Francia, el Reino Unido y EE UU han comenzado este sábado la ofensiva militar autorizada por la ONU contra las tropas de Gadafi en Libia. Los primeros en atacar fueron los aviones franceses, que destruyeron varios objetivos. Después, Estados Unidos lanzó 110 misiles y entró también en acción la fuerza aérea británica (España va a contribuir con un avión cisterna, cuatro aviones de combate F-18 y una fragata, un submarino y un avión de vigilancia marítima). De madrugada, el sistema antimisiles libio intentaba repeler la ofensiva…
¿Se trata de una guerra justa? ¿Era inevitable? ¿Qué la diferencia de otras intervenciones semejantes? ¿Acelerará el final de Gadafi y de su represión brutal o acabará siendo contraproducente? ¿Volveremos a hablar de ‘daños colaterales’ y de ‘mal menor’? ¿Qué va a pasar después en Libia? ¿Y si Gadafi aguanta y la guerra se estanca? ¿Aplicaremos el mismo rasero en otros países? Estas son algunas primeras reflexiones sobre la nueva guerra en la que está inmersa la comunidad internacional.
Íñigo Sáenz de Ugarte, en Guerra Eterna:
[…] Es el comienzo de una guerra, no una crisis ni un operativo militar ni un conflicto. Y como todas las guerras, tiene un comienzo definido y un final que nadie puede precisar honestamente.
Ha habido una breve (tres minutos) intervención telefónica de Gadafi con la televisión libia. Tenía que regresar rápidamente al refugio. Se ha referido a la “cruzada” y ha advertido que el pueblo va a ser armado para responder a esta agresión extranjera. Es curioso cómo los dictadores siguen al pie de la letra el manual empleado anteriormente, en general con no mucho éxito, por otros autócratas rodeados. El único problema viene cuando la realidad confirma una parte de sus amenazas mucho tiempo después de que ellos ya sean historia. Sadam Hussein vivió durante meses escondido en un agujero y luego fue ejecutado. No importó lo más mínimo. Irak inició una etapa de sangre en la que la suerte del dictador o su recuerdo eran ya irrelevantes. A veces, matar al origen de los problemas no es la solución definitiva. […]
Al Jazeera ofreció de forma cruda y descarnada los daños sufridos por los civiles en la invasión de Irak. Pero ahora la cadena de Qatar es enemiga de Gadafi, o al menos así la define el régimen libio. Cuatro de sus periodistas ya han sido detenidos. Qatar forma parte de la ofensiva internacional. ¿Quién mostrará la realidad de los bombardeos sobre Tripoli? La televisión gubernamental libia no tiene credibilidad (ya ha denunciado la muerte de 48 civiles en los ataques). Los periodistas extranjeros que quedan en la capital están rigurosamente vigilados por el Gobierno.
Lluís Bassets, en Del alfiler al elefante (El País):
No es en propiedad una guerra pero es justa. La acción militar decidida hoy en París a partir de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad cumple con todas las condiciones exigidas para la guerra justa o llamada también ‘ius ad bellum’ (derecho a hacer la guerra). Es justa la causa: se trata de proteger a la población libia y de impedir que Gadafi termine aplastando a sangre y fuego la revuelta contra su dictadura. Hay una autoridad legítima que la ha autorizado, la más legítima de todas las que tenemos a nuestra disposición: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La intención o el objetivo que se persigue es el correcto, y viene incluido ya en la causa. También lo es la proporcionalidad de los medios de acción, hasta el punto de que no se desencadena en propiedad una guerra sino una acción de policía o protección aérea. Es el último recurso, puesto que Gadafi ha sido ya conminado a un alto el fuego y a retirar sus tropas a los cuarteles, mientras que el dictador y sus hijos no solo no han cumplido ninguna de las condiciones exigidas, sino que además han intentado engañar a la comunidad internacional declarando un alto el fuego que en ningún momento han aplicado. Finalmente, tiene el propósito obvio de alcanzar la paz y abrir el camino a la plena soberanía de los libios para que se doten del Gobierno que consideren conveniente.
Isaac Rosa, en Trabajar cansa (Público):
Gadafi no merece ninguna defensa. Sus últimos desvaríos comparándose con Franco no nos lo hacen precisamente simpático, pero estamos en lo de siempre: nuestras bombas no le van a despeinar, y serán otros los que reciban el castigo. Los soldados y mercenarios en primer lugar, que pasan a la categoría de aniquilables; pero también la población civil libia, y probablemente los propios rebeldes que hoy piden bombardeos, y que algún día se arrepentirán de haber pedido ayuda.
Tenemos ya experiencia sobrada en guerras ‘humanitarias’ como para prever lo que pasará: un arranque peliculero, con imágenes de videojuego y discurso triunfal, y luego empezará el goteo de «daños colaterales» con muertos y mutilados, pero también daños no tan colaterales en infraestructuras civiles, viviendas y todo lo que se ponga a tiro.
Kosovo, Irak, Afganistán. Algo podrían contarnos los habitantes de los tres países sobre intervenciones militares que, además de no conseguir los objetivos iniciales (frenar las matanzas, encontrar las armas de destrucción masiva, atrapar a Bin Laden), multiplican el sufrimiento de la población, condenada a un largo período de violencia, pobreza e inestabilidad.
Parece que de una vez para otra se nos olvida: una matanza no se para con una matanza mayor, los pueblos no se liberan a bombazos ni la democracia se impone con las armas. No a la guerra. A ésta tampoco.
