Se trataba de una movilización pacífica en apoyo de los cerca de 2.000 presos palestinos en cárceles israelíes que, hace dos semanas, iniciaron una huelga de hambre masiva, en protesta por los confinamientos aislados, los encarcelamientos sin cargos, la falta de acceso a programas educativos o a medios de comunicación, la restricción de visitas de familiares… La activista Rana Hamadeh se subió a un blindado israelí enarbolando una bandera palestina. Luego se bajó. La violenta y absolutamente desproporcionada respuesta de la policía puede verse en el vídeo sobre estas líneas.
Lo triste es que se trata del segundo caso de violencia por parte de las fuerzas de seguridad israelíes en apenas unas semanas. A mediados del pasado mes de abril, un oficial del ejército la emprendió a brutales golpes contra activistas propalestinos que, también de forma pacífica, habían bloqueado una carretera en Cisjordania.
Y lo triste es, también, que el dinero con que se paga a estos policías sale, en parte, del bolsillo de los muchos ciudadanos israelíes que abominan de la violencia y trabajan cada día por encontrar soluciones pacíficas y lugares de entendimiento mutuo.
Buscando en Google una frase al caso, encuentro una inmejorable de Antonio Fraguas (Forges): «La violencia es miedo a las ideas de los demás y poca fe en las propias».
(En Twitter, las reacciones al vídeo pueden seguirse en la etiqueta #Flagwoman).
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