A una muchacha de formados senos
Invité a tenderse, sin cojín, sobre la arena del desierto.
«Así lo haré, aunque no sea mi costumbre», dijo ella.
Y cuando iba a despuntar la aurora me dijo:
«Me has deshonrado. Ahora vete si quieres, o sigue,
si así lo prefieres».
Pero no hice salvo sorber sus encías
y, entre charlas, besarla en la boca.
Me llené de toda ella,
me envolví en su vestido de seda
y a mis ojos dije: «llorad ahora».
Entonces se levantó
para borrar con su manto las huellas
y buscar las perlas del collar desparramadas.
—Umar Ibn Abi Rabi’a (Hiyaz, h. 644 – La Meca, h. 712), Réplicas
Traducción de Josefina Veglison Elías de Molins.
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