Issandr El Amrani, en The Arabist:
The best way to end the bloodshed would clearly be to decapitate the Qadhafi regime, something the insurgents are probably not able to do for now and the international community is likely to refrain from carrying out initially, although things are almost certain to head that way. If so, splits in the international community would resurface — this would be a major violation of the principle of sovereignty. But in a sense the West and the Arabs have already backed the rebels. It gets more complicated in the Qadhafis are gone, both Westerners and Arabs may be ready to deal with regime remnants (particularly if they play a role in getting rid of the Qadhafis) but the insurgents may not want anyone associated with the former regime in place. So prolonged civil war is one possible outcome, yet again. This is why some kind of recognized leadership for the insurgency that is able to negotiate with whoever comes after Qadhafi is necessary. […]
[…] Once empowered, the insurgents will naturally want to go all the way and topple Qadhafi. I totally support them in that endeavor. But we don’t know much about them, or how they might behave towards non-combatants that back the Qadhafi regime. I’m sure any violence against civilians by insurgents will be ignored by the intervention force in the fog of war, but this is possible only to a certain extent before it becomes embarrassing, particularly as UNSC Resolution 1973 gives a mandate to protect civilians from everybody, not just the Qadhafi regime. Sometimes the good guys can be bad guys, as we saw in Darfur (both in terms of the stalled peace process and in terms of the actions of certain Darfuri groups).
Mónica G. Prieto, en El faro de Oriente (Cuarto Poder):
La aprobación de una zona de exclusión aérea contra Libia que implicará ataques inmediatos contra la aviación de Gaddafi envía un mensaje necesario desde hace tres meses para la población de Oriente Próximo: Occidente no sólo defiende los valores de la democracia y la justicia para sí mismo, lo hace para todo el mundo aunque le vaya sus intereses económicos en ello. Es la única acción -aunque terriblemente tardía- que puede reconciliar a los árabes con el primer mundo. Nuestra indiferencia les mata, y la inacción sólo puede generar un odio contra Occidente que se traduzca en extremismo y muertos. Ahora sólo tienen que enviar un mensaje parecido al resto de sus monarquías amigas del Golfo: los muertos civiles no pueden salir gratis, por mucho beneficio que nos reporte mirar hacia otro lado.
Foreign Policy (Debate sobre la intervención militar en Libia):
Speaking in a televised address this afternoon, U.S. President Barack Obama also explained his position largely in humanitarian terms: If the world failed to intervene, he said, “The democratic values that we stand for would be overrun. Moreover, the words of the international community would be rendered hollow.”
That’s one reading of the events unfolding in Washington, London, and Paris. But there’s also a more cynical view: that the intervention, centered on the enforcement of a no fly zone, is too little too late. And that’s if you agree that the United States and its allies should be involved in the first place. Foreign involvement could play into Libyan leader Muammar al-Qaddafi’s hands, other analysts worry, giving him an excuse to strike harder against the now Western-backed rebels.
Marc Lynch, en Foreign Policy:
The Libya intervention is also complicated by the trends in the rest of the region. There is currently a bloody crackdown going on in U.S.-backed Bahrain, with the support of Saudi Arabia and the GCC. The Yemeni regime of Ali Abdullah Saleh is currently carrying out some of its bloodiest repression yet. Will the Responsibility to Protect extend to Bahrain and Yemen? This is not a tangential point. One of the strongest reasons to intervene in Libya is the argument that the course of events there will influence the decisions of other despots about the use of force. If they realize that the international community will not allow the brutalization of their own people, and a robust new norm created, then intervention in Libya will pay off far beyond its borders. But will ignoring Bahrain and Yemen strangle that new norm in its crib? […]
One might think that the disastrous post-war trajectories of Iraq and Afghanistan would have forever ended such an approach to military interventions, but here we are. Has anyone really seriously thought through the role the U.S. or international community might be expected to play should Qaddafi fall? Or what steps will follow should the No Fly Zone and indirect intervention not succeed in driving Qaddafi from power? No, there’s no time for that… there never is. For now, I will be hoping, deeply and fervently, that the Libyan regime quickly crumbles in the face of the international community’s actions. Reports that it has accepted the resolution and a ceasefire could provide the space for the kind of political settlement many of us have been advocating. Let’s hope.
El País (editorial)
[…] El mensaje político que trasladaba a otros dictadores la inacción de la comunidad internacional podía conducir a una radicalización de la represión de las revueltas, acentuando la inestabilidad. Lo que no se ha permitido a Gadafi tampoco se debe tolerar a Yemen y Arabia Saudí, por más que la respuesta no deba ser militar como en el caso de Libia. Emplear una diplomacia más enérgica frente a estos países es el mejor camino para prevenir las opciones extremas.
La respuesta de la comunidad internacional no debería perder en ningún momento de vista que el objetivo perseguido es impedir que Gadafi siga cometiendo crímenes de guerra. Aunque el establecimiento efectivo de la zona de exclusión aérea suponga una ventaja militar para los rebeldes, son estos quienes tienen que conseguir la caída del tirano. Lo contrario dañaría la legitimidad que necesitan para levantar el régimen que podría sustituir al de Gadafi. Por más que la comunidad internacional desee la caída del dictador, el papel que tiene asignado no es promover la democracia, sino proteger a la población que este se propone masacrar.
La decisión era necesaria y ha cumplido con los requerimientos de la legalidad internacional. Su gravedad, con todo, exigirá que la coalición extreme el rigor en los siguientes pasos a adoptar en los próximos días. Si en Túnez y en Egipto eran limitadas las posibilidades de que una dictadura fuera sustituida por otra, puesto que la victoria contra sus respectivos tiranos fue resultado de manifestaciones pacíficas, la guerra que ha estallado en Libia por culpa de Gadafi augura una transición más compleja. Encerrar otra vez en su botella el genio de la violencia es una tarea que corresponde sobre todo a los libios. Pero la comunidad internacional no puede permitirse errores. Ni los derivados de la inacción ni tampoco los del entusiasmo.
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