo contra Mahoma es el último de una larga serie de casos que, originados en Occidente, han provocado la ira en el mundo musulmán:

  • A finales de 1988 el escritor angloindio Salman Rushdie publicó Los versos satánicos, un libro donde utilizó sus conocimientos como estudioso del islam y en el que hacía una interpretación particular de esta religión. La obra fue calificada de «blasfema» en un edicto emitido por el ayatolá iraní Jomeini, en el que se llamaba a la ejecución del autor, al que acusaba de apostasía.
  • Los libros La rabia y el orgullo, que la periodista italiana Oriana Fallaci publicó en 2002 tras el 11-S, y en el que comparaba a los «hijos de Alá» con las ratas, y La fuerza de la razón, escrito por la misma autora en 2004, originaron también fuertes reacciones de protesta. El Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos llevó a Fallaci ante los tribunales.
  • En 2004, el documental Sumisión, que denunciaba la situación de la mujer en el mundo islámico, le costó la vida su autor, el director de cine holandés Theo Van Gogh, quien fue apuñalado por un joven marroquí.
  • En 2005, el diario conservador danés Jyllands Postem publicó doce caricaturas de Mahoma en las que éste aparecía con un turbante convertido en bomba, lo que originó una oleada de ataques contra varias embajadas danesas en los países islámicos, que se extendieron a Occidente al menos durante dos años, así como la muerte de 48 personas en todo el mundo en manifestaciones y asaltos a sedes diplomáticas.
  • En septiembre de 2006 el discurso sobre el islam que pronunció el papa Benedicto XVI en la universidad alemana de Ratisbona provocó reacciones violentas en el mundo musulmán, como el asesinato de una monja italiana en Mogadiscio, la quema de iglesias o el secuestro el 3 de octubre de ese año de un avión de las líneas aéreas turcas que cubría el trayecto entre Tirana y Estambul.
  • En diciembre de 2008 el nivel de alarma terrorista alcanzó su punto más alto en Holanda cuando el diputado ultraderechista de ese país Geert Wilders produjo una película contra el Corán, en la que alertaba contra los peligros del islam, y que fue emitida por Internet.
  • En abril de 2010 fueron los responsables de la web Revolutionmuslim.com quienes arremetieron contra los creadores de la controvertida serie de televisión animada South Park por emplear a Mahoma en uno de sus últimos episodios.
  • En 2011 dos pastores de una iglesia de Florida, Terry Jones y Wayne Sapp, protagonizaron otro incidente al emitir un video en el que se quemaba un Corán. Como consecuencia, numerosos civiles y funcionarios de Naciones Unidas perdieron la vida en Afganistán víctimas de varios ataques.
  • En junio de 2012 estalló una serie protestas en Túnez en represalia a una exposición de arte considerada ofensiva para el islam, que se saldaron con un muerto, más de un centenar de heridos y 160 detenidos, por lo que las autoridades tunecinas decretaron el toque de queda.

Publicado originalmente en 20minutos

La oleada de protestas en el mundo islámico, en 20 claves

Décadas de resentimiento acumulado contra la política estadounidense en la región, más libertad para manifestarse al haberse diluido el control estatal, descontento social, miseria sin expectativas de futuro… y un grotesco vídeo contra Mahoma como excusa infalible: Es el cóctel perfecto para que el integrismo islamista, que se había mantenido más o menos en segundo plano durante las revoluciones que derrocaron a los dictadores en países como Túnez o Egipto, haya asomado finalmente la cabeza; […]

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