Era casi verano y yo me acercaba al cuello del Líbano –un poco al sur del macizo más elevado del país– cruzando las largas y altas montañas del Baruk, que se perdían de vista descendiendo por el este hacia el Antilíbano. Estas laderas cálidas eran perfectas para acampar. Después de la puesta de sol, la llama azul de mi hornillo portátil brilló en la falda del monte una media hora, luego me resguardé entre los peñascos y me zambullí en el olvido de la fatiga profunda durmiendo hasta el amanecer.
—Colin Thubron (Londres, 1939), Las montañas de Adonis (fragmento)
Edición: Entre árabes, Ed. Península, 2003. Traducción de Concha Cardeñoso.
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