fronteras

La Comision King-Crane, en el hotel Royal de Beirut, en julio de 1919. Sentados, Henry King (izquierda) y Charles Crane (derecha). Foto: Oberlin College Archive

Nick Danforth, autor del recomendable blog The Afternoon Map, publicó hace unos días en The Atlantic un interesante artículo sobre la misión que, en el año 1919, llevaron a cabo en Oriente Medio los estadounidenses Henry King y Charles Crane, con el objetivo de proponer un diseño de fronteras para la región que fuese lo más racional posible y respondiese asimismo a los intereses de los distintos grupos de la zona. Un extracto, traducido al castellano:

En 1919, el presidente Woodrow Wilson envió a un teólogo llamado Henry King y a un magnate de la fontanería llamado Charles Crane a solucionar Oriente Medio. En pleno colapso del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial, el futuro de la región era incierto, y los dos hombres parecían proporcionar la necesaria combinación de visión para los negocios y conocimiento bíblico. La misión de King y Crane era averiguar cómo querían ser gobernados los habitantes de la región. Sería una prueba fundamental para la creencia de Wilson en el derecho a la autodeterminación de las naciones: la idea de que todos los pueblos deberían tener un estado propio con fronteras claramente definidas.

Tras pasar tres semanas entrevistando a líderes religiosos y comunitarios en Siria, Líbano, Palestina y el sur de Turquía, los dos hombres y su equipo propusieron dividir las tierras otomanas como muestra el siguiente mapa. Sobra decir que sus propuestas no fueron tomadas en cuenta. Siguiendo el Acuerdo Sykes-Picot, Gran Bretaña y Francia se repartieron finalmente la región mediante los llamados mandatos, o como poderes vigilantes […].

Actualmente son muchos los que mantienen que un siglo de inenarrable violencia e inestabilidad —culminado en el brutal intento de Estado Islámico por borrar las fronteras de Oriente Medio— podría haberse evitado si todos los pueblos de la región hubieran conseguido su independencia tras la Primera Guerra Mundial. Pero, como descubrió la Comisión King-Crane en 1919, los grupos étnicos y religiosos rara vez se encuentran divididos en unidades separadas. Y tampoco los miembros de cada grupo comparten necesariamente una misma idea de cómo quieren ser gobernados.

El informe King-Crane sigue siendo un documento notable, no tanto por lo que revela acerca de cómo podría haber sido Oriente Medio, como por la forma en que ilustra los dilemas fundamentales que surgen a la hora de trazar, o no trazar, fronteras. De hecho, el informe insiste en forzar a los pueblos a vivir juntos, a través de complicadas disposiciones jurídicas que prefiguran propuestas más recientes.

El artículo (leerlo completo aquí) incluye un estupendo —y compartible— mapa interactivo con comentarios sobre las principales recomendaciones de la comisión:

Oriente Medio, según las recomendaciones de la comisión estadounidense King-Crane (1919). Mapa: Karl Sturm y Nick Danforth. Pinchar en la imagen para acceder al mapa interactivo

Más información:
» The Middle East That Might Have Been (Nick Danforth, en The Atlantic)
» The King–Crane Commission (Wikipedia)
» The King-Crane Commission Report, August 28, 1919 (texto completo del informe de la Comisión King-Crane)

El Oriente Medio que pudo haber sido

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Refugiados sirios
Miles de refugiados sirios cruzan hacia Irak en Peshkhabour. Foto: G. Gubaeva / UNHCR

El foco de atención en Oriente Medio se ha desplazado en estas últimas semanas a Egipto, pero en Siria la guerra sigue sin dar tregua, como demuestra el número cada vez mayor de personas que tratan de huir desesperadamente del país. La última oleada se está produciendo en el extremo noreste, donde hace unos días se abrió una nueva vía de escape, esta vez hacia el Kurdistán iraquí. Según informa el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), desde el pasado jueves, más de 20.000 refugiados sirios han cruzado la frontera en esta zona a través de un puente recién construido junto a la localidad de Peshjabur.

La agencia de la ONU todavía no sabe con exactitud los factores concretos que han desencadenado este éxodo masivo, pero parece claro que los refugiados, muchos de los cuales llevaban semanas esperando en las inmediaciones, están aprovechando la apertura de un paso fronterizo que había estado prácticamente cerrado desde el pasado 19 de mayo. La mayoría de los nuevos desplazados son familias compuestas por mujeres, niños y personas mayores, prodecentes principalmente de las ciudades de Alepo, Efrin, Hasaka y Qamishli.

Según informa el corresponsal de la BBC en Beirut James Muir, tanto el ACNUR como el gobierno regional del Kurdistán iraquí están trabajando a marchas forzadas para poder dar respuesta a este flujo repentino de refugiados. Los planes incluyen la construcción de un campo de emergencia.

Muir explica asimismo que, pese a que la frontera con Turquía está mucho más cerca de las zonas de conflicto que esta región del norte iraquí, las autoridades turcas se han mostrado últimamente menos receptivas a la llegada de refugiados. Por contra, el gobierno kurdo iraquí parece haber optado por desempeñar un papel más activo con respecto a la crisis siria.

