Creo que se trata de un cuento de Borges pero, sinceramente, no lo sé. Lo sea o no (dejemos la búsqueda en Google para otro día), lo cierto es que podría serlo: Un rey decide elaborar para su reino el mejor mapa posible y encarga la tarea a sus más afamados cartógrafos y dibujantes. Tras recorrer todo el país, y después de meses de intenso trabajo, la comisión presenta el libro al monarca. Están realmente satisfechos. No puede haber un atlas mejor.
El rey, sin embargo, está decepcionado. Faltan muchas cosas, dice. Ha de ser más grande. Al cabo de un tiempo, los cartógrafos le presentan un atlas del tamaño de un elefante, pero tampoco esta vez logran satisfacer al rey. Más grande, ordena, aún faltan cosas. Los cartógrafos realizan entonces un libro aún mayor, y después otro y otro más, hasta que el atlas tiene exactamente el mismo tamaño del reino. Ahora está todo, no falta nada, pero ni al rey ni a su pueblo les queda espacio para vivir. (No sé si la historia acababa así o no, pero bueno).
Hoy en día el mundo entero está cartografiado en Internet. Herramientas como Google Maps, Google Earth o algunas aplicaciones de la Nasa, por citar sólo tres de las más espectaculares, nos permiten acercarnos desde la visión espacial de la Tierra hasta el portal de nuestra propia casa (literalmente) en sólo un par de clics, en relieve, con imágenes de satélite o de la forma que elijamos, y desde cualquier ángulo imaginable. Por el camino, además, todo tipo de información (callejeros, fotografías, enlaces, artículos, vídeos, cámaras en directo, otros mapas) nos va saliendo al paso en cada parada, en cada tramo. Y todo ello en la pantalla del ordenador o en el teléfono que llevamos (o que llevan muchos) en el bolsillo.
Un paraíso para los amantes de la cartografía… Y una pesadilla para los editores de los atlas de papel, cuyas opciones competitivas han tenido que ir dejando el terreno de la utilidad e ir conquistando poco a poco, otra vez, el de la belleza.
La apuesta merece la pena, y los ejemplos, aunque a precios a menudo prohibitivos, abundan en las librerías. A fin de cuentas, ninguna página web puede, en mi opinión, reemplazar la excitación anticipada que supone tener un buen atlas entre las manos, con el mundo aguardando en cada página y miles de hermosos y desconocidos nombres de ríos, ciudades, mares y montañas esperando ser descubiertos.
Es también, de algún modo, una forma de recuperar una antigua tradición en la que los atlas se encontraban siempre entre los libros más hermosos de cualquier biblioteca. Y, como ejemplo, los mapas de Oriente Medio que acompañan a estas líneas. Pertenecen a un atlas de 1814 que fue editado en Londres y Edimburgo por el entonces director de la Universidad de St. Andrews, y está elaborado con grabados de, según reza la portada, «los más eminentes artistas» de la capital británica.
PD. Efectivamente, era un relato de Borges (el original, al menos…):
» Fuente de los mapas: David Rumsey Map Collection
» Más mapas antiguos de Oriente Medio, aquí
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