La diplomacia del cine

29/2/2012 | Miguel Máiquez
Leila Hatami, en un fotograma de la película iraní ‘Nader y Simín, una separación’ (‘A Separation’, en inglés), dirigida por Asghar Farhadi

El Oscar a la mejor película de habla no inglesa conseguido por la película iraní A Separation, un drama familiar que relata la ruptura de un matrimonio en el Irán contemporáneo, es especialmente relevante, no solo porque supone un hito en la historia del cine de esta nación (nunca antes un film de Irán había logrado un Oscar, y, por muy devaluados que estén, siguen siendo los premios cinematográficos más importantes, o al menos los más famosos, del mundo), sino también porque, gracias al reconocimiento, serán muchos más los espectadores que podrán acercarse de un modo diferente a un país cuya relación con Occidente parece limitarse a fanatismos, amenazas, intransigencia, intereses petroleros y más y más tensión.

Asghar Farhadi. Foto: Manfred Werner / Wikimedia Commons

La fuerza de la cultura, de la voz de la gente y los artistas, más allá de los políticos y los gobernantes, es siempre una clave de la salud de una sociedad. Cuando las cosas van mal es, además, tremendamente necesaria.

El que mejor lo expresó, en cualquier caso, fue el propio director de la película, Asghar Farhadi, al recoger el premio en Los Ángeles. Con su habitual elegancia y sin decir una palabra más alta que otra, su breve, valiente y emocionante discurso fue un ejemplo de cómo aprovechar la oportunidad de poder dirigirse a una audiencia de millones de personas, para muchas de las cuales Irán solo es sinónimo de barbarie y de violencia:

En estos momentos, muchos iraníes en todo el mundo nos están viendo, e imagino que se sentirán muy felices. Felices no solo por este importante premio, o por una película, o por un director, sino porque en estos tiempos en los que los políticos solo hablan de guerra, intimidación y agresión, el nombre de su país se está escuchando aquí por su gloriosa cultura, una cultura rica y antigua que ha permanecido oculta bajo el pesado polvo de la política. Lleno de orgullo, ofrezco este premio a la gente de mi país, a la gente que respeta todas las culturas y civilizaciones y reniega de la hostilidad y del resentimiento.

La noticia se celebró en Irán por todo lo alto, una fiesta a la que no dudaron en sumarse también, paradójicamente, los medios oficiales. Y es que, a pesar de que cualquier cosa que venga de Estados Unidos suele ser tratada con duras críticas o con desdén por parte de la prensa gubernamental, esta vez el premio era demasiado grande como para hacerle ascos.

«El cine iraní hace historia», titulaba, por ejemplo, la agencia oficial de noticias IRNA. Lo que no decía, sin embargo, es que, aunque finalmente fue seleccionada por las autoridades para representar a Irán en los Oscar, esa misma histórica película fue retirada por el gobierno de las salas iraníes durante más de una semana, el pasado otoño, tras el apoyo expresado por Farhadi a sus colegas cineastas que permanecen encarcelados en el país.


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