El número total de refugiados a causa de la guerra se acerca ya a los dos millones. De ellos, dos tercios han salido del país este año. Actualmente, y según los datos que maneja el ACNUR, hay más de 684.000 refugiados sirios en Líbano, 516.000 en Jordania, 434.000 en Turquía, 154.000 en Irak y 107.000 en Egipto.

Éxodo sirio hacia el Kurdistán iraquí

Refugiados sirios

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¿Llevaba Sir Winston Churchill unas cuantas copas de más cuando, armado de una simple pluma y, según dicen, a mano alzada, trazó el borrador de la actual frontera entre Jordania y Arabia Saudí? Las malas lenguas aseguran que sí, y si uno echa un simple vistazo al mapa, todo parece indicar que, efectivamente, el legendario estadista británico iba algo cargadillo aquel domingo por la tarde del mes de marzo de 1921 en que, según se vanagloriaba él mismo años después, creó el reino de Transjordania durante una reunión en El Cairo. Por lo visto, antes de plantarse delante del mapa, el entonces Secretario para las Colonias había estado disfrutando de una copiosa -y sin duda bien regada- comida con un grupo de oficiales.

La historia es lo suficientemente jugosa (y, dado el carácter y los hábitos de Churchill, verosímil) como para haberse convertido en una de las anécdotas más citadas cuando se habla del personaje, o incluso de la forma arbitraria y contra natura en que las potencias coloniales se repartían el mundo y trazaban fronteras a base de escuadra y cartabón. De hecho, a la aparentemente absurda línea que separa la actual Jordania de Arabia Saudí se la conoce, entre los interesados en el tema, como «el hipo de Churchill». Y si encima añadimos la ironía de que Arabia Saudí, donde el consumo de alcohol está absolutamente prohibido, deba su frontera norte al efecto de unos cuantos lingotazos de whisky, el episodio cobra, desde luego, un especial interés.

La realidad, sin embargo, se empeña en echar por tierra las mejores anécdotas, y la historia del hipo de Churchill no es una excepción. Estuviese o no algo bebido aquella tarde, no fue el alcohol lo que determinó ese extraño trazado en zigzag (no olvidemos que estamos hablando de kilómetros y kilómetros de desierto), sino una serie de factores, geopolíticos e históricos, algo más complejos. El hipo de Churchill es lo que hoy llamaríamos, de no ser por lo deshabitado del contexto, una leyenda urbana.

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Winston Churchill, durante la conferencia de El Cairo, en 1921. Foto: General Photographic Agency / Hulton Archive / Getty Images

Los entresijos que llevaron a la creación del totalmente artificial reino de Jordania tienen su origen en la Primera Guerra Mundial, en la revuelta árabe contra el Imperio Otomano y en cómo se dividieron británicos y franceses toda la región tras la victoria, aplicando el famoso tratado de Sykes-Picot, y a pesar de la promesa hecha a los árabes de que contarían con un gran estado independiente una vez terminado el conflicto.

En aquel célebre acuerdo, firmado en 1916 a espaldas de los árabes, toda la zona quedaba partida en dos grandes áreas: una al norte, en lo que actualmente es, aproximadamente, Siria y Líbano, de influencia francesa, y otra al sur (actuales Irak y Jordania), de influencia británica, con Palestina como protectorado del Reino Unido.

Acuerdo Sykes-Picot
El plan para el reparto de Oriente Próximo entre británicos y franceses tras la derrota del Imperio Otomano, según el acuerdo Sykes-Picot

En julio de 1919, tras expulsar a los turcos de Damasco, el recién nacido Congreso Nacional Árabe dijo que lo prometido es deuda y proclamó su soberanía sobre «Siria», un amplio territorio en el que incluían, también, los actuales Líbano, Jordania, Israel y los Territorios Palestinos. A la cabeza del nuevo estado embrionario se colocó el emir Faisal, de la dinastía hachemí, procedente de Arabia Saudí, y que había liderado la rebelión con el apoyo de los británicos.

El reinado de Faisal, sin embargo, duró poco. Los franceses no estaban dispuestos a perder su parte del pastel, y el monarca fue expulsado sin contemplaciones de Siria en 1920. En compensación, los británicos ofrecieron a Faisal el trono de Irak, pero ahora les quedaba otro rey sin reino, el segundo hijo del emir, Abd Allah. De modo que terminaron creando para él un país surgido de la nada, sin apenas recursos hídricos y cuyo territorio era y es, en su mayoría, puro desierto: el Reino Hachemí de Jordania.

Para dar forma a los detalles del rompecabezas, Churchill convocó una conferencia de expertos, políticos y militares, que finalmente se celebró en El Cairo en marzo de 1921, y en la que participaron, entre otros, personajes tan conocidos como T. E. Lawrence (Lawrence de Arabia) o la famosa escritora, viajera, arqueóloga y administradora colonial de Irak (a cuya creación como estado contribuyó de forma esencial), Gertrude Bell.

