La editorial Pre-Textos acaba de publicar en España la edición en castellano de En presencia de la ausencia, del gran poeta palestino Mahmud Darwix (1941-2008), con prólogo de Jorge Gimeno y traduccion y notas de la arabista Luz Gómez García.
El libro, definido por la propia editorial como una autobiografía poética del autor, se une así a la decente colección de obras de Darwix editadas ya en español, la mayoría de ellas traducidas por la propia Gómez García (Como la flor del almendro o allende, Poesía escogida, Estado de sitio, El fénix mortal) o por María Luisa Prieto (El lecho de una extraña, Mural, Menos rosas, Once astros).
En Poesía escogida (Pre-Textos, 2008), el también poeta Jorge Gimeno definía así el legado literario de Darwix:
Su obra tiene la seña asociada a los sobrevivientes: la de seguir adelante, la de salir siempre corriendo en otra dirección, en busca de rupturas cualitativas. Carisma y visión prístina son sus sellos distintivos; amor a la composición, un constante afán de experimentación musical. Víctima de una historia deshumanizada, el hombre darwixiano se rebela contra lo histórico y su lenta socavación del individuo, busca lo universal, el lugar de encuentro de lo propio con lo ajeno. En los tiempos que corren, es admirable encontrarse con un poeta como Darwix, que no ha renunciado al valor cognitivo de la imagen poética; que sigue escribiendo consciente de ese valor y de ese poder, y que no renuncia a la función básica de la poesía: la de existir.
La vida de Mahmud Darwix (o Darwish), uno de los escritores árabes más leídos y traducidos, estuvo marcada por el exilio y por la militancia en favor de los derechos del pueblo palestino (fue encarcelado en varias ocasiones), pero su obra refleja mucho más que eso. Lírica y épica a un tiempo, experimental, metafísica, introspectiva, comprometida… La poesía y la prosa de Darwix han sido definidas de muchas maneras, tal vez porque a Darwix no es fácil clasificarlo.
En cualquier caso, conseguir conservar todo eso en una traducción siempre es difícil, y hacerlo a partir de un idioma como el árabe, cuya estética y estructura resultan a menudo tan ajenas a las del castellano, más aún. Gomez García, que ha ido adelantando varios fragmentos del libro en su blog, lo ha conseguido, y esta cita es una prueba de ello:
El exilio no es un viaje de ida y vuelta, ni residir en la nostalgia. Quizá sea una visita, esperar a ver qué hace el tiempo con uno, salir de uno mismo hacia los demás para conocerse y congeniar o para que lo propio se encierre en su caparazón. Cada exilio tiene su carácter, cada exiliado sus características. El exilio es un ejercicio de reflexión sobre lo que no tienes, estupor por no tenerlo. El exilio educa el cuerpo, te fascina la belleza de la forma, aunque el significado sea parcial, pues plenitud es la conciencia de que falta algo. Estatuas que glorifican el pasado, estatuas que aspiran a dar el salto del sentimiento de identidad a la identidad del sentimiento, estatuas que liberan al mañana de tener que ser bello y a la naturaleza del férreo sistema de la imaginación. Nada supera a la belleza. Pero tú, que en el fondo eres un campesino, estás de parte de los árboles que se reflejan en el río, de las palomas aeroterrestres, y te demoras largo rato junto a un lirio que crece, solitario, fuera de la maceta… no porque sea, como tú, una especie rara, sino porque se apoya en sí mismo para crecer desvalido. El exilio es el viaje del poeta en el poema, un viaje dentro del viaje, pero el lenguaje metafórico siempre vuelve la vista atrás.
Y mirar hacia atrás, como es sabido, es uno de los atributos del exilio.
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