Egipto votará mañana en referéndum las primeras reformas constitucionales propuestas tras la caída de Mubarak. Pese al avance democrático que pueda suponer la mera celebración de una consulta ciudadana en condiciones de libertad, la propuesta en sí ha sido criticada por la conexión que tiene aún con el régimen. Un ejemplo, el editorial de hoy del diario canadiense The Globe And Mail (traducido al castellano):
El referéndum que va a celebrar mañana Egipto sobre la reforma constitucional no es la expresión de la voluntad popular, sino, más bien, el último legado de un pasado antidemocrático, un ejercicio ilegítimo que carece del apoyo de la vanguardia revolucionaria del país, y que puede poner en peligro la transición hacia una democracia real.
En sí mismas, las reformas propuestas resultan loables e inofensivas. La imposición de un límite al número de mandatos presidenciales y a las leyes de emergencia, así como el establecimiento de la figura del vicepresidente, son cambios positivos y responden a las quejas contra el gobierno del ex presidente Hosni Mubarak.
Pero, en el caso de que sea aprobada, la nueva constitación es una invitación a la tiranía. Los poderes de las leyes de emergencia quedarían limitados, pero no eliminados. Y se contemplan pocos límites nuevos al poder presidencial.
Se trata, en realidad, de pequeños ajustes, tal y como admitió al semanario Al Ahram Tarek El-Beshri, jefe del comité de expertos juristas -designado por el Ejército- que redactó los borradores de las enmiendas: «Nos hemos limitado a reformar artículos previamente reformados de la Constitución. No se trata de una reforma de la Constitución en sí. Es una Constitución temporal que estará vigente durante un año, o tal vez algo menos».
Empezar a meterles mano a las leyes básicas en un momento tan temprano de la revolución es un error. De hecho, Egipto ya estraba gobernado en gran medida por las leyes antes de la revolución, pero eran malas leyes, selladas por un parlamento elegido pero débil. Y teniendo en cuenta que la propuesta de llevar a cabo futuras reformas viene de este parlamento dócil, existe el riesgo de que acabe consolidándose en el poder un nuevo hombre fuerte.
Así las cosas, el Ejército no se está limitando a gobernar el país; también está trazando la agenda política. La semana pasada los activistas fueron expulsados de la plaza Tahrir.
Muchas facciones de la oposición están esforzándose para organizar nuevos partidos políticos, un proceso que requiere debate, tiempo y voluntad de incluir diferentes opiniones.
Jóvenes demócratas, líderes liberales como Mohamed El Baradei y el ex candidato presidencial Ayman Nour hacen bien en rechazar el referéndum. El Ejército asegura que será una «experiencia democrática». Pero más bien se parece al conocido escenario en el que la vieja guardia acaba trampeando la democracia, tal y como le habría gustado a Hosni Mubarak.
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