Entre 30 y 40 personas han muerto este viernes en la capital yemení y decenas más han resultado heridas por disparos contra manifestantes de la oposición cerca de la Universidad de Saná. Los participantes en la protesta acusan de la matanza a policías de paisano que dispararon desde las azoteas, mientras que el presidente, Ali Abdalá Saleh, niega la implicación de la policía y responsabiliza a elementos armados entre los acampados en la plaza de la Universidad.
Desde el mes pasado, la Universidad viene siendo escenario de continuas protestas públicas en las que se pide el final del régimen de Saleh.
Tras el tiroteo, el presidente ha impuesto el estado de emergencia en el país, una medida que ya adoptó Bahréin hace unos días, con el resultado de una mayor represión contra sus propios manifestantes.
La plaza se queda sin perla
En el propio Bahréin, mientras tanto, las autoridades han dejado claro este viernes su talante ‘negociador’ y sus intenciones con respecto a los ciudadanos que exigen reformas, y lo han hecho derribando sin contemplaciones el enorme monumento de hormigón que presidía hasta ahora la plaza de la Perla, en Manama, la capital del país, en torno al cual se han congregado los manifestantes durante semanas.
El monumento, que estaba coronado por una gran esfera representando una perla, fue erigido a principios de los años ochenta, con motivo de la celebración de la cumbre en la que se formó el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Sus seis pies representaban a los seis países miembros del CCG (Bahréin, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Catar y Omán), y la perla simbolizaba el patrimonio común de estos países, cuyas economías se basaban, antes del descubrimiento de sus yacimientos de petróleo, en la recolección de perlas.
Ahora toda la zona está bajo toque de queda, y la situación es cada vez más tensa.
Así lo refleja la corresponsal de El País, Ángeles Espinosa:
Desde el Gobierno (y la televisión nacional) se presenta a los manifestantes como unos delincuentes que destruyen propiedades públicas y privadas, y están arruinado la imagen del país. Los opositores tachan de fabricados unos vídeos en los que se muestra a supuestos activistas arrollando con sus coches a dos policías.
Los ánimos están tan caldeados que los grupos de oposición han pedido a sus seguidores que no respondan a la violencia, sólo exhiban banderas nacionales y eviten los insultos a la familia real. Cuando algunos de los asistentes al funeral empiezan a corear «Muerte a los Al Jalifa, muerte a los Al Saud» (en referencia a las familias reales de Bahréin y Arabia Saudí), los organizadores les reconducen hacia eslóganes a favor de un Bahréin en libertad.
La mayoría de los manifestantes en Bahréin son musulmanes chiíes. Los chiíes representan la mayoría de la población del país, que está gobernado, sin embargo, por la minoría suní, rama del islam a la que pertenecen asimismo las élites dirigentes de los demás estados del Golfo y también los miles de soldados saudíes y de los Emiratos que entraron en el país hace una semana para «ayudar a mantener el orden».
Críticas a Al Jazeera
Por otra parte, la cadena de televisión Al Jazeera, convertida en el principal y más influyente medio de comunicación sobre las revueltas que sacuden toda la región desde hace tres meses, ha recibido críticas sobre la «escasa cobertura» que estaría realizando de los acontecimientos de Bahréin, en comparación con el intenso trabajo que llevó a cabo en Túnez o Egipto, unas acusaciones que Al Jazeera niega.
The Arabic Network of Human Rights ha exigido a la cadena que mantenga su independencia y no se deje influir por el hecho de estar patrocinada por el vecino estado de Catar.
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