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Asistentes a la Conferencia de El Cairo, de 1921. Sentado en el centro de la primera fila, Winston Churchill; el cuarto por la derecha, en la segunda fila, T. E. Lawrence; la segunda por la izquierda, también en la segunda fila, Gertrude Bell. Foto:General Photographic Agency / Getty Images

El problema para los británicos era mantener a raya a la dinastía de Saud, rival de los hachemíes, dominante en Arabia Saudí, y dejada de lado por Londres cuando Lawrence se inclinó por Faisal para el liderazgo de la revuelta árabe. Como cuenta con todo detalle Frank Jacobs en su blog Borderlines, en la edición digital de The New York Times, era necesario establecer un límite en una zona en la que el ir y venir de los beduinos quitaba todo el sentido al concepto mismo de frontera, y donde los turcos se habían contentado con dibujar vagas líneas discontinuas para marcar los bordes de la Arabia no otomana.

Palestina y Kerak (Transjordania), con las fronteras entre Jordania y Arabia Saudí aún sin definir, en el ‘Times Survey Atlas of the World’, de 1922. Mapa: Bartholomew, J. G. (John George), 1860-1920 / Wikimedia Commons

Al final, los británicos acabaron cediendo al emir Ibn Saud una parte de la región de Wadi Sirhan, como parte de un complejo acuerdo, y en compensación por la anexión de la ciudad de Aqaba por parte de Londres. El resultado fue, tras el tira y afloja, ese errático trazado en el mapa.

Jacobs, cuyo artículo ha servido de inspiración a esta entrada, y que es autor también de un fascinante blog sobre mapas extraños y curiosidades cartográficas (Strange Maps), lo explica así:

En noviembre de 1923, el acuerdo de Hadda estipuló una frontera no muy diferente de la actual: Wadi Sirham pasó a ser parte del Nejd [Arabia Saudí], y Aqaba quedó integrada en Transjordania [actual Jordania]. Ibn Saud tuvo que renunciar a su exigencia de disponer de un corredor hasta Siria, pero ganó un derecho de libre tránsito. Gran Bretaña perdió el Hijaz [noroeste de Arabia Saudí], pero retuvo una salida al mar para Transjordania [Aqaba] y bloqueó la expansión wahhabi [Saud] hacia Palestina y Egipto.

La influencia de Churchill en el rediseño del mapa de Oriente Medio fue fundamental, pero, para desgracia de su extenso anecdotario, la frontera jordana no fue el resultado de un ataque de hipo etílico.

En cualquier caso, y como dicen los romanos, se non è vero, è ben trovato.

Churchill y Lawrence en El Cairo, 1921. Foto: Biblioteca del Congreso, EE UU

El hipo de Churchill

¿Llevaba Sir Winston Churchill unas cuantas copas de más cuando, armado de una simple pluma y, según dicen, a mano alzada, trazó el borrador de la actual frontera entre Jordania y Arabia Saudí? Las malas lenguas aseguran que sí, y… Leer

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Gamal Abdel Nasser, presidente de Egipto y de la República Árabe Unida (RAU), en la Conferencia de Países No alineados de Belgrado en septiembre de 1961. La RAU unificó Egipto, Siria y, durante un breve periodo de tiempo, Irak, entre 1958 y 1961. Foto: Keystone / Getty Images

Mohammed Khan, en Al Jazeera (5/3/2011):

La geografía moderna de Oriente Medio fue labrada en la primera parte del siglo XX por colonialistas británicos y franceses cuyo único interés era repartirse entre ellos mismos el botín de la guerra, y mantener su supremacía en la región. Los trazos que dividen la zona, con sus perfectas líneas rectas (ver los mapas de Argelia, Libia, Egipto y Sudán), siguen siendo prácticamente los mismos hoy en día que cuando fueron trazados por primera vez, a pesar de décadas de invasiones fronterizas y conflictos.

Nunca antes se había guardado tan celosamente un concepto importado: Las familias gobernantes y las élites políticas de Oriente Medio hicieron suya la idea del estado-nación, junto con el santo grial de las teorías sobre relaciones internacionales y soberanía.

La artificialidad de las fronteras en cuestión está fuera de toda duda. Si se echa un vistazo a cualquier mapa de Oriente Medio anterior al Acuerdo Sykes-Pikot de 1916 entre Francia y el Reino Unido (cuando se completó la división de la región sin tener en cuenta las opiniones de la gente que vivía en ella), resulta difícil encontrar muchas fronteras físicas reales entre Siria, al noreste, y Marruecos, en el oeste.

Lo que sí puede verse, sin embargo, son rutas de ferrocarril que se expanden libremente por toda la región. Los restos de la antigua vía férrea del Hejaz, que conectaba Damasco con Medina, continúan en pie (en ruinas) en el centro de la capital siria. En su día sirvió para transportar a los peregrinos hasta la ciudad santa musulmana, actualmente en Arabia Saudí, sin necesidad de engorrosos visados ni burocracias frustrantes. Pero de eso hace ya, obviamente, algún tiempo. […]

Leer el artículo completo (en inglés)

¿Un Oriente Medio sin fronteras?

Mohammed Khan, en Al Jazeera